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Muñeco de cera, por Claudia Nieto Martínez
1.º Bachillerato
Érase una vez una noche de tinieblas un 31 de octubre del 1978. Mis amigos y yo fuimos la noche de Halloween rondando las calles de nuestro pueblo. El comienzo del día fue como uno cualquiera en clase, hablando sobre qué disfrazarnos y qué podíamos hacer, una vez que lo hablamos cayó la noche rápidamente.
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Nos encontramos en una plaza donde estaba la gente que nos iban acompañar a explorar las casas antiguas abandonadas en la larga noche de tinieblas y frío.
Era de madrugada y estábamos en camino para explorar casas paranormales para dar más originalidad a la noche de Halloween. Llegamos a una finca abandonada extremadamente terrorífica, nos dirigimos hacía la casa con linternas y precavidos por si pasaba algo, ya que esa casa era el símbolo de seres malignos y vudú.
Nos separamos en parejas para investigar la casa ya que era demasiado grande. Una vez que nos separamos y estábamos observando cada objeto de ahí, pinturas en las paredes con cruces al revés y demás, hubo un muñeco que mi compañero y yo vimos que era especialmente raro. Nos acercamos a ver cómo era, comprobando si era de verdad o nuestra imaginación. Cuando nos acercamos todo iba bien hasta que el muñeco se movió solo, nos asustamos y salimos rápidamente de la sala donde se encontraba.
Avisamos a nuestros amigos para que saliesen de allí ya. Cuando menos nos lo esperábamos el muñeco estaba persiguiéndonos.
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No nos dejaba irnos, ya que nos cerraba todas las puertas de la casa, todos nos quedamos sin aire al ver todo lo que estaba sucediendo y no podíamos escapar. Después de buscar cualquiera forma para escapar, un amigo mí, reventó al muñeco en la pared y ya todas las puertas se abrieron y pudimos salir de ahí. No volvimos a acercarnos a ese lugar nunca jamás, pero la historia continúa, pues el muñeco de cera sigue ahí esperando a gente en la noche macabra de Halloween.
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