RUTA 6 VOLUMEN 1
JORGE MORALES CORONA
RUTA 6 - VOLUMEN 1. Jorge Morales Corona. PRIMERA EDICIÓN. Noviembre 2016. Copyright © 2016, Jorge Morales Corona. Todos los Derechos Reservados. Diseño de Portada e interior: Jorge Morales Corona. Diagramación y Maquetación: Editorial Awen. Corrección de textos: Jorge Morales Corona / Ignacio Poveda. No se permite reproducir, almacenar en sistema de recuperación de información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cual sea el medio empleado sin el permiso previo del Titular de la presente obra.
A todos los pasajeros
PRESENTACIร N
ยกAGUANTA, AGUANTA!
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afka le sopló todo. Lo conozco, él es así. ¡Esta columna está de infarto!, diría el pobre Franz al leer las pericias de estas alusiones tan suyas como mías. En algún cuento, recuerdo que escrito estaba que “quizá nosotros no perdamos mucho, pero Josefina, liberada de las fatigas terrenas que, sin embargo, según ella, están destinadas a los elegidos, se fundirá en la inmensurable multitud de héroes de nuestro pueblo y pronto, como nosotros no hacemos historia, obtendrá la redención del olvido, como todos sus hermanos”. Esta columna que se presenta con la suficiente dignidad de un escritor humilde huye de estos reconcomios culturales y escritos a principio del siglo pasado y ejerce su notoria función de salvaguardar la historia, el momento preciso de la conjunción de la humanidad, como un presente con vistas a la posteridad. En esta columna se reúne lo bueno, lo malo y lo feo, y eso, honestamente, hace de ella una reliquia en la historia venezolana. En la actualidad, los discursos figuran como vestales de la censura impuesta, quizá, por el propio orador. El miedo a hablar, a esculpir el mármol del día a día, se ha quedado relegado a un sueño, una ilusión compungida para muchos. Pero hay otros, ingenioso desfile de alegorías, que dejan el discurso sobre el escenario a modo de semilla y ven crecer la opinión y la verdadera razón de su existencia. Jorge se acoge a ruta 6 [Jorge Morales Corona]
¡Aguanta, aguanta!
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este modo de escritura para preservar, con un punto de vista tan fresco y ligado a nuestra cultura, las historias que se desarrollan en el interior de un espacio destinado al convencimiento de que en algún lugar nos toca bajarnos y seguir nuestro camino a solas. Pero lo principal es compartir la vida. Se podría decir que el elemento que se arriesga dentro de esta forma narrativa es perder el foco de la realidad, pero estas historias son tan nuestras, tan borrachas, tan alegres, tan idiosincráticas que el lugar, el tiempo y el escenario nos sirven escenas que, muchas veces, solemos confundir con alguna película. La vida en Venezuela es una película en sí misma. Una película de Clint Eastwood, quizás. El tono que nos seduce tanto es esa rápida entrada vertiginosa al corredor de las historias con su propia velocidad asociada a la del conductor. En esta velocidad es donde nos encontramos todos los venezolanos, los que pateamos las calles cada día, los que escuchamos miles de historias en medio del letargo de un viaje en microbús. Aquí, en este minúsculo espacio, es donde nos gritamos “¡Aguanta, aguanta Venezuela!” porque ese es el factor común que determina estas escenas tintadas de colores diversos; desde amarillo, pasando por azul y manchadas en rojo, con diferentes atrezzos, soundtrack incluido y una ciudad como background llena de su esencia, del calor que une los cuerpos y expulsa muchas veces los demonios de la inconformidad, la desidia y las ganas de progresar. En esta columna, semana a semana, me encuentro con mi gente, con la que viaja todos los días en busca de progresos, de soluciones. Aquí están nuestros problemas, las incógnitas que necesitamos resolver y por eso es un privilegio para Venezuela tener entre su creación literaria esta columna de crónicas que nos permite unirnos trujillanos con caraqueños, larenses con marabinos, falconianos con valencianos y a su vez todos los que hacemos de este país una nación en vías de una renacimiento intelectual. Sólo debemos aguantar porque de ello hemos aprendido y gracias a esto nos hemos resuelto a echar pa’lante como esta alegoría ruta 6 [Jorge Morales Corona]
¡Aguanta, aguanta! de país. En esta Ruta 6 están mis amaneceres llaneros, el frío merideño, la humedad selvática, el retumbar del Catatumbo, el orgullo de nuestra tradición, las lágrimas de nuestros reencuentros, la danza imparable con el ambiente implacable de nuestras fiestas… aquí entra todo, hasta las despedidas. Por eso es que esta joya perdurará por muchos años y su fecha de caducidad no existe. Aún presiento que Kafka le sopló, sobre todo al entender la metamorfosis de nuestro pensamiento en los últimos lustros de la historia venezolana. Ojalá los viajes de esta Ruta 6 nunca lleguen a su final. ¡Aguanta, aguanta Venezuela! ROBERTO BERGER
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PALABRAS INICIALES SOBRE LA COLUMNA
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ntre quince y veinticinco minutos más de una historia puede ser contada. Días, tardes, amaneceres y atardeceres sirven para desenvolver el pergamino de un país a pie. La radiografía perfecta de la discrepancia y la reunión de diversas razones están concatenadas con los gritos ahogados, la esencia del trabajo duro y las expresiones de comercio mal intencionado. Un bus en Venezuela significa mundo, un ecosistema independiente, una supernova entre todas las estrellas del transporte. Es… mi transporte obligado del día, la necesidad con cara de colector hambriento. En la infinidad de actores encontramos el hambre de esperanza, la alegría criolla, el verbo agridulce en cada parada improvisada. En esta columna se expresan los dos polos de la idealización política de la Venezuela actual, las cuestiones sociales que nos juntan a todos en una misma frase: “eso sí es cierto”; del mismo modo, celebramos el amor de las miradas y los divorcios de las frases. En este mundo que viaja sobre cuatro ruedas se cuentan más historias que en un bar de la ciudad porque aquí convivimos personas, agentes de cambio a partir de críticas pero no de acción (tristemente); en este ir y venir de opiniones, declaraciones y, algunas veces, vejaciones estamos reunidos para contarnos ruta 6 [Jorge Morales Corona]
PALABRAS INICIALES SOBRE LA COLUMNA que aún aquí, en este espacio minúsculo de metal, todavía queda libertad de expresión. Esta columna es fiel testigo de sus testimonios. Le invito a montarse en esta Ruta 6 de historias interminables. En esta nueva columna se busca que la realidad supere a la ficción con sus tintes poéticos, que su sabor a libertad empache al lector. Pase, pase, ahora es que queda espacio. Espalda con espalda caben todos los lectores de esta nueva aventura citadina. Tú, chica, la de lentes, por favor, camina hacia atrás que todavía hay lectores que caben y los últimos que lleguen se tendrán que montar “de banderita”. JORGE MORALES CORONA
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VIAJE N° 1
El viaje de Zulema
ÂŤSobredosis de pasiĂłn por ti sobredosis de calor intenso nos sentimos en un mazo util muy juntitos alineando los cuerpos.Âť Sobredosis Interpretado por Los Titanes
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ulema se monta trastabillando en la puerta, empujada violentamente por el procaz aceleramiento de la unidad. ¡Maldito! le grita al conductor, él ni se entera. Maelo Ruiz nos llena los oídos de sonidos discordantes, necios. La gente la mira con desconfianza y quién no: luce una cicatriz en el cuello y una en la mejilla. La camisa de color rojo está percudida de fluidos varios y el pantalón resplandece con unas pantallas de grasa vieja. Ella se montó en la siguiente parada luego de mi entrada a la unidad. Hay un puesto junto a la ventana, junto a mí. Percibe el rechazo excepto el mío. Yo prefiero suponer que estoy en un trance hasta que baje de aquel horno con ruedas. Ella señala el puesto y me aparto para que pase. La hediondez me da una cachetada. La silueta de unos ojos en la camisa de la mujer, me miran con displicencia. Me gané la lotería. A la vaina, pienso mientras los gritos de Bruce Dickinson me entretienen entre los predios de una ciudad marcada por el sol omnipresente. El olor es indescriptible, nauseabundo. El vómito sortea caminos para salir. Cuando la miro denoto una mujer joven, quizá de unos treinta y tantos, con los ojos perdidos, la boca temblorosa y los brazos morados. Dice algo, no oigo nada. Qué ladilla vuelvo a opinar con mi conciencia y quitándome los audífonos trato de prestar atención. ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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«¿Qué dijo?» le pregunto. «Que si tienes unos 20 bolos que me regales. Tú sabes, para el almuerzo» reitera. Sí, claro. Un almuerzo: una buena volada a punta de Coquito, digo para mis adentros. Le paso un billete y guardo el resto en mi bolsillo delantero, quiero terminar la conversación lo antes posible. «Gracias chamo. Tú sabes que nadie me ha ayudado, bueno en estos momentos no. Hace como cuatro años me metieron presa por un robo que hice. Es que estaba necesitada y la pendeja de la vieja de la residencia donde vivía me llamó a los pacos y me terminaron metiendo seis meses en una celda pequeñita con otras diez mujeres. Nos turnábamos para dormir. Mientras algunas dormíamos acostadas las restantes se quedaban paradas hasta que despertábamos…». El tono de la mujer era nervioso, sádico. «Entonces cuando salí, unos evangélicos me dijeron que me metiera en una casa hogar que ellos tenían y pues lo hice. No tenía a dónde más ir. Había perdido el cupo en la universidad, mis papás viva la pepa y no había nadie más del que pudiera esperar refugio. Cuando estuve ahí, hablaban paja todos los días. Que si la oración, la adoración y cualquier vaina. Después me botaron y que para que me subiera a pedir cobre en los buses para la misión, pero yo me los robaba para comprarme cigarro y anís. De paso, el hijo del pastor le gustaba meternos mano y nos amenazaba. Si yo hubiera tenido un cuchillo o un chuzo ya le hubiera hecho un regalito al bicho ese. La cosa es que no volví y comencé a pedir por mi cuenta. El Dios que los evangélicos esos me promocionaron no me hizo nada. Eso es pura paja, nunca te pongas a creer en algún dios que esos se olvidan de los pendejos». «Ajá, ¿y qué hiciste?» le pregunto. «Nada. Pedir pa’ mantenerme. Hasta me fui a pedir al gobierno pero ellos me mandaban de un lado pal’ otro. Me dieron esta camisa con varias comidas cuando Maduro estaba haciendo campaña y después se olvidaron de mí. No me ayudaron nada, aunque bueno, ¿a quién han ayudado ellos sino a ellos mismos? Aunque debo aceptar que a veces me ayudan, pero en esta vaina no hay que ruta 6 [Jorge Morales Corona]
VIAJE 1 creer ni en Dios ni en los políticos. Ellos son la misma mier…». «Ya me bajo» la interrumpo. Al bajarme, ella me mira desde la ventana con los dientes carcomidos y el gesto turbado. Camino y ella sigue su camino, quién sabe hacia dónde la llevará la ruta o su propio viaje. Al caminar me toco los bolsillos. A la vaina, me robó los cobres. ¿Para eso quedé yo? ¿Para pagarle la droga a los rojo-dependientes?, pienso mientras el presidente habla a través de un televisor sobre una misión para la patria segura.
