Según el diccionario de la Real Academia Española, la regadera es:
1. f. Recipiente portátil a propósito para regar, compuesto por un depósito del que sale un tubo terminado en una boca con orificios por donde se esparce el agua. 2. f. Acequia, reguera. 3. f. Bol., Col., Cuba, Ec., El Salv., Guat., Hond., Méx., Nic., Pan., R. Dom., Ur. y Ven. ducha (aparato o instalación para ducharse). 4. f. Bol., Ec., El Salv., Hond., Nic., R. Dom., Ur. y Ven. ducha (recipiente). 5. f. pl. Tablillas por donde viene el agua a los ejes de las grúas para que no se enciendan. estar alguien como una regadera
1. loc. verb. coloq. Estar algo loco, ser de carácter extravagante.
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Índice
La amistad (Izhan Belenguer)
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La regadera (Ricardo Bellido)
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El club de la regadera (Mario Benedicto)
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Generación tras generación (Ari Guillot)
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La regadera mágica (Pepe Luján)
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El secreto de la regadera morada (Lucía Martínez)
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Los niños desaparecidos (Aroa Rubio)
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La regadera (Dani Rubio)
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La reagdera fantasma (Hugo Rubio)
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La regadera de Maruja (Carlos Ruipérez)
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Una regadera mágica (María Segarra)
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La regadera mentirosa (Iulian Solcan)
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Esta es la historia de unos amigos, un tesoro y una regadera. El protagonista, Alex, paseando se encontró una regadera. Cuando volvió a casa tropezó, la regadera se cayó y se salió toda el agua. -Protagonista: ¡Ay madre la que se ha liado! En el charco de agua había un papel, lo cogió y… Qué sorpresa: era un mapa del tesoro. Como loco fue a llamar a sus amigos: Lucía, Carlos, Pau e Izhan. Alex dijo : “oh, no, falta un trozo. En esto Lucía dijo – mirad hay una pista. ¿Y qué dice? contestó Pau. Izhan dijo –dice que para encontrar la siguiente pista debajo del árbol más antiguo habrá una cosa que os ayudara. Después de encontrar todas las pistas quedaba encontrar el tesoro y para eso la última pista decía: volved al punto de partida y cavar tres metros hacia abajo y hallaréis el tesoro. Encontramos el tesoro dijo Pau, ¡Qué bien! gritaron todos. Oh, no, no se puede abrir, Esperad, la cerradura se parece a una regadera dijo Alex. Entonces saco la regadera de la mochila y la puso en la
cerradura y… Se ha abierto. Pero aquí no hay nada solo una nota que dice… Habéis encontrado el mejor tesoro del mundo la amistad. FIN.
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Ricardo Bellido DĂaz
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La Regadera
Esta regadera me la ha regalado mi profesor José Vicente, para realizar un ejercicio de expresión escrita. A simple vista parece una regadera, pero la verdad es que es una maceta. Es de color naranja y fabricada completamente de metal. Su cuerpo es un cilindro abierto por la parte de arriba y por dentro esta hueco para poder colocar la tierra. En las partes exteriores encontramos dos brazos, el primer brazo tiene forma de ese mayúscula y la segunda de micrófono de ducha, por el que saldría el agua en esta maceta, no podremos meter plantas muy grandes ya que la maceta es pequeña podremos cultivar una margarita o un pequeño cactus. Está fabricada por la empresa Tutto Maison que se encuentra en Gandía (Valencia). Su precio es de 2,99 €.
Esto es todo lo que puedo contar de la maceta.
