Revista delatripa no 3

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NĂşmero 3. Mayo 2013

Narrativa y algo mĂĄs

delatripa: narrativa y algo mĂĄs


Revista

Narrativa y algo más Número 3. Mayo 2013. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Es una revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría (romeolobos@yahoo.com.mx). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quintal y Édgar Damián.

Contenido La perturbadora encrucijada de la historia y la literatura José Juan Cervera .............................................. 3

Tres frente a la luna Rosa Espinoza .................................................... 9

La desesperanza cotidiana y el pánico social de la vida misma en Sinfonía del caos del poeta André Cruchaga Alfonso Velis Tobar ........................................... 11

Null track Iliana Vargas..................................................... 20

Los Ramírez de noche Cinthia CounterVill .......................................... 25

¿La organización ciudadana ayuda a resolver los problemas de la comunidad? Jesús Guerra Sánchez ...................................... 31

La hamaca en el taxi Álvar Serena ..................................................... 55

Quebrando el silencio Zita Noriega ..................................................... 60

La revista de Antropofagia: Utopía y vanguardia en América Latina Armando Alzamora ........................................... 61

El cielo perdido Carlos Martín Briceño ..................................... 65

Los manifiestos de manifestarse Adán Echeverría ............................................... 69

El Santo, otra vez Silvia Cristina Leirana Alcocer ........................ 78

Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal....................................... 81

El ganador Eva Leticia de Sánchez ..................................... 33

Amor ideal en Shakespeare Lucía F. Izquierdo ............................................. 37

Dos claveles, seis rosas blancas y ocho gerberas VíctorÁvila Velázquez ....................................... 43

De repente Alejandra Vales-Molas .................................... 44

Méjico májico Mavi Robles-Castillo ........................................ 46

Manifiesto de la retaguardia Marco Fonz ....................................................... 48

Luego de dos años Daniela Chay .................................................... 49

Las artes visuales en la ciudad de Mérida Beatriz Carrillo ................................................ 50

La semilla Ángeldelatripa: Fuentes Balam ........................................ 53 narrativa y algo más

Imágenes portada e interiores de la Artista

Florentino Fuentes


La perturbadora encrucijada de la historia y la literatura José Juan Cervera

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on muchos los valores que La conjura de Xinúm encarna con deslumbrante energía.. En este libro, Ermilo Abreu Gómez extiende el nudo de sus preocupaciones sociales sin hipotecar los atributos estilísticos de su escritura. La evolución de su pensamiento lo llevó a concebir la literatura como un recurso que contribuyese a consolidar la identidad nacional en una de las etapas álgidas de la historia de nuestro país, precisamente la que reclamaba nuevos bríos para organizar creativamente la herencia de la Revolución mexicana. Reconocida, para su mejor comprensión, en el contexto histórico que le dio aliento, esta obra marca la continuidad de una visión del mundo en que los acontecimientos pretéritos mueven a esclarecer las penurias que agobian secularmente a la mayoría de las comunidades nativas, sin echar mano de explicaciones sociológicas o de arrebatos demagógicos que degraden una legítima vocación que halló su rumbo en la eficacia narrativa. La estructura del relato, de aparente sencillez, enfoca la secuencia cronológica de los hechos históricos más generales, describiéndolos con ese lenguaje llano que tanto estimó el autor como un medio de hacer accesible el contenido de la creación literaria a un público más amplio que el que suele familiarizarse íntimamente con ella, idea que antepuso en la célebre polémica desatada en 1932 entre varios escritores mexicanos de orientación nacionalista y los que más

se distinguieron por la apertura cosmopolita de sus marcos de referencia artísticos, particularmente los miembros del grupo de los Contemporáneos 1 . Conviene precisar al respecto que entre éstos últimos hubo quienes, sin aspavientos ni estridencias, demostraron que era posible trascender el encono maniqueo de semejante controversia con el ejercicio responsable del oficio que las letras mismas imponen en tributo suyo2. En efecto, la recreación de los sucesos históricos que sacudieron a Yucatán con la sublevación indígena iniciada en 1847 confiere un carácter peculiar a esta novela, cuya condensación formal movió al autor a esbozar apenas las características más sobresalientes de los personajes en los atisbos de su conducta en la vorágine desquiciante de la guerra, como si, tratándose de sujetos que realmente existieron en el pasado decimonónico, fuese suficiente pasar revista a sus acciones tal como las refieren las fuentes historiográficas que a ellas dedicaron su atención. En este punto, cabría preguntarse cuáles fueron los registros de esta índole que brindaron a Abreu Gómez la información respectiva, acaso el Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán desde el año de 1840 hasta 1864, de Serapio Baqueiro,3 sin descartar el sorprendente caudal del que la tradición oral proveyó sin duda a este ilustre yucateco, y que le permitió aderezar convenientemente en la trama el ambiente popular de la época4. Abreu Gómez distribuye los episodios de la contienda titulando la mayoría de los capítulos de la

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Guillermo Sheridan, México en 1932: La polémica nacionalista, México, FCE, 1999, pp. 89-90. Este libro añade a su estudio preliminar una selección de los argumentos que circularon principalmente en la prensa periódica durante ese año.

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El director mismo de la revista Contemporáneos, Bernardo Ortiz de Montellano, ejemplifica con nitidez esta tendencia, pues su búsqueda del núcleo de una literatura nacional que no excluyera el diálogo entre la modernidad y la tradición patriótica la puso de relieve en textos como "Primero sueño" y "La cabeza de Salomé", que en nada concuerdan con los cuadros pintorescos del costumbrismo arcaizante. Cfr. Bernardo Ortiz de Montellano, Raíces del sueño, México, CNCA, 1990, pp. 63-68 y 165-170.

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Los dos primeros tomos de esta obra aparecieron en 1878 y el tercero en 1887.

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Al respecto cabría mencionar no sólo los dichos, leyendas y creencias que en su infancia le confiaban los criados de su casa, sino los relatos que sobre los indios rebeldes oyó de labios de algunos vecinos suyos, tal como indica en sus memorias. Cfr. Ermilo Abreu Gómez, La de alaba sería…, México, Ediciones Botas, 1954, pp. 109, 118. delatripa: narrativa y algo más 3


obra con los nombres de los sitios en que se suscitaron; este énfasis en la toponimia campirana sugiere una aproximación al universo simbólico que la tradición maya mantiene vivo a través de la nomenclatura que confiere a su entorno, pletórico de significados que no suelen estar al alcance de quienes organizan preferentemente su cosmovisión a partir de un modelo occidental y eurocéntrico5. Para las comunidades indígenas, nombrar el paisaje, los asentamientos rurales y los accidentes geográficos constituye un medio que conecta con un sistema semántico constituido de experiencias y conocimientos comunes a su grupo social y que son relevantes para su integración colectiva6. No siempre nos detenemos a pensar todo lo que puede decir a los pobladores de un lugar el término con que ha sido designado en el curso de los siglos, y cómo al hacerlo preservan los lazos que los identifican con sus antepasados. Referirse a la cultura de las poblaciones mayas conduce a reconocer los signos con que representan su relación con el mundo circundante y las acciones que emprenden para adaptarse a él. Su comprensión de dicha realidad denota un vínculo preciso con sus creencias, costumbres y expresiones cotidianas. En las apretadas páginas del libro, algo de esto puede advertirse en pasajes que la recrean de manera explícita, como el que atañe al proceso y fusilamiento de Manuel Antonio Ay, que produjo un aluvión de vaticinios y rumores fundados en el pensamiento mítico tradicional, apuntalado a su vez por las apropiaciones sincréticas provenientes de la cultura hispana, factor que inevitablemente ha de tenerse en consideración al examinar estos asuntos. En otros casos, la relación de los personajes con el sustrato cultural que guía sus actos es menos evidente, pero la

sutileza es una cualidad que los buenos autores transmiten, sin asomo de angustia, en sus producciones. El hilo narrativo se tiende hacia otros rasgos de la cultura tradicional de los mayas, que también permiten discernir sus formas de relacionarse con la naturaleza, transformándola de acuerdo con las expectativas del grupo que le aporta nuevos significados. Es así como la sonoridad del ambiente se multiplica con los recursos que, para ese efecto, la guerra hace desplegar a la gente de campo: chirimías, caracoles, atabales y flautas indias, cuyos rumores y cadencias transforman los espacios selváticos en una nueva conjunción de lo que Allan Burns llama genéricamente "el aspecto auditivo de la percepción",7 con que se refiere más específicamente a la proclividad de los indígenas yucatecos a reafirmar su sentido de identidad a través de la expresión oral, es decir, sonidos articulados con propósitos y códigos singulares8. Abreu Gómez le confiere un espíritu de familiaridad al relato al poner en boca del narrador omnisciente varias expresiones coloquiales ("Donde los rebeldes ponían el ojo, ponían la bala"; "dos tipos que, por un quítame estas pajas, le rajaban el cuero a cualquiera"), que sin duda abonan canales de expresión más fluida en el contexto de la cultura popular, en plena coherencia con su ideal de nutrir la literatura nacional con registros del habla cotidiana, patrimonio lingüístico común que ratifica su impulso vital, ajeno a los cotos del refinamiento verbal. La conjura de Xinúm se inscribe en la modalidad de aquellas novelas a las que los especialistas denominan indigenistas y que tienden a resaltar la opresión y los conflictos sociales y políticos que

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Bonfil Batalla destaca esta cualidad de la terminología que nombra el paisaje de los pueblos indios y que, al contrario de lo que pudiera pensarse, no es un fardo anacrónico que arrastran los descendientes de esas etnias sino un signo de continuidad que ratifica el valor creativo de la cultura. "Los nombres son como sólidos puntos de referencia que impiden que los cambios lingüísticos produzcan un rompimiento de los esquemas básicos de pensamiento con los que ha sido posible comprender el mundo y ubicarse en él." Cfr. Guillermo Bonfil Batalla, México profundo. Una civilización negada, México, CNCA-Ed. Grijalbo, 1990, pp.36-39.

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Por supuesto, los métodos para organizar y transmitir la información constituida por el acopio colectivo de la cultura no representan un proceso privativo de las sociedades mesoamericanas, pero sí adquieren un significado particular en éstas, como consecuencia de las fricciones y los conflictos que en este ámbito se han derivado de la situación colonial que durante siglos padecieron. Puede apreciarse un modelo de análisis cognitivo de la cultura en la obra que a continuación se cita. Edmund S. Glenn y Christine Glenn, El hombre y la humanidad, conflicto y comunicación entre culturas, Buenos Aires, Ed. Pailós, 1985.

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Allan Burns, Una época de milagros. Literatura oral del maya yucateco, Mérida, Ediciones de la UADY, 1995, p.1.

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Por supuesto, una conciencia étnica reforzada constantemente en sus vínculos internos hace posible sostener con seguridad un intercambio verbal con miembros de otros grupos, como Paul Sullivan expone, en términos metafóricos y efectivos, en su libro Conversaciones inconclusas. Mayas y extranjeros entre dos guerras, México, Ed. Gedisa, 1991.

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origina la relación de los pueblos originarios con los representantes del sector ladino y urbano de la población nacional. Dicho término se aplica para distinguirlas de las novelas indianistas, más ocupadas en recrear la vida de los indígenas con tintes exóticos y románticos9, en que el centro de la atención se desplaza hacia asuntos de parejas y la exaltación de los individuos, menos atentas al señalamiento de la desigualdad imperante; fueron éstas las que predominaron en el siglo XIX, y entre ellas pueden mencionarse algunas que se interesaron también en los hechos bélicos a los que Abreu Gómez alude, como Los misterios de Chan Santa Cruz (1864), de Pantaleón Barrera10, y Cecilio Chi. Novela histórica yucateca (1883), de Severo del Castillo11, uno y otro participantes directos de la contienda. Ésta propició además, durante el tiempo que duró, otra clase de producciones literarias que se manifestaron es composiciones versificadas y discursos, principalmente. Se ha dicho de esta obra que señala un cambio en la concepción del autor en torno a la figura del indígena como personaje de la literatura, porque en anteriores libros suyos, como el emblemático Canek, se le representa de manera condescendiente e idealizada, más a tono con la idea del "buen salvaje", en tanto que en La conjura de Xinúm incorpora elementos más acordes con una crítica de la situación colonial, en que se pone de relieve "el esquema dualista del salvajismo", que le atribuye un carácter más complejo, 9

con claroscuros que lo alejan de una simplificación benévola y apacible. Esta evolución se explica concomitante con la tendencia que siguieron las políticas públicas en la conducción del país, con sus consecuencias económicas y sociales que a su vez moldearon la percepción de los escritores a propósito de la realidad nacional12. No debe perderse de vista que fue Miguel Ángel Asturias quien escribió el prólogo de esta novela, cuya primera edición apareció en Guatemala en 195613, en el que el autor de Hombres de maíz apunta semejanzas significativas entre los acontecimientos que Ermilo Abreu Gómez relata y la situación social del país vecino. Asturias afirmó, ya desde 192714, que los procesos revolucionarios en el continente tendrían que investirse de un profundo nacionalismo para combatir el sistema de explotación dominante, por medio del fortalecimiento de la identidad popular. En este contexto, tampoco es posible olvidar los constantes llamados de Abreu Gómez por conducir la literatura mexicana en los senderos trazados por la tradición nacional15. En la narración, Abreu Gómez refleja la atmósfera de temor que invadió a los habitantes de las poblaciones amenazadas por la sublevación indígena, sentimiento que al generalizarse alcanzó tales proporciones que muchos años después de haberse iniciado siguió presente, reactivándose incluso ante los más insignificantes conatos de inconformidad nativa, fundados o aparentes16. De igual modo, pone

Lancelot Cowie, El indio en la narrativa contemporánea, México, INI-CNCA, 1990, pp. 18-19.

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Para publicarla utilizó el seudónimo (anagrama) "Napoleón Trebarra". Barrera fue uno de los sucesivos gobernantes de Yucatán que alentó el envío de mayas a Cuba, en condiciones que eran virtualmente de esclavitud. Cfr. Genny M. Negroe Sierra (coord.), Guerra de Castas: actores postergados, ICY-CNCA-Colegio de Antropólogos-Ed. Nuestra América, 1997, pp. 27-30.

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Esta novela narra el idilio entre María y Raimundo, jóvenes de distinta condición social que luchan por defender su amor en medio de la Guerra de Castas; ella es, además, hija del caudillo maya cuyo nombre da título a la obra. Cfr. Severo del Castillo, Cecilio Chi. Novela histórica yucateca, Mérida, Editorial del Sureste, s.f.

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Cynthia Steele, Narrativa indigenista en los Estados Unidos y México, México, INI, 1985, pp. 71-79.

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Ibid, p. 72.

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Miguel Ángel Asturias, París 1924-1933. Periodismo y creación literaria, México, CNCA, Colección Archivos México, 1988, p. 168. Un año antes, el escritor centroamericano había manifestado su admiración por la gestión educativa emprendida por José Vasconcelos en nuestro país, con la esperanza de que en Guatemala se efectuara una campaña similar, de orientación nacionalista. Ibid, p. 111.

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Recuérdese, por ejemplo, su reproche dirigido a los Contemporáneos, cuando sostuvo que "De la literatura de un país parte la conciencia orgánica de un pueblo. Y viceversa, sin pulsar el sueño y la inquietud y el dolor y la alegría de un pueblo, no puede intentarse la definición de ninguna literatura." Cfr. Sheridan, op. cit., p. 232.

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Como uno entre muchos ejemplos, puede referirse la zozobra que produjo entre los habitantes de Mérida el rumor de un levantamiento indígena en el cercano pueblo de Kanasín, hecho que en realidad se debió a la presencia de un grupo de ciudadanos alcoholizados al mismo tiempo que entre otros vecinos se extendió el descontento por la reelección de sus autoridades municipales. Cfr. "Alarma en el pueblo de Kanasín", en El Eco del Comercio. Periódico independiente, Mérida, 3 de enero de 1901, segunda época, año XXI, núm. 2452, p. 3. delatripa: narrativa y algo más

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de relieve los arraigados prejuicios que el sector "blanco" de la sociedad yucateca atribuyó .y sigue atribuyendo en alguna medida- a la etnia maya. Así, el mote de "bárbaros" con que fueron aludidos insistentemente los insurrectos en esa época de la historia peninsular, salpica los pasajes de la novela en que intervienen los representantes de la milicia y de las autoridades en turno. La defensa de la "civilización", con todas sus implicaciones materiales e ideológicas se alzó como la aspiración suprema de quienes detentaban los poderes constituidos. En lo que parece un recurso para atenuar esa visión simplista y autoritaria, al autor insertó la anécdota del dominio, atribuido a Jacinto Pat, del contenido de la obra de Diego López de Cogollado, ilustre historiador colonial de los asuntos de la región17. Como contraparte del maya ilustrado, representante de una minoría de la dirigencia aborigen, se antoja grotesca la actitud del capitán Miguel Bolio que en el capítulo XI arengó a un grupo de indígenas de Ichmul, reclutados a toda prisa para defender la plaza de la inminente llegada de los sublevados, con un discurso artificioso, plagado de locuciones y sentencias clásicas que poco podían comunicar a quienes, por sus condiciones de vida, habían edificado un sólido conocimiento empírico que, sin embargo, no avalaban academias ni lecturas de oropel. En el cuerpo del texto campean las alusiones a los militares que en la historia real intervinieron en la campaña contra los rebeldes, a los cabecillas de insurrecciones civiles y, en general, a los integrantes de la minoría criolla que conformaron el universo político de ese tiempo. La recreación novelada permite apreciar los lazos que unieron los cacicazgos indígenas con las clases dominantes, a las que sirvieron o se aliaron por conveniencia o previsión de favores. Así lo pone de manifiesto el trato amistoso que Jacinto

Pat brindó a los coroneles Antonio Trujeque y Vito Pacheco, comisionados para aprehenderlo. Más impersonales son las referencias a los otros indios, los que no ocuparon posiciones de liderazgo en ninguno de los dos bandos y a quienes los registros históricos convencionales condenaron al anonimato. Entre los demás actores sociales a los que Abreu Gómez presta atención en distintas partes de la trama figuran los clérigos, quienes en unos casos se ostentaron favorecedores de los indígenas, y en otros sus más acérrimos enemigos, actitudes que muchas veces dieron la pauta para que los insurrectos se ensañaran con ellos o les brindaran un trato reverente. En los sucesos que la historia registra en torno al conflicto, varios curas padecieron un destino trágico18 porque, más allá de la formalidad de sus prédicas pastorales, que usualmente no lograban remontar los límites trazados en el papel social que los párrocos llegaron a desempeñar en relación con el bienestar y los intereses efectivos de sus feligreses, compitieron con ellos en la apropiación de tierras y recursos19, aparte de la carga que las contribuciones eclesiásticas significaron para ellos. Su peso institucional se prodigó proporcionalmente a la identificación o al distanciamiento que marcaron el vínculo emotivo y espiritual entre unos y otros. Un episodio de la guerra, descrito en el capítulo final, parece decantar el mundo de las creencias que la tradición indígena sostiene en su vertiente mágica y sobrenatural, y que al mismo tiempo sugiere la incursión de Abreu Gómez en el entramando onírico como recurso narrativo; se trata de la irrupción de una tropa enviada contra la población insurrecta de Chan Santa Cruz. La apariencia extraña y heterogénea de los combatientes recién llegados sugiere un hálito de presagios, un aliento para la resistencia que los sublevados aún tendrían que poner en juego, pues

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Se trata de la versión que refiere la visita de Pat al establecimiento del impresor Gerónimo Castillo, con el propósito de adquirir la Historia de Yucatán de Cogollado. Cfr. Joaquín Castillo Peraza, Artículos sueltos, Mérida, 1899, pp. 27-28. Sin embargo, un prestigiado historiador considera que se trata de un relato apócrifo. Cfr. Terry Rugeley, "Tihosuco 1800-1847: La sociedad municipal y la génesis de la guerra de castas", en Saastun. Revista de Cultura Maya, Mérida, Instituto de Cultura Maya de la Universidad del Mayab, núm. 1, abril de 1997, p. 28.

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Entre los párrocos que sufrieron dicha "violencia anticlerical" figuran ahorcados y muertos a machetazos. Cfr. Moisés González Navarro, Raza y tierra. La guerra de castas y el henequén, México, El Colegio de México, 1979, pp. 80-84.

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"De los sacerdotes del sureste, podemos decir tres cosas. En primer lugar, encabezaron la conversión al azúcar [en tanto cultivo de la agricultura comercial]. En segundo lugar, participaron en el capitalismo naciente mientras gozaban de las obvenciones, dos modos de producción. En tercer lugar, se integraron socialmente a la burguesía local." Cfr. Rugeley, op. cit., p. 26. Un certero estudio biográfico del cura Raymundo Pérez lo retrata como un próspero empresario que obtuvo incluso el respeto de los liberales decimonónicos en Yucatán. Cfr. Terry Rugeley, Of Wonders and Wise Men. Religión and Popular Cultures in Southeast Mexico, Austin, University of Texas Press, 2000, pp. 49-51.

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aquellos se desplomaron antes de emprender las agresiones. A partir de entonces transcurrió un lapso de reposada entrega a las ocupaciones domésticas, al recogimiento familiar y a la atención del ciclo agrícola, estado simbolizado por el florecimiento ininterrumpido de un rosal a la vera del santuario de la localidad. Nuevos sobresaltos habrían de llegar, pero el oráculo esparció la convicción de que no tendría más interlocutores que sus hijos predilectos, enfrentados sangrientamente a quienes por siglos los habían explotado. No debe perderse de vista, sin embargo, que la mezcla biológica y la coexistencia en un mismo territorio desde los tiempos de la corona española, con todas las tensiones asociadas con ellas, contribuyeron a determinar el grado de receptividad que favoreció la mutua asimilación de prácticas y nociones que experimentaron los grupos de origen. Con distinto énfasis, cada uno acrecentó así su propio caudal cultural 20, como puede observarse cada vez que se pretende definir el elusivo "ser yucateco", del mismo 20

modo que ocurre al intentar la aprehensión racional de los elementos que conforman cualquier sistema de identidad colectiva. Su esencia dinámica induce a examinar las pautas de influencia diversa que rigen su desenvolvimiento. Aunque las reivindicaciones políticas (como las que guiaron la sublevación que dio inicio en 1847) maticen sus demandas con tonos de irradiación étnica, los tipos "puros" son sólo referencias ideales que propician la recreación de modelos de comprensión del mundo, que sólo representan las múltiples combinaciones en que la realidad puede hacerse presente. Y la literatura constituye un factor privilegiado entre los procesos de elaboración simbólica, más aún cuando toca tan de cerca los problemas que plantea el conflicto social, junto con las formas de conciencia de que éste se ve investido y la interrogación constante sobre la existencia humana en la desconcertante universalidad de su talante regional.

Se llega a afirmar, incluso, que "en el aspecto cultural íntegro y en el lingüístico en particular, el pueblo maya yucateco conquistó a sus conquistadores". Cfr. Jesús Amaro Gamboa, El uayeísmo en la cultura de Yucatán, México, IPN-UADY, 1988, p. 221.

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Tres frente a la Luna Rosa Espinoza

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maginen a tres niños frente a la Luna sin música de fondo, sólo el silencio. Ahora vean a esos mismos niños atravesando una carretera solitaria sobre el desierto y el mismo silencio. Y a estos tres en el asiento delantero de un royal mónaco azul, modelo 74, sobre un camino de regreso a casa. La conductora es uno de ellos; doce años apenas y un par de piernas cortas que alcanzan con mucho esfuerzo el freno y el acelerador del gran coche de su padre. Todavía en esos carros, el asiento frontal era de una sola pieza y en ella, uno junto al otro, los hermanos miraban el parabrisas con los ojos bien abiertos, mientras tanto, la Luna vigilaba con su luz la travesía. Ese día por la mañana, en forma atropellada se planeó un día de campo en Pine Valley. El padre y aquellos tres cruzaron la frontera sin provisiones, las comprarían a su llegada, en el mercadito del lugar. Cuando menos pensaron, por la ventana del carro ya miraban las montañas gringas sobre las cuales cruzaba la autopista. Los tres hermanos y su padre tripulaban el auto siempre recién lavado y con las llantas lustrosas. La música de The Eagles salía del estéreo de 8 tracks. Se sabían de memoria la secuencia de las canciones. El padre sin hablar conducía, los otros tres, expectantes. Los primos estarían ahí con sus bicicletas y patines. El itinerario del día de campo transcurrió como el de tantos otros: se encendió el carbón,

se asó la carne, se calentaron las tortillas, los frijoles y muchos tacos con guacamole fueron servidos en una mesa, de ese tan familiar parque. Igualmente era familiar que las sodas, la cerveza y los vodka tonics acompañaran la comida y el transcurrir de las horas. Sobre el césped, una colcha y sillas plegables, un radio portátil sintonizaba una estación gabacha con música country. Los tíos y el padre sonreían, platicaban, se contaban chistes. La abuela se mecía tarareando canciones. A hurtadillas los chamacos robaron un par de cigarros para encenderlos tras de la loma. La noche cayó sobre los hombros y el guardián del parque corrió la reja dando aviso de que una decena de minutos restaban para cerrar el candado del lugar. El pequeño pueblo en penumbras se achicó y volvió claustrofóbica su estancia, lo mismo hacían el cansancio y hastío de los niños. Los familiares se fueron dispersando en medio de la neblina y tomaron su camino. El royal mónaco y los cuatro se quedaron mudos en el paraje. En unos minutos, sobre la carretera perfectamente asfaltada, un coche azul transitaba a una velocidad inusualmente lenta. Por la ventana lateral, apenas se asomaba la cabeza de la conductora. Ninguno pensó en ser visto por otros, tampoco por la policía, sólo sabían que tenían que regresar a casa. El cuarto ocupante anestesiado por el vodka yacía inconsciente en el asiento trasero. delatripa: narrativa y algo más

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Como una linterna, la Luna acompañaba el recorrido de aquel carro. Al inicio, en el asiento delantero, esa rara aventura provocó risas que salían del estómago. La punta del dedo gordo del pie de la conductora oprimía con fuerza el acelerador, ese mismo dedo se movía para hacer lo propio con el freno. La cara, pegada al volante, miraba fijamente al frente, los copilotos observaban la maniobra procurando no despegar sus ojos del parabrisas. Afuera, un aire pesado, húmedo.