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VIAJE N° 2
De reencarnaciones en pajaritos y formas evolutivas de ChĂĄvez
ÂŤTe va a doler, cada vez que toque amanecer y ya no este, como antes a tu lado.Âť Te va a Doler Interpretado por Maelo Ruiz
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Estudio Medicina pero al mismo tiempo estudio cosas abruptas, concesiones obtusas de la gracia de los dioses de todas las religiones. Algunos hablan de un refrán que reza que de que vuelan, vuelan. Yo estudio más que la enfermedad, la simbiosis establecida por la vida y la muerte. Un respiro se convierte en existencia o eternidad. Una sílaba, un momento, el aire, la luz, la oscuridad, todo significa algo en una sala de emergencia. Los gritos, el llanto desmedido, las instrucciones, el frío, el calor, los pensamientos, las profecías… todo sabe a guerra titánica entre la muerte y la vida. La primera en combate es la que siempre gana en un hospital venezolano. La salud pública significa una suerte de burla con carteles publicitarios hartos del rostro de gobernadores pasados, de los nuevos y de un hombre que significó atraso. Hasta ahí llega la salud: unas nuevas palabras en una valla publicitaria. “La salud es nuestra prioridad” dicen en cada lustro renovado. ¿Tú crees que eso es justo? ¿Es un práctica imparcial que te mientan sin importar nada, sin vergüenza alguna? Las estadísticas acalladas dan un panorama sombrío, apocalíptico. Tranquilo que nadie puede callarme. Es cierto que la libertad de expresión aquí es tergiversada a libertad de callar pero la genealogía de la gerencia coprológica impuesta me ha llenado de tantas interrogantes, ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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rabia ulcerativa y halitosis socialista que necesito explotar. El estudiar se parece más a una guerra de supervivencia que a una temporada de libertad. Esta marca, Estudiante made in Venezuela, más bien parece un estigma. Aquel que se instruye y cree en el futuro es un paria de este proceso del olvido, desidia y venganza. Porque al intrusismo intelectual aquí se le conoce como oligarquía parasitaria. ¿Qué oligarquía puede existir si todos somos unos escarabajos trabajadores que recibimos sueldos espurios, si somos agentes de un sistema decadente dependientes de un quince y un último? Ellos fueran, quizás, la Oligarquía si tuvieran gente inteligente, pero todos sus asiduos tienen mentes llenas de caca de cerdo. ¿Cómo ellos me pueden decir burgués en un país donde ser estudiante significa objetivo de muerte, sacrificio, y donde mi vida no vale nada aunque de por sí, entre nosotros, no tengo nada? Yo no soy nadie muchacho. Estudio todo el día y cuando llego a la casa en la tarde sólo es cuestión de paso porque, tras un cambio de uniforme a otro, me voy a trabajar hasta la una de la mañana para recibir una miseria de sueldo. No mantengo a nadie: mi esposa se fue, mi hijo… bueno mi hijo murió. El proceso necesita de niños que no posean sesos, que sean masa perfecta para moldear plastas, sí, plastas. A ellos, que se jactan de buscar la vida del pueblo, no les importó que mi hijo se muriera. Claro, era un bebé de dos años apátrida, burguesito, mariposón, majunche. Algunos dicen que Chávez murió por minutos y luego resucitó, que está en coma, luego que está en recuperación. Seguidamente comentan dicharacheros que bailó la macarena, meneó la cadera y hasta se fumó un habano con su papá Fidel. También dicen que se fue a tomar un whisky escuchando a Willie Colón; otros dicen que venció la muerte, que es todo un roble. Mucho se habla en los pasillos del hospital, como con todos los pacientes, de una muerte más irreversible que de tal calidad vida, o sobrevida querrán decir. Si llega a morir saldrán almas desprovistas de salvación, tristeza convertida en alabanza porque lo que sucedió es que él se coló como un parásito y se instaló hasta convertirse en una especie de deidad aupado por el rancho mental de la mayoría de ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 2 la mayoría de aquí. ¿Quién no veneraría a un tipo que te regaló la casa (¿o rancho?), la nevera llena de productos (vencidos), la cocina, el fuego, la computadora; te paga cada mes por aplaudir y gritar sandeces sin sentido y de paso hasta te da la mujer preñada, lista, para que ni siquiera te molestes en acostarte con ella para que no te esfuerces? Un dios populista te da eso y más, te envenena, te infecta con la falta de futuro, con el germen de vivir del presente y del dicho de como vaya viniendo vamos viendo. Algunos aparecerán diciendo que se les apareció en mitad de la noche como los santos anunciadores (o los demonios violadores) o aparecerán testimonios necios de personajes que digan escucharlo en el canto de un ave. Digo yo, ¿no es un síntoma de esquizofrenia socialista el escuchar a los pájaros hablar como Chávez? Eso debe ser un nuevo diagnóstico: Esquizofrenia Chavezoide. Es que si ese hombre llega a morir, la resurrección será inminente. Claro, una resurrección nominativa: habrá miles de papeles firmados a computadora, imágenes de visitas de todas las familias lame-botas, decretos de medianoche y discursos dados a través de un enviado desde los paradisíacos cielos de la cuban island. Nadie sería capaz de contradecir las señales metamórficas de su espíritu porque un ser con un complejo mesiánico puede cualquier cosa, y cuando lo digo es porque puede hacer cualquier cosa. El parasitismo que este señor engendró se puede llamar Chavismo o Chaviosis, hermana de la Naegleria Fowleri, y te diré el por qué: se presentó en tres formas evolutivas efectivas para surtir su efecto. Primero como un hombre en forma de trofozoíto flagelado, de forma que entró de manera sigilosa en el pensamiento colectivo ayudado por los flagelos que representa el Socialismo del Siglo XXI, una forma de pensamiento contaminante en heces literarias y filosóficas. Luego este parasitismo puede observarse en forma de quiste, cuando él ya estaba blindado por el apoyo popular, el de los barrios y alimentándose de la esperanza de los más necesitados de todo, con hambre de atención, con un sueño deruta 6 [Jorge Morales Corona]
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nominado por él mismo como lo mismo debe tocar para todo el mundo por igual. Estamos claro que simplemente esa condición no aplicaba para ellos. La pared quística estuvo formada por toda esa gente que estuvo resteada con él y por él, qué mejor defensa que el desalojo de toda inteligencia y echar a germinar en terreno baldío pensamientos prefabricados. Por último, su forma infectante fue el trofozoíto ameboide, su imagen de hombre todopoderoso, jefe del monopolio comunista latinoamericano, el libertador de las fuerzas de las guerrillas colombo-venezolanas, el mesías de los pobres. Luego se liberó como un pensamiento envenenado en la psique venezolana, infectando damas, caballeros y niños, de todas las edades y de todas las clases sociales para que, cuando los años siguieran su curso, causara una hemorragia económica y moral, una de las incontenibles. La hipertensión social complicaba la mejora y por el contrario, anunciaba la muerte de un país alguna vez concebido como un paraíso. La hemorragia creció, una de las formas crónica, con necrosis del aparato productivo. Otros lo llamarían la Tormenta Perfecta, yo lo conozco como Socialismo. A veces creo que Chávez fue un enfermo terminal del Síndrome de Hubris. No lo sé, simple conjetura, pruebas varias, delirios indistintos, discursos escatológicos de libertad… Pero él si se puede dar el lujo de vivir nuevamente, por él hasta le venden el alma de todos los venezolanos a los santeros. Él es el inmortal, el Dios y Señor de todos los poderes de la tierra, y entre ellos la vida y la muerte. Desde que decidí la Medicina como disciplina para mi vida entendí que, aunque no tenemos derecho alguno, nosotros los médicos somos los que tenemos el poder final de adjudicar la vida y la muerte. Pero somos todos los venezolanos los que tenemos el poder de la vida o la muerte de un grupo parasitario y con esto no hablo de la oligarquía imaginaria, hablo de los verdes, de los idiotas disfrazados de gobierno. ¿Ellos merecen la vida pero mi Sebastián no? Yo apenas hoy me reincorporo al hospital o, mejor dicho, a todo. Aquí donde estoy llevo a un ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 2 hijo asesinado, asediado por el olvido socialista. Él sí merecía vivir, tal vez sería el próximo presidente o el médico que le salvara la vida a uno; o el ingeniero, chef, profesor, quién sabe. Sebastián salió herido de una balacera cruzada en un atraco. Como pude lo protegí pero la herida en el brazo era grave. Yo, recibí el impacto como tal pero en su camino, la bala encontró primero la humanidad inmaculada de él. No mejoró para nada, una infección le corrió como pólvora. Se complicó el cuadro cuando nada se conseguía y yo perdía el poder de darle vida, sólo dependía del poder del gobierno, de su ayuda populista, del ripio que les dan a las multitudes. Nadie apareció, no se le suministró nada porque existencia no había. La infección no conoce de justicia, eso está seguro. ¿Por qué Chávez tendría más razón de vivir que Sebastián? ¿Qué lo hace pensar que tiene el derecho a la vida si deja morir a miles de personas? Medicinas no había, ni gazas, ni sutura, ni salud, ni nada… ni vida. Este es un país de Patria, Socialismo y Muerte. Me quitaron el poder, el todopoderoso ego de un hombre disminuido por su complejo de inferioridad parasitaria me quitó la vida, mi hijo, mi todo. ¿Quién me dice si un parásito merece vivir en su hospedador? ¿Quién me explica cómo vivir con la imagen de mi hijo respirando por última vez a causa de la negligencia socialista? ¿Quién dirá que escuchó a Chávez en el canto de un pájaro, en el rebuznar de un burro o que lo sintió en el viento, susurrándole las coplas de una poesía llanera, de Barinas? ¿Quién podrá despertar del padecimiento de una parasitosis tan letal? ¿Habrá cura para la mente baldía?». Me abraza con efusión. No le conozco, ni lo necesito. Es un venezolano, un caso típico. Todos reciben el mismo nombre y un número de estadística imaginaria. Él sigue su camino hacia el Hospital Universitario de Maracaibo. Mientras el colector pide que se acomoden en el pasillo, espalda con espalda yo miro al muchacho, de unos veinticinco años secarse las lágrimas. Son las 2:45 p.m. del martes cinco de marzo de 2013. ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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*** NOTA DEL AUTOR: decidí resumir el ambiente que rodeaba la historia por considerarlo irrelevante dentro de este monólogo preciso, que fue suficiente para llenar el espacio de una columna. Fue una historia difícil pero real. No sé el nombre del médico y, a su vez, agradezco a Ana Bohórquez por compartir conmigo su experiencia vivida. Yo sólo me encargué de eliminar a través de palabras (difícil, eh) un poco la rabia contenida en la historia real. Aunque cabe acotar que la exposición estuvo elegante, perfecta, comedida, llena de ese algo que me hizo sacarla a relucir en este viaje N° 2.
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Mariíta y Mario
«Hay que tener compasión basta ya de moraleja. El que este libre de pecado que tire la primera piedra.» El Gran Varón Interpretado por Willie Colón
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a intolerancia es una característica inherente de la raza humana. El lastre intolerante late desbocado en nuestra costumbre enervándose cuando las ganas se lo exigen. La incapacidad de ser comprensivos con los cambios, con lo que el futuro trae en sus manos y los giros de la vida simplemente es un fantasma de nuestro desarrollo troglodita en pleno Siglo XXI. Los cambios asustan, se perpetúan con la sorpresa y difícilmente logramos articular alguna palabra para describir la sensación. Me monto en una suerte de carromato metálico de una película de bajo presupuesto. Los buses venezolanos parecen olvido convertido en una caja de metal rumiante. Sucesivos clanc y pequeños empujones me dejan saber que el conductor hace los cambios de velocidades. Ese clanc, clanc, clanc se asemeja más al martillar de un condenado que a un medio de transporte. Por cosas raras del destino, el bus está medio vacío. Algunos puestos vacíos regados aquí y allá. Cuando nos detenemos al frente del IPASME, suben dos señoras armadas con bolsas atiborradas de productos de primera necesidad comprados en el Centro 99 que meses después desaparecería por el alto riesgo que representa un supermercado en Venezuela, ente emisor de balaceras, jalada de pelos, golpes limpios y sangre. Junto a las dos señoras, sube una joven de contextura ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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recia, pelo castaño oscuro y fisionomía cortante, sobre todo por una prominente barbilla con una pequeña cicatriz en ella. Aquella chica me recuerda a alguien pero no preciso quién. El conductor, como personaje asociado al sadismo, se bucea a la muchacha de pies a cabeza. Se relame los labios y vuelve su mirada hacia el camino. Preciso que el conductor se auto titula “médico” al leer una pequeña calcomanía que reza en el tablero superior: “La virginidad puede producir enfermedades. Vacúnese aquí”. El rostro de la chica se enciende cuando me mira. Me saluda y se muda de puesto, justo al lado mío. No la reconozco pero si ella me saludó, es cortés responder el gesto. « ¿Cómo has estado? Casi ni te reconozco» dice emocionada. Al parecer tiene gripe, tiene la voz ronca. «Bien, bien. Con mucho estrés por la universidad, ¿tú?». «Pues perfecta chico. Dios, tenía tiempo que no te veía, has cambiado y mucho». «Sí, estás irreconocible, ¿Qué ha sido de tu vida?» respondo al tiempo que formulo preguntas genéricas haciendo tiempo para reconocerla. «Pues, hemos estado bien. Aquí estoy de nuevo, chico. Sí, me hice un cambio radical. Todo nuevo, porque una princesa como yo debe ser así» dice con un tono glamuroso. « ¿Cómo es que nosotros te decíamos?» pregunto tratando de saber si quiera su nombre. «Ahorita me llamo María Susej pero cariñosamente me dicen Mariíta, no me acuerdo cómo me llamaban antes. Lo cierto es que no había visto la situación del país. Estamos grave». « ¿Y dónde estabas viviendo pues?» pregunto sarcástico. ¿Dónde vive esta tipa?, me pregunto entre indignación y verdadera duda. «Hace dos meses llegué de Ecuador. Yo estaba viviendo allá pero tuve problemas con mi novio y me quedé sin nada. Me tuve que devolver con una mano adelante y una detrás». « ¿Y eso que te fuiste a Ecuador? No me habían dicho nada». «El meollo es que nadie sabe que yo me fui a Ecuador, chico. Yo después que me fui de mi casa, me conseguí con un chamo en Caracas y me metí a vivir con él. Claro, ante todos éramos amigos, porque el tipo decía que no quería que nadie supiera que salía ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 3 conmigo. Dime, ¿tú crees que está bien que me nieguen así? Lo que pasó es que yo seguí con el tipo y él trabajaba en la Embajada de Ecuador. Él me dijo un día que nos teníamos que ir de Venezuela porque la cosa se estaba poniendo peluda y nos fuimos. No fue fácil en mi condición seguir desenvolviéndome en un ambiente hostil. Venezuela para nosotras es una cicatriz en la cara, una vejación nocturna y un cáncer que nos queremos extirpar. Yo era feliz con el tipo, me daba todo, teníamos una vida medianamente cómoda. Nunca más supe de mis padres ni nadie de mi familia. La bisexualidad no es bien vista en este cúmulo de esperpentos chapados a la antigua, por lo que en Ecuador exploté mi potencial y logramos llegar a esa estabilidad económica que nunca llegaríamos aquí. De la noche a la mañana, el tipo comenzó a ofrecerme la opción de repotenciarme al completo, unas cirugías por aquí y otras por allá. Yo encantada de la vida acepté, pero nunca sospeché de su benevolencia. Primero me tuve que operar una cortada que me hicieron en la cara, me tomó dos cirugías para que me dejaran como nueva y mira, aún tengo una cicatriz pequeña –me señala la barbilla–. El abuso siempre va a estar de parte de los hombres que caen fácil en la tentación que tanto reniegan. El tipo iba y venía entre Venezuela y Ecuador por cosas de la embajada. «Tú no te preocupes que todo es un trabajo simple para complacer a lo más bello que tengo en la vida» me decía el muérgano. Yo seguía disfrutando, bueno, no tanto, de la serie de cirugías. Él era feliz viendo mi cambio y yo lo era aún más. Una vez, cuando todavía no había acabado el repotenciado, viajamos a Argentina y el tipo me pidió matrimonio y nos casamos en una ceremonia donde sólo acudieron dos extraños que fungieron como testigos. Ya el infierno indiferente de Venezuela quedaba en el pasado. Terminé de operarme todo: las tetas, las pompis me las levanté y algunos retoquitos mayores debajo de la cintura. Resultó que el tipo no hacía diligencias gubernamentales sino que traficaba bajo las órdenes de unos verdes, hasta le dieron tres avionetas a su cargo para el transporte, ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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imagínate. Cuando yo me enteré me dio un miedo horrible y discutimos. Él me dijo que tenía dos opciones: o me quedaba con él o me quedaba sin nada. Preferí quedarme sin nada y el tipo me comenzó a seguir y no tuve de otra sino pedir prestado a unas amistades allá para venirme y esconderme aquí. Ahorita estoy con un chamo que trabaja en PDVSA, no es lo mismo pero por lo menos tengo vida para disfrutar mi nuevo yo, sin el perjuicio ni los golpes. Ahora que una parte de mí murió, otra renació y me hace inmensamente feliz» termina y yo sólo puedo sonreír. Sigo sin saber quién es. «Bueno, ya yo me bajo» dice cuando el camastro para frente a Farmatodo. La cola por un champú y un desodorante se extiende poco más de una cuadra bajo el sol inclemente. Yo le sigo pues es mi parada también. «Me saludas a tu mami y a la Milagritos que también tengo tiempo que no la veo. Dile que después le escribo para que quedemos a hacernos unos arreglitos en el pelo como antes. Aunque ahora sí me los puedo hacer sin andarme escondiendo como una rata» termina de decir y me da un beso y me deja el cachete lleno de saliva y labial con olor a uva. Cuando sigo mi camino hacia la facultad, abro los ojos como platos y volteo. Ella está en la cola, ya ha conseguido otra persona a quien contarle sus pericias. Mariíta, el cabello y la Milagritos, mi hermana. No hay mucho que decir. Se ve que es feliz en su presente y eso me alegra. Lo único que cambió en todos estos años es que yo antes la llamaba Mario Jesús.
