El club de los poetas muertos varios autores (1)

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EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS VARIOS AUTORES


Título: El Club De Los Poetas Muertos. Varios Autores, 2014© Editor de la edición digital: José Montero Muñoz. Todos los derechos de los textos aquí contenidos así como de la presente edición digital de dichos textos corresponden a los autores del Club de los Poetas Muertos. Por tanto, queda terminantemente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra en otros medios sin el consentimiento expreso de sus autores.


ÍNDICE:

POEMAS:

Dalí del Exilio COLLAGE REGRESO MAS CABRONADAS (SERIE CABRONA) LEJANÍAS (CABRONADAS SOBRE UN PIANO Y SU MUJER) CABRONADAS (SIN SEXO) CABRONADAS (ATROZ) CABRONADAS (MONÓLOGO HIJO DE PUTA) CANTO I, MALDITOS LABIOS (MONÓLOGO EN VERSO ADVERSO CABRONADAS DE PERFUMES POR CABRÓN Y PALABROSO LA CABRONADA DE UNA BOTELLA QUE SOY DOS Y EL MISMO CABRÓN TU NOMBRE SERÁ... CABRONADAS DE FUM-ARTE CABRONADAS MENTIROSAS LA ÚLTIMA CABRONADA (DESPEDIDA) EL CANTO II, ME LO TRAGO EN LA CANTINA CABRONADAS (ÓVULOS) DESOLACIÓN Ángel Carrero Bolívar TRÉBOL TULIPÁN UNA PEONÍA ROJA Y UNA ROSADA ROSA BLANCA AMARILLO, AZUL Y BLANCO TÚ COMO ORQUÍDEA


UNA FLOR POR EL ARTE ¡HERMOSA POESÍA!, ESO ERES PORQUE TE RESPETO, UNA LAVANDA CAMELIAS ROSAS Y ROJAS PARA TI DOS GARDENIAS PARA TI ROSA ROJA PARA UN FINAL Encarna Peláez NUBES CUARTO Y MITAD DE ALMA Pedro Llidó EL ÁRBOL CAÍDO TUS MANOS FRÍO DEL ALMA ME IRÉ LEJOS CUANDO MÁS TE BUSCO SE ME PARTIÓ EL ALMA ALEGRÍA PIEL CON PIEL EL ESPEJO NO ME DEJES AHORA Sonia Vakeiro AMOR CRUEL ERES UN TANGO TE QUIERO Mabel Escribano FUEGO SE DESENAMORA CRUZABA MI CALLE Nairobi Indriago LEONORA ANTOJOS PASE USTED A MI CASA EL AVE


CRÓNICA DE UN PUEBLO POR ALLÁ Fernando Martínez Reyes ALEJANDRA BACALAR CAMINANTE CUANDO DOS EN UNA EL AMOR ES TRISTE INCESANTE LOCO MATADORA NECIO RETROCESO TE AMÉ PROFUNDAMENTE TE ESPERÉ LO QUE QUIERO SER YO TIEMPO DE AMOR Elías Franco Barrera ALMA DE CARTERO HABRÍAS DE APARECER ELLA QUERÍA SER SU SIRENA ESTE DESGANO MÍO TORRENTE DE SANGRE AL CORAZÓN CÓMO DECIR TU NOMBRE FIJACIONES Y REGRESIONES ESTE FUEGO FEBRIL QUE LLEVO DENTRO CANTABAS DE TODO, DE NADA CREADA POR LA MANO DE DIOS QUIENES POR TI MUEREN Y DESPUÉS LA ETERNIDAD CAMBIA A OTRO RUMBO ESA MIRADA SIN ESPADA, NI DUELO EL ACERO DE MI ALMA GUERRERA Nancy Aguilar Quintero FUGAZ MUSA IRREAL DESCONSUELO ESPECIALMENTE DEDICADO A TI


NOSTALGIA ACORRALADA REMEMBRANZA AMARGA SOLEDAD INCONGRUENCIAS BIENVENIDA SOPHIA VIRGINIA ADORMECIDA EL CUMPLE DE DELIA ROSA LEJANÍA

RELATOS:

Encarna Peláez & José Montero Miradas Nancy Aguilar Quintero La muñeca Encuentro Desorientada Revelación Marginados El sueño de un niño Amargo desencanto La plaza Fernando Reyes Yo el caminante Ella y él LLanto Carolina Zorilla Villanueva


¡Ay Dios mío! Maribel Escribano Carta sin destino Etérnamente Kristal Riuno Esteril La dama de la Mansión El secreto Florecomiento Un día cualquiera Tenue usurpación Desvanecimiento Cartas para un desconocido El fantasma de la colina El hombre de los ojos azules Nairobi Indiago Humanidad La rosa Dalí del Exilio El pintor confiesa Pintando el suicidio La caída Siete pieles Pensador de Guevonadas Septima piel (canto a la vida) Sonia Vakeiro ¿Practicamos nudismo? 50 Sombras de Mada Manu Silva Moreno El primer encuentro


JosĂŠ Montero Suena la campana


POEMAS


COLLAGE

Malditas las horas que pasan muertas, y maldito el gato que dejaste aquí, tengo que darle de comer de mis ansias, pero es tan pequeña su lengua... Malditas las horas que pasan muertas, sin el aroma de tu sexo paseando por mi casa, sin las caricias ásperas de tus manos secas. Y bendita sea tu ausencia aquí, entre mis dedos, y la batería del juguete de turno.


DOS GARDENIAS PARA TI

En mi jardín florecen claveles; blancos, rojos, rosas todos llegan a mí y se preparan para ti. En mi jardín floreces tú; llena de pasión... llena de vida. En mi jardín los claveles crecen para ti, sólo para ti, todos van a mí, blancos vivos, rojos locos, rosas apasionados, todos crecen a tu lado, por eso, todos llegan a mí, pero son tuyos... Ellos crecen por y para ti. Crecen en el jardín de mi corazón. Dos gardenias para ti, como dice la canción: "Dos gardenias para ti con ellas quiero decir: «Te quiero», «Te adoro», mi vida..."


Y como dice la canciรณn te regalo dos gardenias las mรกs hermosas, las mรกs sinceras, porque te quiero en mi vida.


TUS MANOS

Aquella noche, tus manos por un instante fueron mías, y sin que tú lo supieras, me hablaron casi a gritos lo que tu corazón no me decía. Nuestros dedos silenciosos se entrelazaban buscando el contacto, memorizando sus contornos... sintiéndose. Las cuatro líneas dibujadas en tus finas palmas me hablaron de perfumes de oriente, de un mundo sólo soñado. Tus manos, ¡ay!... tus manos. Aquella noche fueron mías, con tanto placer que su aroma quedo tatuado en mi piel, y ahora en soledad lloro por saber que nunca volverán a ser mías.


DESOLACIÓN

Bach toca y las hojas caen. Los chasquidos amañan el viento y mi desolada risa enmudece tras las huellas de su vestido verde. El adagio continua, y yo paso los dedos deseosos por el borde de un bolsillo imaginando que es su piel y me arrebato. Saco una pastilla azul de mi cartera. La llevo a la boca en su nombre, y de pronto se dibuja ante mí el señor de los infiernos negros. En mi espalda hay un ángel que señala una llave y una espada. ¿Quién la tiene? Les pregunto altanero, pero ninguno me responde. Me llevo las manos a la cabeza y el señor de los infiernos se ríe de mi desdicha. Extiende una mano y me invita. Me dice con zalamería que en su paraíso he de encontrarla. Con la otra mano tomo la llave, y sin que me vea, la espada por el filo. Una gota de sangre cae al piso, el pacto está sellado,


y me voy al paraĂ­so en busca de Gala.


EL ESPEJO

Cuando la luna entra por mi ventana mi alma entristece, y desespero pues te extraño cada día de la semana, y sin ti no vivo, tan solo muero. Me miro al espejo sabiendome nada, buscando algun rastro de belleza escondida, pero en vano es mi anhelo, en cambio recibo una herida motal de esa imagen desauciada. Vuelvo a mirar, esperando que suceda un milagro, ignorancia mía... para alegrar por momentos este corazón sufrido repleto de absurda desconfianza mortal. Tan solo veo en mis ojos reflejada la amargura de una soledad nacida del desamor. No hay nada. Vuelvo a mirar, y solo encuentro un reflejo vacío que grita de dolor, y no quiere callar.


MÁS CABRONADAS (SERIE CABRONA)

Estoy hecha de despedida, y de actos impulsivos que arrasan precisamente lo más bello, estoy hecha de vida y muerte, no te acerques tanto a mí porque soy tóxica, nociva, lacerante. Quién me ama termina herido, o muerto... por eso me aíslo. Por eso prefiero verme llorar. Sabes lo que digo. Nací con la sublimidad del amor y la podredumbre de la desgracia. Con el alma me entrego, y con el cerebro mato. Así que ten cuidado, por algo termino siempre sola.


ERES UN TANGO

Hay algo en ti… que me recuerda a un tango. Esa pasión que no bien sueltas, retienes… me incendias… me contienes. Tu mirada se suspende de una nota musical… Tu boca, son los pasos que me alejan y me acercan, me dan y me quitan, me sostienen mientras me dejan caer… ahora tan cerca que siento tu aliento… ahora tan lejos que te echo de menos… Eres un tango… ahora un paso suave, ahora uno fuerte y dominante… el control de mi compás, de mis caderas que se pierden por encontrarte, ese brazo que me ciñe y me desciñe… ese cuerpo que me atrapa para dejarme en libertad. Y tu mirada suspendida en esa nota musical… Eres un tango…


ese ritmo que se cuela para convertirse en latido, en aliento que se escapa y regresa, entrecortado… en un gemido. Y en tu mirada, suspendida, una nota musical… la que brota de mi boca por llegar a tu boca… Eres un tango… fuerte… pasional… atrevido, dominante, travieso… sensual.


CUARTO Y MITAD

Yo vacios mitades de alma con huecos libres imaginarios delirios presos miedo a la oscuridad planetas sin luz propia Solo cuarto y mitad de alma‌


UNA FLOR POR EL ARTE

¿Arte?; arte tú sublime y táctil, atrevida y profunda confusa también enamoras y llamas a los amantes, a los no también del arte admirarte detenidamente.


CABRONADAS (SIN SEXO)

Récord de inapetencia silenciosa, energética como flores de pantano, como hiedra, y helecho. Celibato perenne, histerismo encubierto con sidra o vino tinto en las calles y los surcos. Miradas feroces en ojos inocentes un te amo leído en labios desconocidos. Y la realidad con sus filos y sus mañas viendo amenaza en la víctima y consuelo en opresores. Me gusta cómo se maquilla, el ritual preciso, hermoso de una hembra en el espejo los tacones, el taconeo. Me gusta tanto, y sin embargo estoy aquí sentado sin apetito, sin deseo. Desgastado y polvoriento contando las noches sin sexo de un caballo brioso, que de tanta pasión, yace muerto.


REGRESO

Soy el hombre que construyó un castillo de perlas negras, y trajo a la puerta a la amada con túnica blanca, le hizo respirar flores, Calas, blancas Calas, orquídeas pintadas de arena, quien desafió al mar contemplando las sirenas, y no se detuvo entre los sueños azules, el hombre que aún respira, aunque lento, luego de que Gala sentada siguiera tomando el sol. Es mi victoria, la que ella nunca supo, puedo ser un fantasma, y aún con pluma viviendo ando, mientras ella se envolvió en las nubes, si, las nubes que ahora sólo pueden ser llamadas recuerdo. Paseaba por el Tajo, respirando oxígeno de mariposas exhalé, salí de mi propia tumba, soy el hombre al que el triunfo le debiera primavera,


el inmortal, a pesar de la maldición de los diez años, soy el hombre al que el dolor diera la vida el hombre, vestido y sin cadenas, desnudo y sin apuros. Soy aquel que el cielo contar pudiera con detalle que es tan hijo del diablo, como de la pureza del no pecado, quien ha estado en las pailas del infierno, y no se ha quemado, quien cruzó en raudo vuelo las Antillas y los mercados en busca de los cabellos negros y desgreñados. Soy el hombre, ese que vuelve con más fuerza a quien ni la ausencia le ha acrecentado el odio, Dando guerra, hoy he despertado.


ALEGRÍA

Suelo preguntarme, que es la alegría? cada vez que me despierto amanecer sonriendo cada día? ver lleno de césped el desierto? Pienso, si la alegría será agua fresca de fuente pura para tomar o hacer a cada rato una muesca en la vara de la vida, y verla pasar. Quisiera saber, si la alegría es llorar enamorado de quien nunca tendrás su nombre, a gritos quieras clamar y solo se aleje mas y mas... Concluyo mi cuita decididamente quizás, de una manera bastante fría dándome cuenta repentinamente que ya no tengo alegría...


CANTO I MALDITOS TUS LABIOS CABRONADAS (MONÓLOGO HIJO DE PUTA EN VERSO ADVERSO)

Y maldita tu boca, Tus mentiras de jabón Tus tetas de carbón. Al Tajo tiro todo Las tretas tontas tintas Pues todas tus trampas torpes Me trozaron a tristes trizas. Deglutir tus salvajadas Tu historia ¿hasta dónde cierta? Mentiras, mentiras buenas Como cuento o novela. Vaya fuera de mi casa A patadas, como burra Tráguese la llave Y llévela consigo al mismo diablo, Y dele mi saludito Puede que alegre le reciba


Pues le he mandado a muchas almas A retozar sus esquinas. Madrid tan como tĂş, Tan como el mar Tan de bello Que se abriĂł para abrigarte, Pues que te siga abrigando y Toledo te enseĂąe a lanzar espadas, pero de frente, porque de espalda te has ganado la olimpiada.


CABRONADAS MENTIROSAS

Me cambié el color pero no la transparencia, el águila a picotazos en frente de mi propia vista ha devorado al gusano, y no es hombre el que no peca ni divinidad atribuyo, nunca termina el orgullo y tampoco llora quien sepa que lágrima de mujer es como sal con pimienta.


PORQUE TE RESPETO UNA LAVANDA

Desde lejos te observo, me deleito de ti por completo, eres mi universo... No creo en la casualidad del momento, creo en ese inevitable conocerte, admirarte por completo, corazón, alma y cuerpo, y con una Lavanda expresarte, en su mágico significado, todo lo que hacía ti, mi vida, siento.


TU NOMBRE SERÁ...

Te llamaré Sirio, como la estrella más brillante la que marcaba el inicio en Egipto de las inundaciones del Nilo, porque ahogan, pero inician la vida y el temor se convierte en un frío caliente agradable que va recorriendo el cuerpo desde la primera hebra de cabello hasta la última. Te llamaré Sirio, porque aún apagadas todas las luces del cielo parpadea y destella como quitándose la blusa. No estoy buscando acertar es lo que percibo, tu intensidad o como agarras las sábanas fuerte empuñando orgasmos imaginados o como miras a veces la pared... porque te acuestas de lado o como te levantas a veces temprano para salir corriendo. ¡Qué puedo hacer con esta cabeza! que me da un olfato y una vista que me hacen oler y mirar cosas que no debería oler ni mirar, como ese perfume de flores o de frutas o el tono interesante del tiempo que bellamente seduce de la piel o cosas como el color de tus labiales o las pijamas que parecen aburridas cuando no hay manos que las quiten a cosquillas, a mordiscos, a papeles. ¡Qué puedo hacer con esta cabeza!


que me da un olfato y una vista que me hacen oler y mirar cosas que no debería oler ni mirar, cuando estoy sentado, sólo sentado y vienen todos estos mundos que es tu mundo, sólo ese, mientras debes salir corriendo y tumbarte en el colchón que envuelve y parece un león que consume y traga, y engulle fieramente los minutos que quedan para respirar un aire menos frío que el hielo antes de que llegue el ocaso da la vida. ¡Llámame tu el maldito! que sin permiso y de premio ha entrado en tu cabeza por culpa de esta cabeza que tiene una nariz y unos ojos que perciben olores y visiones que no deberían ver ni oler. Sirio... te llamaré Sirio.


ROSA ROJA PARA UN FINAL

Y llego a ti con una rosa ya no es blanca ahora es roja… Tú, romántica y pasional fuerte y voraz. Porque no por ser rosa de la pasión y el amor no dejas de tener espinas, a veces, letales… igual no importa Llegaste a mí y posaste tus hermosos “petalos” en la danza de la pasión. Por eso eres mi rosa roja mi gran amor.


LA CABRONADA DE UNA BOTELLA

Para echarse el perro da vueltas, la locura se quita con agua fría mientras uno sufre el otro goza y aquí, de la nevera me saqué una botella de vino templada la descorché con la punta de un cuchillo porque con el saca corcho maté a la última. Y el olor del corcho, exquisito... ah! mentira! es sólo un corcho todavía húmedo, pues esta botella viene directamente de la nevera de un súper no la he sacado de la bodega pues allí ya no puedo entrar desde que le han puesto cerradura de plata y un trapo blanco en la entrada, no les he dicho que ese color me espanta. A pico me la bebí, dejando el fondo como un lente con el que se ve mejor la vida,


cuando uno está borracho todo se ve curvado parece que entrara a un mundo paralelo donde la magnificencia de uno a otro le es el ridículo más sublime, así, lo que es para mí placer para otro es un largo sueño que ronca y un rascarse las pelotas. Así también me he bebido los orgasmos de la vida duran lo mismo que duró esta botella que ahora, por ser vacía no sirve y pasando la borrachera no veo las curvas, termina estrellada en la pared, y el ruido, que ruido estruendoso a los vecinos, que chillido de gaviota a mis oídos tenue, seco, largo, de profundas ondas y el pico terminando lamido por un gato que milagrosamente no se cortó la lengua.


CABRONADAS DE PERFUMES

Escribía sentado en la cama Escuché las llaves Abrió la puerta de la entrada La del frente, La que dejaba colar el sol, Desde el primer ruido de tacón Se impregnó la casa, y la habitación Con el perfume escandaloso y dulce. Sin decir una palabra Se puso frente al espejo De espaldas a mi Desnudó su cuerpo huesudo El cabello negro caía hasta la cintura Ella bailaba y yo me distraía No hablaba, sólo me miraba en el reflejo. Fue a ducharse, y yo escribía mi deseo Hasta que regresó, hizo el mismo gesto


Se sentó, me moví hacia ella Le acariciaba la espalda con fuerza, Se volteó y dijo: siempre adivinas lo que quiero. Me besó enérgicamente Entonces me puse frente a ella Succionaba sus senos Y jugaba con los dedos en su sexo, La penetraba ágilmente Ella se movía al compás Y marqué mi territorio con chupones La marqué en el cuello, en el pecho La marqué en el vientre Y ella suspiraba, me miraba. Con la misma profundidad que alcanzaba mi mano. Al terminar se secó con la toalla húmeda. Se levantó, se vistió sexy y se fue a la casa de su amante. A exhibir el lienzo de su piel pintado por mi lengua. Y yo oliendo a ella también me fui. Llegué a la casa grande e invité a la que me amaba. Nos fuimos a mi cama. Y entonces le hice el amor como si se tratara de una despedida,


No se si not贸 otro aroma, el perfume escandaloso y dulce, Pero se dej贸 desmayar en el placer como no lo hizo antes, Aunque se mov铆a encima de m铆 con tanta rabia.


NO ME DEJES AHORA

Los mares se hunden las aguas se funden, mi barco naufraga, tu faro se apaga. No me dejes ahora cuando más te necesito, pues navegaré sin rumbo sucumbiré en lo oscuro. No te apagues ahora que tu luz está en mi alma, ayúdame a navegar para encontrarte en la calma. Los mares se unen mi barco naufraga te has ido… mi faro, y no me queda nada.


TRÉBOL

En el Trébol de un pensar más bien diría en ése "no saber" decidí darte un ramo de flores; para que poblen ése, y sólo ése, jardín de tu corazón.


UNA PEONÍA Y UNA ROSADA

Desde el primer encuentro te he sido sincero y lo sabes... Eso creo. Tú eres sincera eso te hace tierna por eso soy yo quién por ti vela. Una peonía rosada, rosada de sinceridad del alma ésta alma enamorada... Por eso otra roja para cuidarte, porque en el proqué de las cosas mi amor vela por ti con la sinceridad de éstas peonías.


CABRONADAS FUM-ARTE

Fumar todos los besos hasta tragar la ceniza y que embriague el tabaco como emborrachando de ti. Se dibuja una figura con cintura de guitarra tetas redondas, y del cuello sale el mĂĄstil. Como clavijas la boca afina el ritmo perfecto y con la noche cayendo como piedras sobre el techo cae denso el humo empaĂąando los ojos. Y sabe dulce, y sabe amargo hincha los pulmones las fosas nasales sangran haciendo placer en el duelo haciendo cenizas el viento.


AMOR CRUEL

Estoy enamorada de no estar enamorada… no quiero besos ni abrazos, ni quiero mil razones escondidas en una mirada. No quiero palabras bonitas, ni palabras atormentadas, tampoco suspiros de amor… quiero la luna y las estrellas sin que me las entregue un santo varón. Por no querer, no quiero nada, nada que yo no pueda conseguir… y es que mi felicidad es solo mía… no hay príncipe en el mundo por el que mi corazón deje de latir. Ya puede ser D. Juan o Casanova y de sus labios derramar la más dulce miel que aquí no hay Julieta que muera por culpa de un amor cruel. ¿Qué es cruel el amor? Ja, me río yo del amor y su crueldad. Porque insistimos en querer tanto a otros cuando en querernos a nosotros está la verdad.


AMARILLO, AZUL Y BLANCO

Te pienso en amarillo porque por ti sonrío de tu color de piel , porque es tuyo, me inspiro, y recuerdo ése, el que llego de repente, me gusta que seas feliz y que sonrías. Por eso te doy éste Jacinto, amarillo con otros dos más: uno azul y otro blanco... Amarillo, azul y blanco, tres Jacintos para ti mi amada.


TÚ COMO ORQUÍDEA

Sedúceme, con tu belleza, toda tú, con ésa mirada profunda, como el mar que me incita a mirar tu bailar sensual, donde tu cuerpo se convierte en cielo, quizás en infierno, por caer en el pecado eterno de la lujuria. Sedúceme como una orquídea, y deja que me pierda entre tus pétalos.


¡HERMOSA POESÍA!, ESO ERES

Poetas, pintores, músicos, escultores, dramaturgos... Artistas en general, todos, te regalan muestra de su arte, y yo te doy un Ocanto.


NUBES

Ese halo de ti, volando hacia la vida... el roce imperceptible de unas plumas en mi piel... Mojada y baĂąada por el manantial de amor que dejas en mĂ­.


CABRONADAS (ATROZ)

Quedan muchas espinas aún la defensa, el muro que divide estas dos tierras. Una que me hace hombre invencible, otra que apenas apaga el cigarro en la ceniza. Hay algunos gatos vagando por allí, pero no puedo lanzarles agua caliente pues no tienen la culpa de mirar así. Ni limpiando el piso con líquido ácido puedo borrar esas huellas que ha dejado el arrastrar de tus pies en esta maldita casa impregnada de esa fragancia, no te extraño, pero miento. Miento, porque quemo en un altar todo el papel que contiene mis letras para ver como el humo te dibuja y mis dedos lo acarician para sentir una vaga caricia tuya. Es silencioso, no amortigua y destaja, y rompe y quiebra esta neblina que empaña la vista hacia el continente donde tu corazón bombea sangre cuando sus memorias me reviven, quitándome de este lado un pedazo del oxigeno que es así de denso sin ti.


FRÍO DEL ALMA

Que frío siente el alma cuando esta, queda sola cuando no hay más caminos y el amor te abandona. Que largas son las horas de espera y espera... si el amor es necio y vano y en el cielo no hay estrellas. Que pesada es la cadena cuando el llanto se agota, cuando los ojos se marchitan y no florecen hojas. Que amarga es la saliva que uno siente en su boca al ver nacer el nuevo día y tener el alma rota. ¡Qué imprudencia la mía! a mi edad y enamorarme… sin pensar que ya no hay vida que quisiera aguantarme. Mi cama seguirá vacía fría y sin consuelo soñando imposibles, solo soñando… llena de suspiros y poemas. Y las sombras, seguirán riéndose muy a mi triste pesar de que unas lagrimas, de mis ojos broten aunque estas, secas están.



ME IRÉ LEJOS

Me iré lejos, con mi corazón deceso, nadie sabrá de mi destino ningún otro labio me tendrá preso pues con tu nombre, escribiré mi camino. Que todo se acaba, lo vivo y lo muerto ya no hay canción ni beberé mi copa buques de guerra, saldrán del puerto y yo seré, un marinero en la popa. Tu bandera estará en la firme mesana será tan alta que desde arriba te veré tan bella y amorosa, mi flor engalanada y en la distancia, mi amor, te velare. ¡Siempre tendrás mi alma enamorada!, pero lejos... muy lejos me iré.


POR CABRĂ“N Y PALABROSO

Peripecias y desangre Que venga el cielo A drenar el plumaje Pecaminoso Fangofaldoso De las puercas Amarradas lunas inoportunas De las arrendadas Noches encadenadas Sin fortuna En la pata De las camaimagenes De los gatososcurosos Que por las glotonidades De la vida escondidas Se han medio socavado En el ruido que hacen


Los resortes de consortes Que se aburren carcomiantes Y los amantes En el fondo botelloso Que se vuelve lupa Pa mirar Lo que antes pareció Largoroplacentero estímulocertero. Ah! Ta gueno, Vámonos a un bar Con los muchachos De tetas grandes Y pelo graso ollinoso fangofaldoso. Me meo en todo lo descrito Me meo, sí, borracho en la cantina Pa llegarle a la mujer imaginaria Con el aliento apestoso sarnoperroso Viene mejor un poeta sarrapastroso Que un Turín o Junín O un río Tajo abajo en las pelotas. ¿Quién ha visto un muerto Meterse a un hoyo


Con su propio par de patas Ni medio muerto lo cava Se aferra el desgraciado Al tra la la ra de la puta Al tumbao del mendigo A la miga de pan Del indigependejo Que se fue poray Dejando la sobriedad En cada banco de cantina Por la zorra que le comi贸 la gallina. Ah! Ta gueno, V谩monos a un bar Con los muchachos De tetas grandes Y pelo graso ollinoso Fangofaldoso pecaminoso.


ESTE DESGANO MÍO

Días y noches de desgano, trivialidades de la vida, la puerta a cerrojo y tranca, para ocultar la salida en mi cama, compañía por almohada, somnoliento, horas de gélidas madrugadas con sonidos del viento. En mi habitación contemplo la ventana empañada, humedad guardada por la noche, rocío de la mañana, los primeros rayos del sol tímidos en el horizonte, iluminan los blancos copos de nieve en los montes. Este desgano mío, pesadez que no me abandona, sentir que por frialdad el rostro se me desmorona, preparo café amargo, busco mis sentidos animar, quiero salir para encontrar la calidez de la luz solar. Tomo asiento en la acera, mis brazos cruzo de desgano, pasaste caminando, tus ojos de desdén no me miraron, pero no hay nada de extraño, ya me he acostumbrado, hablo conmigo mismo y lo inconfesable, puedo confesarlo. Y este desgano mío, que no me abandona.



CUANDO MÁS TE BUSCO

Cuando más te busco, más te pierdo, cuando alzo mis manos en forma de alas, solo logro contener el aire que pasa, pero tu presencia se desdibuja y ya no tengo nada. Cuando más te anhelo, más te alejas, cuando mis labios muerden con esperanza ardua, solo sienten el dolor de sus propios dientes porque ya no hay besos que provoquen calma. Cuando más te espero, crece la desesperanza, cuando el corazón se abre hambriento, tú te escapas, porque ya no estarás allí amor para nutrirme el alma.


LEJANÍAS (CABRONADAS SOBRE UN PIANO Y SU MUJER)

Tocaba el piano Para un alma lejana, Sus dedos que hablan Complacientes y serenos Bailaban, Como una última noche. Sus senos estrenaban Una nueva melodía Y al siguiente día. La historia se esfumó. En el trecho de los olivos El azote de las hojas Acarició su rostro Y con una lágrima durmió. Los tesoros no son Del Pirata que los roba Sino de la tierra Que les abriga. Mujer de guerras Cabellos sueltos Sueños despiertos... Tu alma vibra En este exilio De voz partida.


PIEL CON PIEL

Serenamente, el sol se apagaba despierta la luna con su semblante fiel a octavillas, se aproxima lo que tanto anhelaba poder estar juntos... piel con piel. Furtivos besos, desbocados sin medida que dan paso lentamente, a algo mas... coraz贸n que clama del pecho una salida para latir, pegado al tuyo, en un mismo compas. Manos que buscan, poros que transpiran ojos cerrados y gritos casi mudos... roces ardientes, almas que suspiran pasi贸n desesperada de dos cuerpos desnudos. Se acerca la hora, el momento so帽ado el amor nos llama con su dulce dintel y abriremos la puerta del encuentro deseado para volver a estar juntos... piel con piel.


TE QUIERO

Te quiero…. con contrastes y armonías, con enfados y alegrías, con sonrisas y lágrimas, con besos y sin ellos… Te quiero. Te quiero… en el silencio del olvido, en el grito de un gemido… en la mirada enamorada… callada… Te quiero. Te quiero… queriendo no quererte… alejarte y olvidarte… y aún así… Te quiero. Te quiero y daría tanto por no hacerlo: mis desvelos, mis celos…


mis tormentas apasionadas… mis perdidas miradas… Daría cada gota de agua que resbaló por mi mejilla, cada latido que no latió… cada pincelada que quería ser bofetada… cada suspiró que se me fugó. Pero te quiero por tu aliento que se me ha quedado dentro… por tu piel pegada a la mía… por unas manos enlazadas… por mil y una fantasías… por tantas horas hablando sin pronunciar palabra… por cada vez que sales a mi encuentro. Te quiero…


LA ÚLTIMA CABRONADA (DESPEDIDA)

Cuando el día deje de llamarse HOY... Cuando este momento se convierta en pasado. Cuando aquí y ahora sean allá y ayer... Cuando el tiempo deje de ser metáfora, sólo entonces las aves llevarán consigo una semilla, o el último rubí quizás sea el corazón de aquel cuento infantil de Wilde. Cuando a Saint Exupéri se le ocurra dejar de ver las estrellas para escuchar sonreír a su niño, o cuando Amelia abandone la nostalgia escribirá este Dalí oxidado la última cabronada y el tema será su propia muerte escribiendo. Este si es un cabrón poema... pues no dice nada y sin embargo lo contiene en exponencial esencia. Puede que dentro de esta alma se mueran muchas almas, pero ésta siendo la más vieja y ruin tal vez nisiquiera escriba el fin, pues el drama histérico de la despedida no se me da, más que como un vómito sobre la cena.


FUEGO

Picos de pájaros de fuego agujerean mis pezones abriéndose paso por mis senos tomando aliento sobre la agitación de mis pulmones preparados para saltar sobre mi corazón en puro galope hacia el abismo del tuyo. Arde el mar cuando envío mis labios a buscarte se deshacen las nieves de mis montañas blancas cuando rebota el eco de mi voz diciendo tu nombre. Quema el viento que lleva el orgasmo de esa noche que se quedó quieta mirándonos y de ese lucero que tomó su quietud por ansias de amor preñándola de una estrella


tan suya como nuestra. Por el borde del acantilado camino mi deseo de ti mientras el sol mira sonriendo picos de pรกjaros de fuego dormitan sobre el grito de mi cuerpo.


SE DESENAMORA

Se desenamora el día de la luz todo se nubla en un llanto de nubes grises. El viento se para se agarra de las ramas de un árbol quieto con pájaros mudos. Se desenamora el día la luz, se va llorando mientras mi calle, se apaga.


CABRONADAS (MONÓLOGO HIJO DE PUTA)

Sí, que se puede esperar de un viejo que se siente viejo y no porque esté viejo, sino malditamente arrugado por la vida y que solamente se sienta en el patio de la casa a ver cómo pasa la gente y piensa, porque es lo que le queda, perderse en un punto dibujado en las nubes más agrias a revisar pasados porque no puede dibujarse presentes, un Dalí sin lienzo, pero con mucha pintura, desgastado, con el pelo desordenado, marrón, pero blanco, como queda el fondo de la taza de café y por si fuera poco, llena de baba. Tengo los pies rotos, tiesos y agrietados con tanto camino andado, conocí muchas tierras lejanas, mujeres ni contar, inolvidables, esas por las que me senté muchas veces en el bar de la 66 a echar el último suspiro por cada una, y jurando venganza, para terminar luego tirado en la calle viendo las latas alrededor, y las ratas como pasan con la cara en alto, escuchando el ruido de los carros y los pasos de la gente. La Gala se murió, pero la última, la mariposa, la forastera! Esa unos cuantos bares sucios y podridos me ha hecho visitar, mentira tras mentira, la belleza oculta tantas telas. Tramposa la mujer, tremendamente, buscando en cada recoveco como decir sus medias verdades, para hacer caer sobre las piedras al idiota, que todo se creyó, porque a esa mujer le creía hasta que había visto la misma cara del diablo. Maldita trampa de la cara mentirosa, de la boca que besa lacerando, ruyendo y lamiendo el corazón como un trofeo. Mis muertos se donde están, pero hay muertos que andan a paso firme y tendido, sin importar el daño que hacen, hay muertos que logran que uno se fume el cigarro y se trague la ceniza. Y que le quede claro, me gustaría que supiera, si algún día pasa por aquí que nunca le traicioné, no escucha, no razona, pero si juzga y cercena, sin una pregunta, sin algo tan simple como sentarse a la orilla de la cama y mirar a los ojos. ¿Pueden estar más de dos personas involucradas en una historia falsa, prestarse a tales juegos? No soy el maldito “bruja poesía”, ese lo mataste a pulso, con todas tus ganas y sadismo. Tengo mucho en que ocuparme, en las mismas cosas que se ocupa un artista que no tiene lienzo, en pintar el aire, esforzarse por dejar muchas gotas al viento, y verlas caer rápidamente para hacer en el suelo un río que va a cualquier parte, a cualquiera que no sea el mar, que ahora me parece tan frío y mentiroso, que ni de regalo me lo quedo. Vaya usted al bendito día que le conocí, vaya, que yo sigo cavando mi tumba, donde de seguro no será usted quien siembre la última flor, pues de putas mentirosas me lleno en los cuartos oscuros cuando tengo ganas de mojar la lengua mientras me susurran los te amo que gratuitamente usted me dio. Así no quedan deudas ni se entrega el corazón. Borracho, puede que esté, pero por lo menos tengo la capacidad de no despegar los ojos del punto del principio, y usted no pierde la suya de


querer comer “yogurines”. No tiene idea del daño que hizo señora, pero le puedo jurar que no es irremediable, como bien sabe soy hombre de batallas. Que le aproveche el semen que del traicionero brota!


CRUZABA MI CALLE

Esa que va de mis ojos a mi corazón que no tiene más árboles que las miradas de los otros ni más pájaros que mis penas anidadas en mis pupilas. Cruzaba la calle y no la vi venir no la escuché apenas me percaté me atropelló su sonrisa y todavía sigo rodando por el suelo.


