Pichuco febrero

Pichuco

Revista trimestral / Número 2 / Mayo 2015 / $30 / ISSN 2422-6319

Mayo 2015

Horacio Ferrer

Balada para un poeta ENTREVISTAS / FOTOS INÉDITAS / TESTIMONIOS

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“Titulo simulado

EDITORIAL Por Gabriel Soria

Presidente de la Academia Nacional del Tango

A

rriba las banderas de la vida!

Esta frase acompañó siempre cada momento de la inigualable vida de Horacio Ferrer. Era una forma de sentenciar ante el destino que las cosas podían ser como él las soñaba. Así perfiló Horacio sus inicios en la investigación del Tango y luego su poesía bendecida por tantos geniales maestros músicos.

Ese era Horacio: con la generosidad de los grandes y la genialidad puesta en la piel. Con Lulú, que lo acompañó siempre con ternura y amor universal. Con los intérpretes de su poesía que entendieron que era único.

La Academia Nacional del Tango fue otro de sus sueños. Fundada para honrar a los creadores y multiplicar el saber de las artes del Tango es hoy la decimosexta Academia Nacional de la Argentina, con sede propia de tres pisos en el Palacio Carlos Gardel, en Avenida de Mayo 833.

Recuerdo que, en el verano del 2003, Horacio me llamó por teléfono y me dijo entre asombrado y exultante:

“Gabriel, te das cuenta… compramos un edificio con ascensor y todo… ahora vos y yo vamos a hacer El Museo Mundial del Tango”. Tenía una exquisita sabiduría para meterse hondamente en trabajos de largo aliento y en epopeyas casi increíbles desde donde aparecían libros, investigaciones y canciones.

Nuestra Academia está cumpliendo las Bodas de Plata, y continuamos con el firme propósito de trabajar diariamente generando proyectos para toda la comunidad académica. Durante este año realizaremos nuestro primer Congreso de investigación y reflexión sobre el Tango y ampliaremos nuestros cursos y seminarios.

La revista Pichuco, también soñada por Horacio para ser la voz de los académicos y sus pensamientos, es otro logro que nos permite aportar desde el conocimiento la universalidad del Tango en todas sus facetas.

Este segundo número, dedicado totalmente a la vida y obra de Horacio Ferrer, es nuestro homenaje de cariño al maestro.

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SUMARIO Adiós, Horacio

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8

Entrevista a Ferrrer

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14

Alejandro Dolina

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Los Cantores

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20

Gloria y Eduardo

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32

Ferrer y Piazzolla

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42

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perfil

De profesión, poeta

De profesión, poeta Sus versos renovaron el tango a fines de la década del sesenta. Escribió más de 200 temas y varios libros. Dejó obras con Piazzolla, Salgán y Garello, entre otros.

H

ijo de un profesor universitario y una recitadora, Horacio Arturo Ferrer Ezcurra nació en Montevideo el 2 de junio de 1933. En principio, quiso ser arquitecto y cursó varios años en la Universidad de la República, en Uruguay, pero su pasión por el tango y la literatura lo decidió a abandonar esa carrera universitaria.

Trabajó como redactor de los diarios El Día y luego El País y condujo el programa de radio Selección de Tangos, que después derivaría en El Club de la Guardia Nueva. En esos programas difundió a la vanguardia tanguera e inició estudios sobre estética e historia del género. Esas experiencias radiales hicieron que fuera convocado por la radio estatal uruguya, que empezó a incluir tangos por primera vez en su programación. También fundó la revista Tangueando y a principios de los 60 condujo en la televisión oficial uruguaya un programa tanguero.

Su primer libro de poemas, Romancero canyengue, fue publicado en 1965. Lo presentó recitándolo en compañía del guitarrista Agustín Carlevaro. El libro fue muy bien recibido por los tangueros y Astor Piazzolla musicalizó su poema “La última grela”.

Tras la trascendencia que logró con ese libro de poemas, convocado por Piazzolla, se radicó en Buenos Aires a fines de 1967. La primera gran obra entre el poeta y el bandoneonista fue la operita “María de Buenos Aires”, en 1968. Ferrer alcanzó fama especialmente por los tangos realizados con Piazzolla, como “Chi5

quilín de Bachín” y “Balada para un loco”, en 1969, que significaron una gran renovación en el espectro tanguero. Siguieron otros temas, hasta llegar a 40, como “Balada para mi muerte”, “El gordo triste” y “La bicicleta blanca”.

También dejó obras con otros grandes músicos como Roberto Grela, Leopoldo Federico, Raúl Garello y Horacio Salgán. En total, escribió más de 200 canciones y varios libros de poesía e historia del tango.

Desde 1984 Ferrer es ciudadano argentino. “Este Horacio Ferrer que, de puro porteño, tuvo la precaución de nacerse en Montevideo, sabiendo que no hay mejor manera de amar a Buenos Aires que viniendo al mundo en la otra banda”, había escrito Ernesto Sabato. Acerca de su nacionalidad, Ferrer decía: “No entiendo que haya dos países. A mí me tocó nacer en el justo medio del Río de la Plata”.

Escritor, poeta y compositor, desde 1976 vivía en el Hotel Alvear.

Compartía un departamento del octavo piso con la artista plástica Lulú Michelli, su mujer desde 1982. Vivían en un departamento con una amplia vista de Buenos Aires, el Río de la Plata y hasta la costa de Uruguay.

Entre sus obras cumbres figura la Academia Nacional del Tango, fundada en 1990. El poeta fue presidente de la institución, a la que definía como “una novela sorprendente”.

Horacio Ferrer falleció el domingo 21 de diciembre de 2014 a causa de una complicación cardíaca. En ambas orillas del Río de la Plata se lo despidió con todos los honores.

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Quereme así, piantao

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testimonios Quereme así, piantao Por Raúl Lavié

Cantor de tango y actor

El artista habla sobre la labor de Horacio Ferrer para preservar el patrimonio del tango y su desafío de renovar las letras de las canciones.

T

e fuiste sin despedirte, lentamente, a ocultas. Posiblemente porque no querías que te viéramos indefenso, vos, que siempre asumías tus actos con gallardía, con esa vieja elegancia de caballero.

Te extrañaré, vaya si te extrañaré. Extrañaré nuestros encuentros, nuestros viajes compartidos con tu Lulú y con mi Laurita. Tu saludo: “Mi querido Raúl” con el que siempre me recibías, tu risa franca, tus palabras elegidas, con las que nos acariciabas el oído. Nos conocimos hace muchos años, tal vez, desde un espacio sideral.

Era la época de la bohemia trasnochada, la del Viejo Almacén de Rivero y Ciriaco Ortiz, la de una mesa de café de madrugada. A esa hora se desataban tus duendes, resplandecía tu mirada y tus palabras se elevaban hacia el infinito.

Nos contabas tus ideas, las que tenías allá, en Montevideo, cuando te juntabas con otros creyentes en el Club de la Guardia Nueva, donde abogaban con la idea de una renovación de la lingüística tanguera. También nos recitabas tu amor por Buenos Aires, la sociedad con Astor y tus sueños de crear una institución que sirviera para resguardar los tesoros de esta música que unía ambos márgenes del Río de la Plata.

Querías que fuera un faro, que atrajera con su luz, a los hombres y mujeres, que no tenían un espacio para mostrar sus obras. Querías que no se perdieran inútiles en el tiempo.

Con la tenacidad de los hombres que están convencidos por una idea,

“Fue una lucha difícil.

Me cerraban puertas o me exigían que no cantara temas de Piazzolla y Ferrer”.

comenzaste a diseñarla y golpeaste puertas y más puertas y finalmente lograste tu objetivo. Un 28 de junio de 1990, por medio del Decreto 1235 del Poder Ejecutivo Nacional, tu idea se convirtió en “La Academia Nacional del Tango” y todos aquellos que aman esta música tuvieron al fin su lugar especial.

Siempre bregaste para que el tango sea culturalmente reconocido en 6

el mundo. Por eso, vos también fuiste un artífice de la declaración de la UNESCO como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad aquel 30 de septiembre de 2009.

Estamos todos obligados a mantener tu obra, tu sueño, conservando vivo tu espíritu a través de la academia de las academias: la del Tango.

Allá por 1965, el destino me llevó a radicarme en México. Fue por esa

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época que nació María de Buenos Aires. Recuerdo que antes de que yo me marchara, me llamó Astor para intervenir junto a Héctor Pellegrini (un gran actor) de un espectáculo escrito por Del Peral; por supuesto también participarían Astor y su quinteto y sería dirigida por Rodolfo Khun (un director cinematográfico espectacular).

Dije que iba, pero lamentablemente no pudo ser. El régimen militar estaba bravo con ciertas propuestas extrañas al “pensamiento nacional”. Astor estaba seguro de que íbamos a tener a la soldadesca en la puerta del teatro.

El formato de la obra era similar al que tiempo después elaboraron junto a Horacio. Así que al final no pude ser de la partida, pero la música de Piazzolla ya la tenía en mis venas, metida muy dentro de mí.

Mi regreso a Buenos Aires se produjo en un momento clave para la música popular: el lanzamiento del éxito “Balada para un loco”. Es desde este tema que decidí que esa sería mi meta futura.

Fue una lucha difícil porque no aceptaban el cambio, me cerraban las puertas de muchos lugares o me exigían que no cantara temas de Piazzolla.

Yo les prometía que no iba a hacerlo, pero dentro de los clásicos temas de tango, incluía algunos no conocidos del binomio; por ejemplo “La última grela”, que aplaudían a rabiar y, para no tener problemas, algunas veces se lo tuve que adjudicar a Aníbal Troilo.

También en esos años surgía un cantante excepcional, que tocaba el bandoneón como los mejores: Rubén Juárez. Él lanzó su primer disco y fue un éxito total. Ante esta circunstancia, una importante grabadora me convocó para ofrecerme grabar y de esta manera capitalizar el éxito de Rubén.