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Mixturas ideológicas
«Yo también, te juro ahora que jamás te olvidaré que nuestro nido la tormenta no podrá echar a un lado, sin pensar en el final. » Hoy te Confieso Interpretado por Los Terricolas
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lgunos le conocen como la baranda, otros como el posa manos o pasamanos. Nadie se detiene a ver que, entre el tumulto de gritos, olores y secreciones fisiológicas, hay una comunicación silente. Todos se agarran a la barra en el techo para no caer en el trayecto, para no sufrir contusiones morales, desparpajos vallenateros ni maldiciones cargadas de intolerancia. Pero es sin duda aquí donde las manos se comunican, copulan con el metal, restriegan el día, la noche, el tiempo que acaban de vivir. Ellas se comunican, se unen con otras y se enojan, se alegran o se disgustan. Hay tantas manos que forman parejas y donde las bocas de los dueños son efecto inmediato del estado de ánimo de sus manos. Y cuando se mezclan, surgen las mixturas ideológicas que recrean muchas veces los viajes de una Ruta 6 cargada de olvido, desidia y cómo no, vendedores ambulantes y actos de circo.
*** Una chica de tez trigueña, fisionomía alegre y pelo lacio habla sobre los fonemas del español. Defiende su fuerte elaborando explicaciones trascendentales sobre Arabia, Castilla y Mesopotamia. La necesidad y la barbarie explicativa le estallan en los ojos. Se afana y suda frío. Se le ve ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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tomando aire mientras un chico que, aproximando su mano a la de ella, comienza a hablar de las bondades de los cuarenta y tantos fonemas del inglés. Se refiere a un poema de pronunciación de Nolst Trenité y lo defiende a capa y espada mientras la chica traza oraciones de ofensiva lingüística. ¿Quién puede determinar cuál es el mejor idioma? Yo elijo otro diferente: el alemán, por ejemplo. La chica me rostiza con la mirada por mi intromisión innecesaria. La batalla es cruenta entre nuestros dos personajes. La chica vuelve a la carga con Andrés Bello y el sentimiento nacionalista. Usa la típica frase de que “gracias a él no tenemos el acento español. Él nos ayudó a liberarnos de ese yugo cultural”. Él, en cambio apela al siempre nombrado Shakespeare pero lo concatena con los aportes de John Banville. La mano de la chica se acerca a la del chico y la uña del meñique le traza un rasguño certero, con proporción y delicadeza afincada en el dorso de la del chico. Éste exclama por el dolor y aleja la mano. « ¿Viste por qué no me gusta hablar contigo? Aún no sé cómo hoy estamos cumpliendo cuatro años de novios».
*** Dos señores comparten camino y calamidades. Tienen los años en los párpados, cómo les encanta presumir de los achaques y de los Record Guiness que han ganado al colearse más rápido y fingir una dolencia en una cola de PDVAL. Los dos me acompañan en el pasillo inestable. ¿Pero cómo me atrevo a denominar esta plataforma como un pasillo si ni suelo tiene? Sólo los retazos de metal soldado nos mantienen separados del chasis. Lo cierto es que nadie apela a las buenas costumbres y le ceden el puesto. Una señora se hace la loca y no toma conciencia de que su bolso ocupa un puesto necesitado. Nadie le presta atención a la cortesía, ya los valores no significan nada en un país donde el día a día se ha convertido en una foto surrealista de la prehistoria, con sus costumbres básicas y el instinto de supervivencia. Los dos señores siguen ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 4 absortos en los jocosos episodios de las colas. Uno, el más mayor, lleva más productos que el otro que se hace pasar por viejo pero que no llega ni a sesenta. Y llega el punto de quiebre: las repúblicas de Venezuela, los lustros vividos, las eras presidenciales y la historia que nadie recuerda. La risa se convierte en estrategia para no sacar a relucir los instintos animales primarios y que los dimes y diretes cargados de maldiciones, hijos de prostitutas y agentes propicios de felaciones no salgan hiriendo a los soldados en batalla. Todo el ácido se descarga entre la Cuarta y la Quinta República. Yo simplemente observo cómo uno dice ser partidario desde la creación del PCV y el otro ser copeyano rajado y enemistado de las concepciones “chimpansísticas” del que el señor llama “el autodenominado dios de Sabaneta”. Uno dice que pasaba hambre y que comía comida de perro, él otro responde que si comía eso era porque quería vivir en la miseria. El segundo dice que él se esforzó en trabajar y en su mesa no le faltaba nada, que la moral venezolana era como una porcelana china (inquebrantable) pero que, como todo en el mundo, si llegaba a haber una pequeña fisura todo se quebraba. Y se quebró la moral, él mismo señor dice que la necesidad nos corrompió. «El atraso es una vaina dañina compadre. Póngase a ver: aquí estamos nosotros riéndonos que nos coleamos y que nos hacemos los enfermos para comprar más o primero y por eso nadie nos tiene respeto aquí. ¿Cómo puede ser posible que en los tiempos de la Cuarta alguien le iba a negar el puesto a un pobre viejo? Pero lo que pasaba es que antes todos teníamos dignidad. ¿Ahorita? Ahorita todos parecemos ratas atrás de la comida y de lo que es mejor para mí. La viveza, mi hermano, nos condujo al fracaso, nos llevó directo a ser como animales» sentencia. El otro se baja diciendo no sé qué sobre Rosales y la malversación de fondos. El señor apátrida me ve y me sonríe. «Así que hijo, usted vaya comenzando a resolver los errores que nosotros cometimos».
*** ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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El hombre de mediana edad discute con su mujer sobre los pros y contras de aplicar el capitalismo en el país. El uno le dice al otro sobre teorías económicas, pensamientos europeos y estadounidenses. Salen a colación el socialismo y el neoliberalismo y los rostros desfigurados de Putin, Kim Jong-un, Chávez, Obama y demás personero según la posición que se discuta, salen a relucir como un cartucho de balas, listos para la defensa. La mujer le toma la mano, se la acaricia. Entre ellos no necesitan discutir de economía. Quizá se quieren liberar en besos, pagar el impuesto sobre los besos que se dan o declarar el patrimonio de la relación que mantienen. No quieren privatizar las fábricas productoras de gemidos ni los de suspiros. Tal vez necesitan abolir la esclavitud de las lágrimas amargas, pero mucho menos racionar el tacto, el contacto obligatorio de los cuerpos. Se escudan en discusiones vanas, economías que se confunden en la cama, en la cocina, en el baño. No quieren que el Ejecutivo tenga que ver con la disposición de los recursos sentimentales que aún les quedan. Discuten para buscarle una respuesta a lo que los mantiene juntos. Definitivamente las experiencias, los puntos de vistas y las necesidades de estabilidad no se les han dado a los dos por igual. La mujer ha utilizado la plusvalía del concepto de amor para hipotecar su cuerpo ante un ente externo de descuento sexual. El hombre no satisface la demanda, su oferta es espuria, casi inexistente. Los activos y los pasivos de esta contabilidad han ido a pique y la empresa se declara en bancarrota tras la última línea de la mujer. El problema radica en que cada uno quiso privatizar su propio concepto de “hasta que la muerte nos separe”.
*** Dos chicas disímiles hablan jergas distintas pero con la misma codificación lingüística. Una pierde la cabeza por el color de un vestido: alguruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 4 nos dicen que es blanco con dorado y otros que es azul con negro. La otra chica simplemente no le presta atención, lee algo en su celular. Vuelve la primera con el atosigo, con la desesperación vana y la segunda explota. No le interesa saber del maldito color de un vestido. La idea de la primera es vacía si se contrasta con la expresión de la segunda. La primera la mira con desprecio, la otra simplemente vuelve su mirada al celular. Mastica chicle, necesita drenar la incomodidad. La primera le toma la mano. «Es que me asfixias a veces. O sea Julia, ¿qué me va a importar un maldito vestido mientras hay cosas más importantes?» pregunta la segunda. « ¿Cosa como qué, a ver?». «Vamos a ver: El Teresa Carreño quedó como una verdulería, el Lago está lleno de caca y en vez de ser una fuente de agua ahora es una fábrica de basura; los grupos de teatro del país dejaron de recibir ayuda, algunos de ellos hasta cerraron las puertas; no hay apoyo alguno a los escritores y demás artistas que tengan un pensamiento derecho. ¿Cómo crees que me siento cuando recurro a editoriales y fondos editoriales de otros países porque en el mío sólo les importa reproducir los discursos de Marx? No recibí apoyo y me cerraron las puertas en mis narices. La cultura aquí se vuelve una especie de leyenda. Pero tú prefieres pensar en las pendejadas del color de un vestido. Ya veo cuáles son tus prioridades» explota la segunda. «Mis prioridades es irme de esta vaina chica. Ahora me vienes con sentimentalismos. Nomás te queda cantarme aquí el “Alma Llanera”. Qué tierrúa» responde la primera asqueada. A la final de mi viaje, sólo les escucho decir un “te amo” sincero.
*** Pero todas las mixturas terminan con un abrazo, un intercambio de miradas, un beso… …o una cachetada.
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VIAJE N° 5
E/R/B/I/L/A/D/I/A/C
«Olvídala mejor, olvídala. Arráncala de tí que ya tiene otro amor. Olvídala mejor, olvídala. Arráncala de tí, ve y busca otra ilusión. » Olvídala Interpretado por El Binomio de Oro de América presentando a Jorge Celedón
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F
eliz. Estoy feliz y aunque no lo estoy, hoy lo quiero demostrar. Sonrío. Nunca nadie me ha visto sonreír en una Ruta 6 porque el simple hecho de que exista es una razón para ser parte del melodrama cultural que sucede dentro de sus cuatro paredes metálicas. Es difuso el recuerdo pero aún persiste, se adentra en mis noches y me pide explicaciones. Algunas veces con resquemor, otras menos elocuentes, me solicita el beneplácito de contarle de nuevo su propio recuerdo. El amor es un asunto que no se mide, no necesita ser algo para molestar los días. Ese día que fingía ser feliz (viajar en mi horno favorito es una de los grandes atractivos de la ciudad), subió en la misma parada que yo una chica de ojos color castaño oscuro, pelo largo y prominentes tet… técnicamente estaba linda. Buenas proporciones y grandilocuencia. No sabía que las caídas libres se disfrazaban de belleza. Tampoco sabía que por más que uno lo intente, los recuerdos siempre se repetirán desde el último al primero como una forma de soportar las heridas que éstos puedan causar. Esta es mi caída libre hacia una suspensión de las garantías ideológicas de una relación jamás gestada. NOTA: historia patrocinada por un amigo que me la volvió a recordar en un viaje de Ruta 6 camino a Humanidades (ironías de la vida).
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VIAJE 5
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Me dio una cachetada que hizo que el cachete me ardiera, ese que siete semanas antes ella había besado pícaramente. « ¿Cómo es posible que me gustes? Ahora sí me volví loca, de panita. ¡Tú lo que eres un mamarracho, escuálido perdedor!» me gritó consternada. «Ahora sí me puse bueno yo. Debe ser que estoy encantadísimo de la vida. Cuando supe que estudiabas una carrera humanista me encantaste mucho más chica. Me enamoraste pues, pero ahora veo que simplemente esta vaina no va pa’ ningún lado con esa mentalidad tuya» respondí. « ¿Cuál mentalidad?». «Estefanía, ¿es que no lo ves? Esa mentalidad de foca, de ciega, de una chama tierrúa». Sólo sentí el rasgado en mi piel. Las uñas me las había clavado en la cara. Estaba poseída por el espíritu de la Quinta República. Lo que sería la celebración de nuestro primer mes terminó en el final de todo, en la ruptura escandalosa, en el devenir de los insultos, los golpes, la patada en la entrepierna y una botella quebrada en el carro de mi papá. Era 7 de Octubre de 2012. Mala noche para celebrar algo, ni siquiera el Huguito en camino.
*** Me clavó las uñas en la espalda, necesitaba aire. Me arrancó el cuero y me bañó en rojo rubor. Sonreía. Yo sonreía de verdad. Estaba feliz. Ella estaba sonriendo con su cuerpo desnudo, cubierto por la luz opaca de la habitación. ¿Qué puede suceder cuando el silencio se convierte en creación accidentada, en adelanto generacional, en pérdida de libertad? El silencio lo colmaba todo y nos desnudaba los secretos y las creencias. Pero de repente vienen las palabras y lo echan a perder todo, a enlodar la belleza, a quemar lo precioso y a diluir lo construido sobre bases de arena. El tema vetado salió a la luz y nos encandiló los deseos que inconscientemente se convirtieron en odios. « ¿Cómo que partidista chico?» exageró con la teatralidad que ya le había conocido con el pasar de los pocos días. « ¿Ahora no lo puedo ser porque tú lo digas? Estás ruta 6 [Jorge Morales Corona]
VIAJE 5 equivocada. Debe ser que tú no eres partidista». «Yo no, pero sí tengo mis ideas y las apoyo a muerte. Tan buen momento para que vengas tú a decirme que eres partidista. Vístete y te vas chico. No te quiero ver aquí, me cortaste el rollo» dijo a quemarropa y me sacó de la cama. Me vestí con furia, ella ni me miró. Puso VTV y luego Vale TV, se puso a ver una película de Chaplin que se mezclaba con propagandas de los logros de la Revolución. Un payaso tratando de imitar a un comediante pensé. «Aunque sea me debes decir algo Estefanía… creo yo» dije. «Sí, que te vayas. Qué decepción chico». Ya ni los desnudos nos salvaban.
