AUNIA 13

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2005

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Aiako harria Minas de Arditurri Gorbeia Uso humano de sus cuevas

Ritos funeranit)^ en Euskal Herria

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Construida 'él. comienzos del si^lO.XVl. por la familia Saíazar,' fue reformada a finales del slgja v.

XVfi' por Simón dé la Cuadr^ haber Sido restaurada por eí Departamento de. Cultura de lá Diputación Fora/:"<te Bizkaia actuaim ente

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abierta al pútdico. Én su interior se h»recuperado el ambiente del taller ferrón y de J'. ' las-carboneras del siglo XVíll y ,” :*; se han habilitado dos salas quei' explican el funcionamiento de lav fefPéffe, así como su evolucíóh*

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lo largo del tienipo >enfuncfonamie

H orario de El Pobal Invierno: mañanas de 10:00 h. a 14:00 h.

Verano: mañanas de 1ü:00'h. a 14:00 h. tardes de 16:00 h. a 20:00 h.

Lunes cerrado.

Visitas guiadas. Demostración del trabajo de hierro.

B ¿kaiku Fürij A dundia

DiputaciOf’ Foral ríe Bi/knia

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unos determinados significados o valores a ciertos números. Ellos serán el vehículo que nos transportarán, de una manera casi imperceptible, desde el mundo del raciocinio hasta más allá de los límites marcados por la superstición, Así llegaremos al espacio de lo desconocido, de lo incontrolable... al espacio del miedo.

Sale a (a luz un nuevo ejemplar de AUNIA, el decimotercero o, dicho de otra manera, el que debe acarrear en su lomo el maldito número trece, una cifra a la que se le atribuyen toda clases de malos agüeros: con el trece fue engañado el diablo que ante la frase "Ezd o k h a m a iru \" ('No hay trece’) y a la que respondió “badok hamairu". rompiendo el maleficio. Por no hablar, claro está, de las desgracias que muchos parecen barruntar sobre cualquier trece, en especial, cuando el día de dicho número coincide con un martes, día de akelarres, día también maldito.

Parecidos recelos levantaba, al menos en Laudio, el canto de las epetxas (txepetxak), el más pequeño de nuestros pajarillos y que también se conoce como chochín. Era perseguida por ser ave de mal agüero. Lo mismo sucedía con la lechuza ya que anunciaba y traía la muerte, según era creencia.

Y ello nos lleva a reflexionar sobre el cúmulo de ritos que hasta prácticamente nuestros días han acompañado a la muerte, al más allá, con una visión sobre ella diametralmente opuesta a la que tenemos hoy día.

Nada mejor para profundizar en ello que el tem a principal de esta revista, un artículo que no hace sino reflejar las referencias más externas de un mundo extremadamente complejo y oculto y que, sin apenas percatarnos, ha desaparecido de nuestra cultura.

Desde la visión tan limitada -y a su vez tan inconsciente de su limitación- que nos ofrece la cultura occidental actual se nos presentan todos aquellos rituales en torno a la muerte como algo carente del más mínimo sentido y como un reflejo de la falta de cultura en las generaciones que nos precedieron. Por ello se les ha vuelto la espalda de una manera arrogante e irremediable y se habla de ello incluso con desprecio.

Pero profundizando en lo que subyace bajo esos rituales más o menos llamativos, descubriremos una realidad compleja y digna de ser analizada con otros grados de profundización.

Si algo caracteriza a nuestra sociedad moderna es el pavor que se tiene a la muerte. De hecho, ha pasado a convertirse en el gran tabú de nuestra á era y su simple mención incomoda a más de uno. Así, algo que debiera ser omnipresente en nuestras vidas se oculta o se enmascara por miedo ■ a asumirlo en su real dimensión. De ese modo, cuando muere algún ser p cercano, por muy grande que sea nuestro dolor, dicen las normas sociales que deberemos aparentar prácticamente a partir del día siguiente nuestra '* insensibilidad ante el hecho y fingir una normalidad inexistente, algo contra natura y que choca de frente contra la idiosincrasia del ser humano. Debemos por tanto enfrentarnos solos ante el tormento de nuestros sentimientos.

Poi el contrario y como comprobaremos en el interesante artículo, los antiguos ritos funerarios apuestan por compartir ese dolor, por socializarlo, en un alarde ejemplarizante de esa solidaridad que nunca podrán sustituir los avances tecnológicos de nuestros días. Se instalaban unos candeleros en la iglesia y se rezaba frente a ellos creyendo ser escuchado por el mismo difunto y un ser superior: sin duda, el mejor analgésico para combatir los dolores del alma. Mientras, los vecinos iban depositando en el lugar de la familia desdichada sus velas para transmitir sus condolencias- Depositaban asimismo unas monedas para que el sacerdote rezase por el difunto. Pero ya antes habían además velado al muerto, habían tomado las riendas de la casa e incluso habían hecho una pequeña celebración para desdramatizar el momento y aliviar así el dolor que inevitablemente bloqueaba a los familiares cercanos. Era una labor inexcusable y de puesta en

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común por parte de la vecindad. Se convertía en un momento que abría un paréntesis de tregua en las quizá enemistades cotidianas ya que el objetivo era sólo uno: ayudar.

Al contrario que lo que sucede en estos nuestros días, en los que la persona que acaba de perder un familiar debe disimular fingiendo no sufrir ningún síntoma de angustia, antiguamente se exhibía el dolor a través de unos símbolos externos como era el luto. Así se avisaba que esa persona estaba afligida y que necesitaba de todo .el cariño y comprensión de quien se la encontraba. Un gesto en profundidad mucho más rico que el recuerdo que ahora tenemos, limitado tan sólo a la obligatoriedad de vestir de negro.

Pero además la muerte era vivida en su integridad y sin mirar a otro lado, como sucede ahora, incluso por la persona que iba a fallecer. Las señales como las de los animales o cualesquiera otras iban avisando de lo inevitable. Incluso los familiares colaboraban en el fallecimiento levantando algunas tejas del tejado o de otras varias maneras, en una especie de eutanasia que nuestro sistema legal hoy no puede consentir. Se rogaba en los rezos para que en el momento del fallecimiento uno fuese consciente de su final, “A subitanea et imprevista morte, libera nos Dom irie" se oraba, suplicando librarse de una muerta súbita e imprevista, inconsciente, algo que, contrariedades de la vida, parece ser la manera de morir más anhelada en nuestros días.

El moribundo se encontraba en la calidez de su hogar, arropado por sus seres más cercanos y con una mano siempre para poder apretar. Nada que ver con expirar en una fría sala de un hospital, rodeados de aparatos y tubos que deshumanizan en extremo el momento que precisamente debiera ser más humanizado.

Se rezaban las oraciones de despedida, se le practicaba la extrema unción, incluso estando el moribundo muchas veces consciente. Pero ello no era un problema: el objetivo no era disimular lo inevitable sino asumir la realidad y ayudar a morir, algo que sin duda debía reconfortar a los implicados. Creer en el más allá y ayudar para facilitar el tránsito del alma del difunto hasta el cielo de los cristianos, es el último detalle para dulcificar y desdramatizar el momento del óbito.

La muerte era un acontecimiento en la vida de una categoría similar a la que pudiera dispensarse at bautizo o al matrimonio. Socialización, insistimos, frente a la privatización de la muerte. El uso de las campanas para comunicarlo a todo el pueblo es la mejor prueba para lo que decimos. Hasta los animales eran agentes activos en el suceso.

El luto, las ofrendas de alimentos o luz para iluminar el alma eran ritos que aligeraban sin duda el dolor del finamiento de un ser querido. Era una separación paulatina e incompleta ya que nunca llegaba a desaparecer el vínculo, un lazo de comunicación, entre los vivos y los muertos. incluso los bebés eran enterrados entre dos tejas y bajo el alero de la casa, simbolizando continuar formando parte del hogar.

Todo parece indicar que estamos ante un conjunto de rituales y de m odus operaridi extremadamente interesantes y, tal y como hemos apuntado, quizá prácticos. Con poco riesgo a equivocarnos, podemos afirmar que la base, el espíritu que alimentaba aquellos ritos funerarios que tan ridículos nos parecen desde nuestra perspectiva occidental, actual y urbana, hayan sido una de las grandes pérdidas desde el punto de vista humanitario, impuesta por la modernización de

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Por ello, y volviendo al aspecto meramente editorial, no hemos dudado en hacer un esfuerzo especial para recrear con imágenes aquella realidad tan compleja y rica y que creemos interesante acercar a nuestros cada vez más lectores.

Otros no menos interesantes temas completan la revista que tienes entre tus manos, la número trece, esperando que la maldición del número en cuestión se quede tan sólo en eso, en una anécdota de aquella publicación en la que se hablaba sobre los designios de la muerte.

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La laudharra P IÙ IZ Q U IE ttD O en una representación <kt rñ o funerario d e la ofrenda d t i u z i los muertos.

N.“ 13Zk NEGUA Arkeolan Arturo Izarzelaia Izagirre Iñaki I^tasa Undagottia F¿lix M . Aguilera A ngulo Gabriel Vázquez Jesúi María Garaio Umjcla Maria Jos¿ Noain M aura Mertxc Urteaga Xabler Otero Infograñas: Fernando G. Baptista M apai: NONDIK

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8 La muerte en la sociedad tradicional vasca ARGITARATZAILEA

AUNIA KULTURA ELKARTEA Torrea, 16 - 01408 - LUIAONDO * 945 891 976 www.aunia.org ZUZENDARITZA ETA ERREDAK210 TALDEA

Juanjo Hidalgo Félix M uguruoa DISEINUA ETA MAKETAZJOA

Icziar Baskaran Tzaro D i^ o MOLDIZTEGIA

M a r ía ] o sé N o a in M a u r a

30 San Pelayo y San Esteban: dos ermitas juraderas ]U A N ]o H id a l g o

48 Ramón Belaustegigoitia, viajero y comprometido ]ESÚS M a r ía G a r a io U rru ela

G rificas Lizarra • LIZARRA D .L : N a 3055 - 200 2 I.S.S.N .: 169^-3932 Etkerrotutk LMÍMtuÍcko

Administrmxio Batxarmri

58 El balneario de La Muera en el siglo XIX Félix M u g u r u h a M o n t a lb a n

72 El medio subterráneo del Gorbeia vizcaíno

134 El avellano G a b r ie l V

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IÑAKI LATASA UNDAGOITIA

136 Publicaciones recibidas 84 Bilbao la Vieja A r t u r o Iz a r z e l a ia Iz a g ir r e

138 Nuestras publicaciones

96 Arditurri: enclave minero M

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U rtea g a

110 Aiako Harria, una montaña diferente Felix M u g u r u t z a M o n t a lb a n

124 El hongo trufa F é l ix M . A g u il e r a A

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ARCIZARi-OHOLAK EN LA IGLESIA DE SECURA (CIPUZKOA)

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LA M U E R T E ESTARA M U Y R IT U A L IZ A D A EN LA SO C I E D A D VASCA , C O N M E M O R A N D O S E S IE M P R E C O N A U T É N T IC O ÉN FA SIS. EN LA S IM B O L O G ÌA VASCA LA M U E R T E N O ESTABA R E P R IM ID A , S IN O CUJE E R A A C E P T A D A C O M O C O N D IC iÓ N D E LA R E A L ID A D , Y EL H E C H O

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Fú n e b r e s i e m p r e f o r m o p a r t e d e l o s m o m e n t o s r e m e m o r a b l e s d e LA E X IS T E N C IA A IG U A L N IV E L CU^E EL N A C IM IE N T O O EL M A T R IM O N IO .

no sólo por la familia, sino por todos los vecinos del pueblo. Muchas de estas cos­ tumbres se perdieron por las ordenanzas del Fuero para suprimir las costumbres de los 'gentiles', es decir, de todo aquello que se tuviese por aconfesional.

A este desarrollo de las costumbres funerarias, ayudó la posesión de una se­ pultura propia, primero real y luego sim­ bólica, y un lugar acotado para cada fa­ milia en la parroquia. Entre parte de los elementos relacionados con la muerte, se encontraba un profuso ajuar textil fune­ rario.

La casa vasca y su relación con el mwndo funerario

e profesaba, claramente, un culto a los muertos, que eran considerados partes reales y constitu­ yentes de la vida. Este culto a los antepa­ sados ejerció una influencia determinante en la sociedad vasca a (a hora de desarro­ llar todo un modelo de vida, no sólo es­ piritual sino también social y económico.

Junto a una religión superior o sobrenatu­ ral, convivía una religión natura­ E L PAIS VASCO lista con un culto es región más a las ánimas de los ancestros. n cd en cuanto Es en el arte a SEÑ A LES D E funerario donde DUELO las obras de arte popular vasco han sido más bellas. Según opinaba Luis de Hoyos en su trabajo Folklore español del culto a los muertos (1944), Euskal Herria es la región más rica en cuanto a se­ ñales de duelo como trajes, ropas, objetos demostrativos de luto o paños concreta­ mente bordados para este fin y usados Í

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La tierra, la casa, los vivos y los muertos eran una unidad indivisible en la cultura tradicional vasca. La sociedad doméstica, formada por los miembros actuales de la familia y sus antepasados, se entroncaba con la casa y la tierra, que cobijaba a los muertos.

Así, la casa vasca era símbolo de la tradición familiar y soporte material de las diferentes generaciones de una misma familia. Se explica de este modo el ma­ yorazgo, institución por todos conocida: la casa era representación de la familia y de la tradición y estaba cargada de funciones religiosas irrenunciables. Era inviolable, in­ divisible e inalienable. Las cubiertas de los caseríos estaban fabricadas en teja, por­ que ésta era signo de propiedad y símbolo de la casa y sus derechos.

Era morada tanto de los actuales ha­ bitantes como de los antepasados y se vivía bajo la sombra protectora de éstos.