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Adentro, los niños guardaron silencio. Los tres bultos se replegaron. Una extraña noche y la Luna con su brillo fueron, al parecer, los únicos testigos de aquello que los tres guardaron para sí. Sólo les quedó un dolor de cuerpo y la rara sensación de abandono. Llegar a casa y volver a ser niños era lo que más deseaban. Tardaron mucho en contar esa aventura. El padre nunca la creyó.


La desesperanza cotidiana y el pánico social de la vida misma en Sinfonía del caos del poeta André Cruchaga A manera de Prologo Alfonso Velis Tobar

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l poemario Sinfonía del Caos del poeta salvadoreño Andre Cruchaga, titulado en su Primera parte "La noche, red de abismos" y su segunda: "El País, sangre en mi voz", cincuenta textos poéticos en su conjunto total. Esta es una lectura analítica, un análisis sociológico, conceptual, critico del contenido a partir de su temática, del significado y las circunstancias históricovivenciales que enmarcan su discurso poético. Poesía fresca renace desde las elucubraciones de una conciencia enfrentada a los pormenores y asombros de la vida misma; realidad que nos golpea, que punza los ojos entre los avatares de la vida, las heridas del sueño y del alma: "Debajo de la vida, la muerte renace cada día con su borrosa porcelana de quebrados vientos.", exclama espontáneamente el poeta. Hay mucha plasticidad en estos versos, reflejando un espíritu de angustia y desesperación. Donde cada día es una imagen infernal que nos rodea de poros que sangran la ternura, y hasta los pájaros mueren de nostalgia ante la ecología del tiempo y la verde natura que se resquebraja. Cada día es un instante inesperado de incertidumbres donde la muerte presenta diversos nombres y formas de morir, entre espejos misteriosos que refractan esa polilla del tiempo que nos devuelve pálidos tormentos y asombros inesperados. Hemos vivido y vivimos tiempos difíciles y seguiremos viviendo en nuestra tierra, vivimos, soñamos una patria con luminosidad y en sus alrededores ronda el desahucio, la muerte acecha, el hambre azota y la miseria que asusta, vienen

tomándose por asalto violento, volviendo intransitable hasta las calles; hasta los mismos perros callejeros, sin sentido humano, respiran y deambulan agónicamente sus ladridos desesperanzadores. Es cuando el poeta clama: "Pero las calles de mi país te salpican con sus cuerpos mutilados y te comen los cadáveres y las cloacas". Un país de elegías, encantos y desencantos, de llantos y quebrantos, ante los espectros estupefactos, los cadáveres que ya no se ocultan a la luz del día, como perros tirados en la calle. E imagen de desintegración social que roe los ojos, deshumanizándose los sentidos, distorsionándose las entrañas y los pájaros cantan sus espantos. El poeta se conduele ante el porvenir inesperado de su país, en "alas de gemidos, delirantes quejas". Una ciudad un tanto moribunda, donde "la saliva de la noche borra hasta los parpados". Aquí hay un espíritu contemplativo que canta con tristeza el más mínimo detalle: "Ahora hay un País donde la tempestad del hambre. /Azota y patea en su levadura de guitarra. /Ahora hay un País de violines inmóviles, /Haciendo del día una lanza de campanas. /Ahora hay un País con oscuras goteras, /En sus ventanas gime la gruta de la noche. /Ahora hay un País de podrido océano: tierra de orgías. /Ahora hay un País de insaciable desvelo. /Ahora hay un País, simplemente, de armada miseria." El poeta entre dientes blasfema, vocifera, habla solo, se conduele de un país, ante la desdicha de su historia, que no ha conocido la felicidad de sus encantos, ni la de su belleza natural, una delatripa: narrativa y algo más

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historia manejada por el poder de chacales y buitres y otras aves de rapiña que aletean a la expectativa y al asalto de su presa. "De que madera se hizo este país que la polilla lo deshace". Imagen de una realidad falsa y exótica, aparentemente respirable entre el consumismo, la alienación, la enajenación del poder imperial, del dólar con derroche para unos o del bolsillo quebrado y roto para otros entre la lipidia de sus ensueños. Esta punzante realidad donde "El cable y la TV. No sirven para el entendimiento. Desde ahí se reparte la violencia y se aprende a matar impunemente." (La vida es menos la vida). Claro vivimos una cultura de violencia, el cine y la televisión bombardeando violencia, los medios de comunicación al servicio de sus intereses creados, de un obsoleto sistema incapaz de dar bienestar al pueblo, injusto sistema que engendra violencia en todo sentido y por todos lados de estos veintiún mil kilómetros cuadrados; vivimos esa violencia, de sangre, de aprieta canuto, de dame un campito que nos convierte en un país de mente estoica, grotesco en su imagen de hormiguero vivencial, de fondo el pueblo luchando por sobrevivir, es sudor sufrido y valiente para soportar esta realidad de luces y rótulos en inglés; vivimos un aparente progreso de luces, colores, escaleras electrónicas. Porque "Jamás ha habitado el sol de la prosperidad a esta tierra." Porque no hay para el poeta ni siquiera un hálito de esperanza, porque ésta ha sido siempre una especie de "cuerpo sin alma". Porque "En mi país, el caos es pan y silencio". Esa es mi patria de los dol(o)(a)res, país de falsas "sonrisas", expuesto a la amenaza de las catástrofes naturales, de la radioactividad expandida en los espacios de la muerte, de los terremotos sociales, donde chisporrotean martillos, yunques y sus volcanes apagados, del temblor en los huesos, de los diluvios invernales, de los desastres climáticos que arrastran la vida a los barrancos, de las gripes nucleares y donde surgen las bellezas del arte. Y así vemos que "Cada día cruzamos un laberinto de banderas transnacionales". Estas 12

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calles de mi país respiran a diario aires lúgubres, de una ciudad con sus estertores ciegos y poluciones, donde los pulmones de la noche envejecen de soledad, de temores y neurosis. "Y en la zozobra salta la altitud de la fe". Entre piedras delirantes y sombras de ficción imaginaria, entre los velos de una injusta realidad virtual que nos engaña: "En mi país, el caos es pan y silencio." Esas elucubraciones de conciencia que plasman el alma del poeta André Cruchaga, que contempla y siente la patria misma perdida como niebla de la historia. De una historia donde todo ha sido dolor y muerte violenta entre lentas agonías, convulsos quejidos, pujos sociales y económicos. Por ello el poeta se pregunta con razón incomprensible: ¿Es que acaso no tenemos derecho a la alegría? Porque "Jamás la historia ha sido otra cosa, sino esqueleto, plegaria de la fe, espejo de la niebla". Ante este devenir de cuchillos, de mordaza social, de sometimientos, de nostalgias y amenazas; y ya no es el respiro, de aquella atmosfera de guerra vivida dos décadas atrás, de psicosis por represiones militares o de escuadrones de la muerte decapitándote hasta el alma, y donde el pueblo mismo con justa razón y valentía, supo sacar las uñas para lanzar una lucha liberadora, para hacerse respetar en su voluntad democrática y de conciencia libertaria; ahora es otra mordaza en que nos enclaustra la postguerra que vivimos: el de la inseguridad; el pueblo siempre paga el pato de los desórdenes, de la hostilidad retrógrada, donde impera el gozo de los explotadores, viviendo bien hartos, a costillas del sacrificio y la explotación de los más humildes, cuya fuerza de trabajo (cuando lo tienen) son salarios de hambre, de desnutrición y desnudez fantasmal. Esto es un caos social de ambientes cotidianos que nuestra patria plasma en repentinas muertes. Es de notar que el poeta André Cruchaga evoca a cada instante los letargos sueños, las pesadillas y de transfondo, la historia con el


batallar de la patria, donde las ansias de emigrar son otros sueños. Es como huir de la misma terrible pesadilla, de la que no se despierta, ni viviéndola con ojos bien abiertos y oídos ciegos a los estertores que esculpen el pánico destino de la patria; esta realidad nos tiene robotizados, hipnotizados como en un trance de muerte que agoniza. Donde "los delincuentes caminan a prueba de balas" y "Borran sus, titulares disparos y gritos". Siento que aquí no hay lirismo estético en estos versos de Cruchaga, aquí hay angustia a secas, pesares, miedos latentes, onirismo desenfrenado… Aquí se pasea la sombra de la muerte por las noches y el poeta parece platicar con ella, en sus monólogos; y es que un poeta suele platicar con la muerte, la presiente, la imagina hasta sus extremos, en uno o en la alquimia de otros cuerpos. Aquí a la orilla de esta patria "Cuando sabemos que alguien puede matarte en la puerta de tu casa y seguir el hilo de la calle." (Destino sin patria). Noto en algunas situaciones en esta poética aires surrealistas, con su temblor sombrío y la sonrisa que brota en mueca nerviosa, con gesto de payaso, que irradia alegría de carcajada teatral, pero vibra en las tristezas, el corazón humano. Viene ese insistir del poeta ajotándole la muerte por las noches y no hay sosiegos de paz, ni serenidad en ninguna hora del día y de la noche. "En la escuela me enseñaron que la Patria, /Era un río cristalino, /Un sendero de anhelos, /Un recodo de apacibles montañas; /Pero no me explicaron los miedos, /El abismo, el suspiro agónico del crepúsculo, / Las espinas del libre mercado. Todas esas situaciones y circunstancias vivenciales son típicas en poemas como: "Persistencia de la muerte", "El país (casi una elegía), "En medio de esta noche", "El suelo a través de las ventanas", "Registro memorioso", y que luego "Se rompió la geografía en lágrimas". En fin esa desesperación constante del poeta ante las vicisitudes de la vida que es menos vida, donde

las casas, las cosas, las calles, rondan de fantasmas y féretros quejumbrosos. "Esta es un puñal, noche de ojos:/Gángsteres sobre el viento mordiendo los sueños/Del transeúnte. Losas ciñen los pies. / Ángeles malévolos haciendo la muerte." Y ante lo vitrales oscuros la droga, el crimen organizado a la orden del día, manejados por los que planifican el dolor, la mafia que anda de traje y de corbata, la estocada de muerte y de odio al acecho, la vigilia y la psicosis del pánico, su delirio de rodillas, la bur(r)ocracia que se colma de holguras. Y esta patria nuestra con sus avatares inesperados, un futuro incierto que nos hace flotar en la locura. Aquí donde todo puede suceder en lo cotidiano de la vida y sucede pues porque "estar vivo a menudo es tener miedo." En ese tono el poeta no se cansa de evocar con insistencia constante, estos fríos de desamparo, en un país donde nadie se siente seguro, sin esperanzas, ni protegido por seguros de salud, ni seguros de vida, ni siquiera por la seguridad social del Estado debe brindar, en toda sociedad civilizada, un mejor desarrollo de vida para el pueblo; todo es un caos como reflejo de esta lucha de clases, de esta lucha por sobrevivir cada día, aquí sálvese quien pueda. ¡Cuídate vos dentro de esta jungla llena de fieras que acechan con intereses creados! ¡En este potrero con relinchos de caballo, de mugidos y quejidos constantes! ¡Cuídate vos porque puede ser que mañana no te vea! Esta es nuestra patria sin destino ni gloria, más solo la gloria de los miles de héroes muertos, que cayeron por el ideal de hacer una patria mejor. Una patria con un "futuro luminoso" como la soñaba mi hermano el poeta Alfonso Hernández que cayó combatiendo porque un día los prados cantaran por el buen porvenir de esta patria. Pero siendo objetivos con la lectura de esta poesía y leída con detenimiento, si bien es cierto, en este fluir de la conciencia del poeta Cruchaga, vemos tajantemente, que no hay una acusación directa y contundente, a los detractores causantes delatripa: narrativa y algo más

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de este caos que él plantea, con su sinfonía de llagas, dolores sociales y colores matizados. Todo como producto de un sistema que históricamente traemos de arrastre por unos cuantos siglos, con la conformación de una burguesía criolla, que por generaciones y desde la conquista misma, desde la imposición del colonialismo invasor, heredamos, queriendo borrar lo autóctono de nuestra sangre, y que hasta hoy no han podido; ahora es un nuevo neocolonialismo que soportamos, que a sus antojos nos arrastra en sus mareas y olas sin legarnos nada a cambio, un imperio parasitario y saqueador, un mundo con transnacionales, para todos dividido, resultado producto de la postguerra en la cual estamos embarcados. Según generalidades estéticas en estos momentos sentimos en el fluir de la conciencia de la mayoría de poetas y escritores salvadoreños, implícita una especie de acoso desesperado, de asco ante lo que nos rodea, de sufrimiento y caos de frustración moral. Dos años atrás los sectores populares pensamos con esperanza, muy felices (sigo con esa esperanza), con el nuevo gobierno revolucionario, sentimos una nueva estrella al ganar el poder político, pero evaluando si las promesas han avanzado, no vemos que se despunte a nuevos horizontes; la violencia, la injusticia social sigue igual, el pueblo no ha palpado cambios de bienestar, que difiera del antiguo régimen Pro-oligárquico liberal que solo pudo someternos con descaro, a una política muy subordinada al imperialismo y sucumbirnos más en la miseria, al permitir la dolarizaron de nuestra economía, volvernos más dependientes, permitiendo bases militares para su estrategias de vigilancia desde nuestro suelo, presionando a presidentes títeres para enviar a morir a humildes soldados en la guerra de Irak donde nuestra patria, no tiene vela, y poniendo nuestro lenguaje romántico en riesgo, nuestra identidad nacional ante la descarada penetración neocolonialista. El imperio, al deportar a cientos de jóvenes generó 14

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más violencia, convirtiéndose en bandas criminales ("Maras"), producto de la misma crisis económica, la desintegración social, el crimen organizado, la mafia y el narcotráfico, herencia del anterior y nefasto régimen reaccionario. Esta situación favorece más al enemigo de clase (la oligarquía) cuyo fin desesperado, es desestabilizar al gobierno popular revolucionario y tomar de nuevo las riendas del poder para que todo siga igual, en esta sinfonía del caos social en el cual estamos inmersos. Creo que esta es la hora de que este gobierno revolucionario, en quien hemos sembrado esperanzas, junto a los sectores progresistas, los políticos, las organizaciones de masa, los sectores productivos del pueblo, los campesinos, los obreros, los sectores educativos, los intelectuales, los propulsores de la cultura oficial y oficiosa, los poetas y los escritores respondamos el llamado a edificar una nueva moral, una política consecuente del tiempo presente para tratar de aliviar o terminar con este "Caos"; el pueblo debe sentir un cambio de bienestar social y económico. Para tratar de edificar una nueva realidad de justicia social, para rescatar nuestra cultura, edificar una nueva poética (literatura), dentro de una verdadera cultura que reaccione como "Cultura de Resistencia", frente a la cultura privilegio de una clase y contra la cultura Neo colonizadora del imperio. Todas esas situaciones y circunstancias de fondo traen a colación mental, la lectura de "Sinfonía del Caos", del poeta Cruchaga; lo importante es que su discurso poético, insta a pensar en los problemas sociales y económicos, que por ende nos llevan a este caos y no a partir de la visión poética de André Cruchaga, que ni siquiera lo insinúe o haga alusión a esos álgidos problemas que vivimos, pero hay algo de efecto en esa imagen de "caos", en sus vivencias existenciales. La poesía, como arte, no resuelve los problemas sociales, ni ayuda a transformar una realidad que enfrentamos, pero siendo una forma de la


conciencia social, la poesía en efecto habla, contribuye a reflejar esos problemas del caos al que nos han llevado los que manejan el poder, de sus bacanales glorias y gozos terrenales; los poderosos del capital, la oligarquía, que ni siquiera para sí mismos son capaces de modernizar su capital (me pregunto, si podemos hablar de "modernidad", en este medio, pues la única modernidad que yo conozco, es solo la del atraso en el cual vivimos), incapaz de competir con el imperio, que arrastra a los países más pobres, volviéndonos más manejables, más dependientes de sus antojos e intereses, a causa del subdesarrollo del capital mismo, sino también por el subdesarrollo mismo de nuestra cultura. Entonces la poesía como una forma de la conciencia social, debe ser capaz de reflejar todo ese mal estado de cosas del sistema, todo consiste en cómo debe plantearse el discurso poético dentro de esta situación actual que enfrentamos y no se niega que algo hay en los versos de Cruchaga. Incluso para él: "El País ahora es ficción: Nada asegura claridad firme, /Cuando su aliento desvanece el pan, /Y la vida convoca, fiero engaño, / A subir borrosas escaleras… En Síntesis esta primera parte "La noche, red de abismos" de diez y seis poemas, no es un espejo real que refracte los agudos problemas humanos y sociales que solemos padecer. De transfondo se refleja una realidad resquebrajada por el deformado manejo que padece el sistema y como resultado de los rastrojos de la guerra que finalizó con los acuerdos de paz en 1992. Aunque fue una guerra por la lucha del pan y la justicia, pero el pan sigue faltando, y la miseria esta sentada en la mesa de los pobres. Aquí en mi país, como declama el inmortal poeta Rafael Alberti: "No se puede dormir y si se duerme, / El sueño es una cárcel clavados los cerrojos". Porque de una u otra manera, con guerra o sin guerra, no se puede dormir ni vivir con tranquilidad, porque vivimos en desvelos, porque rondan en silencio las horas del crimen; dice el poeta Cruchaga, los demonios

y esos "Ángeles malévolos haciendo la muerte". En un geográfico destino computarizado de autores materiales, con macabros pensamientos y planes criminales, con la fuerza bruta del poder que impera y dádivas que someten a su antojo, vidas, sistema y recursos naturales, que se debieran aprovechar en beneficio del pueblo mismo. Fuerzas del mal que nos exprimen, que nos sacan los ojos cual malignos cuervos que sin descaro actúan, con el riesgo de llevarnos al caos de una sinfonía con melodías dolorosas y partituras más trágicas y desalentadoras, aquí en nuestro diminuto país que es muy "grande para la desesperanza". Entramos a su segunda parte "El País, sangre en mi voz" que comprende 35 textos. Se abre con "Diario de un poeta", poema sinfónico de gran unidad temática en sus 25 unidades que lo integran. Y seguido por otros diez poemas de tonos individuales, más no por ello, hay en su conjunto coherencia interna en su temática principal. Esta parte, a partir del titulo mismo, es otro arrebato del caos humano, otra continuada red de abismos sin sentido y laberintos de macabra soledad, anotando las circunstancias del diario vivir del poeta. Es el otro infierno terrenal enmarcado en el otro espejismo de una realidad virtual dolorosa, de una ilusión óptica muy peligrosa, de mugre con encantos surrealistas, de sangre y voces que se derraman al acecho y es que la tensión de la noche es un detritus lamentable donde se refracta "La carcajada del asesino Sosteniendo en su taza de café una pistola. El País tiembla en su cuarto oscuro." Y en el poeta también hay instantes que reclama y rescata a la memoria de la vida hasta la presencia de sus amigos poetas: Susana Girondo, en sus alas laboriosas, del amigo Heriberto Montano, lo sentimos en su poema "Mudanza reverdecida", la sensibilidad humana de Cruchaga clama el recuerdo doloroso del hermano que se fue con la juventud infinita del sueño eterno: "Por delatripa: narrativa y algo más

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eso, la mano de Heriberto es verde: -¡Presencia es! Aquí esta frente a la luz. ¿Eco? No. -Entraña desgarrada entre la neblina: -Liberada alma en flor-, Frente a la caverna del poder: -Sombría raíz del suelo. Aquí está Heriberto. ¿Está aquí?" Es notoria la constante persistencia de la muerte; la muerte violenta evocada a cada instante, ya no es la muerte en vigilia de la noche, es la muerte a pausas, es la muerte a plena luz del día, de la que aparentemente se quiere huir y ésta te persigue a toda hora, te acorrala inesperadamente y quizás en estos instantes está sucediendo en alguna esquina tenebrosa o callejón, o en las calles de mi país, y uno quisiera como tener alas de mariposa o de pájaro para cruzar otros aires más placenteros, paradisíacos, sin fronteras ni pasaportes: "En un callado suspiro se traspasan los espejos. Se necesitan alas verdes. Ser pájaro. Ser mariposa. Esta tierra es sorda a los sueños. A la inocente sed de los pabilos. A la verdad transparente del espejo. Pero no al ruido de la muerte. Y es la evocación trasnochada de la muerte y sus quehaceres: "A cada rato jugamos a los ojos de la muerte". / "Aparece la obscenidad de la muerte" / "Cerca de mí siempre la muerte". Aquí no hay esperanza en el lugar que te dio el primer suspiro o agoniza en la choza más humilde un pobre cristiano, realidad de la que se quiere huir como desesperado por sus asombros mortales: "El País tiembla con sus pupilas destrozadas. Este País, donde Lázaro, sueña sin cuerpo. Y el sudor se confunde con la orina…" Hay relación entre la Primera parte con la Segunda, en cuanto a la tensión que vive el alma humana en ambiente como de campo de concentración, inseguro, que a diario vivimos, y se despierta quizás para salir a morir y uno ¿no sabe dónde?, ¿ni cuándo?, ¿ni cómo?, ¿ni por qué?, porque la muerte, te puede salir al paso y de repente te ciega la vida: "La inseguridad multiplica sus voces: Uno está en fuga permanente. Uno sale y camina para morir. Cerca de mí siempre la 16

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muerte: Sudario de esta vida sin defensa propia."… Son los mismos versos dispersos que hemos escogido como ejemplos, que en su significado metafórico cuyos latidos hablan por si solos, esa palpitación de muertes incesantes: "En el País aúlla la muerte."/ "O la muerte, surco de moscas precipitándose"/ "Noche de náuseas frente al crimen". /"Ahora hay un País con sábanas fúnebres."/ Ahora hay un País con la tos del agua ensangrentada". / "Sordera del verano en la mordaza cotidiana". En un país donde pregonamos por la paz del cementerio, la paz de la desdicha, la paz de los poderosos, la paz de los que tienen que comer y viven en paz con su Dios y con su estómago, pero vigilantes, pistola en mano, capataces mayores para dar guerra, defendiendo sus vienes terrenales, para no perder los privilegios de su paz porque: "La Paz viene acompañada con la muerte: / A pesar del lenguaje de la Paz, /El crimen nos deslumbra en las comidas: Carcome la niñez y respira en los adultos". En conclusión, en "Sinfonía del caos", de Andre Cruchaga, tanto la Primera Parte: "La Noche, red de abismos", como la Segunda: "El País, Sangre en mi voz", se observa que el fondo temático es "la noche". Con objetividad vemos tajantemente para enfatizar, que directamente no se acusa, ni siquiera se señala, quiénes son los propiciadores del caos social en el cual vivimos o hacia cuál vamos, ni por culpa de qué factores injustos del sistema estamos jodidos, inmersos en esta sinfonía del caos, propiciadores del dolor; y no se le puede pedir más a Cruchaga, como esta poesía existencial muy contemplativa de la realidad que nos rodea. Y para glosar su titulo, mi país, sangre en arena, pero en el fondo el poeta lo ama intensamente. Es la angustia desde el corazón de un poeta que a veces ironiza y expresa con sarcasmo sentimientos de desahogo, esa angustia de todos y que el poeta hace suya con toda ansiedad en su conciencia nihilista, todo por hacer


un mundo de mejor complacencia humana, más agradable, más fructífero, más primaveral lleno de flores ¡Quién no quisiera un mundo feliz para todos de justicia, de igualdad social, de paz soñadora, de progreso verdadero!, entonces clama: "El País es así. Hay que quererlo, / Cambiarlo, hacerlo nido de pájaros, / Pleno de césped, visible a los ojos: / Plural hacia la luz bosque de entendimientos / Y no viento del luto, ni cuerpo mutilado. /Hay que hacerlo con luminosa mirada /Y labios de guitarra. / Así sabremos mejor nuestro destino…" El Caos de injusticia social que vivimos tiene su base en los problemas de la infraestructura económica del sistema. Y una manera de hacer más hermoso a El Salvador, es cambiando de raíces este obsoleto sistema de infelicidad y desigualdades que nos ha llevado desde la colonización y sometimiento por siglos, a una férrea lucha de clases hasta hoy y por ende a esta injusticia social. Ya que la realidad salvadoreña es un tanto compleja, trágica y quizás puede ser hasta un tanto confusa para interpretarla o sentirla en este momento para algunos creadores o poetas. Traigo a colación unas reflexiones del poeta Roberto Armijo a propósito de este concepto del caos: "¿Por qué? ¿Acaso la poesía es limitada para redondear y asir un entorno turbulento?" Y en mi experiencia personal, como creador de poesía, me sigo preguntando con Armijo: ¿Es incapacidad del poeta, no lograr que su palabra eleve a categoría lirica el caos de un presente histórico caótico? Sobre todo frente a un mundo exterior que nos golpea y nos acicatea constantemente el alma creadora. Y para Cruchaga esto: "Del clamor de la vida, viendo los golpes", en esta realidad. Mientras en alguna esquina alguien desolla estómagos de una cuchillada a un pobre cristiano. El Salvador es un dramático dilema que urge enfrentar para erradicarlo o se puede empeorar, y a qué factores se debe esta perenne crisis de caos, y es lo que debería aclamar el poeta y a veces uno tiene que arriesgarse aunque se lo impida el vuelo. Por ello el poeta habla muy

quedito al oído para sí solo, muy disimuladamente sabe ver, escuchar desde el misterio mismo de la palabra, es realidad que palpa desesperadamente y que por añadidura humana, al poeta sensible a esos problemas, nada le duele más como su sufrido País, el único terruño de nuestros sueños que nos vio nacer..

