Las revueltas del parque gezi

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Cr贸nicas de Gezi Revuelta en el parque Estambul, 2013

Txus

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Es extraña la revolución (o el sentimiento revolucionario). Convierte a niños callejeros en héroes que ocupan edificios, a clientes de bar en defensores de plazas y centinelas de barricadas, a gente común y corriente en valientes ciudadanos contra ese enemigo común siempre tan fuerte y siempre tan menos fuerte que todos; en fin, es extraña la revolución porque en ella todo mundo es heroico: cada quien cuenta su aventura homérica, su odisea personal de cómo fue que llegó a la plaza evadiendo todos los puestos de control, como destrozó el último vidrio de un coche policía con el mismo bastón con el que destrozó el primero hace dos días, cómo alguien le ha dado de comer y beber a miles de compañeros, cómo todo mundo se ha salvado mutuamente tantas veces que merecen llamarse hermanos y reír juntos y abrazarse. Ahora que paso por enfrente de los grandes hoteles de Estambul, todos rodeando la plaza de Taksim, ocupada desde hace cuatro días y tres noches por un movimiento apartidista, imagino a Hemingway tomando whiskey o el mejor vino de la cava del Ritz de París cuando la ciudad estaba siendo liberada de Alemania y todo mundo compartía una euforia —imagino— parecida a la que comparte el centro de la nueva Constantinopla estos primeros días de junio. Hoy es la cuarta noche en que la ciudad, o la parte central de la ciudad, está tomada por manifestantes. Para hacerle honor a la verdad, es una toma frágil, pues para resistir los embates policiales se necesita mucha gente, lo cual hace que una gran mayoría se tenga que concentrar en un solo lugar, en una plaza: Taksim, dejando al resto de barrios unidos al movimiento más o menos indefensos. No obstante lo anterior, hay un barrio que ha liderado los choques policiales, alejando a las cargas fuertes de Taksim y, por ende, permitiendo en buena parte que no haya suficiente fuerza policial lista y descansada para volver a tomar la plaza más grande de la ciudad. Escribo desde Beşiktaş, el barrio del que hablo, de manera afortunada y desde un tercer piso en el silencio que mi habitación otorga.

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Por Internet puedo ver que la policía se va acercando a Taksim y al parque Gezi, el lugar donde comenzó todo esto, aunque no sé si pretenden desalojar la plaza esta noche o esperar a que regrese el primer ministro de su viaje al norte de África. Creo que si desalojaran la plaza hoy, el día de mañana se les volvería a llenar de gente. Viendo las imágenes del caos me pongo a pensar que quizá están arrestando a las personas que se atreven a tirarles piedras para así quitarle a la resistencia sus grupos de choque: las personas que han puesto las barricadas y las que han defendido a todos los otros que disfrutan y han disfrutado de la plaza liberada (vaya lenguaje que se utiliza en estas condiciones). Esta noche ya está acabando. Puedo ver al sol asomarse en la parte más lejana del cielo. Aunque no es ni asumo esta revuelta como mía, espero que la plaza siga ocupada mañana por la mañana. Sería muy triste para la ciudad despertar de este gran sueño tan bruscamente.

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1) La gente está en su derecho a protestar, y no creo que esté mal lo que están haciendo. El partido en el poder, el AKP, ha ganado con el 49 por ciento de los votos en las últimas elecciones: el país está dividido y a la mitad de Turquía no le cae para nada bien el primer ministro que han tenido por los últimos diez años y que amenaza en quedarse por todo el tiempo que quiera/pueda. 2) Las votaciones, a como me las cuentan mis amigos turcos, no han sido del todo legítimas: muy parecidas al caso mexicano: compra de votos, desinformación, manipulación de encuestas, explotación de la ignorancia y la gran necesidad de mucha gente. Tomo esto por verdad con ejemplo de los medios masivos de comunicación nacionales: las televisoras y los periódicos no han reportado las protestas sino hasta el segundo o tercer día. Luego lo han hecho como si no fuera importante lo que pasa; la prensa internacional le da más cobertura a esto que la prensa turca. 3) No parece haber organización central en las manifestaciones. Comenzó como el desalojo de un grupo de activistas que acamparon en el parque Gezi para evitar la tala de árboles para el desarrollo de un nuevo centro comercial (uno más en el centro de Estambul). Los activistas eran pacíficos y la policía recurrió a la violencia para sacarlos de allí. Una amiga portuguesa me ha contado esto de primera mano. Hasta ahí nadie había tirado ninguna piedra. Las redes sociales comenzaron a transmitir lo que pasaba. Se hacían fotos y se colgaban en Twitter y Facebook, la evidencia está ahí. Usando esas fotos como pretexto para actuar, mucha gente indignada por ellas (las fotos) y antagonistas al gobierno del AKP salió a protestar a la plaza de Taksim y hacerle frente a la policía. 4) La policía utilizó gases lacrimógenos desde siempre. Ya lo habían hecho el primero de mayo de manera excesiva y esta vez tampoco se tocaron el

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corazón para librarse de la gente de la manera más fácil que se les ocurría. Pero a diferencia del primero de mayo la gente no se fue, y a diferencia del primero de mayo no paró de llegar más gente. Esto fue del viernes en la mañana (el primer desalojo ocurrió cerca de las 6 am) al viernes por la tarde. 5) El viernes por la noche llegamos Irma y yo a Cihangir, un barrio bohemio y fresa/pijo vecino a Taksim e Istiklal, la arteria principal peatonal en esa parte de la ciudad. Sabíamos de la violencia policial a través de Twitter y tomamos nuestras precauciones. Sedat, nuestro compañero de piso, también iría a Taksim. Y sus amigos también. Todo mundo parecía ir a Taksim. 6) Caminamos todo el bulevar costero hasta subir al Hospital Alemán. Ahí la gente estaba concentrada y parecía un hormiguero. Fue nuestro primer encuentro con #OccupyGezi. La gente estaba emocionada, esto es, cargada de emociones: estaba asustada pero contenta de estar fuera. Mucha gente también estaba tomando: era viernes por la noche en un barrio que es parecido a La Condesa/Roma de la Ciudad de México o a Malasaña en Madrid. 7) El Hospital Alemán estaba repleto de gente y nos tocó ver a tres o cuatro taxis entrar al estacionamiento del lugar con pasajeros que parecían heridos. La gente les abría paso y entraban rápido. No había antagonismo con los guardias de seguridad del hospital, a pesar de su uniforme tipo policía. Muchos estábamos literalmente en el marco de la puerta del hospital. En este punto imagino que la mayoría de los que estábamos ahí no teníamos idea que eso seguiría cuatro días después, pero poco a poco, creo, la gente pasó de estar en un ánimo pasivo a uno activo con respecto a la autoridad. Si en un principio era ponérseles enfrente a los grupos antidisturbios, por toda la cantidad de gas que iban arrojando por donde quisieran, lo primero se convirtió en no solo no irse de Cihangir, sino llegar hasta Taksim y recuperar Gezi. 8) Las calles de Cihangir son laberínticas. Aun conociéndolas mucho te puedes perder. No son tan angostas como las de Toledo, pero muchas sólo permiten pasar un carro a la vez. Eran cerca de las nueve de la noche cuando salimos de la entrada del Hospital Alemán por el agobio de tanta gente. Se rumoraba que la policía estaba en Istiklal y que avanzaría pronto.

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El ambiente era para nosotros más de desconcierto al entender muy poco de lo que se decía. Para esto se nos había unido Sara, la amiga portuguesa que nos contó que ella había estado en el parque esa mañana. Estábamos en comunicación con Sedat por celular, vagamente. Pronto nos dimos cuenta que si bien la policía se había parado sobre Istiklal estaba también hasta la entrada de Taksim, lejos de donde estábamos. 8) Fuimos a Istiklal. Toda la calle estaba llena de manifestantes. Al fondo se escuchaban los gritos más fuertes, cerca de la plaza, pero la gente comentaba y aplaudía por todos lados. Las tiendas y los restaurantes seguían abiertos. Nos quedamos ahí hasta que llegó Sedat y hasta que la policía aumentó sus descargas de gases lacrimógenos, obligando a todo mundo a dispersarse. Mucha gente bajó hacia Cihangir y nosotros hicimos lo mismo. Todo el ambiente olía a gas pimienta y las barricadas se empezaban a formar. Eran cerca de las doce de la noche. Caminamos un poco más y decidimos volver a casa, dando por terminada nuestra participación. 9) Las calles de Cihangir seguían llenas hasta la avenida costera. Caminamos. Los carros pasaban pitando, ondeando banderas turcas. La gente estaba feliz, como si hubieran ganado una final importante de fútbol, estaban emocionados. Pasamos por Dolmabace, un palacio donde el primer ministro tiene una oficina. Había policías cuidando las esquinas y pasamos por ahí rápido. Habían cartones de leche en las banquetas, como puestos ahí en apoyo a futuras víctimas del gas pimienta —la leche calma el ardor de los ojos de forma maravillosa, me lo han dicho en la calle—. 10) Beşiktaş estaba tranquilo y todavía pudimos cenar algo en un restaurante en el centro del barrio. Caminamos hacia arriba por el parque de Abbasağa y en una plaza muy cerca de casa había salido gente del barrio a aplaudir y a gritar consignas. Jóvenes, adultos y viejos, hombres y mujeres. Luego las cacerolas empezaron a aparecer en toda la ciudad. Las mujeres que no salían a la calle apoyaban a los que sí haciendo ruido y aplaudiendo. Caminabas por las calles del barrio, y desde los segundos, terceros y cuartos pisos se asomaban medios cuerpos de muchachas, mujeres, viejas y niños haciendo ruido con las cacerolas, prendiendo y apagando las luces de sus departamentos. Ahí sospechamos, o al menos sospeché yo, que esto bien podía irse para largo.