Me exigían que debía hacer el mismo repertorio clásico, pero yo me negué y les propuse cantar temas de Ferrer y Piazzolla. Por supuesto recibí otra negativa. Les contesté que no contaran conmigo. Así fue como el Sr. John Lear, directivo de la empresa, me ofreció un trato: me dejaba grabar lo que yo quería pero con una condición: si

Quereme así, piantao

“Estamos todos obligados a mantener tu obra, tu sueño, conservando vivo tu espíritu”. no tenía éxito, debía adecuarme a su idea. Acepté y al final canté con arreglos y dirección de Walter Ríos. Grabé “Te quiero, che” y otros temas de Astor y Horacio. Resultó ser un éxito y después vinieron otros: “La última grela” , “El vals del viudo” con música de Jairo y “Francois y Margot”, una historia de amor de un fotógrafo y una florista musicalizado por Osvaldo Tarantino, esta vez con arreglos de Juan Carlos Cirigliano. No tuvieron mucha difusión radial, pues los “dueños” de los programas de tango consideraban que no le iban a gustar al público. Has-

Lavié y Ferrer, durante una presentación.

El Negro fue uno de los cantores que popularizó por el mundo la obra del poeta.

ta hoy, nunca los escuché, y eso que pasaron muchos años, pero, bue. Mi relación con Horacio se hacía cada vez más intensa, reuniones familiares, trabajos en común, viajes a distintas partes del mundo... El festival de Granada nos reunió en noches memorables junto a Maximiliano Guerra; también tuve la enorme felicidad de poder cantar junto a Gidon Kremer, Horacio y Julia Zenko María de Buenos Aires en distintas ciudades de los Estados Unidos.

Pero la mayor felicidad que viví junto 7

a Horacio fue el día de su casamiento con Lulú. La cita era en la iglesia Nuestra Señora de Pompeya. El padre Luis Consoli ofició la ceremonia y mi regalo fue cantarles “La bicicleta blanca”. Recuerdo haber visto lágrimas en los ojos de los que presenciaban la ceremonia.

Creo que ese momento fue para él lo más hermoso que le pudo pasar: unirse al gran amor de su vida, con la bendición de Dios.

Lulú era todo para él, Horacio era todo para ella. Fue una fiesta ver cómo se amaban. Ella lo acompañó hasta el último instante de su vida y él cerró sus ojos sin miedo, porque a su lado estaba el mejor de sus poemas. Y así nuestro Horacio de Buenos Aires, “murió por primera vez y en el barrio las arpías viejas de negro capuz como en una eucaristía, rezan lunfardos en cruz”. Y ese duende que habitaba en él, “guardó mansamente las cosas de vivir”, salió a la calle blanca y se escuchó en la noche “Ahora que es la hora y que un rumor de yerba mora, trasnocha en tu silencio, me iré por Santa Fe” seguido de “perritos vagabundos” y un muchacho esquinero llamado “Porteño gorrión con sueño” junto al “Ladrón Antiguo Mayor” y dos “Angelotes de la guarda parda”, mientras resuenan “Las voces de los hombres que volvieron del misterio”, mirarán “la luna rodando por Callao” y llegarán a la esquina de los dos y allí estará ella, su Lulú, “vestida de tristeza hasta los pies” y del brazo, “como sombras fugadas de un cansado ballet” llegarán a Plaza Francia y él se irá por esa “calle blanca, repitiendo su nombre en puntitas de pie”…

Lulú… Lulú… Y ella se quedará mirándolo alejarse, pensando en renacer, juntos otra vez, en el año 3001.

Era febrero, y nos quisimos tanto.

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Adiós, Horacio Por Fernando Finvarb Ex diputado de la Ciudad de Buenos Aires

En recuerdo del poeta Un recorrido por los múltiples paisajes de la inolvidable y subyugante personalidad de Ferrer, en la evocación de uno de los amigos que más lo conoció. Su pensamiento, sus berretines y su divertido y afable carácter. Historias y anécdotas.

Las noches de bohemia, los sueños y sus constantes ocurrencias.

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Adiós, Horacio

“Siempre llevaba en un bolsillo de su saco una nariz de payaso. Gozaba de los chistes propios y ajenos con una indisimulable risa estentórea”.

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Foto Carlos Furman / gentileza Gabriel Soria

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Adiós, Horacio

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Horacio… Adiós… adiós… adiós… adiós

S

i el director de esta publicación decide alumbrar este testimonio, le pido que persuada al diseñador para que respete en la frase inicial los puntos suspensivos y el degradé de la palabra “adiós” hasta que se diluya,

hasta que se pierda.

No es por una veleidad repentina. O por una tontera. Es para que vuelva su voz a mi oído, como cuando se despedía, más de una vez, en un mensaje de voz, dejado en el teléfono. Primero el objeto, después su nombre y el despedirse era poético. Su voz, como en un recitado frente a un numeroso público pero dedicado sólo a uno, se iba apagando hasta desaparecer, quedándome a la espera del último… “adiós”.

Pensé y deserté de resaltar sus

Horacio Ferrer solía vestirse de un modo muy peculiar y a veces se reía de sí mismo por el vestuario que elegía.

Nunca le faltaba la flor roja de plástico en el ojal del saco.

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dotes de autor, escritor, dibujante, cantor, rasgueador, bailarín, ejecutante de bandoneón, historiador, periodista. Y deserté no por no poder abordar cada virtud –otros podrán hacerlo– sino porque preferí hacerlo desde mi admiración, desde mi conocimiento íntimo. En definitiva, desde mi amor.

Para mí, no importa cuántos tangos hizo, cuántos poemas, cuántas óperas, cuántos libros escribió, con cuántos compuso, a cuántos idiomas fue traducido, cuántos premios

recibió. Lo que importa es el amigo, de quien fui tan amigo como me lo permitió. Lo que importa es el privilegio de haber compartido sus enseñanzas, sus anécdotas, sus historias, sus sufrimientos.

Parafraseando a Guillén respecto de García Lorca, con Horacio no hacía ni frío ni calor, hacía Horacio. Su sola presencia era el clima.

Lo conocí hace treinta y pico de años de la mano de quien fuera y dejó de ser su socio y amigo, Antonio Carrizo, en aquellos empren-

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Por Héctor Negro

* Poeta e historiador

Un titiritero impredecible Tengo que confesar que cuando leí el Romancero canyengue, aquel primer libro de poesías de Horacio Ferrer, sentí que se me rompía la cabeza. En ese libro pude ver reminiscencias de grandes poetas de nuestra lengua entreveradas con Verlaine, Baudelaire y otros poetas franceses.

También encontré una actitud transgresora de todo lo conocido: términos inexistentes hasta entonces, que el autor mezclaba con imágenes surrealistas, como en un juego entre satánico y atorrante a la vez (“carancaforio”, “bandoneonía”, “lupanateros” y “tangamente” eran algunos de ellos).

Tampoco faltaban esas frases con las que nos reíamos a dúo, como con “cloqueando su putodia”, por ejemplo.

Pero por allí aparecía además una hermosa letra de tango, en la que todo juego poético se transformaba en algo brillante y armonioso dentro de ese espectro que él manejaba con la habilidad de un titiritero impredecible.

Eran los versos de “La última grela”, aquella canción que había escrito para Aníbal Troilo pero que Astor Piazzola no dejó escapar de la jaula de su pentagrama. Allí se preanunciaba el Ferrer inventor de estrofas cantables prontas a multiplicarse y a constituir el cancionero ciudadano más inesperado. Él iba a volcar su audaz inventiva y a transitar la temática más impensable e irreverente para el género.

Así fue como al poco tiempo llegaron “María de Buenos Aires”, “Chiquilín de Bachín”, “Balada para un loco”, “Soy un circo”, operitas, oratorios y todas las audaces locuras que el talento de este marionetero de las palabras nos dejó para seguir volando.

dimientos gastronómicos diseñados para la bohemia, en los cuales amanecí escuchando las anécdotas de los grandes, acompañados por el teclado a cargo de eximios pianistas, como Juancito Díaz o René Cóspito. ¡Qué nenes, por favor!

Adiós, Horacio

Hechos políticos y culturales El año en que Horacio Ferrer se radicó en Buenos Aires se produjeron importantes acontecimientos para el país.

El hombre, el niño

Horacio vivió como quiso, quizás más de joven, con privaciones, con las que vivió como pudo, pero siempre eligiendo lo que quiso.

Era todo un hombre y todo un niño. No quería ser “usado” sin consentimiento ni comodidad. Lo he visto en casa de una de mis ex parejas, quitándole de las manos una guitarra a una de sus adolescentes hijas y ponerse a rasguear, a cantar, a recitar para la familia, nada más que para la familia. Y lo he visto negarse a recitar en reuniones familiares donde había gentes esperanzadas en escucharlo.

Gozaba de los chistes propios y repetidos, y también de los ajenos, con una indisimulable risa estentórea. Gozaba al escribir las dedicatorias en sus libros que obsequiaba con facilidad, con la característica de que no ponía la fecha como casi todos. Él ponía a veces el mes, a veces la estación y muchas veces la era, y debajo su firma, su conocidísima firma con la flor roja. Agregaba “El duende” y, entre paréntesis, “Nos queríamos tanto”. Singular.

Querible.

Al escribir estas palabras me vienen a la memoria sus devoluciones en las más de mil veces en las que buenísimos cantores y cantantes y otros no tanto lo querían honrar haciendo sus composiciones. Muchas veces se levantaba de su butaca y se ponía él a recitar al lado del ignoto cantante, dándole un brillo soñado a la interpretación. En otras ocasiones, que no habían sido bien logradas las composiciones, a efectos de no lesionar el ego de quien pretendía su devolución, respondía con neutros y adaptables epítetos como: “Impresionante”, “Iniguala11

1967 El 13 de junio se inaugura el Planetario de la Ciudad de Buenos Aires Galilleo Galilei. Participan de la primera función los alumnos del Comercial Nº 1, de Banfield, y el Sagrado Corazón, de Capital.

2 El 15 de julio el golfista Roberto De Vicenzo se corona campeón del torneo más importante del deporte: el Abierto Británico, empleando 278 golpes para 72 hoyos.

3 El 9 de octubre el asesinato de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia conmociona a toda la Argentina.

Horacio Ferrer y amigos en Radio El DĂ­a Montevideo. Entre ellos Victor Nario y Carlos Villarino.

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“Gentil hombre y galán de prosapia, supo darle un vuelco a la vida y para darle lugar a su mujer se hacía llamar El hombre de Lulú”. ble”, “Incomparable”, “Nadie podría hacerlo igual” o “Qué le parece”. Ese era Ferrer en estado puro.

Cuando alguna vez pretendí reconvenirlo porque proponía un gasto desmesurado para nuestra querida Academia Nacional del Tango (su obra tangible), me respondía con soltura y suficiencia: “Soñá… Yo viví en un cuchitril y ahora vivo entre dos palacios, el del Hotel Alvear y el Carlos Gardel de la Academia”.

