Vuestra arquitectura de valde

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Emprendemos una nueva sección, donde vosotros sois los protagonistas, quienes contaréis y explicaréis todas las construcciones, edificios y diseños que tenemos en Valdelaguna. Comienza “Vuestra Arquitectura”.

NUEVA SECCIÓN

la casa del árbol Inauguramos este nuevo espacio del boletín hablando de la que posiblemente sea la casa más antigua del pueblo, y para ello contamos con la colaboración del grupo de Facebook “Valdelaguna Histórica”, creado por Jesús Oreja Sánchez, al que tengo que agradecer toda su implicación y cooperación, así como a los miembros del grupo que han participado. Durante varias semanas han ido aportando información, e incluso algunos realizamos una visita al propio edificio organizada por Jesús, donde coincidimos con vecinos que también nos ofrecieron sus conocimientos y recuerdos. Para quien no la conozca, “La Casa del Árbol” se encuentra en lo más alto de la calle de las Conejeras, y aunque se habla de casa, los colaboradores indican que en realidad se trata de una manzana, que ha ido evolucionando con el paso del tiempo. Actualmente, podríamos delimitarla por dicha calle, la calle La Vid y la calle del Alamillo.

Algunos de los participantes han vivido muy de cerca este edificio, como Pilar Gigorro y Paqui Pascual Gigorro, que describían la distribución de una de las viviendas, a la que se accedía directamente por la cocina desde el patio de vecinos. Allí, recuerdan que había una pequeña cueva que servía de alacena para conservar los alimentos frescos debido a la temperatura constante que se mantenía en su interior. Raquel Jiménez, a quien siempre le han maravillado las vistas que posee, nos ofrece un dato interesante: la reforma que se realizó en el edificio cuando pasó a formar parte del patrimonio del “psiquiatra”, como se conoce al que fue propietario de esta morada durante un tiempo. La obra comprendía la construcción de un hall en el patio de vecinos, y su rehabilitación, manteniendo las estructura antigua. En la visita, son muchas las cosas curiosas que descubrimos: Como un desagüe rematado con cerámica que cruza bajo una de las viviendas desde el patio hasta la calle, lo que demuestra que se trata de un elemento primitivo. También una losa de piedra a modo de alfeizar en una de las ventanas de los pisos altos, que se utilizaban de pajar y posiblemente palomar. Pero sin duda lo más singular es la manera de construcción que poseen algunas de las paredes que dan al antiguo patio de vecinos, que se alzan mediante adobe. Esta técnica casi no está empleada en Valdelaguna, donde se utiliza la mampostería, lo que refuerza su antigüedad. Consiste en la realización de los muros El conjunto responde a construcciones de uso resi- por medio de arcilla y paja, guiándose de pies deredencial y tipología rural. De dos alturas, construidas chos de madera, que funcionan como estructura. en piedra (salvo una parte que después explicaremos), de crujía estrecha y pequeñas ventanas desordenadas. En muchas ocasiones existía una convivencia con animales, incluyendo cuadras y pajares. Parte ha sido reconstruida a lo largo de los tiempos, llegando a ser hoy viviendas contemporáneas, sin embargo, la zona oeste, no ha corrido esta suerte, y a duras penas se mantiene en pie, localizándose una de las construcciones más antiguas y bonitas del conjunto. También es aquí donde podemos apreciar algo muy peculiar, un patio de vecinos al que volcaban varias casas. Todos los que conocían la historia de este edificio, no dudan en decir que se trata de la más anciana de las Ha sido muy interesante el estudio que hemos realizaconstrucciones, y aseguran que se relaciona con la do, y aún quedan por describir numerosos detalles Casa Grande, siendo quizás cuadras y parte del servi- como el arco de entrada, la placa del antiguo seguro cio de ésta. Estos datos no están constatados, se trata que todavía cuelga de su fachada, la cueva o la era de conocimientos que se han ido trasmitiendo a lo lar- que hay al otro lado de la calle, que pertenecía al congo de la historia, y que quizás tengan su punto de cer- junto. Pero hay que dejar el turno a otros colaboradores que nos hablarán de nuevos temas... teza. © Jorge Sánchez de las Peñas 2013

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LA CASA DEL ALMENDRUCO Poco conocida y guardando alguna que otra curiosidad, nuestra protagonista se sitúa al comienzo de la Calle de la Mesa. Es una humilde construcción vernácula que responde a una tipología de la que todavía no hemos tratado: las construcciones agropecuarias. Estas construcciones, relacionadas con el campo, se utilizaban para guardar todo tipo de material agrícola. Aunque hoy en día son pocas las que quedan en pie, antaño el número de estas construcciones era notable y se situaban, como parece lógico junto a los huertos que existían en el pueblo, paralelos a la calle que toma su nombre: “la calle de los Huertos”. La morfología que tienen estos edificios es de características simples: generalmente son de una sola planta de altura considerable, ya que la función estaba vinculada al almacenaje de herramientas y aparejos. Aunque también hay casos en los que existe un pajar en la parte de arriba. De estructura estrecha, económica y fácil de realizar, poseían la dimensión necesaria para poder guardar los antiguos carros. Su construcción responde a gruesas paredes de mampostería tosca, que conforman fachadas con ausencia de ventanas en la mayoría, aunque si en ocasiones las hay, son pequeños huecos desordenados. Estas características hacen que sea muy fácil identificarlas mientras paseamos por nuestro municipio. Similar a la tipología “Casa Rural”, el resto de la estructura del inmueble es de madera y caña, con vigas perpendiculares a la fachada que dan asiento a cubiertas de una sola pendiente, rematadas siempre en teja árabe y sin chimeneas. Pero la Casa del Almendruco no siempre respondió a este tipo de construcción, curiosamente, este edificio se inició con fines de residencia. Al poco de ser construido se modificó su uso convirtiéndose en dependencia agropecuaria.

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Esto queda reflejado en las imágenes de la reconstrucción del edificio. En las que se muestra primero la vivienda y en segundo lugar la actual dependencia agropecuaria. Primera imagen: se aprecia un patio por el que se accedía al interior y al huerto superior. Se entraba directamente a la cocina y desde ella a las dos habitaciones, comunicadas entre sí, sin existencia de pasillo. La segunda imagen, responde a un espacio diáfano al que se ha anexionado el antiguo patio y se han añadido grandes puertas, así como una modificación en el acceso de subida al huerto superior. El propietario de la Casa del Almendruco, quien la bautizó con este nombre, debido a la existencia de un huerto de estos árboles en la parte trasera, además de ayudar a la reconstrucción grafica, nos narra una curiosa anécdota que aconteció hace muchos años entre estas paredes:

“Durante la procesión de las fiestas de la Virgen del la Blanca que se celebraban en septiembre de 1908 en nuestro pueblo, aprovechando la concentración de vecinos en el acto religioso, unos ladrones decidieron cometer un hurto, colándose en la casa con el fin de saquearla. Pero para su sorpresa encontraron en su interior al residente: Emilio Rubio, al que consiguieron quitar 30 pesetas. Posteriormente estos ladrones, vecinos y conocidos de la localidad fueron cogidos y juzgados” Para corroborar la historia, nuestro colaborador nos enseña una noticia del periódico de la época, donde se aportan datos precisos. Los más curiosos, pueden consultar este periódico por internet en la Hemeroteca de ABC, en la publicación de Madrid, 17 de Junio de 1909, pagina 7. Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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LA ermita de santo toribio - primera parte La evolución en ocasiones va ligada a la extinción, a veces al ganar se pierde y eso es exactamente lo que ha pasado con las ermitas de Valdelaguna, el paso del tiempo y el crecimiento. Como en otros municipios, en la antigüedad, se construían ermitas en las salidas de los pueblos, vinculadas a los caminos que comunicaban con otras localidades. De las cinco que tenemos constancia, ésta, la ermita de Santo Toribio, es la única que hoy perdura. ¿Por qué este caso no ha corrido la misma suerte que sus hermanas? Tal vez utilizarla para la construcción del cementerio del municipio que recibe el mismo nombre, haya ayudado a su conservación, o tal vez el que sea la ermita del Patrón del Pueblo le haya propiciado un trato especial. Vamos a comenzar el estudio de la ermita refiriéndonos a su historia. Nacho Bermeja, que también colaborará en próximas entregas, tras proponer el tema, se ha involucrado aportando gran cantidad de datos y conocimientos. A la pregunta de ¿cuándo data este edificio?, Nacho no solo nos responde sino que añade una información cronológica de las diferentes apariciones de la ermita en documentos escritos:

“Según un documento cuyo original no conozco y trascrito por Don Juan José Molinero en su libro Apuntes sobre mi pueblo, en 1521 se votó nombrar patrón, celebrar fiesta y construir ermita a Santo TorIbio y con ello se palió milagrosamente una gran sequía que sufría el pueblo. En 1580 en las Relaciones Topográficas de Felipe II ya existe la ermita y se especifica que para elegir a Santo ToribIo se echó a suertes con otros santos y que con ello se salvó al pueblo de la sequía. Pascual Madoz publica su Diccionario geográficoestadístico-histórico de España en 1847, en la descripción de Valdelaguna escribe... en los afueras se encuentra una ermita de Sto. Toribio, pequeña y ruinosa, y el cementerio que no perjudica la salud pública ... También habla de la ermita Martín Pérez en 1888 en su Guía de Madrid y su Provincia… en el norte hay una ermita llamada de Santo Toribio, en tan mal estado y descuido tal que no se puede celebrar el día del Santo… En 1921, en Historia de Madrid y de los pueblos de su Provincia, Juan Ortega Rubio escribe que ... En las afueras del pueblo se ve la ermita de Sto. Toribio, cerrada al culto ... En el Archivo Parroquial se conserva un acta de una junta de la Hermandad de Santo Toribio de Liébana, con fecha 9 de agosto de 1930, según la cual, en dicha junta se opta por construir una nueva ermita ante el estado de ruina de la antigua. En el mismo Archivo existen dos inventarios de los bienes de la Iglesia, uno de 1923 y otro de 1935. En 1923 la imagen del Santo está ya en la iglesia pero no cuenta con un lugar digno de su rango de patrón. En 1935 ya tiene retablo, de poco valor, hecho 1932, el cual se perdió junto con la imagen original en la Guerra Civil.

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Tenemos que el culto al Santo se remonta al siglo XVI, pero sin embargo no es hasta 1932 que tiene en la Iglesia un lugar digno de su rango de patrón del pueblo. Esto se explica porque hasta entonces el culto al Santo era en la ermita, si la imagen se trasladó a la iglesia era para poder seguir venerándola aquí. El antiguo retablo se reservó en la vieja ermita, seguramente para reubicarlo en la nueva proyectada por la hermandad, y por eso el nuevo de la iglesia era de poco valor. La Guerra trunca los planes, la nueva ermita nunca se construyó y el retablo antiguo se trasladó a la iglesia al ser restaurada en los años 40-50 del siglo XX, ubicándose en el lugar que ocupa aún hoy y que antes de la contienda ocupaba el retablo de la Virgen de la Blanca. Esta reubicación del retablo la recoge José María Azcárate, en su Inventario Artístico de la Provincia de Madrid de 1970, donde recoge un retablo barroco. La ermita ya sin santo ni retablo se reformó como tanatorio, del cual conserva una mesa de autopsias, y se usa hoy como almacén” ¿Y de dónde surge la devoción al santo? es una pregunta que a veces muchos nos hemos hecho y de la que existen muchas respuestas y versiones. Según Nacho, el único aspecto común documentado es el hecho de nombrar un patrón para el pueblo, que se hizo con la esperanza de ayudar a paliar la sequía. Nacho aporta también este plano de 1853 del Instituto Geográfico Nacional, donde aparece la construcción. En la próxima entrega, estudiaremos los aspectos constructivos del edificio, y una sorpresa en forma de dibujo que nos dejará a algunos fascinados. Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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LA ermita de santo toribio - segunda parte Ya conocemos la historia, ahora toca entender el edificio, y para ello, lo primero que debemos hacer es saber qué es realmente una ermita: Son construcciones que se localizaban alejadas de la población a la que pertenecían y cuyo fin era religioso. En muchas ocasiones, la figura del ermitaño se hacía presente, pues era el encargado de cuidar y mantener estas capillas. Solían ser personas que vivían de manera solitaria. Si investigamos su etimología, ermitaño, se relaciona con este concepto, ya que procede del griego y su significado es “del desierto”. Dentro de la arquitectura española las ermitas son numerosas, siendo generalmente pequeños edificios, puesto que su función no precisa de un gran tamaño. Además si atendemos a que la mayoría de ellas provienen de tiempos pasados, vemos como la manera de construir es pobre y humilde, un claro ejemplo de arquitectura vernácula. La ermita de Santo Toribio, no difiere mucho de esta premisa, siendo una capilla de poco más de treinta metros cuadrados. Su construcción, resulta difícil de definir sin realizar catas, aunque aparecen varias características que nos pueden ayudar a aproximarnos: Si realizamos una visita y nos fijamos bien en su fachada exterior, se ven claramente unas manchas que podemos asociar a juntas entre grandes elementos de construcción, probablemente bloques de barro, distinguiendo tres hileras. Pero por otro lado, el paso del tiempo y el deterioro, hace que en la parte baja de esta pared salga a la luz por los desconchones del revestimiento, piedra, correspondiente a un muro de mampostería. Entonces, ¿de qué material está hecha? La respuesta nos la da el hueco de la puerta, donde se aprecia como este muro es más grueso en su parte baja y conforme asciende cambia su anchura. Se debe al empleo de dos materiales: una base de mampuesto, que proporciona cimientos y aislamiento de las humedades del suelo, y una terminación de tapial. El tapial, consiste en el levantamiento de muros con barro compactado previamente en unos moldes de madera, como si fuera un encofrado. Al retirar los moldes pasado el tiempo de secado, el barro ha endurecido dejando la forma que se buscaba.

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De nuevo nos acompaña Nacho Bermeja, que repite su colaboración aportando más información al estudio, mostrándonos una hipótesis de cómo pudo ser el edificio en sus inicios.

“Casi todas las ermitas de la zona y de la época tienen un espacio abierto cubriendo el acceso, que en este caso podría estar cubierto por el arco de medio punto que aún se conserva. La pequeña espadaña podría dar sentido a un engrosamiento del muro que a día de hoy no parece tener ninguna función y que en su día pudo servir de base a dicha espadaña. La estructura interna del espacio cubierto de planta cuadrada sería de bóveda de cañón, siguiendo los dos arcos que aun se conservan enfrentados. El retablo con la imagen del Santo, estaría ubicado enfrente de la entrada como aún recuerdan los mayores, sobre un altar en el que se dejaban las luces en las noches de difuntos para que no se apagaran con el viento.” Para ayudarnos a entender mejor el antiguo diseño de este edificio, Nacho no duda en realizar un dibujo plasmando su descripción y haciéndonos percibir de manera más directa, como si viajáramos en el tiempo, el aspecto que tendría nuestra ermita de Santo Toribio. Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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Antigua casa familiar Esta vez he decidido hablar de la casa de mi familia, algo que siempre me ha llamado mucho la atención y para ello qué mejor persona que la inquilina actual, Mercedes de las Peñas López de la Fuente (mi tíaabuela). La casa original comprendía no solo la actual casa de Mercedes, el nº 22, sino la suma de las colindantes: n os 20, 24 y 26. Se trataba de un único inmueble de más de cien años conformado por distintos elementos y espacios. La vivienda se encontraba en la casa de nuestra colaboradora, muy similar a la que actualmente existe. A la planta baja, se accedía por la que hoy es la ventana del comedor, nada más entrar un portal, que daba paso a una cocina y el comedor de verano, con acceso directo a una cueva donde se mantenían frescos los alimentos. A continuación, tras subir un primer tramo de tres escalones, aparecía el comedor de invierno, situado ya en el siguiente edificio, el nº 24. Este cambio de cota era necesario puesto que la calle posee una fuerte pendiente, y la construcción se tiene que escalonar. Lo que hoy conforma el portal y la cocina del edificio nº 24, antes estaba ocupado por las cuadras. Justo encima un pajar, con un solo hueco en la fachada para poder introducir la paja desde los carros, que se colocaban en la calle, cuando ni siquiera estaba asfaltada. La primera planta albergaba las habitaciones: cuatro, que se comunicaban entre si a través de puertas situadas en medio de cada una, sin la existencia de pasillo. La segunda planta, es donde se encontraban y encuentran las cámaras, cuya entrada se mantiene. Se trataba de un espacio unido que ocupaba toda la casa, desde el nº 20 hasta el final del nº 26, donde arranca la cuesta de la Grilla. Este es el nivel más interesante, donde recorriéndolo en dirección de la calle aparecía: un alambique, junto a él, un cocedero de vinagre, a continuación una gran cueva y el acceso a las cámaras superiores, un lagar donde había una prensa de vino con canales tallados en la piedra del suelo y que desembocaban en un deposito circular, también de piedra en la bode-

ga, con grandes tinajas, en las que no sólo se almacenaba vino, sino en ocasiones cereales.