LEONORA

Estrujar lo inalcanzable, el cielo escarlata pintado se refleja en hojas secas agua y caña amarga, fútil. El beso del muerto placentero tormento tartamudea en su joroba cavando sin pala. ¡Silencio!, gritó desde la torre callen los espíritus, las tinieblas y las sombras. ¡Ay Leonora que ha caído!, en cuatro, tres, dos, uno. Con las cuentas perdidas perlas oxidadas al cuello. Es el beso del muerto, ¡oh Leonora!, que como agua pálida cae. Así como una a una tus lágrimas.


ANTOJOS

Se me antoja un dulcito con sabor a caramelo y más dulce que tus labios es la hiel de mis instintos. Se me antoja un dulcito con sabor a chocolate y más dulce que tus labios la pasión de mi veneno. Se me antoja un dulcito con sabor a fruta fresca y más dulce que tus labios la agonía de mi franqueza. Se me antoja un dulcito con sabor a miel de abeja y más dulce que tus labios la alegría de mis tristezas. Se me antoja un dulcito con sabor a tres milhojas y más dulce que tus labios mi piel que no se te antoja. Se me antojan tantos dulces se me antojan tantas bocas y más dulce que tus labios mis amarguras piadosas. Ahora hablando de labios de pieles que se alborotan del placer cuando te tocas se me antojan los gemidos. Los picos de tus montañas cuando se congelan tibios sugiriendo que los bese con los labios de mi boca. Se me antojan tus antojos la humedad de tus deseos y cuando cierras los ojos se me antojan tus latidos. Se me antojan tus olores tus pies descalzos y fríos tu cuerpo desnudo al mío se me antojan tus sabores. Se me antojan tus fluidos que como manantial corren cuando mis manos te tocan y hago que se te antojen. Se me antojan tus deseos que dices que están dormidos y se me antoja que mientas porque despiertas los míos. Se me antoja que vivas se me antoja que te vayas se me antoja que no vuelvas y se te antoja mi almohada. No se me antoja que me ames más de lo que me amas pues, se me antoja que reniegues de tus antojos conmigo.


TULIPÁN

Aquí me encuentro hoy, sentado. Un tulipán en mi mano que no es mío es tuyo; es tuyo amor mío porque mía es la declaración y tuyo el tulipán de mi amor sincero.


PASE USTED A MI CASA

Manos infectadas de sangre, lágrimas brillando en el suelo desgastado cansadas las flores de ver secar las hojas, caramelo indecente de besos hilvanados ver morir historias, como ver victorias. Eco penetrante de vuelos en levante que se quedan suspendidos a punta de montaña con los ojos cerrados a los peñascos ansiosos deseosos de los árboles que miran desde arriba. El mejor y más ardiente veneno viene es delicado el cofre que esconde sus secretos transparente y frágil, y el cielo despejado pues me tragué sus nubes turbias. Pase usted por mi casa, ésta, la de salas vacías con pinturas colgadas hechas con esencias de rosas, de jazmines, alumbrada por antorchas con techo de estrellas, pase usted por mi casa siéntese, puede que mis divagaciones disertadas llenen un poquito su mirada toquen su corazón de alguna forma; camine descalza en mis alfombras verdes gramas ahora secas, acompañe un rato mi silencio señora pase usted por mi casa y con oídos atentos seguiré escuchando su historia con boca cerrada llegaré al final de mis días con mirada firme contemplaré sus peñascos, pase y cierre le puerta no sea que entre primero la brisa que con salitre y azufre dañe mis pinturas, la única sal que puede tocarlas es la de sus dulces lágrimas, le regalo mi pañuelo, teñido con antiguas formas, pase usted por mi casa y cierre la puerta pero pase, sin dejar ni medio pie por fuera... pase, que mi casa es suya quédese, quédese y observe mi mirada mientras se pueda mientras aún es húmeda, mientras se parezca a la primavera... pase usted señora, que todo está dispuesto a su presencia pase usted a este corazón que es mi casa, tiene la puerta abierta...


FIJACIONES Y REGRESIONES

Como barca a su anclaje quedé fijado en ti, me fijé en ti desde la primera vez que te vi, te conté historias, conocimientos al viento, para que fijaras en mí tus sentimientos… El tiempo es pasado que perdido intriga, los recuerdos son como las golondrinas, vuelven cantando de la tierra prometida, sus nidos tejen aun sabiendo su partida… Entre fijaciones y regresiones memorias, días, estaciones y vivencias de historias, psicología de la fe internada en la mente, es lo que arrastramos en tiempo presente… Soy mente, cruzando tierras del designio, soy de tu vida regresión fiebre del delirio, pero no seré el principio, ni fin del martirio, regreso espiritual fijado por cirios y lirios. Torbellino girando inconsciente es mi ser, tul cubriendo deseadas formas de mujer, fondo entretejido telar nocturnal del día,


seda de las noches cuando por ti moría… Ahora apareces, tus ojos mirar no quiero, mis fijaciones te han buscado hasta el cielo, regresiones en el principio de los tiempos, repito palabras extrañas que no entiendo… Vidas pasadas, almas de constelaciones, crean en mi mente, fijaciones y regresiones, vuelves a aparecer, precisa, fija, de frente, pareces ausente y digo, gusto en conocerte…


MUSA IRREAL

Si el seĂąor me dio talento para escribir estos versos, que son versos muy sencillos pero sentidos y tiernos. Yo los lanzo por los vientos tempestades y tormentas, playas, rĂ­os y desiertos, a los niĂąos, a los abuelos y a aquel que quiera leerlos, que me diga si son bellos, si una lagrima escondida hizo brotar en los ojos de un centenar de mozuelos, Y ese vagabundo errante caminando calle abajo, cabizbajo y solitario estrujo junto a su pecho, estas rimas que un sollozo, como aullido lastimero hizo brotar de su pecho.


Un dolor de muchos siglos le sali贸 de muy adentro.


QUE SOY DOS Y EL MISMO CABRÓN

Esta caja si me la fumo hasta tragar la ceniza, porque soy dos y es inevitable, soy uno que se la fuma y otro que se la come uno que se quema y otro que lo disfruta uno que finge, que se ríe, otro de dimes y diretes cabrón y desgraciado conquistador y bohemio, seductor de reinas y conquistador de ranas. Uno que compite tragos otro que se emborracha y dice incoherencias uno que escribe con otra mente y otro, que baja pantaletas, uno para el que las mujeres son flores del jardín del cielo y otro para el que las mujeres son brujas paridoras de perlas. Soy dos, como dos cojones uno guinda al lado del otro pero no sacan la misma leche y uno es más grande que el otro, soy dos, uno arrogante, el otro un cabrón pendejo y los dos tenemos que pintar sobre el mismo lienzo con un solo lápiz una puta melodía una negra poesía una muela picada una carcajada en una lata y besar simultáneamente las dos tetas. Escribidor de porquerías que unos leen y otros tocan escribidor y cabrón con esta cabeza que piensa cosas que no debería pensar y mucho menos decir, pero de muy cabrón ¡las dice!


Y DESPUÉS LA ETERNIDAD

Despertar contigo a la luz del tenue sol, soñar en tus brazos con sonidos de tu voz, sentir de tu cuerpo, transfusión de calor, sonrisa de tu rostro, arco iris de explosión… Respiras sobre mi pecho de agitado palpitar, de tu espalda el surco del trazo vertebral, costado de luna es tu cintura al delinear, cubierta por un velo, esa forma corporal… Manos de opresión matizadas de suavidad, sonrisa de expresión blancura de coral, cabellos ondeando, como las olas del mar, recorro por tu torso el mismo cielo terrenal… Tentaciones sobre areolas no puedo controlar, capullos de rosas, aroma provocando alucinar, prismas de luceros, proyectan la luz de tu mirar, café de tus ojos, adicción que no logro remediar… Despertar contigo y después la eternidad…


ROSA BLANCA

Pureza e inocencia transmite tu belleza inspira tu presencia que está en mí a cada instante así estés distante. Hoy te regalo una hermosa rosa tal cual tú, que eres hermosa más que cualquier rosa más que cualquier otra. Blanca; que sea blanca para que no nos separe ni la atrevida distancia. ¡Tú eres mi rosa blanca! inocente y pura querida dama. Entre los Iris de la confianza, la ternura y la alegría: Te doy un te amo y te lo doy con confianza no temas de él que con ternura, con alegría, con mi propia vida porque tú y sólo tú eres mi vida. Te lo doy pero lo oculto en tres hermosas iris: Una blanca, una azul y una amarilla; para ti, mi niña.


CRÓNICA DE UN PUEBLO POR ALLÁ

El sonido del viento se arrastra en el maizal verde y frondoso, fértil, el agua de la llovizna les pinta y se levanta el olor de la tierra. Hay unos pies descalzos, andando campo adentro ese que en las escrituras tiene nombre y apellido y el pobre llenando el saco, cortando algunas tiernas mientras en la casa dos muchachos y una mujer le esperan. Escucha los pasos de un caballo que se acerca, tan normal es que no se asusta aunque en el pecho le salten grillos y las manos se las lleve a la cabeza. El miedo no es de hombres, repetía toscamente, el trote se hacía más cernido y elocuente, mientras con sombrero negro se acercaba aquel que a escopeta amenazaba. A pies descalzos se le enfrenta y pone el pecho una barriga vacía, más una mujer y dos muchachos, si con la vida esta noche pudieran ellos llenarse el pico venga usted, jale el gatillo, pues el saco no lo suelto! Sin mediar palabra el de sombrero negro dispara y a pies descalzos con la ropa sucia, ensangrentada se le va un último suspiro, aprieta el puño y se larga con la muerte a corto paso, terminando de partir la madrugada. Y se monta en el caballo el del sombrero, sin culpa, con saña lo golpea con el sable y va apurado al rancho del campesino asesinado donde la mujer le recibe bien contenta le dice con sonrisa limpia y fresca: aquí están tus crías y una arepa.


BACALAR

¿Qué es más hermoso? si los siete colores de la laguna o los siete colores de tu espíritu de fuego si el sol, el paraíso, el azul del cielo tu cara color arena o el viento jugando con tu dorado pelo ¿Qué es más hermoso? tu porte tu cuello blanco tu dulce sonrisa, o el arrullo de la laguna cuando murmuran sus aguas cristalinas ¿Qué es más hermoso? las palmeras en plena primavera o tu sonrisa de niña tierna y buena ¿Qué es más hermoso? sinceramente no lo sé le he preguntado al viento, a los caracoles a las piedras y todas ellas, no me han querido responder. Mas yo me respondo, eres tú lo más hermoso Mis ojos no mienten, no salen de su asombro tienes cara de ángel y de amanecer piel de arena y ojos dulces como la miel mas tu belleza está en la conjugación de esa hermosa fascinación de Eva y afrodita, rosa y margarita


Venus y la madre María ¿Qué es más hermoso? La majestuosidad quietud de la Laguna el reflejo de cristal de la luna o tu propia luz que embelesa me atrapa y profundo de mí besa qué es más hermoso la laguna de Bacalar o tú, la expresión del verbo amar.


CAMINANTE

Cuando las rosas te hablen de mi y tu las escuches Cuando va la lluvia y veas mi llanto Entonces me empezaras a amar, cómo yo te he amado tanto Cuando en las noches te falte el aliento Y te sientas sola en medio del silencio Oirás mi voz que con amor te llama Sentirás mi ser quien siempre te acompaña Me amaras, sentirás tu propia llama Cuando te sinceres contigo y no te engañes mas No podrás huir ni escapar a la verdad Hemos nacido para amarnos Para darnos, para saciarnos esta sed de amar Cuando la vida tenga sentido y de la hierba sientas el rocío Cuando comprendas de tu corazón cada latido Oirás el murmullo de mí ser en tus oídos ¿Me amaras más allá de tus prejuicios? Cuando el frío de la mañana cale hasta tus huesos Ya no halles razones para rechazar más aun mis besos


Cuando añores el cariño y sepas que me ido ¿Me amaras a pesar de tus caprichos? Dime hasta cuando, seguiré por ti esperando Llorare tu ausencia, buscare en las estrellas No perderé la Fe aun en las noches inciertas ¿Me amaras lo sé a ciencia cierta?


LEJANIA

En la lejanía tu recuerdo me entristece. Hoy nada es igual, como quisiera que lo fuese. El ayer perdido en lontananza hiere mis entrañas como lanza aguda. Quien pudiera detener el tiempo en el pasado y vivir de nuevo lo soñado, perderse en el azar y llegar al sitio más deseado. Avanzada estoy en el camino, sin recorrer lo debido. Tristeza, ausencia, letargo


soy y no existo. Miro el poder, miro la gloria y nada aun. Dolor del ayer trivial, ansiando volver a él y renacer lo añorado. Volver a ser yo en un pasado cercano. Hay tiempo aún, todavía hay esperanza de ver el triunfo. Y en un mañana cercano llorar lo aún no llorado. ¡No comprendí! La banal existencia me arrastro detrás de ella y lo deje partir. Se fue con el invierno tras la blanca mariposa del verano.


CUANDO

Cuando las rosas te hablen de mi y tu las escuches Cuando va la lluvia y veas mi llanto Entonces me empezaras a amar, como yo te he amado tanto Cuando en las noches te falte el aliento Y te sientas sola en medio del silencio Oirás mi voz que con amor te llama Sentirás mi ser quien siempre te acompaña Me amaras, sentirás tu propia llama? Cuando te sinceres contigo y no te engañes mas No podrás huir ni escapar a la verdad Hemos nacido para amarnos Para darnos, para saciarnos esta sed de amar Cuando la vida tenga sentido y de la hierba sientas el rocio Cuando comprendas de tu corazón cada latido Oirás el murmullo de mi ser en tus oídos Me amaras mas alla de tus prejuicios Cuando el frìo de la mañana cale hasta tus huesos Ya no halles razones para rechazar más aun mis besos


Cuando añores el cariño y sepas que me ido Me amaras a pesar de tus caprichos Dime hasta cuando, seguiré por ti esperando Llorare tu ausencia, buscare en las estrellas No perderé la Fe aun en la noches inciertas Me amaras lo sé a ciencia cierta


DOS EN UNA

Tú eras dieciséis, yo era ya, un viejo lobo de mar Tu bondad y sencillez, el instinto dominaba eco crudo de mi negra alma Fuiste de mí, presa inocencia robada monja princesa yo cruel y aún así, te entregabas colmena a la miel, niña mujer de magia blanca me arraigaste a la tierra sembré, mi yo en ti con fuerza educaste al feroz con infinita paciencia me olvide del mar y la tormenta Me amarraste a tu cintura desperté hombre embelesado en tu dulzura me hiciste noble Pero el instinto se revela es mas fuerte que el hogar que tú cintura y tu bondad y en plena luna llena me hice de nuevo a la mar Han pasado años en medio de la tormenta mi alma te ama con toda la furia de la madre naturaleza el instinto es más fuerte que el amor si no, el hombre dejaría de ser hombre para ser Dios. tu pelo aun mojado era un jardín de flores bellas


que florecia entre mis manos amada amante de piel de seda llovían rosas de tu pelo fragancias deliciosas embriagaban caprichosas el alma mía , mi cuerpo entero se detuvo el mundo y como amantes nuevamente lo inventamos porque en el amor renace todo tu pelo aún mojado regresa cada noche hermoso, estrellado y embriaga el alma mía tu pelo tan amado raíz del enramado de dicha ha llenado y embriaga el alma mía tu pelo enamorado de mis dedos, de mis suaves besos es hermoso marco del sol de tu sonrisa grandes ojos como el cielo y embriaga el alma mía


EL AMOR ES TRISTE

El amor es triste, duele aunque es hermoso y sublime El amor es triste, cuando te quedas solo, y tu amor es imposible El amor es triste, tan triste, porque detrás del arcoíris, está el gris con todos sus matices El amor es triste como cuando se oscurece el cielo, y el frio te cala hasta los huesos Y vives aunque sabes que ya moriste. El amor es triste, me destroza el corazón, soy la sombra lúgubre de un viejo titeré El amor es triste, aunque el universo y el ser por el existe El amor es triste, tan triste, que muero cada día, porque no me quisiste El amor es triste, como las lagrimas tan amargas, de mis noches largas, y amas aunque el amor sea triste en mi triste tristeza, que a mi alma aqueja, te amo, con todas mis fuerzas en una vieja y melancólica canción, de un búho pardo, en una noche incierta que mata, que quema, y acompaña a mi tristeza. En mis ojos tristes, que al verlos te estremeciste, y me amaste aunque hoy lo niegues. Y me lastimes, vete en paz, porque te amo, aunque mi amor sea triste. El amor es triste, bendito amor, más allá, de lo que por mi sentiste. Adiós.


INCESANTEMENTE

Lates en mí, instante tras instante Hasta que el tiempo se me acabe Y ese instante es interminable Nunca muere, no, mas al contrario parece que da vida que renace Jamás termina, es constante, manantial eterno de agua viva Que se repite en un vaivén interminable, en el aire en todas partes Incesantemente Te siento en el infinito, en cada detalle, esencia de la vida En cada partícula, en la tristeza en la dicha, en la esperanza, en el nuevo día En lo temprano, en lo tarde, en lo imposible en lo inalcanzable. Incesantemente Te amo con una fuerza inquebrantable, que no claudica, que fluye suave Que acaricia... Inconmensurable. Honesta e irremediable, pacientemente, como el universo que se expande Que no cesa, inacabable, como el secreto de los dioses, impenetrable. Incesantemente Ejerzo mi derecho de intensamente amarte, de fundirme contigo en una canción inolvidable


De llorar la lluvia, de totalmente entregarme, de dedicarte mi vida, mi poes铆a, mi arte Incesantemente Te vivo en una pasi贸n, que hace hervir la sangre Me llena de creaci贸n, de sentimientos, de bondades A manos llenas, con certeza, hermosamente a raudales Torrente de luz divina, que me eleva, en una sinfon铆a inigualable


LOCO

No me extraña que me llames loco Yo mismo lo hago, de a mucho, de a poco Por salud mental, por higiene cerebral Hago locuras, pierdo la cordura Te amo sin razón, con vehemencia, con loca ternura Me ves hablando solo, con los arboles a oscuras Riéndome de todo, no va conmigo la seriedad Ni la tragedia ni lo fatal Me rio de mi suerte, de mis sueños, de la muerte Te amo como un loco de remate Tremendamente como orate Que me puedes reclamar si a mis cincuenta Ni maduro ni culto ni rico ni triunfo Solo un loco `perdidamente enamorado Que por las calles vago y voy flotando Oyendo cantar al amanecer tu nombre Y ese es mi máximo logro! Amarte como un loco.


EL CANTO II ME LO TRAGO EN LA CANTINA CABRONADAS (ÓVULOS)

Hay más de setenta mil muertes que se resbalan del vientre en rojo sangre, gotas que parecen lágrimas pues habitan tierra infértil. Hombre que no parirá, pero tampoco sembrará, hombre que por descendencia tiene un montón de letras colección de amores y cuentas millonarias de desencantos. Hombre contra natura y de pintura en los labios orgulloso de este cuerpo femenino, pero hombre!


MATADORA

Me mataste a mansalva. Tus ojos me mataron de una sola mirada. Dos puñales certeros, que destrozaron mi alma. Y ya de plano, tu sonrisa, me dio el tiro de gracia. Me mataste a mansalva. Tu piel de arena hizo añicos mi idiosincrasia. Me fui a la lona, al ver tu porte y linda cara. Morí de un solo golpe, dolor en el dolor. Moría y nacía en tu risa franca. Me mataste a mansalva. Muerte súbita, rayo que calcina pero salva. Estoy muerto en el cielo, cantando alabanzas. Nunca fui tan feliz, que dulce es la muerte. Que dulce es vivir para poder amarte. Morir de amor, viviendo de amor, amando al vivir, muriendo al amar. Amando al morir, por ti, por ti, aunque me mates en cada existir. Porque el matarme me haces vivir, y luego entonces que importa vivir morir.


Que hermosa es la vida. Por ti vale la pena vivir, Que hermosa es la muerte por ti vale la pena morir. Aunque muera a mansalva.


NECIO

He sido un necio lo reconozco, yo mismo me enredo en disertaciones de loco No me convenzo, prefiero llamarme de todo que dejarte de amar un poco He sido de barro, lo admito, pues moldeas mi vida a tu capricho y no me ofende al contrario disfruto tus manos de artista dando forma a mi destino He sido de sombra, lo prodigo, pues eres la luz que ilumina mi instinto Eres la imagen de Dios, bendita mujer ante quien rezo y me inclino. Este amor es de lucha, fracasos, infiernos y glorias. De día a día, vaivenes, locura y heridas He sido de todo, un vago, perdedor, en el no tiempo Me gasto la vida de sueño en sueño Y guardo tus besos en la risa febril de mis sentimientos Y seguiré siendo un necio, al mundo desprecio Mas te sigo queriendo, va!!! mas te sigo queriendo. He sido de cronos, ayer, pasado, olvido, verbo conjugado


Vivo en el panteón de los recuerdos, ya no siento Enterrado entre los muertos, escribo el futuro Y allí te veo: locura ardiente de mis deseos. Que mas da una mañana fría salió el amor a escondidas, para ya no volver más. Salió de puntillas, no hizo ruido, ni emitió algún gemido, Iba llorando, lagrimas de Adios. Lo acabo la rutina, la mentira, la misma vida, Quizá los pleitos de medio día, en verdad que más da. Una mujer ve la luz del nuevo día, su casa destruida y un gran dolor. Se le ha acabado el llanto, no tiene para cuando, ha perdido su gran amor. Valiente vas mujer, sin maquillaje, sin nada que esconder. El derecho de amar nadie te lo podrá quitar. No eres menos, ni fea, te volverás a enamorar. Una mañana fría no encontré palabras, solo llagas en el alma. Cuando ella de nuevo se enamore será como. En verdad que más da. Cuando se ha roto el corazón que mas da. Cada mañana te recordaré, jamás tendré amnesia, pero esta tristeza. Devora lo que me queda, un montón de penas, que se hacen viejas. Horas amargas, duras, apagadas, hieren con ironias. Los que mas da, agotan cruelmente luces en sombras.


Agonias , maldiciendo cada d铆a , aquel amor que sali贸 de puntillas.


ALEJANDRA

Mi Alejandra. Las rosas lloran y se marchitan en mis manos. Las noches me gritan y musitan Alejandra. Los ayeres no pasan me queman y me abrazan. El corazón tonto y necio palpita al ritmo de tu nombre Alejandra... Alejandra El silencio me enloquece y el sueño por fin me vence repitiendo Alejandra En mis labios amargura, cada palabra duele, me sepulta En donde estas ahora, quien te llena de besos Mi Amor de horas blancas, como las flores, como tu nombre: Alejandra Alejandra Los sentimientos nacen profundos cada mañana, repiten tu nombre Alejandra Y los rezos por las hojas de tu árbol, la enramada, y tu pelo de sortijas Alejandra mi Alejandra Y el agua clara graba tu nombre en mi alma:Alejandra El roció, la escarcha, el triste frío de la madrugada La luna, las estrellas la alborada


Cantan sin cesar Alejandra, Alejandra Mi Alejandra me llena la vida evocarla, recordarla Y es así que los jazmines me abandonan como tú Y es así que vuelvo a ser el hombre gris, que siempre fui Y es así destino cruel, me hizo conocerte, amarte, perderte Las bellas azucenas, las dulces margaritas Las tiernas violetas, las sentidas buganvilias Las elegantes orquídeas, llevan tu aroma Fragancia de tu ausencia, ahora todas ellas Se llaman y me llaman Alejandra, mi Alejandra.


CAMELIAS ROSAS Y ROJAS PARA TI

Hoy, te regalo una camelia roja porque mi corazón sabe que no te va a perder, la sontengo entre mis manos, y la veo ardiente como un volcán. Hoy, te regalo una camelia roja porque os admiro, os deseo, y por estas razones, me covierto en vuestro romántico Romeo y tú en mi sensual Julieta.


RETROCESO

Ahora, que todo va mal, que el mundo rueda para atrás El agua corre con paso acelerado, el fuego cunde. Anunciando que el infierno ha llegado. Con el la muerte, lo siniestro, lo jamás imaginado. Las mentes se torturan, el hombre agoniza en medio del colapso. Concluye la obra de aquellos que se enarbolaron como sabio.s Ahora, buscando primaveras, encontramos solo inviernos. Matamos nuestra tierra, el espíritu yace colmado De profundo miedo, borrasca tras borrasca que .aprisona. Y envenena el alma, en el aire flota peste. Y una duda hiriente lo acompaña. Ahora presente sin ser, consecuencia fatal de nuestro loco proceder. La noche es eterna, la luz esta ciega, se murio el amanecer. Triste figuras de barro, adornan el horizonte, de un mundo desierto. Se rompio el equilibrio dando rienda suelta a los sentidos. Ojos que ya no lloran porque ignoran. El llanto formado de principios. Ahora, el hambre prolifera sed, el destino cobra implacable los yerros del ayer,


resultado final de tanta distinci贸n, de banderas de barreras, de castas de razas, competencia vana, no hay victoria ni medalla, no existe gloria ni alabanza, no hay peor ni mejor, solo nada, solo nada.


TE AMÉ PROFUNDAMENTE

Salí a caminar al bosque, hambriento y cansado. Hambriento de saber de ti. Y cansado de tanto amarte. La luz del sol se filtraba entre la espesura de los arboles. Le pregunte a la luz al sol y a los arboles si sabían algo de ti. Me sonrieron y solo señalaron al cielo. Le pregunte a las nubes, al viento y al azul del cielo. Le pregunte a la lluvia, a la tarde y a un pájaro en vuelo. Más no respondieron y me volví al río, ensimismado, en mi desconsuelo. Me vio tan triste, que sus aguas tocaron para mí el himno de los enamorados. Y en cada nota estabas tú, y en cada gota estabas tú. En el arrullo de su canto, en el murmullo de su encanto, en la brisa y las risas de alegría, de sus aguas cristalinas, en sus causes bajos y en sus causes altos. Entonces supe que tú eras el río y lo ame profundamente. Recostado en la hierba, con el alma herida y abierta. Miraba tu rostro en las estrellas, el negro de la noche nunca se vio tan hermoso en el reflejo de tus ojos, el infinito en tu mirada, la nostalgia, la lunada , el sereno y la alborada, la noche se hizo fresca y mágica... entonces soñé que tus brazos me consolaban,


oh hermosa mujer, cara de ángel y de amanecer. Desperté y lloré. Lloré como le aúlla el lobo a la luna, porque no puede alcanzarla. Llore como canta el búho a la bruma, porque no puede apagarla. Llore como llora el poeta a su poesía, porque en ella le va la vida. Lloré para saciar esta lánguida melancolía, la amargura que el corazón me partía. Entonces supe que tú eras la noche y la ame profundamente. Reflexionando, con la sed insaciable de encontrarte me mire en el espejo de tu vida, escudriñe los misterios que te animan lo humano y lo divino, tus frutos y tropiezos, tus triunfos y progresos admire una vez más, la fuerza de tu temple, tu entereza y tu destreza tu constancia y la riqueza de tu vientre. Vi tu obra y encontré alegría, mujer encantadora, romántica y altiva Soñadora y llena de vida. Entonces supe que tu eras la vida, y la ame profundamente Entonces supe que tu eras mi vida y te ame eternamente.


TE ESPERARÉ

Te esperaré, con el alma en el mano te esperaré, con mis mejores flores, te esperaré, rezando infinitamente tu nombre, te esperaré, de pie, firme, sin temores, te esperaré, se que vendrás, porque el llamado del amor es irresistible, porque mi amor por ti es invencible, no me importa el dolor, la soledad, lo horrible, el amor es mucho más fuerte que lo imposible, te esperaré, en la cima de la montaña, te esperaré, se que vendrás muy enamorada, te esperaré, ilusionado, con el sol tostando mi cara, te esperaré, ya vienes en camino, jamás me darías, la espalda, te esperaré, y en la espera te amo, mientras arreglas tu hermoso pelo, para nuestro encuentro, mientras pintas de carmín, tus labios tan sabrosos, y pintas de mil colores,


el arcoíris de tus ojos, trae contigo la luz, que alumbre la pena, de la espera, te esperaré, cada vida pacientemente te he esperado, nuestro amor es desde siempre, que valen de espera unos cuantos años, te esperaré, presiento tu llegada, bien sabes que es irremediable, aunque te lo niegues, aunque te engañes, sabes bien que vendrás pase lo que pase, de nuestro encuentro, nacerán nuevos y bellos universos, mezclaremos nuestros colores para renacer en ellos, de que vale, el fracaso, la mentira, el oro y hasta la misma vida. de que vale, el triunfo, el mundo, la carne, solo la poesía, ¡Dios mío! El amor es lo único eterno. ¡No importa que la espera sea un infierno!


LO QUE QUIERO SER YO

Tengo muchas ganas de ser quien soy, de vivir a mi manera, de amar hasta que ya no pueda Tengo muchas ganas de llorar, de recordar a los amigos, a los olvidos, Aquello que demuestre que he vivido Tengo muchas ganas de correr, hasta más no poder, y rendido caer Desfallecer, llorar y enloquecer Tengo muchas ganas de sentir la libertad de ser lo que soy Yo soy lo que quiero ser yo Me parare enfrente de todos y gritare con toda mi fuerza ¡Padre hágase tu santa Voluntad! Que la hoja del árbol no se mueva, que el sol el universo y las estrellas tú conmuevas Y la pena de mi corazón rompa sus cadenas Tengo muchas ganas de hablarme, de platicarme, de verme al espejo y reconocerme, de preguntarme como has estado viejo? y entristecerme. Tengo muchas ganas de cargar tu cruz, de lavar con mi sangre tus heridas. De limpiar el llanto en tus mejillas Padre mío heme aquí a tus pies de rodillas, enjuaga tus llagas con mi vida.


Tengo muchas ganas de sentir el recio frio, estar desnudo sin un disfraz, de temblar hasta el delirio Tengo muchas ganas de sentir, de ya no adormecer mis sentidos, de intensificarlos, de plenamente vivirlos de abrir una puerta abismal. y dejar que fluya ardientemente mi destino. Dame Padre, todos los males del mundo, todos los dolores, momentos peores, fracasos y sin sabores, que yo pague por todos mis hermanos sus pecados Dame Padre el dolor de una madre cuando se va el hijo, el dolor de un padre de ver de su hijo el vicio Dejame cargar la cruz de todos mis hermanos, Déjame acompañarlos en su error, en sus penas En las amarguras, desesperanzas y bajezas. Que sea yo que pague todas las consecuencias Tengo muchas ganas de errar, de vagar, de estar sucio, de revolcarme y perderme de olvidarme y dejar de importarme, quiero caminar el mundo, que me queme el sol, que me abrase el frio, y las noches negras Atormenten mis cansados bríos, déjame agotarme, extenuarme, dar todo de sí, déjame ser útil y ejercer Para lo que he nacido. Tengo ganas de luchar, de batallar, de fracasar, de arrastrarme,


de sentir la obscura y horrible soledad El corazón en carne viva, de desgarrarme, de tragarme el inmenso mar Tengo ganas de anhelar, de desear, de sentir hambre y no tener que comer, de sentir sed y no poder beber Porque el mundo es esto, y no le temo, de allí soy y de allí vengo Ahora todo lo que he recogido a ti Padre te lo entrego. Vive Dios! Vive Jesús, Vive Padre recibe lo mejor que tengo, mi mayor regalo Lo mejor de todos mis años, lo mejor de mi corazón, de mi mente y de mi yo. Santifícalo padre, hónralo, bendícelo, y que viva en ti por siempre señor. Y que así sea, en todas las eras, a tu imagen y espíritu, yo te reconozco Señor Y mi vida de pleno a ti dedico.


TIEMPO DE AMAR

No debería de pensar en ti, mas sin embargo eres mi pensamiento. No debería llorar por ti mas sin embargo eres mi llanto. No debería amarte así, mas sin embargo eres lo mas amado. No debería vivir por ti, mas sin embargo he muerto en vida y que! En los pudiera, en los debiera, en los hubiera, en las conjugaciones del tiempo. En las quimeras, en las promesas, en los sueños rotos , en las idas primaveras. Te he amado, he muerto, en tus brazos tan tiernos, he llorado y la gloria he ganado. No pudiera dedicarte un minuto siquiera mas; sin en cambio te dedico la vida entera. No pudiera la vida regalarme un beso tuyo, mas sin en cambio lo he sentido tan profundo. No pudiera olvidarte nunca, mas sin en cambio existiera darte mi alma desnuda. No pudieras amarme hoy mas sin en cambio quizá mañana se te mueva el corazón. En mis tristezas, en mis desavenencias, en mis horas locas, en la nostalgia y amargas auroras. En mi impotencia, en mis debilidades, en mis fracasos y solitarios despertares. Te he amado, te he invocado, me has quitado el frio, he sentido en la distancia de tu voz el abrigo. No hubiera acaso llenado de amor tu alma, si hubieras dejado a mis manos tocarla. No hubiera seguro colmado de besos tus ganas, si hubieras acaso probado la miel que las mías por ti guardan. No hubiera acaso caminado contigo en la vida cotidiana, en los ayeres y mañanas, en la rutina en las duras jornadas.mas sin embargo ahora lo hago en las sombras, como fantasma,


escondido para que no me veas en los hubiera, en los debiera, en los pudiera. en las promesas en las idas primaveras. Mas sin embargo te amo y llamo en los tiempos aun no y ya conjugados. Así que en el tiempo figurado, que no te he dado, la pluma vuela , miles de historias ha contado. Así que en el tiempo no conjugado, de mi estas enamorada y yo por ti estoy esperando. Así que en el tiempo eterno, nuestro amor es cierto, lo mas correcto casi perfecto mas sin embargo que amarga es la realidad cuando despierto. En mis sueños, en las quimeras, en las sombras y calladas maneras te he amado. He sentido tu aroma, tu piel, he visto miles de veces tu cara de ángel y amanecer. He repetido tu nombre , me he bebido la dulzura de tus ojos, me he embriagado con tu perfume tan sabroso. He conjugado el amor en un instante, me he enviciado, hasta agotarme, y aun tengo sed de ti. He entendido que lo irreal es más real que la realidad; en los tiempos sin conjugar. En el tiempo de amar.


ALMA DE CARTERO

Será que tengo alma de cartero, en los buzones, entrego versos, escribo cartas, por donde quiero, canto canciones, como solero… Te sirvo copas, para el festejo, me miras, sueñas, es tu cortejo, sangro los ojos, rojos desvelos, rompo en pedazos, frente al espejo… Llaves de casa, pierdo y no encuentro, me siento en puerta, soy tu portero, me miras, desdén cuando te ojeo, sueños al alba, bien del deseo… Hierbas regadas, sutil perfume, volátil flores, con tu piel confunde, me miro y miras manos de tierra, si sueño y sueñas, altos de sierra… Quisiera al aire, dieras respiros, que quiero y quieres dormir conmigo, en sueños entras, tras la cortina,


te veo despierto, en cada rutina… Ya sé por qué siempre te quiero, recibes cartas cuanto aparezco, lees, recitas, publicas al muro, tiernas caricias, son tus susurros… Esta alma de cartero, sobres entrego, que escribo y leo, trigo que sego, es pan alimento, corto al sereno, vivo por los mismos, versos que escribo… Será que tengo alma de cartero.