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Mario Benedicto
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EL CLUB DE LA REGADERA Hola, me llamo Mario y os voy a contar mi aventura del verano pasado. Estaba en el parque del cole, era el cumpleaños de un amigo. En la fiesta éramos más de veinte personas. Después de merendar nos fuimos a jugar al escondite; yo pagaba. Buscando y buscando a mis compañeros, encontré, tirada en el suelo, una regadera roja y pequeña. Llamé a los chicos y les dije lo que había encontrado. Y nos dimos cuenta de que dentro había una especie de papel roto. Cuando me fui a casa, en el coche, inspeccioné el mapa y descubrí una cosa interesante… ¡Una puerta secreta en el colegio de verano! En el mapa estaba dibujado un laberinto como si fuese la salida de un juego de mesa y todo parecía que empezaba en el vestuario de los chicos. Hablamos entre nosotros y decidimos quedarnos en los vestuarios hasta que cerraran el cole por la tarde. Allí estuvimos un buen rato investigando y encontramos una muesca en la pared de una de las duchas. La muesca tenía forma de regadera. Intentamos meter la que teníamos, encajó y se abrió la puerta secreta. Nos quedamos sin regadera pero pudimos entrar. Dentro había una habitación vacía con otra regadera en un rincón. Salimos y descubrimos otro trozo de mapa. Había una fábrica dibujada que nos resultaba familiar. Decidimos llamarnos “El club de la regadera”. Esto se ponía interesante… Al día siguiente nos escaparíamos del cole para ir a investigar de qué fábrica se trataba. Me di cuenta de que era la fábrica de juguetes abandonada a las afueras del pueblo. Se lo dije a los chicos y fuimos a buscarla. -La puerta está bloqueada, dije señalándola. Buscamos y buscamos alrededor de ella, muescas, grietas, pomos, ¡lo que fuese! Y al fin encontramos una puerta que conducía al sótano de la fábrica. Nada más llegar encontramos una muesca con forma de regadera, evidentemente. La pusimos y pasó exactamente lo mismo que en el colegio. Sin embargo, ahora, en vez de una regadera normal, la que encontramos tenía forma de pato de goma. Era amarilla y los agujeritos estaban en la boca abierta del pato. Dentro había una llave con un letrero que ponía DIRECIÓN. Pensamos que tendría relación con la primera pista… ¿Quizás en el despacho del director? Al día siguiente saldríamos de dudas. Intentamos portarnos mal a más no poder, nos castigaron y fuimos directos al despacho. Mientras el director venía fuimos mirando de qué podía ser la llave. Encontramos un pequeño cofre donde la llave encajaba perfectamente y dentro había una carpeta con una nota: Gracias por vuestro interés por los deberes de verano. Firmado: José Villaplana. José nos había gastado una broma para que tomáramos interés por los deberes. Fue divertido. FIN.
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Ari Guillot
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GENERACIÓN TRAS GENERACIÓN Era un hermoso día soleado y hacía una refrescante brisa matutina. Estaba en casa de mis yayos rebuscando con mamá en el desván y encontré una regadera. Era preciosa aunque llena de polvo y pregunté a mi yaya: “¿qué es ésta regadera?, ¿puedo llevármela?” - Claro Ari pero, antes te contaré su historia, dijo. Y yo contesté: “¿historia?”, cuéntamela por favor, supliqué. – Ari, siéntate. ¿Recuerdas el jardín familiar? Pues sus plantas crecen gracias a esto. Verás, mi bisabuela compró esto hace años y se da de generación en generación y yo la he estado cuidando y regando el jardín que plantó mi bisabuela en persona. Tu padre me ayuda con ella cuando viene y creo que es hora de que la tengas tú pero, ten en cuenta que solo se pasa a las mujeres, aunque los hombres pueden colaborar, claro. Deberías quitarle el polvo y utilizarla en cuanto puedas. Luego en mi casa… -Mira papi, dije alegre a mi padre mostrando la regadera. –Veo que la yaya Adela te ha contado su historia pues, quítale el polvo y a regar antes de que anochezca, dijo papá. -Vale, ¡me pongo manos a la obra!, contesté enérgica. Fin.
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Pepe Lujรกn
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LA REGADERA MÁGICA Era una mañana de verano, el sol lucía en el cielo radiante y no se veía ninguna nube. En la terraza de mi casa de verano tenía plantadas multitud de plantas. Había geranios de color rojo como la sangre, rosa fucsia como los zapatos de mi hermana y otros de color naranja como la regadera que me regaló mi profesor José. Había también tres romeros tan altos como yo, tres eucaliptos y dos hierbabuenas. Era un verano que hacía mucho calor y no llovía nada por lo que las flores se marchitaban y apenas había agua para poder regarlas. Un día se me ocurrió una idea. Empecé a ver despacio la regadera que me habían regalado. Era muy pequeña como si fuera de juguete y tenía seis agujeros por los que salía el agua que metías. La idea consistía en poder venderla por el triple de su precio, pues era mágica. Un día nos reunimos los amigos y les expliqué todo sobre la regadera. Su precio inicial era de dos euros y yo la vendía por seis euros, el triple de su valor. Mi amigo Pablo me la compró como regalo para su madre que era su cumpleaños y tenía un jardín inmenso. Al día siguiente Pablo vino muy enfadado porque me explicó que su madre la había probado y solamente le cabía un vaso pequeño de agua. -Pepe te devuelvo la regadera porque esto es una estafa, así que devuélveme el dinero. -De acuerdo Pablo, pero es muy raro porque yo sé que es mágica… Le devolví el dinero y me llevé la regadera a mi casa. Lo primero que hice fue llevarla y probar si era verdad lo que me decía. Mi gran sorpresa fue que a mí me cabía toda el agua que yo metía y comprendí que la regadera era mágica si yo la usaba pues era un regalo personal de mi profesor. He comprendido que los regalos que uno recibe son para guardarlos y así serán siempre mágicos y me recordarán a la persona que me lo dio y el motivo por el cual me lo regaló.