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1) Escribo desde el martes por la tarde/noche: las protestas comenzaron el viernes en la mañana; todo el día, todos los días, la gente ha aguantado en Taksim y en Beşiktaş. 2) El sábado por la mañana fui a trabajar junto con Irma a un barrio de clase alta en el lado asiático de la ciudad (clases de español particulares a tres niños). Ahí todo estaba en calma y nada parecía estar pasando en ningún lado. Fuimos y volvimos en ferry, pero de regrese al lado europeo los barcos iban cargados de gente con banderas turcas y de Atatürk, con máscaras anti-gas, con pañuelos y bufandas al cuello, con material para resistir los ataques de gas, con soluciones ácidas para los ojos... y todo mundo se aplaudía, de barco a barco agitaban las banderas, chiflaban, volvían a gritar consignas, parecían felices. A Irma se le salió una lágrima desde el asiento del ferry y yo sólo pude imaginar guerras pasadas en las que nunca participé. Otra vez ese sentimiento de claridad ante las cosas que las revoluciones (o los actos revolucionarios) muestran en la gente. 3) El viernes nos hemos quedado hasta el amanecer en la calle, cerca de casa, testigos de tanques echando agua a presión, de cargas de gas pimienta una y otra vez, de gente que le arroja lo que puede a los representantes del Estado. Las banquetas comenzaron a quedarse sin adoquines y sin ladrillos, las barricadas comenzaron desde la noche del viernes, las marcas de los choques anteriores siguen en las calles, la gente en Barbaros Bulevar se asemeja a un mar: viene y va, va y viene de arriba a abajo conforme hay o no peligro en la orilla. Y eso es lo único que puede hacer a falta de todo el equipo para defender un pedazo de tierra conseguida/perdida. Tratar y fallar, dibujó el Marti y escribió el Jolow. Eso es lo que hace esta gente cada vez que se enfrenta a la policía. Trata de llegar hasta la parte baja del bulevar, y falla, y vuelve a tratar, y vuelve a fallar, y vuelve a tratar... así toda la noche.

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4) Toda esta parte de la ciudad olió a gas pimienta el fin de semana. Hoy y ayer no ha habido tanto durante el día. Sábado y domingo había ventanas de tiempo de quince o veinte minutos en las cuales el olor y la pesadez se detenían y te era permitido caminar de un punto a otro sin inconveniente, de tu casa a la tienda y de la tienda a tu casa. El resto del tiempo el ambiente era sofocante. 5) Hay cientos, miles de rumores en el Internet. Muertes que nunca pasaron, cargas policiales que se quedaron en el veremos, comentarios desde todo el mundo que opinan ciegamente lo que pasa en tu propio barrio. Pero también hay cientos de verdades en el Internet, violaciones a los derechos humanos, gases lacrimógenos disparados a quemarropa, detenciones arbitrarias, barricadas en construcción, batallas frontales entre manifestantes y agentes anti-disturbios, civiles heridos y estudiantes de medicina atendiendo a los heridos desde lobbies de hoteles cinco estrellas. 6) Las noches se han convertido en el tiempo y espacio para los enfrentamientos. Durante el día los barrios casi parecen los mismos de siempre y las barricadas son demolidas por equipo pesado de construcción para hacer funcionar de nuevo el paso vehicular; todas excepto las que llevan a Taksim. Es entonces cuando Beşiktaş se convierte en el lugar de los enfrentamientos. No sé cuántos operativos suceden en una noche en el barrio. El centro del lugar está vacío, como una tierra de nadie, cualquiera que pase es sospechoso para ambos bandos; lo que es cierto es que al barrio no entra la policía, se queda sobre el bulevar y a unos pocas decenas de metros una vez que comienzan los edificios residenciales. Avientan gases lacrimógenos, eso sí; no se cansan de lanzar gases lacrimógenos. 7) El domingo desayunamos con dos españoles que han venido de paso a la ciudad en un restaurante de Beşiktaş. Las paredes siempre amanecen con más pintadas, pero el ambiente es uno que no apunta a que allí han pasado enfrentamientos entre manifestantes y policías hace tan solo cinco horas. Los servicios de basura no se han descontinuado y los bares, restaurantes y tiendas abren a la hora de costumbre y sirven la comida de costumbre a la gente de costumbre.

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8) La televisión nacional brilla por su ausencia todavía. En lugar de la ocupación de Taksim y los enfrentamientos en Beşiktaş, CNN-Türk decide pasar un documental sobre pingüinos. Las demás cadenas hacen lo mismo: ignoran las protestas. Hawk-TV es la única televisora turca que transmite en directo vídeo de lo que está pasando; Hawk-TV y la BBC y Channel-4 de Londres. ¿Qué pasaría si Trafalgar Square estuviera ocupada por cuatro días consecutivos a base de piedras, barricadas y concentraciones masivas de indignados? ¿Acaso no se enterarían en York? 9) La situación, como todo, es más compleja de lo que parece y de lo que muchos la quieren hacer parecer. El tiempo es, en mi opinión, el enemigo más poderoso de los manifestantes, el tiempo y el cansancio. Hasta hoy Taksim no ha vuelto a ser blanco principal de ataques policiales: ha estado seguro, a pesar del gas, pero hay grupos, partidos políticos, agentes que le quieren poner color a todo, que han llegado también a la plaza desde el sábado, primero en solidaridad y poco a poco adueñándose del terreno, acomodando a su gente, desmoralizando a los indignados originales con su música revolucionaria —envasada al vacío y con fecha de caducidad—, como preparando el terreno para que más pronto que tarde llegue su candidato y ofrezca una solución al conflicto, un diálogo con el enemigo; para que ese político pueda consagrarse como líder de una protesta que comenzó con unos tipos que no querían más que detener el derribo de unos árboles en el parque más céntrico de Estambul, que, dicho sea de paso, parece ser también un antiguo cementerio armenio (sin conexión directa, que yo sepa, con los manifestantes originales: estos más preocupados por el medio ambiente que por los armenios en particular). 10) Los partidos políticos, como los he conocido, tomando de ejemplo principal el caso mexicano, me parecen de lo más perverso que hay en la política. La mayoría del tiempo son la fuerza que desmotiva al individuo a seguir siendo individuo; el contrato social obligado y bajo punta de pistola; son el abogado de oficio que me tocó en Madrid cuando pasé 26 horas en las habitaciones/celdas del aeropuerto y que lo único que hizo fue decirme que firmara aquí y aquí y aquí para comunicarme luego: usted no puede entrar a España.

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1) La información que doy se basa llanamente en mis interpretaciones de lo que he podido ver en la calle y lo que he podido constatar en Internet (blogs, twitter, facebook, agencias de noticias, youtube). Según parece, hoy miércoles, las noches estarán más tranquilas, como lo ha sido la noche del martes, aunque todavía hay choques en la parte baja de Taksim, junto al estadio. Las barricadas y los ataques se han concentrado ahí desde ayer. Beşiktas ha pasado a ser un barrio vacío cuando se mete el sol, sus residentes partidarios con la ocupación se van a Taksim y dejan en silencio al vecindario. 2) Cada día la ocupación de Taksim y Gezi toma más variantes. Ayer por la tarde hubiera pensado que el fin de este movimiento estaba a la vuelta de la esquina, con los partidos políticos haciéndose dueños de la situación, sin embargo ahora parece que la gente misma está decidiendo qué hacer en Gezi, al menos en el parque. Hay fotos de acampadas extendidas, de bibliotecas móviles, de clases de yoga con docenas de participantes, de mítines, de gente llevando y donando comida, de música para todos. Parece que el movimiento original ha resistido también a los altavoces de los partidos políticos y se ha hecho con su parte del parque. Esto es, indudablemente, algo muy positivo para todos. 3) Antier por la noche platicamos Irma y yo con un tipo muy cerca de casa, sobre el bulevar Barbaros —ahora vacío comparado con las primeras noches de enfrentamientos—, y, a pesar de darnos la impresión de ser un policía en cubierto (como twitter y facebook han dicho que hay por la calle y entre los mismos manifestantes), dijo tres veces que la policía no haría nada hasta que Erdoğan regresara de su viaje por el norte de África. “Dogs don’t bite without their master”, dijo el hombre dos o tres veces. “Nobody wants to take the blame for anything”. Al final de cuentas no supimos si era o no policía, ya que no nos mintió con respecto a la otra información

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que nos dijo: el camino a la plaza estaba libre por todos lados, menos por el estadio. 4) Los twits no dejan de ser de por lo menos uno por segundo. Durante el día bajan un poco, más o menos a 40 por minuto. He leído que en las primeras doce horas del conflicto hubo dos millones de twits con el tema principal siendo las protestas de Gezi. Lo que también es cierto respecto al rol de las redes sociales en este conflicto es que el primer ministro Erdoğan las ha llamado una “amenaza” y ha dicho que en ellas, especialmente en twitter, se pueden encontrar “todo tipo de mentiras”. Esto, claro, retransmitido por canales de televisión nacional. Hoy también se han arrestado a más de veinte personas en Izmir, antigua ciudad en el mar Egeo, por supuestos twits que incitaban a la violencia. No se ha dicho quiénes son ni qué han publicado. 5) No he podido confirmar nada sobre ningún cementerio armenio en el parque de Gezi. Lo que sí ha sido ese lugar es una fortaleza militar construida a principios de 1800s y demolida en los 1940s. Es increíble lo rápido del nuevo mundo, Wikipedia ya tiene una entrada bastante desarrollada del asunto. “Taksim Gezi Park Protests”. 6) Ayer de camino a casa durante el día, bajando por el estadio y cerca de Dolmabaçe, dos chicos y una chica fueron a donde estaban camiones con agentes anti-disturbios y les regalaron flores. Los policías las aceptaron y algunos platicaron un poco; ya había una mujer antes platicando con los policías. Los uniformados parecían relajados, platicando entre ellos, esperando, de alguna manera, a que algo pasara para ponerse en guardia. Será también ese un trabajo duro, un trabajo que puede reflejar tanto amor como odio, las dos caras del ser humano: por un lado policías arriesgando su vida por un perro en un río porque ese es su trabajo, y por otro policías aventando gases lacrimógenos y golpeando civiles porque ese, les han dicho, también es su trabajo. Personalmente creo que también han de estar cansados de todo esto, aunque, claro, a ellos no les ha ido tan mal como a los manifestantes (tres muertos oficialmente, cientos de heridos, cientos de arrestados, etc.). 8) Las caceroladas comenzaron a las nueve de la noche de hoy en Beşiktaş, duraron unos quince minutos y se callaron. Quizá más noche vuelvan a

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suceder. Desde que la gente se fue a Taksim ya no ha habido mucho movimiento en el barrio. Tampoco se ha olido gas pimienta, aunque ayer por la noche, me dijo Sedat, nuestro compañero de piso, que en Taksim todo estaba bien, salvo por el constante olor a gas y la fatiga en los ojos que eso provoca. 9) En Gezi y en Taksim todo mundo está documentando con vídeo y fotografía. Hay reporteros de todas partes del mundo, la mayoría jóvenes de cadenas independientes de Europa y Estados Unidos. A pesar de todas las críticas que se les puedan hacer en sus respectivos países, son bastante heroicos también ellos, soñadores de un mundo mejor y hasta, por eso mismo, cabezasduras; pero en fin, por lo pronto el que quiera enterarse de algo en Taksim y en Gezi depende (dependemos) de ellos. Quizá de allí radica su heroísmo: no son nada hasta que son los únicos que dicen algo: una verdadera forma de cambiar el mundo. 10) Las mezquitas siguen cantando en Estambul. A la mayoría de los creyentes parece no importarles lo que está pasando, aunque en el parque he visto a algunos grupos de mujeres islámicas (pocas, pero las he visto), tapadas con velo y cubrebocas blanco. Ellas también se veían emocionadas y contentas.