De ahí el dicho: Cu aurrekoen gainean bizi gera, literalmente, ‘Nosotros vivimos so­ bre los antepasados’. Unos y otros debían tener cobijo, culto y sepultura en una mis­ ma casa. En cierto modo, se equiparaba a un templo: un lugar sagrado protegido por el fuego, por el agua bendita, por el laurel de la huerta, las ramas de espino y

EN ALGUNAS ZO N AS ERA COSTUMBRE ENCENDER UNA VELA EN VENTANA DEL CASERÍO. DURANTE LA NOCHE DE TODOS LOS SANTOS.

fresno y las flores solsticiales como la del cardo silvestre, fija en la puerta principal de la casa, por el hacha y la hoz que ale­ jaban las tormentas y por la cruz. Al igual que ocurría con iglesias y cementerios, no se podía dar tres vueltas alrededor de la casa, demostrando así su equivalencia a los otros dos lugares sagrados.

La casa estaba habitada por los es­ píritus o almas de los antepasados o era diariamente visitada por éstos. Es por esto que se depositaban sobre las repisas exteriores de las ventanas ofrendas para los muertos, como comida y dinero que éstos aprovecharían en su vida de ultra­ tumba. Bajo el alero del techo de la casa -en la franja entre la pared y la línea de goteras- o en la huerta familiar contigua llamada baratza, debían enterrarse los niños muertos sin bautismo -dentro de dos tejas abarquilladas- o todas aquellas personas que no siguieron en vida las cos­ tumbres y los buenos usos cristianos.

También se creía que el fuego del ho­ gar servía de lumbre a los muertos, por lo que había que procurar que las brasas de éste permanecieran encendidas hasta la mañana siguiente. En algunos pueblos,

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como Mutriku, se encienden velas en la parte exterior de las ventanas durante la noche de Todos los Santos.

La sepuitura fam\]\ar Los enterramientos en las iglesias se ge­ neralizaron en el País Vasco durante los si­ glos XIII y XIV y la práctica perduró hasta finales del siglo XVIII, a pesar de que Car­ los III prohibió esta costumbre mediante una ordenanza, para evitar pestes y mal olor.

Cada familia tenía, como se ha men­ cionado, su sepultura marcada en el suelo de la iglesia, estando éstas numeradas. Era conocida como jarleku o sitio en el que uno se sienta. Funcionaba como prolon­ gación de la casa y las inscripciones que sobre éstas se hallaban hacían referencia a dicha relación, aunque desde mediados del s. XIX las inscripciones pasaron de de­ signar ia casa correspondiente a designar a la familia.

La sepultura familiar estaba unida a la casa por un camino sagrado que recibía nomt>res diferentes según las zonas: eliz-

bidè (camino de la iglesia), gurutz-bide (camino de la cruz), gorputz-bide (camino del cuerpo), hil-bide (camino del muerto). herri-bide (camino del pueblo), andabide (camino de andas), etc. Bajo ninguna circunstancia el cortejo fúnebre LAS SEPULTURAS debía salirse del EN las iglesias camino y si pasa­ se generalizaron ba por las tierras en el País Vasco de un caserío, éste quedaba en d urante los servidumbre, es siglos X llly X lV decir, se conver­ y perduró h asta tía en camino FIN A LES D E L X V lll vecinal. Debido a esto, los propie­ tarios de terrenos se enzarzaban en dispu­ tas para evitar el paso por sus caminos.

En la sepultura familiar o jarleku la dueña de la casa ponía sus ofrendas de pan y cera a los muertos de la familia. Es importante destacar que la portadora de este culto ancestral fue siempre la etxekoandre, la mujer de la casa. Esto ha per­ mitido a la mujer vasca tener un papel de particular dignidad y respeto en la socie­ dad. Si la dueña de la casa no podía asis­ tir a la misa y cumplir con sus muertos, pagaba a otra mujer, frecuentemente la serora -especie de sacristana, encargada del mantenimiento y cuidado de la iglesia así como de la asistencia al sacerdote en el servicio del altar-, para que la sustitu­ yera.

Cuando una mujer se casaba, tenía que tomar posesión de la sepultura fami­ liar de su marido, costumbre muy exten­ dida por Cipuzkoa y Bizkaia. El día festivo más inmediato a su matrimonio, hacía una ofrenda en las tumbas de todos los fallecidos durante ese año, haciéndose así responsable del culto doméstico a los an­ tepasados.

Pero aún después de que se dejara de enterrar a los vecinos dentro de la iglesia y se perdieran las marcas que señalaban la posesión de cada una de las sepulturas, las familias continuaron colocándose en ellas

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y llamándolas del mismo modo. Cada casa tenía la suya y su emplazamiento era in^ansferible, transmitiéndose de genera­ ción en generación.

oEPfítucíl funerario 1

Balbe era el genio que causaba la muerte.

Cuando un enfermo agonizaba se abrían las ventanas para abreviar la agonía y per­ mitir que el alma se fuera. Si la agonía era larga y dolorosa indicaba que el SON M ALOS muerto iba a ir PR ESA G IO S un al infierno y si la muerte era apa­ cuchillo con el filo cible, al cielo. hada arriba, un Existían una PAN A L R EV ÉS serie de presa­ gios de la muerte como el aullido del perro, común también en otros muchos lugares, y que debía con­

trarrestarse echando un puñal de sal al fuego. Tres puñados, si se oía el canto del gallo antes de tiempo [deskarai o hilkola).

También eran malos presagios un cuchillo con el filo hacia arriba, un pan al revés o que el sonido de las campanas de un reloj coincidiera con el toque de la consagra­ ción durante una misa.

Una vez se producía la muerte, se ta­ paban los espejos, cuadros y retratos del dormitorio. En las casas hidalgas se colo­ caba un trapo cubriendo el escudo y en algunos pueblos era costumbre también tapar el ramillete de flores que había sido recogido el día de San Juan y que en su momento se había colocado en la puer­ ta principal. Al morir una persona había que anunciarlo, además, al primer vecino, quien asumía el cuidado de los trabajos de la casa, hasta que el muerto fuera en­ terrado.

Se anunciaba el fallecimiento a las abejas de la casa sacudiendo las colme-

BARRIO DE SAGARMINACA EN OROZKO (BIZKAIA). CERCANO A LAS CASAS EXISTÍA UN “LIMBO'' O CEMENTERIO ESPECIAL PARA AQUELLOS BEBÉS QUE HABÍAN FALLECIDO ANTES DEL BAUTISMO Y QUE. EN CONSECUENCIA, NO PODÍAN SER ACOGIDOS EN LOS CEMENTERIOS CRISTIANOS. SOLÍAN SER ENTERRADOS ENTRE DOS TEJAS ABARQUILLADAS QUE SIMBOLIZABAN EL HOGAR FAMIÜAR.

ñas, para que produjeran más cera con la que alumbrar a su dueño, y a veces tam­ bién se cubría üna de las colmenas con un velo negro. Se han recogido diversas fórmulas al respecto:

Erleak, erleak, gaur hil da, etxeko nagusia ('abejas, abejas, hoy ha fallecido el dueño de la casa') o Erletxuak, erletxuak, egizue argizaria. nagusia hil da eta behar da elizan argia (‘abejitas, abejitas, haced cera, el amo ha muerto y necesita luz en la iglesia’). O esta otra recogida por Barandiaran: Iratzar zite, buruzagia hil zaizie ('despertad, se os ha muerto el amo').

Es curiosa la interpretación que da Michel Lamy en Histoire Sevicte du Pays Basque (1980) sobre el papel que juegan las abejas en el mundo funerario vasco y su relación con la Grecia clásica. Mari, diosa madre en la mitología vasca, va acompañada a veces de Txahalgorri, un toro rojo que habita en las cavernas, que

TRAS EL FALLECIMIENTO, ERA COSTUMBRE COMUNICÁRSELO A ALGUNOS ANIMALES, ESPECIALMENTE A U S ABEJAS, TALY COMO SE APRECIA EN ESTE FOTOGRAFIA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO PASADO.

a veces adopta la forma de una vaca roja o Behigorri. El toro rojo es el uro, el buey primitivo que nacido del agua, es objeto de culto en gran parte de las culturas me­ diterráneas antiguas. En Creta y Arcadia, el toro siempre jugó un importante papel en (as ceremonias ligadas al mundo de la muerte. Según la leyenda, del cuerpo del toro muerto nacen las abejas, símbolos del alma y productoras de la miel de oro.

La miel es el símbolo de la luz, el alimen­ to espiritual de los santos y de los sabios.

Durante los misterios de Eleusis. era ofre­ cida a los iniciados como símbolo de una nueva vida, igual que en Euskal Herria sólo la luz de la cera puede servir como alimento e iluminación a los antepasados.

Y de ahí la importancia de comunicar a las abejas la muerte de su dueño.

A los otros animales de la casa -vol­ viendo de nuevo a nuestros ritos funera­ rios- se (os levantaba si estaban echados y se les obligaba a correr.

También era costumbre tocar las cam­ panas. En muchos pueblos e( toque era diferente según quien hubiera muerto: tres campanadas fuertes y una floja si había muerto el párroco, dos fuertes y una floja si era un hombre, una fuerte y una floja si era una mujer y un toque rápido, repican­ do ligeramente, si se trata­ ba de un niño.

En los pueblos de Laburdi. las personas que formaban el duelo de un entierro, volvían a (a casa mortuoria después de las exequias y antes de entrar en ella, encendían fuego con unos palos o con paja en el portal y. descubiertos ante la fogata, rezaban un responso.

También era costumbre realizar un banquete fúnebre, llamado entierrokobazkaria, arrantxoa o funtzio-bazkaría, ofrecido por la familia del difunto a los asistentes al entierro. En esta comida los invitados derramaban de sus vasos un poco de vino sobre la mesa y, mojando los dedos en él, se santiguaban. Cuando j. M. Barandiaran describe esta costumbre la

asocia a [alibatio de los funerales clásicos y es muy posible que hunda sus raíces en ella. Después cada invitado guardaba algo de la comida, para llevarla a su familia y que ésta rezara de esta manera también por el difunto.

En el cruce más cercano a la casa se quemaba el jergón de la cama del muer­ to. Se rezaba algo al mismo tiempo y en

Bera (Nafarroa) se arrojaba al fuego una moneda de cinco céntimos. Se hacía para aniquilar los malos espíritus y para que los transeúntes conocieran por las cenizas que alguien había muerto en las proximi­ dades y rogaran por su alma.

Este rito también puede relacionarse con la creencia de que, mediante la que­ ma del jergón, se despistaba al espíritu

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del muerto, por si éste quería volver a ocupar su lecho, molestando a los vivos.

Durante nueve días, en Bera, había que llevar a la iglesia una rosca de pan, una vela y un huevo cada día.

Toda la familia se vestía de luto. Los hombres con botones negros en la camisa blanca, alpargatas negras y cuando usaban chaqueta, brazalete y corbata de color os­

curo, y las mujeres de negro riguroso. Ade­ más, durante todo un año no asistían a los bailes y si lo hacían no bailaban.

A partir de aquí, empezaba el culto al muerto. Manteniendo vivos los vínculos con los antepasados, mediante ofrendas y preces, el vasco vivo se hacía digno de ellos para convertirse a su vez algún día en ancestro y antepasado reverenciado.

Lds argizaiohs El alumbrado ert honor y memoria de los difuntos es el rito más extendido en las regiones españolas, con mayor vigencia en las zonas septentrional y central de la Península, disminuyendo y casi desapare­ ciendo en las zonas llanas o litorales de Aragón, Cataluña, Valencia y Andalucía.

Euskal Herria es de nuevo el foco de ma­ yor veneración. Es la luz del alma al extin­ guirse la vida del cuerpo y el objeto para manifestar esta creencia es la argizaiola.

En Euskal Herria esta tradición de uti­ lizar la luz como culto a los muertos se re­ monta a épocas Incluso prehistóricas. De hecho, junto a algunos dólmenes se han llegado a encontrar restos de hogueras, reflejando esa creencia de que los muer­ tos necesitaban luz igual que los vivos.

Con el paso del tiempo esta costumbre fue asimilada por el cristianismo.

La argizaiola es una tabla de madera que lleva enrollada la cera, en forma de cerillo, delgada y larguísima vela que ha de arder sobre la sepultura de los familia­ res y parientes. Nació por la necesidad de trasladar el fuego del hogar/sepultura al jarlel(u de la iglesia. Era el elemento por­ tador del fuego simbólico del hogar a la casa y constituía, de esta forma, la unión simbólica de la casa y la sepultura.

Su nombre estaba bastante generali­ zado, aunque podía variar según las co­ marcas, de forma que en Itziar (Cipuzkoa) se llamaban pilomenak, en Amezketa argiola, y en San Martín de Ataun se cono­ cían como argizariolak. Argizai o argizari se traduce del euskera como ‘cera’, mientras que ola significa 'tabla', es decir, argizaiola sería 'tabla de la cera'.

Extendidas durante siglos por toda Euskal Herria fue en Cipuzkoa y en el norte de Nafarroa donde se mantuvo con mayor fuerza esta costumbre de la ofrenda de la luz, perdiéndose antes en Bizkaia, Araba e Iparralde. En Cipuzkoa -especialmente numerosas en la comar­ ca del Goierri- y en el norte de Nafarroa fueron de uso corriente hasta fecha muy reciente.

