ENERO 2015
REVISTA DE CREACIÓN DIGITAL LA BARCA Juan Enrique Soto
LA BARCA
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LA BARCA Revista de Creación Digital La Barca Editada por Juan Enrique Soto
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PORTADA Lisboa, por José Ángel Santamaría
Editorial LITERATURA Poesía: Conversaciones con Octavio (extracto), por JES Libro del mes: Perdido el paraíso, de Cees Nooteboom Relato: La metamorfosis del templo, por JES Relato: El año de la raíz (y IV), por Ana Muñoz Vélez CINE Libro-cine: Pantaleón y las visitadoras, por Rafa Montañés El Yin y el Yan: Pretty woman FOTOGRAFÍA Foto del mes: Guitarra, por JES LITERARTE La matanza de los inocentes, por Lydia Alonso Contenido Extra: Siempre llaman a las diez, por JES La Revista de Creación Digital La Barca es una publicación de difusión mensual de carácter gratuito editada por Juan Enrique Soto en formato pdf. El editor de esta publicación no comparte necesariamente las opiniones de sus colaboradores. Cualquier sugerencia, crítica o propuesta de colaboración será dirigida a la dirección de correo electrónico jesoto@cop.es
Un nuevo año está aquí, el 2015. Es hora de hacer balance del año que se nos despide. Echamos la vista a t r á s y t r a t a m o s d e re c o rd a r haciendo un esfuerzo por evocar tantas cosas buenas como no tanto. Es de esperar que el resultado final sea muy positivo. Inmediatamente, satisfechos o no, miramos hacia delante, al futuro y tratamos de hacer pronósticos, con lo mal que se nos dan. Asumiremos compromisos que mantendremos en la intimidad de nuestros pensamientos porque sabemos que lo más normal es que no los llevemos a efecto. Ni a d e l g a z a re m o s s i g u i e n d o e s e programa en el gimnasio; ni aprenderemos por fin ese idioma que se nos resiste; ni… Es así como debe ser porque 2015 tendrá también su 31 de diciembre y algo tendremos que decirle. Mientras, seguiremos leyendo, viviendo aventuras, recorriendo el espacio y el tiempo. Viviremos las historias que nos regalan el cinematógrafo, el caballete y la cámara obscura. Y seguiremos creciendo. ¡Buena travesía! El editor
Editada por Juan Enrique Soto en Griñón,Madrid. ISSN: 2254-0539
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Poesía Conversaciones con Octavio (extracto, y IV), por JES
XVI. Me imagino un desierto cuarteado cuyas arenas no pueden pisarse; las cubren un manto de osamentas peladas, afiladas, agudas, insultantes, tanto que ni el viento vuela a ras por no herirse su piel de aire. No puedo moverme entre los huesos si no es con desquiciante lentitud prudente. Los restos óseos horadan hasta el horizonte y yo no dispongo de tanto tiempo.
XVII. Yazgo sobre una cama. Parezco dormido. Parezco muerto. Sin embargo, escucho mis latidos. Son como palabras. Palabras incompletas. Creo que le faltan las consonantes. Y sólo con las vocales parecen gemidos. Trato de no hacer caso al corazón y, por un instante, se calla. Detenido, su estruendo es mayor, sus gritos más estridentes y el dolor se convierte en alarido ardiente. Sigo yaciendo. Mis piernas estiradas. No hay modo de obtener silencio. Ni fuera, ni dentro.
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XVII. Yazgo sobre una cama. Parezco dormido. Parezco muerto. Sin embargo, escucho mis latidos. Son como palabras. Palabras incompletas. Creo que le faltan las consonantes. Y sólo con las vocales parecen gemidos. Trato de no hacer caso al corazón y, por un instante, se calla. Detenido, su estruendo es mayor, sus gritos más estridentes y el dolor se convierte en alarido ardiente. Sigo yaciendo. Mis piernas estiradas. No hay modo de obtener silencio. Ni fuera, ni dentro. XVIII. Siempre hay que renacer. Infinitos renaceres durante un mismo día y otros tantos cada noche acumulados hasta el momento de despertar. Somos una sucesión de renacimientos después de morir infinitas veces durante una única vida, hasta que nuestra capacidad de renacer se agota definitivamente. XIX. Sutilentes escarapelas alchafaradas en chumbias. XX. Soy entre pausas de versos como el leve aliento antes de pronunciar un nombre, como el descanso una vez pronunciado. XXI. El barco pesquero partió con bodegas limpias y tres marineros de piel curtida y manos quemadas. Por las noches lanzaban sus melancólicas redes en un mar obscuro como envidia. No hubo peces que pescar, sólo tormentas, golpes de océano rencoroso, envestidas hambrientas de seres mitológicos. El barco pesquero regresó con bodegas limpias y dos marineros de mirada esquiva, abatida. En sus redes melancólicas traían palabras como excusas para entregar a una viuda que hasta ahora no sabía que lo era.
