Vida y Obra de Francisco Blanco Najera

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CONCURSO LITERARIO VIDA Y OBRA DE FRANCISCO BLANCO NAJERA

GANADORES Y FINALISTAS: CATEGORIA A: CATEGORIA B:

PRIMARIA SECUNDARIA


INDICE CATEGORÍA A. RELATO GANADOR: IVÁN ARÁN GARCÍA. 6º EPO. SANTIAGO DE COMPOSTELA

CATEGORÍA A. FINALISTA: SOFÍA A. PONS. 6º EPO. SANTIAGO DE COMPOSTELA.

CATEGORÍA A. FINALISTA: ANDRÉS ARIJA. 5º EPO. PALENCIA.

CATEGORÍA A. FINALISTA: XIANA CONDE GARCÍA. 4º EPO. OURENSE.

CATEGORÍA B. RELATO GANADOR: LAURA PASCUAL GÓMEZ. 3º ESO. MADRID.

CATEGORÍA B. FINALISTA: MARÍA TOLEDANO SÁNCHEZ. 3º ESO. JAÉN.

CATEGORÍA B. FINALISTA: CLAUDIA GARCÍA BOHÓRQUEZ. 3º ESO. SALAMANCA.

CATEGORÍA B. FINALISTA: DIEGO HERNÁNDEZ GARCÍA. 3º ESO. SALAM ANCA.


FRANCISCO BLANCO NÁJERA CATEGORÍA A. RELATO GANADOR: IVÁN ARÁN GARCÍA. 6º EPO. SANTIAGO DE COMPOSTELA.


É

sta es la historia de un astronauta llamado Francisco Blanco Nájera (Pachico). Este astronauta va a viajar a la Luna mañana. En

su nave va a guardar: comida, videojuegos, y un libro de construcción. Si no sabéis a qué viene esto, para saberlo, os invito a leer la historia.

Al día siguiente por la televisión:

-Periodista: Aquí estamos de vuelta con el astronauta Pachico que va a despegar en 5-4-3-2-1; ya, ¡Despegue! Ahí va Pachico, el valiente y genuino Pachico.

Mientras, en la nave:

-Pachico: Ya falta poco para llegar a la Luna.

Una vez en la Luna, Pachico no vio nada, buscó y buscó, casi recorre la Luna pero no encontró nada que le llamase la atención, salvo el paisaje lunar que era bastante diferente a nuestro planeta Tierra. De camino de vuelta miró hacia atrás y vio una población de niños igualitos a los niños del planeta Tierra ¡bueno eso creía! Se dio la vuelta y cuando se acercó a uno de los niños éste se asustó. Pachico le dijo que no pasaba nada. El niño se puso a su lado y le dijo:

-¿Quién eres?, - dijo el niño. -Soy Pachico, un niño como tú. -¿Qué es esa cosa con la que viniste? -Es mi nave. La necesitaba para poder llegar a la Luna. -¿Qué es la Luna? -¡Es esto que estás pisando! -¿¿?? ¿Esto se llama Luna?


Pachico se quedó admirado porque el niño no sabía dónde estaba. En ese momento a Pachico se le ocurrió una idea. Haría escuelas en la Luna para que los niños tuviesen educación y sabiduría. Entonces Pachico llamó a su banda, a la banda de los Golfillos, para que trajeran material de construcción. Después de un rato la banda de Pachico llegó y trajeron todo el material que él había pedido desde la Luna. Aquel día Pachico ayudó a los niños enseñándoles a sumar, dividir, multiplicar…

Después de diez años, Pachico volvió a la Tierra y le concedieron un premio a la acción más solidaria del mundo.


FRANCISCO BLANCO NÁJERA

CATEGORÍA A. FINALISTA: SOFÍA A. PONS. 6º EPO. SANTIAGO DE COMPOSTELA.


T

odo empieza en la ciudad de Londres. Pachico comienza su carrera como detective humanitario y se esfuerza para aprobar todas las materias. Su profesión va a consistir en

salvar y ayudar a los niños más necesitados.

Pachico logra empezar a trabajar muy pronto y enseguida se siente orgulloso de poder ser un detective humanitario.

Su misión se desarrolló en un principio en el río Támesis. Se viste de buceador humanitario llevando su cámara de fotografía. Además Pachico tiene un don concedido por Dios; puede convertirse en lo que desee para observar las situaciones que se producen a su alrededor y poder así ayudar mejor a todo el que no sea respetado o que por cualquier razón necesite ayuda.

En el río londinense, el Támesis, Pachico puede divisar una barca navegando que llevaba la siguiente inscripción: Mozambique (África). Mientras observaba como ésta se iba acercando, se oían gritos de auxilio y palabras pidiendo ayuda. Dentro de la barca había unos mil niños y un hombre. Éstos llegaron al puerto y entraron en una mansión.

Pachico utilizó su don y se convirtió en una bonita máscara étnica. Se colocó sobre una pared. Desde allí y dentro de la mansión, comprobó como esos pequeños niños eran maltratados. Los estaban esclavizando y casi no les daban agua ni comida. Pachico lo denunció a la policía y muy entusiasmado creó escuelas en Inglaterra para todos estos niños. Así podrían ser educados en todos aquellos valores cristianos que tanto amaba Pachico.


Una vez más sigue con su trabajo humanitario y se va a la Torre de Londres a investigar lo que sucedía con el reloj que se había parado. Parecía que el sol no se estaba moviendo.

Su don le hizo comprender que cuando el reloj se paraba él tenía otra misión que resolver. Su paciencia estaba casi agotada. Habían pasado dos años y el Sol no se movía. El reloj de la Torre tampoco. Ya desesperado se fue a Trafalgar Square a meditar y… en su mente aparecieron volando imágenes de los niños que había ayudado. Entendió que ese era su camino, abrir su corazón a los demás. Dios le estaba hablando de esa manera. Quería rescatar de la pobreza, de la ignorancia y de la marginalidad a los niños de todo el mundo: Asia, América, Australia, África, Europa…

Desde aquel momento recorrió diferentes ciudades del planeta llevando un corazón abierto, humilde, amoroso para saber escuchar a todos.

