Revista EGOB No.6

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Mensaje Director

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ste número de EGOB - revista de asuntos públicos está dedicado al tema de la cultura y la política cultural. En un país con problemas tan agobiantes como los que enfrenta Colombia, muchos de los lectores se preguntarán por qué la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo le otorga una prioridad especial al tema cultural, cuando podríamos tratar otros como la justicia, la educación o la descentralización regional. La verdad es que en una reunión de nuestro Comité editorial, en la semana anterior al cambio de gobierno del pasado 7 de agosto, se comentó la muy baja posición de la cultura dentro de la agenda pública nacional e incluso se llamó la atención sobre el hecho de que, en la conformación de sus gabinetes, los presidentes dejan en último lugar la designación del ministro de Cultura. Decidimos, entonces, mirar de cerca el tema y nos llevamos dos sorpresas. La primera, que el asunto, además de fascinante, es muy complejo y difícil. La segunda, que un buen número de personas conocen del mismo y podían ser invitadas a colaborar en un número de EGOB. Pero sí, es una realidad que, en general, los economistas y los expertos en políticas públicas no tienen en su radar la política de cultura. Y son varias las razones por las que los temas culturales merecen la atención de una Escuela de Gobierno. La cultura es una herramienta para la construcción de la nacionalidad. Reconocer unas prácticas culturales comunes ayuda a definir quiénes somos como Nación y cuáles son las creencias, los valores y las costumbres que nos identifican como habitantes de ese país llamado Colombia. Así lo expresó la ministra de Cultura en la entrevista que concedió a EGOB - revista de asuntos públicos para esta edición, cuando afirmó que “es el conjunto de la diversidad y la diferencia lo que construye a Colombia” y que “cada día más el tema cultural propende por el desarrollo”. Por otra parte, es necesario conservar y hacer visible la diversidad de una sociedad si se quiere avanzar hacia la equidad, reducir la discriminación social y acelerar los procesos de empatía para desarrollar un sentido de comunidad. Esa diversidad se manifiesta a través de elementos culturales —ritos, fiestas, artes, música— y su reconocimiento permite gestar una visión social más tolerante e inclusiva. Además, la cultura es crucial para estimular la creatividad de los colombianos y el desarrollo de sus capacidades de creación; y no solamente las artísticas, sino las de otra índole —las científicas, por ejemplo—. Esa capacidad se considera, en la actualidad y en todo el mundo, como un requisito para que los países progresen e incrementen su bienestar y productividad. Es interesante que la administración del Presidente Juan Manuel Santos otorgue prioridad al desarrollo de la primera infancia y aspire a “promover los derechos culturales de los niños a través de lenguajes expresivos y estéticos”. No para tener más y mejores artistas, sino para estimular en los niños el pensamiento creativo. La exposición a prácticas artísticas, como se ha demostrado recientemente, fortalece las conexiones del cerebro infantil y, en consecuencia, repercute positivamente en el desempeño de los niños en áreas como el lenguaje y las matemáticas. La política cultural del nuevo gobierno apunta, aparentemente, a aspectos básicos como impulsar la lectura y la escritura y, a través de ellos, a la

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Carlos Caballero Argáez Director Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo

formación de mejores ciudadanos. De ahí la importancia de las bibliotecas públicas, bien dotadas, pues los estudios internacionales han comprobado que “los jóvenes y niños con hábitos lectores son buenos ciudadanos. Son individuos que se comportan mejor frente a su salud, son ciudadanos más críticos, eligen mejor a sus gobernantes y tienen muchísimas menos posibilidades de ir a la guerra”. La construcción de espacios creativos y la exposición a manifestaciones culturales diversas tienen, además, el beneficio de desatar procesos de reflexión. Las artes, con frecuencia, incomodan, generan preguntas, se quejan; es decir, presentan nuevas formas de aproximarse y comprender la realidad. Y en la gestión de lo público y en el diseño de alternativas de sociedad, es sano cuestionar lo que se da por sentado, no para caer en un relativismo exacerbado, sino para entender que hay maneras distintas de enfrentar los problemas. Ir a lo básico y tener unas miras de largo plazo para la política cultural no implica descuidar las acciones de corto plazo en la recuperación del patrimonio nacional, tanto el material como el inmaterial. Ese patrimonio está conformado por aquello que nos va dejando el devenir histórico de la Nación y que forma parte de la memoria colectiva de los colombianos de hoy y de mañana. La recuperación del patrimonio requiere recursos financieros que no deben ser exclusivamente de naturaleza pública. Por ello, es una buena noticia la divulgada por la ministra sobre la expedición de una ley, en el gobierno anterior, que contempla el otorgamiento de incentivos tributarios para aquellas entidades privadas que asuman como parte de sus programas de responsabilidad social empresarial la recuperación y preservación del patrimonio nacional. Ojalá al amparo de esa norma sea posible obtener fondos privados para estos propósitos. Pero ello no quiere decir que la cultura es otro mecanismo para desangrar el presupuesto nacional. Todo lo contrario. Como lo advierten varios de los textos que incluimos en este número de EGOB, la cultura es una parte importante del PIB que podría crecer significativamente, como lo demuestra la experiencia de varios países que le han apostado, con responsabilidad y eficacia, al desarrollo de industrias creativas, al fomento del turismo cultural y a la visibilidad de su patrimonio inmaterial. La cultura produce empleo y recursos, y produce también un enorme capital simbólico. En fin, hay elementos suficientes para considerar que la política cultural debe formar parte de la agenda pública de análisis y discusión en el país. Y a juzgar por el interés que despertó la convocatoria de este número de EGOB entre los expertos e interesados en el tema cultural hay una masa crítica de colombianos bien preparados que pueden participar en un debate con el cual deben familiarizarse mucho más los historiadores, los economistas, los científicos políticos, los abogados y los ingenieros; es decir, la academia en general y no solamente quienes diariamente dedican sus esfuerzos a la causa de la cultura.


Contenido

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Ensayo sobre la mutación

Investigador invitado 4 Continuidad y renovación de las políticas culturales en Colombia – Germán Rey 9 Retos de política pública en las industrias culturales y creativas de Colombia – Raúl Castro 18 Arte como presencia indéxica. La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia – María Margarita Malagón Convocatoria abierta ¿Están las políticas públicas en cultura sujetas a la ‘cultura’ en la cual se generan? Una reflexión a partir del caso Colombiano – Jaime Ruiz Debate 30 ¿Para qué le sirven las políticas públicas a la cultura? – Claudia Montilla 32 Retos de las culturas a las políticas públicas – Jesús Martín Barbero 35 La gestión cultural: más que un gesto – Nicholas Morgan 37 Políticas que transforman – Luis Armando Soto Boutin 39 Política cultural: un nuevo modelo de ensayo social – Fernando Vicario Entrevista La cultura es un tema serio – Entrevista a Mariana Garcés Pensar la Cultura 47 Una misma página para la literatura, el libro y la lectura – Julián David Correa 50 Universidad, cultura, abismo – Lucas Ospina 52 Una política de lectura y bibliotecas para Colombia – Ana Roda 54 El asunto del público en el cine y el cine como asunto público – Felipe Aljure 57 La responsabilidad de las partes. Sobre las exposiciones de arte y sus públicos – Mariángela Méndez 59 Soñar no cuesta nada: hacia la enunciación colectiva del mensaje – Omar Rincón 61 Fundación Nacional Batuta: el impacto de la práctica musical educativa – Juan Antonio Cuéllar 65 Políticas culturales y editoriales universitarias: giros de una revolución silenciosa – Nicolás Morales 67 ¡Música, Maestro! – Eduardo Posada Carbó

Investigación estudiantil Gitanos en Colombia: una mirada desde su identidad cultural y desafíos de cara a la política pública – Sandra Flórez Notas de la Escuela Eventos 77 Hacia una articulación de la investigación multidisciplinaria sobre políticas públicas en la Universidad d e los Andes – Juan Esteban Saavedra Tres intervenciones para entender el contexto del presente Colombia: doscientos años después de su independencia – Volver a Los Andes 4 80 El presente del contexto – Renán Silva 84 Doscientos años de salarios – Miguel Urrutia 85 Colombia: entre el príncipe, el séquito y la plaza – Marco Palacios

Pensar lo Público Colombia y Estados Unidos: ¿crisis u oportunidad? – Sandra Borda Congreso Visible Los 100 días del gobierno Santos: balance de su agenda legislativa Beatriz Gil, Christian Benito, Diego Felipe Gómez y Mónica Pachón Documento PAG # 4 Juan Benavides

EGOB Revista de asuntos públicos Publicación de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Carmargo Universidad de los Andes Dirección Carlos Caballero Argáez Comité Editorial Jorge Acevedo, Ana María Ibáñez, Alberto Miani, Claudia Montilla, Manuel Rodríguez, César Rodríguez, Arlene Tickner.

Reseña Los bárbaros están aquí y son maravillosos – Omar Rincón

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Los bárbaros

Mensaje del director

Cutura(s)

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Edición Jerónimo Duarte Riascos

Puntos de encuentro

de

Tabla

Editor invitado Claudia Mantilla Omar Rincón Concepto gráfico y diagramación Jorge E. Cifuentes M. Fotografía María Mercedes Hernández Roger Triana Diseño de carátula Catalina Acosta Fotigrafía de carátula www.colombia.tarvel Impresión Panamericana Formas e Impresos S.A. Tel. 430 2110 - 430 03 65 Contacto http://gobierno.uniandes.edu.co 3 revistaegob@uniandes.edu.co


Continuidad y renovación de las políticas culturales en Colombia Germán Rey* La reciente publicación del Compendio de Políticas Culturales construye un mapa que permite entender de dónde vienen y para dónde van las iniciativas que, al respecto, se han desarrollado en el país, desde los tiempos de Colcultura. Germán Rey, su compilador, comenta la importancia del documento y señala algunos de los desafíos que plantea.

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nfrentadas a un cambio de época, las políticas culturales están transformándose. El concepto de política pública ha evolucionado conceptual y operativamente desde que se inició el debate sobre las políticas culturales en la segunda mitad del siglo pasado, en la Unesco. Han perdido el mayor peso que residía en el Estado, han ablandado las fronteras rígidas que las circunscribieron a una arquitectura institucional de carácter sectorial y han sido rebasadas por actores que acrecentaron la importancia de su presencia en la sociedad, como la comunidad internacional y los conglomerados empresariales. También se identifican más con percepciones y lugares globales, transnacionales, y se han des-localizado de los arraigos más firmes en que estaban ancladas en el pasado. Es cierto que las políticas se han convertido en guías de la gestión pública, sobre todo en los Estados, pero también en las regiones y ciudades, que aún mantienen su continuidad frente al rol protagónico de los gobiernos, que en algunos temas apenas tienen espacio de maniobra y que convierten en muy similares las propuestas de partidos ideológicamente diferentes. El cambio de los lugares de decisión de las políticas pone en vilo la capacidad real de negociación de los Estados nacionales frente a los procesos y los ámbitos globales, sobre todo de decisión económica: algunas de las políticas culturales más importantes se juegan hoy en los tratados de libre comercio, que más que acuerdos arancelarios son determinaciones disciplinares de hondo calado. La negociación de las cuotas de pantalla, los sistemas de subsidio para la creación y los creadores, las definiciones de los derechos de autor o las prerrogativas de los responsables de servicios de internet, tienen un impacto inmediato sobre el funcionamiento

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de los medios y, en general, el acceso de los ciudadanos a los bienes culturales. “Entendemos por políticas culturales —escribió Néstor Garcia Canclini en el Diccionario herético de los estudios culturales en 1987— el conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o transformación social”. Hoy, después de 23 años de esta definición, García Canclini habla de las políticas culturales como “conversación”. En el 2000, José Texeira Coelho señaló que “la política cultural constituye una ciencia de la organización de las estructuras culturales y, generalmente, es entendida como un programa de intervenciones realizadas por el Estado, instituciones civiles, entidades privadas o grupos comunitarios, con el objetivo de satisfacer las necesidades culturales de la población y promover el desarrollo de sus representaciones simbólicas”. En general, las distintas definiciones de política cultural giran alrededor de algunos aspectos fundamentales: son intervenciones —movilizaciones— realizadas por el Estado, las regiones o las ciudades, las instituciones civiles, entidades privadas y grupos comunitarios, a través de acuerdos y consensos, que buscan satisfacer los requerimientos culturales de la población, con el fin de promover el desarrollo simbólico —el desarrollo de sus representaciones simbólicas— con propósitos de transformación estética, política, organizacional, económica y social. Una de las más recientes definiciones que conozco, la del Plan Decenal de cultura de Medellín (2010-2020), resume de manera

Director del Centro Ático de la Universidad Javeriana, es asesor del Ministerio de Cultura de Colombia. Participa en el Plan Decenal de Cultura de Medellín.

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Investigador invitado actualizada estas características, así: “la política cultural puede entenderse como orientaciones para la acción que se originan en la movilización de todos los actores de la sociedad. Su realización compromete a todos: al Estado, a las instituciones civiles, a los grupos sociales y comunitarios, a la empresa privada y al ciudadano, a partir de un consenso establecido sobre el orden que se debe obtener y el desarrollo de aspectos que se quieren transformar o continuar, a partir de la satisfacción de ciertas necesidades y demandas, y la promoción del desarrollo de las pertenencias simbólicas”. Cuando se revisa el recorrido de las políticas culturales colombianas, por lo menos desde la creación del Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1968, hasta hoy, se observan emergencias, reconsideraciones de los campos y alcances de las políticas, aparición de nuevos actores que se suman a un sistema nacional de cultura que se densifica, junto a conceptualizaciones que se actualizan a medida que el debate nacional e internacional sobre la cultura avanza y los cambios culturales y sociales le proponen a las políticas nuevas demandas y rumbos. Entre esos cambios están la incorporación de otros actores a la sostenibilidad de la cultura; su participación en las lógicas del

mercado, la comercialización y la globalización; la interrelación de las políticas culturales entre sí y con otras políticas públicas; el desplazamiento de los lugares habituales donde se definían las políticas; la importancia de una visión ‘ascendente’ y cada vez menos centralizada y estatista de las políticas; el significado de la participación regional y local en la construcción de las políticas culturales; y la creciente relevancia de los espacios privados, convergentes y tecnológicos, en el consumo cultural de los ciudadanos.

El Compendio de Políticas Culturales: un mapa para la acción Haber construido un Compendio de Políticas Culturales es, sin duda, una de las tareas más importantes realizadas recientemente por el Ministerio de Cultura de Colombia. En el contexto internacional las políticas culturales tienen una significación especial: han ampliado el debate cultural abriéndolo a nuevos temas como las industrias culturales y reinterpretando los habituales, como por ejemplo, el de las artes o el del patrimonio. Han permitido, también, el contraste de los avances logrados en diferentes países, reforzando la posibilidad comparativa y los aprendizajes mutuos y han facilitado el diálogo de la cultura con la economía, el medio ambiente, el desarrollo o las relaciones internacionales. Pero el Compendio de Políticas Culturales tiene, además, otros atributos: en primer lugar, sus políticas son

políticas de la diversidad. No solamente la étnica, sino la diversidad de los territorios y las regiones, de sus pobladores, de las manifestaciones de la cultura. Las políticas culturales son políticas para la inclusión. En segundo lugar, es la reconstrucción del acervo cultural que Colombia ha ido construyendo en estas últimas décadas, desde los tiempos de Colcultura hasta los más recientes del Ministerio. No es la reivindicación de un gobierno específico, sino de un camino transitado durante años por mucha gente. De esta manera, se trata de una mirada más de proceso que de coyuntura, que une la memoria de las políticas, con su capacidad de contribuir al diseño de futuros. Las políticas no son manuales rígidos; son orientaciones abiertas al cambio y a las nuevas demandas de la sociedad. Las políticas están hechas para ser miradas críticamente y no para convertirlas en fetiches o en propuestas rígidas e invariables. Pero el esfuerzo de tener todas las políticas culturales vigentes a la vista es una estimulante oportunidad para observar el mapa, la cartografía por donde han transcurrido, en estos años, los esfuerzos del Estado y de la sociedad en materia de cultura. Ahí están las políticas de las artes, diversas y distintas, que se han ido plasmando en planes nacionales de música, artes vi-

suales o danza, y las políticas de memoria que consideran al patrimonio en su perspectiva de conservación, como también de proyección de la sociedad. El turismo cultural, la riqueza bibliográfica de la nación, los museos, archivos y las lenguas, así como las fiestas y las celebraciones populares o las relaciones entre poblaciones y diversidad, han entrado en estos años a enriquecer la visión patrimonial basada en lo monumental. Los estímulos a la creación, la concertación para apoyar las instituciones culturales que responden, en buena parte, por el dinamismo cultural del país y la infraestructura cultural, tienen definiciones pero sobre todo reglas y procedimientos claros. Finalmente, están las políticas de gestión internacional de la cultura y las políticas territoriales. Un acento fundamental de estas políticas es que no son propuestas exclusivamente desde el Estado o desde el Gobierno, aunque aún falta que sean más consensuadas y ascendentes. Han sido discutidas con consejos, grupos comunitarios, expertos, organismos internacionales y creadores, lo que confirma que, cada vez más, las políticas públicas de cultura deben surgir del diálogo entre el Estado, las organizaciones sociales, la empresa privada y los gestores y creadores culturales. Son acuerdos que buscan identificarnos como colectivo, enriquecidos por las diferencias y la competencia pública de puntos de vista. No podría ser de otro modo: la cultura se crea en las comunidades más invisibles, en los procesos menos publicitados, en los 5


campos más variados. Michel de Certeau escribió, con razón, que la cultura se encuentra en los márgenes. Las políticas no son efectivas porque estén publicadas sino porque se cumplan. El Compendio, que puede ser consultado física y virtualmente por cualquier ciudadano en la página web del Ministerio de Cultura, es una guía para la acción, pero sobre todo un instrumento para la transparencia y la rendición de cuentas, y una provocación para encontrar nuevos caminos en la cultura.

Las políticas culturales como políticas de los sentidos Dentro de los temas emergentes de estas políticas están precisamente los que se refieren a las industrias culturales y la diversidad.1 Colombia ha generado un conjunto de políticas de los sentidos, la comunicación y las imágenes, que reúne la política de lectura y bibliotecas con las políticas de comunicación-cultura, la de cultura digital, la cinematográfica, el Plan Audiovisual Nacional y la política para el emprendimiento y las industrias culturales. En general, las políticas culturales colombianas, como las de casi todos los países de América Latina, son políticas sectoriales, que atienden temas específicos que se han conformado a través del tiempo, siguiendo estrictamente la estructura institucional de la cultura. Frecuentemente desarticuladas entre sí, las políticas culturales terminan convirtiéndose en la expresión de la organización y la burocracia cultural en un régimen de representación en el que la hegemonía la han tenido las artes y el patrimonio. Además de las políticas sectoriales, es posible encontrar políticas ‘transversales’ que son ejecutadas en diferentes lugares de la organización cultural y que, en muchas ocasiones, generan distorsiones, ineficiencias y duplicación de esfuerzos. Ejemplos de estas políticas transversales pueden ser la formación, la investigación cultural o la descentralización. También están las políticas territoriales, que pueden ser entendidas de dos formas: a través de la aplicación de las políticas sectoriales en los territorios o a partir de políticas que se construyen desde los territorios. Hay una tendencia a fortalecer estas últimas como una oposición a la exagerada centralización de las políticas culturales existentes. Las políticas de los sentidos reúnen diversas expresiones de la comunicación, avanzan en áreas como las nuevas tecnologías, combinan una gran diversidad de actores como las industrias

formales de la música de lo audiovisual y las radios ciudadanas, los grupos de creación de contenidos virtuales o los productores de video independiente, y se mueven dentro de un rango de opciones que tiene que ver con el mercado, pero también con las actividades de organizaciones sociales y los intereses públicos. La política de bibliotecas de Colombia ha creado o fortalecido bibliotecas en todos los municipios del país —más de mil—, ha estimulado redes de bibliotecas públicas, ha apoyado sus sostenibilidad y procurado su digitalización. Se enfrenta a retos como la vinculación de las bibliotecas y, más específicamente, la lectura, las escrituras y el acceso a la información con los dinamismos sociales y, sobre todo, en el ámbito de la escuela, la formación de los bibliotecarios y la incorporación de la biblioteca a la gestión municipal. Uno de los proyectos más destacados es el de las redes de bibliotecas públicas de Bogotá y Medellín que se han insertado activamente en la gestión pública de las ciudades, sirven de enlace social entre sectores diferenciados de la ciudad y conectan la lectura con la vida comunitaria y barrial. La creación de megabibliotecas extendidas por las dos ciudades y su conversión en centros culturales múltiples van unidas a la exploración de modelos interesantes de relación de la empresa privada con entidades públicas y a sistemas de coordinación metropolitanos en los que tienen relevancia las nuevas tecnologías.2 La política de comunicación-cultura se organiza alrededor de la inclusión, la diversidad y la creación, y considera como sus niveles la información, la opinión, la expresión, la construcción de saberes y la movilización de la sociedad. Entre sus líneas de acción están el fomento de la cultura digital —centrada en la creación de contenidos—, el fortalecimiento de las emisoras comunitarias y ciudadanas, el sistema de televisión pública y el sector de la comunicación comunitaria. La política cinematográfica colombiana ha sido un ejemplo de la incidencia de una política integral en el desarrollo de un sector. Acrecentó el promedio de los largometrajes, creó un fondo para la promoción del cine con recursos fiscales, impulsó el desarrollo de una infraestructura cinematográfica de mayor solidez, ha generado empleo y ha comenzado a encontrar inversionistas y a formar públicos. Se critican los bajos índices de asistencia a las películas nacionales y la relación entre montos de financiación y resultados. El Plan Audiovisual Nacional está logrando incorporar a jóvenes de sectores populares a la creación audiovisual como un mecanismo de pertenencia y diálogo con otros y la política de emprendimiento e industrias culturales tiene tres grandes ejes: el de la gran industria cultural, el de las empresas culturales y el del emprendimiento cultural.3

Una mayor ampliación de este punto se encuentra en el Compendio de Políticas Culturales, Germán Rey (compilador), Bogotá: Ministerio de Cultura de Colombia, 2010. Germán Rey, “Las bibliotecas como emblema. Las redes de bibliotecas públicas de Bogotá y Medellín”, Sao Paulo: Ministerio de Cultura, 2010. 3 Ministerio de Cultura de Colombia, Compendio de Políticas Culturales, Germán Rey (compilador), Bogotá, 2010. Existe versión electrónica en www.minicultura.gov.co 1 2

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Investigador invitado Los estudios fluctúan la contribución de las industrias creativas al PIB colombiano entre el 1,8%—que se encontró en la investigación del Convenio Andrés Bello —hasta el 3,3% que se propuso en el estudio coordinado por la OMPI y la Dirección General de Derechos de Autor—.4 La política de emprendimiento cultural combina la creación del Consejo de Competitividad de las Industrias Culturales, que reúne a los diferentes actores del sector, con la determinación de un Conpes de industrias culturales que es una manera de definir líneas de acción concretas comprometidas con asignaciones presupuestales del Estado. Se propone “visibilizar las industrias culturales como motor del desarrollo, frente a la institucionalidad del Estado, el sector privado y los organismos de cooperación internacional y la sociedad civil en general, para promover la inversión”. Pero también busca promover la investigación y el conocimiento sobre las industrias culturales, fortalecer el sistema de formación profesional para la creación artística y cultural, fomentar la asociatividad entre creadores, productores, gestores e intermediarios, impulsar canales alternativos de distribución y circulación que valoren la creación local y faciliten su acceso a mercados regionales e internacionales, y construir un marco regulativo que impulse los eslabones de la cadena productiva y las actividades transversales que le dan sustento.5 Un ejemplo han sido los Laboratorios sociales de emprendimiento, Laso, que se han extendido por todo el país y que brindan herramientas de formación y gestión a jóvenes creadores de los sectores sociales más pobres, para fortalecer su trabajo creativo, consolidar sus empresas culturales y promover su reconocimiento social y comunitario. La generación de emprendimiento y capacidad de producción cultural es también una estrategia de estas experiencias locales de cultura y desarrollo. Ello implica fortalecer el entrenamiento para trabajos productivos, especialmente de los jóvenes. La cultura combina así el goce y la creación. Las relaciones entre producción, creatividad, empleo y rentabilidad son difíciles de entender en contextos en que la cultura se resiste a ser comercializada, como ha sucedido prácticamente con otros ámbitos de la vida cotidiana, desde la salud hasta la alimentación. Sus manifestaciones culturales cuestionarían la reducción de los sentidos al mercado, de la creación a su comercialización. Sin embargo, esta visión está siendo superada por una comprensión más integral de la cultura y el arte y una mirada más crítica del comercio y lo rentable. Ideas referidas al

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comercio justo, la unión de producción y consumo, el estímulo de pequeñas y medianas empresas culturales, la incorporación de jóvenes a opciones de empleo cultural, la construcción de nuevos públicos y circuitos de circulación de las creaciones o el ingreso a momentos de la cadena productiva de las industrias creativas, son pasos que ya han dado las experiencias locales de cultura y desarrollo. Solo que todas estas ideas están relacionadas con otras como la solidaridad, el carácter asociativo y organizativo de estos emprendimientos o la vinculación de la creación con luchas identitarias. Las políticas de comunicación desde la cultura deben interesarse por estas manifestaciones locales, encontrar posibilidades de sostenibilidad, formación y expresión, facilitar la conformación de redes y apoyar su reconocimiento.

Políticas culturales como políticas de ciudad Si en algo se ha avanzado en Colombia es en el papel que han tenido las ciudades en la definición de políticas culturales como parte de las políticas públicas de la ciudad. Ciudades como Medellín y Bogotá se han pensado como proyectos de convivencia desde la educación y la cultura. Se trata de políticas que resaltan los vínculos entre la comunicación y la cultura urbana, la recuperación del espacio público y la reconstrucción de las ciudades desde la superación de su fragmentación social. Pero también que convocan a los habitantes de la ciudad a interactuar en la espacialidad pública, ya sea a través de la construcción de grandes proyectos de renovación urbana que acercan ciudades aisladas o claramente separadas, festivales públicos de salsa, hip hop o rock que promueven la interacción de los jóvenes de las diferentes clases sociales, redes de bibliotecas públicas en las que la lectura o las nuevas tecnologías se asocian con las comunidades y estrategias de movilidad que humanizan el transporte, convertido en una tragedia urbana diaria. Los programas de Cultura Ciudadana de Bogotá y de Ciudad Educadora de Medellín son dos buenos ejemplos. En el primero, la cultura se convierte en el centro de un triángulo cuyos otros dos polos son la moral y la ley y en los que, a través de estrategias de fuerte contenido simbólico, los ciudadanos interiorizan reglas que les permiten construir convivencia. “Por cultura ciudadana se entiende —dice Antanas Mockus, dos veces alcalde de Bogotá— el conjunto de actitudes, costumbres, acciones y reglas

“Economía y cultura. Una aproximación al impacto económico de las industrias culturales en Colombia”, Bogotá: Convenio Andrés Bello y Ministerio de Cultura, 2001. “La contribución económica de las industrias del derecho de autor y los derechos conexos en Colombia”, Bogotá: Organización Mundial de la propiedad intelectual y Dirección Nacional de Derechos de autor, 2008.

Compendio de Políticas Culturales, “Política de emprendimiento e industrias culturales”, Bogotá: Ministerio de Cultura, 2010, páginas 566 y 567.

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La Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes convoca a todos los investigadores interesados en los asuntos públicos a participar en el séptimo número de EGOB – revista de asuntos públicos, mediante la elaboración de ensayos cortos dedicados al análisis de las políticas públicas en educación, tema alrededor del cual se articulará la próxima edición.

mínimas compartidas por los individuos de una comunidad, que permiten la convivencia y generan sentido de pertenencia”.6 En el segundo, la ciudad se piensa desde el encuentro y éste se hace posible mediante la creación de espacialidad pública inclusiva, en la que los ciudadanos recobran su sentido de ciudad por hechos concretos como disfrutar de una megabiblioteca en barrios que se habían caracterizado por la violencia y la inseguridad o el de recobrar la dignidad de la escuela pública, con construcciones de arquitectura bella incorporadas a la vida de la comunidad. “La palabra clave para nosotros es volver a encontrarnos —dice Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín— porque la violencia continuada encierra física, social y culturalmente. La gente se mueve en un espacio reducido en la ciudad, solamente habla con los que se le parecen y quedan físicamente encerrados. Eso es fatal, porque todos somos ajenos a los otros. No hay ciudadanía, no hay solidaridad. Por eso nosotros tenemos que ir tumbando todas esas paredes y donde estaba la violencia cambiarle la piel a la ciudad. Por eso nosotros decimos que hay que construir nuevos espacios públicos en Medellín para encontrarnos. Y en los espacios donde estaba la desesperanza, donde estaban las condiciones mayores de pobreza, de dificultades y de violencia estamos llevando a cabo una transformación urbana”.7

La gestión pública tiene la misión de resaltar lo que, a pesar de su importancia, queda en el olvido; lo que, movido por sus propias intenciones creativas, se resiste a involucrarse en las lógicas mercantiles.

Fecha límite de recepción de ensayos: marzo 11 de 2011, 5:00pm.

Mientras que algunas industrias culturales se afianzan, la diversidad oscila entre la reducción y la expresión; mientras que las políticas públicas buscan ir más allá del mercado para generar mecanismos de creación y circulación más pluralistas, las estrategias comerciales se guían preferentemente por las oportunidades de rentabilidad y la captura de las audiencias. En estos movimientos dobles surgen tensiones que convierten a la cultura en uno de los espacios de concreción de los derechos civiles más importantes en las sociedades contemporáneas, uno de ellos, la diversidad. En las industrias creativas hay una vía hacia el desarrollo. Ello se debe, por un lado, a su potencial económico; y por otro, a su fuerza identitaria, de participación y de reconocimiento. Así, la gestión pública tiene la misión de resaltar lo que, a pesar de su importancia, queda en el olvido; lo que, movido por sus propias intenciones creativas, se resiste a involucrarse en las lógicas mercantiles; y lo que busca que la cultura, más que distanciar, incluya. Es en estas dinámicas en donde se encontrarán de mejor manera las industrias culturales, con la diversidad, el desarrollo y la gestión pública. Antanas Mockus, “La ciudad es un aula”, En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Felix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008. 7 Sergio Fajardo, “Cambiarle la piel a la ciudad”. En: Aprendiendo de Colombia. Cultura y educación para transformar la ciudad, Roser Bertrán y Felix Manito (editores), Fundación Kreanta y CAB, Bogotá, 2008. 6

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES PERSONERÍA JURÍDICA: RESOLUCIÓN No. 28 DEL 23 DE FEBRERO DE 1949, MINJUSTICIA

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Investigador invitado

Retos de política pública en las industrias culturales y creativas de Colombia* Raúl Castro R.** Las industrias culturales y creativas aumentan, cada vez más, su participación en la economía colombiana. Sin embargo, es urgente que el sector se organice y que se promuevan políticas públicas que tengan como objetivo fortalecerlo. Si la tarea se hace bien, la cultura podría pasar a representar más del 10% del PIB nacional. Introducción

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l presente documento tiene como objetivo presentar, en forma muy breve, una caracterización de las industrias culturales y creativas como agentes dinamizadores dentro la economía creativa como paradigma; unos hechos estilizados para el caso colombiano; los principales problemas que enfrenta el sector; y los retos y desarrollos futuros que debe enfrentar, como política pública, para la mayor penetración en el mercado interno y externo, con el ánimo de convertirse en un sector líder de la economía colombiana.

Definición de las industrias culturales y estrategia de desarrollo Uno de los temas más controvertidos al hablar de Industrias Culturales y Creativas es la definición y la clasificación de las actividades que se pueden considerar como parte de este sector. Al respecto, una exhaustiva revisión de la literatura permitió identificar que hay un sinnúmero de divergencias al momento de encontrar una definición para este tipo de industrias. Una de las definiciones más ampliamente aceptada es la de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco —por sus siglas en inglés—, en la que el término de industrias culturales “se aplica a aquellas industrias que combinan la creación, la producción y la comercialización de contenidos que son de naturaleza cultural e intangible. Esos contenidos son protegidos por los derechos de propiedad intelectual y pueden tomar la forma de bienes y servicios” (Ministerio de Cultura, 2005).1

Otra definición, también muy relevante, es la de la Unctad (2008) que estipula que las industrias creativas “son ciclos de creación, producción y distribución de bienes y servicios que utilizan creatividad y capital intelectual como insumos primarios; comprenden un conjunto de actividades basadas en el conocimiento que se centran en las artes sin limitarse a ellas, y pueden generar ingresos por medio del comercio y los derechos de propiedad intelectual; abarcan productos tangibles y servicios intelectuales o artísticos intangibles con contenido creativo, valor económico y objetivos de mercado; están en la encrucijada de los sectores de artesanía, industrial y de servicios. Las industrias creativas engloban actividades que van desde artesanía tradicional, festividades culturales, libros, pintura, música y artes escénicas, hasta los sectores con uso intensivo en tecnología, como cine, televisión, radio, animación digital y videojuegos, así como otras actividades orientadas a los servicios, como la arquitectura y la publicidad. Todas estas actividades son intensivas en capacidades creativas y pueden generar ingresos a través del comercio y de los derechos de propiedad intelectual”. En ambos casos, los subsectores que hacen parte de ellas poseen las siguientes características: • Su materia prima es una creación protegida por derechos de autor y fijada sobre un soporte tangible o electrónico. • En ellos, se incluyen los bienes y servicios culturales fijados sobre soportes tangibles o electrónicos y producidos, conservados y difundidos en serie, con circulación masiva. • Poseen procesos propios de producción, circulación y apropiación social.

* Las ideas expresadas en este documento provienen, en su gran mayoría, de un trabajo realizado por el CEDE (2010) a la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), se agradece en particular Juan Felipe Parra, Katia Galera, Carolina Rojas y Olga E. Rodríguez, personas que participaron en el trabajo respectivo. No obstante, los errores u omisiones no compromete a la CCB y son responsabilidad del autor. ** Profesor de la Facultad de Economía y de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes. rcastro@uniandes.edu.co 2 Esta definición es la que aparece dentro de la Agenda interna para la productividad y la competitividad del sector cultura, publicidad y medios, (DNP) 2007.

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• Están articulados a las lógicas de mercado y a la comercialización o tienen el potencial para entrar en ellas. • Son lugares de integración y producción de imaginarios sociales, conformación de identidades y promoción de ciudadanía.

Clasificación de las industrias culturales y/o creativas

Figura 1. Clasificación de las industrias culturales y/o creativas

Patrimonio Cultural

Museos, Bibliotecas, museos arqueológicos, de exhibición, etc.

Artes Visuales Pintura, escultura, fotografía y antiguedades.

Artesanias, festivales de arte y celebraciones.

Musica en vivo, teatro, danza, ópera, circo, títeres, etc.

Industrias culturales y creativas

Audiovisuales

Cine, televisión, radio y otros medios de difusión.

Nuevos medios

Publicaciones e imprenta

Software, videojuegos, contenido digital.

Libros, periódicos y otras publicaciones

Otra naturaleza y agenda interna propia. DNP

Artes Escénicas

Diseño

Interior, gráfico, moda, joyeria y juguetes.

Servicios creativos

Publicidad, arquitectura, I&D creativo, recreación.

Estudio de la CCB

Fuente: Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).

La figura 2 presenta los subsectores que se tuvieron en cuenta para desarrollar el alcance del estudio, resultado de una revisión de literatura que abarca diferentes fuentes donde se define el estado del arte de los sectores y subsectores que componen las industrias culturales y/o creativas, sin agotar ni desconocer la importancia de otros subsectores. 10

Editorial

Audiovisual

Libros

Cine

Periódicos

Televisión

Revistas

Radio

Otros sectores de las industrias culturales

Fonográfico

Música

Artes escénicas

Artes visuales

Teatro

Pintura

Danza

Escultura Fotografía

Video Publicidad

Fuente: Elaboración propia

Estrategia de desarrollo La dinámica de crecimiento que han experimentado las industrias culturales y/o creativas en el comercio mundial, explica por qué muchos países han buscado integrarlas como parte de su estrategia de desarrollo.

SÍ Expresiones tradicionales culturales

Industrias culturales y/o creativas

Sectores tradicionales de las industrias culturales

La clasificación de las industrias culturas y/o creativas de la Unctad es una de las más completas; por este motivo, se utilizó como punto de partida para definir los subsectores de interés del presente estudio. La figura 1 señala los subsectores objeto de estudio con un SÍ. El presente trabajo incorpora el ‘grueso’ de las industrias culturales y/o creativas. No se tienen en cuenta, por no ser objeto del trabajo: i) las expresiones tradicionales culturales como las celebraciones populares, ii) el patrimonio cultural, iii) el sector de nuevos medios —a razón de que la CCB está realizando una investigación sobre ese tema en particular—, iv) los servicios creativos —arquitectura, I&D, etc.—, de éstos se consideró solo la publicidad y se excluyó el sector del diseño.

Figura 2. Subsectores de industrias culturales y/o creativas objeto de estudio

Dentro de la estrategia de desarrollo a nivel mundial, se nota que las industrias culturales y/o creativas se desarrollan —y se desarrollarán— en tres grandes componentes: la creación de conocimiento, la producción de tecnología —soportes tecnológicos— y la producción de contenidos creativos. • La generación de conocimiento es tal vez la más desarrollada. En particular, a partir de las innovaciones de software. Es allí donde se ubican las grandes multinacionales como Microsoft o Intel, en el caso de computadores; y Nokia o Siemens, en el caso de teléfonos inteligentes. Países como Estados Unidos, Suecia, Alemania y Japón son sus principales representantes.


Investigador invitado • La producción de los soportes tecnológicos, es decir, el vehículo por el que circulan los contenidos, son el segundo paradigma de desarrollo. En éste han tomado ventaja los países emer-

gentes de mayor desarrollo como China, India y Brasil. • Creación de contenidos y/o la maquila, opción donde pueden competir los demás países en vía de desarrollo.

Figura 3 Modelos de desarrollo

Teléfonos inteligentes

Ipad, E-book

Nokia, Simens

Inten, Apple

Laptop Nuevas Tecnologías

LED

Microsoft High Definition

Home Theater

Producción de tecnología en países emergentes China, India, Brasil

Producción audiovisual: para competir en mercados grandes

Corto Plazo

Generación de conocimiento EE.UU. Unión Europea.

Largo Plazo

Maquila vs. Creación de contenidos Países en vías de desarrollo Fuente: Elaboración propia

La figura 3 ilustra estos tres tipos de estrategia de desarrollo y los países típicos que se pueden dedicar a cada uno de ellos, de acuerdo a sus ventajas comparativas y competitivas. Dado el desarrollo económico y tecnológico, de conectividad y de inserción en el mercado mundial de las industrias culturales y creativas en Colombia, el país se ubica en la tercera estrategia como alternativa de competitividad a nivel internacional: creación de contenidos y/o la maquila. La maquila corresponde a vender locaciones, medios, recursos y demás insumos nacionales, para que los grandes productores internacionales de contenidos aprovechen el bajo costo que esto representa y puedan transformar para la producción de los bienes finales. Al respecto ya existen algunas experiencias en el sector audiovisual colombiano que se consideran positivas por cuenta de la transferencia de tecnología y de conocimiento que se obtiene con estas prácticas. No obstante, un número importante de agentes que participó en los grupos focales tiene una visión relativamente dife-

rente. Para estos agentes, el desarrollo que permita competir a nivel internacional no puede darse a través de la maquila, pues constituye una visión muy limitada y, si se quiere, tercermundista. La justificación de esta hipótesis está fundada en que Colombia puede ser fácilmente desplazada por países con menores costos de los insumos para producción a través de maquila. Dada esta característica en el segmento de la maquila—baja competitividad, costos de producción relativamente altos con respecto a los otros países—, y debido a que tampoco es desafiable el mercado de producción de tecnología de punta y, mucho menos, el de generación de nuevo conocimiento, la estrategia de internacionalización, según una gran mayoría de los agentes partidarios de esta idea, debe ser la de creación de contenidos. De esta discusión, los dos grandes retos que, en términos de inserción a una estrategia de desarrollo, le quedan a nuestro país son: 11


• La creación de contenidos, donde una amplia gama de jugadores nacionales podría obtener los beneficios que ofrecen estas industrias creativas y las ganancias no se concentrarían solamente en los jugadores tradicionales del mercado. El país, entonces, debe definir cuál será el reto al que le va a apostar para apuntalar su política pública de forma eficiente, no simplemente ‘disparando’, como una escopeta de perdigones, a todo lo que se atraviese. Estas tendencias son las que delimitan las opciones que se pueden tomar a la hora de definir una estrategia de desarrollo.2 Al respecto, existen en Colombia dos programas diferentes que están orientados a promover algunos sectores de la economía nacional con miras a su inserción en una dinámica global de comercio, pero ninguno se centra en una estrategia de desarrollo eficiente, sostenible y competitiva, sobre la que finalmente deba apuntalarse: creación de contenidos y/o maquila, o desarrollos tecnológicos, o generación de conocimiento. Estos programas son la Agenda interna para la productividad y la competitividad del Departamento de Planeación Nacional y el Programa de transformación productiva del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, donde se resalta la alianza con Colciencias para financiar los sectores de talla mundial.

El mercado mundial cultural se encuentra liderado, en gran parte, por la producción artística y creativa de los países desarrollados, ejemplos de países que han alcanzado contribuciones importantes al PIB y al empleo de países son Estados Unidos (8%) o el Reino Unido (6%). En América Latina, algunos países con importante participación de la industrias creativas en el empleo total son Brasil (5%), México (3,6%), Argentina (3,2%) y Chile (2,7%). El aporte al PIB, por su parte, oscila entre el 1,3% y el 2,8%. Colombia no ha sido la excepción a estas cifras. El país presenta un aumento considerable de la industria cultural y creativa. El gráfico1 muestra la evolución de la participación de estas industrias en el PIB: pasaron de representar el 1,56%, en el año 2000, al 1,78%, en 2007. Gráfico 1. Porcentaje de las actividades culturales en el PIB nacional (tasa de participación 2000-2007)

1,80%

1,78% 1,75%

1,75% Porcentaje del PIB

• La maquila para las empresas que presenten ventajas comparativas y que, dada la desigualdad del mercado interno, tengan la oportunidad de viabilidad en esta actividad.

1,70% 1,65%

1,61% 1,58%

1,60% 1,55%

1,58%

1,55%

1,56%

1,55% 1,50%

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

Hechos estilizados3 Las industrias culturales y creativas se encuentran entre los sectores más dinámicos a nivel mundial: entre 2000 y 2005 crecieron a una tasa promedio del 8,7%. Las exportaciones alcanzaron, en 2005, los U$424,4 mil millones, sin contar los ingresos derivados de los derechos de propiedad intelectual frente a los U$227,5 mil millones, en 1996 (Unctad, 2008). América Latina exporta cerca de U$ 8,6 mil millones, cifra muy poco representativa a nivel mundial. Sin embargo, nuestros países ya han empezado a notar la amplia importancia de estos asuntos.4

Fuente: Elaboración propia con datos DANE- Dirección de Síntesis y Cuentas Nacionales

Al analizar la evolución del PIB cultural frente al PIB nacional, se evidencia la creciente importancia del sector dentro de la economía nacional; la producción cultural presentó niveles de crecimiento mayores que la producción total en el período 2000-2007. El gráfico 2 muestra esta comparación. Se evidencia el potencial de la industria y su creciente importancia en la economía nacional; el sector se perfila como uno de gran potencial durante los próximos años.

Muchas partes de estos comentarios surgieron de creación colectiva, conversaciones y discusiones, entre otros, con Ximena Tapias. En el mundo, se discute una diferenciación que no es sutil entre “industrias culturales” e “industrias creativas”, distinción que no sólo tiene efectos sobre el ámbito de actuación de la política pública, sino, y sobre todo, sobre la delimitación estadística de la industria y la necesidad de mantener comparabilidad entre las cifras de diferentes países. Aunque no existe una definición unívoca de estas industrias, en este documento se entenderá las “industrias culturales” en el sentido acogido por la Unctad (2009) y la Unesco(2008): aquellos sectores productivos donde se conjugan creación, producción y comercialización de bienes y servicios basados en contenidos intangibles de carácter cultural, generalmente protegidos por el derecho de autor. CONPES 3659, abril 2010. 4 En Argentina corresponden a cerca del 10% del PIB y generan el 10% del empleo. 2 3

12


Investigador invitado

Comercio exterior del sector cultural

Gráfico 2. Crecimiento del PIB cultural frente al PIB nacional (2000-2007, tasa anual de variación)

Tasa de crecimiento %

12%

11,2% 9,3%

10% 8,1% 8% 6%

5,4%

6,0%

5,9%

4% 2%

2,2%

7,5%

6,9%

4,7%

5,7%

4,6%

4,9%

2003

2004

2,5%

0% 2001

2002

PIB Cultural

2005

2006

2007

PIB Total

La dinámica, en términos de producción, también se ve reflejada a nivel del comercio internacional. Éste ha mantenido un crecimiento sostenido a lo largo del tiempo. El gráfico 4 muestra el comportamiento de las exportaciones e importaciones en el periodo 2000-2007. Se observa cómo las exportaciones crecieron en un 138% y las importaciones en un 113%, en el periodo respectivo, con un hecho relevante en 2004 cuando se obtuvo un superávit comercial. Gráfico 4. Exportaciones e importaciones del sector cultural colombiano (millones de pesos corrientes, 2000-2007)

Fuente: Elaboración propia con datos DANE- Dirección de Síntesis y Cuentas Nacionales

Parte del crecimiento del sector está sustentado en el incremento de la producción cultural, la cual pasó de $5,6 billones de pesos, en 2000, a $13,7 billones de pesos, en 2007. Ello representa un crecimiento del 13,1% promedio anual a lo largo del periodo. El gráfico 3 muestra, entre otros, la gran importancia y participación de la publicidad, fotografía e I&D, el esparcimiento, los servicios culturales y la recreación.

