Cócteles © José De Vizia, 2013 2da Edición Poemario Esta obra está sujeta a una licencia Creative Commons Atribution 4.0 International (CC BY 4.0) Usted es libre de compartir, copiar, distribuir y comunicar la obra siempre y cuando se otorgue el apropiado crédito del autor.
La playa estaba tranquila, quería escuchar detenidamente a aquellos dos enamorados que estaban sentados a la orilla de ella, sonriendo y charlando. El paisaje se volteó, era mejor verlos a ellos. Dos copas yacían en sus manos, brindaban por el momento; a ella le gusta el vodka, mientras él prefería el ron. Todo era alegría a sus alrededores. No necesitaban jurungar la realidad; la realidad, era de ellos. Nunca miradas algunas habían transmitido tanto como aquellas. Copas por la mitad. El viento los ayudaba, hacía todo lo que ellos pidieran; sin necesidad de palabras, todo actuaba naturalmente. Todo el espacio sabía exactamente que debía hacer. Ellos reían, besaban, miraban, escuchaban, abrazaban. Ya se hacía de noche, las copas se vaciaban. Ya caía el atardecer, acompañante perfecto para esos dos. Copas vacías.
"¡Dos cócteles más, por favor!"
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La noche fue buena mientras que la maùana ahora, es que despierta temprano Él despertaba con una sonrisa ella con un anillo en su dedo.
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Si yo fuera astronauta tú fueras astro si yo fuera automóvil tu fueras móvil si yo fuera importante tú fueras portante si yo fuera a estrellarme tú fueras las estrellas Cualquier cosa que yo sea deberás ser tú la parte importante de la palabra: astro móvil portante de estrellas.
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No es difícil complacer a una mujer nunca lo hemos entendido nunca lo hemos hecho el gran detalle está en el detalle regálale una chapita prepárale un ron bésala por horas pregúntale y admírala hazle el amor que se sienta única no hay necesidad de decir te amo pues ya lo has hecho ella lo sabe de talle grande repite eso toda la vida añadiendo un detalle más por mes.
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a Dulce María Silva Corzo Quién iba a decir que con una sonrisa iba a alegrar todo un mundo
el mío
Qué Dulce es María su voz Silva como el cantar de los pájaros me adapté a su mirada tal cual Corzo.
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La noche se hizo eterna mientras la luz se apagaba por completo ya está el frío inundaba la habitación una vela al fondo desviaba mi mirada y mi subconsciente se marchaba a otro lugar ella está aquí...
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Te ves destruido—dijo—, ¿cómo se llama la chica? Todo es culpa de las comedías románticas Poesíapunkdesechable Ella apareció con una gran —e inolvidable— sonrisa, de oreja a oreja, y pronunció mi nombre, y yo ya no supe quién era, ni donde estaba, ni qué hacer... Sólo la veía a los ojos. Me sentía perdido, hasta que tomó mi mano; caminemos, dijo, yo no dejaba de mirarle. Me contó de su vida, de lo que había logrado y hecho; yo no quería decir ni una palabra: no quería arruinar el momento. —¿Y qué es de tu vida? —Pues, todo va bien —le mentí—. He estado trabajando, ganándome la vida. —Me alegra mucho —culminó, todo esto con una bella sonrisa en su rostro—. No sabes lo mucho que me alegra saber de ti, pero ahora tengo que irme. Y se fue.
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Luego de que te fuiste en aquel avi贸n me llamaron Departamento de Objetos Perdidos me dijeron que mi vida estaba all铆.
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La integral tendió al infinito rareza absoluta de las matemáticas del ahora las señales derivadas de tu único beso demostraron sin necesidad de lápiz ni papel ni mucho menos de ciencias ni máquinas que yo estaré contigo hasta el final de esta historia.
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a Marie Danielle Cuellar Salas Su forma de mirar sus ojos iluminados yo sonreía sus labios ganas de besarlos dan, i ella: sonreía el momento fue de nosotros o nosotros de ése momento ya no sé mientras que el tiempo se detenía un rato no se lo quería perder catorce suspiros un par de sonrisas juntas y dos cucharaditas de azúcar para el café de sus hermosos ojos. 12
A veces te interpones entre la luz y yo un breve eclipse que dura una eternidad una oscuridad sagrada para un sacrificio luego sale el sol y tĂş te escondes.