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Libro-cine, por Rafa Montañés Pantaleón y las visitadoras, de Vargas Llosa y Lombardi “(…)Tal vez la penumbra es más tentadora que la realidad (…)” Pantaleón, un militar con una conducta intachable, recién ascendido a capitán, es el encargado de una misión de alto secreto en el ejército peruano: facilitar el acceso al sexo a los militares de base para evitar la cada vez más abultada tasa de violaciones en las zonas pobladas, cercanas a los campamentos. Para ello deberá formar a un regimiento de mujeres apodadas “visitadoras”. El argumento, así a grandes trazos, ya incita a la lectura de esta gran obra de Vargas Llosa, su primera comedia, totalmente diferente a lo que llevaba escrito. Le pareció que era un buen momento para parodiar la hipocresía que existía/existe en las jerarquías militares, en Perú ( …¿ Sólo en Perú?). No deja títere con cabeza, pues no sólo reciben los miembros corruptos del ejército, también tiene para la prensa, el clero… eso sí, siempre desde el humor más corrosivo. Muy fácil de leer, cambiando la forma de escritura de mensajes cifrados a sus superiores a narraciones en primera persona, tablas matemáticas, estadísticas… en resumen, la estricta disciplina y el rigor escrupuloso del protagonista en un tema tan frívolo hace que la risa esté asegurada. Si a esa trama le añadimos un asesinato cometido por una secta satánica y la presencia de una “visitadora” brasileña que le hace romper todos los esquemas al “gobernador de Pantilandia”, no hay razón para no tenerla como obra destacada en cualquier biblioteca. La película ya es otro cantar. Se creó para abrir las puertas al cine peruano internacionalmente… y lo consiguió. Es la obra más conocida y reconocida del país andino. Pero digamos que el proyecto se queda en la orilla. Es fiel a ratos a la crítica corrosiva que Vargas Llosa quiso plasmar en el relato, pero se convierte más en un film sobre un adulterio que otra cosa. !5
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Destacable una Angie Cepeda que, por su procedencia, hizo que “la brasileira” de la novela se transformase en la gran pantalla en “la colombiana”. A partir del momento en que aparece ella en pantalla todo, o casi todo, se reduce a la relación amorosa entre ellos dos. Mucho desnudo, imagino que para hacerla más vendible y poco más destacable, salvo algunas vistas de la selva peruana espectaculares. Suele ocurrir que una película consiga elevar a la categoría de best seller un libro olvidado en los rincones bibliotecarios más polvorientos. En este caso ocurre al contrario. El film se sostiene gracias a la fama atesorada por el autor y por la propia novela. Por tanto, película del montón, de esas que encuentras en las liquidaciones a un euro, sin embargo el sabor que te deja en el paladar no es del todo amargo, porque se deja ver, no cae en la chabacanería a la que se presta la trama y consigue hacerte esbozar alguna sonrisa, cosa que se agradece.
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El Yin y el Yan Pretty woman El Yin Hoy vamos fuerte con la crítica de, en mi opinión, una de las peores películas que ha dado Hollywood en su historia. Quizá es la que más veces se ha podido ver por televisión, a la altura de "Los diez mandamientos" en Semana Santa, "Qué bello es vivir" en Navidad o "Lady halcón" en Antena 3, ésta última, cualquier momento es bueno para colocarla. Sinopsis: Tipo rico muy rico precisa de servicios de puta muy puta y se enamora. ¡Qué derroche de originalidad, madre del amor hermoso! Por si fuera poco, los dos actores principales (¿He dicho actores? ), Richard Gere y Julia Roberts, están patéticos. A saber: -Ella todavía espera que alguien en cualquier rincón del mundo se la crea en su papel de prostituta (Sólo superada su falta de credibilidad por Demi Moore en "Algunos hombres buenos") En ningún momento te la llegas a imaginar como tal, salvo en el despacho de algún productor de este film. -Él es el hombre de una sola cara; bueno, pongamos dos, si contamos esa sonrisa pícara que tanto le gusta a mi santa madre. No cambia el gesto ni que le pisen el dedo gordo con zapatos de tacón de aguja. (El Richard, no mi madre)
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Respecto a la banda sonora...nada en contra del pobre Roy Orbison, que murió dos años antes de ver cómo se apropiaban de su canción para este fin tan desdichado. Me imagino al responsable de la BSO estrujándose el coco en su despacho días, horas y hasta meses hasta encontrar la canción ideal: -"Señor productor...ya he encontrado la canción ideal para "Pretty woman"...es...PRETTY WOMAN!!!!!! “ Se me ocurre pensar que si todos hicieran lo mismo, habríamos podido deleitarnos, por ejemplo, con "El guateque" de Blake Edwards con los Laredo y su “último guateque”, "Fresas salvajes" de Ingmar Bergman, amenizada por el exitazo del mismo título de Camilo Sesto …o “Los pájaros” de Hitchcock, con María Jesús y su acordeón en los títulos de crédito…cada vez echo más de menos bandas sonoras originales y no tanto “refrito”… En resumen, un bodrio predecible en todo momento, que únicamente sirvió para reeditar los discos de Roy Orbison, ya en el olvido y para fomentar el cine “palomitero.” RAFA MONTAÑES
El Yan Ya veo que entras pisando fuerte. Lo que aún no acabo de entender es cómo, entre los miles de estupendas películas que has visto en tu vida, la primera que se te viene a la cabeza es Pretty Woman... Háztelo mirar, anda. Entrando en el tema: ¿es una buena película? Pues mira, así a bote pronto, me sale decir que no lo sé. Pero es que luego, parándome a pensar, llego a la conclusión de que no tengo ni repajolera idea de qué tengo que entender como buena película. No he estudiado nada de cine, ni algo que se parezca a "Artes Audiovisuales" para pronunciarme sobre si la dirección es buena o mala. No puedo decir que el guion esté perfectamente hilvanado, sin lagunas, más que nada porque lo que es el guion propiamente dicho no me lo he leído. No me atrevo a decir que los actores sean malos ni buenos. Sólo sé una cosa, sin ser una de mis películas preferidas, tampoco es una de las que detesto. La vi en televisión, pasé una buena tarde y posiblemente hasta aplaudiría para mis adentros cuando la Roberts planta cara a las dependientas bordes,
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esas que toda mujer, sin ser puta (o, al menos, sin pretenderlo), ha enfrentado alguna vez. QuĂŠ quieres que te diga, yo soy pĂşblico-masa... NINES V G