En el parque de Hyde ParK, donde a Pachico le gustaba pasear, soñar y hablar con Dios pidiéndole paciencia y esperanza, le concedieron el premio Nóbel de la Paz.


CA R T A A FRANCISCO BLANCO NÁJERA

CATEGORÍA A. FINALISTA: ANDRÉS ARIJA. 5º EPO. PALENCIA.


Q

uerido Francisco:

Te escribo estas líneas para decirte y preguntarte tantas cosas, claro, eso es si estuvieses aquí a mi lado. Pero a pesar de todo te lo cuento y te lo pregunto Tengo entendido que de pequeño eras el capitán de una banda de gamberros, pero según ibas creciendo y haciéndote mayor te convertiste en un niño bueno y que creía en Dios, yo me pregunto:¿Cómo pudiste dar ese cambio? ¿Cómo pasaste de ser un niño rebelde a convertirte en un niño tan bueno y sincero? Si estuvieses hoy aquí, aparte de ser sacerdote, ¿dónde te gustaría trabajar? ¿Te las arreglarías bien tú solo? He leído que eras muy travieso de pequeño. ¿Por qué? ¿Tus amigos eran también traviesos? ¿Qué tipo de gamberradas os gustaba hacer? ¿Podrías contarme alguna? ¿Cómo era, tu madre era simpática? ¿Cómo era físicamente? ¿Fundasteis los colegios “Divino Maestro” con amor, valor, alegría y felicidad? ¿Cómo llevaste y superaste la muerte de tus hermanos y la de tu padre? Cuando te hiciste sacerdote, ¿por qué estudiabas todos los días? ¿Por qué decidiste ser sacerdote y no albañil o bombero? Hoy en día, hacen falta muchos hombres como tú, porque en esta vida hay mucha pobreza, mucha soledad y las cosas están muy mal, pero si estuvieras aquí o hubiera gente como tú para ayudarnos, igual no habría tanta pobreza, ni tanta soledad. Tú fundaste los colegios “Divino Maestro” al lado de Madre Soledad para ayudar a los niños pobres, a los marginados o huérfanos para que de este modo no se sintieran solos.


Me imagino que de nuestros colegios saldrían personas con ganas de ayudar a los demás, siguiendo tu ejemplo, para que puedan ayudar a esos niños a ser personas honradas, felices y buenas. Aunque supongo que también habrá personas vagas o desanimadas, pero con un poco de ayuda de todos y con muchos ánimos pueden seguir para delante. Yo estudio en el colegio “Divino Maestro” de Palencia. Te puedo decir que allí soy muy feliz, porque tengo buenos compañeros y unos profesores muy buenos, vamos, como una pequeña familia. Dentro de poco iremos a Ourense y te iremos a visitar, ya que vamos de OLIMPIADAS. Ya sólo me queda decirte que he pasado un rato agradable escribiéndote, y gracias por todo. Intentaré ser más bueno y seguir tu ejemplo.

“MI VIDA ENTERA, SI NO ES PARA TU MAYOR HONRA Y GLORIA Y PARA LA SANTIFICACIÓN DE MIS HERMANOS, ¿PARA QUÉ LA QUIERO? ”


FRANCISCO BLANCO NÁJERA

CATEGORÍA A. FINALISTA: XIANA CONDE GARCÍA. 4º EPO. OURENSE.


E

n una pequeña aldea nació un niño llamado Francisco Blanco Nájera, que era más conocido como Pachico.

Aunque todavía era muy pequeñito, sus padres estaban muy contentos con él ya que era muy obediente y muy responsable.

Llegó el día en que Pachico cumplió cuatro añitos y tuvo que dejar su pueblo para trasladarse a la gran ciudad y comenzar el colegio.

En su primer día Pachico estaba muy nervioso pero a la vez contento porque le gustaba mucho aprender cosas nuevas y hacer muchos dibujos.

Sus primeros días fueron muy bonitos pero Pachico comenzó a notar que se aburría de hacer siempre lo mismo y por eso le propuso a su profesora una idea que le llevaba días rondando la cabeza.

-Señorita Patricia,-le dijo Pachico-me gustaría mucho que cuando llegásemos a clases por las mañanas, todos los niños pudiéramos rezarle a Dios para pedirle cosas para nosotros y los demás.

A la profesora le pareció una gran idea y sin pensárselo nada decidieron llevarla a cabo.

Los años iban pasando y Pachico ya dejaba de ser un niño pequeño para convertirse en un niño de diez añitos. Por esa época cursaba quinto de Primaria y todo el colegio estaba muy contento con él ya que sacaba muy buenas notas y era muy responsable.


Colaboraba mucho con el colegio y por eso cuando quedaban muy pocas semanas para celebrar la Navidad se le ocurrió otra gran idea.

Él no podía comprender el por qué alguna gente pasaba hambre y no tenían para poder celebrar esas fiestas tan entrañables en familia, así que decidió hacer la operación Kilo, que consistía en recoger toda la comida posible para dársela a toda esa gente.

La colaboración fue muy grande y todos aportaban un poquito de lo que tenían en sus casas para hacer feliz a otra familia.

La madre de Pachico estaba muy orgullosa de la educación que tenía su hijo y por eso para fin de curso le sorprendieron con un viaje cargado de sentimientos y emociones, un viaje para visitar África con una ONG.

Pachico se marchó ese verano un poco triste por dejar atrás a su familia pero una vez allí conoció a Madre Soledad de la Cruz, otra niña que cómo él era muy solidaria.

Juntos ayudaron a los más necesitados y llegaron a participar en la construcción de un colegio y de un pozo con agua potable.

El verano llegó a su fin pero prometieron volver con ayuda para seguir su labor humanitaria.

Así fue como Pachico comenzó un nuevo curso con mucha ilusión y esperanza de que una vez más el colegio colaborara con él en otra gran idea que había pensado.

Esa gran idea consistía en crear un mercadillo solidario para recaudar dinero.


Llegó el gran día y todo estaba preparado para la gran fiesta. Todos habían donado juguetes que ya no usaban: mochilas, peluches, etc. Todo fue un gran éxito.