HABRÍAS DE APARECER

Habrías de aparecer así, niña, mujer, cara bonita, con lenguaje de los sueños, atenta a mis lecturas, mitos y leyendas, son simbología sello universal, desde inicios de los tiempos, a este mundo actual, desde el claroscuro del cielo al profundo abismal, así como el capullo de flor en la primavera brotar, en el esplendoroso y verde del jardín, tierra vital… Preso por este deseo, descontrolado de ansiedad, hablo en voz baja, con mi conciencia y la razón, y les pregunto a ambas, simplemente en sobriedad, ¿Ahora qué hago? Si frente a mí sólo apareció… Que fue de entre las flores y por eso, me sorprendió, así, bonita, atenta al surrealismo de entre historias, tiempo y espacio, conmocionaron mis memorias, cuando acostumbrado estaba, a tolerar la soledad… Sí, ella está muy bonita, que hasta el divino cielo, mi osadía por fijarme en ella, perdonaría de cierto, de verla así, sus formas graciosas de niña preciosa, cantarle por letanía, olvidar hasta el mismo olvido…


Escribirle en mis noches, cuando inquieto sin sueño, aparece en mis sueños y me provoca más desvelos, así de bonita, tangible, dulce sabor de sus veneros, por flores, su belleza envuelta del velo que derrocha… Y si de virgen su nombre debo callar, no es por mal, sobre la superficie estelar del cielo y suelo terrenal, provoca revuelta de ideas en mi mente al despertar, sofocar incendios quisiera y sobre estelas caminar… Habrías de aparecer así, niña y tú tan bonita.


BIENVENIDA SOPHIA VIRGINIA

Soberana princesita Orgullo de tu papá Prenda adorada de mami Hermosa eres sin igual Inquieta y muy menudita Amada por tu abuelita, que Viéndote tan preciosa, Inteligente y graciosa Radiante como una luz, le da Gracias al Creador y le pide con fervor Infinitas bendiciones por Nacer en este hogar y en este Instante bendito y pide a los Angelitos su protección sin parar.


ELLA QUERÍA SER SU SIRENA

Ella escribía historias de sirenas féminas del mar, de largos cabellos ondeando, como olas al despertar, él trabajaba para ganarse la vida en el corte de caña, ella cantando esperaba, la hija de sus entrañas… Sudando de sol a sol, él no sabía cuánto ella lo amaba, por costumbre del pueblo, de la iglesia saldría casada, a pesar de ser rudo, ella al altar llegaría enamorada, y que si él de a caballo, ella a pie por dotación de agua… Redentora sin dolor, caminó por pueblos y ciudades, sabía por compañía, tendría un mundo de soledades, él por aguardiente y trago, sus monedas cambiaba, cuando ella sin pensarlo, por sus hijos la vida daba… Construyó de sus soledades, ese carácter fuerte, nunca se resignó, ni dejó los sucesos a la suerte. Sin leer papel en mano, contaba de sus antepasados, de muertos surrealistas, a este mundo retornando… Sólo recuerda una vez que sus pequeños ojos lloraron, cuando las letras de esa canción en el pueblo sonaron, por esa ilusión, anunciando el principio del mismo final,


al santo patrono, rezando por el alma de él pidió piedad… Y volvió al mar, sobre las arenas sola a caminar, con la debilidad de sus pies, pero no para llorar, él convertido en cenizas, el agua lograría colorear, ella quería ser su sirena y en esas aguas con él nadar.


TORRENTE DE SANGRE AL CORAZÓN

Estas heridas no sangran, no duelen, ni lloran, cicatrizan al sol y a la luz nocturna de la aurora. Hondonadas ojeras ocultan estos ojos cansados, campanas que repican, como llanto desconsolado… Estos pies de la tierra seca agrietados, marcados de andar por el mundo desolados, soñaron con pisar por palacio tu suave piel, probar la dulzura como abejas a la miel… Esta voz sin sonido pregonando a su suerte, manzana del pecado que mi boca ansiosa muerde. Melancolía del trovador es el canto de la soledad, caminando va sobre la mar, libre de la tempestad… Esta pasión de lluvia intensa que el río desborda, al menor deseo a mi mente dormida transporta. Mi vientre invadido por volcán ardiente del deseo, mezcla confundida de agua dulce y salada del estero… Estos ojos formados de lunas encontradas, luceros claros nacidos junto a la luz del alba.


Delirio visual cuando tengo fijas las visiones, y del sueño, ya sin sueño, mueren las ilusiones… Estas piernas doblegadas con el cimbrar de tus pasos, débiles sin fortaleza nerviosas por miedo resignado. Este humo de mi mente confundido maraña indecente, creador de fantasmas que sus alas luminosas extienden… Esta luz del horizonte brisa y lluvia, arco iris sin color, herida supurando de tu ausencia lejana sin dolor. Estas torpes manos presionando, con fuerza sin razón, pecho que estalla por torrente de sangre al corazón.


ESTE FUEGO FEBRIL QUE LLEVO DENTRO

Si tú supieras como quema este fuego febril que llevo dentro, que el sudor en mi cuerpo humedece las sábanas al momento, que me sueño con sed pidiéndote agua en el candente desierto, que mis manos están aferradas como la fe a su futuro incierto… Este demonio que me hace transpirar por todos mis poros, que me hace perder la visión nublando estos cansados ojos, que eleva la temperatura de mi sangre roja hasta hervir, que el delirio sollozando reza por darme fuerzas para vivir… En esos largos días y noches de intenso calor interior, comprendí que no vale la pena al final morir por una pasión, que por la locura los hombres necesitamos también de la razón, que el fuego puede convertir en cenizas la material ilusión… Decidí entonces echar en esas mismas quemantes llamas, todas las cartas escritas para ti, nacidas del delirio febril en cama, que si así lo he decidido, no es de actuar por arrepentimiento, es como curar llagas del alma, preludio de un nuevo nacimiento.


REMEMBRANZA

Aquel personaje de mi infancia lejos con saco raido, verde y muy mugriento que va por la calle contando mil cuentos de cuando hace mucho otrora en el tiempo viajo por los mares, conoci坦 mil puertos, y un amor recuerda que con sa単a y furia un pu単al certero le clavo en el pecho. Aquel personaje triste y macilento de mis sue単os puros, infantiles, tiernos,


fue el terror por años que agitaba el pecho con solo mirarlo aunque sea de lejos. Un día en la plaza con otros chiquillos correteando alegre por la amplia calzada hasta caer exhaustos en el amplio suelo, tropecé con algo que mal no recuerdo, cuando siento que alguien fornido y atento me levanta al vuelo sin que pueda yo resistirme al hecho. Lanzo un grito, que más parecía un aullido, un lamento. Siento en mi mejilla un beso muy tierno y con una mano


me acaricia el pelo. Cierro mis ojitos y a la Virgencita me encomiendo presto, y cuando los abro veo en aquel rostro arrugado y viejo dos lagrimas gruesas que le van cayendo y un sollozo agudo le salĂ­a del pecho.


EL ÁRBOL CAÍDO

El otoño ha comenzado mis hojas se van cayendo ya no hay nidos en mis ramas y la savia estoy perdiendo. No florece ningún fruto mi raíz, seca quedara mi madera se resquebraja la corteza, nunca mas me vestirá. Yo, que era altanero y orgulloso lleno de vida y bien crecido ahora estoy tirado en el suelo todo roto... a perdido. Solo soy, un árbol caído carcomido sin piedad talado y en leña convertido dispuesta para quemar.


CANTABAS DE TODO, DE NADA

Te vi en el arco de la luna, desde donde reías de mí, en señal de victoria parcial, demostrando actitud triunfal… Escribías por verme desesperar, sobre tu relación con otros y demás, complicándome tratos personales, resistente a nuevas amistades… Mostrabas expresión de enojo, mirándome con ojos de odio, por cobrar quizá alguna deuda, o sólo por tus aires de soberbia… Te perdiste en los enredos, de los murmullos de momento, que envenenaron tu alma, y te crearon esos fantasmas… Fuiste admirable en tu medio, como pez el agua moviendo, calculabas con precisión,


tenías respuestas a la ocasión… Y repentinamente te volví a ver, en la misma luna del anochecer, recostada, con mirada pensativa , te sentí diferente y reflexiva… Y quise verte libre como el viento, en mis espacios y mis tiempos, cuando cantabas de todo, de nada, de los besos que nunca me dabas…


SE ME PARTIÓ EL ALMA

Se me partió el alma cuando te marchaste cuando me di cuenta que otro te esperaba dejándome vacio al momento que te alejaste y de impotente rabia, mi alma sollozaba. Se me vino abajo ese mundo que construimos a fuerza de amor, y de lagrimas puras sepultaste en la tumba, todo aquello que vivimos tantos besos, caricias y luchas bien duras. Se me murió algo, que aun vive sin quererlo y palpita con tanta fuerza, llegandome a herir... que me cuesta, casi el espíritu sostenerlo en aquel momento, que te vi partir. Te llevaste, sin duda alguna mi vida entera tú, que lograste abrir mi corazón tan solo me queda, esperar a que muera ahogado en mi llanto de desolación.


CREADA POR LA MANO DE DIOS

Creada mujer por la mano de Dios, fértil te hizo, guía estelar, compañía rumbo al mismo paraíso, apareciste moviendo, el cielo y la tierra que piso, moldeada de tierra y agua, formas y rasgos finos… De tu reino, como la naturaleza de creación divina, incomprensión difusa, que para mi mente es intriga, dulzura brotando, venero de tus elevados pechos, cascadas alimentando, los manantiales y helechos… Cáliz, corola y pistilo, el polen de tu flor es simiente, néctar que a las abejas atrae, embriaga y consiente, por efectos del placer, a sus sentidos inspira calma, destilando aromas de la piel, como pétalos del alma… Reina de todos los reyes, por designio y por misión, a príncipes diste vida y los consolaste con tu pasión, construiste imperios y castillos, en reinos de milenios, símbolo y belleza has sido, de los ejércitos del cielo.


QUIENES POR TI MUEREN

Como punzón penetrante de los sentidos, clavando en mi pecho el deseo de estar contigo, ocurrió a primera vista por la gracia de tu figura, mis palabras fueron expresadas con mesura… Evocando las causas y azares del destino, pedí que te cruzaras nuevamente en mi camino, hilando por pensar cómo a mi vida entrarías, entre nosotros los tiempos efímeros serían… Y no permitirán mis manos sean por ti atadas, en la vida no se juega con cartas marcadas, para los sentimientos el juego es limpio, tú no debes dejar más corazones heridos… Y no será cuando tengas obsesión por alguien, los deseos incumplidos quedan flotando en el aire, el que tú no puedas querer como a ti te quieren, no significa que no te quieran, quienes por ti mueren.


CAMBIA A OTRO RUMBO ESA MIRADA

Cambia a otro rumbo esa mirada que por momentos busca la mía, sabes bien que soy demasiado frágil a esa mirada tuya inmune al amor… Esa mirada entra por los ojos míos, embriaga como droga mis sentidos, acelera mi endeble corazón los latidos, del tiempo me hace perder la noción… Cambia a otro rumbo esa mirada… que si alguna vez fue por error, no debes abusar que mis ojos, ante los tuyos débiles son… Por favor… Cambia a otro rumbo esa mirada…


SIN ESPADA, NI DUELO

He guardado mis pertrechos de guerra… me he retirado de las batallas campales, pude haber caído por la espada de filos mortales, pero mírame, aquí estoy aún con signos vitales… Juro que miedo sentí en cada combate, que el brillo del acero enemigo me hizo retroceder, la fuerza de cada soldado no sabes de dónde surge, sentir que circula la sangre ardiente de coraje… La defensa del reino como valor supremo, pero el instinto de la supervivencia es primero, ejércitos y estrategias de ataque dicen los generales, el triunfo puede hacer transcender a los mortales… Tengo aún sensibles las heridas de mi última batalla, sobreviví a la guerra, puedo ahora construir mi atalaya, con sabiduría me preparo para la campaña del cielo, Dios me conceda días de paz, sin espada, ni duelo.


FUGAZ

Llego a mí el murmullo de la brisa mañanera. Llego a mí el tañido de de la campana plañidera. Llego a mí el quejido y el lamento, de aquel sueño arrebatado por el tiempo, por la distancia, la rutina, el desencuentro… De aquella pasión que destrozó mi alma por dentro y dejó huellas perdurables en mi cuerpo.


CÓMO DECIR TU NOMBRE

Cómo decir tu nombre, si lo debo callar, desde que tus ojos en los míos fijos quedaron, mi vida y alma, por el cielo fueron cautivados, en la arena dibujada, réplica de tu cabello mojado… Cómo decir tu nombre, si enredado por tu cintura, mi manos sin control sobre tus copas apresuran, por respiración agitada no balbuceo voz alguna, soy como pez en el agua de tu encantada laguna… Cómo decir tu nombre, si espero el amanecer, los sueños me trasladan a tu mundo de Babel, donde el lenguaje humano es incomprensible, desde lo alto de la torre, mi alma es intangible… Cómo decir tu nombre, si no debo expresarlo, si mi voz incapaz se declara para mencionarlo, cuando por deseo, tus ojos no puedo mirarlos, y si delito no es, no estoy obligado a confesarlo… Cómo decir tu nombre, si esta sangre de hervir, fundida está, como aleación de perlas con marfil,


lujuria, pasión recorriendo cada ápice de tu piel, savia vegetal circula, desde la planta de tus pies… Cómo decir tu nombre, si cuando lo quiero deletrear, por miles de veces, mi garganta se siente desgarrar, cuerdas bucales de dolor, cuando vuelven a intentar, en cada grito siento a mi alma, de mi mente separar… Cómo decir tu nombre, si me golpea como las olas, y yo crucificado por esa pasión en las rocas del mar, abrasado por el sol, mi cuerpo tendido al despertar, el velo de tu rostro, necesito para mis labios humectar… Cómo decir tu nombre, si lo debo callar.


DESCONSUELO

Estoy triste, no sé porqué, mi alma esta desgarrada por el dolor, dolor punzante, inconsolable. Te busco a ti, mi Dios y no te encuentro, o quizás piense que no te he encontrado porque no te busco como debe ser. No sé como amarte, Señor. enséñame el camino de tu verdad, que encuentre a tus verdaderos seguidores. No sé si soy buena o mala me siento triste y sola. ayúdame, Dios mío, quiero que seas mi única verdad. Ansiada busco nuevos horizontes


que me lleven a ti, Señor. Hastiada estoy de la mediocridad de mi existencia. Busco grandezas, busco tesoros para mi espíritu que gime y llora por ti. Mi alma, seca como flor marchita, espera las primeras lluvias para renovarse para elevarse a ti. Estoy sola, en la inmensidad De la multitud. Solo tú darás consuelo y tranquilidad a mi alma enloquecida por la angustia y el torbellino de la vida. Nancy Aguilar Quintero Añoranza En las alas del olvido me lance un día a volar. Un día de primavera tan triste, tan fugaz. Te vi partir cual ave que en su peregrinar


busca ansiosa un refugio para poder amar. Muy triste me quede, sola y en mi soledad ansiaba que volvieras para no irte jamรกs.


ESPECIALMENTE DEDICADO A TI

Te esperaba hacía tiempo. Llegaste a mi vida en el momento justo. No sé, sinceramente es algo irreal, divino, incomparable, mi gran amor por ti. Te pienso y eres remanso de paz y fuego ardiente. Mi alma, sola y triste buscaba ansiosa, desesperadamente una fuente de alegría. Y llegaste tú, con tu sonrisa pícara y tus labios ardientes llenando mi vida de esperanza y dicha. ¿Qué hacías?


¿Dónde estabas mi amor? que a la vera de tu vida no llegue más temprano. Pero, ¿Qué importa? si nos hemos encontrado. Aunque tardíamente el destino nos ha puesto frente a frente para amarnos con pasión, con ansias locas y revivir el amor, ese amor que inútilmente perdimos creyendo amar y ser amados. Cuando pienso en ti te amo. Eres para mí el amor que nunca tuve y siempre anhele. Apasionadamente salvaje nuestro amor tempranero. ¿Durará? No lo sé, siento miedo.


Pero te amo, y este amor vencerá cualquier barrera que quiera separarme de ti. Cuando te vi por vez primera el amor surgió y nos unió. Sola estaba más tú hiciste que te amara. Amor que perdura con el tiempo radiante luz de mis anhelos. Estoy sola, pensando en ti continuamente con esta angustia que me roe el alma y me entristece. ¿Porque ha de ser así? me pregunto. Tan juntos y tan separados a la vez. Tan cerca y tan lejanos,


como el naufrago que navegando a la deriva ve la costa sin poder alcanzarla. La ventana hacía tiempo cerrada se abrió de par en par. Una brisa ardiente inundó la estancia y entró una luz maravillosa distinta de las otras cegando mis pupilas con fuego abrasador. Hacía tiempo te esperaba, no sabía dónde estabas ni que hacías, pero te esperaba. Sabía que algún día llegarías, borrando los amargos recuerdos y llenando mi ser de una nueva alegría. Te añoraba. Hacía tiempo te añoraba. No sé desde cuando,


pero te añoraba. Y así, después de tantos inviernos de soledad infinita y de tibios veranos sin sentir el amor. Como quisiera estar contigo. que el tiempo se hubiese detenido herido por la flecha calcinante de esta pasión prohibida. Mi corazón late con fuerza cuando tu recuerdo empaña mi alma. Pensando en ti, recordando un solo instante continuado sin interrupciones. Pensando en ti, en tu tierna sonrisa, en ese no se que tan atrayente. ¿Será pasión?¿Será locura ¡No lo sé! Pensando en ti,


deseo amarte sin trabas, sin ataduras solo amarte, y alcanzar juntos la cima de la eternidad pensando en ti. Aturdida, incapaz de pronunciar palabra, con el pensamiento detenido en un círculo constante. ¿Qué pienso? No importa, estoy anclada en una angustia sin salida. Tengo miedo, no puedo expresar lo que anhelo. Sola estoy, triste, pesimista, sin coordinar lo que deseo. Pero luego recapacito hay una luz radiante, cristalina, que me inunda el espíritu hasta las entrañas.


Tengo esperanza, tengo fe. ¿Dónde estás mi amor? ¿Qué tiempo y espacio nos separa? Eres mío y siempre lo serás, nos pertenecemos y anhelo ver tu rostro iluminado, tú eterna y mágica sonrisa. ¿Donde estas mi amor? En la profundidad de lo infinito nuestras almas sedientas se reencuentran. El pasado y el presente pesan tanto. El futuro es nuestro, vamos volando hacia ignotos horizontes, donde la paz y la armonía nos esperan ansiosas.


NOSTALGIA

Mi pensamiento vuela y se pierde en la bruma del recuerdo. Conciliar el presente y el pasado ahogando las penas, alegrías y tristezas, dentro de un futuro incierto. Clamando, buscando esa esperanza que creíamos perdida, pero que nunca se fue. Esta allí todavía, alimentándose de vivencias. Pero detente, no te enfades, deja que la vida fluya, como el agua apacible entre las rocas, como la brisa que le susurra al oído esas palabras preciosas


de mundos desconocidos, ignotos, en un constante presente dentro de mi pensamiento.


AMARGA SOLEDAD

Cuando te vas, tú tan distante, me quedo sola, con mis ansias, reprimidas. Y cuando vuelves, encuentras mi amor eterno que con un beso, te dará la bienvenida. Me quedo sola amor, con tu recuerdo y mi tristeza que a la par, juntas son mis eternas compañeras. Algún día no muy lejano, quizás comprenderás, mi gran amor por ti. Algún día. Entre los muchos que vendrán. La tristeza será mi compañera.


Algún día. Doblaran las campanas. Sintiendo pena por un amor que murió. Y que nunca volverá.


EL ACERO DE MI ALMA GUERRERA

Sentir la sequía en la inspiración de tu desierto, difuminados los recuerdos como agua en el estero, que van hacia del mar donde vacío mis anhelos, son ángeles perdidos en la inmensidad del cielo… Selvas, bosques y montañas recorrí sin destino, sin brújula, ni estrellas guiaron mi oscuro camino, del frío polar en sus eternas nieves congelado, a la temperatura extrema de tu desierto desolado… Mis pies se queman en la arena ardiente, que el sol y viento convierten en mar hirviente, sin agua que humedezca mis labios heridos, partidos por sequedad, lacerados con espinos… Y necesito de agua como bendición para vivir, mis sentidos pierdo en cada paso por subsistir, es la fiebre candente, que entre el sol y la tierra, funde por calor, el acero de mi alma guerrera.


INCONGRUENCIAS

Aturdida, incapaz de pronunciar palabra, con el pensamiento detenido en un círculo constante. ¿Qué pienso? No lo sé, estoy anclada en una angustia, sin salida. Tengo miedo, no puedo expresar lo que anhelo. Sola estoy, triste, pesimista, sin coordinar lo que deseo. Pero luego recapacito, hay una luz radiante, cristalina, que me inunda el espíritu hasta las entrañas.


Tengo esperanza, tengo fe.


ADORMECIDA

Larissa caminaba descalza por la desierta playa de arenas blanquecinas miraba el infinito y sus grandes ojos negros llenos de lluvia y angustia solo veían la tristeza del ocaso y el vaivén del oleaje, sintiendo aquellos granos pequeñísimos penetrando sus pies mojados que le producían una sensación indescriptible entre desasosiego y paz. No pensaba, solo sentía la brisa hiriéndole la cara y el olor penetrante a mar llenando sus pulmones. Recostó su cansado y aletargado cuerpo


sobre una roca inmensa, mientras el sol era apenas ya un pequeĂąo semicĂ­rculo ardiente perdido en el horizonte.


EL AVE

Ave, que dejó de respirar en su mano que le alimentó día tras día luego de que el perro le partiera el cuello. Ave, que un día reza y el otro se espanta dando el último suspiro de eternidad sobre la calidez de las tantas huellas. Ave, de plumaje gris, que cambió camelias por una cárcel tibia de cartón mojado se ha quedado ahora con las alas tiesas.


ACORRALADA

En la soledad de mi aposento, los pensamientos se apoderan de mí desgarrándome el alma. Me atacan con saña, con furia desmedida sin darme tiempo a nada A algunos los conozco, a otros no, pero todos quieren destrozarme con sus garras de tiempos ancestrales. Quiero escaparme por la ruta luminosa que me llevará de retorno a mi plenitud. Por fin se ha manifestado lo que siempre he anhelado.


EL CUMPLE DE DELIA ROSA

De mirada inquisitiva y de porte señorial tiene mi madre querida su puesto en un pedestal. De su lejano terruño conserva intacto el recuerdo de su memoria ancestral, de su infancia, sus hermanos, de su entorno singular. Comprensiva y generosa de una altivez sin igual tiene unida a su familia con su ejemplo espiritual. Eres grande madre amada hoy aún cumples tu misión de vernos a todos felices con tu magna bendición.



RELATOS


MIRADAS

Recuerdo cuando te vi por primera vez, inclinado, leyendo un libro y mirando sin ver. En ese momento quise acercarme, sentarme a tu lado, sentir tus manos, saber lo que sentía el libro a saber que era tuyo. Cerré los ojos y me imaginé sentándome en tus piernas, como si fuese una amazona y comerte a besos, decirte al oído que leyesen en mí, en mi piel, en mis muslos y en mis pechos. Que yo sería tu libro, un libro de arena, un libro en el que podría encontrar el sentido de la vida, un libro en el que los placeres se escribirían con letras góticas. Me miraste y los dos supimos que nuestros cuerpos necesitaban hablarse, que nuestras pieles pugnaban por romper aquel muro de silencio. Te besé como si nadie te hubiese besado, lentamente, recreándome en cada pliegue de tu lengua. Cuando me separé de tus labios te tendí la mano y sin decirnos nada me seguiste como a tu guía. Yo sabía qué necesitábamos, yo sabía dónde se encontraba el secreto. Entremos en el hotel. El olor viejo y usado era insoportable, un vistazo rápido a la cama y los pensamientos comentaron a volar: "Cuántos cuerpos habrían retozado entre aquellas sábanas demostrando que el amor es algo tan efímero como una respiración, cuántos cuerpos habrían gritado pidiendo más en aquella cama gastada por el tiempo y el uso". Lo miré y sin decirle nada, porque el silencio sería nuestro lenguaje, lo atraje hacia mí. Me puse de rodillas y le bajé la cremallera del pantalón, le aparté el calzoncillo y atrapé con voracidad de una panta carnívora su sexo adormecido. Me lo llevé a la boca y empecé a succionarlo. El glande empezó a crecer en mi boca y mientas lo recorría con mi lengua, mis dedos juguetones, fueron buscando mi monte de Venus, y sin resistencia, se adentraron dentro; como espeleólogos sedientos de descubrir nuevas grutas, grutas prohibidas y exóticas. A la tercera sacudida, mi boca se llenó de él; me cogió por la cabeza y empezó a moverme, él deseaba dirigir aquel concierto de dos. Su batuta dura y palpitante entraba y salía de mi boca como lo hubiese hecho un arco con un violín. No sé cuánto podría aguantar, deseaba su incienso en mi boca, quería que me llenase con su esencia, bebérmelo hasta la última gota. Y una vez saciada la sed inicial, volver a atraparlo con mis labios, lamerlo con mi lengua para que volviese a su estado natural, duro, poderoso. Necesitaba que me llenase de él, de su carne caliente y dura. Así que arremetí con más fuerza, sus gemidos de placer se confundían con mis pensamientos, con mis deseos, quería tragarme toda su esencia, quería bebérmelo por completo y no cejaría hasta conseguirlo. Tres sacudidas más y la explosión me inundó la boca haciéndome sentir mujer otra vez. Seguí recorriendo su enorme glande con la punta de la lengua. Una vez que ya estaba preparado para otro asalto, lo cogí y lo tumbé en la cama. Abrí las piernas y me senté sobre él, introduciéndolo lentamente; quería saborear aquella estaca. Una vez que la


tuve toda dentro empecé a moverme lentamente, sabía que eso le volvería loco como así fue. Nuestros gemidos empezaron a unirse y a juguetear por toda la habitación. Quería seguir encima, controlar yo la situación, pero él, con un movimiento enérgico me tumbó en la cama y me penetró sin miramiento, sentía como su glande se abría hasta lo más profundo de mi ser y cómo el placer se iba acumulando dentro de mí hasta que un alarido animal me indicó que se había corrido dentro de mí. Se levantó de la cama, me besó las nalgas y se fue como habíamos llegado: en silencio. Nunca sabría su nombre, ni siquiera el timbre de voz, pero en mi mente su voz sonaba como la de la sabana, como el rugido de un león. En mi mente aquel encuentro quedaría grabada para siempre.


EL PRIMER ENCUENTRO

-¡Hola!... respondí sin saber muy bien qué decir. Me sentía un poco nerviosa al tenerlo en frente, con esa actitud al caminar era una persona fuerte y decidida, con esa mirada penetrante podría conquistar a quien sea, ese café intenso de sus hermosos ojos brillaban aún más con la luz y con esos labios carnosos esbozando siempre una dulce sonrisa con la que me había perdido. Lo abracé tuve que estirarme un poco para alcanzar su cuello, lo bese con esa intensidad que guardaba tanto tiempo en mi pecho. -Te quiero, te he extrañado tanto -le susurre al oído-. ¡Te amo!..., ahora si te lo puedo decir… ¡Te amo con toda mi alma! Me sentí desfallecer cuando pronunció aquellas palabras que para mis oídos eran como escuchar campanadas celestiales. Me miré las manos, temblaban, pero no por miedo. Había esperado tanto tiempo que aquellas palabras fueran pronunciadas como un secreto nuestro, que brotaran de sus labios como los diamantes que son arrancados de la tierra, y con ese fulgor me hizo estremecer de dicha. Podía sentir su respiración y su palpitar sobre mí. Lo sentía nervioso, así que lo abracé como un niño cuando no desea dejar su juguete favorito, porque tiene que ir al colegio. Me miró directamente a los ojos, pero no pude mantenerle la mirada, me ponía nerviosa. En sus ojos veía una mezcla de deseo, de amor, de… no sé. Su mano me acaricio el rostro y entrecerré los ojos para sentir mejor su caricia, me agradaba sentirme acariciada por esa mano tan cálida, tan dulce, tan varonil. -Tienes lindas mejillas, siempre te lo dije y te lo vuelvo a recordar… La chica más linda del local, soy el hombre más afortunado por tenerte –me dijo mirándome como si yo fuese la única mujer del mundo en ese instante. No pude evitar sonrojarme al par de sus palabras con esa voz tan melosa, sólo lo abracé y le di un beso con pundonor, para que supiese que era mío, mi hombre. Fue un beso largo, suave, delicado, había extrañado tanto esos labios que me aferre a ellos y el mundo desapareció bajo mis pies. En mi mente sólo había una idea: hazme tuya...



PINTANDO EL SUICIDIO

Yo, el Dalí de los nuevos tiempos saco el pincel del estómago por unas líneas furtivas del día que tendida en la cama durmió mientras con trazos verde y tierra pintaba los párpados de Gala. Difuminando el alma de los dos entre matices oscuros y tenues delicados y violentos, surcos, luego de que ella terminara de escribir la carta de despedida. Sus ojos se cerraron con esa expresión triste y expansiva, delicada, lluviosa sólo quería estar sola, cuatro paredes y la compañía de la inspiración eterna. A la derecha y la izquierda, y la gata echada a sus pies, rendida, arañando, arañando las sábanas en oscuro vaivén, y yo, un Dalí en éxtasis, pintando así como si su muerte verdaderamente vívida se escapara sobre la cama y la almohada. Respirar lento y pausado, cansado y tan drogado como los vientos marinos, ella en su máximo esplendor, y yo, ay de mi en ese momento! la mente blanca, tan blanca como los copos de nieve que había pintado alguna vez sobre las rosas. Gala, no existía otro humano simple sobre la faz de la tierra que entendiera y desgarrara tu dolor de esta manera absoluta, visible, alguien tocó la puerta, pero me eché sobre ti desesperado tratando de respirar tu último latido y todo aquello fue tan real que la misma fantasía nos pudo superar. Faltaba la estocada final pintura carmesí en los labios, brillante, ardiente, como grito de guerra, cada fibra del pincel los tocaba con la delicadeza de mis dedos y la violencia de mi muñeca, sobrevino el final con un beso y tu lengua

despertó entrando en mi boca, como una comunión para iniciar el nuevo baile.


LA CAÍDA

Esa tarde tumbábamos los cuadros de las paredes, desarmamos la cama previamente, sacamos todas nuestras pertenencias a la sala, debíamos irnos de nuestro refugio (la casa, el castillo). Gala corrió desde la cocina, y yo iba atrás, la atrapé, la cargué, la sostuve tan fuerte... me resbalé, terminé con las rodillas en el piso, pero no la dejé caer, su cabeza quedó cercana al filo de la pared de la entrada del pasillo. Cumplí con mi promesa de tener unos brazos fuertes sostenerla, terminar mirándola a los ojos. Gala tenía alas, volaba conmigo, era mi fortaleza, Gala nunca debió irse, Gala nunca debió vestirse tanto de azul. No debió callar para ir gritando ahora en las puertas del infierno en que creyó, ni debería estar saltando de estrella en estrella buscando a Venus, yo, el Dalí, el azabache no debería tener ahora la vista nublada. Y su tatuaje inmortalizado en una pared que hoy no puedo ver, se quedó en mi, daría lo que fuera por irme contigo... me dejaste perdido, vuelto una cabra, buscando por los rincones lo que jamás, jamás, volveré a tener de ti.


LA PLAZA

Aquel anciano, que visitaba religiosamente todas las tardes la plaza del pueblo al cual había llegado hacía muchos años, se sentía desconsolado y triste. Llegó un mes de mayo cuando la primavera estaba en su apogeo, los campos reverdecidos con una variedad increíble de flores. Fue para la época de la Guerra Civil cuando el país estaba convulsionado y el caos reinaba por todas partes. La tropa donde servía como soldado lo dejo malherido, con un golpe en la cabeza, a las puertas de aquel mísero dispensario que ni medico tenia y era atendido por una enfermera, solicita y amable, que a duras penas le prestó los primeros auxilios con lo poco que tenían, ya que desde el comienzo de la guerra no recibían ayuda gubernamental. Aquel pueblo perdido en el mapa, inexistente para las autoridades se llamaba Pozo Viejo y el anciano que para ese tiempo tendría unos veinticinco años se llamaba Anselmo Peralta. Se había alistado en el ejército pocos días antes que comenzara la guerra, llevado más por el afán de aventuras, de salir de aquella cotidianidad aburrida y asfixiante, que por patriotismo. Nunca pensó que serían tan terribles los momentos que pasaría en el frente de batalla. Hambre, frío, desprecios de sus superiores. En las noches heladas a campo abierto sin poder dormir y con poco abrigo pensaba- ¡Dios mío que absurda y terrible es la guerra, cuanto odio entre hermanos!La tristeza de Anselmo se reflejaba en su modo de caminar. De erguido como siempre lo hacía, se había tornado cabizbajo y encorvado. Tenía varios días que no visitaba “su plaza” como él se refería a ese lugar de esparcimiento y descanso al que acudía diariamente a las cuatro en punto de la tarde. No era que estuviese enfermo, y como el mismo decía “cualquier joven de quince años envidiaría su salud”. La causa de su ausencia era otra, muy justificada por cierto, ya que su compañera de siempre, la frágil y dulce Agripina había fallecido. Murió por causa de una caída - fractura de fémur- dijo el médico que la atendió, dolencia de la cual nunca se recupero y la tenía inválida desde meses atrás. Todo sucedió cuando limpiando un viejo armario perdió el equilibrio y cayó. Fueron seis largos meses de convalecencia durante los cuales Anselmo demostró todo el amor y generosidad que puede tener un ser humano hacia la persona que compartió su vida durante tantos años. Se conocieron desde el primer día que llego al pueblo. Era la enfermera que le vendó las heridas y lo trato con tanto cariño como nadie lo había hecho hasta entonces. Fue amor o atracción a primera vista. Se casaron al mes. A él nadie lo esperaba en la capital. Nunca conoció a sus padres y por caridad fue criado en el orfanato de San Jerónimo. Vivía en una pensión y su trabajo como encargado de una sastrería de prestigio lo aburría enormemente. Ella vivía con su único hermano, mayor que ella en una pequeña granja, donde cultivaban hortalizas, crisantemos y violetas con las cuales adornaba el altar de la Virgen de la pequeña iglesia.