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El libro del mes, por JES Perdido el paraíso, de Cees Nooteboom Tenía muchísimas ganas de leer a Nooteboom desde que leí una entrevista que le realizaron en la revista Letras Libres y el interés se ha visto recompensado. Perdido el paraíso me ha encantado. Una novela relativamente corta pero de gran profundidad sobre seres humanos que, como todos, intenta encontrar su propio lugar en el mundo a la vez que se le dota de sentido, una sentido que trascienda la vulgaridad y las rutinas a que la sociedad nos empuja para que seamos seres adaptados. Lo logra de pleno creando unos personajes que, de modo anecdótico quizá pero también real acaban haciendo que los ángeles divinos cobren vida aunque solo sea en la imaginación y en la voluntad de los protagonistas que hacen de estas criaturas asexuadas y todopoderosas un símbolo de la felicidad pero también de la rebeldía. El azar, la predestinación, el destino, la casualidad forman parte de la trama en esa nebulosa que nos confunde como individuos y nos extraña como lectores, pero que forma parte, se quiera o no, de la vida, independientemente del nombre que le demos. Somos lo que somos gracias a cada paso que damos sea o no la dirección no ya correcta sino la que hemos definitivamente dado. Y eso lo refleja Nooteboom con una sugerente habilidad. Un estilo propio, algo difícil de encontrar, caracteriza su escritura y la convierte en una aventura de leer simplemente deliciosa, de esas que al acabar la obra aumentan el deseo de leer más obras de este autor. Yo así lo pienso hacer y no tardando. !1 0
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Para mí, un gran descubrimiento. Pero claro, todo esto no es sino una opinión, mi opinión. He leído la edición de Debolsillo de 2010, de 160 páginas
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Relato La metamorfosis del templo, por JES Las gallardas columnas sustentan hermosos capiteles, coronas de figuras y ornamentos. Las cúpulas acarician el cielo. Entre tanto esplendor, marcando sus huellas sobre el mármol, un hombre camina descalzo…
... bajo la luz mortecina de una bombilla sucia y desnuda en un maloliente cuarto de baño. Las cucarachas, confiadas, están acostumbradas a la presencia... ... del hombre que viste larga túnica negra hasta los tobillos. Brilla un crucifijo en su pecho meciéndose y golpeando, meciéndose y... golpeando. En su mano derecha, un cuchillo de hoja amplia no brilla porque está manchado... ... de sangre. El grifo oxidado escupe sobre el repugnante lavabo gota tras gota. Sólo se oye su cansina monotonía. El hombre se refleja en los fragmentos de un espejo y apoya sus manos…
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... en la pila bautismal blanca y pura. El hombre introduce el filo en ella y añade un nuevo tono mortal. El agua es así purificada. Su rostro… … es reflejado de forma desigual, atrofiándose. El espejo roto engaña su número y simula cortes inexistentes. Es el semblante de un hombre convencido de su misión. Abre el grifo y lava sus manos ensangrentadas,... ... las saca del agua santa. Se detiene ante el altar. Sobre él descansa una tela bordada, manchada de sangre. Sangre seca y sangre fresca... ... densa y roja que cae al suelo de la habitación. Sobre la mesa, un cadáver de mujer. Tras la mesa, una pared y en la pared, un gran espejo intacto en el que se refleja una imagen vestida de negro que levanta despacio sus brazos hasta formar una cruz... ... soportando la figura de un cristo falso y cruel. El cristo se mueve, anda y sus pisadas traspasan el pórtico, el dintel de la habitación. El eco del silencio vela... ... un cadáver. El hombre ha salido. Lleva un cuchillo entre las ropas y una misión que cumplir en nombre de un dios enfermizo.
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Relato El año de la raíz Por Ana Muñoz Vélez Él observaba la ventana, la nieve se deslizaba pausadamente en el alféizar, como si quisiera descubrir un nuevo motivo a su belleza intemporal. A pesar de que al día siguiente aquella suavidad blanca desapareciera para dejar de iluminar la Última Noche del Año, él sabía que su imagen quedaría impresa para siempre en su retina. Era la primera vez que veía la nieve, y también sería la última, pues en su mundo únicamente nevaba una vez cada cien años. Era hermoso pensar que quizás aquella materia fuera nada más que una visión que alguien pudiera tener una vez en la vida, tal vez despejando dudas acerca de quién era cada uno, dotando quizás de virtudes del alma a los silencios de un pensamiento.
Se levantó al escuchar que alguien llamaba a la puer ta. Miró el reloj, eran las once de la noche, la nieve seguía iluminando el interior de la casa apagada, y su reflejo jugaba junto a la sombra del fuego crepitante en la chimenea. Abrió la puerta, sin esperar nada, y una silueta se quitó el sombrero para presentarse. Él entrecerró los ojos, y la nieve formó luz alrededor de aquel rostro extraño. Era una mujer.
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-Buenas noches – Le dijo ella con una sonrisa. -Buenas noches, ¿qué desea? – Era tarde y le parecía una contrariedad que le interrumpiera su único día de nieve. -Oh, disculpe. Sé que le parecerá de mala educación presentarme así en una noche como la de hoy. -Pues sí, pero dígame ¿puedo ayudarle en algo? – Solo deseaba que dijera lo que tuviera que decir y le dejara solo de una vez. -¿Me parece que es usted Lenyem? -Sí, sí, ¿qué quería? -Encantada de conocerle por fin, yo soy Terminen. – Él le miró con extrañeza, ¿Terminen? No pudo evitar pensar ¿el qué? Contuvo una sonrisa y dijo: -Mucho gusto. – Se dieron ambas manos.
-¿Puedo pasar? – Lenyem carraspeó contrariado pero pensó que debía ser cortés con la dama. Al fin y al cabo, aún quedaba una hora para que la nieve dejara de caer. Luego se iría muy lentamente, tal como había llegado. -Claro, pase.
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Se dirigieron al salón, y se sentaron al lado de la lumbre. Él se dispuso de forma que observaba la ventana en diagonal, quería perderse lo menos posible de aquellos momentos. Ella lo miró un largo tiempo, sin decir nada. A él le pareció que sus ojos destellaban más de lo usual en cualquiera, y por un instante sintió que flotaran hasta sí mismo. Se recompuso y apartó la mirada dirigiéndola hacia la ventana.