Los años seguían pasando y Pachico ya se había convertido en un joven apuesto. Su etapa en el colegio ya había terminado y creó junto a su fiel compañera Madre Soledad de la Cruz un colegio llamado Divino Maestro.

Este colegio estaba repartido por todas las ciudades de España y estaba basado en una educación religiosa católica, fundamentada en la solidaridad, generosidad, bondad, amistad y amor por los demás.

Yo me llamo Xiana Conde García y tengo la gran suerte de pertenecer y estudiar en el colegio Divino Maestro en Orense y os puedo asegurar que, en este relato en algunas cosas me he dejado llevar por la imaginación, pensando como sería Pachico de niño, pero todo lo bueno que hizo lo seguimos realizando nosotros para que todo el mundo pueda afirmar gozoso que la llama de Pachico sigue viva.


VIVIR SOÑANDO

CATEGORÍA B. RELATO GANADOR: LAURA PASCUAL GÓMEZ. 3º ESO. MADRID.


E

ran cerca de las seis de la tarde cuando me dirigía hacia el lago que se encontraba cerca del mirador. El agua era totalmente cristalina y clara. Me incliné suavemente sobre los dedos de los

pies y me miré como si aquello fuera un espejo esperando que alguien llegase para devolverle una copia exacta a él. No pude evitar que una sonrisa cruzara mi cara al verme reflejada. Sacudí la cabeza haciendo que mi pelo se alborotara ligeramente. Me mordí el labio inferior recordando aquella imagen. Cada día me decía que no podía ser esa persona. No aparentaba más de ocho años y tenía cerca de cien mil. Si no fuera por mis voluminosas y blancas alas, la gente daría por hecho que era una niña. Dieron las siete de la tarde sacándome de todas mis cavilaciones. Y de forma inconsciente, dirigí mi mirada hacia el reloj de cristal que había cantado que empezaba a anochecer. Cuando volví la vista hacia el lago, no pude evitar fijarme en una persona que estaba sentada en un banco cerca de éste mirando hacia un lugar que no conseguía divisar. Parecía serio y algo triste. Y eso no me gustó. Aquello era el cielo, todo el mundo debería ser feliz. Me acerqué a él con pasos cortos y delicados. Iba descalza, porque en el cielo el suelo estaba totalmente limpio. El vestido que llevaba, azul, de raso y por encima de las rodillas, se movía ligeramente por el suave viento que soplaba. Me senté a su lado y le dediqué una sonrisa. - Buenas tardes-le dije con una voz dulce y cantarina. - Buenas tarde le dé Dios-me dijo él dirigiéndome una fugaz mirada y fijando ésta en el suelo. - Perdone si soy atrevida, pero, ¿podría saber el por qué de su disgusto? - ¿Quién le ha dicho que esté disgustado? En este momento sí que me miró a los ojos, esperando una respuesta. En ese instante sentí que no estaba triste como yo pensaba. Pero si no era así, no entendía por qué no sonreía, por qué no parecía feliz.


- Nada es sólo que…-empecé a decir tartamudeando-. Verá, es que parece que esta afligido, o eso denotaba su cara hacía unos momentos. Pero claro, puede haber sido mi imaginación. - Bueno, en realidad estoy un poco cansado. Eso es todo. Llevo toda la tarde sumergido en mis pensamientos y he terminado tan ensimismado que mi cara denota fatiga.- Me llamo Francisco-dijo presentándose, con una amplia sonrisa-. Francisco Blanco Nájera. - Yo soy Nerea. Un placer. - Nerea-dijo pensativo-. Precioso nombre, y preciosas alas. Me quedé algo desconcertada por un momento porque no me esperaba ese comentario. Pero enseguida volví a la realidad y le agradecí semejante halago. Estuvimos charlando hasta que el reloj de cristal que había hecho que posase mis ojos en él, dio las nueve de la noche. Se despidió de mí con gran elegancia y yo le correspondí. Unos días más tarde nos volvimos a encontrar y la conversación que había brotado aquella tarde de forma tan natural volvió a surgir de manera corriente. Me sentía cómoda con él. Un día le pregunté sobre su vida. Empezó a contarme la historia de su infancia. Su historia. - Pues verás, yo nací en La Rioja, el día veinticuatro de mayo de mil ochocientos ochenta y nueve-comenzó. - ¡No me digas!-le interrumpí-. Yo nací el día anterior, pero de un año diferente, por supuesto-dije con una sonrisa. Empezó a reír sutilmente mientras nos acomodábamos en un banco cerca del lago donde, días antes, le conocí. Entonces, una vez que nos habíamos sentado, le miré impaciente para que siguiera contando su vida, su historia. - Mi padre se llamaba Eduardo Blanco Castro y mi madre Patricia Nájera Pérez. Por desgracia, mi padre falleció junto con mis seis hermanos cuando apenas tenía siete años.


Creí que se me caía el mundo a los pies cuando me dijo aquello. En el poco tiempo que habíamos estado juntos, habíamos conectado muy bien, y nos habíamos hecho muy amigos. Y escuchar decir aquello a un amigo no era fácil. Lo miré con lágrimas en los ojos, sin saber, en mucho tiempo, qué hacer. Él también me miró dedicándome una sonrisa triste. Y entonces, instintivamente, lo cogí de la mano intentando infundirle fuerzas - No pasa nada, no te preocupes. Además, ahora llega una parte de mi vida que me agrada mucho. Es uno de mis mejores recuerdos-se aclaró la voz para continuar su relato-. Estudiaba en el colegio de los Hermanos Maristas. Hacía lo que cualquier niño a mi edad; jugaba, reía, ayudaba a mi madre… Pero yo sentía que me faltaba algo. Ese algo se retorcía en mi interior gritándome que le diese lo que precisaba para no sentirse vacío. Pero yo no sabía qué era lo que necesitaba para encontrarme bien. Era una sensación extraña. Un día volviendo a casa, en las puertas de una Iglesia, un hermano me pidió que vigilase la puerta porque tenía un recado que hacer. No pude negarme; necesitaba mi ayuda. Esa fue la clave. Mientras vigilaba la puerta me sentí útil, sentí que hacía un bien y que gracias a mí, esa puerta no estaba desprotegida. Quizás, dicho así te suene una tontería, porque al fin y al cabo era una puerta, pero no era la puerta sino el trabajo de vigilarla y sentirme útil por ello. En ese momento fue cuando empezó todo… Esa última frase la dijo con un tono muy misterioso. Lo cierto, es que Francisco narraba muy bien, y se me pasaban las horas muertas cuando hablábamos. Lo miré con curiosidad, esperando a que prosiguiera el relato con inquietud, pero entonces miró hacia el reloj de cristal. Dieron las doce de la mañana. - Bueno Nerea, seguimos más tarde que ahora me tengo que irme- dijo levantándose.