*** Nos besamos en secreto, en el pasillo de la casa de un amigo de ella. A media luz le descubrí los labios jugosos, la boca traviesa y el aliento a los extintos chocolates JET. El aliento se le confundía con el sabor a ron con Coca-cola y el cuerpo con superficies bajas que mis manos descubrían con cada acierto de bocas. Ahí, con la necesidad animal de comernos, con la conciencia obnubilada por el alcohol y con poca cosa que hacer nos hicimos novios. Par de pendejos que querían comerse el mundo y que lo único que se hicieron fue devorarse en violencia ideológica cada uno.
*** Lo único que discutíamos era lo que ella quería que escribiera en mi columna. Reíamos y nos contábamos las historias, las situaciones comunes y la línea editorial de la columna. Nos gustábamos al punto que nunca terminábamos el trabajo de la publicación. La necia costumbre del atolondramiento romántico nos derribaba las barreras ideológicas hasta entonces desconocidas. Pienso que la columna fue el punto de quiebre, el derrumbe de las bases de arena. Aquel día, cuando la conruta 6 [Jorge Morales Corona]
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viaje 5 versación derivó en las diatribas ideológicas, ella se resumió a comer los chocolates JET que le había llevado y yo a tomarme otro trago del alcohol que nos había sobrado de la Peña Literaria a la que asistíamos los últimos tres miércoles del mes como “conocidos”. Estefanía y yo simplemente no nos atrevíamos a decirnos las cosas a la cara.
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« ¿Has pensado en la caída libre de las cosas?» me preguntó Estefanía la segunda vez que salimos. « ¿Cómo es eso?». «Yo estudio Filosofía, ¿verdad? Bueno, a nosotros nos pidieron pensar sobre la caída libre de todas las cosas. Ahora yo te hago la misma pregunta» dijo mientras comíamos tequeños en CHOPS. «Cuando dices caída libre pienso que todo está condenado al fracaso, al olvido y a la desidia y eso no me parece bien. Venezuela, por ejemplo, está en caída libre en pleno año 2012. No hay valores, ni agentes que los garanticen ni ley que los respete. Entonces me gustaría hablar, más bien, de una ascensión libre porque si todo tiene su caída, imagino yo, debe tener también su ascensión, su redención de errores, su fe de errata». A la final, todo derivó en un beso y en el conocimiento de los desnudos como relleno de los esporádicos silencios de nuestras conversaciones. El miércoles siguiente comenzamos a asistir a la Peña literaria que presidía un amigo, como “conocidos”, y como forma de salir a una cita sin llamarlo de esa manera. Esa noche en que elucubrábamos sobre las caídas libres, pensé que el desnudo, la carne y la profundidad lo solucionaba todo, incluida la concepción prematura de una relación en caída libre. Pero me equivocaba: todo en Venezuela va en caída libre.
*** El sol arreciaba y me hacía brillar los dientes. La enorme sonrisa se exruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 5 tendía desde una oreja a la otra (cualquiera pensaría que era militante del PSUV). Necesitaba sonreír, o simplemente reír de algo o alguien, de su intelecto, de los errores graciosos, de una forma de comedia endógena llamada debate político. Necesitaba algo y nada a la vez. La chica que subió antes que yo en la parada me miró (qué ojazos tan lindos tenía). Estábamos codo a codo, mano con mano en la baranda y por detrás los contorsionistas otrora pasajeros regulares, que se afanaban en llegar a la puerta de salida. Ella me iba a decir algo pero el tlan-tlan-tlan de los golpes de un pasajero al metal, sonido que traducido significa en palabras marabinas “mardito déjame por aquí” nos interrumpió. Y comienza la cuenta regresiva: el conductor no detiene, se escucha un silbido, no hay parada, dos y tres silbidos, llegamos a la esquina de la cuadra y no se detiene, tlan-tlan-tlan-tlan, sigue de largo, el hombre hunde el metal de la puerta dándole patadas para llamar la atención del conductor, éste se detiene furioso y la puerta cede con dificultad (un autobús con más de cuarenta años de uso ¿o abuso? no creo que aguante tanto) y los insultos van y vienen de todas las partes; desde el pasajero que se bajó dos cuadras después de donde se iba a bajar, pasando por el conductor que “no había escuchado porque no gritó” hasta la cacofonía literaria de la demás fauna transportada. Ella no dijo nada, sólo rio y su sonrisa sincera me hizo sonreír como un tonto (Efecto PSUV lo llaman, pero sólo sucede cuando ven una foto del Comandante sonriendo). « ¿Qué cosas, no? Uno consigue de todo aquí» me dijo. Yo asentí. «Ni te imaginas. Hasta creo que podría escribir una columna» respondí. Ella rio con el comentario. «Sería interesante. Me encantaría leerla. Hazla y vas contando esta locura». «Viajando cada día tengo material para toda una vida. Sería fino, vamos a ver qué sucede». A la final, ella se bajaba en el Banco de Venezuela de Cecilio Acosta y yo cuatro cuadras después. Me dio su número y me dio un beso pícaro en el cachete. Sin duda, no era salivoso como el de Mariíta. Se llamaba Estefanía y pasé por alto la camisa que rezaba ¡Chávez corazón del pueblo! ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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viaje 5 Pobre de mí que nunca aprendí a discernir cuándo estaba en caída libre hacia algo impropio de un ideal amarillista.
*** ¿Habrá una ascensión libre? ¡Hasta pronto!
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VIAJE N° 6
Fernandito y el drama de la tercera edad
ÂŤCarolina, al no tenerte junto a mi Carolina, mi vida es nada ya sin ti Sin tus reproches (lalala) y asĂ sin masÂť Carolina Interpretado por Eddy Herrera
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¿Por qué dice eso?». Él me mira, no responde. Sopesa las palabras antes de decirlas. Finalmente suspira y me mira. «Porque lo veo a diario hijo, por eso» me dice. Me ha dicho que le duelen las rodillas, le pesan los años sobre las arrugas y el pelo cano. Restregamos nuestra historia contra el pasamano del techo e insinuaciones corporales ingenuas nos suceden a cada parada de la ruta. Las chicas del can nos colocan el soundtrack. Una chica alegre (no entiendo cómo alguien puede ser feliz en el hacinamiento) canta la cancioncita del samina mina eh eh, waka, waka eh, eh. La muy valiente hasta saca espacio para medio darle movimiento a las caderas. El pasillo es corto, la gente sentada es mucha pero no hay puestos (ni misericordia) para un hombre que los años le pesan sobre las rodillas. «Joven, ¿usted alguna vez se ha enamorado?» me pregunta. «Sí, un par de veces». «¿Y ha sido correspondido?». «En ocasiones varias» grito. Ahora Eddie Herrera ha subido el volumen y le canta a una tal Calorina ¿o Carolina?, en fin, el señor ríe. «¿Y te ha pasado alguna vez eso de estar enamorado por andar alegre?» vuelve a preguntar. No sé a dónde va con aquel interrogatorio, si sólo le pregunté que cómo estaba por la simple cortesía. Yo asiento y se vuelve a reír. «Eso es lo que veo todos los días. Uno sale a la calle a enamorarse, para decir que tiene una ilusión. Por lo menos la ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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la mía son dos hijos y mis nietos. ¿Esto? Vivir todos los días dentro de este aparato es estar enamorado por andar necesitado». Río con el comentario. «Hijo, uno cuando es viejo se enamora de todo para distraerse, pa’ no pensar que está estorbando. Vaya y pregúntele a cualquiera de mi edad que qué hace y le dirán lo mismo: estorbando. No es que nos menospreciemos, es que lo vemos, lo vivimos, lo sentimos y lo presagiamos desde el primer dolor de rodillas o de espalda baja» se lamenta. Me da grima, me desalma su testimonio. Trato de desviar los sentimientos hasta sus nietos pero niega. «Ellos son otro nivel, muchacho. Ya están grandes, algunos ya hasta están graduados y casados, otros estudian y algunos otros hacen desastres. Es cierto que uno estudia medicina, como tú. No sé si lo conocerás, se llama Javier». Yo niego. Él prosigue. «Bueno, no es importante. Lo importante es que sepas que por más que los años signifiquen una carga, nosotros, estos vejestorios viviendo el ocaso de la lucidez, fuimos alguna vez como ustedes. Tú eres cortés, se te nota por la atención y el saludo. Pero mira: todos están sentados, algunos de mi camada tienen suerte y les ceden el puesto. Pero hay otros, como yo, que no corremos con la misma suerte. Esto se convirtió en el día de la supervivencia. La tercera edad se convirtió en un estigma, un lastre que nadie quiere. Un mal innecesario». «¿Por qué dice eso?». Él me mira, no responde. Sopesa las palabras antes de decirlas. Finalmente suspira y me mira. «Porque lo veo a diario hijo, por eso» me dice. «Pero póngase usted a ver: sus nietos lo quieren, sus hijos igual, ¿cómo van ellos a considerarlo un mal innecesario?». El semblante no mejora. La tristeza y el dejo de la añoranza del pasado es el signo perenne de los venezolanos. «Mis hijos, los otros tres que tengo, no me quieren cerca. No me reciben en sus casas con gusto. Sé que se insultan unos con otros porque nadie quiere tenerme. Los otros dos, mi hija menor y el mayor, me atienden en la mayoría de los casos. Pero ya veo cómo el cansancio les ha colmado la paciencia. Mi mujer murió hace cinco años, ya nada es igual desde entonces. Nosotros vivíamos en nuestra casa por el sector ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 6 Don Bosco. Al morir Dinora, mis hijos me obligaron a vender la casa porque “ya no me valía solo” y me tenía que mudar con ellos, muy a su pesar, claro. Ahora les pesa aquella decisión. ¿Dónde quedó aquello de que los hijos mueren por los padres? Antes, en mis tiempos, era así». El clásico frenazo estrella del bus hace que el señor tambalee. Como puedo me aferro con una mano al pasamano y con la otra, trato en lo posible sostenerlo en pie. Los flashes de la nostalgia me permiten vislumbrar a mi abuelo en aquel señor de fisionomía ausente. Las mardiciones, los recurrentes recuerdos a la madre del intrépido conductor y los gritos le hacen los coros a Diveana que cantan tus ojos, ¿qué tienen tus ojos? Que cuando me miran… inquietan mis ojos. Hay gente que baja en cada parada pero no hay puesto. Cómo nos encanta comérnosla, ser vivos, o como les gusta llamarlo: “ser rápido y ágil”. «Mi papá se llamaba Fernando y mi madre Gloria. Desde pequeño se acostumbraron a llamarme Fernandito y así me quedé. Hasta ahorita, conste que tengo setenta y un años, me siguen llamando así. Sólo mis nietos que por cosas de ellos me llaman Dito pero es por cariño, eso sí. Mis hermanos y yo lidiamos con nuestros padres hasta que estuvieron bien entrados en años. Ni para mí o mi esposa supuso una carga pero parece que mientras el hombre avanza, atrás queda la civilización y cada quien se vuelve dueño y señor de uno mismo. Aunado a eso, vemos que hay un grupito, más grande cada vez, de hombres y mujeres que el rancho les creció en la cabeza y ahorita la tercera edad comienza desde que la mujer cumple veinte años trabajando y al hombre se le cae el pelo. La tercera edad dejó de ser el orgullo de la experiencia, de la experticia cuidada a la vida. Ya no, eso se acabó. Ahora es un orgullo decirle a la gente que eres viejo para que te puedas colear en una cola para comprar algo, para que no te cobre el pasaje completo y para que te den lástima. Porque nadie ya se ajusta a los principios, todo se fue al comino». Yo escucho atentamente. El drama de la tercera edad, la diatriba, el convencimiento, la polarización de la conciencia, el oporruta 6 [Jorge Morales Corona]
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tunismo parásito, el orgullo vencido. Emula un discurso de sindicalista obrero. Menudo papel se ha cargado. Pero lo dice de corazón, le duele ver a los ojos de la inmundicia humana, de la guerra oportunista, de las necedades socialistas. No se queja de las colas por comida, ni de los servicios inservibles o del show mediático de humo, de olla raspada. No, su preocupación son los principios, las leyes, los reconocimientos, los títulos, la meritocracia, la educación. «Sepa bien lo que hace en la vida hijo. Cuando vaya a tener sus muchachos, enséñelos que usted no los trajo al mundo para que cuando usted esté viejo ellos lo cuiden. Enséñeles la fortaleza y no les siembre el rancho ideológico. Así, con suerte, no serás merecedor de un juego de la papa caliente. Nadie quiere que le caiga el premio mayor. Y a la larga lo entiendo, sólo que ya nada me vale, sólo la alegría de los recuerdos y la diversión de la nostalgia. Tú te ves que eres un buen muchacho caracha, seguro que me vas a escuchar. Yo no tengo necesidad de estar aguantando estas acciones desleales, sólo que me resumo en desaparecer de la casa de mi hijo de turno desde la mañana hasta la tarde. Que ellos hagan su vida, yo hago la mía como pueda. Al parecer aquí se la hace pasando trabajo. Es esto lo que te digo: estar enamorado por andar alegre. Yo ando alegre. Creo que me estoy comenzando a enamorar de los paseos extremos en Ruta 6 porque… ¿qué más le queda a uno sino es vivir el drama de la tercera edad?». Con las chicas del can de nuevo cantando que no son lobas y que no le van a robar el marido a nadie me bajo. A la final me armé de valentía y le pedí a un tipo que se parara y le cediera el puesto a Fernandito. «Vaya con Dios hijo, vaya con él, porque no espere que aquí lo traten con cortesía» se despidió al bajarme.
