CON ÁNIMO DE TRÁNSITO
R/N. REVISTA DE NARRATIVA 4.1 / 2019 ISSN 2605-3608
Con ánimo de tránsito R/N. Revista de narrativa Número 4, volumen 1 2019 ISSN 2605-3608
Edición y prólogo José Eduardo Morales Moreno
R/N. Revista de narrativa Número 4, volumen 1 ISSN 2605-3608 Marzo, 2019
IES Los Cantos Bullas (Murcia)
DISEÑO Y MAQUETACIÓN: José Eduardo Morales Moreno ILUSTRACIÓN DE PORTADA: JR Korpa
Licencia Creative Commons
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De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. JORGE LUIS BORGES
ÍNDICE
Prólogo .......................................................................................... 9 Gatos malcriados, por Irene Abril Guerrero ................................11 El hombre de negro, por Alejandro Miguel Puerta Hernández ...14 Una aventura inolvidable, por Jorge Caballero Muñoz ...............29 El principio del fin, por Juan Pedro Fernández Jiménez ..............32 El baile, por Juana María Álvarez Ruiz .........................................38 El último soldado, por Pedro Antonio García Díaz ......................41 Dime, mi vida, por Alba Jiménez Rodríguez ................................44 Lo inesperado, por Alba López Escámez .....................................58 El cuento, por Tomás Jiménez Fernández ...................................61 El asesino francés, por Virginia Mercader Cebrián......................64 El ataque, por David Espín Jiménez .............................................70 Fuera etiquetas, por Alicia Muñoz Sánchez ................................82 Los anillos de Kyrán, por José Manuel Sánchez Martínez ...........85 Ilusiones, por Guadalupe Sánchez Cayuela .................................89 El mundo paralelo, por Marta Martínez Martínez ......................93 Un camino a la felicidad, por María Fernández Fernández .........96 Caos, por Marta López López ....................................................102 Virus T, por Toñi Valverde Martínez ..........................................108 La fuente de la vida, por Francisco Fernández Fernández ........111 ¿Lo superarás?, por Francisca Fernández Martínez ..................115 El recluso del calabozo, por Alicia Robles Sánchez....................118 Josep, por Francisco Espín Valera..............................................121 Un sábado cualquiera, por Marina Martínez Fernández ..........128 El gallinero, por Alejandro Martínez Espín ................................130
Nos vemos pronto. Atte., Nacho, por Juan Francisco Amor Amor ...................................................................................................132 La casa no abandonada, por Erik G. Cocha Tipantasig ..............135 Un extraño suceso, por Anabel Castro Gil .................................139 Un verano sin fin, por María Dolores Pérez López ....................144 El sueño de Alina, por María Esperanza Gea Martínez .............146 El inmortal, por Daniel Aguilar Pérez.........................................150 Titanes, por Lope Javier López García .......................................153 Balconing de muerte, por Juan Pedro Gea Muñoz....................156 Una experiencia inolvidable, por Miguel Espín Martínez..........160 Solo un poco complicado, por Carmen Lucía López Fernández 162 Al-Haddid, por Juan Pedro López Espín .....................................168 Un día de playa, por Ana María Noguera Muñoz ......................172 Cicatrices, por Vanesa López Caballero .....................................175 Ser real, por María Isabel Puerta Caballero ..............................178 Una abuela loca, por Carmen Navarrete González ...................181
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PRÓLOGO
La escritura de textos de ficción es un ejercicio mediante el cual el ser humano desarrolla no solo su imaginación y su creatividad, dando rienda suelta a la fantasía que habita su mente, sino también su capacidad expresiva. Al tiempo que escribe, teje y desteje estructuras lingüísticas, busca y rebusca palabras y expresiones con las que decir e insinuar justamente aquello que desea comunicar. Este nuevo número de R/N. Revista de narrativa incluye los relatos que cuarenta alumnos del IES LOS CANTOS (Bullas, Murcia) escribieron, precisamente, como una tarea de la asignatura de Lengua y Literatura mediante la cual trabajaron su competencia lingüística y desplegaron su creatividad, pero no se han limitado a realizar un mero ejercicio de escritura, sino que han conseguido construir unas historias de una gran belleza y de, en muchas ocasiones, una gran perfección formal, pues han utilizado con un dominio digno de admiración procedimientos y mecanismos narrativos como los niveles de la narración, la voz, la focalización o perspectiva, el tiempo y la modalidad. Francis Bacon, el pintor, decía que la ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue, y estas actividades sugeridas a los alumnos en clase sirven, entre otras finalidades, 9
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para que se den cuenta de que son capaces de lograr, si se lo proponen, magníficos resultados. Por su parte, el otro Francis Bacon, el escritor, señalaba que leer hace al hombre completo, que conversar lo hace ágil, expeditivo, y que escribir lo hace exacto, preciso; y es en esa búsqueda de la exactitud y de la precisión expresiva en lo que andan inmersos, de forma más o menos consciente, estos alumnos, que hoy escriben por necesidades académicas y mañana, quizá, por necesidades existenciales, por diversión o por vocación.
José Eduardo Morales Moreno Profesor de Lengua y Literatura
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GATOS MALCRIADOS, por Irene Abril Guerrero 3º ESO C
Con el sonido de las llaves los gatos se agolpan en torno a la puerta luchando por rozar el lomo sobre sus piernas. Él los mira desde aquellos ojos lúgubres y pone agua a hervir. Saca del congelador una bolsa con carne picada y la introduce en la olla. Mientras termina de cocerse, enciende un cigarro. Cuando la carne está preparada la vierte sobre el suelo. Los gatos acuden a su busca. El resto de la mañana la pasa frente al ordenador, escribiendo. Desde hace diez años escribe guiones para telenovelas. Últimamente tenía por costumbre someter a sus personajes a una muerte violenta. Pero esa costumbre hizo que muy pronto recibiera la llamada de su jefe diciéndole que sus guiones ya no correspondían a lo que estaban buscando y que se pasara por la oficina para firmar el finiquito. Ese día colgó bruscamente el teléfono. Nunca le vieron por el despacho. A pesar de haber sido despedido, no dejó de escribir sangrientas historias. Aquella mañana terminó el último capítulo de un guion al que puso de nombre Vísceras calientes. Orgulloso por su nueva creación, apagó el ordenador y pasó el resto del día durmiendo. El timbre sonó a las ocho de la tarde. Era María, la limpiadora. Cuando entró en el apartamento el hombre estaba sentado en una silla frente a la ventana, sumido en su mundo mientras una decena de gatos maullaban a su alrededor. María nunca hablaba con él. Limpió la cocina, el salón, el cuarto de baño y después se marchó. El hombre se puso en pie y tomó un vaso de 11
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leche fría. Se introdujo en la ducha y permaneció bajo el agua el tiempo suficiente para que su piel se arrugara. Con el cuerpo mojado abrió el congelador para sacar más carne para los gatos, pero se había terminado. Volvió a la habitación donde, vistiéndose, se preparó para salir. La última noche el traje gris había quedado demasiado sucio por la sangre. Cogió el negro y en pocos minutos estaba listo. Colocándose la chaqueta y el sombrero salió de la casa. Ya era de noche. La ciudad iba quedando desierta. Se estiró el cuello de la camisa y siguió caminando entre la espesa niebla que comenzaba a formarse. Algunas veces perdía la noción del tiempo y caminaba, sin darse cuenta, kilómetros hasta alejarse de la ciudad. Otras veces se sentaba en un banco y permanecía allí la noche entera, hasta que algún gato callejero se acercaba y lo cogía para llevarlo a casa. Aquella noche, con la niebla ya en lo alto, estaba sentado en un banco cuando escuchó las risas de un grupo de chicas jóvenes que se despedían. Eran tres, y cada una de ellas tomaba una dirección diferente. ¿Cuál sería? Estudió la figura de aquellas chicas y finalmente se decantó por la pelirroja. Nunca había tenido una pelirroja. Era delgada y fácil de manejar, por lo que pensó que no sería muy difícil atraparla. La noche era silenciosa, solo se escuchaban los tacones de la joven golpeando los adoquines. El hombre quedó hipnotizado por el movimiento de sus cabellos de fuego. La chica giró a la derecha y se adentró en un callejón oscuro. Esto fue aprovechado por el hombre para aligerar su paso y acercarse todavía más a la presa. Con alargar el brazo podría tocarla pero la muchacha, alertada quizás por la quietud de la noche, aligeró el paso y en pocos segundos salió del callejón. Giró a la izquierda y allí estaba, a unos pocos metros de distancia, siempre mirando hacia adelante. El hombre aprovechó para acerarse todavía más. Corrió. Ahora sus pasos resonaban con fuerza en las calles. Sacó el pañuelo y lo empapó con una botella de cloroformo. Tiró la botella 12
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al suelo emitiendo un sonido estridente que hizo que la chica se diera la vuelta y contemplara la diabólica sonrisa de su perseguidor. Ahora los dos corrían. Ella era rápida y él se veía incapaz de alcanzarla. Pero la desgracia vino con el resbalón de ella. Un resbalón determinante. Un punto final a la vida. La caída hizo que se torciera el tobillo y que no pudiera continuar corriendo. El hombre se acercó lentamente hasta encontrarse a su altura. Le puso el pañuelo en la boca y se la llevó a un portal. La chica se resistía pero poco a poco su cuerpo dejó de funcionar a causa del sedante. La tumbó en el suelo y sacó un cuchillo de la chaqueta para dar el golpe de gracia. Pero una luz se encendió en las escaleras, dudó un segundo y finalmente decidió huir. Caminando de nuevo por la calle, determinó deshacerse de la chaqueta y el sombrero arrojándolo a una papelera. La frustración del golpe fallido lo había enfurecido, caminaba apretando los puños hasta que un hilo de sangre corrió por su mano. Estaba agotado. Llegó a casa antes del amanecer. Golpeó varios muebles y finalmente quedó dormido sobre el sillón. Le despertó el timbre. Era María. Abrió la puerta, encontrándoselo sentado en el sillón, con los gatos maullando a su alrededor. Como todas las semanas, limpió el apartamento y se marchó. El hombre, cogió su mechero y encendió un cigarro, esperando la noche cerrada para volver a salir, para buscar nuevas presas. No volvería a fallar. Los gatos a su alrededor seguían maullando, impacientes.
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EL HOMBRE DE NEGRO, por Alejandro Miguel Puerta Hernández 3º ESO B
PRÓLOGO Tras leer el libro, volvió a dejarlo todo como estaba y salió de allí para dirigirse hacia el cuartel de la policía. ―Buenos días, Rick ―lo saludó el vigilante. ―Hombre, tenemos aquí al gran Steve ―dijo el policía con júbilo para darle la bienvenida―. ¿A qué se debe tu visita? ―Pues, aunque te sorprenda, me gustaría denunciar ni más ni menos que a Bill Cotes. ―¿El político millonario? ―preguntó Rick con curiosidad. ―En efecto ―contestó Steve con una gran sonrisa. Rick se extrañó ante la sonrisa del vigilante. ―No se suele encontrar a gente demasiado alegre mientras realiza dicho acto… ―le dijo―. Además, creo que te has vuelto loco presentando una denuncia contra alguien con tanta reputación. ―Lo sé, Rick. Pero esta vez es diferente. Se trata de devolver parte de la felicidad que había sido robada a tantas personas… Necesito que alguien venga conmigo y vea lo que yo he podido observar con mis propios ojos y tocar con mis manos; quedará tan sorprendido como yo y te 14
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puedo asegurar que tengo suficientes motivos para tal acusación. I. LA PERSECUCIÓN Escuchó un fuerte golpe en la puerta principal del edificio en el que vivía. Se asomó a la ventana y lo que vio lo dejó perplejo: un hombre vestido completamente de negro salía despavorido de aquella puerta mientras otros dos hombres grandes y corpulentos lo seguían calle abajo con sendas porras en sus manos intentando atizarle algún golpe que pudiera detenerlo. Desafortunadamente para los dos últimos, el hombre de negro consiguió llegar a su destino, un coche aparcado detrás de una esquina con el que escapó. Todo había ocurrido demasiado rápido delante de sus narices, sin que pudiera hacer nada por la seguridad de su edificio. No sabía cómo ni cuándo había entrado aquel hombre tan misterioso. Como cada día, se puso unos pantalones azul marino, una camisa del mismo color un tono más claro y unas botas de un negro intenso. Se ajustó la corbata, de modo que se pudiera ver bien su insignia y situó los grilletes y la porra en el cinturón de cuero. Se dirigía hacia su despacho, donde se encontraba el ordenador con todos los vídeos grabados por las cámaras de seguridad, cuando se encontró con la señora Finnigan. ―Buenos días, Steve. ¿Ha escuchado usted también un fuerte golpe en la puerta del edificio? ―preguntó con curiosidad la señora. ―Sí, yo también lo he escuchado. Incluso me he asomado a la ventana para ver lo que ocurría y he visto salir a 15
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un hombre vestido de negro. ¿Podría imaginarse usted de quién se trata? ―¡Santo cielo! ¿Un hombre de negro? ¡Podría ser un ladrón! ―dijo la mujer muy asustada―. Pues no, no tengo ni la menor idea de quién puede ser, pero si usted tampoco lo sabe, debería estar más alerta y hacer correctamente su trabajo para que los demás podamos gozar de tranquilidad mientras vivimos en nuestro propio hogar ―le espetó la señora con un tono cortante―. ¿No le parece? ―Sí, lleva razón. Revisaré las cámaras de seguridad y hablaré con otros vecinos para ver si ellos saben algo. Tras escuchar esto, la señora Finnigan continuó con su camino nerviosa y algo malhumorada. Desde que desapareció su reloj, seguía empeñada en que Steve hacía mal su trabajo, por ello, siempre que tenía oportunidad cuestionaba su puesto como vigilante de seguridad del edificio. Por el contrario, Steve prosiguió su camino y se dirigió hacia su despacho para empezar cuanto antes con la investigación. Cuando llegó, revisó los vídeos de las cámaras de seguridad desde el momento en el que se había ido a dormir la noche anterior, intentando captar algún movimiento extraño. Mientras los veía, todo transcurría con normalidad hasta que a las 7:55 de la mañana, cinco minutos antes de que ocurriera la persecución, todas las cámaras se apagaban sin más, excepto una, la que miraba a su apartamento. En esta vio cómo el hombre vestido de negro se acercaba a la puerta sigilosamente y dejaba allí delante una cartera. Sin pensarlo dos veces, Steve salió del despacho lo más rápido que pudo y marchó hacia la puerta de su apartamento. En cuanto llegó, la encontró allí mismo, delante de
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la puerta. La cogió y extrajo su contenido: una llave, aparentemente antigua, y dos papeles, uno con el nombre de Harry Warks y una dirección, y otro con un mensaje que decía: “Espero que esta cartera haya llegado al destinatario correcto”. Después de leerla, el vigilante de seguridad quedó algo confuso. Una gran cantidad de preguntas estallaron en su cabeza fruto de la velocidad de los acontecimientos. Revisó varias veces la cartera para comprobar que no contenía nada más y volvió a guardar todos los papeles en ella mientras llamaba a George, ya que pensó que hablar con él le vendría bien debido a que su amigo tenía gran soltura en cuanto a la informática se refiere. En cuanto este llegó al edificio, Steve le abrió. ―Buenos días, George ―lo saludó el vigilante mientras sonreía. ―¡Buenos días, Steve! ¿En qué puedo ayudarte? Después de que el vigilante del edificio le contara todo lo que había ocurrido horas antes, decidieron que lo mejor sería volver a su despacho para ver si George encontraba algún detalle más en las cámaras de seguridad que pudiera aclarar algo. ―Así que un hombre de negro… ―dijo George mientras revisaba el vídeo de la única cámara que había podido grabar algo―. ¿Tienes idea de quién puede tratarse? ―Ni la más remota ―repuso Steve mientras miraba fijamente al hombre de la grabación. ―Siento decirte que las cámaras fueron programadas para que esta mañana se apagaran, excepto la que mira hacia tu apartamento. Esto, en realidad, nos indica dos cosas: alguien estuvo justo aquí para programar lo dicho y, ade-
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más, ese alguien quería que vieras cómo el hombre de negro dejaba la cartera frente a tu puerta ―intervino George con un aire astuto. ―Llevas razón. Además, el que estuvo aquí pudo ser el mismo hombre de negro o podría caber la posibilidad de que trabaje acompañado… ―dijo Steve mientras se acariciaba la barba pensativo―. Si te soy sincero, estoy preocupado. ¿Quién será ese hombre? Y sobre todo, ¿qué querrá de mí? ―No lo sé. Pero tengo la sensación de que tendrás que pasar por un largo camino para descubrirlo, amigo ―añadió George mientras miraba su reloj―. Lo siento, pero tengo que prepararme. He quedado con Shally para comer en un restaurante que se encuentra en el centro de la ciudad y no quiero llegar tarde. ―No te preocupes. Ya sabemos cómo es, no le gusta que le hagan esperar ―dijo Steve mientras reía―. Yo volveré a poner en funcionamiento todas las cámaras cuanto antes por lo que pueda pasar y revisaré por última vez el vídeo; creo que tengo una idea. Muchas gracias por tu ayuda, George. Disfruta de la comida. ―De nada, ya sabes que puedes llamarme para lo que necesites ―le respondió George mientras hacía un guiño de complicidad. Este salió del despacho. Mientras, Steve puso otra vez en marcha todas las cámaras de seguridad y volvió a su despacho. Allí revisó la grabación con detalle, ampliando la imagen y concentrándola en el extraño hombre mientras describía cada uno de sus rasgos visibles e intentaba hacerse una idea de cómo eran los que no podía ver con claridad. Justo cuando se disponía a marcharse, observó un detalle que podía marcar la diferencia. Este individuo tenía 18
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una inscripción en la parte inferior de la muñeca. Steve trató de acercar la imagen lo máximo posible y de manera que no perdiera la suficiente calidad hasta que finalmente pudo distinguir lo que ponía: “B.C.”. Después de ver esto, Steve se sintió muy satisfecho consigo mismo ya que podría ser un gran avance para la investigación y decidió que lo mejor sería descansar, por lo que volvió a su apartamento. Cuando por fin se encontraba tumbado en su sofá, una bola de papel que entró por la ventana acabó con la poca tranquilidad de la que estaba disfrutando. Acto reflejo, Steve se levantó y, después de comprobar que no había nadie en la calle, el vigilante extendió la bola de papel. Esta contenía otro mensaje: Esta tarde a las 15:07 en el restaurante Weinst. Hombre de negro Código
II. LA CITA ―Así que esta tarde quiere citarse conmigo… ―murmuró Steve ―. Al menos, por fin podré descubrir de quién se trata. Pasadas dos horas, Steve se preparó para su cita con el hombre de negro y salió de su hogar con treinta minutos de antelación debido a que tenía que recorrer un buen camino hasta llegar al lugar en el que habían quedado. El vigilante llegó cinco minutos antes de la hora establecida, aunque sorprendentemente para él, el panorama 19
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que encontró allí fue mucho peor del que esperaba. En torno al local se había producido un gran murmullo. Steve trató de abrirse paso entre la multitud, pero le fue imposible. ―¿Qué ha ocurrido? ―preguntó Steve a una señora que se encontraba por allí con un tono alarmado. ―Al parecer se ha producido un asesinato. He escuchado que se trataba de un ajuste de cuentas… ―¿Sabe de quién se trata? ―la interrumpió el vigilante. En ese momento le dio un vuelco el corazón. De aquel restaurante salía transportado en camilla su amigo George, aparentemente muy pálido y con una gran herida en el costado. Steve intentó llegar hasta la ambulancia muy alterado y preocupado por el estado de su amigo, pero finalmente vio cómo el vehículo se alejaba con George dentro. Steve se quedó paralizado, mirando el lugar por el que la ambulancia había desaparecido, cuando alguien lo abrazó por detrás. ―¡Shally! ¿Qué ha ocurrido? ¿Te encuentras bien? ―preguntó Steve muy nervioso mientras se frotaba los ojos. ―No te preocupes por mí ―respondió ella―. George... ―Shally se echó a llorar―. Dijo que tenía que ir un momento al baño y nunca volvió, Steve. Ambos se dieron la vuelta repentinamente hacia la puerta del local. De ella salía un hombre acompañado por dos policías que lo dirigían hasta el vehículo oficial del cuerpo de seguridad. Steve se abrió paso entre la gente que se encontraba contemplando la escena a base de empujones hasta el límite establecido por el cordón policial. Una vez allí, no 20
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dio crédito a lo que pudieron observar sus ojos. En la parte inferior de la muñeca derecha de aquel hombre había escrito algo y esta vez pudo ver con claridad qué era: la misma inscripción que tenía el hombre de negro y exactamente en el mismo lugar: “B.C.”. ―Mi cita... es él ―recordó Steve mientras lo miraba furioso―. ¿Por qué a George? ¿Qué demonios quieres de mí? ―gritó al arrestado pese a que este ya se encontraba dentro del coche de policía. Cuando el vehículo abandonó el lugar y la multitud comenzó a expandirse de nuevo, Steve y Shally se dirigieron hacia el hospital al que habían llevado a George. Una vez llegaron, las peores noticias se confirmaron. No habían sido capaces de hacer nada por salvar su vida como consecuencia de que la herida era muy profunda y George había perdido demasiada sangre. Tras escuchar la noticia, Steve y Shally se fundieron en un abrazo mientras lloraban la muerte de su amigo. Cuando abandonaron el hospital, Steve acompañó a su amiga a casa y después se fue a su apartamento. Nada más llegar, golpeó la mesa y sacó la cartera que tenía guardada en el bolsillo trasero del pantalón y la lanzó contra la pared tratando de sacar la ira y frustración acumuladas por la muerte de George. Cuando estuvo más calmado, Steve recordó la cara del hombre que había visto salir acompañado por la policía y la marca que este tenía en la muñeca. Como no sabía de quién podía tratarse, el vigilante encendió su ordenador y buscó en él noticias relacionadas con la muerte de su amigo. En una de ellas, se decía que un tal Walter Bitts había sido detenido, pues se pensaba que él era el presunto asesino. 21
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Después de encontrar su nombre, Steve buscó información sobre él. Al parecer este hombre tenía algunos antecedentes penales, tales como robos o tráfico de algunas sustancias, por lo cual ya había pasado dos años anteriormente en la cárcel pero, que se supiera, nunca había matado a nadie. También buscó algo que pudiera tener relación con el hombre de negro, ya que tal vez este individuo usaba esa tapadera para cometer otro tipo de actos ilegales. Así fue, el vigilante encontró información relacionada con asesinatos que presuntamente había cometido un hombre vestido completamente de negro en esa misma ciudad, sin embargo, estos no habían dado mucho que hablar como consecuencia de que los casos habían sido archivados por la escasez de pruebas. Steve continuó indagando sobre estos asesinatos y llegó a la conclusión de que todos ellos parecían haber sido bastante planificados con antelación para que fueran lo más discretos posible; por el contrario, el de su amigo había sido realizado a plena luz del día y sin vestimenta alguna para ocultar la identidad del asesino. Todo esto confundió aún más al vigilante e hizo que aumentaran las dudas acerca de la misteriosa identidad del hombre de negro. Al cabo de la búsqueda de información, Steve se disponía a ir a dormir cuando se percató de que la cartera que había tirado seguía en el suelo. Este la recogió y volvió a sacar su contenido... ―Maldita sea. Me había olvidado por completo de todo esto ―se dijo a sí mismo mientras observaba los papeles y la llave que contenía la cartera.
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III. EL LIBRO Al día siguiente, Steve se levantó temprano. Extrajo el contenido de la cartera y revisó el nombre y la dirección por última vez: Harry Warks. Key Street, 12. Llave. Código Respiró hondo ―Allá vamos.... ―dijo para sí el vigilante. Lo guardó todo en la cartera, la introdujo en el bolsillo del pantalón y salió de su apartamento para montarse en su coche. Después de cuarenta minutos, llegó a su destino. Steve bajó del coche y llamó a la puerta de la vivienda número 12. ―Buenos días ―dijo Steve. ―Buenos días ―contestó Harry―. ¿Quién es usted? ―Soy el vigilante de seguridad del edificio West. Me encuentro aquí debido a que está en proceso una investigación que podría estar relacionada con la muerte de George Petterson. En el edificio en el que le he dicho que trabajo encontré una cartera con esta llave dentro. Según me he informado, usted podría darme información sobre ella, ¿es cierto? Steve le tendió la llave. Harry la observó con detenimiento durante unos segundos. ―Creo que sí ―le respondió el hombre de la casa―. Si no me equivoco, esta es la llave de mi antiguo hogar. Hace ya un tiempo, un hombre me ofreció una buena cantidad de dinero por ella a pesar de que se encuentra lejos 23
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de la ciudad. Debe de ser suya, aunque por desgracia no recuerdo su nombre. Prácticamente no tuvimos que negociar, por lo que mantuve muy poco contacto con él, no sé si me entiende. ―Sí, no se preocupe ―añadió Steve―. ¿Recuerda dónde se encuentra la casa de la que hablamos? ―Perfectamente ―intervino Harry―. Supongo que el lugar habrá cambiado mucho, pero le puedo ofrecer algunos puntos de referencia para que pueda orientarse y llegar a ella sin ningún problema. El hombre le indicó dónde se encontraba situado su antiguo hogar. ―Pues creo que esto es todo. Gracias por su colaboración, Harry ―le dijo el vigilante―. Me ha sido de gran ayuda. Este le devolvió la llave. ―De nada. Espero que encuentre lo que está buscando ―añadió el hombre a modo de despedida. Steve volvió a montarse en su coche y se dirigió hacia la casa que abría la llave de la cartera, pese a que no sabía con qué podría encontrarse allí. Durante el camino volvió a recordar todo lo que había leído la noche anterior. Poco a poco Steve se dio cuenta de que quizás era realmente su muerte la que estaba planificada en aquella casa y el asesinato de George solo había sido un movimiento más de la jugada. ―Me han manejado como a un peón durante todo este tiempo ―pensó el vigilante―. Quizás deba anticiparme a su jaque mate y organizar mi entrada en esa casa con la ayuda de refuerzos. Aunque, pensándolo mejor, si espero demasiado, podría caber la posibilidad de que alguien más desaparezca del tablero y eso es algo que no consentiré. 24
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Así que, antes de ganar esta partida sacrificando alguna de mis piezas, prefiero perderla por mi cuenta. Cuando llegó, se encontró con una pequeña casa aparentemente antigua y abandonada. Steve bajó del coche con cautela y bordeó el exterior de esta muy atentamente por si escuchaba algún ruido extraño. Una vez finalizada la revisión, el vigilante se acercó a la puerta e introdujo la llave en su cerradura. La puerta se abrió y este entró en la casa sigilosamente. Primero echó un vistazo general a cada una de las habitaciones, manteniendo la guardia y revisando sus espaldas cada cierto tiempo por si alguien lo vigilaba, aunque no encontró a nadie. Cuando estuvo seguro de que, por suerte, la única persona que se encontraba en la casa era él mismo, revisó con detalle cada una de las habitaciones. Estaba ya revisando la última habitación que le quedaba cuando encontró una caja fuerte de gran tamaño escondida dentro del armario. Nada más verla, Steve se percató de que esta tenía una contraseña numérica, la cual no conocía. Intentó abrirla varias veces con números al azar, pero ni siquiera sabía qué cantidad de dígitos tenía, por lo que pensó que era absolutamente imposible que acertara. ―Piensa, Steve… ―se decía a sí mismo―. Quizás el código esté por algún sitio... Fue al decir esto cuando recordó que el hombre de negro acababa algunos de sus mensajes con esa palabra: “Código”. El vigilante sacó rápidamente la cartera que tenía en el bolsillo, leyó los papeles que acababan de dicha forma y puso como código los números presentes en ellas. Tras escuchar un sonido, a Steve se le paró el corazón por un momento: la caja fuerte se había abierto. Miró su 25
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contenido y allí se encontró con una cantidad disparatada de dinero en metálico y un libro que destacaba entre tanto billete. Lo cogió y comenzó a leerlo: Mi verdadera historia Gracias, Steve. Si estás leyendo esto es porque muy probablemente ya haya muerto o esté a punto de hacerlo y quiero que sepas el porqué de todo esto. Debo decirte, antes de todo, que mi nombre es George Petterson y yo era el hombre de negro. Todo empezó cuando él me ofreció trabajo. Se interesó por mis grandes conocimientos en informática, aunque nunca supe cómo. Yo no era más que un joven con grandes aspiraciones para mi futuro, falto de un empujón con el que poder empezar, y no vi mejor oportunidad que la de formar parte de su grandeza. Fue sencillo entrar; imposible salir. Me puso las cosas muy fáciles y todo fue un soborno para mí. Me convertí en la mano derecha de Bill Cotes, el político millonario del que todo el mundo habló durante un tiempo, pues todos creyeron que había conseguido su puesto de trabajo fruto de un gran esfuerzo y dedicación. Con él supe que no había sido así, sino que se trataba de un político corrupto que había llegado a tal fama a base de robos. Mi trabajo para él consistía en llevar anotadas en el ordenador todas las cuentas de su dinero y planificar cada uno de los robos y asesinatos hackeando sistemas y cámaras de seguridad junto a otro grupo de informáticos.
