EL
ojoRojo COCHABAMBA - BOLIVIA AÑO 1 / Nº 1 / 2015
Ganarse la vida en torno al “minerito”
Llamada de atención a las autoridades
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MANIFESTACIÓN HIEROFÁNICA DEL PRIMER VIERNES COCHABAMBINO EDITORIAL El realizar un periódico impreso resulta, siempre, un desafío que implica un trabajo intelectual, académico, metodológico, financiero y logístico; más aun para un puñado de estudiantes de sexto semestre de comunicación social que llegamos desgastados y muy desanimados a esta etapa de nuestros estudios. Sin embargo la percepción del y sobre el periodismo que fui formando, cambiaron radicalmente a partir de la experiencia con a materia de: Periodismo Impreso, en la cual pude potencializar ciertas capacidades y por supuesto valorar la labor periodística. Es importante destacar esta nueva visión ya que por ella y por la motivación del Dr. Antonio Gómez concluyó ésta materia con la producción del primer número del periódico regional ojoRojo. La ciudad de Cochabamba tiene una riqueza cultural exquisita y dentro de ella se destacan las diferentes manifestaciones populares y/o de índole espiritual, tal es el caso de las festividades religiosas como: Urkupiña, Santa Vera Cruz Tatala, Tata Bombori. En ellas conviven, de manera sincrética, las tradiciones propias de la cultura cochala y las celebraciones católicas. De las múltiples fiestas, celebraciones y manifestaciones populares cochabambinas existe una que con los años ha ido configurándose de tal modo que hoy en día se constituye en una opción, casi obligatoria de experimentar. Me refiero a la celebración del primer viernes de mes en “El minerito”. Ubicado en una de las curvas de la colina de San Pedro, en el camino que sube al Cristo de la Concordia, se halla un lugar donde el espacio y el tiempo se tornan sagrados. Son muchos los relatos que envuelven la vida y muerte de Juan Pablo “El minerito” Inofuentes. Con el paso del tiempo suman y crecen en número los fieles devotos del que en vida fue un minero muerto en la octava curva de subida al Cristo de la Concordia. Si usted, amiga- amigo lector, está en busca de empaparse de la esencia popular cochabambina, visitar al “Minerito” es su mejor opción. Es el lugar perfecto para entender la configuración de la identidad popular del cochabambino.
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CREDITOS Dirección general Redacción Diseño-Fotografía Producción
JOSE HECTOR ARNEZ FLORES
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EL ojoRojo
El “minerito del Barrio el Solterito”
Manifestación hierofánica de los primeros viernes de mes cochabambinos
Cada primer viernes de mes, en el ambiente cochabambino, se puede percibir el aroma de la k’hoa, rito de agradecimiento a la Madre Tierra como señal de esperanza para iniciar de la mejor manera el mes, sin embargo a las espaldas del Cristo de la Concordia esta tradición adquiere una connotación hierofánica, puesto que hace más de treinta años se ha levantado un altar en honor al “minerito” Juan Pablo Inofuentes. Por la década de los ochenta y mientras se realizaban las excavaciones para plantar las estructuras del tendido eléctrico, unos trabajadores hallaron el cuerpo de un hombre, aparentemente minero que respondía al nombre de Juan Pablo Inofuentes, extrabajador de la mina Qhechisla en la ciudad de Potosí. Esto es lo que nos ha llegado en forma oral por quienes en la actualidad visitan el lugar donde fue hallado el cuerpo para pedir algún favor al alma de Inofuentes; y por los comerciantes que se han asentado en este sector. Según las personas de quienes he oído tan singular historia, Juan Pablo Inofuentes fue un minero que después de haber enfermado y con el poco dinero que tenía se fue con su esposa y sus ocho hijos a Buenos Aires, capital del país vecino Argentina, en busca de mejores días. Como todo migrante boliviano tuvo que soportar
la discriminación y humillaciones de los bonaerenses, trabajó de albañil y lustrabotas. Del trabajo sacrificado que ejercía y con la ayuda de sus hijos logró reunir una cantidad significativa de dinero que le permitiría iniciar una vida nueva en su patria, es así que retorna a Bolivia y decide establecerse en la ciudad de Cochabamba. A su arribo al valle cochabambino, en la estación central de ferrocarriles, Inofuentes se detuvo para, con la ingenuidad propia de alguien que llega a la ciudad, contar un fajo de dólares sin percatarse que estaba siendo observado por delincuentes, Juan Pablo fue abordado por unos sujetos quienes por medio de mentiras y engaños lo subieron a un taxi que los llevó hasta la colina de San Pedro, lugar donde antes de enterrarlo con vida lo martirizaron. Hay quienes aseguran que no fueron delincuentes los que asesinaron a Inofuentes, sino más bien un taxista que recogió al minero de la estación de ferrocarriles y al percibir que no conocía la ciudad lo llevó hasta la colina, que en ese entonces era uno de los lugares más alejados de la ciudad, allí lo asesinó y le robo sus pertenencias. Si bien parecen relatos policiacos, son historias que se han estado transmitiendo a lo largo de todo este tiempo y que hoy se los conoce como la historia del “Minerito del barrio El Solterito”.
