la calma
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Título: La calma Autor: josé Ramón Alba Textos Iguázel Elhombre Izarbe Murillo Pueyo Diseño Detalier Estudio Creativo © de los textos Sus autoras Licencia Creative Commons 3.0 España Reconocimiento-No comercial-Sin Obra Derivada
Para mi hermana, por su ser.
la calma
Nuestros espacios se construyen por erosión y sedimentación, como la vida, como nosotros. Y vamos saltando, entrando y saliendo, paseando en deriva de un lugar a otro; conocido o ajeno, celebrado o amargo. Vamos notando cómo el tiempo modifica todos esos rincones mientras nos prepara para dejarlos. Por un momento. Para siempre.
José Ramón Alba
El afuera da frío
Vivir en el detalle. Como quien se construye una casa en el rabillo del ojo. Pararse. Fijarse en la anodina disposición de unos objetos que están ahí sin que nadie les saque a bailar. La vida vibra incluso en los huecos en blanco. Mirar. Encontrar el pulso a la quietud. Partir la luz para verle las costuras. Dibujar líneas con sus grietas. Rectas y curvas. Rascar en lo que parece que no tiene voz. Salir de viaje con los relatos esparcidos por todo el suelo. Ordenar las manchas de la pared. Dejarte unas escaleras abiertas. Son los rastros de lo vivido los que hablan. Ahí me senté antes de abandonarte. En los peldaños se me fueron quedando los jirones. La ventana se cerró justo después de que ya no pasara nada. La puerta guardó la mentira. La niebla cubre los cubiertos cuando ya no se utilizan para comer. El timbre se quedó mudo de silencio. Las paredes se encuentran en las esquinas y
huyen de sí mismas por los ángulos rectos. El cabecero de la cama chilla. Las lámparas han sido secuestradas por un interruptor. Los objetos se cuelgan del techo para ahorcar el espacio. La bandeja sólo sirve recuerdo. La cortina se esconde de ti. El reflejo es un gamberro que me asalta para no dejarme olvidar. Tiemblan las pisadas al andar sin sueño. Marcharse sin recoger y dejar tu mundo revuelto. La sombra se detiene detrás de los cristales. Hacerte tierra y convertir en macetas tus universos de escombros. Encerrarte en una baldosa. Guardarte en una botella. Si hay sábanas sin hacer sabemos que hay cuerpos que han podido detener el tiempo. Brillan las bombillas por los rincones. Los libros se posan uno sobre el otro como sujetando un mundo que se cae. Los cajones vacíos dan hambre de secretos. Las marcas de la pared son las arrugas de lo sufrido. Recipientes vacíos.
El sillón ni siquiera respira. Restos sin vida. Si no estuviera roto, no se le vería la juntura. Se me hicieron costra tus gestos. Como estamos tan perdidos he cerrado lo vivido y he cambiado nuestra casa por un viaje solos tú y yo. Quería llevarme conmigo todo lo que fuimos en los trozos de vida que habitamos. Sólo unos pasos de lo andado en tantos espacios comunes. Lo que hace posible que resistamos son las pequeñas cosas que nos hacen nosotros y a las que nos agarramos cuando nos caemos. Como la poesía de una imagen. Como las fotografías de José Ramón Alba que han logrado detener la vida para mostrarla. El tapiz de lo que somos está hecho a pedazos. Imaginar las vidas que han poblado cada parte o sentir que algo de nosotros se ha quedado en lo que se retrata. Formas. Texturas. El vaho. La iluminación. Miradas que son conversaciones. Sentir. De eso se trata. Quedarme aquí, en estas imágenes. El afuera da frío. Iguázel Elhombre
Ese sitio, ese sitio. Ese sitio Ese sitio. De allí, de aquí. ¿Sitio? Entre unos brazos por ejemplo, que te hagan olvidar todo lo pasado y lo futuro. Lo presente. En el fuego todo queda y se fue. Con algo que sí. Con algo que quizá. Ese sitio. Por lugar, por persona, por cabeza. Donde quiera que lo llamen, y lo quieran. Pero siente y sentimos, que donde estemos estaremos. Bien. Y valga la redundancia. A ratos. Será lo que por nombre tenemos. Con un Mi, empezando por mayúscula. Incluso ese aire. No es un poco que tenga relación. Es un poco de blanco y de negro. Donde siempre te encuentres tú mejor y tú peor. Y los concilies en una reunión. A mesa redonda. Y puesta para no perder el tiempo. Dentro de alguna cabeza que ames, u odies. Donde quieras.
