CRÍTICA/TRANSTERRADOS ESPAÑOLES LaLaJornada 2011/2010/ Año 3Añ No. JornadaAguascalientes/ Aguascalientes/Aguascalientes, Aguascalientes,México Mé xicoJUNIO OCTUBRE o 231No. 20
La invaluable herencia de algunos transterrados españoles Enrique Luján Salazar
Eduardo Nicol: expresión, diálogo y comunidad Ramón López Rodríguez
Remitente: al Estimado Desconocido
Eduardo Nicol: el transterrado y el ser a la vista
Julieta Lomelí Balver
Salvador Gallardo Cabrera
La invaluable herencia de algunos transterrados españoles Enrique Luján Salazar
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esde el año de 1937 en que México recibió a 450 niños españoles en la ciudad de Morelia, comenzó un éxodo de científicos, artistas, periodistas, filósofos y profesionistas en general que decidieron salir de su país por las condiciones políticas que imperaban desde 1936, a partir de la Guerra Civil Española en la que se enfrentaron republicanos y nacionalistas. La derrota de la Segunda República Española en 1939 y la conflagración de la Segunda Guerra Mundial fueron las causas que generaron enormes pérdidas no sólo materiales sino también humanas e impidieron que una España, que se iba consolidando como nación moderna, sufriera un rezago general debido a tales pérdidas. Los destinos a los cuales los españoles emigraron fueron diversos: Francia, el norte de África, México y otros países latinoamericanos. Fue en nuestra nación en la que mejor acogida tuvieron los exiliados gracias a la apertura del régimen del presidente Lázaro Cárdenas y la creación de instituciones — La Casa España - y organizaciones Comité Técnico de Apoyo a Refugiados Españoles - que fortalecieron los vínculos y establecieron las condiciones para que ese magnífico grupo de individuos encontrara las condiciones para seguir con sus labores que desempeñaban en España o en algún otro país1. El término transterrado fue acuñado en México por José Gaos y designaba con él a los filósofos, artistas y pensadores españoles que llegaron a México como consecuencia de las condiciones que señalamos al comienzo de esta presentación. Estos profesionistas y estudiantes buscaban un lugar donde encontrar una continuidad lingüística, política y cultural que les permitiera proseguir y ampliar sus actividades que ya estaban desarrollando en sus lugares de origen. Asimismo, venían con una actitud de renovación y con la necesidad de modificar la cultura española derivados de la enseñanza y la influencia del Instituto Libre de Enseñanza y de la Generación del 98, 1 Para una caracterización más amplia de lo que significó este fenómeno para la economía, cultura y desarrollo científico en México y en España pueden consultarse los excelentes libros: Els exiliats catalans. Un estudio de la emigración republicana española en México de Dolores Pla, Las raíces del exilio de José Antonio Matesanz y Una inmigración privilegiada de Clara E. Lida.
así como de las vanguardias artísticas que influían en varios de ellos, educados en distintas escuelas de arte de la península ibérica. Dada la brevedad de este espacio, sólo nos referiremos al bagaje cultural que traían los filósofos y pensadores españoles con el cual se enriqueció la cultura y se fortaleció la educación media y superior de nuestro país. Se trataba de profesionistas formados en España y en otras naciones europeas que ya realizaban sus tareas de docencia, investigación y creación; algunos ocupaban puestos directivos importantes en diferentes instituciones políticas y educativas. Aparte de su amplia y sólida formación, tenían un profundo conocimiento de los clásicos y de las lenguas clásicas. En la filosofía, tenían la influencia de la Fenomenología, principalmente de Husserl y de Heidegger; otros eran discípulos o seguidores de Ortega y Gasset. Asimismo, había pensadores interesados por el tomismo, el marxismo y la filosofía de la ciencia. Podemos señalar que gracias a su trabajo intelectual se dio en nuestro país una amplia difusión del pensamiento contemporáneo mediante el artículo, la cátedra o el libro. Se comenzaron a utilizar metodologías avanzadas en las ciencias sociales y las humanidades y se tradujeron textos originales de los grandes pensadores contemporáneos. Fueron estos españoles quienes impulsaron la necesidad de conocer y analizar con mayor amplitud y rigor nuestro pasado filosófico mexicano y el ser del mexicano desde una perspectiva fenomenológica-existencialista. Fruto de esta idea fue la gran difusión que tuvo en diferentes ámbitos la filosofía de lo mexicano, así como los análisis sobre la identidad del mexicano. El pensamiento español es complejo y las influencias ideológicas van de un lado a otro pero se unen y confirman en una vocación fiel a la libertad y a la justicia que inculcaron en sus discípulos y en las tareas que realizaron2. 2 Algunos de los pensadores más importantes que vinieron a México fueron: A. Primera generación: Jaime Serra Hunter (1878-1943), Joaquín
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El valor del éxodo español para México es enorme, la amplitud de intereses y la dedicación con la cual trabajaron en su nueva patria enriquecieron el ambiente intelectual, científico y artístico mexicano. Queda pues en nuestra historia esa gratitud para quienes decidieron, en medio de circunstancias dolorosas y adversas, cruzar el azul profundo del Atlántico para hacer suya su América. Álvarez Pastor, Rubén Landa, Fernando de los Ríos. B. Segunda generación: Joaquín Xirau (1895-1946), Luis Abad Carretero (1895), Wenceslao Roces (1897- ) marxista, José Gaos (1900-1969), José María Gallegos Rocafull (1895-1963) -31/VIII/99; tomista-, José Luis Recasens Siches (1903-1977), Eugenio Ímaz (1900- ), Eduardo Nicol (1907-199 ), Adolfo Sánchez Vázquez (1915- ), Luis Rius. C. Generación híbrida: David García Bacca (1902), María Zambrano (1902), Roura Parella.