Laberinto de espejos Ocúltate del siniestro pájaro Que te asedia a las horas más inesperadas… Enrique Gómez Correa

El aire turba los pensamientos ante el sonido de las piedras, mientras lianas de fantasmas nos asisten con abrazos de ciegos brebajes. Las epifanías transcurren en lo oscuro donde el musgo germina sus andrajos. Entre tanta imagen de la vida: imágenes esféricas, atribuladas, sombras a la deriva aletean en la esperanza, la vida le debe a la vigilia y a las leyes del mundo. En la zozobra salta la altitud de la fe; los fieles dibujan un amor invicto, pero la carne tañe otros destinos otra luz que se apaga. Sacrificial es este fuego de todos los días: agónico estertor de la demencia humana, frágil sueño entre la ceniza de la noche, Dios ahí como luz errante, envuelto en silencio, sobreviviente también, del clamor de la vida, viendo los golpes desde la transparencia de su omnipotencia. Estamos expuestos a la congoja, sombra del sueño; nada es la luz en la doliente herida, si no es para desvelarla, fragua de un himno desgarrado, luto de obstinado terror. Hay salmos y proverbios para enaltecer la noche: huracanes de buitres, ebrias líneas de papel profanando las ventanas como cadáver oculto en la caverna de las manos. Debajo de la vida, la muerte renace cada día, con su borrosa porcelana de quebrados vientos: sepia es el zarpazo, horrible el tizne de los tabancos, la presencia desnuda de las aceras. delatripa: narrativa y algo más

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Debajo de la piel nombres destejidos, demasiada ceniza en las barbas, las banderas y el nombre de los santos desteñidos. Dentro de los poros, los pájaros, la herida genésica debate entre antiguos sonidos, negros soles sobre el sonido de glaciales estupefactos. Aquí la muerte presente en los nombres, aquí la muerte entre los dedos de la madera: olvida nombres, ruge, martilla como el mar. Muerde con sus dientes de ballena, corta los cabellos con su silenciosa lengua de azufre. La vida pierde sus zapatos. Como tantas cosas, la cubre un puñado ligero de polvo, una losa y, después, sólo el silencio del abismo y las flores ateridas de la noche… Barataria, 03. 04. 2007

El país (casi una elegía) ¡Que no profanen su belleza, con estampas de confitería! Maiakovsky

I Hay calles intransitables en mi país; se las tomó por asalto el hambre. Los días y las noches son frágiles en mi país: lo oscuro te deja sangrando sobre las aceras. En mi país se alzan largas interrogaciones buscando los surcos de la aurora; pero en pleno vuelo la sonrisa se desploma. En mi país tenemos a la noche como Patria y una lluvia espesa goteando desde las sienes. En mi País, el caos es pan y silencio y asciende hasta socavar la Esperanza. Absurdo es mi país cuando ríe entre neumáticos, y perros acorralados por el despojo del tiempo. De qué madera se hizo este país que la polilla lo deshace Para tornarse en un alud de pálida tormenta. El rumor de su respiro agónico pinta una acuarela de ataúdes. El mar que lo baña lame sangre sobre la arena; y los ríos chorrean caballos de sombras para mezclarse con un viento de huesos.

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Aquí viven desterrados los sueños, o los sueños son anhelos transidos por la sangre y convertidos en loca osamenta para museos. Las calles de mi País no pueden ampararme; ni tienen el olivo para transmutarse en veleros.

Miro las calles de mi País. Añoro sus ventanas y su desordenada caligrafía; pero las calles de mi País te salpican con sus cuerpos mutilados y te comen los cadáveres y las cloacas… Barataria, 28. 06. 2005.

II Tu cuerpo se fue haciendo pequeño ante la multitud, vértigo de la abstracción, premisa de hiel, instancia del dolor, cuerpo sin labios, dolorosa luz entre la piel de titubeantes carbones. Así has sido, País. Ala de gemidos, delirantes quejas, muro de la esperanza, alfombra del embuste, porción de espejos en disputa del sonido. Ante tanta desdicha, la historia no ha tenido felicidad: cada calle de la ciudad es cementerio. La ropa no sirve para cubrir las venas rotas, ni el día es suficiente para que brillen los ojos. Todos nos hemos convertido en hijos de la muerte. La única certeza es la destrucción: el odio ha soltado sus estertores ciegos. La realidad está ahí cubierta de huesos, de sombras y labios sucios. Todo nos conduce a la noche: noche la razón en tazas de ficción, noche la existencia del orden, noche la memoria con frases imaginarias, noche el ojo que ha renunciado a la claridad, noche la risa delirante en la garganta, noche el cielo reducido a noche, noche el tiempo envejeciendo como piedra, noche el fuego y el pálpito; Latente, sin embargo, el temor y la injuria. Cansada la voz, la ceniza la corona. Hacen falta alas, para salir de estos huesos convertidos en sórdida caligrafía del pan: somos odio, burdeles y discursos. Somos tema de la propaganda, madera sin violines, suma de sombras, donde las hojas son saetas del aire y las criptas, contrapunto del ultraje. Barataria, 03. 04. 2007


Noche, eterna veta Sombra de palabras esta noche en el grito, hielo del cuerpo, ruido de caracoles abriendo la memoria, desvalido libro la respiración de la brisa, ceguera la sombra, mudas las horas del pecho, lamiendo la sangre sobre infinita hojarasca. Hay puntos suspensivos como pétalos de arena derramada en el insomnio de desvelado humo. Hay líneas de granito en la boca: siglos de ácida palpitación, hilos de espera, sin jamás purificar el fuego, fuego que en su misterio, consume en eterna veta.

La saliva de la noche borra los párpados: nada hay después, salvo límites, cipreses. La forma de todas las ausencias es tangible. Veo pájaros rotos: ciénaga de hollín supurando en la llaga del aliento. "Es un algo triste… estar a solas con la vida". Barataria, 24. 04. 2007

Todas las horas caen en el delirio de la ceniza: desembocan en los periódicos, en las rodillas postreras de la vigilia, en el lento espejo de la lluvia y las campanas, en esta soledad, llaga prolongada de los nichos, hasta romper los diques y volverse río. "Es un algo triste… estar a solas con la vida": vivir, temblar, en el frío del desamparo, morder playas de granito, cuchillos de profunda mordedura; ver ojos inmóviles y emociones rotas al trasluz de amarillos pétalos. Pero esta soledad es así. Esta sombra. Este pulso ausente de turgencias, este vacío de montañas, barcas y besos, césped y follaje, humedad y risa. "Es un algo triste… estar a solas con la vida", morder el hierro del calendario y respirar su herrumbre de gastada geometría. Lo que hay en cada uno es el residuo de vivir el desvelo, desparramar la sangre del tacto en la feroz pasión de las entrañas, gusano de la esperma, atónitas alas de la locura.

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Null Track* Iliana Vargas

U

na historia que no debía existir. La torre de San Petersburgo construida por enanos en busca de miles de terrones de oro. O la tierra de los hombres que sólo comen musgo. O las princesas que se acuestan pensando en los dolores de su mandíbula y en la hinchazón de sus vientres a causa de la infertilidad que se expande como un feto de seis meses. Una historia que ni siquiera valga la pena ser imaginada. No burlada ni negada ni malversada, ni siquiera planteada por la mente más ociosa y aburrida de cualquier ciudad o pueblo o terruño. Una historia sin personajes, sin materia para degustar, sin cielos estremecidos, sin paisajes por descubrir. Una historia que no nazca del sentido común y que no encuentre sentido en ningún sitio más que en el que le fue dado en su nacimiento… A eso me suena la historia que me contaste, Bulmaro. Pero, Óscar, lo dices como si yo la hubiera inventado, y en realidad sólo la aprendí de memoria para explicarte que puede escribirse algo así, bello y sin sentido. Escucha, voy a decirte la segunda parte: La isla de las mariposas es una deformación geológica situada en medio de un archipiélago de cráteres sulfurosos que rodean la costa de Pompeya. Las naves tripuladas por númenes lunares avanzan sin reparar en los humores que se despliegan desde el fondo marino. Y miramos sin dejarnos mirar y no sabemos adónde se muda el vacío o el grito tras las máscaras de malaquita y alambre de púas. Los ojos dejan de ser ojos tras los ojos. La salida no es salida cartón colgado en el cuello de mi vecino el que duerme a la entrada de la panadería clausurada hace años a causa de un muchacho que perdió ambas manos en el horno ardiente… y no sólo eso: perdió las piernas y los sonidos eran

*De Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma, (FETA, 2012)

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frituras mordisqueadas por ratones mientras perdía las orejas y sus ojos dejaron de ser ojos tras los ojos y llegó el vacío y el grito a habitar su máscara de fuego que antes había sido de plumas y de papel. Y mi vecino regresa cada mañana para humedecer sus manos y su frente antes de posarse de nuevo al sol junto a su iguana y sus culebras antes de regresarlas al mar de la costa de Pompeya. Entran cautelosas las naves y a sus costados se adhieren restos de pieles que sirenas y leones marinos han arrancado a los cuerpos que suicidas nigromantes intercambian cada madrugada por muertos para hacerlos germinar en el jardín de la noche. Así crece el archipiélago y así duermen las mariposas exponiendo sus alas a la tintura de las algas sulfuradas. El espíritu explaya su inmensidad en uno de los pliegues del universo susceptible de cruzar los arrecifes y los cráteres más profundos: guaridas de silencio y terremoto. El espíritu atraviesa el infierno marino hasta alcanzar la bruma de la superficie. Observa la nave mientras repliega de nuevo las membranas elásticas de su cuerpo material hasta ofrecerse en ramo de nenúfares magentas. Es su saludo y su ofrenda para los númenes lunares que han de desembarcar en Pompeya a la búsqueda del cuerpo purificado por el fuego en su viaje de regreso a la masa del pan de la vida. Pero, si la masa es también caja y el pan de la vida son cabezas de pollo, entonces la historia se tuerce y cobra el sentido sobre el que Óscar y Bulmaro discutían tan acaloradamente hasta que, hartos, empezaron a guardar sus trastes vacíos en las bolsas de plástico y se sirvieron el café que quedaba en el termo que siempre llenaban antes


de salir de la oficina. Después de un largo silencio, Bulmaro lanzó una sentencia a Óscar, a manera de conclusión de su larga plática: -Podrías quedarte los próximos diez años de tu vida con una sola mujer si al sonreír no pudieras ver nada más en su rostro que sus dientes, grandes y enteros. -Podría, pero las mujeres se vuelven más atractivas conforme van perdiendo muelas y colmillos; la belleza inunda su rostro cuando sonríen y muestran esos huecos que dan ganas de acariciar con la lengua. Ambos se quedaron mirando y brindaron con sus tazas de café. Se desprendieron de la silla y la mesa como figurines en stop motion, pero era lo más que daban ya sus cuerpos ajetreados durante los 60 y 65 años que llevaban vividos. Emprendieron el camino de regreso, entreteniéndose en el parque que estaba casi a lado de la librería en la que trabajaban. Al pasar cerca de los columpios llamó su atención un anciano que mecía una caja, a la que además parecía murmurarle algo. Bulmaro y Óscar se mostraban asombrados y entusiasmados a la vez. Era como si últimamente se hubieran convertido en cazadores de situaciones raras, si es que raro puede considerarse que los protagonistas de estos actos sean ancianos y a su alrededor sucedan asuntos no muy normales, justo en ese parque. La anciana del día anterior, por ejemplo. Bulmaro había olvidado su saco en el restaurante y le había dicho a Óscar que si quería esperarlo, lo vería de regreso en la banca frente a la fuente de las aguas verdes, como la habían bautizado por su extensa nata de lama. Óscar había aceptado y lo esperaba en la banca, atento a una anciana que se acercaba sigilosa, arrastrando los pies y despojándose de sus ropas. Bulmaro volvió justo cuando la anciana, completa en su desnudez, había logrado subir al borde de la fuente y desde ahí miraba el

agua. Su piel se tornaba un poco verde, incluso quebradiza. Inmóvil, sólo permanecía al tanto de las luces, de los colores en el agua de la única fuente en ese inmenso jardín de arena y piedra. A su alrededor se juntaban y apartaban cientos de hormigas que de lejos parecían perros, y que Óscar y Bulmaro, al no mirar con certeza, nombraron hormigas-perros. Algunos de estos extraños animales la golpeaban con sus hocicos-antenas en las piernas: "¡Eres nuestra!", la llamaban con aullidos electrizantes. La anciana tocó la cabeza de uno de ellos y parecía que charlaban intercambiando pensamientos a través del tacto entre la mano y las antenas del perro-hormiga. Parloteaban de tal forma que los sonidos se convirtieron en cantos, siempre los cantos entre líneas y líneas que dibujarían arrastrando sus pies sobre la arena en plena danza. El sonido la cubría como espuma que apagaba el fuego de su miedo. Poco a poco era hormiga y era perro: quería ladrar; haría laberintos bajo la tierra. Despacio, escondió su cuerpo de anciana entre las piedras y extendió sus restos sobre el agua. Este acto y la noche se impusieron sobre el silencio que sobrepasaba a Óscar y a Bulmaro. Y no hablaron de ello hasta la tarde del presente día, mientras comían y se cuestionaban el uno al otro sobre la existencia de las historias sin sentido. Para su sorpresa, había aquí una más. Se acercaron al anciano y simularon discutir por el columpio que estaba junto al de la caja, de tal manera que alcanzaron a ver más que de reojo lo que había dentro: Cabezas de pollo, una decena tal vez, se amontonaba rozando ojos, plumas y picos entre sí. delatripa: narrativa y algo más

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Observaban al anciano tratando de encontrar algún indicio en su mirada que justificara el hecho de columpiar una caja repleta de cabezas de pollo. Pero no. No había señas visibles de rareza en él. A lo más, una concentración extrema en su mirada y en la fuerza y el cuidado con que empujaba el columpio para que la caja no se cayera. Al sentirse examinado, adivinando que esos viejos igual que él buscaban una explicación, el anciano les dijo:

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La gente cumple su trabajo con criar, engordar y matar pollos. Se comen la mayor parte del cuerpo, menos la cabeza. Pero la cabeza sigue funcionando y mirando el cielo y a los otros animales. La cabeza necesita que alguien la lleve, la entretenga, le hable para que piense en cualquier cosa menos en el vacío que sustituye al cuerpo y las extremidades que le han arrancado. Alguien tiene que encargarse de hacer eso por las cabezas de los pollos cada día. ¿Ya lo ves?, le dijo Bulmaro a Óscar: incluso las historias con menos sentido nacen de alguna cabeza para las que tienen sentido.


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Los Ramírez de noche Cinthia CounterVill Para Guadalupe Ramírez Vargas, mi abuela

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us ojos me ponían la piel de gallina. Sentía el filo de su mirada cortar mi ropa, mi carne.) Me mandaban a ir por el pan todas las noches, como si no hubiera nadie más que lo pudiera hacer. Las demás mujeres de la casa, mis hermanas, tenían otras tareas que cumplir, y los hombres, pues eran hombres... y parecía que con eso bastaba.

Me disgustaba tanto mi tarea, sobre todo en los últimos meses. Antes, cada vez que salía, era una oportunidad de escaparme del tedio de vivir encerrada; de enseñarle a la gente lo bonita que me había puesto, todo lo que había crecido en tan poco tiempo. "José Castellanos Patiño", me dijo la hija de un amigo de la familia, que se llamaba aquél hombre que me miraba todas las noches. Recién había llegado de Poncitlán. Su reputación negra y su caballo blanco le precedían. El único sentimiento que a mí me causaba, era el de apatía. Ni siquiera tenía curiosidad de conocerlo, a diferencia de otras en el pueblo. Hubo un tiempo en el que parecía que me esperaba todas las noches. Arriba de su caballo en la esquina, arriba de su caballo en otra esquina. Siempre estaba ahí, contando cada uno de mis pasos, observando su cadencia, imaginándose quién-sabe-qué-cosas. Esos ojos punzantes, aunados a un par de cejas negras, no me dejaban ni siquiera caminar bien.

Nunca había salido desnuda a la calle. Así me sentía: desnuda. Nunca había sentido la verguenza de exponer mis pechos, mis caderas y mi sexo al aire. No sólo me miraba él, si no todos. Así lo sentía yo. "Que pena el haber crecido tanto. Me hubiera quedado siempre niña", pensaba. Ya habían pasado casi dos años desde mi fiesta de quince. Una tarde, al salir de casa, aquél hombre bajó de su caballo, y se me acercó: "Hey... morena... pss pss... morenita... hey... Lupita!" Cuando escuché mi nombre, volteé. "¿Qué se le ofrece?", pregunté. "Tú. Te quiero a tí", se atrevió a decir. Inmediatamente apresuré mi paso. Me siguió por unos metros. Alcancé a escucharlo decir "no corras", pero ya era muy tarde: había llegado con el panadero. Por lo nerviosa y asustada que estaba, se me olvidó qué panes me habían encargado, aun cuando llevaba los mismos todos los días. "¿Cómo es que puedo olvidar todo en unos cuantos minutos? A ver, contrólate", dije para mí. A mi papá le gustan las conchas. De chocolate. A mi mamá los cuernitos. A Luis le llevo una empanada de calabaza, Juan Diego siempre pide una magdalena, Pedro otra concha de "lo que sea". A Martin no le gusta el pan, pero cómo come galletas, le llevaré dos de a 10 centavos. A Armando también una empanada, pero de piña. Ellos eran los únicos que se enojarían si no les llevaba sus benditos panes dulces y se irían todos amargados a delatripa: narrativa y algo más

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dormir si les tocaba comer otra cosa. Mi mamá dice que uno nunca debe irse enojado a la cama, que es muy malo para el cuerpo y para el alma. Las viejas de la casa, mis hermanas (a mi mamá nunca le diría vieja, a menos no en voz alta, por miedo a que me volteara la cara de una cachetada), se conformaban con lo que les llevara. Silvia se comía la tapa de un panqué; a Carmen le gustaban los cochitos, todos desabridos; Rosa pedía una concha de las blancas, y Fátima y yo no comíamos nada pues estábamos a dieta. En las noches, cuando nadie nos miraba, hacíamos trampa, claro. Creo que nos divertía el pleito de la mañana siguiente, en donde alguien reclamaba fúrico, quién chingados se había comido el pedazo de pan que habían dejado guardado. Nadie vio nada. "Quién sabe. Ha de haber sido la rata que no hemos podido matar", decía una de las dos. La única que sabía todo lo que pasaba en la casa y fuera de ella, la única que resolvía esos casos misteriosos en segundos, era mi madre. Pero no decía nada, hasta que se fueran todos. Típico comportamiento de complicidad de una madre con sus hijas, viviendo en una casa donde el machismo es el pan de todos los días. "¡Ahí va a estar afuera, esperándome!, ¡no quiero salir de la tienda!", pensé, luego de ver la charola de panes llena en mis manos. ¡¿Cómo puede uno recordar todo (los panes, mi triste vida sumisa) en sólo unos cuantos segundos?! Conté uno a uno los pesos y los centavos mientras le pagaba a Don Raúl, el panadero. No sabía de qué otra manera hacer más tiempo ahí; demorarme más. Con todo mi fervor, pedí a San Benito que cuando saliera de la tienda, 26

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ya no estuviera ese hombre. Salí y ya no estaba. Llegué a mi casa toda apresurada y aún nerviosa. Ya habían empezado a cenar, y a reclamarme por qué me había tardado tanto. "¿Qué tienes?" -me preguntó mi mamá. "Nada" -dije. Me echó esa mirada, la que hacen las mamás cuando saben que les estás mintiendo, y continuó sirviendo la cena. Terminaron todo, y se fueron a dormir. Contentos. No pude decirle a mi mamá lo que me había pasado. Me la imaginé saliendo a la calle a buscar a ese hombre, para ponerlo en su lugar. O peor, yendo a la policía y denunciarlo por acoso. O mucho peor, ¡diciéndole a mi papá! Mi papá sería capaz de matarlo. Además, ¿para qué hacer tanto escándalo y provocar un chisme? Seguramente era un capricho de José, y se le pasaría pronto. Después de esa noche, dejé de verlo y de tenerlo en mi pensamiento por unos meses. Hasta que una noche de octubre, lo trajo. Llevaba unas horas acostada pero no podía dormir, por un malestar estomacal, y por estar piense y piense. "¡Ay, cómo cené!", me lamenté. Después que cesó un poco la dolencia, empecé a entrar en lo que he escuchado llamar "sueño profundo". En nuestro pequeño cuarto, sólo se escuchaban las respiraciones de mis hermanas, la mía y la del viento. A diferencia de mis hermanos, ninguna de mis hermanas roncaba, por fortuna. Nuestras exhalaciones eran suaves y pausadas. Llevábamos el ritmo del viento, o el viento llevaba el de nosotras. Sentía que mi cuerpo se hacía cada vez más pesado, como si se empezara a hundir en la cama. Por un momento, tuve la sensación de que se hundía tanto, que me sentía como en


una caída libre (aunque nunca me he caído de tan alto), sólo que todo era muy lento. Era la primera vez que sentía algo así. Tuve el tiempo de analizarlo, pues estaba aun consciente, medio despierta. La sensación de estarme cayendo era tan fuerte, que hasta sentí una especie de vértigo, de miedo. Y como era imposible que mi cuerpo se cayera más allá de la cama y del suelo, llegué a pensar, en mi estado de medio dormida, que, en lugar de caerme, me estaba elevando. Como si fuera a desprenderme, como si fuera a empezar a flotar. "Claro que no, que tontería. Es imposible flotar en el aire", pensé. Al cabo de dos o tres segundos, me dispuse a no seguir pensando y no hacer caso, a lo que sentía mi cuerpo entonces. Era muy interesante y curioso, pero estaba cansada. Lista para dejarme caer en los brazos del tal Morfeo. Yo ni se quién es ese pero así dice una tía cuando su hijo se queda dormido haciendo la tarea, aunque lo dice en un tono un poco molesta. Yo no tenía tarea que hacer, así que me podía quedar bien dormidota, sin problemas. Con ese último pensamiento, sobre mi tía y el tal Morfeo, me fui. Yo creo que con él. Quizá nos fuimos a volar por ahí. No sé cuánto tiempo pasó, pero volví. Volví a estar consciente. Aunque tenía los ojos cerrados todavía, desperté. ¡Un méndigo grillo no dejaba de chillar! Eso no era un canto. Se oía como inquieto. Alterado, asustado. Cuando oigo a los insectos o a los animales, a veces me imagino de qué están hablando. Se que son figuraciones mías, pero, de verdad, a veces parece que están hablando. Hay ocasiones en que se me figura que los pájaros están hablando del clima y de lo bonito del día. Otras veces, es claro que están discu-

tiendo. Este grillo estaba gritando. Despertándome deliberadamente. Fui la única en despertar. Tan agusto que estaba con mi Morfeo. Después de unos diez minutos de esperar a que se callara, me hartó. Decidí pararme a callarlo, a pisarlo con la chancla. Una luz que entraba por la ventana, del foco del patio, me dejó ver la hora en el reloj que teníamos en el tocador. ¡Apenas eran las 3:30 de la madrugada! Y yo que tenía la esperanza que estuviera a punto de salir el sol. No sabía dónde estaba el grillo o de dónde provenía el ruido. No quería prender las luces para no despertar a los demás. Me acordé que en la cocina teníamos velas para cuando se fuera la luz (o cuando nos la cortaran), así que fui por una. La busqué, la prendí y, cuidando mucho que no se apagara la flama, caminé despacio hacia el cuarto. Iba entrando al pasillo que está entre el cuarto de mis hermanos y el de nosotras, cuando sentí que se me paró el corazón. Sentí algo bien fuerte en el pecho. Sentí que me congelé, que se detuvo el tiempo. Sentí miedo, mucho miedo. Sentí que me iba a morir. Empecé a temblar sin control. Primero las manos, los codos, los brazos. Luego mi pecho, mi estómago, las piernas. Creí que me iba a desmayar. Todavía tenía la vela en la mano fría y temblorosa. La flama amarilla iluminaba unos ojos color miel, casi verdes. Una nariz puntiaguda y unos labios gruesos sobresalían de la cara. Un ligero brillo sobre unas cejas tupidas, negras negras. La ceja izquierda ligeramente más levantada que la derecha. Nunca la había visto tan de cerca, pero conocía esa cara perfectamente. Sentí un gran delatripa: narrativa y algo más