Los primeros años de su vida de casados fueron de una magia y compenetración total. Él era alegre y dicharachero, ella en cambio muy ordenada y meticulosa. Al principio vivieron con su hermano, pero los problemas nunca faltan. La granja era muy pequeña para albergar a tantas personas. Anselmo cuando finalizo la guerra viajó con su esposa a la capital y con lo poco que le pagaron por la liquidación de su trabajo regresaron al pueblo para establecerse allí. Alquilaron una pequeña casita cercana a la plaza, donde él con mucho esfuerzo comenzó a trabajar el arte de la sastrería el cual conocía muy bien. Agripina se convirtió en su inseparable compañera, apoyándolo en todos los proyectos, que ella llamaba “locuras de su marido”. Era su mano derecha y él todo se lo consultaba. Al cabo de un año la sastrería creció tanto que hubo de emplear dos cortadoras y dos modistas. Compraron la pequeña casa la cual fue remodelada totalmente en una hermosa casona de estilo barroco. Y en el solar grande que tenia al lado fue construida la sastrería El Traje Perfecto, cuya fama rebaso los límites del poblado extendiéndose a los pueblos vecinos cuyos habitantes siempre salían satisfechos por la calidad de los trajes y el buen trato de los dueños. Cuando ocurrió la desgracia como Anselmo llamo a la caída de su esposa se levantaba muy temprano al despuntar el alba para preparar el café y pan tostado a la enferma. Jamás pronuncio una queja y siempre se mostraba animoso delante de su esposa haciendo hasta lo imposible por hacerla feliz, y ella al verlo alegre se sentía tranquila y regocijada de tener a alguien que la amara tanto. Algunas veces hasta le contaba un chiste o una historia con tal de verla sonreír. Fue para esa época que Anselmo decidió vender la sastrería. Primero se la dio en consignación a un primo del turco Kaled, el dueño de la fonda, que se enamora de ella al verla tan prospera. Después se la vendió para dedicarse por completo a Agripina a quien no le dijo nada. Cuando ella se entero lloró desconsoladamente, pero no comento nada para no herir más los sentimientos de Anselmo, pero a partir de ese día algo se rompió en su corazón. La vida les cambio por completo. Ahora por las tardes, después del almuerzo, Anselmo ayudaba a una sobrina de su esposa que la atendía durante el día. Luego hacia una corta siesta hasta las tres y media cuando salía a caminar y se dirigía a la plaza del pueblo llegando un poco antes de las cuatro, ya que el trayecto no era largo y el trataba de caminar despacio para disfrutar del paseo. Permanecía allí hasta las siete de la noche. Eran tras horas de esparcimiento, recreación, diversión y meditación disfrutando a plenitud cada instante de las cosas sencillas que la vida le brindaba. Se extasiaba contemplando los árboles frondosos, las flores, el trinar de los pájaros, el corretear de los niños. Escuchaba con verdadero deleite el repique de las campanas de la iglesia cercana llamando a misa, el paso de la señora italiana, esposa del dueño de la panadería, que lo saludaba y siempre le preguntaba con su español mal pronunciado por la salud de su esposa. La pareja de novios que se citaban todos los jueves a las cinco en punto. Cuando Anselmo estaba en la plaza se olvidaba de todos sus problemas. Algo irreal se apoderaba de su alma, haciéndole sentir una paz y felicidad interior perfecta. Si de él dependiera se quedaría más tiempo allí. No cambiaba esos momentos por nada en el


mundo. La salida de las personas de la iglesia, la señora italiana cuando regresaba a su casa le indicaba que era hora de regresar al hogar ya que su sobrina solo esperaba su llegada para marcharse. La cena siempre estaba servida y Agripina lo esperaba en la mesa para cenar juntos, con su mantel de lino blanco inmaculado y el servicio de porcelana china, regalo de su boda. Después llevaba a su esposa al dormitorio, rezaban juntos un rosario para luego darse a la tarea de cerrar puertas y ventanas de la amplia y señorial casona donde vivían. No habían tenido hijos. Quizás fue la falta de ellos lo que propicio que la pareja se compenetrara más con amor y dedicación del uno hacia el otro. Después de los funerales, al volver a la amplia casona, por primera vez en muchos años, Anselmo se sintió verdaderamente solo. Guadalupe, que así se llamaba la sobrina, no lo acompañaría más, ya no había nadie a quien cuidar. Solitario y triste, sintió unas ganas inmensas de llorar, ya que delante de amigos y conocidos demostró un comportamiento digno de un rey. Se mantuvo firme y erguido, con la cabeza en alto al recibir las condolencias. Ese día no cenó y se fue al dormitorio más temprano que nunca. En los nueve días siguientes a la muerte de Agripina, por las tardes en vez de ir a la plaza iba al cementerio. Le llevaba crisantemos y violetas, sus flores preferidas las cuales buscaba en la granja de su cuñado. Al regresar a su casa ya lo esperaban amigos y vecinos para rezar el novenario. Al decimo día después de los funerales cuando preparaba la cena, en la amplia cocina de la vieja casona, se acordó que hacía tiempo no visitaba la plaza. Se sintió más animado y tranquilo. ¡La plaza! Que gratos recuerdos venían a su memoria. Y se prometió a si mismo que iría al siguiente día. Iría incluso en las mañanas y en las tardes. No tendría que almorzar en la casa. Visitaría la fonda de su viejo amigo Eleuterio. Estaría todo el día fuera de la casa, ya que esta cada vez se le tornaba más triste y sombría. Regresaría tarde por la noche solo a dormir. A la mañana siguiente se levanto más temprano que de costumbre. Preparó café y lo bebió con verdadera delicia. Siempre disfruto mucho del café. Recordó con ternura cuando Agripina le decía que no lo tomara de noche ya que le producía insomnio. Llegó a la plaza cuando todavía era muy temprano. Compró el periódico en el quiosco de la esquina. Se sentía libre, casi feliz. Pasó todo el día caminando, saludando y conversando con las personas que conseguía en su trayecto. Almorzó en la fonda de su amigo como había pensado. La comida le pareció verdaderamente deliciosa. Filete de mero al ajillo con papas al vapor. Se quedo por un rato allí conversando y sorbiendo un sabroso café, que siempre era cortesía de Eleuterio. Al rato al volver a la plaza la encontró mucho mas radiante que en la mañana. El sol de abril brillaba en el firmamento y una brisa suave y fresca le acaricio el rostro. Como siempre se sentó en una banca, entorno los ojos y se dispuso a dormir un rato. Se sentía maravillosamente bien. Entre el sueño y la vigilia vio a Agripina. Estaba hermosa y jovial como cuando se conocieron aquel día lejano en el dispensario del pueblo. Ella la hablaba, veía el movimiento de sus labios pero no la escuchaba. Observo a algunos niños jugando cerca, oía sus voces. Sonaron las campanas de la iglesia llamando a misa. A las siete en punto de la noche los niños que jugaban llamaron al vigilante de la plaza para


decirle que un seĂąor tenĂ­a mucho rato dormido en una banca.


SIETE PIELES

Sucede que es este mi número predilecto desde que los montes eran campos y desde que tenía un cuerpo propio, si, alguna vez lo tuve y esta es una historia muy larga que por más que quiera resumir es caro el intento. De, ¿por qué está triste el viejo? en la primera piel le nacieron gusanos, comenzaron siendo pequeñas larvas y no tenían aspecto asqueroso hasta que fueron creciendo y se hicieron verdes, verdes como un vestido pegado, verdes como los ojos de las algas, llegó el momento de arrancarla con pinzas porque sólo quedaban pequeños trozos de cuero forrando carnosos músculos rojos. En la segunda piel se incrustaron ciertas semillas, de forma alargada y puntas redondas y no molestaban, parecían un lindo adorno hasta que fueron germinando y se hicieron enredaderas con espinas filosas, largas y filosas, hacían nudos más fuertes a medida que crecían llegó el momento de arrancarla con tenazas porque sólo quedaba una delgada concha dura forrando carnosos músculos, un poco rojos. Y nació la tercera piel, con unas extrañas raíces, eran suaves, se separaban en horquetas tenían un color brillante y fuerte hasta que comenzaron a ser marrones, pesadas, carrasposas, muy pesadas llegó el momento de arrancarla con hachas así que quedó gruesa con raíces incrustadas forrando carnosos músculos, rosados. En la cuarta piel, habiendo sido arada con pinzas, con tenazas y con hachas estuvo lista, entonces comenzó a crecer una especie extraña de flores, de muchos colores, carmesí, violeta, con aromas exquisitos, texturas aterciopeladas, hasta que tropezaron con las raíces dejaron de crecer, y se secaron llegó el momento de quitarlas con fuego que rojo, ardía, así que quedó ahora también quemada forrando músculos menos rosados. Se formó la quinta piel ahora marcada, escamosa, tan húmeda, que producía lluvia era tan placentera, refrescaba, olía a descanso, hasta que comenzó a inundarse el cuerpo y hubo que ponerla a secar al sol, tanto se secó que se volvió una corteza que se fue cayendo a pedazos quitando la protección a los músculos blanquecinos. En la sexta, ya no nacía nada más sino un hedor insoportable tenía color de muerte, hastío del tiempo, no había nada que forrara ya los huesos, hasta que llegó el momento de quedar sin cuerpo. La séptima... ésta que aún no termina de escribirse.


EL FRÍO DE LA FE (FRAGMENTO)

El deseo de salvarnos de una muerte indigna es todo lo que he logrado abrazar de la tierra, la conspiración de los enfermos crónicos esperando la savia del animal descompuesto sobre el altar. Recibimos el cariño y la desesperación de los maestros, intocables hijos agónicos. Sus garras originan el resplandor reverberando miradas impenetrable de traiciones y revoluciones negadas en los muros del histerismo seglar, en nuestras sienes cautivas en el pudor y la resignación de la rabiosa voz de la fe. Habremos de cargar su carne entre los dientes hasta el charco de barro que lleva el olor indescriptible de la sangre. El poder del canto de los honestos redime el frío cruel de las iglesias, son unos ojos muy brillantes los que claman y la presencia espectral entre la humedad de los cuerpos derrotados sólo puede indicar la memoria de la venganza. En la fuerza de los pechos sepultados bajo el dolor del bien yace la razón de las armas de los pobres, oraba el cuerpo del escrito que hoy arde bajo decenas de manos desconocidas. El misterio del alimento de las ratas se pronuncia en las cruces del trabajo diario. Escuchamos venir al mar mercante pero nunca sabremos quién es el último comprador, aquel que escupirá sobre las rocas que costaron el peso de la carne del corazón animal. El representante de todos los vicios. Piensa, medita a la Bestia es el mismo peso que percibes en los túneles del hogar que construiste. Hay un adentro desde que despertaste frente a su presencia indiferente y amenazante. Él conocía la escritura la ficción de los suelos rasos donde la trascendencia de la singularidad es humillada hasta el éxtasis. Nosotros sólo seguimos la destrucción de su abominable espalda, eufóricos, sin asimilar los símbolos de los sacrificios, celebrándolos… Piensa, medita a la Bestia, vuelve al pueblo con las manchas imperdonables de quien tomó la decisión que lo separa del amor para observar su milenaria consunción, pero sobre todo, vuelve impregnado de aquella humedad que invoca a las personas a reunirse en sus pequeños círculos dorados: Tiempo y alimento, comprende la distancia entre las ruinas y resuelve a la Bestia. Por qué no debería matarte, por qué no puedo vengarlos con el golpe de la naturaleza ¿para no temer al total silencio en la traición del origen? La justicia humana, la justicia divina pertenecen al mismo reino de colmillos ardientes: en mis sueños salvajes con la libertad somos un sólo monstruo cuyos signos encandilan a los recién nacidos. La raza


perfecta ávida de la raza perfecta. Esta tarde te veías confundida y soñolienta, habías esperado la noche de mi suicidio, el reencuentro con nuestras voces aguardentosas en el trono de la fragilidad creando especies, libres espectros. Mira lo que he hecho por ti, dijiste desechando la única joya que siempre has traído, -la herencia de los ideólogos de la guerra- y dejándola caer al piso. Cuando sienta la tranquilidad del pueblo, y quiera cantar, el miedo te obligará a escucharme. Agaché la cabeza entre el vigor de tus dedos esperando ser arrebatado por alguna de las sombras en las marcas humanas de los intentos de escape. Debe existir la inteligencia de una ciudad bosquejada para poder apropiar los callejones donde se engrana la metálica apariencia del imperio. Debiera ser ésta la última vez que te convenzo con la exasperación de las palabras que llevan a dos personas a buscar sus rostros. En la aflicción de la libertad y la nostalgia del sexo en la calle, en la representación del inmolado ante el victimario desaparecerán las legendarias crónicas de los inocentes. He dañado tu vientre. Diez años atrás cuando todo lo que tenías eran tus esculturas apiladas en una bodega demostrándote el arte contenido en los animales cansados, cuando mis pensamientos debían servir al principio que se esconde detrás de los objetos, a los objetos de la memoria que tienen su propio olor. Diez años atrás, cuando me hablabas de tu padre desaparecido, exiliado por su afecto por el trabajo con la madera y por los espíritus que descansan en los puños heridos que persiguen las vetas. Cuando te hablaba mi padre, el castigo de la vergüenza bastarda, la angustia de lo divino, la caída de los elementos, ese hombre sonriente, grave y sarcástico, músico frustrado, jugador reprimido que preparó su juventud levantando durmientes de las estaciones de ferrocarriles; en ese entonceste hubiera encontrado en mis vicios, en el exilio de la infancia de la lírica cegadora de los barrios hablando sedienta de los alaridos que escuchaste durante años a los que nadie quiso acudir. Sigo protegiendo la tierra que fue negada por el miedo a las represalias, las ideologías descartadas por el ansia de descubrir el nombre de la bestia. Los crucificados pronto nos dejarán sus semblantes desdentados esperando como luces en los palomares, el aviso de los perros descontrolados en la entrada de los templos declamando sed y hambre sin aceptar la gracia ni el perdón. Deja que haga esa oración en donde nadie sobrevive la belleza del final. No sé si somos el alimento posible o el susurro de la tiranía; desaparecemos noche a noche en la narrativa de nuestro siglo. Veo las fieras atacar lo invisible para luego agachar la cabeza y volver a sus rincones impacientes por dar nombres y bailes nocturnos al deseo: hay algo que envejeció en tu sonrisa que delata la edad de tu ira y los rasgos agazapados de tu ciudadanía en donde se


refleja la disputa de la sangre nueva entre el deber y la venganza. Siente mis brazos entre los cadáveres, la ceniza en el borde del abismo evocando los bosquejos del sufrimiento de la ascendencia, los aullidos de las cuencas subterráneas grabando el testimonio consumado en los portales alzados desde el barro. Recuerda que soy un hombre enfermo con los días contados, estaré destruido en algún lugar del océano donde mi rostro ya no tenga valor. Continuarás buscando tus raíces en la incierta mordacidad de la lucidez de la paz: He construido mi propia miseria para conceder el crimen a la historia en un arrebato cualquiera, entiendo de la desolación en las expresiones de los rapaces desvestidos que desde los pórticos de los terrenos abandonados en sus ojos enrojecidos y dilatadoscobran la claridad de los dioses cotidianos bajo una frazada infestada y gélida después del nocivo misticismo que la necesidad concibe por unos momentos de cariño. No puedo dejar de escuchar los lamentos de los fieles cuando encuentran los milagros en el castigo de las figuras envueltas en llamas; la lealtad entre los esclavos;recuerda el amarillo de la piel, la serenidad después de que las heridas paraban de sangrar... La solidez natural de la carne de las manos será para los que cumplen el deber de enterrar con su propia fuerza a un amigo que fue su padre, el perdón y la rebelión ante los secretos que forjaron la forma de caminar, la sonrisa de quienes te pueden traicionar y robar la vida el agua argéntea del iris dañado, de la ternura y de la piedad; honra a tu madre, la fatiga de recordar tu nombre hasta la adultez de los cuervos que desprenden la carne de tu espalda. El sudor bendijo las frentes de los refugiados entre el sonido grave del viento en las plantas, el fuego levantado por las crías respirando la humedad encarnizada en las llagas de los compañeros entumecidos en el veneno de las polvaredas. La esencia cálida del carbón en el viento tocó la frente del condenado antes del sonido de los disparos rasgando la madera pálida donde el retrato del dictadoralecciona a las generaciones venideras a mantener un férreo silencio frente a la violación del prójimo para ser dignos del llanto de los camposantos. La sangre llenó la visión de la luz bajo cada roca, las alas imaginarias de los terrenos devastados, el ruedo del alma de las máquinas impregnadas con el olor de los alimentos descompuestos que las criaturas perseguidoras del sol de la frontera cargan en sus consciencias. La aurora del humo se inflama y los que han sobrevivido observan sus cicatrices como a imperios malditos que no desaparecerán; la memoria es la mayor de las bestias.


El río y la enfermedad de mis venas ofrezco para ser la rememoración de la desgracia descubierta del padre de los ilegítimos y sabios hijos de las banderas negras,confiarte la historia de los sitios en los que pernocta el transeúnte rebelado en el compromiso con la furia destruyendo las imágenes de su pasado en cada delirio llorado, el mundo de recuerdos reflejados por la pérdida de sangre para entregar la descendencia del enigma de la voluntad propia, los mitos que los guardianes de los límites enfrentan en los orígenes de sus causas cuando empuñan sus armas. El viaje al destierro significa resistirse a negar los hechos que las apariciones del camino relatan, vuelvo a comprender en la mutilación ritual del ciclo del renacimientosus ingenuas y verdaderas revelaciones cada vez que elijo responder a las advertencias declamadas a través de los creyentes de los reinos invisibles para adentrarme en la inocencia y la violencia de la tierra a la que llegaron los conquistadores perdidos en la niebla de las trazas de sus manos destruyendo todo el nuevo mundo que abrían a su paso, violando a las mujeres malheridas intentando encontrar en los dibujos de sus ropas ultrajadas sus corazones cruzados por las mismas armas construidas para proteger la dignidad de la fragilidad terrenal de la memoria perpetua de las guerrillas bajo las tormentas...


ETERNAMENTE

El hombre con una voz extremadamente varonil la dijo a través del teléfono “Te querré eternamente” y una extraña sensación le entró por todo el cuerpo. “Te querré eternamente”. Sonaba tan bonito… tan inusual… tan sensual… rozando lo sexual… Sintió una excitación haciendo carreras pantis arriba, pantis abajo. Lo escribió por todas partes… con fecha incluida…. en lo eterno y empezó aquella cosa en el estómago a hacerle la puñeta. Te querré eternamente… pensó a las seis de la mañana y a las doce, tenía empacho de querer. Imaginó una semana eterna y el estómago echo en falta el Omeoprazol. “Esto del querer”, se dijo, “resulta un poco pesado”. Era cierto que el galán tan sólo se la había declarado por teléfono y ella no respondido nada. No le conocía y por tanto, se abstuvo de contestar ni una sola palabra. Colgó sin decir palabra, pero aquello de “eternamente” empezó a parecerle un abuso. Sin saber por qué, estaba segura de que él, volvería a llamarla. Se sentó al lado del teléfono a esperar. “Eternamente”, se dijo entre dientes, ¿pero que se habrá creído? Con lo aburrido que es estar con alguien una tarde, imagínate lo que será eso de eternamente. No llamó. Esperó inútilmente. El sábado adelantó sus compras con la esperanza de no dejar de estar cuando él la llamase. Tampoco llamó. Y aquella eternidad tan efímera se le empezó a atragantar y el estómago siguió pidiendo Omeoprazol y esta vez no por exceso, antes al contrario, fruto de la rabia y la dejadez de su frívolo amor, cuya eternidad fue tan pasajera. El lunes a mediodía, el teléfono brincó y el sonido estridente retumbó en toda la casa. Ya está ahí ahora me va a oír…Y le oyó… Te querré eternamente… la colonia que no la abandonará nunca, se pondrá a la venta en todas las perfumerías mañana a las doce en punto. Miró el teléfono con rabia y de un tirón rompió el cable. Condeno la línea a estar muda… algo así como “eternamente”.


PENSADOR DE GUEVONADAS

Pensador de guevonadas, dime tú ahora si es que no piensas en que cama vas a despertar los días del futuro, si fatuo andas nadando entre las sales de la vida, incluyéndote en la lista de los inicuos que no despiertan todas las noches en la misma cama y con desayunos diferentes, porque se le ha dado la racha de la muerte por herencia y ha llegado incluso a parecerle bella, date la vuelta y ve por cual esquina ves alguna que no tenga un número marcado, nadador de las dos mentes que se escurren por los huecos de las faldas que han dejado los caminos en las largas caminatas, pregúntate además cual ha sido el labius rictus que por alguna mamada no ha dejado unas monedas en los bares de los ciegos, simples, son tan simples, tienen los pechos llenos de silicona y la boca atragantada de humo, con gargantas profundas que pueden joderte la más altiva de tus virilidades, pero te dejan sin nada, y no hablo de las putas, sino de ese que eres por dentro, que se sirve primero el trago y después destapa la botella, que por pendejo se le ha dado por dar explicaciones que nadie entiende, pues de nadie te has llenado las entrañas que terminaste vomitando en los silencios del desierto. El amante eterno, el bohemio y desquiciado, que a suelo preciso y a paso en tambaleo has tocado las mejores notas que las musas te hayan dado, aunque a tu parecer sea una hartada de porquerías, donde cabrón te has llamado y te has dado el honor desde fuera de tu casa, porque aquí dentro es donde se encuentra la candela y se achican los ojos por culpa de los químicos desprendidos del carbón. Has asentido y has negado, proponiéndoles a los tiradores una bala, la certera, la precisa, esa que se llama palabra, y te llaman el profundo, y resulta que no lo eres, sino eso que dije al principio, un libre pensador de guevonadas preso de sus propias líneas. Ya a esta línea voy bien aburrido, poco saciado porque no dices nada, porque dice más un coño que acaba de estar abierto por curiosidad, por medir el tamaño de lo inmediato, por conforme, y resulta que le ha salido dientes, y luego de tragar mastica, hace trizas la posesión más divina que hayas podido tener y no tienes. Y te preguntas además qué o quién eres, consiguiendo siempre la misma conclusión, payaso, que de tanto andar a dobles la voz te cambia sin darte cuenta, que te da igual usar corbatas que nada, que te has puesto tantos nombres y terminaste quedándote con el que te han bautizado única y exclusivamente porque en la transfiguración conociste la libertad que te dar ser un viejo pendejo, deshonesto con el viento que respiras porque no estás feliz, eres el sin sexo, que anda por allí descubriendo los horizontes que dejan los carmines y las rosas al paso de una muralla en la que la orilla está custodiada por picos rotos de botella. Ya me enferma tanta paja hablada, no me divierte como tus noches de sexo oral escrito, descrito, jactancioso, delicioso… y si te dejo hablar aquí vienes de nuevo, te vuelves un


tormento, ¿sabías qué es mejor cuando te callas? He entrado en ti a escudriñar tus mejores posiciones, a ver qué es eso tan bueno que dices a las doncellas, tienes un cuerpo pequeño, fuerte, pero con cara de mujer, aún así no ha habido límite que te detenga, donde pones las manos tiembla la tierra, tienes ese cierto don maldito de hipnotizar, poseer y matar, pero andas por allí aconsejando suicidas, cayéndole a embustes, diciéndoles que mañana les espera la primavera llena de flores y que todo se olvida, tú que sufres los embates de tu propia memoria y te has convertido en la melancolía andante, que a pie de guerra no le importa lo que cae o cuánto pesa, tú que deberías amarrarte con una piedra y lanzarte al océano, no te calles, que aunque aburrido me tienes estás gritando verdades, las estás soltando al viento, hace mucho tiempo no te veía hablar así, sino más bien distraído con las historias de princesas y villanas, sin apaciguar la manera distraída de mirar fuera como si el universo permanente que llevas dentro no fuese suficiente. Atrinchérate, que de alguna cosa te sirve ser ese que te has puesto por cabrón, haces que las monjitas se tapen los oídos pero se quiten la ropa al mismo tiempo, que tomen con las manos un rosario mientras mueven la cintura al vaivén de tu lengua, profanador, perro, que ni el corazón de tu madre has dejado de servirte como banquete sobre las piedras, tú, que tienes un cuerpo y otra vida que con obras humanas te contemplas, te cubres, te dignificas, pregúntate que sería de ti sin este cerebro que alberga esas dos mentes sin hacer que se tropiece una con la otra, y cuando chocan se vuelven magistrales, pero hacen tan torpe tu hablar y tu andar. El que nunca llora, no seas idiota, claro qué lloras, yo te he visto tantas veces atestado detrás de la silla en el rincón a nivel del piso disque contando cucarachas, después vienes, te levantas campante y te vas a rescatar si es que se puede, lo rescatable del mundo, motivado por la causante de la fila de tumbas que te preceden y te acompañan, te pones a pensar por que pasan todos y tú te quedas, aún cuando has estado al filo tantas veces, unos dicen que es por alguna misión angelical, yo digo que es por purgar tus penas, las veces que reniegas, todo lo que tienes guardado en el espacio vacío de tu sombrero. A ver si eres tan machito como dices y explicas porque es que has llegado a este nivel de mentadas, será que como te dije al principio lo que te importa al final es el resultado, y en que cama pasarás el final de tus días, con qué mujer, si se cansan de esta forma dual que tienes de ver las cosas, de esta forma tan particular de meterte en las entrañas de las causas, de la taciturnidad de tus ojos, de la dureza de tus preceptos, del exceso de caballerosidad que te monta, porque de eso si que debes sentir orgullo, una dama es una dama, sea del cabaret, de los puentes, de las esquinas o de su casa, una vagina es una vagina, y por ser dadora de respiros y de orgasmos se le otorga la delicadeza de la naturaleza, del mismo amor, que por cabrón, borracho, herido, zorro y mal parido que haya sido la benevolente vida contigo le das flores a las flores, has sabido entregar la mitad del corazón y eso es bastante, ahora quien te viera entregándolo entero, con tu dual, con el del nombre de pila y con el del nombre de esta virtud que arde y quema desde que eras un pequeño. ¿En qué cama te estás viendo despertar en el futuro si en la que te viste tanto tiempo ya está muerta? ¡Pendejo! ¿Desde qué edad? Desde los siete dibujaste la figura y


de siete en siete te has metido en las sesenta y nueve estaciones del tren mรกs escupido por saliva sin boca.


LA MUÑECA

El día que Clotilde murió, su única hija Mariana de veinte años, se sintió más desamparada que nunca. Habían transcurrido catorce años desde aquella tarde calurosa del mes de abril cuando su madre la llevo a conocer el circo que días antes se había instalado en las afueras del pueblo. Mariana, una niña de apenas seis años, demasiado alta para su edad, recordaba perfectamente los acontecimientos de aquel día, grabados en su memoria para siempre, como si el tiempo se hubiese detenido en una imagen persistente. Ese día maravilloso y grandioso, su madre le compro su primera muñeca. Era preciosa, con rizos dorados y vestido azul y blanco con zapatos y todo…y que al moverla decía “mamá”. ¡Qué sueños e ilusión para una niña acostumbrada a la soledad! De pronto su pequeño mundo triste y limitado a las paredes de su casa se amplió con una nueva esperanza. Su madre, una mujer endurecida por el trabajo y los desencantos de la vida, nunca se había preocupado por esas nimiedades de los juguetes como ella decía, a los cuales consideraba un gasto innecesario. Fue la tarde más feliz de la niña. Los payasos, los trapecistas, el enorme oso que hacia llorar con sus gruñidos al niño pálido sentado delante de ellas fueron atracciones secundarias comparadas con la inmensa alegría y satisfacción que sentía al acariciar su muñeca. Al terminar la función su madre le compro una enorme chupeta roja que Mariana saboreo con verdadera delicia de regreso a su casa. Vivía Clotilde con su hija y una prima lejana llamada Evarista, que le servía de compañía y a la vez le ayudaba con los quehaceres domésticos, en una pequeña casa situada en las afueras del pueblo, pintada de blanco con techos rojos y un hermoso jardín en contorno. Esta casa y una pensión vitalicia que ella cobraba cada fin de mes, fue el único patrimonio que le dejo su marido al morir. Como esta apenas alcanzaba para subsistir, Clotilde, mujer emprendedora, estableció en su casa una pequeña dulcería que ocupaba casi todo su tiempo y cuyos ingresos le permitían cubrir los gastos del hogar, colegio de la niña y alguno que otro pequeño lujo. Ese contacto amoroso que debe existir entre padres e hijos, sobre todo en la infancia, no existió nunca entre ellas. Clotilde se levantaba al despuntar el alba para atender su pequeño negocio de dulces, dejando todas las otras labores hogareñas en manos de su prima, incluyendo el cuidado de la pequeña Mariana, que pasaba la mayor parte de la tarde, después de regresar de la escuela, jugando sola en su cuarto. Fue este aislamiento de la madre y el poco compartir con otros niños, lo que forjo la personalidad solitaria y taciturna de Mariana. Recordaba ella el día que Evarista entro sofocada en su cuarto la tomo en brazos y corriendo la llevo hasta la puerta para que viera el desfile de payasos, trapecistas, bailarines y animales del circo que había llegado al pueblo unas horas antes. Pasaron los días y la niña espero con paciencia, sin atreverse a pedirlo, que su madre la llevara al circo, que ya de antemano la emocionaba. Que angustia e incertidumbre sentía el alma de la niña esperando el gran momento. Este llegó un sábado cuando Clotilde ordeno a Evarista que la vistiera porque irían a la función vespertina del


circo, que desde tempranas horas un camión con su parlante invitaba a los residentes del pueblo a la función de la tarde ya que había un descuento de la mitad del precio de la entrada. Ese fue el día, grandioso para ella, que su madre le compro la muñeca. En la noche se durmió más temprano que nunca, abrazada a ella, considerándola su tesoro más preciado. Esa noche tuvo sueños anhelados, su madre amorosa jugaba con ella. Como sucede en todos los sueños, siempre hay un despertar. Para Mariana ese despertar se transformo en una pesadilla de la cual no había posibilidades de escape. Su miedo, aunado a la impotencia de no poder protestar ante una madre excesivamente rígida e imperiosa, se convirtió en terror ante la realidad que se presentaba ante su alma impúber, sedienta de afecto. Su muñeca, su tesoro, con la que había jugado tan feliz la tarde anterior, estaba colocada cuidadosamente encima de la repisa de su cuarto, inalcanzable, lejana. Acostumbrada a reprimir sus emociones y sentimientos delante de su madre y de cualquier persona mayor, esta vez el dique se rompió fluyendo a caudales. Lloro hasta el atardecer, pero su madre ocupada como estaba en los preparativos de los dulces, apenas si se dio cuenta de su llanto. La decisión estaba tomada. La muñeca se quedaba donde estaba por ordenes de su madre. Según ella, lucia mejor en la repisa que en las manos de la niña, ya que esta podría dañarla, ensuciarla y perdería su encanto. Desconociendo totalmente la naturaleza infantil, Clotilde no comprendía que precisamente el encanto de los juguetes esta en las manos de los niños. Los años fueron pasando y Mariana se convirtió en una hermosa joven, que solo tenía contacto con su madre, ya que esta le había prohibido todo trato con personas de su edad. Evarista se marcho un día sin dar ninguna explicación y solo ella y su madre compartían los momentos de soledad y de tristeza. A los veinte años no había tenido novio, ni siquiera un amigo y sus perspectivas de la vida terminaban en la puerta de su casa. Cuando su madre enfermo de gravedad, solo el cura del pueblo solía visitarlas, no porque sintiera afecto por la enferma, que nunca fue ni siquiera a misa, sino por un alto sentido de la caridad. Murió Clotilde una fresca mañana de primavera, sin haber exhalado un solo quejido, rígida y autoritaria como fue durante toda su vida. En su lecho de enferma le hizo jurar a mariana que no lloraría ni se lamentaría por su muerte y mucho menos delante de sus vecinos, ejerciendo con ello su control sobre la joven aun después de muerta. El cura Nemesio y algunos vecinos se hicieron cargo de los preparativos del funeral, ya que Mariana después que su madre recibiera la extremaunción no volvió a pronunciar palabra. Al regreso del cementerio, algunas vecinas la acompañaron por un rato y luego una a una se fueron marchando comentando sobre el incierto futuro de la joven, sin parientes cercanos ni amigos que pudiesen estar con ella en estos aciagos momentos. Verdaderamente estaba sola en el mundo. Su mente no atinaba a pensar ni organizar sus ideas. Se sentía desamparada y con miedo. Cerró puertas y ventanas refugiándose en su dormitorio con la mirada perdida fija en el techo. Aterrorizada, sin encontrar una vía de escape que la librara de la prisión que la mantuvo sometida su madre durante toda su vida. De repente su memoria se remonto hacia el pasado y los recuerdos comenzaron a fluir suavemente. Se acordó de su muñeca, su tesoro. La puerta herméticamente cerrada


durante tantos años se abrió de pronto de par en par. Mariana se levanto del lecho y comenzó a buscar por toda la casa a su tesoro, su aliciente, su refugio… ¿Dónde la pondría su madre, Dios mío... Ella que tenía la manía de guardar tanto las cosas que después no sabía dónde estaban. Los pensamientos se agolpaban dentro de su cabeza. Recordó el día que su madre guardo el costurero y luego no lo encontró. Ese día fue al colegio con el dobladillo de la falda descosido. Busco desesperada, registro todos los rincones de la casa, anhelante, transformada totalmente por la emoción. ¡Su muñeca! ¿Dónde la guardaría su madre? Ella sería su salvación, estaba segura que de encontrarla la calma y la felicidad volverían a ella como aquel día remoto cuando su madre se la compro a la señora gorda, de pelo azabache, en el bazar del circo. La casa era un caos, todo revuelto, en desorden, todas las cosas tiradas al piso. Se sentía liberada, como si un gran peso se le hubiera quitado de encima. Total, su madre no estaba para regañarla o llamarle la atención. Después se ocuparía ella de arreglar todo, ya habrá tiempo. De pronto ¡qué emoción, qué felicidad! Escondida en la parte más alta del armario, detrás de unas sabanas, estaba su muñeca, ¡su preciosa muñeca! Con una emoción casi febril la abrazo y beso, llorando intensamente, con un llanto nervioso y alegre a la vez. Se encontraba un poco maltratada, no por el uso, sino por estar guardada tanto tiempo. Un poco despeinada y el vestido azul y blanco lleno de polvo y moho. Qué importancia tenía esto con la inmensa alegría de hallarla. Ya se ocuparía de peinarla y hacerle muchos vestidos, todos con telas muy brillantes y coloridas. Sería la muñeca más linda, despertaría la envidia de todas las niñas del pueblo, las cuales desearían jugar con ella. Para Mariana en un instante todas las otras cosas ocuparon en su mente un lugar secundario. Lo más importante para ella en estos momentos era la recuperación de su tesoro, su linda muñeca y que ya nadie se la podría quitar. Ahora si estaba dispuesta a luchar, a defenderla, si había alguien con la idea de separarla de ella. A los tres días los vecinos alarmados llamaron al padre Nemesio para informarle que les parecía muy extraño que la joven no hubiese salido de la casa y tenia puertas y ventanas herméticamente cerradas. El sacerdote solicito una orden judicial para abrir la puerta y poder entrar. Dentro de la casa todo estaba fuera de lugar. Mariana en su dormitorio, sentada en el piso abrazando a su muñeca los miraba asustada con los ojos desorbitados, dispuesta, ahora sí, a defender su tesoro hasta la muerte.