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l filósofo Eduardo Nicol, español de nacimiento (Barcelona, 1907), pero genuino mexicano desde su adopción en 1940 hasta el final de su vida (México, 1990), llegó a escribir sin cortapisas: “Yo me siento y soy actor de un drama que yo mismo voy escribiendo”. No cabe duda que este alumno de grandes catalanes transterrados como Joaquín Xirau y Jaume Serra Hunter, escribe en México las páginas más brillantes de su trayectoria filosófica. Bajo el protectorado de la UNAM, de la que pronto fue ilustre maestro, Nicol realiza aquí la totalidad de su obra escrita, que incluye títulos fundamentales de la filosofía en México como Psicología de las situaciones vitales (1941), La idea del hombre (1940), La vocación humana (1953), Metafísica de la expresión (1957), La agonía de Proteo (1981), Formas de hablar sublimes (1990), entre otros, así como traducciones de índole diversa. Una gran parte de la producción filosófica de Eduardo Nicol está a la caza de una ontología de la verdad, una búsqueda del ser que tiene como orden primario y más alta jerarquía el conocimiento de lo que el ser es, es decir, su evidencia. La aventura, no obstante, nunca es solitaria, pues esta “evidencia absoluta” no es alcanzable por un solo sujeto, primordialmente
porque el ser se muestra en el diálogo entre los entes en que éste se expresa. Así que la palabra, el logos, no es algo que el ser hace, sino que el acto comunicativo y, por ende, el acto dialógico es la verdad misma del ser. Dicho de otra manera: el ser es expresión. Luego, habría que preguntarse: ¿quién expresa el ser? Y Nicol responde tajantemente: “el hombre es el ser quien expresa”. Así, la característica esencial del hombre es, pues, la expresión, que no es una mera transmisión psicofísica de un mensaje, pues, preñada de contenido, ésta revela siempre su aspecto intencional: el que expresa espera, recíprocamente, una respuesta. Como ningún otro ser es capaz de comunicar intencionalmente, el hombre es inclasificable, alguien exiliado de las categorías taxonómicas con las que los biólogos, por ejemplo, confinan al resto de las especies. Pero el hombre es inclasificable en otro sentido, uno que nos recuerda aquel fragmento de los Proverbios y cantares de Antonio Machado que dice: “caminante no hay camino, / se hace camino al andar”. Nicol define al hombre como un ser inconcluso, un proyecto que, mediante su propia expresión, quiere llegar a ser lo que aún no es.
Desde la “metafísica de la expresión” de Eduardo Nicol, las supuestas crisis de la comunicación humana no pueden ser sino un falso problema. La expresión en el hombre es inmediata, funcional, y sólo a través de ella el hombre confirma, frente a otro —que por supuesto es otro hombre— su existencia individual. Esta confirmación es única y es peculiar. Eduardo Nicol lo dice así: “Estoy en la situación de un ser que vive una vida única. Mi vida es única para mí, porque yo no puedo volver a vivirla; pero además es única en otro sentido, a saber: que nadie más que yo puede vivirla por mí, en mi lugar, nadie puede vivirla en otro tiempo, ni antes ni nunca más.”1 A estas situaciones que sólo los hombres enfrentan, él las llama situaciones vitales fundamentales, y son forzosidades que el hombre no elige, que le condicionan, pero que libremente se afana en superar. Lo hace recibiendo como premio la individualidad, pues mientras más expresa un hombre más afirma su existencia respecto a los demás, y más se individualiza, volviéndose único. Claro que este proceso requiere necesariamente de otros hombres, así que la 1 Eduardo Nicol, Psicología de las situaciones vitales, 2ª edición corregida, FCE, México, 1996, p. 110.
