Holiday Diciembre - Enero, 2015
JoRGE ViLadOMs mĂşsica, generosidad y futuro
10 Escritores Mexicanos: 1 Cuento de Navidad El Pasado y el Futuro de Channing Tatum Celebramos el Caos de una Ciudad que Renace Aires de la Toscana en Valle de Bravo
Jorge Viladoms se abre paso en el mundo de la música, desde Suiza, a miles de kilómetros de su natal Durango, y a otros miles de Guadalajara donde su fundación busca cambiarle la vida a cientos de niños.
el
pianista
mexicano Por José Wolffer Fotografías Ricardo Trabulsi Producción César Casalone
A fin de cuentas se trata de la música. No del rostro, que podría figurar en un anuncio de Armani —aunque Jorge Viladoms sabe que la imagen es útil para llamar la atención hacia las cosas que le importan—. Se trata en mayor medida de la historia de un joven de Durango que se veía ingeniero químico y que hoy es un pianista hecho y derecho, a pesar de brincarse esa etapa que todavía muchos consideran ineludible, la del niño precoz que a los cinco busca melodías en el teclado y a los 12 gana concursos. (Y que tantas veces genera personalidades opuestas a la de Jorge, un tipo sencillo y afable.) La música le mostró el camino en un momento de crisis. Y la música, acometida desde distintos frentes, le ha brindado las herramientas para forjar el mundo que ha creado a su alrededor.
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artista con visi贸n Jorge en el King Cole Bar de St. Regis Mexico City. Traje Ermenegildo Zegna, gemelos de oro y reloj Calibre de Cartier.
‘Nunca me imaginé que iba a ser músico. Mi papá me dijo antes de morir que la ingeniería química era el futuro.’
“Tuve una infancia feliz. Como película de Hollywood.” Su padre, cirujano, estuvo muy presente a pesar de la demandante profesión y el tiempo que dedicaba a realizar operaciones gratuitas. “Era una persona fuera de lo común. Salvó muchísimas vidas. Tenía esa cualidad tan bonita que es el entusiasmo.” Su madre, ceramista “pero más ama de casa”, se ocupaba de brindar ayuda a los niños de un orfanatorio en Durango. Muchos de ellos venían a la casa familiar los fines de semana y el pequeño Jorge, el menor de tres hermanos, acompañaba a su madre cuando los visitaba en sus viviendas de cartón. “Me acuerdo de ellos exactamente. Veía cómo mi mamá se entregaba muchísimo, con esa inocencia que tiene ella, por estos niños. Para mí era normal.” Cuenta historias terribles, por ejemplo la de Tere, cuya madre la amarraba con alambres afuera de la casa y le sacó un ojo con el tacón del zapato. Su padre le enseñó desde niño “a estar muy consciente de dónde estaba y quién era. De la suerte que tenía. Si hacía algo mal me decía: Jorge, date cuenta, date cuenta”. Sin duda estas experiencias lo marcaron, pero señala que “siempre fui incapaz de soportar el sufrimiento de alguien más”. Narra otra historia, sucedida cuando tenía unos siete años y que resultaría, de cierta forma, premonitoria. Al padre de un compañero de escuela “llegaron y lo mataron en una farmacia; tac, asalto, y lo mataron. Yo estaba triste por él, me decía: es que si mi papá muriera, yo estaría...”. No termina la frase. Pero explica cómo salió a defender al compañero cuando otro niño, con esa crueldad lacerante de la infancia, le dijo: “Qué bueno que se murió tu papá”. ¿Su reacción? “Me le lancé a golpes porque no aguantaba.” A nuestro alrededor, en el bar del hotel donde charlamos, la gente que participó en el show recién terminado acomoda muebles y retira tripiés de iluminación. Nadie se ocupa aún del piano, traído para la ocasión y que Jorge, enfundado en un elegante traje oscuro y zapatos relucientes, ha tocado por breves trechos mientras lo fotografían. El instrumento permanece en silencio y me gustaría invitarlo a tocar una pieza completa. Nunca he escuchado uno de sus conciertos; mi experiencia de Viladoms como intérprete se limita a lo que vi en youtube antes de la entrevista. Pero no hay tiempo. ¿En casa había un piano? Sí, un Bechstein de cola que heredaron de la abuela. Pero no lo tocaba él sino sus hermanos, quienes tampoco mostraban gran entusiasmo aunque quizá la culpa era del maestro: “muy malo”, al grado que un hermano renuente se escondía entre las patas y el profesor tenía que llamar a la madre: “Señora, su hijo no quiere salir del piano”. La familia se mudó a
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Puebla cuando él tenía 14 años y poco después tuvo lugar el suceso que precipitaría a Jorge hacia la música: su padre sufrió un aneurisma y murió una semana más tarde. “Todo tu mundo cambia.” Guarda silencio un momento, pero cuando vuelve a hablar no es de sí mismo sino del dolor de su madre. Quien por cierto recordaba bien el incidente del niño a quien defendió: “Y tú que tenías tanto miedo de perder a tu papá”. Tras una pausa, añade: “Lo que a mí me salvó... Teníamos ese piano y mi mamá me preguntó: ¿Quieres tocar el piano? ¿O lo vendemos?”. Hasta ese momento no había tocado más que el tema de Terminator con la mano derecha. “Nos mudamos cinco veces en un año con el piano. Y luego dije: sí me gustaría tocarlo. Y empecé a tomar clases con una viejita.” Como buena profesora a la antigua y aterradora usanza, la maestra era una firme creyente en las virtudes de tocar escalas y ejercicios, en la técnica árida desligada de la música real. “En tres años creo que toqué cinco piezas.” Sin embargo, a Jorge le gustaba componer las suyas propias.