- ¿Irte? ¿Ahora? -hice una mueca de disgusto-. ¿Qué tienes que hacer a estas horas?-me arrepentí en el acto de haber formulado esa pregunta, sintiéndome al instante una cotilla-. Lo siento, no quería meterme en asuntos ajenos. No es de mi incumbencia-dije disculpándome. - No te preocupes, no pasa nada. Ahora no te diré adónde voy, pero cuando termine mi relato te prometo que te lo mostraré-me dijo con una amplia sonrisa y los ojos iluminados. En ese momento pensé que no había visto a nadie más feliz que él.

Hice algunas tareas en su ausencia, pero no tardé mucho, así que volví al banco donde nos sentábamos a charlar. Entonces decidí echar una ojeada por el mirador. La gente se solía acercar para ver lo que estaban haciendo sus seres queridos en la Tierra. Podías ver cualquier lugar del mundo desde el ángulo que quisieras a través del mirador.

En ese

momento oí unos pasos ligeros dirigiéndose hacia mí, y alcé la vista. Ton. Ton. Ton. Dieron las tres de la tarde, y Francisco volvía. Se sentó y continuamos el relato por donde lo habíamos dejado. - Al día siguiente regresé y conocí al hermano Muro. Me enseñó tantas cosas. Siempre le consideré un ángel que había hecho que eligiese el camino correcto. Entre esas muchas cosas, me enseñó a tocar el piano. Yo amaba la música, y solía ir a tocar con él siempre que me era posible. Un tiempo después, mi madre, que había estado ahorrando, me compró un piano. La música era muy importante para mí, pero en octubre de mil novecientos diez, me fui a estudiar a la universidad de Pontificia de Comillas. Estudié allí durante años. Y, a los veinticuatro, fui ordenado sacerdote-hizo una pequeña pausa mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios-. Un año después marché a un pueblo llamado Ventosa. En el año mil novecientos dieciséis, me fui con mi madre a Córdoba, donde hice de prefecto de música. Empeñé este trabajo en la catedral de la misma ciudad. Tres años después, en mil novecientos diecinueve, me marcho con mi madre a Jaén. Vivimos allí hasta que, en mil novecientos


veinticuatro, murió mi madre. Fue una época malísima para mí. Y, diez años después de lo ocurrido, el Papa Pío XI me nombra Deán de la catedral de Córdoba, por lo que vuelvo a esta ciudad. En mil novecientos treinta y seis, yendo hacia el norte, decidí parar en Jaén, ya que quería rezar una oración a mi madre. Pero, entonces, ocurre lo más inesperado, lo peor. Estalla la guerra civil. Así que no pude continuar mi viaje y me quedé en Jaén, aunque ese, no era mi deseo. Estuve dos años de mi vida, encerrado intentando mantenerme a salvo y alejado de la guerra. Ese tiempo me sirvió para, además de rezar, reflexionar. Reflexionar mucho. - ¿Conseguiste escapar?-pregunté atenta frotándome las manos con nerviosismo.

Francisco rio ante mi impaciencia. - Un sacerdote me ayudó y planeó mi huida. Fue en octubre del año mil novecientos treinta y ocho cuando huí como paisano. Después de eso, otro sacerdote en Granada me acogió. Más tarde, en Córdoba volví a incorporarme a mis funciones, aunque francamente todo era mucho más complicado que antes. Retomé mi labor, ofreciendo ropa, alimentos, etc., a los más afectados por la guerra, y más desfavorecidos. El uno de abril de mil novecientos treinta y nueve termina la guerra y un año después me nombran profesor de la lengua alemana en Córdoba. Muchas veces, en el colegio de las escolapias, me visitaban religiosas, y una de ella fue Madre Soledad-se le iluminó la cara al nombrar a la religiosa y noté un brillo en sus ojos de nostalgia-. Estuvimos comentando una idea conjunta que teníamos, pero aún no la llevamos a cabo. En mil novecientos cuarenta y cuatro me nombraron obispo. Ese mismo año, la ilusión, la idea, la obra conjunta con Madre Soledad se hizo realidad. Fundamos la congregación del Divino Maestro. Madre Soledad y yo habíamos hablado con anterioridad sobre la fundación de un colegio religioso. Y, aunque era una idea en común, ella no llegó a formar parte de la congregación hasta un año después. En mil


novecientos cuarenta y cinco vuelvo a Orense. Allí desempeño distintas labores. Mi vida terminó el día quince de enero de mil novecientos cincuenta y dos en Orense. Hace unos años, en mil novecientos noventa y nueve, en la Catedral de Orense, el Obispo de la Diócesis, realizó el solemne acto de cierre del Proceso Diocesano para mi Beatificación. Ahora la congregación del Divino Maestro esta extendida por España, África y América Latina. Aún no me creo que mi sueño se haya cumplido. Es una sensación increíble saber que sólo soñé, que sólo tuve esa ilusión y que trabajando pudo cumplirse. Francisco sonrió ampliamente, satisfecho del final de su relato y yo le imité. Me quedé pensando un largo rato. Había conseguido tanto… Realmente mereció la pena todo su sacrificio, porque el final era más que satisfactorio.

