Cuentos de niños para otros niños
Bemani Bloper
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Cuentos de niños para otros niños Portada: Jetzemani Flores, Perla Martínez. Ilustraciones: Beatriz Badillo, Jetzemani Flores, Pablo Ibarra, Perla Martínez, Guadalupe Ocampo. Escrito por: Beatriz Badillo, Brandon Espinosa, Jetzemani Flores, Pablo Ibarra, Perla Martínez, Guadalupe Ocampo. Publicación arbitrada por Casiopeia & Asociados. DR © Casiopeia & Asociados www.casiopeia&asociados.mx Facultad de Estudios Superiores Aragón. UNAM Av Hacienda de Rancho Seco S/N, Impulsora Popular Avicola CP 57130 Nezahualcoyotl, Estado de México ISBN 974-860-2904-02-1 La edición de la obra estuvo a cargo de Pablo Ibarra en la Facultad de Estudios Superiores Plantel Aragón. Esta obra fue financiada por la editorial Casiopeia & Asociados. Los contenidos de los cuentos son responsabilidad de los autores. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin previa autorización de los editores. Hecho en México.
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Cuentos de niños para otros niños
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Índice Los monstruos me persiguen. . . . . . . . . . 4 Pablo y el mundo de la ropa limpia. . . . . . 18 El Viento, el Sol y León. . . . . . . . . . . . . . . 26 Tomas, el ladrillo mohoso. . . . . . . . . . 34 Entre tulipanes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 El pequeño duende. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 3
Los
monstruos me persiguen
Jaime era un niño muy asustadizo. Últimamente ha pensado que hay monstruos por doquier; en el salón, en la cocina, en el patio, en el baño y en especial en su habitación, donde cada noche piensa que hay un monstruo bajo su cama.
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Durante el día, suele preguntarse si éstas criaturas que habitan su casa realmente existen, pues su madre le ha dicho que todo eso está en su imaginación, que debe vencer esos miedos y ser un niño grande y valiente. Jaime creía que él era valiente, pero solamente durante el día, porque al anochecer, cuando no había luces, él solamente tenía miedo y ya no creía ser ni un poco valiente.
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Jaime pensaba que los monstruos podían ser malvados, enojones o terribles, pero lo que más le causaba miedo era imaginar que alguno podía estar bajo su cama y esperar a que él se quedara dormido para comérselo. Él se metía bajo las cobija para protegerse del monstruo, temía que se lo comiera y cerraba los ojos hasta quedarse dormido, esperando caer en un profundo sueño.
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Durante el día Jaime dejaba de pensar en las criaturas, pues él suponía que ellos únicamente aparecían cuando era de noche y no había luz. Un día cansado de tener miedo Jaime se propuso enfrentarlos, además sus padres siempre le decían que no tuviera miedo, que cuando él estuviera listo enfrentaría a los monstruos y por fin sería valiente.
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Él pensaba que los monstruos debían de tener una debilidad y después de mucho meditarlo pensó que sería la Luz, porque los monstruos no aparecían de día, pues no podian enfrentarse a la luz.
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Jaime se sentía listo para enfrentarlos y ser valiente así que les pidió a sus padres una lámpara para poder confrontar a esas terribles bestias.
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Por la noche se armó de valor y apuntó con la luz a todos los rincones de su cuarto y no encontró nada, pensó que seguramente el monstruo estaría bajo su cama pero cuando apuntó con la linterna notó que no había nada. Jaime empezó a revisar todas las partes de su casa y se alegró de no encontrar ningún monstruo, y así se dio cuenta que todo había estado realmente en su imaginación.
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Cuando le contó a sus padres lo que había hecho ellos lo felicitaron por ser muy valiente, y por haber enfrentado sus miedos. Desde entonces Jaime fue valiente y ya no tuvo miedo a los monstruos pues estos son imaginarios y ahora incluso le resultaban divertidos.