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Me manipuló de tal forma que, con lo que hacía, se convirtió en un ídolo para mí y me puse a su disposición para participar íntegramente en cada uno de sus actos ilegales, convirtiéndome así en el “hombre de negro”, usando esta identidad a modo de tapadera. Todo iba de perlas hasta que se produjo un giro de los acontecimientos. Mi jefe advirtió, gracias al numeroso personal que trabaja para él, que uno de mis familiares había ganado una gran cantidad de dinero, por lo que él se convirtió en nuestro siguiente objetivo. En ese momento por fin pude darme cuenta de hasta qué punto había llegado. Por todo ello, decidí que era hora de hacer algo por cambiarlo todo y me rebelé contra él. Copié en las hojas finales de este libro todas las cuentas que yo tenía anotadas, incluido el nombre de las personas que habían sufrido nuestros actos, cogí el dinero que había guardado en las cajas de seguridad y hui con él. Debía esconderlo en algún lugar seguro antes de que me descubrieran, porque era cuestión de tiempo que me pillaran; todo el dinero se había esfumado, yo era uno de los pocos que tenía acceso a este y, además, había desaparecido sin previo aviso. Con esto de por medio, decidí organizar un “recorrido” en el que se tuvieran que seguir una serie de pasos con el objetivo de ofrecer un lugar completamente seguro para el dinero, de manera que si alguien encontraba la cartera antes que tú, no pudiera acceder a él. Así que lo traje aquí. Barajé varias veces la posibilidad de abandonar la ciudad, incluso el país, pero supe que por más que qui-
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siera escapar, nunca podría hacerlo, ya que todo el personal que trabajaba y aún lo hace para él está identificado con una inscripción en la muñeca: “B.C.”, por lo que resultaría muy difícil tratar de hacer algo que pudiera despistarlos y, además, sería perseguido hasta que desvelara dónde se encontraba el dinero o, de lo contrario, me matarían. Por todo esto, sabía que mis posibilidades de salir con vida eran prácticamente nulas y que realmente la única manera de alargarla era a través una vida nómada. Es cierto que podría haberte dicho todo esto antes, pero cuando quise hacerlo, me sentía tan culpable que yo mismo me despreciaba, por lo que nunca quise saber cómo reaccionarías. Por esto decidí ocultarme en mi figura como hombre de negro e implicarte en la investigación de este caso para que pudieras descubrir la verdad. Espero que hacer todo esto haya sido una buena decisión tanto para mí como para las personas que me rodean y que al menos el dinero sea devuelto a cada una de las personas a las que les fue robado. George
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UNA AVENTURA INOLVIDABLE, por Jorge Caballero Muñoz 1º Bachillerato BH
Aquel verano fue inolvidable para los tres, bueno, al menos para dos de ellos. Eran amigos desde la guardería, y al vivir en un pueblo pequeño también fueron juntos en la escuela, y en el instituto. Eran inseparables, aunque hasta los mejores amigos pasaban alguna racha de no querer ni verse, pero no pasaba ni una semana en que se buscaran de nuevo. Pero aquel verano, Mario, Alejandro y Andrés vivirían unos acontecimientos que los marcarían terriblemente para siempre. No es exagerado: aunque ninguno llegaba a los dieciocho años y quedara mucho por vivir, nada volvería a ser igual para ellos. Cuando el sol de julio dio una tregua, decidieron una tarde que sería una buena aventura recorrer parte de Sierra Espuña. No planificaron nada, en aquellos tiempos no había móviles, ni Internet, apenas un mapa topográfico que Mario guardaba de su padre. Solo había que decidir la hora de salida, y llenar las mochilas de todas las latas de comida que fuera posible, y las cantimploras repletas de agua con un poco de anís, para que entrara mejor. La ruta para llegar allí era simple. Autobús hasta la capital, tren hasta Totana y finalmente autobús hasta alcanzar Aledo. Desde allí todo tenía que ser andar, y andar, 29
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todo el día andando y acampando al anochecer donde estuvieran, que por entonces no había muchas limitaciones. Los dos primeros días fueron emocionantes, sentirse lejos de casa, solos, fuertes, jóvenes, rodeados por la naturaleza. La adrenalina circulaba por sus cuerpos dotándolos de una energía que parecía borrarles el cansancio, hasta el hambre, pues las latas de comida estaban bien llenas. Una tarde, maldita tarde, Alejandro se propuso subir por unas rocas para atajar y llegar antes de anochecer. Los otros amigos no lo veían nada claro, y el mapa no ayudó mucho. —Que sí, que sí, mira, el camino hace así, y por aquí se ataja. A mitad del ascenso el terreno se volvía peligroso, piedras puntiagudas rascaban las suelas de las botas, que no se agarraban al suelo. Alejandro resbaló, pero pudo mantener el equilibrio. —Vamos a volver a la senda —aconsejó Andrés. —Es lo mejor —insistió Mario. —¡Qué va! ¡Pero qué gallinas sois! —dijo Alejandro. Aquello era una locura. Daba vértigo mirar hacia abajo. Alejandro aceleró el paso, dejando a los otros atrás. —Vamos, gallinas. Que solo nos queda… No pudo terminar la frase. Resbaló, perdió el equilibrio, se oyó un golpe seco, ni siquiera pudieron ver cómo rodaba pendiente abajo. Se hizo el silencio. Mario y Andrés palidecieron, el sudor les llenaba la frente, la cara, los labios. No era el calor, sino el terror a que Alejandro estuviera malherido. Se agarraron bien a unas rocas y pudieron asomarse y ver, a unos metros, un cuerpo inmóvil. No había sido
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grande la caída, pero Alejandro no se movía. Descendieron con cuidado, con temblores en las piernas y manos. Llegaron hasta él. Seguía sin moverse. Los ojos abiertos. Sin parpadear. Lo cogieron de los hombros, lo agitaron levemente. Un hilo de sangre brotó de una oreja. Lo que ocurrió después no importa. Se hizo de noche. Nadie los echó de menos. Al día siguiente Mario volvió a Aledo y dio aviso. Todo eso no importaba, ni el helicóptero, ni los familiares que se acercaron, ni los periodistas. Lo que importaba es la tristeza que inundó sus vidas para siempre. Nunca volvió a ser lo mismo. Alejandro, como tantas veces, se sintió inmortal y esa inconsciencia marcó la vida de sus amigos para siempre.
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EL PRINCIPIO DEL FIN, por Juan Pedro Fernández Jiménez 3º ESO B
Desde la cabina de la nave se veía cómo La Tierra se alejaba, cómo el polvo se esparcía hasta desaparecer por el frío y solitario espacio, cómo las nubes teñían de gris la superficie terrestre, que antes era azul. Se veía cómo toda una historia desaparecía en cuestión de segundos, y cómo una nueva estaba a punto de escribirse. Lo que en un principio parecía imposible, se convirtió en realidad. Todo comenzó una calurosa mañana de noviembre de 2279 en Madrid, concretamente en la sede central de AEMA (Agencia Europea de Medio Ambiente). Como todas las mañanas, los científicos se reúnen en una junta para intentar frenar el calentamiento global, la contaminación atmosférica, la masiva extinción de las especies, la deforestación y la falta de agua. Tras debatir los temas que se presentan, cada científico se va a su departamento para realizar diversas investigaciones, aunque es en el departamento de meteorología planetaria donde todo ocurre. Marco, un meteorólogo especializado en el efecto negativo del calentamiento global sobre el planeta y que está
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reconocido como uno de los más importantes de las últimas décadas, lleva varios días observando con atención lo que parece la formación de un huracán cerca de las costas de Estados Unidos. Marco no le dio mucha importancia, puesto que desde que las temperaturas son tan altas, es normal que se produzcan muchos huracanes, tifones y grandes tormentas tropicales; sin embargo, este tiene algo peculiar, y es que cada día que pasa se ve más grande y gris desde el satélite, lo cual no es muy normal. Por esta última razón, Marco decide apuntar los radares hacia ese punto, y ver qué es lo que está pasando. En veinticuatro horas tendría una imagen perfecta de lo que era aquel extraño huracán. Mientras el radar se posicionaba y tomaba las lecturas, Marco tenía otro problema de los muchos que resolver, y este era que en el planeta ya apenas quedaba materia prima, pues las antiguas generaciones habían acabado con ellas. Esto provocó que apenas hubiese suficiente energía para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, y que, como consecuencia, se produjese una crisis económica y energética, causando todo esto un descenso de más de la mitad de la población. La última solución que se había propuesto era extraer un nuevo mineral encontrado en el interior de en la Luna, llamado lutenio, que era muy combustible y que era capaz de producir una gran cantidad de energía con muy poca cantidad. Aunque el principal problema que esto presentaba era que las reservas de petróleo para impulsar la nave hacia la luna eran muy escasas, y solo se tenía la suficiente para realizar un solo viaje. Si todo salía bien, se podría volver en un segundo viaje utilizando ya como combustible el lutenio, pero, si no, se tendría que buscar otra alternativa.
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A la mañana siguiente, un 24 de noviembre, se conoce la crucial noticia, Marco no daba crédito a lo que estaba viendo en su pantalla: una tormenta tropical de 734 kilómetros de diámetro, con vientos de más de 300 kilómetros por hora, se dirigía hacia Florida, EE.UU., con una trayectoria clara. Una tormenta de tal magnitud acabaría con prácticamente toda la vida y estructuras que se encontraban en esa zona, y los más alarmante era que a esa velocidad y distancia, el contacto con tierra se produciría en 7 días, 21 horas y 14 minutos, tiempo muy corto para reaccionar ante tal amenaza. Pero esto no terminaba aquí, y es que cada día que pasaba aparecían más huracanes de este tipo por toda la superficie terrestre, que crecían más y más, aumentando su diámetro, y produciendo vientos más potentes. Tras conocer la noticia, Marco pulsó de inmediato el botón de emergencia. Todos corrieron rápido hacia la sala de juntas y es allí donde se procede a tomar una decisión. Al parecer, por las elevadas temperaturas que se estaban dando en la Tierra desde hacía ya siglos, los océanos habían aumentado su temperatura considerablemente, hasta llegar a 35º de media, y la presión atmosférica había bajado considerablemente. Todo esto estaba provocando una mega tormenta planetaria, que duraría décadas y que destruiría prácticamente todas las estructuras artificiales, provocaría olas de más de 40 metros y extinguiría más del 60% de las especies. Lo primero que se hizo fue llamar a los mejores científicos del planeta para intentar encontrar la solución más rápida y efectiva posible. En menos de 12 horas, todos estaban ya reunidos y planteando teorías para evitar tal ca-
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tástrofe. Las horas pasaban y las propuestas que se presentaban no servían, pues o bien necesitaban gran cantidad de tiempo para realizarse, o bien había una gran probabilidad de fallar en el intento, por lo que ninguna se terminaba de aprobar, hasta que Marco propuso una idea, basándose en el descubrimiento del lutenio. Esta propuesta, en un principio, era la más loca, pero la única que tenía mayor probabilidad de salir de manera positiva. Marco dijo: —Puesto que en la tierra ya no queda materia prima, están todas las aguas contaminadas, todos los bosques talados y es muy difícil evitar este cataclismo, lo más lógico será emigrar a un nuevo planeta, utilizando las naves de evacuación terrestre. Estas eran unas naves que se construyeron para evacuar a la población en casos como este, pero que dejaron de fabricarse por falta de material y energía. Las naves serian impulsadas por el mineral que se encontró en la Luna. La propuesta convenció a la mayoría de los allí presentes, aunque había un gran inconveniente, y este era que el único planeta que se encontraba apto para ser habitado se encontraba a una distancia de 77 años luz, aunque lo bueno era que se podía coger un atajo, utilizando un agujero de gusano y reduciendo el tiempo más de un 90%. Tras ver que el tiempo se estaba agotando, y que las propuestas se acababan, se decidió por unanimidad optar por la propuesta de Marco. Lo primero que se hizo fue utilizar un cohete espacial, que estaba diseñado para usarse en una misión en la que se visitaría un sistema planetario cercano, para viajar a la Luna. Aquí se extrajo la mayor cantidad de lutenio posible en un tiempo récord. Tras tener todo el combustible y las naves preparadas, llegó el momento más difícil, que fue 35
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comunicárselo a la población. La dificultad se encontraba en que los ciudadanos podían reaccionar violentamente hacia esta situación y provocar que todo fuera un caos. A falta de 2 días para que las tormentas tocaran tierra, los dirigentes políticos de cada nación trasmitieron con un discurso en televisión y radio el problema al que se enfrentaban, y cuáles eran las normativas y pasos a seguir. Como se esperaba, hubo un gran revuelo y miedo, parte de la población no quiso abandonar el planeta, y otra parte decidió que lo mejor sería intentarlo. La evacuación se produjo un 1 de diciembre, un día muy caluroso y soleado, en donde se podía ver desde la superficie una enorme columna de nubes en el cielo. En cada nave, había un total de 100 personas, que permanecieron despiertas las primeras 24 horas, y tras estas se metieron en unas cápsulas de cristal para poder realizar una hibernación espacial, que consistía en estar congelado durante todo el trayecto para evitar envejecer. Al despertar, ya habían pasado casi 8 años luz, el nuevo planeta era muy parecido a la Tierra, pero un poco más grande, con animales extraños y frutos diferentes. Tenía un clima muy similar, y una translación de 389 días, pero, por muy parecido que fuese, no era lo mismo que el verdadero hogar que habíamos destruido. Desde el primer día que los humanos llegaron a este planeta, empezaron a trabajar para construir una sociedad, una sociedad distinta a la anterior, una cuidadosa con el medio ambiente, porque:
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Cuando la calidad de vida cae para el medio ambiente, cae para el ser humano. GEORGE HOLLAND
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EL BAILE, por Juana María Álvarez Ruiz 3º ESO C
Hola, me llamo Elena, Elena García, vivo en Madrid con mis padres, tengo 17 años y estoy terminando el bachiller de ciencias. El profesor de lengua nos ha mandado un relato sobre un tema libre y a eso vengo, a escribirlo. Quiero contar una pequeña historia que me pasó hace un año con un chico, llamado Pablo. Era un viernes de verano, época del baile de graduación. Todas mis amigas ya tenían una pareja con quien ir al baile, menos yo, que era la única a la que no me habían pedido salir. De repente, en el pasillo del instituto me encuentro con Pablo. Pablo es un chico de 17 años que había entrado nuevo, iba a mi clase y que no conocía nada. Le saludé y me dijo que lo acompañara a enseñarle todo el instituto para conocerlo mejor. Acepté y empezamos a hablar sobre nosotros por el camino, me contó que era de León y que le gustaba mucho todo lo relacionado con la informática. Hablamos mucho los dos mientras le enseñaba todo el instituto. Me pidió que le diera mi número para charlar y acepté. Estuvimos como toda la tarde hablando. Por la noche me dijo que qué era eso del baile de graduación, que en su antiguo instituto no se hacía. Le expliqué que lo del baile era nuevo en el instituto. Consiste en conseguir una pareja (chico o chica) y bailar con ella, 38
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charlar, divertirse con los demás, etc. Entonces me lo pidió, de yo ir con él al baile, y le dije que sí. Noté una sensación rara, como de alegría. Cuando un chico me pedía salir con él para el baile, no notaba nada raro, absolutamente nada. Pero con él fue diferente. A la mañana siguiente, me lo encontré por el camino, y seguí con él andando hacia el instituto. Una vez allí nos fuimos para la clase. En el recreo, Laura, una de mis amigas, me preguntó que si tenía algo con Pablo. Le dije que no, que solo éramos amigos. Le pregunté que por qué me había dicho eso y me respondió que en toda la hora no me quitaba ojo. En ese momento quedé alucinada y me reí. Faltaban tres días para la graduación, y esa misma tarde salí con mi madre a comprarme un vestido. Iba a ser el mejor de todos, como siempre dice mi madre. Era un vestido azul oscuro-negro largo y pomposo. El peinado iba a ser un recogido con una trenza al final. Llegó el día del baile de graduación, en ese momento estaba supernerviosa, Pablo me recogería en cinco minutos para irnos al baile. Llegó y nos fuimos al instituto. Una vez allí nos reunimos con mis amigas y sus parejas, fuimos a la barra a pedirnos algo y llegó el momento. Teníamos que bailar en la pista. Me confesó que nunca había bailado y empecé a reír. Sonaba la canción The Night We Met, una de mis canciones favoritas. Me cogió de la cintura y empezamos a bailar. Me miró a los ojos y me besó. Ahí fue cuando lo conocí de verdad, esa misma noche. Eran las 4 de la mañana y Pablo me dejó en la puerta de mi casa. Justo en ese momento me dijo: —¡Hasta mañana!
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Un día después del baile, me desperté contenta, sonriendo, bajé y encontré a mi madre llorando. Le pregunté que por qué lloraba y me dio una carta: Hola, Elena, no te lo quise contar antes porque te veía tan feliz conmigo que no quise estropearlo. Tengo cáncer, me lo diagnosticaron hace años, y me dijeron que no tenía cura y que me daban poco tiempo de vida. Cuando te dejé en tu casa, tuve que irme al hospital, ya que me encontraba mal. Desde el primer día que te vi, me enamoré ciegamente. No sé dónde estaré ahora o lo que me vaya a pasar allí arriba, pero quiero que sepas que te quiero mucho y que no te voy a olvidar nunca. PABLO.
Lloré, lloré mucho, sintiendo un gran dolor en mi corazón, como una apuñalada. Hoy es el baile de graduación. Hoy se cumple un año de tu muerte. En este mismo instante están poniendo nuestra canción, La noche en la que nos conocimos, traducida al español. Esta canción marca una etapa en mi vida dura y triste, pero a la vez bonita y llena de amor.
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EL ÚLTIMO SOLDADO, por Pedro Antonio García Díaz 1º Bachillerato BH
—¡Emergencia, emergencia! Operación Delta ha abortado, repito, Operación Delta ha abortado —dijo el soldado Buchanan mediante la radio de su comandante muerto. —Soy el soldado de primera de infantería destinado en Irak a la Operación Delta de busca y captura Jeff Buchanan. Nuestro equipo ha sido abatido cerca del punto marcado. Solo he sobrevivido yo, no sé mi posición exacta pero si es necesario dentro de media hora deben seguir con la misión y bombardear la zona. Corto. Asustado por la situación tan desgarradora en la que se encontraba, pues estaba rodeado de cinco cadáveres de sus compañeros, intentaba no entrar en pánico. —Debo encontrar la forma de salir de aquí —se repetía continuamente en su cabeza para mantener la cordura. Él nunca había visto morir a nadie conocido tan cerca, pero sabía muy bien que la situación debería mejorar en cuestión de minutos. — El equipo Alpha habrá sido enviado en mi búsqueda y podré salir vivo de esta. Cada vez había más sangre por el suelo y escuchaba a gente buscándolo. Sonidos de disparos a cada minuto. Su cabeza cada vez más empezaba a perder la noción de la 41
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situación. La imagen de los casquillos cayendo al suelo, los disparos volando y los gritos de dolor no le dejaban pensar con claridad. Decidido a salir de esta, intentó buscar una salida, pero todo había sido destrozado por las balas de tan alto calibre que golpearon los casi destruidos muros de estos edificios, lo que causó su derrumbe. Cada vez perdía más la esperanza de salir y todavía la sala de comandos no le había contestado. Momentos después se dio cuenta de que la radio estaba totalmente destruida y que horas antes no había enviado ningún mensaje. Su sospecha era cierta, no entendía por qué no habían bombardeado la zona aún. Nadie sabía que estaba vivo, nadie sabía dónde estaba. —Esto no me puede estar ocurriendo, no a mí, imposible. Cada vez más estaba completamente sumido en su locura. Era cuestión de momentos que empezara a tener alucinaciones, como les ocurría a otros soldados en su misma situación —¿Sigo vivo de verdad o estoy en el infierno? Empezó a deambular por aquel lugar como un maniaco para poder encontrar una salida, solo quería eso. Cada vez estaba más manchado de sangre y tierra, empezaba a tener hambre y sed, como último recurso recurrió a comerse un gusano que estaba en el suelo. Más que ayudarle, le provocó vómitos, y cada vez iba a peor. —Vendería mi alma al diablo para poder salir de aquí. Y, como si de un milagro se tratara, un leve temblor, tal vez provocado por alguna bomba cercana, hizo caer más escombro, pero abriendo una salida en la pared.
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Consiguió tras una larga caminata llegar al campamento, todos sus compañeros se quedaron exhaustos por tal cosa, pero como si de un acto reflejo se tratase, agarró una pistola se la pegó a la sien y dijo —Estoy condenado a la muerte. Y acabó con su vida de un disparo.
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DIME, MI VIDA, por Alba Jiménez Rodríguez 3º ESO B
Cuando la tarde cayó ahí estaba yo, sentada en un banco viejo mirando hacia ese lago oscuro y a su vez resplandeciente. Ya era finales de septiembre y, como cada año, teníamos que regresar a la ciudad, dejar ese lugar de paz, tranquilidad y olvido. Cuando era tan solo una niña, mis padres, muy bien acomodados, compraron una casa junto al lago, pues querían tener un lugar donde descansar y olvidar los problemas del día al día. Cada uno de agosto partíamos hacia ese lugar mágico, digo mágico porque era capaz de cubrir los problemas. Llegó el día. Mamá, papá, mi hermana Charlotte y Rosi (Rosi era nuestra nana, alguien a quien queríamos mucho) nos preparamos para partir a nuestra casa, a esa casa junto al lago, a ese lugar en el tanto habíamos jugado, corrido, saltado y miles de cosas más. Pero algo me decía en mi interior que ese año no sería igual, ya no era esa niña que disfrutaba jugando, aunque aún me quedaba esa ilusión de correr junto al lago. Ese año celebramos mi 18 cumpleaños, toda la casa estaba decorada, en el inmenso jardín mi madre, junto a Rosi, decoró una preciosa mesa en la que tenía pensado 44
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poner los pasteles. Todo estaba dispuesto para el día de la celebración, llegarían numerosas visitas, amistades de mis padres, pues no lo he comentado, pero papá tenía una empresa que se dedicaban a la importación de telas, así que no podían faltar aquellas personas que él decía: —Hija, uno se tiene que rodear de personas que le puedan brindar tranquilidad en su vida. Hoy comprendo que esas personas eran el poder. Rosi aprovechaba que estaba cerca de su pueblo y así podía visitar a su familia. Era soltera y tenía una hermana, Ana. Ana tenía un pequeño puesto de pan en el pueblo, donde hacían los mejores panecillos que he probado, digo “donde hacían” porque Ana no estaba sola: a diferencia de mi nana, Ana tenía a María y Miguel, ellos eran sus hijos, Ana los tuvo que criar sola, pues su marido enfermó y falleció cuando ellos apenas tenían cinco y nueve años. Yo disfrutaba mucho cada verano jugando con ellos, pues María tenía mi misma edad y Miguel era cuatro años mayor. Hacía seis años que no había visto a Miguel, pues cada verano, cuando yo llegaba, él se tenía que marchar a otro lugar a trabajar en el campo. Cada vez se vendía menos y Ana no podía hacer frente a todo ella sola, así que junto a más hombres del campo se tenía que ir a trabajar fuera. Fuimos creciendo, cumpliendo edad y a la misma vez cambiando. Como años anteriores, aparte de las amistades de mi padre y mi madre, yo también tenía las mías, pocas, claro está, pues aparte de los hijos e hijas de sus amistades — que, como yo y mi hermana Charlotte solíamos decir, son princesitas y príncipes que no soportan jugar y divertirse—, yo también tenía las mías, las mías eran María y 45
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Miguel, aunque en los últimos cumpleaños a Miguel no lo podía ver, porque, como ya dije antes, él trabajaba fuera en el campo y siempre regresaba cuando yo ya me encontraba en la ciudad. María no se perdió ningún cumpleaños mío, aunque sí es verdad que estos últimos siempre llegaba más tarde, pues tenía que ayudar a su madre en la panadería. María cada verano aprovechaba cualquier hora libre para venir a mi casa para que le enseñase cosas nuevas del cole, ya que ellos no tuvieron la oportunidad de seguir estudiando. Ellos aprendieron lo más básico, pero ahí estaba yo para enseñarles cosas nuevas y dejarles cada verano libros que yo ya no iba a utilizar. Charlotte también me ayudaba, pero era tres años menor que nosotros, así que prefería estar más jugando que leyendo. Como iba diciendo antes, ese verano, ese cumpleaños iba a ser diferente. Esa mañana, cuando llegamos al pueblo, mamá ya estaba nerviosa, pues en tres días era mi cumpleaños y todo tenía que salir perfecto. —Rosi, este año no puede haber ningún fallo, este año todo tiene que ser perfecto, este año nos visita alguien muy importante, alguien que tiene una empresa en el extranjero; como sabes, Rosi, estos últimos años la cosa ha estado más floja y necesitamos abrir hacia nuevos horizontes —decía mamá. Nunca se me olvidarán esas palabras de mi madre a Rosi. Mi madre mandó a Rosi al pueblo, a la panadería de Ana:
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—Quiero que le digas a tu hermana que necesito que me haga los mejores dulces y bollos que nunca haya podido hacer, que no se preocupe por el dinero, se lo pagaremos muy bien. Rosi cogió su chaqueta, porque, aunque fuera agosto, en el pueblo siempre se movía un viento que te podía causar un poco de fresco. —Rosi, espérame, te acompaño y así aprovecho para ver a María y ya decirle lo de mi cumpleaños. —Maggie —me dijo mi madre con un gesto algo receñido—, María quizá no pueda venir, pues imagina todo lo que tiene que ayudar a su madre. Yo sé que a mamá no le hacía mucha gracia que yo anduviera mezclada con la hija de la panadera, qué pensarían sus amistades. —Da igual, mamá, yo acompaño a Rosi, y más este año, pues María me ha dicho por carta —porque María y yo solíamos escribirnos cartas en invierno— que este año Miguel estará en el pueblo y tengo muchísimas ganas de verlo, ya que no lo he visto desde hace seis años. Cogí un pañuelo y me marché con Rosi. Teníamos diez minutos hasta el pueblo, fuimos paseando y charlando. Rosi me contó que empezó a trabajar en casa de mis padres cuando apenas tenía veinticinco años, así que llevaba más de veinte años a su servicio. Yo la recuerdo siempre pegada a la cama de Charlotte y a la mía, siempre tenía un cuento que contar. Esas noches de tormenta, cuando los relámpagos iluminaban la habitación y esos truenos te despertaban, ahí estaba Rosi, siempre cuidando de nosotras, incluso más que mamá. Cuando llegamos al pueblo, me recorrió por mi cuerpo esa nostalgia de años anteriores jugando en esa plaza, en 47
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esa plaza que simplemente tenía un tobogán de piedra pero que te hacía disfrutar más que esas grandes ferias donde solían llevarnos a Charlotte y a mí. Al llegar a la panadería, Ana salió corriendo a abrazar a Rosi, las dos se fundieron en un inmenso abrazo. — ¿Cómo estás Ana?, ¿qué tal va todo? Te veo más delgada, ¿te falta dinero? Quería hacerle tantas preguntas que Rosi no dejaba hablar a Ana. —Estoy bien, Rosi, no te preocupes, es que trabajamos mucho, no nos podemos permitir el lujo de parar. Giró la cabeza y me observó. — ¿Maggie? Pero qué preciosa estás, deja que te vea María. Se dispuso a llamarla: — María, ven, mira quién hay aquí. María salió, y si fuerte había sido el abrazo de mi nana con Ana, el nuestro no fue menos, pues yo quería a María como a una hermana. —Madre, ¿puedo salir un momento a la plaza con Maggie? —Claro que sí, pero no te demores mucho, pues hay mucho trabajo para hacer. María y yo hablamos y hablamos, pues lo que más nos gustaba era contarnos todo lo que habíamos vivido durante ese año. De repente María levantó la mano saludando y, a su vez, llamando a alguien, yo estaba de espaldas y no podía ver a quién estaba llamando. Cuando me giré no me lo podía creer, era él, era Miguel, sí, cambiado, pues ya no era aquel adolescente que vi por última vez, ya era un hombre, un hombre con veintidós años, pero seguía siendo Miguel. 48
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—Maggie, cuánto tiempo sin vernos, ¿qué tal estás? — me preguntaba mientras su voz temblaba. —Estoy bien, Miguel, y tú, ¿qué tal te encuentras?, cuánto tiempo sin vernos. Sí que hacía tiempo, hacía seis largos años, pero ahora que lo tenía delante parecía que nunca había dejado de verlo, que seguía siendo Miguel, mi Miguel. Si os habéis dado cuenta, Miguel era de esos que en la niñez llamaban novios, eso que los adultos dicen que es un juego de niños. Pero para mí no lo era, y ahora que lo tenía delante sabía que no había sido un juego de niños, que era algo muy verdadero, que seguía estando en mi corazón. Quedaban tres días para la famosa fiesta, imaginar mi mayoría de edad. Aquella tarde, en la plaza estuvimos hablando los tres, nos reíamos y recordábamos muchísimas cosas, parecía que Miguel y yo nunca habíamos estado separados, compartíamos tantos sueños, tantas ilusiones… Los siguientes tres días fueron los más intensos que una persona puede vivir. María tenía que seguir ayudando a su madre en la panadería y ahora más, con mi famosa fiesta. Así que Miguel y yo empezamos a vernos a escondidas, digo a escondidas porque a mi madre no le hacía mucha gracia, como os he dicho antes, que su niña paseara con el hijo de una panadera, y ahora mucho menos, ya que también trabajaba en el campo. El primer día fue maravilloso, paseamos por el campo, por el camino que solíamos recorrer de niños, un camino de esos que pasa junto al riachuelo.
