"Relatos extraños": con la técnica de los Story Cubes

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- Mi gato y mi cuervo me ayudan en todas las misiones -respondió molesto Blake.

El pirata Blake

- ¡Ah! bueno, emprendamos hacia la misión -insistió William. William y Blake iniciaron su camino hacia el lugar en que se encontraba Yum bloqueando el botín. Durante los primeros días, Blake empezó a idear su ansiado plan de venganza para acabar con la vida de su enemigo. Cierto es que estaba ayudando a William, pero su condición de pirata le llevaba a intentar derrotarlo, pues aquel le había causado mucho daño años atrás. Estos dos piratas llegaron a ser muy buenos amigos, íntimos, pero el carácter de William y sus desplantes lo convertían en una persona desleal y egoísta.

Hace mucho tiempo un pirata llamado Blake surcaba los mares en busca de botines y tesoros. Había conseguido el respeto de otros piratas y era muy temido. Tenía su propio territorio y aquel que lo invadía salía malparado. Un día vio a lo lejos una conocida embarcación; en ella, alguien le hacía señas. Decidió acercarse.

Entonces, llegó la hora de que Blake llevara a cabo su venganza. Se le ocurrió que podría acabar con William encarcelándolo en la misma embarcación y dejándolo sin comida y sin agua. Así también podría quedarse con el botín. Lo tenía todo claro.

- ¡William!, ¿qué haces en mi territorio? -preguntó enfurecido Blake al ver a su enemigo.

- ¡William! -gritó Blake-. ¡Ven, vamos al sótano, tengo que enseñarte algo!

- Vengo a pedirte ayuda... -dijo William un tanto avergonzado-. Sé que en el pasado te hice daño, pero, por favor, ¡ayúdame!

- ¡Voy! -contestó William ignorando lo que iba a ocurrir. - ¡Ya te tengo, mamarracho! Vas a pagar lo que me hiciste. William había caído en la trampa que había preparado su enemigo. Una gran red lo había atrapado. Los dos piratas estuvieron un buen rato forcejeando, pero William no tenía nada que hacer, estaba atrapado.

- De acuerdo, te ayudaré -replicó el pirata. -Verás, en mi cámara del botín se ha entrado la pitón Yum, la de la casa de los Rabenfilm.

- ¡Ayuda! ¡Socorroooo! -gritaba William.

- Pues voy a necesitar la ayuda del Michi y Rosito. Sin ellos no voy a ningún lado -refirió Blake.

- ¡Grita, grita… a ver si te escucha alguien! Pagarás por lo que me hiciste, morirás… -refirió en tono de venganza Blake.

William empezó a soltar carcajadas al escuchar aquellos nombres tan ridículos para un temido pirata.

- ¡Ten piedad, por favor! Lo hice… -añadió William apenado. Blake no quiso escuchar al que fue su amigo. Lo dejó encerrado en la bodega sin comida ni agua. Al cabo de varios días, William había muerto. El temido pirata dio de comer a Rosito y a Michi su cadáver. Se quedaron repletos, aquel pirata estaba como un tonel.

- Pero ¿quiénes son esos? -preguntó William. 1


Tras varios días más de navegación, Blake llegó al destino y derrotó fácilmente a Yum, haciéndose con el botín. Por fin pudo recuperar el tesoro que había encontrado en Isla Romanesca, lugar en que su ayudante, William lo dejó, marchándose con el botín y su embarcación.

La isla desierta

Emma solo veía árboles y más árboles cuando, de repente, muchas serpientes empezaron a aparecer en su camino. Dirigió su mirada al cielo y vio sobrevolar cuervos que seguían la misma dirección que aquellos reptiles. Ella y su gato policía habían sido enviados a aquella isla para investigar la desaparición de la familia Harrison. Ella avanzaba en aquel tumulto cuando creyó ver una esperpéntica figura humana. – ¡Hola! ¡Esta isla está desierta!, ¡¿cómo

has llegado hasta aquí?! -dijo una voz a lo lejos. – ¡Hola! Soy la detective Emma, estoy buscando un sitio para pasar la noche- dijo un tanto desconfiada. – Puedes ir hacia el norte, allí encontrarás unas cabañas abandonadas; podrás pasar la noche pero no deberías quedarte más de tres días -refirió aquel ser en tono muy apagado. – Está bien, dentro de unas 48 horas estaré ya en mi casa, muy lejos de aquí. – Ya… -dijo el misterioso hombre de forma irónica mientras se alejaba. Emma, un poco asustada, cogió su brújula y se dirigió hacia el norte tal como el pirata le había indicado. – Me ha parecido un poco raro, ¿no crees, Lola? -le dijo a su gata-. ¡Claro!, no puedes contestarme, eres un gato; vamos a buscar algo para comer. 2


Cuando Emma y su gato llegaron a las cabañas, vieron unas palmeras y se dispusieron a coger unos cocos. Era el alimento perfecto en aquella situación: puedes comer y beber a la vez.

Claro, como quieras -contestó un poco indeciso.

Este ser tenía un aspecto sospechoso; ahora parecía un pirata, cosa que no había podido distinguir el día anterior en la oscuridad.

Esa misma madrugada escuchó a Lola maullando muy fuerte. Emma, muy preocupada, salió corriendo hacia donde venían los gritos de su gata, pero estos cesaron de pronto. La chica, extrañada, pensó que habría sido una pesadilla ya que era sonámbula. Así que volvió a la cabaña.

¿Cómo te llamas? -preguntó Emma curiosamente.

No tengo nombre, pero mis padres me llamaban Charles.

¿Sus padres? -dijo la detective con el fin de sonsacarle algo.

No, sí, no... murieron hace muchos años en un naufragio.

Lo siento, no quise incomodarlo -contestó la chica dudando por su extraño comportamiento.

No pasa nada, lo he superado; hace muchos años.

Tras caminar durante un buen rato vio brillar un objeto a lo lejos y lo reconoció enseguida.

A la mañana siguiente llamó a su gata, pero, al no encontrarla, salió a investigar. Nada, ni un maullido ni un solo rastro de Lola. Pensó que quizá había ido a olfatear y a conocer la zona. Emma decidió emprender la investigación sin ella.

¿Lola? ¿Estás ahí? -preguntó al tiempo que salió corriendo hacia donde estaba el brillante objeto.

¿Quién es Lola? -preguntó Charles persiguiendo a Emma que no le había escuchado.

¡Es el collar de mi gata detective! -exclamó la chica.

¿De qué estás hablando? -replicó Charles confuso.

¡Mira, mira! -gritó Emma, señalando el cuerpo de su gata.

¡Oh!, no lo sabía. Entonces me iré -dijo irónicamente la detective-. Pero… si me marcho ahora, sin nada, me tomarán por una mentirosa -refirió sabiendo que su cometido en esa isla no era encontrar el tesoro sino a la familia desaparecida.

¡Oh! ¿Quién haría algo así? -dijo alejándose.

No lo sé, pero me hago una idea… -dijo en tono pensativo la detective.

¿Quién crees que es? -preguntó el hombre.

No, no eres una mentirosa, simplemente te han engañado, como a todos.

Emma vio algo extraño en aquel hombre y pensó que, tal vez, este era tenía encerrada a la pobre familia.

No puedo decírselo. Lo siento, no puedo hablar de los casos con desconocidos.

Pero… antes me has comentado que venías a por el tesoro.

¡No te contaré nada! -replicó Emma un poco preocupada- ¡Mi gata está muerta! ¡No me hagas preguntas!

¿Hola? ¿Hay alguien? Soy la inspectora Emma, estoy buscando un arroyo -dijo confusa, mirando el mapa que tenía entre manos.

No vas a encontrar el tesoro, ¿lo sabes, no? Es una mentira que se inventaron para que esta isla tuviera más turismo y se quedó como este nombre, La isla desierta -comentó apenado el mismo hombre del otro día.

¿Me podrías llevar al sitio donde se supone que está el tesoro? -preguntó con la esperanza de que el hombre la llevara hacia donde tenía a la familia encerrada. 3


Perdona -añadió Charles-. Ya no puedes hacer nada, te llevaré hacia el tesoro -dijo con un tono melancólico.

Cierto, ya no puedo hacer nada, pero ayer por la noche la oí maullar fuertemente. Pero… -en tono pensativo- este lugar está muy lejos como para oír los chillidos del gato desde las cabañas -refirió la detective.

¿Oyó algo? -dijo nervioso el pirata-. Yo me alojo muy cerca de aquí y no oí nada.

Cuando Emma llegó hacia la cabaña, intentó dormir pero no podía dejar de pensar en lo que Charles había dicho. Entonces, un grito desgarrador la sobresaltó. Creyó oír a una mujer y pensó que quizá era la familia Harrison. Debía de ser la madre o la hija, no lo tenía claro. Salió de la cabaña armada con un palo que había en el porche. De forma sigilosa, se dirigió al sitio de donde venían los gritos. – ¡Policía! ¡Ya están a salvo! Charles, algo en ti me resultaba misterioso. ¡Tú eres el culpable de las desapariciones y de la muerte de mi gata!

Sin saberlo Charles le dijo a Emma dónde pasaba la noche. Cuanto más hablaba con él más misterioso le parecía. Tras caminar durante otro buen rato, llegaron al lugar en que se decía que estaba el tesoro. –

Pero, de repente, Charles se abalanzó sobre ella y ¡zas! Emma se despertó de un apasionante sueño ya que su gata había saltado sobre su cama. En aquel momento deseó volver al sueño, ¡qué emocionante! Salió de su habitación y vio a su madre en el sofá.

¡Es demasiado bonito como para esconder un tesoro! -exclamó Charles dirigiéndose a la chica que seguía desconcertada.

Emma no contestó. Tras varios minutos contemplado aquel lugar Emma decidió irse a descansar. Ya estaba anocheciendo y estaba muy lejos de las cabañas. Cuando llegaron, la noche estaba bien entrada y Charles le dijo que, si se sentía más segura, durmiera en la cabaña de al lado. –

Es raro… ¿por qué hay tantas cabañas y está él solo aquí? -se preguntó Emma muy bajo.

¿Perdón? -preguntó Charles ya que no la había oído.

Nada... decía que las cabañas son muy bonitas -añadió la chica.

Sí, mi pueblo las construyeron hacen unos años.

Pero…, ¿no decías que te habías criado solo?

Sí, bueno…, pero los considero mi pueblo aunque no los haya conocido.

¿Sabe que eso no tiene mucho sentido, no?

Buenas noches. Espero que mañana no estés aquí. Suerte.

De acuerdo, mañana me iré, se lo prometo no le molestaré más.

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Mamá, ¡vaya sueño he tenido! ¡He aprendido algo!

¿Sí? Cuéntame…

He aprendido que las apariencias a veces engañan...

¡Ay, hija! Me alegro. Recuérdalo siempre, debes hacer caso a tu subconsciente, cariño.


Un joven pueblerino

Dicen que la antigua máscara está en posesión del rey y que, por eso, está sacrificando a parte del pueblo -comentó uno de los sabios.

Pues... yo he leído que el punto débil de la máscara es una gema que tiene en la frente -refirió otro sabio.

Un joven pueblerino que pasaba por allí, se interesó por lo que decían. – ¡Yo lucharé contra el rey para que deje de masacrar al pueblo! -gritó a los sabios que empezaron a soltar carcajadas. En una antigua sociedad azteca reinaba un descendiente de los dioses. Un día explorando unas ruinas antiguas encontró un pergamino que decía: “Cuando una serpiente pase por el templo sagrado, se deberá ofrecer la sangre de mil personas sacrificadas para que la máscara de piedra despierte y se consiga el poder del cielo y del sol”.