Servían para iluminar a los difuntos o a las almas del purgatorio y era importan­ te que la luz procediera de la cera pues, como dice la tradición en boca de una anciana de Santa Marina de Arglsain, “...lo bueno y lo auténtico en este mundo es el trabajo de la abeja y su producto que es la miel y la cera. Su uso es el mismo que el que desempeña el hogar de la casa, ya que como recuerda el dicho popular, hildakoei argi egin, lasto-izpi batez bederen {‘haced luz a los muertos, aunque sea con una pajuela')". ''

LABORACIÓN DE LOS EZKOBILDUO CERILLAS La cerilla o exhobUdu tenía un proceso de elaboración muy complicado. Existen referencias históricas que hablan de que ya para el siglo XV se fabricaban. En primer lugar, se fundía la cera en una oila de eebre y a continuación se vertía en una paila, recipiente redondo de gran diámetro y poca profundidad que tenía en uno de los lados dos guías para poner la hHera, pasándola por un cedazo y procurando mantener la temperatura requerida por medio de un brasero de carbón de leña. Después se colocaba la mecha en un bombo y una vez colocados los bombos en paralelo, se posidonaba la paila en medio, a la distancia conveniente. Con la hilera en paralelo al bombo contrario en que se había colocado la mecha, comenzaba el cerero a pasar toda ia mecha, girando la paila y poniendo la hilera paralela al bombo contrario, repitiendo la operación de ida y vuelta hasta obtener d grosor necesario.

OFRENDAS SOBRE SEPULTURA EN OTXACABIA (NAFARROA) A COMIENZOS DEL SIGLO PASADO.

La fabricación y tipologías Para la realización de la tabla, la madera más frecuentemente empleada era la de castaño, roble o nogal. En el siglo XX el pino, el cerezo, el aliso, el olmo y el haya aparecieron como nueva materia prima.

Tras cortar la tabla con la medida desea­ da, se refinaban los bordes con la escofina.

Posteriormente se trazaba con un lápiz el dibujo que se deseara tallar. La talla era una tarea lenta y minuciosa. Una vez fi­ nalizado el delicado trabajo, se refinaba la argizaiola por medio del formón y la lija.

Finalmente, se le solía dar un poco de no­ galina o cera. La media para realizar una argizaiola era de unas ocho horas.

Parece bastante aceptado admitir que empezaron a fabricarse a fines del siglo XVI o principios del XVll. Esto lo corro­ bora el hecho de que no hayan sido en­ contradas argizaiolas con decoraciones de carácter gótico o perfiles gotizantes.

Las más antiguas son de carácter barro­ co. apreciándose claramente gracias a la decoración abigarrada que las recorre de arriba a abajo. En cualquier caso, el inicio y desarrollo de los enterramientos en el in­ terior de las iglesias fue lo que motivó la aparición de estos objetos.

Las primeras argi­ zaiolas, las tradicio­ nales, eran las llamadas de empuñadura o man­ go, sencillo o doble, siendo en este caso las empuña­ duras del mismo tamaño o una más larga que la otra.

Fueron siendo sustituidas por unas mucho más sim­ ples. sin talla alguna y con cuatro u ocho pequeñas pa­ tas, a veces rematadas por clavos dorados. Las patas permitían que la cera queda-

ra por encima del suelo, evitando que se ensuciara o se aplanara. La única variación entre los ejemplares de este modelo pos­ terior. era la forma, que podía variar entre redondeadas, rectangulares, cuadradas u ovaladas.

Detallando más la evolución, Antxon Agirre, en su artículo "Estudio de las argizaiolak de Amezketa (Cipuzkoa)” publi­ cado en el Anuario de Eusko Folklore de 1987, establecía los siguientes paráme­ tros. En la transición del siglo XVI al XVll las argizaiolas eran simples, de perfil poco complicado, con brazos generalmente ta-

liados con cordones de agallones o sin ta­ lla alguna. En las cabezas aparecían soles de rayos curvilíneos o margaritas. Durante el siglo XVII las formas se volvieron más onduladas, predominando los agallones, y se inició una complejidad estilística que culminó a finales del XVII y durante el XVIII en piezas barrocas de perfiles ondu­ lados, con tallas artísticas de buena fac­ tura con motivos vegetales enmarcados por agallones. Los perfiles se adecuaron a las características de la talla. A partir de finales del XVIIl. comenzó una importan­ te evolución tanto en el perfil como en

la talla hacia formas más simples, obte­ niendo resultados menos preciosistas. En el siglo XIX surgieron las argizaiolas con patas, con perfiles toscos y tendencia a la cuadratura, reduciéndose los motivos decorativos, apareciendo en muchos ca­ sos piezas lisas sin talla. Esta tendencia ha permanecido hasta nuestros días.

Algunas de ellas, como ocurría en Olaberria, eran huecas y llevaban una piedrecita por dentro para conocerlas por el so­ nido. Otras veces llevaban atado un lazo negro. Es posible que la desaparición de las argizaiolas talladas, auténticos objetos

artísticos, se deba a que eran robadas del interior de las iglesias.

Su forma sé ha interpretado siempre como antropomorfa, es decir, retrataba la forma del difunto y era símbolo perma­ nente de éste y otros antepasados. Esta simbologia está recogida en lo que res­ pecta a las estelas discoidales, colocadas desde tiempos inmemoriales en las cabe­ ceras de las tumbas. La misma etimolo­ gía así lo indica, llamándolas gizon-harri. literalmente, 'hombre de piedra’. Además, en el Museo San Telmo de Donostia-San Sebastián se posee una pieza de Legorreta del siglo XVI, que en el extremo superior de la empuñadura tiene tallada una cabe­ za humana vista de frente, lo que parece confirmar esta simbologia.

Motivos decorativos Los motivos decorativos son los mismos que aparecen en arcas, estelas funerarias, cruces, muebles, kutxas -arcones de ma­ dera para guardar el ajuar- cunas, coci­ nas, pilas bautismales, dinteles y claves de puertas, ventanas, chimeneas, sillas, cucharas, kutxarros -vasos de cuerno-, yugos o zumitzas -moldes de queso-.

Se trata de rosetones, agallones, me­ dias lunas, espirales, cruces de todo tipo, círculos rematados por una pequeña cruz, una cruz orlada por un círculo, flores de seis pétalos, rosas, margaritas, espirales, soles girando, esvásticas, hojas y ramas, aspas y cruces, muescas, etc.; en general motivos de tipo geométrico y vegetaL Muchos de ellos, como la esvástica múltiple, la estrella pentagonal -pentalfa- o todos los motivos basados en el cír­ culo, son considerados símbolos solares.

Los más antiguos se conocen desde época romana y siempre han tenido un signifi­ cado apotropaico, o dicho de otra manera, de defensa ante malos espíritus, brujas o genios nocturnos. Lo mismo ocurre con la luna, frecuentemente asociada con el símbolo del soL O el lauburu, esvástica

de cuatro radios circulares, atestiguada ya desde época prehistórica en el poblado de la Edad del Hierro de la Hoya (Laguardia, Araba), que literalmente se traduce como ‘cuatro cabezas', y hoy en día es uno de los símbolos más populares de Euskal He­ rria. Este último motivo es predominante en el arte funerario, sobre todo en el norte de Nafarroa.

El símbolo solar era muy común en la mitología vasca. Representaba la flor del cardo silvestre (Carlina acaulis), ya men­ cionada como elemento protector del caserío, cuyo nombre es muy significati­ vo: eguzkilore o ‘flor del sol'. La posición de los cadáveres dentro de los dólmenes prehistóricos guardaba relación con el curso solar, ya que estaban orientados de tal modo que las cabezas de los difuntos miraban hacia oriente y los pies hacia oc­ cidente, poniendo de manifiesto la impor­ tancia dada al culto solar desde aquella remota época.

Todos estos símbolos podían obede­ cer a un origen mágico, con una intención protectora, y reflejar un símbolo astrolático o una figura humana. Pero también podían tratarse de motivos geométricos exentos de contenido simbólico. O bien tener ese valor en origen que con el tiem ­ po conservase la forma sin conserES POSIBLE QUE ver el significado.

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er\ De la vida rural vasca (1974), la

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talla ornamental vasca tiene motivos decorativos

tanto del arte francés como del

a los robos, d\ ser AUTÉNTICOS 0B1ET05

ARTISTICOS

español, de distintas épocas, no perdiendo por ello su originalidad muchas veces nu­ trida con elementos de origen muy anti­ guo, incluso prehistórico, como se ha visto en el caso del lauburu.

Excepcionalmente se conserva una pieza en el Museo San Telmo que incor-

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pora temas clásicos, más concretamente cabezas de gri­ fo con las fauces abiertas, que el au­ tor tomó de algún escudo de armas. Data del siglo XVll. Otras veces la decoración la aporta­ ban una serie de orificios en la tabla, sin talla alguna.

En contadas ocasiones pre­ sentaban las iniciales de la fa­ milia, en relieve, talladas o añadidas posteriormente con tachuelas.

Sólo se conoce un ejemplar del Museo San Telmo procedente de Itsaso que conserva restos de policromía dorada en ambos lados. Parece que no era usual pintar las argizaiolas.

El espesor de la mayoría oscila entre 2 y 4 cm llegando muy pocas a los 5 cm y no soliendo sobrepasar los 50 cm de lar­ goSecularmente han existido artesanos especializados en su fabricación que ven­ dían sus productos en distintos puntos de la geografía vasca. Esto explica que se ha­ yan localizado modelos muy similares en lugares distantes. En los últimos tiempos solamente se fabricaban por encargo.

Uso de ]a argizaiola

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El uso de las argizaiolas está documenta­ do en diferentes ocasiones. En primer lu­ gar, la cera se encendía durante el funeral del difunto, en algunos casos sobre el fé­ retro para iluminarlo y purificarlo. A partir de este día, la argizaiola permanecía un año entero sobre la sepultura familiar, en­ cendiéndose durante las misas mayores.

Una vez transcurrido el primer año, se re­ cordaba al difunto a través del encendido de la cera, cada mes de noviembre o, más en concreto, el día de Todos los Santos, y

el día de su aniversario. Todos estos usos se llevaban a cabo sobre la sepultura o el jarleku de cada familia, estando presentes las mujeres en este lugar durante la misa.

Una vez finalizada la misa se solían depositar algunas monedas sobre las ar­ gizaiolas para que se rezasen responsos por el difunto. El sacerdote que había ofi­ ciado la misa iba pasando por las sepul­ turas, empezando por la más próxima al altar, en las que todavía ardía la cera. Si no había monedas rezaba un Padrenuestro; si las había, otro por cada una de ellas. Si algún familiar estaba presente, iba depo­ sitando en el bonete del cura las monedas de una en una, por cada rezo. Sino, era el monaguillo quien lo hacía.

Las mujeres recién casadas debían, el domingo después de su matrimonio, al finalizar la misa, rezar un responso y de­ positar una moneda en cada sepultura.

Después la serora recogía las argizaiolas y las guardaba hasta la siguiente ocasión.

Algunas de ellas eran conservadas en los caseríos por el ama de casa que las vol­ vía a sacar el día de las Ánimas o el del aniversario. En cualquiera de los casos, siempre eran las mujeres de la casa quie­ nes se encargaban de mantener el culto a los antepasados a través de estas ofren­ das de cera, y de esta forma perpetuar la tradición.

En algunos sitios, como Idiazabal, junto con la ofrenda de cera, se ofrecían también pequeños panecillos, conocidos como opilla u olatea, que se ponían jun­ to a las argizaiolas durante la misa mayor, mientras la cera permanecía encendida a lo largo de todo el oficio. Los panes, que a veces llevaban tres o cuatro picos, repro­ duciendo una esvástica o trisquele -espe­ cie de lauburu pero de sólo tres brazos-, se depositaban dentro de unos pequeños cestos de mimbre, que el sacerdote ben­ decía al final de la misa. La ofrenda del pan era hecha únicamente por las familias que habían tenido algún difunto durante el primer año, aunque el día de las ánimas las llevaban todas las familias colocándo-

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TRAS U MUERTE DE UN FAMIÜAR ERA MUJER DE LA CASA LA ENCARGADA DEVELAR POR EL MUERTO DURANTE ELPERIODO DE LUTO. EN MUCHOS PUEBLOS, Y ENTRE ELLOS LOS DEL ALTO NERVIÓN, SE INSTALABA EN LA IGLESIA LO QUE SE CONOCfA COMO "SEPULTURA". CONSISTÍA EN COLOCAR EN EL LUGAR CORRESPONDIENTE A LA FAMILIA UN MANTEL ESPECÍFICO Y. SOBRE ÉL. UN PAR DE CANDELEROS. EN SEÑAL DE CONDOLENCIA Y APOYO, LAS DEMÁS FAMILIAS IBAN ' COLOCANDO EN DICHO MANTEL SUS CANDELEROS. TAMBIÉN ERA COSTUMBRE IR DEJANDO MONEDAS SOBRE EL PAÑO YA QUE POR CADA UNA DE ELLAS EL SACERDOTE DEBÍA HACER UNA ORACIÓN POR LA SALVACIÓN DEL ALMA DEL DIFUNTO. EN LA FOTO, RECREACIÓN DE UNA ‘SEPULTURA' EN LA IGLESIA DE ARRANKUDIAGA (BIZKAIA).

EN AMEZKETA (CIPUZKOA) AÚN ES HABITUAL ES USO DE LAS ARCIZARI-OHOLAK EN LAS CELEBRACIONES DEL D(A DE TODOS LOS SANTOS.

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las, como de costumbre, en la sepultura familiar. Los panes se repartían después entre los niños del pueblo o quedaban en poder del párroco.

La creencia de la utilización de la cera y el pan por los difuntos viene atestigua­ da por una leyenda que, con pequeñas variaciones, se narra en distintos pue­ blos. En las minas de Somorrostro hubo un derrumbamiento, quedando atrapado un minero al que todos dieron por muer­ to. Al cabo del tiempo -en algunos casos una semana, en otros hasta años-, fueron desescombradas y apareció el minero vivo. Este aseguró haber sido alimenta­ do y alumbrado todo ese tiempo por las ofrendas de pan y cera de sus familiares, a excepción de dos días, en los que se con­ firmó que su madre no pudo acudir a la iglesia a realizar las ofrendas, bien por ol­

vido o por impedimento de una tormenta.