CARTA SIN DESTINO

Te extraño en la cocina. Sobre todo, porque no se calcular comida para una sola persona. Una se acostumbra a todo, a las medidas, a los dos platos; las dos cucharas; los dos cepillos de dientes y ahora... no sé si poner la pasta en el vaso, para que mi cepillo no se encuentre tan solo. Lo de la cama, al principio fue peor, porque compramos las almohadas distintas, la mía dura la tuya blanda, te llevaste la dura por error y me ha costado mucho dormir estas primeras noches quitándola, poniéndola. Al volverme de lado, intentaba coger tu mano, encontrar tu cadera para apoyarla en la mía y entonces, me daba cuenta de que no estabas. Encendía la luz, para cerciorarme y tomaba el mismo libro, con el que intenté dormirme a las once de la noche, ahora a las cuatro de la madrugada. Te tengo que llamar y no me atrevo... porque no quiero que pienses... que creas... Tengo que hablar contigo porque te has dejado la manta de tu abuela, esa sin la que no sabes dormir... el invierno está entrando y sé muy bien que si no te aferras a ella, te costará conciliar el sueño. Tengo que avisar al fontanero. El grifo que apretaste, sigue perdiendo. Claro, pese a todo, tú no tienes la fuerza de un hombre. Hoy hace un mes que me dejaste. En la factura del teléfono están las llamadas que le hiciste a ella.


¿PRACTICAMOS NUDISMO?

Hacía tiempo que estaba enamorado de ella… pero ella no lo sabía… para ella solo era un buen amigo, tan buen amigo que le había pedido que la acompañase a una playa nudista. Le había dicho que no tenía ninguna amiga que se sintiese cómoda con el tema y que cuando iba sola se sentía demasiado observada. Eso del nudismo no era nuevo para él, pero eso de tener desnuda a su lado a la mujer de la que estaba enamorado y que no fuese a haber tema… sí era nuevo. Por un lado no había podido resistir la tentación de aceptar acompañarla, pero ahora que el momento había llegado… tenía un serio problema con cierta parte de su anatomía. Iban caminando por un sendero entre los árboles, bordeando la costa, hacia una cala pequeña y paradisíaca… y él trataba por todos los medio de no pensar… de no mirarla e imaginar. Y era realmente complicado. Ya solo contemplar aquella preciosa melena pelirroja y ondulada con la que el viento jugaba le traía a su mente imágenes del fuego donde quería arder. -Mira, ya casi hemos llegado… allí está la bajada a la playa. “Estupendo” pensó él con ironía mientras sonreía al comentario de ella. La bajada era el producto de muchas personas pasando por un mismo lugar, dejando su huella entre la maleza. Aquella diminuta playa resultaba un lugar íntimo e ideal para disfrutar del contacto con la naturaleza y en aquel momento solo contaba con dos habitantes más, otra pareja. -¿Te parece bien que nos pongamos en aquella esquina? -Me parece perfecto -respondió él por lo bajo tratando de concentrarse en todo aquello que le parecía poco deseable. Al paso que iba no podría desnudarse sin llamar la atención. Ni tan siquiera quería mirarla, mirar el contoneo de sus caderas bajo aquella tela que le recordaba la sutileza de una caricia. No sabía como se llamaba esa cosa que ella llevaba puesta… era como una especie de pañuelo gigante que hacía las veces de falda y tan solo anudado a un lado de sus caderas… llevaba también una camiseta ajustada que lo tenía enfermo desde que la había recogido esa mañana… tenía claro que bajo aquella camiseta no había más que unos senos desafiantes que estaban volviendo loca a su imaginación. Ella ya estaba depositando las cosas en el suelo y rebuscando la toalla. Él soltó un suspiro al tiempo que también depositaba su mochila en la arena. Colocaron las toallas, una al lado de la otra, y cuando vio como ella desanudaba aquella especie de falda decidió que ya no podía mirar más. Normalmente, cuando iba a una playa nudista se desnudaba de pie, pero decidió que en ese momento era mejor sentarse en la toalla para hacerlo y, evidentemente


de espaldas a ella. Miró el agua… En ese momento el agua fría le parecía la cosa más apetecible del mundo, de hecho era la mejor solución a su “problema”. -Me voy a dar un chapuzón -dijo sin mirarla… y salió corriendo para zambullirse inmediatamente. Ella contemplaba como él corría hacia el agua. Sus ojos recorrieron su cuerpo, desde el cabello oscuro, pasando por sus anchos hombros, bajando hacia la estrechez de sus caderas, sus glúteos muy bien formados y sus piernas musculosas. Observó atentamente como nadaba hasta que dejó de nadar y comenzó a regresar. En el momento en que él hizo pie y poco a poco su cuerpo comenzó a surgir del agua, ella contuvo la respiración. Era la imagen típica que uno se imagina en su cabeza… haciéndose realidad. Él pasaba sus dos manos por cara y pelo para arrastrar el agua a su paso. Aquel torso era el más perfecto que había visto en su vida… según el agua descubría el cuerpo de él, llegó a la conclusión de que todo en él era perfecto. *** Según se acercaba a la orilla miró hacia el lugar donde se habían colocado. Ella lo observaba… y él sintió un vuelco en su bajo vientre al contemplar su completa desnudez. “Mierda”, pensó… dio media vuelta y decidió continuar nadando… aún no estaba preparado. *** Sorprendida vio como él daba media vuelta y se volvía a zambullir… y decidió que a ella también le apetecía un chapuzón. *** Estaba nadando lo más rápido que podía… quería agotarse, necesitaba agotarse y que cierta parte de su cuerpo dejase de reaccionar a causa de la imagen de ella desnuda contemplándolo. “Tío, recuerda, es una buena amiga”… la frase se repetía una y otra vez en su cabeza. Concentrado en luchar contra sus pensamientos se sobresaltó cuando vio que ella nadaba hacia él. -¿Piensas batir algún récord? -le preguntó ella sonriendo.


Él solo sonrió a modo de respuesta. Estaba claro que en algún momento tendría que salir del agua y ese era el momento ideal. Sí, podría parecerle que escapaba de ella, pero le daba exactamente igual, ahora el mar ya no era un buen refugio. *** “¿Pero que le pasa a este hombre? ” se preguntó ella cuando lo vio dar media vuelta y regresar hacia la orilla. Desde que la había recogido estaba de lo más raro, silencioso, pensativo, esquivo… Se encogió de hombros y continuó nadando un poco más. *** La tentación de contemplarla era grande, sin embargo permaneció tumbado boca abajo en la toalla. -¿Te sientes mejor después del chapuzón? Sobresaltado por su voz, su primer reflejo fue mirar hacia donde sonaba y al momento comenzó a lamentarlo. Las gotas de agua brillaban como diamantes sobre su piel y parecía una imagen irreal. No fue consciente del modo en que sus ojos acariciaban aquel cuerpo en su recorrido. Se había olvidado de respirar… se había olvidado de todo. Aquellos pechos coronados por el color de un rosado coral… aquella cintura… sus caderas… y aquel mínimo vello pelirrojo entre sus piernas. Inmediatamente volvió la cabeza para apoyarla en la toalla: -Me siento mucho mejor -su voz destilaba ironía hacia sí mismo. -¿Me harías un favor? -El que tú quieras -la verdad es que no estaba pensando con claridad y contestó de forma automática. -¿Podrías extenderme el protector solar por detrás? Ahogó un gemido en la garganta… ¿qué si podía extenderle el protector solar? ¿tocar su piel? ¿mirarla mientras lo hacía? Estaba empezando a enfadarse con ella, su buena amiga. ¿Es qué estaba poniendo a prueba su amistad? ¿es que por su linda cabecita no pasaba la idea de que por muy amigos que fuesen, él por encima de todo, era un hombre? ¡¡qué no era de piedra, joder!! … El enfado tuvo un buen efecto sobre su anatomía y miró hacia ella. Estaba tumbada boca a abajo en su toalla y le tendía el protector solar sonriendo. Él tomó el bote sin decir nada y se sentó. Pensaba hacer aquello de la forma más


mecánica posible… pero sus ojos se posaron en las respingonas nalgas. “Mecánicamente, recuerda” se dijo así mismo. Decidió comenzar por sus piernas, sentado dándole la espalda a su trasero. No pudo evitar sentir placer mientras lo hacía, mientras sus manos masajeaban su piel para que el protector penetrase bien. Con las pantorrillas lo llevó bastante bien pero con los muslos… según sus manos ascendían por los muslos de ella los latidos de su corazón se aceleraban. Fue lo más breve posible con la zona evitando recrearse con aquella sensación que lo estaba matando. Se saltó las nalgas y el siguiente turno fue para la espalda. De vez en cuando, levantaba la vista hacia cualquier lugar tratando de distraerse. -Ummmm, qué gusto!! qué bien sienta este masaje -las palabras de ella llegaron a sus oídos en medio del caos mental y sintió el apremio de acabar cuanto antes con aquella tortura. Abordó las nalgas con decisión y tratando de ser lo más mecánico posible… cosa realmente complicada. Su cuerpo empezaba a reaccionar… aceleró el proceso para acabar en un plis plas y ya estaba tapando el bote de protector solar y tumbándose en su toalla boca abajo. Había sobrevivido. -Muchas gracias!! -De nada -dijo mientras miraba hacia ella. Ella ya estaba sentada y se estaba aplicando el protector por la parte delantera de su cuerpo. Quería apartar la vista pero no podía y ahogó un quejido cuando vio como la mano de ella acariciaba sus senos para extender la crema. Observó hipnotizado como sus pezones se ponían erectos bajo aquel contacto y sintió como el deseo se retorcía en sus entrañas. -¿Quieres que te eche protector a ti por la espalda? -lo miraba esperando su respuesta con una media sonrisa en sus labios. -Vale -pensó que no le vendría mal un masaje relajante para su torturada mente. Con un poco de suerte, quizá se quedase dormido. Ummmm, aquello estaba bien, pensó cuando las manos de ella comenzaron a masajearle la espalda., realmente bien… y se dejó llevar por la placentera sensación. Sin embargo duró poco tiempo. De repente se sobresaltó cuando sintió las manos de ella masajeando sus pantorrillas: -¿Qué haces? -medio se alzó para mirarla sorprendido. -Darte protector, ¿no es evidente? -y soltó una risa divertida. -Con la espalda me llega, gracias… -No, no, no -con una mano empujó su cabeza hacia la toalla, pero él volvió a alzar la cabeza y la miró con seriedad:


-He dicho que pares. -Dios mío!! pero qué borde puedes ser!! ¿se puede saber que pasa contigo hoy? -lo miraba exigente, esperando una respuesta. -¿Qué pasa conmigo hoy? ¿qué pasa conmigo hoy? -la frustración alteraba su voz- de verdad, no puedo creerme que seas tan ingenua. Vio como las mejillas de ella se sonrojaban: -¿Qué quieres decir? -Vale -suspiró- mira, venir a practicar nudismo contigo ha sido un error por mi parte. Soy tu amigo, pero me temo que antes que tu amigo soy un hombre y tu desnudez me está afectando. Ella ahora todavía estaba más colorada. -Bueno -su voz había bajado de tono y resultaba tímida- me imagino que es normal ¿no?… nunca nos habíamos visto desnudos antes. Tengo que admitir que verte desnudo también me afecta pero me imagino que se pasará según nos acostumbremos. -¿Tú crees? -y una carcajada brotó de su garganta dejándolo relajado y divertido. Saber que su desnudez también le afectaba resultaba halagador para su ego masculino. Empezó a sentirse más seguro con el terreno que pisaba. -Seguro que sí -y ella parecía realmente convencida. -Realmente eres muy optimista -y volvió a reirse. Ella también se rió y su risa le sentó bien. -Entonces ¿te pongo más protector? -preguntó ella sonriendo. Él la miró alzando una ceja: -Voy a empezar a pensar que te mueres por tocarme -su tono de voz era bromista y de forma descarada bajó su vista hacia los pechos de ella y volvió a alzarla para detenerse en sus labios y subir hasta sus ojos. Sentía que podía manejar aquella situación. *** Ella sintió como sus mejillas ardían. La forma en que él acababa de mirarla había sido como una provocadora caricia. De repente se sentía insegura. Para ella, la desnudez siempre había sido algo muy natural. Sus padres la habían educado de aquella manera; pero ahora, bajo aquella mirada de él, se sentía más desnuda que nunca.


Ella se tumbó boca abajo en su toalla y él observó como dos hombres colocaban sus toallas demasiado cerca de ellos… Ver como la miraban no le hizo gracia. Miró el cuerpo de ella y sintió ganas de taparla… de marcarla como suya. -¿Te ocurre algo? -ella lo miraba curiosa. -No. -¿Seguro? tienes una extraña mirada. Él suspiró. En ese momento ella se dio la vuelta y se puso boca arriba, apoyándose en los codos y echando la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, ofreciéndose al sol y disfrutando de su caricia. Él tragó saliva… sus ojos se sintieron con libertad de contemplar aquel cuerpo tan a su alcance que le ardían las manos en el deseo de posarse sobre su piel. Ella encogió la piernas, doblándolas y abriéndolas ligeramente. El movimiento lo mantuvo hechizado. Sus ojos naufragaban por la superficie de su piel. Subió la vista hacia su cuello, volvió a bajarla para detenerse en la contemplación de sus senos, de aquellos pezones pequeños y rosados, y siguió bajando y bajando hasta pararse en la unión de sus muslos, hipnotizado… Gimió interiormente y recostó la cabeza tratando de borrar aquella imagen de su retina. Poco a poco se fue relajando y se dejó llevar por la ligera modorra provocada por el ejercicio y el calor del astro rey. *** Despertó al oír unas voces cerca, entre ellas, la de ella. Se dio la vuelta para mirar en dirección al sonido. Ella estaba de pie, charlando con los otros dos hombres. De pie. Desnuda. Hablando y riendo con los otros dos hombres. Hombres que parecían encantados con ella. Con ella que estaba de pie. Desnuda. Demasiado cerca de ellos para su gusto. Inmediatamente se levantó y se acercó, decidido: -Hola -los miró de tal forma que se dieron por aludidos. -Bueno, os dejamos solos. Hasta luego… -ambos hombres le sonrieron a ella antes de dar media vuelta e irse. -Menudo saludo más malhumorado… ¿te ha sentado mal dormir?… Él la miró, ahora frente a él, esperando su respuesta. Tan cerca. Tan desnuda. Y no contestó, se fue directo al agua. Ella resopló… y fue tras de él. Desde la orilla observó como nadaba. Poco a poco se fue adentrando en el agua y mojándose con ella: los brazos, la cara, el pelo, el pecho… entonces se sumergió para volver a la superficie. Escurrió el agua de su melena y comenzó


a caminar de vuelta hacia su parcela en la playa. Siempre se había sentido cómoda con su cuerpo, con su desnudez. Le gustaba sentir la brisa acariciándola, haciéndola sentir más libre, más en contacto con la naturaleza. Su pelo se movía según caminaba, acariciando sus pezones, que junto con la caricia del sol tras el agua fría, le provoca una agradable sensación, un cosquilleo placentero. Y pensó que si él sufría, que sufriese, porque ella no pensaba sufrir por estar desnuda al lado de él. No pensaba dejar de disfrutar de aquel día de playa a causa de su malhumor. Se dio la vuelta y lo contempló salir del agua y caminar hacia ella, desnudo y esplendoroso y disfrutó de la imagen de aquel cuerpo desnudo, de ver las gotas de agua danzar por su piel resbalando por su pecho, coronando aquellos diminutos y erectos pezones, descendiendo al igual que aquel vello que parecía marcar una dirección a seguir que se movía húmeda, entre sus muslos, al ritmo de su paso. Él era muy consciente de la forma en que ella lo estaba contemplando, de como los ojos de ella recorrían su cuerpo, casi como una caricia y llegó a la conclusión de que eso de ser solo buenos amigos estaba peligrando gravemente. Se paró ante ella… mirándola desafiante. Ella alzó una ceja, como interrogándolo y de repente, empezó a reir: -Espera -dijo mientras reía. Se puso de puntillas, acercándose a él y sujetando una mano a su hombro mientras dirigía la otra a su pelo- tienes un alga en el pelo que hace que tu aspecto enfadado resulte de lo más gracioso -y volvió a reírse. El movimiento de la risa y la cercanía provocaron el roce de sus pechos. Ella se retiró inmediatamente, sorprendida por la sensación. Él había contenido el aliento. Ella se dio media vuelta, dispuesta a irse, pero él la sujetó por el brazo. Volvió su cuerpo hacia él. Lo miró. -¿Estás haciendo esto a propósito? -le preguntó él mirándola fijamente. -¿Lo qué? -preguntó ella a su vez, seria, con voz baja, con sus ojos prendidos en los de él. La miraba con intensidad, como si quisiera leer sus pensamientos: -Nada… -la soltó, pero sus ojos la mantenían sujeta- solo que estás jugando con fuego… y podrías quemarte. -Yo no estoy jugando con fuego -ahora era ella la que parecía enfadada- y si alguien se va a quemar aquí serás tú. Ella dio media vuelta otra vez para dirigirse a su toalla y tumbarse en ella, boca abajo. Él


se quedó mirándola. La frase de ella le parecía todo un reto, todo un guante blanco arrojado a su cara y que él pensaba recoger. Se tumbó en su toalla, boca arriba, miró hacia ella y le preguntó: -¿No quieres que te ponga más protector solar? Ella lo miró de reojo, desconfiada por su oferta… y se sintió malvada. Había algo en él, en su expresión, que era como una presunción, como si se sintiese seguro de algo. Como si diese por hecho que ella se iba a amilanar y que él resultaría vencedor de aquella especie de duelo que él mismo había provocado. Se dio la vuelta, poniéndose boca arriba y le contestó: -Pues ya que estás tan dispuesto, podrías ponérmelo también por delante -y lo miró, seria y desafiante, mientras le tendía el bote. Él miró el bote, después la miró a ella, que esperaba su reacción. Esa mujer tenía el defecto de descolocarlo… cada vez que creía que dominaba algo, venía ella y lo ponía a prueba. “Joder!!”, agarró el bote de forma brusca y lo desenroscó. Se sentó medio de lado y miró el cuerpo de ella. Miró el bote. Suspiró y echo un poco de la crema sobre el cuello de ella, después el esternón, y tragó saliva mientras echaba otro poco sobre sus pechos. Dejó el bote a un lado y comenzó a extender la crema con suavidad por su cuello, bajando… su mano estaba entre sus pechos… apretó la mandíbula como si fuese a afrontar algo realmente doloroso, preparándose para ello, y movió su mano, primero por un pecho, turgente… cabía en su mano, colmaba su mano… sintió como el pezón de ella se endurecía con el contacto bajo su palma y contuvo la respiración. Ella también había contenido la respiración al sentir su mano en el pecho, al sentir aquel contacto exquisito que enviaba corrientes de placer por todo su cuerpo. Aquello era pura sensualidad. Él movió la mano hacia el otro pecho, pero esta vez lo hizo de forma que fuera primero su pulgar el que rozase aquel pezón, de forma suave, aparentemente accidental. Observó como el pezón reaccionaba y volvió a repetir el roce… todo él estaba atrapado en aquel momento, en aquella sensación tan distinta a la habitual. Pensar que aquello solo era un “masaje” y no habría nada más… cambiaba las sensaciones volviéndolas más tortuosas e incrementando el deseo de prolongarlas en el tiempo. Aquel roce de pulgar le resultó inesperado, íntimo, como la caricia de un amante. Cuando el roce se repitió, su estómago se contrajo y se sintió incapaz de respirar. No se atrevía a abrir los ojos. No se le había ocurrido pensar que él pudiese tomar aquella libertad. La tentación de sujetar el pezón entre sus dedos índice y pulgar era enorme pero sabía que entonces ya no tendría forma de justificarse, ya no habría marcha atrás. Masajeó en círculos el pecho, extendiendo la crema pero sin poder evitar deleitarse en aquel placer, en


aquel contacto, en aquella sensación… Suspiró y tomó el bote para echar más protector por su vientre… se acercaba otra zona difícil. Cambió de posición para tener más acceso a su cuerpo. Mientras untaba su vientre con la crema no podía apartar la vista de la zona donde sus muslos se unían. Se acercó a ella con su mano, rodeándola… Ella entreabrió los labios… cierta parte de su cuerpo estaba pulsando con la cercanía de la mano de él… su respiración se estaba volviendo más fuerte… -¿Puedes separar un poco las piernas? -la pregunta de él la sobresaltó- para poder extender bien el protector… Él vio como ella separaba las piernas ligeramente… lo suficiente. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Derramó más crema por sus muslos. Deseaba rozar “accidentalmente” ese vello rojizo tan escaso que cubría su sexo entreabierto ligeramente para mostrarle apenas un poco más de su intimidad. Su mano posada en el muslo, al lado del vértice, se movía con suavidad… Los pensamientos giraban en su cabeza sin orden alguno… y no pudo detener aquel mínimo roce con su pulgar… no pudo evitar tocarla sutilmente mientras en su bajo vientre se contraía un deseo, una necesidad. Sabía que él miraba lo que tocaba. Aquel roce en sí, solo, casi le provoca un orgasmo… no solo el roce, era como si sintiera su mirada quemándola. Se mordió el lateral de su labio inferior… esperaba que no fuese evidente la forma en que aquello la estaba afectando. Sus manos estaban ahora en los muslos de ella, todavía territorio peligroso. Alzó la vista hacia el rostro de ella: ojos cerrados, labios entreabiertos. Sería muy fácil deslizarse hacia arriba y robarle un beso, lo difícil sería conformarse solo con eso… por otra parte, tenían público… y al pensar eso volvió la vista hacia los dos hombres de los cuales se había olvidado… estos estaban muy atentos a lo que él hacía pero al verse descubiertos disimularon. Miró más allá, hacia la pareja… ellos estaban a lo suyo. No quería dar espectáculo a aquel par de mirones. Decidió acabar rápido con lo que quedaba y enseguida se apartó para tumbarse boca abajo en su toalla. -¿Quieres que te ponga protector yo a ti? -la voz de ella era suave. -Casi mejor que no -respondió girando la cabeza hacia ella. Sus miradas quedaron atrapadas, perdidas una en la otra. Y sin darse cuenta, se encontró atraído como un imán hacia ella… se acercó, sin perder el contacto visual y no pudo evitar besar aquellos labios de coral. De forma suave y breve… primero un labio, después el otro… era imposible parar aquel beso a cámara lenta… era imposible no ir más allá y enlazar las lenguas en un baile sutil, inquisidor, tentativo… un beso embrujado, suspendido en el tiempo, atrapado por las cadenas del deseo contenido…


Le costó, pero consiguió separarse de ella, del hechizo de sus labios para regresar al hechizo de sus ojos: -Deberíamos irnos… -Sí… -la voz de ella era baja, susurrante, todavía sorprendida por el beso. Se vistieron, recogieron todas sus cosas y comenzaron a caminar… poco a poco, imantadas, sus manos se unieron. La fuerte mano de él envolviendo la delicada mano de ella. Tras ellos, tumbada en la arena de aquella playa, quedaba el recuerdo de una buena amistad.


EL PINTOR CONFIESA

Despertó la fuerza creadora y no quiere desprenderse, afanada toma lo que está alrededor para convertirlo en letras que transmiten y despiertan, azules hojas que envenenan la garganta y se hacen tóxicas, aminorando todo deseo de grandeza dejando ver sólo espacios llenos de imágenes recurrentes y la consciencia se hace absurda. No existen personajes, bajo la lluvia, caminando el pintor se agita, sus pensamientos lo envuelven, se empeña en despertar lo que parece muerto, se enfrasca en un motivo, en la mañana que con olor a flores se desnuda, se olvida del cemento y se interna en la frondosidad de un bosque que a su vista no se despeja, ya en poemas no riman sus impulsos, allí no puede terminar de expresar sus anhelos, se perdió y el único hogar que encuentra son sus vicios. Altivo como el cielo se despunta hacia lo irreal, su única ventana a lo descifrable son sus propios enigmas que fluyen y refluyen sin pedirle permiso, en un estado de perfecta sumisión se intoxica, no tienen cura para su locura que se diluye en la gracia. Intentan desaparecer y contrario a él sigue su instinto, el encierro en su habitación es su puerta a la libertad, no le preocupa lo que a otros les aturde, se ata a sus mañas y la presencia de unos labios que aunque besa no se atreve a develar. El temor a herir le consume, aún así se regocija en lo que escribe, ella quiere fama y él puede dársela, tal vez en algún momento se le escape el nombre, entonces las mentes curiosas buscarán, se reirán y pensarán que en este siglo resulta infame declarar que el amor es todo aquello a lo que menos se parece, despertará el morbo, la rabia y la envidia, los sentimientos más profanos de quien los esconde por no haber sabido apreciar con el alma lo que se puede tener con las manos. Sabio el pintor calla y se refugia en sus perfectas creaciones, y no le importa si mañana alguien lee y sus susceptibilidades les abruman, después de todo simplemente se arropa con su cuerpo enlazado en unas piernas que a ellos les son prohibidas, no cuenta los días de volver a poseerla porque hasta en sueños la posee completa, se desentiende del resto, a pesar de que en ocasiones sus excentricidades se dejan notar. Abrió otro capítulo, la manera más sutil que tiene de entregarse, la ama de la mejor forma que no sabía y que incluso para él está quedando al descubierto benevolentemente. No tiene ganas de explicar, por eso elije diariamente estar solo, sabe que sus respuestas dañarán a quien le ama, ahora está poseído por los colores que antes no tenían forma y


se va intranquilo al único lugar que conoce, donde la profundidad del mar no puede ahogarlo. No tiene ni quiere una vida común, es una mujer de casi treinta, sin hijos ni matrimonio para ojos sorprendidos de quienes la vieron crecer, adora la belleza femenina, la admira y se enamora de ella, cuando por fin, después de tanto buscar sin cansarse en la espera, llegó el sinónimo absoluto que proviene de sus tiempos infantiles, consiguió la razón por la que escribe, por la que pinta sin darle nombre al personaje porque no lo sabía, ahora ese nombre, ya revelado para él resuena como las notas de una campana de iglesia a mediodía para decirle que no fue inútil, que su actitud incomprendida tiene motivos de ser, que es imposible para él haber vivido y soñado de otra manera. Lo que siente siempre fue su secreto, ese que solamente debía saber quien ahora lo sabe, el contacto que le trae a la memoria siglos de existencia, tiene la llegada para la que tanto se guardó, ni tan siquiera prueba bocado porque encontró en esa alma el sentido de su existencia, en lugar de dar vida enseña a morir, da lo que se le pide, en todo momento lo consigue, pero su amor es desprendido y si le pide escapar le dará escape, no quiere ser un egoísta más que corta alas porque intrínsecamente conoce todos los deseos, los entiende, no se siente ajeno a ellos. Se eleva en cada uno de los pasos de ella con el sonar de sus tacones y la falda que lleva puesta, con la que el viento juega, observa cada una de sus poses porque todas dicen algo, el lenguaje de su cuerpo es armonioso, perfecto, sus alocadas ideas y razonamientos lo trasladan a un mundo al que únicamente ellos conocen. El pacto que ella hizo con el tiempo más les une, en algún momento parecerá que tienen la misma edad, entonces se irán a seguir otro camino, ella a otros les miente, pero con él se caen todas sus máscaras una a una porque no quiere ocultarle sus secretos, su ego aumenta cuando él la enaltece y le dice que su locura tiene cura, que todo lo que medicamente tiene control en el fondo es parte de su perfección, ella duerme y durmiendo esa perfección se aquieta, es que no está este mundo preparado para tales impresiones, el hombre siempre queriendo buscar respuestas se hace antipático, con la filosofía y la ciencia quiere únicamente encontrar respuestas que no existen, en el cerebro humano hay tanta complejidad que están más locos los que creen que la interpretan. A ella le basta correr con los pies mojados tocando la tierra, a ellos decirle que está mal y que prácticamente lo que vive no es lo que existe, y ¿cómo no existir? Si es lo que está en su cabeza, la confunden, es una niña que se quedó atrapada en la historia y eso es lo que pinta el poeta, sus inquietudes lo atrapan, su excesiva sensualidad lo atrapa, es como si el resto del mundo no existiera y se hizo unidimensional con su belleza. Le consiguió forma a sus pensamientos abstractos, desde entonces cada minuto tiene su silueta delgada, de líneas no tan acentuadas pero llenas de delicadeza, cabello abundante y hermoso que además de cubrir su cráneo le da sentido a su espalda, a su figura y ayer


se vistió para el poeta. Un aplauso a su cordura, que no le encuentra sentido a lo que no inventa, una imagen creada de si misma, con su firma y su sangre, con su puño y con su letra, ¿logrará enamorarse del pintor? El día que ocurra ella se descubrirá, entonces habrá más caminos, más esperanza y más paciencia, porque ahora tal vez le ama y no ha podido darse cuenta por su manía de convencerse de que no sabe amar. El pintor sólo sabe que sabe y siente como la energía del amor de ella apunta a desbordarse.


ESTÉRIL

Esa fría palabra taladró mis sentidos sin compasión. Agonizante, con dolor atado a nudos en mi garganta, sucumbía ante la soledad del abandono. Un abandono florecido entre viejas yaguas hacía mucho tiempo ya. Justo así, como la irreverente y fuerte hiedra que todo lo invade. Justo así, como el desatino de una noche oscura. Justo así, el negro velo del desconsuelo fue cubriendo mi alma y una escuálida perturbación la convirtió en presa. Originalmente ni siquiera había pensado en la idea, tal vez por falta de argumentos. Pero ahora me sentía como si todo el peso del mundo estuviera sobre mis hombros. Decisiones, buenas o malas, todas ellas hacen diferencias. Creo que nunca antes habría admitido que mi mundo iba cambiando tan rápidamente, que ni yo misma podía comprender las razones. Qué difícil es aceptar que la vida pende de un hilo. Qué difícil es aceptar que todo puede derrumbarse en tan sólo instantes. Si no me quedara un ápice de cordura pensaría que alguna mano enemiga escribió en el muro de mis días; por odio, por pobre, por mujer, por insolente, por autora de melodramas baratos. Una escritura maltrecha, que dado el caso de que alguien me preguntara, diría también que nefasta y ruin, por toda la mala intención contemplada. Pero volvamos al principio, a ese momento en que había teñido mi cabello para que Caronte no me reconociera. Dolor nauseabundo me hería como espada de doble filo. Eran las garras de una esterilidad extendida, que de a poco y sin tregua se habían alojado tan profundas como el tuétano. Y ahí estaban todos, renegando, maldiciendo, vociferando la maltrecha condición como si de ánimas se tratara. Parecieran no escuchar, aunque les gritaba a voz en cuello. El eco devolvía a mis oídos las palabras y comprendí que estaba sola. No fui capaz de hacerlos responsables, porque la única responsable era yo, que de tanto esperar en el lugar equivocado, me había petrificado. Y es que no hay de otra, jamás se podrá dar lo que no se tiene. Pasó la barca sin luz y en silencio subí a ella.


EL SECRETO

-Camina, camina rápido, sin dejar nada atrás –dijo de manera que pretendía ser apacible, pero su respiración entrecortada lo delataba, ponía de manifiesto que su presunta calma era una pose nada más. Continuamos el trayecto, el lodazar hacía que mis pies se hundieran en la vereda y de tanto avanzar, era como permanecer en el mismo lugar. Porque así es el lodo, sucumbes, te atrapa y te hundes. Una suciedad que penetra por los poros y nubla la visión de tantos traspiés, de tantas salpicaduras. Había pensado en esta posibilidad miles de veces. En la posibilidad de verme atrapada, sin salida y ese momento era el presente. -Esto es el colmo –gritó desaforado, buscando en su mochila una cuerda para atar mis manos y halarme a su compás. Dolidas y apretadas manos extendidas al vacío, buscando una libertad inexistente. Finalmente llegamos a las montañas, a una guarida maloliente que llamaban campamento y acto seguido me empujó sobre un montón de paja seca como si yo fuera un fardo, así nada más. -¿Te aseguraste de no dejar indicios por ninguna parte? – preguntó con voz ronca un individuo a quien no pude verle la cara y que por el tono autoritario intuí sería el jefe. -No hay de qué preocuparse, nadie sabrá dónde estamos -Contestó mi acompañante del forzado trayecto. Pero era mentira, él olvidaba que pedazos de mis pies descalzos habían quedado esparcidos en la vereda del temor. Con dolor e intención los fui dejando allí, alguien, tal vez alguien los encontraría y por ende a mí. Desperté, había sido un sueño... al levantarme noté que mis pies no estaban completos...


FLORECIMIENTO

Detrás de sus lentes se escondía una mirada brillante, inteligente, una mirada que me parecía conocer muy bien. Un encuentro fortuito, inesperado, como esas cosas que solamente entiende y planifica el destino. En fin, les narro concisamente el acontecimiento, intentado descubrir si alguna vez les ha sucedido algo similar. Como les decía, coincidimos en el espacio que nuestros cuerpos ocuparon en ese momento, llámalo casualidad o jugarreta del azar, pero allí estábamos dos personas completamente desconocidas, solas, ante un silencio embarazoso. En mi afán de nutrir el cerebro tiendo a observar los mínimos detalles de cuanto me rodea y fue así como percibí la sensación de saber quién era. Una locura, pensarás que lo que digo es una locura, por el hecho de que su rostro jamás había visto. No sirvo para estar varada en el silencio, no cuando la vida revolotea a mí alrededor. Como dice mi amigo Miguel y tal vez tenga razón, los argumentos me sobran por lo que nunca puedo estar callada. Así que delicadamente y de forma espontánea inicié la conversación. Hablamos durante un periodo largo, su actitud fue receptiva, con una simpatía cautivadora, tal como siempre le había recordado. Hablamos de cosas, del clima, de la vida… Entrados ya en confianza, me narró aconteceres como los que se le cuenta a un desconocido, sin ataduras, sin inhibiciones, precisamente por ser ajenos y pensar que jamás nos volveríamos a encontrar. Le escuché atentamente, sin interrumpir, con la creciente convicción de que su mirada le delataba, era una mirada de antaño. Esta vez fui yo quien se mostró receptiva, amable, porque la amabilidad no cuesta y de alguna inexplicable forma yo había quedado atrapada en sus enormes ojos. En mi mente calculé su edad aproximada, aunque su piel aún lucía lozana, de seguro ya tendría algunos sesenta años. Lo hice únicamente para orientarme en el tiempo y comprender que el alma humana se distiende, se transforma, pero nunca muere. Así que era ella, seguro que lo era, sólo que en otro cuerpo. La abracé al despedirnos y en ese breve instante hablamos más, pero de una callada manera. Finalmente se marchó sin siquiera sospechar el revuelo que dejaba en mi mente. No hay fruto ni desvelo que se pierda en el universo.


