Gilberto De la Cruz & Elba Malavassi

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APORTE DE LA FARMACIA DE PUEBLO A LA SALUD DEL COSTARRICENSE Este documento nos muestra cuál fue el papel de dos farmacéuticos en la zona norte; por su medio, nos damos una idea de la Costa Rica de hace medio siglo. Posiblemente como ellos, en otras regiones el destacado aporte de profesionales en zonas alejadas de la capital, contribuyó a mejorar la calidad de vida de los habitantes del área rural. Homenaje de la Municipalidad de San Carlos a los Doctores Gilberto De la Cruz Martínez y Elba Malavassi Vargas de De La Cruz Ciudad Quesada, miércoles 5 de febrero de 1997

1929 vio nacer en Villa Quesada un modesto botiquín a cargo de Francisco María Araya, el cual se transformaría posteriormente en la Farmacia San Carlos. En 1932, el Colegio de Farmacéuticos de Costa Rica le concedió una regencia farmacéutica al Dr. Juan Rafael Zumbado, quien abrió botica en el mismo lugar. Llegarían luego a desempeñar tareas farmaceúticas el Dr. José María Tarragó, el Dr. Miguel Angel Bulgarelli, el Dr. Antonio Malavassi y los señores Alberto Lizano y Victor Julio Chaves. En 1948 Villa Quesada acoge a los Doctores en Farmacia don Gilberto de la Cruz y doña Elba Malavassi, desde entonces propietarios de la Farmacia San Carlos, a quienes la Municipalidad de San Carlos les rinde un homenaje por su labor en beneficio de este cantón.

La historia Era el 17 de junio de 1948; en la ciudad de San José se celebraba el matrimonio de Gilberto de la Cruz Martínez y Elba Malavassi Vargas. Apenas un mes después, la joven pareja alistaba maletas para instalarse en Villa Quesada y atender la Farmacia San Carlos, que compraron a doña Ninfa Vargas de Malavassi -madre de doña Elbay que anteriormente era regentada por el Dr. Antonio Malavassi Vargas. La Villa -como era llamada por sus habitantes- era un pueblo pequeño, con difíciles caminos de comunicación con Alajuela, y más aún con la capital. Contaba con un pobre, pequeño y viejo Hospital, que daba sevicios únicamente en el área de cirugía menor y un microscopista realizaba algunos exámenes de laboratorio. Un único médico brindaba servicios en la zona y existían dos farmacias comunales: la Farmacia San Carlos, y otra propiedad del Sr. Darío Rodríguez. La Escuela gracias a la destacada labor de don Jesús Jiménez en el siglo pasado ya se había instalado para ese entonces. Así, San Carlos era una zona distante, con escasos recursos y grandes necesidades en todos los campos. El paludismo y los parásitos intestinales atacaban día con día a sus habitantes. La enfermedad del cansancio por anquilostomas era frecuente, pues 1


gran parte de su población era descalza, sobretodo en los distritos, y sus pies servían de entrada a este parásito. La anemia era sufrida por familias enteras que se curaban y recaían periódicamente. La gastroenteritis hacía estragos y mataba muchos niños cada verano. Las infecciones eran parte de los males de siempre, pues en esos años apenas iniciaba el uso de los antibióticos en el país. La pareja De la Cruz Malavassi debió entonces dedicarse no solo al despacho de recetas, sino a la realización de exámenes de heces y orina, y a la incursión en campañas de desparasitación que realizaban el Hospital y el Ministerio de Salubridad Pública, explicando a la gente las ventajas de calzarse, hacer pozos de agua para consumo humano y letrinas, y todas las medidas de higiene necesarias. Asimismo, combatieron la anemia, participaron en campañas contra la malaria e iniciaron el uso de la penicilina. En un área el impacto fue decisivo en el futuro de los sancarleños: la zona no conocía los sueros orales, que sí habían conocido don Gilberto y doña Elba, en su época de trabajo en San José y en Heredia junto a destacados pediatras costarricenses que laboraban en la Caja Costarricense de Seguro Social. El haber llevado el suero oral a San Carlos les permitió salvar muchas vidas al impedir con este medicamento la deshidratación de los niños. Son muchas las anécdotas que aún se cuentan al respecto, de las vidas salvadas gracias al Suero combinado glucosado y de Ringer, que era desconocido en aquella época incluso por muchos médicos. Por otro lado, la Botica servía para que los pobladores llevaran serpientes venenosas que, desde ahí, se le enviaban al Dr. Alfonso Trejos Willy, a su laboratorio del Hospital San Juan de Dios. Aún cuando desde hace varias décadas esta tarea ya no se realiza, no ha faltado algún sancarleño que llegue todavía con una serpiente en un saco para que la envíen a San José. Finalmente, la Botica permitió que varios dentistas llegaran a la zona, pues los doctores De la Cruz ofrecieron su local en forma gratuita a destacados profesionales, entre ellos, los doctores Alvaro Suárez, Alvaro de la Cruz Martínez, Adolfo Chen Apuy y Alvaro Pacheco Lara. La magnitud de la tarea obligaba a un trabajo muy fuerte. La Botica abría todos los días, y se atendía a todas horas. No hubo nunca madrugada, ni feriado, ni domingo que fuese obstáculo para dar un servicio a una persona que lo requería. Fue transcurriendo el tiempo, y en el año 1955 se abrió el Liceo de San Carlos. La falta de maestros y de profesores calificados que se quisieran trasladar a la zona, hizo que doña Elba se vinculara a la docencia. Su formación en farmacia y sus estudios de posgrado en los Estados Unidos le permitieron impartir lecciones de inglés, química y geología. Posteriormente y durante un breve período, se incorporó como profesora de química en el Colegio María Inmaculada. En los veinte años que se dedicó a la docencia en el Liceo, doña Elba preparó los grupos para bachillerato en inglés y los primeros grupos en química. Como parte de su tarea de mejoramiento académico, estudió y se graduó como Profesora de Inglés en la antigua Escuela Normal Superior. Excelente profesora de varias generaciones de sancarleños, tanto en el campo propiamente académico como en tareas de profesora guía; brindó orientación y amistad e inculcó en sus discípulos el espíritu de superación, liderazgo y compromiso con el país, el conocimiento y la cultura. Además, organizó actividades culturales para los actos cívicos. Tanto doña Elba como don Gilberto se integraron a la realización de actividades de ayuda comunal a través del Club de Leones, desde su fundación. Doña Elba ha sido además miembro del Tribunal Supremo de Elecciones desde 1986. 2


