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12 : : Espiritualidad

CRISTO

HOY

Dios quiere habitar en nosotros La Santísima Trinidad, infinitamente feliz en Sí misma, nos creó para gozar y participar de su vida divina. Esta sublime vocación, a la que hemos sido llamados, debe ser objeto de constante contemplación. No es un misterio lejano, todo lo hacemos cada día en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los santos y místicos son quienes nos muestran abiertamente el Cielo. Gracias a ellos podemos vislumbrar un poco más los misterios que nos revelan la fe, la doctrina, las Sagradas Escrituras y los teólogos. Así se expresaba santa Faustina, humilde religiosa y poco instruida, sobre su experiencia, por puro don de Dios, acerca de la Santísima Trinidad: “Durante la Santa Misa, antes de la elevación, [...] conocí más claramente que en cualquier otro momento del pasado las Tres Personas Divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sin embargo, su esencia es Una, como también la igualdad y la Majestad. Mi alma se relaciona con las Tres Personas, no logro explicarlo con palabras pero el alma lo comprende bien. Cualquiera que esté unido con una de estas Tres Personas, por este mismo hecho está unido con toda la Santísima Trinidad, porque su unidad es indivisible. Esa visión, es decir, ese conocimiento inundó mi alma de una felicidad inimaginable, por ser Dios tan grande. Lo que he descrito arriba, no lo vi con los ojos, como anteriormente, sino dentro de mí, de modo puramente espiritual e independiente de los sentidos” (Diario, 472).

Por designio de Dios “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23). El Señor revela que no sólo Él, sino la misma Trinidad Beatísima, estaría presente en el alma de quienes lo aman, como en un templo (cfr. 1 Cor 6, 19). Esta revelación constituye “la sustancia del Nuevo Testamento”, la esencia de sus enseñanzas. Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- habita en nuestra alma en gracia no solo con una presencia de inmensidad, como se encuentra en todas las cosas, sino de un modo especial, mediante la gracia santificante. Esta nueva presencia llena de amor y de gozo inefable al alma que va por caminos de santidad. Dios habita en el alma por el bautismo, no es un privilegio de almas místicas o con

Santísima Trinidad, la vida del cristiano pierde su dirección, su sentido, hasta peligra de hacer un cristianismo moralizante que persigue solo “ser buenas personas”, y según lo indique la propia conciencia. Este don, primero es descuidado, luego olvidado (lo que genera un “des-aprecio”). Y así, muchas almas se auto-excluyen de vivir en Dios incluso invocando la misericordia de Dios. Hundámonos en el misterio del amor de Dios que quiere compartirnos su propia vida divina. Esta realidad debería ser la única meta de nuestra vida y buscarla con todas nuestras ansias: con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas. Todo lo demás pasará.

Contemplemos el misterio

Glorificamos a Dios, Uno y Trino, por su inmensa majestad, y agradecemos el inestimable don de habernos llamado a conocer y participar de su vida divina por la gracia. cualidades especiales. Todo bautizado ha recibido este sacramento para ser morada de Dios Uno y Trino.

Creados para lo excelso Por esta presencia, llamada inhabitación trinitaria, nos metemos en la intimidad de Dios, para conocer y amar la vida divina, de la que nos hacemos partícipes. Toda la vida sobrenatural del cristiano se orienta a ese conocimiento y trato íntimo con la Trinidad, que viene a ser el fruto y el fin de toda nuestra vida. Para este fin hemos sido creados y elevados al orden sobrenatural: para conocer, tratar y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, que habitan en el alma en gracia. Cuando se olvida o descuida esta vocación a la

Nuevamente otra experiencia de santa Faustina para elevar nuestras almas hacia lo sublime: “La presencia de Dios penetró mi ser, mi mente fue singularmente iluminada en cuanto al conocimiento de su Esencia; Dios me permitió acercarme al conocimiento de su vida interior. Vi en espíritu las Tres Personas Divinas, pero su Esencia es única. El es Solo, Uno, Unico, pero en Tres Personas, cada una de las cuales no es ni más pequeña ni más grande; no hay diferencia ni en la belleza, ni en la santidad, porque son Uno. Uno, absolutamente Uno. Su Amor me ha llevado a este conocimiento y me ha unido a El. Cuando estaba unida con una Persona Divina, estaba unida también con la segunda y con la tercera. Así pues, cuando nos unimos con una, por eso mismo nos unimos con las otras dos Personas al igual que con una. Una es la voluntad, uno Dios, aunque en las Personas Trinitario. Cuando al alma se entrega a una de las Tres Personas, entonces, con el poder de esa voluntad se encuentra unida a las Tres Personas y está inundada de la felicidad que fluye de la Santísima Trinidad; de esta felicidad se alimentan los santos. La felicidad que brota de la Santísima Trinidad hace feliz a todo lo creado; brota la vida que vivifica y anima cada ser [...]. En aquellos momentos mi alma probó delicias divinas tan grandes, que me es difícil expresarlas” (Diario, 911) .


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