UN DÍA CUALQUIERA

-Consciencia, consciencia –gritaba despavoridamente aquella mujer tirada en el suelo. Marta, que estaba muy cerca del lugar, permaneció inmóvil, asustada, pensando que la habían timado. -¿Puede decirme, puede por favor decirme, qué ha pasado? –le preguntó al hombre que cruzando la calle se paró junto a ella. -Esa mujer fue ultrajada, le patearon su estima –tipificó el individuo. Marta lloró, esa mujer bien pudo haber sido ella y soltando los paquetes que tenía en sus manos, corrió en búsqueda de la desconocida. La encontró aún tirada en la calle, se acercó despacio y con sus manos trémulas y frías levantó su cara. Se vio reflejada en unos ojos vidriosos, llenos de lágrimas. Unas lágrimas negras que resbalaban surcando el dolor. -Déjame ayudarte –insistió Marta con voz quebrada, intentando levantarla del suelo. No era posible, la mujer estaba tan pesada que pareciera tener encima toneladas de piedras; porque no hay cosa que pese más que el dolor. -Dime tu nombre, cuéntame qué ha pasado. Quiero ayudarte –Entre sollozos, pareció murmurar su nombre y con espeluznante tristeza ofreció detalles de lo sucedido. El casero la había botado. Luego de tres meses de haber perdido su trabajo y sin dinero para pagar la renta, finalmente le había tirado sus trastos a la calle. Marta pasó sus manos por la cabeza de la mujer en un gesto solidario y comprensivo. Un nudo en la garganta le entorpecía pronunciar palabra. Ella sabía que hoy tenía trabajo, pero y mañana, mañana qué. Como estaban las cosas, nada era seguro. Tembló de pies a cabeza de tan sólo pensar que a ella podía sucederle lo mismo. Sacudió su cabeza con fuerza como para espantar el fantasma de la posibilidad. Así, pensando en que tal vez un bien hecho podía redundar en un bien recibido, le instó nuevamente a levantarse. -No entendí tu nombre –puntualizó Marta casi en su oído. La mujer con su mirada fija en el suelo encontró un pedazo de espejo roto y levantando la mano perforó su aorta. -Me llamo Dignidad –llegó a pronunciar arrastrando cada sílaba. Parada en la calle se quedó Marta, triste y sola. Dignidad había muerto...


Que nunca se ausente el respeto ni la dignidad por nosotros mismos ni por los demĂĄs, eso es lo Ăşnico que nos convierte en personas.


TENUE USURPACIÓN

Es una tarde de papel, como las muchas que se han suscitado desde aquel lejano día. Mi memoria se descarrila entre nublados recuerdos intentando puntualizar en esa primera vez. Percibo la igual sensación en que con dedos torpes, trémulos, inexpertos, recorrí las cortas líneas de aquella carta encontrada en el buró. Naturalmente no había sido dirigida a mí, pero inevitablemente me hice cómplice del vendaval de emociones y enredada en las sutilezas del alma, deseé pensar que sí. Las cartas llegaban a diario, y supuse que quien las escribiera debía pensar que la destinataria vivía aún en ese lugar. Con el afán de mantener la calidez que empapaba cada palabra suya, contesté una de ellas. Y sin pensarlo siquiera me fui adentrando en un camino sin regreso. De a poco nos fuimos desnudando porque bien sabes que con cada palabra compartida se desviste el alma, pero igual, que sobre esta tierra no hay nada perfecto y que en su momento, el final llegaría. Para entonces mi espíritu ya estaba sumergido en un romance. Simple y llanamente me había enamorado. No conocía el físico de mi interlocutor, pero sí su rostro, porque las palabras tienen la virtud de cincelar; más las cotidianas, las de a diario, porque la esencia es incontenible e inocultable, al menos eso creía yo. Pero permíteme continuar con los hechos, esos que en este momento de lucidez me apetece compartir, antes de cualquier nuevo desvarío. Entre sombras me fui ocultando de todo lo demás, viviendo tan sólo para cada encuentro a distancia. La obscuridad se perfilaba perfecta y yo estaba consciente de mi pérdida de dominio y voluntad. Enojada por mi invasiva debilidad quise poner fin a todo y confesar en una última carta, la grave usurpación que yo había cometido. Decidí cambiar de domicilio y borrar de mi vida tan grave absurdo. Esa misma mañana, antes de marcharme, fui a la parte posterior de la vivienda para incinerar totalmente cada papel que habia robado mi alma y fue entonces cuando un frío viento azotó mi cara y algunas de las cartas fueron a dar sobre un montículo de hojarascas. Resuelta a no dejar ni una sola sin destruir, caminé hasta allí y cuál no sería mi sorpresa al descubrir esa pequeña tumba con el nombre del autor de mis cartas. Corrí despavorida a por mis cosas, salí huyendo como huyen los ciegos a los que las sombras persiguen y de reojo miré sobre el buró, allí sin saber cómo, quedaba una nueva carta. A partir de ese momento la locura me acompaña y sólo a veces me visita la cordura.



REVELACIÓN

América leyó su primera novela a los once años. Se la recomendó su maestra de sexto grado. Se llamaba “La saeta ardiendo”. Con esa novela su vida comenzó a cambiar. Un nuevo mundo se abrió para ella. Le tomo gusto a la lectura. Por las tardes, después de sus clases, acudía a la biblioteca de la Embajada norteamericana, que estaba cerca de su casa y se deleitaba con las obras de los grandes literatos. Un día camino de regreso a su casa, se encontró con una señora que le pregunto una dirección. Parecía perdida, como quien no encuentra un lugar que no sabe dónde está. América sintió lastima por ella. Su aspecto le recordó a su tía Isabel, la que viajo a Europa -cuando ella era aun muy pequeña- con un alemán que conoció siendo camarera de un hotel. No la habían vuelto a ver, no escribía ni se sabía nada de ella. Por un momento pensó que era su tía. Hasta tenía un cierto parecido con ella. Entraron en una panadería donde le compró un refresco ya que la señora estaba muy acalorada y le dijo que tenía sed. América comenzó a hablar con el dependiente, preguntando el precio de algunas chucherías. La señora desapareció. No supo en qué momento se marchó. Lamentó no despedirse de ella y no poder ayudarla más. Solo se tomó la mitad del refresco. Cuando llegó a su casa, la familia estaba reunida. Su hermana le dijo que habían recibido una carta proveniente de Holanda, dónde el alemán que se fue con su tía, les comunicaba que Isabel había fallecido en un sanatorio para enfermos mentales. Nunca supero haber dejado a su familia para irse tan lejos. América se quedó ensimismada pensando en la señora que se encontró cuando regresaba de la biblioteca.


LA DAMA DE LA MANSIÓN Les contaré sobre Gustavo Ferrán; un hombre que a simple vista parecía abandonado a su suerte y que nunca había conocido el amor, según aseguraban los que pretendían conocerlo. Otros, tal vez más escépticos en cuanto a la naturaleza humana, lo tildaban de soñador y loco. Pero yo, en carácter profesional, narraré los acontecimientos con respecto a su vida y lo sucedido aquella mañana de abril. Contar los hechos simplemente por contarlos sería pecaminoso, contarlos simplemente por creerme escritor, sería una blasfemia. Se hace necesario y obligado mi amigo lector, que usted entienda que la historia que no se cuenta, la historia que la gente no conoce, está llamada a repetirse. Es entonces que la cuento, para que no vuelva a suceder entre los mortales. Este hombre recorría el mismo sendero todos los días, bajo lluvia, sol o tormenta. Sin importar circunstancias como si la piel de sus pies estuviera adherida al camino. Ensimismado, parecía estar esperando por algún acontecimiento y esa fría mañana, si no el destino entonces el infierno, se compadeció de él. Al levantar sus ojos quedó extasiado ante la deslumbrante belleza de aquella mujer. La cubría un halo de misterio y sin saber si la imaginaba, sucumbió ante su mirada embriagadora. Ella estaba sentada frente al ventanal, con su cara un poco ladeada y los rizos dorados de su cabello que caían sobre los hombros en celestial cascada. Su piel tersa, blanca como marfil y sus labios rojos, delineados y voluptuosos, le hicieron pensar que lo necesitaba. Gustavo Ferrán se perdió en el tiempo y ya no existía nada más importante que acudir a su cita, siempre en el mismo lugar… Para él no había nada que pudiera pasar inadvertido. En la mirada y la suave curva de los labios descubrió su amor correspondido. Pasaron los días, se refugiaba en las sombras frente al ventanal y levantaba su mano en señal de saludo y aunque ella, su amada, nunca le devolvía el saludo, sabía que lo esperaba; se lo decían sus ojos. En un instante de lucidez Gustavo supo que todo lo que estaba sintiendo era imposible, una total locura. Sin duda era una mujer rica, la esposa tal vez del dueño de la mansión y él, bueno él no tenía nada, sólo su amor incondicional. De un manotazo secó la lágrima rebelde que intentaba explorar su mejilla mientras las híbridas manos de hielo y sal del desaliento, atenazaban su garganta. Un presagio, un maldito presagio era lo que estaba sintiendo sin él saberlo. --Es mentira. Una vil y cruel mentira lo que esconde la ilusión. Ahora que ya no estás aquí, me descubro peor que antes –balbuceó al viento desaforado e incomprensiblemente dolido. Pero la rueda del destino no se detiene. Pasaron unos cuantos días antes de que se cumpliera la premonición de no encontrar a su amada en el lugar de siempre. Loco de


desesperación se acercó por todas las rejas que custodiaban la mansión. Sentía deseos de llamarla, gritar su nombre, pero cómo, si ni siquiera su nombre sabía. Miraba a todos lados; en el jardín, los ventanales y el dolor crecía al no encontrarla. Acaso lo había olvidado, acaso se había marchado sin decirle, acaso no sabría ella que lo había convertido en esclavo de su amor y que ya no podía vivir sin verla, sin sentirla, sin tenerla. Fue en ese instante cuando lo decidió. Tambaleante caminó hacia la puerta principal y golpeándola fuertemente con sus puños cerrados gritaba: --Alguien, salga alguien por el amor de Dios. Tardó un poco, pero finalmente un hombre vestido de negro y con guantes blancos, abrió la puerta. --¿Qué desea caballero? –Gustavo un poco confundido pidió ver a la dama que cada tarde estaba sentada frente al ventanal. --Ah, se refiere usted a la muñeca de cera que hizo el señor –contestó el mayordomo. --¿Muñeca de cera? –preguntó arrastrando las palabras. --Sí, la ha vendido esta mañana. Gustavo desapareció de ese pueblo y nunca más se escuchó hablar de él. En la fantasía del hombre habitan vestigios de locura.


YO EL CAMINANTE

Como ingeniero que soy, había dedicado gran parte del tiempo a la experimentación, de los campos magnéticos que existen de forma natural en algunas partes de la tierra, la teoría es que la acumulación de energía magnetica es provocada por la interacción del campo magnético propio de la tierra y el gran magnetismo que nos invade del universo, formando grandes minas magnéticas que por regularidad se forman en las altas montañas rocosas, pues el mineral que existe allí cataliza esta formación. Por tal motivo me era muy familiar ascender a las altas montañas, buscando, midiendo, estudiando y analizando estas fuerzas enigmáticas, para tal efecto por supuesto debía tener una gran forma física y una gran experiencia como montañista, escrutar con cabalidad los tiempos y las montañas. La ciencia era mi pasión, pasaba horas, días enteros, absorto en los análisis, en profundas meditaciones hasta encontrar la lógica, el porqué, el cómo funciona, las matemáticas y el pensamiento profundo era el mundo donde vivía, lo demás sinceramente poco me llamaba la atención. Avanzadas ya estas investigaciones sentía que pronto encontraría la manera de aprovechar estos yacimientos magnéticos para generar energía eléctrica, para corroborar esta teoría tendría que llevar a cabo una última ascensión a la gran montaña, así denominada en el argot del montañismo, pues es un verdadero reto subir hasta su cima, la gran montaña corona una serie de montañas de alto grado de dificultad, que requería varios días de ascenso. Llevaba ya varios días ascendiendo, el terreno empezaba a ser rocoso, calcáreo y arenoso a esta altura hay poco oxigeno y agua, por tal motivo no existe vegetación, así que el sol cae a plomo, cargaba en la mochila un pequeño artefacto que me ayudaría en mis experimentos, poca comida y ya poco agua así que debía apresurarme. Una vez en la cima se podía apreciar espectaculares formaciones rocosa, lisas, cortas, largas, blancas, grises, azules , al observarlas parecían casas edificios, animales personas, imágenes silenciosas, inmóviles, serias Y frías, con medidor en mano trataba de localizar el centro de dicho campo magnético, la aguja alcanzo su máximo entonces me coloque los lentes y observe asombrado un hermoso espectáculo, formado de energía pura, en forma ovalada se veía la danza de las líneas de fuerza, el campo vibraba y se movía armoniosamente en el sentido de las manecillas de reloj, de color ámbar dicho campo pareciera el aura de un santo, la aurora


boreal, la luz vibraba, las líneas de fuerza magnética se proyectaban en forma de rayos centelleantes . Repentinamente al quitarme las gafas, vi de reojo, un espacio plano de tierra entre las rocas, en un recodo en la orilla de la montaña hallábase un lugar de aproximadamente veinte metros cuadrados lleno de abundante pasto verde, quede atónito ante semejante belleza, intuitivamente me acerque muy despacio, embelesado, no solo era un bello jardín con su alfombra formada de miles de bellos verdes, había arbustos, helechos, y en medio del jardín una hermosa flor, erguida altiva en su cuello blanco, parecía mirarme y sonreírme, sus pétalos lozanos y frescos, abarcaban toda la extenso arcoíris del amarillos al naranja, tonalidades ámbar, Arena, rubio, trigo, dorado, tenía el color del amanecer, cuando a lo lejos se ve como la claridad va reinando en plena oscuridad, majestuosa pensé, magníficamente majestuosa. Su aroma, perfume sutil me fue cautivando hasta embriagarme y rendirle culto. Estuve contemplándola bastante tiempo al hecho de ver que su rostro cambiaba de acuerdo a la incidencia de los rayos solares, como un espejo su pelo rubio cambiaba de tonalidad, su cuerpo era una espiga cadenciosa que bajaba hasta la tierra, elegante y entallado su vestido blanco embellecía aún más su hermosura. No sé exactamente cuánto tiempo me mantuve observándola, salí de mi letargo, cuando un pensamiento racional cruzo por mi mente, me preguntaba cómo puede nacer algo tan majestuoso, en esta zona tan árida, no es posible, científicamente no es posible, que la alimenta, supongamos que sea la lluvia, pero las rocas no permean el agua a la tierra, como se nutre, cavile esto el resto del día, y por más vueltas que daba, no alcancé a comprender este hecho. Yo, toda mi vida fui un hombre frío, la frialdad que da el pensamiento, el análisis, la lógica, a todo le encontraba causa y efecto, todo estaba reglamentado por leyes establecidas por la naturaleza, no existía nada mágico, ni milagrosos y esto simplemente me rebasaba aunque estaba seguro que tenía su misterio, pero este debía apegarse a las leyes físicas. Toda la noche y gran parte de la siguiente mañana la pase junto a aquella flor, me atraía irremediablemente No podía escapar a su encanto, iba despertando en mí un nuevo sentimiento que arremetía, una especia de euforia, gusto, alegría, dicha y paz, su rostro ovalado era dulce, mas el sol estaba en su sonrisa, alegría de primavera, intente en repetidas y fallidas ocasiones dibujarla, quería de algún modo aquilatar tal belleza, guardarla para mí solo. Y digo dibujarla porque de esta manera quería grabar lo que ella me hacía sentir, en cada línea, trazo me era imposible expresar el diluvio de sentimiento que se entre mezclaban, a manos llenas rica, generosamente, entonces me vi a mí mismo, observándome, me reía a carcajadas,


de mi nuevo estado pobre tonto, intentando sintetizar la belleza. Ni el mejor dibujante acaso podría siquiera esbozar tal hermosura. Pensé entonces en arrancarla y llevármela, pero seguro se moriría en mis brazos, así pase el tiempo, debatiendo conmigo como hacer mía aquella hermosa flor, me había enamorado de ella, con un amor nunca sentido, jamás imagine que yo fuera capaz de amar de esta manera, vi lo pobre que era mi corazón, mi mente y sabiduría eran ricas, pero mi alma estaba vacía, yo podía resolver sin duda un complejo problema de matemáticas, formular eruditamente una teoría, diseñar un mecanismo, pero jamás había amado, es cierto podía crear, pero no amar. Sentí lastima por mi mismo, mi corazón era y es desde entonces una hoguera, ardiente mi sangre corre por mis venas, calcina inexorablemente la retorica teoría del amor, entonces llore a pulmón abierto, como cualquier enamorado , que no puede hacer suya la flor mujer, por la cual despierta al mundo de los sentimientos, de la música de la poesía. Ya no soy más un ingeniero, ahora soy un poeta, solo así, a través de la poesía a ciencia cierta describo y amo a aquella hermosa flor.


AMARGO DESENCANTO

Eran exactamente las cuatro y media de la tarde, de aquel día caluroso del mes de abril, cuando Adelaida dejó de llorar. No sabía con certeza en qué momento comenzó aquel llanto tibio y melancólico. Las lágrimas corrían por sus mejillas, lavándole el rostro. Todo empezó dos meses antes, cuando aquel elegante y apuesto joven apareció en su vida. Aquella mañana, doña Beatriz, su mamá, una viuda de carácter muy recio y conducta intachable, le encargó que comprara en la única quincalla de aquel pueblo, árido y triste, donde nunca ocurría nada importante, unos hilos y encajes que necesitaba, para terminar de coser el vestido que Adelaida luciría ese domingo en las fiestas patronales del pueblo. Allí estaba él sentado enfrente de la bodega del turco Richani, con un vaso de limonada en la mano y el pensamiento muy lejos de allí. Había llegado al pueblo la noche anterior, hospedándose allí mismo, ya que el turco tenía en la parte alta algunas habitaciones, que regularmente ocupaban los granjeros cuando venían al pueblo a vender sus productos y a realizar sus compras. Caminaba ella con pasos lentos, cabizbaja, con una actitud de muchacha acostumbrada a obedecer. Sus miradas se cruzaron solo un instante, que para ella fue una eternidad. Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Una emoción muy intensa la embargo. Muy turbada entró en la quincalla, que quedaba justo al lado de la bodega. Con voz trémula pidió a Misael, el dependiente tosco y huraño, lo encomendado por su mamá. Aun estaba muy nerviosa cuando salió, pero él ya no estaba. Doña Beatriz, mujer muy observadora, notó inmediatamente que algo había ocurrido en el trayecto, pero como Adelaida nada comentó, se guardó ella muy bien de preguntar nada. Los días siguientes, con alguna excepción en que recordaba el encuentro de aquella mañana, Adelaida continúo con su rutina de vida. Se levantaba muy temprano, para ayudar en los quehaceres del hogar, a pesar que tenían una empleada que se ocupaba de los oficios fuertes, era ella quien administraba la casa disponiendo la compra de alimentos semanales, para elaborar el menú, platillos deliciosos que copiaba de una revista española, que siempre llegaba atrasada a la tienda del turco. Disponía de una manera casi artística, las plantas de los materos colocadas en el corredor y jardín de la vetusta casona, ocupándose de regarlas, tarea que solo ella hacía, con la cantidad exacta de agua que cada planta necesitaba. No satisfecha con esto, encargaba a su primo Santiago que venía al pueblo dos veces al mes trayendo mercancía, pequeños sacos de abono químico de un vivero, cuyo anuncio salía en un periódico capitalino. Llegó el domingo, día tan anhelado por los jóvenes del pueblo. Como eran tan pocas las diversiones, las fiestas dedicadas a San Sebastián, santo patrono de allí, se convertían en momentos de encuentros felices. Las casas eran pintadas con semanas de antelación con colores brillantes y vistosos, ya que existía una sana competencia para ver cual calle era la más bonita, ya que el día del santo el cura, en el sermón, les dedicaba elogios y


bendiciones a los vecinos de la misma. Adelaida luciría ese domingo un precioso vestido verde esmeralda, que hacia resaltar mas la blancura de su piel. Su primo le trajo de la capital unos hermosos zarcillos, que combinaban perfectamente con el traje, ya que ella no confiaba en los adornos baratos de las tiendas del pueblo. Ensimismada en sus propios pensamientos, Adelaida entro aquella mañana a la iglesia con su madre y allí estaba él. Sentado en el ultimo banco, como escondiéndose de las personas que entraban a la iglesia, la cual estaba plena de aromas a rosas y azahares. Lo miro de reojo, pero eso basto para detallarlo. Vestía muy elegante y a la moda, pantalón gris y una camisa a rayas que le hacía juego. Su porte erguido, la desenvoltura de sus ademanes, su mirada perdida, le producían a ella emociones indescriptibles. Aquellos ojos color miel de infinita tristeza la dejo verdaderamente perturbada. Adelaida se sentó al lado de varias amigas, pero ese día no presto atención a lo que decía el padre Sebastián. Su cabeza la daba vueltas con un pensamiento persistente y una idea fija, que la desconcentraba por completo. ¿Quién era él, de donde vino y para qué? Todas estas interrogantes fueron contestadas muy pronto al terminar la misa. Su gran amiga Vestalia le hizo señas para que se acercara. Se llamaba Mauricio y era su primo. Había llegado de la capital, donde residía con sus padres, con intenciones ve ver una finca, situada en las afueras del pueblo, encomienda de su padre, un rico comerciante y banquero muy distinguido. Su amiga se lo presento y conversaron de cosas triviales, del tiempo, de las cosechas, de la abundancia de frutos de aquella región. Él le comento que se quedaría un tiempo en el pueblo aprovechando que eran sus vacaciones. Como su amiga no los dejo solos ni un momento, Adelaida pensó que si tendrían algún amorío. La ocasión perfecta para conocer mejor a Mauricio y quizás para que se fijara en ella, se presento cuando consiguió una invitación encima de su cama. La había dejado allí su mama. Era del cumpleaños de Doña Elba, la madre de Vestalia, el cual se celebraría el domingo con un almuerzo en su hacienda Blancaflor. El ansiado día llego, sin sospechar Adelaida, que las ilusiones y proyectos internalizados por ella, noviazgo, matrimonio se desmoronaría como castillo de naipes, y es que ella de personalidad soñadora y romántica nunca pensó que la realidad seria otra muy diferente. Antes del almuerzo, y a medida que llegaban los invitados, Doña Elba presentaba a su sobrino, como un joven muy educado y estudioso. Cuando alguien preguntó que estudiaba, la señora contesto muy orgullosa que tenía dos años en el seminario y por fin habrá un sacerdote en la familia.


DESVANECIMIENTO

Tenía algunos catorce años cuando visité por primera vez una tienda de antiguedades en San Juan. Era un reino dominado por un búho disecado y polvoriento al que se llegaba subiendo estrechos peldaños. En excursión de campo, nos habíamos traslado desde Las Piedras y en mis ansias de encontrar novedades para contar en casa, quedé literalmente prisionera en el misterio que mi desvaríada imaginación le otorgó al lugar. Tanto así, que recuerdo ese día haber entrado por tercera ocasión a fisgonear, sin decidirme a comprar nada. El propietario, tal vez loco por salir de mí, me dejó subir a revisar las repisas más altas donde habían algunos libros viejos. En realidad yo no sabía qué buscaba, era movida más bién por la curiosidad y la sensación de que en esos momentos yo tenía el privilegio de entrar en la historia, de recorrer caminos transitados hacía miles de años, el privilegio de escudriñar y encontrar algo que me hiciera sentir como una coleccionista experimentada. Pasó mucho rato y yo seguía mirando libros polvorientos y en mal estado, pronto dí con un volumen pequeño y de aspecto insignificante y al que ya quedaba cubierta. Te confieso que ha pasado mucho tiempo desde entonces y entonces hasta este recorrer que ha sido mi vida, he tenido que desprenderme cosas; cosas importantes, sueños, amores, pero el librito aún lo conservo.

cuando de casi no le desde ese de muchas

Para mí es único. Ya en la portada aparece un detalle desconcertante: una nota impresa que dice "Historia de la antiguedad". Tiene anotaciones al margen de sus páginas y pienso en las muchas manos que debieron tocarlo. Lo escogí pensando a mi corta edad que ese antiguo y usado libro me transportaría a la élite exclusiva de conocedores de la historia humana. Mi sensación de conocimiento duró poco, pues cuando fuí a pagarlo con un airecito de conocedora, el hombre del mostrador dijo: -Ese libro no es auténtico, las fechas son erratas y su valor para coleccionar es ninguno -lo miré incrédula y sin dar mi brazo a torcer, dije secamente que lo llevaría. Había algo en ese frágil libro que lo hacía una preciada posesión para mí. Todavía hoy me gusta hojearlo y viajar por los meandros de la historia, pero debo aclararte que no son las descripciones del autor lo que más me interesa, sino las anotaciones dejadas por el primer dueño del libro, su presencia quedó grabada en las páginas de modo tan permanente como el texto impreso. Dispersas en márgenes hay notas hechas a tinta y a lápiz. Algunas garrapateadas a toda


prisa y otras cuidadosamente caligrafiadas. Aparecen algunas claves, que sólo su autor las podría entender. Páginas que hablan del Eúfrate, Cártago, Egipto y otras referentes al monte Olimpo y sus dioses. Es en una éstas donde aperecen pequeños dibujos de Poseidón y Hermes seguidos por un retrato a lápiz de un hombre de bigote, bien vestido. Repetidas veces aparece la frase "hay que respetar los libros", todo escrito por la misma mano. A menudo me pregunto quién sería esa persona; el libro no me da la respuesta pero al hojearlo he podido desentrañar muchos de sus pensamientos y muchas veces creo conocerlo. Hay otras anotaciones que siempre que las leo el corazón me da un vuelco, son anotaciones dirigidas a una persona amada. Cierro mis ojos y al punto me imagino a esa persona interrumpiendo su lectura, sólo para poner sus ensueños por escrito. Hojeo el libro una vez más buscando atisbos. El pasado y el presente lado a lado, lo viejo con lo nuevo y muchas cosas más. La aureola de una taza de té se vé todavía en una de las páginas sobre el antiguo Egipto. Hace mucho que ese té fue bebido y el que lo bebió probablemente ya no se encuentra entre los vivos, pero las páginas que describen la vida en el valle del Nilo siguen oliendo a té ¿Invento de mi imaginación? Diría que el pasado unido por muchos hilos al presente, nunca desaparece en realidad.


CARTAS PARA UN DESCONOCIDO ¨Y cuando ya no estés, a quién podre culpar alma mía, irreverente e inquieta, de esta azotada tristeza que carcome los días como una nefasta existencia¨ -Kristal Riuno-. Me intuyen, sé que me intuyen y jurarían que comenzaré esta historia con el consabido, había una vez. Pero si hiciera algo como eso, cada palabra sería emplazada como la trama del cuento vago al que los tengo acostumbrados y hoy, bueno hoy... tal vez sea una confesión. Desde hace un tiempo, el insomnio con su corona de noches de letargo me acompaña. Sería desleal no contarles que para un cuentista de segunda esta situación es mortal; se escapa a los sentidos la distinción entre realidad y fantasía. Las dudas asaltan pero igual sabeís que dentro de todo el verborreo que intento sostener, hay una mano de pulcritud y buena intención. Todo, para que esto no le acontezca a nadie más. Fue una noche cualquiera, una de esas tantas a las que poco a poco me fuí acostumbrando. Hablo de las noches de poco dormir o no dormir nada. Un rayo de luna nueva había entrado por la ventana y a lo lejos se escuchaba el murmullo arrullador del viento, que a tan altas horas se paseaba por el sembradío de caña. Fluía un leve susurro, tal vez del silencio, tal vez de la quietud, pero distinto al que podía cantar cualquier vientecillo madrugador. De manera casi imperceptible escuché que alguien pronunciaba mi nombre, tan quedo, tan bajo, que por unos instantes creí alucinar. El acto se repitió, y por impulso salté hacia aquella ventana que me resguardaba de la penumbra crasa. Permanecí inmovil, asustadiza, reflexiva. Recordé de cuando niña, las muchas veces que había corrido hasta la cama de la abuela escapando de unos ojos penetrantes que se ocultaban en las sombras de mi cuarto. Los escalofríos de aquel entonces envolvieron mi cuerpo nuevamente y un agitado corazón retumbó al compás de la negra noche. El rayo de luna vislumbrado inicialmente me señaló una vereda y la seguí. Se serpenteaba en mágicas formas que incluso me llevó a creer, que el camino que marcaba alejaba mis pasos de la tierra. Subía, bajaba, volvía a subir por entre enmarañadas grutas y peldaños. Fue entonces cuando lo ví. Sentado en un banco de humo estaba aquél hombre sin rostro, en cuyas manos sostenía las cartas que desde siempre escribí sin dirección alguna. Y fue solícita la promesa de encontrar un destinatario, pues sólo así permitió mi regreso del inframundo. Ya no escribo cartas, nunca encontré a quién dirigirlas... Cambiando el hábito, muere la afición y la entrampada desaparece.



SÉPTIMA PIEL (CANTO A LA VIDA)

Cuando decido ver la vida de otra forma y la muerte pelea poniéndose celosa a rabiar, sólo significa que estoy ganando la batalla, las constantes preguntas llevándose la contraria son pensamientos que vuelcan y revuelcan como la orilla fuerte del mar abierto. Y entonces, yo, el Dalí del Exilio le declaré la guerra a la novia eterna y he despertado en un nuevo sueño sintiéndome libre. Siendo el mismo fanfarrón, pero con una risota en la cara que hacía mucho no se pintaba más que para fingir. Las cosas son las cosas, llamadas por su nombre, cabronas, grises, ínfimas, pero reales, y al final me hago el loco para vivirlas, porque siendo vividas termino aceptando la segunda opción, masoquista, sí, pero tangible, indeleble sí, intocable, pero sin la palabra imposible atravesada en el medio porque volví a abrir los ojos y descubrí que nunca olvidé como se vuela, sólo dejaba reposar mis alas, detenerse en un punto con los ojos vendados, y me dije ¡basta! Entonces salí corriendo tan fuerte como alguna vez en el pasado lo hice y cuando menos acordé ya había despegado las patas del suelo, aunque sin rumbo, de pronto miré alrededor, miré arriba y vi brillar una estrella más que otras, a Sirio, con muchos colores y llegó el enfoque, pero sólo la vi cuando estuve preparado, cuando me deslastré del pasado habiendo llorado todas las lágrimas que por el pasado había que llorar. Ahora los muertos a sus tumbas, recibiendo las flores que merecen en agradecimiento a la hermosura y la enseñanza. Muertos que fueron maestros de la vida aunque se bañaron con la muerte y me dejaron siendo un cabrón que se vistió de negro para la fiesta de todos los días que caían como piedras en la cabeza de un ave carroñero. Le doy gracias a todos los asistentes al funeral para el que escribí la invitación y se acercaron a mirar la última apariencia de mis restos y descubrieron en mi un halo de vida, sin saberlo destrozaron el cristal, la ladrona de perlas con las puntas suaves de los dedos me descoció los ojos y me destapó la boca, me enseñó a gritar sin darse cuenta y me empujó a los colores, primero neutros, ahora salvajes. La nena Hoz de los infiernos se levantó la falda y me hizo sacar las manos para nalguearla y recordar que somos únicos, que la androginia nos hace reyes porque no tenemos un polo, me recordó el saber que aún en la basura hay belleza. La ojos de mar me soltó los botones del traje con tal delicadeza que aprendí a amar en la ausencia, la de los besos en el centro me trajo el recuerdo de como es envolverse desde el ombligo hacia arriba y hacia abajo en un corrientazo, a mi luna y a un par de mujeres de este lado del charco que me regalaron mil minutos escuchándome y todos los que de alguna manera se metieron por mis ojos en esta dimensión diciéndome a diario que las letras no son en vano, ni las pinturas pedazos de colmillos de marfil olvidados en el desierto. A todos las más infinitas gracias porque sin saberlo me acompañaron en este camino a ciegas en la salida del exilio que les confieso, no era más que una tumba


olvidada, desecha y con mucha mala hierba en la superficie. Nació la transformación que inició surcando los siete mares, y fui descubriendo que todas esas cosas guardadas en aquella caja de madera hundida van saliendo a cantar para la vida porque ya están cansadas de escuchar tantos himnos a la muerte. Solía decir “lo único que espero de la vida es la muerte” ahora digo que nada espero, sino dejarme sorprender una y otra vez. La locura es mía, vivo con ella, aprendí a vivir con ella, si un día me arrastra será a su merced, pero entonces será el momento justo en el que la línea se rompe para regalarles mejores letras. Y a la muerte que la salve su chingada madre, porque si sigo aquí y ella volviera a jugar conmigo dejándome ver su éxito ya me encontrará preparado con el sable y los gorriones, pues como siempre, me levantaré por encima de ella sin sentirme culpable. Me despido de mi amada Gala y sus sirvientes, sus miles de pastillas azules y sus cuchillos, sin romper la promesa de eternidad porque el amor es indivisible aunque descubrí también que se transforma. Me despido del amigo del alma que se fue sin dejar rastros más que un último abrazo desprevenido en la calle, me despido del compañero que no fue porque no habría de ser, me despido del niño que inició la cadena de la aceptación a que nos comerán los gusanos, me despido de las mujeres que me hicieron tan cabrón y aún de vez en cuando aparecen para pedirme que les haga el amor, me despido del cigarro fumado por nostalgia con el pasado y los buenos tiempos, me despido del bailao y el tumbao en las tabernas con las putas, y sobre todo… me despido con un portazo del exilio, aunque me deje el nombre para recordar que no debo olvidar de donde vine, pero si cuanto me dolió hasta hacerme llamar fantasma. Y salud! Por la maldita poesía y los malos poetas como yo. Que aún cabrón le digo a la cabrona vida que estoy de vuelta. Quiero terminar esto con la primera página de mi primer libro armado Castillo para Gala, pero ya con otro significado: “Pueden pasar muchas cosas en la vida Incluso que convirtamos en ángeles Nuestros propios demonios, Puede pasar que un día despiertes Y simplemente estés en otro universo” Y volví a despertar contra todo pronóstico.


EL FANTASMA DE LA COLINA

Las enormes puertas del castillo han permanecido cerradas durante años. Una sostenida y cruel batalla para defensa contra invasión, terminó desolando al imperio. Erguido, abanderado con hilachas que una vez mostraron el escudo real, se encuentra el viejo castillo en lo alto de la colina. Su aspecto es más aterrador durante la noche, cuando las tenebrosas sombras de lo desconocido lo arropan. Cuentan conocedores de la historia, que en noches que parecen eternas, detrás de sus enormes puertas y altos muros, se escuchan quejidos y ruidos centelleantes como de espadas. Espadas que durante siglos blandieron por victorias y libertad. A inicios, todo estaba comandado por un viejo rey, cuyo arte para la guerra habia ensanchado el territorio y mantenido la nación en prosperidad. Su éxito había acarreado envidia y aumentado la cantidad de carroñeros dispuestos a la conquista. Y justo así; como en los desiertos se forman las tormentas, como los ríos abandonan su cause, como las fuerzas superiores avazallan al hombre, justo así comenzó la guerra. Sobrevino el caos, batallas libradas con sangre de inocentes. Soldados, granjeros, niños, mujeres, la nación entera, en frente común por fidelidad a su identidad. Durante mucho tiempo, el rey llamado Quezabec había anhelado un sucesor, un heredero al trono, pero la reina nunca pudo convertirse en madre. Habían pasado muchos, muchos años, él sentíase cansado, enfermo y la idea de no haber tenido un hijo corroía sus entrañas. Para ese tiempo también vivía en el castillo una delicada mujer que estaba al servicio de la reina como dama de compañía. Letargos de profunda tristeza aquejaban a su majestad sumiéndola en desolación. Se sentia responsable por el fracaso de todo un reino sin sucesor de sangre. La reina sabía que la generosidad de su esposo le había impedido abandonarla a pesar de su esterilidad, por lo que lo amaba profundamente ¡Tanto, que ningún sacrificio sería suficiente para compensar la merecida felicidad del rey! Exhausta como se sentía, sabiendo que seguramente pronto moriría, le ordena a Geraldina que conquiste el amor de Quezabec. Mientras, Lord Quedúm rey de las planicies de Asbalto y a cuyo interés habían llegado informes del imperio sin sucesor, decide emprender su conquista. No hay nada que viaje más rápido que los rumores de guerra y ciertas cotidianidades que en pueblo pequeño a muchos gusta murmurar, así se recibe en palacio la noticia del inminente ataque. Estando en menesteres propios de soldado, recibe el rey Quezabec noticias de que su esposa requería su presencia esa noche. Intrigado, pero solícito ante el reclamo de su esposa, el rey se presenta en los aposentos de ella.