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individualización es posible tan sólo en una comunidad, o sea, en una forma de ser común dentro de la cual cada uno elegirá la actividad idónea para su expresión. Se denomina “vocación” (del latín vocatio que significa “llamado”) precisamente a esa actividad elegida por el hombre para manifestar plenamente su ser y ésta “expresa, en suma, la forma de ser de un ente forzado a decidir sobre el camino de su propia existencia”.2
yándose en normas de conciencia personal”3. Como se dijo anteriormente, la expresión del hombre requiere de una comunidad. Por lo tanto, el hombre mejor expresa, mientras más vinculado a su comunidad se siente y más amplios son los fines que su vocación le impone. En otras palabras: el hombre como ser que se expresa ante otros, buscando su conclusión, tiende a volcarse hacia afuera,
¿Dónde reside, entonces, el aparente quebranto de la comunicación que el hombre enfrenta en forma de incomprensión y de conflicto? A comienzos del siglo XX, Ortega y Gasset hacía un pronunciamiento contra la supremacía de la masa sobre la soberanía del individuo. Eduardo Nicol asume que la rebelión de la cual habrá que cuidarse es justamente la del individuo. O dicho con mayor precisión: la rebelión individualista de la masa. La masa no existe como mera abstracción, ni como una mezcla de individualidades o como suma de éstas, sino que el individuo encuentra en ella un rasgo común que le hace adherirse. El individuo —dice Nicol— “no lo es por ser uno, sino por conducir su vida apo-
a servir a la comunidad que le
2 Eduardo Nicol, Metafísica de la expresión, FCE, México, 1974, p. 201.
3 Eduardo Nicol, La vocación humana, CONACULTA, Lecturas mexicanas/ Cuarta serie, México, 1997, p. 279.
extiende el llamado. Hay quien, por el contrario, rechaza su vocación y se integra a una masa persiguiendo propósitos que “acepta sin examen”. Renuncia a su individualidad y exalta su individualismo —que no son lo mismo—, e influenciado, más por la persecución de sus propios fines que por un conformismo social o una sugestión colectiva a la manera de Gustave Le Bon, el individuo busca servirse de su comunidad y deja, entonces, de expresarse ante y para otros. Deja, en cierta forma, de ser un hombre.
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reo innegablemente que la literatura epistolar -despreciada por muchos debido a una supuesta carencia de objetividad-, podría proporcionar datos serios acerca de la labor de un pensador o artista, incluso existe una disciplina iniciada por Aristóteles que se conoce como doxografía, ésta hace referencia a la recopilación de opiniones y datos vulgares para contextualizar la obra de algún genio. Las cartas sirven, ¿y los chismes? mejores aún, pero, qué información se podría desprender de una literatura epistolar ficticia. Qué tan serio podría resultar un análisis derivado de la lectura de correspondencia disparatada. Entre las costumbres de Remedios Varo se encontraba la de escribir cartas usualmente dirigidas a destinatarios que ella desconocía. Su amiga -también pintora-, la inglesa Leonora Carrington novelizaría la extraña costumbre de la española en su Trompetilla Acústica, ésta que estaría protagonizada por Carmela y Marion, -sin duda una proyección de ambas-, la primera “escribe cartas a gentes de todas partes del mundo a quienes nunca ha conocido, firmándolas con toda suerte de románticos nombres, jamás desde luego, con el suyo propio”. Cartearse con desconocidos era todo un rito, Remedios buscaba en la guía telefónica las direcciones a la que mandaría sus disparatados mensajes, sin embargo, tal búsqueda no era dejada completamente a la suerte, generalmente recorría las hojas donde vienen anunciados los servicios profesionales, siendo los psiquiatras sus remitentes favoritos. En una de las cartas invitaba a un tal Edward, si éste se encontraba “solitario y deprimido”, a una fiesta de fin de año que se llevaría a cabo “en una respetabilísima residencia burguesa”, donde ella y todos los demás eran “apacibles burgueses, casi abstemios y medio vegetarianos” a la espera de encontrar un amigo que no fuera “ni un gánster, ni un borracho”.