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Cuando llegaba a casa, mi madre, que estaba muy atenta a mis entradas y salidas, me preguntaba y yo tenía que contestarle diciendo mil y una mentiras. El segundo día también fue maravilloso, todo iba superbien. Pero llegó el tercero y aquí vino el problema. Esa tarde salí, como en las anteriores, pero esa tarde fue diferente, recuerdo que estuvimos riendo, hablando, incluso jugando, sí, jugando como dos niños, todo era felicidad. Nos cogimos de las manos y nos juramos que nunca nadie nos podría separar. De regreso a casa, Miguel me pidió que quería entrar y hablar con mis padres, quería formalizar nuestra relación. Al llegar a casa, Miguel y yo entramos, recuerdo la imagen de mi padre en ese sofá de piel marrón fumando uno de esos puros que tanto le gustaban y a mi madre junto a una mesita preparando hasta el último detalle de mi famosa fiesta. —Mamá, papá, os presento a Miguel, aunque sé que ya lo conocéis, pues es el sobrino de Rosi, mi amigo de toda la vida, pero hoy no voy a presentarlo como tal, voy a presentarlo como la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. En ese instante, Miguel me interrumpió, y también se atrevió a decir: —Sí, señor Don Juan y Doña Margarita, quiero a su hija, la he querido desde que éramos niños, y ahora que ya somos adultos quiero pasar el resto de mi vida junto a ella, prometo cuidarla como el tesoro más preciado y prometo que trabajaré para que no le falte de nada. Mamá se puso en pie, todavía recuerdo el gesto en su cara, una mezcla de enfado, desprecio… Solo soltó por su boca: 50
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—Juan, ¿no vas a decir nada? Papá se levantó, me miró fijamente y dijo: —Mira, hija, no voy a sacrificar a mi hija, a esa hija que hemos educado, a la que hemos llevado a los mejores centros educativos, que ha tenido a las mejores directrices para que fuera una señorita de bien. Cómo piensas que voy a consentir que tires tu vida por un capricho para ser la simple esposa de un panadero, si se puede llamar eso. Nunca se me olvidará la cara de Miguel, esa cara de humillación, desilusión, cómo olvidar esos ojos llorosos, cómo olvidar la humillación que le habían causado esas dos personas que yo tanto había admirado y respetado. —No tenéis derecho a hablarle así, vosotros no sabéis el daño que me hacéis, no comprendéis que yo no necesito todo eso de que tanto habláis para ser feliz, yo solo lo necesito a él —gritaba mientras lloraba. Rosi y Charlotte llegaron al salón alarmadas por los chillidos: —Rosi —gritó mamá—, llévate a tu sobrino de aquí, a ese poco agradecido, con tanto que hemos hecho nosotros por tu hermana y tus sobrinos —Rosi agachó la cabeza y se dirigió a Miguel, diciéndole: —Miguel, márchate de aquí, mañana hablaremos —en un tono de tristeza. —Pero, tía, yo no estoy haciendo nada malo, yo la quiero —cayéndole las lágrimas por las mejillas. —Por favor, Miguel, vete de aquí y no empeores las cosas —empujándole hacia la puerta. Miguel agachó la cabeza y salió por la puerta. —No teníais derecho a tratarle así, mañana mismo me iré de aquí y no volveré nunca más —diciéndolo en un tono de desesperación. 51
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—A ver, hija —respondió el padre—, quería esperar para anunciarlo en tu cumpleaños. ¿Te acuerdas de Federico?, pues él tiene una empresa en el extranjero, y como ya sabes no nos va todo lo bien que tenía que irnos, entonces no sé si te acordarás, pero Federico tenía un hijo, Pedro, ese que hace dos años estuvo con nosotros en la playa, pues desde aquel momento quedó enamorado de ti. —Padre, ¿pero de qué estás hablando? Es mucho mayor que yo, tiene diez años más, y lo principal de todo es que yo no estoy enamorada de él. —Lo sé, hija, pero Pedro será un buen esposo, y no te faltará de nada. —A mí o a vosotros, porque así tú aseguras tu empresa, ¿verdad…? —Hija, no te vamos a obligar a algo que no quieras hacer, pero te voy a hacer partícipe de las cosas, estamos en la ruina, estamos que lo perdemos todo, así que ya sabes nuestra situación —los dos salieron del salón mientras que Rosi se quedaba. —Hija, en esta vida no tenemos siempre lo que queremos —dijo Rosi mientras salía del salón dejándome sola. Cuántas cosas se me pasaron por la cabeza, cuántas dudas, cuántas culpas… Me tiré toda la noche llorando, sin dormir y mirando a Charlotte, pensando que si yo no aceptaba mi compromiso con Pedro ella no tendría las mismas oportunidades que yo, pero, por otro lado, pensaba en Miguel que lo quería y no podía hacerle eso. De repente, oí cómo mamá pedía auxilio. Salí corriendo hacia el pasillo… —Madre, ¿qué pasa?
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—¡Rosi! —gritaba asustada—, llama al médico, al señor le está dando algo, no puede respirar. Corrí hacia la habitación de mi padre y lo vi tirado en la cama, con sus manos puestas en el pecho intentando respirar. Llegó el médico y me apartaron de él. Salimos de la habitación y a la hora salió don Pascual, el médico. —Don Pascual, ¿cómo sigue mi padre? —Tranquila, Maggie, todo está bien, ha sido un intento de infarto, no puede sufrir disgustos, y sobre todo tiene que estar tranquilo. Entré a la habitación, me arrimé a la cama donde se encontraba mi madre, sentada junto a mi padre. Me acerqué hacia ellos y les dije: —Acepto mi compromiso con Pedro, pero os pido un favor, os pido que mañana no se celebre ninguna fiesta de cumpleaños y que mañana mismo regresemos a la ciudad, y allí finalizar mi compromiso. Mis padres aceptaron. A la mañana siguiente, preparamos todo el equipaje para irnos de regreso a Madrid. No pude despedirme de Miguel, no podía ponerme frente a él y decirle que no, que no estaríamos juntos, preferí huir. Cuanto más me alejaba del pueblo, mi corazón más se iba partiendo, solo sentía que mi amor se había quedado allí junto al lago. Ya en Madrid, todo se hizo según lo dispuesto. Mi compromiso con Pedro se formalizó y mi padre y Federico firmaron su acuerdo, ya eran socios. Sin darme cuenta, me vi casada con Pedro, con una vida que yo no había decidido. Puedo decir que Pedro era un buen hombre, me quería y me trataba con respeto y admiración. 53
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En el transcurso de esos años no volvimos al pueblo, pues mis padres pensaron que sería mejor mantenerme lejos de Miguel, pues así me olvidaría de él, y todo quedaría en el olvido. Pero se equivocaban, yo jamás podría olvidar a Miguel. Con María seguía manteniendo contacto, claro está que mamá de esto no podía saber nada, así que mi nana, muy a su pesar, recibía ella las cartas y me las daba a escondidas. Yo le preguntaba por Miguel, pensaba en lo mucho que me tenía que estar odiando. En una de esas cartas, María me dijo que Miguel ya no vivía en el pueblo, que se marchó en busca de nuevos horizontes. Los años siguieron pasando y con ellos mi vida. Nació mi hijo Federico, él le dio a mi vida un sentido, algo por lo que tener ilusión. Siguió pasando el tiempo a la vez que Federico crecía. Yo vivía solo para él, tenía que tener mi mente ocupada para no pensar en cómo habría sido mi vida si yo aquel día me hubiera ido con Miguel. Pedro paraba poco por casa, pues su padre y el mío ya estaban mayores para tanta responsabilidad de la empresa, así que él quedó al frente y eso implicaba muchos viajes al extranjero. Me invitaba a ir con él, pero yo siempre tenía alguna excusa, o eran mis famosas jaquecas o que no me dejaba solo a Federico. Yo pienso que Pedro sabía que yo sentía hacia él un gran respeto y una gran admiración, pero jamás podría amarlo. Él se acostumbró a esa vida, igual que yo a la mía. Recuerdo las últimas navidades en casa de mis padres, digo las últimas porque las fueron con mi padre. Ese mes 54
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de noviembre, él enfermó. Cada vez estaba más demacrado y esas navidades murió, no sin antes de pedirme perdón, todavía recuerdo esas palabras: —Maggie, mi Maggie, perdóname por todo lo que te he hecho, pensaba que todo lo hacía por tu bien, pero me equivoqué. A la llegada de la primavera, nos avisaron de que teníamos que ir al pueblo, pues unas tierras que lindaban con las de mis padres iban a ser vendidas y teníamos que ir a firmar no sé qué papeles. Mi madre no se sentía ni con fuerzas, ni con ganas, así que decidimos ir Charlotte y yo, ya que Rosi se quedaría cuidando a Federico, que tan solo tenía diez años, y a mamá. Esa noche no pegué ojo, estaba nerviosa, sentía un cosquilleo por dentro de mí. Llegamos al pueblo, firmamos esos papeles, aunque nos quedaban otros por firmar. Nos alojamos en nuestra casa. Ya no estaba alegre, ya era una casa triste, sin vida, sin flores en su jardín, con unos muebles cubiertos por sábanas y polvo, pues eran diecisiete largos años sin vida dentro. Ese día lo dedicamos Charlotte y yo a ordenar un poco, pues teníamos que esperar tres días en el pueblo. A la mañana siguiente le dije a Charlotte que necesitaba ver a María, que necesitaba saber de ella, en verdad era para ver a Miguel, pues el nacimiento de mi hijo Federico no pudo hacer que yo lo olvidara. Llegué a la panadería, pero ya no estaba Ana, en su puesto había una mujer de ojos verdes y pelo claro, y al lado justo de ella había una niña de aproximadamente cinco años. —Hola, buenos días, ¿podría llamar a María o Ana? 55
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—Buenos días, María no se encuentra en el pueblo, llamaré a Ana. Entonces me acordé de que, en una de sus últimas cartas, María me decía que se iba a Francia a trabajar con su marido, pues ya se había casado. La señora se dirigió a la niña y le dijo: —Cariño, sube a casa y llama a la abuelita. No podía dar crédito a lo que estaba escuchando, si esa niña era nieta de Ana, entonces era hija de Miguel, de mi Miguel, tenía delante de mí a la mujer y a la hija de Miguel. Mi cara se quedó pálida, mis manos temblaban, empecé a sudar y a escuchar una voz que decía: —Miguel, ¿puedes salir?, creo que esta señora no se encuentra muy bien. Y ahí estaba él, otra vez frente a mí, pero esta vez ya no era mi Miguel, era de aquella señora con ojos verdes. Se arrimó a mí, y me dijo: —Hola, Maggie, cuánto tiempo. Cariño, esta es una vieja amiga de la infancia, imagino que has venido buscando a María. No pude ni hablar, no tenía palabras, y pienso que, si en aquel instante hubiera hablado, hubiera sido para decirle lo mucho que lo quería y que no había pasado un solo día de mi vida sin pensar en él. Así que salí de aquella tienda, de aquel pueblo con el corazón hecho mil pedazos, ya no era mi Miguel. No regresé más en los siguientes años, seguí mi vida con Pedro y con mi hijo Federico.
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Y hoy, con mis setenta años, con arrugas en mis manos, me veo aquí, sentada en este banco viejo, mirando hacia ese lago oscuro y a su vez resplandeciente. Pensando cómo habría sido mi vida si me hubiera ido con Miguel.
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LO INESPERADO, por Alba López Escámez 3º ESO C
Sara era una mujer muy agradable y sociable. Era muy conocida en su ciudad debido a su trabajo y a su gran familia. Una mañana la llamó una de sus hermanas para que fuera a cuidar a sus hijos porque se iba a trabajar. Sara llegó a la casa de su hermana y cuidó de sus sobrinos y sus sobrinos no notaron nada extraño. Pero cuando llegó su hermana la notó diferente, ya que ella siempre estaba contenta y sonriendo y esta vez estaba como asustada. Así que por ese motivo le preguntó que si le pasaba algo y ella contestó diciendo que no le pasaba nada, y por más que le insistía su hermana, no le decía nada. Sara le dijo que se estuviera tranquila. Cuando Sara llegó a su casa comenzó a preparar las maletas, ya que esa tarde se iba de viaje a Nueva York con su mejor amiga. La familia de Sara empezó a preocuparse, ya que desde que salió de la casa de su hermana no volvieron a saber nada de ella, pero pensaron que sería por el viaje y porque querría desconectar… Pasaron los días que duraba el viaje y Sara seguía sin dar señales de vida, así que decidieron ir a su casa y al llamar al timbre nadie contestó. Decidieron llamar a su novio, tampoco daba señal, pusieron carteles por la ciudad… ya no sabían qué hacer.
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Pero una tarde recibieron la llamada del vecino de al lado de la casa de Sara, diciéndoles que salía un olor raro de la casa de su hija y que llamaron a la puerta y nadie les abría y que unos días antes habían oído mucho jaleo y voces altas cerca de su casa. Así que la familia de Sara se dispuso a ir a la casa, ya que encontraron una copia de la llave en su casa y no sabían que la tenían. Al abrir la puerta se llevaron la sorpresa ya que se encontraron la maleta de Sara a medio hacer y al lado ella tirada en el suelo con heridas graves en la cabeza, que le habían provocado la muerte… Al entrar al salón se encontraron a la mejor amiga, Elena, en el mismo estado que Sara… Todo esto fue un escándalo, así que llamaron a la policía y comenzó la investigación. Interrogaron al novio de Sara y este les dijo que él solamente le dijo a un amigo solo que estaba un poco molesto y celoso porque su novia se iba de viaje y no sabía lo que haría por ahí, pero él en ningún momento haría eso, ya que eran su novia y la mejor amiga de esta. Finalmente, decidieron interrogar al amigo al que el novio de Sara le dijo aquello. El amigo no quiso mentir, y confesó que había abusado sexualmente de ellas y luego las había matado pinchándoles, y más tarde golpeándolas contra el pico de la mesa varias veces hasta dejarlas inconscientes… Dijo haber hecho esto para el bien de su amigo, pero nadie pensaba que lo hiciera por eso, ya que a su amigo le hizo todo lo contrario y encima ellas no tenían culpa de nada. También confesó que había ido esa mañana, pero no supo cómo engañarlas para poder entrar, así que la her-
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mana de Sara empezó a sacar conclusiones y por fin descubrió lo que le pasaba s su hermana cuando fue a cuidar de sus hijos, solo que le daría miedo contarlo y por eso se quedó callada. Incluso confesó que se las iba a llevar a algún sitio lejos y abandonado, pero pensó que con dos personas sería más difícil que con una. Por la tarde consiguió entrar diciéndoles que le había mandado el novio de Sara allí para darle una cosa para el viaje. Ambas familias lucharon mucho para conseguir meterlo a la cárcel para que pagara por lo que había hecho, aunque no tendría ni punto de comparación. Terminaron metiéndolo a la cárcel por violador y asesino, pero unos años más tarde lo sacaron, y volvió a hacer una de las suyas…
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EL CUENTO, por Tomás Jiménez Fernández 1º Bachillerato BH
Una noche, estaba tranquilamente en el sofá de mi casa viendo la tele después de cenar, cuando mi hermano pequeño, de ocho años, me pidió que fuera a su habitación para que le contara una historia antes de dormir y así entretenerse y divertirse como tantos otros días. Al escuchar a mi hermano, me levanté y subí las escaleras hacia la segunda planta, donde se encuentran las habitaciones. Mi habitación está al lado de la suya, por lo que al contarle un cuento antes de dormir no molesto a nadie y puedo irme a dormir a mi habitación tranquilamente. Entré en su habitación y él ya estaba acostado y preparado para la gran historia de esa noche. Cogí una silla y, acomodándome al lado de su cama me dispuse a comenzar: “Érase una vez…”, dije entusiasmado, a lo que él me respondió con una gran sonrisa, “una familia formada por tres personas: el padre, la madre y un hijo. Esta familia vivía en una pequeña casa a las afueras de un pequeño pueblo llamado Dusseldorf, donde el padre trabajaba. Vivían de una forma muy humilde, ya que la madre se dedicaba a la casa y el dinero que llegaba del trabajo del padre solo les permitía apenas vivir. El hijo iba a la escuela en el único colegio que había en el pueblo, donde estudiaba, trabajaba y se esforzaba para sacar la máxima nota en sus 61
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asignaturas y aprender lo máximo posible y, de esa manera, poder tener un buen trabajo y sacar de la pobreza a su familia. Los padres veían el esfuerzo que su hijo hacía día a día y decidieron ahorrar todo el año para sorprender a su hijo con un viaje a final de curso. A partir de ese momento, el padre comenzó a realizar obras extra en el trabajo y la madre, tras numerosos intentos, también consiguió trabajo en el supermercado del pueblo, lo que les ayudó en gran medida a la sorpresa a su hijo. Tras numerosos meses de esfuerzo general de los padres, que continuaban viendo el afán de su hijo en el colegio, habían ahorrado lo suficiente para permitirse un viaje familiar en vez del viaje en solitario que habían planeado para su hijo en un principio por la situación económica familiar”. En ese momento, mi hermano comenzaba a tambalearse entre sus sábanas por la atracción del sueño, pero continuaba despierto y expectante por descubrir lo que seguía en la historia. Tras ver la emoción en su cara, continué: “El final del curso llegó, y con este, los padres le dieron la sorpresa a su hijo del tan esperado gran viaje. El hijo se sintió muy emocionado y orgulloso de su familia, y también se puso muy contento ya que el viaje era a Centro América y le apasionaba conocer toda esa zona y su cultura. A la semana siguiente la familia cogió el avión hacia su tan esperado lugar de destino, del cual disfrutarían durante una gran semana. En este gran viaje visitaron una multitud de ciudades, monumentos y pudieron probar una gran variedad de comidas típicas de aquellos lejanos lugares. Pero lo que en realidad marcó a esta familia fue cuando visitaron las afueras de Tijuana, México, donde tras haber visitado unas antiguas ruinas mayas y con mucha fortuna encontraron numerosas piezas de diamantes. 62
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La familia no se lo podía creer y, aunque no fueron muchas piezas, su venta les permitió mudarse a una gran ciudad y vivir mucho más acomodados y con nuevos trabajos”. Finalmente, justo en este momento, al llegar al desenlace del cuento, mi pequeño hermanito quedó profundamente dormido sin llegar a saber que aquella gran historia que le había contado estaba basada en hechos reales, y mucho menos, que estaba basada en nuestra familia unos años antes de que él naciera.
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EL ASESINO FRANCÉS, por Virginia Mercader Cebrián 3º ESO B
I. EL CASO Al entrar al vagón examiné a todas y cada una de las personas que había allí sentadas, unas durmiendo, otras charlando y otras simplemente sin hacer nada. Me acerqué al teléfono que había en la pared y lo cogí con cuidado. ―¿Monsieur Bouc? ―Escuché una voz afeminada al otro lado de la línea―. Soy Cataline Boureau, dirijo el caso Damier aquí en París. ―Encantado, madame. ¿Tenía algo que decirme? ―Tan solo quería informarle un poco sobre la situación del cadáver. ―Usted dirá ―me senté en uno de los sillones que había al lado del teléfono. ―El cuerpo pertenece a Amandine Damier; veinticuatro años; trabajaba de camarera en una cafetería; la causa de su muerte son veinticuatro puñaladas en el torso. ―Una chica joven. ¿No cree usted, madame? ―Sí, lo creo, Olivier. ―Bien, en unas pocas horas llegaremos a la estación de tren de París. ¿Podría enviar a alguien que nos recoja? ―Le enviaremos a un policía, les traerán directamente a la escena del crimen. 64
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―Perfecto. Hasta más ver. Colgué el teléfono y me quedé reflexionando sobre el crimen, a lo que Peterson entró y se sentó a mi lado para volver a preguntarme sobre el caso que teníamos que resolver. Le comuniqué todo lo que Cataline me había dicho momentos antes sobre el caso Amandine. Ya habíamos llegado a París, estábamos buscando al policía que vendría a buscarnos cuando vimos a una chica acercarse a nosotros. ―¿Monsieur Bouc? ¿Monsieur Peterson? ―Aquella chica alta de cabellos de oro y labios color escarlata se acercó a nosotros con un paso bastante acelerado―. Yo soy Cataline, y como ya les había dicho, dirijo el caso Amandine. Vengan conmigo. No nos dejó decir palabra, simplemente se limitó a presentarse y decirnos que fuésemos con ella. Nos montamos en el coche y fuimos al lugar del crimen. Observamos todo el lugar donde sucedieron los hechos. La chica estaba tendida en medio de su habitación con las veinticuatro puñaladas perfectamente visibles en su torso; seis de las puñaladas fueron recibidas directamente en el hígado, doce en las costillas y el resto de las puñaladas fueron repartidas por los intestinos. ―¿No le resulta a usted un poco extraño que recibiera el mismo número de puñaladas que años tenía la chica? ―Peterson se acercó a mí mientras se ponía unos guantes―. Eso puede significar que el asesino tenía relación con ella. Sabía su edad.
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―Cierto, mi querido Peterson. Pero hay datos que todavía faltan. El porqué lo hizo ―me coloqué en cuclillas frente a la joven tratando de averiguar si tenía algún hematoma; descubrí unas señales de color rojizo en su cuello―. Tal vez la apuñalaron cuando ya estaba muerta… ―señalé las marcas haciendo una pequeña mueca―. O puede que la violaran después de haberla matado… ―volví a ponerme en pie y observé la habitación―. Haz que vayan al laboratorio a examinar la zona íntima de la muchacha. ―Está bien, señor ―se acercó a la jefa de policía, Charlotte, y le pidió que llevaran el cuerpo al laboratorio para que lo examinaran a fondo, luego volvió junto a mí―. Señor… ¿Le apetece ir a tomar algo? He estado observando diferentes cafeterías que parecen estar bastante bien… ―sus mejillas se tornaron de un tono rojizo que lo hacía ver bastante inocente. ―¿Será una cita? ―Lo miré sonriendo ampliamente y acariciando su pelo con cuidado.― Si es una cita, quedamos esta noche bajo la ‘Torre Eiffel’, a las siete y media. ―Sí, señor. Allí le veré. ―dejó un pequeño beso en mi mejilla y luego fue a su apartamento para prepararse, quedaba poco tiempo para la cita. Después de que él se marchara, yo también fui a mi casa a arreglarme. Hacía mucho tiempo que Peterson comenzó a gustarme y quería estar lo mejor posible para él. Era un chico alto y con unas facciones bastante agradables. Tenía los ojos de color azul, los ojos más bonitos que había visto en toda mi vida, esos ojos me hacían sentir cosas que ningún ser, cosa u objeto había conseguido hacerme sentir nunca.
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II. LA CITA Al llegar a mi casa me duché y vestí lo mejor que pude. Me puse una camisa blanca junto con unos vaqueros negros y unas bambas también blancas. Peiné mi pelo haciendo un pequeño tupé y luego eché un poco de perfume en mi cuello y muñecas. Antes de salir de casa tomé mi cazadora de cuero y me la puse, puesto que hacía bastante frío. Llegué al lugar donde habíamos quedado previamente y busqué a mi acompañante con la mirada, descubriéndolo así sentado en un banco mientras tomaba un helado. Él llevaba una camisa con corbata y unos pantalones de color negro a juego con sus zapatos también del mismo color. Decidí acercarme a él desde atrás para tratar de asustarle. ―¡Peterson! ―Él se sobresaltó y dio un pequeño salto en el banco. ―¡Señor Bouc! ―Se levantó rápidamente y me abrazó―. Está hermoso. ―Puedes llamarme Oli, pequeño ―sonreí amablemente―. Gracias, tú también. ―Está bien, Oli. Muchas gracias. Ya habíamos terminado de cenar y estábamos charlando sobre nuestras experiencias a lo largo de nuestra vida, mientras esperábamos a que trajeran la cuenta. ―¿Y bien? ―¿Y bien qué? ―Lo miré alzando mi ceja. ―¿Esto significa que te gustan los chicos? ―Me miró emocionado sin dejar de sonreír―. 67
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―No lo sé, dime tú ―lo tomé del mentón y lo acerqué a mí poco a poco para besar sus labios con mucho cuidado de no hacerle daño. Trajeron la cuenta al poco tiempo, la pagué con la condición de que la próxima vez le tocaría a él. Después fuimos a mi casa y vimos una película. III. EL FIN Después de una noche bastante divertida al lado de mi nueva pareja, me desperté entre sudores, ya que había tenido un sueño en que asesinaban a Peterson. Me levanté a hacer el desayuno sin dejar de pensar en el sueño que había tenido. ―¿Olivier? ―Peterson se despertó y vino junto a mí para ayudarme a terminar el desayuno. ―Creo que ya sé quién es el asesino. ¿Recuerdas el chico que vimos en el restaurante? Él estaba en la escena del crimen el día que llegamos, además tenía símbolos en la piel que indicaban que tuvo un forcejeo no hacía mucho. No dejaba de mirarnos, como si quisiera acercarse a decir… o a hacer algo. ―Vayamos a buscarlo después de desayunar ―me abrazó de la cintura y dejó un suave beso en mis labios―, primero debemos alimentarnos. El chico rio y puso la mesa para comenzar a desayunar. ―Ese chico era un gran amigo de Amandine, desde la infancia. Lo mejor es que, hace unos días, la chica salió de la relación sentimental que mantenían y él la amenazó de muerte.
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―En ese caso no tenemos tiempo para desayunar, vayamos a por él antes de que cometa alguna otra barbaridad. ―salió corriendo para vestirse. Yo ya estaba vestido, lo esperé fuera de casa mientras llamaba a la policía para que localizaran al chico. Ya estábamos ante el chico, realmente sí que había matado a la chica por rencor. Los policías lo rodearon apuntándolo con las pistolas, entonces él sacó una pistola y disparó a mi amado sin compasión. Murió allí mismo, en mis brazos. Desde aquel entonces la mesa se quedó tal y como la dejamos.
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EL ATAQUE, por David Espín Jiménez 3º ESO B
I. EL ASESINATO Todo comenzaba como cualquier día corriente de “trabajo”, si es que se le podía llamar así, prácticamente no me aportaba dinero para la casa y tenía que irme a trabajar a un bar tras mi horario habitual. Os estaréis haciendo la pregunta de quién soy yo. Pues bien, soy Martín, investigador profesional de asesinatos, contratado por la policía de Manhattan, aunque por raro que parezca estos últimos meses están siendo muy extraños, no hay prácticamente trabajo en una isla como esta en la que siempre ha habido asesinatos y mucho trabajo, la verdad es que me estoy replanteando si seguir con este trabajo pero, por no hacer algo que no me gusta y estar incómodo, prefiero seguir aquí. Como cualquier mañana normal nada más llegar al trabajo hice lo de siempre: —Buenos días, Lucía. ¿Qué tal va el día de hoy? ¿Ha enviado algo la policía? —Buenos días, Martín, como ya es rutina, no nos han enviado ningún caso, lo siento —dijo ella.