Una total obscuridad cubría el entorno y la suave voz de su esposa lo invita a pasar. Ella declara que por voluntad propia ha decidido hacer un último intento en lo que sería la felicidad para todo el reino. El amor, la pasión, la ternura, la devoción y la posibilidad de dar continuidad a su linaje lo sucumbe en una entrega total. Extasiado de esperanza por un futuro soñado abandona los aposentos de la reina cuando despuntan los primeros rayos del alba. Pasaron los días, el rey organizaba sus tropas, revisaba personalmente las estrategias de defensa y contraataque. Estaban listos, guerreros entusiastas comandados por el mismísimo rey. Llegó el fatídico día en que el castillo fue tomado por asalto y Quezabec ordenó a Geraldina que huyera con la reina a los pasadizos secretos, para que no fueran encontradas por el enemigo. Ya para esos días, la dama de compañía gestaba en su vientre al futuro rey y heredero de Quezabec, verdad que sólo la reina conocía. Teresa, nombre de pila de la reina, estaba decidida a salvar la criatura de manos enemigas y obligó a Geraldina a escapar sola, no sin antes hacerle entrega de la medalla real que identificaría a su hijo como heredero legítimo. Enferma, herida, agonizante, regresa al castillo para confesarse. Le cuenta al rey lo acontecido aquella noche y se siente libre, cumplidora de un amor eterno por un hombre, por una tierra, por una nación. Marcha en paz. El valiente y aguerrido rey guió sus tropas a la batalla, su espada permaneció erguida hasta obtener la victoria. Al final, y herido de gravedad pide ser llevado al castillo donde días más tarde, muere. Fue su herencia un pueblo libre, hombres de consciencia que hoy miran el castillo como símbolo de un derecho adquirido. Dicen los más cercanos a la historia, que se pasea un fantasma por el viejo castillo; organizando, diseñando estrategias y esperando, siempre esperando la llegada de un nuevo rey.


EL HOMBRE DE LOS OJOS AZULES Se le había hecho tarde para el abordaje, así que Teresa corrió desesperadamente hasta alcanzar la puerta de salida cuando el avión ya casi despegaba. Sintió miradas inquisitivas y se escucharon algunos murmullos reprobadores. Sin mirar fijamente a nadie, continuó por el estrecho pasillo intentando localizar su asiento. Siempre pasaba lo mismo, la gente nada sabía y desde su perspectiva mediocre se eregían como peritos acusadores, expertos en habladurías. Sacudió su cabeza, tenía cosas más importantes en las que pensar y definitivamente la noche anterior había sido fatal, no había logrado relajarse, descansar y las huellas de eso relucian en su rostro desencajado. Nunca había sido amante del maquillaje, su estilo era libre, natural. En la mayoría de los casos solo vestía un descolorido jean, una corta camisa que a duras penas cubría la parte superior de su ombligo y calzaba sus desgastadas zapatillas deportivas. Salvo que hoy, como única excepción, llevaba el cabello recogido en una coleta, mostrando al mundo la perfección de sus blancas y pequeñas orejas. --Asegúrate de llevar ropa apropiada hija, es una entrevista importante -todavía resonanban en sus oidos las consabidas palabras de su madre. Carmen era una mujer muy hermosa y sobre todo, luchadora incansable. Había quedado viuda a una edad muy joven, cuando la niña solo tenía cuatro años.y algunas veces dudaba sobre la educación y el carácter que había fomentado en su hija. Era una chica inteligente, independiente, siempre de cara a la vida, pero también rebelde. Lo había sido siempre, dió muestras de ello desde su infancia con esas ideas extrañas, diferentes, controversiales, que en todos estos años le habían ganado pocos adeptos y ningún amor. Aunque estaba claro, su hija era incondicional cuando entregaba su amistad. Cuando Teresa le habló de la posibilidad de ese trabajo sólo pudo darse fuerzas a sí misma para dejarla ir, pensando que un cambio de ambiente y el estar lejos de casa, ayudarían a la chica a madurar y ver la vida desde una perspectiva real. Al despedirse su madre había quedado con ojos llorosos, era la primera vez que se separaban en todos estos años. Anhelaba que su hija finalmente pudiera establecerse, lograr sus sueños, pero más que nada y como sentimiento secreto, que encontrara la felicidad al lado de un hombre que la amara profundamente. Teresa miró el número del asiento en su boleto. Un asiento ubicado en las filas del centro y justo en ese lugar estaba sentado otra persona. Era ese el número, cómo era posible que estuviera ocupado. Teresa se detuvo al lado del pasajero y él, distraido en una lectura que parecía más interesante que ninguna otra cosa que pudiera rodearlo, ni siquiera levantó su vista, no se dió por enterado. Con gran esfuerzo la chica colocó su mochila y el resto del equipaje en el compartimento superior. Hizo ruido al cerrar, pero nada, este hombre era inmutable, ni siquiera pestañeó. Teresa llegó a pensar que el hombre era sordo, así que delicadamente tocó su hombro con la intención de mostrarle el número de su asiento cuando levantara la vista. --Por favor disculpe, este es mi -quedó muda. Sus ojos se encontraron con un intenso azul


en la mirada de aquel hombre cuyo rostro le pareció dulce y endemoniadamente atractivo. Sintió cómo la recorría toda, que su mirada penetraba hasta lo profundo de su piel, quemándola. No pudo disimular su turbación, pero aún así sostuvo la mirada. --Ah, su asiento. Disculpe mi distracción señorita -dijo con voz pausada y que a Teresa se le antojó extremadamente varonil. Caballerosamente le permitió ocupar su lugar, pero Teresa con temor a que él fuera reubicado lejos de ella, se apresuró a cederle el lugar y ella se sentó al otro lado. No le gustaba ese lugar, pero todo fuera por él... Sonrió para sí, sintiendo una alegría inmensa... “Ni siquiera sé su nombre, por qué me importa tanto reternerlo aunque sean unas horas. Debo estar loca”. Por primera vez en su vida lamentaba tener esas fachas, desprovista de cualquier atractivo. Desprovista de la sensualidad y ligera coquetería con que se adornan las mujeres bellas. Pero él pareció ignorar esos detalles y se mostró conversador, atento, durante esas horas de vuelo. Teresa luchaba por mantenerse a la altura del diálogo, parecerle inteligente, despierta y siempre que encontraba su mirada se sentía desfallecer ante esos ojos azules, intensos, que la apasionaban. Le hubiese gustado tocar su cara, tomarla entre sus manos y mirarlo de cerca, tan cerca que pudiera ver su alma. Se estremeció al descubrirse pensando estas cosas y se reprendió por ser tan incauta. Él mantenía el libro sobre su regazo y por un momento se deslizó para caer al suelo, ambos reaccionaron al mismo tiempo para evitar la caida y en ese gesto sus manos se rozaron levemente. Teresa se estremeció y el rubor cubrió sus mejillas, asustada de que aquel hombre lo hubiese notado. Ya habían transcurrido varias horas, se sentía agotada, la falta de descanso del día anterior se hacía notar. Su amigo de vuelo le había instado a que durmiera un poco y casi sin darse cuenta se sumió en el supor del mundo de la inconsciencia... --Señorita, señorita, despierte -se escuchaba una voz lejana. Teresa abrió sus ojos buscando la mirada de su compañero, pero sólo encontró el rostro de la asistente de vuelo. --Hemos llegado a nuestro destino, ya casi todos han abandonado el avión. Instintivamente y con inexplicable desesperación Teresa buscó al hombre que durante horas había estado a su lado, su corazón latía intensamente, ya se había marchado. Cómo, cómo era posible que se hubiese quedado dormida y ni siquiera le había preguntado su nombre. Lo que estaba sintiendo no podía ser cierto, no había lógica ni razón que pudiera explicarlo. A la salida estaba la asistente de vuelo que despedía a los pasajeros. Cuando Teresa se acercó, le deseó feliz estadía en esa ciudad y al mismo tiempo le extendió un pequeño paquete. --Me ha pedido el caballero que viajaba a su lado que le entregara esto. Con dedos trémulos y una intensa emoción, Teresa estrechó contra su pecho aquello que la asistente le entregaba y en medio del mismo aeropuerto buscó su contenido. Era el libro, el libro de ese desconocido que ella... que ella... Lo que sentía era impronunciable, de locura, pero estaba dentro de su pecho, arrebatándola, convirtiéndola en algo tan pequeño que ella misma no podía creerlo.


Había una nota entre las páginas, breve, concisa, pulcra... "Sé lo que ambos hemos sentido. Sé cuál es su intensidad y no tengo explicación para ello... Sólo que si esto es real, el destino se encargará de unirnos nuevamente”. Tuyo, Javier Pasaron unos días y Teresa no podía centrarse en sus responsabilidades, al otro día sería la entrevista de trabajo y a duras penas había logrado preparar su presentación. Siempre que intentaba hacer algo, regresaba a su mente la imagen de Javier. Algunas noches se sorprendió llorando su ausencia, sentía que le faltaba su mitad. Pero la vida debía continuar y ella... ella tendría que confiar en el destino, no había otra. Su cita estaba pautada para las siete y treinta de la mañana y aunque había dormido poco, algo que ya era costumbre, logró disimular muy bien los efectos aplicando un maquillaje suave y restaurador. Había elegido un atuendo color azul marino con su camisa de cuello blanco desplegado. Su bolso negro hacía perfecto juego con sus zapatos de tacón alto. Se fijó brevemente en su imagen reflejada en el espejo y estaba irreconocible. Curvó sus labios en una leve sonrisa. “Irreconocible, sí... por sus sentimientos, por la locura de ese amor imposible, lejano, perdido en las manos de un destino que ella no conocía“. Llegó puntual, la puntualidad era algo que había aprendido de su madre. Ella siempre decía que la gente responsable, era puntual. Y ahí estaba, lista para enfrentar al mundo y demostrar su valor. La entrevista sería dirigida por el propio director de la agencia, le habían notificado que él no delegaba esa responsabilidad en nadie más, era exigente. Tocó suavemente con sus nudillos la puerta de la oficina y recibió autorización para entrar. De espaldas a ella y frente al ventanal inmenso estaba un hombre alto, de anchos hombros y cabello oscuro. Se prestaba a saludar cuando éste giró hacia ella. Su carpeta de trabajo resbaló de sus manos cuando esos ojos azules, intensos, la recorrieron toda como esa primera vez... Ese hombre era Javier... Bendito sea el destino...


50 SOMBRAS DE MADA

Mada estaba apoyada en la ventana, fumando, cuando el sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos: -Diga -¿Mada sin Más? -Sí ¿quién es? -Soy Christian Grey. -¿Christian Grey?…, no conozco ningún Christian Grey. -Oh, nena, sí que me conoces… -Mira, nene, primero, no me vas a decir tú a quien conozco y dejo de conocer; segundo, como vuelvas a… -de repente Mada se quedó callada… ¿nena? ¿Grey?… estaba claro que alguien bromeaba con ella- oh, sí!!! ya sé quien eres… -su voz destilaba ironía, si querían reírse de ella la llevaban clara. -Quiero verte… -desde luego, la voz resultaba sensual… interpretaba bien el papel. -No se me ocurre por qué querrías verme… -Porque tengo ganas de ti… nena. -Juaaas… -a Mada le dio la risa. -Nena, si no te portas bien voy a tener que castigarte. -No jodas -Mada volvió a reírse- ¿me darías unos azotes en todo el culo? ¡qué ilusión! -Nena, si sigues portándote mal eso no será suficiente. Esta tarde a las 19:00h. te recogerá una limousina. Te espero -y colgó el teléfono. Mada apartó el teléfono de su oreja y se quedó mirándolo. Desde luego, alguien se aburría mucho. ***


A las 18:00h. Sonó el telefonillo de su piso: -Sí? -¿Mada sin Más? -Así me llaman… -Soy Taylor, el chofer de Christian Grey… he venido a recogerla. -¿Qué? El hombre repitió lo que había dicho. Mada miró sospechosamente el telefonillo, lo dejó colgando y se asomó a la ventana. Una limousina llamaba la atención aparcada a un lado de la acera. Regresó al telefonillo: -Mira, si esto es una broma la lleváis clara conmigo… ¡no te jode! -y colgó el telefonillo. Éste volvió a sonar insistentemente, una y otra vez, hasta que lo cogió dispuesta a decirle cuatro cosas al interfecto, pero antes de que pudiese decir nada, Taylor se le adelantó: -Tengo una carta de Grey para usted. La curiosidad hizo que pulsase el telefonillo para que Taylor pudiese subir. Abrió la puerta y enseguida apareció éste. Le entregó un sobre y se quedó allí parado como esperando instrucciones. Mada lo miró, miró el sobre, resopló y lo abrió. Según leía sus cejas se alzaban y dudaba entre partirse de risa o cabrearse.

Querida Mada: Si firmas el contrato que te adjunto, esta noche te haré mía y mañana tendrás la libertad para el resto de tu vida. Fdo.: Christian Grey Comenzó a leer el contrato que adjuntaba, el cual es mejor resumir para no aburrir a los lectores: una noche de sumisión y entrega a cambio de un millón de dólares. (Y también, para no aburrir a los lectores, diré que Mada decidió aceptar Dios sabe por qué, jajaja…) Mada miró a Taylor: -Puede usted pasar y esperar sentado mientras me arreglo.


-Si no le importa, mejor la espero en la limousina -hizo un saludo con su gorra y se retiró. Mada se fue a la ducha a cien por hora. Después, con un toalla alrededor de su espléndido cuerpo, contempló su armario. No sabía que ponerse. Se decidió por un vestido blanco, entallado bajo el pecho y después suelto, por encima de la rodilla. A juego unos zapatos de tacón afilado. Para dar fe de su faceta rebelde optó por su chupa de cuero negra. Se miró en el espejo. Todo estaba bien y si a él no le gustaba… que le echará azúcar. Se reprendió a si misma “Mada, que no todos los días puede ganar uno un millón de doláres…”. Ya en la calle, Taylor le abrió la puerta mientras los transeúntes la contemplaban. Se sintió como una estrella de cine. ¿Qué decir del interior de la limousina? seguro que todos habéis montado en una, je. Después de un corto trayecto, llegaron al aeropuerto y se quedó boquiabierta cuando vio aquel jet privado esperando solo por ella. Aquello era alucinante. Las dudas de que pudiesen estar tomándole el pelo se le fueron de la cabeza. No describiré la mansión de Christian Grey. Los que han leído los libros ya la conocen…, y los que no, no se pierden nada. La recibió un mayordomo que la acompañó a la estancia donde la esperaba Grey…, su despacho: -Querida Mada, me alegro de verte -él se levantó y fue hacia ella con una sonrisa ladeada en su cara. Y Mada, por primera vez en su vida, se quedó sin palabras (y os juro que esto es realmente difícil). Contempló al hombre que tenía enfrente. Christian Grey. El hombre sobre el que tanto había leído. El hombre que era el sueño de una cantidad enorme de mujeres, ella incluída. Moreno, alto, hombros anchos, unos ojos grises que estaban hechos para naufragar en ellos, unos labios sensuales y más todavía con aquella sonrisa. -Nena, no me mires así o te pongo ahora mismo sobre mis rodillas -aquella voz tan sensual, aquella promesa en sus ojos… ¡ufff!, Mada tragó saliva. -Hola -su voz sonó tímida… ¿Hola?, ¿hola?, pero tía, que coño pasa contigo… ¡Hola!, anda qué... -Ven, siéntate, antes de nada quiero que firmes el contrato, después tomaremos algo y nos iremos conociendo mejor. Mada se sentó. Él dio la vuelta al imponente escritorio y se sentó también. Él tenía el contrato listo para firmar encima de la mesa, mirando hacia ella, y le tendía un bolígrafo. Mada lo tomó y firmó automáticamente… su mente todavía no reaccionaba.


-Bien… acompáñame -le tendía una mano… una mano grande, poderosa, marcada por callos de tocar la batería (petición de Mada, que si no, no le pone el Grey). La dirigió escaleras arriba… el corazón de Mada comenzó a latir rápidamente… sabía hacia donde se dirigían: la famosa habitación roja, o habitación de los juegos… Y no se equivocaba. Él cerró la puerta tras de ella y la contempló sonriendo con esa sonrisa personal e intransferible: -¿Te apetece tomar algo? -Sí… Él se dirigió al mueble bar y descorchó una botella del mejor champán francés. Le entregó una copa a ella, y alzó la suya: -Por una noche memorable… -y bebió mientras la miraba de forma sensual. Mada ni tan siquiera levantó la copa para brindar… directamente se la bebió toda de un trago. -Parece que tienes sed -dijo él divertido- ¿no quieres quitarte tu cazadora? así podré apreciar mejor ese maravilloso vestido que llevas puesto… Grey la ayudó a quitarse la cazadora y se la llevó, al igual que el bolso, a un colgador cercano. Se dio la vuelta hacia ella y se quitó la chaqueta de su inmaculado traje. Desanudó la corbata, para retirarla también. Había algo muy sexy en contemplar como desanudaba y se quitaba la corbata mientras la miraba con intensidad. Después desabrochó los dos primeros botones de su camisa. Y todo el tiempo mirándola fijamente. A Mada le resultaba imposible apartar la vista de él, del movimiento de aquellas manos. Tragó saliva… acababa de beber pero tenía la boca seca otra vez. Decidió servirse ella misma otra copa, pero cuando iba a hacerlo: -Quieta -aquella orden la sobresaltó y se volvió hacia él. -Nena, recuerda que no puedes hacer nada sin mi permiso…-ahora el tono era suave. “Joer… no metas la pata Mada” se dijo a sí misma. Se quedó quieta esperando el siguiente paso de él y miró de reojo hacia el champán. -No hagas eso!! -¿Lo qué? -esta vez, la voz de Mada ya era firme… "¿Es que este tío pretendía que se quedase tiesa como una estatua?… se le dormirían las piernas y se caería al suelo”… -Apartar la vista de mi.


“¡Ostras!” pensó Mada “éste me recuerda a mi buen amigo Charles Bodriolaire.” (Mada, no sigas por ese hilo de pensamiento que se te va la líbido al quinto pimiento…) Grey se estaba acercando a ella y se paró a escasos centímetros. Mada se quedó mirando su cuello… hasta ahí daba su estatura y no fuese a ser que él también se molestase porque levantase la cara para mirarlo. De repente él se arrodilló y Mada alzó las cejas sorprendida… ¿Se le iba a declarar?…. Oh, no, ahora le estaba tocando los pies… este hombre era un poco raro… una pena teniendo en cuenta su tremendo atractivo físico. Un millón de pavos, se recordó una vez más. -Nena, colabora un poco, estoy tratando de sacarte los zapatos…- él la miraba desde su posición arrodillada… ella lo miró desde las alturas, como si no entendiese lo que él decía… -¡Oh! -se dio cuenta y alzó primero un pie y después el otro para que él pudiese sacarle los zapatos. “Espero que no se le dé por hacerme cosquillas en los pies… eso sí sería una tortura” y mantuvo la expresión impasible mientras pensaba tal cosa. -Bien -él se colocó tras ella y sintió sus manos en el cierre del vestido. Mada se dio la vuelta inmediatamente: -¿Se puede saber que haces? -lo miraba en plan “quédate quieto o te planto un sopapo”. -Recuerda el contrato. Eres mía por esta noche y puedo hacer contigo lo que quiera. Tú solo debes obeder… y esta no es la forma de obedecer, Mada -la expresión de Grey era muy seria, casi parecía enfadado, como un niño al que le han quitado su juguete favorito. -A ver… ¿no dijiste que tomaríamos algo y nos iríamos conociendo mejor? -trataba de razonar con él. -Y eso vamos a hacer nena… tengo intención de conocer tu cuerpo a la perfección -y su mirada era un aviso de que no continuase por esos derroteros- date la vuelta. Mada lo miró de hito en hito. Mierda, aquello no era como ella se lo había imaginado. Parecía un duelo de miradas con el tiempo suspendido en el aire. ¿Qué hago?… Un millón de pavos… Resignada, se dio la vuelta ofreciéndole su espalda. Él bajó la cremallera con lentitud y cuando finalizó el vestido resbaló hasta el suelo por su propio peso. Allí se quedó ella en sujetador, culotte y medias de medio muslo. -Da un paso al frente “Sí, mi capitan”, estuvo a punto de contestar ella, pero se mordió el labio y dio el paso al frente para apartarse del vestido. Y entonces él caminó despacio alrededor de ella, mirando detenidamente su cuerpo. Se paró al frente de Mada y con un dedo alzó su rostro para que lo mirase.


-Desabrocha mi camisa. Uno a uno, Mada fue desabrochando los botones de la camisa y aquello si empezó a afectarla. Aquel pecho valía cada gramo de su paciencia. Él ahora le tendía los puños y ella entendió. Grey dejó resbalar la camisa poco a poco… y Mada comenzó a sentir que en aquella habitación hacía mucho calor. -Quítame el cinturón. Mada posó sus manos en el cierre del cinturón para demorarse más de lo necesario en la tarea… lentamente, como él había hecho con la cremallera de su vestido, despacio pero sin pausa, deslizó el cinturón hasta tenerlo en sus manos. Grey lo cogió y lo tiró lejos. -Los zapatos. Mada suspiró, se arrodilló y procedió con la tarea. -Calcetines. Mada puso los ojos en blanco y obedeció. En los pies no tenía callos. -Levántate. -El pantalón. Desabrochó el pantalón, bajó la cremallera rápido y deslizó el pantalón por sus musculosas piernas cubiertas de un fino vello. -Continua. Mada trató de levantarle un pie del suelo pero no había manera. -Me refiero al calzoncillo. “Otra vez para arriba, esto ya parece una clase de gimnasia” pensó Mada, tratando de distraerse por lo nerviosa que la ponía ir a tenerlo totalmente desnudo ante ella. Y allí estaba, esplendor de los esplendores, la joya de la corona y su séquito real, a disposición de los ojos de Mada… Grey se apartó un paso para apartar con el pie su ropa. Él levantó los brazos para rodearla con ellos y ella se sorprendió por el abrazo… pero no era un abrazo: le estaba quitando el sujetador. “Ala, bonitas, saludemos a la realeza” pensó Mada, tratando de disimular que aquello comenzaba a excitarla. Las manos de él se posaron en la cinturilla del culotte. Un dedo índice exploró el espacio entre la tela y la piel, con lentitud, mientras la miraba a ella a los ojos. “No jodas que me


estoy poniendo colorada” pensó Mada, pero no apartó la vista de sus ojos… no podía. Grey fue deslizando poco a poco el culotte por sus piernas y ella se anticipó a la orden de que levantase el pie. Después él se alzó. Otra vez frente a ella. Ambos desnudos. Una mano de él sujetó su barbilla y con el pulgar comenzó a acariciarle los labios. ¡Ufff…! el corazón de Mada latía cada vez más fuerte. Sus labios se entreabrían bajo la presión del pulgar de él mientras él la miraba intensamente como tratando de adivinar lo que pasaba por su mente. Dejó de acariciarle los labios y movió la mano hacia su cuello, abarcándolo en una caricia. Mada tragó saliva. Las miradas seguían prendidas. La mano de él continuó el descenso para detenerse en la colina de su pecho acariciándolo con suavidad, despacio, casi sin tocar. Mada cerró los puños tratando de controlar aquella sensación que se incrementaba por estar perdida en la mirada de él. La mano volvió a moverse deslizándose por su costado y erizando la piel a su paso. Se detuvo en su cadera un momento y se desvió hacia su viente que se contrajo bajo el contacto mientras a Mada se le cortaba la respiración. Esa mano bajó un poco más y se amoldó a su sexo, acunándolo, y provocando un torbellino bajo ella. Mada se sentía incapaz de continuar aguantando su mirada y bajó la vista hacia su cuello. -Mírame. Se mordió el labio y volvió a mirarlo. -¿Te apetece otra copa de champán? ¿Otra copa de champán?… Mada puso los ojos en blanco… joer, ahora que empezaba a calentarse la cosa, va y le ofrece otra copa de champán: -¿Y no podría ser un whisky? -preguntó Mada con la esperanza brillando en sus ojos. Necesitaba algo fuerte… y ya que de momento no iba a ser lo que ella había pensado… -Querida, una dama no bebe whisky… Mada se contuvo… porque claro, ahora que era una dama, debía mantener su lengua más sujeta, además, todavía no estaba preparada para los azotes en el culo. Mientras ella disfrutaba contemplando su desnudez posterior, aquellos anchos hombros, aquellas duras nalgas, ainssssss… él servía las copas de champán. Cuando se dio la vuelta para regresar al lado de ella no pudo evitar fijar su vista donde la fijaría cualquier mujer que se precie, pero enseguida se dijo “aparta la vista Mada, que eres una dama, joder…”. Sujetó la copa que él le tendía y esta vez esperó por el brindis… pero no hubo brindis. Él bebió lentamente de su copa mientras la miraba a ella fijamente. Mada tragó saliva… no


iba a ser capaz de beber si él la miraba así…. y es que no tenía claro como bebían las damas. -¿Ya no tienes sed? -la famosa sonrisa ladeada y sugerente hacía juego con la mirada traviesa de Grey. Aquellos ojos grises deberían ser declarados patrimonio de la humanidad. Mada consiguió llevar la copa a sus labios… y se atragantó de una forma poco digna para una dama cuando lo oyó decir: -Túmbate en la cama, quiero beber el resto del champán de las copas de tus senos. Mada tenía los ojos rojos a causa del atragantamiento y carraspeó para tratar de despejar la garganta del sorbo que del susto se había quedado retenido. -Mada... -él la miraba serio- he pasado por alto varios castigos pero que protestes cuando te mando acostarte en la cama es realmente grave. Mada abrió la boca para contestar pero al intentarlo comenzó a toser pues su garganta todavía no estaba preparada. De repente él la cogió en brazos y la copa de Mada se fue a tomar por culo del susto que se llevó. “Oh, por mi País Vasco, que este tío me mata de un infarto”… Mada se sujetó fuertemente al cuello de él, no porque no confiase en su fuerza, en lo que no confiaba era en que no la tirase a propósito. Él la miró divertido: -¿Tienes miedo de caerte, nena? Mada levantó los ojos hacia su rostro, tan cerca, y entonces se dio cuenta de que estar alzada entre sus brazos, los dos desnudos, era tremendamente erótico. Él se sentó en la cama con ella sentada en sus rodillas: -Ya puedes soltarme…-Mada lo miró sin entender al principio hasta que se dio cuenta de que sus brazos seguían formando un collar alrededor del cuello de él. Lo soltó inmediatamente… Así como lo hizo se vio ipso facto tumbada boca abajo sobre sus muslos. Mierda, pensó, de esta no me salva ni Patxi. Grey comenzó a acariciarle la nalga derecha en círculos, con lentitud, suavemente… y Mada podía sentir aquellos callos que tanto la ponían. Pero aquella mano le propinó de repente un azote que la hizo gritar: -¡Auuu! -”que grito más fino te ha quedado”, pensó Mada, “hasta pareces una dama de verdad”. La verdad es que había gritado más por el sobresalto que por el dolor. Grey no se detuvo ni se preocupó por su grito. Procedió a acariciar la otra nalga para después azotarla:


-¡Joer…! -a Mada se le escapó el taco sin querer. -Eso te valdrá por más azotes. “Mierda, cierra la boquita que a este paso nos pasamos la noche de azote en azote”. Después de seis azotes en cada nalga, Mada sentía que el culo le ardía y su humor no era precisamente el de una gatita mimosa. Grey la volteó y escrutó su rostro: -¿Te sientes bien, nena? “Cabrón de mierda, ¿qué si me siento bien?” Mada sonrió ligeramente y contestó: -Sí, mi amo y señor…- le costó mucho contener las ganas de buscar revancha… el genio de Mada comenzaba a bullir ideando la venganza. -Así me gusta -él parecía complacido con su respuesta- empiezas a aprender. La depositó en la cama y se dirigió al mueble bar. En ese momento a Mada no le apetecía nada contemplar su trasero como no fuese para imaginarse dándole con un látigo. Lo que daría por tenerlo sujeto con cadenas y desahogarse… ¡Ufff!, la sangre le hervía del pedazo cabreo que la dominaba. Vio como él se acercaba otra vez portando la botella de champán y sin pensarlo un segundo saltó de la cama para poner distancia. Iba a beber el champán de la copa de un pino, porque de sus “reinas” fijo que no. Grey se puso muy serio: -¿Se puede saber que haces? Mada abrió la boca para contestar y la cerró sin decir nada. Él se dirigía hacia ella después de depositar la botella en la mesilla y ella escapó hacia la puerta. Mierda!! estaba cerrada con llave. “Menos mal, ¿qué pensabas?, largarte desnuda” -Nena, no puedes escapar de mi. -la voz sonó susurrante en su oído. Él estaba casi pegado a su espalda y había apoyado una mano en la puerta mientras con la otra acariciaba su costado, justo por debajo de su pecho- tendré que pensar otra forma de castigarte ya que los azotes no parecen servir de nada contigo. Mada intentó darse la vuelta pero él se lo impidió presionándola contra la puerta con su cuerpo desnudo. Con una mano le había agarrado la melena para dominarla, mientras la otra mano se había colado por la parte delantera de su cuerpo, sobre su pubis, para presionarla contra él. Sentía en sus nalgas la prueba de que él estaba excitado. Tragó


saliva… ¿dónde coño se ha metido mi Diosa interna cuando más la necesito? se preguntó a sí misma. Estaba confusa… por un lado aún le duraba el enfado, por otro le resultaba excitante sentir el cuerpo de él pegado al de ella además de su fuerza controlada. -Voy a estrenar contigo un látigo que he comprado especialmente para esta ocasión -la voz de él sonaba ronca por la excitación. -Como no te dé latigazos yo a ti… -la voz de Mada sonaba baja y amenazante y el enfado comenzaba a ganar la batalla sobre el efecto del contacto de su cuerpo. -No depende de ti, nena -la mano de él se había desplazado hasta su seno para apretarle ligeramente un pezón. Mada trató de revolverse, de escapar, pero no había manera, su fuerza era escasa comparada con la de él. De espaldas tampoco podía hacer mucho…, o sí? Mada no era una mujer tonta, no, todo lo contrario, era astuta. Dejó de luchar, con la respiración agitada… Era cuestión de esperar el momento adecuado, la posición adecuada. Debía conseguir que él se confiase. Grey, al notar como ella dejaba de pelear, comenzó a acariciar aquel precioso y voluptuoso cuerpo. La lucha lo había excitado todavía más. No estaba acostumbrado a la resistencia por parte de las sumisas damiselas y empezaba a pensar que quizá se había perdido algo interesante. Besó el cuello de ella, mordisqueándolo ligeramente… una mano sujetaba el cabello de Mada, la otra navegaba por la parte delantera de su cuerpo buscando esos pechos que lo tenían loco desde el primer momento en que los contempló. Mada trataba de mantener la claridad en su mente… Era difícil permanecer cabreada con semejante asalto y su sangre también empezaba a hervir de deseo. La mano de él iba ahora directa al lugar geográfico de su cuerpo denominado monte de venus… y no lo pensó más. Le propinó un tremendo pisotón con toda la fuerza de la que era capaz. El grito de él resonó en la estancia y, al contrario de lo que ella se había imaginado, no la soltó sino que la apretó con más fuerza como para descargar el dolor. De repente la levantó en volandas, echándola sobre su hombro, tal cual un fardo de patatas. -Suéltame jodido cabrón!!!! -gritó Mada, luchando por liberarse. La tiró sobre la cama y a pesar de que el intento de escapar por parte de Mada, fue bastante rápido, no sirvió de nada. Él la sujetó inmediatamente con su cuerpo y agarrándole la cabeza atacó sus labios sin piedad, con aquella mezcla de furia y deseo que ella le había hecho sentir. Su lengua avasallaba, dominaba, conquistaba, hacia suyo el aliento de Mada, sin la más mínima tregua.


Mada sentía que no podía respirar sino a través del aliento de Grey. Él estaba poseyendo su boca de tal forma que sentía que la vida se le escapaba en aquel beso. No solo arrasaba su boca… estaba robando su alma… dejándola sin voluntad… dominándola. “Me cago en la puta leche” pensó Mada… y comenzó a responder a aquel beso con la misma intensidad. Si de pasión se trataba no había leona en el mundo que la ganase. Grey se maravilló al sentir aquella respuesta apasionada a su ataque. Nunca había deseado tanto a una mujer. Nunca había sentido ese fuego que ardía en su interior y que amenazaba con acabar con el poco control que le quedaba. Bajó con su boca para asaltar aquel cuello, aquellos pechos, con fuerza, con pasión, sin dejar de sujetarla… pero Mada ya estaba sujeta por otro tipo de cadenas, las del deseo. El placer atacaba sus sentidos de una forma increíble… nunca antes la habían amado con aquel derroche de potencia masculina. La hacía sentir débil y al mismo tiempo la mujer más deseable del mundo. Ya no podía detener sus manos… deseaba tocarlo. Se perdió por aquella piel acariciando con fuerza, arañando contenidamente, besando todo lo que podía, mordisqueando… Ambos estaban hambrientos y sentían ansias por devorar al otro, por calmar aquella necesidad tan urgente en la cual ya no cabía ningún tipo de pensamiento, ningún tipo de control…. eran puro incendio. Un grito escapó de la garganta de Mada cuando se sintió totalmente poseída, totalmente colmada. Su cuerpo se arqueó con la fuerte embestida y se unió a aquel ritmo salvaje y descontrolado, a aquella carrera por la liberación absoluta. En el momento cumbre, él atrapó su grito final con un beso profundo, eterno, como queriendo marcarla suya para siempre. *** Los dos tumbados en la cama, desnudos, extenuados, sorprendidos por lo que acababa de ocurrir. El ingenio de Mada se había ido a tomar por culo. El gusto de Grey por las mujeres sumisas, también. Él se volvió hacia ella y acariciándole la cara hizo que lo mirase. Se permitió un momento para perderse en el universo de aquella mirada y después habló: -Tengo que confesarte algo… Mada alzó las cejas. Seguro que le iba a decir que no tenía un puto duro en el banco…,


pero a esas alturas, ya le daba igual… aquel pedazo polvo valía mucho más que un millón de dólares. -Mi nombre verdadero no es Christian Grey… En realidad me llamo Javi Fernández, y nada me haría más feliz que pasar el resto de mi vida tratando de domarte.