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temor. Lo tenía a menos de medio metro de mí. Su sombra y mi sombra, agrandadas por la luz de la vela, se alcanzaban a mezclar en aquél pasillo. Antes que mi boca pudiera emitir un sonido, me apuntó con el dedo, y me dijo: "Tú... te vas a venir conmigo". Apuntándose a sí mismo cuando dijo la palabra conmigo. Creo que mi boca se abrió un poco para decir algo, pero él continuó: "esta noche... orita mismo". Entonces, sin darme cuenta, se me salió una lágrima. No podía creer lo que estaba pasando. Por un instante creí que estaba todavía dormida, que estaba teniendo una pesadilla. Rápidamente, mis ojos buscaron alrededor algún indicio que me hiciera pensar que, efectivamente, estaba soñando. Todo se miraba y sentía tan irreal: el pasillo, la luz de la vela, las sombras, el sonido del viento. Volteé a ver mi propio cuerpo y vi cómo mis pezones estaban erguidos y se alcanzaban a ver un poco a través de mi bata vieja. Mis manos estaban sudorosas. Traía las chanclas de mi mamá puestas. Empecé a llorar y a temblar más, al darme cuenta que no estaba soñando. "No llores y vámonos en chinga", me ordenó. "¿Pero cómo?, José. ¿Qué estás haciendo?, estás tomado.", dije entre llanto. "Que te valga madre", respondió. Mis lágrimas empezaron a salir y a salir tan rápido que mojaron mis mejillas y mi cuello. Por mis labios y mi lengua pasaba esa agua salada, que tuve que tragarme, junto con la amargura de mi boca. "¿Cómo me voy a ir nada más así? Estás loco, hombre. ¡No hagas esto!", le rogué 28

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llorando. "Se van a despertar todos", le murmuré. "Si no te vienes en este mismo momento conmigo, nadie se va a despertar. Nunca." Sacó su cuchillo, y continuó: "Voy a degollar a todos y cada uno de los miembros de tu familia, ahorita que están dormidos. A tu papá primero, luego a tu mamá y luego sigo con todos tus hermanos. Te estás tardando. ¿Vienes?, ¿o voy al cuarto de tus papás? Es aquél de allá, ya estuve ahí hace rato". Vi fugazmente mi cara de horror en el reflejo de su cuchillo desgastado. El mango estaba forrado con algo que parecía piel. Tenía como unas manchas de sangre seca en el filo. Se miraba tan sucio; alcancé a percibir un olor de algo muerto, fétido y asqueroso, que me dio náuseas instantáneamente. ¡Me quería morir! ¡¡Era un asesino!! ¡Los iba a matar!, y a mí también probablemente. Me caí de rodillas y la vela se apagó. No podía estarme pasando esto. Tan joven que era yo, tan jóvenes que eran mis hermanos. Tanto que los quiero, tanto que los amo a todos. Daría mi vida por cualquiera de mis hermanos. Amaba tantísimo a mi familia y creo que hasta esa noche lo supe. Mis padres eran tan buenos, a pesar de todo. Mi papá trabajaba tanto para darnos lo que necesitábamos. Mi mamá era tan noble y nos perdonaba todas las tonterías y los errores que cometíamos. Y mis hermanos, ¡pues son mis hermanos!... y con eso bastaba. Mi corazón nunca había sentido el dolor tan grande que José me causó aquella noche. Si no hubiera sido por ese dolor, y la idea de saber que podía perderlos, quizá nunca me hubiera dado cuenta de todo lo que significaban para mí. Muy rara vez le decía a alguno


de mis hermanos que lo quería. Casi no dábamos muestra de afecto entre nosotros, con excepción de dos o tres hermanas, que de vez en cuando sentían la necesidad de abrazarse o besarse. Ojalá los hubiera besado y abrazado todos los días que estuve con ellos, ¡con toda mi familia! Por ser la hermana mayor, tenía que cuidar y proteger a mis hermanos a toda costa. Por ser la hija mayor, debía dar el buen ejemplo y hacer sentir a mis padres orgullosos de mí. ¿Cómo podría protegerlos?, ¿cómo daría el buen ejemplo? ¿Huyendo con un hombre que ni conozco? ¿Permitir que los desangren como animales? ¿Luchar con este hombre, que ni siquiera está en sus cinco sentidos, hasta que me atraviece su cuchillo? ¡Yo no tengo cuchillo!, ¡no tengo armas con qué luchar! La única arma que tengo y que uso, la que es mi espada y también mi escudo, es el amor infinito que le tengo a la vida y a la humanidad. Todo mi respeto, mi admiración y mi apoyo. Aunque tuviera cien armas o mil formas de lastimar o matar a alguien más, dudo mucho que lo haría. Tal vez ni en defensa propia. Si se tratara de defender a mis padres, hermanos o hijos, no lo pensaría dos segundos. Yo sé que tengo fama de peleonera en todo Ocotlán (espero que no haya sido eso lo que atrajo a ese loco). Dicen que soy malhablada y que mi actitud es agresiva. Que soy peor que una mula vieja. Se corrió el chisme desde la vez que me vieron que estaba desgreñando a una en el parque... o quizá fue la vez del mercado... ¿o la vez de las patadas afuera de la iglesia? Como sea, son puros chismes, exageraciones ¡Son puros prejuicios! Tiene mucho que ver la manera cómo me criaron. Yo soy la suma de todo lo que he vivido. ¡Dios sabe lo que he sufrido!

Ahí, tirada en el piso, llena de coraje y de pena, encajaba mis uñas en mis rodillas, deseando quebrarme los huesos, para no poder pararme y huir. Apretaba mi boca tan fuerte, deseando quebrarme los dientes, para no poder sonreir jamás. El puro hecho de verme en la situación en la que me encontraba, y pensar que quizá yo la había provocado (justo cómo pensaría mi papá), me daba rabia y una enorme tristeza. Imaginar a mi familia sin vida, imaginarla lejos de mí para siempre, o imaginarlos sufriendo por mi ausencia, me hacía querer arrebatarle el cuchillo y abrirme el cuello ahí mismo. No podía vivir sin ellos. No podía vivir así. ¡No podía morir así! "¿Qué haces?", me preguntó. "Te está saliendo sangre de las rodillas", dijo. "Ya basta de llorar. Escuché un ruido, creo que alguien se levantó", y dio un paso atrás. Me incorporé como pude. Con mi bata llena de lágrimas y de sangre, y lo seguí. "Tengo que tomar unas cosas", le dije. Me dijo que no me llevara nada, que él me daría todo. Rápidamente, me quité las chanclas favoritas de mi mamá, tomé un rebozo que estaba en el sillón de la sala, y salimos con sigilo de la casa. Con el frio de la tierra besándome los pies descalzos, volteé a ver por última vez el portón de la entrada y las flores que habían brotado en primavera, ya a punto de secarse... y lloré otra vez. Me subió al caballo, se subió atrás de mí, y me abrazó. Mi sentimiento de repulsión, de pavor y de odio, fue menguando en la cabalgada. Durante el largo trayecto, me confesó cómo se había enamorado de mi desde el momento que nuestros ojos se cruzaron. delatripa: narrativa y algo más

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Contó una a una las fechas y los lugares donde llegamos a vernos, las calles por donde me vio pasar. Y, por fin, me pidió perdón, dándome un beso en la frente, por haberme hecho creer que mataría a mi familia. Dijo que nunca había matado a nadie con ese cuchillo, más que a las chivas que destazaban y cocinaban en las fiestas que hacían en su rancho. No sabía si reír de alegría o llorar de rabia. ¡Qué hombre tan más atrevido e idiota! Cómo me hubiera gustado golpearlo, arañarlo y desgreñarlo todito en ese momento.

hermosas esa noche. En el horizonte, se alcanzaba a ver una pequeña luz amarilla y naranja. "Ya está amaneciendo", pensé. "¿Qué dirán mis padres y hermanos cuando no me vean en la casa? ¿Cuándo los volveré a ver?", me pregunté.

Seguía tan enojada, que no hablé en todo el camino, sólo escuché. Me susurró unas cosas muy bonitas... y otras muy peladas. Después, silbó por un minuto y empezó a cantar una canción. Quedito y suave, como un arrullo.

Me casé con él, con José Castellanos. Me casé con el hombre que robó mi cuerpo y mi corazón en una noche. Con un caballo blanco, un cuchillo viejo y una mentira cruel.

Me estaba muriendo de sueño. No quería cerrar los ojos: las estrellas y la luna brillaban

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Él me seguía cantando y el caballo me seguía meciendo. Finalmente, con la luz del sol en la cara, y el sentimiento de esperanza que trae esa luz, volteé mi cabeza hacia su pecho, y cerré mis ojos. Me dejé caer, ahora en los brazos de José. De mi José.


¿La organización ciudadana ayuda a resolver los problemas de la comunidad? Jesús Guerra Sánchez

A

ntes de entrar en materia, hay que decir que el término ciudadano es multi semántico y

que de acuerdo quien lo utilice es como se va definiendo su postura ideológica a nivel político y social. Cuando Marx hace su análisis1 de "La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", nos revela algo que; a simple vista, los no versados, pueden pasar por alto. ¿Por qué razón la Revolución Burguesa de Francia, hace una diferenciación entre Hombre y Ciudadano? Para la declaración -hecha por burgueses-, el Hombre, no es otra cosa que el capitalista y el ciudadano el personaje que representa a la fuerza de producción. Por tal motivo, aunque la Revolución Francesa haya emancipado a la "Patrie" de la Monarquía, no logró quitar las cadenas a la población de las "Leyes del Capital", más bien al contrario, las legalizó y además las tatuó en el imaginario vulgar hasta nuestros días. Entonces la pregunta sería la siguiente: ¿cómo podría un ciudadano hacerle frente a alguien que es diferente que él? ¿cómo organizarse en contra de los causantes de las problemáticas sociales? ¿cómo el ciudadano enfrentará al Hombre/Capitalista? Estás preguntas son pertinentes ya que cuando se habla de ciudadanización se habla también de derechos y obligaciones. Y de tales cosas, sólo una alcanza al capitalista: Los Derechos. Las Leyes están hechas por los Hombres para ser privilegio de los Hombres. Y al ciudadano ¿qué le queda? Le queda

la significación amañada de la "démocratie bourgeoise" y el ethos de indignación por sus aspiraciones frustradas. Pero eso sí, tiene seguro las obligaciones que irremediablemente lo alcanzan. La Dignidad del Hombre y la Indignación del Ciudadano es la recrudecida relación en la "Era Neoliberal" o "Capitalismo Salvaje" Es entonces, que cuando nos encontramos ante una sentencia tan contundente como: "La organización ciudadana ayuda a resolver los problemas de la comunidad" no podemos más que sentir potenciada nuestra condición ciudadana de indignación; ante semejante trampa mental. La Democracia, como se ha dejado sentir, está dictada por grupos hegemónicos. Los mismos que vislumbraba Marx en sus escritos de "La Sagrada Familia" y que son los dueños de grandes corporativos multinacionales. Es por eso que lo primero que tiene que hacer la comunidad es precisamente eso, colectivizarse y emancipar la mente de conceptos y definiciones, que más que hacerla evolucionar, la ha mantenido estacionada en todos los tipos de pobreza. Escojo este título primero para ponerlo en duda, después para demostrar su falta de consistencia y después, porque hay que emanciparse de sus falsas significaciones. Finalizo corrigiendo el título del escrito y lo cambio por: "La organización comunitaria, ayuda a resolver los problemas de sus individuos"

1 "Consideremos… los derechos del hombre.. en su forma auténtica, en la forma en que los concibieron sus autores, los norteamericanos y los franceses... Se da una distinción entre los derechos del hombre y los derechos del ciudadano. ¿Quién es ese hombre distinto del ciudadano? No otro que el miembro de la sociedad burguesa. ¿Por qué se da al miembro de la sociedad burguesa el apelativo 'hombre', hombres a secas?; ¿por qué sus derechos son llamados derechos del hombre?... A causa de la relación entre el Estado político la sociedad burguesa y la naturaleza de la emancipación política…. Constatamos, ante todo, el hecho de que esos 'derechos del hombre', distintos de los 'derechos del ciudadano', no vienen a ser sino los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado del hombre y de la comunidad". (C. MARX: La cuestión judía, pág. 192). delatripa: narrativa y algo más 31


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El ganador Eva Leticia de Sánchez

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o vi ninguna luz cuando finalmente arribé al otro lado. Había estado casi seguro de que así sería; no porque posea alguna clase de don premonitorio sino porque soy por naturaleza pesimista y suspicaz. Aunque confieso haber albergado dudas. ¿Qué tal que resultara cierto lo del maravilloso resplandor que todo lo cubre al momento de traspasar el umbral, o aquello de que el primero que llegue será colmado de invaluables premios y recompensas? ¿Qué tal que fueran ciertos éstos y los otros cuentos que se corren a lo calladito, cuchicheados, insinuados apenas?

Confieso también que, tratando de contrarrestar mi pesimismo, permitía que mis fantasías se desbocaran, y de repente ya estaba soñando con llegar el primero a la meta: yo, el más veloz, el más fuerte, el más inteligente y astuto. Y pese a ser mi campo imaginativo tan limitado, que no me alcanzaba para vislumbrar en qué consistirían los premios en disputa, la ceremonia de premiación me creaba grandes expectativas. Esfumada la ensoñación volvía a mi realidad, y en ésta el escepticismo y el miedo a lo desconocido predominaban, impidiéndome participar de la algarabía y el ambiente de anticipación que embargaba a los demás cada vez que se convocaba a una nueva carrera. No obstante, atendiendo a la voz de mi naturaleza, me preparaba anímicamente a fin de estar en buenas condiciones para competir:

cuando prevalecía la calma, poco a poco iba llenándome de una seguridad que me permitía mezclarme con los otros y hasta sentirme parte de ellos. Me dejaba entonces contagiar por su expectación y, pletórico de autosuficiencia, me entrenaba en el nado, en el salto de obstáculos y en el buceo profundo cual pez retozón. Renovada, la fantasía de ser el ganador me desbordaba al grado de olvidar que la mayoría de contendientes me aventajaba en juventud y condición física. La próxima vez -me decíaestaré al frente, bien posicionado y listo para lograr la proeza; nadie me volverá a llamar raro o inadaptado; no, señor, no seré el miedoso e incapaz de siempre. Sólo que al momento de la verdad mi determinación se hacía humo. No bien era dada la señal de prepararse para competir, yo ya estaba corriendo en dirección contraria, afanado en evitar que el tropel me arrastrara consigo. ¡Sálvate ahora que puedes!, era el grito que emergía de mis adentros. ¡Que te atropellan, que te aplastan! Aturdido y a medias consciente escapaba en busca de un refugio para protegerme del alocado y mareador movimiento que ponía de cabeza mi universo. Pasada la agitación, el inicio de otra vuelta al círculo vicioso de mi existencia, que un buen día se rompió al conseguir lo que tanto había soñado. Sí. Gané la competencia. Bueno, para ser más preciso, gané la carrera. Está bien, no la gané, sólo llegué el primero. ¿Acaso no es cierto que los postreros serán los primeros? delatripa: narrativa y algo más

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Sucedió que, como de costumbre, me hallaba poseído por la firme determinación de, esta vez sí participar en la justa. Con ánimo porfiado retaba a que se diera la señal y, tal como en anteriores ocasiones, en el momento definitivo me acobardé; sólo que ahora no logré huir ni evitar ser arrastrado por el tumulto. Luché hasta el agotamiento por regresar, pero nada pude ante la magnitud de esa corriente vertiginosa que superaba con creces mi fuerza ya de por sí menguada por el pánico. Ocurrió tan rápido que ni siquiera tuve consciencia de lo que estaba viviendo. No fue hasta llegada la calma que, con dificultad, pude recobrar la lucidez. Aquello era la devastación total. ¡Cuánto desamparo sentí! Comenzó a invadirme entonces una oprobiosa sensación de la inminencia de la muerte, que antes desconocía. Me encontraba solo, desfalleciente; en un lugar extraño que estaba húmedo pero no lo bastante como para poder, ya no digamos nadar, sino al menos desplazarme; cual si arrojado por el mar terminara varado en un charco. Aunque lo mismo daba pues igual no habría sabido hacia dónde dirigirme. Caí en la cuenta de que entre el pánico y el esfuerzo por ponerme a salvo, los otros me habían dejado atrás. Nunca hice el intento de remontar los obstáculos o ganar velocidad, simplemente la inercia me llevó dando tumbos por aquí y por allá y en el proceso me rezagué. En esas estaba, tratando de entender mi penosa situación, cuando sobrevino un frenético movimiento que me sacudía y

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lanzaba de un lado a otro. Luego, un enorme caudal me golpeó, arrastrándome en su violenta corriente. En plena vorágine discerní que se trataba de una nueva competencia. Era inusual la rapidez con que había sido convocada; normalmente el lapso entre una y otra permite a los competidores ponerse en forma, pensé. Seguramente en esta ocasión había pocos participantes, sin embargo, ahí estaba yo, beneficiándome del impulso que los corredores más ambiciosos y audaces traían: sin darse cuenta me empujaron haciéndome llegar primero que nadie a la meta. La intuición me lo decía, no debí llenarme de expectativas acerca de ganar. ¡Ninguna maldita luz se hizo! Tampoco había comité alguno de bienvenida que otorgara los cacareados premios. Qué fiasco. Yo sólo alcancé a sentir un tremendo golpe en la cabeza, que fue tan fuerte que me hizo atravesar una pared de textura viscosa. Acto seguido, mi cuerpo era succionado hacia la prisión en la que hoy me encuentro. Día tras día sufro transformaciones que me horrorizan. Me crecen partes y éstas se multiplican como tumores. Estoy agrandándome, expandiéndome, convirtiéndome en sabrá dios qué clase de engendro. Me abruman las dudas. ¿Será ésta otra etapa de la competencia? ¿Tengo rivales a quienes pelear el premio? O, ya lo recibí y no me he dado cuenta.


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Amor ideal en Shakespeare Lucía F. Izquierdo

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illiam Shakespeare es popular por sus obras teatrales y sus poemas que recrean su contexto socio-político, pero poco se habla realmente sobre la época en la que vivió. La llamada época "Isabelina" en Inglaterra, donde algunas representaciones teatrales buscaban propagar el idioma para ganar territorio, ponderar el honor por encima de todo y expresar el amor cortés, además de agradar a la reina.

El amor que veo planteado en Shakespeare como ideal de su época enaltece el honor del hombre, el valor, la honestidad y el culto a la mujer virtuosa; Romeo y Julieta es quizá el ejemplo más propagado del amor cortés Isabelino que tiene Shakespeare, ya que la cultura occidental ha tomado la obra como la imagen del amor ideal por excelencia, que no logra consumarse pero al que se le entrega todo en el proceso. Resulta complicado no ensalzar las virtudes de los protagonistas y minimizar sus defectos, ya que pesa más la pugna entrañable que tienen las familias que los llevan a la imposibilidad de consumar su amor que lo que está detrás del amor mismo. Lo que tienen Romeo y Julieta no puede ser un amor ideal, ya que si bien Julieta puede ser considerada una doncella virtuosa de su época y Romeo un "perfecto caballero" e incluso llegan hasta la muerte por lograr ese amor prohibido, también es cierto que ambos tienen motivaciones egoístas para entregarse el uno al otro, cosa impensable en la idea del amor virtuoso enaltecido durante el periodo de Isabel I, en donde si bien se

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tiene una tendencia a dejarse dominar por las pasiones, al ser el amor de las cortes, se busca que sea de una forma elegante y hasta fantasiosa; se busca convenir intereses sociales para ennoblecer a las familias de los interesados; el caballero pone su honor y su riqueza en manos de su amada y ella le corresponde con su virtud y obediencia que antes fue dada al padre. Por consiguiente, el amor de Romeo y Julieta no es virtuoso porque está basado en su egoísmo1, es un enamoramiento y no amor cortés. Al principio de la obra Romeo es rechazado por una chica llamada Rosalía, y Benvolio, primo de Romeo, dice que su amor por ella ha nacido de principios débiles, sin embargo, Romeo asegura que su amor es honesto y no hallará mujer igual en toda su existencia, pero apenas ha llegado a una fiesta en la casa de los Capuleto ha visto a Julieta, asegurando estar enamorado ahora de ella, negando su antiguo amor por Rosalía que momentos antes pronunciaba como eterno e inalterable. Desde mi lectura, Romeo no estaba enamorado de Rosalía, sólo ama la belleza física y la posibilidad de poseer al amor, el coro dirá la forma de "amar" que tiene Romeo al final del Acto I: "Ved como muere en el pecho de Romeo la pasión antigua, y como la sustituye una pasión nueva". Lo que siente Romeo por Julieta es una pasión, y no amor, igual que le pasó con Rosalía al inicio de la obra, con la diferencia que Julieta no lo rechaza, pero ninguno de los dos está seguro de amar al otro, sólo están seguros de querer

Entendiendo el egoísmo como una condición de excesivo amor a sí mismo que por la autoconservación y la conservación de la imagen del sujeto, hace que el sujeto vea únicamente por sus propios intereses sin poner suficiente atención en los demás. delatripa: narrativa y algo más

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conocerse, están ilusionados. El enamoramiento no es lo mismo que el amor. Reitera mi postura Fray Lorenzo cuando dice: "¡Que pronto olvidaste a Rosalía, en quien cifrabas antes tu cariño! El amor de los jóvenes nace de los ojos y no del corazón" 2. Así evidencia que no es sino un deslumbramiento que provoca el uno en el otro a través de una mirada correspondida, que da la ilusión de amor verdadero porque se cree que proviene de lo más hondo del corazón y no de la superficialidad de los intereses personales. Sin embargo, si algo deja claro Shakespeare en esta obra es que los protagonistas son jóvenes, y Romeo tiene un anhelo de posesión de Julieta que puede confundirse con amor virtuoso al decir: "Por muchas penas que vengan no bastarán a destruir la impresión de este momento de ventura (…) y con tal que yo pueda llamarla mía, no temeré ni siquiera a la muerte, verdugo del amor." Lo que me parece más egoismo que amor, pues él está dispuesto a estar con Julieta en contra de todas las peripecias que conlleva, sin considerar si ella está dispuesta a lo mismo, ni si el momento será eterno, está precipitandose por el deslumbramiento y el anhelo de posesiòn del amor. Lo anterior es notorio a lo largo de toda la obra, pues la misma Julieta sabe que Romeo ama al amor y no a ella. Cuando la escucha en el balcón, dice ella: "¿Me amas? Sé que me dirás que sí y que yo lo creeré. Y sin embargo podrías faltar a tu juramento, porque dicen que Jove se ríe de los perjurios de los amantes"3, mostrando que ella misma cree que es una falacia el amor que Romeo le profesa, pero prefiere pensar que es real para ella justificar sus confesiones que han sido escuchadas por él en el balcón y dejar de lado que acaba de exhibir el deslumbramiento que él le ha causado, así conservará ella su virtud sólo 2

Acto I. escena III pp. 15

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Act. I escena II. Pp. 13

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Act. I escena III pp. 16

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Act. I esc. III pp. 7

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si Romeo le corresponde. Y ni Fray Lorenzo logra hacer entrar en razón a Romeo sobre su deslumbramiento y su falso amor, pues Romeo dice que lo que siente ahora es diferente porque Julieta sí lo corresponde y Rosalía no, a lo que Fray Lorenzo, mencionado como el mejor amigo de Romeo y quién más lo conoce, responderá: "Es que Rosalía quizá adivinara la ligereza de tu amor"4, reiterando con ésto que si Fray Lorenzo es quien más conoce a Romeo, no es gratuito que sea el único que le haga ésta clase de comentarios al respecto de su nuevo "amor", pues da indicios de que eso que Romeo siente es sólo un deslumbramiento y no amor. Por otro lado tenemos la situación de Julieta con sus padres, en la escena II del acto I el señor Capuleto discute con Paris sobre otorgarle la mano de su hija a quien ella consienta, respetando las decisiones de Julieta. En continuidad, en la escena tercera del mismo acto, la señora Capuleto y su Ama, le piden a Julieta que considere al gallardo Paris como posibilidad de matrimonio y ella asegura que si bien no ha pensado en meterse en los asuntos de amores, pondrá atención especial en este sujeto y dice: "El ver predispone a amar, pero el dardo de mis ojos sólo tendrá la fuerza que le preste la obediencia"5. Con lo que se compromete a obedecer a sus padres en cuanto a entregar su amor a quien mejor convenga a los intereses familiares, muy correcto con la virtud femenina de la época en donde se promueve la obediencia al padre que pasará a ser obediencia al esposo; sumisiòn respeto y obediencia ante el jefe de familia. Sin embargo, Julieta mostrará su egoísmo porque en lugar de ser consecuente con la virtud que expresa ante sus padres prefiere escapar al compromiso, entregarle su alma a Romeo y más aún pedirle matrimonio sin apenas conocerlo y hasta concertar una cita para acordar fecha: "Si el fin de tu amor es honrado, si quieres


casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuándo quieres celebrar la sagrada ceremonia" 6. Así ha perdido el virtuosismo Isabelino haciéndome pensar que lo que Shakespeare plantea en esta obra no es amor sino un enamoramiento repentino, un deslumbramiento falaz y fugaz que al complicarse por factores externos provoca que ambos protagonistas se aferren a estar juntos hasta las últimas consecuencias; situación que hace que un enamoramiento de cuatro días pase como amor. Sin duda, algo hilarante en esto es que Shakespeare hará una burla del amor en esta obra, que se pasa por alto en la lectura de la misma para sublimar la idea del amor ideal. Es decir, la obra no se ha comprendido realmente. Es claro cuando Julieta finge su muerte para poder escapar de una segunda boda con Paris (al destierro de Romeo y muerte de Teobaldo) dice Fray Lorenzo: "La mejor esposa no es la que vive en el mundo, sino la que muere joven y recién casada", así otra razón para desconfiar del amor ideal es que al imposibilitar el conocimiento entre la pareja, se desconocen tanto las virtudes como los defectos del otro, sosteniendo el ideal del amor en un futuro que ya no podrá llevarse a cabo. Por consiguiente, el "amor" de “Romeo y su Julieta” es un simple enamoramiento fugaz y juvenil que entra por los ojos, un deslumbramiento producto del egoísmo de ambos, para realizar sus intereses más inmediatos, que se ha sublimado en la cultura por la imposibilidad que lleva consigo su amor al que se aferran hasta la muerte. Tomaré otro caso para mostrar las características del amor Isabelino: Otelo, donde el amor cortés es también parte del tema central de la obra y hay fuerzas externas que lo imposibilitan. Sin embargo, en esta obra el amor tiene otra cara. Será su alabardero Yago quien con intrigas ponga al borde del precipicio el amor que siente Otelo por 6

Escena II Acto II pp. 13

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Op. Cit. pp. 6

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Desdémona. Pero habrá que ver cuáles son las características de ese enlace matrimonial. Otelo está encargado del ejército del Dux, es un moro subiendo en la escala social, pues esos puestos en la época Isabelina estaban destinados sólo a hombres valientes, honorables y blancos, pero Otelo se ha vuelto un favorito dentro de la nobleza por defender mejor que nadie la República y ahora le ha sido encomendado defender Chipre. Desde la primera escena Yago expone su odio hacia Otelo, jugará a lo largo de la obra al "doble cara" y su propósito no es otro sino destruirle fingiendo estar de su lado, porque además de ocupar un sitio que "no le corresponde" dentro de la nobleza, Yago tiene sospechas de que (en otro tiempo) Otelo ha enamorado a su esposa. Y no es el único obstáculo que Otelo tiene para consumar su amor, pues su suegro Barbancio, hace un comentario que nos habla del racismo profesado hacia su yerno: "¿Con qué hechizos le has perturbado el juicio? Porque si no la hubieras hechizado con cartas diabólicas, ¿cómo sería posible que una niña tan hermosa y tan querida hubiera abandonado la casa de su padre para ir a entregarse a un asqueroso monstruo como tú?7" Dejando claro que si bien Otelo es un ser notable en la República, no deja de ser un moro en un mundo de blancos, sin embargo asegura haberse enamorado de Desdémona frente al Dux, argumenta que no sólo es deseo y asegura que cuidará de ella igual que como ha cuidado la República. Otelo no ha cegado ni embrujado a Desdémona, la ha conquistado como se conquista una República; un enamoramiento de posesión. Yago que ha estado atento a esta declaración le asegurará a Rodrigo (que es otro enamorado de Desdémona) que tiene un plan para que Otelo juzgue sospechosa la amistad de Casio (amigo y subalterno de Otelo) con Desdémona, argumentando lo fácil que le resultará porque "el moro es hombre sencillo y crédulo: a todos cree buenos"8.

