PRESENCIA EN LA AUSENCIA

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PRESENCIA EN LA AUSENCIA Jose Luis Cote

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PRESENCIA EN LA AUSENCIA Jose Luis Cote

Asesoría Jimena Andrade

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Agradecimientos: A mi familia, a la familia Miani, a Santiago Mendez, a Juana Anzellini, Angharad Collado y a los ausentes que estรกn tan presentes. Agradecimiento especial: A Jimena Andrade y Laura Miani, sin ellas no se hubiese podido realizar este proyecto.

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Noviembre 2013

Titulo: Presencia en la aucensia Jose Luis Cote.

ediciรณn de estilo: Laura Miani.

Impreso en Bogota, Colombia.

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Índice Prologo 1. Desde el jardín

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2. Otras vidas del jardín

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3. La muerte la sorprende mirando 140 una flor 4. Cómo aprender a estar muerto

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5. El escapista perfecto

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6. Las sonrisas al sol

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7. Mirando por la ventana

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7.2. Mirando por la ventana

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Prólogo

¿Por qué no puede ser esto una pintura? Se me planteó un conflicto cuando Jimena Andrade me hizo esta pregunta al presentarle una serie de fotografías proyectadas sobre una pared blanca. No pude argumentarle, pues no hallaba buenas razones de peso para sustentar el por qué no era una pintura, puesto que decir que la pintura es materia esparcida y transformada en mancha y trazos es reducirla y empobrecerla a solo manchas y trazos, solo a colores o no, una respuesta inocua e inocente. Es limitar tal oficio al material, como decir que el escritor es el que pone letras y palabras, es mucho más que eso, para algunos escribir es reconstruir 11


el pasado intentando darle sentido a un presente, o un medio para pensarse a sĂ­ mismo y los demĂĄs, otros escriben para dar un orden a las experiencias y de este modo intentar entender lo que se vive, un intento por entender la complejidad humana.

ComparaciĂłn de dos papas, una industrializada y la otra de la plaza de mercado. FotografĂ­a proyectada, 2012.

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Comparación de verduras, una de una cadena de supermercados y la otra de la plaza de mercado. Fotografía proyectada, 2012.

Así encontraremos respuestas subjetivas que dan cuenta sobre el oficio y su ejercicio, bien podrían ser las mismas respuestas dadas al oficio de la pintura. Como en la escritura, el oficio de pintar trasciende la materia del 13


óleo, el acrílico, la letra y la palabra… Trabajos como los de Gisela Motta y Leandro Lima dan luces y afirman tal trascendencia de la pintura sobre la materia, cabe anotar que tanto Motta como Lima tuvieron formación principalmente como pintores, y como tal piensan sus videos. En los cuales no se puede negar la presencia pictórica, como en las imágenes de perros brasileros posados cómodamente en las calles de París en su trabajo “Vira-lata”, fotografías de perros insertadas en las calles de París para luego volverse una pintura temporal en la cual remite a los perros que aparecen en las pinturas, tal como el perro que aparece en las meninas de Velásquez, en una actitud placida. Más que aludir a perros pintados es la atmósfera pictórica que toma el video.

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Vira-lata, 2005, video, 12’ loop, sonorizado. Gisella Motta & Leandro Lima

Los videos no se limitan a la asociación con pinturas ya existentes. También está la mirada sintiendo y pensando lo que se está viendo, lo que está aconteciendo, la pintura como un modo de ser sensible ante lo que se vive, y esto supone que el oficio va más allá del qué hacer con la materia. Richard Sennett lo plantea en “El artesano”, libro que representa una respuesta a quien fue su profesora: Hannah Arendt, la cual sostenía que el oficio no brindaba ningún 15


conocimiento, considerándolo un trabajo productor inferior. A su juicio los humanos se dividen en dos categorías: el Animal Laborans, el ser humano como bestia de carga—el trabajador de oficio quien solo se encarga de producir más no pensar, y por otra parte el Homo Faber quien es el superior del Animal Laborans, el productor pensante. La réplica de Sennett es que el oficio es en sí un proveedor de conocimiento. un médico o un director de orquesta, por ejemplo es ajeno a considerarse un oficio, más la posición de Sennett es que sin sabérselo estas prácticas puede ser un oficio al igual que el del artesano, puesto que “se dedican a hacer bien su trabajo por el simple hecho de hacerlo bien.”(Sennett, 2012,p.32.) Para Sennett: artesano es el que ha desarrollado con el tiempo una técnica magistral, que 16


es ése “hacerlo bien “por hacerlo bien y esto conlleva un camino del compromiso y disciplina con lo que se hace, con el trabajo realizado, con el oficio. “Es posible que el término <<Artesanía>> sugiera un modo de vida que languideció con el advenimiento de la sociedad industrial, pero eso es engañoso. <<Artesanía>> designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más” (Sennett, 2012,p.20.)

En este proceso productivo se aprende. Las dos divisiones humanas propuestas por Arentd se diluyen en una versión más equilibrada “según la cual en el proceso de producción están integrados el pensar y el sentir.”(Sennett, 2012,p.18.) El artesano 17


conoce y se relaciona con los materiales con los cuales trabaja, sus cualidades y opciones, por ejemplo conoce la tela con la trabaja o el pescado, pero no se limita tal saber a las relaciones con los materiales de trabajo, también está implícito un modo de pensar que alude a la sensación, pensar con el sentimiento y con el pensamiento de lógica racional. Los japoneses usan la palabra Kokoro: corazón. Pero ya en un tiempo Jose Juan Tablada advertía que era una traducción engañosa: “Kokoro es más, es el corazón y la mente, la sensación y el pensamiento y las mismas entrañas, como si a los japoneses no les bastase sentir con solo el corazón”. Las vacilaciones que experimentamos al intentar traducir ese término, la forma en que 18


los dos sentidos, el afectivo y el intelectual, se funden en él sin fundirse completamente, como si estuviese en perpetuo vaivén entre uno y otro, constituye precisamente el sentido (los sentidos) de sentir. (Paz, 2005,p.12.)

También advertía Sontag sobre esa engañosa distinción, entre el sentimiento y la intelectualidad, en relación a la materia, pero enfocándolo en el campo del arte. Actitud de distinción que como un veneno se ha esparcido acentuando una dilatación entre el sentir y pensar, como si la materia y la sensación estuviesen dislocadas del pensamiento, por lo cual se toma la materia como un vertedero al cual hay que darle contenido con el intelecto. Es entonces cuando aparecen las interpretaciones, como si la materia 19


por sí misma no se bastara, como si no sintiéramos ni reflexionáramos por medio de ésta, evidenciándose en la actualidad en los interpretes de las obras de arte, los traductores que explican la materia de arte ante su incomunicabilidad. Sontag sostiene que esta ruptura entre sentir y entender con el intelecto sucedió con Platón, quien retó al arte a justificarse a sí mismo, pero antes de este periodo estas actividades no se veían obligadas a justificarse “Cuando no se le preguntaba a la obra de arte qué decía, pues se sabía (o se creía saber) qué hacía.”(Sontag, 1996,p.27) Se dispendia de ese mediador traductor, que es el intérprete puesto que se reflexionaba y sentía con la materia, con la obra de arte. Antonin Artaud respondió ante tal desconexión en “El teatro y su doble” con la idea de un teatro que actuara como peste y que contrarrestaría e infestaría esta 20


actitud propia para él, de los occidentales. Para quienes están desconectados la palabra con el cuerpo, la sensación con el intelecto y en el campo del teatro se le evidenciaba en una precarización de la sensación, y una dominancia de la razón vista a través de la palabra, para Artaud ,el teatro privilegiaba a la razón y se sostenía solo en las palabras, en el argumento racional, intelectual, sometiendo toda sensación al servicio de las lógicas racionales, limitando el teatro a la palabra y a unas lógicas establecidas sobre cómo se debe reflexionar a través del teatro. Reducido y precarizado este oficio en la palabra como sustento. Para Artaud, un teatro como el balinés es más complejo y con muchas más riquezas que el teatro occidental de su tiempo, puesto que se beneficia de las sensaciones junto con los sentidos al no negarlos ni subordinarlos a la razón, en donde 21


participa toda una correspondencia entre los gestos corporales, los sentidos visuales y los sonoros. Artaud reconoce en el teatro balinés un medio de conocimiento y reflexión que dispensa de la razón, aludiendo que no solo por esta vía se da el conocimiento. Más adelante vendrían propuestas en el teatro como la del teatro posdramático Thies Lehmman quien plantea un teatro en el cual no exista la jerarquización de los elementos en juego, en donde los sentidos son ecuánimes: el sonido, las luces, los cuerpos con sus acciones serian correspondidos todos por igual y ninguno estaría resignado al otro, dejando la dramaturgia que tanto le molestaba a Artaud a un lado. Dentro de los exponentes del teatro posdramático citados por Lehmman se encuentra Pina Bausch, quien actualmente goza de más reconocimiento por el documental de Win Wenders Pina; o Robert 22


Wilson de quien me sirvo con sus “Voom portraits” en los cuales Wilson realiza retratos temporales que están sucediendo en un ahora por medio del video, aunque quien se encuentra en el retrato permanece inmóvil haciéndonos dudar si es una fotografía o no.

Voom Portraits, 2004, video, Robert Wilson

Más el sonido nos advierte que no es una fotografía y toma una parte activa en el retrato. Al fijarnos descubrimos movimientos leves y sutiles, tal como la respiración en el retra23


to de Robert Downey Jr, que es una alusión a la pintura de Rembrandt y su Lección de anatomía del dr Tulp. Pero en la propuesta de Lehmman hay un planteamiento que me suscita especial atención: deja de lado la narrativa Aristotélica e incentiva las narrativas no lineales, las puestas en escena no tendrán un guion estricto al cual acogerse, por tanto la creación se dará en cada instante. El público por su parte será en cierta forma partícipe puesto que está presente e inscrito en ese mismo instante donde está sucediendo la creación, son cómplices de lo que sucede y por lo tanto hacen parte de lo que acontece a cada instante. En el teatro posdramático se plantea una presentación de la creación, dejando atrás la creación apegándose al guion narrativo dramático, que vendría a ser una representación. Se presenta a cada instante 24


más no se representa. El teatro posdramático me sugirió un interrogante, una inquietud ¿es posible una pintura inscrita en el tiempo? Una que como en el teatro posdramático estuviese sucediendo en el ahora, en el mismo tiempo en que estamos inscritos nosotros, que aluda a la sucesión temporal, haciéndonos cómplices de tales instantes, del constante cambio: creación –destrucción y creación, que puede ser cada instante. ¿Es posible una pintura que se presente más no represente? Con estos interrogantes recordé a Robert Hughes en el documental: La maldición de La Mona Lisa. Me refiero a una situación en particular: Hughes es recibido por Mugrabi en su casa, dicho sea el mayor coleccionista de Warhols, al entrar a la casa Hughes suelta una admiración —Oh…que linda vista al Central Park… dice Hughes y Mugrabi alagado le contesta –gracias, es 25


como una pintura más ¿no? —Hughes: Mejor. De un sopetón desbarata el sentido de tales obras de arte exhibidas en el espacio en que se le recibe, puesto que el mejor cuadro sin dudarlo es la ventana y el resto carece de importancia y valor para él. Es ese cuadro que nos muestra él ahora, que nos presenta la vida de la cual hacemos parte. Desde una ventana se puede ser cómplice, uno privilegiado de poder ver lo que acontece en cada instante. La importancia de la pintura o cualquier obra de arte, de cualquier objeto no se pueden comparar ante la de la vida. Más aquí se va dilucidando el tema a tratar, puesto que no es la técnica el enfoque principal a discutir y a tratar en este trabajo. ¿Por qué no puede ser esto una pintura? Formulada al ver esta serie de fotografías insertas en un video (en una línea temporal) 26


y presentadas en una proyección. Más que una pregunta se me formulaba un conflicto que me dejó en una posición intranquila puesto que no encontraba razones más allá de la materia y la técnica para poder sustentar el por qué no podía ser una pintura, pero se me plantearon respuestas y preguntas más interesantes y complejas sobre la trascendencia del oficio, y lo que esta actividad dejo en mí. El haberme formado prestándole especial atención al oficio de la pintura traía consigo un aprendizaje, y esto se denota en la forma de mirar, sentir y pensar sobre lo que se contempla, y posteriormente al hacerlo visible en imágenes. En el cómo se componen y piensan las imágenes.

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El arte es una forma de conocimiento. Y este conocer, con todas nuestras potencias y sentidos, sí, pero también sin ellos, suspendidos en arrobo inmóvil y vertiginoso, culmina en un instante de comunión: ya no hay nada que contemplar porque nosotros mismos nos hemos fundido con aquello que contemplamos. Sólo que la contemplación que nos propone Zeamí posee un carácter distinto del éxtasis occidental; la diferencia es capital porque para la estética del No, el arte no convoca a una presencia sino, más bien, a una ausencia. (Paz, 2005, p.47)

Julio Cortázar en “Las babas del diablo” sugiere que en el la educación impartida en los colegios se debería incluir la fotografía, puesto que ésta enseña y sensibiliza al ojo 28


ante la observación. Dicho en otras palabras; sensibilizarse ante lo que transcurre delante de sí, es posible trasladar estas mismas palabras para hablar del oficio de la pintura pero a diferencia de la fotografía exige paciencia y tiempo en el acto de observación y contemplación para ir dejando lo que se piensa y siente en los trazos y formas. Con esto no me refiero a una acción con intenciones miméticas regida por medidas y consensos, en cambio si a un acto subjetivo de observación en donde se hace consciencia sobre lo que se siente ante las presencias, ante las formas y materias físicas que afectan los sentidos, siendo sensibles ante tales presencias, pensándolas y sintiéndolas como cuerpos físicos, que como nosotros también ocupan un lugar, espacio y tiempo, por lo tanto también están siendo afectadas por un ahora, sucediendo en la corriente temporal, tal como 29


nosotros. Al pensarse uno mismo inscrito en un constante ahora o acaso inexistente ¿Cuándo es el ahora? Puesto que ese ahora puede ser una constante de pasado –futuro. Es decir cuando usted esté leyendo “ahora” estará dejando ese ahora en un pasado mientras lo leía, “ahora” ya habrá pasado. Pero entiéndase en este texto el ahora como el instante en donde transcurren pasado, presente o futuro, en donde está transcurriendo la vida misma y nosotros estamos incluidos, invitados abordo. La tendencia del Zen en palabras de Paz da luces sobre el “ahora” al que me quiero referir. Zen afirma que el estado satori es aquí y ahora mismo, un instante que es todos, los instantes, momento de revelación en que el universo entero –y con él la corriente de la tempora30


lidad que lo sostiene –se derrumba. Este instante niega al tiempo y nos enfrenta a la verdad. Por su misma naturaleza el momento de iluminación es indecible. (Paz, 2005, p.44)