HUMANIDAD

Exiliados, perseguidos de la tierra, dueños de todo, poseedores de nada, guerras, desamor, locura... aún se que existe un mundo diferente. Lobos azotados, ladrones de virtudes, razones aparentes, vicios destructivos, armas, más armas, la única que tengo son mis manos, ¿habrá un dios escondido tras las rocas? Fe ciega, creer, querer, saber, hondas bocanadas de aire para alimentar la agonía, sangre... ¿Acaso no es sinónimo de vida?, ¿por qué nos acostumbramos a verla en la muerte? Humano demasiado humano como el filósofo, poderes haciéndose la vista gorda, ¿quién conoce mejor la creación?, ¿quién conoce mejor el valor de las cosas? Ellos se alinean con la naturaleza nosotros ensuciamos su hábitat con oscuros desatinos, matando con lanzas de oro, en el nombre del amor. Esencia: ¿dónde está?, somos tan incoherentes, surrealistas, equivocados... ¿Quiénes para alzar la mano en contra de la naturaleza?, nos creemos invencibles, astutos, estamos perdidos en nuestros propios delirios. Justicia: ¿dónde está la justicia?, a veces parece que todo queda en tela de juicio, mientras proclamo vida, más allá se derrama el veneno de los timbrados pensamientos sombríos. Cayendo por miserables barrancos época tras época, ¿muchos pensadores?, pocos hacedores, intereses inmutables de por medio y ya a terminar en una tumba. ¿Quién conoce mejor el valor de la vida? viejas con trapos de lujo, niños muriendo en las calles, el vaticano lleno de papas, papas podridas que terminarán en un saco. Verdades a medias, mentiras completas, hoy me dolió el corazón unos instantes, de poca monta parece, cuando el universo es más grande que estas simples cuatro paredes. Quiero enviar pensamientos de amor, de justicia, de perdón, de verdad y de respeto a todos los mártires que aún existen estando lejos de lo medieval, salvajes, hombres devorando carne de hombres, camellos bebiendo del agua roja de su sangre, santos venerados y mira..., ninguno viene. Días prometidos, si, muchos días prometidos y el mundo se sigue derrumbando ante mis ojos lentamente, ardiendo en la vena de cada tierra, humano, ¿animal sabio?, ¿hombre sabio?, muchas luces encendidas, muchas almas apagadas. Veneración insensata, cosas menos importantes, aves carroñeras..., de eso va lo que está alrededor... Existen dos tipos de humanos..., sobrevivientes y esclavos... ¿Pesimista yo? qué va, ¿libertad? parece tan lejana esa palabra... Animales encerrados tras las rejas de la "sociedad"... Caiga lluvia, caiga rayos, se derramen las aguas del mar, terremotos, ríos sueltos, ¿dónde está la humanidad?, ¿cuál es el pago?..., sin patria, desheredados del suelo, pocos amantes de esta tierra que por allí quedan, muy en el fondo... Algo queda... ¿Causas?, luchas..., que algo queda..., detrás de una mirada hay tantas cosas, tanto brillo... No quiero ver más empañados, no quiero ver más hambre de amor... No quiero ver más el llanto de ese corazón no quiero escuchar más el silencio de los gritos mudos..., que profundo ha llegado esta porquería! Quiero ser, soy optimista, soy de la gente que aún cree soy de la gente que trabaja por un mañana mejor..., y mientras el


ma単ana llega..., hay tanta hambre de amor.


MARGINADOS

Abel José nació no se qué día de un mes cualquiera. Cuando lo vi por primera vez, tuve que mirarlo dos veces para saber si era niño o niña. Era tanta la confusión con su vestimenta “unisex”, un pantaloncito corto azul y una franelita muy desteñida. Estaba parado al lado de la ventanilla de mi auto y me miraba con sus inmensos ojos grises y su carita sucia, muy sucia y su cabello corto enmarañado. Lo mire con lastima, saque una moneda y la puse en su mano rápidamente con temor a que me contagiara. Apenas escuche un “gracias señorita”. Después pensé de qué me podría contagiar, porque en verdad no parecía enfermo. Si contara esto a mis amistades y compañeros de trabajo, no lo creerían. Yo tan mundana, tan ejecutiva, que solo me importaba lo mio, debo confesar que esa mirada y esa voz me turbaron. Como pasaba siempre por esa esquina, un día me sincere conmigo misma. Quería verlo de nuevo. Muchas veces el sonido de la bocina del auto de atrás me avisaba del cambio de luz del semáforo. Era como si un impulso, un anhelo que no comprendía, me decía que lo buscara. Después de varios días, por fin lo vi. Estaba parado al lado de una muchacha con un niño de meses en los brazos. Era muy joven y estaba tan sucia como él. Tome la decisión de hablarles, de preguntarles cosas, de porque estaban allí y el niño porque no asistía a la escuela. Busque un lugar donde estacionarme y me baje del auto apresuradamente. Cuando me acerque, la muchacha me miro con extrañeza, como quien mira a un fantasma. Bueno allí comenzó mi interrogatorio. Primero le pregunte tonterías para que no desconfiara. Me dijo que tenía veinticuatro años y el niño ocho. Nunca más vio al padre. Victima ella misma de la gran tragedia social que afecta a gran parte de nuestra sociedad, quedo huérfana muy pequeña, quedando al cuidado de una tía paterna y gruñona y un tío abusivo y borracho que la maltrataba. Nunca fue a la escuela. Se crio prácticamente en la calle, donde la sobrevivencia y buscar un bocado de comida es la prioridad fundamental, sin importar los medios que para ello se requiera. Cuando quedo embarazada su tía la boto de la casa. Con un niño no había cabida para ella allí. Desde ese momento su calvario se agudizo aun más. Después que el niño nació se fue a vivir con una señora que conoció en el hospital donde dio a luz. Era un ranchito, en una invasión, muy lejos del centro de la ciudad. Poco a poco se fue convirtiendo en una indigente, en una pordiosera pidiéndole dinero a cualquiera. Le mire la cara y vi sus ojos brillantes. Sé que le daba pena llorar. Casi teníamos la misma edad. Se llamaba Lucia. Le pregunte por el otro niño, el que tenía en los brazos, y me dijo que no era suyo, que se lo prestaba una vecina para que se rebuscara y compartiera con ella lo que conseguía. -¡No ve que cuando a una la ven con un bebe casi siempre le dan algo! ¡Dios mío!-pensé- de cuantas tonterías nos quejamos, de los zapatos que no podemos comprar, de adquirir el último modelo de móvil, y de tantas otras cosas. Ahora la que tenía un nudo en la garganta y a punto de llorar era yo. Como puede alguien vivir así, bueno esto


no es vida, es una tortura, un castigo muy grande. Le di algo de dinero y le prometí ayudarla. Me dijo que siempre estaba por allí, pero moviéndose ya que el policía de la esquina la regañaba y le decía que no estorbara el paso de los vehículos. Y así religiosamente todos los días ella me esperaba. Casi nos hicimos amigas. En el corto intervalo de espera del semáforo, me conto muchas cosas, de sus vivencias. El sufrimiento que reflejaba su rostro me partía el alma. Me dijo que la hubiese gustado ser maestra. Antes de llegar le compraba pan, galletas y alguna que otra chuchería para Abel José. Le insinué de la manera más diplomática que pude, que se aseara un poco, era muy bonita y no merecía estar en esas condiciones. Dijo que en el ranchito donde vivía no había agua, tenían que comprarla y era muy cara. Me encariñe con el niño y hasta lo comente en el trabajo. Era tanta la atracción hacia él, que mis compañeros me jugaban bromas y me decían que tuviera mis propios hijos. Transcurrido un tiempo, una mañana al llegar al semáforo no los vi. Los busque insistentemente con la mirada y no estaban. Les habrá pasado algo-pensé-. No me dio tiempo de preguntar, cambio la luz y tuve que seguir. Pase todo el día nerviosa y malhumorada. Al otro día lo mismo. No estaban. Empezaba seriamente a preocuparme. A los tres días estación el auto más adelante, donde pude. Me acerque al policía y le pregunte por Lucia y el niño. No sabía dónde estaban. Pero me comento que una patrulla paso por allí y los agentes le dijeron que se quitara del semáforo sino la pondrían presa. Ya han pasado seis meses que no los veo. Sigo pasando todos los días por allí y miro a los lados con la esperanza de encontrarlos. Pienso que habrá sido de ellos, donde estarán y siento un dolor punzante y una gran angustia en mi corazón.


LA ROSA

En el espacio que el cansancio permite podría pensar un momento en esas cosas, las mañas y manías que se cuelan cuando quien no está se hace presente Ave que se ve volando lejos con envergadura de tres metros de pico enmohecido, cansado de comer acercándose al desierto con ganas de beber Podría tener sed de tantas cosas, pero una es la causa de los males la comida está podrida en la alacena y los versos se han cansado de pensarte Recuerdo la tarde que llegaste estabas abajo en el taxi y llamaste... Bajé corriendo las escaleras, vestía un vaquero azul camisa blanca y chaqueta Cuando me viste rompimos en risa a través de la ventanilla sacaste una rosa roja, hermosa... Que impregnaste de perfume aún puedo respirar su olor pues fue la primera vez que recibí una, mi cara de sorpresa no fue normal por un segundo no importó el resto tu cabello brillaba como nunca tu mirada aún más, fue un segundo y te fuiste dejando incertidumbre Tomé la flor y la escondí en el bolsillo interno izquierdo de la chaqueta subí y volví al trabajo con emociones mezcladas en ese instante vi en ti lo que nadie más veía sabías amar con intensidad a pesar de tu maldad No recibiré jamás otra flor con tanto significado tampoco volveré a ver esa risa y temo ir a dejar una en tu tumba porque esta vez la acompañaría una lágrima... hace un año de tu última llamada antes de que olvidaras tu vida tus amores y otros rostros ¿por qué odiabas la vida de esa forma? será nuestro secreto para siempre ¿por qué te extraño? También... ¿por qué te perdoné? porque sólo tú y yo sabemos lo que vivimos y el pan que compartimos en la mesa... Por un tiempo celebré tu partida hasta que entendí lo necesario que fue todo lo que aprendí pañuelo blanco y pacto con el tiempo estuvimos en nuestras vidas cuando todos se habían ido "Dame un motivo para reír en medio del dolor y tanto cansancio"..., estabas muriendo y yo estaba tan lejos... Una cosa más..., me gustaría saber si estar allá es tan perfecto como lo soñaste... O si aún estás aquí como lo prometiste...


ELLA Y ÉL

En los sorprendentes misterios de la vida, existen historias que por su sincronía, paso constante y sus enseñanzas, son dignas de contar y recordar una y otra vez: En una zona conurbada a la Ciudad de México, en plena decadencia y frio espiritual Nacen dos bebés el mismo día a la misma hora en el mismo instante pero en Hospitales diferentes uno era hombre el otro mujer, les llamaremos ella y el, al salir del hospital sus respectivas madres se mudaron a una nueva casa que por coincidencia quedaban una al lado de la otra, el mismo día a la misma hora los camiones que transportaban sus muebles llegaron a sus respectivas nuevas moradas. En su nueva calle, dos mujeres recién estrenadas como madres se cruzaron cada una con bebé en brazos, ahí presentaron él a ella y ella a él. Como solo una de la madres tenía leche, los dos bebés fueron amamantados por una de ellas, compartiendo desde entonces el mismo seno , esta situación hizo que ambos bebés estuvieran juntos la mayor parte del tiempo, veces se dormían juntos, veces lloraban o reían juntos, los paseaban juntos, y así juntos disfrutaron todos los aspectos, de su infancia. Ella era una bella flor blanca, llena de pecas, risueña y alegre, él un melenudo bebe que se bebía la alegría de su compañera, miel y leche cual tierra prometida. Llego la niñez y jugaron, aprendieron juntos, descubrieron juntos con mente ávida su mundo rodeados de su propia amistad, compañía , eran dos almas nacidas el uno para el otro y desde entonces ellos ya lo intuían pues pareciera que se conocieran desde mucho tiempo atrás, se gustaban, sentían la singular alegría del rencuentro, se llenaban, desde entonces ya se amaban. Ella cada vez era más bella, el sol en su sonrisa y dulzura en sus pequeños ojos, él travieso y juguetón, atrevido y burlón. Vino al adolescencia, y con ella sus dolencias, las inseguridades, los miedos, los desconciertos y las eternas preguntas, compartieron eso y mucho más, ya no se les veía jugando, ahora se les veía caminando por los parques, quien los conocían se decían han nacido el uno para el otro. Por las tardes se sentaban al sol, sus espíritus se regocijaban por estar juntos, bebían cálidamente su tiempo, sin prisa, en paz, destilando pacientemente cada instante del gusto


de estar juntos. El se volvió atormentado con un dejo de filósofo, ella era la luz, sonreía e iluminaba, la gente al pasar Los observaba con detenimiento, se inundaba sus corazones de simpatía y agrado para aquella pareja. Irrumpió con gran fuerza la juventud, rebeldía y vigor eran las constantes, se comían al mundo, descubrieron juntos el enamorarse, las mariposas en la panza, la vergüenza, los sueños y la buena esperanza Solo descubrieron que desde siempre ya se amaban, se hicieron novios y se juraron amor eterno, el descubrió lo hermosa que era ella, y ella descubrió un corazón noble en él, y compartieron sus sentimientos, sus anhelos, su primer beso, su primer caricia en la mejilla, y todos los matices de la juventud. Pareciera que se cumplía un sueño largamente acariciado, que se saciara una sed otrora inacabable e insoportable, que se lograra un anhelo, enraizado en la desesperación y búsqueda constante ese anhelo que se volvió símbolo, verdad, vida, dolor pero sobre todo poesía. Y la poesía rimo sus versos y en la perfección de sus acentos él y ella se amaron, pagando una deuda al tiempo y a ese anhelo que pacientemente espero y hoy estallaba en miles de luces de colores, e irradiaba dicha a todo aquél que lo rodeara, Quien los veía Se congratulaban por su amor. Llego los 21 y se casarón tan enamorados como la noche de las estrellas, como el sol a las mañanas, como el cielo a la tierra, como la voz al canto, como la sonrisa a la alegría, su amor los llenaba los envolvía y protegía de todo mal. Vivieron desde entonces como marido y mujer, con una entrega total, con un amor inquebrantable, leal, puro y de otro mundo, de otro tiempo quizá, de toda la eternidad. Vinieron los hijos, su hogar se lleno de vida, y responsabilidades, la vida diaria de cada día, el trabajo, los problemas, las enfermedades los inviernos y primaveras, año tras año su gran y buen amor eran las constantes, en torno a él giraban sus vida y la de los suyos. Todos esos años juntos pasaron como un suspiro, el tiempo siempre corre y cada vez más de prisa, mas sin embargo para él y ella el tiempo no existía, se había detenido, él le contaba con besos cada peca de su piel Ella le cantaba dulces melodías con su mirada, aprendían y enseñaban, adquirieron la maestría de amarse, de entregarse, de respirar el uno en el otro, de iluminarse y encender la hoguera cuya llama consume los males del mundo.


Y llego la tercera edad, la recibieron con el mismo amor a la vida que los unió, felices, aun se besaban, aun caminaban juntos por los parques, se consolaban, se ayudaban, se llenaban de caricias, y aun se prometían la eternidad juntos. Sentados en las tardes se bebían pacientemente su presencia, con el sol calentando sus huesos se besaban las manos, hablaban y reían, reían y hablaban, de todo y por todo. Vieron envejecerse, les parecía divertido contarse con besos cada arruga, Murieron el mismo día, a la misma hora en el mismo instante. Llegaron separados y se fueron juntos, tomados de la mano, con el rostro iluminado por su amor, con la paz del bien amado, con la dulzura y alegría de haberse tenido el uno al otro. Desde que se vieron por primera vez sabían que exclusivamente habían nacido para amarse. Cumplieron su anhelo y por fin culminaron su amor, toda una vida para amarse, sin contras, sin límites, sin Impedimentos, prejuicios y condenas.


¡AY DIOS MÍO!

Ayer me tope con una persona que dice no creer en Dios, llego al lugar donde estábamos sentados unos amigos, mi pareja y yo, discutíamos sobre una profesión que a mi parecer y con mi ignorancia en el tema era algo sin mucha utilidad, pero que igualmente existe y el hombre en su sabiduría se ha querido complicar. El tipo llego y dijo en voz alta: –¡¿Creen en Dios? A lo que todos respondimos que si y el orgullosamente dijo que no. Empezaron una discusión muy educada sobre los por qué y para qué de creer en un dios, yo por mi parte aunque presente en cuerpo me metí en mis pensamientos y me di cuenta del por qué creo en Dios, ya lo había olvidado. “Primero tu familia te obliga y te introduce en la mente que hay un ser superior, no hay ida a misa que no sea por tu voluntad, en la primera comunión lo que más esperas es tener la fiesta con piñata y tus amigos, con el tiempo se te hace muy común eso, a veces creo que ni te va ni te viene, sin embargo dices: “¡ay Dios mío!” Segundo, llegas a una etapa en la que empiezas a ver más allá de lo que te ofrecen, empiezas a cuestionarte si lo que te dicen es verdad o tiene coherencia, yo por mi parte tenía muchas preguntas y aún tengo pero ya no de la misma calidad. En ese momento empecé a recolectar información sin ser pedida, escuchaba personas de mi confianza, que me contaban historias, además decidí el no cerrar mi mente y darle una oportunidad a la religión. Para ese instante una relación con Dios estaba muy lejana y era superficial. De tipo quince años, más o menos, Dios ya me tenía enganchada, por así decirlo, ya creía en verdad que existía, pero misteriosamente no lo sentía. Es que la fe es creer en lo que no se ve, pero es que tener fe es muy difícil en estos tiempos, pero es que con el transcurrir del tiempo lo deje a un lado, pero siempre con la espinita de querer conocerlo, si en verdad existía. Es que es curioso, uno dice tener la plena confianza en Aquel que nos creo pero cuando se pide o se ruega por algo siempre se trata de tener un plan b debajo de la manga, por si a caso. Con dudas creía y seguía creyendo, por qué, no lo sé, tal vez mi familia hizo un buen trabajo. Ya de mayor te sientes con más libertad de decidir, de llevar la contraria, de ser quien en verdad eres etc. Pero yo seguí persistiendo en que si existe Dios, pero ahora si de verdad me lo creía, porque se empieza a vivir en la realidad, fuera del caparazón de tus padres o de quien te tenga en custodia, se me acabaron los planes b debajo de la manga, en mi


caso se llega hasta la extrema soledad sin sentido y a quién buscas si no tienes a nadie pero una fiel costumbre a la religión. Se toma la biblia empolvada y empiezas a ver otro mundo, imagínense a unos les gusta la leche a otros el queso por eso leer lo que yo leí, sentir lo que yo sentí, vivir lo que yo viví y hacer lo que yo hice no le servirá a nadie más. Hoy ya no veo a Dios como una religión, lo veo como mi Padre, mi relación con el ya no es superficial ni es la mejor del mundo, pero es la necesaria en este momento para mí. No cabe duda de quiero más, quiero conocerlo más y no cabe duda, de que para creer en Dios no hay una formula o un modo de hacerlo, en mi caso, me demore veinticinco años para verlo de la forma como lo veo hoy, a sabiendas de que hay mucho por conocer, mucho por explorar y no me alcanzaría esta vida para experimentarlo. Yo creo que no se cree en Dios tan fácilmente, es un proceso muy bonito aunque molesto al principio.” Después de pensar todo esto me incline para dar mi opinión al grupo pero a sorpresa ya estaban hablando de política, pero entonces decidí tomarlo como un regalo de aquel hombre para reafirmar mi fe, en Aquel que es difícil de ver.


ENCUENTRO

Amelia apresuro el paso. Sentía mucho miedo. Aquella calle solitaria. Todas las casa derrumbadas. La alcaldía haría allí un paseo hermoso y ancho, especie de boulevard. Debía pasar por allí para tomar el bus que la llevaría a su casa. Estudiaba Computación en una academia nocturna. De pronto sintió pasos detrás de ella. No se atrevía a mirar. Estaba casi paralizada del terror. Se encomendó a San Miguel Arcángel y a las ánimas benditas del purgatorio, como siempre le decía su madre antes de salir de la casa. Alguien la seguía y ella no sabía con que intenciones. Aquella ciudad tan insegura. Todos los días en los periódicos salían atracos y robos. Y ella queriendo terminar pronto su curso, para mejorar las condiciones de trabajo de recepcionista en un hotel de lujo. De pronto en una de casas vio un velorio. Había mucha gente afuera y adentro mujeres rezando un rosario. Sin pensarlo entró. Eran como las diez de la noche. Espero un buen rato a ver si la persona que la seguía se iba. Algunas personas se estaban marchando caminando hacia la avenida. Era el momento de irse. Estaría acompañada y nadie se atrevería a hacerle nada. Se fue junto a ellas. Ni siquiera miro sus caras. Al día siguiente, camino a su trabajo, paso por la calle. Quería hacer una oración por el difunto o difunta. Llegó a la casa y solo consiguió escombros. Se sintió desconcertada. Pregunto a un señor cercano que vendía café y periódicos. No sé, dijo el señor, pero en esa casa vivió hace muchos años una señora muy caritativa. Cuando murió, mucha gente vino para agradecerles sus favores.


DESORIENTADA

Amelia apresuro el paso. Sentía mucho miedo. Aquella calle solitaria. Todas las casa derrumbadas. La alcaldía haría allí un paseo hermoso y ancho, especie de boulevard. Debía pasar por allí para tomar el bus que la llevaría a su casa. Estudiaba Computación en una academia nocturna. De pronto sintió pasos detrás de ella. No se atrevía a mirar. Estaba casi paralizada del terror. Se encomendó a San Miguel Arcángel y a las ánimas benditas del purgatorio, como siempre le decía su madre antes de salir de la casa. Alguien la seguía y ella no sabía con que intenciones. Aquella ciudad tan insegura. Todos los días en los periódicos salían atracos y robos. Y ella queriendo terminar pronto su curso, para mejorar las condiciones de trabajo de recepcionista en un hotel de lujo. De pronto en una de casas vio un velorio. Había mucha gente afuera y adentro mujeres rezando un rosario. Sin pensarlo entró. Eran como las diez de la noche. Espero un buen rato a ver si la persona que la seguía se iba. Algunas personas se estaban marchando caminando hacia la avenida. Era el momento de irse. Estaría acompañada y nadie se atrevería a hacerle nada. Se fue junto a ellas. Ni siquiera miro sus caras. Al día siguiente, camino a su trabajo, paso por la calle. Quería hacer una oración por el difunto o difunta. Llegó a la casa y solo consiguió escombros. Se sintió desconcertada. Pregunto a un señor cercano que vendía café y periódicos. No se- dijo el señor- pero en esa casa vivió hace muchos años una señora muy caritativa. Cuando murió, mucha gente vino para agradecerles sus favores.


LLANTO

Christofer ya no pudo continuar, como un torrente impetuoso irrumpió con energía el llanto Embargado en lágrimas, lloro a caudales, su corazón encendido y palpitante expresaba en fuertes Sollozos lo que el espíritu no alcanzo a expresar, dando rienda suelta al sentimiento, se vació. Lloro con amor, simbolizando los amores espirituales; Así como el cielo llora a la tierra, en la tormenta, con furia, y acompañada con estruendosos rayos que asemejan el canto potente del barítono ; porque de ella está enamorado, porque por la tierra el cielo existe, Y la fecunda con su semen de lagrimas, la tierra se deshace en aspamos de placer, retumbando en cada descarga, quemando la tierra para mejorar la fecundación, la moja y la fertiliza, la humedece y le da lozanía vistiendo los campos de verdes colores, la madre tierra pare vida, sustento y semilla La semilla nuevamente se muere por amor y cae a la tierra quien a su vez la fecunda para dar de nuevo vida y esplendor, es el amor espiritual del cielo a la tierra Lloro como llora el mar a la playa, la playa en celo reclama al mar el apareo, este con grandes olas La contrae y la expande, la revuelca con frenesí en su marea, la fecunda, la limpia. La hace bella trayendo vegetación tropical y paradisiaca, la playa le ofrece el fruto de su amor, y se besan incansablemente en cada ola una y otra vez hasta el fin de los tiempos, no puede haber amor más fiel que el del mar a la playa, nunca la abandona, nunca la traiciona en la noches largas, en la marea alta, en los días plenos, en los diluvios , en los deshielos. Lloro como llora el rio a la cosecha. El río la llama, le canta, la enamora, le humedece con sus aguas cristalinas, le da minerales, oxigeno y vida, enriquece a la tierra con sus nutrientes, y ella agradecida procrea sus más ricos hijos. El rio engrosa su cauce cada vez que se va aparear con la tierra y ella lo retroalimenta como una enamorada, permeando el agua hasta los arroyos subterráneos que desembocan en el mismo rio que es su amante, se dan y reciben se aman, se unen y se quieren, gozan con el amor de la sed y el agua, de lo seco y húmedo, de la hembra y el macho. Los espíritus de la noche bajaron a consolar a Cristofer, el espíritu del viento se llevo su lagrimas, las enjuago y refresco su alma, le silbo sutiles melodías de amor para consolarlo, le lleno de aire sus pulmones, para nutrir su sangre, le acaricio el rostro, le entibio los labios, jugó con su greña alborotada Lloro con el, lo acompaño en su dolor, se congratulo de su amor y después se fue. Entonces bajo el espíritu de la noche, bella dama morena, con vestido largo lleno de estrella, sus ojos de galaxia, y pelo negro adornado con la luna casi llena, su boca formada por centellas, blancos y pulcros dientes le sonrió a Cristofer, le susurro al oído para que nadie oyera, que ella, refugio de los enamorados. Jamás había visto en su cielo, luces tan maravillosas, fiesta de colores tan prodigioso, que mientras explotaban producían bellas


notas, cantos y armonías que tocaban y expresaban tan cálidos sentimientos. Le pidió a Christofer que la mirara, él la observo y en su rostro vio a su amada, sonriendo y mirando con dulzura y esto le consoló. La noche lo abrazo él supo que la noche era su amada y la amo otra vez profundamente.


EL SUEÑO DE UN NIÑO

Javier David era muy conocido en su colegio. Su fama se debía a sus constantes charlas sobre astronautas y su afición a todo lo concerniente a la nueva tecnología. Era el primero en poseer los juegos más novedosos y en conocer a la perfección el funcionamiento de los teléfonos móviles más modernos. .El culpable de toda esta situación era su papá, Ingeniero en Telecomunicaciones, quien hacía poco había comenzado a trabajar en una empresa de telefonía que le prestaba servicios al gobierno. Siempre comentaba con su esposa Dalila el deseo que su hijo fuera a estudiar al exterior. Todas estas conversaciones fueron internalizadas en el espíritu del niño y en su mente se forjó la imagen que desearía ser un astronauta famoso. Veía programas en la televisión y leía libros todos relacionados con el tema de los viajes espaciales. Hasta sus profesores del colegio, donde estudiaba octavo grado, comenzaron seriamente a preocuparse ya que el niño en sus conversaciones solo hablaba de su sueño contando los días y los meses para graduarse de bachiller y que sus padres lo enviaran a estudiar lo que el anhelaba. Cuando sea grande y termine mi bachillerato-decía Javier David- me iré a los Estados Unidos a estudiar para ser astronauta. Sus padres, orgullosos de el por ser un niño tan buen estudiante, pensaron que quizás algún día sus sueños se hicieran realidad. Constantemente le preguntaba a su primo Daniel José cuánto costaría un viaje para los Estados Unidos. Mucho dinero –decía su primo- pero el asunto es quedarse a vivir allá. Por las tardes cuando regresaba de sus clases, se sentaba en el patio de su casa, debajo de un frondoso árbol de mango, a pensar en su futuro y la manera de conseguir el dinero para irse a vivir y estudiar en el exterior. Su mama lo observaba con preocupación, pensando en la obsesión de su único hijo y como conseguirían el dinero suficiente para cumplir sus deseos. Sus vecinas y amigas trataban de animarla, diciéndole que como Javier era tan buen estudiante, quizás el gobierno o una empresa privada le otorgaran una beca y ella les refutaba que aquí en este país no realizan esos viajes espaciales por lo cual sería ilógica e innecesaria una ayuda para ese tipo de estudios. Pensó quizás que ella tenía gran parte de responsabilidad en esta idea de su hijo, por consentirlo mucho, si desde un principio lo hubiese reprendido enérgicamente y no dejarle ver tanta televisión, donde los niños ven programas fantásticos, a lo mejor no tendría ahora este problema. Ella misma al principio le decía como el refrán popular “que más hace el que quiere que el que puede” y quizás algún día tendríamos un astronauta en la familia. Como lamentaba todo esto al observar el comportamiento de Javier David que ya casi no hablaba con familiares ni amigos, solo pensando en su futuro.


Una tarde, al regresar del colegio, su mama le sirvió la merienda y después se fue al patio, como era su costumbre se sentó debajo del árbol de mango a reposar un rato antes de cenar y hacer las tareas. Se imaginó vestido de astronauta tripulando una nave espacial. Saldría en todos los periódicos y las televisoras del mundo. ¡El primer venezolano en viajar al espacio exterior! ¡Seria famoso, todos desearían entrevistarlo! Astronauta Javier David Pérez, ¿Que sintió al pisar por primera vez el planeta Licifedad? Estos eran los pensamientos de Javier, cuando de pronto vio un punto luminoso en el cielo, como una estrella muy brillante, que hacía mucho ruido y se acercaba a gran velocidad en dirección al lugar donde él estaba. A medida que se acercaba vio que se trataba de una nave en forma circular, con una cúpula con numerosas ventanillas de las cuales salían luces muy potentes, de diversos colores que iluminaron todo el patio. Javier David sintió un poco de miedo pero a la vez mucha curiosidad. De pronto la nave se poso sobre la arena, se abrió una puerta y a través de una escalerilla, bajaron dos criaturas diminutas de color rojizo pálido, parecidas a los humanos, que se acercaron a él. -Nos hemos enterado que quieres visitar nuestro planeta- le dijo el que parecía ser el jefe de la nave. – -Sí, ese ha sido mi sueño desde hace tiempo- contesto Javier. -A través de ondas ultra sensoriales tus pensamientos han llegado ante nosotros y hemos venido a buscarte para que conozcas nuestro mundo. -Eso sería maravilloso-dijo Javier- ¿y como se llaman ustedes? -Yo me llamo Roam –dijo el jefe- y mi compañero Dadbon. Conocemos tu idioma, ya que en nuestro planeta la ciencia está muy adelantada. Javier David los siguió en silencio, y con un poco de temor y desconfianza. Pero su curiosidad era muy grande. Adentro de la nave, le dieron una ropa especial para que se fuera adaptando a la atmosfera de Licifedad. Se escucho un ruido ensordecedor y la nave despego. Durante el recorrido, ellos conversaron con Javier sobre sus costumbres y leyes. La velocidad de la nave era tan grande, que al poco rato ya estaban en el planeta Licifedad. Lo que vio lo dejo maravillado. Todos los habitantes eran muy amables, no peleaban ni gritaban. Todo lo compartían. Allí no había guerras y la felicidad era total. No había países pobres ni ricos. Se respetaban entre si y vivían en armonía. Tenían bellas y espaciosas viviendas, se vestían muy bien y los alimentos eran abundantes. Existían grandes parques, con arboles hermosos y frondosos con toda clase de diversión. Todas las personas tenían un trabajo gratificante. No se veían por las calles niños mendigando ni infancia abandonada ya que todos asistían a la escuela.


¡Qué mundo tan hermoso y ordenado!- exclamo Javier David- Si la Tierra llegara a ser así.-Algún día llegara a ser así-dijo Dadbon- cuando los terrícolas dejen de pelear entre si y comprendan que solo el amor a Dios y a nuestro prójimo puede traer la verdadera felicidad y paz. Roam intervino y dijo.- No te preocupes, ya está próximo el día que en la Tierra se acabaran las guerras y odios de hermanos contra hermanos. Los terrícolas tienen que comprender que la mayor felicidad es la que se comparte. Te hemos escogido a ti para que lleves este mensaje a la Tierra y cuentes lo que has visto. -¡Qué bello es este mundo!.-dijo Javier- cuando lo cuente no lo creerán. Por supuesto que te van a creer-dijo Dadbon- ya verás que sí. -¡Que lastima que tenga que dejar este mundo tan perfecto!- exclamo Javier- pero tengo que regresar con los míos. -Javier, despierta que te has quedado dormido y estabas hablando en sueñosLevántate, que tienes que hacer las tareas. Javier se levanto sobresaltado, al oír la voz de su mama y se dirigió a su casa pensando que todo había sido un sueño. Mientras tanto, detrás del árbol de mango, dos seres diminutos de color rojizo sonreían.


SUENA LA CAMPANA

A veces me siento como el boxeador, que con el último gancho al mentón, busca aire donde no lo hay; porque los pulmones no reaccionan y el corazón bombea más lento de lo que realmente necesitas. Cuando esto pasa, normalmente, me refugio en ese mundo de tinieblas donde las sombras son tus amigas y tus consejeras. Y es cuando pienso en el viejo Poe en su destartalado cuarto esperando la visita de su fiel compañero de infortunio: el cuervo que picotea con insidia el cristal de la ventana para poder entrar. Un compañero que a todos nos persigue, incluso a los que tienen la guardia alta. No importa que seas un gran púgil, porque, lamentablemente, siempre te encontrarás con alguien mucho mejor que tú, que leerá en ti algún defecto en tu guardia perfecta (según tú) y que aprovechará para noquearte de un certero golpe que aparecerá de la nada. Y será en esos momentos, que buscas con desesperación llenar los pulmones porque no deseas por nada del mundo besar la lona, cuando debes estar más tranquilo; porque en tu fuero interno te engañas diciéndote que sólo ha sido un golpe de suerte, sólo eso, porque tu combate continúa y tu adversario te sigue estudiándote con malicia, con hambre de ti. En esos instantes de duda, cuando todo lo aprendido te sugiere, incluso te suplica que te retires, es cuando debes seguir luchando hasta que escuches la campana y con su dulce sonido metálico podrás regresar maltrecho a tu rincón y lamerte las heridas hasta el siguiente round en el que te dejarás la piel, no porque debas, ni siquiera porque sea lo que tus músculos te pidan, simplemente lo harás porque es ya tu inercia, tu forma de ser, tu pájaro de mal agüero.


COLLAGE

Malditas las horas que pasan muertas, y maldito el gato que dejaste aquí, tengo que darle de comer de mis ansias, pero es tan pequeña su lengua... Malditas las horas que pasan muertas, sin el aroma de tu sexo paseando por mi casa, sin las caricias ásperas de tus manos secas. Y bendita sea tu ausencia aquí, entre mis dedos, y la batería del juguete de turno.


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