Y ahí se acababan mis argumentos.

Cuando cumplió sus 70 años pudimos, desde la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, festejarlos en el Centro Cultural San Martín.

Logró que viniera una murga desde Uruguay, a la que él se sumó, se puso su nariz de payaso y bailó, cantó y gozó, como cuando gozaba compartiendo un vino berreta con el Canario Luna o el mejor champagne con el embajador Archibaldo (Archie) Lanús.

Cuando terminó mi mandato como legislador quiso estar presente y, en un acto conducido por nuestro común amigo Fabio Zerpa, me tributó un recitado acompañado al piano por Juan Trepiana.

Así es el Horacio que quiero recordar, ese al que le decías “tendríamos que llamar a tal…” y te respondía: “¿Tenés el número? Llamémoslo ahora”. Ese que se vestía de forma muy particular, muy especial, que se reía de la forma en que

se vestían los turistas y él mismo, y cuando ante cualquier insinuación se olfateaba la flor de plástico que llevaba en el ojal de su saco, exclamaba “Aaah...”, como si estuviese oliendo la más exquisita fragancia.

El solsticio de verano

Ese gentil hombre, galán de prosapia, que supo dar un vuelco a la vida cuando para darle el lugar a su mujer, sepultó el tratamiento de “La señora de Ferrer” para hacerse llamar “El hombre de Lulú”.

Ese que escribió ”Moriré en Buenos Aires”. Y cumplió. Y escribió “será de madrugada”, y aunque algunos que tienen un reloj que sólo marca la hora de la era vulgar puedan pensar que fue en horas de la tarde, lo cierto es que si nos introducimos al mundo esotérico, se nos fue un 21 de diciembre, día del solsticio de verano, y en ese misterio, que vengan a discutir que no fue de madrugada.

Ese esoterismo que nos llevó interminables horas de charla, en las cuales hice malabares para contestar a sus preguntas sin develar la discreción masónica y de la que mucho sabía porque en su familia paterna hubo quienes pertenecieron a esa fraternidad.

Queda algo más: también escribió “renaceré”.

Querido amigo, querido hermano… te estoy esperando.

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Adiós, Horacio

El mágico camino de Horacio y el Duende Por Eduardo Bernal

* Escritor, investigador e ingeniero

Horacio Ferrer alcanzó, en su riquísima vida de poeta, una larga e íntima comunión con el Duende. El mismo que una vez cruzó el estuario, no sé si como Duende o como Horacio, y se quedó para siempre en esta orilla y a su lado.

Posiblemente, la primera vez que supimos que sus vidas se cruzaban fue en el estremecer de estas palabras: “Ahora que es la hora y que un rumor de yerba mora / trasnocha en tu silencio, por un poro de este asfalto / yo habré de conjurar tu voz… Ahora que es la hora”.

Son las que en la voz del Duende y en la melodía de Astor Piazzolla anuncian la muerte de María en el “Alevare” de la operita que –permítanme la licencia de imaginar– por la magia del Duende ha recorrido el mundo y se ha instalado para siempre en la música y en la poesía popular. Pero antes y después de María de Buenos Aires, el Duende tiene un mágico y largo camino recorrido junto a Horacio por los laberintos creativos de una poesía más que curiosa y personal, nacida sin patrones. Sus versos, siempre tocantes y recordables, conmueven hasta conducir a preguntarse: ¿Cuál habrá sido el mecanismo de comunicación entre los dos?... Entre el Duende y Horacio, entre Horacio y el Duende… ¿cuál es el íntimo entendimiento? ¿Cómo habrá sido la gestación de ese universo de palabras e ilusiones, realidades e irrealidades, que a veces desconcierta y otras enternece, pero que cautiva siempre?

Ya sus primeros trabajos lucen un lenguaje lunfardo-ferreriano que aún perdura, tal vez transmitido por el Duende que, como era Duende, podía habitar dimensiones inauditas y dialogar con Yacaré, con el Malevo Muñoz o con Centeya, duendes como él, y resucitar junto a Horacio, ideas y voces de otro mundo.

entrevista inédita Por Gabriel Soria

Presidente de la Academia Nacional del Tango

La vida y el arte, según Horacio Ferrer En su último reportaje, en octubre pasado, habló sobre poesía, su relación con Piazzolla y Aznavour y contó anécdotas sobre sus tangos.

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“Cuando terminamos de componer “Balada para un loco”, nos dimos cuenta de que teníamos una bomba”.

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ué es la poesía para usted?

Para no arriesgar una definición, diría que para mí la poesía empieza al lado de mi madre. Ella era maestra francesa y era una delicia escucharla recitar los poemas de Rubén Darío. Así que ahí entra en mí la poesía: en la voz de mi madre, Alicia Ezcurra, que siempre decía: “Yo soy sobrina y bisnieta de Rosas”. Ella expresaba su aprecio por Rubén Darío, quien creo que es uno de los poetas más grandes de América. Había estudiado también canto con una gran maestra de tango. Así que nuestra casa estaba llena de su voz. Era toda poética, como mi esposa Lulú. ¿Y qué sería entonces la poesía, más allá de su madre?

La poesía para mí pertenece a un género del arte que no podríamos decir que es como la música, pero que es muy parecido. Tiene ese encanto indiscernible, que no viene sólo de la voz que recita, porque es una especie

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La vida y el arte

La figura de Horacio Ferrer fue trascendental para la cultura rioplatense de la segunda mitad del siglo XX.

de encantamiento que uno recibe, escucha y vuelve a escuchar. Son artes virtuosas que se hicieron finas y cultas porque tenían el germen de la belleza. ¿Es cierto que una vez le pusieron una cama en la biblioteca de su padre cuando era muy pequeño?

Yo lo pedí, para impregnarme de esas páginas que cuentan la historia de las familias, de los hombres, de toda una saga maravillosa. Ama-

leerlo y vivir todos esos mundos que se brindan en una biblioteca. A lo mejor en 50 centímetros de biblioteca puede estar la historia de Oriente, o la de Asia, o la historia de la historia.

Eso es un bagaje que yo recibí por vivir en la biblioteca de mi padre y en virtud de eso. La sabiduría la tenía él, yo tomaba pedacitos de saber para enterarme de lo que había sido el mundo antes de cada uno de noso-

“La creación está en esos papelitos tirados, donde uno se ha extremado en hacer una cosa bella”. ba mucho la biblioteca de mi padre porque él era profesor de historia y de geografía. A mí me fascinaba ese mundo donde la historia era el transcurrir del tiempo y la geografía era el transcurrir del espacio... y me sigue apasionando. ¿Y qué libros de poesía descubrió?

Siempre fui muy lector y sigo siéndolo. Leí toda la obra de Julio Verne. Yo nunca desdeñaba un libro para leerlo,

tros y también para aprender poemas de memoria. A mí me gusta mucho ejercitar la memoria.

Usted desecha mucho material, Horacio. Seguramente al primer poema que dio a conocer le antecedieron muchas páginas rotas...

Sí, todavía están rotas. Yo desecho mucho, aunque creo que la verdadera creación está en esos papelitos tirados, donde uno se ha extremado 15

para hacer una cosa bella y no le ha salido... y luego siguió insistiendo.

Hablemos de Aníbal Troilo.

Era mi amigo y un gran maestro porteño de la música, un hombre que América admiró. Con toda justicia es uno de los más grandes tanguistas que ha dado nuestra Argentina, un león del arte y una gran persona. ¿Cómo era su relación con Piazzolla?

Nuestra afinidad se debió mucho a que éramos bastante parecidos. Lo imitaba un poco, porque me gustaba la forma irreverente de presentar las cosas y lo innovador de su música. Yo viví mucho en Mar del Plata con él, con su madre y con su padre. ¿Qué le dijo Pichuco días antes de estrenarse “Balada para un loco”?

Me llamó, fui corriendo y me recibió en la puerta de su departamento en pijama chino y abriendo los brazos exclamó: “¡Ustedes han vuelto a componer ’La Cumparsita’!“. Había una gran cantidad de personalidades y difusores que opinaban que iba casi en contra del tango y de todo lo anterior. Por el otro lado, estaban los que alentaban eso como una fundición de cultura. Yo hice lo que pude, pero con mucha felicidad ante todo porque fue muy bien recibido. Además tuve la infinita suerte de trabajar con uno de los músicos más importantes del siglo XX,

Pichuco

La vida y el arte

un hombre fantástico. ¿Cómo trabajaban juntos? Él se sentaba al piano y yo estaba extasiado siempre con sus novedades. Me tocaba músicas que no había compuesto mientras yo les ponía letra. Así fuimos haciendo un repertorio de joyas musicales que él compuso. ¿Qué pasó puertas adentro cuando terminaron de componer “Balada”?

Empezamos a cantarla alrededor del piano, haciendo unos alaridos tipo Esius porque nos dimos cuenta que teníamos una bomba. Enseguida fuimos invitados a otra casa y Amelita Baltar, que era la esposa de Piazzolla, cantó al viento la balada y la gente enloquecíó. Ahí nos dimos cuenta de que eso era un éxito. Así empezamos a escribir todo un repertorio. Me dijo Astor un día: “Esto es otra cosa que aquello que aprendimos de Gardel, Manzi, Cátulo Castillo y Cobián”.

Troilo y Piazzolla, dos revolucionarios. También conoció a De Caro... ¡Cómo olvidarlo! Era fantástico, el padre de todos estos: Salgán, Piazzolla, Troilo, Argentino Galván. Le debemos que el tango haya sido música popular, pero además música popular que es clásica. ¿Cómo nació “Chiquilín de Bachín”?

En un boliche en la calle Sarmiento.

Por ahí pasaban esos niños mendigos tan tristes y tan puros. Ahí empezamos a escribir, en un hotel de papel. Yo tengo guardadas las estrofas que escribió Piazzolla. Tiene el sabor de lo improvisado, de lo hecho “de una” y de corazón, porque Astor era en verdad una fuente de música.

Acaba de nombrar a varios poetas y músicos, entre ellos Cátulo Castillo. ¿Otro gran amigo?

Un maestro. Cátulo y su padre José González Castillo fueron dos poetazos. Yo aprendí mucho de ellos. Además, me consideraban un discípulo.

Me llenaba de orgullo que me consideraran así y me lo dijeran.

Otro amigo fue Homero Expósito... Él fue un loco divino, autor de tangos inmortales. Yo escribí un poema que se llama “Homero en flor” y se lo dediqué a su viuda. La grabé en un

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disquito y se la llevé a Nelly.