El imaginario colectivo ha ido añadiendo nuevos elementos al mito del “minerito”, los vecinos del barrio “El Solterito” comentan que muchas veces se han encontrado con el alma de Inofuentes, deambulando, por la colina buscando desesperadamente a su familia sin que nadie pueda darle razón de ellos. Se cree que después de la desaparición de este hombre su familia retornó a Buenos Aires sin que hasta la fecha se tenga rastros de ellos o de algún familiar. ¿Cómo se unen la historia de Juan Pablo Inofuentes, el hallazgo de un cadáver en la colina de San Pedro cerca del Barrio “El Solterito”, la k´hoa, comerciantes y cientos de personas que cada primer viernes de mes se dan cita en la octava curva de la subida al Cristo de la Concordia para, en algunos casos, pedir un favor al alma del “minerito” y otros para darle gracias por los favores recibidos?. Movido más por la curiosidad que por un halo de fe, en el alma de éste mártir popular, tuve mi primer encuentro personal con este espacio, considerado sagrado por los muchos devotos de Inofuentes, hace tres años atrás. La primera impresión que tuve fue la de estar frente a una apacheta rodeada de muchas flores, cruces de madera y metal y al centro dos esculturas que representan la figura de un
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minero. El espacio sagrado es decir una hierofanía, según Mirce Eliade, es un espacio físico geográfico demasiado fuerte, cargado de un alto significado religioso- espiritual, contario al espacio del entorno es decir aquel espacio profano que no tiene razón de ser sin el primero. El espacio sagrado surge de la necesidad de constituir un centro del mundo, para de esta forma, crear y dar sentido a la dimensión espacial, eliminando el relativismo del espacio profano. Por medio de signos divinos y/o sobrenaturales, que el imaginario colectivo lee y entiende, se va creando el espacio sagrado, por ejemplo, el descubrimiento de un cadáver y las historias de milagros que se comparte en torno a ese hallazgo culminando en la creación de un espacio sagrado en el lugar donde fue encontrado; o por medio de rituales así como la k’hoa y la challa, que provocan una manifestación sobrenatural, divina-espiritual, que marca la sacralidad de un lugar es decir, del punto de apoyo cósmico, del centro del mundo y de la realidad. De este modo, el imaginario colectivo religioso y espiritual necesita sentirse en un mundo suprareal capaz de trascender el espacio mundano terrenal, de sacralizar su entorno, de
EL ojoRojo manera que ordena al caos cósmico de acuerdo con una cosmovisión totalizadora. Es entonces cuando las personas pueden vivir en lo real, en lo sagrado. Es decir, al establecer un centro, un espacio sagrado revelado por signos y manifestaciones extraordinarias, se le da sentido cosmológico al mundo y a uno mismo en él. El anhelo del colectivo imaginario religioso espiritual es vivir en conexión perenne con lo supraterrenal, y allí donde este el vínculo entre lo terrenal y lo divino se encontraría el centro del mundo, el lugar sagrado. El hombre religioso desea por tanto vivir en el centro del mundo, lo más próximo al lugar sagrado. Son centros del mundo su país, su ciudad, su templo y pretende que lo sea también, en esta caso, la colina del “minerito”. No sé si es el aroma de la k’hoa, el palo santo quemándose, la cerveza rociada por todo el lugar, la devoción de la gente, el sentirse por encima del resto de los mortales que se ven muy diminutos desde la privilegiada vista que se tiene de la colina, pero es innegable que en ese espacio se respira cierto aire hierofánico. Un lugar, cómo dice Eliade en su obra: “Tratado de historia de las religiones”, se ha convertido en un espacio hierofánico, es decir