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Con el sol a mis espaldas, ese sol matutino que lanza una luz blanca y azul —no la amarilla de los mediodías, o la roja anaranjada de los atardeceres— escribo estas impresiones de lo que pasa en Estambul respecto a las manifestaciones últimas y la ocupación de la plaza de Taksim y el parque de Gezi. En primer lugar decir que no es obvio ni lo que está pasando ni lo que vaya a pasar. Hay muchos frentes de análisis y de ataque, de perspectivas y de preguntas, de posibles futuros, pacíficos y violentos. Las noticias más recientes que tengo son las de 24 detenidos por twitear mensajes “provocando a la violencia” (no se sabe hasta ahora qué han dicho exáctamente esos mensajes) y, a la vez, de los grupos de partidarios del AKP (el partido en el poder) que son apoyados por las policías locales para pegarle con palos y llaves de metal a manifestantes antagonistas a Erdoğan, el primer ministro —esto ha sucedido en ciudades del interior del país, no en Estambul—. En Taksim la gente celebra cada día y cada noche como si la victoria ha sido conseguida, lo cual a mí me provoca ciertas dudas sobre lo que le depara al movimiento si se comienza a dormir en sus laureles. Pero seguro que no todos bajan la guardia, especialmente la gente de las barricadas, que ni siquiera permiten que les tomen fotos por la represión policial que pudiera seguir, y seguro que tampoco bajan la guardia los que han puesto a circular un primer manifiesto de la ocupación del parque y de la plaza. La mayoría de los ocupas, sin embargo, bailan y cantan y simplemente “están” ocupando. En general la cosa es positiva en Estambul: ya no hay ataques policiales, ya no hay ese olor a gas pimienta que abarrotó el centro de la ciudad durante tres días seguidos, ya no hay tanta tensión en las calles. No obstante parece que la violencia se ha trasladado a otras ciudades, especialmente a Ankara, la capital, y a Rize, una ciudad al este de Turquía, más

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cercana a Siria y a ese país de sueño para los kurdos que se llama Kurdistán. Ignoro si la razón de la violencia para los manifestantes de la ocupación de Gezi (en Rize) esté relacionada por el conflicto sirio-kurdo-turco, pero debido a la proximidad geográfica lo menciono, aunque sea simplemente para tenerlo en cuenta. Hace algunos días, el domingo me parece, cuando el parque comenzaba a estar oficialmente tomado y la policía todavía intentaba subir la cuesta de Dolmabaçe hacia Taksim, cuando todavía ardían los carros que hay en la plaza y los autobuses tenían todavía algunos vidrios sin quebrar, cuando apenas marchaban hacia la plaza los partidos políticos desde Istiklal, una de mis primeras impresiones fue la gran cantidad de euforia de toda la gente, y no sería para menos, seguro, pero me pareció también mal encausada. Mis sentimientos hacia esta revuelta oscilan entre el apoyo incondicional y el apoyo que duda entre cual será el mejor camino. Aquí hago una pausa y aclaro que mis desentendimientos con lo que sucede seguro se ven afectados por el hecho de que no hablo ni entiendo turco. Todo esto que escribo y pienso lo reflexiono sin ninguna traducción precisa de lo que ocurre y sin la posibilidad de preguntarle a la gente, detenidamente, qué, para ellos, es lo que está pasando. Esto me frustra bastante, pero, más allá de intentar en un inglés cortado obtener información, no puedo siquiera comenzar a entender la parte personal de todo este asunto. Para formar esta opinión me guío también de lo que leo en los medios independientes, extranjeros, que reportan desde los lugares por donde, igual que ellos, camino a diario. Turquía ha tenido y tiene problemas sociales y económicos parecidos a los mexicanos, esto es, que existe en el país un gran vacío y una gran distancia entre sus clases sociales. Una gran parte de la población es pobre de nacimiento hasta la muerte, otros tantos nacen y mueren clasemedieros, y otros (no tantos) nacen y mueren ricos. Menciono esto porque en las calles de Estambul, como en las calles de muchas ciudades, mexicanas o no, hay gente que vive tanto de recolectar materiales reciclables de la basura para subsistir como de gente que pide dinero. Mucha gente. Y una imagen que me ha quedado grabada fue precisamente la de dos hombres recolectores de basura en la primera noche de protestas fuertes, la que iba del viernes al sábado, en el barrio de Beşiktaş. Estábamos Irma y yo en el bulevar Bárbaros mirando cómo se desarrollaba la acción al final de la calle, cerca de la costa y de las plazas que están allí, cuando detrás nuestro, nos dimos cuenta, estaban dos hombres jóvenes, recolectores de basura, tirados sobre sus carros recolectores

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mitad llenos (una especie de canasta gigante hecha de lona, con ruedas) fumando cada uno un cigarrillo. La imagen me parece reveladora, ya que estos dos tipos veían el cuadro como si fuera algo de lo más casual o como si la bronca no fuera con ellos, como si el fin del mundo —cualquiera de los posibles— estuviera siempre a la altura de estirar un brazo o levantar un dedo. Ellos no habían dejado de trabajar toda esa noche, como muchos otros recolectores que se metían hasta el fondo de las protestas para agarrar algunas de las botellas vacías de cerveza que la gente iba dejando, y no parecía importarles mucho lo que pasaba ahí abajo. El cambio social de Turquía, el momento histórico que se estaba viviendo y del cual eran testigos, la lucha contra el poder que tanto les conviene y que tanto necesitan... ellos estaban acostados sobre sus carros de lona fumándose un cigarrillo viendo el espectáculo. Claro que no sé lo que estarían pensando, pero imagino la siguiente reflexión: ¿Para qué me levanto y voy al frente, si gane el que gane yo seguiré juntando basura mañana por la noche? --- La gran tragedia del movimiento, de este y todos los que ha habido, me parece, es precisamente esta: que las exclusiones y los excluidos, por decisión propia o colectiva, estarán ahí. Las noticias internacionales han dado el número: más de 600 mil manifestantes en Estambul sólo (eso me parece haber leído), sin embargo, Estambul es una ciudad de 14 millones de habitantes. A pesar de que la plaza mayor esté ocupada, el número de esta gente sigue siendo minoría comparada con el total. Que nadie confunda ni malinterprete mis palabras: no estoy diciendo que esta lucha es vana ni que por ello hay que regresar a casa y bajar la cabeza. No. El Estado turco es un Estado opresor, represor de la gente que piensa diferente a sus normas, que no respeta las diferencias ideológicas ni prácticas, intolerante, corrupto; por eso hay 600 mil personas afuera en su ciudad más importante, por eso hay 20 mil bellos durmientes en el parque de Gezi, por eso le han aventado piedras y lo que fuese a la policía, a los representantes del Estado, por eso han aguantado tanto gas pimienta, por eso la policía ha matado a tres (hasta ahora confirmados) manifestantes, por eso Turquía es el país con más periodistas encarcelados en el mundo, por eso los medios de comunicación no dicen lo que está pasando en Taksim, por eso al primer ministro no le gusta twitter. Según lo que reportan medios internacionales, el primer ministro, Erdoğan, desde un primer momento amenazó a los manifestantes con “sacar” a su 50 por ciento del electorado. Como ya se ha visto en estas protestas, y como en todos lados, hay gente dispuesta a ser grupos de choque

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contra esos “revoltosos” (çapulcu, así llamados por Erdoğan) que simbolizan para unos la pérdida de valores, la amoralidad, la falta de orden, la perdición, el pecado, el infierno, en suma, el ser diferente. Pienso que acaso son ellos, los civiles conservadores, y no los policías, el mayor peligro físico que corren los manifestantes; no tanto en Estambul, pues aquí la plaza está llena de internacionales, turistas y reporteros, curiosos y residentes, pero en las ciudades y pueblos donde los medios de comunicación no llegan ni han de llegar a tiempo. De hecho ha habido rumores en twitter en los cuales grupos de manifestantes han sido rodeados y atrapados por grupos pro-AKP, en donde la policía ha tenido que intervenir para evitar linchamientos (otra vez, ese conflictivo trabajo de ser policía), aunque, en este caso, se ha dicho en twitter, la policía no reprimió a los agresores pro-AKP. En suma, a mi ver, lo que toca hacer ahora en Taksim es lo que se ha empezado a construir esta tarde: la gente que quiere un cambio tiene que ponerse de acuerdo y poner condiciones para entregar la plaza. Y claro, siempre está la posibilidad de que el gobierno no acepte las condiciones. Para tal caso, habrá que irse agarrando.