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Meses después vi a Fernandito en una parada esperando una nueva ruta extrema: Cuatro Bocas por la tarde. Su afición a la adrenalina del transporte en horas pico lo salvaba de vivir pensando en el drama de la tercera edad. ruta 6 [Jorge Morales Corona]
VIAJE N° 7
REPRODUCIENDO: Quince Años
«Porque no han entendido que no hay edad, color, razón, ni condición ni tiempo para el amor» Tu Pirata soy yo Interpretado por Chayanne
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uando uno monta un bus en Venezuela debe estar claro que acepta los términos y condiciones de un viaje plagado de hechos sin nombres, susurros necios, gritos frecuentes y un circo repleto de atracciones horrorosas. Pero en estos predios siempre puedo observar casos tan diversos y siempre cabrán en la memoria dos clases magistrales de ignominia ciudadana. Porque el problema no es Venezuela, somos nosotros. En esta relación de ciudadano-país somos el marido que promete a la esposa que no le va a pegar más pero que le sigue sacando el alma a patadas. Tristemente los golpes se hicieron viscerales desde hace quince años… Los jóvenes, los chamitos, esos que aún los viejos dicen que son el futuro de Venezuela me dejan abrumado, extasiado por la crueldad irrevocable de ser un cuerpo lleno de excremento ideológico. Soy un muchacho que habla con otros contemporáneos y por este tipo de cosas es que reafirmo mi visión de estar en pleno apogeo del Siglo XIX, donde un niño debe salir a mendigar o a algo peor para llevar algo a su casa porque la mesa y la nevera están desnudas, inmaculadas. También es un tiempo donde las jóvenes (o dirían célebremente los defensores del lenguaje chavista: las jóvanas) se afanan por pasar el umbral de los diez años para entregar su cuerpo a los placeres de lo prohibido, de la muerruta 6 [Jorge Morales Corona]
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te anunciada. Ya no existen revistas juveniles como en mi tiempo (eso ocurría todavía a escasos cinco años atrás, tampoco es que soy Matusalén), tampoco hay juguetes (esos artefactos imperialistas no pueden ser conocidos por nuestros ilustres montones de basura) por lo que en la TV no hablan otra cosa sino de hombres en camionetas lujosas, actrices embarazadas, horóscopos amañados y televisión basura en una era de información dosificada en ciertos estamentos. La recurrente acción de encontrar diversión en lo prohibido era antes el morbo de los quince años, de los dieciséis o hasta a los dieciocho años, pero ahora es menester de todo niño gozar y recrearse en la Patria grande con lo que quiera. Con la grama y el papel, con los encuentros en baños del colegio o juegos que terminan en muerte. ¿Dónde quedó la niñez venezolana, las comiquitas, la inocencia, la propaganda del “Di NO a las drogas”? ¿Dónde se quedaron estancadas las generaciones de relevo? Son quince años… y en poco tiempo podemos atrasarnos hasta dos siglos, vanagloriándonos de la mentalidad arcaica y ajena a la realidad. Enajenamiento robolucionario lo llaman algunos. Hoy la decadencia, los innombrables, la idea podrida y el atraso bailan al ritmo de las Quince Primaveras que el conductor ha puesto para “amenizar” el viaje. Al parecer amaneció nostálgico y le dio play al playlist de “Chatarritas de Quince Años”. Sean bienvenidos a esta fiesta incestuosa entre la virtud del amar con orgullo a un país y el no hacer nada por salvarlo.
*** «Es que siempre fue rebelde. Cuando trataba de ponerle un para’o iba y me citaba ante el Consejo de Protección del Menor. Yo estoy de manos atadas ahorita. Vivir así es horrible» dice una mujer joven. Tiene las ojeras como dos cortinas colgándole de los ojos hundidos, perdidos en la incertidumbre. Lleva dos potes, será comida o quién sabe. La señora ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 7 que la escucha le toma de la mano y la primera comienza a llorar por lo bajo. «Cuando era pequeño me decía que quería ser militar. Siempre admiró a su papá y quería ser como él pues. Yo estaba maravillada que pensara en su futuro porque de dónde venimos no se piensa en futuro. Sólo les gusta decir que en la Cuarta República pasaban hambre, uh, ah. Ahí no hay ambición de na’ pero él sí pensaba en comprarme una casita más grande con bastantes cosas como a mí me gusta. Yo hago torta desde siempre. De eso vivo, aunque ahorita es imposible. No tengo ni para comer, menos para vivir. Pero él quería eso». Detiene la letanía y niega, aún no cree la vida que lleva. Pobre mujer remilgada, llevada por la vida y sus circunstancias egoístas. Llevada a ser esclava de algo invisible, de un país que se convirtió en una especie de cárcel mental. «Yo siempre le dije que sí, que fuera como su papá. Pero no como el biológico, ese es un desecho de hombre que no vale la pena. Hugo veía a Chávez como su papá. Siempre se sentaba a ver los “Aló Presidente” religiosamente y era como si estuviera conversando con él. Huguito creció viendo a ese hombre robusto como un ejemplo de humildad, de facciones duras y puños de hierro contra la injerencia. Él siempre me decía: “Mamá es que hay que defender a Venezuela de las invasiones. ¿Tú piensas que Chávez y Bolívar dejarían que vinieran los yanquis a amenazarnos y a invadirnos? ¡No Señor, mamá!”. Pero llegaron los años difíciles y al parecer esos sueños se esfumaron». La señora a su lado le quita la mano y trata de no mirarla con desprecio. Tiene la mueca de asco que siempre veo en los que pensamos distinto. En este país ya no vale la cortesía. « ¿Qué pasó señora?» pregunta la segunda por cuestión de cortesía. «Se metió con unos tipos a vender droga y a robar. Él me había dicho que estaba embolsando en un Súper Latino y por eso me traía cosas. No sabía que había dejado el liceo y se había puesto a eso. Cuando me enteré le pegué y al siguiente día me llevaron presa por agredir a un menor. Y no pude hacer más nada. Ahora estoy rogando que no me lo trasladen a otro estado porque hasta para ir al Marite se ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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me es difícil porque ya no me llega dinero, él era el que lo traía. Di mi brazo a torcer y dejé que me trajera cosas, le agarré gusto a la vida que él con sus catorce años me proveía» termina. La señora tiene suficiente. «Por eso es que estamos como estamos» utiliza la frase genérica para éste y todos los casos de discusiones venezolanas. «Gracias a Dios que ese muchacho está encerrado y ojalá nunca lo saquen porque una escoria como esa no debe existir» suelta con rabia visceral. La primera no da cuenta a lo escucha. « ¿Cómo ha dicho?» dice tratando de recobrar el sentido. «Como escuchó, no se haga la loca. Eso es lo que pasó con estos años malditos de gobierno. Convirtieron a los niños en sus escudos, un arma ciega, sin habla. Esa que está dispuesta a disparar cuando ellos lo digan. Ojalá se pudra allá y nunca vuelva a salir» grita la segunda mientras va bajando. «Siga creyendo en Chávez señora, siga. Cuando no halle cómo vivir se recuerda de ese hombre para que vea cómo automáticamente se le llena la barriguita». La señora baja y los improperios de siempre comienzan a salir… La venida de Escuálidos y Chabestia acompañado de la ida de frases tan concatenadas como la de No volverán y otro que le contesta ¿Sí, como el que no volvió de abajo? Se aderezan con Joe Arroyo diciéndonos que no le peguemos a la negra. El país la lleva negra…
*** «No chama. Es verdad, yo no sé cómo le voy a decir a mis papás» dice una muchacha de camisa azul y falda de gabardina azul oscuro. Mal comenzamos, pienso. Sé por dónde va todo. « ¿Pero para que te metiste en ese paquete? Es que tú sinceramente… ¿estás loca?» pregunta la amiga vestida de igual forma. «Es que Jonathan dijo que era tipo juego, que él no lo haría. Así que le di chola». «Y de paso con Jonathan, un tipo que no tiene ni donde caerse muerto porque ni pal’ hueco del cementerio tiene». La primera trata de tragarse la verborrea porque sí que le quieruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 7 re decir una que otra cosa a la amiga. «Y lo peor es que yo en Semana Santa como me fui con mis primos y sus amigos para la playa ahí fumé y bebí hasta el cansancio. Imagínate que hasta me caí varias veces de la pea que cargaba. Es que chica, uno es feliz cuando hay curda de por medio» dice orgullosa la compungida. « ¿Ajá y ya le dijiste a Jonathan?» pregunta la otra. Chayanne canta con su vocecita ladilla que la quinceañera lo bese en tiempo de vals, 1, 2, 3, sin parar de bailar y que haga que jamás se termine el vals. Vamos, una declaración de asalto de cuna claro. «Sí, y dice que no. Que eso es mentira. Entonces le escribí a Yolanda para que me consiguiera una Postinor y no consiguió; que ya no las venden y tal. Pero bueno, ya a una no le dicen nada si sale embarazada a los quince años. Todo el mundo lo hace ahorita. Además, así el gobierno me pasa una platica para que salgamos a beber el fin de semana» sentencia de manera graciosa la quinceañera. Y comienza el vals perfecto: Chayanne sigue con sus mensajes pedófilos diciéndole que su pirata es él porque no ha entendido que no hay edad (claro, aquí les encanta recurrir a esto), color, razón, ni condición, ni tiempo para el amor… Ya comenzará a subir fotos a las redes sociales diciendo lo afortunada que es, que con la ayuda de Dios tendrá a su hijo y bla, bla, bla. Adiós a otra muchacha que podría llegar por el camino correcto (y en otro contexto político) a ser Presidenta o lo que quiera. Ella ahora se resume a decir que todo está bien, que va a tener a su bebé porque ella es pro-vida (imagino que en su vida buscó información sobre lo que esto representa) y porque quiere mendigarle al gobierno una quincena para bebérselo en pura curda; el niño si quiere comer que se levante y vaya a ser la cola para comprar, o el papá fantasma, pero ella no. Así nos va... Ahora es que le queda vida… vida para vivir como un parásito y luego jactarse de decir que es feminista. ¡Qué lindo es viajar cada día en la Ruta 6! Sobre todo cuando hay fiestas como estas, donde los cumpleañeros son mendigos o asesinos y donde la torta la colocan dentro del horno por nueve meses. Esta es la juventud socialista, la que el Pueblo ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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viaje 7 quiere. Masa moldeable a los mandatos tácitos de quince años de celebración del atraso. ¡Salud! (Eso sí: nos podrá faltar el circo y el pan, pero JAMÁS la cerveza. #LaCurdaSeRespeta) Buenas noches y gracias por venir.
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VIAJE N° 8
Tres Tristes Tigres
«Pero algo pasó cuando al cantar un jovencito hecho su verso a improvisar a improvisar: “Qué lindo rostro que tiene usted señorita. Esa mirada deslumbra sorprende, incita a besar su boca”.» Romance Quinceañero Interpretado por Luis Silva
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ijarse en el color de las emociones es difícil. Difícil porque la apatía decide a los protagonistas en su desdichada virtud de corroernos el alma en tiempos de carestía emocional y les quita el color. La realidad en Venezuela es monocroma. Ya me he cansado de observar, mis ojos se niegan a ver la desidia, esa madre de todas las aspiraciones corrompidas por la nada que a diario me da una patada certera. Ahí, justo en el orgullo de querer ser alguien en la vida. Hoy es día de “trae a todos tus hijos a la Ruta 6”. Madres primíparas, de gemelos, veteranas en la procreación humana y demás catálogo se citan hoy en una especie de conferencia anual del arte de sobrevivir a un viaje en un autobús que se deshace con el kínder que llevan a cuestas. La moda ha cambiado tanto que ser madre es lo más in dentro del escaparate de logros de la Revolución. Las barrigas se pintan, se maquillan y utilizan la mejor vestimenta para deslumbrar a todas aquellas personas que odian o envidian su estado. Es que la envidia se convierte en el Hola, ¿cómo estás? de nuestros días. Nada que decir de la hipocresía, madre de todas las conversaciones de unos ingentes actores mal pagados de una obra que la escribió un pajarito que fumó una clase de especie herbaria para nada sana. Entre este patio de juegos me llama la atención una pequeña niña. No ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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tendrá más de cinco años. La omnipresente voz de Diomedes Díaz anega al bus en una letanía desafinada, borracha y con una vasta cantidad de desaires impropios. En medio de todo el desastre, la niña lee como si estuviera adicta un libro ilustrado con tres tigres en diferentes situaciones. Entonces sucede el punto de quiebre: recita los famosos versos Tres tristes tigres tragaron trigo en un trigal y todo comienza a tornarse sombrío, como una pesadilla de la cual no he podido salir aun estando despierto. Un niño llora, se deshace en hambre. Su madre no haya las palabras para callarlo. El hambre tiene la cara de perro más recia que un demonio del séptimo círculo del infierno. Tres tristes tigres tragaron trigo en un trigal... A la madre, de unos diecisiete años, le cuesta contener las lágrimas. La rabia, por otra parte, le roba el miedo y maldice el día a día. Cae en la desdicha de reciclar el agua donde cuece el poquito de espagueti que le llega una vez al mes a su casa. Recicla el agua para echarle media cucharada de azúcar y que este brebaje sirva como un tetero para el pequeño. Las tripas se le salen, no hay nada dentro, sólo una infección parasitaria. Miles de lombrices se alimentan de su cuerpo disminuido y desencajado. Una muerta que camina junto a un niño que nunca quiso. …en tres tristes trastos, sentados en un trigal. Un abuelo se aferra a los puestos para no caer. El kínder ha ocupado casi todos los sitios del bus y nadie piensa en ceder su puesto. La única razón a tan desleal acto de inclemencia: lleva una bolsa con dos harinas de trigo, un kilo de azúcar y una pasta de dientes. Vaya esperpento de hombre. Debería darle vergüenza restregarle a los desdichados que no llevan nada ese crucifijo alimenticio contra el exorcismo de cuerpos llenos de necesidad. Lo que nadie entiende (porque no les da la gana, así, de tajo, se hacen los brutos) es que, tras horas y horas de sol, conquistó la cima de las aspiraciones diarias: conseguir las sobras de una venta a precio regulado. Todo el mundo desvía la mirada. Le tienen rabia, rencor… envidia. Creo que mentalmente buscan un pedacito de paz porque sienten el odio animal ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 8 recorrerle las venas en una inyección neta de epinefrina e insultos. El hombre a la final cae. No lo puedo ayudar porque un betumen de gente, sudor y pellejo patrio me lo impide. Todos se congracian: se le ha botado medio kilo de harina y la pasta de dientes ha quedado regada por el piso. ¡Felicidades a todos, cumplieron el objetivo! Claro, en este escenario, ya salen algunos a cederle su puesto. Sentados en un trigal, tres tristes tigres… y comienza la hermosa perorata de la Venezuela grande, de la profunda. Ese experimento de revolución que terminó echando por tierra toda la mentalidad culta parida en una nación alguna vez conocida como paraíso. Sólo escucho las risas. Es el mecanismo de todas las discusiones actuales. Reír para no matar. Sí, matar. Porque la vida vale medio a los ojos del infierno psicosocial de una sociedad cargada de actores usurpadores de los títulos más diversos; desde el galardonado “Saltador de Talanquera del año” hasta el laureado “Estorbo político del año”. Los galardones se reparten entre el oficialismo y la oposición. Y de eso van las risas, ahí está el chiste. Todo el mundo sigue pensando que la oposición es la oposición y el oficialismo es el oficialismo. A la final, la política venezolana sigue siendo el mismo pozo séptico desde los albores de la independencia. Nunca hemos cambiado, sólo han entrado nuevos figurantes. …tragaban trigo en tres tristes trastos. La niña termina su lectura porque ya llega junto a su madre a la parada. Decido bajarme y caminar las cuatro cuadras que me restan hasta mi casa. No soporto ver a los tantos tigres tristes que salen con una sonrisa en su cara para pretender que la abundancia de decisiones erradas y la política bipartidista putrefacta hará algún día de Venezuela, el paraíso que fue construido por otras mentes. Algunos que sí pensaron en la comida de los tigres. Podría faltar lo mínimo pero la comida y la vida jamás. Pero los domadores que vinieron luego no se dieron cuenta cuándo se les acabó el circo y cuándo desapareció la comida. Y sin comida los tigres se revelan, sacan sus garras para hacerse con ella, así sea quién los cría. ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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viaje 8 Veo que quiere seguir leyendo pero la mamá le promete que lo seguirá haciendo pero en la oficina. Más de lo mismo: ilusiones, promesas y oraciones vagas que al final del día no significan nada. Ella es una niña triste y aún no lo sabe. Todavía no ha probado la nada que nos junta en este sopor irresoluble. Es mejor que siga leyendo esa especie de leyenda donde los tigres éramos nosotros y comíamos trigo como sustento de vida. Sería triste que supiera que los magos rojos convirtieron el trigo, nuestro alimento, en discursos coprológicos sobre la involución mental y en balas indiferentes a la razón y a las ideas. Tres tristes tigres tragaban balas en un tribunal…