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—Vaya faena con los desgraciados estos, que nos van a dejar sin trabajo, ponme un café a ver si se me pasa el cabreo. Tras hablar con Lucía me fui a mi oficina con mi café bien calentito, creo que ella y el café eran lo único que me alegraban el día, me disponía a sentarme en mi silla cuando, de repente, sonó el teléfono, se me activaron las alarmas, pensé que sería la policía dándonos de una puñetera vez trabajo, cuando lo cogí me llevé un chasco, eran unos niños haciéndome una broma. —¡La madre que los trajo al mundo, qué asco de renacuajos! De repente volvió a sonar el teléfono y pensé que serían aquellos niñatos otra vez. —¿Qué mierdas queréis otra vez, niños? —¿Perdone? Soy el teniente Jordi, de la policía —dijo él riéndose de mí. —La que he liado, lo siento, teniente, pensaba que eran unos niños que me habían llamado hace cinco minutos gastándome una broma. Tras el malentendido, dígame qué ocurre. —Pues bien, estábamos Miguel y yo en nuestro paseo rutinario por Manhattan cuando de repente un furgón negro nos asaltó. Tras una fuerte pelea, uno de los tantos disparos que hubo dio en Miguel —dijo el teniente medio llorando. —Joder, ¿cómo está Miguel? ¿Tiene idea de quién ha podido ser? —Desgraciadamente, mi mejor amigo y compañero Miguel ha fallecido mientras lo operaban, pero no es momento de ponerse blandengue, creo que lo mejor es que encontremos a esos capullos que le han hecho esto, por eso 71
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te llamo, quiero que vengas al cuartel e investiguemos el caso. Al escuchar esto colgué el teléfono de golpe y salí corriendo a por el coche para dirigirme al cuartel. Lucía me quiso acompañar, tras mucho insistir la dejé que viniese. Creo que no había llorado tanto en mi vida, por si no os lo había dicho, Miguel era mi hermano pequeño. Tengo más ganas que nadie de saber quién ha hecho esto porque juro que me las van a pagar. II. GARY, EL CULPABLE Una vez en el cuartel, el teniente Jordi nos puso en situación de todo, nos contó el más mínimo detalle del ataque, se le notaba muy nervioso. Normal, todos lo estábamos, no es corriente investigar el asesinato de tu amigo todos los días. Tras haber hablado con el teniente, Lucía y yo nos marchamos al lugar de los hechos. —¿Quién crees que ha sido capaz de hacer todo esto? —No tengo ni idea, pero estoy segura de que encontraremos al causante de tanto dolor y las pagará —dijo Lucía muy cabreada. —Tenemos que investigar muy bien Times Square, ya sabes que es una zona muy amplia y con mucha gente, así que debemos ir con ojo. Ya nos encontrábamos allí, nos quedamos impactados, demasiado sitio en el que buscar alguna pista para dos personas solo, pero eso ya nos daba igual, nos pusimos mano a la obra. Habíamos llegado a la escena del crimen a las 10 de la mañana, bastante temprano, ya eran las 12 de la mañana y seguíamos sin encontrar pista alguna que nos ayu-
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dara a comenzar a investigar, nos estábamos decepcionando. Cuando todo parecía perdido, Lucía silbó fuertemente, claro, yo ya sabía que eso significaba que había encontrado algo. Empecé a correr hasta llegar a donde estaba ella, en un callejón sin salida. Encontramos lo que menos nos iba a ayudar, pero por algo se empieza, era el furgón con el que atacaron a Jordi y Miguel, pero había un problema y era que estaba quemado. —Buenas, Jordi, hemos encontrado el furgón con el que os atacaron. Manda a los criminólogos a ver si pueden sacar algo de información de este trasto quemado. —Ya van de camino, Martín, buen trabajo, venid a comisaría, creo que hay algo que deberías de ver —dijo Jordi. Lucía y yo cogimos el coche y fuimos para allá. —Dime, Jordi, qué has encontrado. —Bien, creo que es nuestra mejor pista hasta el momento, tenemos la grabación de una cámara situada en Times Square —dijo alegremente Jordi. —¡Eso es impresionante! Venga, ponla ya, que tenemos que seguir buscando a esos malhechores antes de que se escapen —dijo Lucía. Estábamos viendo el vídeo y no conseguíamos sacar nada de él, todos llevaban pasamontañas, pero yo, claro, quién lo iba a ver si no: —Jordi, corre, páralo, échalo unos segundos para atrás y fíjate bien, uno de los que parecían mandar en el ataque se quita la máscara y se le ve la cara, pasadlo por el control de identidad a ver si encontramos respuesta. —¡Impresionante! Vaya ojo que tienes, Martín, cada día me sorprendes más, jajaja. Venga, vamos a ponerlo a ver —dijo Jordi riéndose. 73
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—Joder, ha habido un resultado ya y creo que no os va a hacer gracia ver quién se ha escapado de la cárcel: el maldito Gary Leon Ridgway —dijo Lucía asustada. —Perdonadme que os pregunte pero ¿quién es ese? —Que quién es ese, preguntas, es el mayor asesino de mujeres de todo Estados Unidos, ha matado a 48 mujeres y estaba condenado a cadena perpetua, a saber cómo narices se ha escapado de la cárcel. Voy a hacer unas llamadas, disculpadme —dijo Jordi de mala leche. Tras esperar diez minutos, Jordi nos comunicó que sí, efectivamente, Gary se había escapado de la cárcel. —Nos han pedido que intentemos encontrarlo y detenerlo— dijo Jordi. —Por supuesto que sí, vamos, Lucía, vayamos a hablar con un antiguo amigo mío que seguro que nos podrá ayudar. —Está bien, vayámonos pues —dijo Lucía muy dispuesta. Durante el camino vi muy seria a Lucía, noté que tenía miedo, todo a raíz de cuando escuchó el nombre de Gary, supongo que tendría miedo de que matase a más gente. —Bien, ya hemos llegado. —Pero, Martín, aquí no hay nada, estamos en medio del campo sin casas alrededor. —Tranquila y espera, antes de que hablemos con mi amigo quiero explicarte quién es, se llama John, es el antiguo jefe del ejército de la marina. —Y, ¿de qué conoces tú a John? Nunca me has hablado de nada relacionado con la marina. —Es verdad, se me olvidó decírtelo, yo antes de dedicarme a lo que soy ahora estuve en el ejército unos diez años, John fue mi jefe y mi gran amigo, él me enseñó todo 74
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lo que sé ahora sobre mi trabajo, claro, también fui su segunda mano allí, por lo que fui el segundo jefe, por así decirlo. —Ya me lo contarás con más exactitud en una cena, jejeje, venga, vamos a hablar con él. Tras esta breve introducción de John, alias el Sapo, lo llamé por el móvil. Seguidamente de esto, empezó a salir de la tierra una puerta, era la entrada al búnker de John, él se escondía en ese lugar por miedo a que algún individuo que hubiese metido en prisión fuese a por él. Nos dispusimos a bajar las escaleras, pero la puerta requería de contraseña pero, claro, yo ya sabía cuál era. —658785 —dije yo. —Pero bueno, Martín, ya estás aquí. Adelante, baja que hablemos —dijo John sorprendido. Lucía bajó las escaleras detrás de mí, no se fiaba al cien por cien de ese lugar. Tras llegar al búnker, hasta yo, que ya había estado ahí, me quedé sorprendido, había remodelado todo por completo, parecía la mismísima casa del presidente, pero bueno, eso no era lo importante, lo llamé y enseguida vino al salón. —Dime, Martín, qué ha ocurrido, no es normal que tú estés aquí por gusto, jajaja, ya te conozco muy bien —dijo John riéndose. —Buenas, John, creo que deberíamos hablar en tu oficina, es algo muy importante relacionado con mi hermano y con Gary Leon Ridgway. —Joder, ¿qué le ha pasado a tu hermano? Venga, vamos a mi oficina. Por cierto, ¿quién eres tú, señorita? Encantado de conocerte, Martín no me había hablado de ti. —Soy Lucía, ayudante de Martín, encantada —dijo ella sonrojada. 75
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Después de contarle todo lo del ataque y la aparición en el caso de Gary, John quiso ayudar e hizo sus llamadas a gente todavía activa del ejército, creo que le dijeron algo muy importante y no se hizo de esperar. —Bien, Martín, he conseguido la localización de Gary, está escondido en una antigua granja abandonada, a unos treinta minutos de mi casa, si quieres ir ve con mucho cuidado, me han dicho que no anda solo y está acompañado de más gente. Si quieres te puedo dejar algunas de mis armas para que no os pase nada —dijo John. —Muchas gracias de verdad, John, cuando todo esto haya terminado te invito a una copa. —Perfecto, os envío la dirección al GPS del ordenador, pero primero informa a la policía. III. LA GRANJA Pasó un día desde que visitamos a John, ya habíamos hablado con Jordi y teníamos un plan, el cual se iba a ejecutar hoy mismo, ya que todavía se encontraban en la granja. Lucía y yo habíamos dormido juntos esa noche en mi casa, bueno, dormir no mucho, estuvimos toda la noche ideando el plan, y no conseguíamos pegar ojo, ya fuese por todos los cafés que nos habíamos bebido o por los nervios de que todo saliese bien. Nos dirigimos a comisaría para hablar con Jordi sobre los últimos retoques, cogimos mi coche. Como no era de extrañar, durante el camino Lucía no abrió el pico. —Buenos días, Jordi, ¿listo para detener a todos los que le hicieron eso a Miguel? —Claro que sí, yo voy con vosotros —dijo Jordi muy atrevido. 76
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—Está bien, iremos tú, Lucía y yo, pero tienes que decirle a tu equipo que iremos solos, que se sitúen cerca de la dirección por si hubiera que pedir refuerzos. —Me parece muy arriesgado, pero a la vez muy inteligente, me parece bien, voy a comunicarlo de inmediato, mientras tanto preparaos. —Iremos en mi coche Jordi, no hay que dar el cante, nos vamos a hacer pasar por los cobradores de la luz. Lucía y yo estábamos ya montados en el coche esperando que viniese Jordi, cuando este llegó partimos hacia la granja. Había un largo camino, una hora aproximadamente, por lo que nos dio tiempo a repasar el plan varias veces. Bien, ya habíamos llegado a la granja, para estar abandonada estaba como nueva, ese fue el indicio de que John nos había dicho la verdad. Tocamos a la puerta de la granja y nos abrió un secuaz de Gary. —¿Quiénes sois, qué queréis? —dijo el secuaz cabreado. —Hola, buenos días, soy Martín, vengo a cobrarle la luz. —Imposible, no consumimos nada de luz en este lugar. —Verdad, mire, acérquese, en la tablet me sale una factura de las últimas semanas. Cuando se acercó, Jordi le atizó un golpe con la culata de la pistola en la cabeza, el hombre cayó desplomado. —Venga, Jordi, esconde el cuerpo entre la maleza y entremos a la casa, pero silenciosamente, parece que Gary está durmiendo.
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Así se hizo, cumplimos el plan a rajatabla, nos separamos, ya que la casa era muy grande y disponía de dos plantas más un sótano. —Está bien, Lucía, tú a la planta de arriba, Jordi al sótano y yo me encargo de esta planta, si ocurre cualquier cosa lo avisáis por el walkie talkie. Por lo que he visto antes de entrar, en el sótano hay dos personas, en mi planta cinco y arriba solo esta Gary. Suerte, chicos, os quiero. El plan estaba saliendo perfectamente, los del sótano cayeron como moscas, Jordi hizo un excelente trabajo. —Bien, aquí todo despejado, voy a echarte una mano, Martín. —De momento aquí arriba no veo a Gary, pero todavía tengo que mirar más habitaciones. —Aquí ya van tres, faltan dos —dije yo bastante feliz, el plan estaba saliendo perfectamente. Bien, todo estaba despejado, faltaba Gary, decidimos juntarnos los tres y entrar a la última habitación en la cual él se encontraba. —Venga, chicos, es nuestro momento, nada de disparos, evitadlos a toda costa, necesitamos saber si fue él el que acabó con la vida de Miguel —dije yo decidido. Todo lo que había sucedido, todo, ahí estaba el que nos lo podría explicar. —Gary, manos arriba, somos la policía, ni se te ocurra hacer nada extraño, somos tres contra uno. —Vaya, vaya, mira quién ha venido, pero si es el hermano de la rata que maté el otro día, anda, si también está su compañero, jajaja, qué suerte tuviste de que no fueras el objetivo ese día. —Cállate, Gary, te vienes directito para el cuartel, creo que tenemos que hablar — dijo Jordi muy cabreado. 78
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Pues bien, todo parecía perfecto, Gary salía de la granja detenido y nosotros sanos y salvos cuando, de repente, Gary sacó una pistola del bolsillo, vi clarísimo que iba a dispararle a Lucía, por lo que me puse en medio para que no le pasase nada a ella, de la cual me había enamorado plenamente. Así lo hizo, Gary disparó, yo recibí el disparo, él intentó escapar pero Jordi, que era muy bueno con la pistola, efectuó un disparo directo a su pierna, Gary cayó desplomado al suelo sin poder andar. —Voy a llamar ya mismo a una ambulancia, Martín, vamos, aguanta —dijo Lucía con lágrimas en los ojos. —No te preocupes por mí, saldré de esta; Jordi, buen tiro, detén ya de una vez a ese capullo —dije yo mientras que cada vez me dolía más el pecho, me estaba desangrando. IV. EL DESENLACE Afortunadamente todo había salido bien, yo me encontraba en el hospital recuperándome y Gary estaba en prisión. Lucía no se separó de mí en ningún momento, ahí me di cuenta de que toda esta historia nos había unido como algo más que compañeros de trabajo. A los días me dieron el alta. —Lucía, en serio, gracias por todo, creo que te debo algo que te prometí. Mañana vamos de cena elige, el sitio que más te guste de toda Manhattan, no importa el precio. —Vale, Martín, me parece muy bonito y todo, pero acelérate que vamos a llegar tarde, es el entierro de tu hermano. —Joder, es verdad, venga, vamos.
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Fue un momento duro, tener que despedirme de mi hermano, al cual yo quería mucho, pero al menos se va tranquilo de esta vida sabiendo que el que le ha hecho todo esto está en prisión. —Jordi, aunque no sea el lugar adecuado, quiero darte las gracias por confiar en mí para este caso, y lo siento, sé que era tu mejor amigo. —Gracias, Martín. Por cierto, en un mes o así hemos decidido interrogar a Gary, creo que deberías hacerlo tú. Pasó un día de todo el entierro y parecía que todo había vuelto a la normalidad, yo volví a mi trabajo con Lucía y Jordi al suyo, pero, claro, hoy era un día muy importante, era nuestra cita entre ella y yo, estaba nervioso porque no era una cita como novios sino como amigos y yo había decidido decirle que estaba enamorado. —Lucía, ¿a qué hora paso a por ti esta noche? —Sobre las 9 y media, que no te haga esperar, jajaja. Bien, me fui del trabajo a mi casa, me di un baño y me puse el mejor traje que tenía, la ocasión lo merecía. Pasé a recogerla a la hora que ella me dijo y fuimos al mejor restaurante de todo Manhattan. Estaba terminando la cena cuando... —Lucía creo que hay algo que te tengo que contar.... —intenté terminar la frase cuando ella me interrumpió y me besó. —Creo que nos ha pasado lo mismo a los dos, con todo esto nos hemos unido muchísimo, hasta tal punto que nos hemos enamorado. Tras una noche pasional decidimos Lucía y yo irnos a vivir juntos como pareja. Todo nos fue perfectamente, los dos nos queríamos muchísimo.
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Ha pasado un mes ya de todo lo que os estoy contando y hoy es el día en que interrogamos a Gary, todo para obtener una respuesta de por qué lo hizo, llegué a comisaría y comenzamos con el interrogatorio. —A ver, Gary, me puedes explicar por qué narices le hiciste eso a mi hermano y a todas esas mujeres, tenían familia todos. —Lo de las mujeres no tiene respuesta, me complacía ver cómo sufrían. —Tremendo hijo de…. —dije yo muy cabreado —Lo de tu hermano fue por venganza, el mató a mi hermano en una redada. —Él no tuvo la culpa, fue en defensa propia —intenté explicarle. —Eso a mí ya me da igual, mi hermano murió por su culpa y lo ha pagado. —Bien, no tengo nada más que hablar contigo, ojalá y te pudras en la cárcel, vas a estar ahí de por vida, vas a la más segura de todo EEUU y creo que, cuando te vean llegar, los presos te darán la bienvenida en condiciones por ser un asesino de mujeres. Hemos terminado, llévenselo. Después de esto Lucía y yo hicimos nuestra vida normal de pareja, y aumentamos el negocio.
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FUERA ETIQUETAS, por Alicia Muñoz Sánchez 3º ESO C
En Inglaterra, un joven llamado Will de once años vivía en un vecindario muy humilde con su padre, su hermano mayor y su abuela. Su vida consistía en cuidar de su abuela y visitar la tumba de su madre. Su padre y su hermano, Tom y Fred, tenían problemas económicos muy serios. Will iba a clases de boxeo, pero era un deporte que no le agradaba demasiado, lo hacía más bien por obligación de su padre, ya que el abuelo de Will fue boxeador y su padre quería que su hijo siguiera los pasos del abuelo. Un día, en el gimnasio donde practicaba boxeo Will, empezaron a dar también clases de ballet, y el muchacho sintió una gran atracción por ese deporte. Un día, su entrenador de boxeo le encargó que le diera las llaves a la profesora de ballet, la Sra. Clotilde, y este se quedó observando la clase de ballet. Era curioso, eran todas niñas. Will sintió curiosidad e intentó seguir los pasos de baile detrás de la puerta de cristal. La Sra. Clotilde, al ver que él estaba siguiendo la clase junto con sus alumnas, le dio unas zapatillas de ballet y Will comenzó a bailar. A espaldas de su padre se unió a la clase de ballet y dejó de asistir a las clases de boxeo. Con
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el dinero que su padre le daba para pagar las clases de boxeo, pagaba las clases de ballet. Su entrenador de boxeo, al darse cuenta de la ausencia de Will en las clases, decidió llamar a Tom y comunicarle que Will ya no asistía a sus clases. Cuando Tom se enteró de eso, se dirigió al gimnasio. Vio a Will practicando ballet y le prohibió seguir practicándolo. Para él el ballet era para chicas y el boxeo era para chicos. Días después la Sra. Clotilde le comunicó a Will que en Londres tendrá lugar una audición para ganar una beca en el Royal Ballet, una de las escuelas de ballet más importantes. La profesora, como veía tanto talento en él, se ofreció a darle clases gratuitas para que se pudiera presentar, y él las aceptó. Llegó el día de la audición y Will no pudo asistir, porque tenía que ir a un juicio contra su hermano. La Sra. Clotilde se presentó en la casa de Will para recriminar a la familia y Fred discutió con ella sobre su hermano y le dijo que no haría el ridículo como bailarín. Entonces, Will dejó el ballet por un tiempo. Llegó el invierno. Una noche, Will y su amigo Michael se fueron al gimnasio a practicar ballet sin que se dieran cuenta sus padres, ya que era lo que más les gustaba hacer en sus momentos libres, pero Tom estaba paseando por esa zona y entró. Cuando Will vio a su padre, echó valor y se puso en frente de él demostrando su talento en el baile, con una coreografía que le enseñó la Sra. Clotilde. Su padre se quedó impresionado, y la actitud de este y de Fred, respecto al ballet, cambió. Después de aquello, Tom comprendió que no hay deportes para chicos y deportes para chicas, simplemente,
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uno tiene que hacer lo que le apasiona y luchar por lo que quiere. Es entonces cuando la familia de Will puso de su parte y le ayudaron a lograr su objetivo, asistir a las audiciones de Londres, aquellas a las que no pudo ir en su momento por problemas familiares. Al final, Will cumplió su sueño y le dio una gran lección a su familia.
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LOS ANILLOS DE KYRÁN, por José Manuel Sánchez Martínez 2º ESO E
Había una vez, en un mundo muy lejano de este, donde habitaban reyes y caballeros, se hallaba un reino llamado Tiranos, gobernado por un rey, el rey Tirán, al que todos querían, adoraban y obedecían, ya que este rey gobernaba y cuidaba el reino como si de su propia familia se tratara. Tirán ya era mayor y como sucesor al trono le seguía su hija Tirana, una princesa elegante, apuesta y bellísima, que era la envidia de todas las muchachas del lugar, tenía una larga melena rojiza y unos grandes y profundos ojos verdes, su piel era rosada y su bondad infinita, heredera de su padre “el rey”. La bella princesa sucesora del trono de Tiranos debía casarse con un apuesto caballero para poder optar a la sucesión al trono, según establecían las antiguas leyes del reino de Tiranos, que desde la antigüedad se cumplían rigurosamente. En el reino de Tiranos, habitaban muchos apuestos caballeros, pero ninguno de ellos conquistó el corazón de Tirana. En el reino vecino, conocido con el nombre de Villanos, había un astuto y maléfico caballero, conocido por todos como el malvado caballero Kyrán , este tenía un único deseo, que era lograr ser gobernador del reino de Tiranos, él ya controlaba y gobernada a su antojo todo su reino, ya 85
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que, según la leyenda de ese reino, Kyrán tenía los tres anillos del poder, colocados cada uno en un dedo de su mano derecha; eran los anillo de la valentía, la astucia y la fuerza, los tres le daban el poder de controlar las mentes de todos los habitantes de su reino: con solo ordenarles algo, ellos obedecían sin contemplación, haciendo todo lo que les ordenaba. Los tres anillos hacían de Kyrán no solo el rey de Villanos, sino del mundo entero, ya que podía tener el control de todo lo que le rodeaba, pero su máxima obsesión era gobernar el único reino que le faltaba, el reino de Tiranos. Así, si se casaba con la hermosa princesa obtendría el cuarto y último anillo, el anillo de la “g r a n d i o s i d a d ”, que le haría, si cabe, aún más poderoso y fuerte. Su única obsesión era lograr enamorar a la princesa, y en su empeño se presentó en el palacio real. Al verlo la princesa Tirana, le preguntó amablemente: “¿Qué haces aquí, Kyrán?, sabes que no eres bienvenido a palacio”. Kyrán le contestó fríamente que pretendía casarse con ella y así gobernar el reino de Tiranos, convirtiéndose en el más poderoso gobernador de todos los mundos. Así pues, y aprovechando la visita al palacio de Tiranos, Kyrán le propuso a la princesa que le acompañara a una fiesta que estaba organizando en su reino por su 33 cumpleaños, a lo que la princesa le contestó que de ninguna de las maneras sería su pareja en esa celebración y que se marchara de allí, porque si su padre lo veía en el castillo se pondría muy furioso, así que Kyrán se marchó más enfadado que un mono. No cesando en su empeño de gobernar Tiranos, convocó a todo su ejército y le ordenó que capturasen a todos los caballeros de ese reino con el propósito de quedar él como único caballero, merecedor del amor de la princesa. 86
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Al poco tiempo, el rey Tirán enfermó repentinamente y, no habiendo más caballeros en el reino, Kyrán lo visitó en su lecho de muerte, allí le hizo un conjuro pasando la mano con sus tres anillo por el cuerpo del moribundo rey, lo que hizo que el rey le obedeciera en todo lo que Kyrán le ordenara, así que aprovechando la situación le ordenó que llamara a su hija y la obligara a casarse con él, para conseguir con el matrimonio el poder absoluto de gobierno de todos los reinos del lugar. El rey, ya agonizando, hizo llamar a su hija y en su lecho de muerte le dijo que se casara con Kyrán y que ese era su último deseo antes de morir. Diciendo esto, el rey cerró los ojos y murió. La princesa, con todo el rostro lleno de lágrimas, cogió a Kyrán de las manos y le dijo que se casaría con él, porque ese era el deseo de su padre. Kyrán no daba crédito a lo que había conseguido, y entusiasmado ordenó preparar la boda lo antes posible, en su ansia de lograr lo que tanto deseaba, el cuarto anillo, el anillo de la grandiosidad que, junto a los anteriores que ya poseía, lo haría invencible. Muy pronto llegó el día del enlace y Kyrán ansiaba que la princesa Tirana le colocara el anillo en la mano (el cuarto anillo, el que le haría invencible), así que llegó el momento y la princesa le colocó el anillo, pero cuál fue la sorpresa de Kyrán cuando vio que el anillo lo había puesto en la otra mano y no junto a los otros tres, así que el malvado caballero cayó de repente al suelo, perdiendo totalmente el conocimiento. Inmediatamente la princesa lo cogió con fuerza y lo levantó como pudo, Kyran abrió los ojos, la miró y la besó, preguntándose: “¿Qué me ha pasado?”. La princesa le contestó: “Gran caballero Kyran, el anillo de la grandiosidad se ha transformado en tu mano 87
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en el anillo de la g e n e r o s i d a d … Hay cosas de las antiguas leyendas que mi padre me contó de pequeña que ahora se acaban de cumplir…”. Y así, de esta manera, se casaron, se quisieron y fueron muy muy felices por el resto de sus días… Y, colorín colorado, esta gran leyenda se ha terminado.
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ILUSIONES, por Guadalupe Sánchez Cayuela 3º ESO B
Una tarde a finales de verano, Jade, Star, Lena, Vera y Jessy estaban en un banco de un parque sentadas hablando y haciendo planes para el día siguiente. Vendrían sus amigos del pueblo de al lado, Andrew, Aiden, Jack y Liam. Como hacía calor y se acababa el verano, decidieron ir al río y pasar el día allí. Al día siguiente, los chicos llegaron y se encontraron con las chicas, se saludaron y se fueron en dirección al río. Aiden, que era el más valiente, se tiró de golpe desde la piedra más alta y todos se metieron poco a poco. Jade quiso tirarse también con Aiden y fue a ello. Se tiraron los dos juntos de la mano. Estuvo bien, pero un poco arriesgado. Luego fueron a la casa de Jade, que estaba cerca de la zona, cenaron allí y poco después los chicos tuvieron que irse a su pueblo, ya que, si no, perdían el autobús. Empezó el instituto y, como vivían en distintos pueblos, los chicos iban a visitarlas todos los fines de semana siempre que podían. Se acercaban las fiestas de Colorline, el pueblo de las chicas. Vinieron todos a pasar el fin de semana en casa de Star. Vera y Lena prepararon todas las camas y limpiaron todo para que estuviera perfecto, por otro lado, Jade, Star y Jessy preparaban las comidas para 89
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que no faltara comida. Llegaron, se instalaron y se dirigieron todos a la fiesta. Primero fueron a las atracciones, Jessy se quedó abajo con Andrew porque les daba miedo, los otros subieron. Más tarde, fueron a cenar a un puesto cerca de allí, Andrew y Liam pidieron kebab, Vera y Star, hamburguesas, y los demás, bocadillos. Cuando terminaron de cenar, pusieron rumbo al concierto de Anuel, el trapero favorito de Jade. Lograron echarse fotos con Anuel y conocerlo en persona. Eran las cuatro de la mañana, era bastante tarde, por lo que decidieron ir a casa. Aiden dormía con Jade en la cama de matrimonio y los demás en el salón con colchones inflables. Al día siguiente salieron a comer en un restaurante no muy lejos de la casa, era un bufé libre. Jack comió de todo, era un glotón; los demás comieron bien, pero no tanto como él. Esa tarde se tenían que ir, recogieron las cosas y se fueron a su pueblo, Mind. Jessy estaba celosa de que a Star, Vera, Lena y a Jade los chicos les hicieran más caso, por lo que ella decidió mentir sobre un secreto que Star contó y se pelearon. Aiden, que era la novia de Jade, cortó con ella. Jade estaba destrozada. Andrew se enfadó mucho con las chicas; Jack, que era su mejor amigo, hizo lo mismo, y Liam pasaba del tema. Las chicas intentaban arreglarlo, pero no consiguieron nada. Vera trataba de convencerlos, pero no lo logró. Pasaron meses y cada grupo de amigos hacía su vida en su pueblo. Por las redes sociales, ellas publicaban indirectas para ellos y ellos se hacían los orgullosos. Acababa el primer trimestre y Max, un chico de Mind que estudiaba en Colorline, se trajo de acompañante a Andrew para ir a Colorline a recoger unos papeles. Las chicas, al enterarse
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de que venía, fueron en busca de ellos. Cuando lo encontraron, todas fueron a darle un abrazo a Andrew y a explicarle que todo era mentira. Poco a poco las cosas se fueron calmando y Jade iba olvidando a Aiden. Se acercaba el cumpleaños de Vera. Star y Lena prepararon una sorpresa que nadie esperaba y era que los chicos fueran al cumpleaños. La celebración era en el mismo restaurante en el que comieron en las fiestas del pueblo de Colorline. Todas estaban sentadas y de repente llegaron, Vera y Jade que no sabían nada se emocionaron muchísimo y fueron corriendo hacia ellos para darles abrazos y besos. Cuando todo se calmó, se pusieron a hablar de lo sucedido y lo arreglaron todo, menos Jade y Aiden, que solo eran amigos... Jessy se quedó sola porque sus otras amigas le habían dado de lado, por lo que Lena decidió hablar con ella. Jessy, muy arrepentida, pidió perdón a todos. Todo se arregló y volvía a estar como al principio. Menos lo de Jade con Aiden. Jade no logra entender cómo de un día para otro cambió y no quería ni verla, ella sufría mucho por él y él la ignoraba. Dos meses después realizaron un viaje a las islas Cian. Fueron todos al aeropuerto de Barraco, esperaron una hora al avión y se fueron. Tardaron dos horas y media aproximadamente. Se instalaron en el hotel y pusieron rumbo a la playa, la maravillosa playa transparente con la arena blanca más famosa del mundo, era perfecta. Pasaron toda la tarde allí hasta que dio la hora de ir a prepararse para salir a cenar. Volvieron al hotel y se cambiaron de ropa y se arreglaron para ir a cenar a la azotea, donde les esperaba
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una gran cena con el mejor menú del hotel. Más tarde, después de cenar, Aiden y Jade se fueron a dar un paseo a la orilla de la playa a arreglar las cosas. Jade le contó lo mucho que lo quería y que todavía no lo había olvidado. Aiden le explicó que nunca la dejó de querer, solo se hacía el duro delante de sus amigos, y que quería que estuvieran juntos de nuevo. Aiden le pidió salir y Jade aceptó. Jack, que era empresario, consiguió un trabajo allí y se hizo millonario, todos se quedaron allí a vivir para siempre. Star se hizo abogada, Vera psicóloga, Jessy maestra, Jade enfermera. Por otro lado, los chicos eran empresarios y en su tiempo libre Andrew era fotógrafo, Jack jugador de baloncesto, Liam traficante de drogas, ya que en ese país eran legales, y Aiden atleta. Vivían en una mansión con piscina, sauna y todos los lujos. —Y eso fue lo que soñó William el otro día. Dijo Jade a sus amigas aquella tarde de verano.