Por ello, era creencia que los muertos to­ maban la sustancia nutritiva de las ofren­ das durante el oficio fúnebre. Es por esto que se dice que después el pan pesa me­ nos que antes.

A veces se colocaba un paramento de madera ante las argizaiolas, para evitar que la llama se apagara. O se colocaba un portacirios, no para colocar velas, sino para apoyar sobre él una tela a modo de parapeto, protegiendo la argizaiola o los candeleros.

Las argizaiolas fueron poco a poco de­ jando paso a los hacheros, las velas -suel­ tas o en portacirios-y candeleros, aunque estas luces cumplieran la misma función.

En muchos casos pasaron a quedar en los caseríos como elemento decorativo o como muestra de lo que fue un culto

familiar tan arraigado. De hecho, hoy en día los artesanos de Euskal Herria. siguen fabricándolas cbmo muestra del trabajo en madera típico de la artesanía vasca y como objeto decorativo, pero sobre todo como recuerdo y símbolo.

Los motivos del abandono de la argizaiola como objeto en uso fueron muy variados: para evitar que el humo ensu­ ciase el suelo, las paredes y techos de la parroquia: por peligro de incendio en la iglesia; por la colocación de los bancos, lo que impedía que cada familia pudiera realizar las ofrendas sobre la tumba que les correspondía; para evitar que los feli­ greses se distrajesen, ya que en ocasiones estaban más pendientes de que la cera ardiera bien y de que estuviera bien co­ locada sobre la sepultura que de la misa en sí. etc. En general, dependía de la de­ cisión del párroco, si bien se conservaron durante más tiempo en los pueblos más pequeños, de uso mucho más arraigado, mientras que en los de mayor tamaño, el aumento de la población complicó su uso, junto con la pérdida de tradición que siempre va pareja al crecimiento de una ciudad.

Los candeleros que han ocupado su lugar, suelen colocarse encima de una tela negra, blanca o una tela blanca sobre una tela negra más grande, todas ellas cua­ dradas. Muchas veces van bor­ dadas, siendo el motivo predominan­ te las cruces. El paño negro suele ser indicador de que se está dentro del año de fallecimiento de la persona.

En gran parte de los pueblos se ha perdido el uso de las antiguas sepulturas, pero se conserva la tradición de encen­ der velas.

Un ritucíl conservado: las argizaiolas y el díci de Todos los Santos en Amezketa Amezketa. pueblo de la provincia de Glpuzkoa, es uno de los pocos lugares, tal vez el único, donde el uso de las argizaio­ las se mantiene como algo vivo y como una tradición que, aunque sólo sea por su valor cultural, merece ser conserva­ da. El tradicional culto a los antepasados tan propio de la antigua sociedad vasca, conserva aquí su emocionante vi­ ERA C R EEN C IA gencia a través Q UE los m uertos de las numero­ tom aban ]a sas argizaiolas su stan cia que arden en la parroquia del n u tritiva de las pueblo durante ofrendas duraryte el día de Todos los Santos, el día FÚ N EBR E 1 de noviem­ bre. Este día, en la iglesia parroquial de San Bartolomé se celebra misa mayor a las once de la mañana, convocando a la gente desde el campanario. Según van llegando, los asistentes se detienen en el pórtico es­ perando el comienzo de la misa. Algunas, en cambio, pasan directamente al interior del templo y proceden al encendido de las argizaiolas, alineadas sobre el piso de roble de la iglesia. La representante de cada familia coloca la suya sobre su se­ pultura ojarleku, ya que toda la iglesia es como un cementerio cuadriculado, divi­ dido en 160 tumbas. En las esquinas, con cubiertas más reducidas, hay pequeños sepulcros para los niños que fueron allí inhumados.

Durante el transcurso de la misa las argizaiolas permanecen encendidas. Los difuntos del año, se recuerdan con hache­ ros en vez de con argizaiolas, estrechas mesitas que sostienen una plataforma de zinc con dos gruesos velones o hachas.

Después de la misa, los vecinos del pueblo se acercan hasta las hachas y depositan

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BAJO LOS JARLEKU FAMIUARES DE LA PARROQUIA DE AMEZKETA AÚN PUEDEN OBSERVARSE LOS ANTIGUOS ENTERRAMIENTOS SOBRE LOS QUE SE COLOCAN LASARGIZARI-OHOLAK.

un donativo sobre la bandeja de zinc para los responsos. Anteriormente, además del donativo, cada vecino añadía a las hachas un pequeño cabo de cerilla que fijaban con la cera derretida.

Otros objetos funerarios: las fuesas y las eskuak

I 28

En Nafarroa en lugar de las argizaiolas se usaban las fuesas, pequeños cajones con orificios para las velas que solían colocar­ se en número de cuatro o nueve. Las fue­ sas tenían una base y sobre ella tres pa­ redes formando una especie de frontón, estando rematada la tabla central por una

o más cruces. A lo largo de las tres paredes llevaban una balda en la que se realizaban los agujeros donde colocar las velas.

No solían estar talladas, sino pintadas en colores oscuros, con algún dibujo de cruces, estrellas o inscripciones. Llevaban en la parte superior un asa para poder trasladarlas de un lugar a otro. Llama la atención un ejemplar del Museo San Tel­ mo que lleva en bajo relieve, en el dorso de su tabla central, una escena en la que aparece la silueta de un hombre de pie con boina y subido a un podio que lleva a su lado la silueta de un enorme cora­ zón y bajo éste una también enorme jarra.

Probablemente esto indicaba la profesión de tabernero, que sería hereditaria en los dueños de esta sepultura. Data de los si­ glos XVIII-XIX. Otro útil funerario son los cepillos petitorios portátiles para las ánimas del Purgatorio, con figuras en relieve y alegre policromía.

En Iparralde utilizaban las eskual(, ve­ las cuyo cuerpo principal estaba formado por siete o catorce espirales, que tomaban la forma de un cuerpo humano. A veces, de hecho, se convertían en una auténtica representación del muerto. El cerillo fili­ forme que las forma podía llegar a medir 60 metros de longitud. Con él se vertían unas gotas de cera sobre el ombligo del muerto. De esta forma, el lazo vital pre­ cedente al nacimiento, el lugar de donde se cortó el cordón umbilical, se reanima­ ba simbólicamente con la cera, que no era más que un signo de vida y luz. El difunto recuperaba la misma vida que tenía an­ tes de nacer. Durante nueve días tras la muerte del difunto, la serora recorría el trayecto entre la casa del muerto, la igle­ sia y después el cementerio, portando las eskuak y rezando. Después, durante nueve o trece meses, la vela se depositaba en la iglesia para asistir a los oficios en lugar del muerto.

MARIA JDSE NDAIN MAURA Arqueólogo

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ero, antes de entrar en el carác­ ter '‘juradero" de estos templos, verdadero impulsor del presen­ te trabajo, no estaría de más ir acercán­ donos al mismo con algunas ideas que, por sabidas, resultan a veces un tanto desconocidas. Así, cada una de las ermi­ tas que vemos diseminadas por el agro vasco, presidiendo las barriadas de case­ ríos, guardando las afueras de las villas o coronando pequeñas elevaciones, tenía su atabaque y contaba con un mayor­ domo para llevar las cuentas de la mis­ ma. Asimismo, era frecuente la presencia de una fraila o serora para el cuidado y atención del edificio. A los mayordomos los nombraban los regidores y debían presentar correctamente las cuentas de sus respectivas mayordomías (ermitas, cofradías, hospitales, etc.) ante las auto­ ridades eclesiásticas y civiles. Aunque la mayor parte de las ermitas carecían de bienes propios, todas recibían ingresos,

más o menos cuantiosos, de los ataba­ ques y limosneros, razón por la cual sus mayordomos debían ser diligentes y or­ denados para la correcta administración del templo, labor no siempre acometida con efectividad. Desgraciadamente, mu­ chos de los libros de cuentas eclesiásticos han seguido el mismo destino que sus templos de referencia, y sólo en algunos casos eran archivados o custodiados por la parroquia a la que pertenecían.

Otra de las principales fuentes do­ cumentales para saber más sobre las ermitas que aún se mantienen en pie, o sobre aquellas que ya desaparecieron por completo y que no han dejado sino el hagiotopónimo como todo rastro, reside en los libros de visitas eclesiásticas, en los cuales se constatan detalladamente las fechas de las distintas visitas pastorales que el obispo, o uno de sus representan­ tes, realizaba a las diferentes parroquias y templos de su jurisdicción administrativa, así como el estado en que se encontra­ ban y un inventario de sus pertenencias muebles e inmuebles.

Ya en tiempos de los Reyes Católicos se habían establecido una serie de refor­ mas y apoyos desde el poder destinadas a fortalecer la administración eclesiásti­ ca. Es por ello que las visitas pastorales fueran ya usuales en buena parte del rei­ no. a excepción hecha de algunos de los territorios vascos, donde la nobleza viz­ caína vetaba la entrada de los visitadores episcopales por el recelo que al parecer tenían de las inquisidoras visitas de los poderes eclesiásticos. Esta desconfianza se mantuvo hasta el año 1519, en que los procuradores del Señorío de Bizkaia facilitaron la entrada a los inspectores religiosos del obispado de Calahorra, a cuya diócesis correspondía la administra­ ción eclesiástica de estas tierras. Podrían entrar libremente y visitar "las parroquias de la tierra llana y las villas", además de ordenar “lo referente al buen gobierno de aquellas", y corregir y castigar a los delin­ cuentes, ejerciendo "su jurisdicción como

en los demás territorios de su diócesis, pues habían desaparecido los inconve­ nientes que antes había para las visitas".

No obstante, la tensión y el recelo mutuo entre los nobles vizcaínos y los hombres de la iglesia prosiguieron aún por largo tiempo, tal y como queda reflejado en numerosos litigios y protestas oficiales.

Se encontraba la ermita de San Pelayo en el barrio de Ugarte, una extensa zona de Amurrio comprendida entre el río Nervión por el lado occidental y el arroyo Zankueta por el oriental. El citado barrio se ex­ tiende, por lo tanto, desde las cercanías del caserío Olako y zona de Abiaga, por el norte, hasta la cima de El Mendi. que no es sino la punta norte del cerro Eltrimen o

Altirima, según se llamaba antiguamente.

Precisamente es esta parte alta del barrio la que se conoce con el nombre de Ugartebetxi, lugar en el que algunos vecinos han situado tradicionalmente el empla­ zamiento de la vieja ermita.

El pequeño templo estaba arruinado o demolido ya hacia el año 1850, por lo que es prácticamente imposible encon­ trar testimonios entre la gente del barrio que recuerden, aunque sea vagamente, la ubicación exacta de la ermita y alguna descripción aproximada de la misma. Y es que 150 años son más que suficientes para que la memoria colectiva se olvide de éste y de otros hitos del pasado que fueron importantes entre la sociedad de aquel tiempo. Afortunadamente, para este caso concreto, existe aún hoy una persona capaz de reconstruir parte de aquella historia gracias a la transmisión oral recibida de su padre y de su abuelo.

C A SER IO UG A R TE DE AM U R R IO , D EPO SITARIO DE LA IM A G EN DE SA N PELAYO TRA S LA D ESA PA R IC IÓ N DE LA ERMITA, EN LA Z O N A D ELANTERA SE VE LA HUERTA Q U E EN A Q U E L T IE M P O FO R M Ó PARTE DEL LLAM AD O “ M A N Z A N A L DE SA N PELAYO", D O N D E SE U B IC A B A EL P E Q U E Ñ O T E M P L O .

José Berganza, herrero, carrocero de carros y hacedor de bolas para los bolatokis de toda la zona, nació en 1919 en el caserío Ligarte, situado en el barrio del mismo nombre y contiguo a la casa ''la Sindical", convertida hoy día en almacén de piensos. José recuerda perfectamente cómo desde la puerta misma del caserío se extendía hacia el río un amplio campo de frutales conocido con el nombre de “manzanal de San Pelayo”, prueba más que evidente de la cercanía del mismo a la ermita. Un camino carretil atrave­ saba el citado manzanal, descendiendo suavemente hacia la ribera del Nervión, por cuya margen derecha continuaba hacia el barrio de Abiaga. La ermita de San Pelayo se encontraba en el ángulo que hoy conforma el cruce de las ca­ rreteras que vienen, por un lado, desde el actual ambulatorio, y por otro, desde la Cruz Roja y la calle Bañuetaibar. En ese ángulo encontramos hoy dos casas, construidas hacia el año 1950, una de las cuales alberga una tradicional tienda-bar.

El templo ocupaba, pues, una pequeña campa delimitada por una bifurcación de ca m in o s, importante en el trasiego

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de mercancías y gentes entre el valle del Altube y el Nervión, a través de Lezama y Larrinbe. En este sentido, encontramos una gran similitud entre las ubicaciones de los dos templos que nos ocupan, cuya característica principal: ser "ermitas juraderas”, exigiría, sin duda, ciertas facilida­ des de comunicación para un tiempo, la Edad Media, que no gozaba precisamente de gran seguridad en este campo. Así, San Esteban se localizaba igualmente junto al camino real que por Etxegoian llevaba hacia Saratxo y Urduña.

