Rediseñar el aula a través de Facebook La primacía del aprendizaje informal Según Coombs (1985), aprendizaje informal es el aprendizaje espontáneo, no estructurado que ocurre en nuestras actividades diarias, las cuales toman lugar en distintos ambientes. Actualmente, el 75% de los aprendizajes que tienen lugar en las organizaciones se producen de manera informal. Nociones como “aprendizaje justo a tiempo” y “aprendizaje encontrado” adquieren un protagonismo cada vez mayor entre un grupo creciente de aprendizajes y competencias no reconocidos en contextos de educación formal. Lo que aprendemos a través de las redes sociales, forma parte de los aprendizajes invisibles 1 que se producen en el terreno “informal”, es decir, no reglado por una institución educativa. De un modo similar a cómo Piscitelli se refiere a Internet (Piscitelli, 2005), las redes sociales son espacios virtuales donde suceden cosas, territorios potenciales de colaboración que pueden favorecer el desarrollo de procesos de enseñanza y aprendizaje. Aunque existen experiencias de uso de redes sociales en contextos de educación formal, actualmente buena parte de los aprendizajes que se producen en estos entornos pertenecen al ámbito de lo informal o, dicho de otro modo, de la educación expandida. Los aprendizajes a los que nos referimos giran entorno la comunicación, la construcción de una o varias identidades digitales, la colaboración y la creación de contenidos. Redes sociales y web 2.0 O'Reilly (2005) plantea que la Web 2.0 facilita la aparición de redes de colaboración entre individuos. La llamada Web 2.0 se basa en lo que O’Reilly define como arquitecturas de participación. El principio que subyace la idea de una arquitectura de la participación es que las nuevas tecnologías potencian el intercambio y la colaboración entre los usuarios. La estructura reticular que soporta la Web se potencia a medida que más personas la utilizan. De este modo, puede decirse que la arquitectura de la Web 2.0 se construye alrededor de las personas y no de la tecnología. Tal y como sostiene el propio O’Reilly, la Web 2.0 es una actitud y no precisamente una tecnología. La arquitectura de participación de las aplicaciones y servicios 2.0 da cuenta de un cambio tecnológico, pero más aún de un cambio social que ofrece a las comunidades la posibilidad de contar con herramientas que multipliquen las formas en que se genera y distribuye el conocimiento. La lógica imperante en cualquier red social se sustenta en principios de cooperación y participación. Los contenidos generados por los usuarios, así como las relaciones que se establecen entre ellos se convierten en el centro de esta red. El desplazamiento de la tecnología a favor de los usuarios, ha derivado en un mayor énfasis en la experimentación, así como en la generación y transferencia de conocimientos individuales y colectivos. Este nuevo marco contenedor ofrece facilidad, inmediatez, pertenencia (comunidad) y la idea de que se dispone de un espacio donde compartir y expresarse. 1
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