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VIAJE N° 9
Misión a toda Vida Mujerzuela
«Yo no soy una loba, no, Yo no voy a comérmelo. Yo no voy a desfilar sus carnes Y a mandarte los huesos. » Yo no soy una Loba Interpretado por Las Chicas del Can y Miriam Cruz
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diario devengo algunas historias que quedan entre las tribulaciones de los días. No las culpo, algunas nacieron para morir en el mismo instante. Las historias en Venezuela son efímeras, retratos pintados para impresionar pero, como toda acuarela fresca, se deshacen en los raudales ríos de la opresión tácita. Hay colores que se repiten a menudo en los días. Amarillo, azul y rojo, mucho rojo hace eclosionar sentimientos que permanecen imbuidos en lo profundo de la indignación, la desesperación y las ganas de mirar hacia otro lado. Algo parecido ocurre hoy. Hablo con Suárez sobre la tesitura palurda de los servicios de seguridad y al parecer el tema le causa gracia. No sólo devenimos en el tema de la seguridad, tiene hambre de hablar. Mucha hambre, aclaro en mi mente. Le pregunto con qué visión se observa el prisma de colores revolucionarios desde alguien que mira el país desde la moto en la que patrulla cada día cerca de la universidad. Primero, y antes de comenzar su relato, me corrige. Al yo preguntarle sobre una de las tantas misiones de seguridad, me corrige el nombre diciendo: «Querrás decir Misión A Toda Vida Mujerzuela». El conductor escucha la radio y un locutor de juguete enumera la eficacia de un nuevo régimen dominado por los Compañeros Ladrones de Alimentos y Producción. A algunos se le funruta 6 [Jorge Morales Corona]
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dió el cerebro de tanto pensar… Suárez vuelve a la carga y se ríe, sabe que él se aprovecha de todo lo que sucede en Venezuela: «Mira, uno no es ladrón. Bueno, por lo menos yo no. Es imposible saber quién juega para los dos equipos y si lo sabes estás bajo amenaza. Aquí la única seguridad que tú tienes es que vas a morir algún día. Es duro pero es así. A nadie le gusta enfrentar esa realidad, ¿por qué? Porque es feo que te digan que te enamoraron y ahora te quitan todo para que la posibilidad de un traidor con vida sea mínima. En Venezuela por mucho que se purgue la situación, los cuerpos de seguridad y todo lo que tú quieras, va a costar algunos años para que todo cambie porque el venezolano se convirtió en un oportunista, un sobreviviente que está hambriento, con ganas de llegar a su casa y tener algo más que una gota de agua fría. Porque te quitan la comida, la ilusión del futuro, el agua, los sueños de tu vida y todo se desvanece. ¿Tú crees que uno matraqueando consigue el cielo? Uno también pasa carencias pero eso a la gente no le interesa porque ahí mismo te atacan como si fueras el traidor a la Patria». Detengo la conversación porque eso es mucho. Me cuesta contenerme para mirarlo y no decirle que si bien, él no se aprovecha de todas las cosas es porque no quiere o no ha tenido suerte de llegar a tiempo. «Suárez, discúlpame pero no me puedes venir a decir eso. Con todo el respeto que te tengo no puedes venir a decirme que cualquier miembro de los cuerpos de seguridad va y respeta los derechos de los demás a hacer la cola o a cumplir su deber de proteger al ciudadano. Ustedes van y apenas organizan algo de la fila, toman el botín como los propios piratas y se largan». Él piensa y le da vueltas a mi posición. A la final, en la cola cotidiana, en la fila de la comida, en el salvaje oeste en el que se convierte un supermercado, ellos son los primeros en huir por la retaguardia y dejar sólo las boronas para aquellos que donan su vida al sol y al tiempo de la humillación. «No vamos a discutir sobre eso que ese tema tiene muchas aristas» dice ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 9 al fin. Punto para la verdad, pienso. «Pero también hay que estar consciente que no todos son así, o cuando se graduaron no tenían esa ambición. Lo que pasa es que o tú tomas las cosas o las toma otro y te quedas sin nada. Esa es la cosa, aparte que nosotros como policías sólo estamos para portar el uniforme porque si metemos preso a alguno que ande robando o parecido, la gente viene, paga a otro oficial para que lo libere o viene una orden expresa desde arriba para liberar a sutano y a mengano. No chico, uno aquí está en manos de los malandros y al margen de la ley. Nadie en el país cree en las leyes y ahora nadie cree en nosotros. Yo tengo veinticinco años de servicio y ahora tú me ves así: un animal cazando comida para llevar a la casa. Esto no es de Dios» sentencia. «Suárez, desde hace años tú eres el enemigo porque tú en algún punto de la historia representaste la ley. Lo que sucede es que los de arriba fomentaron el automatismo violento, el disparar para obtener. El capitán Barba Negra con sus secuaces saqueó de manera silenciosa todo y cuanto consiguieron; incluyendo el civismo, las buenas costumbres y las normas coercitivas de la sociedad. Ahora no eres nadie Suárez, un número más de la propaganda ficticia». Él se lamenta. Sé que sobre sus hombros caen años de lucha. Luchó para conseguir una casa que no se le fue regalada para unas elecciones. También luchó (o sería mejor decir trabajó) para comprar la comida, antes abundante y para todos los ciudadanos y por eso él tenía el tiempo suficiente para fungir como baluarte de la seguridad ciudadana. En sus hombros cae el pasado como miles de te lo dije, ese hombre no trae nada bueno. Le pesa en el alma las decisiones pero no le queda otra sino mirar y seguir su camino en la próxima parada. «Algo te digo: el país antes se llamaba Venezuela pero de tanto que lo prostituyeron con tanta campaña pasó a llamarse Mujerzuela. El país está cansado de las revoluciones, de las independencias y de las sartas de políticos de plástico. Esos fueron los proxenetas de una tierra llena ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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de virtudes y costumbres tan anheladas por otros países. Ahora somos nada, un vertedero de basura mental en el mundo. Lo que éramos ya no lo seremos en un largo tiempo porque como el país se convirtió en Mujerzuela, nosotros también nos entregamos a la venta de nuestro futuro por un pedazo de alimento. Adiós mujerzuelano». Se despide sin más y se baja. Yo me quedo pensando en las vicisitudes del país prostituido, en las palabras necias de Suárez y en las musarañas propias de una Ruta 6 llevada al olvido, lenta en su andar por las fallas de sus repuestos. Esta ha sido la que ha salido a ruta por milagro. Por ella tuve que esperar una hora con cuarenta y cinco minutos. El sol arrecia y Suárez lleva en su mano derecha la comida que servirán en su casa. Hoy están de fiesta, lo malo es que sólo toca comer el almuerzo: atún enlatado con cuatro panes francés a repartir. ¿Y más nada? Eso, en estas alturas del partido, es un delicioso manjar que sólo se puede disfrutar si saliste a matraquear. ¡Hasta el próximo viaje mujerzuelano!
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VIAJE N° 10
WIFI DISPONIBLE - RUTA 6
«Noches de fantasía las que viví con ella en busca de una estrella sin poderla alcanzar.» Noches de Fantasía Interpretado por Roberto Antonio
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oy no me he montado en una Ruta 6, de eso estoy seguro. El silencio hace alarde de su presencia e inquieta mi perspicaz sentido de la devoción por el caos que siempre profesan los transportados. Hay tranquilidad, da gusto montarse porque hasta frío hace. ¿Pero qué es esto?, me pregunto maravillado. Estoy perplejo sin duda alguna. No parece un viaje habitual, se asemeja más bien a un viaje en la tranquilidad de un avión. Siento cómo las nubes se quedan pasmadas bajo las ruedas, ¿o esto no tendrá ruedas? ¿Será que las calles ya no tienen baches ni huecos? ¡Ay papá, de aquí no me baja nadie! Soy oportunista cuando lo necesito y sólo sucede cuando la oportunidad no deja lugar a dudas. Esta cumple con la premisa anterior. ¿Quién consigue una Ruta 6 sin música estridente, en silencio y sin parecer un animal en la parte trasera de un camión? Esto es una ganga para mí que frecuento estas unidades. Tal vez seré el pasajero 1,000,000,000,000,000,000 y me regalan este viaje V.I.P. con otras personas. No hay personas espalda con espalda ni gente de laíto. Todos están sentados absortos en sus vidas, quizá en la quimera que se convirtió el desgobierno o simplemente disfrutan del viaje, de la carrera como le dicen algunos. Mi celular timbra. Hay una señal WIFI disponible. En el menú reza: ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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NUEVA RED WIFI DISPONIBLE: RUTA 6. No, ya esto es mentira, es una broma. ¿De cuándo acá una Ruta 6 tiene WIFI? Esto no se lo cree ni Dios, pienso mientras me abstraigo revisando las noticias, enterándome que ahí fuera, en el mundo hay gente, noticias e historias y no sólo en la Ruta 6. Pero me aburro en el silencio. Todos están cabizbajos, están obsesionados con sus teléfonos. ¿Pero qué pasa aquí? Aquí todo el mundo se ha vuelto loco. Un muchacho que está sentado al lado mío, alza la vista, sonríe y al parecer adivina mi pensamiento. «No nos hemos vuelto locos. Lo que pasa es que esta es la única forma que nos enteremos que aún tenemos y vivimos en un país». Yo atino a la red de desinformación generalizada que envenena las noticias y crear titulares amarillistas para iluminar el circo que a diario se cita en cargos políticos. « ¡Ja! Claro que sí. Sin duda que esto se convirtió en un circo. Pero mira el lado positivo: el venezolano, aunque nos llevemos la peor parte del pastel, tiene la cualidad de seguir adelante, de crear e inventar nuevas formas para vivir. Somos únicos y eso lo sabemos. Tú sabes que esta era de la desinformación y de la cultura distorsionada es pasajera» me dice. «Sí, es pasajera pero está radicalizada. Un poco de educación en inyecciones es lo que hace falta. No tanto para nosotros sino para los políticos porque yo sé que somos muchos los que luchamos a diario por este país. Es verdad lo que dices: somos un país de grandes personas y buenas mentes, lo que pasa es que la demagogia y el discurso torcido nos han ralentizado el pensamiento». «…y el raciocinio. No se te olvide» me interrumpe. «Por supuesto. Pero esto me parece raro, todo esto que estoy viendo. Una Ruta 6 no tiene WIFI ni aire. A duras penas la estructura, el motor y la batería. Porque el transporte se ha convertido, como todo, en un lujo. Y esta unidad de verdad que es un lujo. No te quiero incomodar pero difícilmente sería factible esto» digo. El muchacho se extraña. «¿Y por ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 10 qué? ¿No tenemos derecho a gozar de internet inalámbrico y unidades con aire acondicionado? Te recuerdo que estamos en Maracaibo…». Yo lo interrumpo con mi risa. Aún no lo ha entendido. «¡Claro que tenemos derecho! Pero el problema que debemos solucionar antes que las demás cosas es el sentido de pertenencia. Sin él no somos nada y nada avanzará y eso es lo que los políticos no quieren que las masas sepan. Todo lo nuevo, lo que nos hace avanzar de algún u otro modo nos perturba, como el fuego a los hombres de las cavernas y entonces vamos y lo destruimos. Sentimos la satisfacción de un orgasmo cuando destruimos lo que juntos hemos construido. El venezolano es una de las mejores personas en el mundo, sólo que no es Venezolano, es ciudadano del mundo. Venezuela para él significa el sitio donde todo lo puede romper, quebrar y dañar y no saldrá perjudicado. Esa es la equivocación, hace años, por lo menos diecisiete, en que dejamos que la humanidad se fuera por la parte trasera y nunca volviera a aparecer más». Termino mi discurso presidencial y la sorpresa es que el muchacho nunca me prestó atención, siempre estuvo atrapado por el WIFI y el celular. Cierro los ojos para no estallar de la indignación. Nada ha cambiado. «Humanidades, humanidades. Los que se quedan por la puerta de atrás me hacen el favor» dice el colector con la voz andrógina que nunca se terminó de desarrollar pues con ligeros toques agudos, el tono se asemeja a la voz de Chukky, el muñeco endemoniado. Abro los ojos y ahí estoy: sentado junto a la ventana con algo de saliva en el uniforme. Me he quedado dormido pensando en lo que podría ser y no fue. Es muy temprano, el sol apenas se está levantando y le cuesta irradiar siquiera un rayo minúsculo de luz. Voy de camino al ambulatorio, el cansancio me ha jugado la peor treta de la historia: creer en algo que se esfuma al abrir los ojos. Será otro día, en otro lugar donde tenga la libertad de disfrutar del avance que la vida supuso para otros pueblos que no siguieron el discurso demagógico del Socialismo del Siglo XXI. ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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VIAJE N° 11
Recuerdo Cuando Te Vi (R.C.T.V.)
