Dadá-txt colectivo Estoy ante una civilización del absurdo. Narrar, se convierte en el propósito para describir el viaje, observando todo y a todos. Asimilando que el recorrido apenas comienza, y ya siento un irremediable vértigo. Jamás he conocido atmósfera igual. Podría definir esta civilización por lo unitario en su naturaleza. Una comodidad que a cualquiera le brinda confianza. La idea del abandono desaparece, y todo se siente humilde.
Uno de los diálogos más frecuentes se dan respecto al feminismo. Movimiento
que da paso a una serie de aforismos como el dado por Meryl Streep: ‘Prefiero ser rebelde que esclava’. El feminismo es una incesante lucha por dejar de ver a la mujer, como un pedazo de carne.
En vista de un futuro del que pensamos no tener mucha consciencia, se hace
relevante el recurrir al pasado. Escarbar, como si de un paleontólogo se tratase, en el tiempo-espacio. Evitar los monólogos o construir un monólogo colectivo. Ocupar lo visto y vivido, en pos de un fenómeno individual y colectivo… en la serenidad de la imagen colectiva.
Pudiera ser prescindible, así mismo, de cara al efecto futuro de contención subjetiva, la imperiosa necesidad de construir archipiélagos arquitectónicos y multidisciplinares, de contra-criollización de la pos-pos-modernidad.
Destrucción es creación. Después de negarme a comer la ternera, reconocí un efecto fortuito que me hizo flotar desnudo.
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Y es, el garabato de lo quieto, un fenómeno abstracto. Además de humilde el asimilar, que uno no se puede ocupar de la búsqueda de ninguna certeza.
Un caminante indefinido debía narrar con escepticismo el efecto fortuito que tendría una ladrón, sobre la civilización.
La única certeza sobre la elucubración de un proyecto curatorial, es que es algo incesante. Algo con una continuidad tan grande, como el apetito de nuestros ancestros por la carne.
Asimilamos la confianza en humilde lejanía. Frente
a la irremediable obsesión por alcanzar la condición formalista de ganador en la vida… me abandono, viendo cómo las partículas invisibles chocan delante de mis ojos.
La lucidez de la meta hizo física la ficción. La ficción al 69 hizo de mi lucidez, metafísica. Jamás establezco efectos aburridos, frente a la frustración que me provoca, elaborar garabatos sin sentido. Dibujando la lejanía a través de mi ventana.
La satisfacción que nos brinda lo indefinido es a veces causa de la negación de todo lo que no es ficción. Aún y así, esto es solo una elucubración personal.
Fui al doctor ayer, porque me dolía muchísimo el estómago.
Por favor Doña Iatrou, ¿Podría quedarse desnuda? -me dijo el doctor.Aunque esto no va a adarme serenidad, voy a hacerlo. -dije-. Después del examen, me dijo: Su estómago contiene un trozo que no puedo identificar, algo flota ahí y no puedo verlo. ¡OK¡ Doctor.-dije-. Mañana, veremos de qué se trata esta paradoja. No puede flotar algo en tu estómago, es una asimiliación sin sentido.
Un señor de mediana edad, personal indefinido de Iberic Express, abría la carta
que había recibido el día anterior. Había llegado ese irremediable momento que intentó negar durante horas, ocupando su mente durante todo el día. La ternera que había puesto a cocinar, olía a chamusquina… Salió a todo correr. La carta, una vez, más tendría que esperar.
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