Para terminar, un porche, donde se aparcaban los carros.

Son muchas las anécdotas y acontecimientos que se han sucedido entre los muros de esta construcción: Durante la guerra, parte de la casa fue tomada por los militares como comandancia, desempeñando allí sus tareas de mando. También en este periodo, la cueva hizo de refugio ante las amenazas de bombardeos de los aviones. Posteriormente, ubicado sobre las cuadras, tras rehabilitar la planta, se inició el primer colegio infantil de Valdelaguna, para niños menores de seis años, atendido por Mercedes durante más de una década. Además: un estanco, la residencia del medico, una inmobiliaria e incluso el “aula” de catequesis, han hecho que muchos vecinos del pueblo hayan visitado este hogar.

Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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LA FRAGUA

A cada maestro le corresponde una ciencia, y por supuesto, como no, una arquitectura para poder desarrollarla. La vida cambia, y con ella las gentes, tradiciones y profesiones, como la de herrero, que desapareció de Valdelaguna años atrás. Aunque hoy en día pudiera parecer impensable, antaño, esta figura era de las más importantes, ya que se encargaba de reparar arados, gradas y demás utensilios del campo, así como elementos de cocina, rejas, etc. Como en cualquier municipio, en Valdelaguna existía esta labor cuyo trabajo se desarrollaba en la fragua. La persona que se cree que trajo estos conocimientos, fue José Jiménez Castellanos, natural de Ocaña, a mediados del siglo XIX. Con el tiempo fue traspasándose hasta el conocido como Tío Julián (entre otros), familiar de nuestra colaboradora de este mes. Ella nos narra como recuerda esta construcción, y ayudados con la foto y el dibujo, podemos entenderla y recrearla en nuestra imaginación. La fragua, era una pequeña construcción de apenas veinte metros cuadrados que como es normal en este tipo de edificios, se situaba aislada: en la carretera de Perales, frente a la actual Casa de la Cultura, próxima a los antiguos lavaderos. Su forma respondía a una planta cuadrada con un hueco de entrada, por el pasillo que aparecía de la separación de este edificio y el de los lavaderos, y otro de luz por una pequeña ventana que daba hacia la carretera de Perales, suficiente para iluminar el espacio de trabajo que se componía de cuatro elementos indispensables: una fragua, un gran fuelle, un yunque y una pila de agua. El gran fuelle daba aire para avivar el fuego de la fragua, necesario para trabajar el metal y golpear posteriormente en el yunque dando forma a los objetos. El agua igualmente era un elemento importante, ya que para templar el metal y endurecerlo, eran necesarios baños de agua. De ahí, que nuestro edificio se situase en la plaza, junto a los antiguos lavaderos. La distribución de estos elementos, no era más que funcional. Se colocaban de modo que el herrero pudiera trabajar al unísono con todos de la manera más eficiente posible: La fragua se emplazaba centrada, a la izquierda, el fuelle y junto a la puerta los elementos a reparar. Hacia el otro lado, el derecho, se colocaba el yunque, y siguiendo esta dirección, cerca de la ventana, una pila de piedra llena de agua.

Algo que nuestra colaboradora recuerda muy bien y le llamó mucho la atención cuando de joven visitaba la Fragua, era la manera de hacer funcionar el gran fuelle: “...estaba colgado del techo con unas cadenas y se unía por medio de un tubo a la parte baja del fuego. Para moverlo había una cuerda que iba enganchada a un pedal. El herrero pisaba el pedal y el fuelle se movía...”. Jorge Sánchez de las Peñas, 2013


LA CASETA DE LA LUZ

Como ya hemos visto en otras ocasiones, las construcciones no sólo están diseñadas para albergar a las personas, a veces tienen un papel más industrial, como le sucede a La Caseta de la Luz, de la que hoy hablaremos. Éste es el nombre con el que la mayoría de la gente lo conoce, pero en realidad se trata de un edificio que guarda un transformador eléctrico, imprescindible para Valdelaguna. Se emplaza en el numero 9 de la Cuesta de la Grilla, pertenece a Unión Fenosa y lleva allí desde que llegó la electricidad al pueblo, hace casi cien años. Si hablamos en términos generales, estos antiguos edificios eran y son muy parecidos entre ellos. Poseen forma de torre con base cuadrada, generando en su interior un amplio espacio donde se situaba la instalación eléctrica. La altura, no solo facilitaba y daba seguridad en la instalación de los cables, sino que generaba ese espacio amplio que hacía que pudiera refrigerarse el transformador. Para cubrirlo se emplea un tejado a dos aguas, en la mayoría de los casos de teja. Hoy en día aun sigue funcionando, transformando la energía eléctrica que llega a nuestras casas. El porqué de este elemento, es el siguiente. Tras la generación de electricidad, hay que transportarla para que llegue a todos los lugares. El mejor método para hacerlo es transformándola, elevando el voltaje, para que de esta forma, las perdidas en el transporte sean menores. Así nos encontramos tres tipos de tensiones: alta, para grandes distancias; media, para un ámbito mas pequeño y baja, la que usamos en nuestra casa. El transformador de la Caseta de la Luz, se encarga de realizar este ultimo cambio, de media a baja , haciendo posible el suministro de energía a todo el pueblo. Un amigo colaborador nos cuenta algún recuerdo que tiene de este edificio, ya que lo conoce muy bien puesto que ha vivido junto a él toda la vida. “Recuerdo que antiguamente no había electricidad siempre, existía un encargado al que se le llamaba el lucero, vecino del pueblo, que tenía por tarea abrir y cerrar la corriente, pues se encendía al anochecer y se apagaba a las siete de la mañana. Además iba de casa en casa recogiendo las lecturas de los contadores. Cada casa solo podía tener una bombilla, si no corrían el riesgo de ser denunciados. Normalmente, se colocaba en la cocina, que es donde se desarrollaba la vida diaria. También me acuerdo de las líneas de luz que había antiguamente: eran cables de cobre finos, colocados sobre postes de madera. Con el viento o la lluvia estos chocaban produciendo cortocircuitos y haciendo saltar los plomos, dejando al pueblo sin electricidad. Incluso a veces éstos postes se caían, arrancando los cables, o producían incendios en los árboles cercanos a ellos. Las averías eran muy frecuentes. La línea venía desde Belmonte de Tajo y después continuaba por el cementerio hacia Perales”

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A la pregunta de si recuerda alguna modificación, solo nos indica una pequeña variación en la entrada, que en un principio se encontraba en la fachada sur, la que mira hacia el pueblo, y posteriormente fue tapiada. Aunque su aspecto exterior no ha cambiado desde su inicio, sí lo han hecho las instalaciones que guarda en su interior, modernizándose y aumentando su potencia, ya que con el tiempo, la demanda energética ha ido creciendo: primero fue una sola bombilla, poco después el número de éstas aumentó y se introdujo el uso de las radios, un factor importante. Hoy en día, vivimos en un tiempo totalmente dependiente de la electricidad. Esto ultimo hace pensar, que uno de los edificios más pequeños, viejos y casi invisibles ante la gente, sea el responsable en gran parte de la existencia de Valdelaguna. Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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LA CASA DEL BOSQUE