Horacio, usted ha compuesto mucho, ha escrito mucha poesía, ha escrito prosa, historia y ha hecho El Libro del Tango...

Sí, es un repaso por todo un siglo de vida tanguera. A mí me daba mucha bronca porque había mucha gente que enseñaba el tango pero yo no leía un libro ni nada que tuviera una exaltación de esa creación realmente extraordinaria. Entonces dije: “Voy a hacer un obrón”. Tardé un par de años pero lo hice. El libro contiene las vidas de todos los compositores más importantes, los poetas, las épocas, los barrios y las proyecciones del tango en el mundo entero.

Están las historias de los grandes maestros del tango pero cada dato duro está acompañado de una apreciación musical y humana.

No se pueden separar. No hay arte sin estilo y el tango está lleno de estilos. Se reconoce un tango de Le Pera, como “Cuesta abajo”, de uno de Cátulo Castillo, que tiene una manera musical de ordenar las palabras. ¿Dónde escuchaba sus tangos?

Me pasaba siempre escuchando la radio de mi casa, que era una radio muy modesta. Pero ya no cabía más con la cabeza metida adentro del parlante para poder saborear aquellos versos, aquellos sonidos, aquella belleza que todo el pueblo podía escuchar.

Mencionó a Julio De Caro como padre de esa generación de artistas...

Sí, Julio era un músico notable, autor de “Tierra querida”, “Mala junta” y toda una serie de tangos de una originalidad fenomenal. Yo los conocí a todos, a él, a Juan Carlos Cobián y a Francisco De Caro. Vivía extasiado. ¿Cómo fue componer el tango “Loquita mía” con él?

A veces paso por su casa, que está cerca de la mía, y recuerdo cómo él en un papelito pentagramado me dejó la música de “Loquita mía”. Yo escuché la música y pude ver patente cómo iba a ser la letra.

Cuando recita le gusta cantar fragmentos, es un estilo muy personal…

Me animé porque los músicos me de16

Un manuscrito de Horacio Ferrer, con su clásica firma con la flor roja, con motivo del octavo aniversario de la Academia Nacional del Tango.

Julio Verne. Horacio creció leyendo su obra y fue su primer acercamiento a la literatura.

Pichuco

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Con su admirado Pichuco, en el Viejo Almacén.

Homero Expósito, uno de sus grandes amigos.

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La vida y el arte

cían que no desafinaba. Eso me envalentonó para cantar unos pedacitos como quien no quiere la cosa.

En los años ’50 y ‘60 se hablaba de una diferencia entre los letristas y los poetas. ¿Está de acuerdo?

El poeta es una forma de ser, que incluye a un músico y a un cantor (aunque no en todos los casos). El letrista es el que hace las palabras con las que se puede cantar un tango. Yo pienso que es así.

Horacio, ha elegido compositores para hacer varias obras, como Astor Piazzolla, Raúl Garello y Héctor Stamponi.

Son compositores de primer nivel.

Yo he escrito muchas canciones con Charles Aznavour también, que se vino un día al Río de la Plata para ver qué podía hacer conmigo. Es un gran artista y hemos pasado noches maravillosas, donde él me ha contado todo lo que Édith Piaf le enseñó, porque ella era una gran música aparte de ser una cantante fenomenal. ¿Aprendió mucho de él?

Me enseñó a interpretar las letras como un actor. Yo estudié bastante teatro y entonces entendí de qué manera el tango puede ser una ópera con música, con buena letra, con buen acompañamiento. ¿Es cierto que al escribir sus obras, en ese bulín de la calle Ayacucho y Posadas, esparce todo sobre el piso para visualizarla completa?

Es la única manera de ver la obra completa antes de subir a un escenario. Pongo todas las escenas en el piso bajo la luz de las ventanas y ahí veo la obra en toda su magnitud, para tirarla o para conservarla.

El 8 de mayo es un día muy significativo para usted. En esa fecha fundó el Club de la Guardia Nueva, se casó y estrenó “María de Buenos Aires”. ¿Cree en las coincidencias?

Yo las empujo un poquito. ¿Qué es la Academia Nacional del Tango?

La continuidad del Club de la Guardia Nueva. Son ideas que perduran en la vida. Como los amores, que son indestructibles.

Pichuco

Sobre Dandy

Mayo 2015

músicos Alberto Magnone

Pianista, compositor y director de orquesta

Sobre Dandy, el príncipe de las murgas Horacio Ferrer y Alberto Magnone en la presentación de Dandy, en enero de 2014 en Montevideo.

L

o primero que viene a mi cabeza al pensar en Horacio Ferrer es la palabra “agradecimiento”. Y esto es natural porque fue un hombre generoso hasta en demasía, que regaló al mundo y a la gente los dones de su poesía, su talento y su hombría de bien, amistad y ejemplo en todos los terrenos que cultivó, que fueron muchos y variados.

Lo fui conociendo mientras grabábamos el CD Nocetti canta Ferrer, en el cual participó recitando “Poema en Si Mayor”, primer surco de la grabación. Al poco tiempo hicimos unos recitales de presentación, y yo, que sólo conocía lo más trillado de Piazzolla-Ferrer, quedé igualmente azorado y asombrado ante su obra y su persona, tan original y entrañable.

Cuando me asomé al mundo de “Existir”, “Canción de mi adolescencia”, “Libertango” y tantas otras obras maestras, me encontré fascinado por él. Y nos fuimos haciendo amigos con naturalidad al ver que compartíamos muchos gustos artísticos y vitales. Horacio y Lulú fueron como una parte de mi familia, amigos de mi esposa Mónica y como tíos

para mis hijos. A través de él, de Lulú y de sus anécdotas en largas sobremesas, me hice amigo de grandes figuras del tango: Pichuco, Piazzolla, Stamponi, Salgán, Manzi, Discépolo, Cátulo y tantos otros genios se me volvieron como íntimos. Horacio me

la obra nos sentimos honradas de colaborar con él, y las más de 10.000 que la vieron y aplaudieron de pie supieron que habían asistido a algo irrepetible.

Vamos a extrañar mucho a Horacio: su afabilidad, su carcajada ro-

“Y al entonar mi despedida, sabrán que en ella va mi vida, con mi mueca y mi disfraz”, de El Murguista, de la operita Dandy. hizo ser parte de ese mundo y sentirlo como propio.

Hace un año se estrenaba la operita Dandy, que escribimos juntos. Su creación fue una experiencia inolvidable, y agradezco también que el querido Maestro tuvo la alegría de verla sobre el escenario, luego de diez años de ímprobo esfuerzo. Las setenta personas que trabajamos en 18

tunda, su presencia inolvidable, sus ideas locas y sorprendentes. Y vamos a luchar para que su obra sea aún más conocida y admirada en el mundo si cabe, como él lo merece.

Deja un mundo más rico y mejor gracias a él: vuelvo a lo del principio, a agradecer haber conocido a este hombre único que nos ha vuelto mejores a todos.

Pichuco

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El hidromiel de los enanos

historias Por Alejandro Dolina Escritor, periodista y músico

El hidromiel de los enanos ¿Horacio Ferrer había descubierto el secreto de la poesía?

El autor de la nota busca la respuesta en la mitología nórdica.

L

os enanos industriosos de los mitos nórdicos destilaban un hidromiel que otorgaba la inspiración poética a quien lo bebía.

Odín, el príncipe de los dioses, después de unas aburridas peripecias, consiguió robar aquella bebida mágica y después del primer trago habló para siempre en verso.

De este mismo modo Horacio Ferrer era poeta. No como el que ejerce a ratos los rigores de una profesión, sino como quien ha entregado a la diosa su cuerpo y su alma.

Ahora, él se ha muerto. Se han escuchado las voces confusas de las agencias de cultura cantar por obligación los tópicos insultantes del halago insuficiente. Funcionarios pre-

ocupados en que sus elementales preferencias se conviertan en canon han dejado pasar el alma de Horacio casi sin saludarla.

Yo, que lo he visto en acción, certifico que él se desayunaba con el licor de los enanos que –aquí entre nosotros– se preparaba con miel y con sangre. Juro también que Horacio buscaba la música nota por nota y el pensamiento metáfora por metáfora, tropo por tropo. Pero también buscaba el secreto que esconde la condición humana, el arcano que es el mayor desvelo del poeta.

Yo, que lo he visto saltar un alambrado para colarse en un partido de fútbol, declaro que este hombre aceptó aprender el lenguaje de la ciencia para ver si con los ladrillos de 19

la razón podían construirse palacios ininteligibles de fantasía.

Yo, que lo escuché cantar coplas de murga con malas palabras, digo que él sabía mejor que nadie todas las reglas del tango y de la versificación en cualquier género. Y conocía tan enteramente esos rigores como para romperlos cuando se le antojaba.

Yo, que lo vi haciendo sonar los timbres de las casas para luego darse a la fuga, les pido que no se lo confundan con otro. Que no se equivoquen al recordarlo. Que no lo nombren con palabras ajenas o inferiores. Que no le atribuyan versos de otros cantores. Que no se prosternen cuando el que está pasando es otro.

los cantores Por Alejandro Martino Músico y escritor

Las voces del poeta De Roberto Goyeneche a Julia Senko, eximios cantantes hicieron bailar las palabras de Horacio Ferrer con respeto y personalidad.

A

lgunas artes producen unos objetos artísticos de tal cualidad que pueden ser recibidos por sus destinatarios de manera directa, inmediata.

Pensemos en la pintura y la escultura.

Otras artes requieren que entre el artista creador y las personas que lo reciben intervenga un artista más.

Pensemos en la música y la poesía.

Ese mediador indispensable, de nobles destrezas, es el intérprete. Es quien, en nuestro caso, pone la voz.

La obra de Horacio Ferrer ha tenido un importante número de intérpretes, especialmente cuando su poética se transformó en canción. Pero entre todos ellos 20

Pichuco

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Astor Piazzolla y Horacio Ferrer encontraron en Amelita la cantante ideal, que llegó a estrenar más de 30 obras escritas por el binomio.

La cantante Amelita Baltar fue la primera en ponerle voz a la obra maestra de Ferrer y Piazzolla “Balada para un loco”.

ha habido uno, único e irrepetible, que ha alcanzado el más alto grado de identificación con el autor, ese intérprete es él mismo.