Y es que mi amigo tenía razón. Sólo había soñado, sólo había tenido una ilusión, sólo había querido llegar a una meta. Y sólo, trabajando, sacrificándose, lo había conseguido. - Es increíble-le dije a Francisco. - ¿El qué?- me preguntó. - Tú y tu historia. - Muchas gracias-me dijo con una sonrisa. - No, gracias a ti por compartir conmigo un relato tan increíble, por compartir esa experiencia tan impresionante. Gracias. Francisco se quedó sin saber qué decir y acto seguido asintió. Pensé que se querría ir ya, al haber terminado su historia. Pero entonces me tendió la mano invitándome a seguirle y yo, sin dudarlo ni un solo instante, acepté. No fuimos muy lejos, nos quedamos apoyados en la barandilla del mirador unos segundos hasta que mi amigo habló. - Nerea, ¿recuerdas el día que me fui dejando a medias la historia?-yo asentí-. Pues era para ver esto. Al principio no comprendí a lo que se refería, pero entonces, el mirador mostró la Tierra. Entendí que quería enseñarme algo de allí.


Vi un montón de imágenes borrosas, en movimiento o poco nítidas hasta que paró. Primero una imagen, después otra y otra y otra más. Eran colegios en distintos sitios del mundo. Colegios “Divino Maestro”. Sus colegios, sus sueños hechos realidad. Había niños en las aulas y en el patio sonriendo, aprendiendo, jugando o riendo. Realmente era una imagen preciosa. Al momento sentí algo en mi interior que me hizo sonreír ampliamente. Empecé a pensar que, si yo me encontraba tan bien viendo esas imágenes, Francisco debería sentirse mucho mejor que yo, más feliz. Me alegré por él, porque se lo merecía, había luchado mucho por conseguir todo aquello. Fue uno de los momento más felices de mi vida. Pude sentir el aire, y todo lo que se encontraba en él. Francisco, en una ocasión me dijo que si ponías mucha atención el viento te susurraba. A mí me estaba susurrando que los sueños no eran inalcanzables, que merecía la pena luchar, y que Francisco era un claro ejemplo.


LA OBRA

CATEGORÍA B. FINALISTA: MARÍA TOLEDANO SÁNCHEZ. 3º ESO. JAÉN.


M

e acababa de levantar. Había pasado una noche sin sobresaltos. Desayuné y me puse los hábitos limpios. Bajé al modesto comedor situado en el sótano. Me serví el pequeño

desayuno y recé después mis oraciones. Cuando terminé di un paseo por el patio y entré de nuevo al humilde colegio donde yo, podríamos decir, trabajaba. El lugar estaba bastante deteriorado por el paso del tiempo y la humedad del edificio.

Repentinamente me acordé de que debía tratar un tema con la superiora y fui deprisa hasta la sala donde sabía que podía encontrarla. Nuestra conversación fue interrumpida por unos golpes secos en la puerta de madera. La superiora abrió la puerta y al descubrir quién era, su boca se ensanchó y tomó la forma poco a poco de una amplia sonrisa. Él a su vez sonrió y sus ojos se posaron durante un momento sobre mí, con una mirada penetrante pero a la vez serena y confiada. Cuando los dos terminaron de saludarse él vino hacia a mí y se presentó: se llamaba Francisco Blanco Nájera y era el director espiritual de algunas hermanas. Yo ya lo había visto en varias ocasiones desde lejos y sabía quién era, pero nunca le había dirigido la palabra.

Llevaba una sotana negra y un colgante con la cruz de Cristo tallada en madera.


Mientras, una hermana había entrado y hablaba con la superiora. Ésta se giró y en voz suave me dijo que ella no podía atender a Francisco, así que me sugirió que los dos diéramos un paseo por los alrededores del colegio ya que ella tenía que resolver un pequeño asunto. Nosotros (Francisco y yo) nos despedimos y salimos a dar una vuelta. Durante el camino hablamos del colegio y de los alumnos, y no sé por qué pensé que podía contarle mis inquietudes sobre los niños pobres. Quizá fuera por la confianza y la seguridad que me transmitía por lo que le conté que llevaba desde hace tiempo pensando en la posibilidad de dar una educación a los niños a los que sus padres no podían permitirse pagarles unos estudios. Eso para mí tan sólo era una especie de sueño o ilusión, pero cuando lo escuchó me dijo que le parecía una muy buena idea y que podríamos llevarla a cabo. Entonces, entre sorprendida e ilusionada le miré a los ojos, y me di cuenta de que le brillaban igual que a mí. Le propuse fundar una nueva Congregación para enseñar a niñas pobres, hijas de obreros. Él aceptó y los dos nos pusimos a hacer planes. Me contó que él era de una familia pobre y humilde y que cuando tenía siete años una enfermedad se llevó a su padre y a sus seis hermanos

y dejó solos a su madre y a él. Como no tenían dinero,

Francisco se puso a trabajar y ahorró así lo suficiente para llegar a ser sacerdote.

Pensamos que el nombre de la nueva fundación sería La Congregación de Religiosas Misioneras del Divino Maestro y después hicimos los planos del colegio. Esto nos llevó algún tiempo y cuando por fin lo terminamos nos dimos cuenta de que no teníamos dinero para llevar a cabo el proyecto ni un lugar en el que establecer el colegio.

Francisco me dijo que entre los dos deberíamos ahorrar, y buscar buenas gentes que colaboraran y que la oportunidad se nos presentaría en su momento.


Durante casi tres meses rezamos a Dios para que nos diera una señal para poder comenzar la obra y ya habíamos reunido suficiente dinero para ello. La oportunidad se nos presentó un día soleado de ese mismo año (1944), tres meses después de habernos conocido. A Francisco lo habían nombrado Obispo de Orense y eso quería decir que pronto podríamos comenzar nuestro plan. Él se fue de Córdoba y se instaló en Orense; pero como no tenía una diócesis le pidió al Obispo de Guadix que lo acogiera en la suya y que por favor atendiera a sus religiosas. Éste aceptó y al enterarse del problema al que nos enfrentábamos Francisco y yo, decidió cedernos unos terrenos en Baza (Granada), donde comenzaríamos la obra. Los dos estábamos muy contentos y ya estábamos preparando la “movida”. Pensé que yo podría irme a Baza con dos religiosas más para abrir allí la primera casa de Misioneras del Divino Maestro, ya que él no podría venir conmigo porque debía ocuparse de la diócesis.