lejos de méxico Viladoms se ha convertido en un músico destacado fuera de las fronteras de su propio país. Ambas páginas: pantalón Galo Bertin, cinturón Geoffrey Beene y reloj Santos Dumont de Cartier
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sensibilización musical Desde el 2012, Jorge Viladoms recauda dinero para su fundación Crescendo con la Música, con sede en Guadalajara, y donde se le brinda educación a cientos de niños en situaciones difíciles. La sensibilización musical es el eje de la fundación. Abajo: Jorge presentándose en diversos escenarios internacionales.
Desde LA parte superior, en sentido de las manecillas del reloj: Masahiko takeda; Cortesía Crescendo con la música; Cortesía Jorge Viladoms; Valentina Collu; Gregory Batherdon; Cortesía Crescendo con la música
“Me echaba una canción en re menor e improvisaba en re menor porque no sabía armonía.” Cuando quería mostrarle a la profesora sus creaciones, ella lo mandaba de vuelta a practicar escalas. Recuerda aún esas piezas. “A veces las toco como encore.” La primera se la compuso a su padre. “Nunca me imaginé que iba a ser músico. Mi papá me dijo antes de morir que la ingeniería química era el futuro.” La idea se le quedó en la cabeza. Siguió la estela de sus hermanos mayores y se marchó a Europa, “a aprender los idiomas”. Pero no le dieron la visa para París y terminó en Suiza, donde su hermano estudiaba arquitectura. Viladoms se ganaba la vida a los 18 años vendiendo helados hasta que un día, gracias a un amigo chelista, decidió probar suerte en la escuela de música de la ciudad: el Conservatorio de Lausana. A Jorge se le ilumina la vista cuando habla de este sitio, que ahora es su casa y donde es profesor titular desde 2011. “Es como una esfera hermosa.” Tiene tres salas de concierto y el mayor número de Steinways de Hamburgo que ha pedido una escuela: 88. En su audición tocó un preludio de Rachmaninoff, con errores, según dice. Tampoco le fue muy bien leyendo Bach. Pero algo debe haber advertido el decano que lo examinaba. ¿Cuánto tiempo llevas tocando?, preguntó. Tres años, respondió Jorge. O sea que empezaste a los 15. Sí. ¿Qué quieres hacer? Aprender francés. Muy bien, puedes quedarte; te ponemos clases con un profesor suizo. A partir de ese momento comenzó una etapa de trabajo intenso que pronto lo llevó de la sección amateur a la profesional del Conservatorio. De inicio quería ser compositor. Para Jorge “interpretar no tenía valor, porque no estás creando”. Pero demostró su dedicación acometiendo un estudio de Scriabin que escuchó tocar a una alumna de maestría. Quería tocarlo. Es demasiado difícil, acotó el maestro. Una semana más tarde, tras ocho horas diarias de estudio, lo tocaba de memoria. Scriabin también fue revelador en otro sentido: “empecé a darme cuenta del universo en sí que es la interpretación”.
A Jorge se le ilumina la vista cuando habla de este sitio, que ahora es su casa y donde es profesor titular desde 2011. "Es como una esfera hermosa". La idea se le quedó en la cabeza. Siguió la estela de sus hermanos mayores y se marchó a Europa.
m煤sica para el alma Durante la sesi贸n de fotos para esta edici贸n, Jorge toc贸 un fragmento de la Balada mexicana de Manuel M. Ponce y otro de Nocturno de Chopin.
elegancia total En la página opuesta: traje Ermenegildo Zegna y tirantes de saten, pantalón Galo Bertin y reloj Santos Dumont de Cartier. En esta página: traje y corbata Ermenegildo Zegna y reloj Calibre de Cartier.
