Llegaron temprano y esperaron allĂ. Hasta que fue el momento de empezar.
La primera canci贸n pareci贸 animar el ambiente.
Él rasgaba las cuerdas con un gesto destilado por los años. Ella ondulaba su cuerpo que apenas comenzaba a conocer. El público estaba eufórico.
Apenas tuvieron un respiro para afinar la guitarra y estirar los mĂşsculos. Los fanĂĄticos eran insaciables.
La segunda canci贸n comenz贸 con sabor a son. Parec铆a como si letra y melod铆a fueran de ambos. La concluyeron magistralmente. Pero estaban apenas comenzando.
Ya habĂan vivido suficientes temas como para intepretarlos todos.
TenĂan un repertorio que habĂan ensayado en veladas interminables.
La tercera canci贸n fue un tango que trajo a flote todas las nostalgias. No se miraron cuando lo cantaron.
Y aunque para ĂŠl, la paga no era suficiente, para ella siempre era posible una mĂĄs:
La cuarta canci贸n, la que habla del amor. As铆 que retomaron fuerzas y la tocaron como nunca.
No iban a decepcionar a su pĂşblico fiel.
Fue asĂ como terminaron el concierto del mediodĂa.
Pero los aplausos no se hicieron esperar.
Una a una, las palmas repicaron.
Y al final, una ovaci贸n.