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EL MUNDO PARALELO, por Marta Martínez Martínez 3º ESO C
Un día de verano, una niña llamada Patricia se levantó a las 9 de la mañana, se vistió y cogió una gran mochila que había preparado la noche de antes con comida y agua, porque había quedado con sus amigos para darse una vuelta por el gran bosque que había cerca de la ciudad donde vivían. Más tarde, salió de su casa y se dirigió hacia la cafetería donde había quedado con sus tres amigos para poder desayunar todos juntos, ella fue la primera en llegar, ya que no le gustaba ser impuntual. Cinco minutos más tarde llegó su amigo Abel, ellos dos eran los que mejor se llevaban de todo el grupo porque se conocían desde bien pequeños y siempre habían ido al colegio juntos, tenían muchos recuerdos comunes. Luego llegaron, justo a tiempo, África y Leonor, que vivían en la misma calle, cada uno desayunó una tostada con un vaso de leche y rápidamente se fueron al bosque. Cuando iban paseando por la senda que había en él, se encontraron con un animal muy extraño, era una especie de zorro blanco pero con unas alas, ellos se quedaron totalmente impresionados y se pusieron a perseguirlo, menos África y Leonor, que se quedaron sentadas en una piedra, porque parecía que estaban muy cansadas de haber andado tanto, mientras que Patricia y Abel se pusieron a 93
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correr detrás de él, hasta que lo perdieron de vista porque había desaparecido así, sin más, entre unos arbustos. Ellos se pusieron a buscar. Patricia, que era una niña muy atrevida y aventurera, se metió dentro de ellos y ella también desapareció, Abel se quedó solo en medio del bosque y, como no quería arriesgarse, se fue corriendo a buscar a sus otras amigas. Cuando consiguió verlas se puso a llamarlas para que fueran con él hacia los arbustos. Él les contó todo lo que había pasado, pero sus amigas pensaban que era una broma y se fueron a sus casas, él se quedó asustado porque no sabía qué hacer en ese momento y, como se estaba haciendo de noche, volvió a su casa para cenar y dormir. Mientras, Patricia apareció en otro mundo paralelo al suyo, allí encontró de nuevo al zorro y esta vez por arte de magia podía entender lo que decía. Al escucharlo se desmayó y horas más tarde, cuando despertó, se encontraba en una especie de casa del árbol. Abrió un ojo y vio borroso cómo una mujer extraña y una niña que se parecía muchísimo a ella hablaban entre sí. Cuando se dieron cuenta de que Patricia se había despertado pararon de hablar y la mujer mayor se acercó a ella y se puso a preguntarle muchísimas cosas, ella no llegaba a responder a ninguna porque estaba muy asustada. Minutos más tarde, cuando ya podía ver mejor, se dio cuenta de que la mujer extraña era calcada a su madre. En la hora de la comida le ofrecieron una especie de arroz pero de color azul, la verdad es que le gustó mucho, sabía igual que el normal pero solo que era de otro color. Cuando la niña se dio cuenta que estaba mejor se la llevó para darse una vuelta por su ciudad. Cuando ya llevaban diez minutos andando, Patricia empezó a reconocer un montón de gente de esa ciudad, además de que era igual 94
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que la suya. Luego les pareció ver a sus amigos pero, para que no se diera cuenta, la niña la volvió a llevar a la casa. Como de una manera u otra se iba a enterar de todo lo que estaba pasando, la mujer le contó que el mundo en el que estaba era una réplica al suyo, y que por eso la gente también se duplicaba, que la niña que se parecía tanto a ella era ella en realidad pero en ese mundo, y que ella era su madre duplicada. El alcalde no podía saber nada de que ella estaba en el mundo equivocado, y tampoco se le podía contar a nadie esto, le tuvieron que borrar todo sus recuerdos y volver a dejarla de nuevo en su propio mundo. Patricia aceptó que no iba a recordar nada nunca más, porque si no le borraban la mente la tendrían que matar. En su mundo estaba todo el mundo buscándola porque ella había desaparecido, pero Abel, su amigo, volvió al bosque para comprobar si no estaba, ya que era el único que sabía lo de los arbustos y de repente la encontró tirada en el suelo inconsciente y en coma, alarmó a todo el mundo de ello y la llevaron en ese mismo momento a un hospital donde se recuperó, los enfermeros les advirtieron a toda su familia y amigos que había olvidado todo, pero que ellos no sabían por qué había podido ocurrir esto, todo era un misterio, así es que iba a ser un gran reto para ellos volver a llevar una vida más normal, ya que tenían que recordarle todo, hasta que eran ellos sus padres y amigos…
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UN CAMINO A LA FELICIDAD, por María Fernández Fernández 3º ESO B
Aquella mañana salí a comprar, miré hacia abajo y me encontré un paquete de color rojo intenso, lo recogí y me metí en casa para abrirlo tranquilamente. Ese paquete contenía una carta y un reloj, el cual estaba puesto en marcha atrás de cinco días justamente, la carta decía lo siguiente: Hola, Gerard, tienes que prepararte para seguir una serie de instrucciones y pistas. Tienes cinco días para hacer todo esto, esos cinco días los controla ese reloj que te hemos dejado en el paquete, llévalo siempre. Te preguntarás por qué todas estas cosas, simplemente para salvarte la vida a ti mismo. Si no cumples con todas las pistas, puede ser que mueras. Esta tarde en la plaza tienes que buscar a un señor con un chaquetón de color marrón desgastado, te dará la pista principal.
Al ver eso me quedé paralizado, por un momento pensé que era una broma, pero al ver que el reloj estaba yendo hacia atrás, me di cuenta de que era todo verdad. Tenía que prepararme para ir por la tarde a la plaza y encontrar a ese misterioso señor. 96
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PISTA 1 Salí de casa un poco nervioso, ya que no sabía lo que estaba sucediendo. Al llegar a la plaza, había multitud de personas, pero ese señor de chaquetón marrón desgastado resaltaba, me dirigí donde se situaba, al llegar me dijo casi susurrando: —Vamos a un sitio más alejado. Nos dirigimos por calles más antiguas y por donde no pasaba nadie. —Bueno, comencemos —dijo el señor, con un tono misterioso—. La primera pista es que tienes que situarte en un lugar donde pasabas el tiempo cuando eras pequeño, seguro que si buscas y piensas, lo descubres. El señor, en un abrir y cerrar de ojos, ya no estaba, me quedé un poco extrañado, pero sabía perfectamente el lugar del que se trataba. Miré el reloj, quedaba bastante tiempo, inmediatamente fui para casa, me monté en la moto sin pensar la hora que era, fui para ese extraordinario lugar donde pasaba tardes y mañanas solo, yo me divertía jugando al fútbol y a muchos juegos, me acordé de que ese lugar tenía unas vistas increíbles. Cuando llegué a ese lugar no me lo podía creer, estaba igual que cuando era pequeño. Había un árbol, delante se encontraba un banco de madera muy desgastado y viejo, todo lo de alrededor era césped y, sobre todo, había un mirador. Pensé de qué se podría tratar, hasta que recordé que
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yo, cuando era pequeño, enterré una caja cerca de ese árbol. Lo único que se me ocurrió fue desenterrar esa caja para ver qué contenía dentro. Empecé a cavar y allí seguía esa pequeña caja llena de tierra, me senté en el banco y la abrí, lo único que había era una carta, la cual había sido escrita por mí de pequeño, empecé a leerla: Hola, me llamo Gerard pero mis amigos me dicen Gery, todos mis amigos quieren ser policías o bomberos de mayor, pero a mí eso me da igual, de mayor quiero ser feliz. Seguro que Gerard ahora mismo está solo, no tiene a nadie al que contarle sus problemas, le dan ganas de saber quién es y va a conseguir todo lo que se proponga.
En ese instante cogí las cosas y me fui para casa. PISTA 2 Al día siguiente leí una y otra vez la carta, pero no me di cuenta de que atrás, justo en la esquina derecha, se encontraba una segunda pista, la cual decía así: También, si lees esto, quiero que te dirijas hacia Olmedo, allí te esperará una persona demasiado importante para ti.
Busqué dónde estaba Olmedo, y era un pueblecito de Valladolid (Castilla y León), me pregunté varias veces qué hacer en aquel pueblo, si yo vivo aquí, en Guadalupe (Cáceres). 98
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Así que miré el reloj, faltaban 4 días, 12 horas, 48 minutos y 12 segundos, quedaba bastante, no tenía que preocuparme por nada. Cogí la maleta y me preparé para la aventura que me esperaba allí, el viaje duraría unas 3 horas y 55 minutos. Me monté en el coche y fui para ese lugar. Al llegar, me recibió un señor, el cual tenía un papelillo en sus piernas, lo cogí y ponía: Calle Delicias, 5.
Fui para esa calle, había una señora mayor, me dio un abrazo al verme, pero yo seguía sin saber quién era esa señora. —¡Mi hijo! —dijo la señora muy feliz—. ¿Dónde estabas? ¿Estás bien? —¿Quién eres? —dije yo. —¿No te acuerdas de mí? Soy tu madre —dijo la señora con un tono preocupante. —¿Y cómo sé yo que usted es mi madre? —dije un poco extrañado. —¿En serio no te lo crees? Soy tu madre, Gerard — dijo la supuesta madre—, entra en casa, mejor. Entré en su casa, tenía muchas fotos, en algunas de las cuales salía yo. —Mira, hijo, esta foto, aquí estamos tu padre, tú y yo —dijo la mujer. —¿Y mi padre dónde está? —dije desilusionado. —Tu padre falleció hace dos años —respondió la mujer. —¿Y por qué me dejasteis solo en Guadalupe? —dije yo. 99
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—A mí me diagnosticaron una enfermedad y me tuve que ir corriendo al médico para ver si se podía hacer algo, te tuvimos que dejar en un convento con monjas para que te cuidaran porque tú eras muy pequeño, me trasladaron a Olmedo, donde estamos y vivo actualmente —dijo la madre. Al escuchar esa respuesta no se me resistieron las lágrimas, ya que sabía quién era yo de verdad, quién era mi familia y toda la infancia que había pasado. Mi madre dijo que me podía quedar allí a vivir con ella, y yo, claramente, le dije que sí. PISTA 3 Me trasladé con mi madre a vivir en Olmedo. Una mañana vino un paquete a casa, era para mí. Lo abrí y en su interior se encontraba una carta, la cual decía así: Has conseguido tu misión, saber quién eres y ser feliz.
Paré de leer, porque no me acordaba del reloj, lo miré y se había parado, eso significaba que ya me lo podía quitar. Seguí leyendo: Ya que has conseguido tu misión, queremos decirte que somos David y Juan, tus amigos de la infancia. Claramente, no te íbamos a matar si no lo hubieras conseguido, pero tu madre nos dijo que estabas solo y seguramente no tenías a nadie con el que contar. Simplemente esta misión era para hacerte feliz. 100
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Y así fue como llegué a ser feliz, gracias a los que me rodean.
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CAOS, por Marta López López 3º ESO B
PRÓLOGO Tras reconciliarse con Aarón, su actual novio, deciden irse a vivir juntos. Sara está en busca de trabajo, pero ella busca algo relacionado con lo que ha estudiado, Marketing y Diseño; él es actor, trabaja con una empresa muy famosa, la cual está encantada con su esfuerzo. Estuvo un tiempo sin trabajar por motivos personales, y hace dos semanas, aproximadamente, lo llamaron para grabar una novela. I. CONTRATOS A LO LOCO Sara le dice que, ya que anteriormente, cuando estuvieron juntos, no le presentó a su familia, ya sería el momento. Él acepta y organizan una cena familiar, pero Aarón pone la condición de que eso se celebrará en un tiempo porque le tiene que decir a Sara lo que le han propuesto. Después de contárselo, Sara le dice que le parece una genial idea y que, en cuanto termine la novela, le presenta a su familia. Dos meses después. 14 de febrero de 2017. 102
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Aarón va a grabar la novela y, al llegar, el productor le da la mala noticia de que la diseñadora del vestuario ha abandonado la empresa para irse a Los Ángeles; él, al escuchar la noticia, se pone muy nervioso pensando que no va a poder grabarla, pero lo que él no sabía era que al llegar a casa le esperaba una buena noticia, o a lo mejor no tan buena para ellos. Al llegar a casa, Sara está con lágrimas en los ojos, pero no sabía si de alegría o de tristeza. Aarón le pregunta que cuál era la inesperada noticia, cuando Sara le enseña un Predictor, el cual daba positivo: lo que quería decir era que estaban embarazados. Aarón emocionado le dice: “¡Sara, que vamos a ser papás!”, a lo que Sara responde: “No vayas tan deprisa, ¿tú estás seguro de que quieres tener un hijo?”, insinuando que ella no estaba segura de eso, y Aarón le dice: “¡Por supuesto!, es lo mejor que nos podía pasar, reconciliarnos y formar una familia”. Ella, sin estar muy segura de lo que iba a decir, le contesta: “Está bien, pues hagámoslo”. Días después Aarón va a una reunión que tenía sobre la grabación de la novela y le comentan si él conoce a alguien que pueda hacer el vestuario, él le dice que su novia ha estudiado Marketing y Diseño, que puede preguntarle a ver qué le parece. El director, con una sonrisa en la cara, le dice que por supuesto y Aarón le asegura que va a ser un éxito. Cuando Aarón llega a casa, le comenta a Sara lo que su director le había propuesto, y Sara le dice que sí sin pensárselo dos veces.
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II. CENA FAMILIAR Cuando Aarón llega a casa, le comenta a Sara lo que su director le había propuesto, y Sara, sin pensárselo dos veces, le dice que sí. Después de esa gran noticia, Sara dice: “Es el momento de que vayamos a cenar a mi casa y te presente a mi familia, quiero que sea algo íntimo”. Aarón le dice que vale, y al recibir la noticia de que Sara va a ser la chica del vestuario, deciden celebrar la cena antes de grabar la novela, y Sara, ansiosa porque sus padres conozcan a su queridísimo novio, organiza la cena para el día siguiente, llama a sus padres para decírselo y se vuelve loca preparando cosas para la esperada ocasión. Al día siguiente, por la noche, van a casa de sus padres y han pensado en contarle lo de su embarazo. Llegan a la casa de sus padres, María y Javier, y, al abrir la puerta, Sara cierra los ojos y dice: “Tengo que contaros…”, cuando de repente Aarón le tapa la boca y dice: “Hola, Laura”. Ella es la hermana de Sara. Sara abre los ojos impactada y dice: “Laura, ¿qué haces tú aquí?”. Laura había venido a pasar unos días a casa de sus padres y había coincidido con Ismael. Os actualizo: Ismael es el amante de María, la madre de Sara, que, aunque actualmente esté casada con Javier, que es el padre de ella, ellos tienen una relación abierta. Se le podría llamar una relación de tres. Laura siempre había sido la “triunfadora” de la familia, por lo que Sara no se llevaba muy bien con ella. Después de un minuto en shock, Sara reacciona y dice: “Bueno, vamos para dentro”. Al entrar a casa se encuentra 104
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con su madre, la cual estaba haciendo la cena, entra a la cocina y le dice: “Mira, mamá, este es Aarón, mi novio”. Su madre, muy emocionada, le dice: “Encantada de conocerte”, y cómo no, salta su “gran” hermana Laura y dice: “Bueno, ¿y qué es eso tan importante que tenías que contarnos?”. Sara se queda parada y dice: “Nada, mejor os lo digo otro día”, a lo que Laura empieza a ponerse nerviosa y a deducir lo que puede estar pasando. Sara, al ver a su hermana así, le pregunta: “Laura, ¿te encuentras bien?”, y Laura le responde: “¡No me lo puedo creer, ESTÁS EMBARAZADA!”. Su padre e Ismael, al enterarse de lo que Laura acababa de decir, fueron rápidamente hacia la cocina y Sara, al ver tanta gente, se quedó sin palabras, pero, como dicen, la cara es el reflejo del alma. Ya no había nada que esconder, por lo que empezaron todos a gritar de alegría, bueno, todos no, María estaba llorando, decía que ella era muy joven para tener un nieto y que no quería ser abuela. Javier, intentando consolarla, dijo: “Será mejor que cenemos y en cuanto se beba dos copas ya no se acuerda de nada”. Y así fue, empezaron a cenar y su pensamiento de ser abuela iba cambiando cada vez más, de pronto, empezó a gritar: “¡Voy a tener el nieto más guapo del mundo!”. Todos se quedaron asombrados por los cambios de actitud que tenía, pero en cuanto terminaron de cenar, Sara y Aarón aprovecharon para irse a su casa. Al llegar a casa, se empiezan a arrepentir de habérselo “contado” ya, creen que hubiese sido mejor contárselo más tarde, porque… ¿y si no sale todo bien? Deciden irse a la cama, ya que mañana tienen que ir a hablar sobre la grabación.
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III. COMIENZA LA GRABACIÓN Al día siguiente van al estudio y empiezan a hablar con Pedro, el director. Pedro piensa que estaría bien grabar dentro de seis meses, para que a Sara le dé tiempo de hacer todos los trajes. Mientras tanto, Sara, cada vez más agobiada por el embarazo y el poco tiempo que tiene para hacerlo todo, decide acabar la reunión y marcharse a casa. Cuando llegan, Sara le dice a Aarón que qué pensará Pedro cuando se entere de lo de su embarazo, porque, quieras o no, eso con el tiempo se va notando. Aarón le dice que no se preocupe por eso, que ya llegará el momento y que ahora se centre en lo que se tiene que centrar, en su embarazo y en su trabajo. Un mes después Sara piensa que ya es momento de contarle al director lo que le sucede, por lo tanto, ese mismo día decide contárselo. Sara, nada más llegar, llama a Pedro y le dice que, por favor, la escuche un momento. Después de contarle lo que le pasa, el director le dice que eso no es para sentirse mal, que eso es para celebrarlo. Ella, al ver que Pedro no se había alarmado ni nada, estaba mucho más tranquila y continuó con su trabajo. 6 meses después. 20 de septiembre de 2017
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La grabación comenzó, todo estaba saliendo perfecto y, gracias a Dios, terminó igual. Sara estaba a dos meses de dar a luz, pero nadie se esperaba que las cosas cambiaran. Ese mismo día, Sara empezó a notarse rara, pero no quería alarmar a Aarón, esperó un rato más hasta que fue al baño y, justo al salir, rompió aguas, ahí sí que gritó y se enteró hasta quien no debía: “¡Aaróóóón, el niño vieneee!”, porque sí, era un niño, al cual habían llamado Lucas. Esperaron un tiempo en casa y a las dos horas partieron para el hospital. Sara estaba muy asustada, era su primer parto y no sabía lo que eso suponía, entró a paritorio y a Aarón no le dejaron pasar. Ya era 21 de septiembre cuando Aarón escuchó desde fuera un llanto. De la emoción se desmayó y tuvieron que llevárselo los médicos. No podía salir todo tan bien. En cuanto se recuperó fue a ver a Lucas, y cuando vio a Sara y a su hijo juntos sintió lo que es el amor verdadero.
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VIRUS T, por Toñi Valverde Martínez 3º ESO C
En el planeta nadie tenía idea de lo que nos esperaba, una situación que iba a estar fuera de control y que a miles de personas les costaría la vida. Todo esto por unos simples experimentos que fueron evolucionando cada vez más, hasta llegar a una situación histórica, que solo tendría una única cura muy difícil de crear, o incluso de encontrar. Me presento, soy León Smith, y soy agente secreto para el gobierno de los Estados Unidos, trabajo en una organización importante para dicho gobierno. Esta organización es la encargada de combatir el virus que está acabando con la humanidad, el virus T. Este virus consiste en una mutación genética que se puede traspasar muy fácilmente y que afecta a las células del organismo, convirtiendo a las personas en zombis. Esta organización es la encargada de acabar con este virus, y si es necesario con sus creadores. Contaré un poco sobre mi historia y por qué estoy aquí. Yo empecé a ejercer cuando tenía veintiún años en una agencia de policía como policía novato, y ahí comenzó todo. Esa fue la primera vez que me encontré con este problema. Cuando salí a la calle me encontré a una persona afectada por el virus T, yo intenté ayudarla, no sabía lo que estaba pasando, pero poco después apareció una horda de 108
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gente convertida en esas cosas. Yo estaba muy asustado y confundido, dudaba si dispararles o no, porque no sabía a lo que me estaba enfrentando. Yo ya estaba al borde de la muerte, apoyado sobre un coche y rodeado por una muchedumbre de esos seres, pero en el último momento apareció una chica que me salvó la vida. Al poco tiempo me enteré de que esa chica estaba allí porque estaba buscando a su hermano Chris, lo que no sabía era que esa chica y su hermano terminarían trabajando en lo mismo que yo actualmente, solo que ellos ya se dedicaban a ello cundo me los encontré. Conforme fui creciendo, fui evolucionando junto con mi profesión, me informaron sobre todo lo que pasaba con el virus T, cada vez estaba más formado y preparado para luchar contra él y todas las catástrofes que traía consigo. Actualmente he pasado mucho, he visto y vivido muchas cosas que es mejor no presenciar, pero estoy dispuesto y preparado para hacer lo que sea necesario para que este virus sea exterminado y que no afecte a más personas indefensas que no tienen la culpa de nada. Dicho esto, he estado muy ocupado estos últimos meses, me he estado preparando para una misión muy importante, de hecho, la que más. Esta misión consiste en ir a una casa que supuestamente está abandonada, pero en realidad dentro de esa casa se encuentra el culpable de todo esto, el creador del virus T. Me he estado preparando día y noche sin descanso junto con una compañera, Ada. No solo es la más importante por acabar con el virus, sino también porque el creador de este virus no es nada más ni nada menos que el padre de Ada, y Chris nos informó de que tiene de protección a su propia esposa con-
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vertida por el virus, pero no es igual que los demás, al parecer a ella la ha hecho mutar más de lo normal, y tengo una extraña sensación de que por culpa de eso no pueda salir con vida, aun dándole la cura. Lo que tengo claro es que este va a ser el final de toda esta tortura, no importa cuánta sangre derrame, cuántas veces me caiga y me tenga que volver a levantar, y si tengo que dar mi vida a cambio lo haré. Este es el comienzo del final.
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LA FUENTE DE LA VIDA, por Francisco Fernández Fernández 2º ESO E
En 2013, un niño llamado Peter Croft se iba a Tenerife de viaje de fin de curso en 4º de la ESO. Peter estaba muy ilusionado por su viaje. Cuando llegó el día, estuvo una hora antes en la parada del autobús. Al llegar al hotel les dijeron que hiciesen grupos de cuatro para dormir en las habitaciones. Cuando hicieron los grupos y asignaron las habitaciones, se fueron al comedor a comer. Había muchos tipos de comida para todos los gustos: hamburguesas, patatas, pizzas, Nuggets, alitas, ensaladas, y muchas cosas más. Al día siguiente fueron a visitar un museo de tesoros arqueológicos, allí les contaron una historia de que había un pueblo oculto en Siria en el que se encontraba el secreto de la inmortalidad. Peter se dio cuenta de que su madre se había estado esforzando toda su vida para encontrarlo y, cuando estaba a punto de descubrirlo, un agente de la “Trinidad” la asesinó, para que el secreto no saliese a la luz. Peter comprendió que debía seguir los pasos de su madre para poder demostrar que lo que ella decía era cierto, pero sabía que la “Trinidad” no se lo iba a poner fácil. Al volver del viaje, decidió que viajaría a Siria para descubrir el secreto de la vida eterna. Se fue el 28 de mayo de 2015, al cumplir los 18 años. Había pasado mucho 111
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tiempo estudiando los planos que dejó su madre, por lo que al llegar fue directo a la cueva que comunicaba con el pueblo oculto. Entró en una tumba y se dio cuenta que la “Trinidad” ya había estado allí por las pinturas que había y que estaba todo saboteado. Siguió investigando hasta llegar al pueblo oculto, en el cual encontró unos seres raros que parecían gladiadores, debía huir de ellos porque era una tribu perdida que no había tenido contacto con el ser humano desde hacía miles de años. Cuando llegó donde se encontraba la fuente de vida oyó ruidos y voces a lo lejos y se dio cuenta de que empezaba a entrar la “Trinidad” a la tumba y tuvo que huir. Se refugió en una cueva. Estaba muy asustado. Si lo encontraban sabía que lo matarían para evitar que el secreto saliese a la luz. Al cabo de tres días, tras asegurarse de que no quedaba nadie en la cueva, salió y fue a ver qué había en esa tumba para que la “Trinidad” lo quisiera guardar tanto. Al destapar la tumba encontró un atlas con el que, al ponerlo en el techo del observatorio del pueblo oculto, aparecía un mapa que revelaba dónde estaba la fuente de vida. Estudió dicho mapa: tenía que pasar una gran montaña y encontrar una tumba oculta debajo de la tierra. Partió de viaje en búsqueda de la tumba, cuando llegó a la montaña hizo un refugio con ramas de árboles. A media noche escuchó un disparo. Era la “Trinidad”, lo estaban buscando. Subió a un árbol para ver mejor. Entonces se dio cuenta de que no era a él al que buscaban, había otro explorador llamado Rubén que también estaba buscando la fuente de vida, le ayudó a huir de la Trinidad. Consiguieron refugiarse en una fábrica
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abandonada. Pero lo que allí encontraron les dejó patidifusos: vieron un pueblo en el que había personas que les podían ayudar para encontrar el secreto de la fuente de vida. Pero cuando los estaban guiando al sitio donde estaba la fuente de la vida, un agente de la Trinidad los asaltó y los cogieron presos. Les querían sacar todo que sabían de la fuente de vida para destruirla y que nadie supiera nada sobre ella. Por suerte, Rubén consiguió escapar y liberar a Peter. Salieron por una ventana y al volver al pueblo comprobaron que lo habían destrozado todo. Cada vez estaban más intrigados con el secreto de la fuente de vida para que quisieran guardarlo tan bien. Buscaron por el pueblo a ver si quedaba alguna prueba, y encontraron a un niño superviviente llamado Raúl que se había escondido cuando vio llegar a los agentes de la Trinidad. Él sabía el secreto de la fuente de vida y les llevó donde estaba. El niño se quedó en la puerta porque le daba miedo entrar. Ellos entraron pero no encontraron nada. Al salir, Raúl no estaba, había desaparecido. Le buscaron pero no había ni rastro de él. La “Trinidad” le había secuestrado para que no les diera ninguna pista de dónde estaba la fuente de vida. Oyeron un grito, procedía del observatorio, allí tenían al niño secuestrado. Les tendieron una trampa para rescatar al niño y les dejaron encerrados en el observatorio, la única manera de abrir la puerta era desde fuera. Raúl los guio a la tumba donde se encontraba escondida la fuente de vida. Se trataba de un mineral desconocido hasta entonces. Lo cogieron y salieron corriendo del pueblo. Por este descubrimiento no solo les dieron el premio Nobel, además Peter sacó a la luz todas las investigaciones de su madre y consiguió un reconocimiento también para 113
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ella. Gracias al descubrimiento de este mineral, muchas enfermedades hasta entonces incurables se han convertido en muy fĂĄciles de curar.
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¿LO SUPERARÁS?, por Francisca Fernández Martínez 3º ESO B
Es el año 2312 y un grupo de estudiantes de 4º curso van a visitar la Casa Milá de Gaudí. Anteriormente les han informado de un cambio para seleccionar a los alumnos que pasarán a bachiller, y más tarde a la universidad. Este consiste en someter a todos los estudiantes de este curso a una serie de pruebas por las cuales, si fallas, te verás desterrado sin poder ver a tus familiares, o en los peores casos, puedes acabar muerto. Sin embargo, si la logras pasar, dependiendo en la forma en que soluciones el problema, te pondrán en un tipo de bachiller o en otro, y a la hora de pasar a la universidad te recomendarán un tipo de carrera. En resumen, la prueba decide tu futuro. Los alumnos no saben en qué momento será la prueba, en qué consiste o si será extremadamente dura. Mientras se dirigen a Barcelona no saben lo que les espera, y mucho menos Sandra, una chica normal, que no destaca pero que tiene mucho que expresar y que ofrecer al mundo, además de ser muy inteligente. Una vez allí, tras visitar toda la casa-museo, les dieron tiempo libre para que visitaran habitaciones y así, sin que sospecharan nada, poder hacerles la prueba.