El rotundo éxito popular de “Balada para un loco“, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, no hubiera sido igual sin las voces de Amelita Baltar y Ferrer, recitando. Sencillamente porque era un nuevo tipo de canción, de un histrionismo sin antecedentes, con largos recitados, que irrumpía en el aletargado mundo del tango a fines de los 60.

Era tan distinta que sus autores la llamaron “balada”, no siendo propiamente una balada, para marcar la diferencia.

Amelita Baltar también fue la voz de María, en María de Buenos Aires, estrenada el 8 de mayo de 1968, una ópera que, para no alardear de tal, fue llamada por sus creadores “operita”. Tenía solamente dos cantantes pero el Duende, personaje fundamental, ¡recitaba!

Héctor de Rosas (Héctor Ángel González Padilla), la voz masculina de la operita, es un intérprete notablemente musical para toda la obra del poeta.

En la música popular el rol del intérprete es determinante, lo demuestra el propio lenguaje que

“Las voces del poeta”

En 1997 Ferrer convocó a Jairo para participar de la nueva edición de María de Buenos Aires, nominada al Grammy como mejor ópera.

El rotundo éxito de “Balada para un loco” no hubiera sido igual sin las voces de Amelita Baltar y Ferrer, recitando.

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Pichuco

“Las voces del peota”

En 2008, Julia Zenko y Ferrer expusieron nuevamente la operita más famosa del poeta en el Teatro Cervantes.

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Susana Rinaldi estrenó el oratorio Pueblo joven junto al poeta en el Festival Internacional de Jerusalén en el 2000.

Ferrer ha tenido un importante número de intérpretes. Pero entre todos ellos, hubo uno, único e irrepetible, él mismo.

Horacio Ferrer y Amelita Baltar, protagonistas de una época histórica de la música popular argentina.

Raúl Lavié hizo una gira por Estados Unidos como protagonista de María de Buenos Aires en 1999.

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Pichuco

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“Las voces del poeta”

ha llegado a decir que cierta obra es una “creación” de tal o cual intérprete, contradiciendo todas las acepciones para la palabra “creación”, dado que la inventiva ya no es patrimonio del autor y del compositor, sino del intérprete.

Jairo ha hecho de “Milonga de un trovador“ (Piazzolla-Ferrer) una verdadera creación propia.

Resulta imposible nombrar a todos y cada uno de sus acertados intérpretes, pero Susana Rinaldi, Patricia Barone, Julia Senko y Alicia Vignola (entre las voces femeninas), Roberto Goyeneche y Raúl Lavié (entre las masculinas), además de los precedentemente nombrados, cantaron sus versos con un particular equilibrio entre personalidad y respeto.

Hay una diferencia sustancial entre un verso escrito sobre el papel y ese mismo verso cuando se lo dice.

Horacio Ferrer, poseedor de una innata musicalidad, dejaba que ella subyaciera ante la interpretación de todo verso dicho. Él, un rioplatense por antonomasia, habitante de las dos orillas del Plata, tan argentino como uruguayo, utilizaba el hiato (separación de sílabas natural y

previamente unidas por sus vocales) como recurso rítmico preferido, contradiciendo el generalizado uso popular de la sinalefa y la sinéresis (tendencia a unir sílabas por sus vocales). Asombra que un recurso que navega en contra de la corriente lograra convertir a un poeta en un recitador popular.

Quien desee analizar sus versos no recurra a su versión escrita en papel; escuche la versión grabada por el poeta. Desde el punto de vista interpretativo, en esa delgada línea entre el recitado y el canto se halla su más interesante legado.

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Pichuco

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familia

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Pichuco

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“Carta de Lulú”

Carta de Lulú Lucía Michelli fue la protagonista de la gran historia de amor de la vida de Horacio Ferrer. Estuvieron 33 años juntos. Aquí se despide del poeta.

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l título tiene que ver con una tradición, 33 años juntos con Horacito. Siempre nos escribíamos una carta.

Yo al mediodía cuando le dejaba preparado el desayuno y él a la tarde, antes de que yo llegara, dejaba la contestación. Sigo la tradición.

Siempre me dijo que desde los 7 años que escuchó por primera vez una grabación de Pichuco, durante toda su adolescencia, hasta que lo conoció personalmente, durante 25 años de amistad, y hasta su cambio de (presencia) en esta vida, siempre, siempre Pichuco; ¡Aníbal Troilo fue su ángel custodio!

Al poco tiempo de conocerlo, me dijo: “Sé que no nos vamos a separar más. Soy muy afortunado. Ahora, tengo dos ángeles custodios: en un hombro al gordo y ahora en otro a vos, al gordo protegiéndome de los rayos cósmicos de la vida y a vos con todo tu amor en lo más profundo de mi existencia”.

Horacito todos los días se despertaba y saludaba en algún momento del día al gordo: “¡¡Gordo!!“.

Al poco tiempo de conocerlo, me dijo: “Sé que no nos vamos a separar más. Soy muy afortunado”.

Cuando subía a un escenario, en cualquier parte del mundo, en silencio compartido por nosotros dos, decía: “(Bueno), gordo, aquí vamos”.

En sus momentos más difíciles de salud, siempre aparecía la presencia de Pichuco.

Cuando lo operaron del corazón, después de 7 horas de intervención, salió el médico y dijo: “Señora, puede pasar 5 minutos a darle un beso pero no se asuste, va a estar dormido por la anestesia y 25

Pichuco

“Carta de Lulú”

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Juntos recorrieron el mundo. En cada viaje que Horacio tuvo que hacer para difundir el tango más allá de las fronteras argentinas y uruguayas, Lulú estuvo a su lado. Madrid, Nueva York, Berlín y Bruselas fueron algunos de los lugares que visitó la pareja. Bruselas era su destino preferido.

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Pichuco

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“Carta de Lulú”

Una tarde de domingo

Sus últimas palabras fueron: “Me voy de gira con Pichuco y Astor. En esta no te llevo. Celebrá la vida, es una orden”. los medicamentos. Estamos atravesando un momento muy feo porque no podemos controlar una fuerte hemorragia de las piernas, pero pase”. Entro con toda la angustia del mundo y en silencio, como me había pedido el médico. Me paralicé cuando lo vi y en ese momento escucho: “No te asustes. Te reconocí por el perfume. Voy en un viaje de tren donde están pasando una película muy fea. Ríos de colores violeta, azul, naranja, rojo, marrón están atravesando mis piernas pero nos vamos a salvar porque salen por las plantas de mis pies transformándose en la cara de Pichuco, le di un beso y supe que todo estaba bien”.

El médico ante esto dijo: “Es la anestesia”, pero nosotros dos sabíamos de qué se trataba.

Esta última vez fue distinta y, aquí, bien nosotros dos éramos los únicos que sabíamos de qué se trataba. Sus últimas palabras fueron: “Lulucita, sos lo más grande de este mundo. Para mí, pero sé que voy a cambiar de (presencia), me voy de gira con el gordo, con Pichuco, y con Astor. En esta no te llevo, sé que igual vas a estar al lado mío, hasta que despegue el avión. Vos celebrá la vida, es una orden”.

Celebremos la vida, es una orden.

Era verano del 2015 y nos amamos tanto.

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El poeta Horacio Ferrer y la artista plástica Lucía Michelli se vieron por primera vez en un mítico bar de la Ciudad de Buenos Aires en junio de 1982 y desde ese día nunca más se separaron.

“La conocí en el café La Poesía. Les agradezco a todos los dioses del cielo porteño el regalo de Lulú”, resumió alguna vez el poeta.

En ese bar de la esquina de Bolívar y Chile una tarde de domingo Horacio Ferrer concurrió a una exposición de una artista con sus amigos Jorge Asís y Miguel Briante, sin saber que esa mujer se convertiría en su Lulú, “la mujer de la quien fue hombre”.

En una entrevista a Fabio Zerpa, Ferrer contó que cuando los tres salieron del bolichito, ella quedó enfrente de Jorge y este no dudó en resaltar su belleza; pero inmediatamente ella le contestó: “No es con usted, sino con el que está detrás”. “Che, es para vos”, contestó rápido su amigo. “Y sí, era de Dios para mí y desde ese preciso día se convirtió en mi Lulú”, explicó el maestro.

Como no podía ser de otra forma, Ferrer inmortalizó ese momento en un tango que escribió en 1992 con música de Raúl Garello: “¿Te acordás del café La Poesía, esa mágica noche en San Telmo? Buenos Aires urdió nuestro encuentro, tan romántica y dulce Lulú”.

Se casaron en 1990 por civil, luego en 1998 se comprometieron en Bélgica y finalmente en 2005 celebraron su unión en Buenos Aires. Vivieron juntos en una habitación del Hotel Alvear, hasta que el 21 de diciembre de 2014 la muerte los separó por primera vez desde aquel junio de 1982.

Pichuco

Noches de música

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juventud Por Antonio Rodríguez Villar

Presidente de la Academia Nacional de Folclore

Horacio Ferrer en la escuela primaria, en la década del 40, en su Montevideo natal.

Noches de música Las primeras salidas por bares y peñas folclóricas de Buenos Aires, de la mano de un tío cajetilla, guitarrero y cantor.

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os conocimos de niños sin saber que la vida nos llevaría a ser fraternos amigos.

Horacio tendría entonces unos diez años y yo dos menos.

Cuando venía de su Montevideo natal a visitarlo, su tío argentino, Gregorio “Goyo” de Ezcurra, un cajetilla porteño, guitarrero y cantor hermano de su madre, lo llevaba a Mi Refugio a escuchar y aplaudir a los entonces mejores músicos y creadores de nuestra canción criolla.

Mi padre, Pacífico Rodríguez Villar, también me llevaba a Mi Refugio, esa ya histórica peña/bar que estaba en la calle Maipú, al lado de los estudios de Radio El Mundo, hoy Radio Nacional.

Actuaban –entre otros– Carlos Montbrún Ocampo, Félix Pérez Cardozo, Néstor Feria, Mario Pardo.

Mi padre era amigo de Goyo y se sentaban en la misma mesa. Nosotros, “sus guardaespaldas”, abrevábamos asombrados de las esencias criollas.

Pasó el tiempo, Horacio creció en la bella y plácida Montevideo y yo me fui a estudiar y trabajar a los Estados Unidos.

No nos vimos por algunos años. Nos reencontramos en 1969 en El Viejo Almacén. “Mirá, Tonito, es el último payador en prosa”, me decía con admiración Leonel Edmundo Rivero.

