AUNIA 09

B ilb ao

Viejos puentes V ito r ia - ó a s t e iz

La Judería La ruta de OS Gentiles hi' '

Tierra de Ayala

Paso hacia Compostela W W W . a u

N lA.ORC

Construida a comienzos de! siglo XVl por 1a familia Salazar, fue reformada afínales del siglo XVII Simón de la Cuadra. ^

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Tras haber sido restaurada por - ' y ej Departamento d^^JDultura de

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la Diputación Foral de Bizkaia se habrira al publico próximamente.

En su interior se h^ecuperado el ambiente del taller ferrón y de las-carboneras del siglo XVIIl y se han habilitado dos satas que explican el funcionarniento de ja^ terrería, así como^siLfiyQiuciQ lo largo del tiempo

-í^íuncionami /' •-vr'-.v,

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Horario de El Pobal Invierno; mañanas de 10:00 h. a 14:00 h.

Verano: mañanas de tO:OOIi. a 14:00 h. tardes de 16:00 h. a 20:00 h.

-Lunes cerrado.

Visitas guiadas. Demostración del trabajo de hierro.

B i¿ k a ik ü Fo'^u A ld u n d ia

D ip u t a c ió n F o r a i d e B iz k a ia

U rlìak esan zuen gizakia i asetasun età p o zta su n a behai z u ze n k i lo tu ta zeudela. Hortaz^ ja k ia k ondasun eskasa ziren garaian, edozelako ja k ì herezì b atek egundoko g a ilen tzea zekarreiìf età d isfru ta tzen zen egunari ja i ku tsu a em aten zion, halabeharrez.

H ori g erta tu ko zen in txa u rsaltsa m ahi gainera eroaten zen egunetan: beti ja i bereziei lo tu rik età, b a tik bat, gabonei.

E za g u n a k dira in txaurrek osasunerako d itu zte n onurak età p rezia tu a da, b a ita egun ere, duen zapore atsegina. B aina z iu r aski, g u re azoka-sakia hain beterik dakarfjun /zflrifitan, ez g a ia gai

A h a zteko bidè an dagoen Euskal H erriko azkenbur.uko tipiko bau ekcirri dugu gògorà, bere érrezeta gal ez dadin età b a tez ere, bere usain gozoèn xarm ak berriro lìlura gaif/:tìin. Rebarrik ì/a n ez arrcn,..

Podemos dejìnir a l peregrino corno una persona que por devoción, voto o cualquiera otra razón visita algún santuario,y más concretam ente el de Santiago de Compostela como es nuestro caso.

Pero realm ente el peregrino era algo más, eran pies que buscaban terrenos extraños, que ansiaban atravesar, decididos, los más extraños páramos. El peregrino era y es un m ortal que del camino hace su vida, siem pre desapegado de lo m a teria l y en tránsito b a d a el más allá, la gioí R esulta difícil seres q u ^ ^ ^ í a diraresaron n u e s f l|||H |^ h i^ |P ^ e n d o cobi y rogando alim ento, a aquelk hom o viator, que como som] a travesaronj3M£SitÈ^iÈaiùei historia.

H emos acercado a estas ¡meas ¡o poco que sabemos de sus ejím eras presencias, escaso m a teria l pero básico para elucubraciones posteriores,ya con objetivos de mayor alcance. Damos la idea, la orientam os porque comQya recordó Jesucristo, el gran guía de los peregrinos, **Ego sum via*\-^)^) .uty el camino".

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VITORIA-GASTEIi OTAAMiïADDECAMINO«?"^

Congtnos y V i m )

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© 945 161 598 • www.vitoria-gasteiz.org/turismo

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Colaboran: A y u n ta m ie n to d ( V it o n a - G a s t e iz V l(orl« -C M t*< 2 k o

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9 Zk. NEGUA Ritxar A girre, Niko Astobitza, Mikel Gorrotxategi, Txem i Llano, Toti M artinez de Lezea, Luis Padura, Jose Ignacio Salazar, Kepa Sojo, Jose L uis U m itia, Gabriel Vázquez y A itor Ventureira M apas: NONDIK

ARGITARATZAILEA: AUNIA KULTURA ELKARTEA Torrea, 16 01408 - LUIAONDO 945 891 976 www.aunia.org ZUZENDA RITZA ETA ERR EDA K ZIO TALDEA: Juanjo Hidalgo Felix M uguruza DISEIN U A ETA MAKETAZIOA: X abler Armendariz basatia@ aunia.org M O LDIZTEG IA Gráficas Lizarra - LIZARRA D.L. N A 3055 - 2002 I.S.S.N: 1695-3932

SUMARIO 6

Aiara: Paso hacia Compostela Jose Luis Urrutia

34 Portico de Laudio Kepa Sojo

46 Aldama; Barrio de Montaña Juanjo Hidalgo

Eskerronak Luiaondoko Administrazio Batzarrari

68 Judería de Vitoria Toti Martínez de Lezea

82 Nombres de pila

|

Mikel Gorrotxategi Nieto

142 Espino blanco Elorri Gabriel Vázquez

96 Viejos puentes de Bilbao José Ignacio Salazar Aretxalde

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146 Publicaciones Recibidas

112 Aralar:EnbuscadelosH 148 Nuestras Gentiles i’ Publicaciones Aitor Ventureira

128 Intxaur-saltsa Niko Astobitza Pikatza

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LA TIEKKA D £ A yA LA

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a aparición en e confín del m undo conocido de los luesos de EL HIJO D E L .

T R U E N O , movió

a gentes de to d a . r o p a en dirección Eiirop a (¿oficia. Aque - ^de primer, anfTu ir peregrinos se convertiría siglos m ás ta rd e en u n a .a v a l a n c h a de viaieros que, ^ ejan ao o tras am ilia y hogar, se ech ab an a los cominos. Algunos de estos cominos p a s a ro n por la Tierra de Ayala.

u an do T e o d o m iro , obispo de I r ía Flavia, tuvo noticia de los peculiares sucesos, se puso en camino hacia la parroquia de San Félix de Lovio.

Posiblemente las visiones de Pelayo, el humilde ermitaño que había hecho co rre r la voz, no le hubieran merecido más atención que una socarrona sonrisa, pero el que varios vecinos atestiguaran haber visto lo mismo despertó su curiosidad, b u ra n te tre s días se preparó espiritualmente, guardando completo ayuno, a fin de imbuirse de la gracia divina necesaria para e nfrentarse a un caso como aquél, y después se dirigió al lugar de los prodigios, al bosque sobre el cual, durante algunas noches, se habían observado extraídas luces y

apariciones supuestamente angelicales. Temeroso sin duda, el obispo respiró hondo, hizo acopio de fu erzas y se internó en la espesura. En medio de la tupida arboleda, e n tre la maleza, descubrió una especie de muro, una especie de pequeña construcción de piedra.

Sus ojos, tra s entornarse reflexivam ente, se abrieron de par en par; su corazón palpitó excitado como nunca antes lo había estado; sus trém ulos labios se separaron para, solemnemente, d ecir a los que le acompañaban: "He ahí el sepulcro del apóstol Santiago".

Inform ado el rey astur Alfonso I I del hallazgo de los restos m ortales de Santiago el Mayor, uno de los discípulos predilectos de Jesús de N azareth, se personó en el lugar, adoptando al apóstol como patrono de España y ordenando e rig ir allí mismo una basílica en la que poder honrarle».

sí, de esta manera, p o d r í a resumirse en pocas palabras y en clave de leyenda, el na c i mi e n t o de uno de los fenómenos más grandes de la historia: el Camino de Santiago. Un fenómeno que ha perdurado con mayor o menor arraigo a lo largo de los siglos y que hoy en día goza de una popularidad y de una atracción que anima a gentes de todo el mundo a realizar su recorrido y llegarse hasta la ciudad de Santiago de Compostela, y más concretamente hasta su catedral, para abrazar al santo patrón.

La realidad histórica es mucho más prosaica y racional.

Estamos en las primeras décadas del siglo IX; hacía poco más de cien años que los moros habían llegado desde el norte de Africa y, tras derrotar a las desorientadas huestes de Rodrigo en la batalla

de Guadalete, habían establecido su corte en Córdoba, desde donde se extendieron por toda la Península, llegando incluso a traspasar los Pirineos. En el Cantábrico, el reino Astur, arrinconado contra el mar y protegido por el formidable cordón montañoso de los Picos de Europa, resiste como puede las acometidas de los ejércitos cordobeses, que cada verano llegan en feroces campañas en las que asolan cosechas, incendian pueblos y aldeas, violan, asesinan, roban y regresan al Sur cargados de botín y de prisioneros.

Entre otras muchas cosas, se hacía necesario un emblema, un símbolo, un “algo” que aglutinara gentes y esfuerzos para aferrarse a él y mantener elevado el ánimo. Cuando el obispo Teodomiro aseguró que la construcción encontrada en los bosques era la tumba del apóstol Santiago, el rey Alfonso no tuvo que buscar más. Que dicho apóstol había evangelizado en España (según lo escrito en el Breviarium

Apostolorum, del siglo VII) era algo aceptado por todo el mundo y por ello mismo venerado ya desde los tiempos del rey Mauregato (783788), pero su lugar de enterramiento, según el mismo texto, se situaba en Palestina. No importaba. De pronto, Santiago el de Zebedeo, el Hijo del Trueno, no sólo había realizado su misión apostólica en tierras de España, sino que además sus restos mortales habían sido trasladados allí y por medios sobrenaturales había anunciado su ubicación exacta. No se podía pedir más.

Posiblemente, Alfonso II, el rey Casto, no imaginó jamás, ni remotamente, la trascendencia que su decisión de adoptar oficialmente al apóstol como patrón iba a tener. Poco a poco, desde muchos puntos, incluso de tierras extranjeras, comenzaron a afluir viajeros que se lanzaban al camino para llegar hasta el sepulcro aparecido en los

confines del mundo, en el Finis Terrae, allí donde los abismos del mar ponían fin a la tierra. Ese afluir alcanzó en los siglos XI, XII y XIII cotas altísimas (entre 250.000 y 500.000 peregrinos anuales), coincidiendo con el avance de la llamada Reconquista y la relativa seguridad que tal circunstancia proporcionaba a las nuevas rutas abiertas. Pero en los primeros años, en que los normandos traían el peligro desde el mar y los musulmanes dominaban los caminos navarros y riojanos, ¿qué ruta seguían los peregrinos? La explicación más concisa nos la pueden dar las mismas crónicas altomedievales:

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“Barbarico timore per devia Alavae peregrini declinahant ” (Por temor del bàrbaro enemigo los peregrinos se desviaban por las sendas de Álava).

Nuestro propósito, en el presente trabajo, es tratar de uno de esos caminos, o, para ser más exactos, del tramo que discurría por un territorio al que la Historia no quiso dejar al margen de epopeya tan singular: la Tierra de Ayala.

La Tierra de Ayala en el siglo IX Por aquellos trepidantes años, la Tierra de Ayala formaba parte del reino Astur, por cuanto éste se extendía por la comisa Cantábrica, desde Galicia hasta la margen izquierda del Nervión.

Sin embargo, no figura entre las comarcas que fueron repobladas por gentes llegadas del valle del Duero a raíz de la invasión de los moros en los años centrales del siglo VIII, dato éste que nos viene confirmado en la Crónica de Alfonso III, en la que se reconoce que Alaone (nombre con que se conocía a Ayala en dicha época) desde siempre fue poseída por sus naturales suis íncolis reperiuntur semper esse p o s s e s a e Información que al mismo tiempo nos habla de la antigüedad de Ayala como ente reconocido. Por si quedara alguna duda al respecto, podemos ir un poco más lejos en nuestras concreciones, añadiendo que, al menos en el año 864, está probada la existencia de Añes, Urzánico, Pando, Sojo, Lujo, Erbi, Madaria, Lejarzo y

Salmantón, según nos cuenta un documento de donación del conde Porcelos, firmado en la fecha arriba apuntada.

Esta semblanza puede servimos para imaginar cómo era la Tierra de Ayala que hace mil doscientos años vio llegar y pasar a un nuevo tipo de viajeros, los peregrinos que iban y venían a Campus Síelae (Campo de la Estrella).

Los peregrinos El profesor Luis Martínez García nos aclara que el vocablo peregrino se empleaba, antes de adoptar una orientación religiosa, para definir a todo aquél que

abandonaba su casa y se dedicaba a recorrer el mundo. Y a pesar de que con el tiempo el término peregrino quedó asociado a las gentes que se encontraban lejos de su patria por motivos de fe, estas gentes recibían diferentes nombres dependiendo del lugar al que se dirigiesen o del que regresasen. Así, eran llamados palmeros los que acudían a los Santos Lugares de Palestina, pues solían proveerse de palmas; se denominaba romeros a los que visitaban las tumbas de San Pedro y San Pablo en Roma; y finalmente, la voz peregrino quedó universalmente asociada a aquellos que ponían rumbo al sepulcro de Santiago.

La imagen típica que hoy día tenemos del peregrino, es decir, el bordón en la mano, el zurrón, la esclavina, la calabaza, el sombrero de ala ancha y la vieira, es la que mostraba la mayoría de los peregrinos que los ayaleses de aquellos lejanos siglos vieron cruzar sus puentes, atravesar sus bosques y pisar sus caminos, aunque, por supuesto, no tenía el sentido folclórico que hoy le damos. El bastón, aparte de como apoyo, servía de defensa; el zurrón para transportar los escasos alimentos con los que se alimentaban (pan, queso, cebollas, manzanas); la esclavina para preservarse del frío y de la lluvia; la calabaza para proveerse de un agua no siempre disponible; el sombrero para protegerse tanto de los aguaceros como de los tórridos soles. La vieira era lo único sin un fin material, aunque estamos seguros de que su posesión ayudó en más de una ocasión a no desfallecer en los momentos en que sólo la fe era capaz de dar fuerzas y combatir el desaliento.

Con este equipaje y una

gran dosis de entusiasmo, los peregrinos se echaban a los caminos.

Diferentes caminos, diferentes teorías Aquí entramos ya en terreno espinoso y debemos medir con extremada prudencia nuestras palabras, nuestras deducciones. Desgraciadamente no existen, al menos no se conocen, datos que demuestren de forma fehaciente el paso del Camino de Santiago por tierras de Ayala, circunstancia que se ve agravada por el hecho de que

la misma existencia de aquellos primeros caminos hacia Galicia es objeto de polémica entre los propios historiadores.

Los que sostienen que tales caminos debieron existir, d i b u j a n varias rutas diferentes.

La primera de ellas entraría en San Sebastián procedente de Baiona, para seguir a lo largo de la costa por Cetaria, Mutriku, Ondárroa, Gernika,

Bilbao, continuando por Laredo, Santander, Santillana del Mar, Ribadesella, Pola de Siero hasta alcanzar Oviedo. Es, corno vemos, una ruta totalmente costera. La segunda, un poco más tardía (finales del siglo IX) y favorecida por el paulatino avance de los cristianos, llegaría desde el Pirineo occidental, alcanzaría la costa de Bizkaia y por Balmaseda, valle de Mena, Espinosa de los Monteros,

Soncillo, Reinosa y Aguilar de Campoo tomaría la Vía Aquilana en Carrión de los Condes y de allí continuaría hacia Astorga y Lugo. El tercer itinerario, ya en el siglo X, cuando La Rioja había sido arrebatada a los musulmanes en 923, transcurriría por la antigua Vía Aquilana, por Pamplona y tierras alavesas para seguir por Miranda, Briviesca, Burgos, Osomo y Carrión de los Condes.

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Xa c a m itic i ím ^ ^ tr a c tic a ^ X e í, Xa e ^ c a ^ e ^

a f í f t c n c í a e n Xa^ aX^ea^

Estas rutas que, como hemos dicho, no tienen una base suficientemente sólida en que asentarse, son rebatidas por un segundo grupo de historiadores.

Algunos de éstos niegan categóricamente la existencia de caminos anteriores al que, desde el siglo XII, propugna el Códice Calixtino, cuyo recorrido, también llamado Caminofrancés^ es el que hoy todos conocemos, es decir, desde Roncesvalles a Pamplona y de allí a Burgos pasando por Puente la Reina, Estella, Logroño, Nájera, Santo Domingo de la Calzada, Montes de Oca y Atapuerca.

Según ellos, el Camino de Santiago como tal, el mencionado Camino francés, comenzó a formarse a partir, más o menos, del año 1000, permaneciendo durante los dos siglos anteriores en una especie de letargo, de estado embrionario.

Otros historiadores simplemente los ponen en seria duda, admitiendo a regañadientes que quizás con anterioridad al año arriba citado, algún peregrino esporádico o alguna

puntual comitiva utilizara parte de la tercera ruta antes descrita, pero rechazando el empleo de las otras dos, a las cuales sólo conceden cierta credibilidad a partir de los siglos XII y XIII, es decir, cuando el camino detallado en el Códice Calixtino está ya consolidado.

Analizando de manera imparcial las razones que unos y otros, defensores y detractores de aquellos primeros caminos, esgrimen para reforzar sus opiniones, llegamos a la conclusión de que uno de los principales motivos de desencuentro radica en el mismo punto de partida, es decir, en la propia definición de “Camino de Santiago” y del término “peregrino”. Para los segundos, ambos conceptos no pueden emplearse de igual forma en los siglos VIII, IX y X que en los posteriores. A su parecer, la Ruta Jacobea no comenzó su andadura como tal hasta que la iglesia compostelana no inició la difiisión a gran escala del culto al apóstol, y eso sucedió ya entrado el siglo XI. Aquí

estamos de acuerdo con ellos.