La excepcional memoria de José Ber­ ganza añade, además, un dato de suma importancia para la historia de San Pela­ yo, como es el de la pervivencia y cuidado de la imagen del santo tras la ruina de la ermita. La talla de madera debía de estar muy deteriorada cuando llegó a las ma­ nos de nuestro interlocutor, en su época de niño. Al parecer, la imagen de San Pelayo fue custodiada en el caserío Ugarte durante muchos años, arropada por la re­ ligiosidad de unas gentes que no podían permitir la destrucción de un santo tan querido en el barrio. José recuerda la talla como un palo, apenas sin color y con la cabeza en muy mal estado. Según él, los niños jugaban ^ a tirarlo desde el desván a la calle, hasta que los mayores volvían a re­ cogerlo. Esta práctica, que bien pudiera calificarse de irreverente, puede enten­ derse claramente si tenemos en cuenta que aquella nueva generación era igno­ rante de la época en que existió la ermita y del significado que pudo llegar a tener San Pelayo, desaparecida del paisaje del barrio de Ugarte hacía ya tantas décadas.

Tampoco conocemos hoy el paradero de la imagen, seguramente carcomida por la polilla o destruida por la acción de aque­ llos juegos de niños, a pesar de haberse dicho que fue llevada a algún museo. No obstante, y aunque pudiera no ser éste el caso, C. Arregi dice que “arrojar las imá­ genes de santos desde el campanario o meterlas en los ríos se documenta en

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otros lugares y, aunque se haya perdido el significado, puede relacionarse con ritos de fecundidad...".

Las reparaciones de que fue objeto la ermita eran asumidas por la Parroquia de Santa María, tal y como aparece en los documentos desde fines del siglo XVII. Así, en 1688 se nombra a los carpinte­ ros Juan de Berganza y Diego Antoniano como los restauradores de sus paredes, y a Sebastián de Oribe como el cantero que rehacía todo un lateral del templo que se había venido abajo. En 1716 se reparaba nuevamente el templo, y en la obra participaban un tal Antonio Belloqui y Francisco de Menoyo. En 1718, Juan de jauregi, cantero de Larrinbe, reconstruía el altar de San Pelayo, dañado a voluntad en una noche por algún desconocido. En el inventario de 1719 tan sólo figuraba en la propiedad de la ermita la imagen del Santo, una cruz de madera y una linterna.

Ni siquiera una campanilla para tañer en el día de fiesta, ni mucho menos los orna­ mentos propios del oficio eclesiástico.

La ermita continuaba figurando en el acta de la visita pastoral de 1757, lo mis­ mo que en la de 1791, tras la cual el vi­ sitador obligaba al mayordomo a rehacer la pared izquierda del templo y a colocar una vidriera en la pequeña ventana del presbiterio. Parece que aún continuaba en pie en el siglo XIX a juzgar por la visita de 1825, en la que se mandaba ampliar más la referida ventana y protegerla con vi­ driera y reja. Desgraciadamente, los años posteriores debieron ser fatales para la conservación del edificio, aunque la ima­ gen de San Pelayo sí parece que abrigó mejor suerte, como hemos visto, hasta su final desaparición. Del pequeño templo que existió en Ligarte nada más se sabe, ni de los restos que pudieran haber que­ dado tras su demolición a mediados del siglo XíX -según cita Luis M^ de Uriarte en su libro El Fuero de Ayala-, pero sí aparece repetidamente documentada en dicho Fuero como ermita "juradera” que fue, característica ésta que estudiaremos más adelante.

La erm ita de Scin Estebcin Respecto a la ermita de San Esteban, poco se sabe de ella, excepto el lugar exacto de su ubicación, en término del pueblo ayalés de Etxegoian y a la derecha del camino real que lleva desde el cruce de Txozabala (bantiguamente Intxaurzabala) a Venta de los Trigueros. El terreno en cuestión, llamado "la Ermita”, tiene forma de gota de agua o de botella y presenta un gran túmulo en su parte más ancha, orientada al norte, y otro más pequeño y alargado junto al anterior, pero igualmente evi­ dente. El túmulo principal se compone de piedras amontonadas sin orden alguno y restos de tejas, lo que confirma una co­ rrespondencia con la supuesta construc­ ción religiosa.

Al parecer, recibía mandas testamen­ tarias y limosnas, sobre todo de aceite, de los vecinos de Etxegoian y de Amurrio. No debe sorprendernos, ya que en lo eclesiástico pertenecía a la iglesia de Santa María de este último municipio, tal y como queda establecido en la concor­ dia de 8 de enero de 1511 entre el cabil­ do y los vecinos del lugar, según la cual, los curas de Amurrio recaudaban quince fanegas y media de trigo de los habitan­ tes de Etxegoian, a cambio de obligarse a la celebración de nueve misas rezadas en las ermitas y parroquia del pueblo ayalés en los días de sus ad- vocaciones, , además de administrar ^^ y 1 los santos í'- i sacram enVtos y todo • ' lo perte­ neciente, como si de verdaderos parroquianos se P " „■ ; tratase. Desgra\ ^ ciadamente y a . ' , pesar de estas y ( ' otras atencio, ■ ' ' nes, para el año

1722 se encontraba ya en mal estado y carecía de ornamentos, por lo que debía servirse de los de San Miguel para las ce­ lebraciones religiosas.

La siguiente cita documental se va al año 1770, momento en que se venden sus despojos como certificado de defun­ ción del templo. De hecho, en la visita pastoral que se hace a la iglesia de San Miguel de Etxegoian en 1791, se consta­ ta el estado "indecente’' de las imágenes que había en ella, excepto la del santo titular, San Miguel. Es muy probable que aquellas imágenes irreverentes no fueran otras que las de San Esteban y Santa Ma­ rina, acogidas en el templo parroquial por haber desaparecido sus respectivas ermi­ tas. Así, el visitador eclesiástico determi-

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nó que fueran desechas y enterradas allí mismo, en San Miguel, hecho que, por otra parte, era bastante común en los si­ glos XVIII y XIX, época en la que se arrui­ naron definitivamente gran número de ermitas y núcleos habitados.

Respecto a su fábrica o arquitectu­ ra, el padre José Madinabeitia (El Libro de Amurrio, 1932) pensaba que no sería "muy suntuosa" debido a las anotacio­ nes realizadas por el mayordomo en su cargo "Ítem doscientos reales procedidos del despojo de las hermitas" e "item doce reales importe de unos manteles viejos de las hermitas caídas", refiriéndose tan­ to a la demolición de San Esteban como a la de Santa Marina, ambas ermitas de Etxegoian. Sin duda, el escaso valor re-

T É R M IN O “ LA ERMITA" EN E T X EG O IA N , D O N D E PU ED E V ER SE E L T Ú M U L O Q U E C O N FO R M A N A Ú N LO S R E S T O SY N E C R Ó PO L IS DEL A N T IC U O T EM PLO JU R A D E R O DE SA N ESTEBAN ,

cobrado con la venta de sus '‘despojos materiales", incluidos los sillares y las la­ bras de algunas piedras, hace pensar en una pobre fábrica del edificio. Ignoramos el tiempo de construcción de la de San­ ta Marina, pero sabemos que la de San Esteban corresponde a época medieval puesto que aparece citada en el Fuero de Ayala (1373), tal y como veremos más adelante.

Es poco probable que su origen pueda responder al mismo siglo XIV, ni siquiera

a las precedentes centurias de los siglos Xlll y XII, donde el arte románico se im­ ponía en la mayoría de las construcciones religiosas, o comenzaba ya a mezclarse con los primeros apuntes del gótico. Más bien, deberíamos pensar en tiempos más tempranos y retrasar aún más las fechas de nacimiento de ambos templos, al me­ nos para el caso de San Esteban y situarlo entre los siglos IX y X. Aunque tal supo­ sición pueda parecer un tanto exagerada, hay que pensar que es en estos siglos cuando surgen gran cantidad de peque­ ños monasterios e iglesias particulares tenidos por igual en la documentación-, avanzadilla de repoblación y religiosidad en unos casos y aglutinadoras de comu­ nidades aldeanas en otros.

No hay que olvidar que amplios es­ pacios yermos del occidente alavés, aco­ sados por el peligro musulmán, fueron progresivamente recuperados gracias a la acción, perfectamente documentada en los cartularios deValpuesta, de pequeños pero eficaces monasterios e iglesias que impulsaron la construcción de aldeas y la puesta en cultivo de tierras y roturos ganados al bosque. Así, tanto San Pelayo como San Esteban pudieron haber nacido como parroquias de aquellas comunida­ des aldeanas que, con el devenir de los tiempos, fueron convirtiéndose en des­ perdigadas ermitas rurales dependientes de otros centros eclesiásticos próximos ^ y coïncidentes, normalmente, con términos poblacionales de cierta entidad.

Además, el san­ to titular de San Esteban, al igual que los hagiotopónimos de Cos­ me y Damián, Emeterio y Cele­ donio, Facundo, Román, Cipriano, Justa, Millán, Aga-

ta o Miguel, evoca tiempos anteriores a la invasión musulmana (711) y se co­ rresponde con primitivas iglesias, citadas todas ellas en los cartularios altomedievales, que protagonizaron los primeros pasos del cristianismo por la península, en época postromana.

¿Quiénes fueron Sc»n Esteban y San Pelayo?

Conocemos la vida de Esteban y Pelayo por los relatos que escribieron los cro­ nistas cristianos, interesados en resaltar la bondad de éstos y la maldad de los musulmanes. Estos relatos biográficos, al igual que las crónicas regias están escri­ tos desde el poder para apoyar determi­ nados proyectos políticos, por lo que no debemos pensar que todo ello sea cierto.

Leamos pues, pero con reservas, que San Esteban fue uno de los siete primeros diáconos consagrados por los apóstoles, y que, acusado de blasfemar contra Moi­ sés, fue llevado ante el sanedrín de Jerusalén, donde confesó su fe con energía.

Fue lapidado mientras proclamaba: "Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios". Tras su muerte, según nos cuentan, se desencadenó la perse­ cución contra la comunidad cristiana de Jerusalén. Se le representa con dalmática de diácono, llevando el libro de los Evan­ gelios en una mano y una de las piedras de la lapidación en la otra.

Por el contrario, San Pelayo “niño" es un santo medieval nacido en Galicia a orillas del Miño. Sobrino del obispo Hermogio, estudiaba en la escuela catedrali­ cia, donde aprendía gramática, salterio y canto mozárabe, además de ayudar como monaguillo en los oficios. La suerte ingra­ ta quiso que los musulmanes apresaran a su tío en la batalla de Val de Junquera y lo encarcelaran en Córdoba, acontecimien­ to que tendría una enorme repercusión en la vida de Pelayo, ya que sería envia­ do como rescate a la capital del califato

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A N T IC U A U BIC A C IÓ N D E L A S D OS ERMITAS JU R A D ER A S DE AYALA, C O N A M U R R IO EN PRIM ER T ÉR M IN O .

en lugar del oro pedido por los “ infieles".

Cuatro años pasó en las mazmorras el niño Pelayo, viendo llegar cada día a nue­ vos prisioneros.

Abderraman III había hecho de Córdo­ ba una ciudad corrupta, donde el vicio y la opulencia podían comprarlo todo. En esta situación, el niño Pelayo pasó a trabajar durante el día en casas de ricos, sin crear problemas en ningún caso, hasta que el destino, ingrato una vez más, quiso po­ nerle ante la presencia de “el Victorioso".

Abderraman, deslumbrado por su belleza juvenil, deseó tenerle para sí, pero Pelayo no permitió que aquel se aprovechara y lo rechazó con rotundidad, tanto a él como a su dios Alá. Sin saberlo, estaba firman­ do su sentencia de muerte. Una catapulta de guerra lo lanzaba desde un patio del alcázar hasta la otra orilla del Guadalqui­ vir. Vivía aún cuando un guardián negro se acercó hasta él para comprobar su estado y cortarle la cabeza con su espa­ da. Corría el año de Nuestro Señor 925.

Su cuerpo fue trasladado a León y más tarde a Oviedo, donde se veneran desde entonces sus reliquias, depositadas en el monasterio de benedictinos que lleva su nombre. A pesar de la juventud con que

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murió, 14 años tan sólo, adquirió muy pronto una inusitada veneración que im­ pulsó la construcción, bajo su patronazgo, de no pocos templos en los reinos cristia­ nos del norte. Sin duda, Abderraman III no queda bien parado ante los cronistas cris­ tianos, pero no debemos olvidar que fue el más importante califa de Al-Andalus y que convirtió a Córdoba en la ciudad más importante del mundo conocido.

Tanto San Esteban como San Pelayo, de haberse originado el primero de ellos en los siglos IX ó X, y en la centuria del XI el segundo, pudieron haberse construi­ do en materiales perecederos, madera y derivados vegetales, aunque su conti­ nuidad en el tiempo habría llevado, obli­ gatoriamente, a una reconstrucción del templo en materiales de mayor durabi­ lidad, como la piedra, conformando una estructura prerrománica que, en algunos casos -más en Bizkaia que en Araba- ha dejado bellas muestras de arte en pe­ queñas ventanas monolíticas. Nunca lo sabremos con seguridad, pero de haber sido así, mucho nos tememos que esa falta de "suntuosidad” prejuzgada por josé Madinabeitia no debería restar un ápice a la belleza escondida en la sim­

plicidad de su arquitectura y en la mo­ destia de aquellos materiales empleados en su fábrica. Y es que, para que una er­ mita fuese determinada como juradera por las autoridades eclesiásticas, función con la que aparecen mencionadas repe­ tidamente en el Fuero de 1373, debería poseer ciertas características que la hi­ ciesen idónea para ese cometido, agluti­ nando el suficiente predicamento y de­ voción entre las gentes de la zona, y esto sólo podría lograrse a fuerza de tiempo, tras una existencia necesariamente ante­ rior a esa fecha como para arraigar fuer­ temente entre las almas de los hombres y mujeres de Ayala.