– Pero ¿cómo vas tú a luchar contra un rey que tiene un gran ejército? cuestionó un sabio. – Iniciaré una revolución y pediré ayuda al pueblo vecino -anunció decididamente el joven. – ¿De verdad crees que aceptarán tu petición? Si son unos simples indígenas… – Ya veréis. Lo conseguiré y acabaré con el rey -replicó el joven. El chico se informó sobre las tradiciones y los dioses del pueblo vecino en la biblioteca del pueblo. Descubrió que su deidad más adorada era un hombre vestido de cuervo, así que decidió hacerse pasar por este para que los indígenas le ayudaran. (dibujo del joven disfrazado de cuervo) El joven se dirigió entonces al pueblo vecino caracterizado de cuervo y en medio del pueblo empezó a gritar: “¡Soy el Todopoderoso Dios cuervo, arrodillaos ante mí!”. Los indígenas, atónitos, le hicieron caso.

El rey, al leer aquello, se interesó por el hecho de que a su raza le afecta de forma negativa el sol. Así, podría dominar a todos y ser el más poderoso. (dibujo de templo) Durante dos años estuvo vigilando el templo para la llegada de la serpiente. Claro, no se le podía forzar a venir al templo. Hasta que un día por la mañana, un pueblerino al que le tocaba vigilar, gritó: “¡La serpiente está aquí!”. Todo el pueblo salió emocionado a verla. Esta tenía unos movimientos suaves y gráciles y sus silbidos parecían cantos angelicales. (dibujo de la serpiente) Cuando esta pasó, el templo empezó a sacudirse y de él surgió la máscara de piedra. Entonces parecía que la tierra se rompía y todo el templo se balanceó.

-Escuchad atentamente esto que os voy a decir: en el pueblo vecino el rey está matando a sus ciudadanos. Debéis ayudarme a detener esta crueldad -dijo firmemente a los indígenas que asentían lo que el joven disfrazado de cuervo les decía-. Dentro de un mes atacaréis el Templo Real del pueblo vecino. Preparaos hasta entonces.

El rey exclamó: “¡Sí, por fin! El poder será mío”. Entusiasmado, organizó un festín para celebrarlo. Tenía un plan: a lo largo de un año haría varios festines en los que invitaría a gente del pueblo que no sabrían que serían sacrificados después de la celebración. Poco a poco iba desapareciendo gente tras aquellos grandes convites y se rumoreaba que el rey realizaba sacrificios con aquellos pobres ciudadanos. Entonces los más sabios del pueblo se reunieron para hablar del tema:

El pueblo, confiado de aquella ave, estuvo preparándose decisivamente, fabricó armas y practicó para la lucha hasta que llegó el día. (dibujo de indígena) Desde las barricadas se podía ver cómo se vertía la sangre de los sacrificados en la máscara; probablemente llevarían varios meses vertiendo 5


sangre sobre esta. (dibujo de la máscara) Siguieron todas las indicaciones del cuervo: atacarían por la noche cuando el rey dormiría en sus aposentos.

cielo dejando un solo hueco en medio: “Cuando el sol llegué al hueco donde no hay nubes, un rayo destructivo arrasará con todo; solo faltan unos minutos para que esto ocurra, así que ya os podéis ir despidiendo de vuestro mundo tal y como lo conocéis”, dijo el rey con una sonrisa maquiavélica.

Pero, primero, tendrían que deshacerse de los guardias que rodeaban el templo. Cuando el rey se dispuso a ponerse la máscara, aprovecharon para atacarlo. Todas las lanzas dieron en el blanco y atravesaron al rey… durante unos segundos hubo un gran silencio, hasta que un indígena dijo: “¡Hurra!”. (dibujo de la lanza)

Todos empezaron a estresarse y a correr despavoridos por todos lados. El joven estaba pensando un nuevo plan para salvar a su pueblo. Entonces, recordó haber escuchado de los sabios que el punto débil de la máscara era su gema. Este cogió su arco y exclamó: “¡Apuntad a la gema, es su punto débil!”. Todos cogieron sus lanzas y empezaron a apuntar: “¡Ilusos!, ¿en serio pensabais que no sabía eso?”, refirió el rey que comenzó a proferir unas palabras en un idioma desconocido al tiempo que aparecía un escudo alrededor de la gema.

Pero los gritos de alegría y los hurras terminarían pronto. Entre el griterío, uno de los indígenas explotó de la nada. Al volver su mirada, se dieron cuenta de que el rey se había desvanecido. Estaban atemorizados. En el techo del dormitorio real se abrió un gran agujero. A través de él, apareció el rey, musculoso, con unas grandes alas de cuervo y ojos de gato. Los guerreros, despavoridos, intentaron huir, pero el rey era más ágil que ellos…

Los indígenas tiraban sus lanzas hacia la gema, pero lo único que conseguían era que estas rebotaran y cayeran al suelo, hasta que en uno de los lanzamientos se escuchó un crujido y se veía una pequeña grieta en el escudo.

¡Aquí estás, desgraciado! -exclamó el joven pueblerino dirigiéndose al rey.

Tú… pequeña sabandija, ¿te crees más poderoso que yo? -contestó burlescamente.

¿Cómo es posible? -se preguntó el rey atónito.

¡No paréis, seguid dándole! -exclamó decidido el joven, mientras que el rey intentaba esquivar los disparos.

Poco a poco le iban dando más y la grieta en el escudo se iba haciendo más grande hasta que, por fin, se escuchó un crujido: “¡Maldición!”, dijo el rey. Tras esta intervención del rey, el escudo se rompió en mil pedazos y se desintegró: “¡Ahora!”, gritó el joven. Todos lanzaron sus armas al mismo tiempo; se podía ver el sol a punto de llegar al centro del hueco que había en el cielo. Faltaban unos pocos segundos, pero los cientos de proyectiles llegaron antes. El rey cayó desplomado al suelo, sus alas y músculos desaparecieron y la máscara ya era inservible: “Aquí llega tu fin”, sentenció el joven mientras se acercaba poco a poco hacia el rey. Cogió una lanza del suelo y se la clavó al colgante del rey sin pensárselo. Tras esto, el rey y la máscara se desintegraron. Después de un largo silencio, todos empezaron

El sol estaba saliendo ya y no afectaba al rey que comenzó a reírse: “¡Ja, ja, ja! No podéis hacer nada contra mí”. De repente, una flecha impactó en su brazo; este sintió cosquillas y empezó a buscar con la mirada quién había sido: –

Los indígenas aprovecharon que el rey estaba distraído para lanzarle sus lanzas en la espalda. Este ataque sí fue más notorio y empezó a enfadarse más: “¡Ya está bien!”, exclamó el rey mientras se arrancaba las lanzas de cuajo. “¡Os vais a arrepentir!”. Empezó a agitar los brazos como si quisiera atraer algo. De repente, unas nubes muy negras empezaron a juntarse en el 6


a vitorear y a celebrar aquella gran victoria. Era un pueblo libre. En la noche hicieron una fiesta para celebrarlo y todos vivieron felices y comieron perdices.

La galaxia

Todo empezó como un día normal y corriente en la tierra. Gustavo, un chaval de 21 años, trabajaba en una empresa en la que se producía hielo. Su hermano, Horacio, lo acompañaba. Cuando terminaron su turno, se dieron cuenta de que todo había cambiado: las calles estaban desiertas, los vehículos estaban estáticos y las tiendas estaban cerradas. Parecía haber ocurrido un apocalípsis. Ellos llegaron a su casa; no había nadie. Gustavo, mirando desesperado a Horacio, le preguntó: “¿Qué está pasando?”. Este respondió pálido: “Nada, hermano, nada”. Al día siguiente, Gustavo fue a despertar a Horacio, pero no estaba en su habitación. Salió corriendo hacia la puerta de la entrada; allí había una nave gigante. Esta era negra, llena de armas y parecía del futuro. Al acercarse vio a su hermano dentro de ella, atrapado. Horacio asustado gritaba: “¡Ayuda, ayuda!”. Aunque la nave inició su despegue, él logró agarrarse a uno de sus metales e infiltrarse por una rejilla que había en su parte inferior. Una vez dentro, se dio cuenta de que aquel enorme artefacto era una cárcel. No creía lo que estaba viendo: una cobra, un gato y un cuervo estaban conversando. Creyó escuchar que se dirigían hacia marte para encarcelar al humano y experimentar con él. Gustavo no estaba asustado, sentía que por fin podría demostrarle a su hermano su valentía; así que decidió esconderse e idear un plan. El chico provocó un apagón. Él sabía de electricidad; nadie sería capaz 7


de encontrar el fallo eléctrico. Los tres animales parlantes abandonaron aquel pasillo laberíntico y se dirigieron a la sala de control. Apenas veía, pero había memorizado el camino hasta llegar a la celda donde estaba su hermano. Se dirigió sigilosamente hacia ella, pero tropezó con algún objeto. Sin querer le dio al botón de emergencia y, de repente, la nave empezó a emitir un sonido de alerta. Los tripulantes se dirigieron apresuradamente hacia el pasillo pero Gustavo había logrado esconderse. Ahí encontró una máscara de visión nocturna con la que pudo volver a ver con claridad.

cuervo más enfurecidos que nunca. Gustavo se armó de valor y, tras varias horas de lucha, consiguió derrotarlos. Ya podía liberar a su hermano. Pero no había nadie en la celda…

Mientras que el chico circulaba gateando para intentar acercarse a la celda de su hermano apareció la cobra que lo sorprendió. ¿Qué haces aquí, humano? -preguntó la cobra desafiante. Intentando salvar a mi hermano -respondió Gustavo. ¿Qué clase de seres sois? -añadió Gustavo. ¡Somos de la galaxia n8000 neutrón! -gritó el animal. Dime dónde está mi hermano -dijo el chico. ¡Ja, ja, ja! Imposible… Estamos experimentando con él, con su cuerpo, para poder obtener la cura contra la COVID-19 –refirió la cobra. – En nuestro planeta también están buscando la cura contra este virus. Llevadnos a la tierra y devolvedme a mi hermano. Allí encontraréis lo que buscáis. – – – – – –

Los tripulantes cambiaron su rumbo: la nave partió de nuevo a la tierra. De regreso se quedaron sin combustible. La nave se desplomaba sin control. Los animales parlantes echaron la culpa a Gustavo de haber saboteado la nave y acudieron rápidamente a la sala del depósito a reparar la grieta. Gustavo quiso aprovechar esta situación para sacar a su hermano, pero cuando empezó a forcejear con la cerradura aparecieron la cobra, el gato y el 8


– ¿Cómo mataste a todos esos mafiosos? -preguntó el hombre El asesino sacó una pistola y la puso sobre la mesa.

Max, el invencible

– Nada mal, pero la mía es más grande -añadió con humor el hombre – ¿Quién eres? -preguntó el asesino. – Me llaman el Sheriff, trabajo para un prisionero llamado Trabbis. Fue encarcelado hace mucho tiempo por el tío del chaval que mataste. Trabbis no hizo nada, pero Yerry, más conocido como el Rey Mafioso, hizo que le encarcelaran. – Cuéntaselo a alguien que le importe, tengo clases de montar a caballo. Adiós -el asesino intentó acabar con aquella conversación. – No vas a ninguna parte, he secuestrado a tu serpiente y si no me ayudas se la daré a mi pájaro de comer -dijo en tono desafiante el Sheriff mientras le agarraba del brazo. – Está bien, pero tú invitas -añadió el asesino.

Todo comenzó el 4 de Julio en la ciudad de Nueva York. En un almacén abandonado Michael estaba dando una fiesta ilegal cuando de repente sonó el teléfono: Hola -dijo Michael. Can you turn down the music? -preguntó una voz misteriosa. ¿Qué? ¿Cómo dices? -contestó Michael sin entender nada. Turn down the music! -exclamó la voz. No te entendí, no sé inglés -respondió Michael sorprendido. ¿Puedes bajar el volumen de la música? Intento dormir -añadió aquella voz. – Por supuesto… ¿Está ahora bien? -preguntó Michael subiendo el volumen de la música. – Está bien, iré a bajar el volumen yo mismo… -dijo aquella voz mientras colgaba la llamada. – – – – – –

El asesino le contó al Sheriff que se llamaba Max y los dos estuvieron hablando un buen rato. De repente sonó el teléfono de Max: – ¡Hum!… Creo que la llamada será de Alejandra, querrá que le lleve la salamandra que encargó -pensó en voz alta Max. – ¡Ah!, ¿también vendes animales exóticos? -le preguntó el Sheriff. – Max no contestó. – Bueno, ¿para qué me traes aquí? -preguntó Max. – Para averiguar cómo matar a Yerry y sacar a Trabbis de la prisión.