Con cada página nueva que escribo para esta sección, no dejo de sorprenderme y aprender más sobre Valdelaguna. Hay muchos lugares recónditos, dignos de conocer y apreciar. Uno de ellos a mí me ha cautivado: La Casa del Bosque. En realidad se compone de un conjunto de edificios, algunos desaparecidos, situados en un gran bosque de encinas, el Bosque de Valdemorera, junto a la carretera de Colmenar de Oreja, a poco más de un kilómetro de nuestro municipio. La finca del bosque pertenecía al Condado de Chinchón, que fue vendido en 1738 al infante D. Felipe de Borbón. Posteriormente, María Teresa, Condesa de Chinchón y mujer de Manuel Godoy toma posesión. Desde este momento pasará por sus herederos hasta Dª María del Rosario Álvarez de Toledo y Rúspuli, Marquesa de Pontejos, actual propietaria. Nicolás Mesegar (el Bosquero), junto con su hijo Rafa y su nieta María, nos enseñan esta arquitectura, descubriéndonos todos sus detalles y curiosidades. Hay que agradecer el interés y la generosidad demostrada de estas tres generaciones, pues organizaron una visita al lugar para explicarlo de una forma inigualable. Nicolás comienza mostrándonos la finca en un croquis que él mismo realiza, y comienza a situar cada elemento, como la “antigua Casa del Bosquero”, en la que creció y con la que iniciaremos el estudio. Cuenta que ésta ha sido ocupada por sus antecesores desde su tatarabuelo hasta él, que dejó este cargo hace unos años. Esta labor ha ido pasando de padre a hijo, manteniendo y protegiendo este lugar. El edificio se sitúa lejos de la actual residencia, en una ladera, en la parte oeste de estos terrenos. Hoy en día es sencillo encontrar este emplazamiento, pues forma un claro entre la densa masa vegetal y aún quedan restos de los materiales que lo constituían, ya que otros fueron reutilizados en la nueva construcción. Esta casa primitiva data del siglo XVIII: en el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) ya aparecen reflejadas algunas construcciones en el bosque, pero lo que realmente nos indica su edad, es una inscripción grabada en una pileta de piedra labrada, en la que se lee 1738. Rafa hace un apunte importante y explica que la fecha que aparece en la clave de la puerta de entrada de la “Casa Grande” solo dista un año, lo cual hace pensar que podría existir un vinculo entre ambas edificaciones. Con una precisa descripción, Nicolás logra que reaparezca de nuevo el edificio extinto: ”se trataba de una

construcción de dos alturas, construida con mampostería y cubierta con un tejado de teja a dos aguas. Una entrada en el centro daba acceso a un pajar, una cua-

dra y una cocina. En el piso superior, una cámara y dos alcobas. La cuadra y el pajar sobresalían del edificio como si fuesen elementos adosados, como refleja el dibujo” Por entonces los animales se guardaban en la casa, pues en periodos de frío son una fuente de calor. El pajar, por otro lado, debía de estar cerca de ellos, para almacenar su alimento. La cocina, albergaba la chimenea, y en estas construcciones solía situarse en el piso de abajo. Todo esto explica la distribución de la casa. Otro elemento que también ha desaparecido es la valla de piedra que se encontraba en el perímetro de la finca. Si damos un paseo por los alrededores, podemos encontrar la huella de su existencia reflejada en trazos de piedras desmoronadas. Ya hemos conocido parte del lugar y sabemos un poco de su historia. En la próxima cita continuaremos hablando de la “Casa de la Condesa”, la nueva casa del bosquero, el jardín... Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

1. “Antigua Casa del Bosquero” 2. “Casa de la Condesa” 3. Carretera de Colmenar de Oreja


LA CASA DEL BOSQUE II

Continua la visita, Nicolás Mesegar, Rafa y María nos siguen mostrando todo lo que alberga este pequeño paraje. Muy próximo a la carretera, tras recorrer un sinuoso camino, llegamos al corazón del bosque, donde la naturaleza y la mano del hombre conviven entre ellos, dando lugar a un espacio de ocio y relajación en el que la marquesa instaló su residencia. Lo primero que encontramos, es una plaza ajardinada que conecta y ordena todo el complejo, formado por tres edificaciones: La nueva casa del bosquero, en la que también vivieron Nicolás y Rafa, que dispone todas las estancias alrededor del salón. Esta casa posee su acceso en el exterior de esta plaza, para dar intimidad a los propietarios. La casa de invitados, de características similares, construida pocos años después; y el elemento principal y que más nos interesa, la residencia de la marquesa. Es un edificio singular, que nada tiene que ver con el resto de construcciones de Valdelaguna. Nicolás comienza contándonos que se edifica en torno a 1970 sobre las ruinas de una construcción que ya se encontraba en esta zona. Para ello se reutiliza material de la anterior casa del bosquero. Toda la vivienda se desarrolla en una planta, que comprende un hall, salón, cocina, baño, biblioteca y tres habitaciones. Destacan grandes chimeneas en su cubierta de teja a dos aguas, provenientes del salón, la habitación de la marquesa y la biblioteca. Estás dos ultimas estancias, poseen una conexión de lo más curiosa, pues se realiza por medio de una puerta camuflada tras una de las estanterías llena de libros, la cual hay que empujar. Y al cerrarse, este paso desaparece, confundiéndose con el resto de la biblioteca. Se puede hablar de un edificio con dos fachadas: una en la plaza, de características sobrias, por donde se accede al interior a través de una gran puerta rematada con un marco de sillería, que nos recuerda edificios nobles y nos transporta a la arquitectura de Aranjuez. La otra fachada mira hacia el bosque, más abierta, complementada por una terraza que es cubierta en parte por un porche apoyado en una columnata de elementos dóricos. Destaca el suelo, tratado con piedras de río, dispuestas de modo que van generando dibujos. Denominándose esta técnica enmorrilado. Desde este punto se baja, por una senda cargada de vegetación, hacia el jardín, la zona de recreo de la residencia. Aquí encontramos un par de estanques alimentados por los dos manantiales que atraviesan el terreno. Además, nuestros colaboradores explican que fueron introducidas para la creación de este espacio nuevas especies vegetales, como el castaño de Indias,

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álamos blancos e hiedra. Originándose rincones pintorescos. Las anécdotas empiezan a surgir: como la de la Noguera, el gran árbol bajo el que los vecinos del pueblo acudían a comer y pasar un día festivo. Fue vendido para madera, de la que se obtuvieron 7.800 kg, y se decía que para rodear el árbol eran necesarias tres personas. Al sacarlo de la tierra, aparecieron unos antiguos bloques de piedra tallados con una canaladura, probablemente para conducir el agua, que quedan dispuestos en el terreno, haciendo del lugar un sitio bucólico. Al igual que la Noguera, todo el bosque se utilizaba para la obtención de leña, dividiendo su tala en áreas por temporadas para así no dañar el ecosistema. Con él, también se implica la arquitectura, pues existe un invernadero anexionado a la nueva casa del bosquero donde se guardaban todas las flores de la marquesa, cuando finalizaba el periodo estival. Nuestros colaboradores no terminaban de enseñarnos y contarnos cosas, como la fuente de los tres caños que es trasladada a la plaza, los pastores que transitaban por aquí, la cantera que se hallaba cerca... y otras curiosidades interesantes. Pero debemos ir concluyendo, pues quedan más arquitecturas por conocer. No sin antes darles las gracias pues han hecho posible que conozcamos uno de los muchos secretos que guarda Valdelaguna. Además de agradecer es tiempo de felicitar y desear lo mejor para todos. ¡FELIZ NAVIDAD! Jorge Sánchez de las Peñas, 2013

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casa ecológica Es mucho lo que estoy descubriendo escribiendo Luego con unos palos de los antiguos postes de teléfono que encontramos allí, los cortamos a mediesta sección. Alberto Carrión Díaz, colaborador de este mes, se convierte en uno de mis maestros en el arte de la construcción de casas ecológicas, y con su experiencia nos contará todos sus secretos. Este tipo de arquitectura se basa en la construcción artesanal de una vivienda sostenible a partir de materiales naturales, mirando siempre por el Medio Ambiente. De esta forma se evita la generación de materiales tóxicos en su realización, y posteriormente durante su uso, se produce un ahorro energético debido a sus características.

da para ponerlos tumbados en la ultima fila, cerrando el perímetro de la construcción para reforzarla. Cosimos de arriba abajo con bastante cuerda para que se sujete bien.

