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El Horacio, un relato verídico

El Horacio un r elato verídico

Hoy les cuento esta historia. Hace años recorro el país, cada pueblo cada ruta, cada camino, es un momento, que llevaré hasta el final de mis días, grabado en mi memoria. Intentar describirlo sería imposible; no alcanzarían los colores para contar tanta belleza, no solo de paisaje, sino belleza humana. Gracias a esta bendita profesión puedo conocer distintas culturas en lo vulnerable de todo ser humano, en la perdida de un ser querido. Hoy les cuento mi experiencia en el Luracatao. Me alisté. Lustre mis zapatos y me puse mis mejores ropas. Luego de recorrer durante más de cuatro horas, los ochenta kilómetros de cornisas, ríos secos, y la nada misma, desde Cachi hasta El Luracatao, allá, después de la misteriosa laguna Brealito, veo mi destino, o mejor dicho, " El rancho del Horacio". Allá nomas, tan lejos de mi hogar, como tan cerca del cielo estoy llegando, y la paz de este paraíso es interrumpida por el ruido del motor de mi ambulancia. Allá están, los veo y me ven. Casi sin detenerme alguien me indica que es ahí, ahí nomas, por ese surco, debo dar marcha atrás, me detengo, saludo y observo. Entonces me pregunto: ¿Por qué llegue hasta aquí? Un toldo gris y el piso de tierra es la sala velatoria, algunas flores y plantas regionales son las coronas. Las vecinas, que no faltaran serán, las azafatas, convidando pan recién horneado y un mate cocido caliente. El viejo Ford sierra sin capot de "Don Pérez", hará las veces de fúnebre. Claro, si no llueve; sin embargo ya está listo el carro y el caballo del delegado- intendente para acompañar el cortejo Los amigos "del Horacio", con cemento y unos ladrillos hicieron la nichera. Yo, vestido acorde a lo que indica la actividad funeraria, no tan de negro No tan solemne. Algunos lucen felices sus alpargatas o zapatillas gastadas, el resto, en patas, esas patas curtidas como sus caras, duras del frío de la noche, o el calor del día, es lo mismo. Hay silencio, el respeto es lo que caracteriza este funeral. …..¡¡¡¡¡Ha llegado el Horacio!!!!! …..¡¡¡¡¡Ha llegado el Horacio!!!!! Se escucha por ahí. Y observo por entre mis lentes, mientras instalo el féretro sobre dos troncos de quebracho, que bajan como hormigas desde lo alto del cerro, de uno en dos. Solo el llanto de alguna novia que no fue, interrumpe el que no dejara de observar el Nevado de Cachi. Es el atardecer. El sol se entrecorta por entre los cerros y solo el andar inquieto de un niño, me apura en el trabajo. Un susurro Calchaquí adorna el ritual, es un canto indescriptible para mí. No veo de donde viene, pero todavía lo escucho. Es la mejor de las músicas que no puedo y no quiero olvidar. De uno en uno pasan por delante del feretro, le tocan, lo miran y se van. No puedo disimular la lágrima que empieza a caer en mi cara. Debo salir. Me alejo, entendiendo que mi tarea termino, cuando veo un hombre mayor que se dirige hacia mí. Todavía mis oídos guardan el golpetear de su bastón en la tierra seca. Alguien me dice que es el papá "Del Horacio",.Don Cosme quiere saludarlo, quiere agradecerle. Solo me mira. Veo en sus ojos rojizos un mar de lágrimas que no brotan. De sus labios y su garganta, escucho una pregunta que me marcará para siempre. Tal vez la mejor pregunta para entender el por qué soy funerario, ……Usted Walter, ¿vino solo? - No Señor, su hijo, "El Horacio", me acompañó !!!

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Sonrisas Funerarias

Un hombre de madura edad se acercaba, como de costumbre, a su kiosco para comprar el periódico, pero éste cuando lo compraba lo abría por la página de los avisos fúnebres, y le decía al kiosquero: ¡Que mala suerte! ¡Hoy no he salido! Al día siguiente iba y decía lo mismo: ¡Que mala suerte! ¡Hoy no he salido! Y así durante mucho tiempo. Al pasar los años ve el kiosquero que un día no viene, y se dice a si mismo: ¡Vaya suerte! ¡Toda la vida comprando el periódico, y una vez que sale no lo compra!

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