Todo pasa y pasa, ahí en donde no parece que sucediera algo ni nada extraordinario, como por ejemplo una flor, en una fruta, o en nosotros mismos y hasta en la corrosión, la corrupción, la putrefacción está pasando y sucediendo la vida en cada instante y claro también la muerte, implícita la una en la otra Aquellas corrientes de vida y muerte que nos atraviesan en cada instante, tal es la evocación de la ausencia en la presencia. Son esas corrientes invisibles las que Gilles Deleuze trata tanto en: “Pintura concepto de 31


diagrama” como en: “Francis Bacon Lógica de la sensación”. Corrientes que llama fuerzas transparentes que están obrando y sucediente en este instante, en la ausencia “…tanto en pintura como en música, no se trata de reproducir o de inventar formas, sino de captar fuerzas.” (Deleuze, 2009, p.63). Deleuze define la tarea de la pintura como el intento “de hacer visibles fuerzas que no lo son” (Deleuze, 2009, p.63) A tales fuerzas son a las que están sometidos los cuerpos que se retuercen con sus carnes y huesos, evidenciando la mortandad de la vivacidad que está implícita en el tiempo, el cual Bacon nos lo presenta en sus imágenes “El tiempo, que es insonoro e invisible, ¿cómo pintar o hacer que se oiga el tiempo?” (Deleuze, 2009, p.63) contemplar y pensar sobre lo invisible que 32


acontece es contemplar y pensar sobre el tiempo que se evidencia en lo visible, que sucede a cada instante trayendo consigo la vida tanto como la muerte. Ese constante estado de inacabamiento que ¿acaso finaliza con la muerte? Con esta pregunta no aludo a filosofías sobre un más allá de la muerte en términos religiosos, sino a cuestiones meramente terrenales, de la vida misma que está presentándose y sucediendo en este ahora, más allá de nuestra subjetividad. Al igual que Deleuze, también me preguntaba como pintar esto que está aconteciendo a cada instante, cómo pintar el tiempo, y las fuerzas invisibles que nos afectan, cómo la vida y cómo la muerte si es que no son lo mismo. Estas preguntas me surgieron ante lo que sucedía a mi alrededor, como lo es contemplar a una enfermera al frente de 33


la cama de su paciente, cuidándola ante lo inevitable: su desaparición física y con esto su consciencia. Pensar y sentir en esta escena en que la enfermera está mirando directamente a la muerte y a la vida sucediendo delante de ella, como seguramente ya lo habrá hecho con tantos otros pacientes ya extintos, esfumados, a pesar de sus cuidados, de servir como una especie de guardiana ante la inevitable perdida de los sentidos, de la consciencia. Mirándola con dignidad, desnudando la situación sin dramatismos ni sentimentalismos, mirándola como lo que es, sin más somos eso, un cuerpo, una materia que ocupa un espacio y tiempo, tal como las imágenes presentadas por Bacon. Somos carne y como tal estamos a la merced de las fuerzas con sus corrientes invisibles que la atraviesan como a todo lo vivo, y hasta visibles en lo inanimado como 34


las manchas ocasionadas por el tiempo, la corrosión… entiéndase por estas fuerzas la muerte o la vida que conllevan el tiempo de cada instante ¿Cómo hablar de tal situación? -De tales escenas, cómo pintarlas, y el pintarlas es solo un medio, un pretexto para una necesidad de reflexionar sobre tal situación, hablar por medio de la pintura que es posiblemente el mejor medio que se da, y se me dio fluidamente en el entonces para pensar y poder asimilar aquellos instantes, en un trabajo de pintura que llamé “Oleadas de silencio” (2007).

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Oleadas de silencio, 2007. acrilico & óleo

El presenciar una persona de la intimidad familiar decaer corporalmente poco a poco, una frágil existencia que iba anunciando su desaparición, su ausencia. Y con esto se me revela no solo lo que se olvida, o se sabe pero no se es consciente: la fragilidad de la existencia y el absurdo de ésta. La extrañeza del estar vivo, del estar en estos instantes. En el ser testigo y cómplice de la 36


desaparición y la ausencia de alguien íntimo mostró mi fragilidad, ese recordatorio de ser corporal, terrenal y por tanto animal, con la ausencia ajena se nos revela la nuestra, y la fragilidad de existir. Ese verse suspendido ante un abismo que ocurre a cada instante. Consciencia del instante: La imperfección es la cima. Esa imperfección, como se ha visto, no es realmente imperfecta: es voluntario inacabamiento. Su verdadero nombre es conciencia de la fragilidad y precariedad de la existencia, conciencia de aquel que se sabe suspendido entre un abismo y otro…de equilibrio entre la vida y la muerte. Vivacidad: la mortalidad. (Paz, 2005,p.13)

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Tal situación la identifico como un detonante que dilucido y fue el causal de la preocupación por la existencia, por los instantes privilegiados. Preocupación que estaría presente de una y otra forma en todos los trabajos posteriores pero no siendo el enfoque central a tratar, ni evidenciándose como tal más si se encontraba implícita y presente tal preocupación. Más adelante las exploraría y desarrollaría estas preocupaciones en el presente trabajo. Explorando breves apuntes filmados con una cámara, considerándolos poemas breves, Haikus.

Apuntes, video, 2012.

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Tomándolos no formalmente como haikus, puesto que no es de mi interés la construcción y composición del poema con sus justas estructuras en la escritura de versos. Del haiku me sirvo de sus apuntes en donde nada extraordinario está sucediendo, pero son momentos, en donde se dilucida los instantes en los cuales está presente el abismo de la vivacidad y mortalidad del que nos habla Paz, meditación de los momentos cotidianos en donde, lo extraordinario sucede en lo ordinario y se da la dilatación o contracción de los instantes privilegiados. “El haiku se transforma y se convierte en la anotación rápida –verdadera recreación- de un momento privilegiado: exclamación poética, caligrafía, pintura y meditación, todo junto. (Paz, 2005,p.43)” 39


Paz también nos habla de los tiempos míticos que son los subjetivos y qu¬e difieren del tiempo cronológico, este último tiempo entendido y regido por la exactitud del reloj a diferencia de los míticos, que son flexibles y estos son a los que acuden y dan los Haikus, tiempos personales que se pueden dilatar o ya sea contraer… …se advierte que el tiempo cronométrico es una sucesión homogénea y vacía de toda particularidad. Igual a sí mismo siempre, desdeñoso del placer o del dolor, solo transcurre. El tiempo mítico, al contrario, no es una sucesión homogénea de cantidades iguales, sino que se halla impregnado de todas las particularidades de la vida: es largo como una eternidad o corto como un 40


soplo, nefasto o propicio, fecundo o estéril. (Paz, 2004,p.228)

Aquellos instantes cortos o largos, pero míticos son los de revelación ante el abismo, son los instantes privilegiados que es conciencia del existir. Por otro lado Paz sostiene que el poema no se atiene a la palabra ni a las letras para ser poema, trasciende su materia tanto como estoy entendiendo la pintura por fuera de su materia formal, ya sea óleo u otro material pictórico, para Paz no hay diferencia entre una pintura o un poema, nada lo prohíbe y esto no depende en sí de la materia. “Palabras, sonidos, colores y demás materiales sufren una transmutación apenas ingresan en el círculo de la poesía. Sin dejar de ser instrumentos 41


de significación y comunicación, se convierten en “otra cosa” (Paz, 2004,p.22)

y continuará afirmando al respecto: Por otra parte, la piedra de la estatua, el rojo del cuadro, la palabra del poema, no son pura y simplemente piedra, color y palabra: encarnan algo que los trasciende y traspasa…La poesía convierte la piedra, el color, la palabra y el sonido en imágenes. Y esta segunda nota, el ser imágenes, y el extraño poder que tienen para suscitar en el oyente o en el espectador constelaciones de imágenes, vuelve poemas todas las obras de arte. (Paz, 2004,p.22)

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Se podría continuar citando reflexiones de Paz que sustenten la disolución de la poesía en otras artes, en sus reflexiones de la poesía en El arco y la lira. Pero tomando de sustento sus reflexiones: reafirmó ese “nada prohíbe” considerar como poema a la pintura, por lo tanto es lícito considerarla un Haiku o al menos servirme de planteamientos y alusiones propias del Haiku. Con esta idea de llevar la poesía al video y con la pintura presente, comencé a realizar anotaciones de instantes privilegiados con el interés temporal mediando los apuntes de video, tomando como ejemplo los apuntes rápidos en pintura que realizaban Los impresionistas. De éste modo realicé varios apuntes de instantes aparentemente insignificantes pero contemplando lo intrínseco en tales momentos, los abismos invisibles que están suce43


diendo detrás de lo aparente y la fortuna de poder contemplarlos, el privilegio de estar vivo, y la toma de conciencia sobre tal.

Apuntes temporales, óleo, 2013.

Lila Azam Zanganeh plantea en “El encantador Nabokov y la felicidad” este lado poco explorado en el escritor Nabokov, pero entendiendo la felicidad para él no como una sonrisa, sino como consciencia, y el aprecio de este escritor por la vida, una gratitud por 44


vivir. La felicidad como una consciencia sobre la vida y sus instantes privilegiados.

Apuntes temporales, video, 2013.

Con los apuntes en video de tales instantes exploré la posibilidad de llevarlos a la pintura entendida formalmente, al óleo sobre lienzo, pensando en los apuntes como una fotografía que sirve de referencia, pero aquí tendría un momento no solo un instante 45


congelado como lo es la fotografía, sino un lapsus temporal que sucede a cada instante, aunque fuera una grabación y por lo tal se podría considerar ya pasado, pero que está sucediendo con la reproducción en un ahora. Pintando los instantes del video exploré la posibilidad de entrelazar la pintura formal junto con la temporal que estaba sucediendo en el video. Advirtiendo las riquezas de dicha posibilidad, y que de una u otra forma reforzaba la intención a trabajar, le deba al video la evidencia y textura de la materia, también me emocionó esta posibilidad al ver las pinturas temporales de Lars Von Trier dadas en los capítulos de Contra viento y marea o también llamada Rompiendo las olas, donde los capítulos son una serie de escenas en donde se les evidencia cierta textura yuxtapuesta con 46


el video, entrelazados, pero además con una atmósfera de una pintura, volviéndose imágenes con materia temporal.

Escena, Rompiendo las olas, capitulo dos, 1996 Lars Von Trier.

Reafirmando su carácter de materia y pintura, intento aprovechar no solo la composición y manera de pensar y sentir que me puede dar la pintura, tratándose de la experiencia técnica y las posibilidades que ésta pueda dar: aprovechar el carácter de disolución y deslizamiento visual que se puede 47


evidencia en su materia, su pรกtina grasa u acuosa, en donde todo se diluye y se escurre, donde se entretejen capas que son capas de tiempo.

Ensayo de pintura

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Prueba pintura sobre video, o video sobre pintura.

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También vi en esta posibilidad de trabajar directamente la pintura temporal, una inserta en el ahora que va transcurriendo, y escurriéndose, cambiando, capa tras capa que se mezclan con el tiempo, con el instante. De este modo me plantee enlazar los dos tipos de pinturas, la temporal y la formal cooperándose mutuamente, la pintura realizada para este trabajo por sí sola no es lo suficientemente contundente ni pretende serlo y de igual forma sucede con el video, por lo tanto se soportan mutuamente. También había intención que al ver un instante se evidenciaran las fuerzas invisibles de las que habla Deleuze en la pintura de Bacon o de Cézanne, convocar las ausencias de las que habla Paz y el Haiku. En una escena ordinaria y cotidiana está sucediendo la vida, capa tras capa, el tiempo y la vida diluyéndose, escurriéndose, cambiando. Trabajando con 50


la vida como materia base, y de ésta manera decir lo indecible propio del poema. Los cuentos a continuación presentados son a su manera pinturas, anotaciones de la vida, en donde tomo mis experiencias de vida como también de personas allegadas y las transmuto a estas pinturas, aunque sea con la palabra en este caso con la que se crea y no las manchas viscosas para poner en cuestión los momentos y sus situaciones, los instantes privilegiados y la consciencia de la vida o en palabras de Ricardo Piglia “narrar es como jugar al póker, el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad”(Piglia, 2001, revista lateral) Tal como lo escribe Alfredo Molano en el ejercicio de la sociológica. Específicamente se refiere a esto en La gente no habla en conceptos a menos que quiera esconderse, (Molano, 2009) Su trabajo tiene la metodología 51


de pensar y hablar con palabras y situaciones cotidianas, habla desde los problemas con la voz de las personas a las que está estudiando y no desde estadísticas ni convenciones formales del estudio sociológico que pueden ser frías y sedantes de una realidad y sus situaciones. Donde las personas y situaciones se convierten en cifras y números, alejándonos de dichas personas junto con lo que les acontece y sus situaciones. Estas formas y prácticas nos acercan más a una comprensión humana y su complejidad al poder sentir una tragedia o felicidad ajena, tomándola como propia, reflejándonos en la vida, la de los otros y como se desenvuelve su vida en tales situaciones y contextos.

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Esto en Molano se evidencia en toda su obra, la cual no es fácil de encasillar en un género puesto que puede tratarse de un ensayo sociológico, una novela, un testimonio histórico, un ejercicio literario, etc. En donde toma las “historias de vida” como materia que da cuenta de su estudio “Hoy pondero más la crítica nacida de principios éticos y estéticos, que las veleidades de teorizar el mundo social.” (Molano, 2009). Desde un poema podemos sentir y desde ese sentir tener la posibilidad de comprender más, por ejemplo el amor que en un estudio de carácter científico. Entendemos y sabemos que la muerte es el estado en el cual el cuerpo junto con sus órganos deja de funcionar, y esto se podría explicar desde un punto de la lógica racional científica. Pero cómo entender la muer53


te, cómo la vida, no bastan las definiciones racionales objetivas para comprender un territorio que se escapa de dichas comprensiones, un territorio desconocido pero en el cual estamos. Podemos reflexionar, sentir y comprender más sobre asuntos tales como la muerte, la vida, el amor, las relaciones humanas, en una película como “Amor”(2012) de Michel Haneke, que en un tratado sobre tales temas.

Escena de Amor, 2012. Michel Haneke.

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En un trabajo como el de Haneke nos vemos envueltos en tales circunstancias, en donde nos abrimos a ellas y las encarnamos. Escenarios comunes y corrientes que están sucediendo a diario o al menos son posibles: tal como el drama que envuelve a un niño por la pérdida de sus zapatos en “Los niños del cielo” (1997) de Mayid Mayidí. O en aquel otro niño de “dónde está la casa de mi amigo” (1987) de Abas Kierostami. Donde el drama está en que el compañero de colegio no va a poder hacer la tarea para el día siguiente porque él, el niño protagonista, tiene el cuaderno de su amigo. Este tipo de situaciones es aprovechada para la creación en el cine iraní en general. Situaciones ordinarias de la vida que nos fascinan sin tener que recurrir a historias e imágenes de sobresaturación sensorial, que como si fuéramos 55


unos gatos nos sobre-estimulan para captar nuestra atención, sedándonos e insensibilizándonos, por ejemplo ante una granadilla, una flor, una persona o las situaciones que acontecen en la vida común. Como en los títulos de las pinturas de Barnett Newman, “aquí no allá”, ”ahora” lo extraordinario está sucediendo aquí, adelante nuestro en el mundo ordinario y no allá en mundos inexistentes y llenos de explosiones, la mayoría propuestos por la industria cinematográfica de Hollywood donde prima una inmediatez y el ansia. Aunque Tarkovsky haya tratado el tema espacial, ese “allá” y no “acá” como en el caso de “Solaris” (1972) o esa zona de ciencia ficción en “Stalker” (1979) no se desvirtúa el carácter sagrado de la vida, ese apreciar lo ordinario. Las dos mantienen un tema terrenal, en la Zona “Stalker” 56


hay una extrañeza por el mundo, por una zona en donde domina la naturaleza, y de igual forma sucede en “Solaris” donde las plantas o la naturaleza tiene un carácter de desconcierto, más extraña que ese más allá espacial.

Escena Solaris, 1972. Andrei Tarkovsky.