Miles de millones de pesos

900

764

750

853

591 633

530

600 430

400

450

495

487

441

497

2003

2004

546

574

2005

2006

367

300

326

266 150 2000

2001

2002

Importaciones

Gráfico 3. Contribución de las actividades culturales sobre el total. Colombia, 2007.

2007

Exportaciones

Fuente: Elaboración propia a partir de cálculos del DANE - Cuenta Satélite de Cultura

2%

5%

4% 0% 38%

16%

La participación en el agregado comercial del país se muestra en el gráfico 5, las exportaciones del sector representan cerca del 1,2% del total nacional; mientras que las importaciones representan el 1,1% del total de importaciones a nivel nacional. Gráfico 5. Participación de las importaciones y exportaciones sobre el nivel nacional (2000-2007)

35% Esparcimiento servicios culturales y recreación. Edición e impresión Transmisión de radio y televisión

1,6%

Publicidad, fotografía e I&D Educación artística Gobierno

Museos

1,2%

1,4%

1,4%

1,4% 0,8%

1,0%

1,1%

1,3%

1,3%

1,3%

1,0% 0,8%

1,1%

1,1%

1,2%

1,1%

1,0%

1,0%

1,1%

2002

2003

2004

2005

2006

1,1%

0,6%

Fuente: Elaboración propia a partir de cálculos del DANE - Dirección de Síntesis y Cuentas Nacionales

0,4% 0,2%

Es de destacar el gran impulso conseguido, entre otros, por la Ley del cine (2003). Colombia se encuentra entre los cuatro primeros países latinoamericanos de mayor producción cinematográfica. Se pasó de dos películas colombianas de estreno, en 1993, a trece, en 2008, lo que demuestra los efectos de la ley mencionada.

0,0% 2000

2001

Exportaciones

Importaciones

Fuente: Elaboración propia a partir de cálculos del DANE - Cuenta Satélite de Cultura

13

2007


Es de destacar el gran peso que, dentro de las industrias culturales y creativas, tienen los subsectores editorial y de servicios culturales, publicidad, fotografía e I&D (ver cuadro 1). Según el Reporte 2008 sobre Economía Creativa de la Unctad, Colombia exporta 197 millones de dólares —el 2,58%—, de los 6567 millones que exportan los países en desarrollo. Esta cifra ubica al país entre los diez principales exportadores del sector editorial de los países en desarrollo. Con una contribución menor, pero con un crecimiento significativo durante el período 1996-2005, están las exportaciones del subsector de audiovisuales, artes visuales y música. Así mismo, Colombia se ubica también entre los diez principales exportadores

de música de los países en desarrollo, con una participación del 1,43% de ese mercado.

Se destaca que sólo la industria editorial exhibe una balanza comercial positiva—nótese que las exportaciones son mayores a las importaciones—; mientras que sectores como los servicios culturales y la publicidad, fotografía e I&D presentan niveles marginales de exportaciones, frente a las importaciones.

Cuadro 1. Indicadores de oferta y demanda de las industrias culturales y creativas, por subsector (2000-2007). Millones de pesos de 2000. Editorial e impresión

Comunicaciones

I&D, publicidad y fotografía

Servicios culturales

Formación artística

Museos

Servicios del Gobierno

3,107,689

784,868

3,873,428

5,011,642

336,951

82,335

592,756

308,406

7,455

390,539

146,117

-

-

-

Consumo intermedio

1,768,616

792,323

3,984,216

3,811,942

-

-

-

Consumo Final

1,167,884

-

231,899

1,075,220

336,951

82,335

592,756

Exportaciones

491,832

-

47,852

92,828

-

-

-

Conceptos

Producción Importaciones

Fuente: Elaboración propia con datos DANE- Dirección de Síntesis y Cuentas Nacionales.

Problemática A pesar de la importancia que tienen las industrias culturales y creativas en el impacto sobre el desarrollo y crecimiento de un país, la mayoría de países en vías de desarrollo aún no logra explotar lo suficiente esta oportunida. Las dificultades que afrontan guardan relación con la definición clara de una política estratégica de desarrollo —‘jalar’ el coche, todos en la misma dirección, complementar la generación de conocimiento, desarrollo tecnológico, creación de contenidos y/o simplemente maquila—; el desconocimiento de la cadena de valor de la producción y distribución de bienes creativos; la falta de información —en muchos casos incompleta o asimétrica— confiable y el desconocimiento de la posibilidad de integrar las oportunidades que ofrece la tecnología con la protección de la propiedad intelectual.

5

Colombia no es la excepción a esta realidad, el Conpes 3659 de abril de 2010 señaló las siguientes dificultades: baja y problemática circulación y distribución de bienes y servicios de las industrias culturales; bajo acceso a financiamiento; escaso desarrollo local de las industrias culturales; insuficiente oferta educativa especializada; e incipiente uso de las nuevas tecnologías en el desarrollo de modelos de negocio. A partir del diagnóstico de los subsectores de las industrias culturales y creativas en Bogotá y Cundinamarca, el análisis DOFA, los resultados de los grupos focales, las entrevistas y las encuestas realizadas a agentes del sector,5 la investigación del CEDE (2010) encontró resultados muy similares y otros adicionales tanto en el mercado interno como en el externo.

La información presentada a continuación está relacionada con los resultados de la Encuesta CEDE (2010).

14


Investigador invitado Dentro de los principales limitantes se destacan, entre otros, la falta de definición de una política pública de alineación de incentivos hacia un propósito de desarrollo estratégico—generación de conocimiento, desarrollo tecnológico, creación de contenidos y/o simplemente maquila—;6 un mercado interno poco desarrollado;7 falta de integración y articulación inter e intra sectorial—;8 escasa formación del recurso humano asociada al negocio de la industria—técnica, universitaria, en emprendimiento, etc.—;9 difícil acceso a las fuentes de financiación;10 existencia de mecanismos discriminatorios de incentivos secto-

zo, un sector cultural sólido, capaz de insertarse en el mercado internacional bajo altos estándares de competitividad. Estas acciones son consideradas de corte transversal, al involucrar todos los subsectores.

riales;11 desconocimiento de los derechos de autor—demanda/ oferta—;12 debilidad en la constitución de una red de contactos; exceso de normatividad; falta de información confiable; y altos costos de transacción.

• El componente de política pública está direccionado hacia la formulación de una política específica para el sector de las industrias culturales, la cual debe contener, entre otros, temas de promoción, fomento, financiación y normatividad.

Retos y plan de acción a futuro Las conclusiones más importantes del informe del CEDE (2010) apuntan a la necesidad de contar con una política bien concebida que reconozca el alcance y la diversidad de las industrias culturales y creativas dentro de un paradigma de la economía creativa. Tal como se describió anteriormente, el sector de las industrias culturales y creativas presenta una serie de problemas que limitan su desarrollo en el mercado nacional y su proyección en el mercado internacional. En respuesta a lo anterior, el sector requiere organización, fortalecimiento, sostenibilidad y proyección, entre otros, con el fin lograr mayor competitividad en el contexto nacional e internacional. A estas limitantes se les definió unas estrategias y acciones enfocadas a su solución, con el fin de lograr, en el mediano pla-

El cuadro 2 presenta las principales acciones que deberían desarrollarse para las industrias culturales y creativas. Éstas están enmarcadas dentro de cuatro componentes, los cuales, a su vez, están directamente relacionados con las problemáticas identificadas:

• El componente de promoción y fortalecimiento está enfocado en recalcar la importancia de la creación de un fondo de promoción y la generación de incentivos para impulsar el sector de las industrias culturales y creativas. • El componente de capital humano está enfocado en fortalecer la formalización de la educación artística y la educación en el arte, así como avanzar en el tema de emprendimiento. Mejorar el capital humano artístico y crear una demanda por el arte. • Finalmente, el componente de organización e integración del sector está enfocado en consolidar los esfuerzos institucionales que, en la actualidad, se están desarrollando alrededor de las industrias culturales en una agenda unificada.13

Entre otras, esta falta de definición política ha llevado a que las industrias culturales no cuenten con un fondo para la promoción y fortalecimiento del sector que agrupe la iniciativa privada y pública como marco general. Existen iniciativas específicas, como las del cine, pero no hay una política general no excluyente. Adicional a que no existe una política clara de promoción de bienes y servicios culturales en el mercado internacional. 8 Se detectó una clara desarticulación de las instituciones del gobierno para ejecutar una política integral de desarrollo, una ausencia de un modelo de gestión institucional para promocionar artistas a nivel internacional —por ejemplo, la participación de nuestros representantes en el exterior no tiene como una de sus prioridades este objetivo— y se ratificó que el sector de las industrias culturales se caracteriza por la alta informalidad. Los resultados de la encuesta CEDE permiten validar dicha información. 9 Bajo conocimiento sobre cómo hacer empresa —fallas en emprendimiento empresarial—y ausencia de programas de educación enfocados a la educación artística y cultural. 10 Los resultados de la encuesta permiten observar que son las pequeñas y medianas empresas las que presentan mayores limitaciones para el acceso al crédito; cerca del 7% del total de las empresas contó con recursos del crédito al momento de iniciar sus operaciones, mientras que el 63,7% de las empresas inició operaciones a partir de recursos propios y familiares. 11 Fue muy común observar cómo muchos de los sectores que han tenido mayor éxito en cuanto a incentivos público-privados, lo han logrado más por lobby, que por definición de una política clara y eficiente desde el punto de vista público. Se observó que el 51,7% de las empresas del sector desconoce la existencia de incentivos y facilidades ofrecidos por el sector público, y tan sólo el 37,6% los utiliza; mientras que el 80% de las empresas del sector desconoce la existencia de incentivos ofrecidos por el sector privado y únicamente el 10% los utiliza. 12 Aunque se espera que la totalidad del sector conozca los mecanismos para proteger sus creaciones, las artes escénicas y visuales cuentan con alto nivel de desconocimiento de dichos mecanismos. Según los resultados obtenidos en la encuesta CEDE, el 41,1% y el 33,3%, respectivamente, desconocen la forma de proteger sus producciones. 13 Adicionalmente a lo realizado en este estudio, es necesario hacer un análisis similar para el ámbito institucional—acciones, mecanismos de control, promoción y apoyo, normatividad y objetivos, entre otros—. Lo anterior para unificar acciones y potencializar los esfuerzos público-privados. 6

7

15


Cuadro 2. Resumen de actividades macro para el sector de industrias culturales Actividades

Política pública

• Definir cuál es la estrategia de desarrollo del sector (creación de contenidos, generación de contenidos o producción de tecnología) • Concertar los objetivos de corto, mediano y largo plazo del sector de las industrias culturales y creativas y consolidar en un documento una propuesta de política pública

Promoción y fortalecimiento Capital humano

Ministerios, DNP, CCB, sector privado, agremiaciones del sector, CRS

• Simplificar trámites de constitución y operación • Elaborar una normatividad ajustada a la realidad de los tamaños de la industria (pequeña, mediana y grande) • Simplificar los regímenes tributarios

Ministerio de Cultura, agremiaciones del sector, sector privado, CCB, Legislativo

• Sensibilización de la banca comercial en la participación de líneas de crédito para el sector cultural • Generar y promover líneas de crédito que tengan como objetivo mejorar la calidad de la inversión y operación del sector.

Ministerio de Cultura, Banca Comercial, sector privado y agremiaciones del sector

• Generación de circuitos internacionales por medio de embajadas y consulados

Organización e integración del sector

Entidades participantes

• Propuesta de formación, constitución y operación de un fondo de promoción para los subsectores de las industrias culturales y creativas

• Revisar los incentivos y/o estímulos actuales a los subsectores de las industrias culturales y creativas • Diseñar mecanismos de estímulos que ayuden a las empresas del sector cultural a potencializarse y obtener diferentes fuentes de financiación de los proyectos productivos • Realizar una propuesta de modificación en el plan de estudio de educación primaria y secundaria, en el cual se incluya la enseñanza y vivencia de las diferentes formas del arte • Vincular las industrias culturales y creativas con el sector de educación, mediante el acceso a eventos, charlas formativas, etc. • Desarrollar y potencializar el periodismo cultural en medios de comunicación de gran difusión (enfocado hacia la promoción de la información del sector)

Ministerio de Cultura, Ministerio de Comercio, agremiaciones, sector privado, CCB, consulados Ministerio de Cultura, Ministerio de TIC, Bancoldex, CCB, sector privado y agremiaciones del sector Ministerio de Cultura, Ministerio de TIC, Ministerio de Hacienda, sector privado Ministerio de Cultura, Ministerio de Educación, sector privado, medios de comunicación Ministerio de Cultura, Ministerio de TIC

• Sensibilizar a las universidades de la necesidad de incluir asignaturas referentes al sector cultural como una área de acción profesional, en los programas de formación tradicionales • Sensibilizar a las universidades frente a la ausencia de programas de formación técnica y profesional enfocados a atender las necesidades exclusivas del sector cultural • Proponer un plan de estudio en idioma extranjero técnico para personas vinculadas al sector de industrias culturales y creativas. • Sensibilizar a los integrantes del sector cultural en emprendimiento

Ministerio de Cultura, Secretarias de Cultura, Ministerio de Relaciones Exteriores, Ministerio de Educación, Universidades, Sena, CCB

• Sensibilidad a creadores, autores y productores del conocimiento en la protección de derechos de autor • Sensibilizar a los consumidores para que respeten los derechos de autor

Ministerio de Cultura, DNDA, Convenio Antipiratería, Legislativo, sector privado

• Unificar las diferentes acciones realizadas por entidades públicas y privadas • Implementar y ejecutar resultados concretos delineados en mesas de trabajo

• Sensibilizar al sector privado de la importancia y necesidad de estar registrado ante la Cámara de Comercio • Orientar a las empresas del sector cultural en el desarrollo de planes de negocio • Sensibilizar y gestionar la creación de una agremiación (para cada uno de los subsectores que no cuentan con ésta) • Sensibilizar a las agremiaciones ya constituidas, y al sector al que pertenecen, frente a la necesidad de fortalecerse y de trabajar por objetivos comunes • Promover el conocimiento de los diferentes actores de la cadena de valor de las industrias culturales y creativas y su articulación con la industria a la que pertenecen • Fortalecer las diferentes fuentes de información estadísticas del sector Fuente: Elaboración propia

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Ministerios y demás instituciones públicas y privadas que desarrollen acciones en pro de las industrias culturales y creativas

Ministerio de Cultura, Ministerio de TIC, CCB, sector privado y agremiaciones del sector DANE, Ministerio de Cultura, CCB, sector privado


Investigador invitado Con el documento de política Conpes 3659 se avanzó parcialmente en partes de esta dirección, al consolidar cinco estrategias particulares: promoción de la circulación de bienes y servicios de las industrias culturales; incremento del acceso a los mecanismos de financiamiento; apoyo a las iniciativas locales para el desarrollo de industrias culturales; ampliación de la oferta de formación especializada; y fomento del uso de las nuevas tecnologías en el desarrollo de modelos de negocio de las industrias culturales. No obstante, el documento se queda muy corto en las otras perspectivas señaladas y ratificadas a lo largo de este texto, en especial, las relacionadas con definir qué queremos y cuál sería el mejor arreglo institucional para conseguirlo. Otro hecho destacable es que, en conjunto con lo anterior, también se requiere de la definición de acciones a nivel micro que den solución a estas problemáticas y que contribuyan al fortalecimiento de cada subsector en particular. A continuación, se señalan algunas acciones puntuales para cada subsector. [Editorial] i) fortalecer el mercado nacional; ii) fortalecer el canal de distribución, diseño y desarrollo de capacitaciones a libreros —hacia una nueva versión de negocio de las librerías—; iii) generar incentivos de demanda por el libro; iv) proteger los derechos de autor. [Audiovisuales] i) fortalecer los programas antipiratería, ii) desarrollar estímulos tributarios para impulsar nuevos mercados de comercialización en el sector —principalmente en el mercado internacional, iii) mejorar los canales de distribución del cine; iv) ajustar la Ley del cine— revisar los límites de inversiones con descuento tributario establecidos por la Ley y realizar otros ajustes que permitan recuperar la asistencia al cine nacional.

[Música] i) fortalecer el marco normativo; ii) crear una política de incentivos, promoción, circulación y exportación para la música patrimonial y otra para la comercial; iii) diseñar y ejecutar campañas para disminuir la piratería; iv) generar e implementar nuevas formas de acceder a la música de forma legal; v) desarrollar infraestructura idónea para eventos; vi) implementar una política de promoción de artistas a nivel internacional; vii) incrementar la participación nacional en exposiciones internacionales de música. Finalmente, una reflexión muy importante es que se deben crear asociaciones público privadas que impulsen, que promuevan y desarrollen las diferentes estrategias de consolidación de las acciones; un buen arreglo institucional es pieza fundamental para lograr el éxito. Un buen intento es el desarrollado por la Coalición regional de servicios, liderada por la Cámara de Comercio de Bogotá, en cabeza del grupo de las industrias culturales, como una entidad que ha venido liderando la formación de un grupo multidisciplinario para el diseño de las propuestas de los proyectos aquí presentados. Es necesario que una entidad con poder de convocatoria lidere e impulse este tipo de iniciativas frente a los sectores privado y público, con el fin de garantizar el cumplimiento y ejecución de los objetivos definidos. De no ser así, y ante la actual desorganización del sector, sería imposible llevar a buen término cualquier tipo de proyecto e idea. También es necesario fomentar la comunicación directa con el sector público, para que tenga conocimiento de cuáles son los requerimientos, necesidades y proyecciones de desarrollo de las industrias culturales, y así garantizar la voluntad política requerida en este tipo de iniciativas. Referencias Bibliográficas

[Artes visuales] i) formar públicos: activar, motivar y fomentar la creación, la autoexpresión y la creatividad a través de las artes visuales; ii) fortalecer acciones encaminadas a volver más accesible el arte en las esferas sociales; iii) capacitar en emprendimiento cultural a los artistas—desarrollar e implementar programas en emprendimiento cultural, desarrollo de planes de negocio y valoración monetaria de los trabajos desarrollados; iv) desarrollar circuitos de información, v) generar una agenda cultural del sector; vi) apoyar proyectos artísticos alternativos. [Artes escénicas] i) fortalecer, organizar, promocionar y normativizar el sector; ii) construir un escenario institucional más adecuado, iii) formar públicos; iv) crear entidades de promoción, protección y difusión; v) crear una agremiación para el sector y revisar la normatividad del Plamec; vi) aprobar la Ley del espectáculo público; vii) asignar responsabilidades a una entidad para que administre los recursos del Fondo parafiscal para la Ley del espectáculo público; viii) incentivar y fortalecer la producción de investigaciones y publicaciones.

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Arte como presencia indéxica. La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia* María Margarita Malagón-Kurka** ¿De qué hablan los artistas cuando hablan de violencia?, ¿cuál es el impacto de sus formas y modos de representación?, ¿para qué le sirven sus obras a Colombia? Análisis de los trabajos de Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo, que se ocupan de esta realidad nacional.

A

rte como presencia indéxica se centra en el trabajo realizado durante las dos últimas décadas del siglo XX por tres artistas colombianos quienes desarrollaron un tipo de obras visual y plásticamente innovadoras, relacionadas con el entorno social del momento. En el caso de dos de ellos, Beatriz González y Óscar Muñoz, tales obras marcaron un cambio significativo con respecto a sus trabajos precedentes, tanto en términos de los medios y técnicas utilizados, como en el de los temas abordados. Beatriz González retomó el óleo y el carboncillo para recrear imágenes relativas a acontecimientos sociales y políticos del país; Muñoz, por su parte, inició una etapa experimental con nuevos materiales y procesos cuestionando formas de representación anteriores y haciendo alusión a realidades presentes en su entorno, tales como muertes violentas, el desplazamiento forzado y la amnesia colectiva. Doris Salcedo, más joven que los anteriores, inició, durante ese periodo, su trabajo escultórico usando materiales y técnicas no tradicionales para crear y transformar objetos alusivos a víctimas y victimarios de acontecimientos violentos. Tales cambios en sus carreras coincidieron con transformaciones significativas en el conflicto armado colombiano y hechos específicos como la toma del Palacio de Justica por parte del grupo guerrillero M-19, en 1985, y la reacción del gobierno del Presidente Belisario Betancur.

Encuentro inicial con las obras Los siguientes son ejemplos de las obras que originaron y motivaron la presente investigación. El carácter intrigante e inusual de su lenguaje plástico, así como sus alusiones a unas circunstancias sociales evidenciadas por la autora durante las décadas

de los ochenta y los noventa, estuvieron en la base de un análisis motivado por intereses históricos y críticos, y por una necesidad personal de responder a lo que las obras proponían y a la forma en que cada una de ellas lo hacía. Fig. 1. Beatriz González, Población civil, 1997, óleo sobre tela, 160 x 45 cm

En Población civil (figura 1), González usa formas y colores planos para representar de cuerpo entero a una mujer cuyos gestos faciales y corporales son indicativos de sus emociones: confusión, miedo e impotencia. Su vestido decorado con lágrimas refuerza la sensación de haber sufrido un impacto emocional. Su pose estática, las manos que cubren la boca y su mirada oblicua transmiten una actitud que es, a la vez, de reconocimiento y de atemorizado distanciamiento frente a los acontecimientos sucedidos por fuera del campo pictórico. Población civil hace parte de la serie Las Delicias, realizada después del ataque y secuestro de soldados en un campo militar en Las Delicias, Putumayo, por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc (Becerra,1977).

* Este artículo es un resumen del libro publicado bajo el mismo nombre, por la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes, y Ediciones Uniandes, en 2010. ** Magíster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia, Magíster en historia y teoría del arte y la arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia y PhD en Historia del arte de la Universidad de Texas, en Austin.

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Investigador invitado Sin título (figura 3), de Doris Salcedo, fue realizada con ocasión del asesinato de los trabajadores de una plantación bananera, por parte de un grupo paramilitar (Cerón, 2001). Un detalle de esta instalación demuestra cómo la artista transforma objetos funcionales, en este caso camisas blancas, en entidades no funcionales, como metáfora de los efectos de la violencia en la vida de las personas. Las camisas ponen de manifiesto su propia inutilidad y, al mismo tiempo, la ausencia de sus propietarios. Ellas obran, así, como huellas, tanto de sus propietarios ausentes, como de las acciones de transformación que la artista les ha infligido, al atravesarlas con barras de metal y rellenarlas con yeso.

Fig. 2. Óscar Muñoz, Aliento, 1996, (detalle), 12 discos metálicos, fotoserigrafía sobre película grasosa, 20 cm diametro c/u

En Aliento (figura 2), Óscar Muñoz usa fotografías y reflejos para aludir a la muerte y a la desaparición de personas. Sobre discos metálicos imprimió imágenes fotoserigráficas de individuos fallecidos, de tal manera que, cuando el espectador respira sobre los discos, las imágenes —que funcionan como rastros de esas personas— se hacen visibles. La superficie reflectiva, a su vez, hace posible que la imagen del espectador aparezca al mismo tiempo que las imágenes impresas. Así, la persona viva y la imagen de la persona fallecida interactúan en el instante en que las fotografías aparecen gracias a la respiración del espectador.

Estas obras sugirieron, inicialmente, preguntas como las siguientes: ¿Qué explica la coexistencia de elementos aparentemente contradictorios en las figuras presentes en la obra de Beatriz González, tales como actitudes de reconocimiento e indiferencia; la vida y la muerte, la aparición y la desaparición de la figura humana, en las obras de Óscar Muñoz; o la presencia de objetos personales y domésticos en ausencia de sus propietarios, en las piezas de Doris Salcedo? ¿Por qué usan estos artistas un vocabulario compuesto de gestos, rastros y huellas, y por qué hacen énfasis en la calidad expresiva de medios visuales, materiales industriales y orgánicos, procesos físicos y artículos personales? Adicionalmente, teniendo en cuenta que estas obras fueron realizadas durante un periodo en que ocurrieron cambios significativos en el entorno político colombiano, incluidas las transformaciones en el conflicto armado en la década de 1980, resulta pertinente preguntarse por la posible relación entre el énfasis dado a un determinado tipo de lenguaje visual y las cambiantes circunstancias sociopolíticas del país.

Un primer marco de interpretación: “Arte y Violencia desde 1948”

Fig 3. Doris Salcedo, Sin título, 1989-1990 (detalle), camisas de algodón, yeso, acero, dimensiones variables

Las obras mencionadas fueron expuestas en 1999 en “Arte y Violencia en Colombia desde 1948”, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Medina, 1999). Esta exposición, curada por Álvaro Medina, reunió múltiples y diversos trabajos en torno al concepto aglutinador de la violencia, una condición relativamente constante en Colombia desde la década de los años cuarenta. La exposición permitió reconocer que las obras de Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo, presentan un fuerte contraste con aquellas realizadas por artistas precedentes que también habían confrontado hechos violentos durante las décadas de los cincuenta y sesenta. El conflicto armado era generado, en ese entonces, por los dos partidos políticos principales en Colombia y tenía lugar predominantemente en el campo. En las áreas urbanas, el conflicto era percibido como algo distante, como una situación remota, motivada políticamente (Gómez Buendía, 2003). 19


En sus obras de finales de la década de los cincuenta y los sesenta, artistas como Alejandro Obregón, Luis Ángel Rengifo, Carlos Granada, Norman Mejía y Pedro Alcántara representaron gráficamente el carácter monstruoso de la violencia. Mediante el uso de un lenguaje expresionista, dramático e impactante, denunciaron los horribles acontecimientos que ocurrían en las áreas rurales de Colombia (Rubiano, 1984; Serrano, 1986; Pini, 1987). En sus obras, la figura humana aparece altamente distorsionada, fragmentada y, en ocasiones, eviscerada, tal y como puede observarse en trabajos como los de Norman Mejía y Pedro Alcántara.

Pedro Alcántara, por su parte, se ocupó tanto de las víctimas, como de los victimarios de la guerra (Medina, 1977). En una de sus obras de la serie Los cuerpos, Alcántara presenta dos figuras distorsionadas, una de las cuales está parcialmente desmembrada y ambiguamente superpuesta sobre la otra, a modo de un peso que cargar o un agresor. Alcántara expone el interior de las figuras como si estuvieran siendo vistas desde dentro hacia afuera: los músculos, los tendones y los huesos parecen tentáculos y formas orgánicas sin identificar. En contraste, en las obras de González, Muñoz y Salcedo, predomina un lenguaje de tipo evocativo e indicativo, y la figura es representada de manera gráfica; es apenas sugerida o está totalmente ausente. Tal divergencia en el tratamiento de la figura es especialmente significativa, teniendo en cuenta que todos estos artistas dan prioridad a las implicaciones humanas de acontecimientos violentos como masacres, desapariciones, ataques a poblaciones y asesinatos. No obstante este énfasis común, en las obras de los tres artistas contemporáneos es posible apreciar una nueva postura frente al arte y la violencia en la que, a pesar de la imbricación de los dos fenómenos, el énfasis se pone, no sobre ésta última, sino sobre el ser humano y la sociedad a los que afecta y en la que se origina.

Un nuevo contexto histórico y visual Fig. 4. Norman Mejía, La horrible mujer castigadora, 1965, óleo sobre lienzo 204 x 147 cm

En la obra de Mejía, una enorme mujer desfigurada y distorsionada es vista simultáneamente a través de múltiples capas de su cuerpo, el cual es atacado y transgredido por el artista, quien, de esta forma, pone en evidencia un tipo de monstruosidad humana que impacta al espectador.

Fig. 5. Pedro Alcántara, Serie Los cuerpos, 1968, tinta sobre papel 65 x 45 cm

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En la creación de sus nuevas propuestas, González, Muñoz y Salcedo confrontaron desafíos específicos definidos, al menos, por dos circunstancias interrelacionadas: por un lado, como se mencionó, las cambiantes características de un persistente conflicto armado en Colombia durante la década de los noventa y, por otro, la actitud cuestionadora de los artistas con respecto a formas de representación visual, tales como la fotografía. En las últimas dos décadas del siglo veinte, los acontecimientos violentos alcanzaron niveles sin precedentes en Colombia. Muchos estudiosos—entre ellos, Hernando Gómez Buendía, Gonzalo Sánchez y Daniel Pécaut—, la mayoría de los cuales había investigado el conflicto político armado colombiano durante varias décadas, enfatizaron su creciente complejidad. Coincidieron en reconocer la generalización y expansión del conflicto a todo el territorio colombiano, la criminalización de los actores involucrados y el predominio de sentimientos de miedo, desconfianza e impotencia en la población (Gómez Buendía, 2003; Sánchez, 2001; Pécaut, 2001). El otro desafío confrontado por los artistas, relacionado con el anterior, se refiere a su escepticismo frente a la efectividad de los medios visuales, para representar o acceder a la realidad. Tal cuestionamiento está enraizado en su conciencia de los problemas y deficiencias de las imágenes de los medios de comunicación en el ámbito local y de medios documentales, tales como la televisión y la fotografía, a un nivel más general. Los


Investigador invitado tres coincidieron en afirmar que la presentación cotidiana de hechos violentos en los medios de comunicación colombianos era desensibilizadora, abrumadora y confusa. En concordancia con estudiosos colombianos, consideraron que tales medios desempeñaban un importante papel en la ‘banalización’ de los hechos, en la aceptación de éstos como una ocurrencia fatalista e inevitable (Quintero y Jimeno, 1997). En consecuencia, cada uno buscó evitar la creación de imágenes documentales, literales y sensacionalistas, y construyeron sus imágenes a partir de un nuevo tipo de lenguaje visual.

Las obras interpretadas como presencias indéxicas González, Muñoz y Salcedo resaltan, en efecto, determinados signos o señales, tales como comportamientos clave de las personas, rastros dejados por procesos y materiales, y huellas de acciones realizadas sobre los objetos. En este sentido, comparten con otros artistas extranjeros contemporáneos, como los fotógrafos Willie Doherty, Anthony Hernández y Sophie Ristelhueber, el uso de un lenguaje caracterizado como ‘indéxico’ por varios críticos e historiadores (Company, 2003). La aplicación del concepto de ‘signo indéxico’ a la interpretación de obras de arte fue realizada por Rosalind Krauss al analizar la obra de un grupo de artistas estadounidenses —Gordon Matta-Clark, Michelle Stuart y Lucio Pozzi— quienes realizaron y expusieron sus obras en una antigua escuela pública, P.S. 1, en Nueva York, en 1976. En ese entonces, Krauss definió el ‘índice’ como “(e) se tipo de signo que surge como la manifestación física de una causa, de la cual son ejemplos los rastros, las huellas y los indicios” (Krauss, 1977). Ella consideró las obras portadoras de huellas o signos indéxicos como ‘objetos-rastro’ —objecttraces— que actuaban como ‘receptáculos de evidencia’ —repositories of evidence— o de vestigios del objeto que les servía de referencia: el edificio de la exposición (Krauss, 1977). Desde que Krauss desarrolló el concepto de ‘signo indéxico’, éste ha sido reinterpretado por escritores como Abigail Solomon-Godeau y David Campany (Salomon-Godeau, 1991; Company, 2003). Para ellos, los signos indéxicos presentes en obras recientes como las de los fotógrafos mencionados apuntan, ya no a objetos o estructuras, sino a determinadas acciones o comportamientos que han tenido lugar antes de que el artista llegue al lugar de los hechos. Al igual que los artistas mencionados, González, Muñoz y Salcedo “asimilan su obra a la lógica del indicio” (Krauss, 1977). Sus obras son, pues, ‘objetos-rastro’ o ‘receptáculos de evidencia’ que fuerzan al espectador a cuestionar e interpretar los signos presentes en ellas, y generaron así una respuesta reflexiva por parte de éste. Adicionalmente, transmiten un sentido de presencia en tanto objetos que recrean una realidad —por ejemplo, una situa-

ción social, un proceso físico, un entorno humano—. Ello ocurre no a modo de una representación, sino de una construcción, lo que la convierte en una entidad autónoma. Así, aquello que compone las obras —es decir, las líneas y los gestos figurativos, los rastros que dejan los procesos físicos y las transformaciones de los objetos— son signos de acciones realizadas por los artistas mismos y por otras personas en contextos allende a la obra —y a los que ésta alude— y que deben ser ‘descifrados’. Por lo tanto, sus obras invitan a una reflexión sobre las causas y posibles razones detrás de las acciones humanas y físicas que han dado lugar a la realidad construida por ellos. En este sentido, sus obras tienen implicaciones éticas. Las contradicciones y los signos presentes en ellas generan un proceso inquisitivo acerca del ethos específico, el tipo de acciones humanas, el carácter y los valores colectivos que pueden dar lugar a tales contradicciones. Los artistas involucran al espectador activamente en su intento de comprensión de las acciones humanas que le dan forma a ese entorno. Tanto las obras de González, Muñoz y Salcedo mencionadas, como otras realizadas durante el mismo periodo—Una golondrina no hace verano (figura 6), de Beatriz González; Tiznados (figura 7), de Oscar Muñoz; y Sin Título (figura 8), de Doris Salcedo— posibilitan y reafirman tal proceso reflexivo.

Fig. 6. Beatriz González, Una golondrina no hace verano, 1992, óleo sobre tela 110 x 180 cm

Una golondrina no hace verano (figura 6) fue realizada por González a principios de la década de los noventa, a partir de fotografías publicadas en un periódico de una masacre llevada a cabo por un grupo paramilitar en la población colombiana de Segovia, Antioquia (Rubiano y Rodríguez, 1990). En este trabajo, González usa elementos visuales que transforman la referencia fotográfica original en una síntesis de acontecimientos contrastantes. En un espacio caótico, generado por líneas diagonales que construyen un fondo inclinado, la preocupación de algunas personas—el hombre que camina nerviosamente y que está cargando el ataúd—coexiste con las actitudes pasivas de las otras personas en la imagen—el soldado y la mujer que enmarcan la escena central—. En Una golondrina, González propone una conexión entre los remanentes de acontecimientos violentos—los ataúdes—y las actitudes de indiferencia y de complacencia de algunos de los protagonistas de las obras. Obras como ésta sugieren preguntas acerca 21


de las características del entorno social en el que las actitudes de preocupación e indiferencia coexisten en presencia de los eventos trágicos, o sobre las condiciones emocionales de personas que permanecen pasivas y resignadas frente a situaciones amenazantes.

Fig. 7. Óscar Muñoz, Tiznados, 1990-1991, carbón, yeso y papel sobre madera 71 x 45 cm c/u

Tiznados (figura 7), un grupo de obras que hace parte de la serie Superficies realizada por Óscar Muñoz a principios de la década de los noventa, presenta un nuevo acercamiento a los materiales, las superficies y los procesos físicos. En Tiznados, Muñoz usó madera como soporte, la cual cubrió con capas superpuestas de yeso. A medida que trabajaba, iba adicionando y quitando capas y les añadía, al mismo tiempo, polvo de carbón tras haber molido y frotado trozos de carbón natural. Parte del polvo penetraba las ‘grietas’ del yeso y se introducía entre las hojas de papel; así, era “el polvo remanente el que revelaba la imagen” (Herzog, 2004) sugerente de cuerpos o cadáveres sobre la superficie agrietada. Tiznados fue motivada por las atrocidades cometidas por un grupo paramilitar cerca de Cali. Basándose en el nombre de este grupo, Muñoz escogió el título de la obra, que alude a la muerte y a la reducción de todo a su último estado físico. Dado que el tizne es producido por el carbón quemado, el uso que hace Muñoz del polvo de carbón tiene un significado metafórico más allá de su significado físico (González, 1996). Los signos de cadáveres sobre superficies que sufren un deterioro ‘natural’, en obras como ésta, o la intuición de que la vida de otras personas ha acabado abruptamente, como sus imágenes fijas en otros trabajos lo sugieren, estimulan también una búsqueda de posibles explicaciones. De forma similar, se siente la necesidad de inquirir acerca de razones que puedan explicar la ausencia de seres humanos y la presencia inusual de ropa y de objetos disfuncionales en las obras de Salcedo. En sus Muebles sin título (Princenthal, 2000) Salcedo insistió en crear objetos disfuncionales apoyándose en su persistente percepción de que la violencia produce una desfiguración de la vida. En esta obra, usó objetos domésticos, tales como armarios y ropa, como parte de un lenguaje metafórico. La superficie de los muebles resulta evocadora: materiales como el cemento y el concreto, en combinación con barras de metal, se convierten en 22

elementos altamente expresivos, pues generan un peso ‘inmovilizante’ y una inutilidad disfuncional. Estos materiales hacen aparecer los objetos como algo fuerte y resistente y, al mismo tiempo, como monumentos frágiles y aislados.

Fig. 8. Doris Salcedo, Sin título, 1998, madera, concreto, vidrio, tela, metal 183,5 x 99,5 x 33 cm

En Sin título (figura 8), un armario en posición vertical rellenado con concreto, incluye también remanentes de ropa que pueden verse sólo parcialmente. La ropa está inmovilizada por el concreto. A pesar de su consistencia, parece como si estuviera flotando, suspendida en el tiempo y en el espacio. En vez de haberla guardado en un lugar poco visible o haberse desecho del armario, como muchas personas tienden a hacer una vez que han hecho un duelo, Salcedo hace que el espectador tome conciencia de la imposibilidad de volver a retomar la vida ‘normal’. En esta obra, convergen dos procesos inconclusos: el de confrontar una pérdida y el de conmemorar. Según su carácter indéxico, los objetos hacen que el espectador se pregunte, nuevamente, qué pasó, dónde están los dueños, qué se hace frente a estos objetos y cómo pueden ser liberados, de tal manera que recobren un cierto bienestar.

Vigencia local y global del trabajo de Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo La nueva dirección desarrollada por los tres artistas tiene implicaciones más allá del contexto colombiano desde, al menos, dos perspectivas interrelacionadas: por una parte, la que brindan las dimensiones —sociales, existenciales, antropológicas— abordadas en las obras y, por otra, la que ofrece su concepción de la violencia como signo indéxico. La complejidad inherente a la primera es abordada por cada uno “a través del reconocimiento de opuestos” (Lowen, 1980). González hace tomar conciencia de los problemas intrínsecos a un tejido social específico, al presentar actitudes de indiferencia, resignación y desprendimiento frente a hechos violentos y, simultáneamente, actitudes de preocupación, dolor e involucramiento en los protagonistas de sus obras. La coexistencia de tales actitudes contrastantes sugiere una deficiencia en los valores colectivos que, usualmente, fortalecen los vínculos


Investigador invitado en una comunidad, como por ejemplo la solidaridad, la empatía y la resistencia. En el caso de Muñoz, tanto las figuras evanescentes, como las imágenes fijas, agrietadas o manchadas, hacen caer en cuenta de lo que se ha perdido en un entorno humano donde los asesinatos y las desapariciones ocurren diariamente: la posibilidad de existir, de cambiar y regenerarse, de recordar y olvidar, de reconocerse en la vida de los otros. Por su parte, la ropa y los objetos en las obras de Salcedo evocan, no sólo a los propietarios ausentes, sino también los procesos usuales de clausura que, normalmente, se realizan cuando alguien parte. Los objetos heridos y lisiados hacen tomar conciencia de las repercusiones de la violencia: el quedar incapacitado, disfuncional o atrapado. Al mismo tiempo, permiten reconocer que tal situación es producto de acciones humanas concretas. Estos artistas coinciden en proponer, así, un contraste entre acontecimientos que suceden naturalmente o como parte de convenciones sociales y culturales, y alteraciones de esos acontecimientos provocadas y posibilitadas por seres humanos específicos. Este contraste les permite a los espectadores confrontar los efectos y repercusiones de la violencia, así como los asuntos políticos, sociales y éticos que subyacen allí. Al igual que sus colegas en los años sesenta y setenta, González, Muñoz y Salcedo conciben la violencia como una fuerza perturbadora de incalculable importancia, pero, a diferencia de aquéllos, la asumen como un fenómeno humano con un claro carácter indéxico. Ellos ven en la violencia un signo de su referente: el ethos o ambiente, en el que tal fuerza perturbadora se enraiza. Sin embargo, precisamente debido a que sus obras contienen indicios de vidas individuales y sociales alteradas, interferidas y perturbadas, quien las contempla e interactúa con ellas puede imaginar una vida alterna deseable en contraste con la que las obras revelan: vidas caracterizadas por la resignación y el cinismo hacia los asesinatos, el dolor, la amnesia y un permanente e irresoluto sentido de pérdida de los seres queridos y de la identidad personal. Las dimensiones sociológicas, existenciales y antropológicas a las que estos artistas aluden, así como el carácter indéxico otorgado al fenómeno de la violencia, tienen una resonancia universal. Las experiencias internacionales de la violencia son, en la actualidad, prácticamente globales, lo que contribuye a hacer que su obra sea internacional y universalmente relevante. Tal relevancia se refuerza, además, con el uso de un lenguaje indéxico, que permite múltiples interpretaciones basadas en las diferentes percepciones de los espectadores, y la exploración, por parte de los artistas, de reacciones humanas y procesos naturales que trascienden lugares y circunstancias específicas. Sus trabajos ofrecen una herramienta analítica —la habilidad de reconocer y cuestionar indicios, rastros y huellas— particularmente significativa en un entorno contemporáneo caracterizado por una proliferación de imágenes y acontecimientos —violentos y no violentos— que tienden a ser abrumadores y desorientadores. Al mismo tiempo, las obras permiten hacer una distinción fundamental entre los ethos hu-

manos posibilitantes y las acciones perturbadoras que indican problemas en aquéllos. Esta herramienta y distinción hace posible centrar la atención en las causas y las consecuencias de acciones humanas, más que en hechos inconexos o acontecimientos aislados, usualmente incomprensibles. Aunque provenientes de entornos locales o nacionales, los asuntos que involucran la responsabilidad humana detrás de las masacres, el desplazamiento forzado, la pobreza y otras formas de ‘perturbación’ de la vida, trascienden límites geográficos y culturales. Estos tres artistas abren, así, un debate sobre múltiples asuntos que convergen en las implicaciones del existir humano y en lo que las sociedades verdaderamente requieren. Sus obras aportan, por lo tanto, no solamente al campo artístico, sino también al ámbito social y cultural, al suscitar preguntas y reflexiones críticas sobre la responsabilidad individual y colectiva frente a la construcción de tales sociedades; sobre los valores e idiosincrasias prevalentes y sus repercusiones en las acciones y comportamientos; sobre las condiciones y actitudes necesarias para cambiar lo que se asume como inevitable y eterno. En consecuencia, las obras trascienden el tema de la violencia al concentrarse en los seres humanos y en las sociedades que la sufren y la hacen posible. Nota: en el libro —de donde se han extraído apartes de esta síntesis—, el lector encontrará las notas de pie de página y las referencias bibliográficas utilizadas durante la investigación.

Arte como presencia indéxica La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo en la década de los noventa María Margarita Malagón-Kurka Universidad de los Andes Departamento de Arte 273 páginas 2010

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¿Están las políticas públicas en cultura sujetas a la ‘cultura’ en la cual se generan? Una reflexión a partir del caso Colombiano Jaime Ruiz Gutiérrez*

El concepto de cultura ha variado significativamente a través de los años y con él, lo han hecho las instituciones y políticas que se ocupan de este asunto. Hoy, la propuesta es entender la cultura como fundamento de la nacionalidad y ello tiene implicaciones específicas de gestión.

Propósito

E

l complejo trabajo de la definición y análisis de políticas públicas en cultura, objeto de la presente convocatoria, debe estar sin duda sujeto a la ‘cultura’ en la cual se inscribe. Es apenas natural que la historia y las características de una sociedad sean factores estructurales de los procesos de racionalidad que dan lugar al establecimiento de líneas y contextos de acción en las diversas dimensiones de la vida social. El presente ensayo intenta describir, de una manera bastante general, la evolución que ha tenido en la sociedad colombiana el concepto de ‘cultura’ y las consecuencias que esto ha tenido en los instrumentos para su gestión en el terreno de lo público. Con el fin de contextualizar este debate y entender en la práctica la relación entre estos dos conceptos, al igual que proporcionar una perspectiva histórica que permita situar la coyuntura actual, se presenta a continuación una corta evolución de esta relación en el ámbito colombiano. Esta evolución se inicia a mediados del siglo XIX y se proponen tres etapas en su desarrollo.

1. Evolución de la interacción entre cultura y gestión El concepto de cultura no es evidente, su surgimiento y evolución a nivel teórico reviste diversas etapas, que van desde * Profesor asociado de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes.

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la idea de cultivo del espíritu, ligada a la idea de civilización en su relación con ‘lo salvaje’, hasta la concepción de cultura como fundamento de la identidad, conjunto de valores y comportamientos compartidos por un grupo social. Este recorrido ha sido complejo y rico en enseñanzas. En el caso colombiano, las ideas y los conceptos han llegado bajo determinadas perspectivas y en momentos específicos cuyo conocimiento revela aspectos importantes de la formación de nuestra nacionalidad. Tomaremos como punto de partida la segunda mitad del siglo XIX.