«Por ningún lado se encuentran rastros de valentía quienes la vieron dicen que estaba pálida y fría se daba cuenta que estaba sola y sin compañía y cada vez que asomaba el rostro se le veía.» Por Estas Calles Interpretado por Yordano
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ace más calor dentro que afuera. Imagino que el vapor expelido del conglomerado es el responsable. Me ha tocado estar de nuevo de pie, con la planta de los pies ardiendo sobre la “plataforma” que hace las veces de suelo. Me falta mucho por recorrer antes bajar de esta madeja humana que es transportada por los caminos de la vida. El locutor desgrana diversas noticias del día, desde inflación hasta expropiaciones, pasando por el típico escándalo y los actos demagógicos del quehacer venezolano. Termina con una nota nostálgica y un señor, entrado en años, pasa el brazo sobre la señora que está sentada junto a él. El cabello les resplandece cuando el sol se cuela por la ventana. El blanco no deja lugar a dudas de unos cuantos decenios contados. Él le comenta algo al oído y la dama le besa la mano con ternura. El señor me mira y yo le sonrío. «Hoy cumplimos un año más juntos» me dice complacido. «¿Cuántos años?». «Cincuenta y dos y aún recordamos dónde nos conocimos y nos enamoramos» regala la frase con un tono sabio. « ¿Si? ¿Y dónde fue?» pregunto. «Yo trabajaba de mandadero en Radio Caracas Televisión, hijo, cuando ella llegó a trabajar ahí. Antes, en los años dorados, el trabajo era una suerte, una gloria ganada. Para ese entonces hacíamos vida ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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en una de las mejores empresas que tenía el país. Ahí nos recreábamos viviendo entre el mundo de las cámaras, las personalidades famosas y una familia que nos había adoptado como ninguna otra empresa lo había hecho. Bárbara y yo comenzamos a hablar por cosas del recuerdo, de lo grande que era el show de Renny Otolina, de lo hermoso y querido que se sentía ser venezolano. Ese hombre era uno de los más grandes exponentes del componente humano de Venezuela. Era un hombre fuera de su tiempo, de su existencia en el país. Recuerdo que después de decirle “Una dupla entre Otolina y Uslar Pietri para gobernar sería la conjugación perfecta para avanzar”, comenzamos a salir. Ella salía a las seis y yo desde las cuatro ya estaba libre, entonces me quedaba en las instalaciones y, como era amigo de mucha gente que me quería, me colaba y veía cómo grababan comerciales, programas y a veces hasta ayudaba a la producción. Yo me sentía feliz de levantarme temprano, irme a trabajar todo el día, ver a mi Barbarita a los hermosos ojitos que tiene y, por la tarde, irnos en mi bicicleta a Parque del Este. Las tardes eran naranjas y muy frescas para nosotros. Aquella Caracas de grandes luces, tanto eléctricas como intelectuales, al parecer se perdió en medio de una nube de humo que nunca pudimos prever». El buen hombre se lamenta y su mujer le acaricia el muslo y le sonríe. «Pero no se preocupe Don. Ahora es que vienen las cosas buenas» digo para rescatar sus recuerdos. «Lo sé hijo, lo sé. Pero ellos aún no vuelven. La televisión ya no se parece a lo que era antes. Ese mundo era, valga la redundancia, un mundo de posibilidades, sueños hechos realidad y sobre todo, imparcialidad. Eso es lo que más necesita la televisión de hoy. Cuando entré a trabajar a las oficinas, dejando atrás el trabajo de mandadero, Bárbara estaba embarazada de nuestro hijo mayor. Radio Caracas entonces estrenaba nuevos episodios de una Radio Rochela reinventada y más graciosa. Yo a veces me escapaba de la oficina para ir al estudio y ver cómo grababan algún sketch, era una pasada de bueno. Después, con el pasar de los años, nacieron nuestros cuatro hijos y nos ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 11 casamos. Recuerdo que para mi boda fueron dos de los directivos de la empresa y nos regalaron la presentación del Puma. ¡Imagínate eso! El Puma en tu propio matrimonio. Eso no se veía todos los días. Ahí comprendí que los que hacían televisión por aquellos años era gente de buena fe, que creía en el poder de sus empleados y que apostaba por la calidad de sus contenidos. Porque lo principal que se buscaba con todo era educar a la población en las buenas costumbres y en la libertad de pensamiento. Al parecer, eso no les gustó después, cuando decidieron sacarlos del aire. Eso fue duro para nosotros». Se detiene para esconder la lágrima inocente y, quizás, de impotencia que se asoma. «Atrás quedaron esas novelas que me hacían suspirar muchacho. No te creas que esas eran novelas por ser novelas. Ahí se dejaban la vida por dar algo más que una cachetada o un beso apasionado. Ellos apostaron al futuro y fueron los pioneros en ello. Lástima que aquí el progreso sea el enemigo uno de los que están arriba» aporta la señora mientras su compañero se repone de la nostalgia que le ha invadido el cuerpo. «Usted, hijo, siempre recuerde esa planta televisiva como la madre de la televisión venezolana que puso a valer al país por todo el mundo. Jamás vaya a caer en esa cloaca de creer que la libertad proviene de la V que Te Ve porque eso es mentira. Aquí el único agente de cambio que prevaleció ante la tormenta fueron ellos. Y los que debieron apoyarlos, los dejaron solo. Todavía recuerdo cuando dibujé junto a un diseñador uno de los tantos leones del logo… aquellos eran grandes años para la televisión venezolana». El colector de la unidad lo interrumpe. Han llegado a donde se dirigen. Él se levanta con dificultad y sólo enuncia una frase nostálgica que deja en el aire vaporoso de los cuerpos apiñados, espalda con espalda, en el pasillo de la unidad. «Recuerdo Cuando Te Vi».
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VIAJE N° 12
Reunión sistólica
«Ironía de la vida que mala jugada del destino pues nos dimos en el momento en el sitio equivocado.» Ironía Interpretado por Luis Silva
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oy se celebra un nuevo festival de la carne. Ante mí, que estoy sentado en la última fila (la de cinco puestos pegados), se abre un runway como le dirían en los yunai esteits (según palabras de alguna chica que me habré cruzado en el bus). Y comienza el espectáculo: el desfile inaugural del día de hoy. En la anatomía diseccionada de aquellos que estudiamos esa nueva ciencia emergente llamada “Busetamágica” (corriente impulsada en los predios de transporte por Sir Francisco Cárdenas Chirinos), tenemos que el pasillo central del bus posee sólo la función de ser un espacio de extenso diámetro y longitud para albergar ochenta almas que se apresuran por llegar a algún sitio tratando de obviar en el ínterin los olores, las palabras, los sonidos, la humedad de los cuerpos y la insaciable voz del conductor. Pero hoy, donde caben ochenta personas, hay poco más de cien. La autonomía, la autodeterminación y la cuota de oxígeno vital se convierten más en una utopía que un derecho ejercido. El espacio es egoísta, no da cabida a nada más que el desespero, la necesidad de salir expelido de esa masa amorfa, quiste humano que se formó dentro de la unidad de transporte. El calor es insoportable y el desfile de la carne comienza nuevamente con sus oleadas de gente. Se bajan cerca de treinta persoruta 6 [Jorge Morales Corona]
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nas que se confunden entre la nube negra que bota el bus en cada intento del conductor por arrancar y apurar a los desdichados de esta función. Y comienza a subir el murmullo de bolsas plásticas, se parece al instante previo a la llegada de un tsunami. Nuevos modelos en esta pasarela abarrotada comienzan su desfile con los productos que han comprado. Hay muchos señores de edad avanzada emparedándose entre dos cuerpos, aprisionados entre la espalda de un gordo y el pecho de una secretaria sexy. Los tres se lamentan, inconscientemente, de ultrajarse unos a otros la dicha de no ser tocados. No hay más remedio, la solución en este país no existe ni intravenosa. La ley del dominó comienza su performance en el runway. «Ay, ay, ay Dios mío» atina una señora cerca de mí. Dirijo la mirada hacia el lamento y un hombre cae lentamente (se podría decir que discurre) entre el tumulto con la mano aprisionando su pectoral izquierdo. Alta tensión, de todo tipo. Eléctrica, conductual, dramática y arterial. Hay más presión que en una cámara hiperbárica. Adelante sucede algo, podría considerarse parecido. La gente grita al conductor aupándolo a que se detenga pero al parecer el bus entiende otra cosa y acelera. El pulso es frenético, la respiración se acorta a pequeñas caladas de aire por encima de las cabezas. «¡Qué te pares, aquí se está muriendo la gente!» le gritan al conductor. El señor cerca de mí sigue con la cara compungida, con el entrecejo fruncido y mostrando los caninos como un perro amenazante. El dolor, se convierte en el único tema a discutir en la reunión sistólica de esta mañana. Se paró en la sístole el mundo, la bolsa que llevaba se perdió, sus pertenencias alguien se las extrajo y nadie se movió para socorrerlo porque no había espacio para dónde moverse. Adelante está una señora que hiperventila y cae presa del pánico, del dolor que comienza a sentir en su brazo izquierdo. Nadie hace nada, sólo le recriminan al desalmado que se detenga ahora mismo. Y así lo hace después de que el mundo entero le recuerda a su madre. El río de gente se baja apresurada, como una fuga de agua, de reos anhelando la ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje 12 libertad de respirar y sentir sólo su propio cuerpo. Todo el mundo está demacrado, la reunión de esta mañana en el bus no deja duda de la inmundicia y el desinterés de progresar. Sé que todos le achacan la culpa al compañero de al lado, yo también lo hago. Pero nadie hace nada. Sólo se habla, se discute pero no se acciona. Todo se quedó parado en el país, así como el músculo cardiaco de dos personas que por providencia de algo superior dos médicos les socorren y a la diligente llamada de los pasajeros consiguen dos carros para llevarlos al hospital más cercano. Sólo que nadie se da cuenta que minutos antes un señor habla con otro en medio del barullo y explicaba su situación: «Ya no sé qué hacer. Me siento con las manos atadas, con la cabeza baja y la boca cosida. Suena rudo pero lo es. A veces me parece que la realidad del día es tan sanguinaria, vengativa, como si tuviera una rencilla con cada uno de nosotros. Si no fuera así, ¿por qué nos obligan a tener que sobrevivir de migajas y a mendigar vida? Suplicamos por un poco más de vida cada día pero ya hasta parecemos fantasmas. A la final no nos merecemos este país, nos quedó grande. Inmenso, cabría decir. Hace semanas que no consigo mis medicinas y no tengo más salida que pasar horas bajo el sol, como si no lo hubiera hecho en mi juventud por allá por Machiques, para comprar algo que comer (racionado para que rinda) y que sacie un poco la necesidad de comer, que ahora es un lujo. Un maldito lujo que se me hace aborrecible. Mi hija me regaña siempre porque busco comida bajo el sol. Pero no tengo otra opción, igual tenemos que comer algo. La comprendo, tiene miedo pues no me he tomado mis pastillas pero no hay salida de esa situación. Hay que patear los lugares y la ciudad para buscar comida. Yo no sé cómo acabará esto.» Ese señor fue el único que no se bajó del bus. Fue el único que no tuvo su momento de fama. Descansó quedándose dormido en el bus. Quizás soñando haber encontrado la tranquilidad para siempre… Este es el día a día. El olvido dejando el cuerpo y habitando el alma, secándola, arrastrándola lejos de la razón. Decidí seguir mi camino a pie ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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viaje 12 y, lo acepto, derramar una lágrima por otro soldado caído en la gesta de una utopía democrático-dictatorial.
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ESPECIAL - UNI 6
VIAJE V.I.P. Narragonia y sus playas
«El problema no es que duela el problema es que me gusta el problema no es el daño el problema son las huellas.» El Problema Interpretado por Ricardo Arjona
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e de decir que los viajes no son placenteros. No, para nada. Si viajar en una Ruta 6 en hora pico es sentirte algo parecido a un insecto, hacer lo mismo en una Uni 6 es indescriptible. Menos espacio, más contacto interpersonal, más violación de los derechos de todo ser humano de sentirse así: ser humano, no puerco para el matadero. Cuando menos lo imaginé me encontré con un antiguo amigo que, por situaciones como mis estudios y demás musarañas de la vida cotidiana, no veía desde ocho meses más o menos. Estaba cambiado. Delgado, con ojeras, el labio inferior con un temblor nervioso pero aún con su indiscutible buen humor. Vaya paraje para reencontrarse con una amistad de los años de la pubertad, sobre todo la calcomanía de un gato que nos miraba desde el tablero. Aún no entiendo que hacía eso pegado ahí. Cosas de ese mundo fantástico que es un microbús en Venezuela. Transcribo dicha conversación sin más que acotar. Bueno, sólo una cosa: raramente, aquel día, el conductor no llevaba vallenato. De fondo escuchábamos el mejor stand-up comedy del país: las noticias políticas.