Hasta entonces, podríamos decir que el peregrinaje a Compostela no contó, empleando términos actuales, con demasiado apoyo publicitario. Y sus razones tenía la Iglesia para actuar así. Una sociedad atemorizada, unos reinos cristianos emergentes y fragmentados, enormes extensiones de territorios yermos, la inseguridad de unos caminos impracticables, la escasez de asistencia en las aldeas, no eran el escenario más propicio para una empresa de semejantes ambiciones. Para dar una idea del peligro y de la zozobra de aquellos tiempos, bastará con citar el episodio acaecido allá por el año 859. En esa fecha, los normandos, más conocidos por vikingos, capturaban al caudillo pamplonés García Iñiguez en las inmediaciones de la mismísima i Pamplona, según nos cuenta el cordobés Ibn

Hayyan (siglo XI): “Siguieron subiendo hasta varar al pie de Pamplona, e hicieron algaradas contra los Baskunish, matando a muchos y haciendo prisionero a su emir Garsiya ibn Wannaqo Nosotros, por nuestra parte, coincidimos con aquellos que afirman que ningún camino anterior al francés gozó de la popularidad de éste, ni tuvo su viabilidad, ni fue recorrido por un número comparable de viajeros.

Pero estamos en desacuerdo con los que niegan el título de peregrinos a aquellos primeros viajeros y la existencia de las rutas primitivas que emplearon para alcanzar su meta. Y para llegar a estas conclusiones no nos apoyamos en razonamientos

románticos ni en sofismas metidos con calzador, sino en una serie de datos contrastados y documentados, que dan fe de que con anterioridad a la Ruta Jacobea establecida en el Códice Calixtino existió un culto peninsular y europeo al apóstol Santiago y un grupo de gentes que se aventuraban a visitar su tumba.

Fuentes documentales La Historia Silense nos dejó escrito que ftie el rey Sancho el Mayor de Navarra (1005-1035) el que de alguna manera puso en marcha el Camino francés, y lo cita con estas palabras: camino de Santiago, que los peregrinos habían desviado por Alava por temor de los sarracenos, lo hizo discurrir (por aquí) sin el inconveniente de ese desvío El texto en sí mismo nos dice nítidamente que con anterioridad al ya repetido y laureado Caminofrancés existían otros caminos, otras rutas utilizadas por los peregrinos.

Alusiones similares a ésta,

referentes a los peregrinos y a las “rutas extraviadas de Alava” podemos encontrarlas también en los Textos Navarros del Códice de Roda y en la Crónica Najerense.

En el año 950, Gotescalco, obispo de Le Puy, se encaminó con gran comitiva a visitar el sepulcro de Santiago. En opinión de G. Martínez Diez, en el trayecto entre Pamplona y Burgos siguió la antigua Vía Aquilana a su paso por Alava.

Hacia el 959-960, ponía rumbo hacia Compostela el abad de Santa Cecilia de Montserrat, precediendo a Hugo de Vermandois, obispo de Reims.

Unos años más tarde, hacia el 984, el eremita Simeón de Armenia llegaba a Santiago desde Francia.

Más cerca de Ayala, en el Valle de Mena, también encontramos datos del paso de peregrinos, concretamente en el pueblo de Taranco. Allí, el 15 de septiembre del año 800, el abad Vitulo y su hermano Ervigio ñmdaban una iglesia y monasterio bajo la advocación de

San Emeterio y San Celedonio.

Cien años más tarde, en el 900, ese monasterio era hospedería de peregrinos.

1 Camino de Santiago en la Tierra de Ayala Como ya hemos dicho al hablar de los caminos, la docum entación que nos ha quedado de aquellos siglos es escasa, tanto más cuanto más nos alejamos en el tiempo. Por lo tanto, para extraer nuestras deducciones debemos apoyar los datos existentes con el conocimiento del terreno y una elemental aplicación de la lógica.

Las rutas que a nuestro juicio emplearon los peregrinos para cruzar Ayala debieron ser principalmente dos. La primera de ellas correspondería a la época más antigua (siglos IX al XII-XIII), y su trazado, desde Monreal de Zuia, transcurriría por Gujuli, Unzá y Orduña,

siguiendo hacia Belandia para continuar por Madaria y Salmantón, llegar hasta Añes, subir de allí a Sojo y bajar hacia El Herrón, bien tocando Retes de Tudela o bien directamente por San Pelayo, para desviarse después hacia Balmaseda o encaminarse hacia Vallejo de Mena y continuar por el puerto de la Magdalena (antigua Vía Romana).

Para establecer dicha ruta nos basamos en la probada existencia de poblaciones como Añes, Sojo, Madariao Salmantón, mencionadas en el documento del conde Porcelos ya comentado (año 864), así como en la de Retes de Tudela, avalada por el célebre Cartulario de Valpuesta, en el cual encontramos cómo, en el mismo año 864, una dama de ascendencia goda llamada Elduara y residente en Retes de Tudela (Valle de Ayala), dona, en conformidad con sus hijos, sus bienes a la iglesia de Santa María de Tudela, manifestando su deseo de que allí los huéspedes y peregrinos sean tratados con benignidad y tolerancia y de que

participen con los monjes en su misma mesa. ‘*Et ego Eldoara omnem meam quintam in ipso loco concedo et confirmo... et cum ospitibus etperegrinis in una mensa communiter vibant... ” Valpuesta, a cuya diócesis pertenecía Ayala en aquellos tiempos, merece por su importancia que le dediquemos una breve reseña histórica: “En nombre de Cristo y bajo su divino imperio. Yo, obispo Juan, vine al lugar que dicen Valpuesta y hallé aquí una iglesia abandonada, dedicada a Santa María Virgen y la tomé bajo la potestad real de Don Alfonso, príncipe de Oviedo.

Reconstruí y confirmé esa misma iglesia en el mismo lugar; e hice presuras (tomas de tierras abandonadas) con mis gasalianes (compañeros, criados) que conmigo habitaban. Delimité sus términos desde Meuma (Mioma^ hasta el collado de Pineto (Pinedo) y por el camino de la Peña (Sopeña) hasta Villa Alta (Villalta).......... Y después fiii a otro lugar que llaman de Losa, por nombre Fraxino (Fresno),

y delimité sus términos desde Reanta (Rianta) hasta Santa María bajando la carretera hasta Vallilio (Vallejo) de Fuente de Carcedo (Carricedo)........ Y los que ahí moran sirvan al Señor y también a los pobres, peregrinos y huéspedes, los cuales reciban tanta porción (de comida) como la que a mí se me proporciona... t^c(yuinlíb

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...S e hizo la escritura el día XII de las calendas de enero de la era DCCCXL (21 de diciembre del año 804)

La propia crònica del obispo Juaneselmejorexponente de aquella impresionante aventura. Al igual que otros religiosos en otros lugares, este

personaje misterioso, mitad monje mitad guerrero, tomó posesión de tierras despobladas, las cultivó, las dotó de servicios mínimos y atrajo con ello a gentes de diversas procedencias, que se agruparon formando aldeas y pueblos. Pero Valpuesta fue algo más: desde su creación, y durante casi trescientos años, fue obispado, pasando después a la categoría de colegiata.

Desempeñó un importante papel en la formación de Castilla y tiene el privilegio y el honor de ser, hoy por hoy, la cuna del castellano escrito.

Limitándonos a lo que ahora mismo nos interesa, el dato más importante que nos aporta el testamento del obispo Juan es el que hace referencia a los peregrinos, distinguiéndolos de los pobres y de los huéspedes, lo que nos prueba que también en aquella época tan temprana, anterior incluso al “descubrímiento” de los restos mortales de Santiago en Galicia, ya existían peregrinos. El hecho de que en esas fechas se creyera todavía que el cuerpo del apóstol se hallaba en Palestina no descarta que existieran caminantes que intentaran llegar hasta tierras de Oviedo. Para entonces, Santiago ya era venerado y considerado patrón de España, tal como figura en el himno O Dei Verbum patris, dedicado al monarca astur Mauregato (783-788): ''¡Oh apóstol dignísimo y santísimo, cabeza áurea refulgente de España, nuestro

patrono y defensor particular..

De todas formas, el número de aquellos lejanos peregrinos sería muy escaso y, sin duda alguna, bastantes de ellos no viajarían movidos por la fe, sino por otro tipo de intereses, al igual que sucedió en los siglos de mayor apogeo del Camino francés.

Volviendo primitiva ruta tierras de Ayala, apuntaremos otras dos razones para confiar en su l egi t i mi dad: la distancia y la seguridad.

T o d o

viajero que se plantara en la aldea de Unzá, sobre Orduña, tenía dos opciones: dirigirse hacia Valpuesta pasando por Berberana y Osma y de allí enlazar con el camino de Espinosa de los Monteros a Reinosa, o bajar hasta Orduña y continuar por el camino antes descrito hasta llegar al valle de Mena y desde ahí seguir hasta

Espinosa con la intención de llegar a Reinosa, Aguilar de Campoo y Carrión de los Condes.

Ambas rutas fiieron utilizadas, si bien esta segunda era más corta y, además, más segura, pues si la zona de Valdegovia estaba ya de por sí protegida al Sur por las fortalezas de Sobrón, Frías, Puentelarrá, Pancorbo,... el camino de Ayala transitaba aún más al Norte, al abrigo de las laderas de Sierra Salvada, un límite natural que salvaguardó a la Tierra de Ayala de las incursiones musulmanas, como la que en 865, tras arrasar Salinas de Añana, acabó en una sangrienta batalla en las inmediaciones de Miranda, en la que murieron miles de cristianos, entre ellos casi una veintena de condes.

El segundo itinerario que proponemos partiría también de Monreal de Zuia, pero tomando otra dirección: Astobiza,

Lezama, Larrinbe y Amurrio, siguiendo por Respaldiza, Zuaza, Menagarai, Llanteno y Artziniega para, desde allí, llegar a San Pelayo y continuar hacia el Berrón.

Podemos apuntar una tercera variante, que combinaría el trayecto Monreal-Orduña de una y, enlazando Orduña con Amurrio, el Amurrio-Artziniega de la otra.

Varias de estas poblaciones, como por ejemplo Amurrio y Respaldiza, y otras cercanas, como Quejana, Derendano (Saratxo) o Murga, constan en el documento del Convenio que, el 23 de noviembre de 1095, hizo don Pedro Nazar, obispo de Nájera-Calahorra, con la Tierra de Ayala.

Otro de los ramales abiertos con el correr de los siglos ñie el que desde Orduña, en vez de seguir por las laderas de Sierra Salvada, ascendía la Peña hasta la ermita de San Bartolomé, para de allí, ya por terreno más llano, continuar hacia Berberana y el valle de Losa. Que fue utilizado por peregrinos lo sabemos por

las ordenanzas de 1506 de la denominada Guía de la Peña, que en uno de sus apartados dice lo siguiente: “Otrosí cualquier que así arrendare la dicha guía de la peña que no coja guía de ningún frayle ni romero que pasare ni de ningún clérigo que vaya en romería a Santiago

Huellas del camino Afortunadamente,el paso del tiempo ha sido algo más generoso con esta segunda época y nos ha legado más testimonios del transitar de peregrinos por nuestra comarca.

La huella de su presencia nos ha quedado grabada tanto en la piedra como en los documentos.

Iconografía: Gujuli: Como si quisiera anunciamos lo que a partir de ahí vamos a encontrar, una inscripción de aproximadamente 10x40 cms. nos muestra el nombre “Jacobi”. Se encuentra en la parte superior de un arco de la portada gótica de su iglesia.

Quejana: Uno de los lugares más

emblemáticos de Ayala, el que fue solar de los señores de esta Tierra, no podía quedar olvidado

por los peregrinos que cruzaron estos parajes. Su aportación podemos admirarla en la iglesia de S. Juan Bautista, concretamente en el sepulcro de Dña. María de Sarmiento, aunque originariamente estuvo en la base del sepulcro de D. Fernán Pérez de Ayala y de su esposa Dña. Elvira de Ceballos. Se trata de una figura con sombrero de peregrino, concha, calabaza y bastón.

Menagarai: En el hombro de su campana, fechada en 1570, apreciamos dos pequeños relieves con peregrinos separando las letras de la inscripción.

Llanteno: Deberemos visitar su iglesia de Santiago. En ella, en la parte superior del arco del

presbiterio, una concha esculpida en piedra caliza nos aporta una prueba más.

Artziniega: En el Santuario de la Encina tenemos dos nuevos rastros.

El primero en la fachada de la casahospital. En la parte inferior del escudo de la villa en ella colocado figura una preciosa concha de peregrino. El segundo en uno de los retablos barrocos del mismo Santuario. En este caso no se trata de una concha o de la pequeña escultura de un peregrino anónimo, sino del mismo Santiago, presente en una estatua ecuestre de buen tamaño.

Documentación: Los caminantes siguieron su andadura hacia tierras del vecino valle de Mena y, al igual que en Ayala, quedó huella de su paso. Así lo comprobamos por ejemplo en el pueblo de Vallejo de Mena, en cuya iglesia románica de San Lorenzo (caso original de la presencia en España de la orden de San Juan de Jerusalén), dos figuras de peregrinos, una a cada lado de la portada, decoran su hermosa arquivolta.

Las referencias a hospitales en Ayala y sus alrededores son numerosas. Veamos algunas de * ellas: San Clemente de Arbileta; La ermita de este mismo nombre, ubicada en territorio orduñés (por su puerta pasaba la primera de las rutas que hemos diseñado), está documentada en 1192. Contaba con un afamado hospital, que fue perdiendo importancia a medida que los caminos medievales iban siendo abandonados. En las cuentas del año 1768 se lee

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que, debido a hallarse lejos de la ciudad (Orduña), no se podía atender debidamente.

San Juan del Mercado en Orduña: Precisamente este hospital fue el que, poco a poco, fue tomando el relevo al de San Clemente. Estaba intramuros de la ciudad.

“Casa de San Lázaro”; Así se denominaba en 1270 al hospital del mismo nombre establecido también en Orduña, esta vez

fuera de sus murallas.

Amurrio: En esta población existió un importante hospital, llamado “hospital de San Antón de Armuru”, levantado junto a la ermita de la misma advocación y documentado en el siglo XVI. En él falleció en 1601 el peregrino jacobeo registrado como “jaime”.

Llanteno: Aquí encontramos una ermita dedicada a Santa Ana y un hospital anejo, del

D ín itf í

e n H-nai v e n ia in a

cual poseemos documentación parroquial de 1744.

Artziniega; En 1590, don Pedro Sáenz de Ubaldi, cura y beneficiado de la parroquia de la villa, fiindaba el hospital de Artziniega. Con anterioridad a esta fiindación, existió una hospedería-hospital, que aparece reflejada en el Real Privilegio que Felipe 11 le concedió en el año 1567 y que dice lo siguiente: ‘‘Dn. Felipe por la gracia de Dios rey de Castilla etc... Sepades que Luis de Orive, en nombre de los mayordomos de ¡a casa y hospital de Nuestra Señora de la Encina, jurisdicción de la villa de Arceniega, nos hizo relación, diciendo, que a causa de no tener la dicha casa y hospital renta ni hazienda algunas, los peregrinos que a ella vendrían padecían necesidad,........ Dada en la villa

de Madrid a siete días del mes de Diciembre de 1567 años También hubo hospitales en Luiaondo, Llodio, Baranbio, Zuaza y Oquendo, todos ellos documentados en la visita que en 1556 realizó el Licenciado Martín Gil por las iglesias de la diócesis de Calahorra.

Hay otro tipo de datos, de documentaciones, que nos hablan también de la tradición jacobea de nuestro territorio.

Son las iglesias y ermitas con advocaciones dedicadas a santos y santas relacionados con el culto a Santiago. La lista es demasiado extensa para incluirla aquí, por lo que nos limitaremos a mencionar unas pocas, advirtiendo que algunas de ellas se encuentran actualmente desaparecidas.

Comenzando por el extremo más oriental anotamos la Parroquia

de Santa Marina de Astobiza, y seguimos con la de San Martín de Lezama, la de Santiago de Larri nbe (documentada en el siglo XIV), San Julián y Santa Basilisa de Izoria, Santa Marina de Salmantón, Santiago de Llanteno (población documentada en 1040),... En el capítulo de ermitas podemos citar las de La Magdalena en Llodio y en Salmantón, Santiago en Delika, San Lázaro en Orduña o Santiago en Oquendo.

íntesis.

El

paulatino

avance de los reinos cristianos, c om i en d o

terreno a los mu s u l ma n e s , repoblando

amplias

zonas

abandonadas, creando villas y aldeas, consolidó el llamado Camino francés, relegando a un segundo plano a aquellos otros senderos, sin duda mucho más abruptos, sin duda menos cómodos, pero que en

los primeros siglos de fervor sirvieron para que peregrinos y viajeros de toda índole pudieran llegar hasta Compostela para postrarse ante la tumba del apóstol Santiago, El Hijo del Trueno.

A pesar de la desaparición de los peligros exteriores que habían propiciado su creación, estas viejas veredas continuaron vigentes a lo largo de los siglos, aunque hoy su rastro sea difiiso y esté casi olvidado.

La Tierra de Ayala formó parte de aquella Ruta Jacobea.

Los peregrinos que por ella pasaron dejaron su huella en el barro de los caminos, en las piedras de las iglesias y en las páginas de los documentos. Los vestigios que en ella, al igual que en las comarcas vecinas, han perdurado hasta nuestros días, dan testimonio de ese paso. ■

D £ COMO SU ^STR O SEÑOR M A N D A S£K A<^KAD£CÍ0 OS y HACHR OBRAS B S JU S T A CORRESPONDENCIA, POR l O QUE DAM OS HUMILDEMENTE LAS í^RACiAs A L ÍB E R EDICIO NES POR

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ue lo s p ó r tic o s de la s ig lesia s d e l P aís Vasco y , en especial, los d e A lava y B izkaia hayan sid o d e m a d e ra o d e p ied ra , p o n e n d e relevan cia la p e c u lia rid a d d e un caso tan cu rioso com o es el p ó rtic o d e San P edro de L a m u za d e Llodio, p ó rtic o d e hierro, fech ah le en la ú ltim a década d e l siglo XIX. P o r ello es fa c tib le que la s o b ra s arqu itectón icas d e hierro no son so la m e n te o b ra s d e ingeniería com o p u en tes, pab ello n es, etc., sin o ta m b ién obras p e c u lia re s co m o el p ó rtic o d e Llodio, único p ó r tic o de este tip o con sta ta d o en el P a is Vasco.