Michael continuó bailando hasta que… ¡Pummmm! Un coche rompió la puerta y de él bajó un hombre musculoso con una camiseta roja y negra y unos pantalones apretados. Tal era su furia que asesinó a todos los asistentes, menos a Michael. Cuando bajó el volumen de la música lo mató.

Después de horas tramando el plan decidieron improvisar. – Bien, mañana mismo lo asesinaremos -sentenció el Sheriff. Cuando amaneció fueron a la mansión de Yerry. – ¿Adónde creéis que vais? -preguntó el guardia apuntándoles con una pistola. – Venimos a hacerle la prueba PCR a don Yerry -improvisó Max. – ¡Ah! De acuerdo, tengan un buen día -dijo el guardia dejándoles pasar.

Solo hubo un testigo: el gato anoréxico de Michael llamado Medio-Gramo. Al día siguiente el asesino estaba desayunando en la cafetería de al lado de ese almacén, cuando un hombre lo vio entró a hablar con él.

Max y el Sheriff entraron a la habitación de Yerry. – ¿Dónde me pongo para la prueba? -preguntó Yerry. 9


– Venga con nosotros, le llevaremos a la cafetería y, de paso, mi amigo le invitará a un café -le dijo Max.

S.M.69: El origen

Max y el Sheriff en realidad lo llevaban al sótano de su casa para hacerle unas preguntas. – Esto no es la cafetería… ¿o acaso no la han pintado ni amueblado aún? preguntó Yerry asustado. Max le tapó la boca con precinto.

Todo se remonta al año 1669 cuando todo el mundo era feliz y no había problema alguno.

– ¿Por qué le hiciste eso a Trabbis? -le preguntó el Sheriff. – Espera, creo que no puede hablar con eso en la boca -pensó Max.

Había una casa que estaba algo en ruinas, alejada de una aldea llamada Chernóbil la cual aún no tendría nada de radiación. En esa casa vivía un cocinero algo demente; a este le gustaba mucho la experimentación con animales.

Yerry seguía sin hablar y Max le disparó. – No pienso estar así todo el día -dijo Max cansado. – Bien, culparemos a sus guardias -ideó el Sheriff. Los dos fueron a la mansión de Yerry a hablar con los guardias. – Bien, ¿quién es el impostor que mató a Yerry? Encontramos su cuerpo en la cafetería -refirió Max. – ¡Fue el de amarillo! lo vi en la ventilación, se estaría escondiendo contestó uno de los guardias.

Un día aparentemente normal, al cocinero, que se llamaba Sech, se le ocurrió una gran idea: quería experimentar con un ofidio, también conocido como serpiente. No se imaginaba lo que causaría en el futuro. Así, metió todo tipo de desechos animales y, el ingrediente elemental, la serpiente.

Todo el mundo lo creyó. El guardia que vestía de amarillo acabó en la cárcel y Trabbis libre. Al llegar a casa, Trabbis fue devorado por la serpiente de Max y el pájaro de Trabbis se volvió loco. Tras aquel caso, el Sheriff nunca más supo de Max. Este se había comprado un todoterreno Jeep. Estaba alocado dando vueltas en el Jeep, al lado suyo iba una señora rubia, cosas de Max. Los guardias de Yerry seguían manteniendo la mansión limpia y ordenada, pero nunca encontraron al impostor que

Hasta aquel momento todo iba de maravilla hasta que, por la ventana, apareció un gato anoréxico. No se lo pensó ni un segundo: saltó a la cacerola para intentar comerse a la serpiente. Tras comérsela y haber salido de la guarida del cocinero, empezó a encontrarse mal. Tenía náuseas y se le empezó a caer el pelo. A los pocos días murió. A su muerte, el animal comenzó a liberar unas bacterias que infectaron poco a poco a la población mundial. El primer infectado fue aislado en una celda para ser estudiado y ver la evolución de ese extraño virus, que apodaron como S.M.69. Allí en la mazmorra del pueblo, el paciente cero se encontraba 10


bastante mal. Tenía vómitos, sus pupilas estaban dilatadas y presentaba un carácter agresivo.

mostraba amable y fue a matar a los infectados que merodeaban por la zona. Los supervivientes entraron a la ciudad y se instalaron en varias casas y pisos que prepararon con un sistema “anti-infectados”. Taponaban puertas y ventanas con maderas. Crearon pinchos de madera afilados, cavaron hoyos hondos y los taparon con hojas para que no se vieran cuando los infectados intentarán asaltarles. Sech, el jefe de equipo y el gato anoréxico habían ido a exterminar a los infectados, convirtiéndose en los héroes del pueblo.

Eran la 4:30 de la tarde. Mientras los guardas se echaban la siesta, el infectado aprovechó para escaparse de allí gracias a su maña y fuerza. Al salir del calabozo, el paciente fue infectando a toda la población de su entorno hasta originar una pandemia mundial. Los mejores médicos se inspiraron en la forma del pico de un cuervo para crear una máscara que evitara infectarse del virus. Sin embargo, los infectados se hacían cada vez más fuertes y resistentes hacia todo tipo de armas (fuego y no fuego). Se volvían agresivos e iban mutando a medida que avanzaba el tiempo. Estos iban desarrollando características que les hacían únicos; se adaptaban a su entorno rápidamente. Iban haciéndose con comunidades enteras, arrasando con la civilización poco a poco. Cada vez había más ya que se reproducían asexualmente. Los que consiguieron sobrevivir formaron tribus y siguieron adelante como podían, ya sea cazando, recolectando o robando. Un misterioso encapuchado apareció montado en caballo. Se dirigió hacia una guarida de infectados que había cerca, se quitó la capucha, sacó dos buenas porras y se lanzó a matar infectados mientras gritaba: “¡Estoy a tope, jefe de equipo!”. En ese momento, al jefe de equipo se le abalanzaron cientos de infectados y, de repente, apareció el gato anoréxico que había revivido gracias a la radiación del virus y ahora podía convertirse en otros animales. Mientras el jefe de equipo y el gato se enfrentaban, los supervivientes se iban del pueblo hacia la ciudad de Kranovich para salvar sus vidas. Poco antes de llegar a la ciudad había un cartel y un cadáver en una estaca que advertía del peligro que corrían. Justo en ese momento apareció Sech. A pesar de su aspecto desagradable -se había infectado semanas antes-, Sech se 11


la que tiene el tratamiento contagia a las demás y crean esa misma proteína en el cascabel. La verdad es que un comportamiento bastante extraño.

Una epidemia por accidente

Hoy, día 24 de septiembre, una semana después del descubriendo del antibiótico para curar la psicopatía han experimentado con personas y la proteína ha dado grandes resultados. Las personas se curan en cuestión de pocos días e, incluso, cuando tienen estrechos contactos con otra persona que tenga la misma enfermedad, esta primera le transmite la proteína a esta segunda y se cura. Un hecho, la verdad, muy pero que muy curioso.

Hoy, día 17 de septiembre, en el centro de investigación CIM de los Estados Unidos están buscando la manera de curar la psicopatía mediante serpientes. El profesor Isaac, un ingeniero biomédico de grado senior, nos explica cómo mediante una proteína que hay en el cascabel de la serpiente puede desarrollarse un antibiótico para llegar a curar esta enfermad.

Hoy, día 30 de septiembre, nos han llegado noticias de que la serpiente número 2 se ha escapado del centro de investigación después de sacarle la última dosis de proteína. -

– Profesor, explíquenos: ¿cómo ha encontrado el antibiótico? -preguntó el periodista. – Bueno, la verdad es que se descubrió por accidente. Yo estaba observando cómo se comportaba esta enfermad y cómo afectaba a las neuronas cuando uno de mis compañeros, en un descuido, derramó esta proteína en mi prueba. Me di cuenta de que, gracias a esta, la enfermedad se frenaba y hacía que las neuronas se reiniciaran. – Ahora, el profesor Einstein os contará de dónde sacamos la proteína añadió el profesor Isaac. – Vale, muchísimas gracias, profesor -respondió el periodista. – La proteína solía ser obtenida de un complejo celular con antimateria, pero el problema es que el proceso era muy costoso. Sin embargo, hace poco, nos fijamos que serpientes y, concretamente, las cascabel, contienen esta proteína. Pero… esta cantidad es ínfima, por eso hemos encontrado la manera de que produzca más. Lo malo es que cuando a una serpiente la iniciamos en el tratamiento se vuelve más agresiva e, incluso, más inteligente. También, hemos observado que, cuando hay juntas varias serpientes de la misma especie,

El profesor Einstein nos cuenta qué pueden hacer en caso de encontrarse con esta -dijo el periodista. Lo que tienen que hacer, en caso de encontrarla, es llamar a nuestro centro lo más rápido posible. Además, no se acerquen a ella ya que desconocemos aún su efecto sobre el ser humano. Tampoco salgan corriendo puesto que tiene los sentidos muy agudizados y cualquier movimiento brusco podría hacer que usted pierda la vida -añadió el Profesor Einstein.

Hoy, día 8 de octubre, ha ocurrido el primer accidente con la serpiente número 2 del centro de investigación CIM: esta ya ha mordido a 2 personas mientras hacían un picnic en el bosque Sherwood. Por ahora están estables, pero no conocemos sus efectos negativos sobre el cuerpo humano. Hoy, día 10 de octubre, los pacientes afectados por la mordedura de la serpiente han contagiado a más de 1000 personas en cuestión de unas horas. La causa de los contagios se desconoce. Hoy, día 16 de octubre, los informativos hablan sobre los contagios de hace seis días: “Buenos días. En los informativos de hoy comunicamos que se ha descubierto un nuevo virus llamado “psicosis-virus”. Este se contagia a través de la mordida de una 12


serpiente y viaja a través del contacto físico entre personas. Afecta al cerebro convirtiendo a la persona contagiada una psicópata mental. Los científicos ya están buscando la manera de frenar esta cepa”, añadía el presentador de los informativos.

El viaje truncado

Hoy, día 25 de diciembre, ya hay un tercio de la población infectada. Los científicos han descubierto que el “psicosis-virus”, además de hacer a las personas enfermas mentales, provoca que, una vez pasado este virus, pierdas la memoria.

Esta historia que os voy a contar sucedió hace mucho tiempo. Me encontraba con mi madre, Inma, mi padre, Pedro, mi tío, Juan, y yo en el puerto Santa María esperando a embarcar en el ferry que nos llevaría a Kenia para hacer un safari y visitar el Kilimanjaro, la montaña más alta de África.

Hoy, 30 de diciembre, el preso político Ateo ha salido de Alcatraz tras cumplir su condena. El preso es un expolítico de los Estados Unidos que fue enviado a Alcatraz por violación de los derechos humanos, tras usar a personas de color como ratas de laboratorio para probar medicamentos nuevos. Este se ha ocultado y los cuerpos nacionales no lo tienen localizado.

En mitad de la travesía, unos hombres armados secuestraron la embarcación. Se hacían llamar los Piratas del Caribe. Al principio, nos engañaron a todos porque parecían hombres normales, pero cuando sacaron las armas y se desenmascararon, se convirtieron en auténticos verdugos y salvajes. Nos encerraron a todos en la bodega del ferry donde no había luz. Había ratas, telas de arañas en el techo y estaba llena de barriles. Estuvimos encerrados unos pocos días.

Hoy, 3 de enero, el preso Ateo ha dado un golpe de estado en Estados Unidos. Además, ha cerrado las fronteras y ha fusilado a cada uno de los jefes políticos que se han sublevado ante él. Hoy, día 1 de abril, el país sigue con la dictadura de Ateo después de tres meses del golpe de estado. Además, el sesenta por ciento de la población esta contagiada de este virus. Los científicos están a punto de sacar la vacuna a partir de un compuesto de proteínas del hígado de un gato y del buche de un cuervo, aunque todavía no saben si esta llegará a funcionar.