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que la experiencia colectiva de miles de personas que a lo largo de todo este tiempo han visitado este lugar, donde hallaron el cuerpo de Inofuentes, lograron imprimirle un carácter sagrado desde la manifestación peculiar de unos relatos sucedidos en algún punto de la historia cochabambina. Realidad o mera creación colectiva, la historia del “minerito del barrio el solterito” pudo reunir en torno a su relato a muchas personas que en una especie de sincretismo religioso unieron tradiciones cochabambinas a saber: la k’hoa de los primeros viernes, manifestación religiosa-cultural y rito de agradecimiento a la Pachamana (madre tierra) por los favores recibidos y para pedir escuche las peticiones que los files puedan tener; el recuerdo de los difuntos evidenciado por la constante visita de familiares y amigos a los cementerios de la ciudad llevando flores a sus difuntos, del mismo modo al “minerito” no le faltan flores en sus múltiples variedades. Son muchas las personas que pueden dar testimonio de los dones recibidos de parte del “minerito”: “Yo vine porque un amigo me dijo que el “minerito” es bien milagroso, el año pasado le he pedido un autito para trabajar y este año me he comprado mi
taxi. Ahora vengo para darle gracias y para que me ayude a pagar mi deuda al banco” cuenta Mario Oporto. De todas partes de la ciudad y del departamento llegan personas enteradas del famoso “Minerito”, “Estamos viniendo con mi familia desde Sacaba, mi hijo se va ir a España y hemos venido para pedirle al minerito que le haga conseguir trabajo allá” cuenta Nora Cuba. Hay quienes llegan por primera vez ante el “minerito” como es el caso de Roger Loayza quien se enteró por sus familiares de la caridad de Inofuentes, “es la primera vez que vengo y estoy prendiendo el carbón para la k’hoa, vengo a pedirle principalmente salud y trabajo que es lo fundamental” comentó Loayza. Y están las personas que han encontrado en este lugar un espacio para el comercio: vendedoras de comida, de k’hoa y velas y coca, de cerveza y los infaltables yatiris que co-
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laboran con los devotos en la quema de las mesas de la k’hoa y challa, están, también los músicos que ofrecen su servicios para, con sus melodías, otorgarle al lugar un ambiente más espiritual. Desde aquella primera vez que mi curiosidad me llevó hasta aquel lugar, son muchos los primeros viernes que he visitado al “minerito”, no le he pedido nada aún por el miedo de ser escuchado y tener que retribuir el favor, sin embargo disfruto mucho el reencontrarme una vez al mes con la esencia popular-espiritual de mi ciudad. Es posible que nunca sepamos a ciencia cierta cual es la verdad en torno a la historia de Juan Pablo Inofuentes, pero de algo no quepa duda que de cuando en cuando el imaginario colectivo cochabambino sabrá encontrar la forma de hacer que lo mundano se muestre como sagrado.
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Comercio informal
Ganarse la vida en torno al “minerito” cimiento o petición de favores al alma de Inofuentes. En el lugar se puede constatar la presencia de un grupo de comerciantes quienes se han asentado en el lugar para aprovechar a los ocasionales clientes y ofrecer variedad de productos.
Comerciantes de diferentes productos se han asentado alrededor de la colina del “minerito”, en la subida al Cristo de la Concordia, haciendo de éste un espacio para generar réditos económicos.
