Establecí con el paisaje relaciones contemplativas, visuales y prefiguradas. Lugares abstractos rayados en papel una y otra vez, inscritos sistemáticamente con fuerza, firmeza, con geometrías propias de planos euclidianos, coloridos y caprichosos. Representaciones bidimensionales que no materializan o representan el objeto en sí, sino la sensación bruta de belleza, la emoción provocada de la geometría natural. Así construí mis acercamientos al paisaje, al fin y al cabo situaciones iniciales de afecto. Lo sentido proviene de la actividad liberadora que tiene el poder de ir a buscar un origen más allá de la realidad y que nada cambia, se trataba de imaginarlo.