-Lenyem, he venido porque necesito hablar con usted antes de que se termine el Año. -¿Qué es lo que le sucede? -A mí nada. Pero debo hablar con usted. – La curiosidad empezó a despistarlo, la nieve ocupó un segundo plano en su mente, y le pareció que de repente la oscuridad de la noche envolviera aquella intención. -¿Sobre qué? -Sobre usted. Sobre mí. -¿No será una de esas visionarias, verdad? – No le parecía una de aquellas personas que se pasaban la vida detrás de ingenuos a los que engañar con sus supuestos poderes alucinatorios. -No. ¿Eres médico? El único de por aquí, ¿no es así? -Sí. Pero me ha dicho que a usted no le sucede nada. -Vamos Lenyem, un médico no solo es un médico en estos tiempos, significa mucho más, ya lo sabes. Debe quedarse aislado de todo tipo de contacto social fuera de su trabajo para poder curar. – Él se quedó callado, esperaba cansado la dichosa causa de aquel contratiempo. – Todos sabemos que en caso contrario no podríais sanar, la soledad es más importante en vosotros, pero se trata de un aislamiento parcial, no lo olvides, una costumbre más que una necesidad en todo momento. -¿Qué tiene eso que ver contigo? – Le pareció que ya no tenía sentido tratarle de usted. -Con todos. Necesitamos que dejes esta noche tu retiro y acudas al último fuego. -Estoy bien aquí. -Es imperativo que acudas. La nieve ha llegado para mostrarte algo.
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-¿Seguro que no eres una visionaria? A mí me parece que lo que dice… -Ven conmigo y lo entenderás. Vamos, ¿qué puedes perder? -Supongo que nada…Pero es que de verdad que estoy bien aquí. – No obstante, algo en los ojos de la mujer le impedía encontrarse tranquilo. Algo en su luz le impelía a irse con ella.
Finalmente acudió. Todo el pueblo estaba allí, alrededor de la enorme hoguera, mirándose unos a otros, en parte hipnotizados por el candor de una noche nevada. Se acercaban las doce. Lenyem miró hacia su lado, donde se había sentado con él la mujer del sombrero y de los ojos de fuego. Pero ya no estaba. A su lado, de hecho, no había siquiera un solo hueco, todos formaban un círculo perfecto lo más próximo al fuego que habían podido. Volvió a mirar el centro de aquella hoguera, y fue entonces cuando la vio a ella. En medio de las brasas, quitándose de nuevo el sombrero, y mirándolo con unos ojos asombrosos. Cada uno de los que estaban al lado de Lenyem miraba el fuego con cierto reconocimiento, con un retroceso en el semblante, con la mirada contemplando más allá de las llamas. Y todos entendían de repente por qué estaban donde estaban, por qué la nieve caía una vez en sus vidas, y por qué todos los hombres de una ciudad tenían una edad similar. De pronto, el fuego mostró las caras del pasado, un pasado cada vez más lejano, contando la historia de delante hacia atrás, hasta que el entendimiento del fuego se adentró en sus mentes y ellos vislumbraron que la nieve les ofrecía sus raíces a la edad en que debían verlo, con una mente ya madurada para aquella visión. Una generación entera comprendiendo de dónde venían. No, ella no había sido una visionaria después de todo, sino que había sido una visión antepasada que desaparecía entre la compresión del pretérito de su mundo. Un mundo lleno de maravillas. Una vida repleta de historia. Una verdad. La nieve…
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Literarte, por Lydia Alonso La matanza de los inocentes
El 28 de diciembre es el día de los inocentes. Aunque ahora lo celebramos gastando bromas a nuestros allegados la historia de su origen es muy truculenta. La masacre de los inocentes se produce con el nacimiento de Jesús en tiempos del rey Herodes. Aparecieron entonces unos magos de Oriente en Jerusalén preguntando por el rey de los judíos puesto que habían visto su estrella e iban a adorarlo. Herodes enfadado porque quería todo el poder, convoca a los principales sacerdotes y escribas del pueblo para informarse del lugar de nacimiento del elegido. Estos le explican que el lugar era Belén de Judea porque así lo había escrito el profeta: Y tu Belén del país de Judá, no eres de ninguna manera la menor entre las principales (ciudades) de Judá, porque de ti saldrá el caudillo que apacentará a Israel mi pueblo. Herodes llama a los magos y los envía a Belén mientras les dice: “Id y buscad cuidadosamente al niño, y cuando lo hayáis encontrado, hacédmelo saber, para que vaya yo también a adorarlo”. Así, los magos se pusieron en marcha tras la estrella que les guió hasta el lugar donde estaba el niño. Entraron, se postraron ante él adorándole y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra. Después avisados en sueños que no volvieran a informar a Herodes, regresaron a su país por otro camino. La narración continúa entonces en el Evangelio de San Mateo (Mt. 2, 16-18): Entonces Herodes, viendo que los magos lo habían burlado, se enfureció sobremanera, y mandó matar a todos los niños de Betlehem y de toda su comarca, de la edad de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió la palabra dicha por el profeta Jeremías: “Un clamor se hizo oír en Ramá, llanto y alarido grande: Raquel llora a sus hijos y rehúsa todo consuelo, porque ellos no están más. Desde el siglo II, en el que esta historia ya es mencionada por los Padres de la Iglesia, a éstos se les considera los primeros cristianos mártires y por lo tanto, santos. En el siglo !1 8
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IV se les conmemoraba también en homilías vinculadas a la celebración de la Natividad para más tarde asociarla a la Epifanía o Adoración de los magos. Se instituye entonces el culto fijándose para el 28 de diciembre en la Iglesia de Occidente, mientras que la Iglesia Ortodoxa lo celebra el 29 del mismo mes. Esta masacre aparecerá diversas formas a lo
e n e l a r t e d e mu y largo de la historia.
Durante la Edad representaciones se galorromanos y placas de díptico con las Cristo (que permanece de Berlín).