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Es jueves 6 de junio cerca de la media noche. Erdoğan, el primer ministro turco, estará llegando a Estambul en dos horas, según las redes sociales. Las últimas noticias oficiales que encuentro dicen que el PM ha llamado hoy a los manifestantes “terroristas” y que el plan del Ejecutivo seguirá adelante con la demolición del parque de Gezi y la construcción de un centro comercial: en suma, que no va a escuchar las demandas de las protestas ni a los manifestantes. Al decir esto la bolsa de valores de Turquía cayó rápidamente, casi cinco por ciento (según recuerdo la pérdida más fuerte de la última década), lo que no había hecho en años. Pero, además de la caída económica de la bolsa, ¿qué significan estas declaraciones? Los comentarios de Erdoğan pueden significar toda una serie de cosas, seguro muchas más de las que aquí teorizo, sin embargo, la primera que me viene a la mente es que los manifestantes, ahora también provocados y llamados “terroristas”, con mayor razón no se moverán de Taksim; y sigo con el razonamiento: anteriormente Erdoğan ha dicho que tiene a millones de personas bajo su poder, simpatizantes de su partido que obedecen ordenes, y ha amenazado en utilizarlos contra los manifestantes. Estos grupos, y no la policía, como he dicho antes, me parecen el peligro físico más grande que corre la gente acampando en Taksim. Imaginemos un escenario en el cual los agentes anti-disturbios están relajados y descansando, protegiendo las oficinas del primer ministro en Dolmabaçe, a un kilómetro de la ocupación; imaginemos que se recluten o se pongan en marcha grupos de choque radicales de derecha, convocados por el gobierno para tales ocasiones, y que se les de cierta seguridad de amnistía, de perdón por los daños públicos o privados que pudieran cometer. Imaginemos que hay en estos grupos policías infiltrados, también. Imaginemos que marchan hacia Taksim como civiles y se mezclan con la gente, provocando disturbios, antagonismos y peleas; imaginemos a un

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grupo significativo de radicales de derecha, con ganas de pelear y con armas blancas (palos, cuchillos, etc.), aterrorizando el campamento. La gente de Taksim, aunque es mucha, es en su gran mayoría pacífica: estudiantes de instituto y universidad, mujeres, adultos mayores. ¿Quién, entonces, pudiera y debería (por obligación) detener una situación como la que describo, de choques entre grupos de civiles? Imaginemos que los manifestantes y la prensa internacional informan lo que está pasando y piden socorro a las fuerzas del orden, a la policía; imaginemos que la policía hace oídos sordos y dice: les ayudaríamos, pero ahí no podemos entrar. O, les ayudaríamos, pero ahí ustedes no nos quieren. Según las redes sociales la violencia se ha trasladado a Ankara y a otras ciudades del interior del país. Ahora twitter y facebook piden a los medios de comunicación que dejen a Taksim a un lado y se concentren en el resto de ciudades, en donde, según dicen, los gases lacrimógenos no han parado de ser arrojados durante toda la semana; donde se han aventado bombas de humo a centros comerciales llenos de gente; donde se le ha perseguido y pegado a mujeres en medio del público; donde un tanque de la policía ha atropellado a un chico de manera despiadada; donde ha muerto un manifestante. En lo que va de las manifestaciones ha habido 4,300 heridos, 3 muertos (de los cuales uno es policía) y más de 3 mil detenciones. Hoy los cacerolazos duraron el doble que los de ayer. Parecería obvio que es por la llegada de Erdoğan a la ciudad. La gente no parece quererlo y lo demuestra. Treinta minutos fue lo que duró el concierto de cacerolas y cucharas de metal en detenerse, hubo carros y motos pitando, aplausos, chiflidos. La gente sigue emocionada. Sedat, mi compañero de piso, al darme la noticia de que Erdoğan no cambiaba de opinión me dijo: «I think it’s better this way, you know». A como está el terreno Erdoğan ha leído mal la situación, a no ser que en verdad quiera lo que aparentemente está preparando: el choque de fuerza. Ya lo dijo el New York Times en un artículo de opinión el día de ayer (cito de memoria): el PM turco tiene que darse cuenta que estas manifestaciones no son un golpe de Estado, no son como la primavera árabe. Lo que tiene que hacer es resolver el conflicto democráticamente, si no lo hace perdería credibilidad con Occidente. Mientras tanto no se ve por dónde acaben estas celebraciones y desgracias. Me he enterado de una sección de twitter que apoya a Erdoğan (#weareerdogan). La mayoría de los mensajes están en turco pero hay algunos en inglés, dicen cosas como: "los verdaderos patriotas están en el

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aeropuerto" [esperando a Erdoğan, en apoyo]. Y me remito al cuatro párrafo de estos comentarios. Se necesitará mucha inteligencia y mucha sangre fría de los manifestantes para lograr lo que se proponen. Por la ciudad corren rumores de que este fin de semana volverán a haber choques con la policía y, de nuevo, mucho gas pimienta en el aire.

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Este día las cosas han cambiado radicalmente desde que salí de casa hacia Taksim, cerca de las seis de la tarde, hasta ahora que regreso cerca de las dos de la mañana. Y aunque no lo esperaba, tampoco me sorprende. Después del discurso que dio Erdoğan la mañana de ayer, en donde llamaba a los manifestantes “terroristas” y afirmaba que no iba a dar marcha atrás al proyecto urbanístico de Gezi ni a reunirse con nadie, todo mundo esperaba lo peor; incluso había alguna gente que utilizaba la palabra “guerra civil” para describir lo que se avecinaba: decir que los choques de verdad con la policía apenas iban a comenzar era sonar positivo. Pero parece que nada de eso será verdad, a desilusión de varios enmascarados que cantaban hoy por la noche en las colinas cercanas al estadio del Beşiktaş, esperando a una policía que, ahora parece, nunca va a llegar. De las consignas de los partidarios del AKP anoche en el aeropuerto a la llegada de Erdoğan (“Alá es grande” “Aplastaremos a Taksim”) hoy el primer ministro turco ha dicho que escuchará a las demandas democráticas de los indignados de Taksim, haciendo que la bolsa de Estambul subiera casi lo mismo que cayó por la mañana de ayer, cuando dijo lo contrario. Ahora y desde el martes, Taksim y Gezi están hechos una romería. Las últimas imágenes con las que me quedo de ellos son unas parecidas a las que hace Alfonso Cuarón en esa tierra de indocumentados en la película Children of Men; una especie de anarquía posmoderna en la ciudad de Blade Runner (sin que ésta sea Los Ángeles): todo mundo tomando, gente grafiteando muros en frente de todos, venta de piratería sobre Istiklal sin prisa ni temor a la policía, grupos de jóvenes enmascarados haciendo ruido, cantando y golpeando paredes por donde pasan y, lo que más se ve en Taksim y sus alrededores (Gezi y barricadas) una especie de turismo revolucionario en donde la gente se hace fotos junto a los camiones destrozados, encima de los carros quemados, frente a las barricadas, al lado de los nuevos árboles recién plantados.

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Llama la atención ver a turistas siendo turistas en este contexto. Escribo, tal vez, como si no estuviera de parte de los manifestantes o como si quisiera que no se llegara a un consenso con el gobierno, a una paz; como si deseara que el conflicto siguiera indefinidamente para seguir emocionándonos noche tras noche por la posibilidad de combates nuevos. Nada más lejano a la verdad, y sin embargo, precisamente por ello, porque parece ser que ya no habrá combates y por el anuncio de tregua provisional, una parte importante del movimiento de ocupación de Gezi se ha escapado del parque. En cuatro días, es mi parecer, la ocupación de Taksim y Gezi ha pasado de ser totalmente legítima a ser una duda en medio del cuarto, como ese elefante que nadie quiere ver. Entre la disneylandia revolucionaria y el constante festival en el campamento, si Erdoğan lleva a su terreno político este episodio no solo lo ganará por ser bastante hábil en ese campo (como dicen The Economist, Foreign Affairs, NY Times, entre otros), sino que saldrá reforzado en su imagen de negociador y político. Será cierto que tiene oposición dentro de su partido, pero si promete investigar los abusos policiales y llevarlos a juicio, la comunidad diplomática internacional (entiéndase la Unión Europea y Estados Unidos) lo felicitarán por su labor y seguirán colaborando con él, pues Turquía es punto clave geo-políticamente para Occidente, de toda la vida. Y vaya que parecía extraño, políticamente hablando, la respuesta de Erdoğan: cómo echar por la borda diez años de trabajo y otros tantos de posibilidades (si se mantiene como primer ministro) por un episodio tan, en principio, insignificante como la toma de un parque por manifestantes ambientalistas. Ahora la siguiente jugada la tiene la gente de Taksim —y por otro lado los opositores políticos de Erdoğan—, que tienen que ponerse de acuerdo con sus demandas y sus razonamientos para llegar a ellas, pues si no las llevan a cabo de manera impecable bien pueden perderlas todas, y “democráticamente”. Esta noche se esperaban muchos ataques policiales, pero otra vez parece que no van a suceder. Me tocó estar poco más de una hora cerca de un grupo de jóvenes que parecían emocionados con la posibilidad de volver a tirarle piedras a la policía. Mucha gente también estaba nerviosa, pues pensaba que lo mismo iba a suceder. Pero hasta ahora que escribo, las tres y media de la mañana, no ha habido violencia.

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Por otro lado, en las últimas noticias que proporciona twitter, alguna gente de Taksim dice que es demasiado tarde para hablar de negociaciones, pero tampoco proponen soluciones ni rutas de acción. ¿Qué piensan hacer: ocupar la plaza indefinidamente? No me parecería extraño que más pronto que tarde los comercios de la zona (los hoteles, los taxistas inclusive, a pesar de su gran labor y apoyo al movimiento durante el primer fin de semana) empezarán a ver a los ocupas con mala cara, especialmente si no parecen irse a ningún otro lado con sus demandas, sean las que sean. Esto también es causa de una izquierda totalmente fragmentada, sin cabeza ni visión clara de las cosas. No hay nadie que pueda organizar a tanta gente con tantas opiniones y razones diferentes para odiar o ser antagonistas a Erdoğan, y supongo que hasta que eso pase no serán fuerza suficiente contra la maquinaria que ha formado el AKP en los últimos diez años (casi toda la vida del partido, cabe mencionar: el AKP fue fundado en 2002 por Erdoğan y Gül, primer ministro y presidente, respectivamente). No obstante lo arriba mencionado, rescato un pedazo de conversación con un amigo curador de arte de la ciudad: «Es curioso —dice—, todo mundo está esperando lo que diga una persona. Eso lo hace parecido a una dictadura, ¿que no?» (Esto lo dijo antes de que Erdoğan declarara que iba a recibir a los manifestantes).