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Lo extraordinario es estar vivos, ese absurdo tan difícil de comprender pero en el cual estamos. Y en películas como por ejemplo “Amor” “¿Dónde está la casa de mi amigo?” “Shame” de Steve Mcqueen, o cineastas como Andrei Tarkovsky, Theo Angelopoulos, Andrey Zvyagintsev entre otros son a su manera poetas y poesía, pintores y pintura temporal. A Theo Angelopoulos le preguntó un colaborador suyo por qué se demoraba tanto tomando un café, a lo cual Angelopoulos contestaba que el degustaba el café, (documental la eternidad y un día) no era un café exprexo el que él tomaba, y lo mismo sucede con sus películas, deja degustar el tiempo y permite 58


sentirlo. Así mismo sucede en las películas y

autores

nombrados

anteriormente.

Permiten degustar el tiempo y la vida, en un mundo y un tiempo en donde se apremia la eficacia, la rapidez, en un ritmo desbordado y frenético, en donde el tiempo de ocio y la contemplación no son apreciados, puesto que no son productivos en términos monetarios, desvirtuando lo sagrado y el sentido de la vida.

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Paisaje en la niebla, 1988, Theo Angelopoulos.

Los cuentos presentados a continuaciĂłn obedecen a preguntarse por la vida y su sentido, pero hablando desde la vida misma, desde mis experiencias y vivencias tomando tambiĂŠn las vidas de personas allegadas, para reflexionar sobre el estado de consciencia sobre el vivir, tomando la vida misma como materia para crear y reflexionar, si es que 60


todo escritor no se nutre de sus experiencias para pensarlas, escribirlas, dar un sentido y orden a su experiencia de vivir, degustar y leer la vida para poder escribir y pintar de sus alegrĂ­as y amarguras. Ser consciente del estar vivo y sobre los instantes privilegia-

dos. Pero el privilegio de estar vivo tambiĂŠn conlleva dolores y amarguras, los cuales por ser parte de ese diario vivir tambiĂŠn tienen un campo en estos cuentos. Los cuentos presentes son a su manera pinturas, puesto que destilan una manera de mirar, sentir, reflexionar que considero heredada y aprendida de la pintura.

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Desde el jardín

Cada domingo vuelve a visitar a quien ya no está, pero quien se encuentra presente. Él, el visitante, realmente no es un visitante como tal, es decir, ésta es su casa, pero esta casa, mantiene un tiempo de alguien más, uno que es visible en toda la casa. Desde lo que a ésta le adorna, que cabe decir como advertencia, que si rompe algo, accidentalmente claro está, no crea que es una amenaza, pero si es el caso y rompe una figurilla de porcelana, pues bien podría suceder lo mismo con la lámpara de mesa o aquel vaso de colección exhibido y apretujado entre todos los objetos puestos en las mesas, roto y hecho pedazos sería irremplazable. Puesto que tales figurillas ya no se encuentran en las vitrinas ni estantes de la tienda en la esquina, habrá 63


quedado el vacío de la estatuilla en medio de las otras. Así es el tiempo, que en sus corrientes se va llevando hasta los objetos, que como objetos parecen ser inmunes a las corrientes del tiempo, pues tan bien anclados y firmes, duraderos, hasta en las mismas piedras, se evidencia que, estas no son indiferentes a las corrientes temporales. Todo se lo lleva, todo se desmorona a su debido tiempo. Pero supongamos que, si se decide por remplazar la estatuilla por otra que consiga en la tienda de la esquina, esta última irrumpirá con un estruendo tal, que quebrará el tiempo suspendido en la casa, como un trueno deshaciendo de un solo golpe la serenidad en la atmosfera, aquella tensión en la densidad del aire cortada por el estruendo de las raíces en el cielo, o sencillamente, por una nueva estatuilla de porcelana en la mesa. Hasta en las paredes empapeladas y 64


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amarillentas de esta casa, está el tiempo. Es un legado efímero, pasajero, pero está ahí. Como la taza caliente que se nos presenta, en el rastro del redondel húmedo de vapor que deja sobre la mesa, evidenciando la ausencia de la taza. Como en aquella escena del “El espejo”, de Tarkovsky. Así se presta como en todas las visitas, de todos los domingos, a comenzar su rutina en este pedazo de campo. Empezando por los gatos, luego los perros, luego el burro y luego las plantas de su preferencia en este pedazo de tierra. Escudriñar a los animales, constatando con la mirada que estén bien de salud, para luego servirles la comida con la medida y de la manera exacta, al igual que se realiza un conjuro, un ritual que consta de tres circunferencias dibujadas en el aire, realizadas con el envase de leche ligeramente inclinado sobre el recipiente,

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dejando derramar con cada trazo del dibujo que en el aire se hace con el envase, la medida de leche adecuada sobre dos panes desmenuzados en el recipiente, junto con un puñado de concentrado para gato. ¿Un puñado? ¿Qué medida estándar es esa? y cuál es la velocidad del dibujo y amplitud de los trazos circulares en el aire. Es un ritual de consensos rotos en la cocina, de normativas míticas junto con lógicas que acuden a la sensación, negando con un puño de la mano y los dibujos circulares en el aire a las convenciones de medidas exactas, precisas e inflexibles de la lógica del raciocinio. Acudiendo a “Las divinas proporciones”

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Trois stoppages étalon, 1913-1914. Marcerl Duchamp.

Tal como Trois stoppages étalon experimento de Marcel Duchamp, con la pretensión de desafiar “el metro patrón, la medida estándar de longitud conservada en la Oficina Internacional de Pesos y Medidas de Paris.” (Granes. 2011. p.32)

Acción que consistía en dejar caer al azar un hilo de un metro de longitud sobre un lienzo y respetar las formas (no rectas tomadas por el hilo) entrando en conflicto con

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la noción de lo que debe medir un metro de longitud, puesto que en esas curvas está el metro de distancia. En esta cocina no es bien venido el consenso de patrón de la medida, por el contrario: se cocina con la sensación. Abajo del mesón en donde se está llevando a cabo el ritual, todos protestan, y lloran, y se quejan, al ver el conjuro sobre sus platos, y solo cesaran en coro tal ruido, al atragantarse con el contenido del recipiente, cuando estos sean llevados al patio central de la casa donde los pondrán en el suelo ¡Al fin! A su plena disposición, donde culminará toda queja al respecto y también el ritual, al menos el del dibujo del tazón de leche, con pan desmenuzado y croquetas para gato. Mira las viejas columnas de madera, unas están recién pintadas, las aprueba. Ya puede continuar de pintando las faltantes. Cubrir con pintura esmaltada la pátina del

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tiempo en la madera, dando la apariencia de estar en una ahora, sin ser afectadas por la corrosión del tiempo. A continuación mira la pared del patio, conquistada en su totalidad por hojas de un follaje considerable, están adheridas a gran parte de las paredes de la casa, intentando abrazarla, colonizarla, colgadas y aferradas con los dientes y la entraña a los muros, adoptándolos y haciéndolos parte de esa gran masa verde. ¡Y tal peso! Como se ha dicho no es poca la masa verde adherida de las paredes. Tal es así, que esta masa de plantas hace ceder la pared hacia donde halan. Por lo tanto, la casa tiene ahora las paredes diagonales, algunas recostadas hacia un lado como aquella otra pared, que está desarticulándose y sacando a relucir sus huesos rectangulares de barro cocido debajo

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de la blanca piel. Raíces que se abren paso en todas las direcciones sobre estas fronteras, unas como rayos atraviesan la blancura amarillenta de la pared de arriba hacia abajo y viceversa, pero también en horizontal, un horizonte eléctrico y por lo tanto irregular, como lo es la naturaleza de toda grieta. El tiempo hace de lo suyo en vista del ausente, o en la ausencia de su vista. Y esto, por ejemplo, se denota en la cantidad de hojas secas acumuladas sobre el césped, cuántas lluvias y cuántos vientos, cuántos días están ahí. O en los rayos que rompen las paredes de un lado a otro, o en el amarillo tornasolado del papel tapiz de las paredes que es una segunda piel con un patrón florido para las caras interiores de la pared. Como también en la oscura mancha que se encuentra arriba de la chimenea ¿Cuántos domingos se habrá prendido para provocar tal mancha?

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Esconderlo, pintando aquí y allá, esconder el tiempo, y decirle que aun a la casa llegan visitantes, que aún hay presencia humana, y cuando cese toda presencia y actividad humana, entonces harán presencia y actividad otros tipo de vida, las plantas podrán colonizar y posarse donde se sientan cómodas, sin ser tratadas como “malas hierbas” y entonces podrán habitar la casa hasta consumirla, deshacerla y reintegrarla totalmente a la tierra, al polvo y al barro, a la entraña orgánica. Pero por el momento eso no sucede, sólo se visibilizan gestos de lo que podría suceder si él, no estuviese pendiente de las columnas del patio central en donde ahora los gatos se concentran alrededor de los platos, ignorando todo esto. Y que ellos también un día serán colonizados por otro tipo de vida, que un día serán gusanos, plantas, hongos, barro… Revisa que ya esté comiendo aquel, y que

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aquel otro ya esté curado por completo, o al menos que presente mejoría, es lo que se espera, pero claro, no siempre es así. A ese otro por el contrario hay que hacerle fisioterapia ya que tiene problemas en una pata. Específicamente la derecha trasera, a lo cual le dedica un tiempo sin apuro alguno, pero no mucho tiempo, solo el suficiente, a ejercitarle la pierna con movimientos circulares y el gato aunque no contento, simplemente se limita a quejarse y permitir que le maniobren sus articulaciones como a un molino de café o un títere, el cual ya no tiene facultad sobre sus extremidades, o por lo menos ofrece leve resistencia a los movimientos impuestos por los brazos ajenos. En la agenda del ritual también está visitar la huerta, y si llega a la huerta sabe cuántas frutas de granadilla están colgando de la planta, de la Passiflora Ligularis, cuyo

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nombre no nos importa ni le importa ahora, pero el cual significa la “flor de la pasión”. Lo que importa es que sabe cuántos frutos verdes y cuántos de color naranja cromo hay. Cuál gota de fruto es nueva en ésta, y en aquella enredadera, cuál está en su punto maduro, en el justo, o para el otro domingo según sus cálculos temporales. Entonces, la llevará a su familia con orgullo, como si les mostrase un trofeo, el fruto de la atención y cuidados necesarios durante varios domingos, o sencillamente el de la vida. La familia no solo ve el logro en la canasta que trae del huerto, están pendientes del crecimiento de estos y de aquellos frutos compartiendo los logros, el tiempo, o simplemente compartiendo la vida. Esta curiosa planta —puede que usted o yo

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no lo sepamos, pero él y la familia ya lo saben— anuncia sus frutos pomposamente con una también ruidosa y colorida flor (la de la pasión) de extraños pétalos y formas, que reluce en particular, entre el verde de las hojas como si hubiese salido entre el espesor del follaje: un pez León. Como si no perteneciese a aquella enredadera, aparentemente sin nada extraño ni particular que la diferencie de otras tantas enredaderas con cierta monotonía, aunque el agudo conocedor sabrá distinguir fácilmente entre las tantas especies de plantas rastreras y enredaderas que hay, al menos en la zona, en su campo. Lo que sigue es excepcional, o no debería

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serlo, pues no es ninguna excepción, aunque a él le parece, y lo sabe, y lo espera, tanto como le alegra, aparte de contemplar la bella extrañeza de esta flor; es su vómito. La flor vomita no se sabe de dónde y de qué entrañas, la gota que se irá convirtiendo en el cascarón duro, una armadura, y de color naranja cromo, con pecas más claras. Por el contrario, esta armadura es acolchonada en su interior, e igualmente, tan extraña como la flor, después del colchón, si seguimos arqueológicamente las capas hacia el centro de este fruto, está una membrana que parece de seda, adherida al colchón y de esta membrana salen tentáculos con ventosas dividas y agrupadas en tres filas que van de un extremo al otro de la circunferencia interna. Estas blancas anemonas cuidan a su vez de las semillas, que son una especie de oscuro renacuajo envuelto en una

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transparente y viscosa bolsa de placenta. De la flor sólo quedará el rastro seco en el tallo del fruto, adornándole como una falda de mechones en su parte más delgada. La alegría reside no en la extrañeza y encanto que pueda generar este fruto, como sí en el haber sido testigo del proceso del cual llegó a ser esa gota dura y pecosa que más tarde comerán sus hijas, o él mismo la degustará. Esa alegría que Tarkovsky llama “la pátina del tiempo” Por este motivo, los japoneses ven en las huellas del crecimiento un encanto especial. Por eso les fascina el color oscuro de un viejo árbol, una piedra horadada por el viento, o incluso los flecos, testigos de las muchas manos que tocaron un cuadro en sus bordes. Estas huellas del envejecimiento las denominan

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“saba”, palabra que traducida textualmente significa ”roña”. “Saba”: es la roña inimitable, el encanto de lo viejo, el sello, la pátina del tiempo. (Tarkovsky. 2008, p.79.)

Es el encanto y alegría de ver una parte del tiempo mostrándose en ese fruto, en esa acelga, en aquella lechuga o en los tomates que cuelgan de unos troncos y unas mallas que él dispensó para su crecimiento y cuidado. Es la alegría de estar presentes en la vitalidad y constatarlo en ya sea cual fuera la forma que tome la vida; evidenciados durante cada domingo, durante la visita, como si en vista de la ausencia de quien habitaba la casa y dejó su huella en ésta, se responde visitando a los presentes, cuidando de ellos, ya sea de los gatos y los perros o de toda planta así no sea la granadilla o esté

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fuera del huerto, de esta porción de campo. Tal como lo hacía María Teresa Hincapié en …Divina proporción, la artista permaneció durante un periodo de varios días en un espacio industrial –cuyo piso estaba compuesto por losas de concreto− en cuyas juntas plantó hierba que poco a poco fue creciendo, evidenciando la estructura racional del mismo. En los momentos que no estaba cuidando de este particular jardín personal, la artista atravesaba el espacio de lado a lado en movimientos lentos y controlados, tardando horas en circularlo, como si una cámara ralentizara la acción. Esta insistencia en la lentitud como signo de resistencia frente a la velocidad, que supone lo urbano…(Roca, 2000,p.131.)

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Divina proporción, 1996. María Teresa Hincapié.

Cuidar de lo vivo, como cuidando del ausente. Tal fue el gesto de María Teresa Hincapié, estar presente en un jardín, habitarlo, cuidar de las plantas del jardín, …Instaló un poco de pasto en las coyunturas de una serie de bloques de cemento ubicado en el piso. Y allí, sin nada comprado, sin nada artificial (ni la luz de un bombillo), su silencio, su tiempo, sus cuidados para mantener

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con vida el pasto y sus miles de vueltas alrededor del salón era su obra… “Una obra de 24 horas al día” (, Quiroz, El Tiempo, julio 21 de 1996, p.130.)

Como último gesto de su vida ante una inminente e impostergable ausencia suya en este mundo, se retiró a cuidar de un pedazo de tierra en La sierra nevada de Santa Marta en el caribe colombiano. Cuidar lo que en el habitaba junto con ella en esos instantes, de lo sagrado, y lo que tenía sentido para María Teresa. Ver su crecimiento y desarrollo, como también el cambio y la muerte.

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Fotografía de Juan Alberto Gaviria, 1997. Archivo del Centro Colombo-Americano, Medellín.