Q

T^na noche de octubre.

I Viento sur. Un calor extraño para la época en la que estábamos. Habían comenzado ya a proliferar las nieblas matinales y al atardecer se comenzaba a sentir el frescor típico del momento. Esa noche era distinta. Al no poder dormir, me fui a dar una vuelta por Laudio. Eran las dos de la madrugada y el pueblo estaba vacío. Nada quedaba del bullicio de las seis de la tarde por la Avenida Zumalakarregi. Llegué a la Herriko Plaza y la crucé alucinado por el silencio reinante.

Me ñjé una vez más en la torre dieciochesca de la parroquia de San Pedro de Lamuza, uno de los pocos vestigios de antaño que quedan en el pueblo y en la plaza, desgraciadamente. Orienté mi recorrido hacia la calle Pío XII y de refilón me fijé en el pórtico de hierro de la iglesia.

Decidí acercarme y darme cuenta de la extraña belleza que emanaba el lugar a esas horas, con tanto silencio. El pórtico férreo es uno de los lugares más bellos y emblemáticos del Valle

de Laudio. Dentro del pórtico, abstraído y ensimismado en mis pensamientos, me retrotraje a otros tiempos, concretamente a uno de los momentos que mayor gloria y esplendor ha tenido Laudio a lo largo de su historia: la última década del siglo XIX. El Noble Valle se presentaba diferente en esta época. Aún era una bucólica localidad vasca a la que no había llegado la industrialización de la manera

en que lo haría años más tarde.

En España, a nivel político, el sistema implantado por Cánovas del Castillo con la restauración, y el tumismo pacífico bipartidista, originaba que en pequeñas localidades como la nuestra, el caciquismo imperase como forma de gobierno municipal.

En Laudio, los caciques mayores eran los primeros Marqueses de Urquijo, que a pesar de ser un engranaje básico en el

sistema de corruptela electoral imperante, fueron, sin duda alguna, los grandes benefactores y engrandecedores del pueblo de Laudio y de la comarca de Aiara, en menor medida.

En Europa, a nivel artístico, estaban sucediendo auténticas revoluciones que rompían con el tradicionalismo obsoleto anterior. En París, Cezanne y los postimpresionistas ponían las bases de la pintura moderna y se erigían en precursores de las vanguardias. En arquitectura, se comenzaba a emplear nuevos materiales, como el cristal o el hierro, en edificios públicos y privados así como en destacadas obras de ingeniería.

La convulsión política de la España del momento, con el paso de imperio a nación, tras el posterior desastre de la Guerra de Cuba, daba paso a unos tiempos donde el eclecticismo arquitectónico imperaba con la proliferación de mezclas estilísticas y con la aparición de neoestilos o “reviváis”. A nivel ideológico, el nacionalismo vasco comenzaba a despuntar junto al catalán, frente

a las teorías regeneracionistas y noventayochistas que consideraban a España “un hombre enfermo” de difícil pero necesaria curación.

En estos tiempos legendarios, pues, se construyó el pórtico de hierro de San Pedro de Lamuza, caso único en Euskal Herria, ya que el hierro estaba presente en otro tipo de construcciones del momento tales como estaciones, mercados, lonjas, puentes ...

Qué aparezca el hierro como seña de identidad del pórtico de un templo es algo insólito y nos hace ver que esta construcción, a nivel artístico, es más importante de lo que pensamos. Poco se han parado a pensar en esto las gentes que acuden a misa de doce los domingos y que luego, allí, hablan sobre sus vecinos y sus cosas antes de tomar un vermut o comprar el periódico.

Poco piensan estas gentes en lo sucedido el 11 de marzo de 1883. Estanislao de Urquijo, el primer marqués de Urquijo, ante el penoso estado en que se encontraba el pórtico anterior, decidió reformarlo. Era una

construcción de madera que no pudo aguantar el peso de una gran nevada “de las de antes”, un domingo por la mañana, día de mercado, en aquella invernal jomada de marzo de 1883. Ante la amenaza de dermmbe, la autoridad competente, consultó como técnico a un joven herrero de Goikoplaza que instó a los mandatarios a derribar el pórtico para evitar cualquier peligro. No obstante, antes de que se llevara a cabo el derribo, el pórtico se desplomó causando tres

muertos y varios heridos, lo cual conmocionó la pacífica vida de Laudio. El Marqués de Urquijo había utilizado unas vigas de hierro para reforzar el armazón de madera, pero esto no sirvió para nada. Finalmente, este nuevo material, el hierro, fiie el utilizado para que, diez años más tarde, entre 1892 y 1893 se erigiera el pórtico más o menos tal y como hoy lo conocemos, dejando al margen las últimas obras realizadas en él.

Tanto Estanislao de Urquijo y

Landaluce, como su sucesor, Juan Manuel de Urquijo y Urrutia, a la sazón, primer y segundo Marqués de Urquijo, tuvieron mucho que ver en la dinamización cultural y renovación arquitectónica del Noble Valle de Laudio. De ese modo, las últimas décadas del siglo XIX, constituyeron un de los momentos más importantes de la historia de Laudio, sólo comparable con el esplendor dieciochesco, en que la fisonomía del pueblo cambió en tiempos del Barroco y el Rococó. Estanislao de Urquijo dotó a Laudio de las Escuelas del Valle, hoy Centro Municipal de Formación Profesional, obra realizada por uno de los arquitectos más prestigiosos del momento, el Marqués de Cubas, autor, asimismo del capricho neomedievalista que supone el Castillo de Butrón. Además, edificó el cementerio municipal, reformó la plaza de la iglesia con su fiiente ornamental, construyó el depósito de aguas en la zona de La Granja y costeó la reparación de la Ermita de San Bartolomé de Larra, uno de los lugares

laudioarras con más solera.

Juan Manuel de Urquijo, por su parte, patrocinó la erección del pórtico de hierro que nos ocupa, mandó construir el anterior Ayuntamiento de Laudio, edificio contiguo a la iglesia, que ha sido el consistorio municipal hasta hace bien poco. También edificó ese bello rincón que es la capilla neogòtica de San Roque. Como se puede observar, los neoestilos, que tan en boga estaban en la arquitectura del momento, se patentizaron en nuestro pueblo con dos neomedievalismos destacados, el neogòtico ya citado de San Roque, y el neorrománico de la bella capilla del cementerio de San Martín.

Neoestilos, nuevos materiales, modernización y progreso; éstos fiieron algunos de los rasgos que marcaron el devenir del Laudio de fines del XIX. No olvidamos, la gran obra realizada por los Urquijo en Laudio, el Palacio y el parque de Lamuza, con su bello casino y su estanque, otrora lleno de nenúfares, con sus exóticas especies arbóreas, con su estructura palaciega testigo

mudo de fiestas con gentes de la nobleza española y de la corte.

Abstraído en mis pensamientos, recuerdo algunas estampas típicas en las que aparecían gentes ataviadas de aldeanos en las lujosas kermesses organizadas por los Urquijo en los veranos de principios del siglo XX. Regreso a la realidad. El pórtico sigue silencioso en esta noche de viento sur. Observo la grandeza de su estructura, su alero en voladizo, sus arcos rebajados, la “palmera” con la que salva

la curva, las espectaculares lámparas. Poco tiene que ver la calma del lugar con el bullicio imperante que el lugar preside desde tiempos inmemoriales los últimos domingos de agosto, “Día de la Cofradía”. Ya son doce años los que llevo comiendo en el pórtico de la iglesia el último día de las fiestas patronales de mi pueblo. Son muchas las sensaciones vividas allí. Desde mis comienzos como aspirante en las últimas mesas, junto a gente tan joven como yo lo era

en aqueTmomento, pasando por las dos ocasiones en que comí junto al párroco y al mayordomo en la mesa número uno, y tuve que mantener la compostura, a hacerme con un puesto fijo en la mesa donde ya llevo varios años comiendo muy gustosamente con los mismos compañeros, ha llovido largo y tendido. Han sido muchas sopas de pistola, muchos garbanzos, mucho zancarrón y pollo con pimientos verdes, mucha ropa blanca manchada de vino, muchas jarras dadas la vuelta, muchas peras, muchas

guindillas en el ojal y todo ello en el seno del legendario pórtico, testigo mudo año tras año de una de las tradiciones más curiosas como criticadas del Valle de Laudio. Lejanas quedan las pujas a candela que realizaban los maestros retablistas, doradores, canteros e imagineros venidos de diferentes partes para llevar a cabo obras de diferente envergadura en nuestro pueblo. Estas pujas, se hacían probablemente, en el anterior pórtico de la iglesia, predecesor de éste y que también sería

testigo mudo de las anteriores comidas de la cofradía.

Miro el reloj y son las tres de la madrugada, vuelvo a la realidad, comienzo a sentir sueño y emprendo el viaje de vuelta a casa.

Sigue haciendo calor y el viento

sur anima a seguir paseando por el pueblo. Abandono el lugar mítico, el punto de reunión de diferentes generaciones, uno de los emplazamientos más curiosos de Laudio, en fin, el Pórtico de hierro de San Pedro de Lamuza. I

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e todas las patrimoniales

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bellezas y

naturales que engloba el municipio, quizá sea el sector norte y nororiental, hasta el límite con Baranbio, el más injustamente olvidado y hasta el más desconocido, a pesar de su proximidad al núcleo urbano y más poblado de Amurrio. Nombres como San Silvestre de Arza (hoy San Roque), Orue, Mariaka, Pardío, Aldama, Onsoño o Kruzialde nos producen ensoñaciones y hasta dubitaciones a la hora de ubicarlos en uno u otro lugar.

Leyendas, casas-torre, bosques interminables y caminos sin fin se agolpan en nuestra cabeza como un trabajo pendiente que tuviéramos por hacer, y que nunca hacemos. Nos seducen sus

nombres, pero no nos atrevemos llegar a sus confines ni penetrar n su olvido. Acaso el barrio de Aldama sea uno de los que atesore más atractivos, pero dada la interrelación existente entre todos ellos, se podría hablar, incluso, de todo un sector de población dispersa en pequeños núcleos habitacionales (los barrios y sus caseríos), unidos por fiiertes lazos de parentesco y vecindad. Utilizaremos, pues, Aldama, para acercamos a estos barrios y a lo que fiieron sus antiguas formas de vida.

Aldama en los documentos En El Libro de Amurrio^ de José Madinabeitia, se habla de una leyenda asociada al origen del apellido Aldama. Según ésta, vendría de un caballero llamado Pedro, el cual tomó un castillo a los moros. Parece ser que su rey, para infundirle más valor aún, le gritaba: ¡Pedro, anda más!, con lo que todo el mundo fue conociéndole como Andamás. De esta forma cogió el apellido, que con el paso del tiempo se convirtió en Aldamás y, finalmente, Aldama.

Al margen de esta curiosa etimología, apócrifa de necesidad, hay que citar la existencia de varios expedientes

en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid, en los que varias casas del apellido Aldama probaron su nobleza y se hicieron acreedores de una declaración oficial de hidalguía, allá por el año 1784 y anteriores.

También Pascual Madoz, en su Diccionario GeográficoEstadistico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar (Madrid 1845-50), describe a Amurrio situado.. .sobre las márgenes del rio Nervión en un llano delicioso, cercado de diferentes colinas, muchas de ellas bien pobladas. Prosigue diciendo que sus ...191 casas distribuidas en varios grupos, hasta la extensión de más de una legua, forman los barrios y casas

de Aldama, Alday, Alluriaga, Aresqueta, Aviaga, Barrenengo, Berganza, Crucialde, Eligorta, Isanca, La Calle, Landahuro, Landaco, Larra, Lejondo, Los Trigueros, Mariaca, Mendico, Mendiguren, Onsoño, Oquilurri, Orue, Pardío, Sagarribay, San Roque, Tontorra, Ugarte, Uritagoico y Zabalibar. Y más adelante puede leerse que...en el distrito parroquial hay varias ermitas, como lo son la de San Antonio Abad y San Isidro, en el centro de la población; la de San Silvestre y San Roque, en el término que toma nombre de este último Santo; la de San Simón y San Judas, en el barrio de Aldama; y finalmente las de San Pablo, San Pelayo y San

Aldama. Portíco de la Ermita de San Si­ món y Judas. Y detalle del retablo y talla de San Judas Tadeo.

Fiesta de San Simón y Judas en Aldama, año 1945.

Pedro que existen en Urrieta, ligarte, y Mariaca, se encuentran en total abandono.

P e r o , retrocedamos en el tiempo y veamos qué más nos dicen los polvorientos archivos sobre el nombre de Aldama, que aparece ya documentado en 1570, dentro de las Ordenanzas de Montes de los cinco concejos que componían la Junta de Armuru, a saber: Amurrio, Larrinbe, Derendano (actual Saratxo), Etxegoien y Olabezar (estos dos últimos integrados hoy en el municipio de Aiara). Aquella Junta tenía como cometido, por lo tanto, guardar, conservar y aumentar los montes comunales, es decir, llevar a cabo una gestión eficaz del bosque y de los recursos que éste proporcionaba. Así, pues, el frágil equilibrio entre explotación y recursos ya preocupaba a aquellas gentes del siglo XVI y anteriores, que no dudaban en sancionar cualquier tipo de

Puerta de la ermita de San Simón y Judas.

práctica abusiva sobre el medio natural. Es aquí, precisamente, donde se menciona el Ayedal de Aldama como uno de los montes dehesados de gran valor, y donde las penas por saltarse las ordenanzas son e sean mayores que las impuestas en los llamados montes francos. Especial énfasis hace el capítulo tercero de las Ordenanzas sobre la custodia e cuidado de los Montes antiguos, entre los que no duda en incluir los montes de Royaspey Elexazar yAspurugortayPagazaurtundua e Hurguillatu, y los de Larrimbe y Derendano sus aceras y los que confina con Lezama por Berganza y Onsoño y Astepe y el Ayal de Aldama, hasta la Casa de Mariaca, y los de Olabezar...

Parece ser, no obstante, que la presión humana existente en aquellos barrios antiguos redundó en prácticas perjudiciales sobre el bosque a juicio de la Junta, tal y como se demuestra en el capítulo veintitrés de las Ordenanzas: Otrosí dijeron: Que de quince años a esta parte en el ayedal de Aldama hasta donde llaman Gurdijolan y por el valle abajo y arriba e sus alrededores que es

egido común dehesado, algunas personas y vecinos particulares de los dichos cinco Concejos en gran daño del común, ocultamente han plantado castaños y ocupado mucha parte y la mejor del dicho término y monte dehesado, plantando castaños y para el efecto y lo que peor es han cortado y cortan muchas hayas y otros Robres y tocarnos y Espinos [...\y mandan a las personas que los plantaron los saquen y arranquen de cuajo desde el día de la publicación de esta ordenanza hasta en todo el mes de marzo de (mil) quinientos y setenta y uno...

La última de las citas que creemos interesante para ser reflejada en este pequeño estudio es la mención expresa que se hace de algunos de los barrios antiguos de Amurrio en el capítulo veinticuatro de las citadas Ordenanzas, debido en buena parte a las quejas de que se hace eco la Junta sobre actuaciones perniciosas de particulares en los montes del común: ...ha habido gran desorden porque muchas personas de estos dicho cinco Concejos, en los sitios y lugares

de los egidos comunes de ellos que han roturado y labrado para pan, después de lo haber abierto y dejado de sembrar, han plantado castaños y robres y otros árboles sin licencia ni consentimiento [...J lo cual

da nombre al barrio, sino que constatamos la riqueza forestal de entonces, además del celo con que se intentaba preservar por parte de las autoridades.

Por supuesto, también nos han acercado a la realidad de la

especialmente se ha hecho desde la tegera de Larrimbe hasta la casa de Elgueta y por la ribera abajo hasta las casas de Honsoño y alrededor de las casas de Pardio y de Mariaca, O rúey Aldama...

Con la introducción de estas citas históricas no sólo documentamos el topónimo que

época, con los caseríos llenos de gente que tenía que comer, la necesidad de roturar para la siembra de trigo, el deseo de plantar castaños para asegurarse la cosecha de su nutritivo fruto, y el rifi-rafe que estas prácticas y otras ocasionaban entre la autoridad competente y los particulares. Por una parte,

aquel esfuerzo por mantener la regulación de los montes, y por otra, el fuerte crecimiento poblacional, parece que se saldó Con una ruptura entre equilibrio natural y presión humana en favor de esta última, a juzgar por la cantidad de piezas sembradas de cereal que siguieron ocupando muchos de los terrenos de monte, y por la cantidad de castaños que continuaron creciendo en nuestros bosques, corroborado por la toponimia y los vestigios de ericeras, cortinas o kirikiñausies que aún han llegado a nosotros ocultos de la maquinaria pesada que se viene empleando en las tareas forestales de los últimos tiempos y que ha venido asolando los montes privados y del común. ¡Qué no diría aquella Junta de Armuru si viera hoy los inmensos pinares que envuelven Aldama!

El barrio de Aldama Su posición en cuesta se ve salpicada por los caseríos que aún quedan en pie y por las ubicaciones de aquellos que lo fueron y que hoy son pura ruina. En la época viva del barrio .anterior, ermita y caserío Berganzena

seis caseríos conformaban el vecindario, además del pequeño templo dedicado a los Santos Simón y Judas. Los núcleos habitacionales, según se sube desde Amurrio, respondían a los nombres propios de Andiko Arriba y Andiko Abajo, Olarieta, Txabarriko, Bergantzena y Juandorena (derivación de Juan de Urreno). La ermita y los caseríos Txabarriko, Bergantzena y Juandorena (en malas condiciones) son todo lo que hoy queda en pie en el barrio, ya que el de Olarieta se quemó, privándonos, quizá, de la mejor casa de Aldama, y de los de Andiko no quedan prácticamente ni paredes.