Antigua sus limitan a sarcófagos de marfil como la hoja escenas de la vida de en el Museo Staatliche
En la Edad Media esta narración se hace muy conocida gracias al drama litúrgico y el teatro medieval (el “Officium Stellae” fue de los más famosos) que inspira a la hora de reproducir este tema en los soportes típicos de esta etapa como por ejemplo en manuscritos, mosaicos y esculturas. Dentro del ámbito arquitectónico las imágenes más importantes son las pinturas murales. Entre éstas destaca la Colegiata de San Isidoro de León. Denominada “la Capilla Sixtina del Románico” y fechada entre los años 1100-1150 dC. La pintura muestra un conjunto de arcos y columnas que simulan el palacio de Herodes, quien se encuentra sentado observando cómo los soldados llevan a cabo la matanza. A pesar de que el Románico tiene un estilo generalmente tosco, en estas pinturas podemos percibir un gran naturalismo en las figuras, que aunque no expresan nada si tienen diferencias en cuanto a los rostros mediante las barbas, cabellos… Es especialmente real el detalle del soldado atravesando con su lanza a otro de los infantes aunque ninguno de los críos muestre señal alguna de dolor. Otra gran muestra de esta temática es el ciclo de pinturas de la Salvación que se encuentra en el Museo Diocesano de Jaca, procedente de la Iglesia de los Santos Julián y Basilisa de Bagüés en Zaragoza. Fue pintado hacia el año 1000 y aunque ambas son de autor desconocido (algo normal en estos siglos, donde el concepto de artista no estaba !1 9
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aceptado pues los pintores y escultores eran apenas obreros que seguían unas directrices y no podían expresar libremente su arte) podemos apreciar un dramatismo más acusado en el propio exterminio de los niños que el que se ve en las imágenes de León. Este relato decreció en popularidad en el arte Gótico y sólo es narrado en distintas partes de las iglesias a la hora de darle un sentido didáctico y doctrinal al pueblo analfabeto. Podemos verlo en frisos, tímpanos o incluso en las vidrieras de los templos. El gran artista del Trecento Giotto di Bondone pinta en la capilla Scrovegni otra matanza de los inocentes entre los años 1302 y 1305. Este fresco refleja el momento en el que Herodes, subido en un templete, da la orden de asesinar a los infantes. Mientras, los secuaces del rey ya han matado a unos cuantos y están capturando a otro en ese instante. Las figuras aún se mantienen muy fijas y con cierta isocefalia (todas las personas tienen la cabeza casi a la misma altura) a excepción del esbirro del centro que gracias a la diagonal que forma su brazo logra algo de dinamismo. Las madres a la derecha parece que permanecen impasibles ante la situación sin apenas luchar por la vida de sus hijos pero aun así se potencia un poco el dramatismo por el montón de niños asesinados. Domenico Ghirlandaio termina en 1490 la decoración de la capilla Tornabuoni en Florencia. Dentro del amplio programa iconográfico encontramos de nuevo el tema que tratamos. E n é l ve m o s u n a i m a g e n característica del Renacimiento, tanto en el arco posterior típico del arte Romano como en la profundidad que nos proporciona mediante sus arcadas. En primer plano contemplamos la escena de la masacre con multitud de figuras con distintas siluetas diagonales, horizontales y verticales que le dan movimiento a la obra. Gracias al estudio
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del cuerpo humano unido al dinamismo de los ropajes también hacen que la escena sea más real y creíble. En el Barroco encontramos una obra llena de perfección e innovadora. Este cuadro de Guido Reni representa claramente la corriente clasicista de esta etapa con claridad, dominio del dibujo y correcta administración del color donde el sentimiento dramático parece perfectamente controlado y dosificado para contribuir a la expresión del momento. También intuimos la otra corriente barroca, la tenebrista o caravaggista en los verdugos que recuerdan a personajes de Caravaggio. Se introducen dos nuevas variantes: el formato vertical y los ángeles que aparecen en el cielo para repartir entre los niños las palmas del martirio. Nicolas Poussin hará un cambio también notable. En vez de reflejar la masacre en conjunto la pieza muestra el momento concreto en que un soldado aplasta a un niño mientras es agarrado por la madre que intenta impedir el suceso. Podemos percibir un enorme dramatismo correspondiente a la acción, la impotencia y el dolor de la madre y el sufrimiento del bebé. A la derecha una figura femenina parece trastornada tras los hechos acontecidos y mira al cielo. Se conserva un boceto de esta obra en el que podemos apreciar como es muy parecida puesto que la madre, su hijo y el soldado aparecen casi en las mismas posiciones, pero encontramos dos diferencias: la presencia de infantes muertos alrededor y que la mujer de la derecha aparecía abrazando a su bebé y observando la acción principal. Estos sólo han sido unos cuantos ejemplos de obras inspiradas en este relato de la Biblia. Pero muchos más artistas pintaron esta historia: Fra Angelico, Brueghel el Viejo, Rubens, Tintoretto, Navez…Aunque no estén comentadas no dejan de ser ni mucho menos recomendables.
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La foto del mes Guitarra
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La Barca © Juan Enrique Soto Sugerencias y suscripciones en: jesoto@cop.es Juan Enrique Soto, nació en un pequeño pueblo cerca de Frankfurt, Alemania, pero se crió en el popular barrio de Vallecas, Madrid. Ha publicado la novela El silencio entre las palabras con la Editorial Baile del Sol y La Barca Voladora con Creápolis Impulsa. Entre sus galardones literarios se destacan: ganador del Primer Certamen de Relatos Himilce, finalista en el Tercer Certamen Internacional de Novela Territorio de la Mancha 2005, ganador del I Concurso de Relatos de Terror Aullidos.com y del Primer Premio de Poesía Nuestra Señora de la Almudena, Valladolid. Ha sido finalista o recibido mención en los certámenes V Hontanar de Narrativa Breve, XVIII Concurso Literario de Albacete, Primer Concurso Internacional de Cuente Breve del Taller 05 y Primer Certamen Literario Francisco Vega Baena. Algunas de sus obras pueden encontrarse en diferentes portales de la web.
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Siempre llaman a las diez Edici贸n especial La Barca, enero de 2015 Juan Enrique Soto
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Escena
Salón de una casa habitada por tres mujeres, tres generaciones de la misma familia. Aurora, la abuela, octogenaria, vestida de luto riguroso, sentada en su viejo si"ón, mira nerviosa a su alrededor como si esperase ver a alguien surgir de cualquier rincón. Marta, su hija, recién cumplidos los sesenta, aguanta en un hipo compulsivo sus nervios desbocados y un "anto fácil pero pesado, típico de los derrotados. Su nieta, Rosa, a punto de cumplir los cuarenta, se muerde las uñas y aprieta las pequeñas infecciones de los dedos para esconder el miedo tras el dolor y las burbujas de pus. Ambas están sentadas alrededor de una mesa cami"a.
AURORA (Santiguándose repetidamente)
-Son las almas sin sepultar en terreno santo de los caídos en nuestra guerra, que vienen a recriminarnos nuestra culpa.