Ya recolectadas y escrutadas las granadillas continua por su jardín −Estas acacias que ve por acá de poco tamaño, hay que cortarlas.− Si bien no son consideradas cizaña han tenido la osadía de plantarse ahí. Le señala el jardinero. Pues aparte de haber crecido en un lugar donde no se les indicó son unos invasores que han roto la invisible barrera de la lógica razón, por lo tanto le sugieren

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que como destino tendrán que ser desterradas. Tal como lo hace Palomar expulsando a quienes se han atrevido a romper con su lógica espacial sobre cómo se debe distribuir la vida, la vegetal: El señor Palomar arranca la cizaña, en cuclillas en el césped. Un diente de león se adhiere al terreno con un basamento de hojas dentadas espesamente superpuestas; si tiras del tallo, se te quedan en la mano mientras las raíces permanecen hincadas en la tierra. Con un movimiento ondulante de la mano hay que tomar toda la planta y desprender delicadamente las raicillas de la tierra, sacando tal vez motas de terrón y desmedradas briznas de hierba, medio ahogadas por el vecino invasor. Después, arrojar al intruso en un lugar

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donde no pueda volver a echar raíces o desparramar semillas. (Calvino, 2001.p.38)

Unos invitados que no entonan en este jardín dictado por líneas invisibles de la lógica del raciocinio –de cuáles especies van en este cuadrante, y en aquel lado deben ir aquellas otras. Aunque tal árbol haya comenzado a crecer en medio del jardín desentonando en la idea de lo que debe ser aquel pedazo de verde, aunque haya sido aceptada sin remedio por las otras plantas del jardín, puesto que las hierbas no sufren de tales prejuicios y segregaciones de clase. Parecería que se ha creado un acuerdo cómplice entre las hierbas sembradas y las silvestres, un debilitamiento de las barreras impuestas por la disparidad

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de nacimiento, una tolerancia resignada de la degradación. Algunas hierbas espontáneas no tienen para nada, en sí mismas, un aire maléfico o insidioso. ¿Por qué no admitirlas entre las que pertenecen al césped por derecho propio, integrándolas en la colectividad de las cultivada? (Calvino, 2001, p.39)

Pero, a las acacias les cuesta mantenerse de pie, su equilibrio es frágil y precario cuando han llegado a cierta altura y a cierta edad. Pero él, como se le ha enseñado, y por herencia del ausente, respeta aquellos brotes que han llegado a la altura de sus ojos. Y decide que hay que trasplantarlos, a un lugar dentro del lote en donde se les permitirá caerse sin que representen peligro para nadie. Son pues bienvenidos y no será él quien interrumpa su instancia y desarrollo

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en esta tierra, en esta vida, ni tampoco será él quien decida cuando caerán. Un día lluvioso, un día de vientos… Un día no será más.

De ésta y no de otra manera continúan sus domingos; los cuales las plantas ignoran que a ese día como a todos los demás días se le han asignado tal o cual nombre, como a los meses, a las temporadas. Ignoran que es un día destinado para el descanso, o para la improductividad laboral con beneficios y objetivos centrados en la productividad monetaria. Un aire del trabajo, de un día o de varios que son lo que se conoce como vacaciones o días festivos, tiempo para el ocio. Días productivos aunque no del capital

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que para alguien como Guy Debord y los situacioncitas nos dirán que son momentos en que nos apropiamos de la existencia, pero también son días pensados para tolerar la alienación que puede llegar a ser la productividad: Él y sus seguidores abogarían decididamente por la ebriedad, la vagancia y la improductividad. Sus actividades estarían dedicadas a apropiarse de sus existencias, rechazando un sistema que alienaba y desecaba a las personas. Esta apropiación sólo era posible mediante la creación de momentos, momentos que aceleraban el pulso y canalizaban emociones fuertes hasta convertir la vida en una orgia de experiencias singulares, alejadas de las que ofrecía la sociedad en sus instituciones

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laborales y, sobre todo, en esa limosna engaùosa que era el tiempo de ocio. Aunque la retórica de los letristas era mordazmente antisurrealista, de Breton y sus seguidores aprendieron a valorar los instantes maravillosos‌ (Granes. 2011, p.134)

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2 Otras vidas en el jardín

Baila, baila y danza a son del acorde que dicte la vida, en movimientos de constante cambio e inacabamiento, y cuando se llega a tal paso acordado ya todo ha cambiado, desvaneciéndose, para volver a cambiar, a cada momento siempre es otro el paso, otra la imagen, en ese baile, en el que se encuentra todo lo que esté movido por la vida, o todo lo que la vida esté moviendo, todo, absolutamente todo junto con lo que compartimos este instante, se está diluyendo, escurriéndose delante nuestro y nosotros amalgamándonos en éste ahora, en este campo, en la huerta y en este jardín que se disuelve capa tras capa como si fuera de óleo escurridizo, graso como es su naturaleza, deslizándose tan rápido a cada

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instante, diluyéndonos en esas constantes e inacabadas capas; una sucediendo a la otra en la construcción de la imagen que transcurre en nuestra presencia y de la que hacemos parte, de ese ahora temporal. Pero así mismo como se construye, se destruye con el siguiente acorde pictórico, y justo cuando creíamos acabar y dar la pintura por concluida ¡pluufff! Sin más… ya estamos en otro instante, la capa de huellas dejadas en el óleo será borrada por otra capa de gestos que responden a lo que acontece, mantos de imágenes que van ocupando el mismo lugar, fotograma–tras–fotograma, pintar sobre lo pintado, pintar sobre la luz, pintar sobre el tiempo, el mío y el de él, el suyo. Y volver a pintar continuamente según los acordes dictados por el instante, ese que siempre fluye sin dar espera y nunca está estático posando falsamente como se suele

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enseñar para el retrato, tal ansia generada a Los Impresionistas del continuo discurrir de la luz, y la rapidez con la que tenían que actuar, para dejar en el lienzo la luz del instante, o lo que gracias a la luz se nos hace evidente y sobre todo sensible. Hay que pintar con gestos corporales rápidos si se quiere dejar en el óleo y sus capas la sensación que produce lo que transcurre delante de nosotros, como en los retratos de Francis Bacon, en donde el sujeto retratado no está estático, es tan solo una ilusión de movimiento hecha pintura, hecha manchas.

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Retrato de Michel Leris, 1976. Francis Bacon.

Como también es una ilusión retratar a la persona estática, o creer que lo estamos estáticos, aunque estemos sentados, inmóviles. Tampoco da espera aquella flor, ni aquella granadilla, son cuerpos físicos, tan físicos como usted o él, tan palpables en su

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existencia, siendo atravesados por el tiempo, bailando y bailando hasta estallar contra el piso en burbujas y recogerse para luego volver a levantarse y deshacerse ¿Cuándo él es él? ¿Cuándo una ola lo es? Se pregunta el señor Palomar: Pero aislar una ola separándola de la ola que inmediatamente la sigue, y como si la empujara y por momentos la alcanzara y la arrollara, es muy difícil, así como separarla de la ola que la precede y que parece llevársela a la rastra hacia la orilla, cuando no volverse en contra como para detenerla. Y si se considera cada oleada en el sentido de la anchura, paralelamente a la costa, es difícil establecer hasta dónde se extiende ininterrumpido el frente que avanza y dónde se separa y segmenta en olas

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que existen por sí mismas, distintas en velocidad, forma, fuerza, dirección. (Calvino, 2001, p.19)

Tal contemplación la trata también Alex Kanevsky en sus pinturas de “Olas” al igual que Palomar se pregunta sobre las Olas y ¿Cómo mirar una ola? ¿Cómo pintarla? Y cómo sentirla pensarla. Si siempre en ella se evidencia el cambio del tiempo al que estamos expuestos, el continuo baile, que como a la ola, también nos mueve. En una palabra, no se puede observar una ola sin tener en cuenta los aspectos complejos que concurren a formarla y los otros igualmente complejos que provoca. Estos aspectos varían continuamente, razón por la cual una ola es siempre diferente de la otra ola; pero

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también es cierto que cada ola es igual a otra ola, aunque no sea inmediatamente contigua o sucesiva. (Calvino, 2001, p.20)

Como en las caras cambiantes en una oleada tras otra, como si la cachetada de agua que revienta en nuestra cara nos la cambiara, surgiendo otra: una exactamente igual, o al menos es lo que parece, como en todo lo vivo, y él en su pedazo de campo, pendiente de los cambios en su huerto, o aquel otro escapista de la conciencia tampoco es “él” del todo, puesto que siempre es diferente, a cada segundo, a cada instante las oleadas de la vida revientan para devolverlo todo y recomenzar en él mismo sitio en donde no parece que nada haya cambiado.

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Últimas Olas, 2006-2008. Óleo sobre lienzo, Alex Kanevsky.

La vida levanta sus formas como si fueran hechas en arena y expuestas al aire y a las olas que revientan contra estás formas, por cada segundo, capa tras capa de óleo, pintar sobre lo pintado en este baile del ahora, desmoronándose y rehaciéndose, todo cambia y permanece igual. “Cuando ya fluctuamos, la vida cambia de signo y sonríe, porque le hacen auténtica gracia las verdades inmutables,

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fijas, eternas. En el centro del remolino de esa gracia, surfeamos y apostamos por ella, por la vida, y recordamos que el ser humano ha creado una fábula, un universo imaginario donde refugiarse por miedo a vivir la vida tal como ésta es, por que el universo no es un organismo, sino incertidumbre y caos. En alta mar, sin saber adónde vamos, sólo sabiendo que estamos acabando la novela, nos dedicamos a vivir la vida como si fuera una obra de arte inacabada siempre fluctuando, en permanente cambio, es decir, nos dedicamos a vivir un modo que, como predicaba Nietzsche, sea deseable vivir sin hastío esta misma vida en una repetición eterna.”(Vila-matas, 2011, p.348)

Como en las plantas que danzan ingrávidas por la corriente del agua en: Solaris de Tarkovsky. Bailan y bailan las plantas tan vivas como nosotros, o en aquella escena del vien-

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to de El espejo: que mese la pradera como si de un mar verde se tratase, mientras vemos alejarse caminando a un hombre entre esta marea verde, de olas que acarician las superficies mientras sus ondas avanzan, sacudiendo el ropaje de quien se aleja, mientras se da la vuelta y nos mira, como asegurándose y queriendo reafirmar en nosotros que él no es el único cómplice de estos instantes, aunque en el encuadre —su soledad sea proporcional al vasto paisaje. Este tipo de escenas abundan en las imágenes de Tarkovsky. Como también lo vemos en Lars Von Trier y se evidencia en su trabajo Anticristo, homenaje sin tapujos a Tarkovsky: en donde la naturaleza tiene este carácter de vivacidad y misterio compartido con los hombres o en Melancolía, donde las imágenes más que aludir a la pintura la encarnan.

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En Stalker,1979, de Tarkovsky: donde una cierta –incierta delimitación de una zona es deshabitada totalmente por el hombre, en la cual la naturaleza tiene un carácter de tensión misteriosa —incomprensible, tanto como el nuestro. Confiriéndole a la naturaleza un estado tal como el nuestro en el mundo, un —bájese ya de esa luna, de ese planeta y asuma su naturaleza terrenal— Compartir la presencia en el ahora, y ser cómplices de lo vivo, de lo cual nos olvidamos en este baile y en esta ronda de la cual hacemos parte, como astronautas asilados por trajes y mirando el mundo desde su pequeña ventana, como si no perteneciésemos a lo que acontece al otro lado de la ventana: la granadilla en putrefacción, la carne descomponiéndose mientras otra se forma. Ajenos a todo esto. Intrusos:

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“Un examen de los grandes mitos humanos relativos al origen de la especie y al sentido de nuestra presencia en la tierra, revela que toda cultura –entendida como creación y participación común de valores- parte de la convicción de que el orden del universo ha sido roto o violado por el hombre, ese intruso. (Paz, 2006,p.29)”

¿Pero acaso tal brecha con el mundo es producida por nuestra capacidad de ser conscientes? ¿De qué?, ¿sobre qué? El ser consciente no estaría en la otra orilla del distanciamiento sobre el mundo y la vida, podríamos aludir aquella actitud para la inconsciencia, en donde pregonaría la lejanía sobre lo que acontece en un ahora, y la conciencia por otra parte es estar disuelto plenamente sobre una realidad, conocer-

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la… acaso ¿Es consciente el pájaro sobre su vida? Como si fuéramos conscientes sobre la vida…sobre el absurdo de ésta, y poder decir y explicar con una claridad enfática: de que va todo esto. Retomando palabras de Vila-matas porque a la vida “le hacen autentica gracia las verdades inmutables, fijas, eternas,” Así bailamos, sintiéndonos ajenos e intrusos, como si no hiciéramos parte de la ronda y en donde nunca es con nosotros con quien baila, La muerte baila con otro, siempre es con otro. “Después de todo, decía Marcel Duchamp, los que mueren son siempre los otros.”(Vila-matas,2011, p.274) Desentendiéndonos de la existencia con la más que sabida mentirosa ilusión de la eternidad, promesa sobre aquella indiferencia de todo tiempo, como si la muerte no actuara en nuestro torrente sanguíneo desde que

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nacemos, ¡yo soy la muerte, la muerte soy! baila la naturaleza viva de la cual hacemos parte tanto como de la muerta. Implícita la vida en la putrefacción del montón de hojas fundiéndose en el suelo, en quien ya hace sobre el cajón de madera o la muerte en quien baila y está en el ahora: “advierte que el soplo que hincha la sustancia, la modela y la erige Forma, es el mismo que la carcome y arruga y destrona.” (Paz, 2006,p.69)

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3 La muerte la sorprende mirando una flor Se extraña, sonríe tanto para sí mismo como para ella, y continúa. Pero no puede continuar. Seguiría subiendo cuesta arriba del parque inclinado, con las comisuras bien arriba, sin poder evitar bajarlas mientras sube. Pero ella le detiene, aunque le cueste entender, le presta atención, no es su lengua natural ni maternal, pero ya reconoce más que algunas palabras. Por lo tanto es capaz de entender qué le están diciendo, no literalmente y en la hilada de palabras con su sentido final, pero le entiende. Para apreciar esta escena se puede prescindir del lenguaje verbal, el solo movimiento de los músculos gesticulando en la cara; contagia, y es entonces cuando en inevitable respuesta le contesta con otra sonrisa, no tie-

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ne palabras para decirle que sí, que también él lo ve, y se da cuenta del suceso, puede que lo experimente diferente, aun así, la expresión de su cara le hace saber que comparte el presente, que también lo degusta con sorpresa. Piensa mientras contempla esta escena, en el lugar de donde viene, piensa en quienes viven ahí, y cómo lo hace, también que muy rara vez se detienen ante estos hechos… ante estas sorpresas cotidianas. ¿Por qué? ¿A qué se debe? ¿Cuándo dejo de suceder? O ¿siempre ha existido esta actitud? No solo allá, si no en todas partes, tal vez es propio de la existencia —de la humana, quiero decir— que se acostumbra sin más a estar en el ahora que ya pasó cuando se dijeron estas palabras, o que es cada una de ellas. Tal vez son cosas de la costumbre; no se le puede descargar toda la

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culpa a la costumbre, aquella cómoda actitud mecánica, esta cualidad puede borrar la sorpresa y la pregunta de un sopetón, ante acontecimientos diarios. Pero la costumbre, nos viene acompañada de mil imágenes diarias, imágenes y más imágenes, en este mundo sobre todo percibido por la retina, y por la cual nos intentan introducir de otros mil modos más imágenes, imágenes fabricadas para ofrecernos esto y aquello, unos zapatos, un viaje o lo que se supone es el paraíso al alcance de nuestras manos, o unas tetas junto con otras y otras, todo esto siempre en promoción, o en lo que también se supone asequible por módicas cuotas. Un mundo del deseo en función de los mercados. Uno en donde se abusa de los sentidos convirtiéndolos en un mero vertedero publicitario, un medio para el lucro, saturando día a día nuestra

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sensibilidad, una imagen compitiendo con la otra a cada momento y todas pidiendo a gritos ser vistas, quieren que la veamos a toda costa, sin importarles a las muy testarudas que le digamos un NO rotundo y exasperado una y otra vez, cerrándole las pestañas en la cara. …tales imágenes son invariablemente portadoras del mensaje de que existen paraísos, aunque ahora están en este mundo y no en un más allá, y, sobre todo, de que algunas personas tienen el privilegio de habitarlos. Y más aún, se transmite la idea de que podemos ser uno de estos VIP’s; basta para ello con que invirtamos toda nuestra energía vital --de deseo, de afecto, de conocimiento, de intelecto, de erotismo, de imaginación, de acción, etc.-- en actualizar en nuestras existencias estos

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mundos virtuales de signos a través del consumo de objetos y servicios que los mismos nos proponen. Un nuevo arrebato para la idea de paraíso de las religiones judeocristianas, la cual presupone un rechazo a la vulnerabilidad al otro y de las turbulencias que ésta trae, y, más aún, un menosprecio por la fragilidad que ahí necesariamente acontece. En otras palabras, la idea occidental de paraíso prometido corresponde a un rechazo de la vida en su naturaleza inmanente de impulso de creación continua. (Rolnik, 2006, Geopolíticas del chuleo.)