En cuanto a la ermita, aparece documentada en los libros parroquiales de Amurrio desde el siglo XVIII, y presenta un pórtico frontal cubierto a dos aguas, prolongación del mismo tejado, y sostenido por dos columnas de madera. El campanillo se asienta sobre el tejado, sostenido por un rústico soporte elaborado en madera.

También el sencillo retablo del interior, sin pintar ni dorar, parece responder al mismo siglo

Fachada central del caserío Berganzena.

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Antiguos manzanos parasitados con muérdago.

de su construcción, en opinión de Micaela Portilla. Meritoria es, cuanto menos, la pequeña talla de San Judas ladeo, el santo titular del templo. Con un pie pisa la serpiente, mientras sostiene en una mano la alabarda que utilizaron en su martirio.

Seguramente no fue obra de un gran artista, pero la candidez de rasgos le sitúa en ese atractivo que ofrece el arte popular.

Aún nos vamos a adentrar más en la vida del barrio, sobre todo en sus aspectos más humanos y costumbristas del vivir de antaño, acercándonos a sus actividades del día a día, y también a sus miserias y alegrías. Para ello contamos

con el testimonio vivo de una mujer de excepción, ilusionada con el recuerdo de los buenos momentos del pasado y tolerante con los que no lo fueron tanto.

Vivir en Aldama Elvira Bordes Etxeguren, de 81 años de edad, nació en el caserío Olarieta, conocido también como la Casa del Conde, en el año 1923. Vivió en Aldama hasta los 30 años, momento en el que abandonó el barrio junto a sus padres en busca de las nuevas oportunidades que ofrecía Amurrio. Siendo la pequeña de ocho hermanos como era, se había quedado sola con sus progenitores y no tenía demasiadas ganas de seguir

adelante con las labores del caserío.

Como la mayoría, ellos también eran inquilinos en la Casa que ocupaban, perteneciente a los Urrutia de Amurrio, a quienes se pagaba una renta en especie a base de trigo y de algún otro producto.

Olarieta es, en realidad, el nombre de la primitiva casa sobre la que la familia AldamaMendibil edificó el nuevo caserón para vivienda del matrimonio y de los nueve hijos que llegó a tener. Restituto, el segundo de los hijos, sería a la postre el heredero del caserío, puesto que el mayor de todos, Antonio, había marchado a estudiar fuera, y se había afincado en Sanlúcar de Barrameda por deseo expreso de su tío José de Aldama y Camba, de quien heredó el título de Conde de Aldama y los extensos viñedos de la hacienda que éste poseía. Ni corto ni perezoso, Resti, como así lo llamaban, se volcó en la tarea de restaurar la hermosa casa familiar, de cuyos bienes se había hecho cargo como hermano mayor que era de todos cuantos permanecieron en Aldama. Así lo corrobora,

al menos, el ornado enrejado del balcón que se asoma a la fachada meridional, con las letras R (de Restituto) y A (de Aldama), seguidas de un corazón, las letras AÑ (de año), otro corazón y el número 1899, correspondiente a la fecha de la última rehabilitación.

Según aparece en el libro Amurrianos Ilustres, de Félix Núñez, en una entrevista realizada a Margarita, hermana de Restituto y, por ende, del Conde, el caserío lo edificaron Bajo el viejo balcón de Olarrieta.

Elvira en Aldama.

dos canteros de Baranbio: Esteban Laskibar y Jesús Etxebarria. Tenía decorados los techos, y las paredes estaban empapeladas y pintadas al óleo.

Incluso la tarima, fabricada en pino tea, había sido traída desde Francia. Las tablas de las escaleras se hicieron con el roble de la zona, y no faltaba ni timbre en la entrada, ni hornera, ni colmenar, ni cabañas para el ganado. No se puede decir que fueran ricos en un sentido estricto, pero Olarieta tenía muchos montes en propiedad y, los rumores, siempre habían hablado de la existencia de un

arcón con onzas y doblones de oro entre aquellas paredes.

Cuando Resti se hizo cargo de la casa mandó hacer un excusado y una buena cocina baja de hornillos, además de otros arreglos que ya necesitaba después de casi treinta y cinco años desde que la reconstruyeran sus padres, hacia 1865. Pasado algún tiempo, el caserío lo heredó una de las hermanas, Eugenia, casada con Angel Urrutia en 1885. Es por ello que, desde entonces, la propiedad de la casa se vinculara a este último apellido, en cuyas manos aún reside.

El caserío situado bajo la ermita se llamaba Txabarriko comenta Elvira-, y en él vivían los Txabarro. La madre se llamaba Nicolasa, la Txabarrikera. Un día, una hermana mía que era muy traviesa la gritaba (en tono jocoso): ¡Nicolasa, Nicolasa, gri, gri, gri, que se metió por el agujerín...! Ante lo cual, Nicolasa, muy enojada, dijo que se la guardaba y que la pillaría en otra ocasión. Así que tenía por costumbre, aquella mujer, darnos algún tortiko (torta de pan con chorizo dentro) de vez en cuando,

después de sacar la hornada del pan y, aprovechándose de ello, me llamó a mi nada más verme por la calle, para que me acercara a por uno de aquellos sabrosos tortikos. Yo, inocente de mi, me aproximé a Nicolasa con toda la confianza cuando, agarrándome de las orejas, me propinó tan fuertes estirones que aún me acuerdo de ellos. Y así, sin comerlo ni beberlo, pagué yo las burlas de mi hermana.

Las fuentes de agua potable estaban hacia la mitad del barrio, pero un poco por encima de la línea de los caseríos.

Eran dos los manantiales, uno de agua mineral de hierro y el otro, más dulce, sin ese sabor fuerte. Los habitantes de Aldama solían aprovisionarse más del primero, sobre todo porque del segundo bebían los animales.

En el recuerdo de Elvira está que cualquiera de los dos tenía un agua fresca y extraordinaria.

En la primera casa subiendo desde Amurrio (Andiko Abajo) vivía la hermana de su madre con sus hijos. Era muy normal tener parentesco con muchas de las familias del barrio, normalmente rebosantes de

niños y tíos sin casar. De hecho, en Olarieta, en algún momento debieron convivir los ocho hermanos, sus padres, los hijos de Eusebia, la hermana mayor de Elvira, y el marido de ésta. Luego ya se fueron marchando algunos de los hermanos, pues el caserío, generalmente, ha supuesto más un centro de dispersión de los propios naturales que de atracción, por la especial fórmula de herencia habida.

De mi casa sólo yo fu i a la escuela de Amurrio. Todos mis hermanos habían nacido en Onsoño y acudido a la escuela de Baranbio, pues la tenían más cerca. Aún así, había que andar de lo lindo desde cualquiera de los dos barrios.

Mi padre nació debajo de un roble que todavía existe a la entrada de Aldama. Se encuentra a la izquierda del camino, justo antes de llegar al primer caserío: Andiko Abajo, hoy totalmente arruinado.

Ocurrió un día de Viernes Santo, que bajaban tres o cuatro mujeres a las cinco de la mañana a oír misa a Amurrio. Entre ellas iba mi abuela y, al emprender el regreso, como quiera que

Señalando el roble bajo el que nació su padre.

Delante del caserío Olarieta, año 1945.

,

las demás se entretuvieron charlando, prosiguió el camino de subida sola. Debido al esfuerzo o simplemente porque estaba ya cumplida, la llegó la hora de parir alfinalizar el último repecho, a cien metros escasos de su hogar. Asi, cobijada bajo un enorme roble y sin ayuda alguna, trajo al mundo a su hijo: Manuel Bordes, mi padre. Cortó el cordón, lo envolvió en el halda de su vestido y se lo llevó a casa andando como pudo.

Aquel niño permaneció en este mundo hasta los 92 años de edad, en que murió en su casa de Orne. Por otro lado, la madre de Elvira, Jesús Etxeguren, había nacido en Amurrio y, cuando casó

r. A

vivir a Onsoño, donde nació toda su prole a excepción hecha de nuestra protagonista. Cuando, años más tarde, el caserío Olarieta de Aldama quedó libre (hacia 1920), vinieron a él como inquilinos y en él quiso el destino que naciera su última hija, la cuarta, el mismo número que de varones.

Onsoño sólo lo conozco de paso, de bajar a fiestas de Baranbio a bailar, y para entonces ya era moza -confiesa Elvira-. Siempre me ha gustado mucho bailar. También bajaba a Amurrio los domingos, al baile que se hacía en la plaza del ayuntamiento, con banda de

música y todo. Luego había que subir a Aldama y se tardaba una hora y media desde la iglesia de Santa María, aunque yo lo recorría en una hora, sobre todo cuando, acabado el baile, se hacía tarde y había que regresar deprisa.

También se hacía baile en Santa Marina, y en un rellano que había en el alto sobre ambas vertientes, en el camino a Onsoño, y que se llamaba Bostaratxeta. Allí se juntaban los vecinos de Onsoño y de Aldama para alegrarse los domingos, acompañados de otras gentes procedentes de Urrújula (Urrejola), Pardío y Baranbio.

Uno tocaba la dulzaina, otro la acordeón y algún otro elpandero, y ya estaba la Jiesta preparada.

Yo subía a bailar siempre que podía porque me divertía mucho.

También se jugaba a bolos allí mismo, en un bolatoki junto a las hayas. Hará ya más de sesenta años que se acabó todo aquello.

Comencé a bajar a la escuela de Amurrio con diez o doce años, con las monjas que estaban en el lugar que ahora Manuel Bordes, mujer y nieto en Olarieta, año 1954

ocupa el ambulatorio. Tenía que bajar sola, llevarme la comida y luego subir también sola. No estuve más de siete meses así porque era mucha la ausencia del caserío y mis padres necesitaban toda la ayuda posible en el trabajo diario. Además, como ellos tampoco habían tenido escuela no entendían realmente la importancia que podía tener la educación en mi futuro.

En Aldama, al igual que en otros barrios, se sembraba de todo lo necesario, y no se dejaba ni un solo metro cuadrado para campa o pastizal, tal y como hoy ocurre y que, erróneamente, hemos asimilado con el paisaje rural tradicional de la Euskal

«AllÉI

‘Vacas, yeguas, ovejas, cabras y cerdos conformaban la base ganadera de la mayoría de caseríos, el complemento económico a la parte agrícola”.

Herria atlántica. Trigo, patatas, borona (maíz) y alubias eran productos esenciales en la dieta de aquellas gentes, pero también se mimaba la huerta cercana al caserío, en la que no podían faltar hortalizas ni verduras, además de calabazas, remolacha, nabos, pimientos, habas y otro tipo de vegetales imprescindibles en la alimentación diaria de la casa, tanto de personas como de animales. No bastaban para ello las piezas cercanas a la explotación familiar, y eran muy habituales los roturos en terrenos comunales para sembrar más cereal, preferentemente trigo y centeno. Una vez segada la mies, todos los caseríos tenían su era para la trilla, labor que se realizaba con la yegua o los bueyes, animales estos muy cuidados por el valor que tenían en las prácticas agrícolas. De hecho, cuando no trabajaban se quedaban en casa junto a las vacas de leche.

No se conocen caleros en el barrio, aunque si en la zona.

En Orue, junto al caserío Sasiain hay uno. Otro en el término de Oxin, y uno más en el arroyo de Roiaspe. Concretamente, en este último fabricaba cal la familia del caserío Txabarro de Aldama, para abonar los campos de labranza.

A moler se iba al molino de Bergantza, que era donde tenían el tumo del mes, al igual que los de Pardío y Onsoño.

Cuando el nivel del agua no era suficiente para mover la rueda, acudían al de Pikaza o al de Errotabarri, ambos en Amurrio.

Hasta Errotabarri bajaba Elvira con la muía desde Aldama.

Molían tanto trigo como maíz, y los dos tipos de harinas eran muy utilizados en la cocina diaria del caserío, sobre todo para amasar los panes y los talos.

Vacas, yeguas, ovejas, cabras y cerdos conformaban la base ganadera de la mayoría de caseríos, el complemento económico a la parte agrícola.

No se tenían muchas cabezas en propiedad y no se trabajaba para

producir excedentes tal y como hoy ocurre. La subsistencia pura y dura planeaba sobre los tejados del mundo rural y no había lugar para ensoñaciones ni grandes pretensiones de futuro.

Las ovejas sólo estaban en casa cuando iban a parir, porque el resto del año se echaban al monte -nos asegura Elvira con la rotundidad de quien lo ha vivido muy de cerca-. A la mañana siguiente se subía hasta donde ellas para contarlas y comprobar que estaban todas. Mi hermano Luis y, después de casarse la mayor de mis hermanas, el cuñado, eran quienes más hacían de pastores. Solían llevar el ganado hacia Peña Negra, abundante en pastos y buena hierba, pero también andaban por el Campo de Bahúna, el Alto de las Canteras, el Alto del Mendi, o el Campo de la Tabla.

Lo mismo que los de Urrújula (Urrejola, de Orozko) y Onsoño, que subían las ovejas al monte nuestro.

A l pie de trescientas teníamos nosotros en el tiempo que más. Pero, cuando empezó la guerra, se llevaron a los pastores a servir al ejército y

nos dejaron sin hombres en casa para atender tanta labor. Así, con doce o trece años empecé a ir sola a contar las ovejas cada amanecer, al Alto de Peñas Negras. Ocurre que, después de pasar la noche enteramente agrupadas, al amanecer se van separando y anchándose como un abanico, por lo que es el mejor momento para contarlas una a una. Cuando las ovejas están juntas no hay quien las cuente.

El trabajo en el caserío era constante, pero los ritmos muy distintos a los de hoy. Elvira, con el poco tiempo que había asistido a la escuela, apenas sabía leer y escribir. A menudo iba a cuidar a los bueyes y las vacas, que se echaban a los jaros (zona de monte bajo con muchos brotes de arbolitos incipientes, txirpia, y mucho roble naciente) y a las linderas de las piezas de cultivo, donde tenían abundante comida.

Elvira acostumbraba a llevar un libro que contenía modelos para escribir cartas, y en aquellos largos momentos de ocio que le dejaban sus vacas mientras pastaban, se fijaba en él para aprender y escribir su propia correspondencia.

El caserío Olarieta tenía muchas propiedades en castaños, cuyo erizado fruto recolectaban anualmente los inquilinos del mismo. De esto se recuerda muy bien Elvira en un tono de cierto reproche: ...buenos fríos que pasábamos en la época de recogida. Los hombres las tiraban de los árboles con pértigas largas y las mujeres las recogíamos del suelo con una especie de tenazas hechas con una rama doblada para no pincharnos. Del suelo las echábamos a los cestos, y de aquí a las ericeras, unos recintos de piedra en form a circular donde se almacenaban para ser consumidas a lo largo del invierno. Cuando se sacaban para ser bajadas al caserío las golpeábamos con un rastro para quitarlas el erizo que las envolvía, muy espinoso para las manos. Luego, desde el caserío, cuando el año venía abundante, se bajaba una parte a Amurrio

Arriba. Elvira en Olarieta, 51 años después.

Abajo. Olarieta a mediados del siglo XX.

y Orduña para ser vendida en sus mercados; otra buena parte se echaba a los cerdos para que estuviesen bien alimentados y se pusiesen gordos y buenos; y el resto de la cosecha era para las personas, asadas cada noche en el tamboril sobre el fuego de la cocina. Eso lo hacía muy bien mi padre...

Además de la huerta y de los frutales, manzanos y avellanos sobre todo, había colmenas en Olarieta, pero la miel era siempre para los dueños. Cada año subían los Urrutia hasta Aldama para catar el dorado tesoro que elaboraban las abejas. Después, Manuel Bordes, con el carro, bajaba la partida de tinajas hasta la casa de los propietarios en Amurrio, desde donde ellos mismos se encargaban de venderla en el valle.

Desayunábamos todos los días un buen tazón de leche, normalmente con talo y, a veces, con una txintxorta que nos hacíamos. El morokil se alternaba en ocasiones, aunque a mi no me gustaba tanto.

Consistía en mezclar harina de borona con leche en una cazuela,

puesta al fuego, hasta conseguir una papilla fina y espesa. Luego se le añadía azúcar y a comerla.

No se tenia hambre en toda la mañana.

Para el mediodía -prosigue Elvira recordando los hábitos gastronómicos de aquella época-, comíamos alubias y patatas básicamente.

Sembrábamos muchas patatas para comer nosotros y para echar a los cerdos. Verdura se comía pero no tanto como ahora. Garbanzo se solía subir algo desde Amurrio, y se comía los domingos. No comprábamos muchos productos de comer, pero si que vendíamos todo aquello que nos sobraba, como conejos y huevos, que se llevaban a vender hasta Orduña andando, aunque, normalmente, bajábamos al mercado de Amurrio, más cercano, que se celebraba los viernes en la ermita de San Antón, al igual que hoy. También se bajaban quesos en la época de ordeño, y alguna otra cosa si venía bien.

De vez en cuando, en el caserío se mataba alguna oveja y algún cordero, que solían caparse para la cría y

Elvira y su sobrino, ambos nacida en Olarieta

I

poder comerlos en cualquier ocasión, pues tenían una carne estupenda.

Leche se tomaba mucha en todo momento, también po r la noche, pero para la cena siempre había un plato de patatas o de sopa de ajo en la mesa.

No teníamos lujos de ningún tipo, pero tampoco pasábamos hambre.

En Olarieta también se hacía sidra en otoño, para el consumo de casa. Recogíamos la manzana y se machacaba en un pesebre con una palota de madera o de hierro. A continuación echábamos todo a la cuba, el zumo y la pulpa, y le añadíamos agua hasta completar la barrica. Se dejaba así varios días, fermentando, y luego se le ponía la tapa, que consistía en un trapo y una

madera con una piedra encima para que no entrara el aire. Al poco tiempo de taparlo ya podía beberse. En realidad no era sidra, sino pitikí, por el agua que llevaba. Aún así sabía rico, sobre todo al principio, muy parecido al champán, pero a medida que se iba consumiendo la barrica el sabor se hacía más áspero y hasta amargo. De todos modos, no duraba más de un mes, éramos muchos a beber.