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Las tres, en silencio, mastican su propio ritual y de cuando en cuando miran al viejo reloj de pie a punto de marcar las diez de la noche. El tic-tac del reloj se escucha potente en el silencio de la habitación. Dos minutos antes de las diez, la hija se levanta y se acerca a la ventana. Las cortinas están echadas y las ventanas cerradas. Repasa con el índice el estampado de flores. Después, se abraza a sí misma y se queda mirando hacia donde debieron quedarse las hue"as de sus dedos.
MARTA
El viejo reloj, entonces, preludia con su sintonía de campanas los diez golpes preceptivos. Inmediatamente, las mujeres se miran a los ojos, abiertos, muy abiertos. Marta y Rosa se dan las manos y las aprietan buscando consuelo y refugio. La última campanada queda colgando, repartiendo su eco por la habitación. Inmediatamente después, suena el teléfono.
La abuela sigue rezando. Marta da tres pasos decididos pero todo su aplomo desaparece cuando estira la mano hacia el aparato. La mano e tiembla. Por fin, lo descuelga. Sujeta el auricular como si estuviera manchado de materia corrupta. So"ozando, se lo acerca al oído.
La abuela comienza a persignarse compulsivamente y a repasar las cuentas del rosario que tiene preparado junto al cojín del si"ón; su hija rompe a "orar y la nieta hunde la cabeza entre las manos.
AURORA
-¡Cógelo, por Dios!
ROSA (Gritando) -¡Cógelo tú! ¡Yo no resisto más!
MARTA (Balbuceando) -¿Sí? Inmediatamente se tapa la boca con la otra mano sin disimular el "anto liberado. Cuelga despacio y, sin dejar de "orar, se deja caer en el sofá. El rumor de los rezos de la abuela continúa.
-¡No puedo más! ¡No puedo más! ROSA El teléfono suena, incansable.
(Vuelve a gritar) -¡Deja de rezar! ¡Deja de rezar!
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Rosa "orando se acerca a su abuela, le acaricia la cabeza y la besa varias veces.
-¡Es una bruja!
MARTA Las tres mujeres permanecen inmóviles entre sus en murmu"os, suspiros y silencios hasta que el cansancio las vence.
ROSA -Debemos llamar a Tía Berta. ¡Ésta no es manera de vivir!
Aurora y Marta se miran escandalizadas pero también desesperadas. Ambas bajan la cabeza asintiendo.
MARTA -¿A mi hermana?
ROSA -No hay otra opción, Mamá. Tenéis que olvidar el pasado. Ha transcurrido mucho tiempo y es hora de perdonar. Y sólo ella puede ayudarnos.
-¡Madre! ¡No diga eso! En el fondo ella es como es y hay que respetarlo.
AURORA (Enfurruñada) -¡Es una bruja!
MARTA -Es su hija. Y también es mi hermana.
ROSA -¿La llamarás entonces?
Marta suspira. Se levanta hacia el teléfono y lo mira con aprehensión. Del cajoncito de la mesi"a extrae un cuaderno y busca entre sus páginas. Descuelga el auricular, mira el cuaderno, respira hondo y marca siete números.
MARTA AURORA (Murmura entre dientes) 3
-¿Berta?... Sí, soy yo, Marta... Sí, mucho tiempo. Demasiado... ¿Madre? Bien, está
bien. Escucha. Tenemos que hablar... No, aquí, en casa. Es muy importante... Sí, yo también me alegro de haberte escuchado... sí, esta tarde está bien, muy bien... Te esperamos... Hasta ahora. (A las otras) Esta tarde viene.
Rosa se acercó a su madre y le dio un abrazo.
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Escena
El mismo salón. Las mismas mujeres. Las tres están sentadas en silencio. Se sobresaltan cuando suena el timbre de la puerta.
ROSA -Debe ser Tía Berta.
Con la mirada Marta suplica a su hija que sea e"a quién abra. Rosa sale del salón y regresa al momento con Tía Berta, una mujer en mitad de los cuarenta, vestida un tanto estrafalaria con vivos colores, muchos abalorios colgando de sus muñecas y de su cue"o. Se acerca a su madre y le da un beso en la %ente. Aurora se deja besar pero no hace ningún gesto de cariño. Después, Tía Berta se acerca a su hermana Marta y se quedan mirándose hasta que se dan un abrazo y un beso en la meji"a. Marta la "eva de la mano hasta el sofá en el que se sientan.
TÍA BERTA 5
-Debe de ser muy grave lo que sucede. Parece que habéis visto a un fantasma.
-Rosa, hija, ¿te importa hacernos un poco de té?
Abuela, hija y nieta se miran indecisas. Aurora y rosa agachan la cabeza, declinando ser designadas para el relato de los hechos. Marta suspira y sujeta la mano de su hermana con las suyas.
ROSA -Claro que no. (Sale)
MARTA MARTA -Hermana mía, lo que vamos a contarte no es fácil para nosotras. Sin embargo, sabemos que si hay alguien que vaya a creernos, esa eres tú. No nos taches de locas porque lo que nos aflige es tan grave que nos sentimos consumidas en vida.
TÍA BERTA (Con preocupación) -No importa lo que sea que queráis contarme. Sólo con veros se ve que es grave, muy grave y, antes de que me digáis qué es, estad convencidas de que creeré cada palabra que oiga.
MARTA (Asiente y traga saliva. Le cuesta encontrar las palabras para iniciar su relato)
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-No sé cómo empezar. Verás, hace unos siete años (consulta con su madre con la mirada el tiempo transcurrido y la abuela, que está muy seria, asiente), sin saber por qué, a las diez en punto de la noche, suena el teléfono. Mira, lo digo y se me pone un nudo aquí en el estómago que no puedo.
TÍA BERTA -No te preocupes. Prosigue sin miedo.
MARTA -Pues, bien, da igual quien descuelgue el teléfono, la respuesta es siempre la misma: nada, nada en absoluto, un silencio atroz. Y en siete años no ha dejado de sonar ni un solo día.
TÍA BERTA
-¿Todos los días en siete años? TÍA BERTA MARTA -Todos y cada uno de ellos.