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Pero si todo está bien, ¿Qué haces con ese montón de carpetas, hijo? Eso, amigo mío, en este autobús es viajar en modo extremo. Lo sé pero no me queda de otra. Es que, si te pones a ver, va a ser lo mismo que agarre un taxi. Vivir en Venezuela se ha convertido en una suerte de competición de supervivientes. Supervivientes, sobrevivientes, la historia es la misma y se repite. Yo estoy tratando de llevar adelante una columna que a la final no sé si la encasillo en una columna de crónica o de opinión (no, esta última no me suena mucho) y me gusta contar esto, lo que vivo cada día. Quiero decirle al mundo lo que ahorita callan todos. ¿Tú sigues con tu carrera política? No. Esa vaina se acabó hace rato. Aquí no vale ser político de joven. Ya la política se quedó repartida en las tumbas de los partidos. Los lapidarios aún tienen secuestrada la libertad de tener palabra y consentir o negar un planteamiento. En este país cada quién construye la verdad como le viene en gana y así alimentar la paranoia y el trastorno disociativo. Y a la final todos convertimos al país en un manicomio. Nos comemos entre nosotros y las ideas que prevalecen deben ser las de nosotros. Por eso me salí de la política y los partidos. Yo pensaba que me la comía haciendo política de calle. Recorriendo realidades como les encanta llamarlos. Aquí me ves: consumido a mis incipientes veintiún años. Consumido por el tiempo, la rabia y las negaciones. Yo no valía para el partido. Bueno, ni yo ni cualquier joven que piense diferente, que quiera reinventar el paradigma. Pero Franco, déjame ver: desde los dieciocho te lanzaste a la causa (no quiero mencionar al partido porque sé que te ofendería más) y ahora reniegas de la oposición y de todo. ¿Cómo se come eso? ¿Saltaste la talanquera acaso? No me vayas a dar una decepción que bastantes tengo ya. ¡Ja! Más quisieran. Yo simplemente me di cuenta que en el negocio actual del mando gubernamental no cabe la juventud. Sólo somos el sloruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje V.I.P. gan del 12 de Febrero y ya. El público, las focas y los loros. La juventud de los partidos no busca instruirte, busca destruirte, a ti y a lo que crees. La necesidad de adoctrinamiento, de involucionar porque sí, de seguir al pie de la letra lo escrito en piedra así nos aproximemos al barranco y a la puerta del infierno. Aquí todo se vale de un nombre, de la fama y la popularidad. El pensamiento venezolano se vació y, en cambio, se llenó de flashes, vanagloriados talentos y circos por doquier. El venezolano vive por inercia, el periodismo reboza en ese amarillo que tanto nos gusta. Porque todo lo que brille, lo envidiamos y hablamos mal de él. Así pasa en la política: todo se resume en ser un nombre que represente un partido. Ahí queda todo. En el nombre vacío y las ilusiones de los votantes quemadas junto al fuego. Yo sé que estás estudiando filosofía y ciencias políticas, ¿verdad? ¿Entonces de qué te vale ese conocimiento aquí si dices que lo único que importa es la fama? Yo lo he visto también. Es que en Venezuela el espectáculo se arrima como quien no quiere la cosa y ¡pum! Se te olvida por qué estabas enojado. Sólo deben pasar algunas horas para que recuerdes por qué querías romper la calle en protestas. Pero la campaña de la esperanza te cachetea y el espectáculo te hace olvidar y luego comienzas de nuevo. Exacto. Traté de hacer varias campañas. Quería mostrar que como pueblo podemos unir fuerzas y luchar. Pero basados en la verdadera historia, no la manipulada. Todo el mundo tiene la historia más usada que una prostituta vieja. Pero la campaña esperanza truncó los planes. Se venía lo del Revocatorio y es mejor darle esperanza a la gente en gotas que soltarles el río de realidad y futuro. Así es como se mueven las cosas aquí… Todo se queda en el discurso, nada en piedra. Todo es para figurar en primera plana (ya ni de un periódico en físico sino en la web). Políticos haciendo farándula y los artistas haciendo política. Los brujos haciendo gangas en sus ofertas y los periodistas vendiendo esperanzas al por ruta 6 [Jorge Morales Corona]
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mayor. Esos sí las venden. Los titulares te matan de la alegría. Ese ¡YA CAYÓ!; ¡NO VA A DORMIR COMO UN BEBÉ!; ¡YA SE FUE!; ¡REVOCADO Y PA’ FUERA! ¡Ja! Es cierto. Quién no sabe de lo que sucede a diario y tiene un conocimiento mínimo cree que ya tenemos un nuevo gobierno y que nadie inventa profecías porque ya todas se cumplieron… y así, usted pare de contar todas las triquiñuelas que el venezolano ha hecho para ganar dinero a cuesta de la crisis. La esperanza es el bote de locos que nos lleva al foso, a la tragedia idiosincrática de este pedazo de tierra que se perdió en medio de las luces, el maquillaje rojo y los actores mal pagados. Esto es una locura. Aquí no hay nadie que nos salve sino nosotros y la verdadera unidad del venezolano. Que la cultura de verdad siembre los valores que en 17 años fueron cercenados. Una lobotomía ideológica que nos robó la capacidad de ser seres pensantes y, en medio del conflicto, nuestra propia voz se confunde en el bullicioso de una batalla quijotesca contra molinos que nos dejan absortos en la gigantesca lid que nos depara: nuestro propio miedo a volver a ser humanos. Lo sé. Esa es nuestra principal batalla. Y si te soy sincero, aquí y ahora estamos perdidos. La gente se equivocó al elegir, al creer, al poner en manos de rufianes el sendero de un territorio que los jóvenes soñamos que sea próspero. La nueva oposición es un circo y al gobierno se le acabó el pan. Vienen de la misma escuela, algunos más estudiados que otros pero con los mismos sueños de poder agrandar sus gónadas en dólares ajenos. Todo el mundo necesita que hablen de ellos. Para bien o para mal, les vale lo mismo. Lo que buscan es el reconocimiento, que les alimenten el ego y la fama que puedan tener. Porque para eso está este nuevo prototipo de venezolano: con tal de salir en tv, radio o cine soy capaz de todo. Y cuando digo de todo (incluyendo la ineludible vergüenza y analfabetismo que reina en la mayoría de los habitantes), me refiero a todo con tal de seguir alimentando la campaña esperanza ruta 6 [Jorge Morales Corona]
viaje v.i.p. pensando que por el camino que vamos, vamos bien. El azogue patriota nos lleva a cometer errores, entre ellos el de pensar que sólo los políticos tienen el poder de cambiar el país. El desastre vino avisando pero con la burla (para esconder el miedo) que tanto le encanta al venezolano, la sociedad perdió su tensión, su estructura y la acción quedó ligada a la inercia, a patrones propios de una sociedad borracha con la Distopía de los pueblos latinoamericanos. La anomia es nuestro sustento diario y el único dios al que le hacemos reverencia. Pero vamos a ser positivos y pensemos que algo vendrá. Algo bueno. Sí, la campaña esperanza del revocatorio seguirá hasta el fin de los días y los titulares seguirán empantanando la mente del venezolano. Yo sé que todo se está acomodando para algo grande, algo que podremos construir tú, yo y los que de verdad estemos dispuestos a construir un país. […] ¿Ya te bajas? Bueno, fue un placer haberte visto. Contáctame por las redes. Tal vez en estos días le cuente a la gente sobre ti. Total, lo importante aquí es decir algo aun así tú nunca hayas existido. Todo es para figurar, para decir que vivo dentro de este país de farándula política.
*** Lo último que me dijo antes de bajar (y que no lo incluí por miedo a errar) fue una frase parafraseada de un artículo de Álvaro Vargas Llosa para el semanario ABC de la Semana llamado “Venezuela: la transición maldita” y que paso a citar textualmente para cerrar este viaje V.I.P. a Narragonia y sus playas: “Todo parece estar en su lugar para que la América Latina democrática recupere a la patria de Bolívar y de Rómulo Betancourt que se le escapó por 17 años. Pero la transición es una casa maldita que necesita una conjura.” Nos seguiremos leyendo mientras sobrevivan las unidades de transpor-
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viaje v.i.p. te de un país “nacido en prehistoria”. He de agradecer en parte a José Barroso pues su crónica “Se venden brollos (y se ponen ampolletas)” me hizo comprender parte del contenido de esta columna. Gracias poeta.
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ESPECIAL
SOBRE LOS VIAJES
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SOBRE LOS VIAJES Comentarios reunidos a partir de una conversación mantenida en Agosto de 2016, al nacer la idea de reunir los primeros números en un volumen.
VIAJE N° 1 Este primer viaje fue inspirado en una mujer singular que pide en las adyacencias de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia, lugar donde estudio actualmente y que, entre el grupo de amigos, la conocemos como “Hola, bebé” por siempre utilizar dicha frase antes de pedir. Quise evocarla en este número debido a que en los albores de la redacción de la columna me pareció el perfecto ejemplo del venezolano arrastrado por una ideología política basada en el populismo. Aclaro: el episodio contado no me sucedió a mí pero sí a un señor que en algún viaje me lo contó.
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sobre los viajes
VIAJE N° 2 Esta historia fue la que de verdad más me costó escribir debido al contenido que debía medir para que pudiera encajar en los “estándares de expresión” del país. Es difícil afrontar una historia como esta, tan actual y preocupante. Introduje una analogía mortal debido a la gravedad de nuestro padecimiento como país. Aunque, sinceramente, es mi columna favorita por lo crudo de su contenido. Hasta aquí nos ha llevado el río…
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VIAJE N° 3 Tuve que catalogar como “única” a la chica que una vez abordó una Ruta 6 donde yo viajaba. Desde lejos se notaba su transformación transexual y me causó tanta impresión que aquella ocasión no debía pasar desapercibida. Aunque aquel viaje estuvo cargado de comentarios sobre aquel “espécimen”, como escuché decir, decidí que era mejor aderezar la historia con un poco de humor y, a su vez, inyectarle algo de realidad. Estamos tan sedientos de verdad que cualquier realidad nos parece mera ficción… VIAJE N° 4 Sin duda, este viaje fue uno en los que más disfruté por la diversidad de historias, corrientes rápidas y lentas en las cuales observaba las pequeñas escenas que no dejaban lugar a la duda: a las Ruta 6 la forma la gente, sus pasajeros. Será una obviedad pero ella en sí misma perdería su magia sino no fuera por la gente. En ese ecosistema me acostumbré a ver este tipo de relaciones tan diferentes que era obligado contar las cuatro historias que se quedaron grabadas en mi memoria.
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sobre los viajes VIAJE N° 5 Una historia de drama y comedia contada al estilo venezolano, sin dejar atrás los desencuentros propios de las diferencias políticas que nos separan tristemente en la actualidad. Trata de cómo dejamos que el discurso de odio nos hiciera a los venezolanos incapaces de amar a otra persona por el simple hecho de no ser partidario del mismo pensamiento político. Es hora de unirnos y no dejar que nuestro país siga en CAÍDA LIBRE. VIAJE N° 6 Fernandito, cuyo verdadero nombre es Álvaro, es un hombre que me acostumbré a ver en la Ruta 6 camino al apartamento. Siempre tiene una historia que contarle al pasajero de al lado y gracias a él pude reflexionar sobre el rol de los adultos mayores en esta sociedad tan convulsiva como lo es la venezolana. Tristemente él observa su pasado con la nostalgia que me he acostumbrado a ver en muchas personas de mi edad. Los años pasan y no sólo nos sentimos viejos sino que hemos perdido nuestro tiempo… Estos diecisiete años nos han destruido más que sueños, la agraciada leyenda de la tercera edad. VIAJE N° 7 Me he dado cuenta, con una incesante decepción, que las generaciones de “relevo” son un cúmulo de errores y una autodeterminación errada, dañada o construida bajo unas bases de seres todopoderosos, muy lejos del envalentonado pensamiento juvenil de antes. Ellos requieren la adultez de manera frenética, una clase de diversión que se ha vuelto una costumbre decimonónica para nada saludable. Este viaje fue inspirado por múltiples grupos juveniles que veo en la Ruta 6 cada día. Es triste ver que cargan con hijos entre sus brazos y apenas visten uniformes de educación media diversificada y que comruta 6 [Jorge Morales Corona]
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sobre los viajes parten este tipo de comunicaciones. Nada que decir de aquellas madres demacradas de camino a ver a sus hijos tras unas barras de detención… una triste realidad que no me deja dudas de la falta que hace la educación en esas bases de arena de la juventud que actualmente crece. VIAJE N° 8 Sólo espero que esa pequeña niña que vi una mañana leer un libro con cuentos de tigres crezca en un país feliz. No sólo ella, sino todos los que formamos esta nación. Estoy cansado de ser un tigre triste y hambriento de esperanza…
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VIAJE N° 9 Testimonio de un policía que llegó hasta mí gracias a un gran amigo. La discusión de “seguridad oportunista” es seguida por la eterna confrontación de la costumbre dañina del venezolano de volver a sus instintos básicos. Aunque en condiciones irracionales como las que se viven actualmente, el raciocinio es raramente encontrado por estos vecindarios. Hay seguridad para los malos… a los buenos nos protege el cielo. Así se vive. VIAJE N° 10 Una utopía, un pequeño sueño a bordo de la Ruta 6 de las 6.15 de la mañana. Recuerdo lo triste que me sentí cuando desperté de aquel viaje tan agridulce. Es difícil reflexionar sobre la cohesión ciudadana a base de las carencias y no sentir que el alma se te seca. Quién sabe si bajo el progreso la cohesión crecerá aún más…
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sobre los viajes VIAJE N° 11 Los protagonistas de aquella tarde fueron esos dos señores. Sin duda fue una gran experiencia y haberlos conocido. Aún conservo la nostalgia de su relato como un ruego para hacer volver la pluralidad y la libertad de expresión en una nación que pareciera haberla perdido hace siglos… Cuando escribía este viaje, recuerdo que pensé: la ignorancia nos lleva directo al abismo del atraso. VIAJE N° 12 Un final triste, así como lo es saber que esto sucede muchas veces en los viajes de la ciudad. Expresados bajo ataques de pánico e infartos, la desidia que se vive actualmente hacen que nuestros valores mueran lentamente y nos convirtamos en una suerte de Belisario dispuesto para la batalla por la supervivencia. Triste realidad, triste final… …aunque siempre, al final, la esperanza nos sonríe.
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INDICE PRESENTACIÓN: ¡AGUANTA, AGUANTA! PALABRAS INICIALES SOBRE LA COLUMNA. VIAJE N° 1. El viaje de Zulema. VIAJE N° 2. De reencarnaciones en pajaritos y formas evolutivas de Chávez. VIAJE N° 3. Mariíta y Mario. VIAJE N° 4. Mixturas ideológicas. VIAJE N° 5. E/R/B/I/L/A/D/I/A/C. VIAJE N° 6. Fernandito y el Drama de la Tercera Edad. VIAJE N° 7. REPRODUCIENDO: Quince Años. VIAJE N° 8. Tres Tristes Tigres. VIAJE N° 9. Misión a Toda Vida Mujerzuela. VIAJE N° 10. WIFI DISPONIBLE – Ruta 6. VIAJE N° 11. Recuerdo Cuando Te Vi (R.C.T.V.) VIAJE N° 12. Reunión Sistólica. UNI 6. Narragonia y sus playas. SOBRE LOS VIAJES.
«Samina mina, eh, eh. Waka-waka eh, eh» El Negro no Puede Interpretado por Las Chicas del Can y Miriam Cruz
¡GRACIAS PASAJEROS!