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Así evidencia que es un hombre noble, y digno representante de los caballeros de la época Isabelina, a pesar de no cumplir con el requisito racial, sin embargo, débil por su propia condición. Por consiguiente Yago logra corromper a Otelo y provocarle inseguridad y celos, que transforman ese amor que parecía virtuoso: "¿Quizá me estará engañando por ser yo viejo y negro? (…) Lo cierto es que la he perdido, que me ha engañando, y que no tengo más recurso que aborrecerla (…) Más quisiera yo ser un sapo asqueroso o respirar la atmósfera de una cárcel, que compartir la posesión de esa mujer.9" El moro comete un error que desvirtúa su amor cortés, ama a Desdémona pero de un modo posesivo, lo que muestra que en el fondo sólo busca ser reconocido como hombre honorable, dueño de una mujer blanca y virtuosa. Así, el "amor virtuoso" se derrumba cuando el resentimiento y el egoísmo, ante el riesgo de perder su posición; ésto lo lleva a odiarla, pues Otelo se siente traicionado, cree que ha perdido la correspondencia de Desdémona y por tanto su amor virtuoso. Otelo pasa del amor al odio sin bases sólidas, sin razón, por sospechas; no es capaz de buscar fundamentos y su amor se transforma en odio sin preguntar antes a su amada lo que verdaderamente está sucediendo, su egoísmo lo ciega a un punto tal que dirá a Yago: "¡Vaya al infierno esa mujer carnal y lujuriosa! Voy a buscar astutamente medios de dar muerte a tan hermoso demonio"10 ¿Cómo fue posible que siendo un amor virtuoso pudiese mudar en odio? Quizá porque "en realidad" no la amaba, pues desde el amor cortés Isabelino, uno nunca desea el mal del ser amado, aunque éste no corresponda el sentimiento otorgado. Lo que se le juega a Otelo 9

Op. Cit. pp. 27

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Op. Cit. pp. 30

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Op cit.pp. 41

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Eliade Mircea "Aspectos del mito". Ed. Paidós. 2000 Pp. 14

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es más grande que el amor, es su posición como noble a través de la posesión de Desdémona, entonces con el honor herido, debe destruirla antes que perder la posición que cree haber alcanzado. Por otra parte, a diferencia de Julieta, Desdémona sí es una mujer virtuosa para la cosmovisión Isabelina, pues aún sabiendo que su esposo está cegado por los celos y la desdeña e insulta severamente, está dispuesta a soportarlo todo porque lo ama, dice ella a Yago: "Ni la pérdida de su amor aunque baste quitarme la vida bastará a despojarme del afecto que le tengo. Hasta la palabra "adúltera" me causa horror, ni por todos los tesoros y grandezas del mundo cometería yo tal pecado."11 Ella sería el único personaje que parece cumplir con el estereotipo del amor virtuoso, es la excepción que puede sostener la historia. Pero ¿cuántas mujeres hay como ella? Al final la ofuscación lleva a Otelo al acto de matarle y justificarse de una manera que corrobora la idea planteada de lo que Desdémona le representa: "Seré un delincuente honrado. Por honor la maté, no por odio"12. Como puede verse no hay duda que Otelo odia a Desdémona pero no lo acepta y prefiere pensar que lo hace por "honor", por virtuosismo. Su egoísmo lo ciega e incluso, desde tal situación podría yo afirmar que ella era una mera posesión, un trofeo que le enaltecía en un mundo de blancos; al sentir que pierde tal posesión, pierde su lugar honorable y por tanto como cortés de la época. Es su lugar como noble en la escala social lo que le provoca inseguridad a Otelo, su narcisismo lo ciega impidiendo notar el virtuosismo de su mujer que lo ama al grado de dejarse morir a manos suyas. ¿Es el amor isabelino un amor real, posible? Es decir, ¿el amor virtuoso, que no daña a la pareja, en el que no se busca ningún beneficio ni importa si el amante es correspondido, o su propia situación sentimental? La respuesta sería No, pues


desde la condición humana, uno siempre está buscando beneficio; es inevitable en toda situación amorosa no esperar algo a cambio, cuando el otro no corresponde a nuestro amor, en el caso de Romeo con Rosalía, se muta a indiferencia, porque ese amor no era verdadero; con Julieta la correspondencia se da, pero al no llegar a consumar su amor, no podemos saber lo que hubiere sucedido y en el caso de Otelo se exacerba la autoconservación, destruyendo a Desdémona antes que asumirse destruido por los celos; por el odio en que ha mutado su amor. Sólo es posible mutar de amor en odio a través del egoismo, pues es la posesión del otro lo que se juega, no la apuesta por un amor sino el enaltecimiento del sujeto. El pecado de Romeo y Otelo no es otro que el egoismo, mismo que los lleva a la fatalidad de perder la oportunidad de econtrar un amor profundo y cortés. Romeo y Julieta no son un amor ideal, sino un mero enamoramiento idealizante que esconde un egoísmo juvenil; tampoco lo son Otelo y Desdémona, pues su relación amorosa esconde la dimensión negativa del amor: la posesión y el odio que implica, ambos ejemplos desde su contexto evidencian el egoísmo que planteo en la tesis. Quizá podrían ser arquetipos: "En el sentido de proporcionar modelos a la conducta humana y conferir por eso mismo significación y valor a la existencia"13 pues de algún modo son modelos que han determinado cómo vivir el amor, porque nosotros también sentimos celos, deseamos poseer, amamos y algunas veces hay factores externos que imposibilitan nuestras relaciones. Así: "Encarnan hasta tal punto el ideal de una gran parte de la sociedad, que (…) su muerte provoca verdaderas crisis entre los lectores" 14. Los

personajes shakespeareanos aquí expuestos nos incitan a querer enamorarnos para de algún modo lograr lo que ellos no pudieron: consumar un amor ideal. Ni Romeo ni Otelo son la representación perfecta de los caballeros corteses, tampoco Julieta puede ser la mujer virtuosa, sin embargo, Desdémona sí lo es porque para evidenciar el odio y el vicio de uno, el autor necesita sostener el amor y la virtud en el otro: "El héroe resume en sí mismo nuestras aspiraciones, nuestros ideales, nuestras creencias. En el sentido más profundo, ha sido creado por nosotros; nace colectivamente"15. La sociedad los volvió héroes, se sublima a Romeo y Julieta para convertirlos en el amor ideal al que aspirar. Se exaltan virtudes y negamos la posibilidad de leer entre líneas los contextos que indican sus defectos para poder crear así la idealidad del amor encarnado en ellos. En el caso de Otelo, también se da una contradicción, pues nos olvidamos de sus virtudes como caballero cortés y virtuoso para llevarlo al cliché del celoso que no queremos reconocer en nosotros mismos. Como dice Rollo May, es un error pensar que nuestra memoria selectiva no interviene en el significado que le damos a lo recordado, o en este caso de lo interpretado en la literatura, pues si bien lo expuesto en éste ensayo ha sido interpretado de los textos shakesperianos, también hay que enmarcar que es sólo mi lectura de ellos, mi visión occidentalizada del amor virtuoso de la época Isabelina como irrealizable y desgraciado.

BIBLIOGRAFÍA 1 Shakespeare William. "Romeo y Julieta; traducción de Pablo Neruda" Ed. Pehuén Chile.1995 2 Shakespeare William: "Otelo, La fierecilla domada, a vuestro Gusto, El rey Lear", Ed. Porrua, 2001 3 Eliade Mircea "Aspectos del mito". Ed. Paidós. 2000

14 15

Op. Cit. pp. 158

4 May Rollo "La necesidad del mito". Ed. Paidós. 1992

May Rollo "La necesidad del mito". Ed. Paidós. 1992 Pp. 53.

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Dos claveles, seis rosas blancas y ocho gerberas Victor Ávila Velázquez A Ileana Romo Serna.

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a niña lloraba con fuerza sobre la espalda de su padre, envuelta en una manta gris que evitaba que cayera al piso y tener que cargarla en brazos también.

El padre desfilaba de calle en calle ofreciendo un absurdo surtido de flores: dos claveles, seis rosas blancas y ocho gerberas. La niña continuaba con su llanto. Consiguieron vender los dos claveles y una rosa blanca a una señora que miraba con sentimentalismo a la niña que no paraba de lamentarse. Mientras el padre compraba agua y un pan, la niña detuvo el llanto; miraba con ojos cristalizados el dinero que el padre le daba a un hombre y éste miraba la mucosidad arriba del labio superior de ella. Sobre una banqueta el padre puso a la niña y a la cubeta con flores, se sentó a tomar el desayuno; partió el pan en dos, intencionalmente desproporcionado, el pedazo más chico era para ella que comenzaba a desaparecerlo, casi no lo masticaba, lo tragaba. El padre la miraba y pensaba en sus, ahora, cinco rosas y ocho gerberas. Antes de continuar su recorrido, la niña volvió a llorar, abriendo la boca de tal forma que su padre alcanzó a ver el pan que quedaba entre sus dientes. Le inclinó la botella de agua y la niña sorbió hasta saciarse. El llanto cedió al silencio y sus ojos a la contemplación de las casas, el cielo y la gente. Al detenerse delante de la iglesia, vendió las cinco rosas; esperó vender las ocho ger-

beras y las ofrecía a los paseantes. Con su boca, la niña emitía ruidos que querían simular la pregonería de su padre. La niña tenía sed y lloró. Su padre le acercó la botella de agua y ella bebió. Era tarde, sus ocho gerberas seguían en la cubeta, unas de color rosa, otras amarillas y las demás naranjas. Regresaron a casa, en el camino compró masa de maíz, y le dio a la niña un poco. La puso sobre su espalda entrelazada con la manta gris y partieron a las afueras de la ciudad. Al llegar a casa hizo algo de comer para él y para la niña. Ella lo miraba mientras comía, jugaba y se reía. El padre masticaba su tortilla cuando en medio de la habitación vio a sus ocho gerberas que se secaban. Buscó la botella de agua, estaba a la mitad, no tenia nada que tomar más que ese medio litro, miró a la niña, quien a su vez lo veía y masticaba, regresó la vista a la cubeta, las ocho gerberas se secaban, los pétalos se decoloraban y los tallos se marchitaban. El padre esperó a que llegara la noche. En ese ambiente la niña se dormiría. La niña comenzó a llorar, miraba al padre, miraba la botella de agua, su mano apuntaba el agua y luego se limpiaba su cara quitándose las lágrimas, manchándose de mugre. El padre se culpaba de pensarlo, de dudar si era mejor dar de beber a la niña o refrescar a las ocho gerberas. La niña lloró con más fuerza, con gritos, con las dos manos en los delatripa: narrativa y algo más

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ojos. El padre, al fin, tomó la botella, la acercó a ella y bebió más de lo que él esperaba. Lo poco que quedaba de agua pensó en echarlo a las ocho gerberas, era muy poca, él se la bebió. La niña lo miraba, comenzó a quedarse dormida con una tenue sonrisa en los labios.

El padre se lamentaba en silencio por sus ocho gerberas que amanecerían marchitas, y sacó la cubeta de la casa. Afuera arrojó sobre el piso las ocho gerberas, y empezó a llover. El padre miró al cielo, sintió sobre su rostro el agua, un agua caliente, las gotas azotaban el tejabán de aluminio y la niña emprendió un nuevo llanto.

De repente Alejandra Vales-Molas

entí una liberación, pura tranquilidad, la mañana en que revisé mi correo y no tenía ningún mensaje suyo. Al momento percibí que al fin se había perdido toda comunicación con él; que, se podría decir, había desaparecido. Antes había escapado de sus libros, de una lectura agonizante, desesperada, que no quería hacer y tenía. Nunca me ha gustado quedar mal. Me apresuré una taza de café en el microondas y salí al patio. Desaparecido. Era muy posible que estuviera al otro lado de la línea telefónica, quizá esperando. Quizá, pensara en que fuera a llamarle. El bip del horno me despertó de mi letargo; ya con la humeante taza en mis manos volví al patio. No había como esas mañanas, tan llenas de nada, listas para estirarse los brazos y las piernas al canto de los pajaritos, para sorber despacito el café, para prender el primer porro del día. Retener el humo. Había encontrado el pretexto perfecto y ahora ¿no estaba tan segura? ¿Y si por fin se había colgado? Seguramente había dejado una carta, larga y culposa, para todas sus mujeres y para todos sus hijos, agradeciéndoles los buenos momentos y recriminándoles los malos; de cualquier modo, él siempre debía quedar absuelto. Y yo, por supuesto, me moriría por leerla, por saber, aunque no fuera su mujer, ni su hija.

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Méjico májico Mavi Robles-Castillo

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n el litoral oaxaqueño, muy cercana al Istmo, se encuentra Playa Cangrejo. Una pequeña comunidad de pescadores que no rebasa los quinientos habitantes; allí puedes encontrar un pescado tan grande como lo puedas sostener, por sólo dos míseros pesos. De madrugada se hacen a la mar y cuando el sol apenas acabó de asomar por completo, ellos ya están sobre la arena, bebiendo cervezas bien heladas, producto del poco dinero que consiguieron malbaratando su pescado. Maclovio cuenta que una mañana cualquiera estaban ellos bebiendo, y de pronto vieron una avioneta descender de manera extraña, empezó a volar como mosquito, y de repente terminó incrustada en el follaje de la costa. Armaron una comitiva para realizar la expedición. Al llegar se encontraron con que faltaba el piloto; se había esfumado porque no se encontró rastro de él por ningún lado. Lo que no desapareció fueron unos enormes bultos llenos de cal, algunos de los cuales la comitiva llevó a resguardar al pueblo. El mensaje era divinamente claro y, fieles a la gran tradición beisbolera de su tierra, decidieron darle una generosa marcadita al campo de beis, esa que tanto le hacía falta y que tantos politicuchos y personajillos políticos les habían prometido e incumplido. Animosos dispusieron de la cal y dejaron su campo en condiciones dignas. Durante la tarea, y ya con su campo esplendoroso, empezaron a sentir vibras de envalentonamiento y bravura; no faltó el insidioso que sugirió retar a sus archienemigos de la playa 46

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vecina y rápido se organizaron otras dos comitivas; una que marchó a tierras enemigas a lanzar el reto y otra que se encargó de anunciar por todo el pueblo el duelo a celebrarse. Aceptando el desafío llegaron a Playa Cangrejo los contendientes; del juego no se sabe mucho, no sabemos si hubo o no un ganador, si se anotaron carreras o qué sucedió. Lo que si recuerdan es que no se jugaron todas las entradas, una vez comenzado el juego y con la algarabía que ya reinaba en la comunidad, los robos de bases, las barridas y las correteadas sumieron en una nube de polvo blanco el estadio. Muecas desfiguradas, caras torcidas, bocas jaladas, mordidas, chuecas y otras desfigura-ciones eran visibles en la mayoría del público y los peloteros. Otros lucían mucho más perturbados por el talquito, como mamá Sheila, seño de 79 veranos y partera del pueblo, quien bailaba candente reggaetón sobre el montículo con el parador en corto del equipo rival. Por jardín central, el cátcher de los locales se lanzaba una y otra vez como toro contra la barda, mientras le imputaba a un compañero su desprecio amoroso, Joaquín -decía- ¿Ya no recuerdas esa noche que pasamos juntos?, a lo que Joaquín respondía con un solemne, ¿De qué hablas pinche puto?. Así transcurría el juego, hasta que a algún cristiano se le ocurrió insinuar que esa cal podía no ser cal y que tal vez fuera perico. Como respuesta inmediata una comitiva desorganizada, y que más bien


actuaba como una estampida, se dirigió a casa de doña Tenoch, casa que había sido designada como bodega para los bultos caídos del cielo, debido a su conocida humildad y honradez. Al llegar, doña Tenoch también se encontraba irreconocible, tenía a su esposo atado con la hamaca mientras vociferaba injurias que ni ella misma tenía idea que conocía; se rumora que lo insultó en francés, polaco, portugués y hasta en japonés, ella dice no recordarlo bien pero hasta hoy alega en su defensa, haber estado poseída y, eso sí, sigue firme en que 'aunque rebien que se lo merecía'. Por supuesto que la doña no entregó el polvito, por lo que se lanzaron a internarse una vez más en el follaje para recoger los bultos que habían dejado en la avioneta. Los días siguientes tampoco están muy claros, lo único seguro es que todos le jalaban a ese cochinero; desde niños hasta abuelitas anduvieron bien puestos unas semanas. Orgías, peleas, cambios de pareja constantes, apareamientos fortuitos,

bodas de índole demoniaca -una señora de 60 años de reputación dudosa y dedicada al oficio más antiguo, desposó al hijo de 17 años del pastor adventista del pueblo; e incluso hubo algunos distraídos que resultaron expulsados del pueblo por no entrarle al consumo colectivo. Al terminarse el abasto de la sustancia empezaron los efectos de la desintoxicación. Señoras temblorinas y sudorosas, niños pidiendo ¡cal, cal, cal!, esposos dejados y ansiosos, y por su puesto uno que otro atascado que convulsionaba en alguna esquina. Todo esto lo cuenta Maclovio con orgullo y advierte: Si no me creen, búsquenlo en internet, ahí salió la noticia, es cierto -insiste, mientras esboza una sonrisota marca Playa Cangrejo, y su piel golpeada por el sol se estira lastimosamente, dejando ver en su escueta dentadura una reluciente corona de metal en el colmillo que rebota la luz del sol con picardía y descaro.

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Manifiesto de la retaguardia Marco Fonz

¡Viva la poesía de la Generación de los Muertos! Manifestamos: 1. La Retaguardia avanza al revés. 2. Tenemos como pulso vital y creativo lo visionario. Tenemos como motor la profunda curiosidad del depredador. Tenemos como única salida la libertad absoluta de escribir como se nos hinchan las letras. Y tenemos como transgresión la luz primigenia del huevecillo en la punta de la flecha. 3. No practicamos el culto a la personalidad. No creemos en las luminarias creadas por el estado, por instituciones, por academias, ni fundaciones, ni por grupos formados por la desesperación de la fama poética. 4. Creemos en la continuidad del trabajo poético y en la raíz del mundo de cabeza de la estética. 5. ¡Vivan los ismos! Nuestra tradición viene del Romanticismo, Simbolismo, Decadentismo, Expresionismo, Surrealismo y Postismo, y otros todos los ismos de la historia humana y poética. 6. Como espíritu llevamos el lenguaje onírico, como alma el lúdico, como corazón los idiomas indígenas, como razón la sinrazón.

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7. Creemos en la Poesía libre de todo compromiso Social, Político, Educativo, Cultural y Económico. Creemos en la Poesía desnuda, amoral, Poesía viva con todo lo que esto tenga de riesgo. 8. No escribir para gustar: escribir para ver más allá. 9. Poesía de bárbaros, de salvajes, de instintos. Poesía para la Poesía. 10. La Retaguardia avanza al revés. Vamos un paso adelante de la "poesía" y de los "poetas" miedosos. (Con miedo nadie puede ser poeta). Nos pega el aire enla cara, por eso muchas veces miramos hacia adentro. Sin miedo ni al fracaso ni a la muerte. Avanzamos con lo visionario. Con los corazones del pulpo cósmico en las manos. Sin nudos en la voz ni en el cerebro ni en la lengua. Sin temor al tiempo. Poesía libre por la Poesía, libres.

Adiós a los "poetas cobardes". ¡Hasta aquí llegaron!

Concluimos: La Generación de los Muertos es nuestra generación. La muerte como Reevolución de la conciencia. La muerte, el principio para cantarle a la vida. La muerte como Retaguardia de la Poesía en México. Como vigía de las próximas visiones de los Poetas.


Luego de dos años Daniela Chay

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e extraño, siempre te extraño; a cada momento de las horas que caminan por los días. No puedo dejar de llorarte, jamas podré olvidarte , ni sustituirte por alguien más. Fuiste lo mas importante de mi vida, y tenia que ocurrir ésto para que me diera cuenta de lo mucho que significaste para mi, lo importante que eras, lo tanto que te ame y... te sigo amando.. Un mes en el hospital. Médicos, enfermeras, agujas, medicamentos, agonía… con deseos enormes de huir de la realidad. ¿Por qué un bebé debe sufrir tanto dolor? y mantenerse incapaz, esperando un diagnóstico, el que sea. Poder tener la certeza de contra qué se lucha y no, no llega; pasan los días y empeoras, y te veo escaparte de mí, y te veo lejos y me hago la idea de que no estarás más. Te veo llorar por el dolor, te veo comer , te veo luchar, te veo sonreír a pesar de todo, como en tus mejores días, feliz y, de dónde un bebé saca tanta fortaleza; un niño de 4 años con tan solo 15 kilos es tan fuerte, y te veo cada vez peor, pero sigues luchando. Todo pareciera tener un fin, un diagnóstico de sepsis, neumonía, dengue hemorragico, en qué creer, transfusiones sanguíneas, tomografías, radiografías, y al final el diagnóstico de Síndrome de Kawasaki, con una seria complicación en tu corazón.

Pero no, luchaste y lograste salir adelante, y tu diagnostico cada día mejor; ya los días no eran obscuros, ya lograba ver el amanecer, el sol, y el hospital no me parecía tan deprimente. Podía dar gracias a todos los que estuvieron con nosotros, en los momentos más críticos. Este momento de tu vida nos permitió unirnos más; ya desde mí vientre así era, pero por cuestiones de la vida uno lo olvida o simplemente lo toma como algo cotidiano; saber que somos tú y yo, nada más tú y yo. Han pasado dos años de aquellos días que fueron claves en mi vida, para irme saliendo de personas, y de actitudes que no me hacían bien. No puedo decir que fue de la noche a la mañana. Todo lleva un proceso, un tiempo. Podría estar como al principio, llorando tu ausencia, pero la vida y dios te permitió seguir a mi lado. Todos decimos que tienes algo muy importante por hacer en esta vida, sólo me corresponde a mí ayudarte a descubrirlo. El tiempo nos ayuda a olvidar o a enterrar en lo mas profundo de nuestros recuerdos, los momentos difíciles que pasamos, pero es bueno recordarlos de vez en cuando, volver a vivirlos y tal vez, llorarlos. Te amo Daniel.