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1) Los últimos días han sido de calma para Gezi: no para Ankara ni otras ciudades; tampoco para el barrio Istambulu y aleví de Gazi, donde hubo enfrentamientos policiales, fuego y más gas pimienta contra unos disturbios que comenzaron ayer por la tarde y, parece, acabaron a las tempranas horas de hoy, domingo. 2) Por ahora la situación de Taksim (y del país) sigue siendo una de incertidumbre. El sábado por la noche parecía que sería la última noche libre de la ocupación (mucha gente esperaba un intento de desalojo antes del lunes), pero no ha sido así: desde el campamento hubo una llamada general para asistir a Taksim el domingo y parece que fue bien recibida. A juzgar por las fotos y las noticias (hoy no salí de casa) el lugar estaba a reventar. Hoy también escuché, en una entrevista con una mujer del Communication Network de Gezi, que se estima que hay un millón de personas en la ocupación; no me quedó claro si acaso un millón pasan por Taksim y Gezi diariamente o si siempre hay esa cantidad de gente. (Me inclino más por lo primero o por alguna ocasión singular como la de hoy, como en los mítines masivos del zócalo mexicano). 3) El primer ministro, Erdoğan, se ha ido a Ankara y desde allí ha dicho que su paciencia tiene un límite. También parece ser que ha convocado marchas pro-AKP, su partido, en varias ciudades del país para el siguiente fin de semana. También ha vuelto a decir que no dará marcha atrás al proyecto de reconstrucción/destrucción del parque. Por lo pronto aquí nadie sabe qué pretende. 4) Otra vez, predecir algo en estos momentos parece tarea imposible. Nadie sabe cuándo será la próxima carga policial o hasta cuándo estará ocupado el parque. La gente parece que no se cansa de ir a Taksim. A la pre-

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gunta de la radio alemana que entrevistó al Communication Network sobre partidos políticos intentando capitalizar poder o influencia en la revuelta, la mujer contesto que, a pesar de que sí hay banderas de partidos políticos en la plaza, su presencia en el desarrollo del movimiento es y ha sido nula. De mi parte, si algo vale, doy fe a que las protestas y los choques han sido hechos y llevados a cabo por ciudadanos solamente y, para bien o para mal, sin organización. 5) La gente sigue cantando, bailando, bebiendo... en fin, que sigue estando en Gezi, con todo el riesgo que ello implica. De las cosas menos positivas para la ocupación me parece es el problema de la basura: creo que no han podido resolver qué hacer con ella, cómo sacarla: con el pasar de los días las bolsas negras y azules parecen ir en aumento, algo natural. A pesar de ello el parque no está tan sucio, considerando la cantidad de gente que ahí vive por el momento. A todas horas (a las dos de la mañana también) hay personas con guantes recogiendo basura. Eso da muy buenas impresiones. 6) La prensa turca ya le da más seguimiento a la ocupación. Y claro, también porque ya tienen al PM en el país para que les dé respuestas a los manifestantes y a los medios. 7) Aunque pareciera que no habrá choques durante la semana, cinco días parecen muchos como para que todo esté en calma. En algún lado escuché o leí que comenzaban a haber conversaciones dentro del campamento para quitar las barricadas. Por lo pronto, mañana será otro día en Gezi, ese pedazo de tierra que, por el momento, vive una anarquía que funciona.

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A casi diez días de la ocupación de Gezi, la gente sigue yendo y viniendo y viviendo en el parque; sigue la música, sigue la gente bailando y cantando y tomando; jóvenes y adultos leen periódicos en los jardines o afuera de sus casas de campaña, leen libros o panfletos de organizaciones de izquierda o de partidos políticos; la biblioteca ya está casi vacía comparada con la primera noche que empezó a funcionar; las parejas se abrazan en medio de sueños comunes, se besan cuando están despiertos; la basura, corrijo lo que escribí anteriormente, no es problema para la ocupación: parece que han logrado sacarla exitosamente: no hay grandes acumulaciones ni en el parque ni en las inmediaciones. El parque y la plaza parecen una comunidad sustentable y orgánica, algunos hasta la han comparado con la Comuna de París y, sin embargo, si la gente comienza a bajarse del tren este, por usar una analogía conocida, todo se puede venir abajo en menos de dos días. El primer ministro, Erdoğan, según medios internacionales, ha seguido su discurso provocador y divisorio. En una acción que demuestra un claro autoritarismo, dicen varios medios independientes, ha mandado a investigar a un imán que le ha contradicho en declaraciones hechas el día de ayer, en las cuales afirmaba el PM, como para incitar a su base electoral religiosa, que, durante las noches de violencia en Beşiktaş muchos de los manifestantes tomaron cerveza dentro de la mezquita de Dolmabaçe, la cual también sirvió como refugio médico para los civiles heridos durante los enfrentamientos. El imán de la mezquita, no obstante, ha dicho en un comunicado que no era cierto esto: que ninguno de los que ahí estuvieron bebieron cerveza en el tempo. Y por decir eso parece ser que lo han removido, hasta ahora temporalmente, como autoridad del lugar. El ambiente de Taksim y Gezi es, por lo general, relajado y festivo, sin embargo, en lo personal, me parece sospechoso, a veces contraproducente para el movimiento, también, por ese simple hecho. En algún lado

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leí que Erdoğan ha dicho que la forma en que van a “aplastar” a los opositores del AKP es en las próximas elecciones, que se llevarán a cabo, si mal no recuerdo, en siete meses. A decir verdad, creo que es bastante hábil decir eso: si el AKP demuestra a través de votaciones que tiene el apoyo de la mayoría de la población turca, de varias maneras deslegitimaría al movimiento de ocupación de Gezi, me parece, en la arena de la política formal internacional. La gente que ha creído en este movimiento (y en estos tipos de movimientos) seguirán apoyándolo, claro, pero las instituciones se verán obligadas a aceptar las consecuencias democráticas de las votaciones, con todas las fallas de representación y ética que éstas puedan tener. Desde hace dos días corre la noticia, aunque no la he podido comprobar, de que seis policías se han suicidado desde que comenzaron las protestas; esto, dice lo que he leído, a causa de las mismas (recién leo, poco después de subir este post, que la policía turca admite cuatro suicidios, pero los deslinda de las protestas de Gezi). También hay un vídeo en la red en donde se puede ver a un policía disparándole a un manifestante a quemarropa para después huir de la escena. Dicho manifestante está herido de gravedad y puede ser que muera en el hospital donde se encuentra, no recuerdo en qué ciudad, pero no en Estambul; el oficial, por su parte, ni siquiera ha sido identificado. Por otro lado, donde parece ser que siguen los enfrentamientos bastante fuertes es en el barrio de Gazi, al norte de Estambul, debido, según El Mundo, a los conflictos de su población aleví y la historia antagónica que tiene esta "secta" con el gobierno. Según el mismo artículo ya van cinco noches sin tregua en el barrio de Gazi. Una cosa en la que apenas he caído hoy es en una observación sobre los cajeros automáticos (ATM) parcialmente destrozados a lo largo de la avenida Istiklal y la plaza de Taksim. Digo parcialmente destrozados porque básicamente sólo sus pantallas no funcionan: están rotas o pintadas. La observación es la siguiente: los cajeros automáticos están ahí, casi intactos, con todo el dinero que puedan tener dentro, y nadie ha hecho para saquearlos. Imagino en México una situación parecida y no dudo, ni me sorprendería, que algunos listos encontrarían la forma de sacar los billetes de dentro, aunque fuera a golpes. El hecho de que no pase esto en Gezi habla del tipo de gente y el tipo de movimiento que se ha formado. No quiero pecar de inocente, así que no supondré que los cajeros automáticos siguen ahí porque a nadie se le ha ocurrido robarlos, pero creo que los dispensarios de dinero continúan intactos porque intentar robarlos sería muy mal visto, condenado por el resto de la comunidad ahí reunida. Recuerdo

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que la última vez que quemaron un carro hubo varias personas gritándole a la multitud que por favor no hiciera eso, que era eso precisamente lo que no necesita la ocupación. Dicho esto, en el centro de Taksim hay un cajero automático color blanco y rojo que tiene destrozada la pantalla y no parece importarle a nadie: todo mundo pasa por ahí y nadie le hace caso. Qué gran victoria para Taksim y Gezi: nadie le hace caso.

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Ayer martes la policía volvió a atacar Taksim. Lo hizo violando la idea de paz que había pactado Erdoğan con los manifestantes al decirles, el lunes, que se reuniría con ellos el miércoles. Por lo que he podido enterarme, el desalojo de Taksim no fue muy difícil (¿cómo va a ser difícil un enfrentamiento entre pistolas, tanques y armaduras contra... nada de eso?). Sin embargo, hubo una bronca bastante grande, y no sin justificación, respecto a la legitimidad contada del ataque y a un acto que tuvo que ocurrir para que la policía se justificara a sí misma a invadir la plaza con la violencia con la que lo hizo y que la ha caracterizado hasta ahora. La escena es la siguiente. Justo cuando la policía va entrando a la plaza por uno de sus costados, los policías de a pie van detrás de un tanque de agua a presión. A una distancia de veinte metros, aproximadamente, un grupo de hombres con máscaras antigás y unos escudos policiales pintados de negro con letras de un partido político (SDP) avanzan en formación de “tortuga romana” (me parece haber leído este adjetivo en The Guardian) hasta un punto del descampado: no hay nada entre ellos y el tanque de agua más que cemento. Uno de los hombres con escudos de policía pintados enciende un cóctel molotov y lo arroja contra el tanque. El tanque responde con agua y los policías, detrás, comienzan a desalojar la plaza violentamente. Los hombres logran escapar y todo esto ha sido capturado por las cámaras de la televisión nacional, en vivo, a las siete de la mañana; las mismas cámaras y canales que se habían rehusado a transmitir las protestas durante los primeros tres o cuatro días. Más allá de esto, fotos del momento en el que los hombres van formados hasta el punto donde aguardan para tirar el cóctel muestran a sujetos físicamente diferentes de la mayor parte de los acampados, y también con vestimenta diferente: parecen hombres de cuarenta años, con pantalones khaki miliar y chalecos policiales, de esos multiusos con muchas bolsas, y, además, parecen comunicarse por radio justo antes de tirar la botella ardiendo.