Y don Gilberto, ha sido un fomentador de la cultura y de la tertulia. Desde los primeros años, la farmacia sirvió de alero para un cine-forum espontáneo y diario, pues en él se congregaban los asistentes al cine para comentar la película recién vista. Además, servía para comentario de obras de poesía, novelas y otras manifestaciones culturales, y para análisis de los problemas nacionales. La tertulia en torno a don Gilberto ha sido siempre un punto de encuentro de los sancarleños, que tuvieron no pocas veces su primer acercamiento con las letras y las ciencias en la farmacia, que se llanaba de inquietudes intelectuales todas las noches. Don Gilberto continúa hasta hoy luego de casi medio siglo al frente de la Farmacia San Carlos, donde se le sigue encontrando dando consejo profesional sobre problemas de salud y desarrollando las ya tradicionales tertulias. Doña Elba y don Gilberto procrearon cuatro hijos, todos profesionales destacados en diferentes campos: periodismo, ingeniería, biología y, por supuesto, no podía faltar un farmacéutico para darle continuidad al servicio que han prestado a lo largo de tantos años. Algunas opiniones En 1984, con motivo del 55 aniversario de la Farmacia San Carlos, así se expresaron algunos sancarleños a propósito de doña Elba y don Gilberto: El entonces ejecutivo municipal don Alvaro González señaló que: "Su ejemplo difícilmente podrá ser imitado, pues además de haber salvado muchas vidas, jugaron papeles muy importantes en los campos educativo, cultural y cívico de nuestra comunidad". Doña Marielos Solís de Quesada, miembro de la Asociación de Desarrollo Cultural y Turístico de la Zona Norte expresó que: "Para muchos campesinos, la Farmacia San Carlos era la única alternativa en la búsqueda de un remedio para sus enfermedades, ante la ausencia de profesionales en medicina. Los De la Cruz nunca les negaron una atención esmerada, consejos sanos y ayuda en el suministro de los medicamentos. Eso se los agradece la comunidad y lo hará siempre". El Dr. Oliver Hidalgo, director del Hospital de San Carlos apuntó: "Cuando los De la Cruz llegaron en 1948, el pueblo los miró con recelo. ¿Cómo es posible -se preguntaban- que dos doctores quieran establecerse en un lugar como San Carlos? No obstante, el tiempo se encargó de demostrar ampliamente sus virtudes y cualidades y hoy son parte misma de la comunidad sancarleña". Además, indicó que un grupo de profesionales en ciencias médicas hacía frecuentes giras a poblados alejados, que no contaban con ningún tipo de servicio. Estas giras se realizaban en avioneta y participaban odontólogos, médicos, enfermeras y farmacéuticos. Con frecuencia -dijo Hidalgo- el Dr. Gilberto de la Cruz se ofrecía como voluntario o, de lo contrario, aportaba gran cantidad de medicamentos para llevárselos a los más necesitados. Recordó finalmente que la Farmacia San Carlos prestó un valiosísimo aporte a los médicos al realizar análisis de orina y heces, ante la ausencia de laboratorios especializados. Y concluyó: "No hay duda que los De la Cruz han sido un magnífico regalo para los sancarleños. Ayer, hoy y mañana les estaremos siempre agradecidos". Y sobre esa gran lucha que fue la de rehidratar a los niños, doña Fabiana Robleto comentó: "Recuerdo vívidamente cuando llegué jadeante a la farmacia con mi hijo Leo, de un año. Yo sabía que venía muriéndose después de más de 24 horas de caminar y de montar a caballo hasta llegar a Ciudad Quesada. Doña Elba, entonces 3


recién llegada, miró asustada al pequeño, quien a duras penas se movía. Rápidamente preparó el suero oral y me explicó cómo dárselo y la importancia de hacerlo en forma constante. Hoy, Leo goza de salud, gracias a Dios y a doña Elba". Luego de establecer una estrecha relación con los De la Cruz, doña Fabiana conoció mucho sobre salud y aprendió a hacer suero oral para dárselo a los pequeños diarréicos mientras salían en busca de ayuda médica. Según doña Fabiana, "es difícil contar la cantidad de veces que don Gilberto y doña Elba me ayudaron. Durante largos períodos no hubo médico en San Carlos, pero ellos siempre daban consejo oportuno y así salvaron muchas vidas". Gilberto de la Cruz Martínez Ciudadano costarricense nacido en Guanacaste. Hijo de Manuel de La Cruz Infante y Carmen Martínez Yglesias. Doctor en Farmacia de la Universidad de Costa Rica. Elba Malavassi Vargas Ciudadana costarricense nacida en Tres Rios. Hija de Rogelio Malavassi Belleli y Ninfa Vargas Lizano. Doctora en Farmacia de la Universidad de Costa Rica. Posgrado en Química de Alimentos y Nutrición en la Universidad de Michigan, Estados Unidos de América. Profesora de Inglés de la Escuela Normal Superior de Costa Rica.

REFERENCIAS: La Nación, 25 de julio de 1984

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