En esa casa o colegio acogeríamos a niños huérfanos y gitanos, y a todo aquel que no pudiese estudiar por motivos económicos o de cualquier otro tipo, pero antes tendríamos que construir el colegio.

Fueron muchos meses de esfuerzo y entrega. Todos teníamos que colaborar en el proyecto para terminarlo lo antes posible. De vez en cuando, Francisco venía a Baza y nos ayudaba en la construcción. Cuando no podía venir nos enviaba cartas mostrándonos su apoyo y animándonos a continuar. También nos decía que lo más importante para él eran la diócesis y el colegio; aquel colegio que haría realidad los sueños de los niños más necesitados y que nos daría tanta satisfacción. Repetía una y otra vez en sus cartas las caras de los niños y niñas que habrían descubierto el amor de Dios y de Jesús en su corazón. Todavía conservo varias de sus cartas, si no todas, y una de ellas es la siguiente:


Queridas hermanas:

Sabéis que estoy muy orgulloso de vosotras y del trabajo que estáis haciendo para que el colegio se construya lo antes posible y os lo agradezco de todo corazón. Creo que jamás había sentido y ni siquiera pensado, que un sueño así se podría hacer realidad. Está claro que Dios vio que tú (Soledad) y yo deberíamos encontrarnos para hacer una gran Obra que ayudará a los niños con menos recursos de esta zona.

He estado preguntando por personas a las que no les importe enseñar a los niños sin recibir dinero a cambio y he encontrado un grupo reducido ( pero suficiente) de misioneros y misioneras dispuestos a ello. Tienen un corazón muy generoso y he pensado que podríamos ofrecerles comida y un

pequeño

hogar

durante

su

estancia

en

el

colegio

para

recompensarles. No te imaginas las ganas que tengo de estar en Baza para ayudaros un poco más, pero aquí también me necesitan.

Desde aquí os mando mucho ánimo y espero que todo nuestro esfuerzo se vea recompensado por las sonrisas de los niños.

Con cariño.

Francisco Blanco Nájera. Obispo de Ourense.

Cuando la obra estuvo terminada, Francisco vino a Baza el 12 de noviembre para inaugurar el nuevo colegio en el que más tarde pasaríamos tantos buenos momentos y alegrías. Siempre recordaré la expresión de felicidad y de gozo que tenía mi querido amigo cuando los niños sonreían y admiraban atónitos el colegio en cuya pared frontal había un cartel que rezaba: “Colegio de las Misioneras del Divino Maestro “. En aquel momento Francisco me dijo que todo lo que habíamos conseguido había sido gracias a nuestro esfuerzo y tesón, y


que todo lo que me propusiera lo podría lograr siempre si lo hacía desde el corazón y el amor de Dios. Esas fueron unas palabras que nunca olvidaré y que recordé con más fuerza cuando ”Pachico”( así era como llamaban de pequeño a Francisco) murió en Orense el 15 de enero de 1952. Él fue un modelo a seguir por todos nosotros y espero que siempre lo llevemos en nuestro corazón.


UNA LLAMA VIVA

CATEGORÍA B. FINALISTA: CLAUDIA GARCÍA BOHÓRQUEZ. 3º ESO. SALAMANCA.


R

ecostado me hallaba yo en mi gran ovillo blanco de nube, cuando un ángel me llamó desde otra habitación cercana a la mía. Apagué el televisor y me dispuse a atenderle con toda

atención, pero los sucesos que había estado observando en el telediario me habían dejado con una gran sensación amarga. Entre las palabras del ángel destaqué “Señor” “verte” y “urgentemente”, las necesarias para saber lo que exigía. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, me dispuse a recorrer el ancho corredor. Durante el camino me quedé un tanto pensativo. “¿Acaso el mundo cambió algo con mi ausencia?, ¿alguien escuchó mi mensaje? Las escenas de dolor que observo por la televisión

de lo que sucede en mi Tierra, me hacen pensar que yo

podría haber hecho algo más…”

Ya llegué a la gran puerta principal hermosamente decorada y llamé con mis nudillos sobre la perfilada madera. Una voz grave que me indicó que pasara y yo como la última vez, encantado, le hice caso.

Una manta de fina seda se cubría majestuosamente sobre el torso de Dios. Su gran barba tupida y rizada le daba aspecto de suma inteligencia. Y su imagen no mentía. Aquel personaje era sin duda el personaje más importante para mí en todo momento. - Francisco…,- comenzó.

-Usted mi señor puede llamarme Pachico- le interrumpí.


-De acuerdo, Pachico pues, antes de comenzar, ¿podrías hablarme un poco de tu vida allá donde los humanos llaman a mi obra, Tierra?- me pidió.

-Por supuesto- Respondí sorprendido. Me aclaré la voz y comencé mi relato.-Yo, mi señor nací hace ya 120 años el 24 de mayo en la capital

de la Rioja. Tenía siete hermanos y un buen padre, pero ellos murieron, y me dejaron en desamparo con mi querida madre. Estudié en los hermanos Maristas y me divertía como cualquier otro niño. Incluso llegué a ser el capitán de mi pandilla,-dije con la sonrisa pícara que me caracterizaba en esa época.

-Un día el padre Muro me pidió un gran favor y comprendí lo inmensamente gratificante que era ayudar a mi Señor. Mi madre quedó contenta después de describirle lo que realizaba todas las tardes. Muru me enseñó a tocar el maravilloso instrumento que es el piano y al ver que tenía unas grandes cualidades para la música, mi madre ahorró para comprarme aquél instrumento que ocupaba todo el salón. Pero la música para mí no era nada comparado con las ayudas que brindaba al monasterio y poco después escuché “La Llamada” que me hizo seguirte.

-Recuerdo perfectamente ese día, prosigue por favor.-

-Entré en el seminario de Logroño que dejé en 1910 para estudiar en la universidad pontificia de Comillas. Llegué a ser doctor de teología y en 1913 fui ordenado sacerdote. Tres años después marché con mi madre a Córdoba donde fui prefecto de música y poco después maestro de capilla. Con la II República, tuve que defenderme ante los tribunales donde acabaron aclamándome. Sonreí orgulloso.