La mayor parte de los caseríos no hacían sidra porque no tenían posibilidades, ni siquiera pitikí. El nuestro tenía muchas propiedades y daba para vivir más o menos bien, aunque con mucho trabajo.

La fiesta del barrio se celebraba el 28 de octubre, en la ermita de San Simón y Judas. Había misa, al igual que

hoy, y a la salida se festejaba en el pórtico y en la zona del caserío Juandorena. Por la noche cambiaba el escenario y se bailaba en el portal de nuestro caserío -dice Elvira5 y se tocaba txistu, tamboril, pandero y acordeón. Solían venir txistularis de Amurrio, primero un tal Posadas y luego un tal Txurru. Si venía alguno con dulzaina, era del otro lado, de la zona de Orozko o de Baranbio. Hacíamos una gran fiesta y amanecíamos bailando.

Aldama tenía bastante relación con los barrios cercanos, además de con Amurrio.

Precisamente a Amurrio bajaban a menudo los vizcaínos de Urrejola a comprar o vender productos, y siempre lo hacían atravesando Aldama.

Venían hablando su particular vascuence, pero enseguida entablaban conversación con los alaveses de esta vertiente, en su castellano aprendido de escueta palabrería, pero práctico verbo. A los de Onsoño, sin embargo, era más difícil verlos por Aldama, ya que en su descenso hacia Amurrio atravesaban siempre por el barrio de Pardío, de más

corto camino. También Elvira solía acudir a Pardío Arriba a jugar, porque allí había chicas de parecida edad y, además, eran familia. Otros núcleos próximos y de gran contacto eran San Roque y Orue, donde el caserío Sasiain suponía el punto habitado más cercano en el camino de subida desde Amurrio a Aldama. Precisamente, sería en Orue donde Manuel Bordes, el niño nacido bajo el roble, hiciera su casa frente al puente de Zabalibar, para vivir en ella tras abandonar definitivamente Aldama hacia mediados del siglo XX. Sólo son historias de personas sencillas, de Manuel, de su fuerte madre, de Elvira, de las que no aparecen en las enciclopedias. Estas son las personas que debemos recordar, las vidas que nos hicieron. ■

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on ¡a expulsión de los judíos de ¡a Península Ibérica, decretada en 1492 por los Reyes Católicos, Vitoria-G asteiz, a l ig u a l que otras m uchas poblaciones, perdió a uno de sus colectivos m ás im portantes: el judío; el cual, entre la hum illación y el dolor, hubo de abandonarlo todo, incluida la m em oria fís ic a de sus antepasados. No obstante, antes de partir, llegaron a un acuerdo con los por entonces regidores de la ciudad para que su viejo cem enterio extram uros fu e r a respetado y perviviera para siem pre como pasto o dehesa.

El tiem po inexorable m architó aq u el acuerdo, y el cem enterio hebreo que dorm ía oculto bajo la colina de El Polvorín fu e despertado y destruido por la m a q u in a ria pesada del

C

crecimiento urbano. Hoy, el coqueto parque de Judim endi alberga una grandiosa escultura que pretende, como lo hiciera el m onolito que la precedió, g u a rd a r el recuerdo y la m em oria de aquel cementerio.

La a rtista ju d ía Yael Artsi, nacida en M arruecos de fa m ilia sefardí, ha esculpido un gran libro en piedra con los bloques extraídos de una cantera conocida como la M ontaña de Jerusalén.

El libro, sím bolo de cultura, se acom paña de un y u n q u e oval, referencia directa a las fo r ja s de hierro realizadas por los vascos en la E dad M edia, y tres fr a n ja s de m eta l en fo r m a de anillo que recuerdan la convivencia habida entre cristianos, judíos y m usulm anes, transm itiendo de esta fo r m a un m ensaje de p a z y am istad. M ensaje que se ve reforzado por la inclusión en la obra de un conocido pasaje del profeta Isaías: No a lza rá la espada nación contra nación ni se adiestrará m ás para la guerra.

O jalá sea cierto y atendido bien por todos.

tiempos de guerras y pestes, an transcurrido algo contribuyeron al enriquecimiento más de quinientos de la población, comerciaron años desde que los y ejercieron diferentes oficios judíos vitorianos a destacar entre ellos los de que se negaron a apostatar de artesanos, mercaderes y, muy su fe partieron hacia el exilio. especialmente, médicos. No eran Cinco siglos durante los cuales muchos, pero tampoco lo eran los su presencia entre nosotros habitantes cristianos de Vitoriadesapareció de la memoria Gasteiz cuya población se cifra colectiva y únicamente quedaron en unas 2000 personas durante retazos sueltos en los archivos la Edad Media. Un 20% sería de y en la mente de algunos procedencia judía, es decir que estudiosos. Y, sin embargo, los serían en tomo a 400 personas, judíos hicieron parte de este unas 70 familias, suficientes para pueblo, hablaron su lengua, formar una aljama. compartieron zozobras en La aljama, palabra derivada del

H

Miniaturas iluminadas La Haggadá de Barcelona (Briíish Library de Londres) es uno de los más hermosos manuscritos miniados judíos existentes, fuente de la que hemos tomado las ilustraciones que complementan el presente artículo. Es de mediados del s. X I V y narra la historia del éxodo para que sea comprendida, fundamentalmente, por los niños.

La excelente caligrafía hebrea se centra en pocas palabras, de letra grande y clara, para que pudiera ser leída a la vez po r varias personas. Las miniaturas decoradas y figurativas se distribuyen por todo el texto, y describen también escenas de la liturgia en el periodo de la Pascua judia. Toda una obra de arte parangonable, quizá, con los bellos y enormes cantorales realizados en la Europa medieval, y que debían ser leídos, también, por varias personas a la vez.

ïà Los comensales beben la primera copa de vino sentados a la mesa.

árabe “alyama’a”, o “qahala” en hebreo, de la cual procede la palabra castellana “calle”, constituía la expresión jurídica de la comunidad e incluía, además de la sinagoga, una escuela, una carnicería y un tribunal para solventar temas judiciales entre judíos. Vitoria poseía su aljama, al igual que otras localidades alavesas como Laguardia y Labastida. Navarra tuvo importantes aljamas, ricas y cultas, en Pamplona, Estella, Tudela y, en general, en todas las poblaciones por las

cuales transcurría el camino de Santiago. En Bizkaia únicamente hubo aljama en Balmaseda y en Gipuzkoa no hubo ninguna. Se sabe de la presencia de judíos en lugares de estos dos terrhorios, como Orduña, Segura o ArrasateMondragón, aunque en número reducido y sin entidad propia.

Queda en Gasteiz una calle, la Nueva Adentro, llamada durante algún tiempo Calle de la Judería y que, después de la marcha de sus vecinos judíos, retomó su antiguo nombre. “Nueva” porque fue la última de las tres que configuraron la segunda expansión del casco medieval: Cuchillería, Pintorería y Nueva Adentro. “Adentro” porque estaba pegando a la muralla que rodeaba el casco y para diferenciarla de la Nueva Afuera que se construyó posteriormente fuera de la muralla. Algunas de las casas de esta calle fueron ocupadas por familias sefarditas, muchas llegadas de Navarra tras los terribles ataques a las juderías en el año 1327, pero aún habría de transcurrir siglo y medio antes de que en 1486, en vísperas de la expulsión, los judíos vitorianos se vieran forzados por decreto

a residir en dicha calle, uno de cuyos extremos fue tapiado para obligarles a pasar por el control de la puerta con salida al Portal del Rey. También se les obligó a llevar una rodela de color naranja en sus ropas, no se autorizó la entrada en la judería a las mujeres cristianas, ni que los judíos tuvieran sirvientes cristianos y tampoco se permitió que judíos y cristianos compartieran sus respectivas fiestas y mantuvieran negocios, algo que se había hecho con relativa normalidad en los años precedentes. m oficiante parte la massá,psin ázimo sin

lavadura.

No existe constancia de que en Vitoria tuvieran lugar los actos de extrema crueldad que durante los siglos XIV y XV se sucedieron en otros lugares como Valladolid, Estella, Granada, Sevilla, Nájera, Zaragoza, Madrid, Toledo, Barcelona y muchos más, en donde hombres, mujeres y niños fueron torturados, masacrados y quemados vivos, pero nuestra ciudad no pudo sino obedecer las órdenes emitidas en cuanto a las medidas restrictivas concernientes a una parte de la ciudadanía. Mucho Se levanta la servilleta que cubre las massot que el muchacho sostiene sobre la cabeza.

Fabricación de ladrillos y construcción de ciudades por esclavos judíos del Faraón.

se ha dicho al respecto, se han escrito miles de páginas y se ha intentado justificar una conducta injustificable, bajo un prisma humano y humanista, sobre la sinrazón del comportamiento xenófobo mostrado durante siglos por amplias capas de la sociedad, comenzando por los papas y los reyes.

Los judíos comenzaron a llegar a la Península Ibérica en el siglo II, tras su expulsión de Israel por el emperador Adriano en el año 135. Lo hicieron mucho antes que los suevos, vándalos.

alanos, visigodos, fi-ancos o árabes. Fueron parte por tanto de la amalgama de gentes que durante siglos, para bien y para mal, en la guerra y en la paz, se asentaron en esta parte del mundo. Se amoldaron a la nueva vida, adoptaron costumbres y lenguas, lucharon junto a sus vecinos cuando sus poblaciones se vieron atacadas, sufrieron el hambre y las plagas al igual que los demás, trabajaron duro para crearse una situación y hubo entre ellos reputados matemáticos, astrónomos, filósofos, comerciantes y médicos, pero una cosa siempre los diferenció: la religión.

Y fiae precisamente a causa de la religión por lo que se les excluyó de la sociedad y se les negaron sus derechos ciudadanos. Todos los concilios de la Iglesia Católica, a partir del de Elvira (Granada) en el año 314, promulgaron su expulsión o, al menos, su segregación; los ataques a las juderías fiieron alentados por clérigos entre los cuales los había conversos o descendientes de conversos que así demostraban la credibilidad de su conversión; los papas redactaron, al igual que

los reyes, leyes y disposiciones antijudías, y tanto unos como otros se aprovecharon mientras pudieron de los beneficios obtenidos mediante los impuestos especiales que se les hacía pagar o los préstamos solicitados, raramente devueltos, para emprender guerras o conquistas.

Las acusaciones de rapto de niños cristianos para realizar sacrificios, de envenenamiento de los pozos de agua, de magia negra y, sobre todo, de ejercer

la usura, fueron meras disculpas para azuzar el odio y la venganza.

Incluso en este último caso, las leyes sobre el préstamo estaban controladas por la Corona que cobraba parte de los intereses.

Exactamente igual a lo que hoy en día hacen los bancos y a nadie se le ocurriría quemar vivo a un banquero. De todos modos, el número de prestamistas era mínimo comparado con el de otras profesiones y entre los judíos los había ricos, pero también pobres

Unos músicos tocan bajo un pórtico. De izquierda a derecha aparecen tocando la flauta y tamboril, la viola, el laúd, la zanfoña y el atabal.

de solemnidad, y la mayoría eran artesanos. Muchos deudores se alegraron al conocer el decreto de expulsión porque creyeron que se verían libres de deudas.

Craso error. Los funcionarios del Estado tomaron buena cuenta de las cantidades adeudadas a los judíos y las reclamaron para la Corona, intereses incluidos.

La verdadera razón de la expulsión fue la unificación ya expresada por Recaredo en el año 587 al hacer del catolicismo la única religión oficial. Los Reyes

Católicos no hicieron sino seguir sus pasos: un rey, un reino, una religión. Los apologistas de la canonización de la reina Isabel aducen que la expulsión de miles de personas, en condiciones de absoluta precariedad, se debió a una razón de Estado: la de construir la unidad de su reino sobre la base de una sola religión, la católica. No cabe la menor duda de que la reina castellana prestó un gran servicio a la Iglesia de Roma aunque para ello hubiera de sacrificar a sus

ì:

y»' ir ) > } y \ ü f e

Inscripción aparecida en una pileta de mármol del s.VI, hallada en Tarragona. Ll^ va una triple inscripción en hebreo, latín y griego, referente al deseo de paz. Lo' adornos, a base de pavos reales, cuerno, el árbol de la vida y la menorah o lán para de siete brazos, están cargados de simbologfa (Museo Sefardí de Toledc^

súbditos judíos y musulmanes.

También queda en Vitoria un lugar llamado Judimendi, lugar utilizado por la comunidad judía para enterrar a sus difuntos. En junio del año 1492 cuando se decretó la expulsión, los responsables de la aljama vitoriana llegaron a un acuerdo con el Ayuntamiento a quien cedieron varias propiedades como la sinagoga, transformada después en escuela de gramática, y la dehesa donde se hallaba el cementerio. En este caso cedieron los terrenos con una

condición: que se respetara la zona ocupada por el cementerio. La ciudad mantuvo su promesa hasta que en los años cincuenta los re p re s e n ta n te s de la comunidad judía de Bayona acudieron a V itoria-G asteiz Jí y la relevaron de su compromiso.

Hoy se alza un pequeño monumento en aquel lugar. Hace poco estuve allí. El monolito estaba lleno de pintadas y daba grima ver el minúsculo jardincillo que lo rodea. Una ciudad que mantuvo su palabra durante quinientos años, bien podría respetar la memoria de

parte de sus antepasados.

Porque algunos se marcharon, pero la mayoría permaneció en el lugar donde habían nacido sus padres y sus abuelos, el lugar de su propio nacimiento y el de sus hijos. Obligados a trocar sus propiedades por un caballo viejo o un carro, a partir -,con lo puesto, sin poder llevar dinero ni oro encima, a marchar a un país extranjero cuya lengua ignoraban, sin seguridad y con temor a un futuro incierto^ con

personas ancianas, mujeres embarazadas, niños... ¿qué otra cosa podían hacer sino aceptar el bautismo cristiano y permanecer en sus casas, en su tierra? Así lo hicieron y mantuvieron recuerdos clandestinos, memorias prohibidas, tradiciones encubiertas, hasta que el paso del tiempo borró toda huella y únicamente quedaron un par de evocaciones de su presencia entre nosotros. ■

Si AUNIA llega a Kirguistán... ^

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LOS NOMBRES DE PILA Una realidad cambiante texto -

MIKEL GORROTXATEGI NIETO

Secretario de la Com isión de Onom ástica de Euskaltzaindia

foto - FELIX MUGURUZA / XABIER ARMENDARIZ

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Evolución del nombre de pila en la comarca de Aiara / Ayala Por razones estadísticas se ha tenido que dejar fuera de este trabajo la Villa de Urdufía y sus concejos, aunque creemos que los datos que se dan aquí son fácilmente extrapolables a dicha localidad.

Para realizar el estudio se han utilizado los datos del censo de población del año 1996, que han arrojado un total de 33.753 nombres. Los nombres compuestos se han considerado a efectos prácticos distintos de los simples.

Breve historia del nombre de pila en el País Vasco La historia de los nombres de persona en el País Vasco es

semejante a la de aquellas otras zonas de Europa en la que la lengua oficial no ha sido la de uso de gran parte de la población, por lo que históricamente los nombres de reales y los oficiales han sido en muchas ocasiones distintos.

Los primeros testimonios de onomástica personal corresponden a la época romana siglos I y II d.c. en los que aparecen, entre otros, nombres comoEneko yAunia que seguirán en uso en la Edad Media, como se puede ver en la documentación de la época, así como en la toponimia, un ejemplo es Enekuri (“la villa de Eneko”) un barrio de Erandio junto a Bilbao.

En la Edad Media se usarán gran cantidad de nombres de origen netamente indígena {Otxoa, Hobeko, Gartzia, Anderezu, Oneka, Otsanda ...) junto con otros de origen foráneo {Martin, Joanes,...) ñindamentalmente derivados de nombres de santos, con mayor o menor adaptación al sistema de la lengua vasca {Mikel, Petri, Martie...).

Como consecuencia del concilio de Trento (siglo XVI) y la obligatoriedad de bautizar a los

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recién nacidos con nombres cristianos, los nombres no cristianos tienden a desaparecer.

Igualmente las formas euskéricas de los nombres del santoral cristiano pasan a una situación de marginación, perviviendo en el habla {Perú, Patxi,..), pero no el la documentación oficial, al no ser el euskera lengua de la administración de la iglesia que en el País Vasco adopta el castellano y francés. Uno de los pocos nombres que subsiste es Iñigo, evolución romance de Eneko y difijndido por san

*

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Ignacio de Loiola, fundador de la Compañía de Jesús.

Esta situación generó un proceso de erosión de los nombres tradicionales que condujo a la desaparición de las formas euskéricas en gran parte del País, aunque muchas de las formas tradicionales perviven en el santoral del País Vasco norte que ha sido más conservador.

Un ejemplo es Jakue que fue en la Península sustituido de una manera casi absoluta por la forma castellana Santiago, y sus hipocorísticos, Santio, Santixo,

etc. aunque se documenta en Bilbao todavía en el año 1763.

La situación cambiara radicalmente con la publicación en 1897 por Sabino Arana Goiri, fundador del PNV, del Egutegi Bizkatarra, seguido de una edición más completa, realizada por dicho partido en 1910, a cargo de Luis Elizalde, con el titulo de Deun Ixendegi Euzkotarra. En dicho santoral se rompe en gran medida con la tradición anterior creando en la mayoría de los casos un nomenclátor totalmente nuevo.

Entre otras cosas, propuso, siguiendo a Astarloa que los nombres de varón acabasen en a (Gorka, Begoña, Mikela, ...) y los de mujer en -e o -n e (Edurne, Begoñe. M ikele,...).

Sin embargo, el camino del santoral de Sabino Arana no fue sencillo. Ya que en 1907 fue prohibida su utilización por el obispo de Vitoria (obispado que abarcaba la practica totalidad de Bizkaia, Gipuzkoa y Alava) en la que proclama que “todos los documentos que figuren en sus archivos parroquiales han de estar redactados en castellano’’.