Pero, San Esteban fue algo más que un pequeño templo de una reducida aldea. Fue, como veremos a continua­ ción, la iglesia juradera de los hidalgos ayaleses, y como tal debió ostentar un rango significativo para los pobladores de la Tierra de Ayala. Cómo llegó a ser­ lo y por qué no lo sabremos nunca con certeza, pero sí creemos que el túmulo que conforman sus restos y la necrópolis medieval (con enterramientos a base de lajas) que debe existir bajo los mismos, merecen ser tenidos como bien patrimo­ nial a preservar, susceptible de una futura intervención arqueológica que. sin lugar a dudas, aportará nuevos datos sobre la historia del poblamiento altomedieval en el Alto Nervión.

RESTO S DE T EJA S DE LA ERMITA DE S A N ESTEBAN,

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Desde la Edad Media al menos, y puede que desde antes también, se documen­ tan continuos actos vindicativos que ve­ nían a establecer por costumbre el hecho de dirimir las diferencias con el enemigo allí donde quiera que el destino los jun­ tase. Dicha costumbre, de violentas y desmedidas consecuencias en la mayor parte de las situaciones, fue siendo su­ primida lentamente por las autoridades eclesiásticas, hasta acabar perfectamen­ te regulada su práctica, con fecha y lugar predeterminados para tal fin. Así, la Igle­ sia señaló ciertos templos religiosos en los que, en momentos precisos del calen­ dario, pudieran los contendientes dirimir sus diferencias sin que intervinieran las armas de por medio, salvo como objetos simbólicos.

Nacían, de esta manera, las ermitas juraderas, en las que. además de solu­ cionarse los viejos actos de venganza, se veían otro tipo de pleitos derivados de apropiaciones Indebidas, robos, propieda­ des, herencias y demás causas de litigio.

En este sentido, las dos ermitas protago­ nistas del presente trabajo aparecen per­ fectamente documentadas en el Fuero de Ayala, redactado en el año 1373, debido, precisamente, a ese carácter "juradero" del que se hicieron acreedoras.

En el título 33 del mencionado fuero se dice: "Otrosí cualquier que demandare a otro que le es debdor o pagador de cierta quantia de maravedís, (...) e si el deman­ dado le digere que le non develos dhos maravedís, si fuere fidalgo júrele el sibe tercero en Santisteban, e si fuere peón con doce en San Pelayo, e si jurar non quisiere o non pudiere pagúele lo que le demanda e doce maravedís de calumnia al Demandador. Pero si el Demandador pudiere probar con dos fiadores de conoscido que tal debdor e pagador le es valale e paguegelos.”

IGLESIA JU R A D E R A DE SAN EM ET ER IO Y S A N C ELED O N IO (LA R R A BET Z U ).

Según estos datos, documentados en 1373 por ser éste el año en que se re­ dactó el Fuero, el templo de San Pelayo debió ser el lugar juradero para aquellos hombres de la Tierra de Ayala que no eran hijosdalgo ni pertenecían a la nobleza de sangre, ya que estos, tal y como queda re­ flejado en la anterior cita, debían jurar en el sagrado de la también ya desaparecida ermita de San Esteban (Santisteban), en término de Etxegoian. Para entender bien la cita documental es necesario analizar primero el sentido de las voces hijosdalgo y peón. Francisco de Aranguren y Sobra­ do, antiguo consultor del Señorío de Bi­ zkaia, aseguraba que todos los habitantes de Ayala fueron nobles, incluidos los la­ bradores, según interpretación hecha del capítulo 52 del Fuero. Sin embargo, Luis María de Uriarte no veía tan clara esa deducción, y así lo explicaba en su tesis doctoral El Fuero de Ayala (1911), don­ de admitía la existencia de labradores de

ascendencia noble, a la vez que negaba esta condición para todos los habitantes de Ayala. Y es que para Uriarte, la Tierra de Ayala era de infanzonazgo, y por ende todos sus habitantes nobles de solar, tal y como ocurriera en Bizkaia. Sucedió lue­ go -añade- que, para aumentar (a po­ blación, hubieron de traer labradores de otras partes (interpretación personal del capítulo 51 del Fuero), y estos, al carecer de nobleza, no podían tener solar por sí mismos y pasaron a ser peones.

Hoy por hoy, las últimas investigacio­ nes han dejado anticuadas estas disquisi­ ciones, y es un hecho aceptado para todos los territorios del Occidente europeo la existencia de hijosdalgos y de pequeños campesinos libres (peones). Para el me­ dievalista Iñaki García Camino esta jerarquización social sería inherente al modo de producción feudal que se implanta con fuerza en el siglo XI, cuando se crean los mecanismos políticos e instituciona­

les capaces de mantenerlo. Sabido es que el feudalismo entra en crisis en el siglo XIV debido a que el crecimiento econó­ mico había tocado techo y las rentas disminuido. Ello llevó a la nobleza -entre la que se encontraban los hijosdalgos- a enfrentamientos entre sí (la guerra de bandos) y a incrementar la presión sobre los campesinos. Según García Camino, al­ gunas de las fórmulas utilizadas desde el poder para salir de esta situación, la cual hacía peligrar el propio sistema, fueron la institucionalización de los conflictos, la redacción de los fueros -que trataban de regular los enfrentamientos- y. más tar­ de, ya en el siglo XVI, la extensión de la hidalguía universal (en el caso de Bizkaia), lo que no quiere decir que todos los ha­ bitantes de este territorio tuvieran antes esa categoría, ni que desaparecieran con ello las desigualdades sociales. Por tanto, no deben explicarse las referencias a hi­ dalgos o peones como el resultado de la­ bradores venidos de otro lugar, tal como sostenía Uriarte, y es muy importante tener en cuenta que la situación del siglo XVI poco tiene que ver con la del siglo XIV Volviendo a nuestra ermita de San Pelayo, documentada al menos desde 1373, podemos pensar que la tradición a la que el Fuero hace referencia procedie­ ra de tiempos anteriores a su redacción, acaso un par de siglos, en que el derecho y la costumbre se basaban en la tradi­ ción oral. Si esto fuese así. tampoco sería muy aventurado creer que esta ermita medieval fuera, originalmente, de planta románica, como tantas otras de las que por estas tierras existieron, o incluso li­ geramente anterior, puesto que el santo de su advocación: San Pelayo “niño", fue ejecutado como sabemos en el s. X, y sus restos llevados a Asturias, desde donde fue extendiéndose su culto con suma ra­ pidez por todo el territorio de dominio del reino astur, incluida buena parte del País Vasco actual. A este respecto, bien podría servirnos de ayuda una investigación so­

bre el hagiotopónimo y lugar de otro San Pelayo presente en el Alto Nervión y que perteneció al cabildo de Urduña. En las ordenanzas de dicho cabildo (1598) se reglamentan dos procesiones al año a la ermita de San Pelayo, templo que, al parecer, debió arruinarse a lo largo del s.

XVIIl. Un caserío ocupa actualmente el alto en el que se encontraba, y el cami­ no de paso se ajustaba a una ruta mucho más importante de lo que hoy pudiera parecemos.

Volviendo al carácter juradero de la ermita, hay que decir que el demandante de una heredad debía probar su derecho sobre la misma jurando que era suya y no del demandado, lo mismo que si se tratase de una deuda de dinero o de al­ gún tipo de mercancía, "si fuere fidalgo el sibi tercero e si fuere peón con doce que aquel por quien le pertenesce non la ovo dado en don nin en precio" (Cáp. XXV del Fuero). Del mismo modo, vuelve a apare­ cer la cita en el título 72 del Fuero: "Otrosi todo peón e casamal famada avengase con el Señor é por aponimiento que fuere fecho á hombre fixodalgo por furto ó por robo ó de otro maleficio quel vala fiador de Alcaldes si non fue­ re que aya pesquisa e si pesquisa obiere sálvese según fuero en Santisteban con el sibi tercero que sean fixosdalgo. E si peón fuere acusado de furto o de robo, o de otro maleficio, en cosa que non haya pesquisa que se salve en San Pelayo con doce peones".

Quizá habría que explicar brevemen­ te el significado de "sibi tercero” y “con doce", fórmulas latinas aplicadas en los casos de juramento. Así. el "con doce" atendería a una situación en que un peón, es decir, un labrador sin atributo alguno de nobleza, debía de llevar con­ sigo a otros doce labradores para que jurasen con él la certeza de lo alegado o afirmado por él mismo. Por el contrario, el “sibi tercero" se aplicaba sólo a los hi­ dalgos. es decir a los infanzones o nobles, en cuyo caso debían acudir al juramento

Se traU de uno de aquellos romances épico-castellanos, compuestos a finales del s. XIV y durante la siguiente centuria del s. XV, que conforman lo que conocemos hoy como Romancero Viejo, una de las muestras escritas más antigua de ta literatura española.

En este texto de sencillos versos se escenifica de manera dramática un episodio histórico, en el que el rey Alfonso VI es obligado a prestar juramento expurgatorio en ia iglesia de Santa Gadea de Burgos ante la presencia del Cid, con el ftn de probar que no había tomado parte en la muerte de su hermano Sancho II. Es en Santa Gadea "do juran los fijosdalgo-' ¿Cabría preguntarse si, como en la Tten-a de Ayala, habria otro templo espedficamente indicado para la jura de los no hidalgos? Podemos pensar que sí, aunque no se documente en sitio alguno. En este famoso caso, el Cid no sólo le conmina a jurar, sino que además le desea la muerte más vil si se atreviera a jurar en falso. Además, tos versos son realmente adaratonos en lo que respecta a los objetos simbólicos empleados en d acto del juramento, lo cual no quiere dedr que sea extrapolable al caso de nuestras ermitas.

En santa Ágeda de Burgos, do juran los hijosdalgo, le toman jura a Alfonso por la muerte de su hemiano; Tomábasele el buen Cid, ese buen Cid Castellano, sobre un cerroio de hierro y una ballesta de palo y con unos evangelios y un caicifijo en la mano.

Para quien tenga ohridado este escenario histórico recordaremos que deriva de lidedsión personal del rey Femando 1de repartir su reino, poco antes de morir (1065), entre sus dnco hijos, privilegiando al segundo, Alfonso, que redbió León, frente al primogénito, Sandw, que redbió Castilla. Galicia y tos temtorios portugueses le fuefon otorgados al tercero. Garda, mientras que las princesas Un-aca y Elvira redbieron respectivamente las dudades de Zamora y Toro.

B Cid, guen-ero castellano al servido de Sancho II, participó con él en el asedio a la dudad de Zamora, donde ocurrió el famoso episodio de la muerte de su señor, asesinado por un tal Bellido Dolfos. Faiteado Sandio, sería, predsamente, su hermano Alfonso VI el heredero del trono de Castilla, lo cual levantó la sospecha de su partidpadón oculta en el crimen, ya que era el prindpal benefidado del óbito. El juramento de Santa Gadea fue el modo de acallar dichas sospechas, hecho lo cual, el rey Alfonso vengó su humiliadón con el destien-o del id lejos de sus fronteras.

con otros tres acompañantes de sangre noble para que ratificasen lo expuesto por el Interesado. Este era, sin duda, un privilegio de los hidalgos frente al des­ igual trato observado en el caso de los peones: es decir, mientras a los primeros les bastaba con tres personas dispuestas a confirmar sus palabras, los segundos debían presentarse con doce personas de su misma categoría para llegar a la misma conclusión. Por último, cabría decir que aún existía una fórmula más, recogida por el Fuero, según la cual se es­ tablecía que el propio sujeto declarante era quien debía confirmar mediante jura­ mento su propia declaración, esto es "por su cabeza”.

No quisiera finalizar , este análisis sin citar una '— peculiaridad del capítulo 74, según la cual "si ferlere o deshonra­ re hombre flxodalgo a otro fisodalgo de ferida que sea para vengar los quinientos sueldos pagúele los dichos quinientos sueldos. E si negare que le non fiso tal deshonra sálvese en Satisteban con doce flxosdalgos que sean escogidos en veinte e quatro que traeya el que obiere de ju­ rar. E si jurar non quisiere o non pudiere que pague la pena sobre dicha, e conosca que lo firlo”. Vemos, pues, cómo entre hi­ dalgos se llevaba a efecto un juramento más exigente y selectivo que el utilizado para el caso en que la otra parte fuese un

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peón O labrador. Para hacer valer la pala­ bra debían acudir a San Esteban con nada más y nada menos que 24 notables, de los cuales, doce serían los encargados de ratificar la palabra dada por uno de los hidalgos protagonistas del litigio. En este sentido, es notable el aumento de apo­ yos, de tres (sibi tercero) a doce, y posi­ blemente no muy fácil de conseguir por cualquiera de las partes.

El Fuero Viejo de Las Encartaciones (1394) especificaba que ciertos juramen­ tos habían de ser realizados “jurando en el altar de la iglesia del dicho con<;ejo'’, expresión que se repite en el Fuero Nue­ vo (1503), pero omitiendo lo del concejo: "jurando en el altar de la iglesia juradera”, y también se hace referencia a otros jura­ mentos que se han de hacer"en la yglesia

juradera". A ello se dedica específicamen­ te un capítulo, "a los juramentos que se han de hazer", donde se dice "que aya de jurar en su iglesia juradera". Juan Manuel G. Cembellín, además de facilitarnos los datos, cree que en Las Encartaciones ha­ bría tres iglesias juraderas, una por cada uno de los tercios en que se dividía la co­ marca, pero desconocemos la identidad de las mismas.

En el Privilegio de la Confirmación de los Fueros de Durango se hace mención a la ermita de San Vicente de Mil<eldi como lugar juradero: "...ninguno non sea osado de entrar en la huerta agena, nin llebar ortaliza ninguna agena, et qualquier que lo ficiere peche 80 mrs. (maravedís) al dueño, et quatro mrs. al ortelano, et si el tal fechor negare, jure a la puerta de San Vicente de Yurreta [...] e sea quito, et si non jurare pagye la dha pena”. En Bizkaia existen, además de éste, otros templos con idéntica tradición juradera, como son los de San Martín, también en lurreta, San Martín en Otxandiano o San Esteban de Gerekiz en Morga.