Aun así, utilizamos unas escuadras de metal para fortalecerlos por dentro. Posteriormente llega la estructura del tejado. Ésta la hacemos con palos cortados todos a la misma medida y posteriormente clavados a los que ya tenemos sujetos. Formando un tejado a dos aguas. Para evitar goteras pusimos un plástico reutilizado,

Alberto, ha participado en la creación y diseño de que de nuevo clavamos a la madera, bien tensado. una de estas casas en Villamanrique, y él mismo Y rematado con alambre en los extremos. Sobre él, y sujeto con cables, cubrimos este plástico con canos cuenta todo lo que sabe:

“Aunque estas casas han sido muy usadas en Amé- ñas”. rica, también en nuestras tierras, antiguamente se Esto es un modelo de arquitectura ecológica, pero como éste, existen miles de ejemplos. Alberto, ha utilizaban.

Se trata de casas hechas de alpacas de paja como compartido con nosotros esta experiencia construcsi fueran ladrillos grandes y madera. Su construc- tiva y nos invita a seguir investigando en la protección comienza aislando del suelo la primera fila de ción del Medio Ambiente. alpacas, ya que la paja con la humedad puede pu© Jorge Sánchez de las Peñas 2014 drirse. Estas alpacas cien por cien natural, se forman con paja seca de trigo, cebada, centeno o avena. Colocada de manera muy compacta. Para construirla según avanzamos, vamos sujetando todo creando como una estructura: para formar una fila, se van uniendo con alambre unas con otras, pasando el alambre por la cuerda que las sujeta para que no se desmonten. Cada vez que conseguimos dos filas se meten tutores de madera, como varillas para unirlas. Usamos la madera porque si fuesen metálicos se podrían oxidar y estropear la paja. Cuando alanzamos cuatro filas mas o menos tensamos todo con grandes trozos de cuerda que atraviesan las alpacas ayudándonos de una aguja. Esto sirve para que la pared no se mueva. Hay que tensarlo bastante bien con dos nudos de doble polea. Es importante proteger las paredes, ya que este material es muy aislante pero fácil de estropear, por lo que se recubre de barro tanto por dentro como por fuera. La casa posé solo una ventana, para que tenga las mínimas perdidas de calor, que además está dirigida hacia donde sale el sol. Para hacer la ventana, utilizamos tablas de madera a modo de cargaderos.

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bajo tierra Bajamos los treinta escalones que la forman, allí otra galería gira de nuevo buscando el primer tramo. Ahora estamos en la parte más profunda, teniendo sobre nuestras cabezas más de diez metros de terreno y el edificio. Otro nuevo giro nos sitúa en la parte recta, la luz comienza a aparecer, viendo al fondo de este túnel, a unos metros, las escaleras que suben hacia la salida principal. El paseo hacia el exterior continua acompañado de tinajas a nuestros lados. Antiguas, pues es complicado introducirlas debido a su tamaño, lo que nos hace pensar que están allí desde el principio. Como estamos viendo en cada arquitectura, con ellas van ligadas las anécdotas y vivencias, por lo que toca el turno de recordar. Nos cuenta nuestro amigo, que una vez, tras una gran época de lluvia, el agua quedo acumulada en el subsuelo, y poco a poco fue filtrándose hacia abajo, encontrando una de las salas altas de la cueva. Allí comenzó a brotar como si fuera lluvia, generando un caudal importante que descendía por las escaleras de yeso, erosionándolas y borrando parte de ellas. Hoy ya están reconstruidas. A veces, no sirve contar la arquitectura de la manera más técnica, pues es frio, y no describe con precisión muchas sensaciones, que sólo pueden vivirse cuando se está en su interior. Por eso, esta vez hemos recurrido a esta forma de narrar y describir las cosas, dando Esta antigua y a su vez conservada construcción tenía a conocer de una forma diferente nuestro patrimonio. la función de lagar, y nos enseña muchas cosas de la © Jorge Sánchez de las Peñas 2014 arquitectura de la época. Además, alberga todavía el gran tornillo de madera con el que se accionaba la prensa que sacaba el jugo a la uva. Sin duda una joya, hoy en día difícil de encontrar. Hoy nos encontramos bajo tierra, entre la calle de los Huertos y la del Calvario, acompañados por nuestros colaboradores, que casi como espeleólogos nos guían por esta gran cueva. Como sabemos, este terreno es muy propenso a la aparición de cuevas naturales. Además la morfología del lugar también aporta facilidades para su construcción en las laderas, evidenciando la gran existencia de ellas en las casas. Una de las más importantes, la “Casa Grande”, no iba a ser menos, y como tal, su cueva no puede decepcionarnos: Se trata probablemente de la más larga y profunda de la localidad. No sabemos con exactitud cuando se habilitó, pero si es obvio que no debió ser posterior a la construcción de la casa, ya que se relaciona en gran medida con ella. Se sitúa en la zona más baja del edificio. Posee dos entradas, una principal, en la calle de los Huertos, cerrada con una puerta metálica verde, y otra en el interior de una de las construcciones de este edificio. Podemos dividirla en dos partes, un primer tramo (que se asoma a dicha calle) recto y horizontal, alineado con la fachada este del edificio; y otro más sinuoso, con galerías que descienden conformadas por escaleras que vienen de la construcción.

Y qué mejor manera de contaros esta arquitectura subterránea que describiendo lo que vivimos y sentimos ese día... Armados con linternas para vencer a la oscuridad, nos adentramos con nuestros colaboradores rumbo hacia las profundidades. Nada más comenzar a bajar, por el lagar, la humedad empieza a sentirse cada vez más, y el frío de la calle se atenúa. Vemos canalizaciones que vienen de arriba y que conducían mosto hasta las tinajas. En esta parte, hay tres cámaras que guardan varias tinajas cerámicas. Los techos abovedados de las irregulares salas, están limitados por la piedra del terreno, son muy altos, alcanzando incluso los cuatro metros, a lo que hay que sumar los dos metros del grosor de la tierra que nos cubre. Con esto podemos hacernos una idea de donde nos encontramos. Continuamos descendiendo, todo se vuelve angosto, ante nosotros hay una gran escalera muy oscura por la que incluso hay que agacharse un poco en alguna ocasión.

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Clínica y casa del médico Muchos hemos visitado este edificio alguna que otra vez, y otros han vivido en él durante muchos años, como José Luis, antiguo médico de Valdelaguna que ejerció su profesión desde 1968 hasta 1991. Hoy colaborador en “Vuestra Arquitectura” La Clínica y Casa del Médico se sitúa en el número diez de la calle de la Fuente y fue construida en 1959 por la Diputación Provincial de Madrid. Comenzó siendo una pequeña edificación de mampostería, conformada por dos plantas que organizaban su uso. La planta baja, se destinaba al consultorio, que albergaba (como podemos ver en los planos redibujados) el despacho del médico y una sala de curas, con su correspondiente sala de espera, dos salas para los pacientes y un pequeño aseo. En la primera planta, un ámbito mas privado, la residencia del médico, que al igual que en la planta anterior, la distribución se constituye en dos bandas, paralelas a la calle: una delantera, en la fachada principal, con el salón y dos dormitorios, y otra en la parte posterior, con el dormitorio principal, cocina y baño. Para José Luis esta fue su residencia durante 23 años, cuando se convirtió en nuestro vecino, ya que actualmente reside en Belmonte de Tajo. A principio de los años setenta, al poco tiempo de ocupar la casa, se realiza una reforma importante. El motivo, además de tener un problema de humedades, son las reducidas dimensiones que posee la construcción, poco prácticas para la vida cotidiana, según nos relata nuestro colaborador. Esta obra consiste en una ampliación longitudinal del edificio, creciendo en sentido oeste, (hacia “los pilones”), ganando de esta manera, más espacio en la vivienda, pasando de tener una planta casi cuadrada a una rectangular.