Finalmente Roma tuvo que

4

mediar en el conflicto autorizando dicho santoral. Hay que resaltar, para entender la trascendencia de esta prohibición, que el partido promotor de dichos nombres, mayoritario en tres de las provincias, era de carácter confesional y fundador de la Democracia Cristiana europea.

La total libertad se alcanzará en el año 1932 cuando la República española autorice la totalidad de los nombres vascos, traducidos o no. En el año 1938 las autoridades del general F. Franco proceden a prohibir la utilización de nombres “que no solamente están expresados en un idioma distinto al oficial castellano, sino que entrañan una significación contraria a la unidad de la patria”, admitiéndose únicamente los de advocaciones marianas {Begoña. ¡ciar, ...) con grafía castellana.

Además se disponía que se utilizasen nombres del santoral romano.

La prohibición tuvo carácter retroactivo y los encargados de los registros procedieron a traducir, y en algunos casos cambiar, todos los nombres escritos en euskera, en algunos casos sin comunicárselo a los

interesados. Es de destacar el caso de Barakaldo en donde los nombres euskéricos eran tachados con un tampón con la frase: “Viva Franco”. Durante el franquismo los nombres euskéricos se restringieron al seno familiar y en muchos casos, por miedo, incluso desaparecerán dentro del mismo.

De esta forma no es infrecuente que los niños abandonen el nombre euskérico al entrar en la escuela.

Posteriormente, vuelven a irrumpir con fuerza los nombres vascos, aunque fuera del ámbito legal, forzando a diversos cambios legales.

En la época final del franquismo la presión se relaja y se autorizan advocaciones marianas y nombres que no tuviesen traducción (escritos en castellano, por supuesto). En consecuencia la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia le encargo al académico José M“ Satrustegi la realización de un nomenclátor que se publicó en 1972 con el nombre de Euskal Izendegia, Nomenclátor Onomástico Vasco. Por razones legales en dicho libro no se recogen las formas vascas de nombres

cristianos, restringiéndose fundamentalmente a advocaciones marianas, nombres literarios y mitológicos. Para ello J. M. Satrustegi recurrió al expurgo de los textos medievales, fundamentalmente navarros, sacando a la luz nombres ya caídos en el desuso.

En 1977, año de la edición del segundo nomenclátor, se autoriza el uso de nombres en cualquiera de las lenguas españolas y la traducción de los mismos impuestos con anterioridad. En 1983 publicó la Real Academia su tercer nomenclátor corregido y aumentado. La última aportación de ésta es de 2000 cuando publicó su Euskal Izendegia Diccionario de Nombres de Pila, en el que además figura una pequeña explicación de cada nombre realizadas por Patxi Salaberri y un servidor.

En teoría el cambio de legislación venía a restaurar los derechos de la lengua y a normalizar la situación, y aunque es obvio que en gran medida se normalizó, y cada día lo es más la situación sigue siendo diglósica, de forma que es habitual que la gente use el nombre euskérico {Patxi, Jon,

Maite,..) aunque el oficial esté en castellano {Francisco, Juan, Maria Teresa,...): Procedimiento de trabajo.

Se han analizado los totales por décadas, y por zonas. Se han elegido: 1929-39 (República y Guerra Civil), 1945-55 (posguerra), 1955-65, 1965-75, 1975-85 (transición) y 1985-95 (última década). Por razones de espacio y teniendo en cuenta que los datos de 1945-55 y 1955-65 son semejantes se han omitido los resultados correspondientes a esta última década.

Las principales dificultades han sido por una parte la increíble cantidad de errores del padrón, en el que además de los meramente tipográficos existen otros, mayoritariamente en perjuicio del euskera, de diverso tipo, fundamentalmente la confiisión de los diferentes tipos de africadas y la utilización de grafía castellana. Este último problema es el de más difícil resolución, puesto que así como en los nombres netamente euskéricos, como Gorca o Agurchane el error es obvio (Gorka y Agurtzane)^ los nombres comunes a ambas

lenguas no se pueden corregir, y no existe modo alguno de saber cuantas Momeas y Cristinas escriben su nombre en euskera Monika o Kristina por lo que por razones prácticas nombres se han contabilizado bajo la grafía castellana. Es relativamente común que de algunos registros llamen para preguntar si se puede escribir Monika y Oskar y al decirles que por supuesto se extrañan alegando que “siempre se han escrito con c”.

La contestación que doy suele ser: ¿Y en alemán como son?

Repuesta: Monika y Oskar.

Como consecuencia de lo anteriormente expuesto al realizar el trabajo he clasificado como nombre euskérico únicamente aquel que existe solamente en lengua vasca. Por lo tanto, de ninguna manera se puede entender que un 60% de nombres euskéricos signifique un 40% de nombres no vascos, puesto que obviamente existen nombres iguales en castellano y euskera. Por poner un ejemplo, en el valle de Ayala en la última década de los veinte nombres de mujer más usados dieciocho son claramente euskéricos y

los dos restantes son Maria y Raquel / RakeL Por lo demás, entre los diez nombres de mujer más utilizados los cuatro que no son únicamente euskéricos son iguales en euskera, castellano y la mayoría de las lenguas europeas: Maria, Laura, Sara y Marta.

En todo caso los datos indican

un mínimo, puesto que como he señalado anteriormente es común el uso de un nombre euskérico que no tiene rango oficial.

Tablas.

Para facilitar su uso los nombres de origen exclusivamente euskérico se dan en negrilla.

Tabla lA. Los diez nombres de varón más utilizados en Euskal Herría peninsular por décadas y su número.

Tabla 2. Los diez nombres de mujer más utilizados en Euskal Herria peninsular y su presencia absoluta.

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Tabla 12B. Nombres de mujer más usados en la Cuadrilla de Aiara / Ayala.

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Es de señalar, por una parte que los nombres de varón se utilizan más, de forma que para un número semejante de niños y niñas el nombre más usado por éstas, Leire, figuraría el octavo del total y el segundo no aparecería entre los diez primeros. Es interesante, así mismo, estudiar el origen de los nombres. Garazi, Mikel, Eneko y Unai son tradicionales eusquéricos. Ane, Ander, Jon, Andoni, Iker, Endika y Nerea se los debemos a S. Arana, así como Maitane, Janire y Oihane que son formas populares creadas

después.

Leire, Ainhoa e Irati, son advocaciones marianas difiindidas por nomenclátor realizado por J.M. Satrustegi.

Finalmente, Aitor, Amaia y Asier son nombres literarios, el primero ideado por A. Chaho y difiindido por el creador de los otros dos N. Villoslada. Xabier es el nombre de santo más usado, en sus diferentes formas, este siglo en el País Vasco.

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La primera conclusion obvia es la preponderancia de los nombres de origen netamente eusquérico, de forma que en los últimos diez años, entre los varones de los veinte nombres más usados 16 son claramente euskéricos, y 18 entre las mujeres. De los nombres netamente castellanos, hay que recordar que Iñigo es la versión romance de Eneko.

En el caso de las mujeres entre los veinte primeros no existe ninguno que sea exclusivo de la lengua castellana, como Pilar o Concepción, ya que Maria es un nombre común a toda Europa y en el caso de Rakel solo cambia la forma de escribirlo.

Si observamos la utilización de los nombres más comunes en la última década (tablas A y B) observamos que solo Maria y Javier tienen una presencia notoria. Nombres y como José, antaño usado como apelativo en Gipuzkoa (y todavía utilizado para designar a los vendedores callejeros, que en Bizkaia son llamados Iñaki), Antonio, José Antonio (de indudable difusión en la posguerra por razones

obvias), Manuel, M^ Carmen, Pilar, M^ Jesús, M^ Teresa, Ana M^ o Angeles están en trance de desaparición con el cambio generacional. Es destacable la tendencia a la baja de Begoña, advocación mariana de Bilbao de gran raigambre en otras épocas.

Por el contrario, Mikel, Jon, Aitor, Asier, Iñigo, Iker, Leire y Nerea son nombre con un número total menor pero mayormente nacidos en las últimas décadas (tabla 2^*). Mención a parte merece Amaia que al igual que María supera las diferentes modas.

Otro de los rasgos destacables es la tendencia a usar nombres cortos de tres o menos sílabas.

Consecuencia de esta tendencia, y la libertad de elección, que ya no obliga a anteponer el nombre de María en el caso de las mujeres, prácticamente han desaparecido los nombres compuestos, de forma que entre los treinta primeros solo aparece Jon Ander, y Francisco Javier, nombre más usado durante veinte años.

Es notorio, que mientras que los treinta nombres de varón más usados son utilizados por el 56,3% de los hombres en las mujeres solo son el 42,1%. Para

unapoblacióndemujeres superior solamente hay cuatro nombres que se usen más de 20.000 veces frente a diez en el Caso de los hombres. Esta tendencia de las mujeres a usar una mayor diversidad de nombres también se registra en las ikastolas y en la situación de las comarcas es por lo demás común a Europa.

En lo que se refiere a la utilización por comarcas los nombres si comparamos los resuhados de Aiara con las Encartaciones o Markina

son prácticamente iguales, y sensiblemente diferentes a los de Tudela o Rioja Alavesa..

Finalmente, hay que recordar que la abundancia de advocaciones marianas del país se deba a que fiie el único modo de poner nombres vascos durante muchos años.l

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foto - Xabier Armendariz

ilbao nace en la ría, allí donde se mezcla el agua dulce que viene de las peñas de Orduña y de Durango, con las salinas que trae el mar Cantábrico. En el vado de Atxuri surgió la nueva villa con vocación de puerto comercial, aún antes de fundarse, el año 1300.

A pesar que el vado podía cruzarse sin dificultad en marea baja, pronto necesitó Bilbao un puente que uniese ambas orillas.

No sabemos cuándo se levantó el primero, pero sí conocemos que en los años nacientes de la villa, Bilbao pide y consigue de María Díaz de Haro, Señora de Bizkaia, un privilegio para la imposición de gravámenes a las acémilas, a fin de mantener el puente, que

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con el tiempo sería conocido como “de San Antón”.

El Bilbao medieval contaba, por lo tanto, con un puente de cierto empaque, construido en piedra que algunos consideraban una estructura eterna. No le faltaron otras construcciones de vida efímera, como lo atestiguan la propia denominación recogida en viejos documentos medievales donde se habla de la pontecilla de la Sendeja o la pontecilla de Ascao.

Necesitaba proteger la villa ese puente esencial para su comercio y controlar desde él las transacciones mercantiles y el paso de recuas y personas.

Ideó para ello un sistema en el que todos sus vecinos debían participar, recogido en las Ordenanzas Municipales de 1.593. En efecto, el capítulo XXVII cita dos guardas que debían controlar el paso de los arrieros y los productos que acarreaban. Los vigilantes eran dos vecinos de la villa que realizaban su trabajo por tandas semanales y seleccionados por calles, en una labor solidaria en la que todo el vecindario debía

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I participar, sin que faltasen las consabidas excusas de los más adinerados que pretendían que la guarda fuese llevada a cabo por sus criados.

Varios siglos vivió Bilbao con un solo puente, y por lo que sabemos no echaron en falta otras construcciones

ni las autoridades locales, ni el propio vecindario. Fueron los franciscanos del convento imperial de San Francisco, los que siguiendo una vieja tradición medieval, la de los monjes especializados en la construcción de puentes, los que intentaron levantarlo frente a su

convento en la margen izquierda de la ría, para tener así un acceso más directo al núcleo urbano de las Siete Calles.

No le gustó a la Villa la iniciativa, celosa del monopolio de paso entre las dos orillas, y pleiteó con los frailes en esas disputas judiciales de antaño que eran casi perpetuas. Los éxitos iniciales de los religiosos -una sentencia favorable de 1506 y la ejecución del estribo derecho del puente- , fueron contrarrestados por la vitalidad de una villa mercantil que no quería ver peligrar sus privilegios, y finalmente la idea franciscana no prosperó.

El viejo puente medieval de San Antón siguió orgulloso, como único paso de la ría toda, hasta que un día aciago de 1593, dio al traste

con su vetusta estructura. Una tremenda inundación que los bilbaínos llaman irónicamente “aguaduchu”, acabó con sus piedras en el cauce fluvial. Se construyó de nuevo, y en años posteriores, 1667, hubo de añadirse un arco m ás, para tratar de resistir mejor los embates del agua en las no escasas inundaciones que la villa sufría.

El viejo intento de la Orden Franciscana, volvió a renacer siglos más tarde. En 1735 su ansiado anhelo por fin se vio cumplido y un puente valorado nada más y nada menos que en 35.000 ducados, se levantó inmediato al convento. El sueño duró poco, dos años sólo, cuando de nuevo una fatal riada lo derrumbó y de él sólo quedó una esquemática vista en un hermoso plano que trazara el inglés Gabriel Baudwin.

Finalizaba el siglo de las luces y esta vez el gobierno local vio con mejores ojos tender un puente en el mismo lugar que antaño lo habían pretendido los franciscanos.

Encargó a Alejo de Miranda el proyecto, y el arquitecto neoclásico trazó un puente airoso, de un solo arco

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y de notable altura, a fin de conseguir que surcasen bajo él, veleros y goletas para atracar en los muelles, ría arriba, de la Rentería.

Concluyeron las obras en 1793 y el orgullo de su creador era parejo al que manifestaban algunos de sus contemporáneos como el historiador Juan Antonio de Zamácola, que calificaba la nueva estructura de madera como “la mejor pieza que se conocía de su clase en Europa” .

Lo fiaese o no, el puente fiae pasto de las llamas provocadas por las tropas francesas en su retirada de Bilbao el 5 de enero de 1813, y es lástima que de tan curioso puente no haya quedado siquiera testimonio gráfico para mejor conocer la obra de Miranda.

A este puente sustituyeron otros flotantes o de barcas, de vida muy precaria. Consistía básicamente en cuatro barcas planas con cuadernas dobles de madera de roble y el resto de tablanería, unidas a través de un sistema de trabazón, con posibilidad de elevar una de sus partes para que pudiesen pasar las embarcaciones.

Se incorporaba también dos

bombas aspirantes para achicar el agua que se pudiese filtrar. El sistema ensayado en repetidas ocasiones entre 1813 y 1823 no dio resultado.

A éstos siguió el famoso colgante, del arquitecto Antonio Goicoechea. La nueva técnica que surgió en Inglaterra y Francia pocos años antes, se ensayó, no sin dificultades, en nuestra Villa, hasta convertir a la construcción de Goicoechea en la más emblemática de Bilbao. Fue inaugurado de forma solemne el 30 de junio de 1827 y mostrado con orgullo por los regidores municipales al monarca absoluto Femando VII cuando visitó la villa el año siguiente.

Finalizada la primera Guerra Carlista en 1839, se siente la necesidad de tender un tercer puente en el punto del Arenal, ante la perentoriedad de comunicaciones con la cada

vez más poblada zona de Ripa y Albia en la anteiglesia de Abando, hecho que sucede en 1848. Con el tiempo el puente del Arenal será el más importante de todos y auténtica punta de lanza en el proceso de anexión de la anteiglesia.

Por estas fechas, 1855, fue preciso sustituir el puente colgante por otro también colgante de factura más sólida.

Fue esta misma técnica la que utilizó la Anteiglesia de Abando para tender el llamado puente de los Fueros en 1869 a fin de librarse del peaje que tenían que pagar por pasar los puentes bilbaínos.

Como consecuencia de la segunda Guerra Carlista todos los puentes de la villa quedan seriamente tocados y será a su terminación cuando comienza una etapa febril de constmcción de puentes, derivado del auge demográfico y la necesidad de constmir en terrenos de la margen izquierda . Tal fue el proceso en 15 años escasos, que el llamado puente nuevo de San Antón inaugurado en 1877, era en la década de los noventa el más viejo de todos los construidos en

esos años.

El puente del Arenal fue inaugurado en 1878 y su traza se debe al ingeniero Ibarreta, y fue clave como punto de conexión entre el nuevo Ensanche y el Bilbao tradicional de las Siete Calles. El de San Francisco es obra de Pablo de Alzóla, terminado en 1881, poco después de que su autor dejase la Alcaldía de la villa. El de la Merced tardó unos años más en construirse, pero el empeño de los concejales republicanos del distrito de San Francisco lo hizo posible en 1887.

Finalmente, a la iniciativa del ingeniero Antonio Ruiz de Velasco se debe el puente giratorio del Ayuntamiento de carácter peatonal. Era acaso el más original de todos y todavía queda en la memoria de algunos bilbaínos cómo giraba una de las

Vieja y nueva vista del Puente de Arenal. Al fondo, el Teatro Arriaga.

mitades del puente para permitir el paso de las embarcaciones a los muelles del Arenal.

También se recuerda cómo debían de pagar en una primera época la cantidad de 5 céntimos en concepto de peaje por atravesarlo, de ahí la denominación popular de puente del perro chico como era conocido popularmente, frente al nombre oficial de puente de San Agustín o puente del Ayuntamiento.

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En 1893 se levantó el puente de Bizkaia, casi en la desembocadura de la ría. Aunque se tendió entre Portugalete y Las Arenas, esto es , fuera de la jurisdicción de la Villa, no podemos dejar de citarlo porque además de ser el que más fama ha adquirido, el puente trazado por Palacio y la colaboración del francés Amodin es el único que queda en pie de todos los que se construyeron en el siglo XIX, y sigue siendo utilizado a diario

por miles de personas.

En este siglo también se ejecuta la canalización de la ría tal y como hoy la conocemos, en los aproximadamente 1.500 metros de distancia entre los Caños y el convento de San Agustín. En lo que afecta a su paso por lo que es la jurisdicción de la Villa, cabe resaltar las obras en Atxviri, la Sendeja y la isla de Uribitarte, que representaron no sólo nuevos muelles para la actividad portuaria, sino también

Puente de Portugalete en día de trainero-

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una importante mejora urbana en las zonas mencionadas y una ampliación de superficie que Bilbao necesitaba de fiarma urgente.