TÍA BERTA -¿Y nunca ha habido respuesta?
-¿Y no puede ser, qué sé yo, una avería o algo así? ¿Habéis comprobado algo, no sé, con la compañía de teléfonos?
MARTA
-¡Qué extraño!
-Lo hemos probado todo. Hemos cambiado de número más de veinte veces y nos hemos vuelto paranoicas para no dárselo a nadie, que ni la niña se lo ha dado a sus amigas, ni en el trabajo, ni nada. (Susurrando) Ni novio se ha podido echar y ya está en los cuarenta, que se nos va a quedar descompuesta. Pero bueno, a lo que iba. Incluso hemos cambiado de número en días consecutivos y ni por esas, a las diez en punto volvía a sonar. Pensamos que, quizá, fuese un mal funcionamiento de la compañía, pero los operarios de averías jamás encontraron el menor fallo en la línea. El aparato ha sido sustituido incontables veces. Hemos instalado modelos de todo tipo sobre esa mesita con lámpara del rincón. (Aguanta una lágrima) Siempre daba lo mismo.
ABUELA
ROSA
-Extraño, no, hija mía. ¡Aterrador! Que lo nuestro ya no es vida ni es nada.
(Entra y sirve té para las cuatro)
MARTA -Nunca.
TÍA BERTA ¿Nada?
MARTA -Nada.
TÍA BERTA
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-Y eso no es lo más extraño, Tía Berta.
TÍA BERTA
trastornada hasta un punto que escapa a nuestra comprensión.
-¿Qué puede ser más extraño, cariño? MARTA ROSA -Pues... pues que si nos marchamos de casa, vayamos donde vayamos, aunque sea a un restaurante, a las diez en punto viene un camarero y nos dice que alguien pregunta por nosotras. Los camareros no saben cómo explicarlo, simplemente cogen el teléfono y saben que es para nosotras, aunque nadie les diga nada. Y si permanecemos en la calle toda la noche, huyendo, con terror por pisar nuestra casa, da igual a la hora a la que regresemos, el teléfono sigue sonando y los vecinos nos dicen que está así desde las diez.
-¡Nada, Berta! La Policía le habría descubierto, que nos conocemos a toda la Comisaría, a todos los comisarios, a todos los policías, que ya nos tratan de locas y hace años que no vamos y si nos ven, nos eluden y se llevan el dedo índice a la sien.
Tía Berta se levanta y recorre pensativa la habitación. En ocasiones cierra los ojos, pone boca de pez y "eva las palmas de las manos al %ente. Las demás la miran dar titubeantes pasos y tropezarse con los muebles.
ROSA MARTA -Una broma no puede ser. Nadie persiste durante siete años de ese modo sin variar ni un ápice. ¿Y quién aguantaría tanto? ¡Ni un loco lo haría!
-La abuela dice que son los espíritus de los muertos en la Guerra Civil, que nos persiguen, pero yo no lo creo. No hicimos ningún mal a nadie. Yo, ni había nacido siquiera.
AURORA TÍA BERTA -¿Y un psicópata? Un psicópata sería capaz, que la mente de esos individuos está 8
(Se santigua de nuevo) -¡Lo son! ¡Vaya que si lo son! ¡Son ánimas perdidas que quieren ajustar cuentas, Ave
María Purísima! ¡Eso es por tu padre, que debió de fusilar a muchos curas!
daré con ella y la neutralizaré. ¡Confiad en mí!
MARTA
AURORA
-¡Madre! ¡No se le ocurra hablar así de Padre! Fue un buen hombre.
-Por eso te hemos llamado, hija, que tú eres un poco bruja.
AURORA
MARTA
(Murmurando)
(Escandalizada)
-Un buen hombre, un buen hombre. Valiente cobarde.
-¡Madre!
AURORA TÍA BERTA (Poniéndose seria) -Deberíais haberme llamado antes. Esto es muy serio.
-¿Acaso no es cierto? ¿No vive de vender conjuros y sortilegios que se ha ganado el Infierno a pulso?
MARTA AURORA, MARTA Y ROSA
-No la hagas caso. Ya sabes cómo se pone.
(A coro) -¡Vaya que sí lo es!
TÍA BERTA -Esto tiene toda la pinta de ser una manifestación espiritual de algún tipo y, si lo es,
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TÍA BERTA -No te preocupes. Estoy acostumbrada. (A su madre) Y no vendo sortilegios ni conjuros. Sólo ayudo a que la gente se sienta un poco más feliz. Les leo la mano y les aconsejo. No hago ningún mal. No fabrico pócimas ni monto en escoba y mirar mi nariz
(señalándosela), es perfecta, sin verrugas ni pelo.
-Discutiendo eso no vais a solucionar nada y son casi las diez.
AURORA
Las mujeres se envaran al escuchar la hora fatídica, tragan saliva y se reparten por los asientos de la habitación, cada una con sus propios rituales ansiosos, concentradas en el tic-tac del reloj que se escucha fuertemente.
(Sin dejar de murmurar) -Al mismísimo Infierno que vas a ir. Como tu padre. Tú piensa lo que quieras hija, pero tu padre fusiló curas y monjas contra los muros de las iglesias y los conventos saqueados e incendiados y luego arrojó los cuerpos por los montes para que no los sepultaran en tierra sagrada. Son sus almas errantes las que nos persiguen, ahora que mi marido ha muerto y no ha podido pagar sus culpas.
ROSA -Abuela, no empiece otra vez con eso.
MARTA -Madre, no miente las ánimas, que detrás de todo esto debe de haber una explicación lógica. ¡Y nadie pudo probar lo de Padre!.