1.1. Primera etapa: cultura y educación (1850-1930) En Colombia, a finales del siglo XIX, el concepto de cultura llegaba bajo la acepción de civilización, según la tradición de la ilustración francesa—que llegó a nuestro país un siglo más tarde—y a través de la idea de educación. Se asumía en los dos sentidos el siguiente aforismo: ‘un pueblo culto es un pueblo educado’; a pesar de los conflictos entre centralistas y federalistas, o entre liberales y conservadores, se coincidía en la importancia de la educación para ‘civilizar este pueblo inculto’. En términos de políticas, públicas se fortalecía la educación, se


Convocatoria abierta hacían colegios, se traían misiones educativas, algunas de carácter civil y otras a través de las comunidades religiosas. Se planteaban debates por el carácter universal o no de la educación y, en el caso que fuera universal, se discutía si esto significaba la inclusión de las mujeres, o si las diferentes clases sociales y etnias tenían igual acceso. Algunos sectores hostiles a la universalidad y obligatoriedad denunciaban los peligros de la educación, ya que ella podría inclusive conducir a subvertir el orden existente. Un hecho destacable en esta primera época lo constituye la reforma educativa liderada por el gobierno del General Eustorgio Salgar, en 1870, considerada como la de mayor aliento en la historia de la cultura nacional. “Esta reforma se caracterizó por tener una concepción integral de la situación educativa, pues incluía desde la formación del maestro hasta la construcción de los edificios escolares y la formulación de una concepción pedagógica coherente con el desarrollo de las ciencias y con una concepción política de los fines del estado” (Mena, 1994). Un punto importante en el desarrollo del concepto de cultura en la sociedad colombiana durante este primer periodo lo constituye la inclusión, en el artículo 41

la Constitución Nacional de 1886, de la siguiente mención: “El estado tendrá (…) la suprema inspección y vigilancia de los institutos docentes, públicos y privados, en orden a procurar el cumplimiento de los fines sociales de la cultura y la mejor formación intelectual, moral y física de los educandos” (Mena, 1994) El énfasis en los aspectos de gestión de la cultura consistió, básicamente, en el desarrollo de la educación, a través de la creación de infraestructura, capacitación de docentes e introducción de técnicas educativas, entre otras. Estas preocupaciones se reflejan en el Decreto 365 del 31 de mayo de 1870, mediante el cual se crea la secretaría de Instrucción Pública y Salubridad con dos secciones: la sección Universidad Nacional y la sección de Instrucción primaria de los Estados y territorios (Mena, 1994).

1.2. Segunda etapa: cultura y ciencias sociales (1930-1991) Una segunda etapa se puede establecer a partir de los años treinta, en los inicios de la denominada hegemonía liberal y, concre-

tamente, en la República Liberal del primer periodo de López Pumarejo. La fundación de la Escuela Normal Superior, bajo una visión europeizante, conformada en gran parte por intelectuales exiliados de origen alemán en la época del ascenso del nazismo en Europa y españoles derrotados de la Guerra Civil, se iba a constituir con el tiempo en un hito fundamental en el inicio de las ciencias sociales en el país. “La parte más brillante de la Escuela Normal Superior fue la sección de ciencias sociales por la calidad de sus egresados, por su producción intelectual, por la calidad de sus profesores, porque allí se enseñó lo más avanzado de la teoría social, y por el impacto que sus egresados han tenido en el desarrollo de las ciencias sociales y su difusión en otras entidades de educación superior, así como por los cambios en la visión del mundo que este núcleo de profesionales introdujo en la sociedad colombiana” (Herrera & Low, 1994). En este segundo momento, se vivía un renacimiento de la visión indigenista en América Latina, tendencia que, en el campo de las artes colombianas se denominó el movimiento Bachué. Los egresados de la Escuela Normal de esta época pueden considerase como la primera generación de científicos sociales colombianos. Recogieron los trabajos de Codazzi y la

Comisión Corográfica, y realizaron investigaciones de campo para proponer que, en lugar de civilizar a este pueblo inculto, se debería conocer, apreciar y entender el patrimonio cultural que habían dejado. Los bienes patrimoniales culturales, que esos pueblos habían legado a las generaciones futuras, mostraban que se trataba de grupos humanos depositarios de un desarrollo espiritual, técnico y social desconocido y menospreciado. Como complemento a la educación, se deberían difundir y hacer conocer las características sociales y espirituales, y las realizaciones materiales de estas culturas precolombinas. Guillermo Fernández de Alba, figura de primer orden en esta Escuela, lo manifestaba, en 1935, en los siguientes términos: “Vosotros lo sabéis más que yo, y en las andanzas por veredas y escuelas habréis sentido lo que estas supervivencias significan. ¿No hemos pensado todos que para dar al pueblo un carácter dignamente nacionalista es necesario revaluar ese concepto general del indio estudiándolo con criterio americano, hallando en él las virtudes que cuatro siglos de historiadores se han empeñado en revaluar o adulterar?” (Herrera & Low, 1994). Es así como mediante la Ley 12 del 17 de diciembre de 1934 se reforma la estructura orgánica del Ministerio de Educación Nacional y se establece la dirección de Universidades e Insti25


tutos de alta cultura y la dirección de bellas artes, bibliotecas, monumentos públicos y reliquias prehistóricas. Las otras tres direcciones que contempla el decreto son: Dirección de normales e institutos pedagógicos de educación primaria, Dirección de bachillerato y educación femenina y Dirección de educación física. En este segundo momento, podría afirmarse que el concepto de cultura evolucionó de una visión anterior donde se entendía como un atributo de un grupo social, en términos de civilizado o inculto, a una visión de la cultura bajo una acepción de carácter funcionalista, como la receptora de la memoria de un pueblo. En este momento, se consolida el concepto de patrimonio cultural, con lo que se da lugar al establecimiento de instituciones que permitieran estudiar y difundir estos valores. Ello se refleja en las nuevas dependencias que, para tal fin, había establecido el Ministerio de Educación, como se mencionaban anteriormente. La fundación del Museo del Oro por parte del Banco de la República, en 1938, es parte de esta evolución conceptual y administrativa. En esta segunda etapa, las reformas administrativas van en el mismo sentido; es decir, buscan proteger el patrimonio cultural de la nación, promover el desarrollo de las bellas artes y conocer y difundir los valores de la cultura colombiana. Estas acepciones en que se conjuga el concepto de cultura en esta segunda época corresponden a la tendencia internacional existente en la definición, comprensión e instrumentalización de este concepto. En el caso colombiano, seguirán siempre atadas y subordinadas a la dimensión educativa. Es así como se producen nuevas instituciones; vale la pena mencionar el Decreto 2261 del 10 de julio de 1947 en el cual se reorganiza nuevamente el Ministerio de Educación Nacional enfocado a la realización del Plan General de Educación con el objeto de “garantizar unidad, continuidad, eficiencia en la obra cultural y educativa a cargo del Ministerio de Educación Nacional, se crea el Consejo Superior Permanente de Educación como entidad asesora” (Mena, 1994). Se estableció, igualmente, la Secretaría General, con manejo directo sobre las siguientes dependencias: • • • • • • •

Instituto Caro y Cuervo Servicio Arqueológico e Instituto Etnológico Registro de propiedad intelectual Educación física Academia de la Lengua Academia Nacional de Historia Sección de Cinematografía

Para 1950, el Ministerio de Educación, en lo que atañe a cultura, establece la dependencia denominada Unidad de Alta Cultura, la cual cobija las siguientes secciones:

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• Departamento de extensión cultural y bellas artes • Exposiciones artísticas, conciertos, conferencias culturales • Teatro y cine educativos • Revista de las Indias y publicaciones • Feria del libro • Educación artística (dibujo y canto) • Comisión Nacional de Folclor • Banda Nacional de Bogotá • Teatro Colón • Academia Nacional de la Lengua • Academia Nacional de Historia • Departamento de radiodifusión • Instituto Caro y Cuervo • Instituto Etnológico • Instituto Antropológico Social • Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán. Posteriormente, en julio de 1966, se realiza el primer Congreso Nacional de Cultura, el cual en su declaración final acuerda manifestar al gobierno: “La urgencia de estructurar, a nivel de Estado, un organismo encargado de promover, proteger, apoyar y difundir las manifestaciones de la cultura colombiana en todos los campos” (Mena, 1994). Dos años después, en 1968, se funda el Instituto Colombiano de Cultura mediante el Decreto 3154 del 26 de diciembre cuyo objetivo fundamental se define de la siguiente manera: “Corresponde al Instituto el fomento de las artes y las letras, el cultivo del folclor nacional, el estímulo de bibliotecas, museos y centros culturales y la divulgación de la cultura nacional” (Mena, 1994). Formalmente, se establece como institución adscrita al Ministerio de Educación. A través del mismo Decreto de fundación del Instituto Colombiano de Cultura se crea el Consejo Nacional de Cultura como organismo consultivo adscrito igualmente al Ministerio de Educación el cual está formado por los siguientes catorce miembros: ministro de Educación, ministro de Relaciones Exteriores, director del Icfes, director del Icetex, director del Instituto Caro y Cuervo, director del Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, presidente de la Academia Colombiana de la Lengua, presidente de la Academia Colombiana de Historia, presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, el director del Instituto Colombiano de Cultura y cuatro representantes de asociaciones o personas vinculadas con la cultura. El primer esfuerzo en la formulación de una política de desarrollo cultural corresponde al proyecto de asistencia técnica de la Unesco, aprobado en 1972 por el Pnud con el objeto de


Convocatoria abierta asesorar al Instituto Colombiano de Cultura para la formulación definitiva del Programa Nacional Integral de Desarrollo Cultural. Dentro de esta evolución institucional en el manejo de la cultura al final de este segundo período, se podrían mencionar los siguientes dos aspectos. Por un lado, en la administración de Belisario Betancur, se aborda en forma específica y explícita una política cultural integrada al Plan de desarrollo del gobierno dentro de uno de los tres grandes objetivos que se propuso, como fue el del ordenamiento del cambio social, una de cuyas estrategias se definió como la “afirmación de la identidad cultural”. En último término, se podría mencionar la administración del presidente César Gaviria (1990-1994), durante la cual se “reconoce que, si la constante histórica de la gestión cultural en Colombia es la irracionalidad, al Estado le corresponde infundir coherencia en este campo. Racionalizar, en este caso, quiere decir crear una nueva estructura institucional del sector cultural, emprender la descentralización; ampliar los mecanismos de financiación de la cultura; y modernizar, en general, al sector y a Colcultura” (Mena, 1994). Argumentos que se consolidarán en la estructuración del Sistema Nacional de Cultura en ese momento, el cual se conforma a través de los consejos regionales, departamentales y municipales y la posterior creación del Ministerio de Cultura, en 1997. Es en este punto donde termina esta segunda fase en la evolución de la interacción entre gestión y cultura a nivel nacional, la cual sigue aún supeditada, en gran medida, al concepto de educación, como se refleja en su adscripción al Ministerio de Educación. La tercera fase corresponde, igualmente, a una nueva evolución en el concepto de cultura. De una definición que, en una primera etapa, caracterizaba el estado de desarrollo de la sociedad Colombiana, se evolucionó a una segunda, de carácter funcional, donde se puntualizaba la cultura como la depositaria de una memoria colectiva. Después, se inicia una tercera etapa que consagra la cultura como el fundamento de la nacionalidad. Es decir cultura, a partir de este momento, se va a entender como un concepto holístico, sistémico e integral que plantea enormes desafíos para su gestión, los cuales se verán reflejados en los desarrollos institucionales que tendrá el sector a partir de la entrada en vigencia de la Constitución de 1991.

1.3. Tercera etapa: cultura como fundamento de la nacionalidad (1991) La Constitución de 1991 reconoce “la cultura como fundamento de la nacionalidad”, es decir, la evolución conceptual

del término cultura presenta un salto cualitativo fundamental al consagrar que no es la religión, no es la raza, no es el territorio, sino que es la ‘cultura’ la que fundamenta, identifica y determina la nacionalidad colombiana. Este cambio es básico pues “las estructuras políticas y jurídicas importadas, con desconocimiento de los valores culturales y de los procesos históricos de los pueblos de América Latina y África, han entrado en crisis y han generado conflictos de gran complejidad, conflictos que solo se resolverán a partir del conocimiento y el reconocimiento mutuo entre las partes en tensión: centro-regiones, privilegiados-marginados, clases dominantes-mayorías relegadas, blancos-negros-indios-mestizos, castas-descastados” (Sanabria, 2000). El concepto de cultura reviste, por tanto, un carácter envolvente e integral y el quiebre institucional a que se refiere la citación anterior trae como consecuencia que el papel de la cultura, en el caso colombiano, va a adquirir una importancia fundamental. Ya no se puede ver como un conjunto de organizaciones sino que se debe preparar para constituirse en una de los sectores fundamentales de la actividad nacional. En este sentido, la Constitución de 1991 le dio importancia de primer orden a la inclusión de los derechos culturales, los cuales compartieron el capítulo 2 del título II junto con los derechos sociales y económicos (Sanabria, 2000). De acuerdo con este recorrido, el Ministerio de Cultura nace en 1997 con una perspectiva y una envergadura de alcance excepcional. “Si se logra entender la real dimensión de lo que hasta aquí hemos venido presentando a brochazos, como contenido de la Ley general de cultura, se podrá comprender que ésta no es la ley del Ministerio de Cultura y que su objetivo fundamental no fue crear ese organismo. Éste debe concebirse como una herramienta que debe facilitar los objetivos propuestos en la Ley en relación con los derechos de los colombianos” (Sanabria, 2000). Al repasar un poco la evolución del concepto de cultura y las formas de gestión que el país ha desarrollado a través de los años, se observa una clara tendencia que hace que la misión del Ministerio, en este momento, esté íntimamente ligada con el importante protagonismo que se le otorga a la cultura. El sector se empieza a consolidar con dos características principales. La primera es la de estar encargado de los aspectos relacionados con el fundamento de la nacionalidad, como se ha mencionado reiteradamente; la segunda, un aspecto igualmente importante, consiste en vislumbrar el sector desde el punto de vista de la creación de valor económico. Este último aspecto se menciona explícitamente en el Plan Nacional de 27


Cultura 2001-2010. En su capítulo 5, Campos de Políticas, se plantean como estrategias para el aspecto de cultura y economía, el “fomento a las micros, pequeñas y medianas empresas culturales”, inclusive se menciona el fomento a las industrias culturales y la vinculación de sus propósitos con las políticas económicas y sociales del Estado. Los cambios profundos que estas nuevas situaciones legitiman son inéditos: el surgimiento de nuevas identidades, la presencia actuante de las minorías étnicas, la conciencia de la diversidad y multiplicidad de la sociedad, el reconocimiento de los saberes ancestrales y demás ‘descubrimientos’ de lo ‘colombiano’ implican profundos cambios en la conciencia nacional. En la sociedad patriarcal que había marcado nuestra historia republicana, no había cabida sino para dos clases sociales representadas por la ‘gente bien’ y la ‘indiamenta’, mientras que en la Colombia multicultural se legitima la heterogeneidad étnica y social que es la base de la definición de la sociedad. Más aún, este aspecto constituye la causa fundamental del nuevo valor que se entroniza: la ‘diversidad’ cultural, territorial, étnica y ambiental, como característica definitoria de la nacionalidad. Lo que antes constituía una ‘vergüenza’, en la Colombia multicultural se convierte en motivo de orgullo.

La cultura no es ya un concepto menor, su proyección se extiende a las áreas de conducción de la sociedad, se introducen en el terreno de las políticas públicas. Así, se promulga la Ley nacional de cultural, en 1997, que da origen al Ministerio de Cultura. Se presenta un florecimiento del término, se habla de cultura ciudadana, la cultura se hace un concepto omnipresente y se establece el Plan Nacional de Cultura para el periodo 2001-2010. Esta evolución marca igualmente una nueva tendencia en la visión del sector cultural, un cambio de concepción, en concordancia con lo que está sucediendo en el campo de la cultura en el panorama internacional. Se superpone a la visión tradicional del carácter subsidiado de la actividad cultural, una visión de corte empresarial en la cual “las actividades basadas en la creatividad se han ido convirtiendo en uno de los sectores más 28

dinámicos de la economía mundial. En las últimas tres décadas las industrias culturales y creativas han incrementado de manera exponencial su contribución al desarrollo económico y a la generación de empleo, tanto en países desarrollados como en desarrollo” (El sector cultural hoy, 2009). Este cambio de perspectiva implica un reacomodamiento de los diversos agentes que intervienen en el proceso de creación de valor en el sector del arte y la cultura. El creador cultural se convierte en un nodo fundamental en este proceso dentro de una red de múltiples agentes e instituciones en los cuales los criterios de subsidio se van sustituyendo por habilidades y conocimientos de corte empresarial y de gestión administrativa.

2. Conclusión A manera de conclusión de este breve ensayo, se puede observar que las instituciones que el Estado colombiano ha creado para llevar a cabo la gestión de lo ‘cultural’ a lo largo de su historia guardan una estrecha relación con la evolución en la definición y conceptualización del término. Al mirar, en retrospectiva, las tres etapas propuestas, se puede notar que esta convergencia cada vez ha sido más sincrónica. Inicialmente, la relación entre cultura y educación se desarrolló en un periodo de tiempo mayor, mientras que la cultura como factor envolvente de la sociedad se convirtió en un fenómeno inédito que hizo necesario desarrollar una visión específica más acorde con la multiplicidad del término. Éste es el núcleo del desafío y una oportunidad para fortalecer el papel conceptual y simbólico de lo ‘cultural’ dentro de nuestra sociedad, en la cual los cambios de paradigma reflejan esta evolución.

Referencias Herrera, M. &: Low, P. (1994) Los intelectuales y el despertar intelectual del siglo. El caso de la Escuela Normal Superior una historia reciente y olvidada. Universidad Pedagógica Nacional. Imprenta Nacional de Colombia. Bogotá. Mena Lozano, U., Herrera Campillo, A. (1994). Políticas culturales en Colombia. Discursos estatales y prácticas institucionales. M&H Editoras. Editorial Nomos. Bogotá. Sanabria, Alberto (Compilador) (2000). Ley general de cultura. Versión concordada y completada. Ministerio de Cultura. Imprenta Nacional de Colombia. Bogotá. Seminario Internacional. (2009) El Sector Cultural hoy: oportunidades desafíos. Universidad Tecnológica de Bolívar. Ministerio de Cultura. Bogotá.


Debate

¿Para qué le sirven las políticas públicas a la cultura? Claudia Montilla Vargas + Jesús Martín-Barbero + Nicholas Morgan + Luis Armando Soto Boutin + Fernando Vicario

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¿Para qué le sirven las políticas públicas a la cultura? Claudia Montilla Vargas – editora invitada

¿P

ara qué le sirven las políticas públicas a la cultura? y ¿por qué hay que hacer políticas publicas en cultura? fueron las preguntas que planteamos. Las respuestas amables estuvieron a cargo de uno de los pensadores más significativos en el tema, como lo es el colombo-español Jesús Martín-Barbero; de un gestor globalizado con alta experiencia en la cooperación internacional, como el español Fernando Vicario; de un estudioso de lo cultural desde la investigación académica, como el galés Nicholas Morgan; y de un practicante de las políticas culturales por más de quince años, el colombiano Luis Soto. A través de sus escritos encontramos itinerarios diversos para la conversación acerca de las políticas culturales. La política pública es un marco de referencia común que determina una regulación colectiva para un sector que, a juicio del Estado, es importante. Las políticas públicas son entonces cruciales en cuanto constituyen un marco de referencia común para que un sector determinado, como la cultura, por ejemplo, sea posible y tenga incidencia en la sociedad. En la actualidad, el debate sobre el deber ser y los alcances de las políticas culturales ha llamado la atención de muchos sectores en diversas sociedades y grupos de interés. La Unesco, La AECID, la OEI, la OEA, el BM, el BID y un sinnúmero de países han llegado a considerar que sin políticas culturales no hay democracia ni desarrollo. Y si bien las políticas públicas no resuelven los problemas, por lo menos crean el marco dentro del cual se hace posible la actuación. En el campo cultural, las políticas públicas son fundamentales porque a través de ellas se diseña una regulación colectiva que fortalece la creatividad, la democracia, la ciudadanía cultural, la diversidad de identidades y la equidad en la asignación de recursos y acciones públicas. 30

Las teorías contemporáneas definen la cultura como aquello que inscribe al individuo en el mundo, lo legitima y le permite construir sentido. En la práctica, la cultura es el campo de lo diverso, lo múltiple, lo fluido; por esta razón, los estudiosos hablan de culturas, en plural. En nuestro debate, por ejemplo, Nicholas Morgan afirma que la cultura incluye todo lo que tiene que ver con los procesos mediante los cuales se construye el sentido y que es el espacio no sólo de lo que se hace y lo que no se hace, sino también de quién cuenta y quién no cuenta en la sociedad. Por eso mismo, concluye Morgan, las políticas culturales deben extenderse a todos los ámbitos de la experiencia humana. Así, el campo de la(s) cultura(s) en nuestra contemporaneidad hace referencia a manifestaciones como lo que denominamos las bellas artes –música, artes plásticas, teatro, danza, escultura, literatura, cine—,pero también a la diversidad cultural o a aquello que reconocemos como experiencias de la identidad—lo afro, lo indígena, las sexualidades—, a los usos y costumbres populares—fiestas, carnavales, bailes, música—y a las industrias culturales—medios de comunica-

ción y medios digitales—. Lo cultural adquiere significación social y política desde sus adjetivos ‘ciudadano’, ‘diversidad’, ‘juvenil’, ‘femenina’, ‘étnica’. La cultura se ha convertido, entonces, en estrategia de alto valor político para el reconocimiento de la discriminación y la desigualdad, uno de los logros más importantes de la democracia.


Debate Nuestros invitados comparten la idea de que “la cultura es un bien público” y que, por lo tanto, como escribe Soto, “el Estado no puede marginarse de su obligada tarea de asegurar las bases para que los creadores y los ciudadanos obtengan las condiciones para crear y expresarse con plenitud”. Y en este sentido, Colombia tiene la capacidad de crear políticas públicas culturales porque, como lo presenta Morgan, somos “un país institucionalmente avanzado” gracias a ese gran invento cultural que fue la Constitución de 1991, que reconoce “las reivindicaciones culturales” de la diversidad nacional. Pero este reconocimiento sigue siendo un horizonte y no una práctica cotidiana; somos diversos en la retórica pero no tanto en las prácticas ciudadanas. Podría decirse que la diversidad cultural surge cuando se trata de las campañas de imagen del país y poco más. Esto se debe, tal vez, a que seguimos la fórmula de que “El Estado debe apoyar la cultura sin intervenir”, lo que al fin de cuentas se reduce a que los gestores culturales y sus iniciativas, junto con el mercado, sean quienes marquen el rumbo de los asuntos culturales. Así, Colombia cuenta con muy buenas políticas en el ámbito del cine, del libro y del patrimonio; políticas dispersas, fragmentarias y hasta excluyentes en las artes, los museos y las memorias; políticas de mercado para las tecnologías, el internet, el entretenimiento y los medios masivos; y políticas de inclusión de las mujeres, lo indígena y lo afro. Sin embargo, no se aprecia en el panorama un sentido compartido o unificado. Y es que para promover políticas públicas hay dos opciones: regular todo en detalle o regular lo mínimo pero fundamental que organice los principios del sector y que permita libertad de movimiento e imaginación. En cualquier caso, independientemente del rumbo que tome la formulación, hay una serie de asuntos a los que debe referirse una política pública cultural: la institucionalidad del sector cultural; los programas de estímulos a la creación, la memoria y la investigación; la promoción y fomento de las artes; la educación artística dentro del curriculo escolar; la creación y desarrollo permanente de museos, archivos y centros de memoria; la regulación respecto a la identidad y diversidad cultural; la protección de las minorías étnicas y las tradiciones identitarias; la preservación del patrimonio cultural material e inmaterial; los medios de comunicación, internet y telefonía celular; la distribución de las obras culturales; la educación, formación y fomento de las audiencias y la promoción del respeto de los derechos de autor. A partir de los textos de nuestros invitados, podemos reconstruir tres preguntas que podrían organizar la reflexión sobre la cultura y sus políticas culturales: La primera pregunta tiene que ver con definir cuál es el lugar de la cultura en la sociedad. Jesús Martín Barbero propo-

ne pensar la respuesta desde las artes, las identidades y las mutaciones de las tecnologías de la comunicación. Fernando Vicario invita a pensar en cómo instaura el individuo nuevas formas de lo público en las cuales poner en juego la capacidad de convivir y encontrarse como ciudadano. Luis Soto explica que la cultura sirve para ejercer la creatividad, la capacidad de soñar y de apuntar a nuevos futuros y para lograr que la sociedad tenga cada vez más conciencia crítica y los ciudadanos más medios para ser sí mismos. Nicholas Morgan nos recuerda que la cultura es un bien social que hay que fomentar y proteger y un lujo del cual los políticos pueden prescindir en los momentos de crisis presupuestal. Y es que para los políticos, la cultura sigue siendo marginal, porque desvía de lo que ‘realmente cuenta’. Por eso al hablar de ‘políticas de la cultura’ haríamos bien de recordar que todas las políticas son en sí culturales, que hay que pensar la ‘cultura política’ y la sensibilidad cultural en la política. La otra pregunta es qué significa hacer políticas culturales en nuestro tiempo. Las respuestas tienen que dar cuenta, según Martín-Barbero, de la explosión de los fundamentalismos identitarios, la fragilidad de la identidad individual, la reinvención de las identidades culturales, la idea de interculturalidad, el debilitamiento de los Estados-nación, las industrias mediáticas y digitales, las migraciones poblacionales y los procesos de comunicación intercultural. Fernando Vicario explica que la política cultural es un ensayo social para la construcción del modelo que soñamos para nuestro entorno, la acción para incorporar de forma ordenada todos los disensos sociales, escucharlos, darles su espacio de crecimiento y conseguir que actúen de forma coordinada por el bien social. Luis Soto afirma que el lugar de las políticas culturales es aquél donde se concretan sueños y aspiraciones de las comunidades y donde se incorpora la cultura en las tomas de decisión de entidades territoriales y nacionales, y que las políticas culturales sirven para la transformación de ciudades; el reconocimiento de patrimonios; el fomento de creadores, investigadores y gestores culturales; ejercer la creatividad y la capacidad de futuro; asegurar el pluralismo y la diversidad; propiciar la crítica, el disenso y la inconformidad. Finalmente,¿Y qué políticas? Necesitamos políticas que sean capaces de activar conjuntamente lo que proponen los territorios, las artes, las etnias y las raigambres con lo que ponen las redes, los flujos y los circuitos. Unas políticas culturales que sirvan para conservar, fomentar y cuidar lo cultural; para innovar, crear y potenciar su inserción en los procesos de educación y cohesión social; para fomentar la creatividad, la diversidad, la participación a través de fiestas, espacios públicos compartidos, exposiciones abiertas y espectáculos para todos los sectores sociales; para preservar la memoria. Y unas políticas culturales que no estén sujetas a los vaivenes de las culturas políticas ni a los caprichos de los gobernantes de turno. 31


Retos de las culturas a las políticas públicas Jesús Martín-Barbero

1.

Re-ubicación de la cultura en la sociedad

Dos movimientos están transformando radicalmente el lugar de la cultura en la sociedad: el estallido de las identidades y la mutación de las tecnicidades. El primero evidencia cómo la identidad, que durante siglos fuera una dimensión densa del lazo social, amenaza hoy ese lazo desde su exacerbación implosiva, tanto en los individuos como entre las colectividades. La emergencia de los fundamentalismos identitarios hace parte de la forma en que los sujetos individuales y colectivos reaccionan a la amenaza que sobre ellos hace caer una globalización cada día más radicalizadora de los instintos básicos: impulsos de poder y cálculos financieros. Nos hallamos, entonces, ante una explosión de los fundamentalismos identitarios y, a la vez, ante la fragilidad de la identidad individual, ante una creciente fragilización de toda identidad. Pero, por otro lado, los procesos de globalización económica e informacional están reavivando la cuestión de las identidades culturales —étnicas, raciales, locales, regionales, de género, de edad— hasta el punto de convertirlas en dimensión protagónica de muchos de los más complejos conflictos nacionales e internacionales de los últimos años, al tiempo que esas mismas identidades están reconfigurando la fuerza y el sentido de los lazos sociales, las posibilidades de convivencia en lo nacional y, aún, en lo local. El segundo movimiento evidencia cómo el lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural. La tecnología 32

remite hoy no sólo y no tanto a nuevos aparatos, sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. La tecnología deslocaliza los saberes modificando sus demarcaciones y jerarquías, lo que está conduciendo a un fuerte emborronamiento de las fronteras entre razón e imaginación, saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia. Y, por otro lado, la experiencia audiovisual está siendo trastornada por la revolución digital que hace emerger una visibilidad cultural que se está convirtiendo en escenario de una decisiva batalla política entre el viejo poder de la letra y la nueva alianza entre las oralidades y visualidades culturales de las mayorías, con las nuevas escrituras y creatividades que inauguran las redes digitales de la virtualidad. Esos dos movimientos se traducen en tres desafíos que están desconcertando a las políticas culturales:

a]

El debilitamiento de los Estados-nación por una mundialización de los mercados que afecta directamente las condiciones de vida de las culturas y el funcionamiento de las industrias culturales, desde los medios ‘tradicionales’—prensa, radio, televisión— hasta las nuevas industrias digitales, de producción de contenidos y de su distribución: es lo que demuestran Google, Youtube y Facebook. Es decir, entre los flujos digitales y las migraciones poblacionales el sentido y el ‘valor’ del espacio de lo nacional se transforman día a día.


Debate

b]

El desdibujamiento de, y el solapamiento entre, los antes claramente diferenciados campos culturales que hoy atraviesan una fuerte reestructuración exigida por las nuevas formas industriales de producción y por la convergencia tecnológica. Se trata, en primer lugar, del paso de la producción en serie a otra más flexible, capaz de programar variaciones ‘cuasi-personalizadas’ para seguir el curso de los cambios en el mercado. Un modelo de producción así, que responde a los ritmos del cambio tecnológico y a una aceleración en la variación de las demandas, no puede menos que conducir a formas flexibles de propiedad. Nos encontramos ante verdaderos movimientos de ‘des-ubicación de la propiedad’, que recurre a alianzas y fusiones móviles que posibilitan una mayor capacidad de adaptación a las cambiantes formas del mercado comunicativo y cultural. Como afirma Castells, la estructura de las industrias de alta tecnología en el mundo es una trama cada vez más compleja de alianzas, acuerdos y agrupaciones temporales, en la que las empresas más grandes se vinculan entre sí, con otras medianas y hasta pequeñas en una vasta red de subcontratación. Ahí se inserta, explícitamente, el sentido que ha tenido la convergencia tecnológica: la asociación del desarrollo tecnológico con la des-regulación de los mercados y la concentración del poder informativo y comunicacional. En el rediseño del papel del Estado por las políticas neoliberales, el descentramiento alentado por las nuevas configuraciones de la tecnología ha servido de cobertura ideológica a la más brutal concentración de medios y tecnologías en oligopolios impensables hasta hace unos pocos años. Las formas más brutales de concentración económica acaban tramposamente confundidas con la digitalización sin barreras. Pero en un segundo momento, convergencia digital ha pasado a significar una mutación comunicativa que entrecruza dos movimientos: la hiperconectividad [TV + Internet + Telefonía móvil], y la transformación de la hasta ahora tranquila ‘intermedialidad’ de géneros o programas del medio

televisivo en los potentes ‘virus’ de los flujos que des-programan la televisión. Claro que ese proceso va a tomar su tiempo, pero la anchura del espectro que abre la TV Digital Terrestre descoloca a ‘la televisión’, abriéndola a una pluralidad de televisiones cuyas peculiaridades van a tener mucho que ver con las formas de inserción de la producción televisiva en la web y viceversa, con la maneras de poner en televisión la loca y confusa, pero

también rica y diversa producción audiovisual que circula en la web. Y, otra vez, lo que ahí importa de veras no es lo que pasa en cada mundo —el de la TV y el de la web—, sino cuál va a ser el rostro de una televisión local atravesada por, e inserta en, lo global, o qué va a significar e implicar lo global en una televisión que busque ser, de veras, ciudadana. Estas preguntas no pueden ser respondidas tecnológicamente, sino desde un nuevo sentido/proyecto de la política cultural y comunicativa.

c]

El paso de la mera afirmación de la multiculturalidad a la idea de interculturalidad, no como unas relaciones impuestas a las culturas desde arriba, sino a los nuevos procesos de comunicación intercultural: la intensificación de la comunicación e interacción de cada cultura con las otras culturas de cada país y del mundo, la comunicación experimentada como una posibilidad de romper la exclusión mediante una profunda experiencia de interacción cultural que, si comporta riesgos, también abre nuevas figuras de futuro. Antes de aparecer en el campo de la tecnología, la idea de convergencia había hecho presencia en el ámbito de la cultura a través, justamente, de la idea de interculturalidad, que nombra la imposibilidad de una diversidad cultural comprendida desde arriba; esto es, deseada o regulada al margen de los procesos de intercambio entre las diversas culturas. Y ese intercambio se ubica hoy en un claro más allá del ámbito que delimitan las fronteras geopolíticas de lo nacional.

2.

La apropiación/consumo cultural desborda sus usos y costumbres

La promiscuidad entre los campos culturales, económicos y tecnológicos no se debe sólo a la reestructuración de los mercados y la fusión de empresas procedentes de ramas productivas distintas. Es también resultado del proceso de la formación de hábitos culturales distintos en lectores que, a su vez, son espectadores e internautas. La digitalización conjunta de textos, imágenes y todo tipo de mensajes que se van integrando en la televisión, el ordenador y el móvil está haciéndose desde hace varios años. Así como la fusión de empresas editoriales, audiovisuales y electrónicas diluye la autonomía del campo literario, los campos artísticos y los campos mediáticos acercan la condición de lector y la condición de espectador a medida que vamos reconvirtiendo esas prácticas como internautas.

33


Con internauta aludimos a un actor multimodal que lee, ve escucha y combina materiales diversos, procedentes de varios campos. Esta integración de acciones y lenguajes ha reubicado la institución donde se aprendían las principales destrezas—la escuela—y redefine el campo educativo. Los jóvenes adquieren en las pantallas extracurriculares otra formación en la que conocimiento y entretenimiento se combinan. También se aprende a leer y a ser espectador siendo televidente e internauta Lo nacional tampoco coincide ya con los territorios históricamente identificados con los nombres de esos países: africanos en Francia o latinoamericanos en España, las ambivalentes interacciones entre lo local y lo transnacional son las remesas de los migrantes. Pero los migrantes no sólo envían dinero sino también información, intercambian experiencias en las dos direcciones y establecen ‘comunidades transnacionales’ constantemente comunicadas: hoy los abuelos están aprendiendo a manejar internet para comunicarse con sus hijos y nietos en la otra punta del mundo. Las interacciones entre los modos letrados, mediáticos y digitales de hacer cultura, así como las migraciones ‘transterritoriales’ de personas y bienes, ya no se dejan entender como estructuras y necesitan ser comprendidas como procesos insertos en la circulación de los muchos tipos de redes y de flujos.

3.

más allá de sus acostumbrados espacios nacionales y políticos, en las nuevas redes que desbordan los campos de la política o de la cultura y reinsertan sus prácticas en nuevos modos de interacción social, tan descuidada por la mayoría de los gobernantes y tan vitalmente importante para montones de ciudadanos, especialmente los más jóvenes. Se habla hoy de ciudadanías culturales para nombrar a las ciudadanías que responden a la creciente presencia de estrategias de exclusión y de empoderamiento, ejercidas en y desde el ámbito de la cultura. Pues la ciudad es hoy el espacio clave en la reinvención de la democracia y la formulación de políticas culturales desde abajo. Y se habla también de los derechos culturales para nombrar el entretejido que existe entre diferencia cultural y desigualdad social, de ahí que es en el reclamo y el reconocimiento de los derechos culturales de los indígenas, los afrocolombianos, las mujeres, los homosexuales, donde la cultura se convierte en ámbito del ejercicio ciudadano al luchar por la inclusión social y la participación política. También los derechos culturales responden a la necesidad de subvertir las jerarquías y los maniqueísmos que aún mantiene nuestra sociedad y nuestro sistema escolar entre lo letrado y lo oral, lo erudito y lo popular, lo serio y lo lúdico, lo propio y lo distinto.

Necesitamos otros tipos de políticas

Los derechos culturales responden

Necesitamos otos tipos de políticas que sean capaces de activar conjuntamente:

quías y los maniqueísmos que aún

- lo que ponen los territorios, las etnias y las raigambres - lo que ponen las redes, los flujos y los circuitos

sistema escolar entre lo letrado y lo

Y ello tanto en los megacircuitos, como en los de escala pequeña y mediana, con la localización incierta de los procesos culturales. Lo que aparenta ser la disolución de los lazos sociales está abriendo la cultura cotidiana a una nueva organización de los vínculos entre realidad y ficción, entre poderes efectivos y simulacros, entre lo local y lo global. Y una de las primeras condiciones básicas de la vida cultural es la ciudadanía. Necesitamos políticas que ubiquen la ciudadanía

34

a la necesidad de subvertir las jerarmantiene nuestra sociedad y nuestro oral, lo erudito y lo popular, lo serio y lo lúdico, lo propio y lo distinto.

Las políticas culturales no pueden ser dejadas al arbitrio únicamente del Estado y el gobierno, sino que deben ser ideadas y formuladas por toda la gama de sus actores: creadores, gestores, investigadores, comunicadores; productores públicos, privados e independientes.


Debate

La gestión cultural: más que un gesto Nicholas Morgan*

H

ablar de las políticas públicas en el campo de la cultura no es tarea fácil. Entrar en este terreno es entablar una discusión que puede tornarse laberíntica, sobre todo en lo que se refiere a la definición del término central. En lo que sigue, por lo tanto, voy a intentar simplificar la discusión acerca de lo que significa la cultura para identificar algunos aspectos importantes de un debate sobre lo que es, y lo que debería ser, la relación entre el Estado y lo cultural. Esto implica, por supuesto, considerar cómo se tiende a pensar la cultura desde el Estado. Como veremos a continuación, ésta no es una pregunta marginal, sino sumamente reveladora del modelo de sociedad imaginada por los arreglos institucionales. Consideremos, entonces, el problema de las definiciones. ¿Qué es, realmente, el campo de la cultura? En términos generales hay dos maneras de entender esto. Primero, existe la tendencia de considerar lo cultural como una esfera relativamente autónoma, es decir, como algo parecido a un ‘campo’ en el pensamiento del sociólogo francés, Pierre Bourdieu. Las políticas públicas intervendrían en esta esfera que comprende todo lo que se relaciona con las artes. Entre ellas figuran las inversiones estatales en la creación artística, la promoción de las entidades y eventos culturales, y las subvenciones que se ofrecen a las personas reconocidas como artistas. Históricamente, en muchos países, el tipo de producción cultural asociada con este campo ha sido apreciada en tanto manifestación de la ‘cultura nacional’, por su capacidad de expresar valores fundamentales y promover la cohesión social. Aún así, es notable que estas políticas no

tengan mayor prestigio en el momento de asignar recursos, a pesar de la pretensión del Estado de entender la cultura como un bien social que hay que fomentar y proteger. Al decir esto, por supuesto, tengo en mente cierto tipo de Estado, a saber, el Estado neoliberal que todavía predomina en gran parte del mundo, a pesar del evidente fracaso del modelo que promueve. Las administraciones neoliberales tienen una visión de la política constreñida por una visión ideológica de las relaciones económicas. Ubicuo y omnívoro, el mercado fija el precio de todo, desde el barril de petróleo hasta un lienzo de Van Gogh. Esta manera de pensar explica el lugar ínfimo de la cultura en el pensamiento de los gobiernos de esta infeliz era. Mientras que la industria cultural puede tener cierta importancia, la producción cultural, en general, es un lujo del cual podemos prescindir en los momentos de crisis presupuestal. E incluso en épocas de relativa abundancia, la cultura sigue siendo marginal, porque desvía nuestra atención de lo que ‘realmente cuenta’. Es por eso que se siente cierto desdén entre los gobernantes de corte neoliberal hacia las subvenciones a las creaciones artísticas. Y eso es apenas lógico, porque para la ideología del mercado aquello que no es capaz de sobrevivir por cuenta propia sencillamente no merece perdurar, aunque esta filosofía pseudo-darwiniana jamás se aplica a las élites comerciales. Sin embargo, este primer acercamiento a la cultura depende de una interpretación muy limitada de lo que es el campo

* Ph.D. Profesor del Programa de Español, Portugués y Estudios Latinoamericanos, Facultad de Lenguas Modernas, Newcastle University, Reino Unido.

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cultural. En el sentido más amplio, la cultura incluye todo lo que tiene que ver con los procesos mediante los cuales se construye el sentido. En esta segunda acepción, la cultura constituye el marco dentro del cual todos nuestros actos llegan a significar algo. Como tal, comprende los llamados sistemas de valores, las tradiciones, las prácticas cotidianas, las actitudes, las predisposiciones políticas. Es el espacio no solo de lo que se hace y

cia cultural más no de la redistribución de los recursos necesaria para saldar injusticias históricas.

lo que no, sino también de quién cuenta y quién no cuenta en la sociedad. Por eso mismo, las políticas culturales no pueden restringirse al apoyo a las artes. La mayoría de las sociedades modernas pueden denominarse multiculturales, y el Estado se encuentra en la obligación de regular las relaciones entre diferentes grupos y responder ante sus demandas. En el Reino Unido, donde escribo esta líneas, sucesivos gobiernos han tenido que enfrentarse a los reclamos de la ciudadanía, desde las reivindicaciones de los grupos culturales minoritarios que inmigraron al país después de la segunda guerra mundial, hasta las quejas de la clase obrera ‘indígena’ ante la llegada de una oleada de trabajadores de Europa Oriental. En estas circunstancias, el Estado no puede hacer caso omiso de la cuestión cultural. Un punto curioso, sin embargo, es que, aunque el Estado tiende a presentar sus políticas en este campo como más bien técnicas ­–¿un sij tiene el derecho a manejar una moto sin casco, dado que su religión le exige que no se quite el turbante?, ¿cómo se debe abordar la diferencia cultural en la educación primaria?– las dinámicas que producen estas demandas demuestran la imposibilidad de separar lo cultural de la economía y la política. Es decir, las tensiones culturales forman una parte estructural de la gestión pública.

ciedad es la problemática de la ‘cultura política’. En el caso de Colombia, no son sólo los casos de corrupción, clientelismo e impunidad que subrayan la existencia de una cultura política antagónica al espíritu de la Constitución, sino la actitud resignada o incluso cínica de la población ante estos atropellos. Si tanto gobernantes como gobernados participan de esta misma cultura, para poco sirven los llamados a la transparencia. Este estado de cosas revela las limitaciones de las políticas públicas que no toman en cuenta el factor cultural­. Pero como se vio durante la administración de Antanas Mockus en Bogotá, reconocer el papel de la cultura política como motor del cambio puede ser muy eficaz en el intento de cambiar las reglas del juego. Con esto no es mi intención declararme partidario del proyecto verde, demasiado difuso y desenfocado a lo largo de la campaña presidencial, sino sugerir la importancia de la sensibilidad cultural entre los gobernantes.

En un país institucionalmente más avanzado como Colombia, las promesas del Estado ante las reivindicaciones culturales empezaron a plasmarse en la Constitución de 1991. Estos deseos fueron un ajuste de cuentas con la historia en una formación social en la que la jerarquía social se justificaba sobre todo en función de la diferencia cultural. Durante muchos años no eran solo los indígenas y afrodescendientes los que se excluían por ser ‘diferentes’, sino el ‘pueblo’, el conjunto de las identidades políticas excluido del poder por las élites. Por eso mismo, el reconocimiento implícito de la naturaleza cultural de la discriminación y la desigualdad ha sido uno de los logros más importantes de la institucionalidad colombiana en los últimos veinte años. Sin embargo, y con algunas excepciones, los avances han tendido a limitarse al campo del reconocimiento de la diferen-

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Tales consideraciones hacen explícito el nexo entre política y cultura. Y al hablar de ‘políticas de la cultura’ haríamos bien en recordar que todas las políticas son en sí culturales. Así mismo, uno de los problemas a los que se enfrenta cualquier so-

Reconocer el papel de la cultura política como motor del cambio puede ser muy eficaz en el intento de cambiar las reglas del juego. Finalmente, entonces, ¿cómo deberían ser las políticas culturales? Una gestión que quisiera transformar la sociedad de forma profunda sería la de un Estado capaz de asumir de manera explícita las facetas culturales de las decisiones políticas. Sería, sobre todo, una administración que reconoce abiertamente los sesgos culturales que estructuran tanto los debates políticos como el proceder institucional. Así mismo, se enfrentaría a una verdad incómoda: lo que se entiende como las estructuras culturales dominantes son producto, entre otras cosas, de un estado de cosas fundamentalmente injusto. Para empezar a cambiar esto la sensibilidad cultural en la política es fundamental.


