Domingo 3º de Adviento - Ciclo B
“El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. (Is 61,1-2.10-11).
El Espíritu de Dios • consuela a los que sufren, •
venda las heridas de los desgarrados,
• libera a los prisioneros,
• inaugura un año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.
El Señor hará brotar la justicia en su tierra y los himnos alegrarán la vida de todos los pueblos. Este tercer domingo de Adviento se hace notar por su invitación a vivir en la alegría.
El texto evangélico de hoy nos presenta a otro profeta enviado por Dios. Se llama Juan.
Juan no era la luz: pretendía sólo ser testigo de la luz.
Juan responde un tajante “no” a los que le preguntan:
No es Elías, el gran defensor de la majestad de Dios. No es el profeta anunciado por el Deuteronomio. Y no es el Mesías esperado.
“En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo”. ( Jn 1,19-20.24-27)
Juan se presenta como la voz que clama en el desierto, exhortando a todos a allanar los caminos.
Su voz y su mano indican la presencia de alguien a quien ĂŠl precede.
No se presenta como el esperado por su pueblo, pero no deja de anunciarlo:
“ En medio de vosotros hay uno que no conocéis”
Necesitamos aprender a descifrar los signos que lo anuncian.
“Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”
No somos el Señor. Somos los siervos y los servidores del Señor. Nada más.
Señor Jesús, acepta nuestro humilde servicio de evangelizadores. Que preparemos los caminos para que también nuestros hermanos te reconozcan en este momento concreto de la historia. Que tu luz nos ilumine y que nuestro testimonio creyente sea también creíble. Amén.
José Román Flecha Andrés Texto: LA SEMILLA, Ciclo B –Editorial Monte Carmelo 2017
Presentación:
Antonia Castro Panero