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Sandra estaba con sus amigas pero, de repente, sintió la necesidad de entrar en una sala que estaba muy cerca de la salida pero a la que no había entrado antes. Allí se encontró con una nota al lado de su mochila que decía: Suerte, veremos si sobrevives a esto. De repente una pantalla se encendió, se sorprendió al ver a la mujer con la que todas las noches soñaba, era mayor, rubia, también, llevaba unas gafas que le hacían los ojos muchísimo más pequeños y tenía una sonrisa que te ponía los pelos de punta. Esta solo se dedicó a reírse hasta que el monitor se apagó y las paredes comenzaron a estrecharse, era lo que siempre soñaba, pero esta vez no se trataba de una horrible pesadilla, esta vez tenían que salir de allí, era cuestión de vida o muerte. Entonces se acordó de la prueba que les iban a hacer, pero ¿cómo podían saber ellos que tenía claustrofobia o que tenía ese sueño recurrente con aquella mujer? ¿Cómo habían podido encontrar a alguien exactamente igual que ella? ¿Se habían metido en su cabeza? No se le ocurría nada para escapar, solo veía el metal de las paredes hasta que en ellos se reflejó una luz que la deslumbró. Había una ventana en lo más alto de la pared, pero no podía llegar hasta ella. Hasta que se acordó de un vídeo que le enseñó un amigo, en él se mostraba a un chico escalando una pared solo con el impulso que lograba hacer con las piernas y los brazos, como si fuera un gato. Era su única opción, pero ella no tenía el físico del chico, por lo que tendría que esperar al momento adecuado para poder subir sin que le aplastaran las paredes. Cogió su mochila y se la colocó. Las paredes se hacían cada vez más estrechas, si no lo hacía ahora se quedaría aplastada. No sabía cómo lo estaba haciendo, pues no había hecho eso en la vida, debió de ser la emoción o la terrible necesidad de salvarse 116
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lo que la empujó hacia tal cosa. Una vez arriba tenía el espacio suficiente para poder estar sentada. Cuando iba a salir por la ventana se dio cuenta de que estaba cerrada y no había manera de poder abrirla, no tenía manivela. Abrió su mochila en busca de algo con lo que poder romperla y se encontró con un mando con una nota pegada que decía: Enhorabuena, has superado la prueba. Has sabido mantener la calma y buscar en tu mochila algún objeto con el que parar las paredes. Eso era mil veces más fácil que lo que ella había hecho, tocó los botones para ver si las paredes se volvían a abrir y salir por la puerta que anteriormente estaba cerrada, pero las paredes no hacían nada, por lo que volvía al plan A de romper la ventana con algo de su mochila. Lo único que era más resistente que un estuche con tres bolígrafos y un lápiz era su móvil, en él estaban todos sus vídeos, fotos, recuerdos…, toda su vida, pero tenía que salir de allí. Lanzó el móvil con toda la fuerza que pudo reunir, dejando la ventana con un enorme agujero. Terminó de romperla con el zapato para no clavarse cristales y salió de allí. En la calle le esperaban profesores y gente trajeada que desconocía. Era la última en salir, todos vieron lo que había hecho, no sabían que decir. La metieron en un coche negro con más agentes trajeados. Sandra pensaba que lo había hecho mal y que la desterrarían o harían algo con ella como les comunicaron meses atrás. Les preguntó que a dónde se dirigían pero no obtuvo respuesta. ¿Qué tendrían pensado hacerle en aquel lugar? ¿Qué pasaría con ella?
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EL RECLUSO DEL CALABOZO, por Alicia Robles Sánchez 1º Bachillerato BH
Es de noche y como cada día bajo a observar al individuo que lleva encerrado en el calabozo de este castillo por más de dos años. Bajo por la escalera, la cual es de caracol y, por ello, se me hace una eternidad para terminar de bajarla. Cuando llego a dicho calabozo donde él se encuentra mi respiración es lenta, lo llamo y me doy cuenta de que él sigue igual que aquel día en que nos dividimos, tan sobrio y callado. Al verle mi cabeza comienza a recordar que fuimos buenos compañeros, incluso como unos hermanos, el mundo parecía creado para nosotros. Lo hacíamos todo juntos, disfrutando y riendo, nuestras salidas a nadar en el río o simplemente montar a caballo, él en un precioso caballo blanco y yo en uno marrón que lucía su limpio pelaje cada vez que salíamos. Él prefería escribir cuentos o quizás se divertía simplemente relajándose y leyendo algún que otro libro. Yo sabía que él esperaba a una mujer así, tal y como las que él leía en esos libros. Yo me conformaba con el amor temporal de las jóvenes hermosas que vivían en el reino. Compartimos algunos momentos, fueron los más tiernos, los más increíbles que habíamos vivido juntos.
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Pero ella llegó en un helado día. Fue una mañana de primavera en la que vimos pasear por nuestro lado a una hermosa mujer, alta, el pelo lo tenía oscuro y realmente largo, su piel era oscura, la boca roja, amplia, las manos suaves, los ojos del color del agua… Y nosotros estábamos allí, delante de ella quedando asombrados con suma belleza. Iba de viaje a otro reino y ella sabía que sus intenciones no eran para nada las de quedarse allí a nuestro lado para siempre, había un rey que la haría reina de un reino extenso y lejano, le esperaba la riqueza y el poder. Pero no tenía prisa y se adueñó de nuestro pequeño reino, y de nosotros. Nos rendimos sin luchar y se lo entregamos todo. Él le escribía cuentos de aventuras y ella los leía sonriendo, ensayando su papel como si de una obra de teatro se tratase. Leían juntos aquellos cuentos. Ellos cantaban y reían juntos, se divertían mirando a la gente que pasaba caminando o jugaban a correr en aquel castillo donde nunca se oyeron tantas risas. Yo, en cambio, la llevaba a nadar o a cabalgar a través de aquellas tierras verdes. Fuimos felices durante aquella primavera o al menos nosotros dos sí que lo éramos. La veíamos dormir entre nosotros dos, y mientras nosotros nos mirábamos, sin decirnos ni una palabra, sabíamos que no queríamos nada ni a nadie más para ser felices. Pero la primavera le recordó todo lo que esperaba en el otro reino, ella no había nacido para vivir con dos enclenques como nosotros, y por ello, decidió volver a retomar su camino, dejándonos allí, solos y enamorados de ella.
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Se despidió de nosotros con un beso y un par de abrazos. Se marchó como había llegado y nosotros allí, en medio del prado, viendo alejarse a aquella mujer que ni una sola vez volvió la cabeza para despedirse de nosotros. Nada después de aquello fue lo mismo, él no volvió a salir a nadar conmigo, ni me entendía, para mí también era increíble el inmenso vacío que ella nos había dejado, pero aún me sentía con ganas de vivir, no podía dejar que ella se llevase mi vida y mis logros, el mundo estaba lleno de muchas otras chicas, el bosque me esperaba para poder salir a montar a través de él. Él me miraba con desprecio, recorría una y otra vez el castillo buscando a su ansiada amada, prohibió la entrada a sus amigos, apenas comía ni dormía del disgusto que llevaba encima. Una noche sacó y amontonó en el patio todos los libros que había leído con ella, todos los libros que le había escrito y encendió una hoguera inmensa para olvidarse de todos aquellos recuerdos que tuvo con ella. Entonces, al ver todo lo ocurrido, me dijo que se iba a encerrar en el calabozo más profundo del castillo y que solo volvería cuando al amor de su vida viese. Me pidió que cerrase la puerta desde fuera, con llave y con un pestillo y que solo yo fuese su vigilante. Su abandono me dolió más que el de ella, él era mi amigo, mi hermano. Dos años he estado bajando cada noche a llevarle la cena y a intentar hacerle sonreír con mis historias y mis experiencias. Aún no sé cómo pasa los días en aquella habitación tan oscura y solemne, cada vez que abro la puerta lo observo en una silla de piedra junto a la ventana, mirando al prado y pensando seguramente en la chica que lo abandonó tan cruelmente.
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JOSEP, por Francisco Espín Valera 3º ESO C
Esta historia se remonta al año 2004, a una pequeña pedanía llamada Rompe Muelas, esta estaba cerca de Bilbao, allí vivía Josep, aunque él nació en Estados Unidos, Josep era maestro de infantil en un colegio llamado como el pueblo. Él llevaba ya unos cuantos años buscando a su amor, pero es que él era muy delicado con ese tema porque él quería a una mujer que fuera amable, que llevase las riendas de la relación y sobre todo que le hiciera reír, hasta que un día por una aplicación para ligar quedó con una chica que era del pueblo de al lado, y empezaron a conocerse y quedaban casi todos los días. Un par de meses más tarde decidieron empezar a vivir juntos y a vivir nuevas experiencias los dos juntos, ya que los dos estaban muy enamorados uno del otro. Durante unos cuantos años estuvieron muy a gusto siendo novios, hasta que un día Josep decidió llevar a su novia a un partido del Éibar, y en el descanso le declaró su amor y le dijo si se quería casar con él; ella, llena de vergüenza, le contestó que sí quería casarse con él. Un par de meses más tarde se celebró la boda, a la cuál acudieron más de 200 invitados, donde bebieron y bailaron hasta más no poder. Unos cuantos meses más tarde Josep y Natalia decidieron hacer su primer viaje como novios, a Josep le 121
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daba igual dónde ir, pero Natalia, su esposa, no lo tenía tan claro, estaba barajando tres opciones (el Caribe, México y Nueva Zelanda), al final se decidió por el Caribe. Antes de acabar el segundo trimestre, Josep les dijo a sus alumnos de 4 años que al terminar las vacaciones de Semana Santa no iba a ir a clase durante dos semanas porque se iba de viaje con su mujer, los niños un poco tristes lo despidieron e hicieron dibujos para que Josep se acordara de ellos en su viaje. Cuando llegó el momento Josep y Natalia fueron al aeropuerto con muchos nervios, pero lo que menos les gustaba es que se tardaba mucho en llegar, primero tenían que ir de Bilbao a Londres y después coger un avión durante diez horas desde Londres hasta el Caribe. Ya allí, ellos fueron a su hotel, el cual era de cinco estrellas y muy exclusivo ya que solo había 12 habitaciones (ellos tenían la número 8), el hotel también era conocido por tener un gran buffet libre y unas maravillosas vistas al mar, es decir, un sueño hecho realidad para Josep y Natalia. Cuando llegaron a su habitación lo primero que hicieron fue acostarse en la cama y dormir, ya que estaban muy cansados del largo viaje. Al despertarse metieron toda la ropa en el armario y Josep encontró detrás de un cuadro una caja fuerte, en la cual había un frasco con una chuche con forma de lápiz y un calendario con personajes de Disney Land en cada mes, al principio Josep pensó qué hacía un calendario tan escondido, pero tampoco le dio muchas vueltas al tema, lo dejó en la mesa y siguió sacando la ropa de la maleta, cuando sacó los dibujos de sus alumnos, se percató de llevarles el calendario a ellos y lo que hizo fue quitarle el plástico y abrirlo para ver si estaba todo bien y que no estuviera roto, pero lo que él no sabía, es que acababa de 122
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volver a abrir una maldición que echó un brujo a unos antiguos huéspedes, que consiguieron guardar la maldición dentro del calendario antes de que alguien se diera cuenta y lo que hicieron los antiguos huéspedes fue guardarlo en un sitio que ellos pensaban que nunca nadie encontraría. Al sacar y abrir el calendario volvió a salir la maldición, pero Josep no sabía nada. Ellos siguieron levantándose tarde, pasando el día en la playa y en el jacuzzi, hasta que esa noche empezó la maldición, esta consistía en que cada uno de los personajes de Disney, según el mes, iba al número de la habitación y mataban a los huéspedes y destrozaban la habitación. A la mañana siguiente todas las personas del hotel quedaron alucinados con lo que había pasado y no se lo podían creer, todos pensaron que había sido un ladrón. Al instante todo el lugar se llenó de cámaras, y cuando el antiguo huésped vio en la tele lo que había pasado no se lo pensó dos veces en coger un avión para ir, porque ya sabía lo que había pasado. Josep y Natalia pensaron que estaban teniendo mala suerte por lo que les estaba pasando en su viaje y que esto sería una anécdota que recordarían para siempre. A la mañana siguiente, en la habitación dos apareció un hombre de unos 89 años muerto. Al principio Josep pensaba que era una simple coincidencia que hubieran muerto dos personas, pero a la vez estaban aterrados por si les podía pasar algo a ellos, en ese mismo instante apareció John (el antiguo huésped) y les contó a Josep y a Natalia lo que en verdad estaba pasando, John les dijo que no se lo podían decir a nadie porque si no morirían muchas más personas inocentes porque se entrometerían. John, Josep y Natalia planearon un plan. Cuando llegó la noche se escondieron 123
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en el armario, allí estarían seguros ya que los personajes de Disney no pueden tocar los objetos de Marvel, y cada uno de ellos llevaba una pequeña figura de Marvel. Estando allí, a las 4:44 de la noche apareció por la ventana, atravesándola, un personaje de Disney, era el Pato Donald, observaron cómo destrozaba la habitación y no mató a nadie porque a los dueños de la habitación los desalojaron ellos mismos, y cuando el Pato Donald fue a romper el armario salieron los tres y el Pato Donald, al ver las figuras de Marvel, huyó tan rápido que no dio tiempo a atraparlo. La siguiente noche, hicieron lo mismo pero a las 4:39, salieron del armario y dijeron un conjuro, es decir, cantaron el himno de los dibujos animados de Disney, lo que provocó que salieran todos del calendario, y en ese momento se encontraban en la habitación Josep, John, Natalia y 12 personajes de Disney, estos personajes lo que hicieron fue raptar a las tres personas y se los llevaron a un mundo mágico, es como si estuvieran ellos también atrapados en el calendario. Allí los personajes encerraron a los tres en una jaula, pero invisible, esta estaba hecha de magia y en ese mismo momento Josep se dio cuenta de que también había cogido la llave de chuche que había al lado del calendario y lo que hicieron fue pegarle un mordisco a la chuche cada uno, esta chuche les produjo como unos poderes, estos les permitían lanzar rayos de magia verde (esta magia encerraba a cualquier personaje fantástico, siempre y cuando tuvieras sitio para poder encerrarlos). Tras conseguir salir de la jaula, fueron a recoger otra vez el calendario, para poder encerrar otra vez a los personajes. Al cogerlo se encontraron con Cenicienta y con Mickey Mouse, tras una intensa pelea de lanzamientos de rayos Josep consiguió alcanzar a 124
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Mickey Mouse, lo que hizo que se fuera directamente al calendario y Cenicienta, al ver que estaba en desventaja, se rindió y consiguieron meterla. Ya llevaban 2 personajes, y les quedaban aún 10, en ese momento pensaron que aún les quedaban muchos y decidieron volver a su mundo. Una vez allí Josep y Natalia querían abandonar porque, encima de que estaban muy lejos de casa, no querían arriesgar su vida, pero John les dijo que si no los paraban ahora se podían hacer invencibles y podrían llegar a conquistar el mundo. Con esas palabras consiguió convencer a Josep y Natalia, más tarde fueron a buscar refuerzos rápidamente ya que eran las 2:00 de la noche y les quedaba dos horas y media aproximadamente para volver a entrar y poder volver a luchar. Primero fueron a por el dueño del hotel, el cual accedió, ya que era su reputación la que estaba en juego; al dueño le siguieron dos cocineros y tres empleados, pero aún les quedaban dos personas para estar al menos con el mismo número de personas que los personajes de Disney, pero se encontraron, afortunadamente, con tres personas de la habitación 6, aunque les costó mucho convencerlos, y al final les proporcionaron una gran recompensa si salían victoriosos. Lo que ellos no sabían era que los personajes estaban tramando un plan. Cuando llegaron las 4.39 de la noche volvieron a entrar, pero al hacerlo se llevaron una grandísima sorpresa, estaba todo en ruinas, y en ese momento no sabían qué hacer, cuando de repente empezaron a llover cosas extrañas del cielo, parecían como orejas de cerdo y de caballo. Lo que hicieron fue refugiarse en un techo que había, pero lo que no sabían era que ese techo era una trampa, de ese te-
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cho empezaron a caer rayos malignos, lo que hizo que matara a 4 personas (un cocinero, dos empleados y John), y de repente aparecieron los personajes de Disney y empezaron a luchar contra los siete que quedaban. Tras un largo tiempo quedaban en pie Josep, Natalia y un cocinero, y también quedaban el Pato Donald y Peter Pan, unos estaban subidos en una torre y los otros estaban en frente en una colina detrás de unas rocas. De repente un rayo maligno rebotó en la roca y le dio a Natalia haciendo que muriera, en ese momento Josep se cabreó y, sin pensárselo dos veces, salieron los dos de las rocas y fueron a matarlos sin piedad, consiguieron capturar al Pato Donald, pero Peter Pan le dio al cocinero, y ya solo quedaban uno contra uno, y como Josep tenía mejores reflejos disparó antes que Peter Pan, pero en ese mismo instante, Josep apareció en el hospital y no sabía qué hacía allí. Pero él se acuerda de todo lo que pasó, pero no se acuerda de qué hace allí, de repente entra por la puerta gritando de alegría Natalia y empieza a decir: “Estás vivo, Josep, por fin despiertas”, y, mientras se besan, Josep está muy desconcertado, no sabe lo que ha pasado. En ese momento Natalia le explica que había estado dos meses en coma, porque cuando estaban de viaje en el Caribe, ella se fue un momento de la habitación y entró un ladrón a robar: “Y tú lo sorprendiste y este te dio varias veces con una silla en la cabeza, haciendo que entraras en coma”. En ese momento Josep comprendió que todo lo que había soñado era mentira. Cuando le dieron el alta, Josep pasó varios
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días enteros contándole a Natalia lo que había soñado, porque todo había sido fruto de su imaginación. Un mes después volvió a la escuela y al llegar todas las madres le dijeron que sus hijos lo habían pasado fatal cuando se enteraron de que estaba en coma y cuando llegó a la clase y vio a sus alumnos todos fueron corriendo hacia él gritando y llorando de alegría. Josep les contó a sus alumnos lo que había soñado, y esa será una historia que a Josep y a Natalia no se les olvidará nunca.
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UN SÁBADO CUALQUIERA, por Marina Martínez Fernández 1º Bachillerato BH
Me gusta ver a las 9:00 cómo entra la luz por mi ventana. Ver cómo a mi hermano le cuesta despegarse de las sábanas y cómo viene a mi cama a escuchar música. Mirar el móvil durante diez minutos, que en realidad pasan a ser una hora. Mi madre haciéndome unas tostadas con tomate con un poco de aceite y mucha sal. Ver a la vecina sacando a sus perros a la hora de siempre y contemplar la dedicación que tiene hacia ellos. Limpiarme la cara con agua fría y hacerme una coleta mal hecha. Pasear con mi perro con mis auriculares y pasar por mi zona favorita del pueblo. Ir a casa de mi abuela y que me tenga preparado mi plato favorito y de postre la torta de chocolate de todos los sábados. Tumbarme en el sofá y escuchar la misma música todos los días mientras cierro los ojos. Tomar café a la misma hora con las mismas personas que me han acompañado en toda la primaria y ponernos al día en tan solo media hora, mientras jugamos a las cartas. Llegar a casa y jugar con mis primos pequeños hasta que quedan rendidos mientras como las palomitas de azúcar que me prepara todos los fines de semana mi tía para mí. Pasear con mi mejor amiga por la Rafa y comer pipas con sal en el mismo banco de todos los sábados y no parar de reírnos por todos los recuerdos. Cenar en mi lugar favorito y pedir el mejor 128
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bocadillo de la historia con su salsa especial. Llegar corriendo a casa para tener más tiempo para maquillarme y relajarme mientras lo hago, y que me piten por la ventana para que salga porque ya llegamos tarde. Y el mejor momento de un sábado es subir en la noche a lo alto de las Atalayas y ver lo bonito que es el pueblo con todo iluminado, viéndolo con la mejor compañía. Es el momento del día en el que me doy cuenta de que un problema que se nos hace un mundo, en realidad, acaba siendo una tontería que tiene solución. De todas las subidas y bajadas que tenemos durante la semana, y de que perdemos el tiempo en querer arreglar algo que nosotros no hemos hecho. De lo pequeño que se ve el mundo desde las alturas. Pensar en que millones de personas con vidas distintas tienen diferentes problemas y que encuentren los placeres de la vida en cosas cotidianas que se nos hace indiferentes, pero que, si faltan, se nota, y mucho. Como bien dice el dicho: “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”, y deberíamos tenerlo más en cuenta.
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EL GALLINERO, por Alejandro Martínez Espín 2º ESO E
Hay un pueblo cercano a Sierra Espuña, llamado Zarzadilla de Totana. En él un granjero tiene un gallinero, con un gallo muy hermoso, que es el que lo dirige, el gallo se llama Carimero. Carimero es toda la envidia de todos los gallos y el enamorado de todas las gallinas. Solo tiene un defecto: que todo lo que tiene de hermoso lo tiene de torpe y bobo. El gallinero es una auténtica odisea, un desastre. Las gallinas ponen huevos en todas partes y los polluelos campan libremente por el gallinero, salen al corralito que tienen para comer y tomar el sol sin ser vigilados y sin control. Muchos quedan solos. Todo este desastre lo aprovecha el temible zorro Penco para entrar y, sin resistencia de nadie, se lleva los polluelos y se come los huevos. Es el terror del gallinero. Fani, la gallina más hermosa y por la que todos los gallos suspiran, va siempre acompañada del gallo Nicolás, un gallo flaco y destartalado, pero muy inteligente, el único que ve el desastre que allí hay. Fani aborrece la torpeza de Carimero y no lo soporta, lo que hace que todas las gallinas la envidien y odien a la vez, Carimero la persigue a todas partes y odia al pobre
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gallo Nicolás y le destroza todo su plumaje, no le deja casi ni comer. Todo esto hace que tome la decisión de derrotar al zorro con la ayuda de Fani, así se podrá ganar la admiración de todos y hacerse con el control. Las tardes de verano, cuando todos dormían la siesta, todos los polluelos salían al corralito a bañarse y a jugar, como siempre sin vigilancia. El zorro Penco aprovechaba esto para entrar al gallinero, todas las tardes. Un día de verano entró al corralito y, sorpresa, no había polluelos, todo estaba desierto y no se oían ruidos, se asustó un poco y decidió entrar dentro muy sigiloso creyendo que no le esperaban, Nicolás empieza a cantar como si estuviera amaneciendo: quiquiriquí… Es zorro al verse descubierto quiere huir, pero Fani cerró la puerta mientras todos los gallos seguían cantando con Nicolás. El granjero que los oyó, pensó que algo raro pasaba para que cantaran en la siesta, cogió su escopeta y fue corriendo, cuando llegó vio al zorro y le pegó un tiro en la pata. El zorro Penco huyó y nunca más volvió al gallinero y Nicolás junto con Fani puso orden en el gallinero, cada hora vigilaban a los polluelos, todos los polluelos comían, bebían sin que nadie se lo impidiera. Fani tuvo polluelos de Nicolás muy bonitos y Nicolás se volvió un gallo hermoso con plumaje brillante.
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NOS VEMOS PRONTO. ATTE., NACHO, por Juan Francisco Amor Amor 1º Bachillerato BH
28 de agosto de 2001, Muelle de San Blas, Málaga. Nacho intentaba desconectar un poco tras un día más viendo cómo a su padre le comía el alzhéimer. En frente, una chica llamada Lucía pasaba el rato con sus amigos, cuando uno de ellos le tiró la mochila al mar. En ese momento Nacho, sin pensarlo, se tiró al agua para cogerla. Al salir del agua Lucía le invitó a una barbacoa en su casa, invitación que Nacho rechazó, pero tras la impertinencia de ella y el interés que mostraba, terminó aceptándola. Durante la barbacoa Nacho conoció a Darío, un amigo del padre de Lucía con el que pasaba el verano en Málaga, y también conoció al hijo de Darío, Andrés, que padecía autismo. Nacho también le confesó a Lucía que era soldado de las fuerzas especiales y que su periodo de descanso terminaba en dos semanas. Pasados unos días volvieron a quedar para conocerse mejor y empezaron a sentir algo, el uno por el otro. A partir de entonces, era raro el día que no quedaban, y fue en uno de esos días cuando Lucía conoció al padre de Nacho y este se quedó sorprendido por lo bien que se llevaba Lucía con su padre —hasta le enseñó su preciada colección de monedas—. En este tiempo Nacho le dijo que había tenido una adolescencia rebelde y desde entonces la relación con su padre no había sido muy buena, 132
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y que por eso se metió en el ejército. Pero llegó el día en el que Nacho tuvo que volver a trabajar y no se volverían a ver hasta dentro de unos meses, por ello juraron mandarse cartas todos los meses. Nacho pasó unos días ejerciendo en España pero, tras el terrible atentado ocurrido el 11 de septiembre, fue enviado para luchar contra el terrorismo en los países más conflictivos. Una vez allí mientras Nacho ayudaba a una familia a la que arrebataron su hogar, fue herido por un terrorista, lo que supuso su hospitalización y, por tanto, permanecer más tiempo sin ver a Lucía. Los meses pasaban y ella casi no le mandaba cartas, lo que le extrañó mucho a él, y empezó a preocuparse por su amor. Pasados unos meses le llegó una carta de ella, pero la sonrisa que le provocó recibir una carta se convirtió en lágrimas después de leerla. En ella, Lucía le contaba que su amor había ido quedando en el recuerdo, que no podía pasar más tiempo sola y que necesitaba a alguien que le hiciera compañía. A Nacho se le partió el corazón y cada letra de esa carta se le clavó en el pecho como puñales. A su vuelta, su padre se encontraba en una situación crítica y, pasadas dos semanas en estado vegetativo, falleció lo único que le quedaba. Una semana después fue a visitar a Lucía para contarle lo sucedido y ella le dijo que sentía mucho no haber podido ir al entierro por su desconocimiento. Allí, en casa de Lucía, Nacho se enteró de que ella se había casado con Darío. Lucía le explicó que lo tuvo que hacer. A Darío le diagnosticaron cáncer y ella era la única que podía cuidar de Andrés, ya que Darío no tenía a nadie. También le explicó que el cáncer que padecía tenía una operación que le podía curar la enfermedad, pero no se lo podían permitir por su elevado coste. 133
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Nacho salió de allí muy dolido, quizás no hubiera sido tan buena idea ir a visitarla, quizás debería haberse quedado en casa intentando olvidarla. A la semana, Nacho decidió vender la colección de monedas de su padre, menos una, una moneda de veinticinco pesetas fabricada en plata, edición limitada del 1960, que él se encontró de pequeño y que fue el motivo por el cual su padre y él empezaron a coleccionar monedas. Meses más tarde volvió a llamar a Lucía pero esta vez para preguntar por Darío y saber cómo estaba, a lo que ella le respondió que estaba muy feliz y que iba mejorando respecto al cáncer, ya que una donación anónima de Málaga hizo que pudieran pagar el tratamiento…
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LA CASA NO ABANDONADA, por Erik G. Cocha Tipantasig 1º Bachillerato BH
Eran las 4.30 de la tarde y recién estaba saliendo de casa, había quedado con mi mejor amigo y llegaba tarde al descampado, como de costumbre, tenía muchas cosas pendientes que hacer y no tenía muchas ganas de salir, pero Carlos, mi amigo, me había insistido muchísimo en quedar, ya que, según él, había algo que quería enseñarme. Ahí estaba, parecía que había estado mucho tiempo esperando. —Hey, qué tal —le dije —Venga, vamos, tengo que enseñarte algo muy guay. No sabía de qué se trataba, pero igualmente le seguí. Estuvimos andando como veinte minutos hasta que nos encontramos con unas escaleras de piedra que parecía que no terminaban y después de subir y subir, lo vi… —Me traes para ver una casa… —le dije enfadado. —Qué, ¿no te gusta? Es una casa abandonada y podríamos entrar y ver si encontramos algo. —Ni hablar, no pienso entrar. ¿Sabes?, creo que es mejor que vuelva a casa tengo, que estudiar mucho. —Vamos, no seas aguafiestas, no me irás a dejar solo… —Como quieras, pero date prisa.
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Saltamos la valla que rodeaba toda la casa y nos dispusimos a entrar, parecía que llevaba varias décadas sin que nadie hubiese pisado esa zona, no había ninguna flor, césped o algún tipo de vegetación, tan solo tierra y piedras. Nos dirigimos hacia la puerta, era grande, de una madera bastante clara que, a pesar de estar llena de polvo, seguía intacta; además, la rodeaba un marco de un color más oscuro que hacía contraste. Intentamos con todas nuestras fuerzas abrirla, pero además de estar cerrada era gigante. Justo cuando parecía que Carlos se había dado por vencido e íbamos a poder volver a casa, es cuando vio que una ventana no tenía cristal, como si alguien la hubiese roto. Entramos por allí y empezamos a dar vueltas por aquella casa, su eje principal era un enorme y largo pasillo con un montón de puertas que dirigen a todo tipo de habitaciones a las que empezamos a entrar una por una. Justo cuando habíamos entrado en la habitación principal, que tenía una cama gigante, cocina, baño, vestidor…, escuchamos ruidos, puertas cerrarse, y muchos pasos, como si una persona estuviera corriendo hacia esta habitación. En aquel momento Carlos y yo nos escondimos bajo la cama y pudimos ver desde ahí la sombra de dos piernas en la puerta, estábamos muy asustados, no sabíamos quién era, justo después de unos segundos la sombra desapareció y consigo la puerta se cerró. —¿Ves?, te dije que no debíamos haber entrado… Nunca me haces caso —le dije muy asustado. —Mira la parte buena, al menos no nos han pillado. Intentamos salir lo antes posible de aquella casa pero no pudimos; además de todo, la puerta que daba al pasillo no se abría, parece que aquella persona la había cerrado 136
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tan fuerte que ahora estaba atascada, estaba muy asustado y lo único que quería hacer era salir de ahí… Mientras Carlos intentaba abrir alguna ventana de la cocina, vi en la mesilla, que se encontraba en un lateral de la cama, un cuadro donde se podía observar a una familia, parecía que hubiesen sido ellos los que había vivido allí antes, pero… ¿por qué ahora estaba abandonada? En ese momento se me cayó el cuadro sin querer de las manos y pude ver que detrás de aquella foto había algo escrito: Hace dos semanas que mis señores están fuera de casa, pensaba que solo iban a estar allí durante 7 días… Ya ha pasado más de un año que llevo solo en esta casa, no sé qué ha pasado pero no me moveré de aquí hasta que vuelvan. Casi no tengo fuerzas para seguir, ha pasado tanto tiempo que he perdido la cuenta…
No sé si yo estaba en lo cierto pero creo que el hombre que cerró la puerta era su mayordomo o algo así y solo quería cuidar de la casa… En la foto se le ve muy joven pero esta foto es de hace más de 50 años, probablemente no esté vivo. Carlos había conseguido abrir una de las ventanas de la cocina y salimos por allí, empezamos a correr, según Carlos porque sí que había una persona viviendo en aquella casa, pero yo sabía que en realidad no era nadie. Saltamos la valla y cuando Carlos empezó a bajar las escaleras yo volví mi cabeza hacia la casa y lo vi, estaba allí en una ventana mirándome, era el mismo chico de aquella foto.