Y desde entonces no nos separamos más.

SUEÑO CUMPLIDO

Uno de los hechos –ya histórico– que amalgamara si hubiese sido necesario nuestra amistad, fue la creación de la Academia Nacional del Tango.

Una tarde de 1989 Horacio llegó a mi casa y exigió que nos sirviéramos un whisky, requerimiento que me costó muchísimo satisfacer.

“Tonito, mi querido, tenemos que crear la Academia del Tango de la República Argentina. Será algo extraor28

dinario y vos tenés que ayudarme y ser parte de este proyecto glorioso. Hasta ahora, sólo Lulú sabe esta idea. No le he contado a nadie”. Ahí comenzó el sueño que dio a luz el 28 de junio de 1990.

Otra noche, pero de 1983, nos reunimos en casa varios amigos, Eladia Blázquez, Menchi y Blanca Sabat, el Tuco Paz, el Negro Lagos, Alberto Salem, y otros que no recuerdo…

Era muy tarde… A eso de las cinco de la mañana y ante la cara de terror de Marinieves, Horacio pide que retiremos un cuadro de la pared, exige un lápiz marcador y se pone a escribir:

Luz de un soneto a Tonito debajo de un farolito La noche, única sobria, nos retruca que el Tiempo sigue en vena: es infinito.

Y el corazón, Tonito, se “apichuca” frasea, bebe y llora, y anda un mito, la sombra justa y pobre de una luca que aquí nos reconforta; aroma un grito de viola y fueye al son, tango inaudito que va en la gola eterna de Chabuca.

Al fondo, Buenos Aires nos asedia, nos triunfa con su magia y nos obliga con su nocturno místico y poeta.

Y el bandonéon, Tonito, nos abriga, nos ata en el amor y en la secreta canción del agujero en nuestra media.

A Tonito y Marinieves Rodríguez Villar, Improvisado en la pared de Talcahuano 826, 8º piso, a las cinco de la mañana del 8 de octubre de 1983.

Un abrazo muy hondo como siempre, querido Horacio.

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Primer congreso

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eventos PRIMER CONGRESO DE TANGO EN LA ACADEMIA

P

or idea y propuesta del presidente de la Academia Nacional del Tango, Gabriel Soria, se realizará en nuestra sede, Palacio Carlos Gardel, ubicada en Avenida de Mayo 833, Ciudad de Buenos Aires, el Primer Congreso de Tango para tratar la investigación, el coleccionismo, la memoria y la reflexión sobre el futuro del Tango, la última semana del mes de agosto.

Los 25 años transcurridos desde la fundación de la Academia constituyen una nueva generación en la historia y, precisamente, ese eje central nos llevará a explorar, mediante comisiones especiales compuestas por miembros de los distintos cuadros académicos e invitados, los diferentes temas relacionados con nuestra música en todas sus artes: canto, baile, poesía y música.

El Congreso llevará el nombre de Horacio Ferrer, nuestro fundador y presidente, que dedicó su vida a la investigación y reflexión humana de la historia del género.

Durante el mismo congreso, se realizará paralelamente la primera Feria del Libro de Tango de nuestra Academia, coordinada por los académicos titulares Alejandro Molinari y Roberto Martínez, que ocupará el espacio del segundo piso de nuestra sede.

En junio, las bodas de plata El 28 de junio de 2015 se cumplen 25 años desde que el sueño de Horacio Ferrer se materializó. La Academia Nacional del Tango, que fue catalogada por él como “la continuación de la Guardia Nueva”, se convirtió en el ámbito más alto y propicio para estudiar los orígenes y las raíces culturales de este emblema nacional. Se trataba de reconocer al tango como un fenómeno de creación de origen cultural y no reducirlo simplemente en un ritmo musical.

Desde su creación, los integrantes

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de la academia reunieron material disperso, archivaron, catalogaron, sistematizaron y analizaron las diversas corrientes artísticas conocidas a la luz de las más modernas técnicas de investigación.

Ellos demostraron que el tango puede estudiarse desde el mismo punto de vista que el selecto grupo de las academias nacionales se ocupan de la literatura o la música: con especificidad científica, esfuerzo, trabajo y respeto por este símbolo de la identidad argentina.

foto histórica

1933

Horacio Ferrer, al mes de vida, en brazos de su padre, quien había viajado de Montevideo a Buenos Aires con su mujer para que sus familiares porteños conocieran al niño. Así, siendo un bebé de días, Horacio Ferrer tuvo su primer contacto con la ciudad que tanto lo cautivaría.

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Pichuco

Ases de la milonga

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el baile

Gloria y Eduardo Por Alejandro Molinari Investigador, escritor y conferencista

Ases de la milonga Hace m谩s de medio siglo que bailan juntos.

Actuaron con las orquestas de Pugliese, Troilo, Mores y Canaro. Viajaron innumerables veces a Jap贸n y se presentaron en diversas partes del mundo. La amistad con Horacio Ferrer.

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Pichuco

Ases de la milonga

Fotos: Gentileza Nicolรกs Font.

Pichuco

Ases de la milonga

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a pareja de baile de Gloria y Eduardo Arquimbaud es una de las más reconocidas de la escena tanguera. Se presentaron profesionalmente por primera vez en el año 1960, en la revista musical del maestro Francisco Canaro; pero bailaban juntos por diversión desde los 13 años. Ambos participaron en los primeros viajes a Japón, que abrieron las puertas para que el tango trascendiera en el exterior.

Además, integraron la legendaria revista musical Tango Argentino y bailaron junto a las orquestas de Pugliese, Troilo, D’Arienzo, Mores y De Angelis, entre otras. Eduardo recibió a Pichuco, repasó su trayectoria artística y se refirió a la obra de Horacio Ferrer.

En general, los bailarines están más relacionados con los músicos que con los poetas. ¿Cuál ha sido tu experiencia en este sentido con Horacio?

Ni bien salió “Balada para un loco”, la bailé con Gloria. No sé si se había grabado todavía y nosotros ya hacíamos una representación del tema.

Lo hacíamos en el lugar que actuábamos, el cabaret Kim, en la calle Córdoba. En ese momento, estaban el “Polaco” Goyeneche, que ya se había ido de la orquesta de Troilo,

“En una época difícil del tango, Horacio fue su salvador. Con sus temas la gente se volvió a interesar en el tango”.

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Pichuco

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Ases de la milonga

Gloria y Eduardo y Francisco Canaro durante una recepción en una de las tantas visitas que realizaron a Japón.

con Baffa y Berlingieri. El director musical era Nolo Cao y nosotros, los bailarines. ¿Cuál era la actitud que tenía Horacio con respecto a la danza y a los bailarines?

A él le gustaba bailar, yo lo tengo grabado acá. Fue en una noche inolvidable donde le hicimos un homenaje a Osvaldo Pugliese y Ferrer habló sobre él expresando con maravillosas palabras, como siempre, su respeto y admiración por Osvaldo.

Nosotros tuvimos una amistad muy grande. Los domingos nos reuníamos para ver unas películas que nos daba un coleccionista. Llamábamos a esos días “pucherito de gallina”.

Ferrer venía y nos poníamos a hablar sobre esas películas. Él era un enamorado del tango, un loco, como yo. Otro lugar donde estábamos juntos era en el programa de Eduardo Bergara Leumann, una persona muy inteligente y con una enorme creatividad. Era dibujante, modisto, escenógrafo. La mitad del programa estaba pautada y lo otro lo improvisaba.

Además de los artistas que pasaban por el programa, invitaba a personas de la cultura, como Borges, Sabato y Ferrer. Yo era el coreógrafo.

Era un programa que tenía una elegancia, una distinción, un respeto por el público que hoy no se ve…

Lo más profundo del programa eran los invitados y el repertorio que Bergara Leumann elegía en función al tópico del día. Buscaba los temas para los cantantes y también para los bailarines, y los invitados se referían a ese tema y sobre eso se armaba el programa.

Hay otra pasión que los unía a Horacio y a vos, que es ser hinchas de Huracán…

Bueno, Horacio Ferrer se hizo hincha de Huracán. ¿Y vos sabés por qué se hizo hincha de Huracán?

La verdad, lo ignoro.

El baterista de Mariano Mores, no el último sino el anterior (José “Pepe” Corriale), era fanático de Huracán y tenía dos plateas para todo el año; una para él y otra para su hijo. Como este último había viajado a México, le sobraba una entrada. Entonces, lo invitó a Horacio a ver los partidos cuando Huracán era local. A partir de allí Horacio se hizo hincha del “Globito”, por eso solíamos encontrarnos en la cancha. ¿Qué fue, o qué sigue siendo, para vos Horacio Ferrer?

Lo primero que voy a decirte es que nosotros teníamos una amistad desinteresada, eso era lo más lindo. Después, que lo respeto inmensamente por ser el autor de muchas de las cosas que han movido al tango en una época difícil. Este ritmo tiene la música, el baile y la poesía; entonces hay momentos que la poesía salva al tango, o el baile, o también la música. En ese sentido considero que Ferrer fue el salvador del tango. Antes de que este ritmo fuera a Japón, él se presentó con la “Balada para un loco”, con “Chiquilín de Bachín” y otros temas que provocaron que volviera el interés de la gente hacia el tango. Esta no era una canción bailable ni estaba en las milongas, pero el tango fue salvado por la poesía y eso fue obra en gran parte del inmenso Horacio Ferrer.

En la Plaza Roja de Moscú, en 1973.

De gira con la orquesta de Canaro.

En el espectáculo “El Carnaval”.

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Pichuco

Caminos poéticos

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jóvenes Los caminos poéticos de Ferrer, una huella imborrable

Entrevista a Matías Mauricio

“Tenía algo de encantador popular”

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ómo fue su acercamiento a la poética de Horacio Ferrer?

A Horacio lo descubrí en mi adolescencia, allá por el año 1996.