Al final ya cansados solo nos resignamos a que pasen una imagen tras otra delante nuestro, prometiéndonos todos esos paraísos y deslizándose por la curvatura gelatinosa de nuestros ojos y la espera a que apa-

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rezcan por todas las esquinas, en el café, en el correo electrónico, en fin...Llegamos cada día a la cama con los sentidos sobre-estimulados, sobresaturados, e insensibles. Sin darnos cuenta, comenzamos a enceguecernos hacia la vida, con nuestro cuerpo vibrátil, como nos dice Suely Rolnik es el cuerpo que sabe, y vibra ante lo que le sucede, es el animal que somos y responde en el cuerpo. Pero con el cuerpo ya cansado y sobre estimulado, ya no nos sorprende ni vibramos ante aquella flor amarilla como si está repercutiendo la flor en aquella mujer que lo expresa deteniendo a quien pasa de subida por el parque para comentar tal suceso extraordinario de la naturaleza. Se extraña ante la mujer que le habla pero le alegra tanto como le aflige pues se da cuenta de sus sentidos cansados y enceguecidos. Y

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más la actitud que le posee y que no le permite ver lo que acontece delante de sus ojos. “hemos quedado ciegos ante la hipersensibilidad del mundo”. De tanto ver ya no vemos nada: el exceso de visión conduce a la ceguera por saturación. Esta mecánica contagia otras esferas de nuestra experiencia: si antaño la censura se aplicaba privándonos de la información, hoy, por el contrario, la desinformación se logra sumiéndonos en una sobreabundancia indiscriminada e indigerible de información. La información ciega hoy el conocimiento. (Fontcuberta, 2010, p. 52)

Borrar sin más, lo que se tiene enfrente de sí, y al no existir, no hay razón aparente para, contemplar lo inexistente. Insensibles en nuestras facultades sensoriales, difícil-

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mente nos sorprende como lo está haciendo ahora, como lo señala aquella mujer con tanta alegría, a un desconocido ya no nos sorprendemos ante aquel brote colorido de las flores, en palabras de Sontag “Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más” (Sontag, 1996,p.39) y continua diciéndonos en Contra la interpretación: La nuestra es una cultura basada en el exceso, en la superproducción; el resultado es la constante declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial. Todas las condiciones de la vida moderna –su abundancia material, su exagerado abigarramiento– se conjugan para embotar nuestras facultades sensoriales. Y la misión del crítico debe plantearse precisamente a la luz del condicionamiento de nuestros sentidos, de nuestras capacidades (más que de lo de otras

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épocas). (Sontag, 1996, p.38.) Es la respuesta de Sontag ante el declive de nuestra sensación, por saturación y sobre explotación de nuestros sentidos, como lo hace la publicidad .Con fines de lucro, imágenes que todo lo vuelven mercancía, explotando en nuestros sentidos con fines económicos. Sobre todo de imágenes, que nos hacen insensibles a estas, a los que vemos, teniendo un afán que impide contemplar, dado la inmediatez a la que nos hemos acostumbrado, y no solo inmediatez, también el brillo y movimiento de estas imágenes. Se da cuenta mientras oye las palabras de alegría de la mujer frente al brote de las flores que él, precisamente él, tampoco es ajeno a estos sedantes ante la vida, aunque sea capaz de tomar conciencia hacia la flor amarilla

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que por fin ha brotado, y que con alegría le señalan. También es preso del desencanto de la vida. Los días lo aburren y la vida deja de tener un buen sabor, es más, se vuelve desabrida e insípida pero no considera otro remedio más que aceptarla, tal cual un enfermo toma resignado, la cucharada de medicina que le estremece y le comprime la cara. Todo deja de tener sentido —Si tan solo esta mujer, presenciara las formas de la vida que aparecen como plantas ¡ay! si supiera, que en ese país tropical y selvático de donde viene, las condiciones permiten que la vida se desarrolle de una extraña manera, con formas retorcidas y coloridas y exuberantes y gritando… histéricas hasta llamar la atención, —¿la de quién? Aunque nuestra atención también la captan, no es precisamente a nosotros a quien está dirigida la llamada, todas esas formas y colores no se

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deben a nosotros, pero ¿a quién van dirigido esos alaridos? Posiblemente a las aves o tal vez solo quiera llamar la atención de una en especial, o a los insectos alados y a los otros rastreros, seducirlos por conveniencia y supervivencia o amenazarlos de muerte si tan solo le tocan un pétalo, puede pensar eso si quiere o dilucidar otras posibles respuestas ante sus colores y formas... Qué rara es la vida en aquel país, piensa mientras se sumerge en los gestos de alegría de la mujer, y en todos los países lo es, pues esto no depende de los límites que nos imponemos como hombres…qué extraña que es la vida. Pero específicamente en aquel pedazo de tierra de donde viene, la conciencia sobre la vida y hasta la vida misma se desarrollan y manifiestan de extrañas maneras ¿cómo y qué se considera

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la vida en aquel lugar? misteriosa actitud la que han tomado frente a lo que acontece por parte de los habitantes en aquel, ahora lejano país ¿qué valor y qué significado tiene vivir para aquellas personas?. Si tan solo viera como se desarrollaron las plantas en aquel lugar de la tierra, pero no lo sabe, le placen lo suficiente las que se le presentan delante de ella para estar satisfecha. Recuerda mientras comparte la alegría de los amarillos, que de donde viene no hay tal cosa que son las estaciones, y por lo tanto no sabe lo que es vivir un invierno para luego sacudirse la depresión de encima con las flores amarillas que dan la bienvenida al verano. A tal punto que le sorprende después de tanto ver brotar esos retoños amarillos primarios en aquel parque y no tiene ninguna inhibición en compartir su alegría y sorpresa al verlas, con quien esté subiendo

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cuesta arriba de aquel parque, en donde la vida sigue floreciendo. Y lo que a él le sorprende más que la flor, es la sorpresa de ella hacia la vida. La alegría de la vida encarnando en aquella mujer del parque.

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Cómo aprender a estar muerto

Querido amigo yo te quería escribir Pero el correo andaba arisco Si me permiten trataré de remitir Noticias frescas en el disco Aquí en la tierra están jugando y gritan gol Hay mucho samba mucho choro y rock’n’roll A veces llueve y otros días brilla el sol Mas yo quiero decirte que la cosa aquí está negra. (“Querido amigo” Chico Buarque)

Ya no importa, en todo caso ya no importa. Por más que se toque la puerta, nadie contesta, no parece haber nadie, ya no hay nadie. La luz tenue entra a la habitación por donde terminan las cortinas desplegadas a lo ancho y un poco más largo que la ventana que cubre y que da brillo a los límites de esta tela haciendo saber que ya es de día, y que es un

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día soleado. Que al otro lado de la ventana se divisa a lo lejos una línea oscura; azul cerúleo que demarca el limite horizontal entre la tierra y el cielo, o en este caso el difuso límite entre dos azules, dos estados del agua, dos azules diferentes y que contrasta con el cálido color amarillo ocre de la tierra polvorienta, que podría ser el mar atlántico, es un paisaje de tierra árida y esto podría ser la Guajira o África, pero hace parte de Europa, como las islas Canarias, o no. No importa, Ya No importa. Aunque bien podría ser un panorama de montañas andinas con sus verdes azulados, pero en este caso no es así, es un paisaje desértico, árido y amarillo ocre, pero esto no importa mucho, lo que importa es lo que está detrás de la cortina, adentro de la casa.

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Solo se levanta para lo necesario, lo que su cuerpo le dicta, que es ir al baño y de manera constante, a este pedido corporal lo atiende a regañadientes y desalentado, con pasos lentos y cansados, esperando terminar su martirio en la tasa que consuma toda su energía, para volver con los mismos pasos pero pretendiendo ser rápidos por la urgencia de caer rendido a derrumbarse a la cama, unos segundos después recobra fuerzas para arroparse, y así poder soportar su cuerpo, “la vida es física” nos repite una y otra vez Piedad Bonnett (2013,p.23.) No tiene opción más que soportar su vida en ese cuerpo. Sabe por el brillo de los límites de las cortinas que es de día, y que hay un gran mar afuera, que hay alegrías y conversaciones que podrían hacer más afable la estancia en esta tierra, pero esto ya no importa, no ahora, no en el momento en

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que está resignado en su cuerpo, resignado en su cama, descansando sin querer pensar mucho, no pensar en nada, no existir. Como bien lo decía Bernhad para sorpresa de muchos, incluida la de Vila-matas. <<La vida es maravillosa, pero lo más maravilloso es pensar que tiene fin. Este es el mejor consuelo que guardo en la manga. Pero tengo muchas ganas de vivir. Siempre las he tenido, salvo los momentos en que he pensado en el suicidio.>>”’(Vila-matas, 2012,p.349.)

Que todo deje de importar, de sentirse, deseando un No más, cerrando los ojos acompañándose con el consuelo dado por las palabras de Bernhad, que no tienen mucho valor ni sabor para él en este momento. No se puede olvidar de tomar las pastillas con el

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yogur, tampoco se puede olvidar de comer aunque no encuentre nada apetitoso lo que tiene en la nevera, ya preparado y fríamente esperando, de hecho nada le apetece. Como tampoco que las palabras estén en su boca, y ni tener un intercambio de éstas con quienes lo conocen de hace tantos años atrás, así sea para mencionar lugares comunes y preguntar por lo más que sabido, con tal de no dejar espacio alguno al silencio, dándole peso a aquella manía de ocuparse todo el tiempo, de vaciarse en una y más cosa con tal de no sentirse, de ocuparse con palabras que nos alejen y dar una sonrisa mentirosa y vacía evitando las preocupaciones ajenas y de paso que le dejen de una vez por todas en paz, en su pasiva tormenta, pues tampoco le apetece compartir este tiempo con nadie, ni con el tiempo mismo.

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Nada le apetece, por el momento. En la taza se va más que las secreciones corporales, más que la sangre y el apetito. Y aunque no quiera pensar, aun que evite preguntarse y angustiarse por las mismas preguntas que le ocupan, no puede evitar el intento por entender ¿qué es esto? No es lo que dejo en la taza. Ya los médicos le recetaron unas cuantas pastillas, y una dieta, pero ¿Qué es esto? ¿Qué importa? Y ¿Por qué nos importa?...

Ya no importa Qué más da dar vueltas y vueltas imaginando cómo paso, y si se hubiese podido evitar, por qué se llegó a ese punto, y adonde fue… Ya nadie contesta a la puerta, ni a las llamadas ni a los emails en los que solo quedará contarle al vacío y al aire las noticias de lo que sucede: “aquí en la tierra están jugando

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y gritan gol…a veces llueve y a veces hace sol…”. (Buarque, Querido amigo)

Él es historia en sí, una desvanecida y que caerá en el olvido, una hecha amasijo de carne y experiencias a quien solíamos llamar con ese nombre en específico, no se volverá a repetir, la configuración y distribución de carne y experiencias claro está, porque el nombre no le pertenecía, herencia pasajera para saber que se referían a él y no a otro, con el apellido se especifica y rectifica que sí, que se refieren a él, y no a otro con el mismo nombre. Pero estos nombres estaban antes de su existencia y lo estarán después, indiferentes a este asunto, a muchos se les llama igual y a otros tantos heredaran ese nombre para no ser huérfanos de alguno.

Ya no importa.

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Por más que se golpeen y golpeen las puertas, que no son las de ningún cielo. Nadie contestará, ya nadie esta. Es posible que se encuentre en la cama o en el cielo, pero hecho humo y ceniza dispersos por las nubes y o por el suelo, tal vez por el agua, con las olas que vienen y con las aguas que se pliegan en la arena para recogerse e ir arrastrándolo con ellas al desvanecimiento, al olvido profundo. Tal vez su cuerpo ya se ha dispersado en esta nada, en este todo, que es el vasto azul cerúleo o el que hace nombre a sus aguas: ultramar. No ve motivos por los cuales levantarse. Ya más de una vez ya había tenido decepciones dejadas en la cama, junto con un desasosiego de uno y varios desamores, de más de una caída para volver a levantarse y caer, depositando el sentido de su vida en nuevas ilusiones, promesas más que sabidas

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mentirosas, como lo son toda palabra e imagen publicitarias. No hay jefe ni un puesto en un engranaje empresarial que le espere, y le pesa no hacer parte de un sistema productivo, aunque no es el capital monetario el que le da un sentido sangrado a su vida, vivir solo para trabajar carecería de sentido dejando una vida vacía, aunque con posibilidades de llenarla de objetos, de ser un empleado consumidor, trabajar con el único objetivo de poder: poseer –consumir, más allá de una supervivencia que estaba ligada al trabajo, ahora se trabaja para otros fines engaños según nos dicen los letritas: El crecimiento económico y los altos índices de empleo estaban creando en Francia y en los otros países europeos un nuevo espécimen social, el empleado consumidor, que además

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de tener ingresos para equipar su casa con la creciente gama de artículos de consumo –televisión, frigorífico, tocadiscos, lavadora -, desde 1955 empezaba a gozar de tres semanas de vacaciones pagadas al año. Esto constituía un lujo hasta entonces inimaginable. El trabajo debajo de ser una actividad estrechamente vinculada a la vida y a la supervivencia, y se convertía en una labor profesional que se alternaba con periodos de descanso y ocio. Pero esta conquista, en apariencia positiva, era un engaño para los letristas. En pleno empleo era una meta alcanzada, pero los trabajos ofrecidos eran actividades destinadas al lucro. No al desarrollo de las capacidades humanas ni a la utilidad social. Los jóvenes, al no encontrar fines ni metas valiosas en las labores productivas, verían difícil

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sentirse orgullosos de lo que hacían. (Granes, 2012,p.115.)