Existe otra carta en la que Remedios explica de modo lírico lo que muchos surrealistas hacían con sus pinturas, el uso del automatismo. Al señor desconocido le cuenta que
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desde hacía algunos meses ella pintaba entusiasmada un cuadro donde todo estaba en su lugar, había pradera y animales paseándose como es debido, pero impredeciblemente algo sucedió, “una fuerza irresistible” la forzó a pintar “sobre el lomo de cada borrego una pequeña escalera, en cuyo extremo superior se encontraba la imagen de la vecina de enfrente” y sobre las vacas se vio obligada “a colocar no sin angustia, unos pañuelos bien plegados”. Al terminar de transgredir el cuadro, Remedios le cuenta a su desconocido que espantada lo guardó para olvidar lo sucedido, sin embargo, poco después de los extraños acontecimientos, seguía viéndose obligada a introducir elementos extraños en sus nuevas pinturas. En una tercera carta la Maga pintora le cuenta a un tal “Señor Gardner” acerca de sus intereses de aprender brujería de forma seria y no sólo como el común pretende, al armar sus hechizos con sustancias peligrosas. Entre otras cuestiones a tratar, la más importante y urgente es una consulta acerca del suelo poco usual en el que uno de sus amigos vive, Remedios comenta que él ha rentado una casa en un lugar muy céntrico donde hace pocos meses empezó “a elevarse por sí sólo un pequeño montículo en el patio, donde comenzó a salir un poco de humo y un calor intenso; después, y a intervalos más largos pequeñas cantidades de lo que inmediatamente vieron con horror que era lava”. ¡Increíble!, estaba naciendo en el patio de su amigo un pequeño volcán que parecía estar creciendo más de un centímetro por semana, de modo que resultaba urgente que el Señor Gardner -pidiéndole suma discreción del caso, de lo contrario podrían expulsar al amigo de la casa y el dueño construir un edificio dotado de calefacción central-, les sugiriera qué hacer con dicho volcán. Es innegable, después de citar tan simpáticas líneas, la creatividad de Remedios Varo, pero sobre todo, ese matiz infantil que confería no sólo a sus cartas sino también a sus pinturas, éste que las vuelve tan seduc-
toras a quien tiene buen ojo y contempla en ellas la juventud eterna. Ese aire de infancia que no abandonará nunca nuestra Maga será el tono característico de toda su obra.
Eduardo Nicol: el transterrado y el ser a la vista Formas de hablar sublimes. Poesía y Filosofía*
Formas de hablar sublimes. Poesía y filosofía es un libro de ensayos de un autodeclarado mal lector de poesía. Un lector que toda su vida consideró a la poesía “desde afuera”, como un espectador. Un lector que puede pasar varias horas leyendo prosa, con un placer que no disminuye, pero que atraviesa los poemas, los cursos de sus líneas, con un cierto desapego vital. En una órbita de gravedad interna, Eduardo Nicol confiesa: “no atino a comprender cómo es posible estar dentro de la prosa y fuera de la poesía … en mi vocación de pensador, me siento atraído hacia el arte prosaico de la palabra, y no hacia el arte poético.” ¿Cómo, entonces, la poesía acompañó siempre sus trayectos filosóficos? En muchos de sus escritos, desde los más variados puntos de aplicación, Nicol pensó con y sobre la poesía. Se podría trazar una arcada muy extendida con las interrogaciones, análisis e investigaciones cercanas a la poesía que realizó desde sus primeros hasta sus últimos trabajos. En la edición de 1946 de La idea del hombre (una edición que debería reeditarse), la poesía le sirve a Nicol como fuente de iluminación para centrar la formación política de los griegos. Nada menos. ¿Será ese distanciamiento con la poesía un recurso retórico; un anzuelo multicolor que nos lanza el filósofo? ¿O se trata de un dato biográfico que dispara un ensayo?