También en el Fuero Viejo de Castilla encontramos abundantes testimonios sobre la forma de dirimir las diferencias surgidas de la compra-venta de hereda­ des y otro tipo de pleitos, ya sea entre labrador e hidalgo o entre hidalgos, ade­ más de las fórmulas empleadas en la de­ manda y juicio aclaratorio, en los testigos a utilizar y en los plazos a respetar. No obstante, tampoco se nos aclara mucho sobre la ceremonia del juramento, lugar, fechas y los objetos a utilizar en ella.

"Si el demandante dixere que no prueba, y fuere la demanda de cinco sueldos hasta mil maravedís, deben ju­ rar el demandado con obrero, que sea tal como caballero ó escudero, y salvarse á la puerta de la iglesia, con espada en cinta y espuelas calzadas, si fuese caballero, y si escudero con la espada al cuello y la espuela derecha calzada JUANJO HIDAIGD

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Domingos y festivos, de 10:00 h. a 14:00 h.

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Igande eta jaiegunetan 10:00etatik 14:00etara.

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• ‘*t , RAMÓN B E L A U ÏT E d C O m A .

Ei análisis de las aportaciones al pensamiento social o científico por parte de personajes nacidos en alguna de las localidades de la comarca del A lto Nervión representa una tarea pendiente por hacer en su mayor parte.

A m odo de apunte breve y no exhaustivo, nacieron en esta comarca Andrés Antonio de Gorbea, Arsenio de Izaga y Ramón de Belaustegigoitia.

pasión viajera

BELAUSTEGIGOITIA compromiso social modernizador texto « JE S Ú S MARIA GARAID URRUELA f o t o s « ARCHIVO FAMIUA BEUUSTEGIGOITIA Y FONDQS BIBLIOTECA CENTRAL DE BIDEBARRIETA (BILBAO)

hombres y cuatro mujeres, de los catorce hijos habidos en el matrimonio. Pertene­ ció a una familia llodiana que dio desta­ cados profesionales al deporte, a la polí­ tica, al mundo empresarial y a la cultura del País Vasco. Así, hermano de Ramón fue el político nacionalista y euskerófilo Federico, -al que la revista AUNIA ya dedicó un artículo firmado por Henrilce Knorr en su primer número-, mientras que Francisco destacó como empresario.

Del mismo modo, en el seno de 1a fami­ lia, surgieron futbolistas de primer nivel como José Mari, Faustino, Francisco o el propio Ramón. José Mari, ‘Belauste’, fue el futbolista más destacado de entre ellos por haber llegado incluso a jugar en la selección española, con la que llegó a ser medallista de plata en las Olimpiadas de Amberes (1920). Desarrolló, por otro lado, una destacada militancia en el Par­ ndrés Antonio de Corbea (Ortido Nacionalista Vasco, primero, y en Ac­ duña, 1792 - Santiago de Chile, ción Nacionalista Vasca (1930) después, .1852) fue un ingeniero civil que siendo uno de los fundadores de esta destacó como profesor en ciencias expe­ última. rimentales -matemáticas, construcción Nuestro personaje, Ramón Belauste­ civil,...- en Chile, en donde fijó su resi­ gigoitia, cursó los estudios de Bachillerato dencia tras pasar algún tiempo en París en el Colegio de los Jesuitas de Orduña. y Londres, una vez que se vio obligado a En su época de estudiante universitario, abandonar la Península para, por su con­ compaginó estudios con el ejercicio ama­ dición de liberal, eludir la persecución po­ teur del deporte en la modalidad del fút­ lítica del realismo fernandino. bol Durante cinco temporadas, fue juga­ Guillermo Arsenio Izaga Ojenbarrena dor del Athletic de Bilbao, conquistando (Orduña, 1885 - Madrid, 1951), periodis­ el título de Campeón de Liga en los años ta, licenciado en Filosofía y Letras y Dere­ 1913 y 1914. cho por la Universidad de Salamanca, pu­ Tras licenciarse en Derecho por la Uni­ blicó diversas obras históricas y literarias versidad de Salamanca en 1916, su afi­ desde la perspectiva del tradicionalismo ción a viajar y a conocer mundo le llevó a carlista. presentarse a los exámenes de la carrera En un terreno, en el que se mezcla la consular y que, aunque llegó a superarlos, economía, la política y la literatura, de­ no llegó a ejercer nunca. En ese mismo sarrolló su reflexión intelectual el tercero año, marchó a Londres para matricularse de ellos, Ramón Belaustegigoitia Landaen la London School o f Economics, en la luze (Laudio, 1891 - Madrid, 1981), un que amplió estudios de derecho, econo­ personaje al que se dedica este artículo. mía y sociología. Durante su estancia en Belaustegigoitia nació en el seno de Gran Bretaña, alternó los estudios con la familia formada por el llodiano Federi­ actividades periodísticas, actuando como co Belaustegigoitia y la orduñesa Dolores corresponsal de guerra para los diarios Landaluze. Ramón ocupó un puesto In­ Euzkadi, El Sol y La Tarde. termedio entre los doce hijos vivos, ocho

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CASA NATAL DE RAMÓN EN LAUDIO. EN LA VENTAN A SU ^CTUA^MORAOOR, EL SOBRINO C E N IZ A BfLAUSTECICOITlA. , ' EN LA PAGINA ANTERIOR: LOS PADRES DE RAMÓN.

El regreso a tierra vasca en septiembre de 1918 representó uno de los momentos más importantes en la trayectoria REDACTO CON intelectual de VEINTISIETE arios B e la u s te g ig o i­ tia. El abogado los trabcijos más laudioarra redac­ im p ortan tes tó con veintisiete sobre Ici años de edad los problem ática trabajos más im­ portantes en su vctscd en los ám bitos POLÍTICO producción bi­ bliográfica sobre y RURAL la problemática vasca en los ám­ bitos político, con Las bases de un gobier­ no nacional vasco, y rural en su obra La

cuestión de la tierra en el País Vasco.

En Las bases de un gobierno nacional vasco, Belaustegigoitia realizó un balance de lo que había representado la Primera Guerra Mundial para la democracia, las reformas sociales y tos nacionalismos.

Dentro de este contexto, bosquejó las principales vías en las que, en su opinión, debía sustentarse la construcción de un estado nacional vasco. Las aspiraciones nacionales de la sociedad vasca de las primeras décadas del siglo XX fueron fi­ jadas por el abogado alavés en la recu­ peración de la plena soberanía que, en los órdenes político, civil, administrativo, económico y jurídico, según su aprecia­ ción, había disfrutado el pueblo vasco con anterioridad a la abolición foral de 1839.

El núcleo central de la propuesta de reconstrucción nacional redactada por Belaustegigoitia tomó el Fuero -al que expresamente, se refirió como la ‘Cons­ titución Vasca - como punto de partida del establecimiento de unas Instituciones

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LA MADRE Y LOS DOCE HERMANOS DE RAMÓN. DELANTE EN EL CENTRO, SU MADRE. DETRÁS DE IZQUIERDA A DERECHA: MERCEDES. PAULO, FEDERIKO, JOSE MARI. BENIGNO, CLARA. IGNACIO, ROSARIO, FRANCISCO. SANTIAGO, RAMÓN Y MARIA LUISA.

vascas democráticas, con la introduc­ ción de una serie de modificaciones en el sistema tradicional de representación y organización políticas, orientadas todas ellas a eliminar el componente oligár­ quico de las mismas. Por otro lado, estas instituciones representativas vascas de­ berían sustentarse en el principio de ‘una firme federación nacional'.

El abogado llodiano completó la pro­ puesta de proyecto nacional con una serie de puntos que consideraba bási­ cos para la recuperación de la identidad vasca. Entre éstos. Incluyó los siguientes: organización eclesiástica nacional, coofi-

cialidad del euskera y el castellano, crea­ ción de una universidad vasca, acceso del casero arrendatario a la propiedad de la tierra, tender a una sociedad interclasista sustentada en el principio de la fraterni­ dad como formula preventiva ante la lu­ cha de clases y la revolución obrera y. por último, lograr unas competencias propias en política económica y administración de justicia.

El objetivo perseguido era, en último término, lograr el mayor grado de libertad posible del pueblo vasco dentro de Espa­ ña, entendida ésta como un estado for­ mado por una confederación de pueblos.

Las ideas de política agraria esbozadas en Las bases de un gobierno nacional vas­ co, fueron desarrolladas en La cuestión de la tierra en el País Vasco, trabajo que, al igual que el primero de los citados, fue publicado en otoño de 1918.

Las líneas básicas de su programa agrario pueden resumirse en tres pun­ tos: la transformación del arrendatario en propietario de la tierra, el apoyo a las pequeñas explotaciones agrarias -condi­ ción que distinguía a la mayoría de los caseríos de la época- y la defensa de los baserrítarras ante el avance del capitalis­ mo.

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■m O BR A NUEVA ■■ Bn breve s e publicará

IdwtiómleliitierffieiielPÉlíiisco obra de Ramón de Betausteguigoitia. en la cual se pintan a lo vivo lo s abusos de todo género com eiidos con ei elemento aldeano, su explotación económica y su dominación so cial política, y deduciendo la injusticia de toda renta agraria, s e plantea teórica y prác­ ticamente la expropiación forzosa por los Gobiernos V a sc o s de la propiedad ru ral capita!ist¿^, previa una indemnización con cré­ dito nacional, hecha a base de la capitaliza­ ción de la renta posible del caserío.

En la misma obra s e tratan cuestiones tan importantes com o la autonomía municipal y los derechos nacionales, la colonización in­ terior del pueblo v a s c o y la expansión territo­ rial y s e desenvuelven lo s términos de una futura dem ocracia social.

La reforma agraria de orientación campesina propuesta por el abogado ala­ vés se marcó como objetivo

LA S APO RTACIO N ES D E _ , . .

Belau stegigoitia respondieron al objetivo d e la m odernización y renovación dem ocrdtica del pensam iento ideológico D EL NACIO NALISM O

económico del por medio de la

Reparto de tierras y producción nacional

modernización

(1932), un ensayo a caballo entre la ex­ periencias agrarias española y mexicana.

A esta etapa, pertenece también México de cerca (1930), un libro intermedio en­ tre el estudio agrario y la literatura, cam­ po intelectual en el que precisamente, se inscribe su primera novela La sombra del Mezquite, publicada por la editorial mexi­ cana Latina en 1931.

El periodismo de corresponsal espe­ cializado en candentes cuestiones inter­ nacionales, cultivado con motivo de la Primera Guerra Mundial, fue continuado en estos años con el libro Con Sandino en Nicaragua (1934). Este trabajo, fruto de

estruc­ turas agrarias, particuíarmente en lo que se refería al régi-

V ^SC O ^ 5 > ^

cia presentada al Segundo Congreso de la Sociedad de Estudios Vascos celebrado en 1920.

Los trabajos reseñados se inscriben en el debate ideológico sostenido por aquellos años en el seno de la burgue­ sía nacionalista vasca. Las aportaciones de Belaustegigoitia como las efectuadas en la misma época por Jesús de Sarria, Eduardo Landeta, Esteban Isusi, etc., aparecidas en su mayor parte en la re­ vista Mermes, respondieron a un mismo objetivo: la modernización y renovación democrática del pensamiento ideológico del nacionalismo vasco. En esta etapa, Belaustegigoitia ejerció la profesión libe­ ral de abogado hasta que, el 3 de marzo de 1920, pasó ocupar la plaza de Jefe de Fomento en el Ayuntamiento de Bilbao puesto que dejó el 3 de junio de 1926, alegando por motivos personales. La ra­ zón concreta de la dimisión radicó en su traslado a México, en donde pasó a encargarse de la representación y admi­ nistración de los intereses de la familia Arocena.

A partir de 1930, Ramón Belaustegi­ goitia amplió su campo de actuación in­ telectual y, sin abandonar el ensayo y el periodismo, se adentró en la redacción de relatos literarios novelados. Pero Belaus­ tegigoitia prosiguió con la redacción de ensayos de contenido agrario. Así, publicó

vo: la tierra. Con posterioridad, retomó el análisis de la situación agraria vasca y desarrollo similares ideas en la La

reforma de la pequeña propiedad ruraly la propiedad urbana en el País Vasco, ponen­

la estancia de Belaustegigoitia en el cam­ pamento del ejército del generai Sandino en febrero de 1933, se ha convertido en fuente secundaria de obligada consulta a la hora de analizar la personalidad y el ideario del destacado dirigente nicara­ güense.

Belaustegigoitia inició en 1936 una gira por el mundo, en la que visitó países como China, Japón y Rusia. Con ocasión de dicho viaje, regresó al País Vasco para visitar a su madre y la familia, coincidien­ do el retorno con el desencadenamiento de la Guerra Civil de 1936. Ello represen­ tó la participación del ensayista llodiano

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en la misma.

Sobre la base de la experiencia en­ tonces vivida, nuestro personaje publicó Euskadien llamas (1940). habiendo regre­ sado a México en condición de exiliado a la finalización del conflicto bélico.

Su estancia anterior en el país ame­ ricano facilitó la plena integración de Ramón en la vida social, política y eco­ nómica de la sociedad mexicana. Prueba de ello es el hecho de que Belaustegigoi­ tia se casara con la mexicana Ana López Sberck,‘N ita’, y mantuviera, por otra par­ te, estrechos contactos políticos con los republicanos. Con motivo de los ataques alemanes a los buques mercantes mexi­ canos durante la Segunda Guerra Mun­ dial, se alistó asimismo como voluntario en el ejército mexicano. Su nombre figura, por este motivo, en el Libro de Honor del ejército mexicano.