A diferencia de los letristas, y Guy Debord quien predicaba el no trabajéis, como actitud rebelde ante los sistemas de vida ligados a la explotación laboral junto con el consumo como sistema dominante, y en los cuales emplearse significaba alimentar y hacer parte de tales condiciones de vida, ser cómplice “Cuanto más consumes menos vives, No trabajes nunca, El aburrimiento es siempre contrarrevolucionario.” Pero como desearía en estos momentos que su mirada se clava en el techo, cuando no está vagabundeando por el cuarto sin detenerse en nada, ni pensar en nada con los ojos cerrados, como quisiera tener un trabajo en el cual verter su esfuerzo y tiempo, pararse de la cama para emplearse en un actividad

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que sin bien no le brindaría orgullo ni podría desarrollar sus capacidades humanas, ni sentirse útil socialmente, esto no importa. Hace años que no desarrolla una actividad que le traiga tales beneficios, desde que llego a esta isla europea, en donde se le prometía el paraíso, como en las imágenes y mensajes publicitarios, el paraíso lo ofrecen con el nombre primer mundo, así sin pensárselo no dejaría ir la posibilidad de renunciar a ser un ciudadano de tercera para convertirse en uno del paraíso, aunque el precio a pagar fuese dejar atrás más que una vida, renunciar a la posibilidad de desarrollarse en las actividades que solía realizar, para las cuales asistió a la universidad y en las cuales deposito su vida,—como se iría a desarrollar con tal actividad, trayendo consigo las alegrías y tristezas propias de cada oficio, de cada profesión. Como paria

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en el nuevo mundo no se le concederán tales opciones, y desde entonces, desde que se dejó seducir por la publicidad de pertenecer a esta isla del primer mundo, isla en el paraíso, ha desarrollado actividades contra su naturaleza y formación humana. Las actividades que se le ofrecieron en este nuevo mundo, el viejo mundo “Su naturaleza le pedía explorar sus potencialidades, sentirse útil y creativo, y en cambio consumía sus días en labores aburridas que lo hacían naufragar en la apatía y el cinismo.” (Granes, 2012,p.115.)

Actividades destinas exclusivamente a obtener lucro, lucro con el cual podría obtener un nuevo computador, una cámara, un carro, el nuevo paraíso, aunque eso sí, no podría viajar por su condición política

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de indeseado, hombre ilegal y sin permiso para estar en este pedazo de la tierra, por lo tanto no podía arriesgarse a salir de la isla, hombre aislado en una isla, una del primer mundo en la cual, no quiere saber nada más allá la puerta en donde habita. Desearía tener trabajo, esta vez no para que sea este el medio para obtener un computador o la nueva cámara, esta vez tiene obligaciones, compromisos más allá de sus deseos, además de tener la satisfacción de no pedir más prestado para una cerveza, otra más, la leche, un almuerzo, y no tener con que pagar el arriendo de su habitación, y así verse forzado y en la incómoda situación para él: a pedir préstamos impagables a sus padres, familiares. Más allá de él, están los pedidos de otra isla, una en el caribe, en la cual a sus habitantes también les llega la publicidad de un mun-

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do mejor, aunque internet cuesta en llegar, y la comunicación con el resto del mundo es limitada, los hombres en esta isla también quieren una nevera, la última cámara, en definitiva objetos del deseo, varios artículos de lujo que ofrecen las publicidades, artículos más allá de la supervivencia, y la necesidad dificulta salir de ella, en aquella isla y por sorpresa suya adquirió nuevas obligaciones. Ya no importa. ¿O sí?, desenado un trabajo para poder suplir las necesidades ajenas, las de su yo hecho alguien más; alguien con poca vida o la misma que la de la él si es que se piensa que comparten el mismo ahora, el mismo tiempo, pero él está hecho en un pequeño cuerpo de niña en pañales, o una parte de él, ya sea la información genética transferida a aquel pequeño cuerpo que se haya en aquella lejana isla de la que él se encuentra ahora, se necesitan pañales, co-

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mida, pagar al médico, vacunas, pagar las facturas pendientes a la clínica por atender el nacimiento. Desearía una actividad lucrativa, cual quiera que sea, de la cual no se sentirá orgulloso, pero en estos momentos no es lo que importa. Ya no importa. Las necesidades ajenas llaman a gritos, a berridos de media noche, a cambios de pañal, desearía trabajar, pero el paraíso del primer mundo europeo está en crisis financiera, y en momentos como esos no hay campo para él en esta sociedad productiva, por lo tanto qué sentido tiene levantarse de la cama, solo se limita a comer por comer pues sabe que tiene que darle energía a su cuerpo, a hacer de sí una manzana, una pastilla, y pensar en todo el tiempo libre que tiene y acordarse de los letristas, tal vez no sabía quiénes eran, pero para este cuadro lo sabrá y pensara en ellos, para quienes el problema

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El verdadero problema revolucionario en una sociedad productiva era el tiempo libre. El capitalismo y el socialismo habían olvidado que el mayor anhelo del ser humano no era trabajar, sino tener una vida apasionante, y que la única forma de tenerla era disponiendo de tiempo y de un entorno urbano propicio para vivir experiencias excitantes. (Granes, 2012,p.171.)

Si bien le hacen falta motivos y en un sin sentido que es para él esta instancia en esta isla, en este mundo, tampoco pretende ni desea vivir experiencias excitantes, pero sí experiencias y un entorno que le dé un sentido a todo esto, a esta isla, a este tiempo en que él se encuentra en el ahora, sabiéndose vivo, queriendo no saberse y no

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saber nada más, nada de nada. El no ser productivamente activo en términos monetarios, conlleva que no pueda seguir con las obligaciones que ha adquirido familiarmente y ni siquiera con su propia sustentación, de esta manera lo que no tenía ninguna importancia para él, ha adquirido una resonancia y un peso en tal su vida, que parece que solo se viviera para tales fines lucrativos. Un rezagado de ese modo de vida como lo proponía Debord, no es una opción que contemple ya que de él depende una niña en pañales, aunque ella se encuentre en donde dicen haberse despegado de tales sistemas, en donde la utopía parecía florecer y dejar de ser utópica para ser realizable, un paraíso terrenal en el caribe, en donde trabajar ya no representaba una actividad destinada únicamente a lucrarse, y las personas

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podrían dedicarse a desarrollar su capacidades humanas y tener la satisfacción de ser útiles para los demás, para tal sociedad. Utopías y sueños sobre cómo viviríamos mejor este tiempo que tenemos. Pero nada de eso resulto y su hija está en aquel frustrado paraíso, de donde le piden un computador, una nevera, artículos, y objetos, más objetos del deseo, pues él es una persona del primer mundo y como tal presuponen que tales artículos están a su alcance, que su hija necesita dinero para suplir las necesidades básicas por más que el Estado provee tales necesidades, tendría que despreocuparse por tales aspectos pero no, no es suficiente, no, no lo es, los deseos cambian apenas son alcanzados, para convertirse en otro el objeto del deseo a seguir. Pero ya lo intento más de una vez, y la desilusión le rompe y estalla en la cara como una ola, una y otra vez.

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Una y otra vez intentando conseguir sustento en esta isla del primer mundo con la presión de la isla del tercero, no importa la actividad a realizar ni lo monótono que sea esta, Ya no importa. Ya no contestan a la puerta, ni a los emails… para caerle todo el peso de ser un rezagado del sistema productivo, uno en la inactividad laboral en contra de su voluntad, y también contra su voluntad transformado, después de un largo proceso para estar sudando y frágil envuelto en las cobijas, un cambio que como lo señala Jordi Llovet en el prólogo de La transformación, es una que va más allá del escarabajo negro: En La transformación, un viajante para quien el dinero (para él mismo y para la familia a la que protegía) significaba la primera ley de su actividad y de su comportamiento en el marco de una

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sociedad convencional, pasa a convertirse, de sopetón, en un ser extraño, un <<bicho raro>>, que ni podrá seguir significando un sostén para sus padres y su hermana, ni podrá siquiera seguir realizando las ocupaciones que, de un modo habitual asumía hasta el momento de su brutal transformación. (Llovet, 2012,p.8.)

Sin más solo le queda soportar su cuerpo, y la vida que tiene. Pero no cabe duda que si por el motivo que fuese se ganara sorpresivamente la lotería. Podría comprarle la nevera que tanto le solicitan para su hija y la manutención de ella, pasar al paraíso en cuestión de unos segundos con el pasaporte de unos números azarosos, para poder responder a más que a la necesidad y la supervivencia, pero si fuera el caso y

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le ocurriese tal sorpresa no hay duda que se levantaría de una vez por todas de la cama y dejaría de tomar sus pastillas con yougourt. Pero por el momento no hay trabajo para él, ninguna actividad de ningún tipo y a esto le cae la incómoda situación de no poder dar sostén a su familia, cumplir con el papel de hombre proveedor y cabeza de familia, o al menos con el papel de un hombre con actividades lucrativas capaz de dar comodidades a su familia y claro; algún que otro lujo. O al menos para liberar a su familia de la obligación económica que él siente representa, ya pasados los treinta años de él que tome el papel que le recae a alguien ya pasados los treinta años de vida y con una hija, el papel de ser ese alguien ejerciendo actividades lucrativas y no, como sucede alguien esperando la quincena paternal de fin de mes para poder apartar un

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poco para él y el resto para su hija ¿tiene una hija? Puede que sí o no, pero para la situación de este cuadro en particular sí, ya se había dicho. Uno en donde falla el intento de alcanzar el deseo, o al menos el pronóstico publicitario de una vida mejor, el paraíso deseado, en donde ya no tendremos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, ni habrá sufrimiento. Ahora se encuentra en esta isla ajena a él y tan lejana del lugar en donde nació, llego a ser un paria en el llamado mundo de primera clase, pero no importa ser paria ni renunciar a la profesión en la cual se especializo, ni dejar toda una vida atrás con tal de pertenecer a aquel paraíso, paraíso europeo. Con una hija en una isla caribeña, una muy lejos de donde se encuentra, en donde también las personas sueñan con tales paraísos utópicos o creen estar en uno, publicitándolo como

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quien vive en el paraíso, que son personas al fin libres de este mundo de dolor tanto como de risas. Para poder realizar y desarrollar todas sus capacidades humanas en dicha isla más allá del capital que rige y apremia las actividades que prometan lucro. En aquella isla donde se publicita tal paraíso humano, en donde por más que tengan la mierda en el zapato e insistan en ser felices, también son presas del deseo capital que tanto rechazan política y socialmente, el deseo sobre… una aspiradora, una cámara, un carro, un objeto y otro más y más, como la nevera que tanto le piden para su hija. Pero él es incapaz de proveer todos estos deseos ajenos, como también desquebraja la imagen sobre lo que se supondría y se esperaría de él económicamente¬, una persona del primer mundo. El ánimo fundido en su cama junto con su cuerpo ya adherido

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a las telas y mezclándose en una masa de piel sudorosa, de un cuerpo frágil y delgado, sintiendo como si todo confabulara en su contra, oyendo el estruendo de la caída del paraíso desde sus cobijas, caída la ilusión que tenia de este viejo y a la vez nuevo mundo al menos para él, como también todos los paraísos que alguna vez lo ilusionaron y le dieron un buen sabor a su vida, una sensación de bienestar en este mundo, un sentido que le daba valor a su vida, a la vida en general que él degustaba. Oye como se desquebraja el techo de su ilusión, fracturándose y cayendo a pedazos junto con él abajo, en su cama resignado y oyendo como todo se desmorona, como aquel espacio del espejo de Tarkovsky, en donde presenciamos todo un espacio tocado por la pátina del tiempo, la presencia del agua filtrándose por doquier como si fuera el flujo del tiempo,

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que todo lo acaba y que es impensable e ingenuo pensar en esconderse y negar tal flujo en un espacio cerrado, mientras el techo se cae pedazos reventando contra el suelo de agua, todo una atmósfera de inestabilidad mientras una mujer parece indiferente a tal espacio que se cae en pedazos y en donde la humedad es latente en aquel estruendo del silencio de las gotas, o acaso es ella misma la que está reflejada en dicho espacio, ella en ese aparente estado de quietud está siendo afectada por el flujo del tiempo, por la vida, tanto como él lo está siendo desde sus sabanas, mientras oye aquel terrible estruendo en el silencio. Ahogándose por este incesante flujo y agotado de ser el: el piloto “piloto vertiginoso en una proa negra que cortaba el agua del tiempo y la negaba.” (Cortázar, 2013,p.28) —Embarcado a la deriva a un tiempo futu-

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ro siempre extraño, negro o blanco, eso está por pintarse a cada instante. Sin trabajo y sin el amor de la mujer que sintió le quería, pero él solo representaba para ella un modo para salir de aquella isla, un paz a bordo para llegar a aquella otra isla, una del primer mundo, en donde podría por fin tener los objetos y modos de vida publicitados, por fin estaría en el paraíso, en ese tan esperado en vida. Con una hija de puente entre ellos dos, le sería más fácil construir un puente para aquella otra isla, pero no, no es así, ni en él está la posibilidad de brindarle el paraíso VIP, que tanto desea, aunque quisiera no tiene ni un céntimo, no tiene trabajo, y por tanto no tiene el amor de ella. La incomoda suerte de alguien que queda desarraigado inexorablemente

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del marco de una actividad y unas relaciones sociales marcadas, hasta entonces, por el signo de lo burgués, por el emblema de una productividad más o menos lucrativa y, sobre todo, de una existencia acomodada a los parámetros de la cotidianeidad más abrumadoramente regular. (Lloet, 2012, p.9.)

Le persiste la sensación y el sabor más que en su boca, en todo él junto con su existencia: nada tiene sinsentido, la sensación de que todo el sentido de la vida está centrado en aquella cotidianidad abrumadora y regular, en donde el lucro es lo que importa y da una lógica de sentido para vivir, para seguir viviendo –para seguir trabajando, pero el lucro es solo un medio de poder para hacer tangible el deseo, deseo de tener, de poseer, y él se ha visto perjudicado por sus

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deseos y por los ajenos, los de ella, la mujer que le hizo sentirse querido, cuando él era solo… solo eso. Ya no quiere pensarlo más, no quiere repetir y repetir lo vivido. Pero no puede evitarlo, no puede quitarse ese sabor, ese mal sabor que se riega por toda la sensación del ahora, en este instante en donde le pesa de sobremanera el peso del lucro cayéndole en su cama o mientras logra acomodarse en la taza, sabiéndose parte de este régimen de vida, y afrontando la incómoda suerte de verse rezagado, de no verse dentro de la vida del empleado, y recordar a su hija tan presente en todo, los pañales, la leche, el medico… ”…estoy ahora debiendo más de 3.000 euros, sin trabajo, ni nada.” Pensar en lo ya pasado, en la madre de su hija, la vida dejada en otro continente, en otros tiempos que se le vienen encima como

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una ola para reventar y mezclarse con él en una blanca espuma, como si estas aguas que no paran de fluir sufrieran de rabia y cuando se retiren después de haberlo revolcado con violencia le quedara un sabor que no será salado, será el mal sabor de quedar empapado de sus otras vidas ya dejadas, de ilusiones frustradas, de paraísos perdidos, y de esos otros tiempos en los cuales y a pesar de todo no fue infeliz —nadie es del todo infeliz— pensó para sí en un consuelo. Pero no quiere pensar más no, no quiere recordar más, aunque este empapado por el revolcón no es fácil quitarse tales aguas de encima, exprimir de sí esas sensaciones, para de una vez por todas dejar de pensar en lo sucedido y su soledad. A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo

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particular, intransferible y precioso... El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, trasparente muralla: la de nuestra conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego o trabajo. (Paz, 2006, p.11)

En un No más, acordarse de que fue un empleado común en su país, en donde trabajaba el horario acordado y más aún, unas horas de trabajo que se desbordaban sin control ocupándole todo su tiempo, toda su vida. Según el acuerdo daría cierta cantidad de su tiempo, cantidad establecida por un horario de empleado oficial, dando su

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esfuerzo y conocimientos a cambio de cierta cantidad monetaria al mes, cantidad que no le compensaría dicha desazón que le dejaba en su vida ¿de qué servía tener una buena economía si no tenía tiempo, si vivía solo para dicho trabajo? Tal precarización sobre la vida, lo anunciaba y atacaba Breton …dio una batalla furibunda en contra del trabajo e impidió que sus seguidores se emplearan en labores que supusieran transigir con las aspiraciones de la burguesía. “Que nadie venga a hablarme del trabajo, quiero decir del valor moral del trabajo”, y escribió en Nadja. “De nada sirve estar vivo mientras se está trabajando” (Granes, 2012,p.88)

Si bien no lamentaba haber trabajado en una

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actividad que no le brindaba experiencias apasionadas, por lo demás no sentirse útil socialmente. Si lamentaba que ese trabajo le hubiese quitado tanto de sí, y recordaba que esa fue la razón de huida y escape hacia este ya caído paraíso, en donde se le prometía menos horas de su tiempo dedicadas al trabajo, o la misma desbordada cantidad de horas dedicadas a tal actividad pero a cambio la compensación económica sería más lucrativa, sin contar con la supuesta mejoría en cuanto la calidad de vida, en este paraíso se le respetaría su vida, aunque paria fuera. En su ilegalidad realizó trabajos no propios de su profesión, posteriormente tampoco lo haría como persona aceptada, legal. Entre sus cobijas y el sudor piensa que él trabajo no era el problema como lo señalaba Debord y Breton, era el trabajo precarizado que se regaba y captaba toda la vida, todo el

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tiempo de él y de tantos, y el sentido que la vida comenzaba a tomar con tales modos de sentirla, de pensarla. El problema tal como lo señala Brian Holmes en “La personalidad flexible”. Antoni Negri sostiene que el sistema va más allá de un sistema Fordista el cual cuarto la vida con el reloj regulador en el horario de trabajo, tan presente en Chaplin y sus “Tiempos modernos”, con la recordada frase el tiempo es oro, pero el tiempo dedicado a producir laboralmente con fines económicos, lucrativos, esta frase no se refería ni daba cabida para pensar con tal valor el tiempo de ocio, el tiempo para apreciar la vida, el tiempo vivo que es el tiempo mítico del cual habla Octavio Paz, ese que se escapa al reloj y la maquinaria de la exactitud: que es el tiempo cronométrico de los tiempos modernos.