A partir de ese momento, en un estado grave. La aplicación del tratamiento y No hay nada más que hacer, solo esperar, tener fe y nada más. No hay consuelo. Pero con el paso de los días se logra cierta aceptación, esa resignación empieza a invadirte los párpados. delatripa: narrativa y algo más

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Las artes visuales en la ciudad de Mérida Beatriz Carrillo

E

n comparación con otros centros artísticos del país, en Mérida, una ciudad de la que se presume una gran cultura, las artes se encuentran gravemente rezagadas; esto en realidad no sería tan importante si al menos pudiera preverse un desarrollo afortunado para los siguientes años; sin embargo, los grupos y actores políticos involucrados, no han demostrado capacidad para mejorar el panorama actual.

Quizá sean las Artes Visuales las que ocupan el peor lugar en este abanico cultural. Los museos, las galerías y escasos lugares en donde se presentan exposiciones, carecen de identidad, no tienen buenos programas, no cuentan con estructuras administrativas sólidas, no mantienen estándares de calidad en cuanto a lo que muestran, y las buenas curadurías son casi inexistentes. Es cierto que en los principales museos del municipio se pueden encontrar grandes expresiones artísticas pero al mismo tiempo se presentan obras insignificantes y en pésimas condiciones. No hay un filtro para ésto. Aunque aparentemente existen comités para seleccionar proyectos con aporte significativo, sin embargo parece más una cuestión de ‘lista de espera’, con pequeñas excepciones: por si llega alguna exposición "importante", se ajuste el calendario para incorporarla. Lo mismo sucede con otros espacios culturales como el Centro de Artes Visuales y la Galería del Teatro Peón Contreras, artistas de toda índole exponen sin ningún discernimiento por parte de los directivos, y esto suele desmotivar tanto a espectadores como a los artistas locales y/ o profesionales.

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Con las galerías y los centros culturales independientes ocurre algo parecido, carecen de identidad y generalmente tienen que sostenerse de otra forma para sobrevivir, convirtiéndose en bares o restaurantes, o en el mejor de los casos se dedican al mercado que atrae a los turistas: arte mexicanista, artesanal o decorativo. Mientras tanto los egresados de las carreras de artes visuales de la Universidad Autónoma de Yucatán y de la Escuela Superior de Artes del estado, no encuentran espacios suficientes para promover su trabajo y, como en el resto del país, tienen que, literalmente, ingeniárselas para sobrevivir. Es una incoherencia que se abran escuelas de arte que no responden a las verdaderas exigencias sociales, y no precisamente porque no se requieran artistas, sino porque los puestos que éstos deberían ocupar suelen estar a cargo de personas que no tienen los conocimientos adecuados para manejar la promoción y el desarrollo de la cultura del estado. Empezando por la educación básica en donde, muchas veces, los educadores ni siquiera tienen el perfil para enseñar artes, o bien no hay un plan docente actualizado. En cuanto a la educación artística en el estado se mira como una materia extracurricular y no suele tener mayor repercusión en la vida de los estudiantes; las visitas a los museos se restringen a una por semestre en el mejor de los casos, y casi nunca se da importancia a una experiencia vivencial y estética que constituye un acercamiento real con las artes. El problema es más grave si se ven situaciones como el del Centro Estatal de Bellas Artes,


en donde, específicamente en el área de artes visuales, se limitan a la enseñanza de una plástica forzada, poco creativa, y con métodos arcaicos. No se trata de generalizar esto a todos los talleres, pero los resultados en las muestras estudiantiles no denotan otra cosa. Por otro lado los talleres independientes transcurren sin ninguna repercusión, suelen ser más bien temporales y casi siempre se dirigen a un público limitado. El panorama no es muy positivo, si a esto añadimos que la crítica es mínima; por lo regular a los artistas locales todo les parece bien, unos a otros se congratulan en sus exposiciones, pero en el fondo se encuentran separados en grupos pequeños que no constituyen fuerzas conside-

rables que ejerzan algún tipo de presión ante los actores políticos, quienes lejos de preocuparse por el desarrollo de la artes visuales en la ciudad, se limitan a cumplir con pequeños apoyos y programas culturales que no requieran de mucha inversión. Ante esta realidad, el rezago es cada vez más evidente. No es sólo un problema de recursos, es mucho más grande y tiene raíces profundas en la cultura, tiene que ver con una escasa educación estética, con falta de ética, entendimiento erróneo de la competencia, carencia de crítica constructiva, intolerancia y por supuesto falta de respeto al trabajo de los artistas. Por tanto me atrevo a decir que se avecinan tiempos difíciles para el arte en Mérida, Yucatán.

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La semilla Ángel Fuentes Balam

-M

ira mamá: ¡Todas las palomas del mundo!- dijo la niña con su voz de

carnaval. -No Micaela, no pueden ser todas. - Replicó la incrédula mujer. -Sí, son todas y son unas groseras porque no quieren compartir; ve cómo se encaraman unas sobre otras y aletean, berrinchudas, para alejar a las demás. La madre escudriñó la compleja fortaleza de palomas. En efecto, era una conglomeración sobrenatural de esos amorosos correos, cucurreando acurrados con voracidad de barracuda, a tempo de picotear barloventeando las alas de océano.

Pero en realidad, nadie les había convidado. La inesperada multitud aviar era más bien una demostración de doble moral: Las palomas, atraídas por su espíritu carroñero (envidia siempre de las fieras respetadas) devoraban con sobrado ahínco el cadáver de un niño que hasta sus ocho años, vendió chicles y cigarros, y que el fantasma demoledor del hambre perpetua, había convertido en un palito seco del cual, ya florecía el maíz de sus huesos ancestrales. Ninguna paloma del mundo pudo entonces ignorarlo.

A pesar de que varios chiquillos corrían ferozmente para asustarles, las aves impasibles continuaban destazando el festín. ¡Cómo me gustan las palomas, palomitas! Son atolondradas, muy gordas mensajeras, ¡Cómo me gustan las palomas, palomitas! Son ruidosas, de plata y son viajeras.

Cantaba Micaela, observando cómo los ciudadanos se apartaban del ejército gorjeante. -Ya no puede uno ni caminar por esos pájaros. ¡Que rechingue a todas sus madres el que soltó tanta migaja!- Reclamó un viejo a periodicazo limpio. La madre de Micaela estuvo de acuerdo; pensó que era un insulto embutir a esos animalejos en pleno centro y contribuir a la expansión de la plaga.

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La hamaca en el taxi Álvar Serena

oce años recién cumplidos y ya se me había asignado la importantísima misión de trasladar la hamaca familiar de mi casa a casa de la abuela. Según ella, esa hamaca la había hecho a mano su propia abuela en tiempos revolucionarios, y estaba hecha con unos hilos de seda finísimos que no se encontraban en ningún lado ahora. Yo me sentía más trascendental que Neil Amstrong el día que tuvo que dar unos pasos agigantados en los cráteres del Gran Cañón, o algo así, porque la confiabilidad de la información del profe de Historia y Geografía depende del grado etílico en el que arribe a la secu. Martes y miércoles ahí la lleva, pero conforme se acerca el fin de semana, la cosa se va poniendo más mitológica, y el lunes ni se diga, ni Cristo Nuestro Señor tuvo que cargar una cruz como las que se trae el profe los lunes. Hay una relación inversamente proporcional entre su alcoholimia y la refutabilidad de los hechos históricos, diría el profe de mate, que ese sí, nos trae bien cortitos.

cuadras de mi casa, a tres pesos la cuadra apróx., me quedaría suficiente dinero para invertir en una coca de seiscientos, unos Ruffles verdes, un Carlos V de vaca, y un traiden para disimular el tufo en el muy probable caso de que al pasar por la Federal 5 estuvieran saliendo las chavas de la nocturna.

Yo acepté gustoso la misión por dos razones. La primera es que dada la trascendencia histórica familiar de la hamaca, tendría que llevarla en taxi, al que me subiría sin compañía, por primera vez, sin ninguna figura de autoridad más que la mía propia de mí mismo, es decir Capitán en Jefe, Comandante Supremo, King of the Hill. La segunda porque el presupuesto asignado para la misión era de cien pesotes. Haciendo cálculos más rápido que el correcaminos con tres coyotes atrás, la casa de mi abuela no estaba a más de veinte

Jamás mi dedo índice había sido tan poderoso. Superman es un don nadie al lado mío; tiene que usar toda su fuerza para detener un simple coche, a mí me bastó poner al aire un dedo y ya estaba cómodamente acomodado en el asiento trasero de un Tsuru II con palanca de bola de billar y bailarina hawaiana meneando las caderas al ritmo de cada bache citadino.

D

En especial Samanta, que desde la primera vez que la vi, supe que si algún día iba a tener una novia, tenía que ser ella. Cuidadosamente envuelta en tres bolsas de Oxxo, para evitar cualquier mancha o la mugre de las calles, me fue entregado el divino tesoro que consagraría mi entrada al mundo de las responsabilidades adultas, junto con los respectivos cien pesos, la bendición de mi madre, y el infaltable consejo paternal: cuidadito y le pasa algo a esa hamaca porque te rompo la madre. Con el permiso de la torre de control para despegar me dirigí directo a la avenida donde seguro no tardaría en pasar el taxi driver.

A saber por la experiencia de haber acompañado a mi padre en numerosas ocasiones, a lo que él llamaba elegantemente, el Sports Club, que no era más que un billar rascuacho delatripa: narrativa y algo más

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en el que se juntaba con sus amigotes, todos con barriga modelo rotoplas, incapaces de hacer más de dos carambolas seguidas, el taxista intentaría tener conmigo una conversación obligada sobre: a) mujeres, b) el fútbol mexicano, c) el puto calor. Ya iba mentalizado en caso de que tuviera que departir sobre cualquiera de los temas propios de la taxidermia por lo que me senté tranquilamente a la espera del primer acercamiento. No habíamos llegado ni a la esquina, y ya sentía los ojos del taxista buscando los míos en el retrovisor; pero si para algo me pinto solo, es precisamente para hacerme pendejo, sino pregúntenle al profe de deportes, que apenas nos pone a correr aplico la de la pierna acalambrada, Sí profe, fíjese que ayer tuve tres partidos y hoy nomás no aguanto la pierna, usted sabe cómo es eso, y ahí van mis compañeros trotando la infinita cancha en pleno sol, mientras yo los dirijo sentado bajo la sombra de la barda, para esos artilugios no hay quien me gane. La Federal 5 estaba a una cuadra de la casa de mi abuela, y el taxi tendría que hacer forzosamente un alto en el semáforo junto antes de la escuela. Eso me daría tiempo para buscar a Samanta con la vista y disfrutar de su paisaje, aunque sea por unos fugaces segundos. Ya había memorizado el poema que le escribí para la clase de Lite, aunque el profe dijera algo que no entendí sobre las figuras retóricas y la poesía postvanguardista, si yo ya hasta había leído un libro del sabio de Sabines y no había encontrado mucha diferencia entre sus versos y los míos. Para no falsear a la hora, valía la pena repetirlo one more time. Samantita Si te metes conmigo debajo de esta mantita Y me muestras una nalguita Yo te muestro mi...

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pffffssskkk Central tenemos un 3-20 en la 60 por 58, envíen a la 300 pfffsssskkk… copiado, 300 en camino. La radio del taxista me sacó por completo de mis pensamientos. El taxista debió haber visto la turbación de mi cara porque en voz baja, y con tono confidencial, me dijo: estoy en la banda de la policía. -Ah, -dije por decir-, ¿y qué dijeron? El taxista se acomodó en su asiento, con aire de profesor de Harvard a punto de dar cátedra, y tradujo: que se desmadraron dos naves a la vuelta del Venadito y que les manden una ambulancia. -Ah, repetí en automático. Hasta ese momento había logrado evitar la conversación con el taxista pero algo dentro de mí que aún no comprendo, y estoy seguro fue el comienzo de la decadencia de mi destino, me llevó a preguntar: ¿y cómo sabe? El Doctor acomodó el retrovisor para poderme mirar directo a los ojos, y en un santiamén me contó que a sus dieciocho años se había ido a pedir refugio a Canadá, donde aprendió inglés y francés, que al negárselo, la migra decidió hacer algo por la Patria a la que tanto extrañó y apenas tocó suelo mexicano se unió a la Policía Federal; que sólo aguantó seis meses del entrenamiento pero que ahí aprendió todas las claves de la radio; que decidido a luchar por la justicia en el país, estudió la licenciatura en derecho, especialidad en derechos humanos incluida, y que era taxista porque ni estando diez horas de gato en un despacho sacaba la lana que hacía taxeando, y que nunca faltaba una nalguita a la que no le cobraba if you know what I mean, remató con un acento aporreadamente yucateco, digno de nuestros más ilustres braseros californianos.


-Y hablando de nalguitas, ¿usted tiene novia, joven? Chinga, ya empezamos, pensé. - Ahorita sólo dos porque está dura la cosa, -respondí seguro de mí mismo. - ¡Ah, canijo! -Respondió, asintiendo lentamente con la cabeza. - ¿Y usted a quién le va? ¿Chivas o América? Pues que yo sepa hay un chingo más de equipos, pero si usted sólo ésos conoce… me atravesó la mente como relámpago. - ¡Pues América! Obvio… -había que darle por su lado. - Ja ja, ¡qué chamaco! -Concluyó y suspiré un tanto aliviado. Ya estábamos por llegar a la Federal 5 y el nerviosismo empezó a andar como batallón de hormiguitas por todo mi cuerpo. Samanta debería estar afuera esperando que mi suegra pasara por ella. Seguro me vería pasar en el taxi, solo, como un hombre maduro e independiente, que no le rinde cuentas a nadie. Traté de erguirme lo más posible en el asiento para verme alto, pero no fue lo suficiente como para impresionar a la musa de mi ópera prima. Decidí poner de cojín la sacrosanta reliquia familiar, total que uno sube todo el cuerpo a la hamaca, ¿no? Poner el culito nomás no le hace ningún daño. Ahora sí, ya hasta podía sacar el brazo por la ventana y verme todavía más varonil y maduro. Lo único que me faltaba controlar era el nerviosismo que me comenzaba a hacer sudar, como gordita en el gym dispuesta a quedar buenota. El taxista con un ojo en el camino y otro en el retrovisor me dijo: está duro el puto calor, ¿no? Y es que de acuerdo con el profe de Español no hay

adjetivo calificativo más preciso, conciso, y macizo que aquel, para el calor. ‘Tres de tres’, creo que usaré el dinero del cambio para comprar el Melate, ando más pitoniso que la morena de Matrix, pensé, y sólo respondí un escueto 'Sí', dado que en ese momento visualizaba a la dueña de mi corazón, el amor de mi vida, la futura madre de mis hijos, afuera de la escuela y ¡sola!. Eso no podía ser otra cosa que el destino, ya le había atinado al temario tripartita del taxista, y justo ahora Samanta se encontraba sola y lista para ser abordada por yomerodio. -Aquí me bajo, joven, justo donde está la chava de cabello alborotado a lo Sofia Loren. Me imaginé lo que pensaría Samanta al verme bajar, como quien no quiere la cosa, frente a ella, sin ningún adulto que nos arruine el momento, y pagarle al taxista de los tres temas, como un auténtico hombre de negocios. Apenas se detuvo el taxi, bajé de un salto ágil como lince, y me dispuse a pagarle, asegurándome de extender bien el billete para que Samanta pudiera verlo, al sacarlo de mi bolsa. -Son 50 pesos, joven. A toda madre, pensé, con esto le invito un helado y seguro, seguro, mínimo me da su teléfono. Sentía su mirada, llena de admiración, recorrer toda mi espalda y un poco más. Me di la vuelta dispuesto a hablarle sintiéndome más guapo que Luis Miguel cuando tenía cabello. Recorrí lento, pero seguro, los cinco pasos que nos separaban, con la incertidumbre de si se acordaría de mi nombre o no.

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-Hola Samanta solté sin más preámbulo, rezando mentalmente a Juan Casanova.

Sentí que me faltaba el aliento, ¡ay Chuchito!, la que me van a poner en la casa.

-Hola Álvar, -dijo dejando salir mi nombre por sus labios en un tenue humo que me hizo perderme en su aliento fresco.

-Álvar, ¿qué te pasa? ¿qué dices? ¿la qué?

Sentí una necesidad incontenible de decirle que estaba perdidamente enamorado de ella, que nos fuéramos a Canadá, que tenía dinero, que entraría a la Policía Federal, o sería licenciado o taxista, para que nada le faltara, que sin ella no era nada, y que sólo vivía por ella. -¿Cómo es que viniste? -su pregunta me tomó de los talones y me regresó a la tierra. - Sólo vine a traer una… !no ma…! ¡la hama…! El rostro confundido de Samanta, parecía no entender por qué en mis ojos se formaban unos lagos sin cisnes, ni porqué mi voz se entrecortaba.

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-La hama… la hama... Subí la vista, justo en el momento en que las lágrimas rompían como olas de mar en mi rostro, y ella se despedía para subir al carro de su madre. ¿La qué?, volvió a preguntar desde la ventanilla del auto mientras se alejaba. -La hamaca… en el taxi, -murmuré, mientras sacaba cuentas como de rayo, para ver si con cincuenta pesos me alcanzaba para un boleto sin retorno a Canadá.


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Quebrando el silencio Zita Noriega

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aría siente que se le escapa la vida por las uñas. El sueño le recorre desde los cabellos, cruzando por sus palpitaciones, hasta desvanecerse en sus manos, su ansiedad se estrella como mar entre rocas, al filo de la demencia. Nada cambia, el mismo niño que hay que mecer, es sólo que hoy la paciencia se quedó escondida detrás de sus pestañas y no se animó a hacerse visible. Hoy el niño irrumpe en un chillido que estalla agresivamente en sus conductos auditivos. María mece con la mano gris, fantasmal, casi se desvanece. Entonces el niño calla. Ella duerme con un sueño pausado, intermitente. De pronto vislumbra entre sus proyecciones el rostro de su madre, ella la golpea, le entierra en su espalda el tacón de una zapatilla. Después procede a amarrarla y la encadena a un tubo. María se mezcla entre el agua sucia y el metal oxidado, aspira corrientes de violencia y desamparo. Ese sueño la recarga de una cierta agresividad inevitable. De nuevo el niño revienta el silencio y lo quiebra como vidrio astillado. María despierta con sobresalto, con la desesperación en la garganta amarrándose a su cuello, sintiéndose aprisionada, como en aquella infancia. Vuelve a mecer al niño, aunque ahora con mayor fuerza. Finalmente el silencio regresa. María inmersa entre páginas de ensoñación encuentra una puerta cerrada. La abre y frente a ella el vació; al dar el paso cae en una infinita soledad. Un hombre embarra su mugre, la contamina, deja caer su perversidad por entre sus piernas. Ella vuelve a llorar, cinco veces en el sueño, y vuelve a caer indefensa en las trampas del abuso. El llanto inadvertido del niño la ha traído de vuelta. Es una carga doble, soportar la pesadilla y la brusca queja de ese niño. María sólo desea dormir, se encuentra perdida en un laberinto, vuelve a sentir la gruesa saliva del hombre recorriendo su mejilla. Mece al niño ahora con agresividad. Hasta que consigue arrullarlo.

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La revista de Antropofagia: Utopía y vanguardia en América Latina Armando Alzamora

El contexto

L

a Vanguardia Latinoamericana ha tenido vertientes que fluctuaron entre la continuidad de los ismos europeos y el más extremo compromiso con nuestras raíces culturales. Fue, como afirma Alfredo Bosi, ''un mosaico de paradojas''. En nuestro continente se arraigaron, momentánea o prolongadamente, escuelas como el futurismo, el expresionismo, el ultraísmo o el superrealismo. Además, fruto de una temprana indagación en los focos culturales de Europa y el contacto directo con el cubismo de Pierre Reverdy, surgió el creacionismo de Vicente Huidobro. Contra esa imitación e incursión de l'esprit nouveau, hubo respuestas contundentes como la de César Vallejo en sus ya célebres ensayos ''Autopsia del superrealismo'' y ''Poesía nueva''. Era, pues, la respuesta a lo que él consideraba una falta de asimilación del espíritu moderno en la nueva poesía que practicaban sus contemporáneos. Hay, por supuesto, otros vectores que encaminaron la búsqueda de vanguardia hacia una consciencia enraizada en nuestra propia espiritualidad, distanciándose del cosmopolitismo, asumiendo un compromiso con el contexto inmediato que acusaban. Surgen así otros movimientos: en México, aparece el estridentismo (1921), de Maples Arce y List Arzubide, que trató de aliar la creación estética con la revolución; en Puerto Rico, aflora

el euforismo (1922), en cuyo segundo manifiesto definen una interesante propuesta de integración regional y espetan esta frase demoledora: ''Abajo los poetas que beben en Londres y digieren en París''; en Chile, surge el movimiento vanguardista Rosa náutica (1922), de marcada influencia anarquista, grupo en donde militó el mítico escritor húngaro Zigmund Remenyik, quien anteriormente había pertenecido al aktivizmus, un ismo desarrollado en Viena y Budapest; en Perú, eclosiona la vanguardia indigenista del Grupo Orqopata con sus propuestas reivindicativas aparecidas en los distintos números del Boletín Titikaka (1926); y en Brasil, como una última y devastadora erupción del volcán modernista, irrumpe el que es quizás el movimiento más radical de nuestras vanguardias: la antropofagia (1928), brillantemente impulsada por Oswald de Andrade. Hay una indiferencia casi generalizada sobre el Modernismo brasileiro1, un vacío al momento de abordar la totalidad cultural del continente que no deja de sorprender2; sobre todo considerando el conocimiento temprano que tuvieron los artistas brasileños de las distintas escuelas europeas3; teniendo en cuenta, además, el hecho significativo de que, más bien pronto, sus poetas dieran la espalda al futurismo, generando incluso la polémica durante la visita de T. Marinetti al Brasil (con chiflas, tomates y huevos incluidos); confirmando, en fin, el rol versátil e influyente que

1

Quizás la primera barrera sea la difícil asimilación del término ''modernismo'', que en Hispanoamérica nos remite automáticamente a Darío y no, como en el caso brasileño, al modernism, término que se refiere a la vanguardia en lengua inglesa.

2

Jorge Schwartz, en su clásico Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos (México; Fondo de Cultura Económica: 2002), pasa revista de las incontables omisiones del modernismo brasileño en la extensa bibliografía de estudios y antologías abocados vanguardia en Latinoamérica.

3

La primera noticia que se tuvo en nuestro continente respecto al futurismo, la dio Rubén Darío en el diario La Nación de Buenos Aires, en 1909. Ese mismo año, Almacchio Diniz publica el artículo ''Uma nova escola literária'', publicado en un diario de Salvador de Bahía. delatripa: narrativa y algo más

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tuvieron Blaise Cendrars y Benjamin Péret -¿en ese orden? en las entrañas del modernismo. Este ambiente cargado de entusiasmos y curiosidades estéticos será el fértil terreno para la germinación de la Semana de Arte Moderno de 1922, desarrollada en São Paolo, fecha fundacional de una de las etapas más importantes y productivas de la cultura brasileña. La vasta pluralidad de impulsos y consignas modernistas puede resumirse en la siguiente línea: ''Había que hacer un arte auténticamente nacional''. La tribuna visible de estas renovadoras propuestas será el conjunto de revistas que aparecerán en el transcurso de la década. Así, inmediatamente después de acontecida la Semana, saldrá a la luz Klaxon (1922-1923), primera revista modernista del Brasil, bajo la dirección de Mário de Andrade. Mucho se ha hecho mención sobre su audaz diseño, tal como señala Jorge Swchartz: ''las más renovadora y la más creativa, no sólo por su bellísima diagramación, que recuerda técnicas de la Bauhaus, sino por las modernas ilustraciones de Becheret y Di Cavalcanti''4. Sin embargo, aunque esta revista es sin duda una ardorosa manifestación de esa etapa inicial del Modernismo (posteriormente denominada ''Fase heroica''), el contenido no alcanzó jamás la consistencia ideológica ni la virulencia retórica que sí tuvo la Revista de Antropofagia5. Otras revistas que pueden citarse son Estética (1924-1925), revista carioca que no pasó del tercer número, dirigida por Prudente de Moraes Neto y el importante historiador Sérgio Buarque de Holanda; A Revista (1925-1926), publicada en Minas Gerais, entre cuyos principales colaboradores destaca la presencia de Carlos Drummond de Andrade; Terra Roxa… e outras terras (1926), de Couto de Barros

y Antonio de Alcântara Machado (uno de los futuros directores de Antropofagia); Festa (19271929), publicación carioca de fundamentación católica e influencia postsimbolista en donde destacan Cecília Meirelles y Tristão de Athayde; Leite Criôlo (1929), publicada como suplemento del diario Estado de Minas, única revista del modernismo que tuvo como tema principal la problemática del negro; entre otras. Todas se manejaron bajo los preceptos reformadores de la Semana del 22; pocas lograron la eficacia transgresora de Antropofagia.

La devoración Desde la exhortación a los amateurs anthropophages de Alfred Jarry, pasando por la insólita revista Cannibale y el ''Manifeste cannibale Dada'' de Francis Picabia, hasta la Anthologie Négre de Blaise Cendrars 6 , la antropofagia estuvo siempre presente en la vanguardia como un símbolo del primitivismo exótico (la estética negrista de la avant garde parisienne es claro ejemplo). Bien lo aclaraba Benedito Nunes: ''la imagen del caníbal estaba en el aire''7. Oswald se impregnó en Europa del germen de estas propuestas, subvirtiendo su carácter exótico y superfluo para apropiarse de la espiritualidad salvaje, re-presentando al indígena antropófago como una presencia entregada a la devoración de los bienes culturales de occidente. Harold de Campos describiría esa actitud como la ''devoración crítica del legado universal''8. Así, en 1928, saldrá a la luz el primer número de Antropofagia. La revista conocerá dos fases: la primera ''dentición'', publicada en forma de folleto con ocho carillas (33 cm. x 24 cm.), que va desde

4

Íbid. (ver cita 2), p. 261.