Debate

Políticas que transforman Luis Armando Soto Boutin*

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no se pregunta qué sería el Medellín de hoy si no se hubiese establecido el plan de lectura y bibliotecas que, siguiendo la experiencia bogotana, revitalizó la ciudad y le entregó a millares de personas la posibilidad de participar en ese gran encuentro ciudadano que propician día tras día La Piloto o las bibliotecas de San Javier o Santo Domingo. Se pregunta, también, por las infinitas posibilidades de goce y disfrute de la lectura que se habrían perdido en tantos y tantos municipios de Colombia si sus alcaldes y gobernadores no hubiesen decidido transitar, junto al Ministerio de Cultura y de tantas asociaciones, fundaciones y colectivos, en el camino del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas que con tanto acierto y, por supuesto, también con tantas dificultades, ha enriquecido la vida cultural local. Sin políticas públicas en cultura, probablemente propietarios con intereses comerciales en centros históricos como Barichara, Cartagena de Indias o Bogotá tendrían aún el campo más libre para estropear nuestra memoria, o para rendir a sus pies al patrimonio cultural en detrimento de su apropiación social. Es probable que sin esas políticas, las que han trazado el Ministerio de Cultura y el Consejo Nacional de Patrimonio, junto a los demás pero no menos importantes actores del Sistema Nacional de Patrimonio, no tendríamos la oportunidad de apreciar la revitalización, compleja pero vibrante, del corazón de ciudades como Barranquilla o Santa Marta. Las políticas públicas en cultura han servido para trazar grandes caminos, largos y difíciles, pero sostenibles y sostenidos por

una gran masa crítica que ha logrado que, a lo largo de varias décadas, los propósitos centrales de las políticas culturales del Estado colombiano no sólo se mantengan, sino que asienten cada vez más en la realidad. Las políticas públicas en cultura, en Colombia, sirven porque son la voz de millares de creadores, investigadores y gestores culturales comprometidos con su quehacer. Eso se ha visto desde los tiempos en que Colcultura animaba las jornadas de cultura popular y generaba espacios de diálogo regional y de reconocimiento de la diversidad cultural antes no vistos. Y esto mismo se reafirmó con muchos otros calificados procesos de concertación de políticas que atravesaron la década de los ochenta y llegaron a los noventa para dar lugar a la promulgación de la Ley general de cultura y, ya casi al inicio de este milenio, al Plan Nacional de Cultura 2001-2010. Las políticas públicas en cultura han servido para concretar sueños y aspiraciones de las comunidades y para incorporar a la cultura en las tomas de decisión de entidades territoriales y del Gobierno nacional. Se ha demostrado que la cultura es un bien público y que el Estado no puede marginarse de su obligada tarea de asegurar las bases para que los creadores y los ciudadanos obtengan las condiciones para crear y expresarse con plenitud. Siempre recuerdo a André Malraux cuando afirmaba que el Estado debe apoyar la cultura sin intervenir, y sin embargo, esta premisa tan clara sólo puede cristalizarse con políticas, planes

* Licenciado en filosofía y lengua española de la Universidad Santo Tomás de Aquino. Director de asuntos culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. Previamente fue Ministro consejero de la Embajada de Colombia en Madrid, coordinador del Grupo de políticas culturales y asuntos internacionales del ministerio de Cultura y asesor del Despacho de la Dirección de Colcultura.

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y programas que garanticen que en la práctica esto sea así. Hemos tenido salones regionales de artistas y salones nacionales de artistas totalmente abiertos a la crítica a nuestra sociedad, al Gobierno, al Estado, y no hemos visto, salvo quizá alguna excepción, casos de censura a la libre expresión de las ideas. El Salón ha reunido a curadores de diferentes partes del mundo para atravesar el país profundo y éstos han caminado por él con el único pedido de los funcionarios responsables del Salón

sión de dejar de mirar solamente el centro para abrazar ese país profundo que tanta memoria guarda y que tantas herramientas necesita para democratizarla.

de alentar la creación y de buscar la excelencia. Algo similar ha ocurrido con lo construido por las políticas públicas en cultura en torno a la radio local, o dicho de otro modo, a las radios comunitarias que han ayudado a que centenares de colectivos tomen como suyo este medio y lo pongan al servicio de la expresión de sus propias singularidades y particularidades.

Las políticas públicas en cultura tienen sentido en cuanto contribuyen al desarrollo pleno de la creatividad de los individuos y la sociedad.

Sin políticas públicas en cultura es posible que los recursos disponibles para el sector cultura, como se denomina en Planeación cultural este sector que en sus tiempos era un simple apéndice del sector educativo, estuviesen más al vaivén de quienes toman las grandes decisiones de inversión. En este sentido, las políticas han servido de pilar, de derrotero, de faro. Pero también son, y esta vez tengo que recordar a Gilberto Gil cuando era Ministro de Cultura de Brasil, una construcción cultural que nos permite ejercer la creatividad y la capacidad de soñar y de apuntar a nuevos futuros. Las políticas públicas en cultura son las que hacen posible hoy que, milagrosamente, y luego de una larga sequía de producción, el cine colombiano emerja con tanta fuerza, con tantas voces, con tanta diversidad. Ya no puede decirse que sólo hablamos de lo mismo, es increíble el vigor de este sector y, sobre todo, lo que anuncia que está por venir. Y esto es así gracias a un trabajo laborioso de personas e instituciones concretas que han visto reflejadas sus batallas en documentos, leyes y decretos. Hace una semana, un escritor catalán le decía a la agencia EFE, desde Cali, que alucinaba con Renata, la red nacional de talleres de escritores que, de manera tan discreta, se presenta como una carretera que comunica a centenares de creadores desde el Putumayo hasta La Guajira alrededor de la palabra, y les da la posibilidad de acceder a lecturas insospechadas y a creadores provenientes de otros mundos, y a posibilidades de compartir lo que significa crear. Esto beneficia a la sociedad, la enriquece, le asegura pluralismo y diversidad. Probablemente los museos colombianos estarían hoy a la deriva, o no habrían recorrido tanto buen camino, si desde el Museo Nacional de Colombia no se hubiera tomado la deci38

Pero las políticas públicas también deben servir para propiciar la crítica, el disenso, la inconformidad o, en otras palabras, para lograr que la sociedad tenga cada vez más conciencia crítica y los ciudadanos más medios para ser sí mismos. Si no, ¿para qué?

Qué bien que hoy, en cientos de municipios, la savia de su música haya recibido el reconocimiento necesario para mantenerse y los medios para revitalizarse o que tantos artistas, ojalá fueran más, hayan obtenido los mecanismos para profundizar en su formación, para viajar al exterior, para contrastar su experiencia con otras culturas a través de programas de becas o residencias. La reciente incorporación a la lista de patrimonio oral e inmaterial de ‘La ruta de la marimba’ seguramente servirá para proteger esa memoria de la que hoy beben tantos jóvenes y de la que se alimentan tantas bandas de música de Manizales, Barranquilla o Medellín, en una demostración de que algo ha pasado para que las tradiciones hoy no sólo estén vivas sino que sean materia prima de nuevas creaciones y de nuevas músicas. Internacionalmente, el proceso colombiano en materia de políticas públicas en cultura es muy valorado. Nuestro país presta cooperación a varios países de la región en diferentes áreas —libro, bibliotecas, música, patrimonio cultural, museos— y recibe a cientos de creadores, investigadores y gestores culturales interesados en conocer nuestra experiencia. Las bibliotecas de Bogotá y Medellín quizás sean las más visibles internacionalmente en cuanto a transformaciones urbanas y sociales en los que la cultura es protagonista, sin embargo, experiencias que parecieran bastante locales, y que Juan David Correa en su momento describió con tanta maestría en Las bibliotecas cuentan, dejan claro el papel de las políticas públicas en cultura y, sobre todo, el de quienes están detrás de ellas con la finalidad de construir una sociedad más igualitaria, más justa y con más medios para expresarse en condiciones de libertad y dignidad, como bien lo señala, dicho sea de paso, el Plan Nacional de Cultura 2001-2010 “Hacia una ciudadanía democrática cultural”.


Debate

Política cultural: un nuevo modelo de ensayo social Fernando Vicario*

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n un discurso pronunciado por García Márquez, en la isla de Contadora, el 28 de marzo del año 1995, el Nobel colombiano afirmó: “Cuando la integración política y económica se cumplan, y así será, la integración cultural será un hecho irreversible desde tiempo atrás. Inclusive en los Estados Unidos, que se gastan enormes fortunas en penetración cultural, mientras que nosotros, sin gastar un centavo, les estamos cambiando el idioma, la comida, la música, la educación, las formas de vivir, el amor. Es decir, lo más importante de la vida: la cultura (…)Yo me opongo sin éxito, y tal vez por fortuna, a que se instaure en Colombia —el Ministerio de Cultura—. Mi argumento principal es que contribuirá a la oficialización y la burocratización de la cultura. Pero no hay que simplificar. Lo que rechazo es la estructura ministerial, víctima fácil del clientelismo y la manipulación política. Propongo en su lugar un Consejo Nacional de Cultura que no sea gubernamental sino estatal, responsable ante la Presidencia de la República y no ante el Congreso, y a salvo de las frecuentes crisis ministeriales, las intrigas palaciegas, las magias negras del presupuesto. Gracias al excelente español de Pacho (Weffort), y a pesar de mi portuñol vergonzante, terminamos de acuerdo en que no importa cómo sea, siempre que el Estado asuma la grave responsabilidad de preservar y ensanchar los ámbitos de la cultura”.1

Este párrafo explica para qué le sirven las políticas públicas a la cultura. Las políticas públicas preservan y ensanchan los ámbitos de actuación; son el conjunto de actividades que las

instituciones gubernamentales ponen en marcha para influir directamente en la vida de los ciudadanos. Como dice el premio Nobel, sus dos objetivos fundamentales son preservar, es decir, estimular, ayudar a conservar, fomentar y cuidar; al tiempo que ensanchar, es decir, permitir el acceso, facilitar su uso y disfrute, innovar, crear y potenciar su inserción en los procesos de cohesión social. El debate puede estar en la forma de construir esas políticas públicas, no en la necesidad de hacerlo. Lo público hoy está desprestigiado, pero es en lo público donde nos jugamos la capacidad de convivir de nuestras sociedades,

de encontrarse de nuestros ciudadanos y de innovar y construir alternativas de nuestros empresarios y emprendedores. Hay que saber incorporar una visión más cultural en la manera de pensar las políticas públicas, porque además de servir las políticas públicas a la cultura, hemos de pensar en cómo le sirve la cultura a las políticas sociales. Las estructuras sociales están cambiando y los estudios culturales pueden dar cuenta de estos cambios y analizar sus evoluciones. Los cambios afectan al tiempo que se generan en las bases culturales de las sociedades. Es ahí donde se están encontrando las alteraciones más profundas. Del estudio y análisis de estos cambios saldrá una política eficaz que mejore la convivencia ciudadana, la relación con el entorno y la seguridad de los habitantes. Los estudios culturales siempre

* Director de Consultores Culturales, Madrid, España. Se ha desempeñado como director cultural de la AECID y de la OEI. 1 America Latina existe, Babelia, en El País 23-10.2010

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han sabido mezclar las disciplinas que afectan al desarrollo dándoles una lectura especial y nueva, en la que se ponen en marcha soluciones compartidas y multidisciplinares. Hemos modificado profundamente en las últimas décadas los modos de comunicarnos, informarnos, relacionarnos con lo que viene de fuera. Todo ello ha cambiado a tal velocidad y con tantas repercusiones, que solo un entorno cultural activo puede dar respuestas para la nueva adaptación. Debemos reconsiderar la ciudadanía en función de las identidades culturales que la componen y es obvio que el factor que más altera este supuesto, hoy en día, es la emigración, tanto la que nos llega de otros países, como la que saliendo del nuestro vuelve con nuevas miradas. Además de los movimientos internos entre campo y ciudad. Es lógico el miedo de quien viene y es lógico el miedo de quien recibe, es necesario un Estado que actúe positivamente en la disolución de ambos miedos. Hasta la fecha, la ausencia de políticas culturales en la esencia del Estado nos ha llevado a construir un tipo de política cultural por omisión, que es la política de la exclusión. El principio de la exclusión es la mayor consecuencia de la no política, porque la tendencia ante estos miedos es

el rechazo, la cerrazón y la puesta en marcha de límites muy cerrados. Para establecer unas políticas culturales que tengan calado, es imprescindible comenzar a construirlas desde la coordinación de todos los estamentos del poder. Desde la coherencia entre los discursos y las praxis legislativas. El respeto a la diversidad se inculca en la educación y se vive en la cultura. Sin un trabajo conjunto es imposible conseguir que este respeto sea real. Estoy hablando de una política cultural para la construcción de ciudadanía, para la cohesión y la participación ciudadana. Política que nace en la estructura cultural misma. La estructura cultural se fortalece si fomentamos la creatividad, la diversidad, la lúdica de la participación a través de fiestas, espacios públicos compartidos, exposiciones abiertas y espectáculos para todos los sectores sociales, fomentamos la sensación de que esto que habitamos está hecho para todos y, lo más importante, está hecho por todos.

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No por ser toda sociedad un entramado cultural genera una convivencia cultural sana y que facilite el acceso de todos.

Al tiempo se han de mantener unos espacios de preservación de la memoria, de difusión de la creatividad más elaborada, de disfrute de las emociones con entornos apropiados. Es decir, al tiempo se ha de conseguir que la cultura tenga una presencia propia, si solo la convertimos en elemento transversal termina por difuminar su modo de trabajo de tal manera que desaparece. Por ello, las políticas culturales deben ser pensadas desde dos áreas de formulación. Una afecta al espacio de la política social, es decir, las políticas que tienden a compensar los efectos de la exclusión, encargadas de prestar y facilitar posibilidades

de acceso en igualdad de condiciones. Otra área es la de las políticas de fomento y estímulo sectoriales. Aquellas encargadas de trabajar con la cultura como elemento propio, sector particular que necesita un entorno propicio para su desarrollo. Es en estas últimas donde irá naciendo el germen de las primeras. Las primeras no crecen por generación espontánea. No por ser toda sociedad un entramado cultural genera una convivencia cultural sana y que facilite el acceso de todos, como en el resto de las actividades del ser humano, se ha de ir modelando el ecosistema para su desarrollo. Es necesario aprender a generar consensos. Entre los actores sociales, los gestores locales, los creadores, los espectadores, los empresarios, etc. Porque la política cultural es el lugar para incorporar de forma ordenada todos los disensos sociales, escucharlos, darles su espacio de crecimiento y conseguir que actúen de forma coordinada por el bien social. La política cultural es un ensayo social para la construcción del modelo que soñamos para nuestro entorno.


Entrevista

“La cultura es un tema serio” Entrevista a Mariana Garcés, nueva Ministra de Cultura Mariana Garcés es la persona que estará a la cabeza de la gestión cultural nacional durante la administración Santos. Abogada de la Universidad de los Andes, Garcés tiene amplia experiencia en el sector y ha desempeñado cargos importantes en instituciones nacionales y regionales de reconocida trayectoria. EGOB —revista de asuntos públicos estuvo en el despacho y conversó con la Ministra sobre las prioridades del próximo cuatrenio; la apuesta mayor, no queda duda, es convertir al Estado en un ente facilitador de los procesos creativos. EGOB: ¿Cómo se define lo cultural?, ¿cuál es el énfasis que le está dando —y que le dará— el Ministerio a este concepto? MARIANA GARCÉS: Lo primero que hay que decir es que éste es un Ministerio muy joven. Diez años para un Ministerio, en la vida de un país, equivale a ser casi menores de edad. Sin embargo, desde 1968, bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, se vio la necesidad de tener una entidad del Estado para definir una política pública en cultura.

En América Latina —y en el mundo entero— el Estado tiene una función muy clara: no puede abandonar la cultura a su suerte o a las manos de los particulares. Pero el papel del Estado en el tema cultural es muy particular, porque él mismo no hace cultura, sino que es un facilitador de los procesos culturales que se suceden por fuera de sus puertas.

Pensar en un Estado que hace cultura nos remitiría a características propias de los regímenes totalitarios. En sociedades democráticas, como las nuestras, el papel de un Ministerio de Cultura es proponer y concer-

tar unas políticas públicas que le permitan al Estado convertirse en facilitador de los procesos que se suceden en las comunidades. EGOB: ¿De manera que podría decirse que la función primordial del Estado, en temas de cultura, es la de facilitar los espacios de creación? MG: Sí, facilitar los espacios de creación y protección. Hay que tener claro que el Estado tiene una obligación con el patrimonio. Hace unos años el significado del patrimonio cultural recaía exclusivamente sobre los bienes inmuebles que tenían un significado arquitectónico o histórico. Hoy en día, la noción de patrimonio es supremamente amplia.

Ha habido grandes desarrollos y acuerdos nacionales e internacionales que resaltan la necesidad de proteger el patrimonio nacional. Y por patrimonio se entiende también aquello que es inmaterial, todos los procesos o circunstancias que, reunidas, constituyen nación. Todas esas mani41


festaciones, juntas, construyen —y son— nuestra nación, definen el ser colombiano, nuestro significado de país.

EGOB: ¿Esta aproximación a la cultura depende de la nueva definición de sociedad que se desata con la Constitución de 1991?

Pero también hay una dimensión material del patrimonio y su protección no es algo que el Estado pueda delegar. Su función de protección propone una serie de aspectos que están considerados en la ley. Para ello contamos, por ejemplo, con los Planes de Protección y Salvaguardia, que son iniciativas que se convienen con las comunidades, con lo gobiernos locales, y que tienen sentido en la medida en que la ciudadanía se empodera del tema de una manera sana.

MG: Creo que tiene que ver con la Constitución Política de 1991 y con una serie de normas relacionadas con el tema cultural —algunas anteriores a la nueva Carta— que han quedado recopiladas en un esfuerzo grande que se realizó, primordialmente, durante la administración de la ministra Moreno: el Compendio de Políticas Públicas.

EGOB: ¿Cuál es el concepto de cultura al que le está apostando el Gobierno Santos?, ¿cuál es la función específica del Ministerio allí? MG: Nosotros creemos que el Ministerio de Cultura es un ministerio facilitador y no ejecutor. Facilitador, como lo mencioné, de los procesos que se suceden en las comunidades. Porque nosotros, como entidad, no somos hacedores de cultura. EGOB: ¿Y esos procesos que el Ministerio busca facilitar tienen que ver con la idea de la cultura como una herramienta para la construcción de nación? Sí. Nosotros creemos que es el conjunto de la diversidad y la diferencia lo que construye Colombia. Cada día más, el tema cultural propende por el desarrollo: la cultura también es importante en la construcción del PIB. Colombia ha hecho un esfuerzo grande en la construcción de la cuenta satélite de cultura, tenemos una incidencia clara y medible en temas económicos y estamos bien lejanos de ser un asunto suntuario. En el Ministerio tratamos de buscar un justo medio entre la cultura de las llamadas ‘bellas artes’ y entre todas esas manifestaciones que se desprenden de la noción de cultura en sentido amplio, desde la perspectiva que da la antropología. Esta última aproximación se preocupa por el devenir de las comunidades en torno a sus formas: las formas de relacionarse con los demás, las de habitar un territorio, las de convivir con el medio ambiente. Y nótese que el tema del medio ambiente es fundamental, todo está mediado por éste. Las culturas de los pueblos se desarrollan de maneras diversas, según se ubiquen en climas cálidos o templados, y esa una realidad que la gestión del Ministerio debe considerar.

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Sin embargo, la cultura no es una cosa estática. Se trata de un asunto que está en constante mutación y, como es natural, a medida que se modifica, se modifica también todo el pensamiento alrededor de éste. Y es ese pensamiento el que queda plasmado en una serie de normas que rigen la vida en común y que, a su vez, también evolucionan. El Compendio de Políticas Públicas del que hablé recopila iniciativas desde 1968, el año en el que se crea la institucionalidad para, desde el Estado, pensar en el tema cultural.

EGOB: ¿Cuáles son las modificaciones fundamentales en la aproximación a la gestión cultural entre su administración y la anterior? Nosotros hemos definido cinco líneas estratégicas y es sobre éstas que queremos solventar nuestra idea del Estado cultural facilitador.

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Consolidación de un sistema nacional de cultura. Creemos que la cultura no es un gasto prescindible; es una inversión necesaria en la construcción de prosperidad. De manera que, como nuestros recursos no son los grandes presupuestos del Estado, es nuestro deber consolidar un sistema nacional de cultura donde todos los actores, públicos y privados, podamos trabajar bajo unas mismas prioridades concertadas y en una misma dirección.

La suma efectiva de las fuerzas será muy importante en el contexto de la vida cultural de Colombia; allí participarán las instituciones con funciones culturales —tipo Banco de la República— y las que operan regionalmente —las secretarías de cultura, las casas de la cultura, etc.—.

Todo ello, en parte, porque los planes y las políticas del Ministerio deben ser diferenciales. El Estado no puede tratar a Honda o a Mompox de la misma forma en que trata a un municipio mucho más nuevo. Es fundamental que tengamos claro cuáles son las acciones que necesita la diversidad colombiana.


Entrevista

Apostarle a este tipo de objetivos nos permitirá incidir, de manera seria y contundente, en todos los demás componentes en los que trabaja el Estado. Por supuesto, estamos conscientes de que se trata de un proceso de largo plazo.

Hoy, Colombia tiene una biblioteca pública en cada municipio del país; ese es un esfuerzo de los últimos quince años. La tarea de esta administración es llenar esas bibliotecas de contenidos e iniciar procesos de evaluación de impacto que nos permitan conocer los resultados de las iniciativas en este campo.

Nos interesa que los niños tengan acceso a la red, pero que también desarrollen contenidos propios que refuercen nuestra identidad. Es algo en lo que trabajamos conjuntamente con el Ministerio de Educación, pues buscamos que los contenidos que ofrezcan estas bibliotecas estén inspirados y orientados a fortalecer ciertas habilidades específicas. Que las bibliotecas de Colombia se vuelvan espacios de creación; que no sea un castigo visitarlas, sino que sean lugares que proporcionen gran placer y conocimiento, y que desarrollen habilidades.

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Impulsar la lectura y la escritura. Para cumplir este objetivo, es necesario facilitar la circulación, el acceso a la información y al conocimiento. Todo mediado por la conectividad, en lo que trabajaremos de la mano con el Ministerio de TICs. Estamos convencidos de que es muy importante que las bibliotecas públicas se fortalezcan y que las comunidades se apropien, verdaderamente, de ellas.

Estas acciones inciden, de manera directa, en la disminución de la pobreza, en la posibilidad de acceder al conocimiento y la información. Múltiples estudios nacionales e internacionales han comprobado que los jóvenes y niños con hábitos lectores son buenos ciudadanos. Son individuos que se comportan mejor frente a su salud —van al médico, hacen deporte, cuidan lo que comen —, son ciudadanos más críticos, eligen mejor a sus gobernantes y tienen muchísimas menos posibilidades de ir a la guerra.

Contribuir al desarrollo de los niños entre cero y seis años. Este gobierno va a tener una política pública muy fuerte en términos de primera infancia. Queremos promover los derechos culturales de esos niños a través de lenguajes expresivos y estéticos. Éste es un trabajo integrado con el ICBF, con el despacho de la Primera Dama y con la Alta consejería para la prosperidad social, que dirige Samuel Azout. El papel del Ministerio en esta tarea es el de capacitar y formar a las personas que se van a encargar de la atención a la primera infancia, de manera que tengan herramientas para la estimulación a través de la lúdica y la expresión.

Necesitamos personas altamente calificadas, que conozcan las metodologías adecuadas de aproximación a los niños que están en este rango de edad y que tengan una clara conciencia de qué tipo de habilidades se quieren estimular. La lectura, por ejemplo, es una de estas habilidades. Los niños empiezan a leer desde muy pequeños, narran las historia que leen en las ilustraciones, antes de aproximarse al sentido de las letras y su unión para formar palabras. Se trata, entonces, de un asunto que debe tener una enorme presencia, lo mismo que la danza, la pintura y la música. Todas éstas son formas de estimulación que hacen que el paso de estos niños a la educación formal sea mucho más fácil y se haga con mejores herramientas.

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Fortalecimiento y apropiación social del patrimonio. Ello se llevará a cabo en las dos grandes áreas que conforman el patrimonio: la material y la inmaterial. Para la recuperación de la primera existen algunas limitaciones, en su mayoría relacionadas con el escaso presupuesto. La ley, teniendo en cuenta esta realidad, ha previsto una serie de beneficios tributarios para aquellos que asumen la responsabilidad social de ocuparse de la recuperación y preservación del patrimonio material. Sin embargo, se trata de un punto extremadamente difícil para el Ministerio. Hace unos años, esa responsabilidad estaba en cabeza del antiguo Ministerio de Obras Públicas; después, pasó a manos del Invías; ahora, está bajo nuestra tutela y hay que decir que es una responsabilidad demasiado grande frente a la capacidad financiera con la que contamos. Por supuesto, el tema despierta inquietudes en el país. Yo recibo por lo menos diez solicitudes semanales que buscan la declaratoria de bienes como patrimonio nacional y que, en su mayoría, requieren una intervención. Definitivamente es necesario buscar mecanismos para tener mayores recursos para responder a estas solicitudes.

de poblaciones. Del mismo modo, es la dependencia del Ministerio que se encarga de trabajar con indígenas, con el pueblo Rom, con los afro, con la discapacidad y con todos esos grupos de colombianos que puede considerarse vulnerables. Estas poblaciones también se verán beneficiadas por las iniciativas que se adelantarán para alcanzar los cinco grandes objetivos propuestos.

Adicionalmente, hemos detectado trescientos municipios que se encuentran en situación crónica y a los que queremos acompañar, de manera decidida, para que puedan tener una infraestructura cultural apta para la consecución de los objetivos transversales. Yo ya me reuní con varios de estos grupos minoritarios y el Ministerio está construyendo, de manera conjunta con los representantes de esas poblaciones, unos planes de desarrollo específicos.

También vale la pena mencionar la mesa de poblaciones, que es transversal y que se maneja desde el viceministerio del Interior. Son ellos quienes tienen la responsabilidad constitucional del trabajo con poblaciones y nosotros tenemos una participación en dicha mesa, que es muy importante. Creo no equivocarme al afirmar que este Ministerio de Cultura es líder en el reconocimiento de la diversidad poblacional colombiana y en la construcción conjunta de proyectos. El año de 2010 se finaliza con un trabajo importante con 64 comunidades indígenas y el desarrollo de un proyecto que, ellos mismos, identificaron como prioritario; se llama Caminar hacia adentro. Se trata de un proyecto de danza en cuyo proceso de crea-

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Impulsar y fortalecer las industrias culturales. Colombia ha decidido trabajar por las industrias culturales —que es un concepto mucho más amplio que las industrias creativas, de origen británico— y allí cabe la cinematografía, el turismo cultural y las artes representativas —danza, teatro, artes plásticas…—, entre otras. Es una manera de generar empleo y formalizar el sector y, además, es una forma de llamar la atención de la ciudadanía para afirmar que el arte y la organización empresarial pueden ir de la mano, siempre y cuando se utilice el lenguaje correcto para hacer esta asociación. No se trata de convertir al arte en un producto, sino más bien de resaltar que los hechos creativos tienen una dimensión mayor que requiere de una organización clara, sin que ello implique desconocer que el hecho creativo es, justamente, la columna vertebral de estas industrias.

ción han participado las diversas comunidades indígenas y que reflexiona sobre el significado de esta manifestación artística para esas poblaciones. El hecho de que el Presidente Santos haya tomado posesión en el marco de la Sierra Nevada no es un mero símbolo. Los ministerios que estamos relacionados con el tema —que son todos, pero principalmente Interior y Cultura— tenemos un mandato presidencial clarísimo de trabajo con esas comunidades vulnerables y de definición conjunta de las prioridades.

EGOB: ¿Dentro de estos grandes objetivos cuáles son las políticas puntuales para las ‘bellas artes’ y cuáles las que atenderán la ‘diversidad’? MG: Los cinco grandes objetivos que acabo de mencionar son áreas transversales a todas las direcciones del Ministerio. En términos de poblaciones, tenemos una dirección que se ocupa específicamente de esta materia. En 2011, por ejemplo, se celebra el año mundial de la afrodescendencia y ésta es una fiesta de la que se encargará la dirección 44

Las dos manifestaciones que acaban de ser declaradas patrimonio de la humanidad apuntan a evidenciar la política del Ministerio en ese sentido. La primera, la de la comunidad Wayúu con el Palabrero mayor; y la segunda, la de las músicas tradicionales de marimba y cantaores del Pacífico sur colombiano. Se trata de iniciativas que se construyen y que son ratificadas por la Unesco como patrimonio de la


Entrevista humanidad y que, en tanto tal, merecen protección nacional e internacional. Son acciones que prueban que, desde hace muchos años, el Ministerio trabaja seriamente con las poblaciones. EGOB: ¿Cómo es la articulación del Ministerio con otras entidades del Estado que se ocupan de temas afines? Por ejemplo, en temas de turismo cultural, ¿cómo es la relación con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo?

Por otro lado, las iniciativas en primera infancia están articuladas con el despacho de la Primera Dama y, como lo mencioné, con la Consejería que dirige Samuel Azout. La verdad es que, en estos primeros 100 días —y esto es algo que los medios de comunicación no hacen muy evidente—, una buena parte del Gobierno se ha dedicado a entretejer la telaraña institucional necesaria para unir esfuerzos y definir políticas claras y prioritarias que apunten a la disminución de la pobreza y la generación de empleo. EGOB: Hablando un poco de la relación con el Ministerio de TICs, ¿qué ha pasado con las políticas culturales para los medios de comunicación? Parece que éstas se le han dejado al mercado y a ese Ministerio…

MG: Yo siento que el tema de turismo cultural, que es uno muy importante, no está suficientemente desarrollado desde el Ministerio de Cultura—y esa es una de nuestras prioridades—. En este punto es necesario que concertemos con el viceministro Rueda pues, en términos de turismo cultural, las limitaciones son muchas y es fundamental llegar a un acuerdo sobre qué manifestaciones se respetan, protegen y promueven. Para promover este tipo de turismo necesitamos del ministerio que se ocupa del ramo y que es el de Comercio, y para protegerlo, ellos nos necesitan a nosotros.

Personalmente, considero que la gran virtud del Presidente Santos es armar buenos equipos y trabajar en ese sentido. El Ministerio de Cultura interactúa, muy de cerca, con los ministerios de Educación, TICs, Interior y Ambiente. Hay muchas manifestaciones culturales que dependen del medio ambiente; por ejemplo, si no existe una protección adecuada y la chonta desaparece, desaparece con ella la marimba, justamente porque es hecha de chonta.

MG: Por mandato legal, el Ministerio de Cultura tiene que interactuar con Comunicaciones y Educación en temas como, por ejemplo, la televisión pública. El ministro Molano es un técnico de altísimo nivel, una persona que conoce verdaderamente el sector y que tiene, además, una gran virtud: una alta sensibilidad hacia el tema de bienestar común. De ahí que él sea quien lidera la política pública en la materia. Sin embargo, allí concurrimos, también, la ministra Campo y yo. Es un tema que en este momento está en revisión y debate y sobre el que se tomarán algunas decisiones, siempre concertadas, entre los tres ministerios. EGOB: Volvamos a las políticas puntuales, ¿cuáles son los proyectos en términos de estímulos a la creación?, ¿se van a modificar? Actualmente hay la impresión de que el cine y el libro se privilegian por encima de otras manifestaciones, justamente por las políticas que ya están establecidas… MG: Las políticas de estímulos que existen tienen unos recursos muy importantes y aumentarán. El presupuesto para el Plan nacional de teatro, por ejemplo, crecerá considerablemente en 2011: pasará de contar con mil millones de pesos a disponer de cuatro mil. Es un crecimiento muy significativo que tiene que ver, en parte, con la construcción conjunta con ese sector del Plan nacional de teatro. Similar es lo que ocurre con los planes de danza y música para la convivencia.

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Vale precisar que el tema de estímulos tiene dos direcciones. La primera, canalizada a través del Plan de estímulos; la segunda, mediante el Plan nacional de concertación. Éste último tiene unas bases sencillas pero estrictas —que están en la red—, que facilitan la participación de todos los colombianos y que protege, de manera especial, a ciertas comunidades. Adicionalmente, hay proyectos de carácter nacional, regional y local. A las regiones se les entrega cerca de treinta mil millones de pesos para esta tarea; una cifra muy importante en un presupuesto como el del Ministerio de Cultura. Además, cada uno de los planes que mencioné —música, teatro, danza— tienen una línea de estímulos por convocatoria. Los recursos son considerables y una porción grande va a las regiones. Así debe ser, ese debe ser el norte.

EGOB: ¿Y los privados?, ¿qué papel están jugando?, ¿cuál es el que se espera que jueguen en este proyecto de fortalecimiento de las industrias culturales? MG: El Ministerio tiene una mesa de competitividad en la que están representados los privados y los demás sectores que tienen que ver con cada industria específica —por ejemplo, en la mesa de la industria gráfica, tienen asiento la prensa, las editoriales, los impresores, las universidades… —. La concertación es muy importante para identificar los estímulos a la formación e incubación de nuevas industrias.

Los privados tienen injerencia en todos los temas; en las artes visuales, en el teatro… Tómese el ejemplo de Festival iberoamericano de teatro de Bogotá; se trata de una fundación privada, sin ánimo de lucro, que tiene una

EGOB: En resumen, ¿cuál sería, entonces, la gran apuesta de este Ministerio? MG: La gran apuesta es facilitar los espacios de creación en todas las áreas y en todas las manifestaciones, con mucho respeto por la diversidad cultural. El tema de la diversidad no puede ser pura retórica, tiene que hacer parte de un proyecto serio que se construya con las comunidades y que contribuya a crear y consolidar el gran proyecto cultural de Colombia. El Ministerio es un facilitador y, en tanto tal, reconoce que los procesos ocurren por fuera y que su labor es la de garantizar que existan espacios donde esos procesos se puedan desarrollar. EGOB: ¿Y las limitaciones?, ¿cuáles son las dificultades más grandes que encuentra la gestión cultural en Colombia? MG: Obviamente hay un tema de presupuesto, pero es una dificultad que enfrentan todos los ministerios. Eso ya se sabe, de manera que no es un tema del que se hable demasiado. Creo que el Ministerio tiene una gran capacidad de convocatoria; creo que nos creen. Los privados tienen una responsabilidad social empresarial y están comprometidos con el proyecto cultural del Ministerio y quieren apostarle… EGOB: ¿Es decir que hay una mayor sensibilización ciudadana?, ¿los colombianos nos estamos dando cuenta, de manera clara, de la importancia de la cultura? MG: Creo que falta visibilidad en espacios de opinión. Nosotros, como gestores culturales, como Ministerio y como sector, quisiéramos ocupar espacios más allá de las páginas del entretenimiento. Éste es un tema que debe mover la

La cultura es importantísima para la cohesión, para la construcción de la nacionalidad y para el fortalecimiento económico. gran capacidad de gestión. No solo a la hora de buscar patrocinios, sino también en términos de taquilla: es el único festival del mundo que financia cerca del 50% de su quehacer con recursos de taquilla. Sin embargo, es una iniciativa que requiere de una alianza estratégica con el distrito y con la Nación, puntualmente con el Ministerio de Cultura.

Considero que los matrimonios entre el sector público y el privado son eficientes, esa es la mejor forma de trabajar, es exitosa en el mundo entero y es a lo que apuntamos con la creación del Sistema Nacional de Cultura. Si todos ponemos, logramos mejores resultados. 46

opinión de los colombianos, que debe ocupar páginas editoriales, que debe ser una preocupación de los programas económicos. Ese es nuestro deseo, porque la cultura es importantísima para la cohesión, para la construcción de la nacionalidad y para el fortalecimiento económico.

Con frecuencia, siento que tenemos que luchar contra la banalización. La cultura es un tema serio. Nuestro trabajo apunta a alcanzar un propósito fundamental para cualquier Estado: la construcción de una Nación próspera. Prosperidad es bienestar y los verdaderos cambios de la humanidad se suceden a través de sus manifestaciones y de sus propuestas culturales.


Pensar la Cultura

Una misma página para la literatura, el libro y la lectura Julián David Correa R.* Bibliodiversidad, creación y lectura son los tres pilares clave para un política cultural exitosa, en términos de promoción y acceso a la literatura. Los esfuerzos, aunque considerables, no son todavía lo suficientemente integrales.

A

finales de los años sesenta, cuando García Márquez vivía en Europa y vendía sus enseres para poder escribir y enviar a un editor Cien años de soledad, el destinatario del manuscrito no era una compañía colombiana sino una argentina. En 1958, Colombia había promulgado la primera ley que apoyaba el desarrollo de la industria editorial, pero todavía no había empresas que pudieran reconocer el valor de la novela de García Márquez, y como una situación parecida se presentaba entre los lectores, era lógica la duda sobre si Cien años de soledad podía contar en su país con publicación, distribución y un mercado suficiente. En los años sesenta era claro que Colombia carecía de un sistema que, de manera integral y consistente en el tiempo, incentivara la creación literaria, su producción en libros, su distribución y su lectura.

En Colombia, el camino de apoyo a creadores, editores, libreros y lectores ha sido largo, pero no siempre integral. El Compendio de Políticas Culturales1 del Ministerio de Cultura enumera las iniciativas de fomento a la lectura con una historia que se inicia en 1777, con la fundación de la Biblioteca Nacional, y que continúa en 1870, cuando el gobierno se propone alcanzar el alfabetismo universal. En 1886 se abandona esa meta, se restringe la libertad de enseñanza, la educación pierde su carácter gratuito y obligatorio y vuelve a depender de la Iglesia Católica. Apenas en 1924 se reinician las búsquedas abandonadas. En los años treinta, la educación y la cultura reaparecen en las políticas públicas. En esos años se reestructura la Biblioteca Nacional y se gesta el proyecto Cultura Aldeana que implicaba la construcción de infraestructuras municipales para el ejercicio y disfrute de bienes culturales—las ‘Casas sociales’— y la creación de la Biblioteca Aldeana, el primer fondo editorial público destinado a circular por todo el país la literatura nacional. En ese período se impulsan ferias del libro, se crea el Instituto Caro y Cuervo, la Revista de las Indias y la Biblioteca Colombiana de Cultura Popular.2 Con la intención de integrar los esfuerzos estatales, en

1968 se funda el Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura), una institución que entre muchos logros tuvo el de diseñar, en 1974, el primer Plan de Cultura. De manera paralela a este proceso de construcción de una política pública y de un conjunto de instituciones para las culturas colombianas, en 1958 se publica la Ley 74, la primera norma que quiere generar una industria editorial. Los seis artículos que forman la Ley 74 se centran en exenciones aduaneras para la importación de papel y maquinaria, junto con la exoneración del impuesto a la renta para las editoriales. El positivo impacto de esas disposiciones y el fortalecimiento de la Cámara Colombiana del Libro3 logran continuidad a través de la Ley 34 del 73, la Ley 32 del 83 y, en la actualidad, mediante la Ley 98 de 1993: “Por medio de la cual se dictan normas sobre democratización y fomento del libro colombiano”, con objetivos que incluyen estimular la producción de los autores colombianos, fomentar la lectura, convertir a Colombia en un centro editorial competitivo internacionalmente y lograr el desarrollo de librerías y bibliotecas, entre otras metas. La Ley 98 del 93 es fundamental en el desarrollo de la economía cultural del país, pero no ha cumplido con todos sus objetivos. Las exenciones tributarias que esta norma y sus predecesoras otorgan a los editores han impulsado el surgimiento de una industria editorial económicamente importante, pero otros sectores del mundo del libro no se han visto igualmente beneficiados: aparte de la defensa de los derechos de autor, esta disposición nada incluye para estimular de manera directa al creador colombiano, y los libreros continúan siendo un sector en peligro de extinción: se multiplican las ventas por Internet, las librerías de cadena y las ventas de libros en grandes superficies—supermercados—, mientras que languidecen los libreros que corren riesgos comerciales ofreciendo conocimiento y una amplia variedad de obras de todo tipo de autores y editoriales.

* Gerente de Literatura (FGAA – SCRD, Alcaldía Mayor de Bogotá), fue subdirector del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, España y Portugal (Cerlalc – Unesco) y representante ante el Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía, y el Consejo Nacional de Cultura. Fue director de la Cinemateca Distrital e hizo parte del equipo que diseñó los programas de la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura en donde coordinó el Grupo de Formación. 1 Ministerio de Cultura de Colombia: Compendio de Políticas Culturales. Bogotá, Ministerio de Cultura, 2010. 2 Marta Elena BRAVO: Políticas culturais na Colômbia, en Políticas culturais na Ibero-América. Salvador, EDUFBA, 2008. 3 Fundada en 1951.

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La Ley del Libro colombiana es fundamental y merece defenderse tanto como una normatividad para el precio único, pero las disposiciones existentes deben ajustarse a los cambios del ecosistema del libro: ni la Ley 98 del 93, ni muchos de sus defensores, se han propuesto evitar la concentración de decisiones editoriales; en el mundo del libro se centraliza la toma de decisiones en cada vez menos empresas. Un ejemplo de concentración editorial: en 2003, en España se publicaron 65824 novedades, pero el 40% de esos títulos pertenecía al 4% del total de las editoriales afincadas en España.4 Esta situación va en contravía del principio de bibliodiversidad.5 La promoción de la bibliodiversidad está apropiada como meta por las políticas del Ministerio de Cultura y hace parte integral de las estrategias

el del fomento a la lectura y el de la creación literaria tienen espacios de participación, y dentro del Ministerio existe el Grupo de Literatura de la Dirección de Artes, dependencia que ha desarrollado importantes programas, como la Red Nacional de Talleres de Escrituras Creativas (Renata) y los Premios Nacionales de Literatura, entre muchos otros.

de la Alcaldía Mayor de Bogotá. La industria editorial, como todo el sector cultural, se ocupa de mucho más que de la producción de riqueza: genera y circula contenidos de valor simbólico, identitario y patrimonial. El desarrollo de esas industrias no pueden estar sometido únicamente a las fuerzas del mercado o al poder de los grandes capitales, es necesaria una decidida defensa de la diversidad cultural de la que estas empresas son portadoras y beneficiarias.

literatura, al libro y la lectura, con el desarrollo de tres estrategias: fomento a la creación, fomento a la bibliodiversidad y fomento a la lectura. Estas estrategias apoyan por igual a todos los agentes de la cadena del libro y agrupan unos veinte programas, que incluyen: apoyos concertados, talleres de literatura, bibliodiversidad, librerías itinerantes, paraderos, paralibros, paraparques, biblioestaciones y Libro al viento, entre otros.

Otra debilidad de la Ley 98 del 93 es el fomento a la lectura que sólo se encuentra representado en el reconocimiento de Fundalectura como organismo asesor del gobierno, y en un conjunto de artículos vinculados con las compras del Estado, unas normas inviables a la luz de los escasos presupuestos existentes. Esta última debilidad se está tratando de subsanar desde otro lugar, a través del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas que se pone en marcha con el Documento Conpes 3222 de 2003 y se continúa con la Ley 13789 de 2010, Ley de Bibliotecas que busca “Garantizar las posibilidades de acceso de toda la población a la lectura y la información, y a la producción de conocimiento, con independencia de barreras físicas, regionales, sociales o culturales, así como la recuperación, conservación, organización, control, difusión y acceso al patrimonio bibliográfico y documental del país, para su conocimiento y uso por parte de las presentes y futuras generaciones”.

Los premios Ciudad de Bogotá de la Gerencia de Literatura son un programa que estimula a los autores colombianos con veinticinco millones y la primera publicación de su obra. En términos generales, los estímulos a la creación en Colombia son pocos, de recursos escasos, no suelen hacen parte de políticas públicas y no benefician a la totalidad del país:

Con la Ley 397 de 1997, Ley General de Cultura, se fortalecen las herramientas del Estado para apoyar las manifestaciones culturales del país. Como consecuencia de esa norma se crea el Ministerio de Cultura y luego el Sistema Nacional de Cultura, entre otras instituciones. Dentro del Sistema, el sector editorial, 4 5 6

En la Alcaldía Mayor de Bogotá, la Gerencia de Literatura es la oficina encargada de la literatura, del libro y la lectura. La Gerencia hace parte del Sector de Cultura, cuya cabeza es la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte. En su más reciente administración, la Gerencia de Literatura se ha rediseñado para abordar de manera integral el apoyo a la

En las grandes ligas está el Premio Nacional de Literatura organizado por el Ministerio de Cultura dentro de su Programa Nacional de Estímulos. Según cifras oficiales, 18370 personas han participado en las convocatorias del programa y 1412 han sido beneficiadas con cerca de 21000 millones de pesos (…) Los datos del Ministerio de Cultura señalan que, en los once años que ha funcionado el Programa de Estímulos, la mayoría de los ganadores son de Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca. Departamentos como Vichada y Guaviare no han tenido ninguno. La escala de los grandes concursos continúa con el Premio de Literatura Ciudad de Bogotá, los Premios Nacionales de Cultura de la Universidad de Antioquia, las Becas a la Creación de la Alcaldía de Medellín y el Concurso de autores Vallecaucanos”.6

José GUTIÉRREZ DE LA TORRE: Sociedad lectora y “Bibliodiversidad”, en Revista de Educación, Número extraordinario 2005. Madrid. Bibliodiversidad: característica de un ecosistema cultural en el cual conviven y están al alcance de todos los lectores todo tipo de libros, de todo tipo de autores y editoriales. Lina VARGAS: El flaco honor de los premios literarios, en Revista Arcadia, Bogotá, septiembre 2010.

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Pensar la Cultura La más pertinente crítica que se hace a los premios literarios que las diferentes instituciones del gobierno realizan es la falta de visibilidad de sus ganadores y la poca circulación de sus libros. Para superar esos problemas es necesario fortalecer a quienes pueden publicar, distribuir y vender de manera eficiente esas obras: las editoriales y las librerías que están interesadas en autores colombianos. Un esquema como el que utiliza el Ministerio de Cultura, que da reconocimiento a la obra pero mantiene libres los derechos de la primera edición podría combinarse con pre compras a la editorial que realice esa primera publicación.

Mucho se ha hecho en Colombia por construir políticas públicas que apoyen al creador, al editor, al librero y al lector, pero aún es necesaria una política integral. Mucho se ha hecho en Colombia por construir políticas públicas que apoyen al creador, al editor, al librero y al lector, pero aún es necesaria una política integral en la que todos los agentes de ese ecosistema se fortalezcan por igual. Sin lectores, los escritores terminan por publicar en otros países o por cambiar de oficio. Sin una industria editorial fuerte y sensible al desarrollo cultural—no sólo a la gestión financiera—, el fomento de la lectura en un país es sólo mercadeo y uso inmediato del libro: consumo del best seller o del texto educativo y técnico. Como política de Estado, el apoyo a la literatura, al libro y a la lectura debe ser parte de una misma estrategia. No puede existir el fomento a la creación literaria sin el fomento a la producción editorial y al desarrollo de librerías en un marco de diversidad y de fortalecimiento de la diferencia, y no puede existir el apoyo a la creación, producción y circulación, sin el fomento de la lectura.