Le pregunto cómo es él dando clases. “Me encanta crear universos. Cierro la puerta, canto, bailo, toco, me muevo mucho, pongo música... Lo importante es que les guste.” Con un alumno de 13 años incluso se pone a jugar al FIFA en internet. En Zurich, donde estudió después de Lausana, aprendió el respeto por la partitura, a tocar sin añadiduras ni enmiendas lo que escribió el compositor, y ahora lo transmite a sus alumnos. Hay espacio suficiente para ser creativo, para lograr esa “interpretación mágica cuando respetas todo”. Los despliegues virtuosos en el piano nunca deben ser un fin, “el piano es un medio para hacer música”. Mientras lo escucho hablar pienso en el video de youtube donde toca las Variaciones sinfónicas de César Franck, sobrio pero expresivo mientras alterna con la orquesta al inicio. También en su versión limpia, elocuente, de las Pagodas de Debussy. Se ha presentado en distintos foros y festivales en Europa, pero en México tocó por primera vez en 2012. Ese mismo año ofreció un recital para las Naciones Unidas en Ginebra que incluyó, entre otras obras, la Sonata no. 2 del mexicano Federico Ibarra. Y recién estuvo en Carnegie Hall en Nueva York con Luz de luna, un homenaje interdisciplinario al viajero errante del romanticismo con música de Debussy, Rachmaninoff, Glass, Liszt y Ponce y donde intervino también el bailarín Hervé Moreau, étoile del Ballet de la Ópera de París. El chelista Gautier Capuçon ha sido otro de sus socios interpretativos. Jorge sabe que la música clásica, ese universo de “cabezas blancas”, necesita reinventarse.
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AsistenteS de fotografía: Alejandra Vázquez, Teo García. Asistente de producción: Ángel Monsalvo. Maquillaje y peinado: Berenice Meléndez para @twiggyfashiont
Hay espacio suficiente para ser creativo, para lograr esa "interpretación mágica cuando respetas todo". Los despliegues virtuosos en el piano nunca deben ser un fin, "el piano es un medio para hacer música."
inspiración total La concentración es vital para un músico como Jorge. En la página opuesta: traje y zapatos de Ermenegildo Zegna. En esta página: tirantes de raso y traje de Ermenegildo Zegna.
“Tienes que adaptarte a las computadoras, que a la gente ya no le gusta estar sentada horas con ellos mismos.” Viladoms reparte su tiempo entre la enseñanza, un número bien ponderado de apariciones en público (“no me interesa mucho esa carrera pianística con 100 conciertos al año”) y un tercer eje, la filantropía. Creada hace dos años, su Crescendo con la Musica Foundation (CCMF) busca ofrecer a niños de pocos recursos la posibilidad de crecer a través de la música. “El valor más importante que aprendí en mi familia es la empatía”, dice Jorge en la web de la CCMF. En nuestra entrevista lo pone de otro modo: “Tengo que hacer algo y no fui médico y decía: ¿qué puedo hacer con la música? La música me salvó a mí. A un niño en un orfanatorio, que no tiene ese lado afectivo, lo puede ayudar mucho. La música necesita de él para vivir”. La CCMF comenzó en 2013 un programa piloto con 350 niños, algunos de ellos huérfanos, del Centro Educativo la Barranca, situado en uno de los barrios más pobres de Guadalajara. Además de donar instrumentos (Jorge ha recolectado más de 100 para este
fin), la fundación organiza distintas clases, un coro y una orquesta. También prevé otorgar becas para poder continuar los estudios. Desde hace tiempo Jorge dona sus ingresos como concertista a la fundación, entre ellos los de la gala de Carnegie Hall, que apoyó la Rockefeller Brothers Fund; ese será también el objetivo de la gira mexicana que planea para el 2015. Aunque este joven pianista todavía no cumple los 30 años y afirma que su destino se encaminó solo (“no escogí nada, todo fue llegando poco a poco”), ahora tiene muy claro qué es lo que quiere. Vislumbra su futuro como un equilibrio entre sus distintas facetas, que le permiten “explorar la música en todos sus sentidos. Dando clases y comunicándose con los alumnos. Ofreciendo un concierto y comunicándose con el público. Y de la manera social, con la fundación”. Aunque aclara: “La gente me ve pianista, me ve profesor, pero en mi vida forman una pequeña parte. Tal vez en diez años me dedique solo a la fundación, que es lo que más feliz me hace en la balanza de las cosas”.
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