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Anoche disfrute de un paseo de ideas venían vestidas de colores espaciales yo fui verde natura tú fuiste trópico azul yo transformé en sunshine naranja tú desnudaste en rosa traslúcida al cabo de segundos terminamos como el arco que bordea tu iris.
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Por precauciĂłn no estacionar en las curvas
vaya quĂŠ imprudencia mi imprudencia de estacionar mis manos en las tuyas solo que no encontrĂŠ mejor lugar para aparcar.
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Pero esa noche, ahí estaba ella, con su hermoso cabello dorado y un poco ondulado y sus pequeños ojos azulados. —Buenas noches —me dijo, y cerré los ojos—. A la mañana siguiente, desperté y fui a preparar el desayuno. Comí y me vestí. Fui al trabajo, como de costumbre, al rutinario trabajo de oficina, lleno de ajetreos y papeleos. Mi hora de salida de todos los días era a las cinco con treinta. Tomaba el bus de las seis hacia mi casa. Al llegar a casa, preparaba la cena, luego veía algún juego de fútbol y pasadas las once iba a dormir. Me acostaba en el lado derecho de la cama, siempre con la mirada al frente, viendo el lugar donde ella dormía; pero esa noche, ahí estaba ella. —Buenas noches —me dijo, y cerré los ojos—.
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Mira c贸mo flota el hielo en la bebida
como aquellas palabras
que | juntos | pronunciamos
y ahora flotan
en el viento.
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Yo amé amé y nadie lo supo
eliminé las pruebas oculté las miradas inventé coartadas cómplices de mis mentiras mas hoy regreso culpable de todo para entregarme de nuevo a ti.
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a Raiza Ximena Vera Opitz Verá le tengo una propuesta venga vamos a preparar este cóctel ponga sus dos hermosos ojos fijamente a los míos mueva su cabello mientras puede añadir un toque de dulzura y timidez a su sonrisa agite bien mi mundo hágalo trizas y luego de agitar prepare sus labios y bese luego escápese conmigo. 19
Te quiero para una noche y luego otra
quizĂĄs te quiero para todas las noches del resto de mi vida te invito a una cena podemos compartir el cafĂŠ un tĂŠ o la casa.
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Me perdĂa por el valle de tus senos hasta llegar a la llanura que rodeaba tu ombligo y viajaba a mi lugar favorito tu penĂnsula al sur flaqueada por tus piernas.
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Me preguntaste si todo giraba en torno a nosotros y veías a las personas caminar y veías las luces de los faroles en la calle y entonces yo te besé en aquella calle de París y en ese instante el tiempo se detuvo para nosotros y todos dejaron de caminar y las luces brillaban más que nunca y allí obtuviste tu respuesta.
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a Luisa María Cáceres Sánchez Ella caminaba hacia mí con su vestido de estampado de flores que la brisa ondeaba con ímpetu alegre, emocionada también jugaba con su cabello «qué suerte tiene», me dije me recordaba al mar y como con sus olas intercambiaba varios pasos con el viento se notaba la ansiedad o solo a mí no me culpo ya la quería tomar de manos caminar cerca de sus olas de su mar infinito darle un fuerte abrazo 23
sentirnos uno convertirnos en dos sonrisas juntas Cuidarla ―de las escaleras, más que todo― ella teme de ellas yo sólo temía amanecer un día sin ella.
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Y fue entonces cuando vi tu sonrisa acompañada por el primer aliento de la mañana en aquella primavera cuando supe que estaríamos juntos hasta el final de esta historia
y que esa historia -nuestra historiano tendría fin.
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JosĂŠ De Vizia (Valencia, 1994) es escritor y poeta. Egresado en la carrera de ImagenologĂa por la Universidad Arturo Michelena.
Valencia, 2014 Š Algunos derechos reservados