Otras fuentes recomendadas: • Adolfo CAICEDO y Andrés BARRAGÁN: Estado del arte del área de literatura en Bogotá D.C. Bogotá, I.D.C.T. 2006. • CERLALC: Librerías de Colombia. Directorio de librerías y librerías- papelerías. Bogotá, CERLALC, 2010. • CERLALC: El libro y la edición, hacia una agenda de políticas públicas. Bogotá, CERLALC, 2002. • Beatriz ISAZA y Carlos SÁNCHEZ: Guía para el diseño de planes nacionales de lectura. Bogotá. CERLALC, 2007. • Eduardo SANTA: El libro en Colombia. Bogotá, Colcultura, 1973. • Sobre la ley del precio único del libro: http://www.centrenationaldulivre.fr/?Libraires-le-prix-du-livre-en http://www.leydellibro.org.mx/ley.shtml • Sobre leyes del libro en Iberoamérica: http://www.cerlalc.org/secciones/otros_servicios/leyes.htm • Sobre libros editados en Iberoamérica con base en el registro ISBN: http://www.cerlalc.org/rilvi/index.php

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES PERSONERÍA JURÍDICA: RESOLUCIÓN No. 28 DEL 23 DE FEBRERO DE 1949, MINJUSTICIA

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Universidad, cultura, abismo Lucas Ospina

La obsesión con la medición es inoperante para varios de los ‘productos’ universitarios, pues la investigación científica no tiene los mismos raseros de la creación artística. Un llamado a tener cuidado con las finalidades y con su desaforada persecución.

U

n escritor fue invitado a dar un conferencia en la Universidad de Cornell, Ithaca, Estados Unidos, un campus alejado de las grandes urbes y cercano a una ciudad modesta. En su charla, mencionó la importancia que tenía la vista del paisaje para esa universidad y recordó las palabras de alguien que conocía al fundador: “para Ezra Cornell, la asociación de la vista con la universidad tenía algo que ver con la muerte. De hecho, el plan de Cornell fue moldeado por las temáticas del romanticismo sublime, que garantizaban que, ante la presencia de ciertos paisajes, los pensamientos de un hombre cultivado se desplazarían metonímicamente por una serie de tropos —soledad, ambición, melancolía, muerte, espiritualidad, ‘inspiración clásica’—que podrían llevar, por una fluida extensión, a preguntas sobre la cultura y la pedagogía”. Una vez descrito el paisaje y sus propiedades, el escritor hizo énfasis en una circunstancia peculiar a ese campus: la garganta, the gorge, un cañón con un río que rodea al lugar y sobre el que está construido un puente que une a la Universidad con la ciudad, ‘su dentro con su fuera’. El escritor recordó una ocasión en que, para limitar las ‘tentaciones de suicidio’ al borde de la garganta—o gorging out, en el idioma local—, se pensó en instalar una serie de barreras que taparan la vista. Ante esa opción, un miembro de facultad de Cornell expresó enfáticamente su desacuerdo, dijo que al limitar la vista lo único que se consegui-

ría sería “destruir la esencia de la Universidad”. El escritor en su conferencia se preguntaba: “¿Qué quería decir con esto?, ¿qué es la esencia de la Universidad?”. 50

La conferencia se tituló Las pupilas de la Universidad. El principio de razón y la idea de Universidad y fue dictada por Jacques Derrida, en abril de 1983. La noción de la vista está en todo el texto, el escritor la usa para hacer un circunloquio en torno a la razón. En un momento, Derrida habla de unos animales de ‘ojos duros’, carentes de párpados y que siempre ven, a diferencia del hombre que tiene una membrana que “sirve para proteger el ojo y que le permite, a intervalos regulares, encerrarse en la noche del pensamiento interior o del sueño”. Derrida dice que “lo terrorífico del animal de ojos duros y de mirada seca es que ve todo el tiempo. El hombre puede bajar el fragma, regular el diafragma, limitar la vista para oír mejor, recordar y aprender”, y se pregunta: “¿Cuál puede ser el diafragma de la Universidad?”. Es necesario detenerse en las metáforas de Derrida sobre la vista, sobre hasta qué punto la razón puede dar cuenta de sí misma o de su sinrazón, sobre ver y no ver, sobre abismarse en la singularidad, parpadear, sobre la introspección o la imaginación. En lo geográfico, es natural que al hablar de cultura y universidad el asunto se remita a un centro o división cultural que ofrece actividades, conciertos, exposiciones, películas, y toda una serie de eventos que a mayor o menor escala son un espacio de esparcimiento, una programación para el desprograme, para llenar ‘huecos’ entre clase y clase o para la socialización interdisciplinaria. Tal vez por ese mismo carácter ‘extracurricular’ de lo cultural es que algunos profesores no ven una relación significativa entre su trabajo académico y el centro cultural de la universidad, se consideran académicos, no ‘gestores culturales’, se piensan ‘investigadores’, no artistas.


Pensar la Cultura En la universidad, se radicaliza una noción de ‘alta’ y ‘baja’ cultura, y esto se ejemplariza en una obsesión por la jerarquías y la medición: todo lo que se produce debe poder ser ponderable bajo un sistema de puntajes o indicadores que justifiquen la inversión, un ejercicio capaz de medir el ‘capital intelectual’ en relación con la ‘capacidad de producción de conocimiento’. Ante este imperativo de razón, útil e incuestionable, los ‘productos’ de la cultura deben ser sintetizados numéricamente. Así, es cada vez más frecuente ver cómo los miembros de la áreas disciplinarias relacionadas con las artes deben construir indicadores de

medirlas, de ponerle una barrera a la garganta incierta que abre toda labor de creación o de experiencia cultural.

existencia, visibilidad y calidad para lo que hacen y se meten en camisa de fuerza con los mecanismos de medición de las ciencias: sistema de evaluación de pares, graduaciones de prestigio en relación al espacio de publicación, indicadores de citación, sistemas de registro de la propiedad intelectual.

asociación de la Universidad Externando de Colombia con la campaña Libro al viento, una colección de libros modestos pero sustanciosos distribuidos de forma gratuita y que editan lo que no tiene valor para el comercio: la poesía. Otra serie similar a esta es Señal que cabalgamos de la Universidad Nacional, que ya llegó a los 100 números dedicados a la literatura y la filosofía. Basta ver los ejercicios contables de todas estas iniciativas para notar cómo todas trabajan a pérdida y sobreviven gracias a la decidida voluntad de la política cultural de las universidades. Lo paradójico es que éstas y otras nuevas iniciativas se puedan ver frenadas ya no por su inviabilidad económica sino por el dogma de la inviabilidad académica.

En términos administrativos, esta labor puede ser un ejercicio útil al momento de ponderar la producción de un profesor de artes, de encontrar elementos que justifiquen la inversión de tiempo y recursos que la universidad le da a uno de sus miembros; sirven para evaluar el desempeño del empleado. Sin embargo, más allá de lo administrativo, sus resultados de los ‘productos’ culturales son inciertos en cuanto a su ‘valor académico’, la cifra resultante es incompatible con el rasero del puntaje que se obtiene por un artículo científico en una revista arbitrada que goza de un prestigio consensuado a nivel orbital. Los efectos del efecto de medición son perversos. Es claro que se trata de un efecto que poco tiene que ver con las causas de la creación, si fuera así, el arte o la cultura no existirían por fuera de la universidad o lo que se hace en la universidad destacaría en relación a la producción externa. Pero este artificio de medición que se extiende por el paisaje universitario es causa de fragmentación, no aglutina todas las fuerzas y debilita muchos de sus ‘productos’. Por un lado, lo cultural se convierte en una actividad marginal, extracurricular. Por otro, toda la producción artística o cultural generada por los miembros de la universidad tiene que acomodarse en el mismo cauce de la investigación científica, pero sin conseguirlo por completo, los suyos son los caminos gregarios y culposos de la concertación y la justificación. El error con las artes no está en el sistema de medición, está en el intento desaforado de

A nivel local, por ejemplo en Bogotá, una de las iniciativas culturales más legibles, significativas y constantes ha sido la de las emisoras universitarias, un oasis en medio de la aridez del dial —“ejercita tu mente”, reza el lema de la Universidad Javeriana—. También cabe mencionar el auditorio León de Greiff en la Universidad Nacional, un espacio abierto a todo tipo de público y con una programación variada y consistente. O la

Lo que produzca el arte, la cultura o, incluso, lo que está antes de la cultura, antes de poder ser nominado, lo que nos singulariza y está oculto en la libre oscilación de la inteligencia siempre será incierto, contingente, un ejercicio de expresión y confrontación, de un autoconomiento sin más mediación que la que da la experiencia. Es función de la razón, sobre todo universitaria, saber aprovechar con pragmatismo y sabiduría sus ‘productos’, esto es, comprender la utilidad y la dimensión práctica de las cosas, sin pedirles que cambien su naturaleza o que se amolden a un único e inamovible rasero. “Cuidado con los abismos y con las gargantas, pero cuidado con los puentes y con las barreras. Cuidado con aquello que abre a la Universidad al exterior y a lo sin fondo, pero cuidado con aquello que, al cerrarla sobre sí misma, sólo crearía un fantasma de cierre, la pondría a la disposición de cualquier interés o la convertiría en algo totalmente inútil. Cuidado con las finalidades, pero ¿qué sería una Universidad sin finalidad?”, dice el escritor al final de su conferencia.

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Una política de lectura y bibliotecas para Colombia Ana Roda Fornaguera* El fortalecimiento del sistema de bibliotecas del país empezó, de manera decidida, con la aprobación de la Ley 1379 de 2010. Ana Roda, una de sus principales promotoras, resume la importancia y el alcance de la iniciativa que busca hacer de Colombia un país de lectores.

E

l gran Saramago aprendió a leer el mundo en un remoto pueblo de Portugal, gracias a sus dos abuelos analfabetas que nunca conocieron otro entorno que el de su vida de campesinos pobres. En su discurso de aceptación del premio Nobel, dijo: “el hombre más sabio que he conocido en mi vida no sabía leer ni escribir”. Pero era capaz de poner el universo en movimiento con las historias con las que poblaba las noches de su nieto y de apreciar la belleza del mundo en el que le había tocado vivir. Ese abuelo que, según cuenta Saramago, “al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto, uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver”, porque eran bellos y lo habían acompañado. La capacidad de escuchar y de aprender a ver, el descubrimiento del poder creador del lenguaje, el aprecio por la belleza y también la dureza del mundo, eso aprendió en su pequeño terruño este niño campesino que fue Saramago. El resto lo obtuvo de los libros y de las bibliotecas públicas. Porque ya había aprendido a querer, a sentir y a descubrir. Y porque había bibliotecas públicas. Así se formó quien más tarde sería un gran novelista y, más que eso, un gran humanista. Esta imagen me dio pie para, en la inauguración del II Congreso de Bibliotecas Públicas celebrado a mediados de este año, reflexionar con los bibliotecarios que se encontraban allí reunidos, cerca de 700 venidos de todos los rincones del país, acerca de la importancia de su trabajo: la posibilidad de contribuir, desde el entorno local, al progreso de una comunidad, al desarrollo de sus individuos y a la construcción cultural del país. A lo largo de su historia, Colombia ha ido construyendo un discurso sobre la importancia de las bibliotecas públicas y de la lectura en la formación de sus ciudadanos. Un discurso que

* Directora Biblioteca Nacional de Colombia.

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ha dado paso a grandes acciones, pero que se ha enfrentado a períodos de retroceso, dificultades y estancamiento. En 1777, cuando se creó la que sería la primera biblioteca de su género en el continente americano, la Biblioteca Pública de Santafé, hoy Biblioteca Nacional, el propósito era claro: contribuir al “adelantamiento de la ilustración general y a promover el cultivo de las ciencias y las artes”. Manuel del Socorro Rodríguez, uno de sus primeros bibliotecarios, se preocupó porque, además de libros de teología, sus usuarios encontraran obras de historia, política, derecho y ciencias naturales, y que estos fueran en español, ya que hasta entonces la mayoría de los textos de que se disponía estaban en latín. Alrededor de esta biblioteca, se formaron los grupos de discusión y estudio que darían paso al movimiento independentista. Más tarde, el coronel Anselmo Pineda, en un trabajo paciente y metódico, logró reunir una importante colección compuesta de libros, folletos, periódicos y hojas sueltas de casi todo lo que se había publicado en el territorio de la Gran Colombia. Anselmo Pineda donó esta colección ya organizada a la Biblioteca Nacional y el país empezó así, gracias a su esfuerzo, a documentar su historia, a conservar los registros de su memoria. En la década de los treinta del siglo pasado, la historia de las bibliotecas públicas en el país se enriquece con nuevos e interesantes desarrollos: reconocimiento del valor de la cultura popular, difusión de la cultura universal, programas de alfabetización y de lectura. Se crearon misiones culturales para llegar a las zonas más apartadas del país con libros, películas, exposiciones, conferencias. Se transmitía cultura a través de la radio. Se hizo un gran esfuerzo que no tuvo continuidad en la mayor parte del territorio colombiano.


Pensar la Cultura Desde mediados de la década de los cincuenta, el país se modernizó y, con él, las instituciones bibliotecarias. La creación de la Biblioteca Pública Piloto, en Medellín, y de la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá; el fortalecimiento de las redes bibliotecarias de esas mismas ciudades; y el importante desarrollo de bibliotecas comunitarias en Cali, por citar algunos ejemplos, son hitos de gran importancia en nuestra historia porque implican una inversión estatal, decidida y sin mayores precedentes, en el campo de la cultura. Significan, además de una afirmación seria y consecuente con los valores de la democracia, el reconocimiento de la importancia de la cultura en el desarrollo ciudadano. Esto, en las grandes ciudades. En el resto del territorio colombiano, la violencia, la pobreza, el desinterés de los gobiernos a nivel nacional y local, la falta de consensos y de políticas, hacen que el siglo XXI encuentre un país con grandes rezagos en la formación lectora de sus habitantes. Prueba de ello son los índices de lectura por debajo del promedio regional—y en caída—; limitadísimas posibilidades de acceso a los libros y otras fuentes de información en la mayoría de los departamentos, grandísimas inequidades en las posibilidades de formación y oportunidades para sus habitantes. La formulación del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas buscó actuar sobre este panorama. Los lineamientos de la política fueron consignados en el documento Conpes 3222, a partir de un cuidadoso diagnóstico. Hoy, ocho años después, y gracias a un marco institucional de alianzas públicoprivadas, todos los municipios del país tienen una biblioteca pública con una dotación básica, variada y de excelente calidad, y existe una red organizada de bibliotecas públicas en casi todos los departamentos. A principios de 2010, por iniciativa del Ministerio de Cultura, y con el fin de darle continuidad a la política y garantizar las condiciones de sostenibilidad y crecimiento a esta Red, se aprueba y sanciona la Ley 1379 de Bibliotecas Públicas. Esta Ley, que se construyó con el concurso de representantes de la comunidad bibliotecaria, educativa y de la sociedad civil, define la política de las bibliotecas públicas en el país, da lineamientos sobre el desarrollo de sus colecciones y servicios, establece los requisitos de formación de los bibliotecarios, determina responsabilidades y define los instrumentos para su desarrollo sostenible. Organiza, también, a nivel nacional y regional, la función de las bibliotecas con carácter patrimonial, con el fin de garantizar la preservación y uso de la memoria histórica y cultural. Esto que se articuló sobre el papel requiere de un gran compromiso estatal y social. Existe, sin duda, una base sobre la cual construir, pero aún estamos lejos de lograr la meta de hacer

de éste un país de lectores, en el que circule la información y se genere conocimiento e intercambio cultural en provecho de todos los individuos y poblaciones. Esta historia de avances interrumpidos, de esfuerzos aislados y de retrocesos, trae inercias que hay que enfrentar con decisión. La falta de recursos asignados a la cultura, la desarticulación de las políticas en materia tan importante como es la formación para la lectura, el arte, la investigación y las capacidades comunicativas; las fracturas en los procesos de desarrollo cultural y social de muchas comunidades debido al desplazamiento y la violencia; la falta de espacios de integración y debate sobre la construcción cultural; la corrupción administrativa; la desatención a la formación en la primera infancia, son algunos de los factores que obstaculizan y ponen en peligro el desarrollo de esta política.

De ahí la importancia de dar desarrollo a la Ley y fortalecer el sistema bibliotecario en Colombia. Las bibliotecas públicas constituyen, hoy en día, una de las infraestructuras culturales mejor repartidas en el país. De lograrse su desarrollo en los términos en que lo señala la Ley, se convierten también en centros de recursos informativos y formativos de inmenso valor. Su cercanía con las comunidades les permite crecer con y para ellas, y convertirse en focos de difusión de la cultura y la actividad local y ser, además, factores de integración social y económica. Pero para ello necesitan la vida que dan unos espacios dignos y bien dotados, unas colecciones en constante actualización que no frustren los ímpetus de los nuevos lectores, información pertinente para sus comunidades, bibliotecarios formados, activos y estables, programas y servicios bien estructurados y, desde luego, conectividad. Bibliografía JARAMILLO, Orlanda. “Políticas públicas para el desarrollo y fortalecimiento de las bibliotecas públicas” En: Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol.29 No. 1(Ene. Jun. 2006); p. 31-62. MELO, Jorge Orlando. http://jorgeorlandomelo.com RODRÍGUEZ, Gloria María. www.comfenalcoantioquia.com/Portals/68/ GloriaRodriguez.pdf. SARAMAGO, José. Palabras para un mundo mejor. Libro al viento. Alcaldía Mayor de Bogotá. (Jul. 2007)

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El asunto del público en el cine y el cine como asunto público Felipe Aljure

Con la Ley del Cine, la industria cinematográfica nacional parece haber adquirido un nuevo impulso que le permite garantizar su permanencia. Felipe Aljure, director colombiano, da un repaso a las razones por las que producir material audiovisual es una herramienta de construcción de identidad.

E

l cine es el fenómeno de representación social más complejo que existe hoy en el mundo, pues en él converge el plano tecnológico, el financiero, el industrial y el cultural, que es su razón de ser. Los tres primeros son apenas su vehículo.

Estas leyes no fueron cosa pequeña, pues pese a que llegaron un siglo tarde, lo hicieron al tiempo con la democratización de la tecnología y con la ampliación de los mercados gracias a la globalización. Una globalización que, en el plano económico, favoreció al cine y que, en el cultural, aún hoy lo amenaza.

Así lo entendieron, cien años después de la invención del cinematógrafo, los gobiernos Samper y Uribe, cuando aprobaron las Leyes de Cultura, en 1997, y de Cine, en 2003, respectivamente. Con ellas, el país acogió el cine como un asunto público y, por ende, merecedor de unas políticas de Estado capaces de mitigar los defectos financieros, industriales y tecnológicos que, históricamente, habían actuado en Colombia como obstáculos para que esta expresión cultural se manifestara libremente.

La convergencia de esta nueva legislación, de equipos radicalmente más baratos y de mercados continentales más grandes, armó el trípode sobre el cual pusimos la cuna del bebé del último nacimiento del cine colombiano. Porque antes hubo varios, pero ninguno tuvo los dientes económicos de la legislación actual, ni la coincidencia oportuna con la tecnología accesible, ni la ampliación geográfica de mercados de la que gozó este último parto.

El cine es el fenómeno de representación social más complejo que existe hoy en el mundo.

Sin embargo, entre Samper y Uribe el cine tuvo que superar el gobierno Pastrana (1998-2002), que trató de acabar con un ‘fundido a negro’ presupuestal el joven Ministerio creado por su antecesor y rival político. Por fortuna, encontró resistencia en los buenos logros culturales de la entidad durante su primer año de existencia, bajo la administración de Ramiro Osorio, y en la inteligencia de Alberto Casas quien, como nuevo ministro, valoró esos logros y continuó la obra.

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La Ley llegó con un estímulo tributario que cubría el 48% del costo de la película, la tecnología con cámaras de video muy económicas y la posibilidad de editar en computadores personales, y el mercado con una tendencia a unificarse desde los hispanos de Estados Unidos hasta Chile, para consolidar un envidiable público potencial de más de 450 millones de espectadores, unidos por el mismo idioma, el mismo continente, la misma historia, la misma religión y el mismo mestizaje.


Pensar la Cultura Pero el bebé no estaba naciendo en un mundo fácil: llegaba a la Colombia audiovisual de la transición del final del siglo XX y el comienzo del XXI. En esa época, de cada 200 películas que se estrenaban en un año, tan solo dos eran colombianas, y mientras las películas norteamericanas y extranjeras se ganaban una plata extra en nuestras salas de cine, las colombianas tan solo veían la taquilla que les dejaba nuestro territorio. El cine colombiano no viajaba entonces y tampoco lo hace ahora. Las cifras eran difíciles, pues si mirábamos hacia Estados Unidos, como ejemplo de industria, veíamos un país con una población cercana los 300 millones de habitantes que llevaba 1500 millones de espectadores a sus salas de cine por año. Si usábamos a México como un referente más cercano de industria y cultura cinematográfica, teníamos un país de 100 millones de habitantes que llevaba 150 millones de espectadores a sus salas de cine al año. Colombia, por su parte, era un país de 40 millones de habitantes que, en un buen año, llevaba tan solo veinte millones de espectadores a sus salas. Estados Unidos llevaba cinco veces al año a cada uno de sus habitantes al cine; México, 1,5 veces; y Colombia, con menos de la mitad de la población de México, llevaba medio habitante al año —es decir, 0,5— a sus salas de cine. Era claro que el país tenía una relación ‘habitantes vs. espectadores de cine’ que indicaba que había poco interés, o pocas pantallas, o pocas sillas, o poco poder adquisitivo, o poca cultura audiovisual, para tener público suficiente para sostener una industria cinematográfica. Era necesario promover una gran alfabetización audiovisual en nuestro país. Sin embargo, no todo era malo y la voz de ese reducido público hablaba claro y fuerte pues, por increíble que parezca, quería ver más cine colombiano que americano: cada película colombiana había llevado a las salas, en promedio, más de 200000 espectadores, en los últimos veinticinco años; cada película americana había llevado un promedio de apenas 100000, en el mismo lapso. Esta preferencia era el gran indicador, el mandato de un pueblo que quería ser representado con sus propias historias, el mandato de la cultura que, aunque pequeña e imperfecta, tenía el gran valor de ser la nuestra.

Cuando la cultura abre una tendencia y marca un camino, todas las dificultades son irrelevantes. Lo importante era hacer cine, conectar con un público más amplio, producir pensamiento audiovisual propio. Era fundamental entender que evadir la obligación de hacer nuestro propio cine, escudados en el falso pragmatismo de las dificultades económicas y permitir así que nuestra cinematografía fuera suplantada por una ajena y casi hegemónica, como es el caso de la cinematografía norteamericana, era equivalente a dejar a nuestras juventudes inermes frente a un aparato de invasión cultural que ya nos había permeado durante cien años. Por esa puerta entraron toda clase de patrones culturales, modos de vida, formas de vestir y de lucir, culturas de consumo y cosmovisiones ajenas que sometieron a nuestra Colombia a un proceso de aculturación tal que, en una clara alusión al cine que se veía en cada uno de nuestros estratos culturales, la sorna popular colombiana llegó a afirmar que nuestras clases bajas se creían mexicanas, mientras las altas pensaban que eran estadounidenses. La preservación de nuestro ADN cultural es la razón para tener un cine propio. Si para evitar que nos conviertan en productos culturales transgénicos, el Estado debe asumir unos costos económicos, pues que los asuma. Ya llegará el día en que la contabilidad social y cultural del país les reconozca su saldo positivo. Lo importante no es el vehículo económico, financiero e industrial con el que se hace cine, lo importante es la expresión cultural. El cine es inevitable y la evolución del ser humano pasa por ahí. Los jóvenes de hoy ya no se quieren parecer sólo a sus padres o a familiares y amigos que admiran, se quieren parecer a personajes del cine y el mundo audiovisual, a personajes que nunca han visto en la realidad, que tan solo son imágenes que ven en el mundo virtual de hoy. Los paradigmas sociales de nuestros jóvenes —y los de nuestros viejos— vienen del cine y del mundo audiovisual. Si no tenemos presencia propia en los espacios cinematográficos y audiovisuales en donde nuestros niños copian sus patrones de comportamiento, otras cinematografías la tendrán. De ello es ejemplo todo el siglo pasado.

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Maestría en Políticas Públicas Programa interdisciplinario y flexible que busca desarrollar en sus participantes el manejo de herramientas técnicas de análisis de políticas públicas, así como habilidades de liderazgo, estrategia y pensamiento crítico, que les permitan convertirse en líderes transformadores de la actividad pública emprendida desde el sector público, el sector privado o el tercer sector. Dirigido a profesionales de todas las disciplinas interesados en la comprensión integral de los asuntos públicos y en la búsqueda de soluciones innovadoras a problemáticas de orden local, regional, nacional o internacional.

La existencia de un cine propio es garantía para lograr, algún día, estar en el pensamiento social planetario y no en el extremo de los consumidores de tecnología y pensamiento ajeno, al que hemos permitido ser relegados. Tenemos el derecho a ser neuronas y no nos podemos resignar a ser condenados a pertenecer al aparato digestivo mundial con representaciones verbales inaceptables como ‘el tercer mundo’ o ‘la periferia’. El cuerpo social planetario es uno solo y debemos pelear el lugar de primer nivel que nos merecemos en su cerebro y su pensamiento, sin caer en extremos ni fanatismos. El cine es un escenario paradójico en donde es posible consumir tecnología foránea para producir ideas propias, pues películas hechas con cámaras Arriflex alemanas, lentes Cook ingleses, película Kodak norteamericana, grabadoras Nagra Suizas, han producido obras cinematográficas indiscutiblemente colombianas que hoy enriquecen nuestro acervo cultural. No hemos caído en el fanatismo de reinventarnos de nuevo toda esa tecnología, tan sólo nos hemos aprovechado de ella para producir expresiones cinematográficas propias que hoy llevan al cine colombiano por un camino que hasta ahora empieza, pero ya existe. El bebé está creciendo y es nuestro deber criarlo bien.

La existencia de un cine propio es garantía para lograr, algún día, estar en el pensamiento social planetario y no en el extremo de los consumidores de tecnología y pensamiento ajeno, al que hemos permitido ser relegados.

Apoyo financiero: La Universidad ofrece líneas de financiación mediante convenios con entidades financieras.

Duración: Dos años.

Mayores informes: [571] 339 4949, ext.: 2073 http://gobierno.uniandes.edu.co

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES PERSONERÍA JURÍDICA: RESOLUCIÓN No. 28 DEL 23 DE FEBRERO DE 1949, MINJUSTICIA

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Tampoco se trata de bloquear la circulación de productos cinematográficos extranjeros para favorecer los nuestros. En una sociedad en donde nuestra juventud recibe la gran mayoría de su información de vida a través de medios audiovisuales, se hace de vital importancia asegurarles una alfabetización audiovisual adecuada que, sin prohibiciones, les dé la capacidad para filtrar y procesar la intoxicante cantidad de información a la que están expuestos día a día. Sólo esa cultura audiovisual será capaz de actuar como una muralla conceptual virtual, que empiece a impedir el paso fluido de información visual nociva que, durante cien años, nos ha invadido sin resistencia aparente. Sin cine propio, la amenaza de ser desplazados culturales es grande, y el riesgo es que nuestra docilidad permita que las culturas audiovisuales dominantes nos sometan a entrar ordenadamente en sus cajitas conceptuales en donde la diversidad no cabe, pues traen de fábrica todos los huecos de un solo tamaño. Suponen que todos los tomates del mundo son iguales, sin importar de qué país vienen.


Pensar la Cultura

La responsabilidad de las partes Sobre las exposiciones de arte y sus públicos Mariángela Méndez* Las exposiciones de arte son lugares decisivos en los procesos de educación, comunicación e intercambio, pues son espacios de difusión y construcción de contenidos. Su promoción es una responsabilidad pública y compartida.

D

istribuir mensajes específicos a personas específicas ha sido una preocupación constante de la comunicación social, y varios de sus intentos preceden a la tecnología y a los medios de difusión masiva. Antes, como ahora, existían mecanismos de comunicación de predicados para la educación social y el control: los sistemas de transmisión oral empleados por las iglesias, los salones de clase y las asambleas en plazas públicas o en el trabajo; y todas las enseñanzas impartidas por esta vía terminaban por interactuar con las familias, extendían el radio de acción de los comunicados. Las exposiciones de arte han sido otro ejemplo de esos lugares de comunicación e intercambio, a lo largo de su historia han estimulado la percepción para que los sentidos y el intelecto del espectador aprehendan las obras y las ideas que derivan de ellas. Concebir y montar una exposición, hoy, significa encontrar la forma de sacar el mayor provecho de los efectos que una obra pueda tener a nivel sensorial, físico y semántico, sobre el visitante. Por eso, una exposición escribe un discurso con las obras; busca combinaciones de ideas e imágenes que aporten una lectura nueva a determinado problema. Estos escenarios, indispensables para la circulación y visualización del arte, son además actores legitimados —como ­la biblioteca y la universidad— que muestran su cultura política para hablar de la identidad o la historia, a través de los objetos que muestran o coleccionan.

La exposición de Arte Degenerado de 1937, organizada por Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania Nacional Socialista, es un ejemplo claro —y aterrador por su eficacia— del poder discursivo de las exposiciones. La muestra recogía las obras de algunos de los artistas más importantes de la vanguardia artística de la modernidad como Amedeo Modigliani, Otto Dix o Ernst Ludwig Kirchner, y fue organizada con el objetivo de desacreditar al arte moderno bajo el calificativo de degenerado. Degenerado para los organizadores de la exposición era lo mismo que inmoral, deforme y monstruoso, y para evidenciar esto con la muestra, acompañaron la mayoría de obras de la exposición con frases y textos cortos escritos por Hitler, Goebbels y Rosenberg, que re-contextualizaban las obras y las mostraban bajo una nueva lente de distorsión. Por ejemplo, la obra de Emile Nolde La Vida de Cristo (1911-12), aparecía acompañada de la frase “Insolente burla de lo divino” y esa misma sala, que acogía la obra de artistas judíos, estaba titulada como “Revelación del alma racial judía”. Pero quizás lo más devastador de esta exposición es que no se trató solamente de una ofensa arbitraria, idiota y sin sentido al arte moderno, sino que también fue un sugestivo, refinado y tristemente exitoso ataque a los cimientos del arte, bajo la consigna de proteger la sensibilidad del pueblo alemán de formas que resultaban arrogantes, disonantes o confusas. En ausencia de una contraparte que mostrara la vanguardia artística bajo otra lente, el ataque

* Curadora de arte, profesora asistente del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes.

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del Partido Nacional Socialista fue tan definitivo y concluyente que terminó por desacreditarlo frente a un público ya limitado para comprenderlo, inclusive después de la caída del Nacional Socialismo. El ejemplo hace evidente cuán importantes, decisivas e influyentes pueden llegar a ser la exposiciones de arte en los procesos de educación, precisamente porque son espacios poderosos de construcción y difusión de contenidos. Las exposiciones, cualquiera que sea su formato, cuestionan el sentido de la producción cultural. Por tanto, la forma de diseñar una exposición, implica pensarlas según discursos urgentes que dialogan con la cultura en su totalidad. Mantener un espacio de exposiciones abierto, de cara a la ciudadanía, es asumir una responsabilidad formativa y participativa en ese diálogo. Con frecuencia, la intención central de una exposición es demostrar que el arte evidencia lo que no puede ser dicho o lo que puede serlo sólo indirectamente. Una exposición sugiere las vías en las que el significado se produce a través del juego de lo implícito y todo eso se logra a través de la yuxtaposición de obras y textos en un espacio. El significado, que no es inmanente a los objetos exhibidos, es potenciado por la secuencia narrativa de una exposición y construido por los espectadores individuales en su contexto. Las exposiciones, como los discursos, no son acontecimientos puros e independientes con un significado único, porque cualquier acto comunicativo es fundamentalmente un acto de persuasión. Y como sin público no hay función, las exposiciones— en tanto actos discursivos— siempre están abiertas al cambio y a la construcción de nuevos valores por parte de los receptores. Sólo hasta que consideremos a los receptores como parte fundamental de la construcción de sentido del discurso, nos será posible comprender la compleja naturaleza de los elementos que constituyen el contexto del intercambio. Si las exposiciones crean nuevos campos de significación a través de asociaciones y yuxtaposiciones, si re-contextualizan una y otra vez obras de arte, entonces no solo enriquecen la lectura, sino que también aclaran y facilitan la compresión de todos los procesos y conceptos concomitantes al arte. Además de ser una experiencia estética y una forma de conocimiento, una exposición también es el discurso de una institución; es un producto visual que, sin importar su formato y más allá del espacio de la galería o museo, determina formas de representación y de percepción. Por ello, se han convertido en espacios de vital importancia para las instituciones que comparten el objetivo de 58

formar un público atento, crítico y ético que afiance el sentido de las responsabilidades sociales en la ciudadanía. De poco sirve estimular procesos de investigación artísticos, fundamentales para la actividad del sector, si estos resultados no son exhibidos en espacios de amplia convocatoria e inserción socio política. Porque no se trata sólo de que los artistas ganen legitimidad social, profesional y económica, sino de ampliar la participación y comprensión de la sociedad en estos procesos. El arte es una revisión de conceptos, una re-presentación, una re-lectura de la cotidianidad que nos rodea, el arte hace visible lo que pasa desapercibido, señala, muestra… Por eso, un espacio de exposición presenta contenidos al tiempo que fomenta un pensamiento crítico en nosotros como espectadores de la realidad. Una exposición no es solamente la muestra de los resultados obtenidos después de una investigación, una exposición es una investigación en sí misma y como tal debe ser pensada. Es otra instancia más en la producción de pensamiento, de sentido y de significados. Se trata, nada más y nada menos, que del momento en el que se pone a prueba una idea en su relación con el público y, por tanto, no se debería tomar como un accidente de la obra: es su fin, su razón de ser. Frente a los pocos espacios de exposición que tiene el país, es imposible no preguntarse sobre la responsabilidad que tienen los museos —y la academia— respecto al tipo de exposiciones que fomentan, o dejan de fomentar. Un espacio de exposición es un espacio más para ofrecer contenidos a la ciudadania. Y, en algún momento, una institución que produce contenidos y fomenta la investigación debe preguntarse por la socialización de esos resultados, que no buscan otra cosa que el bienestar común. Si las exposiciones son ámbitos de control de la experiencia del arte, entonces es necesario, si no urgente, convertirse en un agente que prioriza la presentación de contenidos y que hace pública una actividad que, normalmente, se lleva a cabo a puerta cerrada. Es un deber de las universidades hacer partícipe a la comunidad de su dimensión cultural, que lleve al espectador a considerar y cuestionar el sentido mismo de la producción cultural. La organización e instalación de una exposición siempre examina las consecuencias de la institucionalización de las artes, porque genera una reflexión sobre el juicio de cada espectador en las relaciones entre arte, moralidad y censura. No aceptar esta forma de operar implica una renuncia de nuestras libertades sobre la comprensión de lo que es la cultura.


Pensar la Cultura

Soñar no cuesta nada: hacia la enunciación colectiva del mensaje Omar Rincón* ¿Cuál es el foco de interés de las industrias de la comunicación?, ¿cuál es su lugar en la democracia?, ¿dónde están las políticas públicas de comunicación y servicio público?, ¿nos hemos olvidado del ciudadano?

L

a comunicación está en el centro de nuestra vida pública. Y lo es por su gran capacidad de seducción masiva y por su valor estratégico en lo económico, tecnológico, político y cultural. Y por eso mismo está en el centro del debate actual de la democracia a través de temas como la libertad de información, el derecho a la comunicación, la participación ciudadana, las redes sociales, los medios ciudadanos, la televisión digital, los gobiernos hipermediáticos, los medios hiperpolíticos, la sociedad del espectáculo. Esta centralidad de la comunicación, además, se topa con que todo cambió: los medios, las tecnologías, los ciudadanos, los gobiernos, la democracia. En esta situación, hay que recuperar el sentido común, el de la gente, el de los ciudadanos, el del bien público, el de la democracia… y reinventar las políticas públicas de comunicación.

El contexto político Habitamos la efervescencia del Estado comunicador y la mediática del poder. 1 El resultado: una política espectáculo y una gobernabilidad que se juega en encuestas de favorabilidad. Y es que asistimos a una batalla inédita por el relato de país y por la hegemonía política. Por un lado, unos gobiernos fascinados por la lógica de los medios; por el otro, unos medios de comunicación que no quieren perder sus privilegios de negocio y su dominio sobre la opinión pública. Así, los gobiernos luchan por dominar el mercado de la opinión pública y los medios de comunicación optan políticamente hacia la derecha para defender al mercado y su negocio. Y fuera de foco están los ciudadanos, a quienes medios y gobiernos dicen defender, pero que no

han sido invitados al banquete del poder; los ciudadanos sólo sirven de rating. Lo grave es que en esta lucha/complicidad entre medios de comunicación y gobiernos se está jugando la calidad de la democracia en América Latina. En la Clasificación Mundial de la libertad de la información 2010 de Reporteros Sin Fronteras, Ecuador está de 101, Venezuela de 133, México de 136, Honduras de 143, Colombia de1 45 y Cuba de 166 —entre 178 países—. Como se puede ver, el papel del Estado frente a la libertad de información está en cuestionamiento en regímenes de izquierda y derecha por igual. Asistimos, entonces, a la crisis de la legitimidad del periodismo y, en simultáneo, al auge de los medios comunitarios y a los medios de internet; a la desconexión de los medios tradicionales de los ciudadanos. Este contexto de crisis y reinvención obliga a nuevas políticas públicas en comunicación para defender la libertad de información y el valor democrático de la información pública; fomentar el derecho a la comunicación de todos los ciudadanos; desarrollar los medios públicos de todos y para todos; preocuparse por el periodista y comunicador y sus condiciones laborales—salario, asociación, jornada laboral, libertad de conciencia—; establecer criterios para el control monopólico de medios y la promoción de diversidad de actores en la propiedad; crear un acuerdo público acerca de la publicidad oficial como estrategia gubernamental para el fomento de la diversidad de medios; el futuro de la televisión digital; el horror de la Comisión Nacional de Televisión; la ineficacia de las políticas de tecnologías de la información; la precariedad de los apoyos a los productores comunicativo-culturales.

* Profesor asociado de la Universidad de los Andes. orincon@uniandes.edu.co 1 Ver: Rincón, Omar (editor), Los telepresidentes: cerca del pueblo y lejos de la democracia, C3FES, Bogotá, 2008 disponible en http://www.c3fes.net/(28p)29publicacion7.htm y Rincón, Omar (editor), ¿Por qué nos odian tanto? [relaciones entre medios de comunicación y Estado en América Latina], C3FES, Bogotá, 2010

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El contexto tecnológico Cada nueva utopía tecnológica, la digital es la última, trae consigo su evangelio de más democracia, más libertad, más espacio público, más creatividad social… pero al final solo nos quedamos con más entretenimiento y más negocio y más individuo. Pasó con la televisión, pasa con el Internet, pasará con lo digital. Por ahora, la industria de la comunicación privilegia el mercado sobre la democracia, celebra al individuo en detrimento de lo colectivo, premia el espectáculo y el entretenimiento sobre las culturas y goces de identidad. Y la tecnología se nos vende como una revelación pura y sin ideología. Por ahora, el mercado y la tecnología lo dominan todo, la política llega siempre tarde y la educación no entiende. Hay tres grandes ausentes en el debate y producción de políticas públicas comunicativas: los ciudadanos, los creadores, las comu-

nidades culturales. No es posible creer en el mercado como regulador social y en lo tecnológico como ciudadanía extendida.

Las políticas de la comunicación En este contexto, es urgente tener nuevas políticas públicas de comunicación y de servicio público —¡y de eso en Colombia poco hay!—. Las políticas públicas tienen que indicar caminos para la industria, defender a los ciudadanos, fomentar el movimiento de creadores y ubicar a la comunicación como asunto cultural. Y lo primero es asumir que la comunicación es un sector y no un agregado de fragmentos —cine, televisión digital, internet, celular, medios privados, medios ciudadanos—. Se requiere/exige tener una política pública integral que ponga siempre en el centro el derecho a la comunicación del ciudadano, unas políticas públicas desde los ciudadanos y no desde las empresas. Algunos temas prioritarios serían: I [Industria] Crear reglas claras para fomentar que las empresas tecnológicas puedan hacer buen negocio, garantizar su ‘industrialidad’ y el buen servicio. II [Ciudadanía] Establecer la gratuidad de los servicios y asegurar la efectiva participación y acceso de los ciudadanos a la comunicación. III [Identidad] Establecer cuotas de producción nacional y fomentar canales para la diversidad de identidades que habitan la sociedad. 60

IV [Contenidos] Garantizar que habrá contenidos auspiciados y/o fomentados por el Estado para los ciudadanos no atendidos como los niños, los de más edad, los indígenas, las regiones. V [Creación] Diseñar líneas de apoyo e incentivo para crear un movimiento de creadores profesionales de lo audiovisual, lo mediático, lo digital… porque en estas industrias lo prioritario debe ser la creatividad de la nación. VI [Empresa] Establecer emprendimientos empresariales alrededor del desarrollo tecnológico, científico y creativo; el impulso de la producción nacional; la generación de empleo; la formación de recursos humanos y condiciones de trabajo decente para técnicos y creativos. VII [Público] Diseñar un sistema de medios públicos que reconozca la diversidad de contenidos, entretenimiento y expectativas de los ciudadanos donde se incluya canales propios para la memoria, la ciencia y la tecnología, los derechos humanos, el medio ambiente, lo regional…

VIII [Lo social] Establecer canales propios para incluir expresivamente y desde sus intereses culturales a los indígenas, lo afro, lo comunitario, lo universitario… IX [Gestión] Diseñar un sistema integrado de lo audiovisual y comunicacional, sin importar la plataforma tecnológica cuya gestión sea autónoma e independiente de los gobiernos. X [Convergencia] Asegurar que la convergencia sea empresarial y tecnológica, pero sobre todo creativa, pública y ciudadana. Por ahora, en Colombia, la CNTV y el Ministerio de TICs solo se han encargado de consultas ciudadanas para ‘blanquear’ sus errores de diseño y han enfatizado el asunto de los aparatos y el mercado. Todavía no han pensado la convergencia integral de los servicios de comunicación, que implica que la integración no es de aparatos y mercados sino de ciudadanos, creadores e identidades. Una política integral de lo audiovisual y lo comunicativo debería llevar a una ciudadanía cultural en la que cada uno encuentra el placer que desee, donde las narrativas se expandan, las estéticas se diversifiquen y los modos de contar se parezcan al nosotros. Una comunicación hecha por activistas ciudadanos y creadores profesionales que inventen inéditas maneras de entretenimiento, esperanza y goce cultural. Hay que recordar que a mayor calidad y diversidad mediática, mejor democracia. Una comunicación para contar, ser tenido en cuenta y dar cuenta desde donde somos y lo que somos. ¡Soñar no cuesta nada!


Pensar la Cultura

Fundación Nacional Batuta: el impacto de la práctica musical educativa Juan Antonio Cuéllar* Batuta cree en el poder transformador de la música. Y una reciente evaluación de impacto de varios de sus proyectos, realizada por el Centro de estudios cafetereos y empresariales —CRECE—, comprueba que no se trata de una creencia infundada. A continuación, varios de los resultados más contundentes.

Tenemos hoy una conciencia clara y fuerte de la importancia que tiene la contribución de un espíritu creativo en la formación de la personalidad humana, en la plenitud de los niños y de los adolescentes y en el mantenimiento de su equilibrio afectivo, factores que favorecen un comportamiento en armonía.1

S

de educación musical e impacto, ha sido la ejecución, durante diez años consecutivos del convenio con la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional, titulado Déjate tocar por la música, como una estrategia orientada prioritariamente a la atención de niños y jóvenes que han sido víctimas del desplazamiento forzado en Colombia.

obre la premisa de que los músicos deben iniciar a una edad temprana su formación para lograr tener carreras exitosas, la Association Européenne des Conservatoires, Académies de Musique et Musikhochschulen (AEC) publicó, en 2006, un estudio titulado Literature Study, Preparing Young Musicians for Professional Training: What Does Scientific Research Tell Us?, que hace una revisión exhaustiva de la literatura científica a partir de preguntas relativas a la educación musical en los niveles previos a la educación superior. Además de respaldar dicha premisa, los hallazgos presentados en esta publicación ponen de relieve las ventajas de una educación musical temprana para el beneficio de un número de competencias cognitivas, dentro de las cuales se señalan el desarrollo del razonamiento espacial, el incremento de los índices de medición del coeficiente intelectual—IQ test—, el fortalecimiento de la habilidad matemática y su impacto en otras áreas, incluida la comprensión de lectura —sobre la cual el estudio afirma no encontrar aún investigación suficiente— y la capacidad de concentración.

La siguiente tabla ilustra dicho crecimiento en términos de niños y jóvenes beneficiarios, lugares de incidencia y número de centros orquestales.

El quehacer de la Fundación Nacional Batuta ha permitido constatar los efectos de la práctica musical educativa más allá del desarrollo de dichas competencias. Estas acciones han concretado evidentes cambios positivos en los miles de niños, jóvenes, padres de familia y comunidades con las que ha venido trabajando por casi veinte años.

