Juan C. Di Pane
A mis mujeres: Maru (gracias por tu apoyo incondicional, tu contagiosa pasión y por impulsarme a soñar), Isabel, Matide y Maruja, seres de luz inspiradora.
© De las ilustraciones y el texto: Juan C. Di Pane 2016 Impreso en Salamanca, España. Diciembre 2016. Todos los dereschos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de su titular, salvo excepción prevista por la ley.
Juan C. Di Pane
Existen relatos escritos con plumas negras, tinta roja y secretos. Historias como la de la Cuerva.
Nadie escucha al miedo si necesita curarse. Las pĂłcimas de aquella bruja eran la Ăşnica medicina en leguas.
Una mañana los niños la bautizaron con un grito: ¡CUERVA! ¡MALDITA CUERVA!
La aldea se uniรณ al coro y ella se marchรณ para siempre.
Aquella noche, todos rezaron para que La Cuerva no se vengara con un maleficio. Nadie percibĂa que aquellas plumas negras, con su rojo indeleble, habĂan tatuado en La Cuerva una culpa voraz.
El contacto humano resurgió tiempo después, cuando una joven desesperada por la enfermedad de su madre decidió enfrentarse a la bruja. La Cuerva se apiadó de ella, la invitó a pasar y comenzó a escribirse una nueva historia.
Tras décadas juntas, la joven lo observó todo; la anciana le enseñó las letras y el poder curativo de la naturaleza. Aquello no era brujería…
La aprendiz se convirtió en su escudo contra la civilización: llevaba las pócimas al poblado y traía las pagas.
En una ocasión, mientras ponía orden en la ermita, la joven descubrió el secreto que la encadenó al viejo roble.
Hasta que una tarde, además de traer el dinero, la aprendiz regresó con algo más. Un trozo del pasado había resucitado.
Papá Aquí va pegado un sobre con una carta extraíble por el lector, quién deberá sacarla para leerla. El texto de la misma se reproduce en la página siguiente.
La aprendiz se convirtió en su escudo contra la civilización: llevaba las pócimas al poblado y traía las pagas, hasta que un día regresó con algo más. Un trozo del pasado había resucitado.
El otoño trajo una forastera a la aldea; buscaba a una tal María Emilia Villamandos del Castillo. La ayudante de La Cuerva intuyó de quién se trataba y que aquello era serio. Bajó el escudo protector y le señaló el camino.
Más de sesenta años borrados con un paseo. Cada hoja pisada por María Emilia y Margarita desvanecía los secretos: el desengaño con Arturo; su hijo muerto; el arrepentimiento de sus padres; cómo pudo Margarita retomar la búsqueda…
La benjamina la habĂa encontrado para llevarla a casa y no volver a separase de ella. La Cuerva se negĂł, pero su hermana prometiĂł volver hasta convencerla.
Esa noche las dudas golpearon a La Cuerva sin descanso, pero hallรณ todas las respuestas en la tierna vocecita que revoloteaba entre las hojas del viejo roble.
El despuntar del alba trajo de regreso a Margarita‌
Tal y como le prometiรณ, nunca mรกs volviรณ a abandonarla.
Existen relatos escritos con plumas negras, tinta roja y secretos. Historias como la de la Cuerva.