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Todas las redes sociales inmediatamente dijeron que se trataba de una manipulación, de un acto planeando por el gobierno para deslegitimar las protestas. The Guardian incluso ha reportado que se trataba de policías turcos en cubierto, aunque no logró identificarlos. Dejando esto al lado, la policía entró a Taksim y desalojó a todo mundo de la plaza a punta de gas lacrimógeno, la sustancia preferida de los antidisturbios turcos y algo que siempre me recordará a esta experiencia en Estambul. Llenaron la plaza de gas una primera vez, y no se necesita mucho, estando ahí, para saber que lo que hay que hacer cuando hay gas pimienta es correr hacia otra parte, cualquier parte. Al parque no aventaron bombas de gas esa mañana, pero es imposible que no se haya llenado de gas blanco, haciendo a los acampados tomar refugio en donde pudieran. Después de unas horas de esto, Radyo Gezi tuvo que recoger su equipo e irse debido a todas las dificultades que tenía para transmitir (y respirar). Durante toda la mañana y mediodía se dijo en medios oficiales que la policía había entrado para hacer dos cosas: 1) limpiar el Centro Cultural Atatürk de las banderas que habían colgado de ahí (“esos trapos”, según Erdoğan); y 2) para proteger una estatua, un monumento. Así fue como la policía se hizo dueña de la plaza, no sin resistencia de los manifestantes durante ocho o nueve horas. Cerca de las tres o cuatro de la tarde la policía se replegó a una esquina de la plaza, dejando paso a que la gente volviera a estar toda reunida allí. Algunas barricadas estaban ya destrozadas y equipo pesado de construcción trabajaba quitando el resto. El parque vivía un caos interno, la plaza estaba abarrotada, el sol se iba metiendo poco a poco y en el aire había mucho humo negro por un tractor que la gente había puesto en llamas. Cerca de las ocho de la tarde, cuando la plaza de Taksim estaba a tope, la policía inició otro ataque con gas lacrimógeno. Las imágenes parecen una tormenta de arena en el desierto, solo que en vez de una nube amarillenta expandiéndose hacia todos lados había una nube blanca que se tragaba a todo mundo a la velocidad del viento. Nosotros estábamos a la orilla opuesta de los policías, junto a los camiones de prensa internacional; de hecho, segundos antes de que las explosiones de disparos abarrotaran el aire pudimos escuchar a tres hombres españoles bromeando sobre quién iría a la tienda por algo de beber. Pero en cuanto se escucharon los tiros la gente empezó a correr.

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Después de esto siguió la resistencia de Beyoğlu, en donde la policía guardaba Taksim por dos frentes: Istiklal y Silaserviler, esta última calle siendo la principal entre Taksim y el barrio bohemio y fresa/pijo de Cihangir, donde está el Hospital Alemán y donde los manifestantes bajaban a tomar aire para luego volver a subir contra las cargas policiales. El gas no paró de estar en el ambiente durante el resto de las cinco horas que estuvimos ahí. Se podían ver a niños escupiendo blanco, a señoras con los ojos a punto de estallarles, ahogándose; a heridos siendo llevados a lugares desconocidos, a ambulancias recorrer las calles arriba abajo una y otra vez... y sin embargo la gente seguía aplaudiendo y regresando a la boca de Taksim para enfrentarse a la policía. Ahora la plaza estaba completamente tomada por policías, quienes después, cerca de las dos o tres de la mañana, según medios internacionales, comenzaron a tirar gas lacrimógeno dentro del parque, donde habían dicho no iban a pasar. Acabo de leer una serie de twitts de un periodista español (@llmhurtado) en donde dice que, en la madrugada, la policía disparó directamente contra la enfermería del parque, obligando a un médico a salir para pedirles que pararan... y le dispararon al médico tres veces. También está el caso de los abogados que han sido detenidos por apoyar el movimiento de ocupación en el palacio de Justicia, y, noticia que hace que todo comience a tener forma, según CNBC, el contrato para desarrollar un centro comercial en el parque de Gezi es para un yerno de Erdoğan, Beret Albayrak, CEO de Calik Holding. En fin, que hoy todavía no me entero de lo que ha pasado durante las horas que he dormido, pero parece que esto no se acaba.

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Son cerca de las cuatro de la mañana del 14 de junio. Durante todo el miércoles y lo que va del jueves (el viernes llega con el sol) ni Taksim ni Gezi han sido atacados. Me retiré del campamento cerca de la dos de la mañana, mientras una serie de pianistas todavía tocaban bajo el monumento a la guerra, que está en la boca de Istiklal, y mientras menos de la mitad de la gente acampando en Gezi dormía: el resto platicaba fumando cigarrillos fuera de sus casas de campaña o caminaba por el lugar. Salvo la parte norte del parque, Taksim y Gezi están rodeados de policías antidisturbios; hay cientos por todos lados, quizá lleguen a los mil. Le gente sigue estando en la plaza pero, a juzgar por las posiciones de las piezas, la policía ha ganado más de media guerra. Una vez pasados los disturbios del martes por la noche la policía se arrinconó en donde está ahora y no se ha movido. También ha quitado casi todas las barricadas: ahora sólo existen tres o cuatro, quizá menos. La situación ha sido tensa, y por lo que he podido escuchar y entender, parece que la gente también está esperando un final a todo esto más pronto que tarde. La ocupación del parque, sin embargo, sigue funcionando. Esta noche, según dice la gente y las redes sociales, un grupo de Taksim Solidarity se ha reunido con Erdoğan en Ankara mientras otro grupo, también de Taksim Solidarity, se ha reunido con el gobernador de Estambul en Estambul. La situación es algo confusa, pues por lo que pude entender no se sabe a ciencia cierta quiénes han sido elegidos como representantes del movimiento y la acampada para que platiquen con el gobierno, ni en Ankara ni en Estambul. Supongo que las noticias llegarán mañana por la mañana. Cuando me fui de Taksim había gente jugando voleibol en medio de la plaza y, en varios puntos del campamento, había grandes grupos de manifestantes tomados de la mano bailando una típica danza turca, lenta, en donde los bailadores dan pequeños pasos hacia los lados y van girando

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en círculo en dirección contraria a las manecillas del reloj. También seguía habiendo tambores. No recuerdo si fue ayer u hoy cuando Erdoğan dijo que los manifestantes tenían 24 horas para desalojar la zona, pues su paciencia había acabado. A raíz de este comentario todo el día hubo el sentimiento de que un ataque policial era inminente; la gente estaba tensa. El gobernador de la ciudad incluso se dirigió públicamente a las madres de los manifestantes para que fueran al parque y se llevaran a sus hijos, pues algo les podía ocurrir. Y bueno, sucedió la nota del día: muchas madres fueron a Gezi, en efecto, pero formaron una cadena humana entre los policías, quienes según twitter ya se habían puesto sus máscaras antigás (señal de ataque, dice la experiencia), y los manifestantes que estaban en el parque. Incluso hubo un twitt que reportó a las madres decir: «Estamos haciendo lo que la policía no ha podido hacer: proteger a nuestros hijos». Todo esto fue transmitido por livestreams desde el lugar de los hechos. Los policías, después de veinte minutos o media hora se quitaron las máscaras y volvieron a relajarse. Luego todo siguió como estaba cuando dejé el lugar: sin señal clara de ataque. En esta caminata de noche me dijo una amiga norteamericana que varios sindicatos anunciaron hoy jueves que, de haber un ataque contra el parque en las próximas 24 horas, esto es, antes de haberse reunido el gobierno con representantes de la ocupación, 280 mil personas renunciarían a sus trabajos. Esto me parece poco probable, pero quizá habrán dicho que 280 mil personas se pondrían en huelga; sin embargo eso fue lo que dijo esta chica hace poco menos de dos horas. Ahora que tengo tiempo para reflexionar, me pregunto cuándo se convierte un juego en una guerra. ¿En qué momento se sale de control todo y la única manera de solucionarlo —piensan los involucrados— es a golpes o eliminando al contrincante, o callándolo a como dé lugar?... No logro identificar el origen. A los manifestantes, jóvenes de universidad y jóvenes de no universidad, se les ha llamado terroristas y radicales. ¿Qué tan peligrosos son en realidad? ¿Qué tanto ponen en jaque la seguridad de un país para que éste los asesine? Nadie realmente había hablado con ellos seriamente hasta la noche de hoy. El Estado, no obstante, no dejó de intentar silenciarlos a golpes durante los catorce días que han llevado arrinconados en un parque. No se les habló como a iguales, siempre se les trató como menos. Estoy seguro que este tipo de acciones, la forma en que se ha lidiado