Los programas que se han desarrollado en la ejecución de este convenio incluyen, principalmente, aquellos orientados a la iniciación musical, mediante la cual los niños aprenden a cantar, a tocar instrumentos musicales y a desarrollar su motricidad rítmica corporal. El convenio también ha propiciado la creación de orquestas infantiles y juveniles en algunos de los municipios en los cuales tiene presencia y, desde 2009, la puesta en marcha de un ambicioso programa de atención a los niños y jóvenes con diferentes tipos de discapacidad.

Una de las alianzas públicas más significativas para la historia de Batuta, en términos de cobertura, desarrollo de sus programas

Crecimiento Proyecto Batuta — Acción Social “Dejate Tocar por la m úsica” 2001 - 2010

Fases

I

II

III

IV

V

VI

VII

Años de ejecución 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 Total niños y jóvenes

VIII

IX

2008 2009

X 2010

470 930 5000 5000 21000 25000 28180 28780 29640 29640

No. Departamentos

3

9

18

24

32

32

32

32

32

32

No. Ciudades

3

9

20

25

56

62

69

75

81

81

No. Centros Orquestales

3

9

31

40

101

116

145

182

192

192

* Presidente ejecutivo de la Fundación Nacional Batuta 1 Llamamiento para la promoción de la educación artística y de la creatividad 2006, página Web de la UNESCO http://www.unesco.org/culture/lea

61


Los resultados del impacto psicosocial de Batuta en la ejecución de este convenio fueron plasmados en una investigación adelantada por el Centro de Estudios Cafeteros y Empresariales – Crece, en 2008. Este trabajo, que se adelantó en ocho de los municipios en los cuales el Convenio BatutaAcción Social ha tenido mayor desarrollo, identificó diez factores de impacto a partir de testimonios de niños, jóvenes, padres de familia y actores de estas comunidades. A continuación, se extractan del estudio del Crece, breves reflexiones en torno a dichos factores de impacto atribuibles a los programas de educación musical de Batuta, desde el significado que adquieren para los beneficiarios, pues su mirada ha contribuido, en los últimos años, a orientar la incidencia de Batuta en la formulación y ejecución de política púbica, con miras a otros veinte años de labor social, educativa y cultural.2

1.

Valores para convivir “Aquí también aprendemos el buen trato y el respeto con los compañeros y los profesores”. Joven de Bogotá

El valor más frecuentemente incluido en testimonios de los niños y jóvenes de Batuta es el respeto, en conjunto con la tolerancia, la honestidad, la sencillez, la solidaridad, el trabajo en grupo y el buen trato a los demás. El fortalecimiento de estos valores, evidencia, a su vez, el afianzamiento de dos procesos emocionales: uno de tipo personal orientado a la comprensión y regulación de las emociones, y otro interpersonal, reflejado en la capacidad para entender a los otros e interactuar eficazmente con ellos.

2.

Sentido de responsabilidad “Batuta nos ha enseñado a respetar, a cumplir, a ser honestos, ordenados y a dejar las manos quietas”. Joven de Barrancabermeja

La experiencia del centro orquestal fortalece el sentido de responsabilidad, reflejado en mayor disciplina, puntualidad, orden y cumplimiento de compromisos, capacidad para escuchar, seguir instrucciones y realizar las tareas escolares con calidad.

2 3

Un aspecto estrechamente ligado al desarrollo de mejores niveles de responsabilidad es el sentido de valoración y pertenencia

por el grupo—la orquesta, el ensamble, el grupo—, reflejado en el cuidado de los instrumentos musicales, el espacio físico del ensayo y otros recursos que tienen a su disposición.

3.

Regulación emocional “Uno se desahoga con la flauta, se sienta en un rincón a tocar y ahí se la va saliendo a uno la amargura, la rabia”. Joven de Buenaventura

La regulación emocional, es decir, la capacidad de controlar diversos estados de ánimo y utilizarlos en procura del crecimiento personal, se relaciona estrechamente con el aprendizaje de la música. Algunos niños y jóvenes afirman acudir a la música para superar sentimientos de tristeza cuando están en sus casas. Así mismo, encuentran en la música, bien sea interpretándola o escuchándola, una oportunidad para relajarse y mitigar sentimientos de rabia o estrés. Participar en el proceso de formación musical ha contribuido, desde la perspectiva de los niños y jóvenes, a disminuir su agresividad, su intolerancia y su impaciencia, con repercusiones muy positivas en la interacción con los demás.

4.

Autoestima “Me siento como más útil, antes no servía para nada, estar ahí floja, y me siento más útil, como que sirvo para algo”. Joven de Turbo

El relato de los niños y jóvenes en torno a la importancia que ha tenido Batuta en la satisfacción general frente a sí mismos, evidencia dos aspectos básicos: la posibilidad de reconocer las propias capacidades y talentos, y la posibilidad de obtener reconocimiento por parte de la familia y los amigos. Considerando específicamente la autoeficacia,3 los niños y jóvenes evidencian un buen nivel de confianza en sus capacidades para el aprendizaje de la música y se refieren frecuentemente a sus propios progresos.

Crece, Centro de Estudios Regionales Cafeteros y Empresariales. Evaluación Cualitativa de Resultados del Convenio Déjate tocar por la música celebrado entre Acción Social y la Fundación Batuta. 2008 Entendida como la percepción positiva sobre las capacidades personales para lograr distintas metas.

62


Pensar la Cultura

5.

Autocuidado “Me daba pena porque veía a todos en chanclas y yo la única así descalza, entonces yo me ponía los zapatos”. Niña de Turbo

El compromiso frente a otras personas, el involucramiento con sus pares y los cambios en el uso del tiempo libre, propiciados por la participación en una actividad musical grupal, redundan en una mayor preocupación por adquirir hábitos saludables. Quienes se refieren a cambios en esta dimensión, aducen que los niños se preocupan más por su cuidado personal a partir de su vinculación a Batuta, gracias a su deseo de sentirse bien consigo mismos y con sus compañeros.

6.

Superación de problemas emocionales

“Lo sacó de un abismo en el que él andaba, o sea, me lo ayudó a superar la violencia que había aquí en Barranca”. Madre de familia de Barrancabermeja

Las problemáticas que suelen encontrarse en estos relatos tienen que ver especialmente con el desplazamiento forzado, la muerte de familiares cercanos y la presencia de conflictos familiares. En el interior de algunas de estas familias, se identifican, con frecuencia, casos de maltrato físico y psicológico, así como experiencias de violencia vividas en las comunidades donde residen los niños y jóvenes actualmente. En este contexto, los entrevistados suelen reconocer en Batuta una oportunidad para superar los efectos de experiencias emocionales difíciles. Destacan la posibilidad encontrada por niños y jóvenes en su vinculación con la actividad musical, para sobreponerse a la adversidad, disminuir la angustia, aislarse temporalmente de los problemas familiares y reconocer oportunidades para salir adelante.

7.

Felicidad sentida “Yo vivía antes como amargado, pero cuando entre a Batuta me cambió de repente la amargura”. Niño de Mocoa

Al analizar los relatos de los niños en torno a la felicidad y satisfacción experimentadas gracias a su vinculación con Batuta, se encuentran algunos elementos importantes en sus percepciones alrededor del aprendizaje y práctica de la música: el reconocimiento de los vínculos de la música con la vida emocional; la alegría inherente al aprendizaje y el valor atribuido a las oportunidades de interacción en el Centro Orquestal.

8.

Aspiraciones

“Me gusta, me gusta la música, y algo que sueño y que quiero que ese sueño se me haga realidad, es aprender a tocar el violín”. Niño de Magangué La participación en el proyecto adquiere distintos sentidos para los niños y jóvenes, en cuanto a sus aspiraciones. Mientras algunos asumen esta experiencia como el inicio de su formación profesional, y aspiran alcanzar una carrera en la música, para otros representa una oportunidad de aprendizaje, interacción y diversión que no necesariamente incide en su proyecto de vida, aunque la ven como una actividad complementaria a su posible desempeño en otras profesiones.

9.

Ampliación de redes sociales “Yo estoy muy contento porque aquí no estoy solo, hay un poco de amiguitos que nos acompañan a tocar”. Niño de Barrancabermeja

El grupo de pares cobra gran importancia en el proceso de socialización de niños y adolescentes. En estas etapas, se suele pasar más tiempo lejos de los padres y más cerca de los amigos. De allí la importancia de la vinculación a grupos sociales por parte de los niños y jóvenes, criterio que se aprecia desde la misma concepción de Batuta. En este contexto de análisis, resulta innegable el aporte de esta experiencia en la ampliación de las redes sociales, reconocida como uno de los principales resultados. La cercanía emocional y física que tienen los niños, fruto de la

La

Fundación Nacional Batuta fue

creada en 1991 por iniciativa del Gobierno Nacional, con aportes del Estado y de importantes empresas privadas. Durante sus casi veinte años de desarrollo, ha crecido ostensiblemente en la oferta de programas de educación musical a la niñez y juventud de Colombia a través de importantes alianzas con el sector público y el sector privado, que han permitido a más de 200000 niños y jóvenes del país acceder a oportunidades de crecimiento personal, integración social y definición vocacional a través de la música.

63


permanencia en el Centro Orquestal y el compromiso frente al logro musical colectivo, facilita la superación de problemas de convivencia o de distanciamiento en las relaciones y fortalece los lazos de amistad.

10.

Calidad de la interacción con la familia

“A mí antes me gustaba salir mucho a jugar y a veces no le hacía caso a mi mamá, entonces como en Batuta me han enseñado cosas mejores, yo ya le hago caso a mi mamá y la ayudo”. Niña de Soledad La familia es el referente primario más importante en el proceso de socialización. Es allí donde se forjan las primeras representaciones mentales del mundo y donde, a través de la comunicación, se validan los códigos—costumbres, normas, creencias—aceptados culturalmente. Dentro de estas circunstancias, el estudio resalta los aportes de Batuta en el mejoramiento del comportamiento de los niños y jóvenes en su entorno familiar. Un primer cambio señalado por los niños y jóvenes en la relación con su familia es la tendencia a asumir con respeto los consejos y normas establecidas por sus padres. En segundo lugar, los relatos de niños y padres revelan una mayor cercanía entre los hermanos, especialmente cuando ambos pertenecen a Batuta. En tercer lugar, algunos niños y jóvenes apuntan a señalar los mayores niveles de comunicación con sus familiares alrededor del aprendizaje musical. Estos factores de impacto, traducidos en valores inherentes al proyecto educativo de Batuta, han generado una conciencia institucional sobre la responsabilidad de un trabajo que en todos sus niveles exprese los valores y compromisos de la música con la infancia y la juventud colombiana. La acción de Batuta en el país se orienta, en primer lugar, a ofrecer una estrategia de desarrollo social, educativo y cultural, a partir de programas de educación musical y de la conformación de orquestas sinfónicas infantiles y juveniles de excelencia. En segundo lugar, y de manera concertada con el Ministerio de Cultura, Batuta realiza actividades encaminadas a fortalecer lo que se ha denominado el Sistema de Orquestas Sinfónicas Juveniles e Infantiles de Colombia; un gran proyecto que involucra a todas las organizaciones que se dedican en el país a la

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enseñanza musical a partir de la práctica de orquesta como eje fundamental del aprendizaje y del desarrollo social de las comunidades. De estas acciones se destacan la realización, desde 2008, de programas de formación de formadores, de compra de instrumentos musicales para más de 500 escuelas municipales de música promovidas por el Plan nacional de música para la convivencia del país; la implementación de programas para el mantenimiento y reparación de dichos instrumentos musicales, y la publicación de partituras, grabaciones y otros materiales para la práctica musical educativa y para la promoción y circulación del patrimonio musical del país. En los últimos años, Batuta ha crecido ostensiblemente en alianzas con el sector público y el sector privado, con organismos de cooperación internacional y ONG, con instituciones de educación superior y con el sector profesional de la música, en áreas relativas a la inclusión de la discapacidad, la atención a la primera infancia, el trabajo con comunidades vulnerables de índole diferente al desplazamiento forzado, en programas de investigación y en la realización de proyectos sinfónicos juveniles e infantiles de alto impacto cultural. Hoy en día, el trabajo conjunto de la Fundación Nacional Batuta, con cinco organizaciones Batuta departamentales en Amazonas, Caldas, Huila, Meta y Risaralda, vincula en sus programas a más de 47000 niños y jóvenes de 112 municipios en los 32 departamentos del país. Adicionalmente, con el trabajo realizado en la capacitación de profesores en ejecución de los convenios con el Ministerio de Cultura, han participado 279 profesores vinculados a 98 proyectos orquestales de igual número de otras organizaciones diferentes a Batuta. Finalmente, y con el apoyo de Ecuador y Venezuela, Batuta se ha enfocado, a partir de 2010, en proyectos de cooperación internacional en la atención a comunidades de frontera, a través de la creación de orquestas y centros orquestales binacionales y en un proyecto liderado por la OEA para la implementación de programas de intervención social en Jamaica, Haití y Santa Lucía. La reflexión sobre los alcances plasmados en el estudio del Crece ha re-significado todas estas actividades y han permitido focalizar las acciones de Batuta, como actor fundamental en el desarrollo musical del país, a partir de una conciencia clara del impacto de la música en el desarrollo social, que se resume en un principio fundamental: Batuta cree en el poder transformador de la música.


Pensar la Cultura

Políticas culturales y editoriales universitarias: giros de una revolución silenciosa Nicolás Morales* El reciente giro que han tomado las editoriales universitarias colombianas ha contribuido a ampliar el espectro de influencia de la academia y a potenciar su fuerza transformadora. Reflexiones sobre el impacto del fenómeno.

D

urante los primeros años del milenio, una importante revolución, algo imperceptible si se quiere, se presentó en las universidades colombianas. No es una revolución ligada a un cambio sustancial en sus posturas ideológicas o disciplinares, tampoco a un replanteamiento del modelo pedagógico implementado. Más bien se trató de una serie de trasformaciones ligadas a la concepción que se tenía de lo editorial y un replanteamiento de los proyectos culturales cercanos al mundo de la cultura. En efecto, muchos proyectos educativos universitarios comenzaron a entender que su visibilidad y posicionamiento estratégico no pasaba exclusivamente por el mejoramiento de los pensum y currículos, por un mejor reclutamiento de cuerpos profesorales y administrativos, o por la expansión o mejoramiento del campus y de sus laboratorios. También fue prioritario mejorar la exposición de la producción intelectual de sus grupos de investigación y, en general, de sus profesores. Así, la editorial pasó de ser una unidad de servicios, más bien periférica y marginal dentro del organigrama de la organización, a ser un proyecto ambicioso con una fuerte incidencia nacional. Es decir: se pasó de concebir a las editoriales universitarias como meras unidades de reproducción del conocimiento a verdaderas plataformas generadoras de contenido científico y cultural. Este cambio no es gratuito, por supuesto. Parte de inmensas trasformaciones de orden tecnológico que se presentaron desde finales de los años noventa con la explosión del internet y, en general, de las nuevas tecnologías digitales. La democratización del acceso fue extraordinaria y exponencial. Pero también fue producto de un hecho que no es suficientemente mencionado y que está relacionado con el reclutamiento de editores no empíricos que fueron fortaleciendo los proyectos universitarios con *

algunas reglas de la edición comercial. Esto es un cambio muy importante. Hablamos de un grupo de personas que comenzaron a plantear a las autoridades universitarias que sus centros debían comenzar por crear editoriales con nombre propio y con una reputación importante. Es decir, la universidad debía confeccionar una política cultural centrada, por supuesto, en lo científico, pero con una vocación cultural y editorial de larga duración. Así, los proyectos editoriales universitarios de importancia vivieron significativos virajes: el de la Universidad del Rosario, el de la Pontificia Universidad Javeriana y, por supuesto, el de la Universidad de los Andes son los más visibles. Más adelante, EAFIT y UniNorte continuaron la senda. La Universidad Externado y, hace más tiempo, la Universidad de Antioquia fueron los primeros modelos que se fortalecieron en los noventa. ¿Qué significa que una universidad tenga una editorial, con nombre propio, en su seno? Primero que existen reglas importantes de selección del material que se publica. Esta idea fue muy compleja de apropiar ya que muchos de los departamentos de las universidades estaban acostumbrados a editar todo lo que se aparecía sin un criterio claro. La primera tarea del editor fue entonces dar los lineamientos que permitieran que los materiales fueran evaluados desde un punto de vista académico pero también editorial. La creación de comités editoriales fue el segundo paso que consolidó estas políticas. El comité debía atender razones que posibilitaran dar a luz un texto y no permitir la publicación automática, por supuesto fatal para la percepción del lector. Un segundo elemento fue la organización de un grupo de funcionarios especializados que organizaran el plan editorial. Una editorial con capacidad de planear en asocio

Director, Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

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con sus aliados naturales: las facultades. Si la edición era necesariamente prever el futuro, había que indagar qué proyectos eran susceptibles de ser editados en cada una de las disciplinas mediante un trabajo coherente y juicioso. Planear cómo se publica fue, necesariamente, mejorar el producto editorial y pensar el lector destinatario. Pensar formatos, mejorar tipografías, pensar en diseño era un sine qua non de una edición con retos. Y, por supuesto, todo manuscrito debía ser editado con los criterios universales de la corrección de estilo y de los sistemas de citación. No todo fue fácil en este camino. La cuestión del diseño fue muy importante porque, entre otras, por mucho tiempo fue concebido como un lujo que las editoriales universitarias no podían adoptar. La mentalidad se trasformó pero también los presupuestos de cada uno de los proyectos. Si queríamos impactar era necesariamente obligatorio construir un marco estético de discusión. El diseño es un elemento que hace parte de la comunicación editorial. Pues bien, las editoriales, por poner un ejemplo, pensaron en hacer bonitas portadas, en diseñar colecciones de larga duración y en hacer libros agradables para la lectura. Eso comenzó a posicionar los libros en las librerías no como aquellos manuales de difícil lectura y poderosamente feos, sino como esos libros que podían competir en la compra del libro comercial.

adecuadamente los productos y hacían la tarea editorial podían contar con ventas en circuitos especializados de las librerías, en las ferias del libro nacionales e internacionales y a través de librerías virtuales. Estas ventas no son insignificantes. Constituyen la posibilidad de que muchos proyectos financien nuevos proyectos. O que un libro de ingeniería exitoso, muchas veces reimpreso, financie un libro de sicología especializado de una sola edición y de pocos lectores. El punto nodal para muchas de estas editoriales académicas fue, sin embargo, su capacidad para romper su endogamia. En otras palabras, si estamos hablando de verdaderas editoriales debían ser capaces de editar no exclusivamente el conocimiento que emana de sus profesores, sino también la mejor producción foránea. Es decir, emular lo mejor de la producción académica norteamericana que tradicionalmente no edita lo propio sino lo externo. Harvard Press edita un texto de un profesor de Duke Press y Duke Press uno de un investigador de Michigan. No hay peligro que sea una edición con intereses predeterminados o con favoritismos locales. Muy tímidamente hacia allá van algunos proyectos en Colombia. Con colecciones dedicadas a las miradas de otros académicos, con coediciones exogámicas, etc. Pero esta es la etapa final de esa revolución editorial y sabemos que no es fácil de imponer a algunas universidades que apenas

La comercialización de libros y revistas podía ser un verdadero dolor de cabeza para vicerrectores administrativos que buscaban modelos rentables y, por supuesto, autosostenibles. Por fortuna, una especie de encantamiento mágico permitió que la universidad colombiana comprendiera que la rentabilidad del proyecto editorial era difícil de cuantificar y que sus resultados no son propiamente sus millonarias ventas. Hacer libros bien editados y bellos significaba que se quería potenciar manuscritos de muy buena calidad en un mercado altamente competido. Pero, ¿cómo venderlos? Este fue probablemente el punto más complicado para esas editoriales. La comercialización de libros y revistas podía ser un verdadero dolor de cabeza para vicerrectores administrativos que buscaban modelos rentables y, por supuesto, autosostenibles. Por fortuna, una especie de encantamiento mágico permitió que la universidad colombiana comprendiera que la rentabilidad del proyecto editorial era difícil de cuantificar y que sus resultados no son propiamente sus millonarias ventas. Las rentabilidades estaban en el sector académico y consistían en replicar miles de veces—en el caso de las revistas—y cientos de veces—en el caso de los libros—el conocimiento de punta que se producía en las instituciones. Las investigaciones que fueron leídas por lectores de mil horizontes eran la mejor carta de presentación de una política pública de distribución del conocimiento. Pero perdonar a las editoriales su rentabilidad no fue construir modelos de pérdidas millonarias. Las editoriales que sí filtraban 66

pueden financiar una veintena de libros al año y que sufren por editar lo mejor de sus centros académicos. Por cierto, algunos proyectos universitarios han editado con éxito títulos de ficción haciendo más integral el quehacer editorial. La poesía ha vuelto a la universidad con algún éxito. Y ya vendrá la novela. En ese sentido la editorial universitaria irá, como en Chile y México, remplazando las deficitarias editoriales comerciales. Las editoriales son una ventana más de las que disponen las universidades. Pero su incidencia es muy fuerte. Atrás ha quedado en el espectro esa universidad autocontenida que solo tenía una incidencia docente a través de sus clases. Por años este modelo de universidades completamente cerradas y sin comunicación fue cediendo el paso a modelos de universidades con mayor capacidad de incidencia e influencia de todo tipo. La edición académica le permitió a la universidad construir una política cultural coherente, facilitó su contacto con públicos no cooptados por su propio proyecto docente. Y, por último, abrió al diálogo sobre la solución de nuestros problemas que, en un país como Colombia, no son, ni mucho menos, poca cosa.


Pensar la Cultura

¡Música, Maestro!* Eduardo Posada Carbó La formación musical ha sido, para varias generaciones de colombianos, un asunto menor. Vale la pena revisar esta creencia, y no necesariamente para producir grandes compositores o intérpretes, sino para sentar las bases de una ciudadanía tolerante.

C

omo muchos colombianos, nací en una ciudad musical. La música, sin embargo, estuvo casi ausente de mi educación formal, primaria y secundaria.

Había clases de ‘música’, con maestros bien intencionados, y coros escolares. Tuve la suerte de crecer en un hogar donde mi mamá tocaba piano. Y en ocasiones el profesor Assa me ‘obligaba’ a ir a los conciertos del mes que organizaba en el Bellas Artes de Barranquilla. Pero de los colegios solo recuerdo lecciones con tiza y tablero de escasa musicalidad. La música no era considerada una asignatura ‘seria’, como la gramática o la aritmética. La falta de música como parte integral de la educación es lamentable. “La educación del oído -advierte el conductor Daniel Barenboim- es mucho más importante que lo imaginado, no solo para el desarrollo de cada individuo, sino para el funcionamiento de la sociedad” (Everything is connected. The power of music, 2008). Entre otras tantas cosas, la educación musical nos enseña a ‘escuchar’ -diferente de oír- y nos capacita para entender varios puntos de vista al mismo tiempo, base de la tolerancia. Sin tales principios, no hay orquesta, una experiencia que expone los talentos individuales en acciones colectivas. “El arte de tocar música -señala Barenboim- es el arte simultáneo de tocar y escuchar”. Nadie puede tocar en una orquesta sin escuchar lo que tocan los demás. Esta “cualidad dialogal inherente en la música” motivó a Barenboim a fundar con Edward Said la Orquesta del Diván Este-Oeste, con músicos de Israel, Palestina y otros países árabes, que visitó Bogotá en agosto pasado. Una orquesta para Barenboim es una ‘sociedad democrática’ que, más allá de tolerar, acepta las diferencias. La música, en fin, enseña “una de las más difíciles lecciones para el ser humano: vivir con disciplina, pero con pasión; con libertad, pero con orden”. Un proyecto educativo musical de gran resonancia mundial fue establecido en Maracay por José Antonio Abréu en 1975

el famoso Sistema nacional de orquestas venezolano. Más de 300000 niños y jóvenes participan hoy en sus programas, donde reciben educación musical cuatro horas diarias, seis días a la semana. La aspiración de muchos es ingresar a las sinfónicas Teresa Carreño y Simón Bolívar, las orquestas que mantienen fascinados a los críticos musicales de países como Inglaterra. “Los jóvenes del Sistema le están enseñando a Occidente cómo debería hacerse música”, decía un titular del Daily Telegraph. Abréu y su entusiasta equipo ven en el Sistema un proyecto social antes que uno musical: a través de su participación en las orquestas, niños y jóvenes aprenden a trabajar en equipo y, así, a integrarse en sociedad. Un documental dirigido por Paul Smaczny y Maria Stodtmeier -El Sistema. Music to change

life- ofrece una excelente muestra de las aspiraciones, labores y conquistas del proyecto ideado por Abréu. ‘Muy bueno para ser cierto’, es la primera reacción de algunos. Hay que escuchar, sin embargo, a los mismos niños sobre sus experiencias, ver sus rostros de felicidad y esperanza y, sobre todo, escuchar la música que interpretan con extraordinaria energía y pegajoso entusiasmo. Varias iniciativas mundiales -como en Escocia e Inglaterrabuscan reproducir el Sistema. En Colombia, la Fundación Batuta cuenta ya con más de 250 centros orquestales en todo el país. He aprendido a escuchar música con mis hijos, a quienes desde temprana edad les enseñaron a leerla al tiempo con el abecedario. La música no es la solución a todos nuestros problemas. Pero, por su capacidad para formar ciudadanos, debe ser parte integral de toda educación. Y para ello se requiere, por supuesto, algo más que una tiza y un tablero.

* Una versión de este artículo apareció publicada en el diario El Tiempo, el pasado 4 de noviembre de 2010.

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Los bárbaros están aquí y son maravillosos Omar Rincón* Los bárbaros, una vez más, se están tomando el mundo. Madonna reemplaza a Beethoven; Ingrid, a Vargas Llosa. ¿Qué pasa con la Cultura después de esta invasión?, ¿se acaba la civilización en los tiempos de Google? Reseña de Los bárbaros, ensayo sobre la mutación, del escritor italiano Alessandro Baricco.

S

e supone que nuestro mundo ya no celebra lo que nos haría libres: las artes, la Cultura—con mayúscula—, los valores de la razón y el argumento, la democracia y los derechos humanos. Ahora triunfa la bazofia, la televisión, la levedad y el mercado. La barbarie. Todo va mal. Tanto que ya no sabemos ni qué es cultura, ni qué es lo que debemos defender o preservar. Hoy es tan importante la silicona como los libros, un reinado como una exposición de museo, un Vargas Llosa como una Ingrid. Todo da igual. Todo se iguala por lo bajo. ¡Ay, qué mundo nos tocó! Y podríamos quedarnos en la queja eterna o decir que ya no hay sentido en el mundo y todo ha devenido un juego infinito de significantes vacíos. Pero no. Menos mal que hay espíritus libres, que amando los libros y escribiendo con alma, dejan la cultura de la queja y la academia de denuncia y quieren comprender qué es lo que hay ahí, en esa cultura de los bárbaros, en esos que están destruyendo la civilización que nos tocó en herencia. Y de eso es que va Los bárbaros, ensayo sobre la mutación del escritor italiano Alesandro Baricco. ¡Todo un goce de lectura! Inspirado en Walter Benjamin, el pensador que nos indicó que la cultura estaba en otra parte, en lo móvil y fluido y callejero y popular e industrial, Baricco describe la ‘mutación’ que estamos viviendo y para comprenderla va a Walt Disney, los best sellers, el vino hecho en California, el fútbol televisado, el juego llamado google y todos esos dispositivos de pensamiento de los bárbaros como McDonald´s. Si quiere saber qué encontró en estos artefactos bárbaros, ésta es una invitación a su lectura. * Profesor asociado de la Universidad de los Andes.

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He aquí unos adelantos: “Todo el mundo percibe, en el ambiente, un incomprensible apocalipsis inminente; y por todas partes, esta voz que corre: los bárbaros están llegando” estamos siendo saqueados “por depredadores sin cultura y sin historia” (12) y ésta es una buena descripción de nuestra actualidad cultural. A esta llegada de los bárbaros, Baricco la describe como ‘la mutación’. Y quiere contarla y comprenderla. Y de eso es que va este libro. ¿En qué consiste esta mutación? Baricco la nombra desde sus consecuencias: “la superficie en vez de la profundidad, la velocidad en vez de la reflexión, las secuencias en vez del análisis, el surf en vez de la profundización, la comunicación en vez de la expresión, el multitasking en vez de la especialización, el placer en vez del esfuerzo” (209)… y afirma que llamamos civilización “a lo que nos es conocido” y barbarie “a todo lo que aún no tiene nombre” (211)… y están llegando los bárbaros… y no sabemos qué hacer con esos sujetos. Pero esto no es una situación nueva. Toda civilización tiene mucho miedo de contagiarse de los gustos, valores y modos de significar de los bárbaros. Cada civilización tiene sus bárbaros. Una historia que está al inicio del libro nos dice que el 7 de mayo de 1824, Beethoven presentó en Viena la novena sinfonía o Himno de la alegría, y que muchos de los espectadores se salieron aburridos a mitad del concierto. Y la crítica dijo que “elegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte, se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frí-


Reseña volo y afectado, que estos tiempos, de talento superficial, han adoptado. Cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosas que ni sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral” (2021). Beethoven fue acusado de frívolo, afectado, superficial e inmoral. Pero a pesar de lo que se escribió, el bárbaro de Beethoven significó el punto de quiebre de la mutación que nos llevó al romanticismo, nuestra cultura, nuestra civilización que

paradójicamente este libro recoge sus textos publicados en el diario La Reppublica de Italia. Escrito con la velocidad del periodismo, ‘esa especie de trabajo en directo’, esa ‘tentativa de pensar escribiendo’, esa ‘urgencia de pensar’ lo que acontece y se mueve y no parece posible. Por eso Los bárbaros es ‘un viaje para caminantes pacientes’ que está escrito como en forma de conversación, buscando comprender a los bárbaros y, sobre todo, contando historias.

agoniza. Increíble que eso se dijera de éste, nuestro ícono de lo culto; siempre el que llega e innova es un bárbaro. En nuestros días esta civilización, la fundada por Beethoven, está siendo asaltada por otros bárbaros. Y Beethoven tiembla.

Los Bárbaros es un libro de ensayo muy bien escrito que nos “invita a entender los sentidos y valores inscritos en la espectacularidad, en la cultura bárbara —televisión, video, videojuegos, google, hamburguesas, Disney, Marilyn, Madonna —. Y por eso afirma que “es un error dejarle al mercado el entretenimiento” y nos invita a “la inmensa tarea histórica de una política cultural” que asegure “a las inteligencias una mínima protección ante el azar del mercado puro y simple” (190). Los bárbaros están aquí, están produciendo una nueva civilización, y no podemos mirar para otro lado. Debemos comprenderlos para saber cómo debemos habitar y producir sentidos en nuestros días. Nuestra cultura ya es otra. Los bárbaros están aquí. Leí a Baricco, entendí que soy un bárbaro, y ahora soy y juego distinto.

Los nuevos bárbaros están cerca, muy cerca al gusto más popular y masivo. “Los bárbaros llegan de todas partes” y van a donde puedan consumir sin saber como “las grandes librerías, el fast food, los reality shows, la política, la televisión…” (37). Y con base en estos hechos ‘culturales’ Baricco plantea como hipótesis que “a los bárbaros no les interesa nada en sí mismo, sólo quieren completar secuencias”, movimientos, recorridos, porque “el sentido siempre está en otra parte”. Y llega a una conclusión: los bárbaros le asignan valor a “la espectacularidad, la simplificación, la superficialidad, la velocidad, la medianía, las intensidades leves” (96). Por eso ser culto en nuestro días está en ser “capaz de entrar en secuencia con todos los demás saberes (porque) la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria dispersa en la superficie” (110). Ser culto no es tener saber, ni información, ni conocimiento sino saber encontrar los saberes y la información y practicar tácticas inéditas de tejido entres los saberes encontrados como

forma que toma el conocimiento; ser culto es ser virtuoso en el manejo de las ‘secuencias’ de sentidos. Por eso, los cultos bárbaros aman “el surfing mental, el hombre horizontal, el sentido disperso en la superficie” y afirman una “alergia (extrema) a la profundidad” (151). Baricco es un escritor italiano, famoso desde su novela Seda (1996 y, aunque es descrito como ‘alejado del circo mediático’,

Los Bárbaros Ensayo sobre la mutuasión Alessandro Baricco Anagrama Colección Argumentos 252 páginas 2008

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Gitanos en Colombia: una mirada desde su identidad cultural y desafíos de cara a la política pública Sandra Lorena Flórez Guzmán* Poco se sabe sobre el pueblo gitano que vive en Colombia y todavía más desconocidas son las políticas de inclusión que protegen su cultura. Sandra Lorena Flórez, estudiante de la Maestría en Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno, señala algunas de las necesidades más urgentes de esta comunidad.

A

pesar de que el pueblo gitano hizo presencia en Colombia desde principios del siglo XIX, según confirma la tradición oral del mismo, ha sido, desde su llegada, un grupo errante que ha generado visiones encontradas en el imaginario popular. No ha logrado visibilizar plenamente su identidad cultural ni materializar los derechos jurídicos que la carta constitucional de 1991 le reconoce como etnia minoritaria. En la actualidad, según el censo de 2005, la mayor concentración de gitanos en el territorio nacional se encuentra en Magdalena, Tolima, Santander, Sucre, Antioquia, Nariño, Córdoba, Norte de Santander y Bogotá. Se trata de cerca de 4858 colombianos que se reconocen como pertenecientes a esta etnia. Este artículo tiene como propósito señalar las principales características asociadas a la identidad del pueblo Rom y, simultáneamente, identificar la problemática más relevante en términos de diseño de política pública diferenciada. Para ello, me concentraré en cuatro partes. En la primera, haré referencia a las teorías sobre los orígenes del pueblo gitano; en la segunda, esbozaré las características culturales más importantes del mismo; en la tercera, me referiré a los problemas que cobran mayor relevancia en términos de diseño de política pública, de cara a su identidad cultural; y finalmente, destacaré algunas conclusiones que considero relevantes para el diseño de una política cultural incluyente. * 1 2 3

Orígenes1 La teoría más aceptada por los científicos sociales ubica el origen del pueblo gitano en el noroeste de la India, concretamente en Luristhan, lugar ubicado en el centro de Rajasthan. Dicha aseveración tiene un asidero científico, si se tiene en cuenta la similitud genética compartida por el pueblo Rom con habitantes de pueblos de la India, país de donde emigraron. En este sentido, un número significativo de investigaciones coincide en ubicar la diáspora de gitanos de la India, hacia el año 1000.2 Las causas de este fenómeno no han sido claramente dilucidadas. Algunas teorías sugieren que ésta pudo obedecer a una reacción de huída frente al riesgo de una esclavización masiva; otras señalan que el pueblo Rom fue el gestor de un esplendor cultural que transformó a Kannauj,3 ciudad que fue tomada en el año 1018 por un grupo invasor de Afganistán que sometió y esclavizó a sus habitantes y que, como consecuencia, los dispersó hacia Khorassan e Irak. Sea cual fuera la explicación exacta de la migración, lo cierto es que el pueblo gitano ha errado desde entonces por varios países, dentro de los cuales se destacan Egipto, Grecia, Rusia, Rumania, Hungría y Francia. En todos, han sufrido el rechazo y la discriminación de los habitantes nativos.

Médico cirujano de la Universidad Tecnológica de Pereira, estudiante de la Maestría en Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes. Hollander Cartes M. Victoria. “Al encuentro de la Historia, el pueblo Rom (Gitano) en Nuestra América”. 2002. Gómez Fuentes Venécer. “Itinerario de un pueblo invisible”. Capital del norte de la India.

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Investigación estudiantil En América, su presencia se documenta desde el tercer viaje del descubrimiento;4 algunas versiones señalan que Cristóbal Colón traía consigo a cuatro egipcios5—como se conocía entonces a los gitanos—, quienes eran sometidos a trabajos forzosos. Esta iniciativa fue acogida, inicialmente, por la Corona española,

donde se encuentren asentados. En su organización social, pervive la asignación de roles tradicionales: la mujer cuida de la organización del hogar, el esposo y los hijos; y el hombre ejerce la autoridad—estructura patrilineal—y es el responsable del sostenimiento de la familia—aún se conserva la figura de Shero

que vio la oportunidad de deshacerse de un pueblo estigmatizado social y culturalmente por su errancia, fuerte identidad colectiva y rechazo a todas las formas de esclavitud. Como consecuencia, un numeroso grupo de gitanos fue masivamente exiliado hacia América. Años más tarde, se ordenó la detención y persecución de éstos en Europa.

Rom o jefe de familia—. Vale decir que la supervivencia no resulta fácil, si se tiene en cuenta la precariedad de posibilidades laborales, como consecuencia del bajo nivel de escolaridad que caracteriza a esta etnia.6

Identidad cultural La cultura gitana se caracteriza por su riqueza, en parte adquirida en los diversos sitios de su trasegar. El gitano se identifica como un ciudadano a quien el mundo entero le pertenece. A través del tiempo, esta etnia ha sido conocida por su amor a la libertad; su refinado sentido estético, expresado en el dominio de la música y la danza; y sus habilidades artesanales, dentro de las que se destaca la orfebrería, la herrería y las prácticas ecuestres. Sobresale también su respeto por el vínculo amoroso, la inclinación por las artes adivinatorias, ejercidas fundamentalmente por las mujeres para coadyuvar en el sostenimiento del hogar y que, en buena medida, obedecen a un ejercicio persuasivo a través de la palabra, el cual ejercen con singular habilidad y fluidez. Los valores que rigen la identidad colectiva del pueblo gitano riñen con la visión construida en el imaginario popular: el gitano pondera la verdad como valor supremo asociado a la palabra, la libertad, el respeto por los mayores, el apego a la familia, el cuidado de los niños y la honradez. Sus prácticas cotidianas están regidas por la adherencia a principios cristianos, combinados con un acervo de creencias mágicas, que constituyen un ingrediente altamente visible en su identidad y que también permean su concepción del fenómeno salud-enfermedad y sus prácticas curativas tradicionales. Su lengua, el romanés, tiene un carácter universal y les permite comunicarse entre sus pares, independientemente del lugar

Sus viviendas, hasta comienzos de la década de los ochenta, eran carpas.7 Por razones de seguridad y restricciones legales, esta costumbre debió modificarse. En la actualidad, la mayoría de gitanos carece de vivienda propia, por lo cual recurren a casas en arriendo en donde se conserva la conformación de familia extendida. En los pocos casos de tenencia de vivienda, el gitano intenta reproducir su estructura habitacional original. Las características culturales anotadas han nutrido la percepción que el gadyé 8 tiene acerca del pueblo gitano, que fluctúa entre el temor y el rechazo, y la verdadera fascinación. Estas visiones se han reflejado en la literatura; Gabriel García Márquez en su obra Cien años de soledad, relata: “Eran gitanos nuevos. Hombres y mujeres jóvenes que sólo conocían su propia lengua, ejemplares hermosos de piel aceitada y manos inteligentes, cuyos bailes y músicas sembraron en las calles un pánico de alborotada alegría”.

Políticas públicas colombianas e identidades culturales La Constitución Política de 1991, en su artículo 7 “reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. La Ley 21 de 1991 reglamentó lo preceptuado en el Convenio 169 de 1989 y abrió un importante horizonte en el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural que habita en el país, así como en el de sus derechos colectivos. El Plan Nacional de Desarrollo 2003-2006, en el numeral 9 del apartado “Fortalecimiento de los grupos étnicos”, estableció: “En relación con los Rom se propondrán mecanismos que reconozcan sus derechos y sus prácticas consuetudinarias. Se promoverán programas y proyectos orientados a mejorar sus condiciones de vida”.

Gómez Fuentes Venécer. “Itinerario de un pueblo invisible”. De allí deriva la denominación “Gipsy”. Secretaría de Gobierno el Pueblo Rom-Gitano que habita la ciudad de Bogotá”. Ediciones Libertaria, 2008. 7 IBID. 8 En romanés, no gitano. 4 5 6

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No obstante lo anterior y disposiciones más específicas se observa que: • Educación. No se ha implementado un sistema que, desde el respeto por la diversidad, posibilite la perpetuación de las identidades culturales diferenciadas, lo cual incide en gran medida en el bajo incentivo para asistir a las escuelas formales,9 y que redunda en los altos niveles de deserción y baja escolarización entre el pueblo gitano, hecho que limita su potencial movilidad social. Esta omisión, contradice lo preceptuado en la Ley 115 de 1994 que, en su artículo 1, estipula: “La educación para grupos étnicos hace parte del servicio público y se sustenta en un compromiso de elaboración colectiva, donde los distintos miembros de la comunidad en general, intercambian saberes y vivencias con miras a mantener, recrear y desarrollar un proyecto global de vida, de acuerdo con su cultura, su lengua, sus tradiciones y sus fueros propios y autóctonos”. • Salud. La mayor parte de gitanos se ubica en los niveles uno a tres del Sisbén, lo cual facilita su inclusión en el régimen subsidiado de salud. No obstante, el modelo de atención imperante no permite el ejercicio e integración de prácticas diferenciales que reivindiquen los imaginarios del pueblo gitano en términos de bienestar individual y colectivo. Esta situación comprueba que el desarrollo de lo establecido en el Convenio 169, ha sido insuficiente.10 • Cultura y participación. A pesar de lo preceptuado en los artículos 7, 8, 10 y 13 de la Constitución Política, la cultura Rom goza de poco conocimiento entre el resto de la sociedad, hecho que dificulta la perpetuación de sus tradiciones, su inclusión y participación democrática y la superación de las prácticas xenófobas de las cuales esta etnia ha sido víctima en diversos países. El difuso conocimiento de su cultura ha contribuido a perpetuar los estereotipos negativos y ha limitado su estímulo para conectarse con los contextos en los cuales están inmersos; de ello da cuenta su pobre nivel de participación ciudadana y de interacción con la población no gitana.11 • Justicia. No existe conocimiento ni integración al sistema de justicia de la Kriss Romaní,12 lo que produce una escisión del sistema de valores y creencias propias de esta etnia.13 • Vivienda. No hay políticas diferenciales en términos de cobertura, ni de diferenciación en los tipos de vivienda que resulten coherentes con su estructura familiar extendida y sus costumbres.