Solo nos daban de comer pan y agua. De repente, el que parecía ser el cabecilla, nos confirmó que se trataba de un secuestro y que nos iban a llevar a un campamento en Tanzania. Una vez allí pedirían un rescate al gobierno español. Al amanecer, nos desembarcaron amarrados de brazos y piernas, con las bocas tapadas. Nos montaron en una furgoneta oscura para poner rumbo a lo que sería su campamento. Dentro de la furgoneta, mi tito Juan, que era el más joven y ágil, propuso fugarnos: –

Y si quieres saber el final, tú has de pensar para poderlo averiguar. 13

Pedro, tenemos que aprovechar cualquier ocasión para salir de esta -dijo ansioso Juan.


¡Juan, estás loco! ¡Nos matarían! -añadió Pedro

No, si lo hacemos bien no tiene por qué pasarnos nada -replicó mi tío.

Bueno, vale… Intentémoslo -accedió mi padre al plan.

A ver, ¿alguien tiene una horquilla? -preguntó Juan

Yo -dijo mi madre.

Dámela -dijo mi tío-. En el próximo cruce, cuando se pare la furgoneta intentaremos abrirla -dijeron Juan y Pedro, cómplices.

Nos ofrecieron la poca comida que tenían. Cuando me enteré de que aquella sabrosa y tierna carne era carne de serpiente, caí muerta. Por fin, al día siguiente el misionero, Luis, nos llevó en su carro empujado por burros al consulado español.

El resto de turistas presos confirmaron con la cabeza. Un buen rato después, un animal negro se cruzó en nuestro camino; la furgoneta había atropellado a un enorme gato. Entonces se bajaron los secuestradores a revisar el daño que aquella bestia había causado al vehículo y tuvimos la oportunidad de escapar. Silenciosamente nos escapamos y atravesamos la sabana en busca de ayuda. Sin agua y sin comida, y el sol golpeándonos en la espalda. Así anduvimos tres o cuatro horas. Los cuervos revoloteaban por encima de nuestras cabezas. Cuando creíamos que íbamos a morir deshidratados, en el horizonte vimos un hombre con una vara muy larga; parecía un pastor. Intentamos hablar con él pero no nos entendía. Lo que sí nos ofreció fue leche y queso procedente de sus ovejas. Nos llevó a su poblado. Ahí tuvimos la gran suerte de que había un misionero español. Don Luis era un hombre delgado, con grandes ojeras y muy demacrado. Le contamos todo lo que nos había sucedido: –

¿Cómo habéis llegado hasta aquí? -nos preguntó el misionero.

Pues… estábamos haciendo un viaje de turismo; queríamos hacer un safari y visitar el Kilimanjaro y la sabana. Pero… se nos truncó el viaje: unos piratas nos secuestraron para pedir un rescate al Estado español. Por suerte, en un descuido de estos, nos escapamos y hemos podido llegar aquí -explicó mi tío Juan.

¿Nos podrías llevar para ponernos en contacto con la policía o alguna fuerza armada? – añadió mi padre.

Por supuesto, claro que sí. Descansad y mañana os llevo -respondió el misionero.

14


De repente, empezó a temblar la tierra. Un gran rugido se escuchó y tras él apareció una tortuga caimán gigante:

La abuela y la gran mazmorra

– Pero… eso… ¿qué es? ¡Ah! -gritó el chico mientras salían corriendo. – ¡Ja, ja, ja! -entre tosidos la abuela no podía dejar de reír-. Tranquilo esta es mi mascota, Fifi – ¿Lo dices en serio? -preguntó Sergio. – Lo ves, es mansa, aunque sea una maquina de matar -contestó la abuela a la vez que acariciaba a aquella bestia.

Era un día normal en casa de la abuela (si podía considerarse como normal aquel hogar). Sergio, el nieto estaba solo y muy aburrido, pues su abuela había salido a pasear como de costumbre. Cuando la anciana regresó y dijo: –

Cariño, tenemos un problema -dijo la abuela preocupada.

¿Qué pasa abuela? -preguntó con desgana Sergio.

Se me han acabado las pastillas contra el gripus -contestó mostrándose débil.

Pues… ¡vamos a por ellas!

La abuela, Chuky y su nieto se montaron en Fifi en busca de su cura. Esta iba comiéndose todo lo que pillaba por delante. Así, recorrieron varios kilómetros. Habían dejado atrás a la bestia y a Chucky, ya estaban cerca. Pero antes de llegar cayeron en una trampa. Habían sido capturados por el equipo bacteriano: – – – –

Entonces, cuando dijeron de iniciar la aventura en busca de la medicina de la abuela, Sergio llevó consigo su mascota, Chuky. Así se llamaba su perrito. La abuela se puso su traje de maga y cogió su sartén mágica. Sergio, por su parte, cogió una cuchara afilada.

¿Quiénes sois? ¿Qué queréis? -gritó Sergio mostrándose valiente. ¡Silencio! -gritó el jefe del ejercito bacteriano. ¡¿Qué queréis de nosotros?! -insistió el chico. ¡Traedme a la anciana! -ordenó aquel individuo.

La abuela estaba desconcertada, no sabía bien qué había pasado. A Sergio lo llevaron al calabozo: – ¡Quiero explicaciones! ¿Dónde está mi abuela? Y… ¿mi perro? – A ver, tu perro se escapó y… tu abuela… es una exmilitar maga. Debido a un problema en Pripyat, se contagió de un virus letal. Nuestro señor, Gripus, la quiere, quiere hacerse con el virus y expandirlo; ella está valorada en $1.000.000.000. – ¡Exijo verla! ¡Aunque cueste la vida!

Pasaron los meses, la abuela se iba debilitando al no tener su medicación. Entonces, su nieto se dio cuenta de algo: – ¡Abuela, el mapa esta del revés! -gritó el chico. – ¡Pom! Sartenazo que te has llevado; ahora rema hacia donde debemos ir. Al cabo de dos meses y la abuela grito:

Los bacterianos aceptaron y llevaron al chico a la torre en la que se encontraba la abuela. Al despertarse se alegró de encontrar a su nieto allí. Al cabo de unos minutos empezó a temblar la tierra y apareció Fifi y Chuky. Ambos rompieron las cadenas de la abuela y de su nieto, liberándolos. Al intentar escapar, apareció Gripus Españolo, rodeado de su séquito y un mazo. Fifi lanzó con gran potencia a la abuela y al nieto, que derrumbaron gran parte del castillo. Mientras tanto, Fifi y Chuky peleaban contra el jefe del equipo bacteriano y el resto. Fifi le arrancó un brazo y Chuky una pierna. Gripus había caído.

– ¡Despierta, holgazán! ¡Hemos llegado! – ¡Ay, ay, ay! Me has asustado, abuela -contestó el chico con un tremendo susto. Cuando llegaron al Amazonas, la Abuela se detuvo y empezó a emitir un sonido muy extraño: – Fififififififi… – ¿Abuela? Estás chiflada -dijo su nieto. 15


Nuestros héroes se abrazaron con fuerza (Fifi los estaba asfixiando). Ya podían ir a por las medicinas: –

Abuela, mira el mapa, ¿cuál es el siguiente rumbo?

El siguiente rumbo son las cuevas de Carmen de Mairena.

Abuela, por casualidad, ¿no tendrás una chaqueta para prestarme?

No, te puedo dar un sartenazo… ¡ja, ja ja!

Vale… ya se me ha ido el frio.

– ¡Abuela, por fin! ¡Hemos encontrado tus medicinas! -gritó de alegría Sergio. – No hay nada, cariño… ¡Adiós, mi vida! -dijo triste la abuela, – Sí, abuela, mira allí -añadió el chico. Sergio había encontrado la planta con la que elaborar la infusión y así conseguir que la abuela sanara rápido.

Fifi los llevó hasta su objetivo. Pasaron los días, las horas, los minutos, y los segundos, la abuela se sentía cada vez mas débil. Fifi los había dejado muy cerca; se había ido a cuidar sus crías. – Abuela, estoy harto de que me controles y que siempre me digas lo que tengo que hacer -reprochó el chico. – Lo entiendo, pero tú has de comprenderme: estoy mayor y débil contestó la anciana. – No, abuela, hablo en serio. Estoy harto, me voy -sentenció Sergio que salió corriendo hacia la cueva. La abuela no podía correr tras su nieto, su velocidad era la de un kilómetro por hora. Ambos cayeron en la trampa Labius: era una traba en forma de labios, como los de Mairena. Fueron apresados por varios minotauros que los llevaron ante la gran señora, Carmen. – Hola, guapetón -dijo aquel ser esperpéntico dirigiéndose al chico y besándolo al tiempo-. ¿Os habéis metido en un lugar muyyyyyyyyyyy maaaaaaalooooooooooo? – ¡Buah! -añadió el nieto-. Huele como mi tía Paquita. En aquel momento empezó a temblar la tierra y a escucharse rugidos: las crías de Fifi atacaron a Carmen y se la comieron (tuvieron después una mala digestión). Fifi y Chuky liberaron a Sergio y a la abuela. Llegaron a la montaña Tres Carmelium. Allí encontraron a dos minotauros, Athons y Selius. La abuela, cansada de tanta lucha, les metió un sartenazo y acabó con el asunto. Al llegar al templo y al abrir sus pesadas puertas, salieron miles de cuervos despavoridos. 16


De vuelta al autobús, con tanto entusiasmo se equivocaron de camino. Allen que estaba un poco despistado fue corriendo a un panel que indicaba cómo salir de aquel desierto.

Los biólogos

Ojeando aquel cartel le llegó un olor estupefaciente, miró abajo y encontró una mancha blanquecina de la que emanaba una especie de humo que parecía ser tóxico. En el fondo de la humareda vio que había un huevo rosa claro con motas negras; se atrevió a cogerlo, lo observó por un momento y se lo llevó. De vuelta con el grupo, se lo enseñó a Brenda que tenía el cofre en la otra mano. Y decidieron llevárselo para investigarlo.

Hace no muchos meses un grupo de jóvenes realizó una excursión y contrataron a dos guías, a Brenda y a Allen, que estaban especializados en Biología. No obstante, a ellos lo que en realidad les gustaba era hacer de guías turísticos.

Al cabo de varios meses de investigación, estos biólogos se desilusionaron con lo que habían encontrado; todavía no ha salido nada del huevo. Brenda lo sacudía, pero parecía que dentro no había nada. Así que decidieron romperlo para ver lo que había en su interior. Al abrirlo, encontraron un pequeño trol de color verde. Comenzaron a observarlo con ayuda de un microscopio. Ellos eran conocedores de todo tipo de especies, pero, en este caso, eran incapaces de determinar su origen o parentesco con otra especie animal.

Aquel 9 de mayo los jóvenes salieron a las 8:30 de la mañana, en dirección al norte porque iban a visitar el Desierto de los Lagartos. Tras unas largas horas de viaje llegaron a su destino, se bajaron del autobús y cogieron el equipaje. Cuando iban caminando por el desierto todos en grupo, un ave de color gris pardo pasó sobre ellos. Al ver que el pájaro todavía les seguía y los adelantó; entonces recordando aquello que les habían contado en el colegio, decidieron ir tras el pájaro porque a lo mejor tenía algo que enseñarles.

Entonces, decidieron llamar a sus otros amigos biólogos para estudiarlo conjuntamente. Al cabo de unos días, llegaron a la conclusión de que se trata de una especie de trol extinguida hace mas de 22 años y que era conocida como Rinopamu. Lo llevaron a un laboratorio especializado donde lo examinaron con mas claridad. Los resultados confirmaron que se trata, efectivamente, de esa especie. Los investigadores de aquel laboratorio pidieron quedárselo para continuar la investigación. Pagaron a los muchachos miles de euros. Al fin, aunque no hicieron la visita al desierto como tenían planeada, sacaron un buen partido del vieja. Con el dinero que recibieron, dejaron de ser guías y se dedicaron a la investigación de seres extraños y nuevas enfermedades.