La construcción de puentes y las transformaciones de la ría en el último tercio del siglo XIX son el símbolo de toda una época para Bilbao. Es el paso de una villa reducida a las pocas hectáreas de su núcleo originario, a una extensa que ocupa, con su ensanche, la vega de Abando. Es el tránsito de una villa mercantil a una ciudad industrial. Es la mudanza de un pequeño municipio de poco más de 25.000 habitantes a otro grande de 100.000, es, en suma, el tiempo en que el Bilbao tradicional se transforma en una ciudad moderna.

Los puentes tendidos o reconstruidos en el trágico siglo XX, son los que todavía hoy usamos y, más que historia arrinconada, son realidad actual y casi fiituro, a compartir con las nuevas estructuras levantadas y por levantar en el presente siglo. ■

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ten ien d o como base la importantísima calzada de Enirio, también conocida como la “calzada de los gentiles”, esta ruta da a conocer una de las zonas más interesantes de la sierra de Aralar, tanto por su valor paisajístico, como cultural e histórico. Así mismo, este artículo pretende ser una llamada a la conservación de todo el legado cultural del que disponemos en nuestra tierra.

La calzada es un camino medieval que aprovecha el trazado de una

ruta trashumante utilizada por los pastores ya desde el Neolítico, hecho confirmado por la existencia de varios monumentos megalíticos como el dolmen de Jentillarri, Ausokoi, y otros junto a la propia vía. Venía de la cuenca de Iruñea, por Madoz, el valle de Ata y San Miguel de Aralar, donde aún se conservan restos, y desde allí entraba en el corazón de Gipuzkoa, por la ruta que vamos a realizar. Posteriormente enlazaría con la calzada de Emio para acceder a la costa y dirigirse a los puertos comerciales de Orio, Zarautz y Donostia. Paso de mercancías, peregrinos a San Miguel, armas, etc. todo su

tránsito, estaba vigilado por la fortaleza situada en la cercana cima de Ausa-Gaztelu y por la de Mendikute, ésta ya en el macizo de Emio.

La ruta, además nos dará opción a conocer una de las últimas majadas con txabolas de techo de ramas, asi como un menhir, y en definitiva una de las zonas de pastoreo tradicional más interesantes de Euskal Herria.

RUTA LA CALZADA DE ENIRIO La ruta parte del área de recreo Olariagako Saroi (popularmente ""Olakosar) y el refiigio Akapulko. Una pista asfaltada, que sale desde el aparcamiento

hacia la derecha, nos lleva hasta una borda. Allí donde nos encontramos con la calzada.

Caminando sobre las grandes losas que según la leyenda fueron puestas por los gentiles -seres gigantescos pertenecientes a la mitología vasca- arrancándolas de las laderas de la montaña, el camino que sigue las marcas rojas y blancas del GR se adentra en un bosque de hayas trasmochas, donde nos encontramos con la fiiente de Gaintxola. Continuamos por la calzada hasta llegar a una pronunciada curva, desde donde se puede ver el trazado que vamos a seguir tanto por la calzada como por la zona alta, cerrando

la vista el collado de Pikoeta al que nos dirigimos. Pasamos junto a unas chabolas llamadas Urrezti-ederra, y ya la calzada va ganando altura poco a poco. Tras pasar por la fuente de Iturtxo, nos adentramos en la zona más

bonita y donde se localizan las losas más grandes de la calzada.

Además de impresionantes hayas también aparece algún que otro tejo. La ruta nos deja en la majada de Arransoro, donde termina el enlosado. Aquí

vamos girando hacia la izquierda ganando altura entre el bosque, hasta salir al collado de Pikoeta, en el comienzo de los rasos de altura.

Continuamos caminando por una pista en terreno despejado, dejando a nuestra derecha la majada de Intzesao, volvemos a entrar en el bosque. Allí, junto al camino se localiza el dolmen de Kotaleku o Arraztaran, muy cerca, en un claro del bosque junto a la pista, encontramos el dolmen de Jentillarri. Se trata de un sepulcro de galería con túmulo, compuesto por dieciséis piedras, seis de las cuales sujetan la cubierta de tres metros por metro y medio. Se excavó en 1917 y aparecieron restos de enterramientos de veintisiete individuos, así como puntas y fragmentos cerámicos.

LA MAJADA DE UIDUEGI Y EL MENHIR DE SUPITAITZ Abandonamos la pista y ascendemos dejando ésta a la derecha por una hondonada que

apreciamos perfectamente frente a Jentillarri, llevándonos hasta la majada de Uiduegi {Oidui en pronunciación popular) en unos cinco minutos. Situada sobre los 840 m., es uno de los lugares de mayor interés de la sierra. Esta majada es una de las pocas que aún conserva chabolas con techo de helechos sujetos con ramas entrelazadas, vestigio de la ancestral costumbre de no utilizar la teja en las construcciones pastoriles utilizadas en la trashumancia, pues significaba propiedad. Los muros de las pequeñas chabolas son de mampostería y tienen además interesantes puertas con troncos cruzándose en tijera. Junto con los rediles y los ladridos de los perros, hacen de éste un entorno de gran belleza.

A la derecha de Uiduegi, a la altura de las txabolas inferiores, se ve una pista y a su derecha una colina en la que se localiza el menhir de Supitaitz, monumento tumbado de más de dos metros y medio, conocido también

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Calzada de Enirio o Calzada de los Gentiles formada por grandes losas que según la tradición fueron colocadas por los gentiles tras arrancarlas de las laderas de la montaña.

como ^^ans^,*fiíáh'ia” y desde ff^cual tenemos una preciosa vista de la sierra/También en el. alto.a la izquierda de dicha pista y encontramos los. restos del lolmen de Uiduegi.

AUSA-GAZTELU Retomando sobre nuestros pasos hasta el collado de Pikoeta, justo en el collado y frente a las txabolas^ un camino que supera una langa va ascendiendo a nuestra derecha, abandonando ya las marcas del GR. Este camino nos acerca a los pastos más altos de la sierra, además de permitimos disfrutar de una preciosa vista de Ausa-Gaztelu, Murumendi, Aizkorri, y si no hay bruma, Gorbeia y Anboto.

Caminamos a s c e n d i e n d o

pegados a un cercado hasta que la referenciá de la cima de Ausa-Gaztelu y misma ruta nos sugieran, descender. Tras cuarenta minutos de carrmiata. lesüe Pikoeta, negamos ai collado de Errekonta, justo bajo esta montaña. Nos resta ascender por la herbosa y pendiente loma hasta las rocas que componen la cima. Un camino sencillo nos deja en la cima de esta montaña de 904 m. de altura, que es un mirador privilegiado sobre la cara este de Larrunarri (Txindoki). Además en la cima de Ausa-Gaztelu, se conservan los restos de la que fiie torre de vigilancia citada ya en el siglo XIII, de forma cilindrica, y en la que podemos ver los restos de su base, así como los de sus

murallas.

Abandonamos la cima de AusaGaztelu y vamos descendiendo pero, en lugar de hacerlo en dirección a 1collado de Errekonta, lo hacemos en dirección opuesta,

monasterio, encomendándose al arcángel. Éste acabó con el dragón y liberó a Teodosio de Goñi de las cadenas que portaba como penitencia por matar a sus padres engañado por el

hacia una pista visible desde la cima y que nos dejará en el aparcamiento.

diablo. Todavía se pueden ver estas cadenas en el interior del monasterio, y es costumbre pasárselas por el cuerpo para prevenir el reuma. Así mismo en la primitiva iglesia situada dentro del actual templo, hay una cavidad en una de las paredes, que comunica con la cueva, y metiendo la cabeza, protege ante los dolores de la misma.

Uno de los personajes míticos más conocidos de Aralar es

ARALAR MITOLOGICO En la sierra de Aralar, abundan los relatos mitológicos; sin duda el más conocido es el que narra los orígenes del Santuario de San Miguel, unido a don Teodosio de Goñi y al dragón con quien el caballero navarro se enfrentó en la cueva situada bajo el actual

Jentilen Sukaldea - La cocina de los Gentiles

Mari, que habita en la cueva de Marizulo, en Larrunarri.

Además, la diosa vasca tiene escondida una devanadera de oro en la sierra pero que nadie ha conseguido encontrar.

Son muchos los genios que habitan la sierra; también lo hacen Sugaar en el monte Balerdi, o Basajaun en el Putarri. Mención especial merece el gigante Roldán, unido al lanzamiento de piedras, que tras errar en el tiro

quedan en parajes de la sierra: son menhires. Incluso, en alguno como el de Ata, se observan las marcas de los dedos del gigante mítico.

Sin embargo, en la zona de Aralar en la que se desarrolla esta ruta, existen gran cantidad de leyendas que hacen referencia a los gentiles. Estos personajes están directamente relacionados con la cristianización de estas tierras. Según cuenta una leyenda,

estaban los gentiles jugando a la pelota en el collado de Argaintxabaleta, cuando vieron acercarse una extraña nube.

Asustados, buscaron la opinión experta de un gentil anciano y ciego. Solicitó el anciano que le levantaran los párpados con un palo, así lo hicieron y al observar la nube, el anciano les dijo a sus compañeros: “Ha nacido el Kixmi, y ha llegado el fin de nuestra raza”, haciendo referencia a que realmente se trataba del nacimiento de Jesús y, en consecuencia, el final del paganismo. Desesperado, el anciano les pidió que le arrojaran por un precipicio, hecho lo cual, los demás gentiles huyeron despavoridos,

Menhir de Supitaitz

hasta quedar sepultados bajo la losa del dolmen de Jentillarri de donde nunca más salieron. Pero no todos desaparecieron, uno de ellos descendió al pueblo a dar la buena nueva del nacimiento de Cristo: este gentil es Olentzero, que continua bajando cada Nochebuena a los pueblos de nuestra geografía.

La cima de Ausa-Gaztelu, también es conocida como Jentilen Sukaldea, “la cocina de los gentiles” ya que, según cuenta la leyenda, la torre de su cima fue construida por los gentiles que allí vivían, incluso se pueden observar las marcas de las ruedas de los carros en las piedras de su cima. ■

GR 35

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IAcceso. Saliendo de Zaldibia y en dirección al barrio Egilegor ascendemos por una carretera de 3,4 km. hasta el área recreativa de “Olariagako saroi” .

Señalización. Desde el aparcamiento hasta la majada de Uiduegi nos acompañan las marcas rojas y blancas un GR. Será la mejor referencia.

Horario y difícultad. La duración del recorrido será de entre 3-5 horas, sin i desniveles fuertes a excepción de la última ascensión a Ausa-Gaztelu.

Varios. Los dólmenes, etc. están señalizados con su nombre, datación y Iotras informaciones. En caso de niebla es mejor limitarse al recorrido balizado por el GR.

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'M u n d u berri bat bizi behar da, azald ua izan b a in o lehen' “ Un mundo nuevo debe ser vivido antes de ser explicado"

Bestelako gozokiak agertu ziren arte, oso ohikoa zen intxaur-'' saltsa izeneko azkenburukoa jatea. Batez ere Gabonetan jaten zen jaki honek ondo baino hobeto aprobetxatzen ditu intxaurren ezaugarri osasungarriak. Em andako errezeta, aitzakia ederra izan daiteke datozen Gabonetan intxaur-saltsa bat prestatzeko.

texto - NIKO ASTOBITZA PIKATZA foto -TXEMl LLANO

a intxaur-saltsa fue hasta hace bien poco nuestro postre navideño por excelencia. Con nueces y leche, básicamente, nuestras amonas preparaban un dulce deUcioso, y sencillo al mismo tiempo.

Sin embargo, en la multitud de libros publicados de cocina, apenas existen recetas sobre la intxaur-saltsa, a pesar de que es muy conocida en buena parte de los caseríos de Bizkaia, aunque menos en Araba, Gipuzkoa y Nafarroa. Es lo que podemos deducir una vez consultada la excelente recopilación de Recetas de Cocina de Abuelas Vascas realizada en 1983 por José Castillo en los cuatro territorios históricos, una obra que nos permite adentramos en una cocina de verdad tradicional.

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Pero antes de centramos de manera más específica en la Intxaur-saltsa, comentaremos algunas curiosidades, también prejuicios, relacionados con el nogal y las nueces. El término nogal deriva del latín nucalis, del mismo modo que nuez proviene de nux. Al nogal, en euskera, se le denomina intxaurre; en catalán, noguer o noguera^ en gallego, nogueira o conchiro. En fi'ancés, noyer\ en inglés, walnut\ en alemán, nussbaum.

El nogal común es un árbol de porte magnífico. Originario del sudeste de Europa, pertenece a la especie del género Juglans regia, cuyos fiutos, las nueces, crecen de uno a cuatro sobre un mismo pedúnculo, y son de forma redondeada. Existen otras especies, como el nogal americano o nogal negro {Juglans nigra), muy apreciado por su madera, de fruto con forma oblonga y cuyo interior contiene una nuez de paredes muy duras.

La corteza, la cáscara y la piel de la propia nuez, al igual que las hojas del nogal poseen

innumerables propiedades curativas, hoy casi olvidadas.

Por ejemplo, los taninos de la corteza son utilizados en tintorería, del mismo modo que de la cáscara verde se extrae un barniz denominado nogalina.

El polvo de cáscara de nuez macerado en agua sirve para que el cabello adquiera tono castaño, y de las yemas fi*escas del nogal se extrae un bálsamo que fortalece el cuero cabelludo.

Además, el cocimiento de la piel que envuelve a la nuez es eficaz contra las inflamaciones de la garganta, así como para tonificar las encías. También el aceite de nueces frescas es bueno para expulsarlos parásitos intestinales, al igual que una infiisión de hojas de nogal es de inestimable ayuda para los diabéticos, y para lavar llagas y sabañones de los pies. Finalmente, las hojas del nogal, bien secas y machacadas, sustituían al tabaco en épocas de carestía.

A pesar de la gran variedad de propiedades curativas que podemos extraer del nogal, alrededor del árbol y de las nueces existen una serie de prejuicios

que conviene matizar.

Dioscórides, médico griego del siglo I de nuestra era, escribió una obra titulada De Materia Médica, una obra en la que describe de manera pormenorizada las propiedades terapéuticas de más de seiscientas plantas, además de incluir remedios animales y minerales. Sin embargo, al analizar las nueces, nos previene contra ellas: son indigestas, provocan el vómito en ayunas, así como dolor de cabeza y estómago. Hoy día sabemos que no es así, al menos si comemos nueces de manera moderada, pero los prejuicios de Dioscórides fueron también asumidos por Ububchasym de Baldach en su Theatrum Sanitatis

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y Mateo Platearlo en su Libro de los Medicamentos simples, obras que suponen la culminación de los saberes medievales europeos acerca de las propiedades de plantas y minerales.

En la actualidad, sin embargo, obras como Bizkaiko Sukaldaritza de Jesús Liona Larrauri y Garbiñe Radiola resaltan las cualidades dietéticas saludables que tiene el moderado consumo de las nueces: Las nueces son uno de los alimentos que más

nutrientes tiene, de tal modo, que como fruto oleaginoso que es, resulta ideal para reponer energías en las épocas de frío al aportar gran cantidad de grasas y calorías. Son muy útiles por sus proteínas y minerales, parece que estimulan la hipófisis y el sistema nervioso y, además, se consideran laxantes y vermífugas. Contienen también dextrosa, ácido linoleico, féculas, lecitina y zinc. Otra de c u a lid a d e s

poseen las nueces es la carencia total de colesterol, lo que las hace especialmente recomendables para todos aquellos que tienen exceso de

colesterol en la sangre.

Uno de los prejuicios más extendidos en relación con el nogal, tiene que ver con el árbol en sí mismo. A lo largo de la historia, se ha resaltado lo dañina que es su sombra, que produce alergias y dolores de cabeza. Ciertamente, el nogal es un árbol poderoso que proyecta una magnífica sombra, bajo la cual, según cuentan las crónicas, se reunían brujas y demonios.

No nos ha de extrañar, en

consecuencia, que la sombra del nogal sea considerada maligna: es difícil

ver nogales cerca de las casas, ni mucho menos en el centro de una heredad. Ignacio Abella, al referirse al nogal en su libro La Magia de los Arboles, resalta su carácter absorbente: En su área de influencia, pocas plantas crecen y se ven poquísimos animales, insectos, pájaros... (salvo córvidos, ardillas y otros buscadores de sus nueces), l Su follaje exhala un olor penetrante, áspero que, al estrujar la hoja, se hace casi picante, no es pues extraño que se haya utilizado para alejar insectos, puesto en la cama o entre la ropa. Es decir, si queremos una sombra libre de insectos bajo un árbol, ninguna como la sombra de un nogal.

Finalmente, diremos que el nogal es un árbol de crecimiento lento, y por ello su madera es muy apreciada en ebanistería, sobre todo la de aquellos ejemplares que tienen una especial deformación rugosa por haber sido atacados por un parásito, que es el responsable de que la madera de ese ejemplar sea más valorada todavía por su resistencia y perdurabilidad.

Ha sido usada para tallar las

y

imágenes religiosas y filigranas de sillerías en iglesias y catedrales durante siglos, así como para interiores de barcos y todo tipo de armarios, alacenas, puertas... pensando siempre en su calidad, estabilidad y duración.

I

ntxaur-saltsa

Como hemos comentado, pocos libros de cocina incluyen recetas para elaborar la intxaur-saltsa.

Entre ellos, sobresale el titulado Recetas de Cocina de Abuelas Vascas, publicado en 1983 por José Castillo, que contiene ocho recetas de nuestro dulce navideño: cinco, son de Bizkaia; dos, de Gipuzkoa, y uno, de Nafarroa. El ingrediente común a todas ellas son las nueces, por supuesto, pero difieren sensiblemente en la manera de triturar las nueces y en los ingredientes añadidos.