Formas de hablar sublimes. Poesía y Filosofía está compuesto por nueve ensayos que exploran las zonas limítrofes de la y, sus líneas de conjunción, las corrientes de alteridad. Ensayos topográficos, sí, pero nunca se demoran más de lo necesario en las fronteras ya cartografiadas. Ensayos de creación, de búsqueda, muy lejos de esos papers con que el fachadismo cientificista busca imponernos un dispositivo de intimidación camuflado de pautas consensuales o convenciones internacionalmente aceptadas —este fachadismo gris que ha convertido al ensayo en literal casa de citas en vez de casa del logos—. Los de Nicol, son ensayos escritos con voluntad de estilo, en diferentes tonos y velocidades. Un tono directo para hablar de lo sublime, uno comedido para acechar el misterio de la palabra, otro más claramente expositivo, como un sol de marcha oblicua, para hacerse cargo de la teoría de la imitación de Platón; un tono pautado para pedirle al lector que lea ciertos párrafos palabra por palabra. Y luego están las velocidades: la lisa de los argumentos encabalgados cuando se detiene en la musicalidad de la poesía, la envolvente en los tramos explicativos de la metamorfosis de lo real, la velocidad de círculos distantes rotando cuando toma impulso para el final y se descubre en un nuevo inicio. Esos tonos y velocidades están atravesados por un mismo inicio; por el deslum-
bramiento que provoca la aparición del logos, la singularidad de la que se nutren las metamorfosis constantes del hablar poético y del filosófico. Ahora bien, ¿le interesaban a Nicol los poemas como tales o la poesía en tanto oficio paralelo a la filosofía? ¿No esas u otras obras poéticas determinadas, sino la poesía misma? ¿Es válido hacer esta distinción? Como bien apunta Josu Landa en el prólogo a esta edición, Eduardo Nicol se formó en un momento crucial de la cultura europea. Si el arte del romanticismo significaba el descenso de lo infinito del Ideal a la finitud de la obra, y la elevación del artista al plano de lo sublime, el arte del siglo XX tuvo en la negatividad, en la desacralización de la obra, en el giro hacia una literatura menor, en la disolución de las formas, y en la puesta en duda de la subjetividad sus puntos de ruptura. Esta ruptura anunciaba, según Alain Badiou, la necesidad de alcanzar una nueva articulación entre lo finito y lo infinito. Necesidad que no encontró desembocadura en el arte de las vanguardias históricas ni la ha encontrado en el arte conceptual de nuestros días. El arte perdió su aura, la conexión con lo sublime. También se desdibujaron las zonas de contacto entre poesía y filosofía. Nicol no es un romántico, pero piensa que hay una decadencia de la “gran poesía”
Salvador Gallardo Cabrera
y encuentra los síntomas de esta decadencia en el abandono de las formas del ritmo, de la métrica, de la rima y en una disminución del eje metafórico. Quizá dependía demasiado de la poesía del mundo clásico y por ello se le escapaba que, como explicó Eliot, ningún verso es libre para quien quiera hacer una buena labor.
gress de Joyce, en los poe-
Lo decisivo, con todo, son sus esfuerzos por pensar la historicidad vital del lenguaje, su perpetuo tránsito de forma en forma, su dimensión intensiva. “El hecho capital es que el verbo se encuentra en estado de transformación constante. Nunca es estable… el verbo es productor de verbos”, escribe con precisión encantada. No hay algo así como una lengua hecha, sino una lengua haciéndose, en gerundio perpetuo, en perpetuo desmarcaje. Las relaciones vitales de los hombres con el lenguaje varían en el tiempo, y en cada época coexisten diferentes tipos de relación. Formas, transformaciones, metamorfosis que tienden a la configuración de un plano continuo de inmanencia, en continua re-construcción. Piénsese en el work in pro-
mentos nacionales, de las ar-
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mas fragmentados de Celan, en las obras desestructuradas de Cage. Quizá la discusión sobre las formas fue la única plataforma filosófica de trabajos en torno al espacio después del siglo XVII. Tal vez las morfologías (de los rostros, de los temperates, etc.) fueron los últimos reductos que tuvo la filosofía para ocuparse del espacio. Para Nicol, el plano continuo de formas, transformaciones
y
metamorfosis
creaba un acto fidedigno de presencia; una comunidad de lo real. Presencia transitoria, pero entrañable. Ante la disolución, decía nuestro filósofo, el pensamiento se rinde si la imaginación le niega su ayuda. Necesitamos la poesía como la luz y el viento del mundo despierto. * Eduardo Nicol, Formas de hablar sublimes. Poesía y filosofía, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2008
La Jornada Aguascalientes PÉNDULO 21 Publicación Quincenal Junio 201I/ Año 3, No. 31 EDITOR Enrique Luján Salazar DISEÑO Claudia Macías Guerra
COMITÉ EDITORIAL José de Lira Bautista Ignacio Ruelas Olvera Raquel Mercado Salas Ramón López Rodríguez COLABORACIONES Julieta Lomelí Balver Salvador Gallardo Cabrera