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—Hey, date prisa, al final nos van a pillar —dijo Carlos. —¡Voy! —le dije mientras seguía mirando a aquel hombre, mientras él se adentraba en la habitación hasta desaparecer.
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UN EXTRAÑO SUCESO, por Anabel Castro Gil 1º Bachillerato BH
Un hombre yacía en el suelo de una plaza aturdido, mientras que mucha gente pasa a su lado, observándolo pero sin ninguna intención de socorrerlo. Bajo el duro sol de las doce, su cabeza y pecho sangraban bruscamente. En el pecho tenía tres cortes que formaban una característica figura: dos cortes en forma de equis cuyo corte descansaba en el esternón y otro en el pecho izquierdo. En la cabeza tenía una grave herida en la nuca y en la sien derecha. Además, tenía magulladuras por todo el cuerpo, como si hubiese sido víctima de una paliza callejera. Debido al dolor, empezaba a volver en sí, aunque por más esfuerzo que hiciera, no podía moverse nada. Abrió los ojos e intuyó su lastimoso estado. Desesperado, comenzó a gritar ayuda a la marea humana que tenía a su alrededor, pero parecía que nadie le escuchaba. La charca rojiza que le rodeaba se agrandó hasta tal punto de que todos los ciudadanos se dieron cuenta de que sus zapatos estaban manchados de tono rojizo que se asemejaba a la sangre, pero seguían sin poder ver su demacrada fuente. Extrañados pero indiferentes, siguieron caminando sin poder ni querer comprender la situación. Repentinamente, el sangrante joven cesó sus súplicas a la vez que lloraba. No era un llanto quejoso, sino
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una lluvia de ira condensada por la impotencia de la situación. Pasadas las horas, el hombre se calmó. Encontró cierta serenidad en el momento que la luna se puso. La plaza se vació de gente y, curiosamente, la disolución de sangre y lágrimas fluyó en todas las direcciones contrarias a la situación de ese cuerpo. Yedder, que así se llamaba este malparado humano, se levantó lentamente. Puesto en pie y sin preocuparse de su estado físico, comenzó a deambular por la plaza y sus edificios, examinando su calidad. Entró a las salas de la biblioteca abandonada que, aunque tenía varias estanterías llenas de libros de los más variados campos, le pareció insuficiente. Continuó por el templo del pueblo. Yedder esperaba encontrar a alguien que le explicase la situación. Resultó que no había nadie quien le pudiese comentar nada de lo que le estaba sucediendo. Solo encontró un cuchillo y un bote de sal, los cuales cogió para lo que pudiese suceder. Salió de aquel templo para dirigirse al ayuntamiento que, curiosamente, estaba abarrotado de gente que Yedder reconoció. Su padre, su madre, sus hermanos, sus compañeros, y todos estaban conversando. Entró corriendo, guiado por un pecho que nuevamente sangraba. Igual que 14 horas antes, fue ignorado. Sentía un muro de material invisible entre sus seres queridos que no podía superar por más que arremetía contra él. Movido por una ira cada vez mayor, al igual que el caudal de su pecho, incrementó la fuerza de sus golpes y sus gritos. No servían de nada. Abandonó, decepcionado, el ayuntamiento para seguir con su análisis de la plaza. Con cada paso que daba, su pecho sangraba cada vez menos. Se adentró en el teatro, aunque 140
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no le gustaba aquel sitio. Pensaba que era un sitio de masocas y sádicos, pues él decía que aquel a quien le gustase hacer arte era un mentiroso, y su público, aun sabiendo su condición, entraba como si le gustase que le mintieran. Antes de acceder a la sala había una sala de espejos. Yedder se quedó contemplando su estado. A pesar de encontrarse bajo un velo de sangre coagulada y harapos ensangrentados, todavía podía reconocerse. En su cuerpo maltrecho se podía notar su buena forma, aunque para Yedder no era suficiente. Entró en cólera y dio un puñetazo al espejo sin mirar la salud de su mano. Mientras lanzaba esos puños a bocajarro, su pecho reanudó su abstracto sangrado. Tras hacer el cristal añicos, su mano llena de cortes acompañó a su fuente pectoral en la tarea de la sangre. Yedder, cansado ya de su ilógica suerte, decidió descansar en el suelo de aquella sala de los espejos. Empezó a preguntarse el porqué de aquel caótico desasosiego. Con cada interrogante, las heridas de su pecho dilataban de tal manera que Yedder cayó inconsciente del dolor y del calvario. El joven, inmerso en un delirio, visualizó su cuerpo y su alma en una habitación sin ventanas, pero bien iluminadas; sin ningún elemento que no fuese una camilla sobre la que estaba acostado, pero era bastante acogedora. Por la puerta entró una persona, de complexión media. Esta alma iba vestida de manera sobria: traje color café, un abrigo de larga levita con capucha, y un velo que cubría el rostro. No había manera de saber cuál era su sexo. Suavemente, sacó de sus bolsillos unos utensilios, y comenzó a tratar las heridas de Yedder, aunque no todas. Curó las magulladuras de la cara, del cuello, el vientre con un potingue verde, que escocía como un ramo de ortigas restregadas. Prosiguió 141
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con las heridas del pecho. Pero solo cubrió el corte del pecho izquierdo con una pomada púrpura. Hecho esto recogió sus botes. —También tengo heridas en la cabeza. Cúramelas, por favor, son insufribles. ¡No puedo aguantar más este dolor! —suplicó débilmente Yedder. —Con esas heridas puedes vivir. Es más, debes aprender a vivir con esas heridas. Es tu deber, pero también tu derecho -sentenció esta persona con una voz que le resultó tan extraña a Yedder que le fue imposible sexar a este personaje—. Tus entrañas están sosas. No debes acompañarme al otro lado de la puerta. Tras esta extraña proclama, Yedder despertó tirado en la sala de los espejos. De nuevo se sentía confundido, pero de esa confusión nacía un impulso de levantarse y llegar a la sala del escenario. De repente empezó a sangrar la nuca de Yedder tan suavemente que no se dio cuenta. Siguiendo este presentimiento, abrió las puertas del salón y, tras esquivar un ejército de butacas vacías, ocupó el inmenso tablado y se colocó en el centro, como si estuviera recitando una obra a las inhabitadas sillas, a los inertes muros y los molestos focos. Yedder cogió el bote de sal y el cuchillo, pero de manera impulsiva. Seguía sin saber lo que estaba haciendo, pero lo hacía y se dejaba llevar. Por cada segundo que pasaba, el caudal de la herida de la nuca aumentaba considerablemente. Abrió el bote con el cuchillo y este fue arrojado fuera del escenario. Calmadamente, empezó a aplicarse la sal por las heridas como lo había hecho la extraña figura: cuello, cara y vientre. De repente, se quedó inmóvil, reflexionando si era buena idea curar de aquella manera tan rudimentaria sus heridas. Su pecho comenzó a arder y, sin pensarlo dos veces, se echó toda la sal 142
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que le quedaba en aquella sutura. Ya en ese momento, su cabeza parecía las cataratas del Iguazú, pero en rojo. Extrañamente, no le dolía a Yedder su chorreante cabeza. Yedder, inmerso en su dolor pectoral, se retorcía en el suelo como el cuerpo de una serpiente sin cabeza, sin dejar de sangrar. Repentinamente, cesaron sus dolores y sangrados de manera abrupta. Yedder, sin todavía saber lo que hacía, se levantó y empezó a hablar en el escenario. No sabía lo que hacía, pero lo que sí sabía era que por fin se encontraba conforme con su ser. Hablaba sobre nada en especial, pero estaba conforme con lo que decía. Estuvo parloteando sin parar sobre el tablado teñido en purpura hasta llegado el alba. Una pulsión le obligó a salir de nuevo al centro de la plaza, donde se tumbó como él estaba el día anterior. Pero ahora estaba en un estado mezcla de serenidad y trance. El sol empujó a la luna a su cueva y se alzó en los cielos, lo que provocó la llamada de la marea de las gentes. Estas seguían ignorando a Yedder. Análogamente, Yedder le devolvió la pelota y el desconocimiento. Yedder volvió a estar en el mismo lugar de antes. Lo que cambió fue Yedder, ahora Yedder era distinto, pero era el real Yedder. Y no se volvió a mover de ahí. Sigue en su plaza acostado e ignorado, pero en verdadera y tranquila magnitud humana.
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UN VERANO SIN FIN, por María Dolores Pérez López 1º Bachillerato BH
Era una tarde de verano, en el norte de California, dónde los conocí. Eran dos chicas morenas y tres chicos, uno de ellos muy guapo, la verdad, no los había visto nunca, pues yo no era de allí, sino de un pueblo muy pequeñito del sur de España. Estaba en el lago, al lado de la casa de mi padre, pues mi madre y él están separados desde hace unos años. Esos cinco chicos se me acercaron, parecían muy simpáticos, pues me invitaron a una fiesta en la playa esa misma noche. Esa noche, me hice muy amiga de esos chicos, no me separé de ellos en todo el verano. Se llamaban Daniela, Verónica, Joan, Miguel y Fran. Se habían convertido en mis mejores amigos, ese mes de julio que pasé con ellos no se me olvidará en la vida, hicimos muchísimas cosas, como ir a la playa a diario, de vez en cuando íbamos a escalar, pues Joan vivía al lado de la montaña, íbamos a fiestas y conocíamos a más gente… Una noche de aquel verano, Fran y yo fuimos a la playa, los demás tenían cena con sus familias. Desde que lo vi me gustó mucho, más que como un amigo, y esa noche vi la oportunidad de confesárselo antes de volver a España.
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No sabía cómo hacerlo, pues sentía miedo a su rechazo, él me veía como a una simple amiga y yo siempre lo había visto como algo más. Decidí lanzarme al vacío, suena dramático, sí, pero para mí fue peor que eso, nunca me había enamorado de esa manera. Le dije que desde que lo vi en aquel lago, me enamoré de él, fue un amor a primera vista. Yo ya sabía lo que me iba a responder en ese momento, no tenía esperanzas de tener otro tipo de relación con él que no fuera amistad. Pero, de repente, me miró a los ojos, y me dijo que él también se fijó en mí aquel día, y que estaba tan enamorado de mí como yo de él. No me lo podía creer, en ese momento me sentía como en una nube, pero, al pensarlo bien, me quedaban solamente unos cuantos días para irme a España. Estaba feliz, a la vez que triste, era un cúmulo de sensaciones que estaban dentro de mí y no podría expresar con palabras. Pasé con él los días más felices e intensos de mi vida, me hacía tan feliz… Llegó el momento de despedirme de todos ellos, me dolía solo de pensarlo, pero el verano nunca es para siempre y todo se acaba antes o después. Me despedí de ellos de la mejor manera que sabíamos nosotros, con una gran fiesta en la playa, les dije todo lo que les quería y lo que habían marcado mi vida, y lo que les iba a echar de menos a todos, en especial a Fran. Siete horas después…, llegué a España, con la sensación de que me había separado de algo muy importante para mí. Volví con mi madre, con mis amigos de siempre y todo volvió a la normalidad… como todo final de verano. 145
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EL SUEÑO DE ALINA, por María Esperanza Gea Martínez 1º Bachillerato BH
Me contaron una vez que había un lugar en Rumanía que fue muy conocido gracias a una joven que consiguió hacer realidad su sueño. Se trataba de una niña de origen humilde, que vivía en un barrio marginal con su madre, sus abuelos y sus 12 hermanos. No dedicaba su tiempo a ir a la escuela o a jugar con los amigos, ya que pasaba el tiempo ayudando a su madre a cuidar de sus hermanos pequeños. Lo que más le apasionaba era jugar al fútbol y, cuando su madre le daba permiso, salía al bosque que estaba al lado de su casa para divertirse. Su forma de jugar era algo peculiar, ya que jugaba descalza y con una botella de plástico que había conseguido en el vertedero. En su barrio había un equipo de fútbol muy famoso, pero ella nunca había conseguido entrar porque era una chica y eso no estaba bien visto. Una mañana, después de ayudar a su madre, salió a jugar y se encontró con dos chicos que estaban jugando con un balón. Se sorprendió porque nunca había tenido la oportunidad de jugar con uno, pero los chicos, cuando les pregunto sí podía jugar con ellos, se rieron de ella. Los niños recogieron la pelota del suelo, siguieron riéndose y se alejaron de ella, la niña se
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fue llorando a su casa y decidió que esa sería la última vez que jugaría al fútbol. Estaba tan triste que se quedó dormida encima de la cama entre lágrimas. De repente, una luz iluminó la habitación. La niña se asustó porque vio entrar a alguien muy grande por la puerta que le dijo que no podía dejar de perseguir su sueño. El fantasma se llevó a la niña y, en un abrir y cerrar de ojos, la niña se encontraba en un lugar maravilloso. Una casa enorme estaba frente a ella y numerosos jardines de hermosas flores a su alrededor: todo esto era su futuro. El fantasma le dijo que si luchaba por lo que quería podría ser famosa haciendo lo que más le gusta, jugar al futbol, y así podrás ayudar y sacar adelante a tu familia y no pasarán más necesidades. De pronto, apareció un destello de luz blanca y la niña despertó de nuevo en su cama, pero ya no había nadie con ella. Comenzó a preguntarse lo que había querido decir aquel fantasma. Al mismo tiempo, la niña estaba muy contenta y segura de sí misma y sentía que era capaz de enfrentarse a cualquier cosa, hasta a los niños del bosque que tanto se metían con ella. A la mañana siguiente, al despertar, la niña cogió su mochila y, sin ni siquiera desayunar, salió a toda la velocidad que le daban sus pequeñas piernas, y caminó hacia el bosque. Allí estaban los niños con su reluciente balón, la niña les propuso jugar un partido y si ganaba se quedaba con su balón. Los niños, al ver las pocas oportunidades que tenía la niña de ganar, aceptaron sin ningún miedo. Y así fue, comenzaron el partido y la niña les ganó con una ventajosa puntuación. Los niños no tuvieron otro remedio que darle el balón, a pesar de sus súplicas. 147
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Al anochecer volvió a su casa y se acostó agotada a dormir. Otro ruido acompañado de una luminosidad, esta vez algo más tenue que la anterior, la despertó. Este fantasma ni siquiera habló, cosa que incomodaba a la niña. Como sucedió la noche anterior, la niña apareció de repente en otro lugar. Esta vez era un lugar oscuro y sucio, donde la gente iba vestida con ropa vieja. De repente se vio a ella misma caminando con esas ropas, deambulando por la calle, pidiendo limosna y algo para comer a los niños del bosque, vestidos con una elegante vestimenta. Los hombres no le hicieron ningún caso y pasaron por delante de ella como si nada. La niña lloraba y lloraba… La niña volvió a aparecer en su cama, donde a su lado estaba sentado este extraño fantasma. La niña seguía llorando sin parar…, diciéndose a sí misma que ella no quería acabar así. De pronto, se escuchó una voz fuerte y poderosa: —Si tú quieres puedes cambiar tu futuro… No debes ser así con la gente, como fuiste con los niños del bosque. Debes perseguir tus sueños, pero sin pasar por encima de los demás. —Tienes razón, tengo que luchar por mi sueño. Toda la gente que me quiere me ayudará a conseguirlo —dijo la niña secándose sus lágrimas. Tal como predijo la niña, así fue, con mucho esfuerzo y dejándose aconsejar por los demás consiguió entrar al equipo de fútbol, con la suerte de que en uno de los partidos acudió un ojeador de fútbol y contrató a la niña para un equipo muy famoso. Vivió feliz haciendo lo que más quería, pudo sacar adelante a su familia y sobre todo consiguió alcanzar su meta de ser una gran futbolista famosa y ser reconocida por todo el mundo. 148
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Los sueños son sumamente importantes, ya que nada se consigue sin que antes haya sido soñado.
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EL INMORTAL, por Daniel Aguilar Pérez 3º ESO B
Era un sábado cualquiera, Ramón fue a la casa de su amigo Luis a jugar a videojuegos, como de costumbre. Decidieron ir a comprar chuches para que les diera un poco el aire. Ramón vio un estuche y dentro encontró una espada de color verde bastante grande. Al día siguiente Luis y Ramón volvieron a quedar, pero al salir a la calle unos adultos se les acercaron y les dijeron: —¡Si no devolvéis la espada habrá grandes consecuencias! Ellos, corriendo, fueron a casa de Ramón y empezaron a investigar por qué esos hombres querían la espada. Pero no encontraron nada. Cuando Luis iba de vuelta a su casa un hombre mayor se acercó a él y le dijo: —Tengo la respuesta a vuestras preguntas. Nos vemos en el parque mañana a las 7. Cuando Luis llegó a su casa llamó a Ramón para contarle lo ocurrido y decidieron ir juntos. A las 6:30 ellos estaban allí esperando a aquel hombre. Cuando él vino les contó esta historia: —Esa espada pertenece al elegido, solo él podrá matar al último inmortal. Luis preguntó: 150
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—¿Qué inmortal? El hombre respondió: —Hace cientos de años, un hombre llamado Jacob creó una espada, un anillo y una camisa. La camisa hace inmortal al elegido, el anillo indica quién es el inmoral con tan solo tocarlo, y la espada es la única arma que lo puede matar. Entonces Ramón preguntó: —¿Y cómo sabemos quién es el elegido? El hombre respondió: —Cuando el anillo toque al elegido, este se pondrá de color azul. Entonces los chicos preguntaron: —¿Y cómo encontramos el anillo y la camiseta? Él dijo: —Eso ya es cosa vuestra. Los chicos se fueron a buscar más información. Los muchachos buscaron en los museos. Cuando ya estaban casi todos los museos revisados y las esperanzas por los suelos, encontraron un anillo en un museo del mismo color que la espada. Idearon el plan y lo pusieron en marcha. Para ello llamaron a un amigo, distraería a todos los guardas subiendo al balcón y diciendo que no tenía ganas de seguir viviendo mientras que Luis cogía el anillo y Ramón vigilaba. Solo les faltaba la camisa, el elegido y encontrar al inmortal. Una semana después el mismo hombre les dio las felicitaciones por lo del anillo y les dijo que la camisa la tenía un cazatesoros que vivía al norte de la ciudad. Este les acompaño para pedirle amablemente si le podía dar la camiseta. Obviamente este les dijo que no y tuvieron que sacarla a la fuerza. El mismo amigo llegó a la casa de ese 151
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anciano lo sedó, entraron a por la camiseta y se fueron corriendo. Quedaba encontrar al elegido y encontrar al inmortal. Entonces Ramón cogió el anillo y se iluminó de color azul. Encontrar al inmortal era lo más difícil porque nadie sabía quién era. Al día siguiente Ramón observó a unos narcotraficantes en un tiroteo y vio que a uno de ellos no le afectaban las balas, entonces supuso que ese era el inmortal, así que se quedó con su cara y lo persiguió hasta que pudo saber su nombre, llamó a su amigo Luis para que lo investigara y saber dónde vivía y dónde trabajaba. Él se puso la camiseta y escondió el anillo y la espada en una mochila negra y fue a por el inmortal a la empresa donde trabajaba y le clavó la espada en la espalda y el mundo quedó libre de gente que no podía morir.
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TITANES, por Lope Javier López García 1º Bachillerato BH
Hace miles de años los titanes asediaron la tierra devorando así a más de la mitad de la población, para resistir se construyeron tres muros, cada cual más alto que el anterior. De los titanes no se sabe nada, solo que tienen aspecto humano con deformaciones, miden alrededor de 3 e incluso 10 metros y son inmortales, las armas de fuego no les hacen nada, tras sufrir daños se regeneran automáticamente, pero tenían un punto vital situado en la nuca que, tras ser cortada, morían y no se regeneraban. Serán David, Paco y Ana los predestinados a librar a la humanidad de los titanes. David era, sin duda alguna, el más predispuesto aunque no tuviese el talento, Paco era el más inteligente, pero también el más acobardado; y Ana era seria pero tenía el talento. La humanidad vivía libremente dentro de los muros María, Rosae y Sila (en orden). Los muros María abarcaban simplemente a una población ganadera y agricultora, las personas con más poder estaban dentro de los muro Rosae y el rey y parte de la población más privilegiada vivía dentro de los muros Sila. Hasta el momento vivían en paz, aunque sin descubrir el mundo exterior, el sueño de David y Paco, pero un día un titán colosal destruyó las 153
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puertas del muro María, permitiendo entrar a los titanes. Los titanes devoraron a un montón de población y, por desgracia, una gran piedra cayó sobre la casa de David, dejando a su madre atrapada sin poder moverse. La gente estaba siendo evacuada mientras que David y Ana intentaban rescatar a su madre, tristemente un titán la devoraría delante de los ojos de David y Ana mientras eran evacuados a los brazos de un soldado amigo de su madre. Las personas fueron evacuadas dentro de los muros Rosae, donde no habría comida para todos y el hambre, la preocupación y desesperación harían que en un intento de recuperar el muro María, los soldados utilizaran a la población proveniente de los muros María como cebo, muriendo así un tercio de la población. Este acto era necesario pero fue cruel. David, Paco y Ana se inscribieron en la instrucción militar, en el cuerpo militar había tres tipos de ramas que podías elegir: el cuerpo de exploración, la policía militar y el cuerpo de salvamento. Las diez mejores notas podían elegir ir a la policía militar, que defendía al rey, por lo que era la más segura; el cuerpo de exploración se aventuraba más allá de los muros y, por lo tanto, era las más peligrosa y la menos elegida. Tras la instrucción militar, David, Paco y Ana se matricularon e incluso estaban dentro de los diez mejores: Paco fue sexto; Ana, primera; y David, octavo. Tras esas notas, los tres eligieron el cuerpo de exploración, ya que querían sacar la máxima información sobre los titanes, los cuales mataron a su madre. Dos años después de la tragedia del muro María se inició su reconquista, la cual finalizó con un éxito inesperado. Tras esto, el cuerpo de investigación, con Paco, Ana y David, obtuvo 154
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muchas más victorias ante los titanes, y descubrieron en una ciudad abandonada un secreto que acabaría por siempre con los titanes: tenían un patriarca, un jefe que, si muere, morirían todos los titanes. Tras varios meses investigando dieron con la clave del paradero del patriarca y, en una misión donde murieron muchos soldados, por fin se acabó con el patriarca y los titanes, dejando a la humanidad libre de volver a prosperar sin más muertes por los titanes, gracias a David, Paco y Ana.
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BALCONING DE MUERTE, por Juan Pedro Gea Muñoz 1º Bachillerato BH
19 de octubre de 2003 Querida libreta en la que escribo mis amores: Te escribo porque acabo de llegar del instituto y creo que me he enamorado, sí, enamorado, esta sensación extraña que dice la gente que existe. Las personas lo explican como si tuvieras un cosquilleo en la barriga y ocurre cuando te gusta una chica. Pero yo no creo en el amor. No pienso que eso exista, existen los flechazos, sí, la gente se pone cachonda. Debido a ello corrijo lo anteriormente dicho, acabo de tener un flechazo por una chica del instituto. Yo voy al tercer curso, ella es del quinto. Se llama Samanta. ¡Ah! Por cierto, yo me llamo Roberto. Justo al salir de clase de Geografía la he visto con otro chico, no estaban haciendo nada pero, no sé por qué, me he puesto muy celoso. A mi profesor de Geografía le van a operar. En las clases de guardia te seguiré escribiendo.
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Viernes 26 de octubre de 2003 Querida libreta: ¡Tengo una cita! El jueves me cruzo con Samanta por el pasillo, me acerco a ella y le digo que me encantaría conocerla. A lo que ella me responde: “Si te apetece podríamos quedar mañana por la noche aquí en el instituto. Justo detrás de la pista de fútbol hay un agujero por el que podemos entrar. Te llevaré a un sitio que te encantará”. “¡Perfecto! A las diez en la puerta de atrás”, le contesto yo. Después nos despedimos y cada uno nos fuimos a nuestra clase. La he visto como desilusionada, creo que no le apetece quedar conmigo. Pero no estoy seguro. Habrá que verlo. Son las nueve, ya he cenado y me he duchado. Voy a ponerme guapo y me voy para el instituto. 27 de octubre de 2003 Querida libreta: Ayer llegué al instituto sobre las diez y quince minutos. Samanta ya estaba allí. Entramos por el agujero y vamos hacia el pabellón en el que dan clase los de sexto curso. Pruebo a abrir la puerta pero estaba cerrada. Samanta se acercó a unos pinos y sacó una llave que estaba enterrada. Me quedo sorprendido porque era la llave del pabellón, subimos unas escaleras y salimos por una ventana que daba a un balcón precioso, pero algo pequeño. 157
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Me dijo: “Siéntate donde puedas”. Me senté en la barandilla y comenzamos a hablar sobre si habíamos tenido novio y sobre cómo nos iban los cursos... “El balcón está algo alto”, le digo. Ella de repente me besa y, justo al parar, hace el amago de empujarme. Empezamos a reír los dos. Pero la verdad es que yo pasé miedo. A mí la cita me encantó. Desearía quedar otra vez. Se nos hizo muy tarde, eran las dos y media de la noche. Cuando ya estábamos bajando las escaleras para irnos me dice: “¿Te gustaría quedar mañana otra vez?”. Yo le respondo: “¡Claro! ¿A la misma hora y en el mismo sitio?”. “Vale, ¡y ten cuidado no vaya a ser que te caigas por el balcón!”, me dijo entre risas y alejándose. 29 de octubre de 2003 Querida libreta: Ayer se repitió la misma historia que el viernes, todo fue igual hasta que llegamos al balcón. Pero una vez que estoy sentado en la barandilla, lo primero que me dijo fue: “Te quiero”. Y me volvió a besar, yo le abrazaba y estuvimos así un buen rato. Me habló de que nunca había conocido a alguien como yo, que quería ir en serio conmigo y todo el rollo que se dice cuando te lías con alguien. Y para despedirse otra vez hizo el amago de volver a tirarme. Hemos vuelto a quedar mañana, me ha dicho que no quiere esperar. ¡Esto avanza a pasos agigantados!
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7 de noviembre de 2003 Querida libreta: Esa noche pasó algo extraño, en vez de subir al balcón, nos quedamos sentados en las escaleras. Me estuvo contando que tiene una amiga que me conoce y le dijo que no pegaba para ella, porque normalmente las chicas suelen ser novias de chicos mayores, no al revés. Pero a mí me daba igual. Subimos al balcón, me besó, y desde ahí no recuerdo nada más. He estado en el hospital en coma estos días, el médico dice que un profesor me encontró en el suelo, debajo del balcón y me trajo aquí. Me acaban de decir que me quedan ocho horas de vida. Vaya donde vaya, aprenderé que si vas muy rápido te estrellas.
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UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE, por Miguel Espín Martínez 1º Bachillerato BH
Era un 22 de junio de 2018, la Liga estaba a punto de terminar y el FC Barcelona y el Sevilla FC llegaron a la última jornada empatados a puntos. Por casualidad, el último partido de liga para ambos era en contra, en el Camp Nou, y quien ganara ese partido se alzaría con el título de la Liga y podría disputar la próxima temporada la Supercopa de España. Mis amigos y yo somos todos del FC Barcelona y estábamos esperando un partido importante para poder ir todos juntos y disfrutar, ya llevábamos un tiempo ahorrando porque sabíamos que para un partido de este nivel no saldrían nada baratas las entradas. Llegó el día, nos pusimos todos en pie a las 6 de la madrugada, nos preparamos las mochilas y nos pusimos rumbo a Barcelona, nos esperaban unas 8 horas de viaje llenas de ilusión y ganas. Tras las horas de viaje, ya estábamos en Barcelona, eran las 14:00, pero el partido comenzaba a las 18:00 de la tarde, pero habíamos decidido ir al campo una hora y media antes del comienzo al campo. Fuimos a comer a un bar que había en la plaza principal de Barcelona, en los alrededores del campo, haciendo espera para ir al estadio. 160
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Ya eran las 15:00 y estábamos en la terraza del bar, ya que ya habíamos terminado de comer, y de repente vinieron un grupo de hinchas del Sevilla FC y se pusieron a hacer los vándalos por la plaza, y vinieron dos de ellos y nos dijeron: —¿Tenéis algún problema con nosotros o qué? Y un amigo mío les dijo: —No, nosotros no queremos problemas, venimos a ver el fútbol y ya está. Nosotros lo pasamos muy mal, teníamos miedo, ya que ese tipo de personas son muy peligrosas y no tienen cabeza, por eso decidimos irnos inmediatamente para el Camp Nou. El partido iba a comenzar ya y ya nos habíamos relajado y estábamos todos más que ilusionados. El partido dentro del estadio transcurrió con mucha calma y, por suerte para nosotros, el FC Barcelona ganó el partido y se alzó con el título de Liga. Todo el estadio y los aficionados blaugranas lo celebraron al máximo con los jugadores y todo el cuerpo técnico y los capitanes dedicaron unas palabras a todo el estadio. Acabada la celebración, salimos de allí, cogimos el transporte y pusimos rumbo a Murcia. Fue una experiencia rodeada de amigos y que no se olvidará jamás.