5

En adelante, para referirme a esta publicación, emplearé la supresión Antropofagia.

6

Leyla Perrone-Moisés repasa sintéticamente estos antecedentes en su artículo ''La Revista de Antropofagia y el modernismo brasileño''. En Eco. Nro. 229, tomo XXXIX, p. 25-29. Bogotá: 1980.

7

Oswald canibal. São Paolo. Perspectiva: 1979.

8

''Da razão antropofágica: Europa sob o signo da devorarão''. En Coloquio/Letras. Nro. 62, pp. 10-25. Lisboa: 1981.

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mayo de 1928 hasta febrero de 1929 y tuvo diez números; la segunda ''dentición'', publicada en el periódico O Diario de São Paolo en una página entera, que va desde el 17 marzo hasta el 1 de agosto de 1929 y tuvo dieciséis números. La primera ''dentición'', bajo la dirección de Antonio Alcântara Machado y Raul Bopp, verá nacer algunas publicaciones fundamentales, como el ''Manifiesto Antropófago'' de Oswald de Andrade, el arranque de Macunaíma de Mário de Andrade, o la reproducción en trazo de Abaporu de Tarsila do Amaral. El espíritu de estos ''textos'' comparte su inclinación por desacralizar los moldes tradicionales de una sociedad abstraída en la sensibilidad decadentista. El manifiesto de Oswald es concluyente: ''Solo la antropofagia nos une. Socialmente. Económicamente. Filosóficamente''. Estas líneas sintetizan su ideario que más adelante encontrará, en la que posiblemente sea la frase más provocadora del movimiento, su consigna de agitación: ''Tupy or not tupy. Tha's is the question''. Rabelesiano y sutil, Oswald pone en evidencia el problema de la identidad brasileña que oscila entre sus raíces indígenas (tupís) y la tradición europea. En otro nivel de significación (mucho más complejo por su versatilidad para amoldarse a la retórica antropofágica), este curioso aforismo hace hincapié en el proceso de la devoración y en la consiguiente excreción como último paso ritual para constituir la buena salud del antropófago hambriento de ideales y técnicas: ''/To pee/ or not /to pee/. Tha's is the question''. No menos interesante resulta el lugar y la datación que aparecen al final del manifiesto: ''En Piratininga./ Año 374 de la Deglución del Obispo Sardinha''. Se trata, pues, de una operación genuina de decolonización: geográfica, en primer término, pues restituye el nombre que le dieron los guayanases a la planicie donde surgió São Paolo hacia 1554; histórica, después, porque 9

propone una nueva temporalidad cuya partida significó un hecho traumático para los colonizadores: la devoración del primer obispo de Brasil9 en las fauces indígenas. Más adelante, en el quinto número, Oswald volverá sobre este punto: ''Festejar el día 11 de octubre, el último día de América libre, pura, descolombizada, encantada y bravía''. La era antropofágica había sido fundada. Fueron dos perspectivas sobre el tiempo occidental que subvertían la ''historia'' para potenciarla de significaciones hasta ese entonces silenciadas. En la segunda ''dentición'' se acentuará el tono virulento de los primeros escritos, la ferocidad de los ataques contra los enemigos de la antropofagia, el humor recargado de una impúdica violencia. De esa manera, bajo el sugerente subtítulo de Órgano del club de antropofagia, la revista lanzará sus dardos desde el seno mismo de la sociedad paulistana. Posiblemente el anuncio más importante de esta fase fue el que se refirió al Primer Congreso Brasileño de Antropofagia. El evento jamás se llevó a cabo; sin embargo, ha quedado para la posteridad el decálogo ideológico que pretendía discutirse para después ser elevado al Senado y la Cámara de Diputados. Estas propuestas todavía no dejan de sorprender al público por su carácter polémico. Tenemos, entre otros: 1. maternidad responsable (o en otras palabras, la posibilidad del aborto); 2. impunidad para el homicidio piadoso (legalidad de la eutanasia); 3. organización tribal del Estado (es decir, aplicación del matriarcado); 4. nacionalización de la prensa, 5. supresión de las academias y su sustitución por laboratorios de investigación; etc. Sorprende la actualidad que cobran ahora estas ideas; no obstante, para su tiempo fueron propuestas explosivas y ''descabelladas'' que no hacían otra cosa que poner en evidencia la vulgar hipocresía imperante.

En 1556, Pedro Fernandes Sardinha fue muerto, según los testimonios, por los caetés. Al respecto hay mucha controversia, pues se cree que los hechos fueron tergiversados por los sobrevivientes para propiciar la persecución de los indígenas y el despojo de sus tierras. Algunos historiadores proponen que en realidad los antropófagos del obispo fueron los tupinamás. delatripa: narrativa y algo más

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Es por estos tiempos que también surgirá la tensión ideológica con la Escola do Anta10. Frente a la fila de ataques que en tono solemne dirigían a Oswald y compañía, éste responderá brillantemente con el texto ''Antología'', en donde se burla de sus enemigos ''tapires'' utilizando un juego de aliteraciones y paronomasias: ''Esos tales se dieron a bromear que esto acá es el país del Atalanta, pero tal el anta tal el cazador y la cacería al encontrar tanta anta no puede en serio tomar un anta sonante, que queriendo ser gigante no pasa de axiomántica. Así fue que tal rumianta tomada de antopodosis periodística antirose desastradamente en intenso antiroteo que el guardia de la aduana mantiene en este antanoclásico clan''11.

A esta época también pertenecen ''Porque como'' y ''Una adhesión que no nos interesa'' de Marxillar y Poronominare respectivamente, pseudónimos de brillante inventiva del inagotable Oswald. También, durante los cuatro primeros números de este periodo, aparecerá la serie ''Moquém'', firmada por Oswaldo Costa, cuyo principal aporte fue su crítica articulada del modernismo y la Semana del 22. Utópicamente, para la posteridad, Costa definió con estas palabras a la antropofagia: ''La descinda12 antropofágica no es una revolución literaria. Ni social. Ni política. Ni religiosa. Ella es todo eso al mismo tiempo''.

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Finalmente, es preciso referir la importante presencia que tuvo la mujer en el movimiento antropófago: desde el anuncio en el ''Manifiesto'' del retorno al ''matriarcado de Pindorama'', hasta las contribuciones pictóricas de Tarsila do Amaral o Patricia Galvão (o simplemente Pagú). ¿Qué habría sido del movimiento sin la perspectiva selvagem del Abaporu de Tarsila? ¿Qué de Oswald de Andrade, en su etapa más radical del prólogo al Serafim Ponte Grande o la revista O homem do povo, sin la inquietante presencia de Pagú? La Revista de Antropofagia dejó de publicarse la primera semana de agosto de 1929. Según testimonio de Leyla Perrone-Moisés13, las innumerables cartas de los lectores de O Diario de São Paolo expresando su desacuerdo con el contenido de esta página subversiva terminaron apresurando su final. Sin embargo, la antropofagia ya había calado hondo en el espíritu de la época. Ninguna revista de vanguardia en toda América Latina tuvo tanta originalidad de pensamiento; ninguna fue tan combativa y mordaz contra sus contemporáneos; ninguna pudo articular un conjunto de utopías que hoy, pasadas más de ocho décadas, siguen mostrándonos su poderosa inspiración y su capacidad perturbadora para la sociedad tradicional. El legado de Oswald sigue vivo para beneplácito de los nuevos antropófagos.

La Escuela del Tapir surge en contraposición a la Revista de Antropofagia. Defendía un nacionalismo a ultranza que rechazaba todo lo foráneo y que más adelante, con Plínio Salgado como principal promotor, ''desembocaría en el movimiento integralista, de inspiración fascista'' (Swchartz. Ibid., p. 558). Pese a que sus primeras actividades datan de 1927, su texto más representativo, el ''Manifiesto Nhegaçu Verde-Amarelo'', no aparecerá hasta 1929.

11

Citado en Swchartz. Íbid., p. 559.

12

Descinda (''bajada'', en castellano) es el nombre que daban los primeros colonos portugueses a sus incursiones en el territorio brasileño. Aquí, el sentido que le dan es inverso, con un fin evidentemente subversor del concepto colonizador.

13

Ver cit. 9. Ibid., p. 20.

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El cielo perdido Carlos Martín Briceño Para Mónica Lavín

I

racema permaneció de pie unos segundos junto a la escalerilla del aeroplano,

masajeándose las sienes, ajustándose los lentes oscuros en el calor de la tarde, sin aceptar la ayuda de su marido para descender. "Sabía que iba a afectarme". Se pasó la mano por la frente, quejándose de un intenso dolor de cabeza que atribuyó al cacofónico zumbido del motor y al reflejo del sol desde el océano. Ya en el bungalow, Romero fue a la ventana, aspiró el aire puro de la isla y, recostándose en el alféizar, se felicitó por su elección. Desde ahí, el exuberante jardín sembrado de buganvillas, el sendero de las orquídeas recortadas; mas allá la playa pringada de cocoteros, y el océano de aguas calmas y azulosas le recordaron las pinturas de Gauguin. La Orana María sobre todo, uno de sus lienzos preferidos, y que admiró casi una hora en el MoMA de Nueva York. El sitio sobrepasaba sus expectativas. En esta ínsula del Pacífico, el delirio cromático del pintor francés parecía aleccionado a cada momento por la naturaleza. Aquí tendría tiempo para reconquistar a su mujer, sustraerse un poco del cataclismo de la ciudad y sondear en las profundidades de la más reciente novela del autor húngaro, de nombre impronunciable, que se había comprometido a reseñar. Afuera, con una paciencia de animal cansado, el sol iniciaba su descenso. En el silencio instalado entre los dos, mientras Iracema desempacaba, Romero abrió un frasco de aceitunas negras, sacó la botella

de Hendrick´s y preparó dos gin tonic. Ofreció uno a su mujer, que lo dejó olvidado sobre el buró, y tomó asiento en un sillón de rattan, desde donde podía observar a gusto la silueta de Iracema. El tiempo no le había hecho mella. Conservaba las piernas bien formadas, libres de várices, las rodillas lisas y ese trasero firme y redondo que lo trastornaba. Las virtudes del yoga y la ausencia de maternidad habían tenido un efecto benéfico: seguía casi igual que veinte años atrás, cuando la descubrió entre los alumnos en el salón de clases. Con un doctorado en el extranjero, él iniciaba entonces la docencia. La mujer, la carrera de Letras. No fue a primera vista. Se enamoraron con lentitud, recelosos, prudentes, persuadidos por la filosofía de Erick Fromm de que el verdadero amor es un sentimiento donde dos seres se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos. Sorbió de su copa. La memoria lo retrajo a esa tarde de aguacero en que la mayoría de sus alumnos no llegó a la facultad y aprovechó para invitarla al cine club del campus. Vieron Indochina. Al salir fueron a cenar a un café del centro histórico. Ahí, animado por el vino, le habló de la pulcritud en la fotografía de la cinta, disertó sobre los diálogos que hacían pensar en un guionista talentoso, alabó el acierto del director por elegir a una Deneuve, ya mayor, como heroína de un film que aborda la decadencia del imperialismo francés. Iracema se mostró deslumbrada con todo ese despliegue de erudición, mientras su mirada iba de las manos grandes a la barba cerrada delatripa: narrativa y algo más

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hasta detenerse en sus labios. La edad no parecía importante. Ojalá, piensa, al servirse el tercer gin, haya valido la pena haber venido de tan lejos. Lenta, la brisa trajo consigo a la noche. En la penumbra de la habitación, tras un baño de agua caliente y un estoy cansadísima, Iracema se quedó profundamente dormida. Romero la miró con el mismo deseo de todos esos años. La halló, incluso, más hermosa en esa cama colgante, rejuvenecida sobre aquellas sábanas ajenas. Bebió su quinta copa hasta el fondo y decidió tomar una ducha. Se burló de la simplista concepción ecológica de los isleños: el agua brotaba de una caracola. Despabilado, fue hacia la hamaca de la terraza y abrió las páginas de la novela que había traído consigo. En un principio le irritó la insistencia del narrador por inmiscuirse en el destino de sus personajes: una pareja en conflicto incapaz de sobreponerse a la pérdida accidental del hijo, y que se refugia en una casa junto al lago Balatn, cerca de Budapest. Romero dedujo que el húngaro practicaba este anacronismo, combinándolo con profusas descripciones, con la intención de parecer deliberadamente vanguardista, aunque en él, lo único que provocaba era un profundo desaliento. Sólo hasta el tercer capítulo cayó en la cuenta que se trataba de un ingenioso truco al servicio de la verosimilitud. Entonces se dejó envolver por la trama de la novela. Su memoria almacenaba las imágenes: el condominio frente al lago, la piscina rodeada de arbustos olorosos, ese sol empalidecido, las armonías del vodka al verterse sobre el hielo y la pareja que buscaba expiar culpas a través una discusión permanente. Ahora era un voyeur del juego que sobrevino en el

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rellano de la escalera, cuando la mujer quiso huir y refugiarse en la habitación. La entrega fue rápida, instintiva, indispensable para otro comienzo. Pesados los párpados, con el libro resbalándosele de las manos, Romero cedió al cansancio. Soñó con Iracema desnuda, acostada de espaldas sobre un camastro, la misma posición de la nativa en El espíritu de la muerte. Luego se descubrió agazapado, mirándola, y justo cuando iba a atacarla, volvió a la realidad. Sudaba. Y tenía una erección. Detestaba la frialdad de su mujer, las escaramuzas del domingo por la mañana que él complementaba con la visita a una casa de masajes, una o dos veces por semana. Hacían el amor con prisas; la mente ocupada siempre en proyectos académicos, varados en ese acuerdo de conveniencia que los ayudaba a seguir adelante con sus aspiraciones profesionales. El precario equilibrio empezó a resquebrajarse cuando Iracema, al cumplir cuarenta y cuatro, llegó puntual a la menopausia, comprendiendo que no tendrían ya ni la esperanza de un hijo que los obligara a mantenerse juntos. Los meses subsecuentes la relación devino en una silente coexistencia. Más tarde ella anunció que no tenía ánimos para continuar. Romero sintió miedo. Ella era la única que lo comprendía un poco, la única capaz de soportarlo. Tenía dificultades para concentrarse en sus artículos y leer sin anteojos. ¿Comenzaba su descenso? Así que sugirió este viaje. Perderla confirmaría su ruina. Por eso se encontraba aquí, de madrugada, intentando leer bajo el manto ambarino del cuarto creciente de la luna, a punto de acostarse junto a una Iracema que,


probablemente, ni siquiera ahora, en este rescoldo del paraíso iba a condescender a sus deseos.

En el comedor, el mesero le informó que Iracema había salido temprano a recorrer en bote los manglares. Su disgusto le contrajo la mandíbula. Ese paseo debió ser para dos. ¿Por qué bebí tanto? Le punzaban las sienes, sintió la espalda y cuello rígidos… se había quedado entumido en la hamaca, los lentes puestos, el libro en el pecho, y sólo despertó hasta muy entrada la mañana, cuando la impertinencia del sol cayó sobre su rostro. En su berrinche, derramó la taza del expresso recién servido. El mozo trató de ayudarlo pero Romero se opuso cortésmente. Decidió regresar a las páginas de su novela. Antes de retirarse, dejó un billete de diez dólares y pidió que le llevaran hielo y agua tónica al bungalow. Llenó su vaso con más ginebra y se acomodó en la hamaca de la terraza. Ahora la pareja parecía haber establecido una tregua para renovar su apetencia sexual. Y en este punto el autor se enfrascaba en un largo y farragoso retrato del lago y sus alrededores que a Romero le pareció excesivo. Prosiguió la lectura un par de horas. A ratos dormitaba y, en los sueños, confundía su vida con la historia. El recuerdo de Iracema llegaba constantemente a su cerebro. Tratando de mantener los ojos abiertos, divagaba y debía refrescar su garganta para desperezarse. Finalmente se durmió. Cuando abrió los ojos era noche. Oyó el mar y sintió la piel fría. El libro había caído, las páginas estaban cubiertas de arena. Se inclinó para recogerlo. Al levantar la mirada vio luz en el cuarto y se puso tenso. Dispuesto al reclamo, se encaminó hacia la habitación.

Se imaginó gritándole, sacudiéndola, echando en cara ese mutismo suyo al que atribuyó el desastre de la relación, pero antes de poner la mano en el picaporte, cayó en la cuenta de que todo era enormemente cursi, una escena salida de la pluma de Toni Morrison. Y el viaje había sido demasiado largo como para agotarlo en discusiones. Abrió la puerta, llegó despacio a la cama donde Iracema leía Deseo, de Elfriede Jelinek. En otra ocasión le diría qué piensa de la austriaca. Se sentó al borde de la cama y pidió disculpas. Iracema cerró el libro y lo miró con lástima. Dejó que pasaran unos segundos sólo para decirle que se hallaba verdaderamente cansada. Romero quedó en silencio, inmóvil, aguardando que las palabras fluyeran voluntariamente de su boca. Permaneció así hasta que escuchó: -Mañana la pasamos juntos, lo prometo; despiértame temprano para nadar -al tiempo que ella desapareció bajo las sábanas. Al amanecer se acercaron juntos a un mar frío, discretamente turquesa bajo el sol que vacilaba en asomar por completo. Iracema se zambulló sin mayor trámite, pero él prefirió quedarse cerca de un cocotero, mirándola. Volvió a la novela y al rato ya estaba cabeceando, lidiando con una historia que no acababa de convencerlo. Había leído más de la mitad y no vislumbraba aún cual habría de ser el desenlace de estos amantes que buscan en el sexo redención a sus errores. Dejó el libro y dormitó un instante. Despertó inquieto y buscó con la mirada la figura de su esposa. La vio pequeñísima, ondulante entre el azul movimiento de las olas. Tuvo la impresión de que se la tragaba el océano. Nervioso, se puso de pie y fijó bien la vista. La iridiscencia del sol y el sudor que mojaba sus pestañas le delatripa: narrativa y algo más

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impidieron hallarla al primer intento. Después la descubrió nadando hacia la orilla y corrió hacia ella. La vio salir con el miedo impreso en el rostro y presintió que no se había equivocado. -¡Me jaló! ¡Me mordió! -dijo exaltada, llorosa. -¿Sucedió algo? -¡Tú y tus idioteces de venir hasta aquí! señaló una herida en la planta de uno de sus pies. Romero quedó sin saber cómo responder. Petrificado. Fueron unos segundos, pero tuvo tiempo para vislumbrar una vejez sin Iracema. El futuro siempre es una mierda. "Y el amor finaliza tan pronto como sentimos a un ser limitado", resonaron en su cerebro las palabras

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de Nietzsche. ¿Por qué no la devoró el mar? Me toca ser un viejo abandonado. Qué remedio. Enseguida la estrechó contra sí y la condujo con firmeza al bungalow. Sin dejar de sollozar, la mujer untó su piel húmeda a la del hombre y se dejó llevar hacia la cama colgante. Sentirla tan suave e indefensa sobre las sábanas le hirvió el cuerpo. Y sin dar tiempo a reaccionar, le quitó el traje de baño y se le encimó. Fue un acto breve y seco, un estallido encubierto por la soledad de la isla y los rumores del océano. Aún desnudo, sin hacer caso del llanto apagado de Iracema, Romero se sirvió otro vaso de ginebra y salió una vez más a la terraza para continuar la misma, interminable historia.


Los manifiestos de manifestarse Adán Echeverría

…e

l áspero sonido rasgó telas, resquebrajó vidrios e hizo a la manifestación disgregarse como en un tiro de billar. Los cuerpos de los manifestantes iban de un lado a otro, golpeándose entre sí, y los gritos no podían distinguirse de forma individual, sino como un enorme amasijo de sonideros que subían fundiéndose bajo el terrible acto despellejante del calor solar. Era casi medio día y el pavimento no respetaba la piel de las jovencitas que, pecho tierra, moqueaban aterrorizadas por la ráfaga de -tres o cinco- balas que se habían soltado. Jóvenes de pinta oscura, de estandartes rojos o anaranjados, tatuadas pieles, de pearcings en el rostro y en salvas sean las partes, ademanes de "soy un radical rojísimo", ahora pedían el refugio de los brazos de mamá. El alarido crecía y los iba abrazando y sujetando con violencia, para luego lanzarlos por la avenida, como se lanza un trompo, disgregándolos en la carrera. Los débiles cayeron y fueron abandonados a su suerte. Los listos, así como los abusones, fueron los primeros en levantar polvareda tras sus pies y, sin voltear, no les importó abandonar monumentos o estatuas de sal que fueran quedando al cimbrarse, con disparos, esa parte de la ciudad. Pocos vieron la llegada de las camionetas antimotines, cerca de ellos, observando. Pocos se percataron de los pasos del comandante hacia el centro de la multitud, abriéndose

camino a codazos, para intentar tomar la palabra. La protesta era debido al insulto cometido al pueblo por la imposición de ese fallido monumento. Se trataba de una burla que reafirmaba el colonialismo. Apretar la herida moral de los caídos que, durante siglos, habían luchado contra la opresión del rico sobre el pobre, del conquistador sobre el conquistado. Un monumento a la barbarie, levantar en bronce una estatua que dignifica el racismo, la discriminación. Apenas el comandante logró acercarse al centro del barullo, una detonación desató la furia y el terror de la masa que, como gigante herido, se sacudió arrojando sus células, a manera de cuerpos humanos. El comandante, por instinto de supervivencia, extrajo su pistola, tipo escuadra, del cinto y levantándola, haciendo el esfuerzo ante los empujones que lo iban arrastrando en la barahúnda, lanzó tres disparos al aire para que la gente se replegara. Uno de los oficiales, parapetado junto a las camionetas antimotines, con los demás policías, como espectador de la protesta, no pudo controlar el miedo a que un proyectil lo alcanzara, y tras escuchar el estallido y las balas disparadas al aire, abrió fuego hacia la multitud que intentaba escapar; cerrando los ojos, y sin dejar de pensar en sus dos niños que a esa misma hora se encontrarían cómodos y alegres en su salón de clase en una escuela primaria del sur de la ciudad. Tuvo que pensar: delatripa: narrativa y algo más

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a que lloren en mi casa a que lloren en la tuya, que lloren en la tuya. Más adelante se supo que tres víctimas fueron alcanzadas por las balas: aquel vieneviene que ayudaba a acomodar los carros en esa zona de la avenida, junto al café Impala, la señora del silbato que siempre anda sucia y alcoholizada y que constantemente suena que suena una botella de plástico donde tiene metidas algunas piedritas, y un hombre de poco más de cincuenta años que limpiaba las ventanas del banco hsbc, frentito al monumento. Los primeros que huyeron, no tardaron en llegar a El Templo. Se trataba de la mayoría de los organizadores, junto con algunos jóvenes que corrieron en la estampida, siguiendo los pasos sin saber a dónde se dirigían, en busca de refugio. El calor y la carrera habían sido tremendos. Nada como llegar a la sombra y bajo la frescura del aire acondicionado que ofrecía el bar mencionado, en el que constantemente se realizaban las reuniones, cargadas de ideologías, y desde donde se había lanzado, dos meses atrás, la convocatoria para la protesta, que exigía sin miramientos y sin retroceder un palmo, a las autoridades del Ayuntamiento retirar de forma inmediata aquel monumento, signo de la deshonra a un pueblo maya que todos teníamos latiendo en nuestras venas. Las reuniones habían comenzado en un café. Luego las redes sociales acrecentaron el número de seguidores. Las columnas en periódicos, las bitácoras electrónicas, los mensajes a celular, y la transmisión de eslogans en estaciones de radio de la Internet poco a poco hicieron mella en la conciencia pública.