Se detuvieron delante de una montaña enorme y el pájaro les llevó hasta su pequeña cueva. Entraron y, en el fondo de esta, encontraron un cofre. Intentaron abrirlo con un mazo que había justo al lado. Tras varios intentos y mucho esfuerzo consiguieron abrirlo. Dentro encontraron joyas de gran valor que les llamaron mucho la atención. Entonces, cogieron el cofre y se marcharon. 17


volverían a España hasta que se encontraran la cura a tal virus. Pensaron que sería conveniente seguir investigando en la isla, así que decidieron volver al nido donde encontraron el huevo.

El cofre que les salvó la vida

Una vez allí, encontraron al mismo cuervo que se comportaba de forma extraña: estaba saltando en círculos y tenía el pico de un extraño color para un cuervo de su especie, se estaba volviendo de color verde. En ese momento, el animal se aproximó a ellas de forma agresiva. Poppy agarró su mazo que conservaba desde la expedición a Bosque Prosopon, un paraje encantado y repleto de hadas, unicornios, y ogros.

En un bosque llamado Paquichusi, acababan de llegar dos biólogas llamadas Poppy y Lily. Viajaron a este bosque situado en Isla Cespa para estudiar nuevas especies de animales. Eso sí, corría el rumor de que nadie salía de aquella isla con vida. Tras largos días de investigación, seguían sin encontrar algún animal hasta entonces desconocido. Caminando en busca de algo desconocido, se toparon con un extraño huevo, muy diferente a los demás: era cuadrado, de color verde y tenía marcas de garras de pájaro que no habían visto jamás.

-¡No le hagas daño! -exclamó Lily -No te preocupes, solo lo voy a dejar inconsciente -respondió Poppy. Así pudieron atrapar al cuervo. Después, lo llevaron a su centro de datos para analizarlo.

- ¿Qué especie de huevo es ese? -preguntó Poppy. - ¡Nunca antes lo había visto! -respondió Lily.

Una vez en el laboratorio colocaron al ave en la camilla para hacerle una radiografía. En esta detectaron una anomalía en sus pulmones; pensaron que podría tratarse de aquel desconocido virus y, por eso, se dispusieron a hacerle una prueba de ADN.

- Quizá esté siendo custodiado por un ave -añadió Poppy En ese momento, un cuervo empezó a sobrevolar el nido donde estaba aquel huevo. Las biólogas se horrorizaron al ver el tipo de ave que estaba cuidando al huevo. Tenían claro que ese huevo no podía ser de un cuervo y no entendían por qué lo estaba custodiando. Cuando el cuervo dejó de sobrevolar por la zona, aprovecharon para coger el huevo y estudiarlo detenidamente.

Mientras analizaban el ADN del pájaro, el huevo hizo un ruido espantoso. Lily se acercó para revisar lo que ocurría y vio que se estaban formando grietas en la cáscara. De repente, el

Tras unas semanas de exhaustivos análisis, descubrieron que el cuervo padecía un virus mutante procedente de los murciélagos llamado crumbelina elinor. Esta enfermedad no había sido estudiada anteriormente; no tenía, por tanto, vacuna para prevenirla o tratamiento en caso de infección. De este modo, las biólogas informaron a sus supervisores y les comunicaron que no 18


huevo se rompió por completo. Lily, al ver lo que había en su interior, se estremeció: un cuerpo humano con la cabeza de toro.

aquel tiempo. Les quedaban pocas subsistencias, así que su jefe les explicó por videollamada el nuevo protocolo de supervivencia:

-¡Poppy ven corriendo! -gritó asustada.

-Un helicóptero se dirige a la isla para dejaros reservas de comida; el piloto no tendrá en contacto con vosotras. También os enviaremos un filtro purificador para que podáis beber agua salada sin problema y cerillas para crear fuego y calentar la comida, pero haced un uso responsable de las mismas para no dañar el entorno. Tú -dirigiéndose a Poppy- eres una chica fuerte, valiente y capaz de sobrevivir. Lily, tú eres astuta y tienes muchos conocimientos sobre las enfermedades; seguro que lo consigues. Ánimo, chicas.

-¿Qué pasa?- preguntó Poppy mientras se aproximaba hacia el huevo. -Esto parece... ¡un monstruo! -exclamó asustada-. ¡Vamos a investigarla! -continuó Lily- Investígalo tú, yo voy a seguir con el cuervo- añadió Popy. -De acuerdo -dijo Lily.

-¡Estupendo, menos mal! ¡Así podremos continuar con la investigación más tranquilas! -exclamó Lily- Vamos a salir a recoger la comida, el helicóptero tiene que estar a punto de llegar.

Lily se dirigió a hacerle pruebas exhaustivas a la especie y se dio cuenta que tenía la misma anomalía que el cuervo; se lo comentó a Poppy y ambas llegaron a la conclusión de que el virus era el del huevo, cumbrelina elinor.

Tras recoger las subsistencias, Popy empezó a llorar. Lily al ver a su compañera en aquel estado anímico, la animó y continuaron con la investigación con más ganas que nunca. Sabían que solo necesitaban unos pocos meses más para conseguir acabar su investigación con éxito.

Entonces se dispusieron a nombrar a esta nueva especie y encontrar una cura contra el virus.

En este tiempo fueron publicando numerosos informes con los resultados de sus investigaciones, así como enviaron pruebas a un científico italiano muy conocido, llamado Pietro Aquatta. Este había encontrado la forma de crear la cura definitiva para matar a aquel virus mutante. Solo le faltaba un elemento esencial que no encontraba... Aquatta contactó con las biólogas y les comentó que le faltaba solo un componente para acabar la vacuna. Ellas, emocionadas, le dijeron al científico que tenían lo que necesitaba y le explicaron con qué componentes podría conseguirlo. Pasadas las semanas, el científico consiguió elaborar el elemento clave para producir la vacuna que se la envió custodiada en un cofre. Lily y Popy lo abrieron y vieron que había cuatro curas, dos para ellas, una para el minotauro y otra para el cuervo.

Poppy propuso llamarlo con el nombre latino hominem bovin, que significa persona y toro. Pero Lily no estaba de acuerdo con esa denominación, así que, tras un buen rato de discusión, decidieron llamarlo minotauro de minos y tauros. La cura del virus les llevaría unos añitos y para saber los síntomas del virus debían de estudiar el comportamiento de los animales e ir a inspeccionar la zona en busca de más pruebas que les sirvieran para avanzar en la investigación.

Ya solo tenían que volver al nido para encontrar al cuervo, ya que lo habían dejado ir. Cuando llegaron, Popy y Lily se quedaron apenadas. Vieron que el cuervo estaba muy débil, estaba muriendo… Las biólogas cogieron rápidamente la vacuna y se la inyectaron. Esperaron unos minutos y… ¡la vacuna funcionaba! Al ver que el cuervo estaba reaccionando positivamente

Después de unos meses, hablaron con sus superiores sobre los avances que habían conseguido durante 19


a la cura, se la inyectaron al minotauro y, después, ellas mismas se inyectaron la suya. ¡Todos estaban bien, sin rastro del virus! Comunicaron esta gran noticia a sus superiores y también a Aquatta. Ya podían volver a España. Ahora, tocaba lo más duro, despedirse del animal que habían estado cuidando durante meses y con el que se habían encariñado. Dejaron al cuervo y al minotauro en el nido y, llorando, subieron al helicóptero. Habían aprendido una gran lección: siempre hay una solución para todo, solo hay que trabajar duro día a día y no rendirse ante el primer problema. Hay que ser constantes y positivos. Años después, Popy, Lily y el científico Aquatta, ganaron una medalla por el reconocimiento y la cura de aquella mortal enfermedad cumbrelina elinor.

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– Esto no me parece una gran idea -susurró Raven a Aldrix. – Vamos..., no es para tanto. Escucharemos qué tiene que proponernos y, si no nos gusta, nos vamos -le respondió Aldrix mientras acariciaba su espalda. – ¡Ag! De acuerdo -inspiró profundo y abrió las puertas.

La mirada de Raven

El reflejo de la luz en las numerosas decoraciones de cristal les cegó. Lord William apareció desde las grandiosas escaleras. – Bienvenidos, queridos. No seáis tímidos, entrad -dijo con mucha amabilidad Lord William mientras se acercaba a la pareja. – No hace falta que sea tan amable..., solo venimos por trabajo, no es una visita de reconciliación -replicó respondió Raven con su característico tono de desagrado. – No haga caso a mi compañera, señor. Hemos tenido un viaje muy largo, está cansada -añadió Aldrix con una deslumbrante sonrisa.

En un mundo donde todos pertenecen a un clan y conocen su función, también hay almas perdidas. Personas que no forman parte de ese sistema, que han sido rechazados por la sociedad. Personas como Raven, una cambia-formas cuervo que vio su vida arder frente sus ojos. Vio cómo su pasado y su felicidad se desvanecían entre las llamas. Desde aquel momento no volvió a ser ella misma. Con su familia convertida en cenizas, tuvo que dejar de vivir y empezar a sobrevivir. Aprovechó sus capacidades en vuelo y para desaparecer entre las sombras para trabajar como sicaria para distintos clanes. La furia y la tristeza le cegaba, solo obedecía y asesinaba. Sin sentimientos. Aquella tímida pero dulce chica había sido cambiada por un arma. Fue así hasta que alguien le apartó la venda de los ojos. Aldrix, otra alma perdida. Un cambia-formas toro que abandonó su clan. La violenta y brutal ideología de la que solía ser su familia no le representaba. Su dulzura y amor hizo abrir los ojos de Raven, la cual no ha vuelto a matar a un inocente. Juntos, son la dupla de cazarrecompensas más temida y demandada del Reino Arbhak, y no por mera casualidad. La aleación de la inteligencia superior de Raven y las habilidades en combate de Aldrix les convertía en seres de otro mundo. Se cuenta que algunos buhoneros cambiaban sus rutas para poder observar en primera persona a esta pareja en acción.

Raven miró a Aldrix y frunció el ceño. Lord William no le agradaba lo más mínimo; realmente, no le solían agradar los humanos como él. Raven y él tenían un pasado conjunto, estaba segura de que fue culpa de él lo que le pasó a su clan. Raven trabajó con William como ladrona oficial, un puesto muy bien pagado. Ella se colaba en los clanes que batallaban con el Lord, les robaba algo de gran valor y volvía a palacio. Se suponía que jamás la pillarían y que podría vivir su vida con normalidad, pero todo se torció. El clan de los lobos la descubrió y capturó. La tuvieron arrestada semanas, pero William jamás volvió a su rescate, había decidido desaparecer para no salir malparado. Los lobos siempre habían tenido una muy mala relación con los cuervos, pero no habían dado el paso de atacar ni de iniciar una guerra, pero Raven fue la gota que colmó el vaso. La torturaron hasta conseguir toda la información que necesitaban y decidieron incendiar el clan enemigo. Raven vio en primera persona cómo sus compañeros se retorcían intentando huir de las llamas; los niños gritaban reclamando la atención de sus madres. En ese momento, la antigua Raven quedó reducida a cenizas junto a su familia. Jamás volvió a sonreír, ni a hablar, ni siquiera a transmitir una emoción que no fuese odio. Se limitó a cumplir las órdenes de Lord y a desquitar su ira en los demás. Aunque el dulce muchacho que la acompañaba le hubiese ablandado el corazón, nunca sería capaz de perdonar a Lord William. 21


– Raven, ¿estás bien? -le susurró Aldrix mientras se encaminaban a un salón del palacio.

entrega. Tres, no enviarás a ninguno de tus caballeritos a vigilarnos señalando a los guardias que se encontraban en cada una de las puertas del palacio-. Cuatro, no te involucrarás en nuestro plan. Cinco, no romperás ninguna de las reglas. Y seis, la más importante, además de mil monedas de oro, nos darás croissants, nos encantan los croissant -Aldrix guiñó el ojo a Raven-. ¿Alguna duda? -preguntó dirigiéndose a Lord.