Había grabado la Operita en dos cassettes y los llevaba en mi walkman por todo Buenos Aires. La primera sensación fue de perplejidad al oír tanta audacia en el lenguaje; como si deshiciera, deconstruyera cada palabra y las volviera a “inventar” configurando nuevos significados. Con el tiempo, divisé que el armado de neologismos y la verbalización de sustantivos habían sido utilizados por Vallejo, Lorca, Huidobro, el Malevo Muñoz

y hasta el propio Cervantes; pero, era Ferrer –lo venía haciendo desde su Romancero canyengue (1967)– el que plantaba “bandera” con estos giros vanguardistas y, por lo mismo, dejaba entrever el bagaje literario con el que contaba. Esos textos, sumados a la música imbatible de Astor, me mostraban una nueva cartografía de Buenos Aires: la que llevaba mi propia respiración o creía ver en cada esquina. Extrañamente ese viento de “actualidad” lo sentía allá por el ‘96, pero sabemos que la Operita es del ’68: ¡imaginate lo visionario de estos hombres! ¿Cuáles son las características que 36

Poeta, docente, editor y letrista. Dirige la colección Mandrágora Porteña. Autor de los tangos “Mimo” y “Juan sin cielo”. Publicó en 2014, junto con Roberto Selles, el libro Julián Centeya. Biografía y poemas inéditos.

Mayo 2015 Entrevista a Raimundo Rosales

destaca de su poesía? Él afirmaba no sentir sus versos propiamente como poesía, sino como una mezcla de teatro con pintura. A partir de esta concepción me gusta destacar al Horacio Ferrer “performer”; es decir, al hombre que se paraba en el escenario y comenzaba a desplegar sus artilugios de trovador, de orador impecable acompañado de su histrionismo corporal. ¿Por qué no, entonces, pensarlo también como un juglar? Y es que uno, al escuchar su timbre de voz, sentía que guardaba algo de mago o “encantador popular”. A mi modo de ver, esto también fue inédito en el tango. Puede haber un paralelismo con Centeya tal vez, pero a Julián lo siento más hermético, más de soliloquio, mientras que a Horacio siempre en relación con un oyente-espectador, lo percibo buscando seducirlo, atraparlo. Horacio y su manera de decir son huellas imborrables para la historia del género. ¿Qué legado deja para las nuevas generaciones?

Un gran aporte suyo es el quiebre de la estructura de la canción al romper con el formato tradicional del género (primera-segunda-primera bis).

Pensemos, por ejemplo, en “Balada para un loco” o en “La bicicleta blanca”, donde aparecen a modo de introducción largos recitados –casi como una liturgia profana– que luego de lo cantable vuelven, retornan: lo interesante es que estos recitados son totalmente independientes de la métrica establecida en la canción. Al pasar por la aventura de lo más relevante de la letrística de Ferrer, cuando suma a su lírica personajes a priori ajenos al tango, como Bradbury, Picasso, Woody Allen, el Quijote, Buster Keaton, Groucho Marx, Chopin y tantos más, a uno le queda la sensación de que a nivel temático no hay compuertas que detengan el río creativo: es decir “todo es posible”.

Creo que éste es el gran legado de Ferrer –mezcla de invitación y desafío– para con los letristas contemporáneos y los que vendrán.

“Siempre me sedujo su libertad creativa”

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ómo fue su acercamiento a la poética de Horacio Ferrer?

En mi adolescencia escuchaba rock, como casi toda mi generación. También me llegaba el tango y el folclore, aunque eran géneros que sentía que no me hablaban directamente. En ese contexto conocí “Balada para un loco”, en 1969, y sentí que ese lenguaje tenía que ver exactamente conmigo y que me interpelaba de una manera novedosa. La primera conclusión –obvia, pero contundente– fue descubrir que se podía hacer tango con una mirada actual. Más allá del vocabulario, que siempre me deslumbraba, el compromiso con la libertad creativa fue uno de los componentes de su poética que me sedujo de una vez y para siempre. ¿Cuáles son las características que destaca de su poesía?

En sus primeras letras encontré un mundo que no conocía en el tango y que me conectaba con otras expresiones artísticas de esos años. Poco tiempo atrás Gabriel García Márquez había editado Cien años de soledad (1967) y The Beatles su gran álbum Sargent Pepper’s... (1967). Tanto el realismo mágico del escritor colombiano, hijo directo de Juan Rulfo, como la psicodelia iniciada por Lennon en sus letras, sobre todo a partir de “Lucy in the sky with diamonds” y más tarde las canciones de Pink Floyd o David Bowie, se conectaban de manera misteriosa con los versos de la “Balada” y con María de Buenos Aires. A partir de ahí la llegada de ese universo onírico, con elementos surrealistas, de la psicodelia y del non sense (algo que en esos años incorporaría también Spinetta en el rock y que María Elena Walsh venía utilizando en la canción infantil) conformaría una nueva letrística universal construida de manera simultánea y no planificada. La segunda mitad de los 37

Poeta, periodista y docente, Le puso versos a tangos de Mariano Saraceni (más de 40 temas), Raúl Gare, Carmen Guzmán y José Ogiviecki, entre otros. Ganó el Primer Premio del Certamen Hugo del Carril (2002) y del Fondo Nacional de las Artes (2004).

Publicó el libro La palabra también.

años ‘60, en todo el mundo, guarda un lugar de privilegio para las canciones de Horacio Ferrer. ¿Qué legado deja para las nuevas generaciones?

Una vez más, la libertad. Por otra parte nadie que escriba letras de tango, o canciones en general, puede negar que es deudor de la poética de Ferrer. Tal vez algunos no lo sepan o confiesen no ser admiradores de su poesía, pero en la canción en general y en el tango en particular, hay un antes y un después de Horacio Ferrer. Las puertas que abrió son tan determinantes que hasta en obras que parecieran transitar por caminos estéticos diferentes a los de Horacio, uno puede encontrar rasgos de su influencia. En el vocabulario, en los neologismos, en la manera de enlazar la fantasía con la realidad, en el cruce de géneros, en desechar los manuales de instrucciones de la metáfora, en el protagonismo de la sensualidad y el deseo, en el uso del absurdo, en la celebracón del amor. Su enorme cultura, su lectura de los clásicos, desde los griegos a Borges, pasando por Shakespeare o Flaubert, asoman provocadoramente en sus canciones.

A veces de manera imperceptible y otras con su magistral desmesura.

Cantadas por otros o escuchadas por su voz amable y seductora recitando esas letras inmortales. Afortunadamente, su obra ya es universal y siempre asomará un clavel entre sus versos para que no lo olvidemos.

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En las tablas, la pantalla y el éter

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teatro, radio y tv En las tablas, la pantalla y el éter Redactó 16 obras, participó en televisión y en 4 filmes. Hizo apariciones en cinco radios y condujo dos programas junto a sus amigos.

H

oracio Ferrer cursa teatro con los argentinos Calderón de la Barca y Carmen Casnel, con los uruguayos Eduardo Malet y Enrique Guarnero y estudia en Buenos Aires con Enrique de Giorgis. De ese aprendizaje resultan sus primeras piecitas, Los de arriba y los de abajo y La peña en el décimo círculo, inéditas. Además, estrena en 1961 en el Teatro Circular de Montevideo El tango del alba, romance popular, compuesta por él mismo.

Pero su gran consagración teatral es en 1968 con el estreno de la “operita” María de Buenos Aires, con Astor Piazzolla. Luego aparecen dos oratorios: El pueblo joven, oratorio de dos mundos, en 1971, con Piazzolla, y en 1985, Oratorio Carlos Gardel, con Horacio Salgán.

En los noventa compone con Juan José Mosalini el poema coral París Tango y una década más tarde, junto a Raúl Garello, El rey del tango en el reino de los sueños. También escribe Malvina Luna (aún inédita). Sus dos últimos estrenos teatrales fueron Bebe Dom o la ciudad planeta, con música de Mario Perusso, estrenada en 2013 en el Teatro Colón de Buenos Aires, y Dandy, el príncipe de las murgas, con Alberto Magnone, estrenada en enero de 2014 en el Auditorio del SODRE, en Montevideo, Uruguay.

En la televisión inventa, para inaugurar el canal oficial del Uruguay, Apuntes e imágenes para una historia del Tango, escrita, ilustrada y pro-

Horacio y Julio Lagos en un programa de TV auspiciado por el vino Arizu

tagonizada por él mismo.

Ya en Buenos Aires participa de diferentes programas, como Botica de tango, de Eduardo Bergara Leumman. Como guionista y actor aparece en el film Desde el azul del cielo, basado en el Oratorio Carlos Gardel; el documental Diálogos de poeta y bandoneón, con Raúl Garello, del director Adrián Lorenzo; Ferrer Tangamante, de Juan Pablo Méndez y Poeta en Si Mayor, de Diogo Varela Silva.

Su vida fue recorrida en dos capítulos del documental Los capos del Tango, con guión y dirección de Gabriel Soria y producido por Juan Fabbri para 38

el canal Solo Tango.

Comienza en radio en 1952, fundando con sus amigos Carlos Valarino y Jorge Seijo el programa Selección de Tangos. Participa en las radios Argentina, Mitre, Excelsior y Rivadavia, en programas como Rapidísimo, de Héctor Larrea.

Desde junio del 2013 y celebrando sus 80 años, realiza con su amigo Gabriel Soria la conducción y armado del programa Flor de Tangos y Poemas, por la Dos por Cuatro 92.7, Radio de la Ciudad. Los capítulos semanales fueron emitidos en vivo hasta octubre de 2014.

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Sabiduria y humor

libros Por Alberto Romeo Ingeniero e investigador

Sabiduría y humor Ferrer escribió 18 ejemplares. El primero fue El tango, su historia y su evolución; el último, El gran Troilo.

ffffffffffffffffffffIsim nullaore vullums andrero odion ullum delisl irit acidunt doluptat, veliquiscin utpate

S

i bien resulta difícil imaginar la vida sin la presencia física de Horacio, más difícil aún es recordarlo sin libros alrededor.

Toda su vida, creo yo, giró alrededor de la escritura, y la poesía y la historia del Tango ocuparon un lugar preponderante en su rica trayectoria. Corría el año 1980 y en el stand del Uruguay en la Feria del Libro compré un ejemplar de su primer libro de poesía, Romancero canyengue. Comenzar a leerlo fue adentrarme en un mundo alucinante, poblado de figuras y neologismos atrevidos e irreverentes, que a la vez denotaban un profundo sentimiento tanguero y un conocimiento cabal de aquello sobre lo cual escribía. Mas luego ingresó a mi biblioteca, prolijo regalo de mi jermu, un ejemplar del

Libro del Tango, editado por Galerna y que está casi destrozado por el uso constante que le he dado, usándolo como mataburros y libro permanente de consulta, atiborrado de recortes y notas de diarios referidos a personajes que, por otra parte, estaban casi siempre reflejados en sus páginas que destilaban, como siempre, sabiduría y un profundo sentido del humor, característica que acompañó permanentemente en su vida a Horacio.