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Pablo y el mundo de la ropa limpia Cuando Pablo estaba aburrido su mamá y su abuela lo ponían a realizar algunas tareas del hogar. A Pablo le encantaba pasar tiempo viendo lavar la ropa, decía: “La lavadora es como un remolino, y si miras a fondo, lo suficientemente cerca, podrás ver el mundo de la ropa limpia”. Cierto día Pablo estaba arriba de la lavadora, lo que provocó que su mamá le dijera : “Pablo te vas a caer dentro de la lavadora, debes ser más cuidadoso de todo lo que sea que haces”. 18
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Pablo a pesar de que era un hijo muy obediente, estaba de necio y no quería bajarse de la lavadora. Su mamá al ver la actitud de Pablo decidió dejarlo solo, así Pablo aprendería por sí mismo. Aunque su mamá se puso triste porque esto significaba que a Pablo le iba a doler. Cuándo Pablo se dio cuenta que su mamá ya no estaba, él decidió meter más la cabeza para poder ver si realmente existía ‘el mundo de la ropa limpia’ . Que grande fue la sorpresa del pobre Pablo, cuándo la tapa de la lavadora cayó, haciendo que en menos de lo que él se hubiera dado cuenta, estuviera con medio cuerpo dentro de la lavadora, con las piernas hacia arriba dando vueltas como en un rapido remolino.
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Y en cada vuelta Pablo se lastimaba con las chamarras que estaban en la lavadora, los pantalones se le enredaban en la cara haciéndole difícil el poder respirar y los cierres le rasgaban la piel causándole un fuerte dolor. En eso su brazo se enredó y por suerte el movimiento hizo que el pobre de Pablo fuera expulsado de la lavadora, raspando el codo muy feo, que al estar en contacto con el detergente de la lavadora, hizo que le doliera mucho, mucho más. Todo esto ocasionó un ruido muy fuerte que hizo que la mamá de Pablo llegará corriendo, alarmada por lo que le pudiera pasar a su amado hijo. 22
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Cuando llegó lo encontró todo mojado, lleno de detergente, con la cara rasguñada y el codo raspado, rápido lo cobijó entre sus brazos, para poder asegurarse que no estaba lastimado de gravedad. Pablo solo tenia un raspon en ell brazo. . Pablo se dio cuenta que no existía el ‘mundo de la ropa limpia’ que todo era su imaginación. Aprendió que debía hacerle caso a su mamá cuando le daba una indicación, y aprendió a qué debía ser cuidadoso con cada uno de sus actos. 24
El raspón sanó. Y colorín colorado, al Pobre Pablo al ‘mundo de la ropa limpia’ ya no se le ve buscando. 25
El Viento, el Sol y León
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El Viento y el Sol discutían un día. El Viento fanfarroneaba por lo fuerte que era, así que el Sol sonrió y dijo: -Puedes soplar cuanto quieras. Siempre seré más fuerte que tú. El Viento lo miró con despecho cuando vió a un niño caminando en la vereda hacia la feria, vestido con un abrigo de lana largo y suave.
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-Mira- dijo el Viento -veamos quién logra que el niño se quite el abrigo antes de llegar a la feria. Así sabemos quién es más fuerte. El Viento aspiró con fuerza, hinchó los cachetes y sopló. La repentina ráfaga hizo caer al niño, que se llamaba León. -¡Vaya!- exclamó León, mientras se levantaba y se abrochaba de nuevo el abrigo.
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Entonces el Viento enfurecido sopló y sopló provocando un helado aire del cielo y que sopla más fuerte. Una terrible tormenta de granizo cayó del cielo. -¡Qué frío!- gritó León, lo que hizo que se subiera el cuello del abrigo y metiera las manos en los bolsillos. León se echó a correr bajo el granizo. El Viento sopló y sopló hasta que se quedó sin una pizca de aire. Pero no consiguió que el niño se quitara el abrigo.
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-Es mi turno- dijo el Sol. Comenzó a brillar en el cielo azul y sus dorados rayos cayeron sobre la espalda de León, dándole calor. -¡Uff que calor!- suspiró León y se desabrochó dos botones del abrigo. El Sol siguió ardiendo y lanzando sus rayos. León se desabrochó otro botón… estaba llegando a la feria cuando dijo: -¡No puedo dar un paso más con este abrigo! ¡Tengo mucho calor!- se desabrochó los demás botones y ¡se quitó en abrigo! -¿Lo ves?- dijo el Sol al Viento -He ganado, mis suaves modales son mejores que tus furiosos y fuertes resoplidos. 32
Desde entonces no pelearon más, y el viento cambio su actitud. 33
Tomas, el ladrillo mohoso
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Tomas vivía en un pequeño poblado, donde el agua que la gente usaba para lavar, cocinar y bañarse, venía de un gran pozo. Tomas disfrutaba ir al pozo, mojar sus manos y tocar con las puntas de sus dedos el moho que nacía en los ladrillos interiores del pozo. A pesar de disfrutar tanto la sensación del agua, el moho y los ladrillos del pozo, Tomas odiaba bañarse, hacía una semana que no tomaba un baño, y no pensaba hacerlo pronto.