-Gracias por seguir con el Mensaje, continúa por favor -Uno de los peores acontecimientos de mi vida sucedió en 1924 cuando mi madre falleció, me lamenté.

-Pero en ese año también fui nombrado deán de la catedral de Córdoba y en julio de 1936 estalló la Guerra Civil, es decir, una alegría rodeada de tragedias, -dije suspirando...

-Lo siento, el ser humano siempre ha sido libre y yo no puedo cambiarlo. Lo hice por amor hacia vosotros, y esas cosas… hacen que me arrepienta verdaderamente.

Me miró con señalada atención y me dio ánimos para que continuara.

-Esta guerra me sorprendería en Jaén donde pasé dos años refugiado. Huí hacia Córdoba donde retomé la labor católica que añoraba. Acabó la guerra y empecé yo a ser profesor de alemán. Fue cuando conocí a mi querida amiga Madre Soledad, una religiosa del colegio de las Escolapias. Su fuerza y decisión me condujo a plantearme la idea de construir una obra juntos. En 1942 caí enfermo mas cuando me recuperé fui nombrado obispo de Orense en 1944. En diciembre fundé la mejor obra de mi vida ¡La Congregación del Divino Maestro! donde enseñaban a muchachitas pobres y obreras.

Volví a Orense en febrero donde me aclamaron y seguí con mi acción católica. Roma aprobó también las instituciones de mi congregación y poco después, el 15 de enero de 1952 fallecí. Mi querida Madre Soledad continuó con la congregación y extendió su evangelización y educación hasta el

Tercer Mundo. Aún así mi señor, a veces pienso que hice

demasiado poco por el mundo.


-¿Eso piensas Pachico?- me preguntó- ¿Realmente piensas que hiciste tan poco por el mundo?

-Simplemente, mi señor, pienso que debí hacer más, dije descuidado.

-Bueno, creo que comenzaré con lo que debo contarte, el motivo de mi llamada, quiero que veas al fin lo que ha dejado tu ausencia.

Lo miré sorprendido- ¿En serio me dice usted, que he dejado vacío algún corazón.

-Acompáñame y verás.

De repente se levantó de su cómodo y mullido asiento y con sólo una pasada de su mano, hizo que el suelo pulido de la sala se convirtiera en una serie de baldosas marmóreas.

Levanté la vista y llegué a captar el más feliz e intenso de todos los aromas. ¡El olor de mi querida Orense!

-¡Orense!- exclamé, quizás muy alto, tan alto que me hizo sonrojar.

-No te preocupes, no nos distinguen, tenemos un aspecto muy diferente al que mostramos.

Suspiré aliviado e intenté captar más cosas del entorno en el que me hallaba. Distinguí lo más importante, la razón por la qué Dios me habría llevado hasta allí.

-¿Colegio Divino Maestro?- dije anonadado-¿En que año estamos? -2009, respondió sonriente Dios.


Miré varias veces la placa con los ojos muy abiertos y extrañados.

-¿Cómo puede ser que en 57 años todavía existan colegios en los que transmití el mensaje? -pregunté boquiabierto.

-Tu mensaje fue escuchado ¡Por tantas personas! ¡Y a tantas le gustó! ¡Que decidieron seguir con tu misión!, - sonrió Él.

Pensé que era un sueño, algo tan irreal por lo que no podía conciliar el sueño muchas noches -Y aún hay más-

-¿Más?- Pregunté yo

-Cada cuatro años realizan una especie de juegos en los que siempre aparece tu nombre y el de Madre Soledad. Unos juegos en los que la finalidad no es ganar, sino la cooperación y la amistad que surge ¡Una amistad auténtica!

En ese preciso instante, se oyó a unos muchachos riendo y jugando en el enorme patio de atrás. Aquel sonido me hizo recordar los buenos momentos que pasé en la Rioja acompañado de mis amigos y una vez más me hizo añorar.

-Vámonos, me pidió sonriente Dios. Realizó otra pequeña sacudida con su mano y convirtió el

patio en la enorme sala en la que nos

encontrábamos hacía unos minutos. Sentado, Dios exclamó:

-¡Viste Pachico! ¡Sigues vivo entre ellos! ¡Tu llama aún no se ha consumido! ¡Y eres importante para esas personas! Así que a las preguntas que me hiciste antes ¡Sí estás en sus corazones! ¡No te han


olvidado! ¡Y no pudiste hacer mucho más! ¡Seguiste con mi acción salvadora y ayudas a los niños a estudiar y a formarse como personas! ¡Como hace más de 60 años! ¡Incluso hay personas que reclaman tu santificación! ¡Eres el mismo chico que recorría las calles haciendo travesuras! ¡Y cambiaste, ya lo creo que si cambiaste, a una persona que me hace sentir verdaderamente orgulloso!

Feliz miré su cara, El estaba orgulloso de mí y eso me sirvió de bálsamo para curar la honda herida que aún se hallaba en mi corazón, ¿hice mucho? Sí lo hice ¡Y lo sigo haciendo por medio de las personas que están allá abajo!

Después de despedirme suspiré en mi camino por el corredor. Fue un gran día del 2009 que jamás pensé que fuese a acabar así, sintiéndome orgulloso de mi acción cristiana y sabiendo que así me sentiría durante toda la eternidad.

El día era oscuro allá afuera. El crepúsculo se avecinaba y me apresuré en bajar las escaleras para contárselo a Soledad. Al fin y al cabo era una fecha para recordar... ¿Por qué no compartirla con un buen amigo?


UN OJO AL PASADO

CATEGORÍA B. FINALISTA: DIEGO HERNÁNDEZ GARCÍA. 3º ESO. SALAMANCA.