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Para la ampliación, con el fin de evitar dos piezas diferentes, se utilizan los mismos materiales y sistemas constructivos: muros de mampostería vista que generan dos crujías. La cubierta, como es obvio, se mantiene al igual que la original, a dos aguas. También los huecos se realizan siguiendo el patrón de los anteriores. A pesar de todo, las diferencias son visibles. Con una simple mirada a la fachada principal, podemos distinguir claramente estas dos partes, ya que el color del cemento y de la piedra nueva difieren. En la imagen marcamos este aspecto, para que resulte más fácil identificarlo en una de nuestras visitas al médico. Incluso en planta baja, se aprecia una puerta grande que fue tapada y convertida en ventana en una tercera intervención. Hoy en día, la residencia ha dejado ser tal, para convertirse en un espacio dedicado a otros usos, propiedad del Ayuntamiento. A José Luis le ha gustado hablar sobre el edificio, y ha recordado, por unos momentos, la vida que aquí llevaba, cómo visitaba a los enfermos y la dedicación que suponía ser un buen médico, reconocido por todos en Valdelaguna. © Jorge Sánchez de las Peñas 2014

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LAS ESCUELAS Es curioso pensar que hay construcciones por las que, a lo largo del tiempo, han de pasar distintas generaciones. Uno de estos casos es “las escuelas”. Situado en el nº 11 de la calle José Antonio, al oeste del municipio, este edificio, ha visto crecer a casi todos nuestros vecinos, como a Angelita Hernández Oreja, nuestra colaboradora, quien con sus recuerdos hace posible que conozcamos parte de su historia. Sencillo, de planta rectangular, dos alturas y grandes ventanales, ya que como vamos viendo a lo largo de nuestro recorrido por las construcciones de Valdelaguna, la arquitectura se amolda a las necesidades de los usos que se les da, y en este caso, prima la luz para los estudiantes. Tras muchos años, hoy a Angelita le toca echar la vista a atrás y volver a ser alumna, para contarnos cómo era ser estudiante de este colegio, en sus comienzos:

“La diferencia más notable con respecto la actualidad es que solo tenía una planta. Era completamente simétrico, con dos puertas, dos despachos y dos aulas, para separar a los niños y las niñas. La zona de las niñas, era la más próxima al pueblo. Se accedía por unas escaleras a un portal amplio, justo en frente el despacho de la maestra, y a la derecha nuestra aula. Al entrar en ella, nos encontrábamos una pizarra en frente, a la derecha los grandes ventanales, y al otro lado ventanas más pequeñas que daban a lo que hoy son las pistas. Allí y hacia la central, había una chimenea para calentarnos en invierno... Recuerdo, ir en los fríos recreos de febrero, a buscar tomillo toda la clase para encender el fuego. En las ascuas, colocábamos unas tejas que traíamos cada una de casa, que luego cogíamos para calentarnos las manos. Junto a la chimenea habían dos sillas, una de la maestra y otra para nosotras, que por turnos íbamos ocupando. La distribución de la clase se hacía con mesas de dos colocadas en la parte delantera, para las alumnas mayores, y una mesa corrida en la parte trasera para las más pequeñas.

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Pero éste no fue el primer colegio, antes se daba clase en lo que llamábamos “la Casa del Castillo”, también en la “Escuela Católica” situada en la Iglesia, e incluso mucho antes, en la parte baja del antiguo Ayuntamiento. Antes de ser escuela, tubo otro uso: durante la Guerra Civil sirvió de hospital para los soldados heridos en el frente, que estaba en Morata de Tajuña” El edificio sufrió una remodelación cuando se le anexionó un piso, aumentando el numero de aulas y despachos e incorporando aseos, dando lugar al colegio que hoy conocemos. También se crean “las pistas” en la parte trasera, modificando la topografía y generando un espacio de juego. Como curiosidad y completando la información que nuestra colaboradora nos aporta, podemos señalar las diferentes escuelas registradas que existieron en Valdelaguna: Siempre ha existido un colegio para los varones, que se situaba como bien nos indicaba bajo el antiguo Ayuntamiento, pero no es hasta principio del siglo XIX cuando se instaura la enseñanza para niñas, ubicando las clases en el número 6 de la calle Solana Alta. Posteriormente se traslada hasta la “Casa del Castillo, el número 9 de la calle la Mesa. Durante la Republica se crea una tercera escuela, también de niñas, “la Escuela Católica”, conviviendo los tres. Antes de empezar la guerra, se construyen las escuelas, que aglutina a todos los anteriores. Aunque pronto la actividad docente cesa, hasta que finaliza este periodo bélico. Desde entonces y hasta el día de hoy, esta arquitectura no ha dejado de ser utilizada, generando cimientos en la educación de los estudiantes que cada semana la habitan, construyendo su futuro. © Jorge Sánchez de las Peñas 2014

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EL VELATORIO Valdelaguna sigue creciendo, y surgen nuevas edificaciones en el municipio por las que también nos interesamos. “El Velatorio” es la ultima construcción realizada, y es la ultima que “habitaremos” en este mundo. Desde los comienzos de la vida, el ser humano siempre ha rendido culto a la muerte, con el paso del tiempo esta tradición se mantiene, pero deriva en un acercamiento hacia los familiares del difunto, acompañándoles en los momentos más difíciles.

Este hecho, comienza realizándose en los entornos más cercanos, las propias casas, pero por motivos de higiene y comodidad, se crean lugares específicos para ello: los velatorios y tanatorios. A primera vista, pueden parecer similares y en muchas ocasiones se confunden, pero poseen claras diferencias. Los velatorios, como su nombre indica, son lugares para velar a la persona, sin embargo, los tanatorios ofrecen todos los servicios funerarios, además de estas salas, incorporan hornos crematorios, salas de autopsia, y trabajos de conservación natural y embalsamamiento. Marcial, a quien todos conocemos, ha sido el responsable de su construcción, y quien mejor que él podría ser nuestro colaborador este mes, describiéndonos de primera mano, lo que caracteriza este edificio. Situado en la calle Colegios, y rodeado de pinos, el velatorio, es un edificio de pequeñas dimensiones que cubre las necesidades de estas arquitecturas. Lo conforma una gran sala donde poder acompañar a familiares y amigos y otra de dimensiones más reducidas y más cercana al difunto. Un túmulo, donde yacerá el cuerpo, al que se tiene acceso independiente desde el exterior; y los aseos.

La parte exterior también juega un papel importante en estos lugares, pues las necesidades psicológicas en estos momentos, a veces requieren un lugar ligero y abierto donde evadirse de la tensión emocional de estos instantes tan dolorosos. En la fachada principal, se levanta un gran porche de madera que cubre una tercera estancia al aire libre, acompañado de una zona amplia y ajardinada. La construcción y el uso de materiales destacan por la integración en el lugar, haciendo un edificio discreto

pero atractivo para los vecinos, como algunos ya han manifestado. Marcial destaca un par de puntos, la facilidad de acceso al recinto para la gente mayor y los minusválidos, y la comodidad del conjunto. También, hace hincapié en las vistas de la zona norte del pueblo que pueden apreciarse desde el porche, haciéndolo un lugar acogedor. Argumentando con todo esto que se trata de un buen edificio a su juicio. Una curiosidad, el lugar donde hoy se encuentra nuestro edificio, seguro que los mayores lo recuerdan, era en el pasado un arenero que fue abandonado. Para evitar problemas, nuestro colaborador nos relata que el velatorio posee una gran, profunda y segura cimentación, pues este tipo de terreno, dificulta la construcción. No obstante, nos afirma, que gracias a ella esta arquitectura va a aguantar muchos años en nuestro municipio. Aunque, esperemos, que su uso sea bastante esporádico y muy espaciado en el tiempo.