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con la disidencia, dice mucho de un gobierno. Y claro, este episodio no habla nada bien del gobierno turco. Al final de cuentas, creo, esta situación es un juicio de valores. ¿Qué se defiende más, el principio de libertad o el principio de democracia? A primera instancia parecería lo más normal y lógico abogar por la democracia, pero la pregunta es engañosa. Ya lo dijo Jefferson cuando se fundaba la primera democracia moderna: la democracia no es más que la ley de la turba, donde el 51 por ciento puede quitarle sus derechos al 49 restante. Algo parecido sucede ahora. Me dijo hoy el encargado de la biblioteca Cervantes en Estambul que lo que pasaría es que Erdoğan les daría por culo a todos esos comunistas que estaban en el parque y que la gente (la turba) lo querría por ello. Y puede ser, pero también creo que el que pueda ser cierto no le da la razón ni a él ni al primer ministro. Creo que, más allá de los árboles por lo que empezó todo esto, lo que se ha defendido a capa y espada, con cuatro muertes y miles de heridos a lo largo y ancho de Turquía, es precisamente ese principio de libertad que, no me cabe duda, sobrepasa al principio de democracia. Al final de cuentas se ha intentado defender —y se ha defendido— el derecho a ser diferente, el derecho a decir que no, el derecho de protestar por algo mal visto por una comunidad, en fin, el derecho a pensar lo que uno quiera y no lo que otros le impongan. Todo esto tiene sus altos y sus bajos, claro, sus cosas muy criticables, sus aciertos, sus errores, pero estoy seguro que ese ha sido y sigue siendo el delito de mucha gente que resiste en el parque: pensar diferente. Los primeros días —el primer fin de semana especialmente— gran parte de la ciudad estaba muy emocionada. Las barricadas habían logrado llegar hasta la avenida Dolmabaçe, haciendo a la policía retroceder hasta sus cuarteles de Beşiktaş y obligando al gobierno de Estambul a llamar a miles de refuerzos de todo el país para que apoyaran a la policía local e hicieran retroceder a los manifestantes; habían dos frentes de lucha, Beşiktaş y Taksim, y se había logrado separar a la fuerza policial para repartirse a toda la gente que resistía en la calle día y noche; estaba Ankara (que ahora mismo, mientras escribo esto, parece que sigue resistiendo embates policiales) e Izmir, y 80 ciudades más; los ferries llegaban de los puertos asiáticos a los puertos europeos llenos de gente con banderas rojas y cubrebocas que se aplaudían mutuamente a pesar del fuerte olor a gas

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lacrimógeno que había en toda la parte central de la ciudad; los carros pitaban y la gente se gritaba consignas de apoyo en todos lados... era un ambiente de celebración y rebeldía que parecía haber llegado justo a tiempo. Por lo que he podido platicar en el parque con personas que hablan inglés, ellos y ellas también recuerdan esos primeros días con ojos de júbilo, como si les hubiera tocado vivir algo muy importante no solo para ellos, sino para mucha gente, y sonríen. Veremos qué pasa mañana.

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Escribo esto casi a las cuatro de la mañana, mucho después de que la última trifulca de Gezi ha comenzado y mucho antes, parece ser, de que la misma trifulca termine. La gente está en la calle. Ya ha salido el ejército a detener a una fila de residentes del barrio de Gazi que quieren llegar a Taksim. Han tirado gas en los dos puentes del Bósforo para que la gente no pueda pasar del lado asiático al lado europeo; hay persecuciones en Üsküdar y gas en Kadiköy; se supone que hay otro frente de personas rumbo a Taksim desde el suroeste de la ciudad, la ciudad vieja. La cosa gira alrededor de Erdoğan, no cabe duda. El tipo parece haber perdido el buen juicio: a horas de haber ganado una batalla diplomática con todo este episodio, el primer ministro de Turquía ha ordenado el desalojo violento del parque de Gezi a como dé lugar. En unas horas han sacado a todo mundo, han arrojado gas por todos lados, han perseguido a los manifestantes hasta kilómetros más allá del parque y de la plaza, en los barrios; han tirado gas a las casas, han utilizado cañones de agua mezclada con químicos y los han usado contra hospitales, en fin, la cantidad de evidencia que hay para todos los abusos que la policía ha cometido es impresionante y no deja de acumularse en las redes sociales: evidencia de la buena. No escribo mucho, solamente decir que mañana Erdoğan ha programado un mitin en Taksim con gente de su partido, el AKP. Parece ser que por eso ha querido desalojar la plaza hoy a como diera lugar, pero a como van las cosas tal parece que el mitin no estará a salvo de antagonistas intentando llegar a la plaza. Durante toda la noche, y durante toda la mañana. Las cosas, como desde el principio, siguen impredecibles en Turquía. Algunos medios han vuelto a citar la posibilidad de una guerra civil. Yo no lo creo así, pero lo cierto es que si la gente no se pone de acuerdo, si Erdoğan no rectifica su postura frente a su oposición, la ciudad y el país puede salirse de control, como ya lo está haciendo.

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Cuando uno hubiera pensado que este show ya no daba para más, cuando todo parecía irse poco a poco acabando, cuando el campamento se iba dividiendo entre los que se querían quedar y los que se querían ir, el gobierno de Turquía comandado por el primer ministro, Tayyip Erdoğan, ha lanzado un ataque no provocado al parque de Gezi con la intención de acabar con todo lo que se encontraba en él: personas y pertenencias, adultos y niños, civiles sanos y civiles heridos. Esto ha pasado ayer, al comienzo de la noche del sábado para el domingo. Durante mucho tiempo estuvimos en nuestro departamento pegados a los ordenadores, pendientes de lo que ocurría y de lo que pudiera ocurrir. Acabábamos de llegar de Gezi; habíamos pasado la tarde ahí y en la biblioteca del Instituto Cervantes. Todo parecía calmo, los niños estaban en la guardería, las mismas personas que bailaban seguían bailando, los tambores también seguían, la gente seguía fumando tabaco y platicando afuera de sus casas de campaña. Había un rumor sobre la veracidad del ultimátum de Erdoğan en ponerle fin a este asunto en menos de 24 horas, pero debido a las pláticas que sucedieron en Ankara con representantes del grupo Taksim Solidarity —que concluyeron que el futuro del parque se decidiría de nueva cuenta en los tribunales— la gente se relajó y tomó esto como, de alguna manera, una voluntad del gobierno para negociar y entrar en diálogo. Pero no. Hay vídeos bastante macabros del momento del desalojo total, sin aviso y sin tocarse el corazón. Inmediatamente después de desalojar el parque entraron equipos de limpieza con maquinaria de construcción pesada para levantar todo el campamento. Hubo rumores en twitter de algunos reportes policiales en los que, después de recoger las casas de campaña en el campamento, señalaban haber encontrado armas (pistolas, se entiende) y droga. Yo nunca vi ni olí a nadie fumar o utilizar ninguna droga (excepto a dos muchachos callejeros que pasaban por el parque oliendo pegamento, para nada parte

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del movimiento de ocupación) y mucho menos vi a gente con armas; ni siquiera los comunistas más militantes parecían tener esa curiosidad. Después del desalojo del parque, violento y eficaz, comenzaron a suceder un sin fin de situaciones, de las cuales rescato dos: 1) hubo y sigue habiendo abusos de poder exagerados por parte del Estado y, 2) una constante sensación de que nadie de los acampados se ha merecido el trato que el gobierno turco, su gobierno, les ha dado. Visto desde un tercer piso de Beşiktaş, desde donde escribo, y desde la calle, esto ha sido un ataque sin más contra las libertades individuales de la población y, también, un ataque directo a la salud física de miles de personas —habiendo matado, para empezar, ya a cuatro manifestantes, oficialmente—. Lo que se ha abierto aquí, parece obvio ya a estas alturas, es una guerra de Erdoğan contra los que opinan de manera diferente a su gobierno. Ya lo dijo el ministro de interior turco (o acaso el representante de Turquía en la Unión Europea) después de haber desalojado toda el área del Gezi y Taksim: aquellos que entren a la plaza de Taksim serán considerados terroristas. Y bajo esta visión, entonces, ¿les podrán disparar a los manifestantes como a terroristas, los podrán maltratar como a terroristas, los podrán arrestar sin el debido proceso como a terroristas? Y la respuesta hasta el momento parece decir que sí. Hasta donde me han enterado las redes sociales y la calle no ha habido muertes en los ataque de ayer y hoy. Sin embargo, una mujer embarazada perdió a su hijo, muchas personas, incluyendo niños y ancianos, resultaron heridas en un episodio que supongo quedará para la memoria, en el lobby del hotel Divan, refugio y sanatorio provisional de los médicos de Gezi, entre muchas otras barbaridades más. Uno de los casos más sonados fue el extraño efecto que tenía el agua de los camiones a presión TOMA: «No era agua solamente —dijeron los que pudieron estar ahí para comprobarlo—, esta agua quema y pica en todo el cuerpo». La policía también ha utilizado balas de goma contra la población y una estrategia de miedo que ha hecho que el término de terroristas, que tanto les importa caiga sobre los manifestantes, les quede mejor a ellos. La asociación de abogados turcos ya abrió un caso en varias instituciones internacionales para que se responsabilice al gobierno de estas acciones y para que justifique por medios legales sus estrategias de acción para controlar a los manifestantes: ¿qué tan necesario ha sido toda la movilización de policías antidisturbios, de tanques de agua, la compra de gases lacrimógenos, el abuso de autoridad, los daños a la salud, los ataques violentos? El grupo de Taksim Solidarity ha llamado a estas acciones como

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un crimen contra la humanidad, y cinco de los mayores sindicatos de Turquía han convocado a una huelga general de dos días en respuesta al maltrato de parte del gobierno a los manifestantes. Como contraparte al movimiento anti-Erdoğan, hoy tuvo el primer ministro un mitin en la ciudad, Estambul, en un lugar al aire libre donde se realizan festivales de música, con lo que se supone fueron 100 mil seguidores de su partido, el AKP. Al más estilo priista y mexicano, el AKP tiene curiosas tácticas para movilizar a su gente, de acarrearla. Como la noche en la que llegó Erdoğan del norte de África al aeropuerto Atatürk y mantuvo el servicio de Metro y autobús funcionando hasta las cuatro de la mañana, durante toda la noche de ayer y el día de hoy puso a funcionar la maquinaria del Estado a su conveniencia, ofreciendo transporte público gratis al evento para sus simpatizantes, llenando la boca del Bósforo de barcos con imágenes suyas durante el mediodía al tiempo que cortaba rutas del transporte público con acceso a Taksim y Gezi para detener a manifestantes de otras partes de la ciudad con intenciones de llegar a la plaza. Bloqueó con policías el puente del Bósforo desde la noche de ayer —donde los antidisturbios también atacaron con gas a manifestantes— y suspendió rutas de metro y autobús dirigidas hacia Taksim. Toda la noche de ayer y el día de hoy, hasta ahora que escribo, ha habido miles de policías en las calles de Estambul patrullando todo para que nadie se mueva más de lo que debe. Justo ha publicado The Guardian, si mal no recuerdo, que más de mil refuerzos antidisturbios han llegado hoy al aeropuerto Atatürk desde regiones del este de Turquía, de zonas cercanas a Siria y a todos sus problemas: antidisturbios, supongo, acostumbrados a disparar antes que preguntar y, quizá lo más importante, frescos físicamente y con ideologías pro Erdoğan; no como los antidisturbios locales, quienes, a través de medios independientes o internacionales, han dicho estar insatisfechos con el trato que les ha dado el gobierno en estos 16 días de confrontaciones con manifestantes: falta de comida, de sueño, de alojamiento, etc. Para añadirle a todo, la tarde de hoy fue gris y durante la noche hubieron fuertes lluvias que inundaron parte de la ciudad por el tiempo que duraban, dificultándolo todo, desde el caminar hasta el bien respirar con tanto gas y humedad en el ambiente. Las calles vacías de los vecindarios eran lúgubres bajo la noche, conservaban ese silencio antes de la tormenta, lleno de tensión, con semáforos destrozados, antidisturbios vestidos de paisanos, gritos de consignas a lo lejos, explosiones de gas más cerca y, finalmente, truenos e iluminaciones desde el cielo.