Ella solo asintió, no se había dado cuenta de que se había perdido en sus pensamientos. Una vez sentados y acomodados en la sala, William comenzó a hablar. – Raven, es un placer volver a verte. Solo eras una adolescente cuando te vi por última vez. – Una adolescente a la que abandonaste a su suerte… -se le escapó, pero no se arrepintió de haberlo dicho. – Y a ti es un placer conocerte señor… - ignoró por completo la cortante mirada de Raven. – Aldrix, me llamo Aldrix -sacudió su mano con el regordete humano. – Hablemos de lo importante. Sé que no te gusta mucho hablar, querida dirigiéndose a Raven, la cual ni se inmutó-. Necesito que robéis algo para mí -esa simple frase hizo que un escalofrío recorriera su espalda, los recuerdos inundaron su mente. – ¿Qué cosa? -preguntó con curiosidad Aldrix para interrumpir aquella guerra de miradas que se había iniciado entre William y Raven. – Un huevo de dragón. Hace unos años empezamos una guerra con los lobos, tú lo recordarás, Raven. Solo quiero reforzar mi ejército -refirió Lord. – También recuerdo cómo aquel cachorro de lobo que no superaba los 15 años te derrotó de una forma patética en el año 1507 -sentenció Raven. William chasqueó molesto y Aldrix sonrió orgulloso. – Eso no es lo importante ahora -cambió de tema rápidamente-. Mil monedas de oro por un huevo de dragón, ¿lo tomáis o lo dejáis? – Aldrix y Raven intercambiaron miradas unos segundos. – ¡Aceptamos! -respondió Raven. – ¡Perfecto! -exclamó Lord William. – Relájate, todavía no hemos terminado -añadió Aldrix.

Salieron de aquel palacio victoriosos, con la cabeza bien alta. – ¿Viste su cara cuando dijiste la sexta regla? -Aldrix se carcajeaba. – Ya te dije que era estúpido -una pequeña sonrisa se escapó de entre sus labios. – Y yo ya te dije que no sería para tanto -guiñó un ojo, muy característico de Aldrix-. Aunque realmente es un ser muy molesto, tienes razón. No sé qué intentaba al decirte esas cosas... – Yo tampoco…, bueno, sí que lo sé... Un silencio reinó entre ellos. Y con ese mismo silencio se hospedaron en un hostal del clan de los humanos, partirían al amanecer. Ya era de noche. Raven, recogida y abrazada al torso de Aldrix, no había querido cenar y estaba dormitando.

La brillante sonrisa de su cara no se borró en ningún momento. Ahora le tocaba hablar a su chica, adoraba este momento en los tratos.

Los niños me miraban a los ojos, me pedían ayuda. Intentaba correr, volar pero no podía. Unos fuertes y peludos brazos me retenían. Las lágrimas bañaban mi rostro, no podía hacer otra cosa que no fuese llorar e intentar zafarme de mis ataduras. Vi cómo mi gente corría desesperada intentando salir de aquella hoguera, pero no podían. Los pocos que lograban escapar eran asesinados por los lobos. Cerré los ojos, no era capaz de seguir mirando cómo morían por mi culpa, pero una voz me hizo volver a abrirlos. Kralix, mi hermano, mi indefenso hermanito. Estaba perdido, gritando mi nombre, pidiendo mi ayuda. Sus ojos negros conectaron con los míos. Grité, grité lo más fuerte que pude. Grité hasta desgarrarme la garganta. Las llamas comenzaron a engullir a mi pequeño cuervecito, era demasiado pequeño, todavía no había podido sacar sus alas. Su vida no podía acabar ahí. Volví a gritar, mi hermano ya no se movía, las lágrimas me cegaron por completo.

– Tenemos nuestras normas y son inquebrantables -antes de que el Lord pudiese abrir la boca, comenzó a enumerar con los dedos-. Uno, nunca cuestionarás nuestra forma de actuar. Dos, no nos pondrás una fecha de

– ¡No!, ¡no! – Raven despertó exaltada y Aldrix lo hizo con ella. – !Eh!, cariño, ¿qué pasa? ¿otra pesadilla? -Raven preguntó. 22


– No pude hacer nada, no pude hacer nada... -miró fijamente los ojos dorados de su pareja-. Aldrix, lo dejé morir, lo dejé morir…, fue mi culpa -sollozó mientras tiraba de sus cabellos morados. – ¡Ey!, ¡ey!... Tranquila, no pasa nada -Aldrix alejó las manos de su cabellera-. No fue tu culpa, te tendieron una trampa -la abrazó fuertemente. – Pero, pero… -siguió balbuceando cosas que solo ella comprendía. – Pero… nada -dijo cariñosamente. Acarició la cara de Raven y buscó su mirada. No fue tu culpa -besó su nariz-. No fue tu culpa -besó su frente-. No fue tu culpa, ¿te queda claro? -besó sus labios.

– Y yo ya le he dicho que no podrán cruzar estas puertas sin una orden directa de un líder amigo. – Pero le sigo diciendo que nosotros... Mientras que ellos mantenían aquella conversación de besugos, Raven analizaba las probabilidades de ganar un combate contra ellos. Los guardias no vestían ningún tipo de armadura, ya que esta solo sería un problema para dejar salir a sus animales interiores. En la puerta solo se encontraban tres soldados, aunque Raven intuía que habría guardias transformados en panteras en las copas de los árboles. En pocos segundos ideó un plan. Ella se encargaría de las panteras camufladas en los árboles; mientras tanto, Aldrix tendría que combatir contra tres guardias. No era el plan mejor organizado, ni el más seguro, pero era lo mejor que se le ocurrió en aquel instante. No tenía otra escapatoria. Raven apartó al chico de la puerta y contó el plan. De nuevo se acercaron a la puerta.

Ella volvió a esconder su mirada en el cuello de Aldrix. – Lo siento -dijo una vez tranquila-. Supongo que ver a Lord William después de tanto tiempo me ha afectado... – Tranquila -susurró Aldrix. Este, con esos tirabuzones castaños despeinados y su sonrisa perenne, era capaz de calmar la angustia de la chica con tan solo aquella palabra.

– Me apetece comer un croissant de crema, ¿no tendréis alguno por ahí? se dirigió Raven a los guardias. Croissants de crema era la señal para iniciar el ataque: una clave bastante estúpida, pero útil ya que desconcertaba al enemigo.

Volvieron a acostarse, abrazados con, tal vez, más fuerza de la necesaria. Todavía no había salido el sol cuando la pareja partió a lomos de sus caballos. Su destino era el clan de los dragones, el cual se encontraba a más de dos semanas de viaje.

Aldrix sonrió antes de agarrar el mazo que siempre llevaba a mano: “Uno nunca sabe cuando le va hacer falta un mazo”, solía decir.

Raven parecía aún preocupada; aquella pesadilla le había afectado más de lo que jamás reconocería. Aldrix intentaba suavizar el ambiente con sus típicas bromas y silbidos.

Antes de que les diese tiempo a reaccionar, Raven ya había alzado su vuelo con sus negras alas. Desde el cielo ahora podía ver perfectamente las panteras escondidas en las copas de los árboles. Se inició así una lluvia de flechas sobre ellas. Las puntas de las flechas que Raven empleaba en sus ataques contenían un veneno inmovilizador. De esta forma, las panteras, al no poder defenderse, empezaron a caer inmóviles en cuestión de segundos. A su vez, Aldrix combatía contra los tres guardias de forma habilidosa.

Llevaban poco más de medio día de trayecto cuando se toparon con su primer inconveniente. Y es que, para llegar a su destino, necesitaban cruzar varios territorios propiedad de otros clanes. Cierto es que muchos no tenían problema en abrir sus puertas a un par de trotamundos, pero otros sellaban sus puertas con soldados armados. El clan de las panteras era del segundo tipo.

Cuando Aldrix vivía en su clan, era el mejor de los guerreros. Poseía la capacidad de no terminar su transformación, por lo que se convertía en una completa bestia. Piernas y cuernos de toro, y torso, brazos y cabeza humanos. Aquella era una habilidad que su familia no tardó en explotar. Él peleó en decenas de batallas, y en todas salió victorioso. Pero algo que nadie fue capaz de notar fue que, con cada batalla, un trozo de la humanidad de Aldrix se desvanecía. Al transformarse en toro perdía el control, estaba completamente

– No pueden cruzar sin autorización de un superior -dijo uno de los guardias. – Ya le hemos dicho que solo estamos aquí de paso, mañana continuaremos nuestro camino -intentó convencer Aldrix a los protectores. 23


dominado por su bestia interior. Cuando él los abandonó, se prometió a sí mismo que no volvería a pelear usando su extraordinaria habilidad; ya que sentía que eso le relacionaba con aquellos a los que una vez llamó familia. Raven le dijo más de una vez que era una estupidez de su parte el no dar su máximo en una batalla, pero hizo oídos sordos. Había hecho mucho daño por culpa de ese descontrol.

aquella época su escudo sí que les representaba. Pero... hoy en día... solo hace referencia a lo mucho que le gusta el vino a Lord William. -añadió esto último con una sonrisa. Aldrix no solía escuchar muchos chistes de la boca de Raven; por eso, cada vez que escuchaba uno se reía a carcajadas, aunque fuera realmente malo. – ¡Cierra la boca ya, maleducado! -ordenó Raven un poco molesta, pero Aldrix siguió riendo.

– ¡Bien hecho!, aunque pensé que me necesitarías -dijo Raven al aterrizar a su lado. – ¡Tienes al mejor guerrero del Reino a tu lado! -exclamó Aldrix sonriente.

Hace días que abandonaron el territorio de las panteras. Raven no podía dejar de pensar en Lord William, estaba formando una guerra. Y ellos, lo quisieran o no, estaban a punto de involucrarse.

Raven hizo como si no lo hubiese escuchado, cogió las cuerdas que tenían los guardias en su torre de control, los amarró y abrieron las puertas. Se sorprendieron al ver lo que ocultaban aquellas altas murallas. Las calles estaban completamente desiertas, y un silencio sepulcral invadía el poblado.

Ahora estaban rodeando la fortaleza del Clan de los Leones. Era popular la gran defensa de sus murallas, por lo que decidieron ahorrarse problemas y rodear, aunque tardasen más.

– Son panteras, no te esperes algo normal de ellas -sentenció Aldrix al ver la cara de confusión de Raven. – Sí, será eso… -dijo Raven.

Aldrix estaba fascinado con las vistas. A su derecha se encontraban las altas murallas, las cuales impedían la visión de cualquier paisaje. Pero a su izquierda, se hallaba una inmensa sabana en la cual múltiples animales vivían en libertad. A pesar de haber nacido en las tierras de Arbhak, le sorprendía la cantidad de ecosistemas distintos que podían encontrarse. En una semana, habían pasado bosque, selva y sabana, realmente espectacular.

Avanzaron por el pueblo hasta la plaza principal. Los iris de color ocre de Aldrix se quedaron fijados en la bandera que ondeaba sobre el ayuntamiento. – Eh… ¿Qué es esto? -preguntó inquieto Aldrix. – Raven pareció analizar la situación en silencio. – La bandera de los humanos en el clan de las panteras -añadió Raven-. Eso solo significaba una cosa: invasión. Pero ¿por qué atacaron a las panteras? Se supone que estaban en paz.