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SOLO UN POCO COMPLICADO, por Carmen Lucía López Fernández 3º ESO B
Yo tenía 14 y él tenía 17, un poco mayor, lo reconozco, pero, como suelen decir, la edad no importa, o eso dicen. Por cierto, soy Cristal pero mis amigas me llaman Cris, soy de Hawái y ahora mismo estoy terminando 2º de ESO, no soy de las más populares del instituto, la verdad, estudio cuando tengo que estudiar y salgo cuando tengo que salir, mis padres están separados y paso dos semanas más o menos en cada casa, pero me gusta pasar más tiempo con mi padre, ya que no me controla tanto como mi madre y, bueno, el otro del que os he hablado al principio se llama Lucas, es bastante más popular que yo y tiene a muchas chicas a su alrededor, ya que es el mejor jugador de fútbol de su equipo y tiene la mejor moto de la isla y, aparte, como suelen hacer los de esa edad, fuma, y fuma mucho. Yo al principio ni siquiera lo conocía, sabía quién era por lo que decían de él y porque lo seguía en las redes. Nos conocimos en verano, yo estaba acabando 2º y él estaba repitiendo por segunda vez, fue todo como una historia imposible en la que nadie creía, y menos nuestros padre, ya que yo solo tenía 14 años y aún era una cría para relaciones, y más yo, que no tenía mucho éxito con los zagales, pero empecemos por el principio.
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Era el último día del curso y todos estábamos ansiosos por salir a vivir el verano que tanto nos encanta, los exámenes habían acabado y nos quedaba un verano inolvidable para todos y, sobre todo, para mí. Estábamos a última hora en la clase del peor maestro del instituto, que hasta le pusieron un mote, “el cara caballo”, no sé quién se lo inventó, pero fue un genio. Celia, Lucía y yo nos estábamos pasando una nota en la que nos contábamos algunos cotilleos y nos preguntábamos lo que íbamos a hacer durante el verano. Yo iría cuatro semanas, como todos los años, a ayudar al campamento de verano a la parte sur de la isla y lo demás me lo tiraría en la calle; Celia este año se iría unas semanas a Nueva York a visitar a su novio, bueno, si se puede llamar así, ya que solo se ven una o dos veces cada tres meses y cuando venga se irá de viaje por España, o sea, que este año no le íbamos a ver casi el pelo, pero menos mal que aún quedaba Lucía, que era la que siempre me acompañaba a ayudar al campamento. Este año, según nos ha dicho por la nota, tenía que ayudar también a su padre con la tienda y solo podría venir una semana a ayudar al campamento y luego tendría todo el verano para salir conmigo y hacer todo lo que hemos hablado durante el invierno (salir de fiesta algunos los sábados, ver pelis, ir a la playa…), pero esas cuatro semanas tendría que aburrirme sola en el campamento y aguantar al pesado de mi hermano Carlos hablar de sus tonterías. Nada más tocar el timbre se formó un pelotón a la salida del instituto, pero menos mal que mis amigas y yo conocíamos una salida más rápida, nos dirigimos rápidamente a ella y justo cuando iba a abrir la puerta noté una mano que la empujaba también, miré hacia adelante y era un chico mucho más alto que yo y al que no pude ver bien 163
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porque al abrir la puerta tropecé y me caí de morros. Cuando estaba en el suelo, el mismo chico, al que aún no había reconocido, iba a pasar y sin querer le puse la zancadilla, se cayó encima de mí y nos quedemos a dos centímetros de darnos un beso. Fue ahí cuando lo reconocí, era ni más ni menos que el chico a quien menos me podría esperar: Lucas. Sin pensarlo se apartó de mí y recuerdo perfectamente las palaras que me dijo: “Podrías tener más cuidado, niñata”. Nada más decir eso se marchó sin mirar atrás y yo me quedé ahí en el suelo, fue ahí cuando mis amigas que lo habían visto todo en primera persona empezaron a descojonarse y yo al verlas también. Después de eso nos fuimos a dar una vuelta por la playa y a planear lo que haríamos mañana, pero, al parecer, estaría sola. Celia se va y Lucia tiene que empezar a trabajar en la tienda de su padre. Al día siguiente me desperté a las 1:30 del mediodía y estaba sola, no estaban ni mi padre ni mi hermano, pues esa semana me tocaba con mi padre, los llamé pero no me contestaron, y fue ahí cuando recordé que se habían ido a la playa a pasar el día, no sabía qué hacer ni de comer ni de nada, estaba sola, mis amigas no estaban y mi familia tampoco, por lo que solo estábamos el sofá y yo. Me pase el día entero comiendo pizzas y acostada en el sofá hasta que recordé que al día siguiente me tenía que ir al campamento, así que me puse a las 11 de la noche a prepararme la maleta y cuando terminé me acosté. Cuando me levanté a las nueve y media mi padre me dio bastante prisa para vestirme y hacer las cosas, ya que teníamos que estar a las diez y media en el campamento y de viaje son unos 45 minutos más o menos.
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Llegué al sitio donde había pasado los mejores momentos de todos los veranos y al oler la brisa del mar eché de menos a Lucía, ya que esto solíamos hacerlo desde bien pequeñas y era una tradición nuestra pero este año me tocaría hacerlo sola. Me bajé del coche y fui a saludar a mis abuelos, que me indicaron dónde estaba mi cabaña y que podía ir ya a dejar las maletas, pero al llegar la encontré abierta y en una de las habitaciones había maletas. Fui a mirar y, bueno, fue un momento muy muy incómodo, ya que al abrir la puerta encontré a Lucas con una toalla recién salido de la ducha, se quedó sin decir nada por lo que hablé yo y le dije que esa era mi habitación y que tenía que salir de ahí, Lucas se rio y salió sin decir nada más. A la hora de cenar les pregunté a mis abuelos que por qué había otro chico en la cabaña si esa era solo de Lucía y mía, a lo que respondieron que no tenían más remedio, ya que el campamento estaba lleno, es decir, que tendría que convivir con el chulo las terribles cuatro semanas. Era la hora de irse a dormir para los campistas y yo ayudaba a recoger el comedor después de la cena y, como no coincidí con él, en ese momento le odiaba, era un chulo prepotente al que no soporta y no sé por qué se acercó y me pidió disculpas por lo de la cabaña. Le recogí las disculpas y me fui, no era la idea que tenía de él o al menos no la que vi en el instituto, pero esta me gustaba más. No volvimos a coincidir más en esa noche. Al día siguiente fue mi hermano el que me despertó para empezar a ayudar a mis abuelos con las actividades y esas cosas. Salía del baño cuando, para mi sorpresa, estaba él haciendo pesas y muy sudado. Sin decirle nada me fui y ese día iba con una ropa un poco corta, ya que me venía más bien pequeña, y al salir de la cabaña me silbó, y cuando me di la vuelta 165
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estaba riéndose, por lo que, sin pensar, le dije una palabrota de la que ni me acuerdo y me fui. Intentaba esquivarlo, no quería volver a cruzármelo ni habar con él, no lo soportaba, pero me era un poco imposible porque, que digamos, el campamento no era precisamente enorme, por lo que algunas veces lo veía de lejos y lo miraba: no lo niego, estaba buenísimo. Estábamos en el mar con los críos más pequeños y, tumbada yo en la arena, se me acercó un zagal que vivía cerca de la playa, empezó a hablarme y yo, como una gilipollas, le seguí le rollo y empezó a acercarse más y más hasta que en un momento me besó, yo no lo conocía de nada y no era mi primer beso, creo que el segundo, y como si lo conociese de toda la vida seguí y empezó a tocarme el culo y esas cosas, fue ahí cuando le aparté y le dije que se marchara, pero no quería y seguía y seguía y yo intentaba apartarlo pero no podía, era demasiado fuerte y fue entonces cuando, de un empujón, Lucas le tumbó en la arena y le dijo que se marchara si no quería problemas. El zagal, al ver que era demasiado mayor, se marchó corriendo y yo me quedé alucinada, me cogió del brazo y me llevó hacia el autobús y empezó a renegarme porque me podía haber pasado algo, por lo que le di las gracias y me quedé hablando con él. El viaje de vuelta al campamento, aunque no me lo creyera, estábamos bien, me reía y era muy amable, por lo que le pedí que no dijera nada, y no hubo ningún problema, ya no era ese chico chulo y engreído que yo creía. Los días siguientes seguíamos hablando y contándonos cosas y, aunque no lo creía, me estaba empezando a gustar, y mucho, y no podía parar de hablar con él, nos lo pasábamos tan bien juntos que me divertía. Un día estábamos de 166
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noche en la piscina sentados al lado y me resbalé y me caí encima de él, nos quedemos mirándonos y me besó, fue el mejor beso de mi vida, se notaba que era mayor porque besaba superbién, no lo pensé y le seguí el rollo. Cuando terminamos de besarnos me dijo que si esto cambiaba algo, y estuvimos hablando un rato sobre lo que íbamos a hacer, aunque entre medias me daba más y más besos. Los días siguientes no nos separábamos, estamos todo el rato juntos y estaba empezando a quererle de verdad, no sabía cómo afrontando, por lo que solo me dejaba llevar y eran los mejores días de mi vida, pero todo llega a su fin y de las cuatro semanas solo me quedaban dos días. No sabíamos qué íbamos a hacer, nos queríamos de verdad, pero qué pasaría cuando volviéramos a casa, por lo que decidimos intentarlo. Cuando volvimos a casa ya no nos veíamos tanto y mis padres sospechaban que me veía con alguien y me tenían más controlada. Ya nada era lo mismo, mis amigas habían vuelto y pasaba mucho tiempo con ellas, él con sus amigos tenía otros aires, salía más y era más mayor, nos queríamos, era todo demasiado diferente, todo, por lo que un día quedamos y decidimos dejarlo, fue lo más duro que había hecho hasta ese momento, en realidad fue duro para los dos pero era lo mejor. Días después me arrepentí, pero era demasiado tarde y ya no podía hacer nada. A veces, cuando lo veía, recordaba todo lo que habíamos pasado ese verano, pero recordaba que lo mejor era que yo aún tenía una vida por delante y que vendrían más y sabía que lo que pasamos los dos juntos ese verano no se nos olvidaría jamás.
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AL-HADDID, por Juan Pedro López Espín 3º ESO B
Hola, me llamo Al-Haddid, tengo 26 años y esta es mi historia. Nací un 29 de enero de 2052 en una ciudad que se llama Andrómeda, esta ciudad está muy corrompida por el mal que había por las calles, donde los ricos mandaban, el gobierno aceptaba cualquier soborno. Mi madre se llamaba Fatema y mi padre se llamaba Hamid, los dos se machacaban trabajando, no ganaban para comer dos semanas. Yo tenía solo 7 años cuando tuve que trabajar como siervo en una familia de ricos. Me trataban como si no fuera un humano como lo soy, su hija mayor era la única que me ayudaba en las tareas del hogar, se llamaba Ada, era hermosa e inalcanzable para mí y para los de mi clase: ella era de la clase rica y yo era de la clase humilde. Unos rizos rubios que tenía su cabello… Bueno, sigamos con la historia, que esto aún no es importante. Mi padre tuvo que ir a la guerra cuando yo tenía 8 años. Meses después le llegó a mi madre una noticia con la que ella se rompió por dentro. Yo llegaba feliz de mi trabajo como siervo porque Ada me había dicho guapo. Cuando llegué a mi casa mi madre me dijo una cosa que me destrozó por dentro: a mi padre lo había matado un aliado suyo mientras descansaban, lo apuñaló en corazón, 168
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dijeron que buscarían quién había sido, pero fue mentira al asesino de mi padre no lo encontraron. Pasó un año del acontecimiento de mi padre y seguían sin encontrar al asesino. La guerra terminó, pero no por mucho tiempo. Yo ya era un trabajador más de esa ciudad y otro siervo más del mundo. En cuanto a mi trabajo seguí siendo siervo de ese mal nacido, que no era capaz de darme un cobijo o dinero por hacer la comida o hacer las camas de los señores, lo bueno era que su hija al menos sí me recompensaba con un poco de dinero, la verdad es que creo que le gustaba. Lo malo es que ella tenía tres años más que yo y sus padres no le dejaban salir con ningún chico. Los meses siguieron pasando y mi madre enfermó, yo puse todo el dinero que pude pero mi madre al final acabó falleciendo. Lo que me pasó fue increíble: con tan solo 10 años, sin padres me quedé. Decidieron mis señores llevarme a su casa a vivir, allí les agradecí el gesto, pero yo sabía que era solo por interés, porque si vivo allí trabajo más y no me pagan más de lo que deben, pero a mí me daría igual, ya que yo solo quería estar con su hija. La verdad es que todos salimos ganando. Los primeros días se mostró ella un poco distante, ella me encantaba y yo le encantaba a ella, qué podría salir mal. Yo no pensé que sus padres le dirían a ella que sabía más o menos lo que estaba pasando. Sus padres me pusieron tareas más complicadas, pero yo solo hacía todo eso por ella. Un día me la encontré llorando y le pregunté qué pasaba, y ella me dijo: —Nada, estoy bien, gracias por preocuparte —dijo ella. —De nada, si tienes algún problema solo dímelo, ¿vale? —dije yo.
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Y entonces me fui para mi habitación y me encontré con ella y me preguntó si esa noche podría dormir conmigo (no penséis mal). —Sí, claro ¿por qué no? —dije. —Vale, gracias —dijo ella. Ya era la hora de dormir y ella se fue de su habitación hacia la mía en silencio y estuvimos un buen rato hablando de sus padres. Ella también les tenía un poco de manía, ya que le pegaban, no la dejaban hacer nada y la verdad es que ella tenía razón, también la insultaban, la trataban como a una esclava. La verdad es que sus padres eran unos malnacidos. —Ada, ¿vamos a dormir ya? —Valeeeee. Durmieron y la verdad es que con el tiempo se fueron dando cuenta de que se gustaban los dos, cada día Ada se quedaba a dormir en la habitación de Al-Haddid y ahí se fueron fortaleciendo. Pasaron los años hasta que Al-Haddid tuvo ya la edad de 17 años y él y ella salieron ya juntos y eran felices hasta que sus padres se enteraron de todo eso y se pusieron furiosos, echaron a Al-Haddid de su casa y él no sabía ya qué hacer, su vida ya no tenía sentido y lo que hizo él fue alistarse en el ejército, ya que necesitaban jóvenes y entró. De pronto empezó la guerra y él estaba simulando que dormía y de pronto apareció un tío con una daga e iba a apuñalar a Al-Haddid y, como estaba simulando, lo vio y le quitó la daga y le apuñaló, Al-Haddid escondió el cuerpo. Pasaron los años y la guerra no terminaba, eso más 170
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que una guerra era un apocalipsis, la gente moría por todos lados y sorprendentemente él sobrevivió para encontrarse de nuevo con su amada. La guerra en 2076 terminó por completo y yo volví con mi amada. Tras ver que no estaba en casa grité y lloré, creía que la habían matado, pero de pronto me asomé a mi habitación y allí estaba y me dijo: —Sabía que volverías, por eso te esperé aquí donde pasaban las noches volando y sin darnos cuenta —dijo ella. —Gracias —dijo él. Y terminaron dándose besitos y esas cursiladas y ñoñerías, se casaron y tuvieron hijos y…. Hola, me llamo Al-Haddid, tengo 26 años y esta es mi historia.
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UN DÍA DE PLAYA, por Ana María Noguera Muñoz 1º Bachillerato BH
Esto pasó un día de verano de 2018, el día 26 de julio. Ese día es mi santo y le dije a mis amigas que si íbamos a la playa con los pensionistas del pueblo y me dijeron que sí. Cuando llegamos a La Manga, nos fuimos nosotras tres por otro sitio a la playa pero nos perdimos y en vez de ir al mar mayor fuimos al mar Menor, menos mal que por el camino unos ancianos nos ayudaron a llegar y para poder llegar nos tuvimos que colar en una urbanización pero llegamos perfectamente a la playa, tuvimos que andar mucho para llegar y encima llevábamos bolsas de comida y pesaban mucho. Cuando llegamos pusimos la sombrilla y dejamos las toallas y fuimos a bañarnos con unas amigas del pueblo que también habían venido con nosotras. Cerca de nosotras había unos zagales jugando a la pelota en el agua y yo quería jugar con ellos y me dijeron de jugar, nos lo pasamos muy bien con esos zagales y nos reímos un rato con ellos, eran de Cehegín pero nunca los habíamos conocido, aunque teníamos amigos en común. Ya era la hora de comer y una amiga mía se fue con las otras a comer a un restaurante y mi otra amiga se quedó conmigo a comer en la playa. Estuvimos hablando un rato
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después de comer y nos quedamos durmiendo porque estábamos muy cansadas de haber madrugado tanto. Cuando me desperté me quería comprar un granizado porque hacía demasiado calor y me apetecía y cuando fui a coger mi monedero no lo encontraba. Empecé a ponerme supernerviosa porque no solo llevaba dinero, también llevaba mi DNI y la llave de mi casa. Desperté a mi amiga diciéndole que no encontraba el monedero, que lo había buscado por todas las partes pero que no lo encontraba y que tenía que encontrarlo de alguna manera. Mi amiga me dijo que no me preocupara, que podía ser que mi otra amiga se hubiera llevado el monedero sin querer. Esperé muy preocupada a mi amiga y fui a bañarme un rato en la playa para poder relajarme, cuando me cansé de estar en el agua fui con mi amiga, que se había dormido otra vez. Llegué a donde estaba y vi mi monedero con todo lo que tenía antes de haberlo perdido y la desperté y le dije: “Mira, tengo el monedero y con todo dentro”, y me dijo que fue ella para gastarme una broma, me dieron muchas ganas de ahogarla en el agua. Las demás llegaron y estuvimos jugando a las cartas un rato y comiendo pipas. Unos zagales vinieron y dejaron sus toallas cerca de nosotras y nos dijeron que si podíamos vigilárselas y les dijimos que sí. Se dejaron unas raquetas de playa en sus toallas y les pedimos que si podíamos cogerlas, que queríamos jugar, y nos dijeron que sí. Cuando se iban nos invitaron a la urbanización en donde estaban y les dijimos que sí, pero que solo íbamos poco tiempo porque nos teníamos que ir. Nos acompañaron a su urbanización y fuimos a la piscina con ellos. Cuando miré dónde estábamos, era la urbanización en la que nos colamos
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cuando nos perdimos por la mañana. Íbamos tarde y tuvimos que irnos corriendo a la playa a recoger las cosas e irnos donde habíamos quedado en el autobús. Ese día creo que fue uno de los mejores en todo el verano, fue muy divertido y también salir del pueblo es bueno porque conoces gente, sitios y haces muchas locuras.
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CICATRICES, por Vanesa López Caballero 2º ESO E
Érase una vez una niña llamada Valeria, más conocida por Val. A aquella niña no le gustaba nada su vida porque siempre estaba pensando en el pasado y eso poco a poco la iba torturando y hacía que no se quisiera a sí misma. Val era una chica que no decía lo que pensaba u opinaba por miedo e inseguridades del pasado. Tenía dos amigas llamadas Lucía y María, con las cuales siempre se podía expresar, ya que ellas le hacían sentirse segura con ella misma a la hora de decir lo que pensaba, pero Val tenía un miedo que pocas personas sabían cuál era y ella lo pasaba muy mal porque ese miedo era el que le creaba la inseguridad y pensó en no decirlo. Conforme pasaba el tiempo, Valeria, como habitual mente, se encerraba en su habitación a escribir cómo se sentía cada día, pero un día pensó que escribir lo que le ocurría no servía de nada y quedó con sus amigas para contarles cómo se sentía para buscar solución. Al poco tiempo de que estuvieran juntas sentadas en un parque, Val de repente dijo: —No puedo más. Cuando dijo eso en voz alta, María y Lucía se alteraron al no saber qué pasaba y Val les contó que solo estaba pensando en el pasado, en cosas que se había callado, ya que 175
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Val, desde los cinco hasta los once años, siempre había estado sola tanto en lo familiar como en las amistades, y siempre se metían con su físico. Ella se odiaba cada vez más y más, no podía aguantar el sentimiento de que por ser más guapa o fea se le rechazase sin conocerla. Ella muchas veces pensaba que no quería existir, que quizás le hubiera gustado más ser invisible, ya que no le encontraba sentido a nada… Valeria se decidió a decirles a sus amigas que tenía miedo a ser cariñosa, a darlo todo por alguien que tan solo demuestra las cosas detrás de una pantalla, tenía miedo a decir te quiero, ya que ella decía que esas palabras muchas personas las dicen y muy pocos las sienten. También Val decidió decirles que tenía miedo a volver a quedarse sola y sentir el sentimiento de no tener a nadie al cual decirle simplemente cómo había pasado el día, o darlo todo por alguien y que con el tiempo esa persona se olvidara de ella. María y Lucía, al oír todo lo que decía Val, se quedaron sorprendidas y a los pocos minutos a María se le iba cayendo una lágrima porque María estaba pasando por lo mismo sin que Val ni Lucía lo supieran, pero sin embargo Lucía era una chica que aportaba felicidad y que, a pesar de todo, sonreía, y si se caía se levantaba sin mirar hacia atrás, solo le importaba el futuro, y ella siempre decía el pasado pisado, y Lucía, al ver que sus amigas estaban derrumbadas, les dio un abrazo y les dijo: “Disfrutad de los pequeños momentos”, y desde ese día tanto María como Valeria decidieron ser felices y olvidarse del pasado y disfrutar, y que aunque solo fueran tres amigas se querían como hermanas, y poco a poco con el tiempo María y Val supieron lo que es ser felices…
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Al tiempo Lucía les preguntó: “¿Para vosotras qué es la felicidad?”, y ellas le contestaron: “Simplemente tener a tu lado personas que te hagan sentir segura y, cómo no, disfrutar de los pequeños momentos, como cuando tienes tres años”. Desde ese día aprendieron a dar su opinión, a ser libres y felices y a quererse a sí mismas como nadie lo iba a hacer nunca.
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SER REAL, por María Isabel Puerta Caballero 1º Bachillerato BH
Érase una vez una chica llamada Julia que vive en un pueblo muy pequeño de Galicia, desde hace muy poco tiempo. Ella es una niña peculiar porque le gusta hacer cosas que a los demás jóvenes de hoy en día no les gusta. Nunca se ha mostrado tal y como es porque tiene miedo de que la gente deje de juntarse con ella, miedo a que le miren mal por cómo es, miedo porque le digan rara... Ella anteriormente vivía en otro pueblo donde no tenía amigos, no congeniaba con nadie y se sentía marginada socialmente, todo esto a sus padres les entristecía muchísimo y por esta razón decidieron mudarse a este pueblo, Ferrol. Llegó septiembre y esto significaba que el instituto iba a empezar. Julia estaba asustaba por todos los obstáculos que le iba a poner la vida en su camino este curso. Entró a clase y se sentó en la última fila en una mesa que había sola, la gente veía algo en ella que la hacía diferente y un grupo de amigos de chicos y chicas decidió acercarse a ella para conocer sus “rarezas”. Rubén, el más guapo del grupo, fue el primero en acercarse a Julia y le dijo: —Hola, soy Rubén, ¿quieres venirte esta tarde a tomar café con nosotros? Julia creía que se iban a reír de ella y prefirió no ir y puso una excusa de que tenía que ir a ver a su abuela. 178
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Cuando llegó a casa sus padres le preguntaron que cómo le había ido y si había conocido a alguien, y ella les contó lo que le había sucedido con Rubén. Cuando su padre se fue a trabajar, su madre, Maggie, se sentó a hablar con ella y le dijo que debería intentar salir con sus nuevos compañeros de clase e intentar relacionarse, pues podía ser que con ellos encontrase una complicidad que nunca antes habría encontrado y así tener una amistad. Ella lo pensó y lo reflexionó. Rubén nunca se cansaba de insistir y le volvió a decir a Julia si quería irse con ellos. Julia recordó las palabras que le había dicho su madre y le dijo que sí. Llego el momento y ella estaba muy nerviosa. No se mostró tal y como era por sus miedos de siempre, empezó a comerse la cabeza con sus paranoias y se fue porque empezó a estar incómoda. Llegó a su casa llorando y a su madre se le echó el mundo encima pensando en que su hija nunca iba a encontrar a nadie con quien juntarse. Maggie empezó a pensar opciones para que su hija encontrase amigos, se lo comentó a su padre y llegaron a la conclusión de llevar a Julia al psicólogo. Ella no quería ir porque pensaba que eso era para gente que tenía problemas y ella no veía que no mostrarse como es era un problema. Al final su madre la convenció y renegando fue. En una de las sesiones la psicóloga le dijo una frase: “Si no muestras tu realidad nunca, nunca vas a saber si hay más gente como tú en el mundo”. Le costó asimilarla, pero cuando la asimiló marcó un antes y un después en su vida. Después de dos meses Julia volvió a salir con ellos. Salió de una manera diferente sin prejuicios, sin miedos y sin pensar en nada, bueno, sí, solo en una cosa: mostrarse 179
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tal y como era. A todo el grupo de amigos les encantó cómo era, simpática, agradable, curiosa, también tenía algo más que ninguno sabía lo que era pero le hacía una persona muy especial. Rubén fue el que más se había fijado en ella desde el principio. Empezó a ver algo más en ella, ya no veía solo en ella una simple amistad sino creía que podrían ser algo más. Se lo propuso a Julia y ella le dijo que sí por apostar por ella desde el principio sin rendirse.
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UNA ABUELA LOCA, por Carmen Navarrete González 2º ESO E
Una pareja con tres hijos, llamados, Ana, con 17 años, Jorge, con 13 años, y Aitor, con 4 años, deciden casarse. Ya lo tenían todo planeado, la fecha de la boda, el convite... Unos días después de casarse, se fueron de luna de miel a México y dejaron a sus hijos con su abuela. Los niños no querían quedarse en casa de su abuela porque decían que no les dejaba salir a la calle y por la noche hacía unos ruidos muy extraños en su habitación. Los padres les dijeron que no se preocupasen, que ellos hablarían con la abuela para que se controlase. Unos días más tarde llegaron a la casa de su abuela y ella salió a recibirles. Los niños, con cara de desprecio, entraron a su casa y se acomodaron. Los niños estuvieron hablando sobre qué hacer esos días: Ana.– A ver, ya que la abuela no se entera de nada hay que hacer algo para poder salir. Aitor.– Ya, ¿pero el qué? La abuela no es tan tonta como parece. Jorge.– Chicos, esta noche cuando la abuela se vaya a dormir, cogemos las llaves y salimos sin hacer ruido. 181
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Ana.– ¡Buena idea! Ahora hay que esperar a que se haga de noche y la abuela se vaya a dormir. Mientras esperaban, no tenían otra opción que estar sentados en el sofá y callados. Cada vez que le preguntaban a la abuela si podían encender la tele, la abuela les respondía: “No se puede encender la tele, me molesta”. Los niños estaban muy aburridos, hasta que llegó la hora de cenar. Abuela.– Venga, hijos, ayudarme un poco. Ana.– Abuela, ¿qué hay para cenar? Abuela.– Pues lo mejor para dormir bien, un buen puré de verduras. Aitor.– Qué asco, abuela, mejor no ceno. Abuela.– ¿Qué has dicho? (Mirando a Aitor con cara de asesina y con un cuchillo en la mano). Jorge.– No ha dicho nada, ¿verdad Aitor? Aitor.– Verdad, verdad. Abuela.– Pues ayudarme, venga. Ana.– (Susurrando para sus hermanos). Tenemos que hacer un esfuerzo y comernos esto para que la abuela se acueste pronto. Comenzaron a cenar, todos callados, no podían hablar porque si no la abuela les mandaba callar. Terminaron y entre todos fregaron los platos y recogieron todo. Cuando acabaron, la abuela se fue a dormir a su habitación, pero los niños no contaron con que se llevaría la llave con ella. Los niños idearon otro plan, era salir por la ventana y dejar un papel puesto para que no se cerrara del todo. A los 30 minutos entraron en la habitación de la abuela para buscar la llave, pero no la encontraron. Encontraron su cartera y le cogieron 5 euros para comprarse algo. 182
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Al final tuvieron que salir por la ventana. Ana salió la primera, luego salió Aitor y luego Jorge. Fueron a comprar algo de comida porque la cena no les gustó. Cuando volvieron vieron que la abuela estaba en la puerta de la calle con un rodillo de metal en la mano, los niños muy asustados llamaron a sus padres para que volviesen a casa. Los padres les dijeron que aún no podían volver pero que ellos si querían sí se podían ir. Los niños volvieron a su casa y estuvieron unos días hasta que llegaron los padres y todo volvió a la normalidad.
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