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-Tomas es hora del baño –dijo su mamá–. - ¡Noooo! No quiero bañarme, no me gusta -respondió Tomas-. -Claro que sí pequeño, ven aquí, a bañarte -insistió su mamá-. -Jamás en la vida me bañaré -gritó Tomas-. Como era de costumbre, Tomas corrió directo al gran pozo, donde pasó toda la mañana metiendo las manos en el agua y tocando el moho que cubria los ladrillos.
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Más tarde, Tomas se recostó a un lado del pozo y tomó una siesta.
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Una gran comezón lo despertó , le picaban las puntas de los dedos y cuando miró para rascarse, se dio cuenta que en las puntas de los dedos tenía una sustancia verde, igualita al moho que había tocado tiempo antes. Los pies le picaban, las rodillas le picaban, el ombligo le picaba; Tomas estaba lleno de moho en todo el cuerpo.
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- ¿Qué es eso? Prometo bañarme, jamás rechazaré un baño, no quiero convertirme en moho – gritó Tomas con gran espanto-. Tomas estaba muy espantado y entre tropezones de desesperación cayó al pozo de agua, convirtiéndose en uno de los mohosos ladrillos interiores del pozo.
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La necedad de Tomas por no bañarse hizo que jamás volviera a ser un niño, ahora era un ladrillo mohoso que todo el tiempo estaba mojado por el agua del pozo.
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ENTRE TULIPANES Todas las mañanas Eva miraba los tulipanes por su ventana, siempre se preguntaba por qué eran tan hermosos. Esas flores eran sus favoriatas.
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Su color lila le encantaba, creía que ese color le daba la valentía para cada mañana levantarse y tratar de hablar con las personas.
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Un día mientras estaba en clases, quiso acercarse a los demás y se dio cuenta que todos los chicos la unieron al juego. Ella sonriente comenzó a correr con sus compañeros.
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Cuando llegó a su casa le contó todo a su mamá y sonriente se sintió tan valiente como esos tulipanes lilas. Fue ahí cuando Eva se dio cuenta que es muy valiosa y si ella se acepta como es, todos los demás lo harán.
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Después de mucho tiempo Eva se sintió una niña libre y capaz de poder amar y ser amada por cualquier persona, pero principalmente por ella. Pasaron los años y ella creció y nunca más se volvió a sentir triste, al contrario cada día descubre lo bella y valiosa que es ella en la vida, en su vida.
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El pequeño duende Érase una vez una niña, hija de una princesa, cuyo nombre es Leila. Leila es una niña de 12 años, que vive con padres y abuelos, quienes son reyes del pueblo en un enorme castillo. A la cima de una colina, a Leila le gusta mucho jugar con sus juguetes y explorar mil veces el castillo, siempre encuentra algo nuevo u objetos que le llaman la atención pero a lo largo del día termina cansada y aburrida ya que no encuentra algo que la complaciera totalmente, esa tarde después de terminar todas sus actividades cotidianas se quedó dormida muy temprano, ni siquiera asistió a la cena de esa noche. 50
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Por la madrugada Leila escuchó pasos en su enorme habitación, las habitaciones del castillo eran muy grandes y solitarias y estaban muy alejadas una de la otra. Al escuchar los pequeños pasos leila se incorporó en su gran cama y recorrió la habitación con su mirada, no vio nada extraño y volvió a acostarse, pero en eso escuchó un golpe en la pared, se levantó muy rápido del susto, quiso salir corriendo de la habitación pero justo en ese momento un destello de luz dorada fue camino hacia donde estaba ella.