– ¿No sería increíble que todos pudiésemos ir a cualquier clan sin problemas? -dijo Aldrix. – Sabes que eso es imposible - añadió la chica. – Pero, imagínate nuestra boda en la sabana y nuestra luna de miel en los acantilados de los dragones… ¡Sería precioso! -Raven podía ver cómo sus ojos brillaban más de lo usual, le pareció adorable. – Por mucho que me guste la idea de casarnos en la sabana, es imposible. No nos dejarían, somos de distinta casta. ¿Alguna vez has visto a un cuervo y a un toro casados? -Raven trajo de vuelta a la realidad a su compañero. – Me da igual, me pienso casar contigo -la seguridad que emitía la voz del castaño hizo sonrojar a Raven. La idea de Aldrix esperándola en el altar vestido de novio encandiló y avergonzó a Raven a partes iguales, por lo que decidió dejar la conversación ahí. ¿No estaban hablando de paisajes? ¿Cómo había terminado imaginando su futuro con él?

Raven y Aldrix decidieron buscar un refugio para pasar la noche. Se instalaron en una casa abandonada en los límites del territorio de los felinos, donde nadie los molestaría aquella noche. – ¿Sabes? -refirió Aldrix con la boca llena mientras cenaban-. Siempre me ha parecido un tanto cómico el escudo de los humanos…, quiero decir, son dos copas brindando. Y, literalmente, son el Clan con menos alianzas de todo el Reino. – ¡No comas con la boca abierta! -Aldrix abrió aún más la boca para molestarla-. No solía ser así, hace cientos de años, antes de que todos los clanes se fragmentaran, los humanos solían convivir con otros clanes. En 24


El no recibir respuesta por parte de Raven entristeció un poco a Aldrix, estaba acostumbrado a que no expresara sus sentimientos muy a menudo, pero su boda con ella era un tema que realmente le encantaba. El silencio volvió a reinar entre los dos.

– ¡¿Qué haces?! -exclamó sorprendido el chico mientras apartaba los rizos de su cara. – Regla número tres -un búho con una flecha atravesada cayó desde el cielo-. No observarás nuestro trabajo. – Aldrix, respiró tranquilo. Soltó su maza. – Podrías avisar antes, ¿sabes? -replicó sobresaltado, con una mano en el pecho-. Me podrías haber matado del susto. – Partimos otra vez en una hora -contestó muy seria.

– Un traje de novio te quedaría muy bien… -susurró Raven tapándose la cara con la capucha de su capa. – ¿Qué has dicho? -el chico creyó no haber escuchado bien, ¿realmente había dicho lo que creía que había dicho? – Que un traje de novio te quedaría muy bien -repitió de nuevo mirándole directamente a los ojos.

El hecho de que Lord hubiera roto sus reglas la llevó al enfado. Aldrix se limitó a despeinar sus cabellos púrpuras, solo para molestarla un poco más.

Esta frase valió para que una estúpida sonrisa adornase el rostro de Aldrix el resto del día y para que Raven despejara la mente un rato.

Como Raven dijo, partieron una hora después. A partir de ese punto, su camino era recto. Solo tenían que llegar hasta la cima de las altas montañas. El problema era que los caballos se quedarían atrás; no querían llevarlos a la boca del lobo, decidieron que era mejor dejarlos abajo para huir en caso de ser descubiertos. El fuerte viento les azotaba en la cara, por lo que raven decidió sacar sus alas para usarlas de corta-vientos. Cuando empezó a anochecer, buscaron un refugio. A pocos metros encontraron una cueva, no era el mejor de los hostales, pero dormir a la intemperie sería una malísima idea.

Estaban a menos de tres soles para llegar al Clan de los Dragones, no habían tenido ningún contratiempo en ningún punto de su viaje, y todavía tenían bastante comida. Ahora se encontraban en las orillas de un río que nacía en las montañas de los dragones. Aldrix se estaba bañando mientras que Raven recogía agua para el almuerzo. Aldrix sabía que su compañera estaba preocupada por lo que pasó en su último destino, y para qué negarlo, él también.

– ¿Crees que estamos tomando una buena decisión? -preguntó la chica rompiendo el silencio-. Vamos a arrebatarle un hijo a su madre, y eso para dárselo a un humano el cual lo va a usar como arma. Además, ese humano está intentando conquistar todo el reino -añadió mirando fijamente a la hoguera que estaba frente a ellos.

– Dime ya lo que quieras decirme, me estás poniendo nerviosa -dijo Raven. – ¿Por qué lo dices? -eso realmente le había sorprendido. – Tienes la cara de “quiero decirte algo, pero a la vez no quiero decirte nada” -respondió ella. – Yo no tengo esa cara... – Claro que la tienes -se le escapó una sonrisa-. Venga, ¡escúpelo! – ¿Por qué iba William a atacar a las panteras? -preguntó él. – Yo también lo he estado pensando… y creo que lo entiendo -sus ojos se posaron en el cielo, pensativos-. Siempre ha sido muy ambicioso, supongo que no le basta con lo que tiene. Sabemos que va a atacar a los lobos, pero, ¿qué pasará después? – ¡Uf!, no sé si deberíamos haber aceptado este trabajo...

Aldrix bajó la mirada. Eran cazarrecompensas, no monstruos. – Definitivamente no, no estamos tomando una buena decisión. Pero, ¿qué hacemos ahora? Ya hemos dado nuestra palabra, no es apropiado romperla. Pareció que Raven se lo pensó unos segundos antes de abrir la boca. – ¡Ag! -la máscara fría e insensible de Raven cayó y una expresión de furia invadió su rostro-. ¿Sabes qué? ¡A la mierda! ¡A la mierda las normas, a la mierda nuestro honor y a la mierda Lord William!

Aldrix entendió que la conversación había acabado cuando Raven volvió a recoger agua, supuso que estaba pensando. Mientras almorzaban y Aldrix se sacaba, la chica armó rápidamente su arco y disparó una flecha a un árbol. 25


– Aldrix se sorprendió. Esperaba un plan sin fisuras, que ejecutarían sin problemas. Lo que no esperaba es que Raven explotase después de tantos días de silencio y reflexión. – ¿Y qué vamos a hacer? -preguntó Aldrix. – No lo sé. Realmente, no tengo ni idea -los ojos del chico se abrieron aún más si era posible. Juraría que era la primera vez en años que Raven no sabía qué hacer-. Admito sugerencias -añadió Raven con un tono irónico. – Yo tampoco tengo idea -cayó tumbado al suelo con un suspiro.

A lo largo del día hicieron varias pausas para descansar y comer, el camino parecía eterno. – ¡Eh, eh, eh! -llamó a Raven, que estaba mirando el suelo. – ¿Qué pasa…? -la chica alzó la cabeza y miró donde Aldrix señalaba. Se quedó sin aliento. Se podía ver en el horizonte una gran ciudad. Los dragones volando libremente sobre el poblado, los dejó helados. Nunca habían visto uno. Empezaron a caminar más rápido y con más ímpetu, por fin habían llegado. Estaban tan embobados observando las nevadas montañas repletas de casas y dragones, que no se fijaron de que un chico les estaba cortando el paso.

Al cabo de unos minutos, Raven se tumbó a su lado. – Siempre hemos estado perdidos, sin un lugar al que pertenecer. Podemos seguir así durante un tiempo -sugirió ella. – ¿No estás harta? -preguntó él mirando el cielo-. Es nuestro momento de cambiar eso, de asentarnos y criar nuestra cabra -este último comentario hizo sacar una sonrisa a Raven, Aldrix estaba obsesionado con tener una cabra como mascota. – ¿Y dónde iríamos...? – Podríamos caminar durante meses y asentarnos en un lejano lugar. – Creo que tengo una idea mejor…

– ¿Quiénes sois? Identificaos -les inquirió sin transmitir ninguna emoción. – Raven y Aldrix, somos una pareja de cazarrecompensas -el chico no podía dejar de ver las escamas que recorrían los brazos y cuello del chico, por eso fue Raven la que respondió. – ¿Y qué habéis venido a buscar aquí? – Nos gustaría hablar con el líder -Aldrix solo asintió, para reafirmar lo que decía su compañera. – Si queréis entrar, dadme todas las armas -aquel chico realmente no expresaba nada, parecía una roca. – ¿Todas? -dijo Aldrix – Todas.

A la mañana siguiente comenzaron su caminata hacia la cima donde se situaba el Clan de los Dragones desde muy temprano. Tras una noche de reflexión intensa, tomaron la decisión de que se establecerían allí. Tal vez sería complejo convencer a un líder de que dos forasteros se instalaran en su territorio. Pero, de todas formas, no perdían nada al intentarlo.

Comenzaron a sacar todas las armas de sus mochilas. Arco, flechas, dagas, espadas, veneno y un mazo.

Comentarios como “Creo que mis piernas van a reventar” o “¿De quién fue la idea de formar la base de un clan en la cima de una montaña?” acompañaron a la pareja durante todo el día. Raven solo seguía caminando como si nada mientras Aldrix se quejaba.

– He dicho todas -el chico miró a Raven a los ojos. – Ella resopló y comenzó a sacar más dagas ocultas de su ropa y botas. – Ahora sí, ya podéis pasar. Yo os guiaré hacia el líder.

– ¡Por Dios! Eres un toro. Creo que eres lo suficiente capaz de andar cuesta arriba sin quejarte como un niño pequeño -dijo cansada Raven. Aldrix solo respondió con un puchero infantil. Realmente no estaba tan cansado, pero la idea de molestar a su chica de vez en cuando le gustaba mucho.

Atravesaron toda la ciudad a pie, era realmente hermosa. Los guió hasta un palacio blanco, tallado con escamas y alas. Era impresionante. No podían dejar de mirarlo todo con entusiasmo. Cuando entraron al palacio, se exigieron a sí mismos mantener la compostura. 26


– Esperad aquí, el Líder llegará en unos minutos -el chico desapareció entre las múltiples puertas.

De repente el chico se apresuró hacia la esquina de la habitación, donde se encontraba una maceta, y comenzó a vomitar. Raven no se lo podría creer. ¡No era momento de vomitar de la emoción!

Aldrix y Raven aguardaron inquietos, estaban muy nerviosos. Aunque Raven tenía la misma expresión seria de siempre, sentía como todo su cuerpo temblaba.

– Estoy realmente agradecido, Señor -se inclinó después de recomponerse.

Minutos más tarde, el líder entró a la sala. Una túnica del mismo color que las escamas de su piel, rojas y moradas, le hacía ver como todo un Rey.

Después de una curiosa despedida, salieron del espectacular palacio. Desde aquel lugar se podía observar el atardecer sobre las nubes, las sonrisas de Raven y Aldrix no podían ser más resplandecientes. Y en aquel preciso momento supieron que ya volverían a ser almas perdidas nunca más.

– Bienvenidos, Raven y Aldrix, ya he escuchado hablar de vosotros. – Es un placer, señor -ambos se inclinaron ante él. – Jamás habían hecho eso ante un Lord, pero sentían que en esta ocasión era necesario. – Me gustaría saber qué os trae por estas tierras -a Raven le gustaba su actitud, no se andaba con rodeos. – Teníamos el trabajo de atentar contra su clan -comenzó a hablar Raven, se le daba mejor hablar bajo tensión-. Pero hemos decidido no terminar nuestra misión. – ¿Y a qué se debe este cambio? -preguntó el líder. – Pues, verá, este trabajo iba contra de nuestros valores. Lord William, el que nos contrató para esta misión, pretende formar una guerra en Arbhak. Así que nos mandó robar un huevo de dragón, para usarlo como arma. Sabemos lo duro que es no tener clan, por eso no querríamos lo mismo para un niño -el rey asintió con la cabeza, se mostraba muy atento a las palabras de la chica-. Además, hemos viajado y batallado mucho, ahora nos gustaría acabar con nuestra vida nómada. Su clan es muy lejano a las guerras y batallas por el poder. Por eso, nos gustaría que nos permitiese asentarnos aquí. – No causaremos problemas -añadió Aldrix. – De acuerdo -respondió firmemente el rey. – ¿Le parece bien? ¿No nos va a castigar? -preguntó Aldrix. – Jamás he negado a ningún humano el hecho de instalarse aquí. Siempre he odiado, y siempre odiaré, la discriminación entre razas. Podéis habitar cualquiera de las casas vacías. – Muchísimas gracias, Lord -se inclinó Raven. Esta vio que Aldrix no se inclinaba. ¿Cómo se atrevía a no inclinarse hacia su nuevo líder? 27


Alejo volvió a palacio después de haber derrotado a los piratas. El rey, sin que Alejo pudiera mencionar una sola palabra, le dijo: "Vistas tus destrezas en la lucha, te tengo una misión preparada. Si la cumplís, te recompensaré a tí y a tu tripulación, como os merecéis. Debéis ir a la Cueva de Tyrande a cinco kilómetros al este y derrotar al gran Minotauro que aterroriza a mi pueblo”.