TÍA BERTA
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Suenan los cuartos previos y comienzan las campanadas. Lentamente, de una en una. Tía Berta se levanta a la octava campanada y se acerca al teléfono, cierra los ojos y pone las manos sobre el aparato, canalizando sus energías positivas. Cuando el eco de la décima campanada se diluye en la distancia, suena el teléfono. Tía Berta no puede evitar dar un pequeño respingo, a pesar de su concentración y de que, evidentemente, esperaba que sonara. Respira hondo varias veces. Las demás mujeres no pueden hacerlo, la miran fijamente, petrificadas. Cuando se cree con la mente lo suficientemente abierta para captar cualquier energía que quiera contactar con e"a, descuelga el auricular. No dice nada, se mantiene a la espera. De pronto, sus ojos giran volviéndose blancos y su cuerpo comienza a temblar de arriba a abajo. La abuela agarra el rosario y repasa las cuentas rezando. Marta hace ademán de levantarse y su movimiento se congela cuando los ojos de su hermana recuperan su posición normal y el temblor
desaparece, aunque la expresión de su rostro es aterradora. Tía Berta abre los ojos lentamente hasta que parece imposible que los globos oculares no se salgan de sus cuencas y, con el auricular junto al oído, comienza a lanzar unos gritos que hielan la sangre de las demás mujeres. Marta corre hacia Tía Berta y la zarandea. Tía Berta reconoce a su hermana, pero no puede dejar de gritar. El teléfono se le cae de la mano y, sintiéndose libre, sale corriendo arrasando la mesita, a su hermana y a varios muebles más, hasta que "ega a la puerta de la ca"e, la abre y huye de la casa. Se pueden escuchar sus gritos enloquecidos mientras baja por las escaleras hacia la ca"e. La abuela reanuda su rosario; Marta contempla la estela de destrucción que Tía Berta ha dejado en su huída; Rosa mece hipnotizada su mirada en el balanceo del auricular. Marta recompone finalmente sus ropas, mira a su familia con seriedad, coge su bolso, el de Tía Berta y se dirige hacia la salida.
-¡Santa María, Madre de Dios!
ROSA (Señalando) -¡El teléfono!
AURORA (Repitiendo y señalando) -¡El teléfono!
Marta deja los dos bolsos sobre un si"ón y se acerca lentamente hacia el teléfono. Toma el auricular y sigue el cable que cuelga.
MARTA
-¡Está roto! (Muestra el extremo del cable roto a las otras) ¡El teléfono está roto!
MARTA (Bajo el dintel de la puerta del salón) -¡Que Dios os ampare!
AURORA (Llevándose las manos a la boca) 11
ROSA (Grita) -¡Claro! ¿Cómo hemos podido ser tan estúpidas? ¿Cómo no lo hemos pensado antes? ¡Arrojémoslo a la basura! ¡No tengamos teléfono!
MARTA -¡Pero qué estúpidas hemos sido!
AURORA (Grita y aplaude) ¡A la basura! ¡A la basura!
Sus rostros reflejan un entusiasmo inaudito. Rosa sale y regresa con una bolsa negra de basura, lo abre mientras Marta coge el auricular con el cable colgando, desenchufa el aparato y lo echa todo en la bolsa de plástico. Luego se sacude las manos.
AURORA (Mira su reloj acercándoselo mucho a los ojos para poder verlo) -¡Daros prisa! El camión de la basura no tardará en llegar.
Rosa cierra la bolsa de basura con un fuerte nudo y sale corriendo hacia la ca"e. Aurora y Marta se asoman al pequeño balcón a observar como el camión hace su recogida. Aurora entra aplaudiendo nerviosa. Entra Rosa y las tres se abrazan "orando y riendo.
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Escena
El mismo salón. Las tres mujeres se mueven felices por el salón. Si se cruzan, se acarician o se besan con cariño. Marta de queda mirando la mesita donde estaba antes el teléfono. En su lugar, sólo hay un tapete blanco de ganchi"o. Las otras dos se acercan a e"a y, sin dejar de mirar la mesita, se cogen del brazo, entre satisfechas y temerosas.
ROSA -Son casi las diez.
MARTA -Las diez.
Cada una se sienta en su sitio habitual y trata de aguantar la ansiedad con sus rituales cotidianos. El cari"ón da los cuartos y seguidamente cada una de las diez campanadas. Las tres mueven los labios contando en silencio. El eco de la última campanada se diluye y las 13
tres mujeres, tensas como cuerdas de piano, esperan que suene un aparato que no existe. Al no sonar ningún teléfono, Aurora no pasa las cuentas de su rosario, Marta ahoga su sonrisa con la mano y Rosa no sabe si reír o "orar.
Se escuchan tres golpes muy fuertes en la puerta de la casa.
Los tres golpes vuelven a sonar.
Marta fue la primera en levantarse. Rosa la sigue de cerca. Se acercan lentamente a la puerta. Marta alarga la mano hacia el picaporte.
AURORA Las mujeres gritan del susto. Se hace de nuevo el silencio.
Vuelven a sonar tres golpes fuertes en la puerta.
(Da vueltas al rosario desordenadamente) -¿No miras antes por la mirilla?
ROSA ¡Sí, sí!
AURORA -¿Quién será?
Marta acerca la cara a la miri"a con una lentitud dolorosa.
ROSA -¿Y por qué no llaman al timbre?
MARTA ¡Nada, no veo nada! ¿Abro?
Los tres golpes vuelven a sonar. AURORA AURORA (Apretándose a su si"ón) -¡Deberíamos abrir! 14
¡Abre!
Marta gira el picaporte. Abre la puerta abrió poco a poco. Saca la mano buscando el interruptor de la luz. La enciende. Asoma la cabeza, la gira a un lado y al otro.
(Más animadas) -¡Nadie, nadie!
MARTA MARTA
(Sonríe confortada)
(Temblando)
-No había nadie al otro lado de la puerta.
-Vacío. Está vacío. No hay nadie. ROSA Rosa asoma también su cabeza. La luz de la escalera se apaga. Las dos mujeres gritan. La abuela grita. Marta cierra rápido la escalera y abrazada a su hija entran la habitación.
(Aliviada) -Y eso que han llamado.
AURORA MARTA
-Y siempre llamaban a las diez.
-¡No había nadie, Madre!
ROSA
Las tres mujeres se quedan petrificadas mirándose unas a otras.
-¡Nadie, Mamá! ROSA AURORA (Canturrea)
(Con voz temblorosa) -¡Mamá!... Y después de llamar a la puerta de la calle, ...¿dónde llamarán?
¡Nadie, nadie! TELÓN AURORA Y ROSA 15