© Jorge Sánchez de las Peñas 2014


LA VIEJA MINA Hoy nos tomamos una pequeña licencia para hablar de un tema que no está ligado directamente con la arquitectura, e intentaremos hacerlo lo mejor posible. En esta ocasión nos vendría muy bien la ayuda de un ingeniero de minas, pero con Mariluz Martínez, nuestra colaboradora e investigadora de este mes, podremos conseguir nuestro objetivo. La vieja mina de Valdelaguna, es la “construcción” que en esta ocasión requiere nuestra atención. Como bien nos indica Mariluz, se encuentra en un cerro que es de titularidad municipal, situado a unos 3 km al noroeste de la población. Casi escondida y poco visible a aquel que transita próximo a ella. Existen dos tipos de minas, las de cielo abierto, como las canteras de Colmenar de Oreja o el famoso “Cincuenta” y las subterráneas, similares a nuestro caso. Este último tipo, se desarrolla bajo tierra, mediante galerías, túneles y pozos. La actividad que aquí se lleva a cabo consta de tres fases: el arranque, por el cual se extrae la roca o material deseado; la carga, que consiste en trasladar dicho material hasta el punto de partida; y el transporte, que lleva el material desde este ultimo punto hasta su lugar final para su tratado o comercialización. En función de la importancia y el tamaño de la mina, los métodos para desarrollar estas tres fases varían. La nuestra, fue una mina pequeña, y estos métodos eran simples y rudimentarios. El arranque podría haberse realizado por medio de herramientas, probablemente sin hacer uso de explosivos y para la carga quizás no se utilizó ningún tipo de maquinaria, pues debido a las dimensiones no era necesario. Nuestra colaboradora, en su misión por saber más, acude a entrevistar a aquellos vecinos que pudieran recordar algo. Pero todo lo que rodea a la mina, es un misterio. Apenas hay datos y nadie recuerda nada directamente sobre la explotación. Tras meditarlo, llegamos a la conclusión, de que debido a sus reducidas dimensiones y lo poco sonado que ha sido en el pueblo, es probable que los trabajos de extracción no se prolongaron mucho en el

tiempo por no ser rentable económicamente, o por terminar rápidamente con el material buscado. Siendo todo ello a día de hoy hipótesis, que con un poco de investigación quedaran resueltas Como en todos los artículos, no faltan las anécdotas y curiosidades, que Mariluz ha ido recolectando en sus entrevistas. Cuentan, que el uso que ellos recuerdan de la mina, era de refugio para los labradores y pastores a los que cogían desprevenidos las tormentas, resguardándose en su interior con los animales que les acompañaban, ovejas, mulas, etc. También, otra de las cosas en la que coinciden todos, es en la existencia de agua en la parte más baja de la excavación. Al estar oscuro, no se podía apreciar bien, pero recuerdan que tiraban piedras hacia el fondo, haciéndose notar el agua, al rebotar el sonido de ésta por las paredes de la cueva. Con el tiempo el agua desapareció, posiblemente debido a filtraciones de terreno. En una visita al lugar, lo hemos podido comprobar, haciendo el mismo ritual que antaño se hizo, con la diferencia de que lo que obtenemos hoy en día es el seco ruido de la roca al chocar en el terreno, sin agua. Os animamos a todos a que lo visitéis, sobre todo a quienes les guste la aventura. Pero advertimos: MUCHO CUIDADO, ES PELIGROSO. Jorge Sánchez de las Peñas, 2014


EL AERÓDROMO DE VALDELAGUNA De nuevo nos alejamos de la arquitectura convencional para explorar otro tipo de construcciones. Casi en el límite de la población, situado en lo alto de una meseta artificial llevada a cabo exclusivamente para esto, se encuentra el aeródromo de Valdelaguna, próximo a la carretera de Chinchón. Como en la entrega anterior, nuestro objetivo, tiene más relación con la ingeniería que con la arquitectura y por ello, nuestro colaborador de este mes no podría ser otro que Raúl de las Peñas, Ingeniero Técnico Aeronáutico, que nos explica al detalle todo lo que debemos conocer de esta infraestructura: “Inscrito en el registro de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) como campo de vuelo de Valdelaguna, y ubicado en las coordenadas: 40º47'21"N 003º38'26"W, el pequeño aeródromo posee una sola pista, de orientación 08-26, que corresponde a ocho grados dirección este, y 260 grados dirección oeste; y a una altura de 2.549 pies, unos 777 metros al cambio. Dicha orientación se debe a los vientos predominantes de la zona, para que los aterrizajes se realicen con el menor viento lateral posible, el cual dificultaría la maniobra. Por su longitud, se trata de una pista corta, algo más de los 250 metros que exige la ley en pistas destinadas a ultraligeros. A ello hay que sumarle unos cuantos metros más, hasta alcanzar los 341 metros que consta su longitud oficial, incluidos tramos de seguridad para la aproximación. El final de la misma se encuentra fuertemente señalizado en pintura blanca con franjas laterales y se incluyen los números que indican su orientación, para que sea visible desde el aire.

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El ancho de la pista también es reducido, de unos 7 metros, por lo tanto se deduce que su uso se limitaría a ultraligeros pequeños, o alguno de tamaño medio. La acompaña una pista de rodaje o taxi paralela, por donde circulan las aeronaves de camino al hangar, o de este a la pista. En total dispone de un hangar principal de unos 550600 metros cuadrados, suficientes para alojar entre 4 y 8 ultraligeros, según sus dimensiones (unos 8-12 metros de envergadura). También se observa una estructura tipo hangar sin paneles laterales algo mayor, de unos 1800 metros cuadrados, ideal para tareas de mantenimiento, o como lugar de espera antes de volar. El terreno parece libre de obstáculos y postes de cableado telefónico o eléctrico, que dificultarían las maniobras y podrían suponer un riesgo; y se sitúa a unos 1200 metros del pueblo que le da nombre, para evitar disturbar la paz de este bonito asentamiento. Si nos fijamos bien, desde la carretera podemos apreciar el banderín de viento. Este se sitúa en un círculo de unos 5 metros con aspas blancas, y sirve para indicar la dirección del viento y su intensidad. Siendo en su posición horizontal viento muy fuerte, posición a 45º viento suave, y caído sin viento. En cuanto a helicópteros podrían llegar a despegar desde la explanada frente al hangar principal, siempre que estuviera libre de obstáculos y vehículos. Aun así, no dispone de helipuerto como tal, ya que no hay marcas visibles que lo indiquen. Gracias a Raúl, y su interesantísima colaboración, conocemos algo nuevo que constituye un trocito más de Valdelaguna; muy útil siempre que queramos mirar el pueblo, desde otro punto de vista. © Jorge Sánchez de las Peñas, 2014

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EL CAFÉ Si las paredes hablasen...cuánto nos podría contar “El Café”, según nuestros colaboradores es una de las casas de Valdelaguna que más vivencias posee. Aurora Sánchez, Tomasi Díaz y Julián Díaz, son los encargados de narrarnos sus recuerdos en las diferentes épocas del edificio, consiguiendo un contexto muy completo. Construido a finales del siglo XIX, “El Café” se diseña como una casa residencial que se sitúa en el número 2 de la calle Camino del Bosque, y responde a una arquitectura de vivienda urbana. Esta clasificación, se debe a las tres alturas que la conforman, y a su gran fachada con amplios huecos dispuestos de manera ordenada y simétrica, cinco de ellos, los de la primera planta, con balcones de cerrajería. Con el paso del tiempo y los nuevos dueños, todo cambia, convirtiéndose en algo de lo que todavía muchos se acuerdan con un grato recuerdo: “El Café”. Durante muchos años, este edificio sirvió de zona lúdica y de ocio a todo el municipio, albergando un gran numero de actividades. En la planta baja, junto a la escalera exterior que sube al primer piso encontrábamos la entrada al ambigú, como Julián se refiere al bar que allí estaba. Nos lo describe como si fuese ayer:

“...a la izquierda de la puerta estaba la barra, a la derecha unas mesas para jugar y detrás un billar, junto a un establo, que ya tenia la casa primitiva y en el que se guardaban unos burros. En el piso de arriba, estaba el casino, en el que jugaban los mayores...” Nuestro colaborador, haciendo uso de su gran memoria, recuerda incluso el precio de la entrada: treinta céntimos. Según cuentan, era el único sitio del pueblo donde servían café, de ahí su nombre, ya que los bares de la época estaban destinados a alcohol y otro tipo de productos. Además de todo esto, y seguro que para sorpresa de muchos, el patio trasero de nuestro edificio, cubierto, hacía numerosas veces de teatro. Tenía un escenario, donde se representaban obras no sólo por los vecinos de la localidad, sino por los de los pueblos de los alrededores. El cine también hacía su aparición cada semana, traído desde Perales de Tajuña.