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Leila asustada subió a su cama, pero empezó a calmarse cuando vio que la luz dorada tomaba forma de un pequeño hombrecillo, vestido de pantalón y chaleco verde oscuro con camisa blanca, un poco sucia, deteriorada y con un peculiar gorro en punta de color café, la niña se sorprendió pero no tuvo miedo, le hablo como si fuera una persona más y lo saludo. Leila- Hola, ¿quién eres y por qué estas aquí en mi habitación? Duendecillo: Hola, soy un duende, llegué a tu habitación por accidente, yo solo paseaba por el subterráneo, no esperaba llegar aquí. -¿Un duende?- dijo Leila, ¿Qué es un duende?, preguntó muy asonbrada. 54
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Duendecillo: Somos unos hombrecillos con algunos poderes mágicos, nos gusta jugar, divertirnos, encontrar tesoros, las travesuras, y por supuesto las adivinanzas. - A mí también me gustan los tesoros y los juegos, ¿quieres jugar ahora? Dijo LeilaDuendecillo- ¡Claro!, pero yo escogeré el juego Leila- Acepto. Duendecillo: El juego se trata de adivinar mi nombre, tendrás tres días para pensarlo y por esas tres noches vendré a verte y te preguntaré si ya lo sabes, si lo adivinas te cumpliré el deseo que tú quieras, te daré belleza, el príncipe que máste guste, los juguetes que quieras o lo que sera que más desees. 56
Leila: Eso suena muy fácil y divertido, ¿qué pasará si no lo adivino? Duendecillo: Si no lo adivinas te condenare a repetir siempre tus mismos errores, serás una niña berrinchuda y por eso mismo nunca conseguirás lo que quieres. Leila al no saber la gravedad de la condena aceptó sin dudarlo, ya que se le hizo algo simple y muy divertido.
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A la noche siguiente el duende regresó a visitarla y a preguntarle si ya sabía su nombre. Leila no le dio importancia y le dijo que no había tenido tiempo para pensarlo y que mejor jugaran a otra cosa. El duende no accedió y simplemente le recordó que tenía dos noches más. El día pasó y Leila pensó cuál podría ser el nombre de aquel duendecillo, al grado de preguntarle a sus papás todos los nombres de duendes que supieran, pero ellos no le diron la más minima importancia y le dijieron que los duendes no existían, que solo eran parte de una fantasía o imaginarios. Leila empezó a dudar si en verdad la condenaría o solo se trataba de una mala broma. Llegó la noche y el duendecillo hizo la pregunta.
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Duendecillo: ¿Ya sabes mi nombre? Leila: Aún no, no quiero terminar condenada, ni siquiera sé nada de ti, no sé porqué acepté este juego, quiero terminarlo. Duendecillo: solo te queda hasta mañana, descansa y piensa bien en tu respuesta. El duende estaba muy feliz ya que nunca le había gustado perder y era muy claro que el ganaría, pues siempre lo hacía. Tan feliz estaba el duende que comenzó a hablar en voz lo suficientemente alta para que a la distancia Leila escuchara todo lo que decía.
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Duendecillo: Esa niña nunca adivinara mi nombre, jamás podría pronunciarlo, jajaja tan fácil que es decir Trinky Filiph jajaja. Y así desapareció rapidamente del castillo, confiado en que nadie lo había escuchado. La niña se quedó tranquila por haberlo escuchado y estaba alegre de averiguar su nombre, solo pensaba en el día siguiente para finalmente terminar con el juego.
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La noche siguiente llegó y el duendecillo como ya era costumbre, llegó a hacerle la misma pregunta que siempre hacía. Duendecillo: Es tu última noche princesa, ya sabes ¿cuál es mi nombre? Leila: claro déjame pensar…solo dame 3 intentos. Duendecillo: Adelante, tómate tu tiempo. Leila: Ya sé, es ¿Thomas? Duendecillo: No, ese no es Leila: ¿Tal vez es Mails? Duendecillo: Por supuesto que no, ya solo te queda un intento, niña. 62
Leila: mmmm.. . okey…algo me dice que tu nombre es algo extraño y poco común, creo que te llamas Trinky Filiph. El duende quedó asombrado y muy enojado. Malhumorado tuvo que preguntarle el deseo que quiso la princesa, la cual pidió, una canasta repleta de dulces y que sus padres estuvieran más tiempo de calidad con ella, fue lo único que pidió, seguido de esto el duende se marchó.
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La pequeña princesa quedó contenta con su deseo cumplido, aunque le hubiera gustado averiguar más sobre este ser místico, quedó tranquila y aprendió a que no hay que confiar en cualquier persona que te ofrece algo, pues muchas veces pueden tener otras intenciones que realmente estan ocultas.
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Todos los niños sueñan con mágicos sucesos producto de su imaginación. Jaime piensa que ve monstruos por todas partes; Pablo cree que hay un mundo en la ropa limpia; atrévete a descubrir esta y otras historias más llenas de sorpresas. Cuentos de niños para otros niños presenta seis mágicas historias sacadas directamente de la mente de niños, que sin duda te sumergirán en increíbles mundos.