H

ola, ¿Qué tal? Soy un ojo, y me llamo Diego. Me parece que anoche se me olvidó bajar la persiana, porque me está entrando una luz que casi no puedo ni ver, sólo veo muchas

sombras, parecen señores vestidos de blanco, ¿qué será esto?, no lo había visto nunca. Ahora veo a una señora que está sudando y formo parte de un niño recién nacido, ¡qué guay! Ya verás todas las aventuras que viviremos

juntos. Hoy es 24 de Mayo de 1889 y creo que estamos en Logroño, ay, qué bonito. Ahhh, me está entrando un sueño y creo que me voy a dormir, mañana será otro día. Qué rico me ha sabido el sueño, hoy ya estoy mucho más despejado, y aunque no he tenido ninguna experiencia, estoy muy contento porque estoy viviendo dentro de un chico que según lo miro, parece muy guapo. Mira, se acerca nuestra madre, que según he oído, creo que se llama Patricia, mira y también viene nuestro padre, que me parece que se llama Eduardo. ¿Dónde nos llevan? En el tercer día de mi vida y ya me tienen con estos ajetreos, con lo bien que estaría yo dormido. ¿quién es ese?, y encima me está mojando, esta vida yo no la entiendo. Se me olvidaba contaros, el niño que me aloja en su interior se llama Pachico, Juan Francisco Blanco Nájera, qué diver. Ahora otro viaje, pero dónde estoy, hay mucha gente a mi alrededor… ¡Ah! Ya entiendo, estoy en nuestra casa, y toda esta gente son nuestros hermanos, por cierto, qué guapos son. Jo, vaya vida ahora, de siete hermanos que éramos sólo quedamos nosotros y encima mi padre también se ha muerto, jopé.


Ahora ya tengo ocho años, y Pachico es un chico muy tímido, pero a la vez muy travieso. Todos estos años hemos estado estudiando en una escuela nacional, pero ahora estamos en el colegio de los Hermanos

Maristas. Tenemos muchos amigos, y tenemos formada una pandilla de pequeños traviesos en la que Pachico es el jefe. Eeeh, yo creo que han llamado a Pachico, sí es un señor vestido de cura, y quiere que le ayude a cuidar la puerta mientras él está en catequesis, mi primera misión para una persona mayor. Por cierto nos ha dicho que se llama Muru, qué majo es. Después de un rato cumpliendo nuestro cometido, Muru sale a decirnos que muchas gracias, que ya nos podemos ir. Era la madre de Pachico la que estaba en casa, me parece que le está echando la bronca por llegar tarde, pero Francisco le está contando el trabajo que hemos tenido que realizar y quiere que volvamos todas las tardes a estar con el padre Muru. Hoy hemos ido a clase y nos han dado un examen que, por cierto, hemos suspendido y esperamos que no nos vuelva a suceder. Por la tarde hemos estado con el padre Muru dando la catequesis y ahora es… to…y…

muy

can…sa…do…,

creo…

que…

me…

voy…

a…

d…o…r…m…i…r. Hola chavales, creo que no quiero volver a preparar las pifias que hacíamos antes, prefiero estar en la Iglesia con el padre Muru y además estoy en el coro. Por la tarde, el padre Muru, fue a nuestra casa a hablar con nuestra madre y le dijo que teníamos buenas cualidades para la música y que deberíamos tocar el piano, nuestra madre aceptó, pero dijo que nos teníamos que apretar un poco el cinturón. Todas las tardes, tomamos clase de piano con un profesor y luego practicamos en casa mientras nuestra madre hace punto, y cada vez que paro, me da un cachete, aunque a veces la engañamos tocando notas al azar ya que ella no sabe de esto.


Un día de 1902 después de ser monaguillo durante unos cuantos años, le dijimos al padre Muru que queríamos entrar en el seminario y él mismo se encargó de decírselo a nuestra madre que aceptó gustosa. Estamos estudiando muy duro para poder ser lo que siempre quisimos, y también lo combinamos con nuestro estudio del piano.

Después de unos cuantos años en el seminario, ya estamos preparados para ser ordenados sacerdotes, ahora tenemos

24 años y

estamos

esperando el destino al que teníamos que ir. Ya es el año 1915, que rápido se nos ha pasado el tiempo, por fin nos vamos como párrocos a Ventosa de la Rioja. No nos lo podemos creer tan sólo un año después de que nos fuésemos a Ventosa de la Rioja, ya me ordenan canónigo en Córdoba, esto va por buen camino. Es el 1919 y otro viaje que nos toca a hacer para trabajar muy duro, ahora nos tenemos que ir a servir a Dios a Jaén, que duro se nos va a hacer. No podemos más, estamos muy cansados. Toc-toc, puede pasar, nos ha llegado un mensaje de que el papa Pío XII quiere vernos, estamos en el 1934. Después de visitar al Papa nos dice que nos quiere nombrar deán de la catedral de Córdoba, y después debemos regresar a Jaén. ¡Oh no! Estamos en el 1936 y va a estallar la Guerra Civil y lo peor es que no sabemos hasta cuando va a durar. Después de tener que vivir como refugiados dos años, por fin se acabó la guerra, ahora tenemos que descansar y lo mejor será volver a Córdoba. Hola, ¿quién eres?, soy Soledad, y ¿tú?, soy Francisco y estoy destinado aquí por cuestiones de trabajo, soy cura. Soledad nos dice que ella también es sierva de Dios y quedamos en vernos otro día.


Después de muchos encuentros, aventuras…el 7 de diciembre de 1944 Soledad y nosotros decidimos fundar una congregación que se llama Las Misioneras Del Divino Maestro. Dos años antes nos habían ordenado Obispo. Ya tenemos 56 años, somos muy mayores, y como no otra vez de viaje, pero ahora para el norte a ejercer nuestra profesión de obispo en Ourense. ¡Qué recuerdos aquellos de mi infancia!, mis amigos, mi madre, el padre Muro (el ángel de mi infancia), mis primeras clases de piano, mi traje de torero…

También

nuestras

misioneras

abren

su

primer

colegio

en

Baza(Granada). Qué ajetreo nos traemos en Ourense, pero su gente es muy buena, y nos lo pasamos muy bien. Estamos en el año 1952, tenemos 63 años y nos encontramos muy enfermos, después de la vida tan ajetreada que hemos traído creemos que Dios nos quiere ya para estar con Él, e iremos muy gustosos. Creo que me estoy cerrando, para no abrirme más y cuando me cierre moriremos, pero antes Pachico quiso decir a toda la familia Divino Maestro, que siguiese con la misión que madre Soledad y yo empezamos, creo que me ci…e…r…r…o.


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