Asimismo se usaba para el “baile”, donde todos se reunían para pasar un buen rato amenizado por un organillo.

“...alrededor del patio, sobre un bordillo se colocaban sillas ocupadas por los mayores que veían bailar a los más jóvenes, rodeados y perseguidos por los niños...” “...Durante la guerra todo se paralizó, y la casa sirvió para albergar a los evacuados. Tras ella otra vez comenzaron las actividades, yo incluso me casé allí, en el año cuarenta y siete, ya que se celebraban bodas...” Poco ha cambiado el patio desde su última fiesta, manteniéndose incluso el suelo original, a diferencia de la construcción, que sí ha sufrido reformas y modificaciones en su uso, convirtiéndose de nuevo en varias viviendas que ocuparon diferentes inquilinos, todos con su historia, que nos narra nuestro colaborador. Pero en estos tiempos más modernos, “El Café” sigue vivo y de nuevo toma otra utilidad, que nos describen Tomasi y Aurori. Otra vez la planta baja volvió a funcionar como negocio, en esa ocasión, para una empresa tabacalera, que gracias al dueño, daba trabajo a gente joven de Valdelaguna, donde realizaban tareas de publicidad y marketing. A día de hoy, todo esta cerrado, “El Café” duerme esperando a que algún día vuelva a despertar. No quiero despedirme este mes sin antes FELICITAR a “De Valde” por estos DIEZ años, y sobre todo felicitar a quienes están detrás de esta publicación, que como he comprobado en este tiempo que me han dejado acompañarles, trabajan intensamente.

© Jorge Sánchez de las Peñas, 2014


El museo del vino

Volvemos a dirigir las miradas hacia la “Casa Grande”, un conjunto arquitectónico formado por diversos elementos de gran valor e interés, que poco a poco vamos conociendo más en profundidad. Hemos indagado sobre su historia, su construcción, su gran cueva... y ahora es el turno de hablar de su bodega, rehabilitada para albergar el Museo del Vino de Valdelaguna, único museo hasta la actualidad en el municipio, que se inauguró en mayo de 2001. Pablo Morate, uno de sus dueños, se ha ofrecido como colaborador de esta entrega, mostrándonos todos los detalles del museo en vivo. Él insistió en realizar una visita donde nos explicó todo, aportando documentos, información y enseñándonos cada uno de sus rincones. El Museo, se sitúa en la planta semisótano de la parte norte de la “Casa Grande”. Ocupa un espacio rectangular que la atraviesa de este a oeste, paralelo a la calle de Los Huertos, donde se encuentra su acceso. Al entrar, claramente distinguimos dos espacios que se corresponden con una antigua partición de la bodega, que posteriormente ha sido unificada. El primero, en la parte oeste, a cota de calle, posee una zona de grandes tinajas, originales de su construcción, con su correspondiente estructura de palenques, también coetáneos, que las mantienen en pié siglo tras siglo. Aquí, el techo se vuelve protagonista por su forma de bóveda de cañón que incorpora lunetos ciegos, alcanzando una altura considerable, necesaria para guardar estos depósitos de barro. Su textura formada por grandes trazas, nos dan una pista de su fabricación, utilizando maderas a modo de encofrado. Nuestro colaborador, hace hincapié en detalles muy curiosos, ocultos a simple vista: como el sistema de llenado automático, por medio de un canal de barro adherido a la pared que trascurre por la parte superior de las tinajas, conduciendo el mosto, por gravedad, directamente a su interior desde un lagar que se sitúa en la planta de arriba. O también la tinaja enterrada bajo un suelo que se inclina hacia ella, con la finalidad de recoger el vino derramado del resto de las tinajas cuando se rompían por los cambios de temperatura producidos por la fermentación. El segundo espacio, se encuentra en una cota superior al anterior, siendo necesario subir unos peldaños. En esta zona la bóveda desaparece, sustituida por un techo plano de vigas de madera y revoltón de yeso. Esta parte destinada hoy a Museo, albergaba antiguamente uno de los tres laga-

res que poseía la construcción, dando nota de ello el increíble suelo de losas de piedra. Las uvas se introducían por un hueco que hay en el forjado de madera desde el patio de la casa grande. Una vez en el interior, se prensaban por diferentes medios en función de la época, como nos cuenta Pablo: bien mediante el pisado o por medio mecánico, gracias a un gran tornillo de madera en la pared, que hacia girar una prensa. El mosto obtenido discurría por el suelo inclinado encaminándolo hacia un conducto conectado con otros canales dirigidos a la cueva inferior, de la que hablamos en anteriores entregas. Es por esta razón por la que el nivel de este espacio es superior al anterior. Adentrándonos más en nuestra construcción, aparece una curiosa escalera de madera, de un tramo único que vuela de forjado a forjado, llevándonos a una segunda planta, donde existían cámaras y una antigua comunicación con el edifico contiguo. Pablo no para de contar anécdotas y mostrar numerosas curiosidades que alberga el Museo; el cual me ha sorprendido gratamente, permitiéndome viajar a un trocito de historia, tradición y arquitectura vernácula de Valdelaguna. No dudo en animaros a visitarlo para no dejar de conocer todos los interesantes rincones que alberga nuestro pueblo. Jorge Sánchez de las Peñas, 2014


LA DESPEDIDA

Es difícil empezar a escribir el final de una historia que ha durado tanto tiempo, que me ha hecho compartir tantas sensaciones y conocer mejor Valdelaguna... Echando la vista atrás nos remontamos a Junio del 2011, cuando publico mi primer artículo en “de Valde”, un pequeño resumen sobre una investigación guiada por la ETSAM que anteriormente realicé sobre el edificio de la Iglesia. A raíz de esto, me animan a continuar escribiendo sobre algunas construcciones más del municipio, y nace “Nuestra Arquitectura”. Veintidós meses después nos reinventamos, y son los vecinos los que ahora colaboran en estos artículos sobre las construcciones que les rodean, trasmitiendo sus conocimientos en la materia, curiosidades e historia. Demostrando con ello, que no es necesario acudir a las grandes creaciones para poder hablar y sentir la arquitectura, sino saber buscarla, entenderla y disfrutarla. De esta manera, hemos ido conociendo más a fondo los rincones de nuestro pueblo, y descubriendo que al igual que en un iceberg, lo visible solo es una pequeña parte.

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Han sido 40 "de Valdes", los que hemos ocupado, durante más de tres años. Y siempre digo hemos, porque siempre alguien ha estado echando una mano: detrás sin dar la cara en "Nuestra Arquitectura" y participando como colaborador en "Vuestra Arquitectura". Por eso no me quería marchar sin antes agradecer a todos quienes han hecho posible esto, y qué mejor forma de hacerlo que desde aquí, mencionándoles uno a uno. Y como no a Fernando, el culpable de embarcarme en esta aventura. Siempre ayudando, trabajando a contrarreloj y maquetando cada artículo, para tener listo el boletín un mes más. El camino termina, y aunque es mucho lo que se queda en el tintero, sólo falta despedirse, y para ello acudo a uno de los grandes maestros, el arquitecto Norman Foster: “Todo es un comienzo desde cero, me

encantaría volver a hacer cada uno de los proyectos que he hecho y darles una segunda vuelta, porque siempre se puede ir un poco más allá. Y si no puedes ir más allá significa que no has aprendido de lo que has hecho” Jorge Sánchez de las Peñas, 2014

esde la Redacción de “De Valde” queremos dar las GRACIAS a Jorge Sánchez por la amable colaboración prestada durante todos estos años a través de sus artículos, con los que hemos aprendido muchos datos interesantes sobre el pueblo. Ha sido un placer que hayas querido compartir con nosotros tus conocimientos y hallazgos siempre con la mejor de las disposiciones.


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