En la silla rota después de tanto tiempo que nadie haya querido acercarle un poco de cola. En la ventana cotilla que está siempre dispuesta al informe diario de casos no resueltos delante de sus sombras. O la escalera con flores a los lados que ambientan. Y tanto. Que ambientan el funeral que sufren cada sábado de lágrimas entre rayos de sol que no quieren todavía despertar de nuevo al Domingo. Día de descanso. Decían. Quien quiera, que lo pare. Ella sigue. En el caos que le quiere, mucho. Más. Y le arropa entre mares azules, y corazones perdidos en una manta blanca. Frío. Hoy sí. Izarbe Murillo Pueyo
Lo mejor de todo es cuando escribe a alguien que no existe. Como si lo hiciera. O a la piedra que tiene sentada al lado en el bordillo que aguanta su risa mientras espera alguien que le acompañe en la locura. Que no existe, pero vendrá. Jugará con el caracol que tiene de mascota. Y le dará la mano para saltar de una nube a otra. Sin más sentido que pasar un rato bonito. Que no existe, porque ahora está de moda casarse. Y los ratos intensos ya no valen si no tienen algo con lo que atar su alma. Ella es libre. Y por eso, no existe. Mientras escribe a alguien que quizá es real. Fue. O será. Porque ¿quién decide lo que es y lo que no lo es? Izarbe Murillo Pueyo
Con una maraña de pájaros. Sobre sus cabezas se arremolinaban los besos volando. Y dejando que el sol se fuese. El viento siguiera soplando. Las nubes continuaran su viaje. Y ese abrazo se hiciera eternamente eterno durante una larga decena de minutos. Si, ya vuelve a ser uno. De sus ojos. Uno de esos. Que tú piensas y yo también. Guiño. Nos entendamos. Ojalá. Y se acabó el tiempo sin hacerlo. Apenada. Por no ser lo que soy ni lo que fui. Habríamos encajado. Perfectamente para ser pareja de cine y de teatro. A dormir. Mañana Zeus dirá. O quien tú quieras. Muá. Izarbe Murillo Pueyo
Hoy te escribo a ti que hace unos años pedías más patata y menos verdura. Que mirabas por la ventana los días de lluvia, de sol, y de niebla, y te preguntabas si algún día llegaría todo aquello que esperabas. Te escribo porque recuerdo el miedo que tenías a tantas cosas. El miedo a tomar esa decisión que en realidad ahora sabes que daba igual lo que eligieras. El miedo a aquella sonrisa, a devolverla. Y lo hago para que se enciendan por un momento tus ojos, al darte cuenta de que nada es para tanto. Mira hacia atrás y ríete de todos esos momentos perdidos por la duda que se te comía parte del tiempo, y del cerebro hasta un trozo se te comió. Porque sabes que eso es lo mejor de tener un pasado, y recordarlo. Deberíamos agradecerlo. Sobre todo lo último, quien no lo recuerda llega un momento en el que parece no lo haya tenido. Un pasado para aprender, para llorarlo quien quiera hacerlo, y para reírlo, mucho, a grandes carcajadas.
Aunque sea solo recordando aquella cara que ponías pensando en el asco que te daban los besos, esos que ahora no te dejan dormir. O volviendo a sentir aquellos desafíos a la gravedad que en tu estómago ocurrían cuando empezabas a vivir por fin, o desgracia, solo. Sin las manos de papá y mamá. Y hoy te escribo, sólo para eso, para que cuando más te encuentres atrapado, y sin salidas, te des cuenta de que muchas puertas ya abriste. Que tantas veces pensabas que nunca las ibas a derribar. Y aquí estas, ahora, luego, mañana, siguiendo adelante. Porque en realidad podemos con todo. Solo depende de nosotros querer verlo. O no. Como aquello que queda escondido detrás de la niebla. Hoy ha vuelto a salir el sol. Después de una semana. Después de muchas fotos. Y después de muchas palabras en papel. Si no tengo ganas de compartir, no lo hago. Y punto. Para mí, que me gusta releer y releer, y volver a mirar aquello que en un momento algo quiso intentar inspirar en mi. Entenderlo, y no. Izarbe Murillo Pueyo
Me he desayunado a besos el sol. Feliz jueves.
Izarbe Murillo Pueyo
josé ramón alba Zaragoza, 1961
Autodidacta de formación continua, desarrolla su trayectoria en etapas de búsqueda y experimentación hasta conseguir, a partir de sus trabajos en el taller del grabador Nemesio Mata, un discurso de hibridación tecnológica. Comienza entonces un sondeo que revisa las posibilidades de una visión compartida entre los procesos tecnológicos y las sensibilidades analógicas. Surge el concepto bitografía en una clara alusión al trabajo fotográfico a partir del bit, una combinación de ceros y unos que fomenta la búsqueda y el azar como una apertura conceptual imprescindible, la deriva. Una investigación de síntesis que refleja el carácter expansivo de la fotografía más allá del registro, de la huella. Crear ilusión de ruptura entre la fotografía y
lo fotográfico... La lectura, fotográfica. La interpretación, poligráfica. La conclusión, bitográfica. «En realidad, mi obra es lo que queda después de la fotografía. ¿Cómo denominarla? Lo único claro es que ya no es fotografía aunque haya nacido de los mismos principios de la toma. Quizá, como decía arriba, bitografía.» Ha expuesto, de forma colectiva e individual, en Zaragoza, Huesca, Teruel, Córdoba, Barcelona, Puerto de la Cruz, Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), Castelo Branco (Portugal), Buenos Aires (Argentina) y Arequipa (Perú).