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Lucía Martínez Gesualdi
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El secreto de la regadera morada Había una vez una joven bruja. Se llamaba Camila Foster. Sus padres la llevaron a un internado. Camila corría un grave peligro porque Maruja Piruja se había escapado de la prisión y quería matarla. En el internado se hizo amiga de Tom y Sol. La abuela de Camila le dio un mapa y le dijo: cuenta la leyenda que hay una regadera mágica que le concederá un único deseo a quien la encuentre y luego desaparecerá. Cinco días después los tres amigos se escaparon y siguieron el mapa. Maruja les seguía, pero ellos no se daban cuenta. Pasaron frío, calor, miedo...Llegaron a una sala donde había dos puertas y un acertijo: ¿En qué regadera cabe más agua? (La respuesta es la A).
Ellos eligieron la A y cuando se abrió vieron una gran montaña de regaderas. Empezaron a buscar y a buscar hasta que Sol encontró la regadera mágica (era de color morado). De repente Maruja apareció y dijo: dame la regadera o mato a tus compañeros. Camila: no, no se la des. Pide un deseo. Sol: deseo, deseo que Maruja Piruja desaparezca. Al final, la malvada bruja se desvaneció para siempre junto a la regadera morada. Luego, tras su aventura ocurrida, los amigos decidieron fundar un club: “El club de la regadera morada”.
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Aroa Rubio
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LOS NIÑOS DESAPARECIDOS
Érase una vez, una mamá regadera que estaba embarazada. Al cabo de un tiempo ya habían nacido. Fueron tres hermanos: Regaderita, Regaderón y Regadera. Cumplían 4 años menos regaderita que cumplía 3 años. A Regaderón se le ocurrió salir a dar una vuelta por el bosque y Regadera y Regaderita no estaban muy convencidas de la idea. Al día siguiente se lo pensaron dos veces y sí estaban un poco de acuerdo con Regaderón y al final se fueron al bosque a dar vueltas y descubrir el otro lado que no habían visto nunca. Se marearon y se desmayaron. No recordaban nada y no sabían volver a su hogar, no paraban de ir de un lado para otro. Se hicieron un hogar con ramas y hojas del bosque. Sus padres estaban preocupados, sobre todo su padre Rigar, su madre Remar no lo estaba tanto. Al cabo de cuatro semanas vieron humo en el bosque, lo habían hecho los niños y fueron para ver que pasaba. Sus padres oyeron ruidos y gritos desesperados, hasta que al final les encontraron. Se fueron con sus padres a bañarse en la bañera para poder quitarse el barro. Comieron, cenaron y contaron y contaron lo espectacularmente aterrorizados que estuvieron en el bosque. Hasta que les encontraron y se olvidaron de todo lo que les había pasado.
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Dani Rubio
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La Regadera Había una vez una regadera que se encontró con la flor de su vida y siempre que la veía, cada día, salía a regarla y también a sus amigas. Un día quedaron en una cita de amigos, una cita romántica. Conoció a un mosquito llamado Jaime con el que se llevaba muy bien y siempre que se encontraban hacían una fiesta de pijamas. La hacían en un árbol que se llamaba Arbal donde se refugiaban cuando llovía. Siempre iban a ciertas calles y parques de la ciudad. Pasado un tiempo la regadera y Jaime se despidieron de Arbal pues estaban cansados y querían descansar. Uno de los días de esas fiestas de pijama, la regadera se cayó del árbol con tal mala suerte se le dobló el asa. Su amiga la flor le dijo que conocía a un jardinero y le suplico a éste que si por favor le podría ayudar, que su amiga regadera necesitaba de él. Al día siguiente vino el jardinero y la flor le dijo que si conseguía arreglarla siempre sería una rosa muy hermosa.
Además esto sirve para poner los lápices, gomas, bolis y rotuladores.
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Hugo Rubio
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La regadera fantasma Hace un día muy soleado, había unos chicos, que estaban jugando por el bosque al pilla pilla. Había un chico que se había encontrado una regadera en medio del bosque. Se la llevó a su casa. Estaba regando cuando, de repente, empezó a caer semillas de ella. Dijo la madre: “¡pero si la llené de agua!”. Luego se levantó por la noche y vio que la regadera estaba viva. No la veía pero estaba echando hojas muertas. La madre le dijo:” deja mi planta”, cogió una escoba, le dio un escobazo por detrás y la mando a la calle. La regadera tenía miedo la madre. Aun así no paraba de aparecer y desaparecer una y otra vez. Un día, María, cansada de que apareciera y desapareciera decidió ponerle por toda la casa trampas, hasta en el garaje, para así poder atraparla. Un día la atrapó, no se dio cuenta. Se le hacía tarde al ir al trabajo. Se escapó la regadera y la vio pasear y se dio cuenta de que era fantasma. Un lunes la atrapó y ahora sí que se dio cuenta. Le habló María y le contestó: “solo quería jugar con vosotros y no quería asustaros”. Desde ese día María y su hijo se hicieron amigos, se la llevó a escondidas a su colegio, se la enseñó a sus amigos en un escondite y se asustaron. Cuando llegaron del colegio a casa María les dejó que regaran todas las flores, los árboles y también les mojó la regadera a ellos. Desde ese día dejo de aparecer y desaparecer y se llevaron muy bien.