El guerrero novato

Érase una vez un pueblo amenazado por un sanguinario minotauro, Cruentus, y cuyo gobernador estaba enfermo de tuberculosis. Debido a esto, no tenía fuerzas para preparar a un potente ejército y así derrotar a aquella bestia que los tenía amenazados. Una noche, de madrugada, apareció un navío cerca de aquel pueblo, Zerka, situado a tres kilómetros de Lócrida. En él, iba un guerrero novato, rodeado de toda su tripulación. Su nombre era Alejo. Físicamente, era un chico alto y fuerte, rubio, con el pelo liso y de ojos azules. Alejo era alegre y gracioso, pero con valor y ganas de superarse a sí mismo y combatir contra todo tipo de injusticias y seres malignos.

A la mañana siguiente, Alejo reunió a toda su tripulación para ir a la cueva en busca de Cruentus. Tras una hora yendo a paso ligero, con ganas de luchar, llegaron a la cueva,y se llevaron una gran sorpresa: esta era enorme. Una vez preparados, entraron y avanzaron unos metros. A lo lejos se escuchó un fuerte sonido, tanto, que tembló toda la cueva. Los guerreros, asustados, continuaron. La cueva era enormemente profunda y oscura.

Al llegar a Zerka, Alejo se reunió con el gobernador, Fernando. Después de hablar un largo y tendido rato, llegó un segundo navío, repleto de piratas. Alejo, al enterarse de esto, dijo al gobernador: "Nosotros te defenderemos". Así que se dirigió apresuradamente a aquel lugar y se enfrentó a los piratas. El gobernador, desde sus aposentos, veía expectante aquella batalla. Estaba sorprendido de la valentía y la fuerza de sus invitados. En ese mismo momento, Fernando supo quién iba a salvarlos de la amenaza del Minotauro.

Anduvieron un rato pero no encontraban a la bestia; estaban cansados, confusos, y empezaron a preguntarse: “¿Cómo será el minotauro? ¿Cuánto tendremos que estar buscándolo? ¿Podremos vencerlo? ¿Cómo lo vamos a derrotar?”. De repente, se escucharon pasos muy fuertes cerca de ellos; en ese momento, todos sabían lo que se venía: "Apartaos", dijo un tripulante. Cruentus se abalanzó sobre ellos bruscamente. Los guerreros, dada su agilidad, lo pudieron esquivar rápidamente. Al alzar una antorcha para poder ver a la bestia, se quedaron todos petrificados; era enorme, tenía unos cuernos gigantes, unos dientes muy grandes, afilados y sucios, con unas pezuñas gigantes, afiladas y terroríficas, con un físico descomunalmente fuerte y con una mirada llena de furia. Alejo, de repente, tuvo una idea, venía de hace tiempo atrás, como si ya conociese esa situación: se veía a un hombre luchando junto a sus guerreros contra aquella bestia. En ese momento, el chico se dio cuenta de que aquella figura que se le aparecía en sus pensamientos era su padre que había sido devorado por aquel mismo minotauro. Alejo volvió a la realidad y, con tanta rabia, le clavó una espada 28


en el corazón, aniquilando por completo al minotauro Cruentus y dejándolo sin vida tirado en el suelo.

El guerrero novato y sus tripulantes dieron por finalizada la misión, abandonando el pueblo de Zerka en busca de nuevas y emocionantes aventuras y navegando con su barco por bravos mares. ¿Que más aventuras les aguardarían?

A escasos metros, encontraron una piedra muy antigua, con una gran grieta y muy brillante, como si tuviese algo de gran valor dentro de ella. Alejo se acercó y la abrió cuidadosamente; dentro había una gran llave dorada, típica de los cofres, y una nota donde ponía: “Si lees esto, es porque venciste al minotauro. Dado tu gran valor enfrentándote y derrotando a este, eres digno de merecer tan valioso premio. Ve hacia la salida de la cueva, allí un cuervo te guiará hasta tu recompensa". Así hicieron: salieron de la cueva y Alejo y su tripulación siguieron al cuervo. Este se posó en un montículo. Los guerreros empezaron a cavar donde el cuervo había señalado y, de repente, algo reluciente se encontraros, ¡era un cofre! Alejo utilizó la llave para abrirlo; estaba repleto de oro y joyas y, como por arte de magia, el cuervo se desvaneció. Alejo y sus guerreros volvieron a Zerka, donde lo recibió todo el pueblo celebrando su triunfo. Cuando se reunión con el gobernador, Alejo dijo: "¡Hemos vuelto, Cruentus ha sido derrotado!". El gobernador quedó totalmente sorprendido de lo que escuchaba, no podía creerlo; tras un buen rato de preguntas sobre cómo lo habían conseguido, el gobernador les dio 1000 cudas a cada tripulante. Todos pensaron que la cantidad de cudas era justa y regresaron al navío, despidiéndose antes del gobernador. Antes de marcharse, Alejo quiso ofrecer algo al gobernador: “Quédese con mi parte”. El chico no quiso coger su recompensa ya que él solo necesitaba el recuerdo de su padre antes de morir por culpa de aquel minotauro y la satisfacción de haber vengado su muerte. Estrecharon sus manos con fuerza y decisión; una vez más, Alejo dijo guiñando un ojo y con una sonrisa de oreja a oreja, dijo: “¡Gracias por esta gran aventura que nos has ofrecido y gracias por haberme dado esta oportunidad única! Aquí le dejo parte del tesoro que custodiaba el minotauro; es todo suyo y de su pueblo. ¡Disfrútenlo!”. 29


la cena con ayuda de su hijo y juntos pusieron la mesa. El chico se comió aquel huevo. Lo había puesto un cuervo y estaba infectado por un virus que hacía que el ser que lo comiera se convirtiera en orco durante el día. La madre veía que su hijo salía de casa muy temprano todos los días; quería saber el porqué. Entonces le preguntó al abuelo si lo había visto salir.

El infectado

El niño estaba jugando, transformado en un orco. De repente, se le apareció un cofre con un mazo dentro y aparecieron tres duendes con una lanza. Estos le dijeron que la profecía se había cumplido: habían embrujado a su rey y este decidió darle su poder a otro.

Una familia estaba a punto de irse de vacaciones a una casa rural. La familia estaba formada por la madre, el hijo y el abuelo; el hijo era un gran amante del campo, gracias a su abuelo. Todo esto ocurrió en el año 1999. A los pocos días de llegar a la casa, la familia no tenía suficiente comida, así que la madre fue a la cuidad a buscar comida. Mientras, el niño aprovechó que su abuelo se había quedado dormido para ir a inspeccionar la zona. Encontró un huevo en el suelo que parecía ser de gallina. A lo lejos creyó escuchar cómo sonaba un teléfono. ¡Ring! El abuelo se levantó sobresaltado. –

Sí, dime –contestó el abuelo.

Se me ha olvidado la cartera en casa -dijo la madre.

Pues… no la veo.

Su madre se percató de todo lo sucedido y quiso saber más. El chico le contó todo lo ocurrido. El abuelo creía saber cómo quitarle la maldición a su nieto. Le pidió a la madre varios ingredientes. El niño también colaboró sacrificando uno de los duendes. Después de dos días, el abuelo ya tenía casi lista la poción. Llegó la noche y el chico no paraba de pensar sobre la maldición. Se apoderaba poco a poco de su cuerpo el antiguo rey. El abuelo le hizo beber aquella espesa pócima; lo que sobró se lo echó encima. Finalmente, la pócima hizo su efecto y el chico volvía ser el que era.

El niño regresó y ayudó al abuelo a buscar el monedero. Por fin lo encontró de la chaqueta de su madre. –

Toma, abuelo –respondió el niño.

Sí, está aquí tu monedero -añadió el abuelo.

La madre le colgó enfadada por aquel descuido. Llegó a casa cansada de conducir porque había perdido dos horas entre la ida y la venida. Al ver a su madre, el niño dijo: “Mamá, mira lo que he encontrado”. La madre preparó 30


encontrarse con un gato negro era símbolo de infortunio. Una desgracia se avecinaba. El hombre siguió caminando, y no podía dejar de repetir mentalmente las palabras de Toro Sentado: “Ya no habrá más sol en tu vida, George”.

Más luz

En su camino encontró una serpiente muerte, sin cabeza. Parecía haberla perdido de un corte limpio. George pensó: “Todo esto no me agrada, parece como si fuese brujería: antes el gato, ahora la serpiente, la luna escondida y… las palabras del indígena...”. El teniente coronel, George Amstrong Custer, estaba reunido con sus soldados alrededor de una fogata, bebiendo, emborrachándose. Todos estaban seguros de que al día siguiente ganarían. Era una verdad innegable para ellos. El Teniendo Amstrong, ya cansado, se percató de que alguien estaba susurrando; se giró y vio a sus soldados charlando. Ninguno de ellos estaba haciendo ese sonido ininteligible. Aquella voz parecía que estaba hablando en otro idioma; también parecía que lo llamaba, así que, como si estuviera hipnotizado, lo siguió, llegando hasta donde habían encarcelado a un rehén enemigo, el jefe tribal Toro Sentado. Este estaba encadenado en un armazón de madera, susurrando unas palabras que no se llegaban a entender.

Al llegar a un árbol seco, vio la figura de un ave; era un cuervo. Este lo miraba fijamente, lo seguía con su mirada. Esto asustó aún más al coronel, ya que parecía que le estaba robando el alma con aquella mirada. Los cuervos también son considerados animales que auguran desgracias. De repente, iban apareciendo más cuervos. Todos los miraban. Cada estaba más asustado. Se tropezó y se golpeó la cabeza. Esto hizo que perdiera el conocimiento. Aún era de noche y sus camaradas estaban despertándose ya. A lo lejos creyeron ver a su teniente en el suelo desplomado. Acudieron a él apresuradamente. Se mostraba nervioso y asustado. Sus soldados trataron de tranquilizarlo, pero él seguía repitiendo, ahora en voz alta, aquella frase: “No hay luz, no tendremos luz…”. Sus soldados, confusos, le preguntaron qué querían decir aquellas palabras. El coronel, como si no hubiese pasado nada, se incorporó y se marchó al campamente. Lo acompañaban algunos de sus soldados. Todos estaban preparados para iniciar su trayecto. Pero todavía no había salido el sol. Todos ignoraba esto, todos menos George. Él sabía que morirían. Comenzaron su camino, a tiendas, montados en sus caballos. Les costaba orientarse y les llegaba un extraño olor, como si fuese sangre con pólvora.

El coronel, despreocupado, decidió volver a donde estaba el grupo. Pero, de repente, creyó oír su nombre. Toro Sentado seguía repitiendo la misma frase que ahora se podía entender: “Ya no habrá más sol en tu vida, George”. George, un poco preocupado, se fue a dormir. ¿Qué querría decir aquel ser con sus palabras sentenciosas? Aquella noche tuvo una pesadilla: una oscuridad como la noche devoraba a sus camaradas hasta llegar a él. Despertó sobresaltado. Todo estaba oscuro. No se veía apenas. La luna había desaparecido y, a duras penas, las estrellas permitían vislumbrar el campamento. George estimó que amanecería una hora y media. Así que, desayunó algo y fue a un árbol a orinar. En el camino, un gato pasó corriendo; aquel animal era negro. Esto lo asustó, no solo por la sorpresa, sino porque

Cuando creyeron llegar a su destino, un rayó de luz los cegó. Ya no hubo más luz en sus vidas. 31


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