Conclusiones La insuficiente divulgación de los valores y tradiciones culturales del pueblo Rom representa un espacio fecundo para que se perpetúen estereotipos negativos acerca de esta etnia, hecho que demanda de la acción del Estado y de la sociedad desde la adopción de una visión pluralista y respetuosa de las diferencias. Por tanto, es preciso darle viabilidad a la figura de Rom-educadores, que operarían en el interior de la etnia y fuera de ella como mecanismos para visibilizar sus tradiciones y valores culturales. El ejercicio pleno de la ciudadanía supone la adquisición de competencias cívicas que se construyen socialmente. En Colombia, la etnia gitana no ha podido ejercer plenamente su ciudadanía; por ello, es urgente una política que otorgue garantías de inclusión y movilización ciudadana, para alcanzar el ejercicio satisfactorio de los derechos reconocidos en la Constitución Política de 1991 y que se desprenden de la visión de un país multiétnico, multicultural y plurinacional. A pesar de que hay una serie de disposiciones constitucionales y de tratados internacionales con carácter vinculante que posibilitan el respeto por la diversidad étnica y cultural, en la práctica hay importantes falencias que inciden en el bienestar colectivo del pueblo Rom en Colombia y afectan la conservación de sus tradiciones. Si se reconoce que la etnia gitana ha contribuido activamente a la construcción de país, desde sus propios valores y tradiciones, es preciso que, en adherencia al principio de consulta previa que establece la Constitución Política de 1991 para las minorías étnicas, se diseñen políticas públicas sectoriales diferenciales que atiendan las demandas sociales y culturales del pueblo Rom.14

Bibliografía Departamento Nacional de Planeación. Notas etnográficas e históricas preliminares sobre los gitanos en Colombia. Bogotá, mayo de 1999. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Klosterman Jeannette. Políticas de la etnicidad: identidad, Estado y Modernidad. Bogotá, 2003. Ministerio de Interior y de Justicia. La consulta previa a grupos indígenas y tribales en Colombia. Diciembre de 2009. ONU. Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas; religiosas y lingüísticas. 1992 Secretaría de Gobierno. El Pueblo Rom-Gitano que habita la ciudad de Bogotá. Ediciones Libertaria, 2008

Secretaría de Gobierno. “El Pueblo Rom-Gitano que habita la ciudad de Bogotá”. Ediciones Libertaria, 2008. La parte V del Convenio, artículos 24 y 25, establece: “Los servicios de salud deberán organizarse, en la medida de lo posible, a nivel comunitario. Estos servicios deberán planearse y administrarse en cooperación con los pueblos interesados y tener en cuenta sus condiciones económicas, geográficas, sociales y culturales, así como sus métodos de prevención, prácticas curativas y medicamentos tradicionales”. 11 “El Pueblo Rom-Gitano que habita la ciudad de Bogotá”. Ediciones Libertaria, 2008. Secretaría de Gobierno 12 Sistema de Justicia propia del pueblo gitano que jerarquiza el derecho consuetudinario, seguido por la Asamblea o Consejo de Ancianos. 13 Se desconoce lo preceptuado en el Convenio 169, artículo 9, inciso 2, que demanda que el juez competente considere las características culturales de los sujetos dentro de los procesos jurídicos. Este convenio fue adoptado en Colombia mediante la Ley 21 de 1991. 14 La Ley 21 de 1991 en el artículo 7º, establece: “Los pueblos interesados deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que este afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural. Además, dichos pueblos deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de afectarles directamente”. 9

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Notas de la Escuela

de

Notas

la Escuela

• El 20 de agosto se inició la actividad del Grupo Multidisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, promovido por la Escuela de Gobierno, que cuenta con el apoyo del Consejo Académico y de la Rectoría de la Universidad, y cuyo objetivo es abrir un espacio dentro de la Universidad para discutir, investigar y divulgar estudios realizados en las diferentes facultades y departamentos, con implicaciones para la formulación y el diseño de políticas públicas en las distintas áreas del Estado. El coordinador del Grupo es el profesor de la Escuela, Juan Esteban Saavedra. El profesor Miguel Urquiola, de la Universidad de Columbia, fue el investigador invitado para la inauguración de los Seminarios del Grupo, en donde se presentan los trabajos en curso. Su investigación se concentra en el diseño de políticas de opción escolar e implicaciones para América Latina. Con posterioridad a esta fecha, los miembros del Grupo se reunieron los viernes cada dos semanas para escuchar a Raquel Bernal, profesora de la Facultad de Economía; a Enrique Chaux, profesor del Departamento de Psicología; a Ana María Ibáñez, profesora de la Facultad de Economía y directora del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico, CEDE; a Sandra Garcia, profesora de la Escuela de Gobierno; a Camilo Olaya, profesor de la Facultad de Ingeniería; a Luis Bernardo Mejía, profesor del Departamento de Ciencia Política; y a Adriana Camacho, profesora de la Facultad de Economía. En estas reuniones, se presentaron investigaciones en proceso en la Universidad en temas de educación, primera infancia, salud, consecuencias del conflicto armado en las mujeres, economía de la delincuencia y diseño de agencias públicas. La Escuela publicará, en los próximos meses, un resumen de las investigaciones presentadas durante este período. La primera reunión del Grupo, en 2011, se realizará el viernes 28 de enero y contará con la presencia especial de la profesora Christina Paxson, de la Universidad de Princeton, bien conocida por sus investigaciones en el área de primera infancia y quien se desempeña en la actualidad, además, como decana de la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos e Internacionales de dicha Universidad. Para mayor información ver página 77. • Los seminarios que organiza la Escuela para sus estudiantes de la Maestría, y cuyo propósito es escuchar y conversar con protagonistas de la vida pública nacional, contaron durante el segundo semestre del año con la participación de un grupo

sobresaliente de funcionarios y ex funcionarios públicos, entre ellos, Natalia Salazar, ex viceministra de Hacienda y actual subdirectora de Fedesarrollo; Juan Mauricio Ramírez, subdirector del Departamento Nacional de Planeación; Liliana Caballero, ex funcionaria de la administración del Alcalde Antanas Mockus en Bogotá y experta en temas de gestión pública; Evamaría Uribe, ex viceministra de Minas y Energía y ex superintendente de servicios públicos; y Paola Buendía, actualmente subsecretaria general de la Presidencia de la República. • El 6 de octubre se realizó la sexta tertulia de política pública con la presentación de la correspondiente Nota de Política, Informalidad en Colombia: reformas y opciones de política, que contiene los resultados de tres estudios realizados en el CEDE con el objetivo de analizar el comportamiento del sector informal y la manera como éste se vio afectado por las reformas laborales y de seguridad social implementadas en los últimos veinte años. La presentación de esta Nota estuvo a cargo del profesor Fabio Sánchez Torres, de la Facultad de Economía, y los comentaristas de la misma fueron Javier Gamboa, viceministro de Protección Social, y Hugo López, experto reconocido en la materia quien actualmente se desempeña como gerente del Banco de la República en la ciudad de Medellín. Y el 25 de noviembre tuvo lugar la segunda tertulia del semestre, cuarta del año, con base en la Nota de Política, Malnutrición en niños y adolescentes en Colombia: diagnóstico y recomendaciones de política. La Nota, a su vez, recogió dos estudios; uno, realizado en la Escuela de Gobierno bajo la dirección de la profesora Sandra García, sobre desigualdad socioeconómica y desnutrición en niños y adolescentes; y otro, dirigido por la profesora Olga Lucia Sarmiento, de la Facultad de Medicina, sobre el estado nutricional de adolescentes y mujeres adultas embarazadas. La presentación de esta Nota la realizó la profesora Sandra García y como comentaristas actuaron Lenis Urquijo, director general de salud pública del Ministerio de Protección Social; Germán Jaramillo, presidente de la Fundación Éxito, y Héctor Zambrano, secretario de salud de Bogotá.

Parlamentarios en discusión, durante la inauguración de la Cátedra CongresoUniversidad.

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comentaristas, Gloria Alonso, directora general de política macroeconómica del Ministerio de Hacienda; Andrés Escobar, ex director del DNP; Christian Jaramillo, profesor de la Facultad de Economía; y Juan Pablo Zárate, codirector del Banco de la República. En el evento participó un grupo nutrido de senadores y representantes, lo cual presagia que el espacio puede convertirse en uno de singular importancia para el contacto entre la academia y el Congreso.

Los Embajadores Michael McKinley y Gabriel Silva, durante el foro Colombia–EE.UU.

• La Escuela de Gobierno tuvo a su cargo, durante 2010, la realización de cuatro sesiones conjuntas de los Programas de Alto Gobierno, PAG, de la Escuela, y del Programa Presidentes de Empresa de la Facultad de Administración. De éstas, tres se realizaron entre septiembre y diciembre. La primera, celebrada el día 9 de septiembre trató sobre la política internacional de Colombia y en ella participaron como conferencistas los expertos Michael Penfold, economista venezolano vinculado actualmente con la Corporación Andina de Fomento; Román Ortiz, profesor de cátedra de la Universidad de los Andes; Mauricio Reina, investigador asociado de Fedesarrollo; y Camilo Reyes, ex Canciller de la República y, hoy en día, director ejecutivo de la Cámara de Comercio Colombo-Americana. La segunda, que tuvo lugar el 3 de noviembre, se centró en la política económica colombiana y sus perspectivas en el entorno internacional. En ésta participaron José Dario Uribe, gerente general del Banco de la República; Rodrigo Suescún, viceministro técnico de Hacienda; Roberto Steiner, director ejecutivo de Fedesarrollo, y Alberto Bernal de la firma Bulltick Capital Markets de Miami, Estados Unidos. La tercera, celebrada el 1ero de diciembre, se dedicó al tema de la competitividad en Colombia y contó con la participación de Catalina Crane, Alta consejera presidencial para la competitividad; Rosario Córdoba, presidente del Consejo privado de competitividad; José Leibovich, asesor del Plan nacional de desarrollo del Departamento Nacional de Planeación; y Andrés Cadena, socio consultor de McKinsey- Colombia. • Como un proyecto conjunto entre la Escuela de Gobierno y el Programa Congreso Visible, del Departamento de Ciencia Política, y con el patrocinio del International Republican Institute, IRI, se lanzó el 2 de noviembre la Cátedra CongresoUniversidad que busca fomentar el debate académico y técnico sobre los principales proyectos legislativos del país. A la Cátedra están invitados todos los Congresistas de la República, quienes tienen la oportunidad de conversar con académicos y gestores expertos en cada uno de los temas seleccionados. La primera sesión se dedicó a la Ley de regalías y asistieron, como

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• El 26 de agosto el director de la Escuela fue invitado a instalar la segunda sesión del Congreso de Ciencia y Tecnologías Ambientales, que se reunió en la Universidad de los Andes, con una conferencia sobre “Gobernanza, gobernabilidad y medio Ambiente”. En ésta, argumentó que el arte de gobernar buscando equilibrios enfrenta la restricción del medio ambiente en vista de que su preservación genera conflictos en varios niveles: entre el sector privado y el sector público, entre los distintos niveles de la administración pública, entre las distintas generaciones, y entre el país y las autoridades ambientales a nivel global. • Uno de los eventos más concurridos y de mayor impacto en el sector privado colombiano fue el Foro Colombia- Estados Unidos, que organizó la Escuela en conjunto con el Center for Hemispheric Policy de la Universidad de Miami, el 21 de octubre en las instalaciones del Hotel JW Marriott, en Bogotá. Al foro asistieron el Embajador de Colombia en EE.UU., Gabriel Silva; y el de EE.UU. en Colombia, Michael McKinley, lo cual constituyó una oportunidad única para conocerlos. Los asistentes tuvieron la oportunidad de escuchar, además, a José Darío Uribe, gerente general del Banco de la República y de compartir las perspectivas de dos paneles de expertos. El primero, dedicado a las perspectivas económicas, fue moderado por Susan Kaufman —directora del Center for Hemispheric Policy de la Universidad de Miami— y en él participaron Alberto Bernal —director de Bulltick Capital Markets, en Miami—, Santiago Montenegro— presidente de la Asociación de fondos privados de pensiones en Colombia—, John Murphy—vicepresidente para asuntos internacionales de la Cámara de Comercio de EE.UU.—y Roger Tissot —consultor energético—. En el segundo, moderado por el director de la Escuela, se comentó la política exterior y las relaciones internacionales entre los dos países y los oradores invitados fueron Bruce Bagley —director y profesor del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami—, Sandra Borda —codirectora del Centro de estudios estadounidenses—, Susan Kaufman y Edward Schumacher-Matos —director del Programa de investigación de migración e integración de la Universidad de Harvard y columnista sindicado de The Washington Post Writers’ Group—. • El Centro de Estudios Internacionales, CEI, de la Escuela de Gobierno y el Departamento de Ciencia Política, realizó tres


Notas de la Escuela eventos importantes en los últimos meses. El primero se llevó a cabo el 23 de septiembre y se tituló China y sus relaciones políticas con América Latina. Asistieron académicos destacados de varias universidades nacionales —Externado, Los Andes, Tadeo Lozano— e internacionales —London School of Economics, University of Southern California, Universidad de Nankai y la Universidad de Renmin, en Beijing, entre otras—. Carlos Caballero, director de la Escuela de Gobierno, participó como moderador del panel “China y Latinoamérica: particularidades de la relación política”. El segundo, la V Cátedra Franco Andina –Reformas constitucionales y cambios sociopolíticos en el área andina, tuvo lugar los días 20 y 21 de octubre. El tercero se realizó dentro de la serie “Conversaciones Globales”, y consistió de un panel con tres de los expertos que vinieron a Colombia con motivo de la organización del Foro Colombia- Estados Unidos, dirigido a los estudiantes de la Universidad de los Andes interesados en temas internacionales.

Susan Kaufman, directora del Center for Hemispheric Policy de la Universidad de Miami; Michael McKinley, Embajador de EE.UU. en Bogotá; Carlos Caballero Arqáez, director de la Escuela de Gobierno.

• La Escuela publicó, en el mes de diciembre, el segundo número de su serie Documentos de trabajo EGOB. En esta ocasión, la investigación se titula Socioeconomic inequality in malnutrition among children and adolescents in Colombia: the role of household and contextual characteristics y es de la autoría de Sandra García —profesora de la Escuela de Gobierno—; Olga Lucía Sarmiento —profesora de la Facultad de Medicina— y Tatiana Velasco —asistente de investigación de la Escuela—. • Por un error en el proceso de edición del quinto número de nuestra revista, el artículo “¿Existe en Colombia un verdadero esquema de aseguramiento?”, escrito por el Dr. Juan Carlos Giraldo Valencia, apareció publicado con una modificación. En el texto de la revista, donde debería aparecer “(…) siendo estrictos y con animo de concluir la respuesta sin embargo pareciera ser un SÍ”, se lee “(…) siendo estrictos y con ánimo de concluir, la respuesta a la pregunta de si deberían o no desaparecer las EPS en Colombia parecería ser un SÍ”. Lamentamos el inconveniente causado y hacemos públicas nuestras disculpas al Dr. Giraldo. • La canciller colombiana, Mariángela Holguín, invitada por el CEI y por la Rectoría de la Universidad, presentó la política exte-

rior de la administración Santos y los retos y oportunidades más significativos en esta materia, en la tarde del 9 de septiembre en el salón de reuniones del Consejo Superior de Los Andes. La conferencia, abierta a los estudiantes, tuvo una significativa asistencia. Al día siguiente, se realizó el Conversatorio “Colombia y sus vecinos: propuestas para una agenda subregional”, en el que participaron Arlene Tickner, Alejo Vargas, Diego Cardona, Alfredo Ramos, Álvaro Calderón y Gerardo Ardila. Ambos eventos se realizaron con el apoyo de la Academia Diplomática de San Carlos. • El 13 de septiembre el director de la Escuela, junto con los profesores Catalina Gutiérrez Sourdis y Óscar Bernal, asistió a la Universidad ICESI, en la ciudad de Cali, al simposio internacional Los sistemas de salud en el mundo: éxitos, fracasos y lecciones para Colombia, cuyo propósito era ilustrar el debate público sobre la reforma del sistema de salud en Colombia, mediante la presentación y discusión de experiencias internacionales. El director participó como comentarista en el panel titulado “El sistema de salud de Colombia en perspectiva”. • Carlos Caballero Argáez, director de la Escuela, fue miembro del jurado de la primera versión del Premio al Compromiso por la niñez, convocado por la Revista Semana, la Revista Dinero, RCN Radio y Televisión, Laboratorios Pfizer y la Fundación Antonio Restrepo Barco. En esta versión del Premio, se buscaba destacar la labor de los gobernadores y alcaldes en el desarrollo de programas de salud y nutrición para atender a niños menores de seis años. El 15 de octubre tuvo lugar la ceremonia de entrega de los premios y, allí, Caballero llevó la vocería del jurado, integrado además por Soraya Montoya, directora de la Fundación Saldarriaga Concha, y por el ex ministro de Salud, Augusto Galán Sarmiento. • Sebastián Bitar, profesor de la Escuela quien se encuentra terminando sus estudios de doctorado en Relaciones Internacionales en American University, en Washington DC, participará, en marzo de 2011, en la Conferencia anual de la Asociación de Estudios Internacionales. Allí presentará el paper titulado “Subordinate Sovereignty”, durante el panel “State Sovereignty and International Hierarchy”. • Sandra García, profesora de la Escuela, participó en varios proyectos durante los últimos meses. En noviembre, realizó dos presentaciones en el Congreso anual de la Association for Public Policy Analysis and Management, en Boston. La primera se tituló “Social protection and well-being: evidence from Latin America”; la segunda, “Expectations and Capacity in Monitoring and Evaluation of NGOs in the Development Context: Voices from Egypt and Colombia”. Esta última se realizó en coautoría con Kathryn Newcomer, de la Universidad George Washington, y Laila El Baradei, de American University, en El Cairo. Además, el

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programa Educación, compromiso de todos, publicó el trabajó que realizó García con Camila Fernández y Fabio Sánchez —ambos profesores de la Universidad de los Andes— y que se titula “Deserción y repetición en los primeros grados de la básica primaria: factores de riesgo y alternativas de política pública”. Del mismo modo, y en conjunto con Julieta Lemaitre —de la Facultad de Derecho—, la profesora García ganó la convocatoria interfacultades de la Vicerectoría de Investigaciones con el proyecto “Informalidad de la propiedad de la vivienda de estratos 1 y 2 y su relación con la prevalencia y denuncia de la violencia conyugal”, a realizarse entre 2010 y 2011. • Entre el 24 y el 26 de noviembre, Óscar Bernal, profesor compartido entre la Escuela de Gobierno y la Facultad de Medicina, participó en el Congreso internacional de salud —realizado en Bogotá— con la ponencia “Perfil de morbilidad en Colombia, de acuerdo con el Registro individual de prestación de servicios, RIPS”. En el mismo Congreso, fue invitado a intervenir en la mesa redonda dedicada a la posición de la academia frente al sistema de salud del país. Además, publicó dos textos. El primero, “¿Alcanza el dinero para la salud?”, apareció en la edición de agosto de 2010 de la Revista de Economía de la Contraloría; el segundo es un capítulo sobre aportes de la epidemiología a la Salud pública que hará parte del libro de Salud Pública de la OPS, que estará disponible al público en marzo de 2011. • El director de la Escuela fue invitado por la Fundación Liderazgo y Democracia a conformar, junto con los historiadores María Teresa Calderón, Jorge Orlando Melo y Álvaro Tirado Mejía, un comité asesor para el proyecto de calificación periódica de la gestión de los presidentes de la República. La primera calificación, en la cual participaron veinte historiadores tanto nacionales como extranjeros, se publicó en la Revista Semana el 21 de noviembre. El Presidente Alberto Lleras Camargo fue calificado como el mejor mandatario de Colombia entre 1820 y 2010.

El Rector de la Universidad de los Andes, Carlos Angulo; la canciller, Mariangela Holguín; la directora del Departamento de Ciencia Política, Angélika Rettberg; y el director de la Escuela, Carlos Caballero, durante la visita de la canciller a Los Andes.

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El Presidente Santos Saluda a los ex secretarios generales de la Presidencia de la República, invitados al Foro El rol de la Presidencia.

• Atendiendo una iniciativa de la Presidencia de la República, la Escuela de Gobierno organizó el 2 de diciembre el seminario El rol de la Presidencia dirigido a un grupo de altos funcionarios de la rama ejecutiva—ministros del despacho, lo mismo que altos consejeros y secretario del Presidente de la república—. Al evento, auspiciado financieramente por el PNUD y la Fundación Liderazgo y Democracia, fueron invitados académicos internacionales estudiosos de la organización de las oficinas presidenciales o de los primeros ministros en regímenes parlamentarios, como el profesor Terry Sullivan y la profesora Cecilia Martínez-Gallardo, ambos de la Universidad de North Carolina en Chapel Hill; Álvaro García, quien se desempeñara como Jefe de Gabinete en la Presidencia de Chile; y quienes, en el pasado, ocuparon en Colombia el cargo de ssecretarios generales de la Presidencia de la República, entre ellos, Germán Montoya, Miguel Silva, Eduardo Pizano y Alberto Velásquez. Los extranjeros participaron en un panel para analizar la oficina ejecutiva nacional en la perspectiva de las experiencias de otros países; los nacionales se centraron en derivar lecciones de su propia experiencia en la Secretaría General de la Presidencia en Colombia. Como resultado de las discusiones surgieron una serie de recomendaciones de cambio en algunos aspectos de la organización de la Presidencia de la República. El evento fue instalado por el Presidente de la República, Juan Manuel Santos. • El 2 de noviembre se vinculó a la Escuela de Gobierno el profesor Jaime Cardona, ingeniero industrial de la Universidad de los Andes y magíster en Administración Pública de la Universidad de Syracuse, en Estados Unidos. El profesor Cardona, quien además tiene una importante experiencia como consultor internacional en el área de gestión pública, tendrá dentro de sus tareas el diseño de la Maestría en Gestión Pública que ofrecerá en el futuro la Escuela de Gobierno.


Eventos

Hacia una articulación de la investigación multidisciplinaria sobre políticas públicas en la Universidad de los Andes Juan Esteban Saavedra* El Grupo multidisciplinario sobre políticas públicas, una iniciativa de la Escuela de Gobierno, inició oficialmente sus actividades. Los viernes, a la hora del almuerzo, tienen lugar sus seminarios de investigación durante los que se presentan estudios en curso que reflexionan sobre los problemas más apremiantes del país y sus posibles soluciones.

L

a Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo se ha fijado, como uno de sus objetivos estratégicos, convertirse en el punto de articulación de los temas públicos en la Universidad de los Andes. Por esta razón, ha considerado de la mayor importancia consolidar una masa crítica de investigadores en temas públicos que reúna los esfuerzos que, en este sentido, se realizan en la Universidad. Para generar ideas que verdaderamente influyan en la forma de pensar de una sociedad, es fundamental explotar economías de escala y trascender las barreras disciplinares. Por ejemplo, el paradigma actual para explicar la manera como los seres humanos tomamos decisiones, combina elementos de la economía y la psicología, y ha influido profundamente en el diseño de políticas de ahorro, pensiones y financiación de la educación superior, entre otras. La comprensión de los fenómenos ambientales se ha beneficiado de elementos de la física, la química, la biología y la economía, y ha permitido establecer un consenso respecto al cambio climático y las posibles alternativas de solución. Los análisis de frontera en temas de pobreza combinan perspectivas éticas, psicológicas, económicas y matemáticas, y han permitido trascender una noción puramente monetaria de este problema al incorporar dimensiones como las capacidades, los derechos y su corres-

Luis Bernardo Mejía

pondiente formalización conceptual. El problema de la salud, en un país como Colombia, tal como se ha comprobado en los primeros meses de 2010, requiere del trabajo conjunto de médicos, economistas, abogados, ingenieros y administradores. El conocimiento de punta en los temas de mayor relevancia pública es, en suma, multidisciplinario. El segundo semestre de 2010 marcó el inicio de esta ambiciosa iniciativa a través del Seminario multidisciplinario en políticas públicas de la Escuela. El

* Profesor asistente de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo.

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Ana María Ibánez

objetivo del seminario es discutir trabajos de investigación ‘en proceso’, que se puedan beneficiar de una perspectiva multidisciplinaria. El denominador común de las presentaciones del semestre 2010-2 fue la temática social.

Educación Tuvimos el honor de contar con la presencia de Miguel Urquiola, profesor de Políticas Públicas y Economía de la Universidad de Columbia, para nuestro seminario inaugural. El profesor Urquiola nos habló sobre las consecuencias de la competencia escolar para el logro educativo y sus implicaciones para el diseño de políticas que pretenden mejorar calidad. Países como Estados Unidos, Chile y, en cierta medida, Colombia han introducido elementos de competencia en sus sistemas educativos a partir de la premisa de que la competencia por estudiantes lleva a que los colegios usen de la forma más eficiente los recursos a su disposición. La observación de Urquiola, después de muchos años de estudio del caso chileno, es que la mayor competencia no ha mejorado el logro educativo y, por el contrario, ha aumentado la segregación socioeconómica entre colegios. Su conclusión es que la competencia no es buena cuando los colegios pueden escoger a quienes admiten. En sistemas educativos en que los colegios —o universidades— seleccionan a sus alumnos por habilidad, se generan incentivos perversos al esfuerzo estudiantil, porque los colegios terminan compitiendo por la composición de su estudiantado y no por qué tanto enseñan —es decir, por su valor agregado—. La única manera, entonces, de aumentar el logro escolar con competencia es a través de mayor rendición de cuentas. Por ejemplo, a través de la introducción al sistema de alguna señal individual de aprendizaje como los exámenes a la calidad en educación superior en Colombia, ECAES. Por otro lado, Sandra García, profesora de la Escuela de Gobierno, y Camila Fernández, profesora del Departamento de Psicología, presentaron los resultados de su investiga-

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ción —realizada de manera conjunta con Fabio Sánchez, de la Facultad de Economía— sobre los determinantes de la deserción escolar y la repitencia en los primeros grados de educación básica en Colombia. Sus hallazgos son preocupantes. Las tasas de deserción y repitencia escolar en primero elemental en el sector oficial son las más altas de todo el ciclo de educación básica, secundaria y media. Las brechas regionales son abismales. Entre Bogotá y Chocó, por ejemplo, hay una diferencia de cerca de veinte puntos porcentuales en deserción y repitencia en los primeros grados. Los principales factores de riesgo son la falta de motivación de los niños al ingresar al grado primero y la discapacidad. Pero también hay atenuantes, que incluyen la educación preescolar y el aspecto didáctico de las actividades extra-curriculares. Los resultados del estudio plantean retos enormes para la política educativa y recalcan la importancia de las metodologías y perspectivas multidisciplinarias para analizar los temas de mayor relevancia pública. Enrique Chaux, profesor del Departamento de Psicología, discutió el papel de la educación para la convivencia y la prevención de la agresión. Tristemente, nuestros colegios son lugares extremadamente violentos donde la violencia se manifiesta a diario a través de conflictos, riñas e intimidación. La empatía, el manejo efectivo de la ira, la asertividad y el pensamiento crítico son capacidades socio-emocionales esenciales para promover ambientes escolares pacíficos. Desarrollar estas capacidades es el objetivo central del programa nacional “Aulas en Paz”, del Ministerio de Educación. El análisis de Chaux arroja resultados importantes. La pedagogía orientada al desarrollo de capacidades socio-emocionales reduce la prevalencia de creencias que legitiman la agresión y, como consecuencia, reduce la agresión y mejora el comportamiento pro-social. Una implicación importante del estudio es que para reducir los niveles de agresión escolar es fundamental la capacitación docente en principios pedagógicos orientados al desarrollo de estas capacidades.

Pobreza ¿Cuál es la manera más efectiva de identificar a los más pobres: por medio de encuestas —como hace el SISBEN— o por medio de consenso comunitario sobre quienes necesitan ayuda? La respuesta a esta pregunta es importante porque, cada año, el gobierno destina gran cantidad de recursos a programas redistributivos que pretenden reducir la pobreza. Rema Hanna, de la Universidad de Harvard y sus colegas investigan la respuesta a esta pregunta por medio de un experimento social en Indonesia en el cual, en algunas comunidades, se determina la pobreza por medio de encuestas y en otras por medio de consenso comunitario. La investigación encontró que ambos métodos son


Eventos gica y económica, Beltrán sugiere que el criminal, en Colombia, opera como un empresario. Las redes criminales son extremadamente jerárquicas, lo que sugiere que los grupos ilegales se integran de forma vertical bajo una línea única de comando y control. Esta estructura organizacional requiere de habilidades específicas al empréstito criminal —valores morales distorsionados— y de habilidades también útiles en actividades legales —capacidad de planeación y liderazgo, por ejemplo—. Este alto nivel de sofisticación puede explicar, entonces, porque en Colombia no existe correlación entre el desempleo y el nivel de actividad criminal: no todos pueden ser criminales exitosos. Esta observación plantea retos enormes para la política de seguridad nacional más allá del énfasis en crecimiento económico.

Primera Infancia Isaac Beltrán

efectivos para identificar a los más pobres. Sin embargo, el consenso comunitario aumenta la legitimidad y la satisfacción con el proceso de selección, a pesar de que las encuestas detalladas, estilo SISBEN, permiten identificar mejor a aquellos hogares en el margen de la pobreza.

Violencia y crimen ¿Cómo afecta el conflicto armado colombiano a las mujeres? Como es natural —advierte Ana María Ibáñez, directora del CEDE de la Facultad de Economía—, el conflicto genera traumas psicológicos por la pérdida de seres queridos, generalmente compañeros sentimentales. El desplazamiento forzoso, sin embargo, mejora las opciones laborales de las mujeres desplazadas en contextos urbanos, lo cual aumenta su contribución a los ingresos del hogar. Pero una mejor posición económica de la mujer en el hogar, paradójicamente, genera resentimiento y mayor violencia doméstica que se canaliza hacia los hijos en furia y frustración. De esta forma, el desplazamiento está contribuyendo a perpetuar el ciclo inter-generacional de la violencia. Isaac Beltrán, de la Facultad de Administración, investiga la otra cara de esta moneda: la conformación y organización de grupos criminales. Al analizar centenares de expedientes judiciales desde de una perspectiva criminalística, socioló-

Raquel Bernal y Ximena Peña, de la Facultad de Economía, y Camila Fernández, del Departamento de Psicología, presentaron su investigación sobre los efectos de la cantidad y la calidad del tiempo materno sobre el desarrollo infantil en hogares de bajos recursos. Sus resultados sugieren que la calidad de la interacción —mas allá de la duración de la misma— tiene efectos importantes sobre el desarrollo cognitivo y socio-emocional en los primeros años. Estos resultados permiten pensar en políticas laborales de licencia maternal que ayuden a ‘suavizar’ la oferta laboral de mujeres durante su ciclo productivo.

Durante el seminario, también presentaron sus estudios los profesores Luis Bernardo Mejía, de Ciencia Política, y Adriana Camacho, de la Facultad de Economía, quienes hablaron sobre la economía política de las agencias públicas y los efectos de largo plazo de programas de transferencias condicionadas, respectivamente. Los temas y la calidad de los trabajos que se han socializado en este espacio han generado debates estimulantes y nuevas ideas de investigación. Esperamos consolidar este diálogo sobre temas públicos y aumentar la masa crítica de investigadores de la Universidad que participan activamente en él. La agenda del semestre entrante así lo advierte.

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Tres intervenciones para entender el contexto del presente

Colombia: doscientos años después de su independencia

1.

En la cuarta versión de Volver a Los Andes, la reunión de ex alumnos de la Universidad, la Escuela de Gobierno organizó el panel titulado El contexto del presente: 200 años de historia económica, política y cultural. Renán Silva, Marco Palacios y Miguel Urrutia fueron los expositores invitados. A continuación, la transcripción de sus intervenciones.

El presente del contexto Renán Silva*

Q

ueremos reflexionar en conjunto sobre el contexto del presente, aprovechando la celebración del Bicentenario —los doscientos años de la independencia de Colombia, según un calendario oficial que considera que, en 1810, se inició ese proceso—. Nuestro propósito lleva implícita la creencia de que el presente guarda relación con el pasado e, incluso, de que el pasado condiciona el presente y hasta lo determina. Bien puede ser así, aunque habría que examinar la manera como ello sucede en cada época histórica. La pregunta sobre si el pasado determina el presente puede adoptar, sin ‘contradicción’ alguna, una forma un tanto diferente. Podemos preguntarnos también por el presente como contexto del pasado, una fórmula que nos permite recordar que, así como el pasado puede condicionar el presente, con mayor seguridad puede afirmarse que el presente condiciona nuestras interpretaciones sobre el pasado, es decir, les da un marco de referencia, un cuadro general dentro del que las localiza. En el caso particular que nos ocupa, efectuar una mínima revisión sobre las condiciones en las cuales se celebra, en la actualidad, el Bicentenario de la Independencia, es también una manera de reflexionar sobre la relación entre el presente y el pasado. Desde luego, ello no agota el amplio campo de pro* Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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blemas que sugiere este asunto ni, mucho menos, despeja los interrogantes mayores que plantea dicha relación, pues no sienta las bases para una interpretación general del significado de la propia independencia. Aún así, se trata de una reflexión que no deja de ser interesante, como trataré de mostrarlo a continuación. En principio, no parece haber nada inusual en que una sociedad celebre una fecha mayor, en la cual piensa haber alcanzado una meta importante para su evolución; una meta que pesa mucho sobre su presente y futuro. Hay que decir, sin embargo, que las celebraciones laicas—seculares propiamente dichas—son una novedad histórica. Las viejas sociedades tradicionales, fueran éstas tribales, campesinas, señoriales o, aún, de Antiguo Régimen, no incluían en sus calendarios de celebración nada que fuera estrictamente una

Renán Silva


Eventos fiesta de la sociedad, por fuera de un marco religioso directo o medianamente transfigurado —la política tiene su forma de existencia en la religión y en la teología política, en las sociedades tradicionales—. Las viejas celebraciones campesinas —a las que a veces se ha idealizado con una cierta ingenuidad, al presentarlas como independientes de todo poder señorial —eran, en general, celebraciones comunitarias ligadas a las gentes ricas y poderosas de la comunidad, que las pagaban y participaban en ellas.

una fuerte organización que no corre bajo la forma de lo espontáneo. Se trata, más bien, de llamados a la participación a través de un costoso aparato de propaganda y recursos económicos que permitan, entre otras cosas, la parte de ‘pan y circo’ que necesariamente entrañan. El control de su organización y el peso social que se les otorgue a las celebraciones dependen siempre de una correlación de fuerzas precisas, del sentido de la oportunidad de quienes compiten por apropiarse de sus significados y recursos, y de la

Las celebraciones laicas y seculares, en las que la sociedad se celebra a sí misma y en las que recuerda su capacidad de autoproducirse, crearse y recrearse, son un hecho reciente. Por su parte, las celebraciones reales siempre fueron fiestas dedicadas a la persona real y a su grandeza —generalmente un mito sin mucho fundamento en la realidad—. Las fiestas de corte no eran, como su propio nombre lo señala, fiestas de la sociedad. En su carácter público, solo convocaban al pueblo como observador, como testigo de la magnificencia de los otros, de los de arriba. Sin embargo, las gentes populares participaban, con entusiasmo y cierta espontaneidad, en las fiestas reales y, en parte, fabricaban también su propia celebración al margen. Las celebraciones laicas y seculares, en las que la sociedad se celebra a sí misma y en las que recuerda su capacidad de autoproducirse, crearse y recrearse, son un hecho reciente. Su punto de partida son las revoluciones modernas —inglesa, norteamericana, francesa, etc.—. Y es en ellas en las que la población busca darse un destino colectivo, a partir de determinaciones consensuadas bajo la forma de reunión de los representantes de la sociedad —en eso consiste, precisamente, el imaginario de la democracia—. Por un lado, aunque no de manera terminante, la nueva celebración cívica se articula en torno a un núcleo laico, separado de las autoridades eclesiásticas —si éstas están presentes, no lo serán en tanto directores de escena, sino como parte de un importante decorado—. Por otro lado, la fiesta política moderna es un ‘culto cívico’ inédito, pues no constituye un agradecimiento a Dios ni a un soberano. Si Dios sigue incluido en la celebración, lo es a título de patrocinador de una acción que es, ante todo, humana —se trata de un hecho que simplemente recuerda que la constitución de las formas modernas de actividad política imaginaria no sea hace, en ninguna parte, a espaladas de las viejas ideologías de las sociedades tradicionales—. Las fiestas políticas modernas son celebraciones que tienen el carácter visible y consciente de citas de la memoria y suponen 1

difusión que el conocimiento histórico objetivo haya alcanzado en una sociedad.1 En sociedades plurales, en las que son posibles voces de consenso y disenso, siempre habrá cuestionamientos a lo que se considera una ‘celebración oficial’. Máxime si existe un ambiente de competencia —imperfecta y, si se quiere, amañada— y de discusión pública dinámica —con dosis de clientelismo y politiquería—. Aquellos que se apartan de dichas fiestas encontrarán, con seguridad, un espacio alternativo para su propia celebración. Por lo general, ésta será una imagen invertida y tan unilateral como la de quienes representan los intereses del ‘establecimiento’. Todo eso está dentro del orden normal de las cosas y, años después, vendrán los historiadores que, con motivo de la celebración de otro nuevo aniversario, harán el relato y el análisis de la celebración anterior, ahora objeto no tanto de disputa como de estudio. Sin embargo, inmediatamente antes de la fiesta, durante ella y un poco después, las voces del disenso siempre se harán presentes y se apoderarán de temas que piensan excluidos de la celebración oficial: ‘el pueblo’, ‘las masas’, ‘las mujeres’, ‘las minorías’, etc. Lo que es digno de estudio, en Colombia, es la forma como tal reparto entre lo incluido y lo excluido se realiza. En razón de la orientación postmoderna de los discursos de Estado —encarnados en sus instituciones más parlanchinas—, los dos bandos, el oficial y el alternativo, movilizan más o menos el mismo discurso, los mismos recursos retóricos, idénticos tópicos y un mismo reclamo justiciero, propuesto en dosis diversas, según su origen institucional y societario. En 2010, con motivo de la conmemoración del Bicentenario, las batallas entre partidarios de la celebración y sus enemigos no han tenido la intensidad, el oportunismo ni la mala fe que

Esta afirmación no significa, desde luego, que nos sumemos a una idea puramente objetivista del análisis histórico, o que prediquemos su carácter de ciencia, según el estilo y las formas de las llamadas ciencias naturales. Significa, simplemente, que no nos aterra reconocer la diferencia entre un análisis histórico, por parcial y provisional que pueda ser —como los son todos los análisis que realizan las ciencias—, y una mentira, una suposición o un comentario ideológico, que busca dar autoridad a opiniones particulares, sobre la base de pretendidos ‘datos históricos’. El pánico de reconocer la aspiración de verdad del conocimiento histórico es una simple consecuencia del escepticismo y el relativismo postmodernos, por fortuna hoy en declive.

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tiva identitaria y sentimentaloide que parece formar parte del ‘espíritu de los tiempos’ en el país. ¡Colombia es pasión!: una trampa de la que nadie parece poder escapar últimamente. Se trata siempre de artículos cortos, de fondo heroico, con algunos logros en sus ilustraciones y afectados por la limitación de espacio y la exigencia de frase corta, ‘lenguaje ágil’ y pocas ideas, en que se ampara la escritura periodística para imponer y esconder un vacío de pensamiento y una ausencia de reflexión. Miguel Urrutia y Carlos Caballero Argáez

tuvieron las fiestas del quinto centenario del descubrimiento de América, en 1992. En ese entonces, partidarios e impugnadores del evento se enfrentaron largamente —los segundos hablaban del ‘encubrimiento’ de América—. El combate no estaba relacionado con el trasfondo histórico del asunto —si es que existía—, sino con el acceso a recursos internacionales, el control de organismos locales y el ascenso de un ‘sector cultural joven’, de escasa formación intelectual. Este sector emergente, excluido de los grupos más ricos de capital cultural, se amparó en una perspectiva indigenista —el discurso sobre los afrodescendientes era, aún, precario— y legitimó, de esta forma, su presencia en el evento y su aspiración a participar en el reparto —económico y mediático— de la celebración. Ahora, las cosas parecen haber transcurrido de manera más calmada y, luego del intento fallido de los prohombres del uribismo para que la celebración fuera postergada para el 2019, se llegó a un reparto más equitativo de recursos y de acceso a los medios de comunicación por parte de todos los que tenían algo que decir. Y hay que reconocer que dicho reparto logró ir un poco más allá de la demagogia memorialista y la denuncia del ‘encubrimiento del pasado glorioso de las luchas populares’. Parece que los organizadores del evento, sus ideólogos y administradores tomaron el camino sabio de distribuir más equitativamente los recursos, lo que ha facilitado una cierta pluralidad de voces, ninguna de las cuales parece tener el mayor deseo de confrontarse seriamente con las otras. Aunque es pronto para saber cómo han transcurrido las cosas y qué de positivo puede quedar para el futuro, se puede decir que no todo puede ser objeto de rechazo o aplauso. Resulta aconsejable, entonces, pasar una mirada —fragmentaria y con toda seguridad parcializada— sobre lo que va corrido del evento. A su manera y dentro de sus limitaciones, los medios de comunicación han cumplido su papel y lo han hecho en la tónica que imponen las celebraciones: como reducción de la historia a la memoria. Esta aproximación está en sintonía con los académicos especializados, con la voz del Estado a través de sus agencias—Ministerio de Cultura y, en especial, el Museo Nacional—y con una cierta sensibilidad nacional de perspec-

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El mundo literario y editorial supo aprovechar bien la ocasión. La literatura nacional produjo, por lo menos, una docena de obras del subgénero denominado de novela histórica, una de las pocas corrientes fuertes de lectura en nuestra sociedad. No podemos saber aún, desde luego, si nos encontramos aquí frente a un hecho propiamente literario o frente a uno simplemente editorial, que continúa una tradición nacional de escritura que

no ha dejado una sola obra importante en la historia de Colombia. Sin embargo, todo parece indicar que los estereotipos, el anacronismo, la falta de conocimiento de las dimensiones sociales y mentales de las sociedades y episodios que se quiere ‘historizar’, son las características básicas de esas creaciones, que parecen poner de presente, ante todo, la falta de imaginación histórica de sus autores. Es notable, por ejemplo, la manera como Simón Bolívar sigue captando la imaginación de los autores nacionales. No obstante, la reconstrucción del personaje se pone desde el principio, casi como un propósito, por fuera de cualquier intento de conocimiento razonado de la vida de El Libertador. La vida de Bolívar, héroe —que lo fue— a todo precio, sigue alimentando las más triviales visiones sobre uno de los grandes ilustrados románticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Los académicos y la universidad cumplieron su papel. Considero que, dentro de las limitaciones obvias de la investigación que trata sobre la Independencia, contamos hoy con un grupo de obras nuevas que recrean cosas que ya se sabían, que amplían el panorama de los hechos y episodios olvidados o ignorados, o que puntualizan, aunque sin mucha perspectiva sobre el contexto, series de acontecimientos que nos permiten saber más y mejor sobre la evolución política del país. Dentro de lo publicado hasta ahora, como era de esperarse, la variedad está a la orden del día. Hay compilaciones importantes de ensayos, en algunos de los cuales se abren nuevas perspectivas de análisis. Hay compilaciones documentales, siempre útiles, que


Eventos dan algún renombre a sus autores y son salvadoras para estudiantes universitarios en búsqueda de temas de trabajo de grado. La industria de investigaciones de grado, en su sector más calificado —el de las maestrías y doctorados— produjo buenos trabajos, muy documentados, que muestran un cierto virtuosismo profesional. Sin embargo, debido a su lenguaje y a su miope inserción en una idea estrecha del ‘trabajo experto’, quedarán por fuera de las posibilidades de lectura del escaso público que, en Colombia, consume libros de historia. Son casi siempre obras de homenaje a un exigente director de trabajo de grado o a los requerimientos puntillosos de jurados de tesis, casi siempre menos informados y sabios que aquel que sufrirá las consecuencias del veredicto de los hombres de letras puestos en la condición de jueces y no siempre bien preparados para la tarea.2 Las vitrinas de la Librería Lerner, en el centro de Bogotá, están repletas de obras de profesionales de la historia cuyos textos han alcanzado el rango de la publicación bajo la forma de libro. Éstos aparecen al lado de obras de divulgación, reediciones y novelas históricas, en lo que se ha convertido en una oferta plural para todos los gustos y bolsillos.3 Me ha parecido llamativo y muy positivo el hecho de que haya sido el campo constitucional uno de los más favorecidos en el plano de las compilaciones —aunque muy poco en el plano del análisis—. Se reconoce así que la Independencia abre el espacio de las revoluciones modernas y que se inscribe en los esfuerzos que van en dirección de la construcción de sociedades democráticas; es decir, de sociedades orientadas hacia el campo de la ley, producto de la representación popular, de los sistemas electorales, del régimen de partidos, de la división de los poderes públicos—una de las condiciones de la democracia más afectada en Colombia en años recientes—. Así, se reconoce que la democracia tiene una historia que, desde luego, está por escribirse y que se inicia terminada la guerra de liberación nacional, luego de las heroicas campañas del ejército libertador. Es una historia que constituye el gran telón de fondo de las discusiones de ese grupo amplio de colombianos notables que son el centro de la intelectualidad política del siglo XIX; un grupo de hombres de letras, posteriores al de los ilustrados y que fueron estudiados con cuidado y dedicación a mediados de los años cincuenta del siglo pasado por Jaime Jaramillo Uribe, en su notable obra El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Desafortunadamente, se trata de un trabajo abandonado por la academia

e ignorado por la opinión pública y que constituye uno de los grandes testimonios acerca de un siglo que, por sus altos valores intelectuales, debería recibir toda nuestra consideración. Ha habido, entonces, en el mercado editorial y a través de internet, muy buenos ejemplos de documentos que ponen a disposición de los lectores muestras representativas de lo que puede ser llamado sin lugar a dudas la ‘explosión constitucional’ posterior a 1808, una de las realidades más notables con las que se inicia el siglo XIX. La proliferación de constituciones políticas entraña una radical novedad: es un indicio del nuevo curso por el que se orientan las sociedades latinoamericanas. El poco conocimiento de la historia europea ha llevado a desprestigiar la irrupción del constitucionalismo como nueva posibilidad histórica. Esa tarea se ha materializado con argumentos que tienen que ver con las insuficiencias del crecimiento económico, la persistencia de la desigualdad social y la inestabilidad política, entre otras realidades históricas de la región. En cualquier caso, lo que muestran las aproximaciones en este sentido es una carencia de sensibilidad histórica, pues ignoran un hecho mayor: la democracia política tiene una historia. Ninguna revolución moderna ha generado el inicio pleno de sociedades democráticas, lo que han hecho casi todas es crear las condiciones que hacen posible una convivencia política civilizada. Todas las luchas por el reconocimiento social y político que tuvieron lugar en años anteriores son prueba de que la democracia tiene una historia. Los esfuerzos por los derechos humanos, el voto universal o las minorías, y las iniciativas contra la desigualdad o la pobreza son prueba de intentos por conquistar la democracia, incluso en medio de grandes adversidades. Lo anterior puede ilustrarse con dos ejemplos. En 1930, Europa vivió un eclipse de las instituciones liberales que llevó al ascenso del fascismo y del nazismo. Se trató, sin duda, de un acontecimiento antidemocrático que solo tuvo solución con el triunfo de los aliados en 1945. Algo similar ha ocurrido en América Latina con sus ciclos alternados de populismo y dictaduras que llegaron a su clímax en el Cono Sur, con las consecuencias económicas y sociales previsibles. Los críticos radicales de la democracia se han concentrado en señalar las imperfecciones del sistema, para América latina y para el mundo occidental, en general. En ocasiones, alegan su inexistencia y olvidan que, por más de medio siglo cerraron los ojos frente a la inexistencia completa de la democracia en los regí-

De las iniciativas oficiales de las que me enteré, la que más me complació fue una organizada por el Ministerio de Educación Nacional, que permitió que cientos de escolares formularan preguntas sobre la Independencia, sobre la sociedad colonial y sobre el siglo XIX. Se trató de preguntas que se extendían a todas las dimensiones posibles de la imaginación, dentro de una cierta amplitud y un gran anacronismo, pero formuladas con mucho interés y deseo de saber. Las preguntas fueron trasladadas luego a investigadores jóvenes que, a partir de ellas, se plantearon proyectos de investigación y le dieron a las preguntas iniciales un carácter mejor formulado en términos de investigación. Me parece una forma excelente de participación y además una manera razonable de abrir el abanico de los ‘elegidos’ a jóvenes investigadores en formación, para dejar de lado la tradicional—y fatal—costumbre colombiana de convertir toda iniciativa cultural en un medio para premiar a quienes tienen ya un reconocimiento logrado, que proyectan luego en el tiempo, con excelentes dividendos materiales y simbólicos, casi siempre a partir de viejas glorias sobre las que duermen y que no están muy interesados en renovar. 3 Hubo, desde luego, el tradicional libro de corte izquierdista, expresión reiterada e infaltable del peso del pasado sobre el presente, en donde se señala—como en 1992 con el quinto centenario del Descubrimiento— que la Independencia nacional fue un hecho de ningún valor histórico, que no constituye ninguna revolución ni dio lugar a la formación de una nación, de donde se desprende que la independencia/liberación sigue siendo una tarea postergada para los colombianos. Habría, pues, que borrar del mapa esos dos siglos, en espera de que un profeta universitario encuentre la fórmula moderna de la liberación —la de Marx/Lenin está un poco desacreditada a estas alturas— y sus alumnos intenten, por desgracia, ponerla en marcha. Cf. como ejemplo de este tipo de aproximaciones tenemos el librito de Adolfo León Atehortúa Cruz, 1810. Ni revolución ni nación. Medellín, La Carreta Histórica, 2010. 2

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menes comunistas. Estos críticos difícilmente participan de una concepción histórica de la democracia que ayude a entender por qué ésta no se conquista en un solo momento y para siempre. El siglo XIX es el comienzo de una historia de la democracia que es, al mismo tiempo, una perspectiva vigente y uno de los puntos básicos para poder adelantar una discusión razonada sobre los doscientos años trascurridos desde 1810. Desde 1780, la primera generación de ilustrados neogranadinos había imaginado para la sociedad la prosperidad económica y la felicidad personal como las grandes metas que habrían de conducir hacia la ‘orgullosa Europa’. El proyecto estaba, desde luego, teñido por elementos de exclusión social y el horizonte de la igualdad radical no encontraba todavía su lugar en ese ideario —tampoco lo encontraría, por completo, en los siglos XIX y XX—. Ello no debe aterrar a nadie que conozca la historia de la idea de igualdad y de la pasión democrática en Europa y en Estados Unidos. Sin embargo, la invasión napoleónica, con la que comienza el derrumbe del imperio español y la guerra de liberación nacional en sus colonias, terminó abriendo las puertas a la más moderna discusión política a la que los hombres de letras, políticos en formación, pudieran enfrentarse: la discusión sobre las formas de representación. Ello ocurrió con posterioridad a que se hubiera agotado la fase del ‘patriotismo herido’, según la precisa expresión de François-Xavier Guerra; esto es, la discusión sobre el núcleo del imaginario de la democracia: la soberanía popular y los modos posibles de constituir una nación de representantes y de representados. Es justamente la existencia de un ordenamiento jurídico-político democrático y de un discurso extendido sobre esta forma de gobierno lo que ha permitido que Colombia se haya mantenido alejada de los totalitarismos, tan frecuentes en la región. Incluso, a pesar de muchos inconvenientes: los avatares del tránsito de la democracia formal a la real; un escaso y desigual crecimiento económico; altas dosis de clientelismo, corrupción y apatía; y una violencia persistente. Se puede decir, desde luego, que esa discusión sobre la representación política no cobijó, en el siglo XIX, sino a una parte minoritaria de los habitantes de las nuevas e imperfectas repúblicas. Se trata de un hecho cierto y es difícil imaginar que las cosas hubieran podido transcurrir de otra manera cuando se conoce el nivel cultural de los habitantes, sobre todo en el campo, los niveles de analfabetismo y la dosis de servidumbre y de sumisión a las autoridades tradicionales —que venían de la vieja sociedad— o a las autoridades modernas —que reproducían las antiguas formas de dominación—. Pero estar por fuera de la discusión letrada y de sus referencias —europeas, como era apenas normal— y perpetuar las formas * Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

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tradicionales de la dominación no evitaba el contagio democrático. Éste se extendió por muchos medios, de tal manera que lo que Alexis de Toqueville llamó la ‘pasión igualitaria’, se fue extendiendo por toda la sociedad, bajo las formas del igualitarismo, del ‘plebeyismo desafiante’, del resentimiento, de la envidia y de toda clase de arribismos y de exigencias de reconocimiento social que solo pueden asustar a quienes tienen una idea pura e higiénica de las formas como la evolución social se hace presente. Esa pasión democrática, hija del proceso que inició la Independencia y la subsiguiente revolución política, se hizo sentir con fuerza en el plano de las relaciones sociales a principios del siglo XX. Tomó formas diversas; derechos sociales, recurso de tutela, secularización espontánea, acceso a la educación y liberalización femenina, entre otros. Incluso hoy continúa manifestándose, bajo formas más contemporáneas como Rock al parque, la demanda de legalización de ciertas drogas y el goce de nuevas tecnologías y espacios urbanos. También estas nuevas necesidades tienen que ver con una búsqueda de la igualdad social y la distribución justa de oportunidades. Desde finales del siglo XVIII, pero sobre todo a raíz del nuevo curso político que se abre a partir de 1808, el largo y tortuoso camino a la igualdad—tantas veces negada— vuelve una y otra vez a rondar sobre las expectativas y esperanzas de los colombianos. Durante todos los días de su existencia independiente, el país ha intentado sacar las consecuencias del mayor descubrimiento de la modernidad: constatar que las jerarquías sociales son, en efecto, sociales y no naturales, que reposan en la historia de la sociedad y pueden ser modificadas por la propia acción colectiva de sus miembros. Ese es, precisamente, el camino que abrió la revolución política de 1810. De ahí su vigencia.