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Según las últimas noticias, Taksim está controlado por la policía: solo hay reporteros y algunos turistas que, imagino, tienen sus hoteles sobre el lugar. La policía ha perseguido a manifestantes hasta lugares bastante lejos de la plaza y del parque, y Erdoğan ha recurrido hasta a las fuerzas militares, tan delicadas para Turquía, para detener una avanzada de residentes del barrio de Gazi, alevíes probablemente, que marchaban hacia Taksim ayer por la noche. Toda la policía de Estambul al servicio de esta empresa: sacar a los ocupas ambientalistas de Gezi y a los "terroristas", y toda la policía parece no ser suficiente: hay documentación en vídeo y fotografía en donde partidarios del AKP, civiles, someten a golpes a manifestantes en las calles vecinas a Taksim, sobre la avenida de Tophane, la frontera entre el barrio pijo/fresa de Cihangir y el barrio popular e islámico del mismo nombre que la avenida. Antes de volver a casa, caminando por el barrio de clase alta de Nişantaşı, un policía antidisturbios con armadura negra me tomó del brazo sin razón alguna e intentó llevarme bajo arresto. Al final me dejó ir por las mismas razones desconocidas por las cuales me quiso, en primer lugar, arrestar. Fue un momento tenso, ya que también hay rumores de que las fuerzas policiales han arrestado a cientos de personas (más de mil, según Amnistía Internacional) que hasta el momento están desaparecidas; esto es, que no están ni en los hospitales ni en las comisarías ni en las cárceles de la ciudad. De igual forma, hay rumores fuera de twitter de la reciente creación de una policía secreta, tipo la SS nazi, al servicio del primer ministro. Afortunadamente, parece, los manifestantes decidieron no llegar a Taksim hoy y han dejado la pelea para otra ocasión. Me parece una sabia decisión. En lo que pudimos ver en la caminata nocturna, «Taksim parecía una trampa para ratas», dijo Irma. Un camino bordeado de antidisturbios apuntando directo hacia la plaza... ¿y para qué?... Recordé Tlatelolco, aunque después de pensarlo un poco supuse que eso nos sería posible ahora, con todos los medios de comunicación grabando lo que pasa. Aun así me queda la duda. Otra vez la pregunta: ¿cuándo es que termina el juego y comienza la guerra? ¿Cuándo pierdes contacto con la realidad y conviertes a todo mundo en tu enemigo? En fin, así las cosas en Estambul. No camines por donde haya policías, no confíes en las fuerzas del orden y no esperes que todo va a salir bien. Es más, piensa que todo va a salir mal, y quédate mejor en casa.

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MaĂąana comienza otro dĂ­a en la vieja y nueva Constantinopla, sin manifestantes en Gezi y sin barricadas en Taksim. De cierta manera se han invertido los papeles: ahora la plaza y el parque estĂĄn llenos de antidisturbios y tanques, mientras las barricadas y los manifestantes se han ido colocando poco a poco a las afueras de esa zona, a esperar.

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A veces resulta difícil creer en lo grande y real que puede ser la terquedad humana (“Never underestimate the power of human stupidity”, escribió Robert Heinlein). A tres semanas de iniciado el conflicto del parque de Gezi aquella tarde del primer sábado de junio, residentes de Estambul volvieron a llenar hoy la plaza de Taksim de forma pacífica y, una vez más, la policía antidisturbios ha utilizado tanques de agua a presión, cargas policiales y gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes. A las nueve de la tarde, desde la ventana y con una sartén, Irma me ha dicho: «Ayer salieron como tres personas [a dar cacerolazos], ahora ya salió más gente». Yo apunto al ordenador, a las imágenes de Taksim, y ambos asentimos. Así es esto y no hay indicios de que cambie la dinámica. El primer ministro de Turquía, Tayyip Erdoğan, ha utilizado a lo largo de la semana en sus discursos televisados un lenguaje útil para polarizar a un país y no para reconciliarlo. Ha vuelto a mentir y a incitar al descontento con la prensa independiente e internacional. Lo primero reiterando y ampliando aquellas declaraciones iniciales de que manifestantes se emborracharon en una mezquita —aun cuando el imán de esa mezquita lo desmintió públicamente— y lo segundo llegando a decir que las mismas brigadas internacionales que iniciaron las cosas en Turquía son las que están llevando a cabo los disturbios nuevos en Brasil. Bueno... En estos días “pacíficos”, grupos de indignados turcos se han juntado en parques de todo Estambul para formar asambleas y discutir lo que está ocurriendo. A una calle de mi casa, en el parque Abbasağa, he llegado a calcular unas mil o mil quinientas personas en una sola noche. Las asambleas de Abbasağa también han sido “televisadas” por internet. Eso sí, la gente no deja de tomar cerveza en todos los eventos revolucionarios, pero aclaro, no se embriagan. ¿Quién tiene dinero suficiente como para andar borracho todo el día?

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Sobre el discurso de división que ha utilizado Erdoğan también se ha dicho que estas protestas le caen como anillo al dedo, ya que algunos analistas proponen la idea de que el primer ministro necesitaba, para las elecciones del siguiente año, un enemigo contra el cual postularse con una “retórica de guerra”. De esta forma Erdoğan le apuesta a la imagen mesiánica de su persona adoptando una postura de ellos-contra-nosotros en sus discursos. Incluso se ha citado a Erdoğan diciendo por televisión, sobre el desalojo de Taksim y Gezi: «He ganado». Creo que lo peor de estos días ocurrió hace un par de noches, en una asamblea de manifestantes en el barrio de Yeniköy, donde un grupo de partidarios del AKP (confirmado esto por el periódico Hurriyet) atacaron a un grupo de indignados que dialogaban pacíficamente (y reitero lo de pacífico) en uno de los parques del barrio. Por lo que recuerdo en la nota nadie fue herido de gravedad, sin embargo esto muestra una verdadera falta de tolerancia por parte del partido dominante. Escribió The Economist hace unos días: «Erdoğan, no confundas democracia con mayoritarismo». A las dos de la mañana que escribo esto la policía ha perseguido a los manifestantes a kilómetros de distancia de Taksim, una vez más reviviendo el conflicto. En las últimas imágenes que he visto se han formado y destruido barricadas en Istliklal y los antidisturbios protegen entradas y salidas de Taksim. El gas lo ha vuelto a cubrir todo. Mientras unos piensan que esto pasará poco a poco, otros dicen que nada puede quedarse así. Al margen de estas dos perspectivas, lo cierto es que el gobierno turco se ha mostrado caprichoso e infantil con su gente, prohibiéndole el paso al parque de Gezi y a Taksim y aferrado a una especie de cacería de brujas contra todo aquél que se muestre públicamente diferente. El absurdo ha alcanzado situaciones kafkianas, en las cuales la policía ha arrestado a gente por estar parada, y solo eso, en la plaza de Taksim: «Se sobrentiende —ha dicho el gobierno— que esas personas se están manifestando, y está prohibido manifestarse en Taksim». (Busquen “Taksim standing man” para que vean lo que digo). Además de lo arriba mencionado, y haciendo el resumen, el gobierno turco ha comenzado a discriminar los pases de prensa internacional; ha detenido a doctores que han ayudado a manifestantes; a detenido a periodistas; ha utilizado los tanques de agua a presión contra hospitales; el gobernador de Estambul ha dicho que algunos manifestantes portan armas letales y drogas; los transportes públicos han sido utilizados favore-

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ciendo únicamente a las movilizaciones del AKP y en contra de las movilizaciones para llegar a Gezi; el AKP ha dicho que utilizará a la militar si continúan las protestas; el Parlamento está trabajando en una ley que detenga y regule la publicación de contenido en redes sociales; el país ha comprado más gas (mucho a Alemania, vale decirlo); la Secretaría de Educación ha comenzado una búsqueda de los estudiantes y maestros que acudieron a las protestas; Erdoğan ha dicho que los manifestantes son traidores, terroristas, provocadores y no democráticos; ha defendido una y otra vez la violencia policial y el uso del gas pimienta y lacrimógeno; ha acusado a hoteles y negocios que han dado protección a manifestantes y ha prometido ir tras ellos; ha dicho que su misión como primer ministro es sacar a la gente de Taksim; acusa a las redes sociales de incitar a la violencia; ha dicho que mujeres con velo fueron atacadas por manifestantes; que los manifestantes han “plantado la semilla de la inestabilidad en Turquía”; que “solo Alá puede quitarnos la vida”; que no hay marcha atrás; que no reconoce al Parlamento Europeo; que la ocupación de Gezi es una "conspiración internacional"; que el país está siendo atacado por terrorismo virtual..., en fin, creo que llega la idea. No me extiendo más. Lo más probable es que vuelva a escribir mañana.

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