Las recetas de María Lamarain (82 años), natural de EtxarriAranaz, y la de Matea Barrenetxea (100 años), natural de Eibar, se elaboran con leche, nueces, azúcar, miga de pan blanco y una barra de canela,

salvo pequeñas diferencias en cuanto a la cantidad de nueces y el tipo de pan empleado: migas tostadas o frescas. Sin embargo, María Azaróla (84 años), natural de Gabiria, Caserío MendiolaEtxeberri, no incluye pan en la

en pedacitos, bastante azúcar y un palo de canela. En la de Josepa Antoní Arambarri (81 años), natural de Berriatua, se pelan las nueces y se fríen, pasadas por harina y huevo.

Se añade vino blanco y azúcar.

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intxaur-saltsa.

En Bizkaia, las diferencias son importantes. Por ejemplo, la receta de Alejandra Gárate (96 años), natural del barrio Mendiola de Abadiño, se elabora poniendo al fuego un puchero de agua y dos ajos, que se tiran cuando están cocidos. Se añaden nueces machacadas, miga de pan

Se deja que el jarabe hierva un rato y, antes de servir, se mezcla un poco de canela en polvo.

La receta de Margari Illaro (80 años), natural de BolibarZenarruza, se elabora con nueces machacadas, sopitas de pan seco, leche y azúcar. Cuando llevan un rato hirviendo, se añade un trocito de bacalao desmenuzado.

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Esta última forma de preparar la intxaur-saltsa era usada en toda la comarca de Bolibar.

En la receta de María Petra Landa (84 años), natural de Dima, se cuece una colita de bacalao en una cazuela.

Después, se la saca y se añade crema de nueces, pedacitos de miga de pan, un trozo de artoa desmigada y azúcar. Finalmente, la de Florencia Aberasturi (80 años), natural de Gemika, incorpora chocolate a la intxaursaltsa. Se pone mitad de leche y mitad de agua en una cazuela hasta que hierva. A continuación, se añade pasta de nueces, azúcar, miga de pan blanco, un trocito de bacalao desmigado y una onza de chocolate rallado.

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En Orozko, las recetas de la intxaur-saltsa son similares a las publicadas por José Castillo en 1983, salvo algunas diferencias.

La de María Bengoetxea Izarza, natural del barrio Nafarrondo, tiene como ingredientes: nueces, pan tostado, leche, azúcar y canela. La de Juan!

Durana Olaguenaga, del barrio Bengoetxea, es parecida, salvo

que añade arto s desmigada en lugar de p a a to$tadO| La Familia EstibaPes conHnúa elaborando la (lue p reparaba Segu.¿J(» E tíualles, a base de nueces, un piiñado de artoa desmigadí»', ■ ''he, azúcar y canela. Segundcif le daba mucha f- iio rtan cia a / |u ^ \a% nueces 4;* artoa f«>ri Á bien " *' ' con una *b^»*^la.

También, que se em pleara una t4k/ui.'hi-dL‘ biii í u.

de Pilar Solatxi HierroO labarria, natural del barrio Arrugaeta: p on e un trozo de bacalao a rem ojar; luego, lo quita. Al agua, le ^ a d e nueces, miua de pan blanco y a /ú car. La nueces se trituran con un m a /o en un cu en co especial para ello. Es una receta an cestral de

la Familia Solatxi. También lo es la de la amona de Felisa Pikaza Rotaetxe, del barrio Urrexola, que elaboraba la intxaur-saltsa con agua de bacalao, si bien la receta más común en la familia se prepara con nueces, leche, miga de pan, azúcar y canela.

La receta de Angela Bilbao Oiabaria, del barrio Urigoiti, y la de Kontxi Intxaurraga Aldaiturríaga, del barrio Ibarra, es la que sirve de base a las fotografías que acompañan a nuestro artículo. Se elabora del siguiente modo: Ingredientes: nueces, leche, azúcar, artoa (harina de maíz).

huevo y canela.

Se trituran las nueces con un rodillo de madera, hasta que la pasta quede bien fina. A continuación, se cuece un litro de leche con un palo de canela, seis cucharadas de azúcar, dos huevos batidos y dos cucharadas de artoa. Cuando comienza a hervir, se baja la intensidad del fuego.

Se añaden las nueces hasta que la saltsa quede espesa. Se deja hervir suavemente, a fiiego lento.

Finalmente, la intxaur-saltsa se deja enfriar en una cazuela de barro, antes de servir. ■

Konpromezua Gure lurrarekin ^ ^ u r e esku b a ita g o g u re lu rraren ' e t o r k iz u n a , p u n t a k o tekn o lo g ia n a tu ra erresp e ia tz e n d u e n gestio sistemo era g in k o r b a fen eskura. Hau. bo lto , JEZen helbu ru go rran ^zitsuenetarikoo, ingurum e n c re k in k o n p ro m e ­ zua, g u re h e rrio re k ik o konprom ezua,

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Este arbusto o arbolito espinoso de la familia de las rosáceas, también llamado Majuelo o Manzanitas de Pastor, es muy frecuente en nuestros montes, en las zonas de hayedos y robledales, y formando cercados para recoger el ganado.

Sus frutos, típicos de otoño, de color rojo brillante como pequeñas manzanitas, son perfectamente comestibles, aunque algo harinosos e insípidos, pero agradables al paladar. De su uso gastronómico hay constancia en algunos yacimientos prehistóricos en cuevas, donde se han encontrado multitud de semillas de Majuelo.

Aunque la medicina natural lo ha empleado por sus propiedades sedantes suaves, antiespasmódicas y diuréticas, la principal utilidad y fama la deben a sus magnificas propiedades para la circulación y como reguladores de la tensión arterial, prestando buenos servicios en las afecciones del corazón: arritmias, taquicardias y anginas de pecho, sin presentar efectos secundarios ni nocivos para las personas. Para este tipo de afecciones se toman las hojas y flores (20grs/litro), en dosis moderadas (2-3 tazas diarias) y a ser posible en tratamientos prolongados (2-3 meses) con el fin de conseguir buenos resultados. En nuestros

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. foto y dibujo: GABRIEL VAZQUEZ (Herbolario AM ALA U, Zeanuri)

pueblos se toma asociada con el muérdago (hojas) para reducir la tensión arterial. También podemos tomar los frutos en cocimiento para los mismos objetivos.

Es una planta muy interesante que puede actuar de comodín para ser utilizada con otras hierbas. Así, en mezclas sedantes ( con pasiflora, melisa....) o en mezclas para la circulación (con salvia, romero...), para la tensión, la ansiedad y la retención de líquidos. Como puede verse, son interesantes y muchas las utilidades de este arbolito de madera dura y espinosa, con unas flores (abril-junio) blancas agrupadas en racimos.

En el aspecto simbólico y mágico nos encontramos con un arbusto refugio de brujas y hadas, “La hada blanca del bosque”, simbolizando la esperanza, el amor y la alegría. En et Aunia n“ 3 aparecía un artículo. El eskatxo de las brujas, con un espino como protagonista y una leyenda popular asociada a él.

Tradicionalmente, también se ha utilizado como símbolo protector del hogar y de la salud, amparándonos de las malas influencias y de las energías negativas. No es difícil ver, aún hoy, en muchas puertas de entrada a las casas y ventanas, así como en los accesos a establos y cuadras, crucecitas protectoras acompañadas de ramos de espino, sobre todo en pueblos y núcleos rurales del área atlántica y pirenaica de nuestra Euskal Herria.

También las penas y los males del corazón, desde un punto de vista sentimental, han sido tratados popularmente mediante las propiedades del espino blanco.

RECETARIO: Vino de Espino Blanco: Macerar 50 grs. de flores y frutos de espino durante 16 días en 1 litro de vino blanco (si es de Oporto mejor).

Pasados ese tiempo deberemos filtrarlo y guardar el líquido resultante. Tomar un vasito en las principales comidas. En realidad, esta bebida es un tónico-aperitivocordial, además de un

tenso-regulador. También puede ser administrado contra los cólicos.

Un mes más una aota menos El Consorcio de Aguas Kantauriko Urkidetza, un año más, quiere sensibilizar de la iníiportancia de un consum o racional del agua a la población de la Cuadrilla de Aiara.

En esta ocasión, Kantauriko Urkidetza da un paso más y estará presente en los hogares de la comarca durante todo el año.

Un nuevo mes, un nuevo consejo

Recorriendo la Cuadrilla de Alara

Kantauriko Urkidetza, como ente gestor del agua de la Cuadrilla de Aiara, tiene claro que disponer de la mejor agua durante todo el año es tarea de todos y todas.

Com o en ediciones anteriores, Kantauriko Urkidetza recorrerá la comarca difundiendo su mensaje. Recordemos a Tantatxo, su gigantes­ ca mascota con forma de gota de agua, que en numerosas ocasiones ha visitado las calles de la Cuadrilla de Aiara con su mensa­ je de sensibilización.

Por eso, en diciem­ bre se repartirá un c a le n d a rio de pared con ese o b je tiv o ; ¿qué m ejor e le m e n to para g a ra n tiz a r que estará presente durante to d o el año? Y es que K an tau riko U rkidetza pretende que el ahorro en el consumo de agua sea una labor diaria.

D ich o c a le n d a rio servirá como medio para lanzar cada mes un nuevo consejo práctico para hacer un consumo raciona! de este bien común.

Así, en esta ocasión, se irá "calendario en mano" para regalárselo a sus habitantes.

A través de la rad io también se informará del horario, la fecha y el lugar al que acudir para recoger el calendario.

De este modo, durante 2005 todos los habitan­ tes de la zona podrán dar uso a los consejos prácticos de Kantauriko Urkidetza.

Los consumidores del mañana

Llegar al público infantil siempre ha sido uno de los objetivos de Kantauriko Urkidetza, porque ellos y ellas serán los grandes consumi­ dores y consumidoras de agua del mañana, adem ás de ser unos com unicadores muy persuasivos de lo aprendido en el colegio sobre la nueva cultura del agua.

Publirreportaje

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Es por eso que Kantauriko Urkidetza ha desa­ rrollado un proyecto educativo en el que se sientan las bases de las actividades a desarro­ llar en el aula para fom entar un consumo responsable. Enmarcado en este proyecto se o rg a n iza n visita s a las in sta la c io n e s del consorcio en Aiara y a la presa de Maroño.

Aquí, los más pequeños conocen el ciclo del agua y el tratam ien to que se le da hasta llegar a nuestros hogares. Pero para que toda esta información sea recordada por los niños y niñas, trabajarán unas fichas después de las visitas en el aula.

com unicativo al público infantil, esfuerzo que junto con la implicación de los centros educativos y de la población en general tiene su compensación con el ahorro de su go tita de agua por parte de la c iu d a d a n ía . Por eso. si quieres saber cómo seguir a h o rra n d o a g u a p á s a t e a p o r tu calendario.

Año tras año Kantauriko Urkidetza dirige una p arte im p o rta n te de su e s fu e rz o

Kantauriko URKIDETZA Consorcio de Aguas Uren Partzuergoa

i LA V t^lB N D A É N BILBAÓ

' (ISmfOOS) N^XV^'2004 mm mETA

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te v ís ta - d f H u m a n id a d e s y C im tcias S o c ia te s 'd e B ilbao \ \ \£ d ita : A y to . d e B ilb a o 'P a tr o d n p : B B K F u n d a c ió n ' ^ 1 2 € .4 2 4 p á g s . , & u scrip ció n :b id eb 0iv ie ta ( ^ a y to .b ilb a o .n e t I ILa pubjicación semestral BIDEBARRIETA continúa apcHlando nuevas investigaciones, ;en este número nos ofirce, de manera amplia, las ponencias realizadas en el VIH Symposium áobre Historia de Bilbao, qqe abordó d interesante tema de la vivienda eh la Mlla a !o sMte «igk>s, ccp todas:5us características, cunosidac^ y probletnáti^. Son 16 las aportaciones de o&o^ investigadores que tcts acercan a esta particularidad de la histopa viva de Bilba?. Sin duda, una labor encomiable por parte de c^lffgpron^ueven BIDEBARRIETA, por el sentido diñisor y sociálizador de la cujtura que preee«! froyecto-

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diarac/antza

A u to r y e d ito r: T x e m i tla n o T e x fa s: A iara D a n tza Tatdea 7 € 6 0 p á g s .P e d id o s a: ¡ r r iU a n o ^ e u s k a ln e t.n e t El |H ^ n tC 'tr^ 3 ^ &tDgráfíoo recdge de manera pulcra y exquisita el alma de la danza vasca en sus la á s veiadas identidades. Los modelos son dantzarís del oinocido gmpo amurríano, con veinte de trayectoria a sus espaldas. Distintas danzas con orígenes distintcB, vistosos trajes y com$jlanentos aparecen en sus páginas de forma diversa, danzando, vistióidose o ;:etocánd0se de salir a bailar.

Un bello trabajp que honra a un beilo arte: la danza popular, esencia de nuestra cultur^

FELIX M U R G ^ Y LA ARQUEOLOGÍA

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R em a n e s d e P ren sa Editar Á f ta m a

0 Q p é p k .\ 3 .€ ' ' \T0h f o o o ^ ^cootaeto: 9 4 6 8 9 14 SO 1 Ln e p a edrción especial )C í la revist^ de etnografía AZTARNA se intenta *no sólo tomSQsear la memofia del ñnado Félix Murga sino recapitular sobre su trabajo, ipresdiiidible, en el cpmpo de la arqueología y de la etnografía. Así,' la presente >bra reproduce una an alísim a selección Üe noticias de ptensa que, en su día, se íieron eco de los hallazgos de campo y actividadefe promovidas por el insigne ^FéKx,_guÍ2á el mayor prospector arqueológico del territorio alavés, sin desestimar los d e s p i^ i^ c n to s efectuados en zonas anexafe como Birkaia, La Rioja o norte de Burgos. Este trabajo 'iiu « v /s ude v iherr^eroteca j w i i c pone w i > v > * la posibilidad i i s i w w de consultar una gran cantidad de recopñátório a■* nueaCca disposición adem ás de bucearen ellos, salvando del olvido buena parte de lajinestimable trayectoria datos de-nuestro estro querido sacerdote. ' ^ ^ km

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AR A B A r 01 A R A B A !

A u to r: K o ld o A z k u e A n tz ia E dita: K o ld o A z k u e A n tz ìà , A y to . d e L lodio y A y to . d e O rduña 3 5 0 p á g s. C o n ta c to : k a z k u e ^ h o t m a il.c o m En palabras del autor: Este libro pretende acercarse a los sentimientos y a los recuerdos de algunos combatientes que vivieron aquellos momentos ilusionantes de resurgimiento del sentir nacional vasco antes de la guerra y de los más dramáticos de la lucha armada...

La obra recoge los testimonios directos de algunos de los combatientes aún vivos de Ips batallones Araba y Aralar, encuadrados en los batallones del Ejército Vasco. Estas 'ivencias historicistas pretenden recuperar parte de la memoria histórica de Álava, diluida entre la generalidad (le una guerra; la Guerra Civil Española. líl libro contiene un archivo fotográfico de gran valor, además de una fuente documental procedente de la i^ É n M É m d e la época, y otra aún más importante, procedente de las entrevistas hechas a los pocos hombres todavía sobt^viv^n. i

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M A IR U B A R A T2A K PIRINIOETAKO \ H ARRESPILAK ¡ M u n ib e-1 9 -2 7 1 orr.

A u to r : X a v ie r P e ñ a lv e r ' E dita: A r a n z a d IZ ie n tz l E lka rtea .

E ska era k: id a zk a ritza @ a ra tiza d i z ie n tz ia k .o r g Xavier Peñalver ikertzaíle ospetsua da. Historiaurreko ikerketan ezinbesteko berrikuntza g;iuzatzea xede duen belaunaldi gaztearen barman. Nagusiki, Azken Brontze Aroari eta BurdinAroaridagozkio*historiaurrekoikerketak-lanakegitenditu. A z t a r n a t e g i k o ikeiketak osatzdco katalogazio eta ikerketa lan handia egin da 1983-1998 bitartean Pirinioetako mendikate nagusietan azterturiko 413 harrespil multzotako 1104 harrespilei buruz. Ikerketaren lana hau da, gure lur ederren iraganaren paisajes urbanos ezagutza sakontzeko asmoz.

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L O S PU E N TE S DE LA RIA T e x to s: J o s é Ig n a c io S a la za r F o to g ra fía s: J o s ó M ig u e l Llano E dita: J o s ó M ig u e l L lano 120 p é g . o n ta c to : ¡m lla n o @ e u s k a ln e t.n e t esde el de Miit’aflores hasta el de Bizkaia son 13 los puentes que jalonan ambas márgene s de la ría, una ría que ha visto cómo han acompañado al [desarrollo de Bilbao y su área metroplitana las distintas estructuras que *sobre ella se han construido a 1(? largo de épocas muy diferentes. Puentes que no solo cumplen su misión mas funcional, sino que forman parte del paisaje cotidiano, integrándose en el paisaje urbano, tal y como reza el subtítulo del libro.

A través de las fotografías del profesional José Miguel Llano se muestra tanto el entorno urbanístico y arquitectónico que rodea a las estructuras, como el ambiente y la vida que se genera en tomo a ellas, con numerosos detalles que, para la mayoría de las personas, han podido pasar desapercibidos.El texto que acompaña a estas fotografías, cuidado y preciso, facilita al lector la posibilidad de ambientarse en situaciones de otras épocas, a la vqz que da a conocer un poco mas la realidad que rodea a estos 13 puentes.

AHITUTA AGOTADA

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lii* Si quieres c o n s e g u ir alguna de estas p u b lica cio n e s haznos el in g re so co rre s p o n d ie n te (ver n de cuenta en la página 81) con tu n o m b re y co m u n íca n o s a q u é d ire cció n deseas que te la e n vie m o s

TamMéK fundes Letr A V N IA

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(ie: JO SE PAULO

,ARÁBA • A gu rain * i - A legría'D ulantzi - A m u rrio - A ram aio -Ib a rra - A rraia-M aeztu - A rtziniega - X sp arren a 1 • B astida 1 - Eitziego - F o ru A rtzibategia - G obiaran •^Iruña O ka | - K am pezu - L an taro n - Lantziego - L audio - Legutiano • Lezo

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