2.

Doscientos años de salarios Miguel Urrutia*

E

n 1895, Colombia era un país sumamente pobre, incluso en relación con varias naciones de la región. Por supuesto, era más pobre que México y el ingreso per cápita era equivalente a un tercio del que, a la fecha, tenía EE.UU. Existen maneras para tratar de medir, históricamente, el ingreso per cápita latinoamericano. Sin embargo, hay una que resultó bastante interesante. El profesor John Williamson, un notable historiador económico y ganador del Nobel, sostiene que una forma exitosa de analizar el pasado es estudiar los salarios, toda vez que éstos son hechos concretos.


Eventos

Es importante, una vez se ha constatado el crecimiento, compararlo con los países con características similares al nuestro. Si se tienen en cuenta los datos disponibles para Perú, Brasil y México, se puede notar que sus crecimientos fueron muy parecidos al colombiano, de manera que no somos excepcionales en el contexto regional. Marco Palacios y Miquel Urrutia

En teoría económica, los salarios son iguales a la productividad marginal. Ésta, a su vez, es indicativa de los niveles de vida de los trabajadores. Williamson utiliza sus investigaciones para hacer unos ejercicios apasionantes en los que compara los salarios de trabajadores no calificados en Londres con aquellos de los no calificados en países de América Latina. Este ejercicio le permitió explicar, por ejemplo, las migraciones masivas de irlandeses y alemanes a Buenos Aires, pues los salarios de los trabajadores no calificados eran mucho más altos en la capital argentina. Más adelante, pudo constatar que, en comparación con los salarios ingleses, los colombianos representaban apenas el 17%; los brasileros, el 18%; y los mexicanos, el 63%. De manera que me interesé por el tema y empecé a estudiar lo que había ocurrido durante el siglo XIX en Colombia, en términos salariales. Lo que encontré fue que, durante ese siglo, cayeron los salarios reales. Para llegar a esa conclusión, buscamos el monto de los salarios en los archivos, armamos un índice de precios y calculamos el salario real. Ello nos permitió afirmar que, aparentemente, el nivel de ingreso de los trabajadores, durante el siglo XIX, no mejoró. Salomón Kalmanovitz ha sostenido que, después de 1850, hubo un lento y ligero crecimiento económico. Como he mencionado, eso no concuerda con los datos que arrojan los salarios. La incongruencia puede explicarse de tres formas: 1) los salarios no son representativos; 2) es muy difícil hacer cuentas nacionales para en siglo XIX y Kalmanovitz sobreestima el crecimiento; y 3) en los últimos cincuenta años del siglo las exportaciones se desarrollaron mucho y el país se integró al mercado mundial, lo que pudo haber beneficiado más a los empresarios que a los trabajadores. Ahora, ¿qué pasa en el siglo XX? Entre 1905 y 2000 el PIB real per cápita creció a un poco más de 2,18% anual. Es decir, el aumento en los bienes materiales de la sociedad creció más rápido que la población y la tasa de crecimiento fue cercana al 2% anual. Ello implica que la calidad de vida de los colombianos sí mejoró —y lo hizo significativamente—; sin embargo, es muy difícil que las nuevas generaciones acepten esta realidad, pues prevalece la creencia de que Colombia ha sido el desastre económico desde hace mucho tiempo.

Lo que ocurre con Venezuela es interesante. Hasta los años cincuenta crece aceleradamente, al punto de considerarse un país rico en términos internacionales; sin embargo, a partir de entonces ha dejado de crecer. El caso chileno también merece ser revisado, aunque su crecimiento siempre fue superior al de Colombia, sólo hasta 1987 lo fue de manera significativa. El milagro chileno, entonces, es un fenómeno reciente. El crecimiento argentino también sorprende, pues fue bastante alto hasta 1970, cuando se estancó. Pero quizás el dato más llamativo y el que mejor explica nuestra condición de pobreza es el del crecimiento de EE.UU.; no hay duda que el siglo XIX fue el gran éxito de ese país. El PIB per cápita de EE.UU. superó, de lejos, los indicadores del resto del mundo. Hubo algunas excepciones, por supuesto. Entre ellas vale destacar el caso de Finlandia; un país que en 1900 no era rico y que, hoy por hoy, está al nivel de EE.UU. Entonces, a pesar del crecimiento del que se benefició Colombia, en el siglo XX, las conclusiones son mucho menos alentadoras si se compara con otros países que fueron exitosos durante el mismo periodo. El clásico ejemplo es el de Corea del Sur, que empieza con un ingreso per cápita del 20% del de EE.UU. y, en 2008, llega al 60%. Japón, por su parte, pasa del 28% al 75%. En conclusión, lo que quiero plantear es que, si se analizan los datos, se puede constatar que el crecimiento de Colombia ha sido, si no espectacular, sí relativamente bueno. Hay muchas maneras de medir el bienestar en el tiempo —mortalidad infantil, índice de desarrollo humano, etc.— y, en casi todas, el país sale bien librado. Personalmente, creo que a Colombia le ha ido mejor en desarrollo social que en ingreso per cápita y eso, por supuesto, es muy distinto de lo que cree la mayoría de los colombianos.

3.

Colombia: entre el príncipe, el séquito y la plaza

Marco Palacios*

E

stoy convencido de que la historia se concibe y se escribe desde el presente. Por ejemplo, hay diferencias fundamentales en las maneras como se vivieron las celebraciones de los primeros cincuenta años, las del cente-

* Profesor-investigador de El Colegio de México.

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nario, las del sesquicentenario y las que hemos sido testigos y partícipes durante 2010. Las visiones de dicho fenómeno, de esa llamada ‘revolución política moderna’ que fue la Independencia, son, sin duda, muy diferentes. Comparto la idea esbozada por algunos académicos que aseguran que Colombia perdió la asignatura llamada siglo XIX. A finales del XVIII, el gran tema de las monarquías occidentales era el progreso por las vías de lo que luego se bautizaría con el nombre de revolución industrial y esa fue la tarea de las naciones del siglo XIX. Colombia, sin embargo, entró al XX sin haber consolidado una sociedad industrial moderna. La entrada al siglo XXI es similar y, naturalmente, las implicaciones que ello genera fueron, y son, de todo tipo —sociales, políticas, económicas, mentales—. Samuel Finer, un profesor de la Universidad de Oxford, intentó realizar, durante los últimos años de su vida, un esquema de la forma como se puede concebir el gobierno desde la antigua Mesopotamia hasta el presente. Finer propuso una serie de elementos esenciales sin los cuales es imposible hablar de Estado, como el territorio, la fórmula política —esto es, la legitimidad—, los valores y normas —los derechos y deberes de los habitantes— y la independencia económica. La fórmula política, que antes se sustentaba en algún tipo de derecho divino, radica hoy en el principio de nacionalidad. El pueblo, entendido como sujeto político, se hace acreedor a ciertas prerrogativas y adquiere, también, varias responsabilidades. Toma así particular importancia la ley positiva que viene a reemplazar la ley religiosa. La religión deja de ser un asunto público y muta hasta convertirse en derecho individual: el derecho a creer y practicar. A pesar de que en la historia de Colombia la existencia o no de una religión de Estado ha sido un asunto conflictivo, hay que decir que, desde circa 1810, ha habido ‘reflexividad’ al respecto. El gobierno moderno puede entenderse como el arte de hacer compromisos entre distintos intereses. En los Estados antiguos, en cambio, se carecía de propósitos políticos definidos y, por tanto, imperaba la tradición. No se creía que el gobierno tuviese un papel importante de dirección u orientación, en especial en materia económica. Abolir la tradición así entendida y entrar al reino del azar democrático —el pueblo como sujeto— fue una de las maneras en las que se materializó el cambio de la forma monárquica a la republicana; de la dinástica a la nacional. Considero que, pese a todo lo que ha ocurrido en los últimos años, seguimos en el paradigma renacentista. Por esto me parece que la palabra ‘príncipe’ sigue siendo adecuada. El príncipe puede ser rey, presidente, alcalde. El gobierno siempre tiene un príncipe. Es él quien maneja las riendas

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del Estado: la territorialidad, los valores. Tiene, además, una Corte, un séquito —piénsese aquí en todos los presidentes de Colombia, desde Bolívar hasta Uribe—, un círculo íntimo que debe ser tenido en cuenta. El príncipe, cualquiera que sea, no puede gobernar sin ese séquito. Sin embargo, el cambio radical que se da con la adopción de la democracia es que aparece la plaza. Es decir, aparece el público, los eventuales electores y un entramado de instituciones judiciales y de representación. Colombia se encuentra en estos momentos en medio de un proceso electoral muy interesante y todos nosotros hacemos parte de esa plaza, la conformamos a través de nuestra ciudadanía que se manifiesta con los derechos políticos que nos otorga la cédula. Lo interesante es que la aparición de la plaza —de la que, en la actualidad, todos hacemos parte— le permite al príncipe eludir, en algunos casos, a su séquito o a los cuerpos judiciales y de le presentación. Cuando siente que éstos últimos lo encierran demasiado, el príncipe puede acudir a la plaza. En términos generales, ese recurso se conoce como una ‘tendencia populista’ y fue Bolívar quien lo inauguró en nuestro medio. Bolívar, con su ejército, hizo una apelación a la plaza buscando enfrentarse a Santander o a Páez, más dados a resolver los asuntos públicos con sus séquitos locales. Creo que a partir de esos episodios se puede interpretar mucho de la historia política de Colombia. El caso de Venezuela es particularmente ilustrativo a este respecto. Cuando se analiza la historia política de ese país se constata que allí el príncipe y la plaza se llevan muy bien. El príncipe apela y moviliza la plaza, y en esta situación importa poco si aparecen hombres fuertes o dictadores. La historia de Colombia, en cambio, es más dada al manejo del séquito entremezclado entre el príncipe y los cuerpos judiciales y de representación política que, algunos, han caracterizado como un sistema clientelista. En ambos casos las relaciones entre príncipe, séquito, cuerpos y plaza están mediadas por el enorme poder espiritual —y, en ciertos casos, material— de la Iglesia. Dicha institución tiene la particularidad de encontrarse a medio camino entre los gobernantes y la sociedad, y ello obliga a tenerla en cuenta en todas las negociaciones. En este sentido, la historia de Colombia es de altibajos, de excesos —clericales, anti clericales—. De allí deriva una historia de sectarismos y de violencia política. Los conflictos sectarios que ha padecido la sociedad nacional no han sido menores y por eso conviene recordarlos siempre.


Pensar lo Público

Colombia y Estados Unidos: ¿crisis u oportunidad? Sandra Borda Guzmán*

Política anti-drogas y derechos humanos son los temas claves alrededor de los cuales se articulará la futura relación Colombia -EE.UU. Aunque no se trata de problemas nuevos, la aproximación de los dos países presenta, por primera vez, serias divergencias.

E

l actual es un momento de transición en la relación entre Colombia y EE.UU. Esta transición se ha caracterizado por una suerte de dislocación o desfase entre los intereses de Washington y los de Bogotá, coyuntura interesante si se toma en cuenta que estos intereses han permanecido alineados durante la mayor parte de la historia de las relaciones bilaterales. El desfase es más notorio—y tiene el potencial de incrementarse hacia el futuro—en dos temas fundamentales: narcotráfico y derechos humanos. En ambos temas es necesario, entonces, un proceso de reformulación y ajuste profundo y estratégico de la política exterior colombiana. El inicio de la administración Santos constituye una oportunidad para adelantar estos cambios.

Sobre la lucha anti-drogas Existe evidencia de que el actual es un momento de debate y revisión en materia de la política anti-drogas en EE.UU. Para empezar, y a diferencia de otros presidentes, Obama confesó durante la campaña electoral que bebió alcohol, fumó marihuana e inhaló cocaína. El actual presidente estadounidense no ha intentado minimizar su uso de las drogas ilícitas y ello ha tornado un tanto más sensata la conversación sobre este tema en EE.UU. Como complemento, su zar de las drogas ha dicho

que no quiere seguir usando el lenguaje de la guerra contra las drogas y el mismo Obama ha ordenado terminar las redadas federales en contra de expendios de marihuana medicinal en estados como California, donde dicha actividad ha sido autorizada por el gobierno estatal. Es preciso anotar, sin embargo, que los límites de este cambio quedaron demostrados en la posición que asumió el gobierno federal frente a la Proposición 19 que se votó en California durante las elecciones del 2 de noviembre de 2010 y que buscaba la legalización de la marihuana: el Departamento de Justicia fue enfático al afirmar que continuaría implementando las leyes en contra de la marihuana en el Estado de California aún en caso de que la proposición ganase, lo que demuestra que si bien el Gobierno federal está abierto a un cambio de dirección, la legalización definitivamente no aparece como una opción plausible.1 Pero la presión para cambiar el contenido de esta política en EE.UU. también proviene de movimientos sociales que han adelantado el argumento de que la guerra en contra de las drogas es una forma de discriminación racial que ha sustituido la esclavitud y las leyes ‘Jim Crow’. 2 En la actualidad, EE.UU. es el líder mundial en encarcelamiento con 2,3 millones de personas actualmente en prisión, lo que significa un incremento del 500% en los últimos treinta años.

* Profesora e investigadora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Co-directora del Centro de Estudios Estadounidenses –CEE. 1 Aunque la proposición no ganó, los resultados sí indican un cambio sustancial en la actitud del votante promedio californiano: fue aprobada por un 45% de los votantes y rechazada por el 55% restante. Hace una década un resultado tan dividido hubiese sido impensable en Estados Unidos. 2 Estas leyes, locales y estatales, fueron implementadas en Estados Unidos entre 1876 y 1965 e imponían la segregación racial en lugares públicos; le otorgaban a la población negra un estatus separado pero igual frente a la población blanca. Algunos ejemplos de estas leyes son la segregación en el transporte y los lugares públicos, en baños, restaurantes y colegios públicos. El comienzo del fin de estas leyes fue la declaración de inconstitucionalidad de la segregación en colegios que hizo la Corte Suprema en 1954, en su famoso fallo Brown vs. Board of Education.

87


Treinta años atrás, cuando se inicio la guerra contra las drogas, la población carcelaria era de 300000 personas. Este aumento ha resultado en hacinamiento en prisiones y en crecientes dificultades para que los gobiernos estatales encuentren fondos para expandir rápidamente su sistema penal. A nivel federal, los prisioneros encarcelados por posesión o venta de drogas son el 50% de la población carcelaria. Muchos de estos prisioneros no son actores de alto nivel en el comercio ilegal de drogas y muchos no tienen un record criminal anterior. Más del 60% de estos prisioneros son minorías raciales y étnicas. Para ponerlo en contexto, EE.UU. tiene más minorías raciales en proporción de las que tuvo Suráfrica en el peor momento del Apartheid. Uno de cada ocho hombres negros, cuya edad oscila entre los veinte y los treinta años, se encuentra en prisión. Esta tendencia se ha intensificado gracias al impacto desproporcionado de la guerra contra las drogas. Pero a pesar de esta diferencia racial en el encarcelamiento, ya ha sido comprobado que, en EE.UU, la población de todas las razas usa y vende drogas ilícitas a una tasa sorprendentemente similar. Luego no se trata de que haya mayor encarcelamiento de población negra porque los miembros de dicha comunidad cometan más frecuentemente este tipo de delitos, sino porque el sistema penal es abiertamente discriminatorio. Para empezar, hay mayores penas por consumo y posesión de crack que de cocaína3 —aunque la administración Obama ya ha corregido parcialmente este error—.4 El sistema penal, desde la policía en las calles hasta la Corte Suprema, trabaja en función de una definición y tratamiento del ‘criminal’ con altísimo contenido racial.5 En consecuencia, numerosas organizaciones no gubernamentales afroamericanas, que defienden los derechos civiles y la justicia social y que tienen un poder importante como grupo de lobby en Washington, han presionado a la Casa Blanca para que transforme sustancialmente el contenido de la política anti-drogas. La presión por el cambio también se ha dado en el Congreso estadounidense. El 28 de abril de 2009, el senador Eliot Engel (D-NY) propuso la creación de la comisión para la política antidrogas en el hemisferio occidental, cuyas tareas básicas serán:

1.

La revisión y evaluación de la política estadounidense en materia de reducción de oferta de drogas ilícitas e inter-

dicción, con particular énfasis en las políticas anti-drogas internacionales y los programas dirigidos hacia los países del hemisferio occidental

2. 3.

La revisión y evaluación de las políticas y programas de reducción de demanda, domésticas e internacionales

La identificación de opciones políticas y de programas para mejorar la política doméstica e internacional anti-narcóticos.

Esta propuesta ya pasó por la Cámara de Representantes y fue aprobada, y ya ha sido también enviada al Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Se trata de una comisión independiente que sesionará durante un año y a la que le serán asignados dos millones de dólares para adelantar su tarea. Según la página web del Partido Demócrata, “es el primer paso para alejarse del actual peace-meal approach para enfrentar el comercio de narcóticos, y adoptar una estrategia más balanceada que incremente nuestra inversión —compromiso— con la prevención doméstica y los programas de tratamiento”.

La ambigüedad de la respuesta colombiana No es claro todavia, sin embargo, en qué dirección quiere el nuevo gobierno colombiano aproximarse a este cambio en los términos del debate en Washington. El Gobierno pareciera no estar buscando una modificación fundamental en su propia aproximación y, más bien, intenta seguir en la tónica de tratar el problema como uno de seguridad nacional. Hasta ahora, solo hay evidencia de ello en el discurso del presidente ante la Asamblea General de la ONU y en su reacción frente a la polémica Proposición 19. En la ONU, Santos afirmó que “vencimos los grandes carteles del narcotráfico, pero este negocio aún no ha terminado. Por eso seguiremos combatiéndolo, porque para nosotros es un asunto de seguridad nacional”. Allí mismo llamó a la coherencia y vio “con preocupación la contradicción de algunos países que, por un lado, exigen una lucha frontal contra el narcotráfico y, por otro, legalizan el consumo o estudian la posibilidad de legalizar la producción y el comercio de ciertas drogas”. Una mayor definición de la nueva posición de Colombia frente a este tema —o una suscripción irrestricta y clara a posiciones anteriores— sigue pendiente.

La población negra tiende a consumir crack mientras que la población blanca es predominantemente consumidora de cocaína en polvo. El 3 de agosto de 2010, el presidente firmó la Ley de Sentencias Justas en el que se incrementa la cantidad mínima de crack que un individuo debe poseer para pagar cinco años de cárcel (de cinco a veintiocho gramos) y deja igual la cantidad mínima de cocaína necesaria para pagar la misma sentencia (500 gramos). La disparidad entre el crack y la cocaína se ha movido de una proporción de 100 a 1, a una proporción de 18 a 1. 5 Los datos y la hipótesis aquí expuesta son desarrollados en Alexander, Michelle, The New Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of Colorblindness, New Press, Enero de 2010. 3 4

88


Pensar lo Público

En materia de derechos humanos En Washington se ha dado un lento cambio de prioridades que ha terminado con la consolidación de este tema como uno de los más importantes en la agenda bilateral. De hecho, en la última visita del sub-secretario de estado en octubre de 2010, el tema quedó incluido en lo que se denominó la “nueva agenda binacional”. El argumento aquí es simplemente que lo que ha sido la política exterior colombiana hasta este momento en materia de derechos humanos no es funcional ni sostenible si el tema va a escalar en la agenda bilateral con Washington.

El Gobierno pareciera no estar buscando un cambio fundamental en su propia aproximación y, más bien, intenta seguir en la tónica de tratar el problema como uno de seguridad nacional.

¡Muchas Gracias! El trabajo que, cada día, realiza la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes no sería posible sin el apoyo generoso y decidido de importantes instituciones nacionales e internacionales. A ellas, un especial agradecimiento y una invitación especial a que sigan vinculados a

La política colombiana actual se caracteriza predominantemente por ser una política de contención de la presión internacional. Dicho objetivo se alcanza gracias a una ratificación formal insistente, y casi compulsiva, de tratados internacionales que no producen ningún cambio en el comportamiento del Estado; la negación de la existencia de un problema serio de derechos humanos en el país; la constante inculpación de terceros actores por dichas violaciones—por ejemplo, grupos insurgentes, carteles de la droga, terrorismo—con el objetivo claro de desviar la atención de la responsabilidad del Estado; la construcción de alianzas internacionales con países cuyo récord en materia de violación a los derechos humanos es tanto o más grave que el de Colombia; y la deslegitimación y el ataque constante a ONGs y organizaciones internacionales que denuncian la preocupante situación en el país.6 Con una política exterior de esta naturaleza, es difícil— si no imposible—que la cooperación bilateral en este tema se consolide y logre producir efectos contundentes.

los proyectos que nos unen. • Bavaria S.A. • Megafuture Foundation • Federación Nacional de Cafeteros • Seguros Bolivar-Davivienda • Propal S.A. • Fundación Liderazgo y Democracia • El Cerrejón • Coltabaco • Cámara de Comercio Colombo-Americana • Fundación Corona

En el caso de las drogas y de los derechos humanos, se hace necesaria una reestructuración de la política exterior colombiana que permita el logro de dos objetivos claves: una solución definitiva a ambos problemas y la consolidación de una nueva y constructiva relación con Washington. UNIVERSIDAD DE LOS ANDES PERSONERÍA JURÍDICA: RESOLUCIÓN No. 28 DEL 23 DE FEBRERO DE 1949, MINJUSTICIA 6

Ver Borda, Sandra, “Política exterior y derechos humanos en Colombia: un manual para la contención de la presión internacional” en Ana Covarrubias y Natalia Saltalamacchia, Política Exterior Latinoamericana y Derechos Humanos, Editorial Porrúa, México, diciembre de 2010 (en prensa).

89


Los 100 días del gobierno Santos: balance de su agenda legislativa Beatriz Gil, Christian Benito, Diego Felipe Gómez y Mónica Pachón ¿Cómo se ha comportado el Legislativo durante los más de 100 días del gobierno Santos?, ¿cuáles son los proyectos clave para el Ejecutivo y cuál ha sido su suerte? Balance de Congreso Visible para EGOB – revista de asuntos públicos.

E

l pasado 16 de noviembre, el presidente Juan Manuel Santos convocó a una rueda de prensa con todo su gabinete de ministros, con el objetivo de presentar un balance de gestión de sus primeros cien días de mandato. Para la ciudadanía, su Presidencia ha sido positiva: de acuerdo con las últimas encuestas publicadas por varios medios de comunicación, Santos alcanza niveles de favorabilidad superiores al 70%. En el Congreso de la República, Santos ha contado con el apoyo de las bancadas que conforman el acuerdo de Unidad Nacional: Partido de la U, Conservador, Liberal y Cambio Radical. Además, su ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, ha sido un actor importante y constante a la hora de concertar y promover los intereses del Ejecutivo. Estas son las razones por las que la agenda legislativa del Gobierno, si bien ha sufrido algunos tropiezos en las discusiones, ha tenido un tránsito relativamente efectivo por el Senado y la Cámara de Representantes. En total, el gabinete de Santos ha radicado diecisiete iniciativas entre proyectos de ley, actos legislativos y leyes estatutarias. El más atrasado en su tránsito es el proyecto de ley de formalización y primer empleo, radicado el 20 de agosto y que apenas se encuentra en publicación en la Comisión III de la Cámara. Los proyectos de acto legislativo —que requieren ocho debates para su aprobación— avanzan a buen ritmo y tendrán aprobados sus primeros cuatro debates reglamentarios al final del periodo, con excepción del proyecto de reelección de alcaldes y gobernadores, que fue archivado en debate de la Comisión I

90

de la Cámara. El proyecto bandera que reforma el sistema de regalías ha tenido tres debates en el Congreso, de manera que por ahora cumple con los tiempos, al igual que el proyecto de eliminación de la Comisión Nacional de Televisión que ya fue aprobado en cuarto debate. En general, los proyectos de ley —que necesitan de cuatro debates para convertirse en ley— han avanzado en su trámite dentro del Congreso sin mayores problemas, como aquel sobre la reglamentación de partidos y procesos electorales, el que genera exenciones de impuestos para la realización del campeonato Mundial Masculino de Fútbol Sub 20 en Colombia, y el que otorga facultades extraordinarias al Presidente de la República para modificar la estructura de la administración pública. Por el contrario, diversos sectores han criticado la lentitud con la que el estatuto anticorrupción está transitando en el Congreso. Éste debe tener al menos un debate en lo que resta del año para evitar que se archive. Finalmente, la agenda económica del presidente Santos —de la que hacen parte la regla fiscal, el ordenamiento territorial y la reforma a las regalías —ha contado con la opinión de expertos y ciudadanos que han participado en las audiencias públicas, foros y conversatorios desarrollados, para socializar y discutir estos proyectos. Así ha ocurrido con la reforma al sistema de la salud, la cual ha sido ampliamente debatida en varias zonas del país durante todo el semestre a instancias de la Comisión VII del Senado. El acuerdo Unidad Nacional ha logrado que buena parte de esta agenda pase sin mayores problemas, como pasó con el proyec-


Congreso Visible to de Presupuesto Nacional para el año 2011. No obstante, esta unidad ha mostrado fisuras en iniciativas mucho más polémicas, sobre todo para las regiones. Este es el caso de la reforma a las regalías, que ha tenido una considerable oposición por

congresistas que hacen parte de partidos pertenecientes a este acuerdo. A continuación, presentamos un resumen del tránsito de estas dos iniciativas y describimos cómo fueron sus votaciones en las diferentes instancias.

Proyectos radicados por el gabinete del presidente Juan Manuel Santos Tipo

Título del proyecto

Agosto 17

Proyecto de ley

Por medio de la cual se escinden unos ministerios, se otorgan precisas facultades extraordinarias al Presidente de la República para modificar la estructura de la administración nacional y se dictan otras disposiciones.

53/10 C

Primera de Cámara

Aprobado tercer debate

Proyecto de acto Por el cual se deroga el artículo 76 y se modifica legislativo el artículo 77 de la Constitución Política de Colombia (Comisión Nacional de Televisión).

118/10 C, 11/10 S

Plenaria de Cámara

Aprobado cuarto debate

Agosto 18

Número del Comisión donde proyecto se encuentra el proyecto

Estado actual

Fecha de radicación

Agosto 20

Proyecto de ley

Por la cual se expide la Ley de Formalización y Primer Empleo.

57/10 C, 11/10 S

Tercera de Cámara

Publicación

Agosto 23

Proyecto de ley

Por la cual se dictan normas orgánicas de ordenamiento territorial.

58/10 C, 141/10

Primera de Cámara

Aprobado primer debate

Proyecto de acto Por medio del cual se adiciona el literal f) al legislativo artículo 152 de la Constitución Política para permitir la reelección inmediata de gobernadores y alcaldes.

69/10 C

Primera de Cámara

Archivado en debate

Por la cual se establece exención general de impuestos para la realización del Campeonato Mundial Masculino de Fútbol Sub 20.

72/10 C, 183/10 S

Terceras conjuntas

Aprobado primer y tercer debate

Proyecto de acto Por el cual se constituye el Sistema General de legislativo Regalías.

123/10 C, 13/10 S

Primera de Cámara

Aprobado tercer debate

Plenaria de Cámara

Publicada ponencia segundo debate

Agosto 27

Agosto 31

Agosto 31

Proyecto de ley

Agosto 31

Proyecto de ley

Por medio de la cual se modifica la Ley 181 de 1995 y se dictan otras disposiciones, en relación con el deporte profesional.

73/10 C

Septiembre 6

Proyecto de ley

Por la cual se modifica la naturaleza jurídica de la empresa Servicio Aéreo a Territorios Nacionales – SATENA y se dictan otras disposiciones.

82/10 C, 163/10 S

Publicación

Septiembre 7

Proyecto de ley

Por la cual se establecen normas transicionales para la restitución de tierras.

85/10 C

Acumulado

Septiembre 7

Proyecto de ley

Por la cual se dictan normas orientadas a fortalecer los mecanismos de prevención, investigación y sanción de actos de corrupción

142/10 S

Septiembre 13

Proyecto de ley estatutaria

Por la cual se adoptan reglas de organización y funcionamiento de los partidos y movimientos políticos.

Septiembre 27

Proyecto de ley

Por la cual se dictan medidas de atención y reparación integral a las víctimas de violaciones a los derechos humanos.

Septiembre 30

Proyecto de ley

Por medio de la cual se establece una regla fiscal y se dictan otras disposiciones.

Octubre 5

Proyecto de ley

Por la cual se expide el Código Nacional de Convivencia Ciudadana y se dictan otras disposiciones.

Octubre 15

Proyecto de ley

Octubre 29

Proyecto de ley

Primera de Senado

Publicada ponencia primer debate

Plenaria de Cámara

Aprobado segundo debate

107/10 C

Primera de Cámara

Publicada ponencia primer debate

112/10 C

Tercera de Cámara

Publicación

113/10 C

Primera de Cámara

Publicación

Por medio de la cual se dictan normas tributarias de control y para la competitividad.

124/10 C, 174/10 S

Tercera de Cámara

Publicación

Por el cual se regula parcialmente el derecho a la salud y a la igualdad en salud.

186/10 S

Séptima de Cámara

Publicación

92/10 C

91


Reforma a las regalías Una de las promesas de campaña más controvertidas de Juan Manuel Santos comenzó a hacerse realidad el martes 31 de agosto, cuando los ministros de Hacienda y de Minas, Juan Carlos Echeverry y Carlos Rodado, radicaron en el Congreso el Acto Legislativo No. 13 de 2010, más conocido como la Ley de Regalías. Desde entonces, este proyecto ha levantado un sin número de voces de protesta, incluso dentro de los congresistas que pertenecen a la coalición de gobierno. Echeverry ha sabido resumir el alcance de esta propuesta al describir su objetivo como “esparcir la mermelada en toda la tostada nacional”. Siendo más específicos, el proyecto busca crear el Sistema General de Regalías, una bolsa a donde llegarán todos los recursos obtenidos por el Estado de la explotación de sus recursos naturales no renovables. Así, las regalías serían repartidas entre todas las regiones, de acuerdo a lo que establezca esta Ley, y desaparecerían las regalías directas e indirectas. Los recursos serían destinados principalmente a tres grandes apartados: al Fondo Nacional de Pensiones de Entidades Territoriales; a los fondos de ahorro, estabilización y de competitividad regionales; y a los que hoy son los beneficiarios de las

Así las cosas, los congresistas han tenido que afrontar el dilema de apoyar la propuesta al igual que lo hacen sus partidos, o de atacarla como representantes de las regiones productoras. Por esta razón, ya se han visto casos de senadores y representantes de los partidos de la coalición que han manifestado su distanciamiento del proyecto.

¿Cómo ha sido su tránsito en el Congreso? El 19 de septiembre, dos semanas después de su radicación, se publicó la ponencia positiva del proyecto para su debate en la Comisión Primera del Senado. Ésta fue firmada por Roy Barreras—Partido de la U—, Juan Carlos Rizzetto—PIN—, Luis Fernando Velasco—Partido Liberal—y Jorge Londoño—Partido Verde—. Por su parte, Iván Moreno—PDA—no suscribió la ponencia—su partido se opone a la iniciativa—, al igual que Hernán Andrade—Conservador—y Javier Cáceres—Cambio Radical—. Luego de más de diez horas de discusión, el primer debate fue aprobado a la media noche del 23 de septiembre con catorce votos a favor y tres en contra, correspondientes a los senadores del Polo, Iván Cepeda, Luis Carlos Avellaneda y el conservador Hernán Andrade. Sin embargo, la propuesta tuvo varias modi-

Arauca, con un 0,5% de la población colombiana, recibe el 10,8% de las regalías; mientras que el Casanare, con el 1% de la población, obtiene el 24%. regalías y las compensaciones. Finalmente, una pequeña parte, cercana al 10%, irá a la inversión en ciencia e innovación en las regiones. La iniciativa prometía generar fuertes discusiones debido a los grandes montos de dinero obtenidos como regalías. En los últimos trece años, se han generado cerca de 42 billones de pesos. De éstos, la gran mayoría han sido destinados a las zonas productoras: unos 60 municipios en diecisiete departamentos del país. Arauca, con un 0,5% de la población colombiana, recibe el 10,8% de las regalías; mientras que el Casanare, con el 1% de la población, obtiene el 24%. El gabinete de Santos pretende eliminar esta concentración y repartir las regalías de una manera más equitativa entre todos los departamentos. Por ejemplo, el departamento del Chocó podría contar con recursos adicionales que hoy no posee. No obstante, las regiones productoras sostienen que esta medida va en detrimento de sus arcas y que esto podría perjudicar su desarrollo.

92

ficaciones. Entre ellas, se propuso proteger a Cormagdalena, se introdujeron textos para proteger el medio ambiente y para que los rendimientos financieros del Fondo de Ahorro también se destinen a las regiones. Para su debate en plenaria del Senado, tres congresistas del Partido de la U —Maritza Martínez, Jorge Eduardo Géchem y Jorge Ballesteros— optaron por la objeción de conciencia para no votar el proyecto, pues argumentaron que la iniciativa va en contra de las finanzas de las regiones que representan. Esta figura —la objeción de conciencia— fue aceptada por la dirección del partido. Sin embargo, los senadores de otros partidos no lograron cobijarse por esta medida que es determinada por los estatutos de cada unos de los movimientos partidistas. Finalmente, el proyecto de Acto Legislativo fue aprobado el 12 de octubre por la plenaria con setenta votos a favor y trece en contra; otros doce senadores no votaron. A continuación, mostramos cómo fue esta votación en cada partido político:


Congreso Visible Sí

No

Partido

Votos totales

No votan

Partido de la U Partido Conservador Partido Liberal PIN PDA Partido Verde Cambio Radical MIRA

21 19 14 9 7 5 5 3

21 17 14 8 0 5 5 0

0 2 0 1 7 0 0 3

6 2 2 0 0 0 0 0

Votos por partido para el proyecto de Regalías 2010, plenaria del Senado

Así, la iniciativa pasó a la Cámara de Representantes donde se esperaba un debate mucho más álgido que en el Senado, debido a que su representación política está vinculada a cada uno de los departamentos. El tercer debate, esta vez en la Cámara, dejó bien parado el proyecto. El pasado 10 de noviembre fue aprobado en la Comisión Primera con veinticuatro votos a favor y solo dos en contra. El próximo será en la plenaria de la Cámara donde tendrá el mayor obstáculo en su tránsito por el Congreso. Sin embargo, teniendo en cuenta las votaciones anteriores, parece que la iniciativa no tendrá problemas para superar este debate. De aprobarse en la plenaria de la Cámara, tendrá que sortear de nuevo otros cuatro debates —dos en cada cámara— para convertirse en Ley de la República. Resta conocer, entonces, las observaciones y modificaciones que los representantes y senadores le hagan al texto del proyecto.

En cuentas más detalladas, el proyecto contempló una reducción de recursos para importantes sectores como el agropecuario y de vivienda, los cuales fueron considerados como claves por el nuevo gobierno en el crecimiento del país. El agro, por ejemplo, tuvo un recorte del 16,9%: pasó de 1,51 a 1,26 billones. Por otro lado, para Ambiente, Vivienda y Desarrollo, los recursos bajaron en un 4,3%. La Registraduría Nacional fue otra de las entidades que más sufrió con una reducción cercana al 34%. Otra fue la suerte de entidades como Planeación Nacional que vio subir sus rubros en casi un 23% —de 1,04 a 1,3 billones— al igual que Comunicaciones, cuyo presupuesto pasó de 1,09 a 1,24 billones de pesos; es decir, un aumento del 14%. Las críticas no se hicieron esperar. Además del Polo Democrático Alternativo, se escucharon voces de protesta como la del senador conservador Carlos Ramiro Chavarro, quien aseguró que a sectores como el agro, vivienda, ciencia y tecnología no se les prestó la atención necesaria a la hora de dividir los recursos del 2011. Las entidades, por su parte, reclamaron más recursos de los presupuestados en el proyecto. Fue el caso de la Fiscalía General de la Nación que solicitó 1,8 billones de pesos; es decir, 280 mil millones más que lo establecido. Presupuesto aprobado para 2010 y presentando para 2011 por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público

2,5

Tajadas de presupuesto para el 2011

El proyecto finalmente fue radicado el 29 de julio por el entonces ministro de Hacienda y Crédito Público, Óscar Iván Zuluaga, con un presupuesto total de 147,3 billones de pesos para ejecutar durante 2011, un 2,5% más que el del año anterior, pero que le apretaba el cinturón a varios campos. Para los voceros de Hacienda del gobierno de Santos, este ajuste era una medida necesaria que buscaba la reducción del déficit fiscal.

2

Billones de pesos

En marzo pasado, todas las entidades estatales hicieron públicas sus necesidades financieras para el 2011, esperando obtener una buena tajada del presupuesto nacional para ese año. Estas solicitudes fueron anexadas al anteproyecto de ley que, como ya es costumbre, terminó depurando las cifras para acomodarlas a la finanzas nacionales.

1,5

1

0,5

0 Agro

Registraduría

2010

Vivienda, Medio Planeación Ambiente y Desarrollo

Comunicaciones

2011

93


¿Cómo se votó el proyecto de Presupuesto Nacional 2011? Los dos primeros debates sobre el proyecto de presupuesto 2011 se desarrollaron el 5 de octubre en las comisiones terceras y cuartas de la Cámara y del Senado, donde fue aprobado por una amplia mayoría y sin mayores obstáculos, a pesar de las más de 60 proposiciones realizadas por los congresistas. La única modificación importante al proyecto fue el traslado de un poco más de tres billones de pesos para invertirlos en los sectores de vivienda, agricultura, educación, infraestructura y minas. Los dos últimos debates se realizaron el 19 de octubre en las dos plenarias. En la Cámara de Representantes, se evidenció que la mayoría de los congresistas apoyaban la iniciativa: 122 representantes participaron en la votación. Se registraron 119 votos a favor y tres en contra—cabe aclarar que 43 miembros de la Cámara no votaron—. En la siguiente tabla se demuestra que, en esta corporación, los partidos de la coalición se comportaron en razón de la Unidad Nacional. Solamente un representante del PIN votó en contra del proyecto. De igual modo, el Polo Democrático, como único partido de la oposición, ratificó su distanciamiento con el actual gobierno. Partido

Votos Votos Votos totales sí no

No votan

Partido de la U

35

35

0

13

Partido Conservador

30

30

0

6

Partido Liberal

27

27

0

11

Cambio Radical

11

11

0

5

PIN

8

7

1

3

Partido Verde

3

3

0

0

PDA

2

0

2

3

MIRA

1

1

0

0

Alianza Social Indígena

1

1

0

0

ALAS

1

1

0

0

Movimiento Popular Unido

1

1

0

0

Apertura Liberal

1

1

0

1

1

1

0

0

Movimiento de Integración Regional

Votos por partido para el proyecto de Presupuesto 2011, plenaria de la Cámara

94

En plenaria de Senado se observó un comportamiento similar: de 68 votos en total, 66 apoyaron el texto y 2 fueron en contra; 30 senadores se abstuvieron frente a la iniciativa. Tal y como ocurrió en la plenaria de la Cámara, en la del Senado los partidos de la coalición aprobaron de manera unánime la iniciativa. El Polo democrático nuevamente se destaca por ser el único partido que no respaldó el proyecto.

Partido

Votos Votos Votos totales sí no

No votan

Partido de la U

19

19

0

8

Partido Conservador

16

16

0

5

Partido Liberal

12

12

0

5

PDA

2

0

2

6

PIN

7

7

0

2

Cambio Radical

5

5

0

2

Partido Verde

4

4

0

1

MIRA

2

2

0

0

AICO

1

1

0

0

Votos por partido para el proyecto de Presupuesto 2011, plenaria de Senado

Así las cosas, el proyecto del Presupuesto para el año 2011 fue aprobado con un monto de 147,3 billones de pesos, a los que se suman 3,2 billones establecidos para apoyar los sectores claves. De esta manera, los recursos alcanzaron los 150,5 billones de pesos. Y a pesar de estas adiciones finales, las críticas al proyecto continuaron. Para el senador Jorge Robledo, del Polo Democrático, con los recursos destinados a vivienda no se cumplirá la promesa del presidente Santos de construir un millón de viviendas de interés social. “Al igual que la locomotora del agro, la de vivienda no pasará de ser un Renault 4”, sostuvo Robledo. La senadora Dilian Francisca Toro, del Partido de la U, presentó una proposición solicitando más recursos para los hospitales, pero ésta fue finalmente rechazada. En últimas, el presupuesto aprobado fue similar al presentado por el gobierno anterior en julio pasado. Será un año de austeridad que, no obstante, tendrá mucha inversión. Así lo describió el nuevo ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry.


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