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El hombre, prisionero de la sucesión, rompe su invisible cárcel de tiempo y accede al tiempo vivo: la subjetividad se identifica al fin con el tiempo exterior, porque éste ha dejado de ser medición espacial y se ha convertido en manantial, en presente puro, que se recrea sin cesar. (Paz, 2006,p.229.) El conflictivo modo de vida del cual en estos momentos es prófugo en su cama y que tanto le atormenta, es este instante inmerso en un modo de vida en el Taylorismo, en donde ya no hay horarios ni tiempo propio, se es un trabajador flexible, es decir uno en su tiempo completo. …existe esta inmersión en este régimen de vida, o mejor, existe una subsunción de la sociedad y de la totalidad

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del trabajo dentro del capital, y es justamente esta subsunción total, en relación a la cual surge el problema que se trata de entender aquí… ¿Qué es esto? ¿Qué es hoy la vida? ¿Existe todavía la existencia?, ¿Existe todavía una posibilidad de que esto suceda de manera diferente? (Negri, 2005, la constitución de lo común)

Usted habla mucho de lo sagrado, ¿qué es lo sagrado en su obra? [...] En la medida en que las cosas tienen un sentido, son sagradas…lo profano es lo que no tiene sentido, como comer por comer. (Hincapié, 2006, revista UNAL desde el jardín de Freud, num6)

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El escapista perfecto

Pero, por qué no le importa la limpieza, bien podría decirse que sus prioridades son otras y la limpieza para él está en los últimos escalones a priorizar. El tiempo y esfuerzo que dedicaría a la limpieza bien lo dedica a compartir con sus amistades, lo dedica a las personas y a actividades que considera más valiosas en la vida, en su vida, que a malgastarla en actividades tales como el aseo, considerándolo un por menor. Renuncia sin pensárselo a seguir el ejemplo de las amas de casas, con esto no me refiero a toda ama de casa, ni como tampoco a deplorar su ya desvalorada labor, pero sí precisamente a aquellas enajenadas de sí mismas por los objetos y toda lo que represente la casa, todo el sentido de hacer

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de la existencia reducido a un lugar con sus pertenencias.

Escena de Mí Tío, 1958, Jack Tati.

Así como todo movimiento y acción a realizar tendrá sentido solo por la casa: velar con rigorosa obsesión por la limpieza y presentación de su hogar, cumplir esta labor con esmero, convirtiéndose en otra parte de la casa, otro elemento de presentación

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de la casa y sin pretensión alguna de dejar de serlo, sin cuestionárselo en muchos casos, como una de esas mujeres que, precisamente aparecen en “Mi tío” de Jacks Tati. 1958”: Poniendo a funcionarrendiendo la fuente de su jardín en forma de pez, que es la que da la bienvenida a los visitantes al abrir las puertas de su casa, y cerrándola inmediatamente cuando se percata que quien toca a la puerta es a alguien, digamos, no digno de aquel chorro de cristal vertical y transparente, escupido por el pez para dar la bienvenida a aquella casa llena de objetos y cuidados que habla sobreso quienes están ahí. Esta ama de casa limpia obsesivamente todo lo que se encuentre en su territorio, y todo lo que este a su vista, está siempre lista con el trapo en la mano. Tati ironiza al respecto mostrándonos un ama de casa que todo lo

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que toca, lo frota con su trapo, tanto así que el carro familiar comienza andar y ella lo sigue hasta donde le dé el paso frotándole compulsivamente la parte de atrás del carro, hasta que al final la deja atrás. Pero no es la ama de casa sobre lo que ironiza Tati, es sobre el comportamiento de una sociedad entera, la sociedad de la adquisición y los objetos industriales, la sociedad Moderna. Es inevitable preguntarse ¿Cuánto tiempo le dedicamos a los objetos? ¿Qué rastro dejamos en ellos? ¿Y qué dicen ellos de nosotros? Cumpliendo lo que se considera un horario laboral, doce horas eran las que pasaba María Teresa Hincapié en una Cosa es una cosa, 1990. Ordenando cuidadosamente en espiral sus objetos, todo lo que tenía, que era poco, lo disponía al ojo ajeno, al del público en una sala de exposición, mientras

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los posaba cuidadosamente en el suelo, eso que hacíia parte de ella, dejándose en una tapa metálica color azul −un plato de flores –un pocillo de porcelana florido−una camisa−una media−un plato de flores… Las ollas de tapa azul, el canasto de plástico y los platos de flores –hablan de la construcción de un sujeto desde el género y la época, pero no hay que perder de vista que al mismo tiempo fueron sus ollas de tapa azul, su canasto de plástico y sus platos de flores, que en cada rayón y en cada mancha hablaban del uso que ella les había dado, hablaban de ella. Desde un aquí y ahora, o allí y entonces, María Teresa presentaba lo que era, ella era lo que tenía y no tenía mucho... (González. 2010, p.34.)

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No tenía mucho, pero eran doce horas las que le dedicaba al orden de sus pocos objetos, ¿Cuánto tiempo se deja en los objetos? Tanto en obtenerlos. Pues esto supone haber tenido que dar un intercambio de nuestro tiempo y esfuerzo por dinero, para luego canjearlo por tal objeto tal cosa, como el tiempo que se dispensa en su cuidado y limpieza. Darle el justo lugar a las cosas nos hace pensar, pues una cosa es una cosa. Pero estas acciones de María Teresa nos hablan de alguien que respeta su entorno, sin importar que se trate de simples cosas inanimadas y no seres vivos. Están ocupando un espacio y un tiempo, un ahora: así como ella, así como él. Por lo tanto merecen su respetado. “Cada objeto por humilde que sea, es tratado con la misma concentrada e individual energía, con lo cual es dotado

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de un aura, de un carácter casi precioso…” (Roca, 2000,p.144.)

Una cosa es una cosa. 1990. María Teresa Hincapié.

Pero no, no es así, ni él piensa nada de esto. El tema tampoco es la limpieza en sí o la falta de ésta, aunque los platos sucios estén desbordando el lavaplatos y no le importe si hay jabón o no, como tampoco tomar café en una taza con rastros aferrados y

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secos de otras bebidas a las paredes curvas e internas de dicha taza. O si tal cosa ya haceestá hecha pedazos, esperando sobre el suelo o una mesa, para ser reparada, o por lo menos desechada en el fondo de la oscuridad plástica de la caneca. Esa taza, ese plato o ese pantalón hablan sobre como reaccionauna actitud ante un presente, ante las cosas y lo que coexiste con él, las no animadas y las vivas. No, no es nada de esto lo que le pasa, ni en lo que piensa. Solo es

un síntoma. Ya su profesión dejó de ser aquella actividad que disfrutaba, sin importar el tiempo o esfuerzo dedicado, averiado el motor de las ideas e ilusiones y desvalijada toda pasión romántica sobre su oficio, aquella obsesión que entre otras le daban un sentido a su actividad diaria, para lograr hacer y hacer sin miedo alguno los proyectos que le llenaban

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de satisfacción. Todo parece reducido a una actividad: mecánica y resignada sin más que recibir ingresos monetarios. ¡Hay que conseguir un proyecto tras de otro! para así tener una constancia en los ingresos, y si es posible varios a la vez, así el capital aumentará, convirtiéndose éste en el aliento de su esfuerzo y tiempo. En principio la subsistencia y luego acumular si le es posible. Pero no es del todo así. Solo es un síntoma. El fruto monetario de los esfuerzos realizados en su profesión se consigue para cubrir el pago del arriendo, las facturas del agua, la luz, el internet, conseguir llenar la nevera y sus estantes, remplazar los viejos zapatos y también la rota vestimenta, para disimular una vida común, como la del vecino, o aquel otro. Pero tampoco es así. No le importa que el pantalón sea del día anterior ni de hace semanas atrás, con unos cuantos hilos

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sueltos, que pronto dejaran ver el rosado de su piel, como tampoco le molesta que su camisa despida el olor de la humedad que no se evaporó al doblarla en el escaparate sobre una torre de camisas desordenadas, sin haberse secado del todo, el olor al viejo trajín del cigarrillo con cerveza derramada sobre ésta camisa. Tampoco le afecta que a sus posibles clientes les llegue aquel tufo que emana su camisa tanto como lo hacen sus palabras, trasnochadas y amanecidas, llenas de encubrimiento y disimulo de lo evidente; además, el sabor de la comida no parece hacer presencia en su día cotidiano, se olvida el hambre, se olvida la vida. Se diluye en la espesura de la cerveza, en el ron con Coca-Cola, en el humo tanto del cigarrillo como en el de la marihuana, tras una cerveza más, un ron con Coca-Cola, un café con ron, cerveza, ron con Coca-Cola,

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marihuana, tabaco, marihuana, cerveza, cigarrillo. La mirada ya ausente, vagando y perdida sin anclarse a nada, el cigarrillo consumido es un esqueleto de cenizas que sigue erguido entre los dedos, se encuentra poseído por las cervezas y el humo. Para entonces no es permeable a ninguna clase de disuasión por parte de quienes le rodean, solo actúa como otra persona más, sin más, otro ciudadano, otro trabajador, tan solo teatro momentáneo de paños tibios para quienes le intentan disuadir de su insensatez .Pues sigue Empeñado tercamente en su acción sorda, embrutecedora y ciega. Otro día más, otra cerveza, marihuana, cigarrillo, cerveza, marihuana, ron con Coca-Cola, café con ron, cerveza —otra más por favor…—

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Solo queda esperar el golpe, oír el estruendo de la caída, el aviso de la silla estrellada contra el piso y la noche, para encontrar su cuerpo tendido y aflojado, deshecho e inconsciente. Revisar con la mirada si aún se mueve, si sus pulmones se hinchan, aun. Si bien paga su cuota de los servicios sobre el agua, la luz, el teléfono y arriendo, lo hace más por un compromiso con su pareja y familia, que por una real convicción sobre seguir teniendo a su disposición el agua saliendo del grifo o una noche alumbrada. Y así con síntomas de no querer seguir en ese cuerpo, en este mundo, Disimula ser un ciudadano más. Uno Empeñado en renunciar a serlo, obstinado en su objetivo de enajenarse, para apagar la candidez del mundo, caer y levantarse para caer y caer hasta reventar las sillas contra el piso una vez más, un día más.

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Perder la conciencia hasta que esta un día no vuelva más. Nunca más.

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6 Las sonrisas al sol “Debe abrirse a la muerte si quiere abrirse a la vida…” (Paz, 2006, p.67)

La sangre le sigue corriendo por las venas, eso es seguro, aunque sea de otro el color del fluido que circula por los vastos canales que, como raíces, se dispersan y se riegan por todo el cuerpo como ríos, ríos internos desbordándose en la parte más superficial de todas, la que palpamos con la vista y todo nuestro ser, y nos consta por lo que vemos: la vida aún se mueve por dentro, dejando ver su resplandor amarillo en los pétalos, verde en el tallo y sus hojas. La vida de una flor, diríamos, no es larga, si la comparamos con la que usualmente pensamos que dura la nuestra. Pero si consideramos la existencia

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solo y exclusivamente como un presente, un ¡ahora! No me es del todo claro el concepto del presente, pues ¿cuándo deja de ser pasado para volverse futuro? O acaso estamos en un constante pasado o cada instante es un futuro incierto ¿Dónde estaría la frontera del presente, y su fotograma? Continuo discurrir del tiempo delante de nosotros, todos los fotogramas entremezclados entre ellos, sin fronteras evidentes: en un continuo “fade – in”, “fade – out” sin saber cuándo es del todo un presente fijo e inmóvil, cuándo se desvanece un cuadro –fotograma de la realidad para que otro tome su lugar y aparezca donde estaba el anterior, cuándo y dónde está el lugar de ese instante: ¿Somos las convergencias de esas tres categorías temporales? Pasado-presente-futuro. Por ejemplo: aquella flor amarilla a la cual aún le corre la savia por sus venas, acaso no

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estamos inscritos y compartiendo el mismo instante. El mismo tiempo. Nada de lo que existe bajo el suelo es más grande que el hilo de una telaraña; nada más chico que el monte Tai; nadie vive más tiempo que un niño muerto en pañales, nadie vive menos años que Peng-Tse. El cielo y la tierra nacieron cuando yo nací; las diez mil cosas que componen la realidad, y yo entre ellas, son una sola cosa. (Tzu, 2005, p. 27)

Las flores, aquellas que se regalan como si se regalase un objeto vano, tan desechable, que se sabe dejara de ser útil muy pronto, si es que se piensa que su utilidad y única función de ser flor y planta, será decorar, exclusivamente decorar, un objeto colorido aquí y

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otro allá, rojo mejor, perfumado mucho mejor. Como aquellos pollitos de colores que se les regala a los niños, cumplen su función de juguete para morir muy pronto, ya sea intoxicados de pigmentos de colores o ya sea bien aplastados y destripados por las manos de los niños ; inocentes sí, pero saben que su juguete chilla instintivamente al apretujarlo, saben que cuando no se mueve ni chilla más al estrujarlo, es que se ha roto y entonces, habrá que conseguir uno de otro color. Esta flor en particular, no se ha roto, aun. Pero con su tallo desnudo de agua, se le está destinando a marchitarse, a hacer acogida por las sombras de la tierra si sigue ahí, allí, acostada tan tranquila y serena. Si no fuera por esas pestañas amarillas tan bien abiertas y bien amarillas como lo están, dirían lo que suelen decir en estas situaciones, tan diplomáticas y llenas de palabras vacuas, tan

