OSCAR WILDE
átomo de su belleza se marchitaría nunca. Jamás se debilitaría el ritmo de su vida. Como los dioses de los griegos, sería siempre fuerte, veloz y alegre. ¿Qué importaba lo que le sucediera a la imagen coloreada del lienzo? Él estaría a salvo. Eso era lo único que importaba. Volvió a colocar el biombo en su posición anterior, delante del retrato, sonriendo al hacerlo, y entró en el dormitorio, donde ya le esperaba su ayuda de cámara. Una hora después se encontraba en la ópera, y lord Henry se inclinaba sobre su silla.
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