Todos los primeros viernes durante el año, cientos de visitantes y devotos del “minerito”, Juan Pablo Inofuentes, se dan cita en la subida de la colina de San Pedro para realizar diversos ritos como forma de agrade-
Se destaca las disposición de los puestos de venta, ya que el primer sector está constituido por quienes venden comida, platos tradicionales de la gastronomía valluna son ofrecidos a los visitantes, “Hace tres años que tengo mi puesto aquí donde el “minerito”, yo le he pedido a él que me ayude a conseguir este puesto y ahora me vendo tranquila” cuenta Yolanda Costa al momento de ofrecer un suculento plato de chicharrón. La tradición manda a preparar una mesa para la k’hoa, la misma que puede ser comprada directamente en el sector por señoras expertas en la preparación, no pude faltar la venta de coca, alcohol, vino tinto, velas, carbón e incienso, elementos indispensables para la k’hoa y la challa. “Hay viernes que se vende bien y hay otros viernes que es vacío, el primer viernes de enero es el día que hay mas gente”, mencionó Magdalena Quispe. Quien tiene su puesto de venta de K’hoa en aquel sector.
Durante las manifestaciones de carácter religioso popular en la ciudad de Cochabamba, a pesar que las normas vigentes prohíban su venta, varidead de bebidas alcoholicas se ofrecen en el sector del “minerito”. “Con cerveza, vinito, alcohol tenemos que challar sino la pachamama se va enojar” comenta Victoriano Aruquipa, yatiri que ofrece sus servicios para colaborar a los devotos con los ritos propios de las ofrendas. Muchas personas aprovechan para ofrecer, de manera ambulante, golosinas, helados, cigarrillos y otros a fin de conseguir la ganancia diaria aprovechando la cantidad de personas. Recientemente grupos de músicos y mariachis acompañan, a los fieles del “minerito”, con variado ritmos otorgándole al lugar un ambiente festivo. Sin duda alguna, cualquier escenario en la ciudad puede convertirse en espacio para la comercialización de diversos productos. Los comerciantes deben rebuscarse la manera y las formas de poder generar ingresos que sirvan de sustento en sus hogares.
Descuido en el sector del “minerito”
Llamada de atención a las autoridades La tradicional festividad del primer viernes en la colina del “minerito”, en el barrio “El Solterito”, evidencia elementos negativos que las autoridades del departamento deberían tomar en cuenta. Tras la culminación de los ritos y celebraciones en el sector del “minerito” se puede evidenciar la cantidad de basura, desechos orgánicos, y fisiológicos que los visitantes dejan en aquel sector constatando el desinterés de las autoridades por realizar mejoras o simplemente atender las necesidades de ese espacio. Es necesario la instalación de basureros dada la acumulación de basura que se genera debido a que no hay un lugar de acopio, lo que deriva en malos olores. Si bien por la connotación religiosa y cultural este lugar ha cobrado mucha fama y podría convertirse en un lugar turístico de la ciudad, no se debe dejar de lado ciertos aspectos básicos tales como: baños públicos, una limpieza general del área, exigir a las comerciantes el manejo higiénico en el caso de los productos comestibles y otros. Por otro lado controlar la venta y el exceso en el consumo de alcohol.
Brindar la seguridad necesaria a los visitantes deberías ser, también, prioridad de las autoridades. El sector no cuenta con alumbrado publico lo que lo convierte en un espacio peligroso puesto que los devotos del “minerito” acostumbran terminar sus ritos a altas horas de la noche. Del mismo modo se debería regular las tarifas del transporte que cubre esa ruta ya que de forma arbitraria, y alegando la distancia que se debe recorrer, los taxistas cobran montos exagerados. La falta de visón de nuestras autoridades está ocasionando que se pierda la oportunidad de potencializar las virtudes turísticas que ofrece la festividad del “minerito”, desde la colina se tiene una vista panorámica de la ciudad la cual se podría aprovechar desde la construcción de un mirador. La característica cultural del primer viernes debería ser otro elemento para atraer turistas hasta el sector siempre y cuando se les garantice seguridad y servicios básicos. Destacamos la labor de Primo Otalora. Que a pesar de su avanzada edad cumple la función de varita para
que la cantidad de vehículos que llegan hasta el lugar no ocasionen embotellamientos y trancaderas.
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Se considera que éstos son aspectos fundamentales que se deben tomar en cuenta para que la ciudad tenga otro espacio generador de turismo.