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llenas de lugares comunes, sin más —parece dormida. Aunque esté reposando sobre ese cajón y desprovista de agua, la sangre le sigue fluyendo y su color y forma se refleja sobre la lámina curva de madera esmaltada de un color Sombra de tierra tostado. Considerado sobrio y por consiguiente acorde para la ocasión, o al menos así se ha acordado para esta convención, donde los colores deben ser lo más sobrios posibles, sea lo que sea, que significa sobrio en un color: uno que no está bajo las influencias del alcohol, sería pues un color que está en su total control, en sus cabales ¡ni chispa de espontaneidad se le verá! Considerándolo, todos los colores podrían estar en sus cabales, bajo su control. Pero ateniéndonos a las convenciones del contexto, no habrá colores más que el negro o el blanco para la ocasión, uno de ellos repele toda la gama de la luz con sus

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colores y el otro color los guarda en sus poros para sí –falto de luz, vetándonos sus gamas y notas, cosa tal, ocurre en el negro que silencia y absorbe toda manifestación de luz. O acaso sería más apropiado, el color blanco alusivo al vacío, a la disolución y esparcimiento en la nada; tal blanco de la luz no puede ser la nada absoluta, ya que en esa aparente ausencia están todos los colores. La ausencia de la vida –esa llamada muerte ¿es negra o blanca? Tal vez ninguna, nada, de nada. No hay conciencia ni la habrá para poder decir es ésto o aquello, blanco o rojo. Tal vez para la ocasión convenga más un rio de colores desfilando indiscriminadamente, ya que nuestra inmaterialidad se regaría en este mundo pleno en matices…

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El calor que nos posee y mueve, se traspasaría al mundo como en esas fórmulas alquímicas que nos cuentan, en la cual la energía no se destruye, tan solo pasa a otros estados, dejándonos para disolverse en esta materialidad que es tangible por nuestros ojos y manos, realidad que no discrimina por colores ni convenciones. Ya sea que nuestras carnes, éste cascarón ya abandonado y desprovisto de conciencia, lo reduzcan a gases y humo esparciéndose en el aire y las nubes, dejando unas cenizas como recuerdo de la corporalidad que hubo, o bien sea como nos lo recuerda Chuang Tzu en su agonía. Sus discípulos le dijeron que deseaban honrarlo con un funeral decoroso. Él repuso: <<El cielo y la tierra por féretro y tumba; el sol, la luna y las estrellas por ofrendas funerarias; y la creación

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entera acompañándome al sepulcro. No necesito más>>. Los discípulos insistieron: <<Tememos que los buitres devoren tu cadáver>>. Chuang-Tzu respondió: <<Sobre la tierra me comerán los buitres; bajo ella, los gusanos y las hormigas. ¿Quieres despojar a los primeros sólo para alimentar a los últimos?>>(Tzu, 2005, p.49)

El negro como ese falto de luz… esa pérdida de conciencia… Y en estos asuntos se va de negro, no de blanca luz ¡no se discuta más! Pero ahí está bien amarilla y sobreviviendo a quien le fue regalada y encima de ella. Con su amarillo en los pétalos aun reluciendo, acostada, sin su tallo en agua, ésta abandona al tiempo, como nosotros.

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Fue la última alegría que le abriría sus ojos como platos para luego ser reducidos por el empujón de sus mejillas provocados por las comisuras de las labios, pero ¿qué le ocasiona esta reacción? y ¿qué gracia escondida, es la que ve? Tal vez la más evidente, que no es en sus raíces ni nervios y venas. Es en su parte más visible que no necesita de disección alguna. La alegría de ver la vida ante ella, en esa flor amarilla y de saberse compartiendo aun el presente, saberse aún, reflejada en aquel sol vegetal. En aquellas formas que le agradan y le hacen sentir tan a gusto, alegre con su estar. Sacándole de sí la dulce sinfonía del sentir e in visibilizar por unos momentos aquellos cables, unos instantes que son otros tiempos a los cronométricos, unos tiempos mitológicos que no corresponden a la lógica racional y cronométrica. Olvidándose de las atadu-

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ras que la amarran a la cama, de los tubos plásticos que se vuelven una extensión de sus venas hacia el exterior, como si echase raíces desde su entraña hasta unas bolsas colgadas de unos tubos industriales, flacos y erguidos parados sobre unas ruedas. Raíces que salen de sus brazos y de su cuello como una extensión de su pulmón; este tubo va a un fuelle, a un pulmón mecánico; otro tubo le penetra en el cuello pero por debajo de la mandíbula del lado izquierdo para surtirle alimentación a su cuerpo…. ¿Vale la pena vivir? ¿Vivir en estas condiciones? Después de tenerla en sus manos y mirarla como se mira a un bebe alzándolo a la altura de la mirada para no perder detalle, contempla la flor amarilla y enseguida pasa a mandarla a que repose en un recipiente con agua, quiere que esté tal y como está

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el mayor tiempo posible, que no pierda ese esplendor del amarillo, ni que por su tallo deje de fluir el movimiento, ni que se desnude de sus pétalos. Y aún sigue encima de ella resplandeciendo la vida. Pero dentro del cajón de madera también hay vida, su cuerpo da paso a otras formas de vida, bacterias, hongos, y si sigue sin entrar al horno crematorio, será gusanos y alimento orgánico para la tierra, para un árbol, una bacteria… la vida se desparrama por doquier y se nutre de la muerte.

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Mirando por la ventana

¿Qué se mira por la ventana en tales circunstancias? Una nube gris, u otra suspendida en el azul celeste, una marea oscura arriba de nuestras cabezas, una golondrina, o varias, o tal vez un ave carroñera que anuncia la vida, la suya dada por la muerte ajena. Infinidad de cuadros se nos presentan entre los marcos de las ventanas, pero en este caso y en tales circunstancias ¿qué mira? Y más intrigante, es saber ¿qué piensa? mientras sus ojos se mesen con las nubes o con los pájaros, o cuando la mirada parece mirar más allá de lo que ve, mirando al infinito, al vacío, la mirada llena de incertidumbre, de extrañeza y perplejidad, llena de un mundo

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desconocido pero tan familiar, mítico y palpable. ¿Qué es eso?.. ¿Si? Y... No puede dormir. Los fármacos son inútiles para descansar, ya no hay tiempo para eso, para descansar. Dicen que ya habrá una eternidad para esta actividad. Para la inactividad. Un sinfín temporal sin saber lo qué es esto o aquello. Sin enterarnos de lo que es reposar y perder el conocimiento, para luego recuperar la conciencia. Perderlo todo. Para volver al imaginado paraíso donde no nos preocuparemos más por ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente pues no habrá hambre, ninguna necesidad corporal ni enfermedad que haga sentir nuestra frágil carne, nuestra física vida, nada de nada, no más de nada. Aceptar tal paraíso es dejar el hambre atrás como también es perderse el placer de morder la manzana. Renunciar ¡Rotundamente! A

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toda sensación corporal. Esto es dejar de sentir frio pero así mismo el calor de un sol, de otro cuerpo, dejar la calidez de un espacio que acoge y ofrece resguardo de la lluvia, del miedo a los otros, de la violencia. Como también es dejar de soportar el sufrimiento de un hueso roto o de un problema dental. La enfermedad y su tratamiento, luego una operación, una intervención en las carnes, en los huesos, una y otras más esperando corregir el problema. La molestia que no nos deja vivir en paz. Más soportar nuestras carnes, nuestra vida física, es tener que soportar la fortuna de ser un expulsado de tal paraíso, aunque a veces, y son muchas las veces que el sentirnos desterrados de esa nada nos cueste mucho, añorando volver a tal paraíso, para dejar de pagar el precio de estar en este mundo.

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Solo renunciar y volver para que como en un manicomio nos seden, cayendo en un estado nulo. Ya no tendremos que hacernos cargo ni cuidar de nosotros mismos, de este cuerpo que somos. Aunque sueña el que está loco también con pasar toda barrera y muralla que lo aprisiona y correr, y escapar, y no volver, irse. Ganarlo todo. Perdiendo

todo. ¿Pensara que en tal paraíso ya no verá esas nubes? Se olvidará del trato con las personas, del trabajo, no sabrá más de aquel dolor, de aquella asfixia. Pero será un manicomio del cual una vez internos no habrá más opción que quedarnos sin conciencia alguna, más que tarados. Más que nada. Perdiendo todo. Aunque el precio de estar con la sangre fluyendo e hinchando la carne es precisamente sentir esa corporalidad, esa materia

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física que somos y que ocupa un espacio y un tiempo sentirla. Ante tal panorama ¿Cómo descansar? ¡Perder el conocimiento! ¿Cómo? ¿Cómo perderlo todo? El mundo que nació cuando lo hizo ella, cuando lo hizo él, se ira con ellos. Ese mundo ya cansado de soportar la carne con sus fragilidades, una gripa, un gusano inserto, un mundo que vive dentro de otro, una infección, o un virus. Vida, sólo es la manifestación de la vida, que nos recuerda la nuestra y cómo algún día nos fundiremos “en el Mortero Divino… Aniquilar las diferencias entre ser y no ser, entre esto y aquello.” Nos recordará Chung-Tzu. (Tzu, 2005, p.28)

Ella fundiéndose incesantemente en cada nube, en cada forma que en cuanto cree

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dilucidarla y darle un molde ya se estรก esfumando.

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Mirando por la ventana

Mira por la ventana desde unos cuantos metros de distancia, ve la lluvia y el sol. La humedad es latente en el aire, ya que el agua no se queda contenida en las gotas de la lluvia , pero todo esto es lo que menos importa en esto momentos ¿o sí? Llueve y parece que la lluvia fuera el mismo aire. Hace calor; no importa, no, o ¿Si ? Tal vez lo que le importa es estar sintiendo todo aquello, ver la lluvia, ver el sol, sentir la humedad en el aire que hace que las cobijas, aunque delgadas y de algodón, se peguen a la piel, o la piel pegada a las cobijas. Sabe la fortuna que tiene al estar en aquella situación, mirando por la ventana, pero también la situación de poder estar ahí, en tales circunstancias beneficiosas y cómodas,

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a pesar de todo… No tiene por el momento una blanca cortina al lado de su cama, y en la misma habitación con otra persona detrás de la cortina quejándose, y no sólo de la fragilidad de sus carnes. Puede estar mirando la lluvia por la ventana y no estar en los pasillos fríos y asépticos, asfixiantes en donde no hay ventana alguna y por donde pasan tantos y a toda prisa, en una urgencia permanente en donde no se puede dormir y menos aún hay espacio para la privacidad, y muchas veces, ni para la dignidad. Pero no es su caso; contempla la lluvia, sabiendo que no está debajo de ella y la fortuna de poder alquilar esta ventana y pagar este buen trato por parte de las personas que están pendientes de ella, aplicándole la

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medicina, trayéndosela. Como con una tabla de cuenta de cobros ficticia, pero que afecta la realidad y en donde se especifica el monto a pagar y así mismo el trato y cuidado dado. La dignidad en una tabla de cobro ficticia. Y más que la dignidad, la vida con una medida de valor monetario. ¿Cuánto cuesta estar en aquella cama? ¿Cuánto cuesta tener una ventana en la que se pueda contemplar la vida? Así y según dicha tabla de cobro inexistente, que se compone y se aplica gracias a tantos trámites legales, y acuerdos del cómo se debe proceder, cómo se debe vivir, la mayoría de acuerdos incomprensibles para, precisamente la mayoría de personas que están sujetas a estos mandatos. Ella lo sabe, pero no es lo que le preocupa en este instante.

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Sí, Ella Lo sabe, mientras ve las palmas difusas que van apareciendo gracias a la tenue luz tras la bruma del aire espeso, tras las gotas incesantes y sutiles, lo sabe, pero ¿qué le ocupa su mente? Es algo más que el agua bajando espesa por el cristal e ingrávida por el aire, algo más allá que las palmas, e imaginar qué servirán de comida esta noche. Aunque su mirada está absorta en todo esto, no es el velo de la lluvia lo que realmente ve. Pacientemente reposa la mirada en ese ¡ahora! que transcurre ahí afuera, contemplando el tiempo por la ventana, contemplando su ausencia La vida que pasa Las gotas que caen y se disuelven en el todo.

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Pendiente de lo que ocurre afuera del marco de aluminio y del cristal, como si la visita esperada fuera a entrar resguardándose del agua por aquella ventana cerrada y salpicada por el roció. La cita que le espera, aquella visita que sabe, lo sabe Pronto vendrá. Así, sólo le resta esperar, mientras recuerda las últimas palabras de un poema, las únicas que se le grabaron de aquel autor que se llamó Jorge Luis Borges. No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre. Pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá que fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del Cielo e sta meditación es un consuelo.

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Borges, aquel hombre que no tiene la fortuna de sentir estรก molesta humedad, ni leer estas letras, ni mucho menos poder ver esta lluvia y mal tiempo, Borges ยกel muy ciego!

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Bibliografía Chuang –tzu. Octavio Paz. Biblioteca de ensayo, SIRUELA. 4 edición 2005. p.265, 276, 278, 294, Contra la interpretación. Susan Sontag. Santillana 1996. p.19, 20, 154, 156, El arco y la lira. Octavio Paz. Fondo de cultura económico Decimoquinta edición reimpresión 2005 p.40, 41, 42, 43, El artesano, Richard Sennett, tercera edición 2012. Anagrama colección Argumentos. p.16, 17, 18, 310


El Laberinto de la soledad, Octavio Paz. Tercera edición. 5ª reimpresión 2006. p.40, 41, 42, 134, 138, 234, 264, El puño invisible edición. Carlos Granes, 2012, Santillana Ediciones, Tauru. p.70, 110, 186, 190, 198, 228, El teatro posdramático, una introducción. Lehmann Hans Thies, 1999. p. 22, 24, 25. El Teatro y su doble, Antonin Artaud, hedhasa octava reimpresión 2001. p.20, 21, 22 311


ELEMENTAL vida y obra de maría teresa hincapié Editorial: Laguna libros. Primera edición 2010 p.92, 94, 246, 250 Esculpir en el Tiempo. Andrei Tarkovsky, novena edición 2008, Libros de cine RIALP. p. 88, 90 Francis Bacon la lógica de la sensación. Gilles Deleuze, Arena libros. 2009 p.32, 33, Geopolítica del chuleo, Suelny Rolnik. 10, 2006 http://weblogs.clarin.com/revistaenienerdsallstar/2009/01/21/guy_debord/ p.148, 150, 312


La cámara de pandora la fotografí@ después de la fotografía, Joan Fontcuberta Editorial Gustavo Gil, 2010. p. 152 La Constitución de lo Común Antoni Negri. 24 de Octubre del 2005 Río de Janeiro.http://www.cultura.gov. br/site/2005/10/24/conferencia-aconstituicao-do-comum-antonionegri/ Presentada por ocasión do II Seminário Internacional – Capitalismo Cognitivo: “Economía del Conocimiento y la Constitución de lo Común” – 24 de octubre de 2005. p.232, 236,

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La gente no habla en conceptos, a menos que quiera esconderse. Alfredo Molano Bravo. Bogotá, 4 de agosto de 2009. p.51, 53, La personalidad flexible Por una nueva crítica cultural. Brian Holmes. Traducción de Marcelo Expósito, revisada por Brian Holmes y Joaquín Barriendos. 2001. p.232, Las sendas de Oku. Matsuo Basho. Octavio Paz & Hayashiya. Fondo de cultura económico. 2005. p. 18, 19, 28, 30, 31, 37, 39, Pintura el concepto de diagrama. Gilles Deleuze, Editorial cactus 2007 p. 30, 50, 314


Impreso en Bogota, Colombia noviembre 2013.

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