Y para completar una trilogía, que no abarca sino levemente su producción libresca, me inclino por su libro El gran Troilo, del año 2009, donde desgrana con sapiencia y humor las andanzas por el camino del tango y de la vida de su idolatrado, digo bien, Aníbal Troilo, aquel “de las manos como 39

Una delicada pluma Aunque sus libros de poemas hayan sido realmente vanguardistas, Ferrer también escribió cuentos y ensayos minuciosos sobre el tango. Romancero canyengue (1967) fue su primer libro de poemas, pero anteriormente ya había publicado otros de diferentes géneros literarios. Con sólo 26 años escribió El Tango, su historia y su evolución. Posiblemente, en él esté el germen de análisis que plasmaría más adelante en sus obras: Historia sonora del tango (1963), Discepolín (1966), El libro del tango (1969), El arte del tango (1989), El siglo de oro del tango (1996), La epopeya del tango cantado (1999) e Inventario del tango (1998), entre otros.

En 1967 vio la luz su único libro de cuentos: Fray Milonga, que luego también le serviría de inspiración para escribir los versos de sus ejemplares poéticos más recordados.

Sus libros de poesía incluyen: María de Buenos Aires (1973), Loquita mía (1977), Moriré en Buenos Aires (1991), Existir (1996), 1000 versos a Picasso (2001), Versos del duende (2003), Salón Buenos Aires (2009), Megamor (2009) y Shakespeare es mío (libro inédito).

patios”, aquel de “esta raza de uno”.

Dicen que dicen que Astor lo invitó a escribir para él luego de haber leído sus poemas del Romancero canyengue, diciéndole que había plasmado en sus poemas lo que él en la música. Y lo bien que hizo, porque formaron una dupla inolvidable. Y sé, porque me lo contaron los protagonistas, que Horacio le dijo a Raúl Garello: “Tenés que jugar en primera, tenés que componer música para mis letras”. Y los genios pocas veces se equivocan.

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sociedad con Piazzolla Por Víctor Oliveros Coleccionista y melómano

Los quijotes del nuevo tango

Se conocieron en Montevideo en 1955 y trabajaron juntos durante dos décadas. Ese período fue clave en la trayectoria de ambos artistas. La dupla compuso algunas de las obras más emblemáticas de la historia tanguera.

T

odavía lo extraño. No puedo hacerme a la idea de no encontrar a Horacio en la Academia, verlo salir desde su escritorio con los brazos abiertos y escuchar la voz en alto exclamando: “¡Víctor… Víctor!”, que acompañaba con una sonrisa cómplice y terminaba en un abrazo eterno. Ese recuerdo lo llevaré para siempre, porque Horacio me distinguió con su amistad y yo me sentía honrado con sus palabras.

A mí me trató como un ser especial, desde que lo conocí a finales de los años cincuenta en un recital de Piazzolla en televisión. Yo estaba esperando para entrar y había un tipo al lado mío.

Le pregunté: “¿Vos cómo te llamás?”.

Me dijo que su nombre era Horacio y me preguntó el mío. Le contesté: “Y… yo soy hincha de Piazzolla. Me

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El día que el Río de la Plata se vistió de negro Por Amelita Baltar Cantante

El 21 de diciembre de 2014, el día que comienza el verano, se fue el poeta más grande que hubo en el Río de la Plata en los últimos cuarenta años. Ese día el Río se vistió de negro, por el Gran Poeta de las dos orillas.

Horacio logró hacer un quiebre y realmente inauguró un lenguaje nuevo. A la gente le costó su tiempo entenderlo porque era una simbología nunca escuchada, una estética renovadora. Palabras de su invención como “tangamente”, giros inusuales en el tango, poesía fantasiosa y surrealista eran característicos en sus versos. En mayo de 1968 estrenamos la operita María de Buenos Aires con Astor y su orquesta, Héctor de Rosas, Horacio como el Duende y yo como María. Inmediatamente Astor y Horacio empiezan a componer sus primeras canciones sueltas en conjunto: “Balada para mi muerte” y “Chiquilín de Bachín”. En noviembre de 1969 estrenamos “Balada para un loco”, una pieza renovadora y diferente, que abre el camino para que Astor y Horacio sigan creando obras que yo voy estrenando.

“Balada para un loco“ fue el último gran éxito en la historia del tango. Astor Piazzolla a través de este tango accede al éxito y reconocimiento masivo luego de años de luchar y de ser considerado casi un “hereje” entre los tangueros tradicionalistas. Quizás en aquel día histórico del concurso no ganamos, pero el tema quedó para siempre en la gente. Todos lo cantan. Son frases que quedaron y todavía me las repiten cuando voy caminando por la calle. Yo siento que “Balada” es el segundo Himno Nacional, o la segunda “Cumparsita”, como dijo en su momento Aníbal Troilo.

Siento muchísimo dolor al pensar en Lulú, la gran mujer que le dio una vida de amor, que estuvo a su lado en los últimos treinta años, y a quien él amó desmesuradamente.

Yo siento que cantando las canciones que compuso junto a Astor seguiré llevando su poesía por el mundo. Esta es mi forma de homenajearlo y también de agradecerle por haberme privilegiado para que su poesía tuviera voz a través de la mía.

“Balada” revolucionó la canción argentina y deslumbró el gusto popular. Al mes de ser lanzado el simple cantado por Roberto Goyeneche y editado por RCA Victor, ya habían vendido 200.000 unidades.

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Los quijotes del nuevo tango

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llamo Víctor”, y después él me retrucó: “¿Quién, Víctor Oliveros?” . Me quería morir, eso no me lo olvido jamás Yo pienso que el encuentro Piazzolla–Ferrer es el más importante en la dupla de un músico y un poeta; desde que se conocieron ya sabían que iban a ser el uno para el otro. Cuando Piazzolla regresa de París en marzo de 1955, luego de estudiar con Nadia Boulanger, recala en Montevideo y en ese momento traban una amistad con Horacio (que por ese entonces no publicaba sus versos y era un joven periodista de 22 años, fanático del tango y estudioso). Ese encuentro marcó un momento especial, porque Astor llegaba con todas las ideas nuevas desde París y pensaba ya en dedicarse al tango completamente. Pocos meses después iba a crear el Octeto Buenos Aires, esa formación instrumental tan compleja que debutó en Montevideo durante 1956 y fue presentado por Horacio como “los ocho quijotes del nuevo tango”.

“Desde que se conocieron sabían que iban a ser el uno para el otro”.

De todo lo que componen con Astor Piazzolla, creo que el oratorio El pueblo joven es la obra cumbre de ellos. Fue escrita en 1971 y la presentaron una sola vez en la televisión alemana con la interpretación vocal de Amelita Baltar. Sin embargo, luego de muchos años, Horacio decidió lanzarla nuevamente para que otros pudieran disfrutarla. Así fue como en el 2000 lo presentaron en Jerusalén y en el 2005 lo grabaron con Juan Carlos Cuacci como director musical y Susana Rinaldi como cantante. Su interpretación fue realmente espectacular. Decir que fue grandiosa no alcanza a describirla respetuosamente. Creo yo que es de lo mejor que cantó a lo largo de su carrera. Tampoco olvido a Walter Ríos, que tenía la enorme responsabilidad, como bandoneón solista, de tocar lo

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que escribió Piazzolla, como si eso no fuera poco! Cuando yo escucho música, lo hago solo en mi casa, me pongo los auriculares y me inserto en otro mundo. Cuando aparece ese fueye de Walter en El pueblo joven siento que estoy frente a Astor; y cuando recita Horacio, me emociono. Me resulta increíble lo que logra este poeta músico.

Y me emociona sobre todo esta frase: “Creo, amada mía, en que volveremos a amarnos, vos convertida en puerta y yo entrando”.

Una vez yo estaba en un boliche tomando un café y tenían la televisión encendida. En eso pasaron a un cantor que estaba interpretando una obra de Horacio. Entonces de pronto entra Homero Expósito, otro poeta espectacular, y dijo: “¡Escuchen, escuchen…ese es poeta de verdad!”.

poema Un ramo de jazmines y una rosa para esperarlo aquí justo a las 6 de alguna tardecita en Buenos Aires tan sola y tan perdida sin usted.

Amigo don Horacio, su hidalguía, su verbo alucinado cien por cien, nombrándonos las cosas más queridas, tangueando por la calle Santa Fe, no tienen despedida, le aseguro, no tienen despedida, no hay con qué borrar tanta ternura manuscrita firmada, para todos, por usted.

Su sombra seguirá como si nada volviendo a las esquinas del ayer y un ángel y un soldado y una niña vendrán acompañándola al volver.

Y allí donde un farol vele en la noche seguro nos veremos otra vez de sueños y esperanza vive el hombre usted lo supo siempre, don Ferrer.

Teresa Parodi

ISSN 2422-6319

STAFF Grupo Octubre

Academia Nacional del Tango

Presidente del Grupo Octubre Víctor Santa María

Idea revista Pichuco Horacio Ferrer

Management, Dirección de Diseño y Coordinación General: Teresa Pacitti, Daniel Flores y Laura Marzoa

Dirección Gabriel Soria Asesoramiento Fernando Finvarb

Editor Eduardo Diana

Consejo Editorial Gustavo Provitina Luis Tarantino

Arte y Diseño Juan Ignacio Battilana

Consejo Asesor Fabio Zerpa José María Kokubu Oscar Fresedo Alejandro Martino Eduardo Bernal Osvaldo Minian Francisco Torné

Colaboradores Roxana Palacios Agustina Arredondo María Clara Ruíz García Corrección Pedro Rodríguez Pagani Digitalización de Imágenes Iroko Digital

Fotos Archivo familia Ferrer y Academia Nacional del Tango.

Escriben en este número: Gabriel Soria, Raúl Lavié, Fernando Finvarb, Alejandro Dolina, Alberto Magnone, Alejandro Martino, Lucía Michelli, Antonio Rodríguez Villar, Alejandro Molinari, Alberto Romeo, Víctor Oliveros, Héctor Negro, Eduardo Bernal y Amelita Baltar.

Correo Electrónico acadnaltango@speedy.com.ar

Editor responsable Teresa Pacitti

Pichuco es una revista trimestral de tango, editada por el Grupo Octubre (Caras y Caretas, Diario Z, El Planeta Urbano, PIN, 89.1Malena y AM750) y la Academia Nacional del Tango.

Número 2 / Mayo 2015

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