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En los cafés del Centro Histórico se escuchaban las mismas pláticas. Era el tema de todos los días y todo aquel que se preciara de conducirse como ente izquierdoso, sabiendo a pie juntillas la vida del Ché Guevara, hasta llevarlo tatuado en la mente, el pecho, hombro, tetilla o nalga, tendría que aceptar como un deber, el apoyar la causa. Ay de aquellos ilusos que no querían sumarse a la protesta. Cómo podían dormir sin utilizar su pluma con el coraje que implicaba ser escritor. Cómo escribir sobre la hoja en blanco sin señalar, junto con toda la masa creciente, la deshonra con que, a mansalva, la administración pública, había golpeado a la sociedad justo cuando iba a entregar la alcaldía a sus sucesores. Los tipejos que soltaban sus diatribas en contra de la protesta no eran más que unos fariseos ilusos, que hacen la cruz en la frente y se santiguan al ver el color rojo y el dorado del martillo y la hoz ondeando en las banderas. Besa oligárquicos, ladrones o estafadores. Cómo se llaman escritores. Por eso nadie lee sus libros, jamás publicarían en la verdadera prensa escrita de la Gran Ciudad, esa de la dignidad y qué se yo. Ya en El Templo, donde las reuniones se hicieron continuas e intimistas, donde de ser desconocidos con el tiempo fueron considerándose familiares, hermanos, compañeros todos, hasta convertirla en Centro Cultural Alternativo, y no refugio de vagos marginales, como algunos reporteros vendidos acostumbraban señalarlos; ya en El Templo, y a buen resguardo, fueron acercando las mesas para sentarse a departir sus testimonios. ¿Cómo pudieron dispararnos? Algunos aun estaban a la espera de que llegaran por ellos y los arrestaran. El dueño del sitio, que los conocía


a todos, escuchó y tomó al aire muchas de las historias que de manera dispersa iban soltando cada uno para ir tejiendo la imagen de lo que había pasado. Puso a los meseros a servir de inmediato cervezas heladas que mitigaran sed y miedo, para que la adrenalina fuera bajando, y pidió que se cerraran las puertas. "Si alguien más llega, que se identifique o se vaya a la chingada; nadie mas entrará que no sea conocido". Una vez que los refugiados hubieron empinado las botellas para refrescarse, y después del ahh, necesario en el suspiro, la calma volvió a todos y el silencio se hizo presente. La mañana de ese día era prometedora. Los estudiantes llevaban semanas esperando la fecha, y una vez que sus padres o madres los dejaron en la puerta de sus escuelas, fueron juntándose por las esquinas, engrosando minuto a minuto el contingente. En la cháchara mañanera, discutieron estrategias, platicaron las noticias nacionales -era necesario estar informado- encendieron cigarrillos, trazaron sus lemas y consignas en cartulinas rosadas, amarillas, verdes, tratando de dejar en claro que su rebeldía, y su rayar las clases ese día, era por una causa que justificaba totalmente su vida que comenzaba a abrirse a los ideales. El eco de los mártires del 68 volaba sobre sus conciencias, los acuerdos de San Andrés, la matanza de Acteal, Atenco, todo junto, hasta el rescate de los mineros de Chile, eran motivo de inspiración para tomar el ánimo justo que requería ser partícipe del movimiento. ¡Qué nos duran los narcos!, gritaban, ¡Abajo los políticos! Y alguien encendía una bachita de olor dulzón y la rolaba con las quinceañeras preparatorianas que se habían arremangado las faldas de tablones, se subían las blusas blancas dejando al aire los ombligos,

y exhalaban, muy entronas, el humo verde de la vida verdadera, ¡Qué nos duran los malditos partidócratas! Y metían el humo una vez más para aguantarlo en el pulmón, mientras pasaban el cigarro a sus compañeras. Fueron llegando al lugar de reunión de manera puntual, agrupándose en la explanada del Impala, en la entrada del Gran Café, en los camellones. Hasta que el oficial que dirigía el tráfico en el crucero tuvo que pensar que era mejor moverse, ya que eran demasiados los jóvenes de aspecto "raro" que se empezaban a reunir a su alrededor. Una patrulla llegó pero sus tripulantes no descendieron del vehículo (algunos manifestantes luego dijeron haberse percatado que hacían llamadas por la radio). Fue entonces cuando dos de los organizadores saltaron al tráfico para pedirle a los vehículos, que transitaban por la calle 47, que no doblaran sobre la avenida. Los manifestantes entonces tomaron la calle en tres movimientos: Los organizadores previeron con antelación no importunar el tráfico. El reloj pulsera marcaba las 8 con 30 de la mañana del 12 de octubre y muchos de los voluntarios cubrieron la entrada al Paseo de Montejo, sobre la calle 60, mientras otros bloquearon la entrada hacia el paso conocido como El Remate. Un grupo más atajó el carril norte-sur de la avenida, desviando el tráfico hacia la calle 45, la de las casas gemelas. El tráfico estaba contenido. Entonces habilitaron un amplificador, micrófonos, altavoces y uno de los ideólogos del movimiento tomó la palabra. El discurso fue breve pero conmovedor. El ideólogo tenía callo. Había formado parte del PSUM y presumía haber trabado amistad, en aquellos días, nada menos que con el mismo José Revueltas, cuando el escritor recorriera delatripa: narrativa y algo más

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el país entero formando a los jóvenes comunistas. Sus días de mozuelo los había pasado entre las filas rojas. Había contado innumerables veces como había estado cerca del Charras, y cuando lloró su asesinato. Los primeros años de 1970, cuando el partido oficial era duro con las juventudes. Los estudiantes de la Escuela Secundaria Federal Número 1 se habían rebelado tomando el edificio y sacando a la planta docente a la calle. El mismo Charras había ido a la escuela para ver el movimiento juvenil que se había gestado. El director del centro educativo llamó a las autoridades. La información llegó hasta oídos de los universitarios, y de ahí a sus líderes, que acudieron en apoyo de los alumnos. Fue entonces, cuando nuestro orador, de este presente, miró la espigada figura de aquel reformador del sindicalismo yucateco, caminar por el patio de su escuela secundaria. Incluso presumía cómo el Charras se detuvo ante él para removerle los cabellos con su morena mano, dedicándole una sonrisa abierta. Por ello, cuando el cuerpo del Charras apareció descuartizado en el monte, a orilla de la carretera, se le estrujó el corazón, como hoy al recordarlo. Ahora sabe que pronto llegaría el momento para pasar la estafeta. Pero así como el mismo Juárez se había dicho innumerables veces que no podía dejar la presidencia por miedo a lo qué sería del país, nuestro orador tenía miedo de abandonar la lucha social mientras ningún joven demostrara la capacidad de ser un dirigente digno. Mientras aun tuviera fuerzas seguiría trepado en sus ideas, uniéndose a la juventud, y educando en la ideología libertaria.

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Nuestro orador rebasa los cincuenta años pero rebosa juventud. Lleva siempre pantaloncillos dockers brinca charcos, generalmente color caqui, o de mezclilla furor o levi's; tenis blancos, las más de las veces, que no pueden ser sino adidas o nike. Su tez es morena, por ser digno representante del campo en donde nació, y tanto las canas en su pelo rizado, como las prominentes entradas en su cabeza, junto con sus lentes, beneton, para apoyarle en su miopía, son signos de la experiencia que lleva en las espaldas. Una vez que el tránsito vehicular estaba controlado, y que algunos reporteros madrugadores habían llegado y tenían el boletín de prensa que enviaron los organizadores, el orador sacó su blackberry y comenzó a dar lectura a un discurso que conmovió. Para concluir su intervención dijo algo mas o menos así: "resulta inmoral e innoble que en esta Muy Leal Ciudad de…, permitamos al grupo de oligárquicos en el poder, la vergüenza de levantar el monumento…, que no hace mas que demostrar, una ciudad dividida entre los del dinero, y los que somos el verdadero pueblo". Algunos reporteros, que conocían su trayectoria, se miraban unos a otros porque no entendían que el orador señalara aquello, cuando era de todos sabido que gozaba de un sueldo como asesor cultural en el gobierno actual. Que había brincado de partido en partido, intentando ser, sin conseguirlo, diputado o alcalde. El orador llevaba años a sueldo en el gobierno, pasando de un sexenio a otro, siempre a tiempo para tomarse la foto con el gobernador en turno, sin importar los colores partidistas, ni las ideologías sociales. Todo un aviador jamás comprometido con otra causa que no fuera la suya.


"Por eso compañeros y compañeras continuaba- nos hemos reunido acá, con huevos, con ovarios, -la equidad siempre presente-, para gritarles en la cara: Que no levantamos estatuas a los asesinos. No edificamos homenajes a los conquistadores. Decimos: No a la discriminación. Gritamos: Yo no discrimino". Los manifestantes se contagiaron de la euforia porque, levantando el puño gritaban: No a los Montejo, No a los Montejo, y las voces y porras se intercalaban con: Yo no discrimino, Yo no discrimino. Cuando la temperatura sube y el sonido se levanta como un enorme dragón cargado de decibeles, la euforia se contagia y se transmite piel a piel, de mirada en mirada, y se esparce por los sudores. El griterío era tal que muchas parejas aprovecharon para fundirse en besos, abrazos; otros se acariciaron al sentirse contagiados de estas emociones que los situaban por encima de la historia. Una mujer delgadísima dio unos pasos adelante, se desprendió de la túnica que la cubría y quedó desnuda frente a todos, solamente portando unos lentes oscuros. Los organizadores junto con algunos voluntarios hicieron retroceder a la gente, y la mujer escaló el monumento, permitiendo que hasta los más lejanos pudieran apreciarla en todo su esplendor. El reloj marcaba las 9 y 40 de la mañana. A esa hora la luz permanece sus tonalidades de azul, y la mujer, a la distancia, parecía mucho más bella que lo que en verdad es, lo cual resultaba excelente para su representación, por el golpe visual que representaba. La mujer, que acá llamaremos La Monodidáctica, escaló ágilmente el monumento. Se

situó de forma tal que pudo tomar con la boca el dedo de uno de los personajes ahí representados en el bronce, el cual mantenía el brazo extendido hacia el frente. Cuando tuvo el dedo dentro de la boca comenzó a chuparlo y lamerlo, mientras frotaba su cuerpo contra los bultos metalizados, usando manos, senos y piernas para acariciar el bronce todo, de los dos personajes representados. Cuando La Monodidáctica presentó a los organizadores la idea del performance, había explicado que lo que intentaría representar era el sometimiento del pueblo, y el triunfo del amor sobre el odio de los conquistadores. Puede mas un beso que una bala, había dicho, es mejor un orgasmo que un asesinato, recalcó. Lo estaba consiguiendo. La multitud languidecía frente a su representación. La mujer lucía un delgado trasero, muy estético, y llevaba cortado el vello del pubis al rape. Mientras realizaba la felación al dedo, se contoneaba y gemía, enseñando el culo en todo su esplendor a la miradas silenciosas de los manifestantes, por lo que los suspiros de la multitud crecían y excitaban a los ahí reunidos (¿dije que muchos eran preparatorianos?). No faltaron parejitas que se brindaron arrumacos románticos necesarios en esta revolución de ideas, en consonancia con La Monodidáctica. Por ello pocos vieron a los policías llegar y rodearlos. Súbitamente, como alcanzando el orgasmo, La Monodidáctica sacudió el cuerpo en varios espasmos, empujando la cadera hacia la pelvis de uno de los monigotes de bronce, de inmediato tomó una lata que oportunamente le habían acercado, y se derramó encima su contenido -pintura roja- sobre sus pequeños y respingados pechos de niña.

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El efecto del sol en el cuerpo manchado de pintura de la mujer fue un acto erótico que muchos de los que tuvimos la oportunidad de presenciar, jamás nos arrancaremos de la mente. Alguien le acercó un listón de color claro, de cinco centímetros de ancho, que llevaba escrito: Yo no discrimino. Lo levantó para luego amarrárselo en la frente. Fue el parangón. Las pancartas y otros listones que habían sido repartidos oportunamente, fueron levantándose sostenidos por la multitud. Los fotógrafos de la prensa aprovecharon para disparar sus cámaras, y el remolino humano comenzó a lanzar escupitajos sobre aquel símbolo de bronce. Un joven se sacó el miembro flácido y orinó la base del monumento, mientras otros jóvenes intrépidos pegaron, con cinta canela, pancartas alrededor del mismo basamento. Eso sí, todo mundo se cuidó de no dañar la obra con pintas o roturas: un poco de orina y algunos salivazos, no importaban. Fue cuando el comandante se abrió paso entre los cuerpos juveniles, y la detonación se hizo escuchar causando conmoción y pánico. El acto reflejo del comandante fue disparar al aire, y el terror del agente que creyó que podría morir ahí mismo, dejando a sus hijos huérfanos: "a que lloren en mi casa, que lloren en la tuya", le obligó a abrir fuego sobre la multitud. Tres personas cayeron por las balas y la multitud, al huir descontrolada, dejó varios desmayados, muchos con raspaduras y laceraciones. El agente fue detenido. Esperaba el regaño en la parte trasera de la patrulla. Llevaba la cabeza gacha y no dejaba de llorar. Hubo más de cuarenta detenidos. Una mujer de larga cabellera de no más de 17 años, corpulenta, llevaba una camisa blanca que 74

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tenía pintado en letras verdes: ¡Has patria, mata un…! Fue esposada y trepada con lujo de violencia a una camioneta. La bota de un agente fue a estrellarse contra sus piernas, flancos, brazos, hasta romperle la nariz y los labios. Se lastimó sola, dijeron, durante los empujones la pisoteó la muchedumbre. Los organizadores habían desaparecido de la escena. La detonación fue un petardo, hecho con pólvora y sosquil, de uso común en las festividades de las iglesias y los gremios, cualquiera pudo soltarlo, pero los 40 detenidos fueron fichados e interrogados durante semanas. Las autoridades acusaron formalmente a la mujer de la camiseta blanca con el slogan al que calificaron como: incitar a la violencia, poner en riesgo a la ciudad. Mientras eso ocurría en la calle, los organizadores, y los que pudieron lograrlo, se refugiaron en El Templo. El silencio volaba sobre los ahí reunidos que mantenían las caras largas. Pocos aún respiraban de manera entrecortada. La cerveza comenzaba a realizar su función, aflojar músculos, relajar el pensamiento, sonreír la travesura. Quizá para romper el silencio, La Monodidáctica dijo: - Al menos el tiempo alcanzó para que todos miraran el performance… Uno de los organizadores, muy querido por la banda marginal por que su pensamiento iba de acuerdo a sus actos, perdió los estribos y se volteó hacia ella, con los ojos cargados de ira: - ¿Es lo único que te interesa? -hizo una pausa intentando contenerse y apretó la mano sobre la botella de cerveza, bebió un trago y sin lograr calmarse continuó- Puede haber gente muerta, pudimos perder a muchos


camaradas y tú sólo piensas en tu performance… El orador del blackberry puso su mano en el hombro de La Monodidáctica y está bebió su cerveza, bajando la cara, mientras lo escuchaba: - Ella tiene razón. Grabé en video el performance, y el inicio de los disparos. Ya lo he subido a mi Muro. Ahora sí le partiremos la madre al gobierno. Ese contingente de paramilitares que nos atacó no quedará impune. Sacaremos de la cárcel a los detenidos, y haremos pagar a los oficiales, empezando por el secretario de seguridad pública. Despídanse de ese maldito monumento -al decir esto no dejaba de levantar en el aire su oficina móvil, mientras que algunos aplaudían y silbaban. Los ahí reunidos se arremolinaron junto a los tres que debatían, brindándole mayor importancia al orador que levantaba el blackberry, como si fuera una reliquia que curara todos los males milagrosamente. Alguien preguntó:

- Hay cinco. Uno es de Ciudad Juárez y dice que es indignante, que difundirá el video. Dos son de Cuba, incluso. También hay del Distrito federal. Uno te felicita -le dijo a La Monodidáctica empujándole la cabeza gacha hacia abajo, en señal de camaradería. La mujer levantó la vista y preguntó: - ¿Y qué dice? -entonces el orador mirando hacia el fondo de la cerveza que en ese momento se empinaba, se tomó el tiempo en recostarse en el asiento de la silla, estiró las piernas, se limpió la boca con el antebrazo y sacudiéndose un poco la pereza, dijo: - Han preguntado si pude tomar más fotos. Que tus tetas son deliciosas. El silencio los cubrió a todos con su manto. La Monodidáctica sonrió apenas y dejó que su vista planeara sobre los ahí reunidos sin detenerse a mirar a nadie, hasta que su mirada, con timidez, incluso, se perdió en la luz verdosa que cruzaba el cristal de las botellas que estaban en la barra del bar.

- ¿Ya tienes comentarios? ¿Qué han dicho?

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El Santo, otra vez Silvia Cristina Leirana Alcocer

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os nueve cuentos que componen este libro recrean la niñez, la adolescencia y la juventud

de diferentes personajes masculinos. Relatados en primera persona, cada cuento es un universo diferente, aunque hay relaciones intertextuales entre "María de los Ángeles" y "Sólo son sones". Contrasta el epígrafe ("la memoria es atributo de los tontos", Chateaubriand) con la nostalgia por un paisaje que se ha perdido a causa de la explotación petrolera ("Sólo son sones"), por las diversiones que se acabaron con la ley que clausuraba los burdeles de la zona de Santa Engracia ("María de los Ángeles"), por el tiempo que libre que no se tiene más y por la juventud perdida. A continuación me permito comentar cada uno de los cuentos. En "J. Dillinger", como el bandido estadounidense, el Coyotote planea un asalto para no aburrirse. Y aunque los amigos trazaron juntos el plan para realizar el atraco, ninguno supo como les fue a los otros con la justicia; a pesar de lo bien que le fue al protagonista, él hubiera preferido celebrar con Margarita en la oscuridad de un calabozo. "Te acordás hermano" Relata la intriga que pretende alterar, por diversión, la vida de un conocido, y que se le revierte al narrador personaje, por la habilidad del que debiera ser la víctima; perdió la lucha contra el tedio: "...sé que los paseos por las canchas de básquet, la aburrición y la diarrea, van a estar conmigo por mucho tiempo a partir de la luna de miel que hilo a hilo empieza a tejerse" (Pág. 58).

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"Novena entrada" es el cuento con mayor tensión en el libro; "la novena entrada es la pieza de la vida; pone a cada quien en su sitio" explica el padre del protagonista (Pág. 61); certera metáfora para expresar la vida. Se recrea la visión de un niño pequeño, que intuye los problemas entre sus papás, pero no quiere hacerlos explícitos; así como su temor a perder el cariño del padre: "Pero esa no era la razón de mi angustia, era otro el móvil, que mi padre estuviera lejos, no de mi persona, sino de algo que yo en ese momento pensé como ajeno a mi cariño. Veía a mi viejo distante, como si su entorno de vida hubiera quedado atrás y él fuera otra persona; inclusive me eran desconocidos sus movimientos, la forma de limpiarse el rostro, de qué manera tan eléctrica manejó las manos." (Pág.63). Sin embargo, no por ello se ausenta la alegría, propia de los juegos de esa etapa de la vida "... la figura de la mujer del auto azul se está deshaciendo entre las delgadas llantas de la bici, de aquel regalo de mi abuelo,..." (Pág.68). El conflicto se resuelve cuando el papá afirma "Ya terminó la novena entrada, hijo, hay que festejar la victoria" (Pág.72). "Otra vez el Santo" se trata de un cuento fantástico que recrea la estructura de las películas del famoso luchador mexicano, cuando la realidad es trastocada para que se reanude la eterna lucha entre el bien y el mal. El Santo rescata al protagonista, con absoluta discreción: nadie se percató del gusano que intentó atacarlo en la laguna, tampoco de que el enmascarado de plata interpuso su cuerpo entre el muchacho y el animal. La tarde transcurría tranquila para los demás,


no así para el protagonista, a quien angustiaba la posibilidad de no ver a su héroe posar para el público. El ambiente de provincia; la visión de un adolescente ante el amor y la aventura son recreados a lo largo del texto, que se desarrolla con la tensión suficiente para atrapar al lector. El mal, personificado por hermosas vampiresas estuvo a punto de hacerse pasar por su contrario; una intuición del protagonista lo llevó a enfrentarse con las fuerzas del averno. La visión cinematográfica da contundencia a esta historia. "María de los Ángeles" recrea la maravilla de las primeras relaciones sexuales de un adolescente, enamorado de una prostituta. La narración es de un adulto nostálgico, que ha recordado y buscado constantemente a esa mujer. Pero la nostalgia es también por el ambiente de provincia, por el paisaje urbano que se transforma irremediablemente. "De llamar" es relatado desde el presente de un joven que está descubriendo el amor y la sexualidad al mismo tiempo y que acepta las condiciones de su amada; también recrea los conflictos familiares, los disgustos de los padres ante las ausencias escolares, la jerarquía al interior del hogar, las peripecias que uno enfrenta por amor. La tensión se sostiene a lo largo de la historia, cuyo conflicto permanece.

"Sólo son sones" es un cuento de ambiente, una búsqueda de perpetuar la memoria: "los niños pequeños son los que tienen la obligación de recordar, los grandes parecen estar amarrados a otras preocupaciones, su visión no se centra en el color de la brisa ni en el olor del cielo" (Pág. 183). La música que ya nadie toca, los edificios que han variado sus funciones, la relación entre lugareños y extranjeros están presentes en el relato de un hombre maduro. De Otra vez el Santo podría decirse que es un libro juvenil; me parece que sería una buena entrada para el acercamiento a la lectura de los muchachos de secundaria y prepa, que se identificarían con los personajes y disfrutarían sus aventuras, así como se acongojarían con sus penas. Muy lejos de ser un libro didáctico (es claro su carácter lúdico) me parece muy recomendable para los rincones de lectura de la SEP, así como para los programas que intentan hacer de México un país de lectores.

Ramírez Heredia, Rafael. 2005 Otra vez el Santo. Alfaguara, México.

"Huye, Jabalina" es un relato con misterio: el narrador personaje no ubica bien a bien a su ex compañera de prepa, sin embargo, corre con ella una aventura policiaca, y aunque al principio fue arrastrado por las circunstancias, cuando puede librarse de ella, no lo hace, y… el final no lo relato para que se animen a leerlo. "Robinsón el ahijado" De nueva cuenta la intriga se hace presente: los celos de una mujer distancian al padrino del ahijado. Los amiguismos, la corrupción y la injusticia que priva en las instituciones de gobierno son el ambiente en el que se da la historia del muchacho huérfano que sólo quería el afecto de un padre.

Texto leído durante la presentación del libro realizada en "El Lucero del Alba" el día 17 de marzo de 2006. delatripa: narrativa y algo más

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Nos vemos en el slam

por Mario Pineda Quintal

La otra Mérida He escuchado en la Mérida de trovadores románticos que esperan a parejas enamoradas en la plaza grande del centro histórico, la letra revolucionaria de Silvio Rodríguez en voz de trovadores rebeldes de la Casa de Todos, a cantantes de reggae defendiendo la inofensiva existencia y legalización de la marihuana en las tocadas organizadas en los parques públicos, a los integrantes de las bandas locales de punk exigiendo la liberación de los manifestantes detenidos por protestar contra la visita del entonces presidente de los United State, George W. Bush, a escritores jóvenes y viejos diciendo en micrófono abierto "pos vamos abrir la primera" después de terminar la presentación de libros o lectura de sus textos en las bibliotecas, el discurso de autoridades expresando a los jóvenes creadores que a lo largo de la vida sigan aprovechando el tiempo libre con el quehacer artístico, mas nunca motivándolos para que lo tengan como oficio, las quejas de artistas visuales yucatecos de añeja e internacional trayectoria porque en el certamen de una bienal el jurado declaró desierto el único premio de la categoría donde participaron con creaciones inéditas. He visto en la Mérida de hombres y mujeres que se visten con suprema elegancia cuando van a los céntricos museos, a mestizas dibujadas con sangre, mierda y orín, arte-objetos donde la materia prima es cueros y cabezas de cerdos, un cuadro de Goofy bajando del avión presidencial, lámparas frente a paredes pintadas completamente de blanco para que el efecto sombra de los cuerpos sean la obra, a un pintor perforándose los brazos, la espalda y el pene en el patio de un museo, una

casa de campaña metida a una piscina de plástico semillena de agua, un chile habanero como símbolo patrio en los billetes, a grafiteros pintando la barda trasera del aeropuerto, el rol de mano en mano de una botella de mezcal o la presencia sigilosa de una enfermera sexy en las salas dedicadas al arte. He visto en la Mérida de aficionados al teatro que compran boletos de primera fila para ver en el escenario a actrices y actores de telenovela, las sombras de una pareja penetrándose, chupándose y dándose todas las caricias posibles en sus genitales al son de la lectura de pornoversos, a una mujer gritando y enredando a todos con cintas amarillas de precaución, al Quijote y a Sancho Panza bailando mientras llegaba el subcomandante Marcos, a un conejo enjaulado por una manipuladora de luces y sonidos electrónicos, a una prostituta bañando a la diosa Yoacihualt y a Jonas de 28 años queriendo regresar al pasado. En esta Mérida donde un encuentro de cultura alternativa es inaugurado con listón y las tijeras que también pueden dar apertura a un hotel de lujo, he visto las sacudidas de un poderoso slam en las primeras dos líneas de un teatro mientras sonaban en vivo rolas de ska-punk, a una banda de reggae pidiendo al público que quite las vallas de seguridad y suba a cantar y bailar con los músicos, una piscina llena de patadas, codazos y gritos metaleros, llaves lucha libre y acordes rockeros turnándose la atención del público en el mismo lugar, flyers de tocadas donde dice que el cover es un juguete para niños pobres, a escritores leyendo sus cuentos en una sala de cine, a unos tipos cortando a la mitad botellas de refresco para delatripa: narrativa y algo más

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tomar letal ponch en una exposición donde se dan canapés y vino en el brindis de honor, a jóvenes bailando reggae en el carnaval meridano donde acapara el pop, lo grupero y las cumbias románticas de doble sentido. En esta Mérida donde los grupos literarios por ratos se comportan como partidos políticos en plena campaña, he escuchado a un joven decir que el no va a la Filey porque ahí no regalan libros, al caminante del mayab en ritmo de rap y rock, las rolas clásicas de la trova dando apertura a un concierto de ska y reggae, a bandas "alternativas" tocando cinco covers y una rola original en cada presentación, y fragmentos del Quijote de la Mancha leídos en la Plaza Grande.

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Quizás no recuerde o tenga en el olvido varias cosas que he visto y escuchado en esta Mérida, no sé si las vuelva a vivir, a sentir, a disfrutar tomando una cerveza, o pasándomela en el slam, solo espero que éstas sigan viéndose y dejándose ver en un Slam más fuerte, disidente, creativo y subterráneo.


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