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Carlos RuipĂŠrez
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“La regadera de Maruja” Mi abuela Maruja se levantó una mañana un poco aburrida y salió a pasear. Iba por un parque y vio las plantas que estaban un poco secas. Como a ella le gustan mucho, pensó en ayudarlas para que estuvieran mejor. Habló con su vecina Rosi y le preguntó si sabía cómo ayudar a las plantas. Rosi le dijo que sí que podía, con una regadera. Mi abuela le dijo: “¿con una regadera?” y respondió de nuevo que sí. Fue a una tienda de todo a 1€ y allí había muchas regaderas, de muchos colores, grandes, pequeñas. No sabía cuál coger y como a ella le gusta mucho el color verde, cogió una muy bonita de ese color. La regadera era verde clarito, metálica, brillante. Mi abuela estaba muy contenta. Al día siguiente fue al parque y la llenó de agua, había una fuente. Fue donde estaban las plantas y empezó a regarlas. Todas las mañanas hacía lo mismo. Hasta que un día, las plantas empezaron a estar más brillantes y coloridas. La regadera de mi abuela también se ponía cada día más brillante y más verde. Toda la gente que pasaba por el parque veía a las plantas mucho más bonitas. Preguntaron cuál era el truco y les dijo que tenía una regadera verde. Todos los vecinos pensaron en agradecérselo, así que hicieron un monumento a la regadera verde. Nunca nadie vio un parque tan bonito, ni una regadera tan fantástica. Desde entonces el parque se llama “La regadera de Maruja”. Gracias abuela.
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MarĂa Segarra
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Una regadera mágica
En una tienda mágica había una regadera que de ella salía todo lo que le pedías. Era pequeña, ancha, de color verde, con un asa, redonda, metálica y su tamaño no era importante, sino su poder. Un niño la compró, y empezó a pedir cosas que no necesitaba. Su habitación se llenó de montones de juguetes. Sus padres se enfadaron con él por todas las cosas que había pedido. Entonces, la tiraron al jardín. Una mujer la vio junto a un cartel que decía: “se vende “. La compró y miró la etiqueta que tenía. Ponía: “todo lo que desees”. Entonces pensó y decidió enviarla a África para que los niños pudieran recibirla y que pudieran comer y vivir. Eso es ser una buena persona con los demás.
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Iulian Solcan
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La regadera mentirosa
Había una vez una regadera mentirosa que estaba en un colegio. Así que la historia de la regadera mentirosa sucede en el patio de su cole. El patio era silencioso y aburrido hasta que sonaba el timbre del recreo cada día. De repente todo él se llenó de niños y claro, allí pasan un montón de cosas, porque los niños quieren divertirse en el recreo. Un grupo jugaba al fútbol, la regadera quería también jugar, pero no la habían elegido. Entonces se enfadó muchísimo y se puso a pensar cómo decirles que no jugaran al fútbol. Tanto pensar, le vino la idea de decirle a un niño que el balón estaba hechizado, que había oído que un mago le había echado una maldición. Al principio los niños seguían jugando. No hacían ni caso a aquella historia, pero como oían cada vez a más niños contar la misma historia empezaron a creer que podía ser verdad. Al día siguiente en el patio jugaban a otros juegos menos a fútbol. Como la regadera sabía que era una mentira, se puso a jugar a fútbol pero nadie quería estar con ella. Le avisaron de que el balón estaba hechizado y como sabía que era una farsa sabía que no le podía pasar nada. Al principio no notaba nada, pero después la mala suerte se apoderó de ella. Cuando fue a beber agua se mojó, corría y se cayó. Nadie quería jugar con ella y se dio cuenta de que tenía muy mala suerte. Después de unos días a la regadera se le ocurrió otra idea: tiró la pelota y compró una nueva. Al día siguiente todos estaban felices y contentos jugando con el balón menos la regadera que inventó esa historia del balón hechizado. Ya no se había que jugar con el balón por si acaso y los niños tampoco con la regadera.
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