El quehacer principal de Be­ laustegigoitia en esta segunda eta­ pa de su vida en C A RA SU México fue el de la gestión de la ha­ cienda ‘San Igna­ cio’, explotación agraria de 40.000 hectáreas ubica­ da en el pueblo de Villa Hidalgo

AUGUSTO NICOLÁS CALDERÓN SANW NO, ÜDER DE LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE Y AMÍCO DE BELAUSTEGIGOITIA.

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y adquirida por el abogado llodiano en 1928.

La problemática agraria fue una cons­ tante en la producción intelectual del escritor llodiano. Así, Belaustegigoitia publicó en esta etapa La transformación de la agricultura en México (1947), libro centrado plenamente en la problemática de la agricultura mexicana, insistiendo en el objetivo de la extensión de la pequeña propiedad.

Sin embargo, la organización jurídica de la propiedad de la tierra dejó de ser la perspectiva más importante de aná­ lisis, pasando a ser ocupada por un en­ foque agrarista, en el que se destacaban los problemas agrarios de índole técnicoeconómica. De cualquier modo, el escri­ tor llodiano puso en práctica sus ideas de reforma agraria en los años se­ LA PRO BLEM Á TICA senta cuando, A G RA RIA fue en base a la Ley mejicana de la una con stan te Inafectabilidad en la producción y tras convenio in telectu al con los vecinos D EL ESC RITO R de Villa Hidalgo, puso a disposi­ LLODIANO ción de peque­ ños campesinos 30.000 hectáreas equipadas de cercas, norias y demás instalaciones ganaderas.

Belaustegigoitia no dejó de lado la actividad periodística canalizada en esta fase de su vida por la publicación de cola­ boraciones en el periódico El Excelsior. Los años finales de su vida en México estuvie­ ron presididos, en el ámbito intelectual, por la actividad literaria. Concretamente, publicó en esta época El valle inexplorado (1960), La novela de un refugiado (1970) y Naturaleza y espíritu a través de Méxi­ co (1975). Con la reinstauración de la democracia regresó a España. La muerte le sorprendió en Madrid en 1981, siendo posteriormente enterrado en el panteón que la familia posee en el cementerio San Martín de Laudio.

En fin, Ramón Belaustegigoitia perte­ neció a una generación de nacionalistas vascos que, si en lo político trató de mo­ dernizar y actualizar los contenidos ideo­ lógicos del nacionalismo, se distinguió en lo económico por la defensa de un programa reformista y, en lo social, por practicar y difundir en territorio vasco de­ portes como el fútbol o el montañismo, tras lo que subyacían maneras nuevas de entender las relaciones de los seres hu­ manos con la naturaleza así como formas de aprovechar el ocio propias de una so­ ciedad urbanizada. El cambio continuo de residencia -bien, por motivos de estudio, negocios, circunstancias políticas o sim­ plemente por su ánimo viajero- motivó la ampliación de su perspectiva intelec­ tual, al contribuir a desarrollar la dimen­ sión literaria de su creativa personal, y generó de algún modo cierta evolución en los contenidos de su esquema ideoló­ gico. La manera de enfocar las cuestiones es bastante similar a la desarrollada con anterioridad a los años de su etapa ju­ venil. pero el tratamiento de las mismas experimenta las lógicas modificaciones derivadas del encuentro con otras socie­ dades y culturas.

JESÚS HARIA GARAIOURRUELA Historiador

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DONDE ENCUENTRA A L E G R Í A EL T R I S T E Y D E S C A N S O EL F A T I G A D O El pasado 27 de o c t u br e, con una e s p e c t a c u l a r puest a en escena, se c e l e b r ó l a i n a u g u r a c i ó n o f i c i a l del nuevo hotel b a l n e a r i o , a l o j a d o en el e d i f i c i o de l a a n t i g u a aduana de Urduña. A u t o r i d a d e s , buena músi ca, un mejor ágape y un a l oc a do v i e n t o s u r , d i e r o n el banderazo de s a l i d a a una i n s t a l a c i ó n que habrá de t r a e r épocas de p r o s p e r i d a d para l a adormecida c i uda d.

texto « F E L IX MUGURUTZA MDNIALBAN fo to s « CU RíESfA DE TXEIXU U\NBARRI

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m dades terapéuticas de las M aguas que afloran en el pa-

raje de La Muera -canaliza­ das en esta ocasión hasta la nueva casa de baños- las que atraigan hasta aquí a gente de toda condición y que, sin duda, van a insuflar grandes bocanadas de color a sus añorantes calles. Un destino perfec­ to, sin duda, para aquellos que buscan en la hidroterapia una mejora en su salud o simplemente, pasar unos momentos de placer.

Todo ello ha hecho que se remueva la memoria popular colectiva y no son po­ cos los urduñarras que han rememorado aquel otro balneario, abierto al público siglo y cuarto antes que el actual y del que sólo queda su recuerdo en boca de los más mayores del lugar.

Fue en un ya lejano año 1880 cuando se inauguró aquella exitosa casa de baños, hoy desaparecida, y que se dio a conocer a lo ancho de nuestra geografía con el nom­ bre de ‘Balneario de La Muera'. Se ubicaba en el lugar del mismo nombre, distante kilómetro y medio de la ciudad en direc­ ción hacia Amurrio, y donde la naturaleza volcó toda su generosidad, haciendo que en él brotase agua salada.

No es por ello de extrañar que A D EM AS D E allí se explotase y LOS bdños, elaborase sal des­ sabem os p or la de épocas preté­ ritas. Lo sabemos docum entación gracias a unas que en La M uera vagas constan­ tam bién S E cias documen­ ELA BO RÓ SA L tales reflejadas en el manuscrito elaborado en 1785 por Cayetano Palacio.

El porqué de la presencia de sal en dicho lugar es menos controvertido y no plantea ninguna duda. Es una de las ca­ racterísticas más comunes -además de :S la forma de cubeta del valle, presencia de canteras de yeso y otras- en las for­ maciones conocidas como diapiro: una

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curiosa estnjctura geológica que se da cuando ascienden a la superficie rocas profundas y muy plásticas a través de las capas rocosas superiores -y por tanto geológicamente más recientes- y gene­ ralmente más pesadas. Cómo no, el gran valle sobre el que se asienta Urduña es uno de esos diapiros. Ello, de por sí, ya es algo excepcional y atractivo para ser conocido.

Pero no es nuestra intención aden­ trarnos en los diferentes e interesantes aspectos que atesora el extremo superior del valle del Nervión sino traer a la me­ moria el que fuera el primer balneario co­ nocido de Urduña. el de La Muera, y que habrá de servir de inmejorable referencia histórica sobre la que edificar los días de

prosperidad que va a traer la nueva ins­ talación para la hidroterapia, la mayor apuesta de futuro del municipio en el úl­ timo siglo.

En esta ocasión, en vez de hacer un artículo al uso, hemos preferido rescatar y dejarnos llevar por el prácticamente desconocido relato de un viajero, Manuel Azkarraga Regil. que a mediados de los 80 del siglo pasado visitó Urduña y reflejó por escrito sus sensaciones. Efectivamen­ te, quiso la fortuna que mientras espera­ ba a que finalizase la reunión del Pleno municipal, conociese a José M® Eskuza, el propietario del establecimiento balneario. Éste le ofreció visitarlo, siendo llevado hasta allí por el carruaje que hacía de ma­ nera continua y repetida para los clientes

el trayecto entre el centro de la ciudad y La Muera.

La descripción es rica en detalles y es­ pecialmente interesante por su valor do­ cum ental Además, en los párrafos finales del texto se han incluido los referentes a la obligatoriedad de fumigar los viajeros del tren como medida preventiva contra la expansión de una epidemia de cólera y en la que es preceptiva la presencia del médico del balneario, algo que nos da una idea de la importancia que tuvo dicha instalación en la ciudad. Todo sucede en una Urduña decadente y cargada de pesi­ mismo por la reciente anulación definitiva de los Fueros en 1876, una abolición que lamenta desesperadamente el autor del relato en su último párrafo.

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VISTA GENERAL. DEL ESTABLECIMIENTO BALNEARIO BALI DE LA MUERA.

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U so d e I d s a g u a s m e d íd ncile s

en Id zona El uso de algunas aguas como elemento terapéutico ante las más diversas dolen­ cias y enfermedades es algo que cons­ tatamos con habitualidad desde épocas bien antiguas. Son innumerables las evi­ dencias arqueológicas de termas y baños, especialmente en la época de la romani­ zación.

Pero es en los siglos XVII y XVIII cuan­ do en la Europa central se ponen de mani­ fiesto y se divulgan los grandes beneficios de muchas aguas.

Así, la moda de los balnearios se ex­ tiende como una mancha de aceite sobre todo el continente, alcanzado su mayor esplendor en nuestro territorio en el últi­ mo cuarto del siglo XIX. Es un continente desesperado por las continuas epidemias y a las que no encuentra mejor forma de combatir que con el uso del agua. Recor­ demos que aún

LA MODA D E ,

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los b aln earios d lcc S n Z í^ s u C lp o ^ e o

en nuestro te rrito rio en el . ^ . r\ c i wltim o c u a r t o D EL SIG LO X IX 1

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lejano el descubrim iento de la penicilina y ios antibióticos, Atraídos por infinidad de relatos de cura-

ban lo milagroso, fueron varias las fuentes a las que se les atribuía todo tipo de virtudes. De esta época serán con toda probabilidad la mayoría de topónimos como ‘Fuente de la Salud' y similares, tan repetidos en nuestra geografía.

Algunas debieron gozar de una tem­ prana popularidad como es el caso de las aguas de la fuente cercana al caserío Lekuona en el barrio Olarte de Laudio a las que "...acuden algunas personas de dentro y fuera del lugar..." con la intención de “... sanar de algunas enfermedades..." según refiere el geógrafo Tomás López en 1791.

Pero, como ya hemos adelantado, será en el último cuarto del siglo XIX cuando

la hidroterapia alcance mayor esplendor en el País. Surgen así infinidad de casas de baños que hoy en gran medida pare­ cen olvidadas. Una sería la de Luiaondo, perpetuada frente al desconocimiento de la mayoría de los habitantes actuales a través del inconfundible topónimo de ‘La Bañera', en el barrio Oíoste. Más conoci­ das y aún bien recordadas fueron las de Baranbio, aprovechando un afloramiento de aguas sulfurosas y que aún es visita­ do por numerosas personas que acuden al lugar con la pretensión de llevar litros de salud en garrafas de agua maloliente.

El hedor de sus aguas quedó reflejado de nuevo en los topónimos que denominan a la agrupación de casas del lugar: Aguaapestada y Uratxe, probablemente esta última de u r+hats + a, literalmente, 'olor pestífero del agua'.

El Bdlneario de Ld Muerd Pero sin duda, el balneario que más nom­ bre adquirió en la comarca fue el de La Muera de Urduña. La calidad de sus aguas, emanadas de los manantiales conocidos como 'Director', 'Angulo', ‘Santa Sabina' y ‘Pozo de los Curas', pronto hizo que su fama trajese hasta el lugar a gentes de to­ das partes.

Probablemente el nombre del tercer manantial tenga alguna relación con el nombre de la persona promotora del bal­ neario: la señora Sabina Olabarri, viuda acaudalada y ciegamente empeñada en su proyecto, un proyecto que con su des­ dichado fallecimiento en 1877 no pudo ver culminado.

Todo comenzó cuando Sabina Olaba­ rri tuvo conocimiento de la memoria que había redactado en 1865 un catedrático de la Universidad de Barcelona, D. Cipriano Uribarri, sobre las propiedades terapéuti­ cas de las aguas de La Muera. Su lectura convenció tanto a la emprendedora seño­ ra que no dudó en comprar de inmediato las tierras y aguas del lugar.

SALÓN PRINCIPAL DE LA ANTIGUA CASA DE BAÑOS.

A principio de los 70 comenzaban las obras del que iba a ser el gran balnea­ rio. Pero la segunda Guerra Carlista hizo que se paralizasen durante varios años, más concretamente hasta el final de la misma, en 1876, justo un año antes del fallecimiento de Sabina Olabarri. Fueron sus hijas Jesusa y María Eskuza Olabarri y, especialmente, su hijo José María quienes retomaron las riendas de la empresa.

Será José María Eskuza quien se en­ cuentre en los pórticos de la iglesia de Urduña, y por aparente casualidad, con Manuel Azkarraga, el autor del relato de la visita al balneario que a continuación publicamos, y conocido por ser autor de la obra Historia General de Vizcaya (1885), una ampliación de la obra homónima del célebre J. R. Iturriza y Zabala (1741-1812).

Quiere la caprichosa casualidad que este último pasase también en Urduña parte de su juventud, trabajando de amanuense.

Pero dejemos el protagonismo a Ma­ nuel Azkarraga quien con sus anotaciones nos acercará a aquel balneario que tan gentilmente invitaron a visitar.

Con algunas notas intermedias y aña­ didas con la finalidad de facilitar la com­ prensión de los términos más escabrosos, dice así:

AL U e ^ o r cv lev C a ^ Ccm&Cstó-rCol/ wcv c^vccmtramcrv cow c\\xe/ eh

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tD-de-ttempo-, ap ro v ecK o m o v la coíruaUdad/ de- e n c c n tr o f cw el/ pdv'tíco d e lo/ C^le^to/ c d Sr. t). J o i é M oría/ de- "Eici^ja, ricop ro p í^ to rú ^ de/los.' a c r e o U ta d o y

am cíctd av VLd^orvnev\te' oJvv el/vxcrnibv'e d e ‘o ^ u o v d e - la M o e ro /d eO rd a ñ o /, ^ c u a l- , e w te^^cido- deL objetivo- d e waestrovCcy'e/ a lo/ oCudod/, vaov lírC n d a ^alav\temev\te a ví/^Ctor el/ ‘tytol)le<xvvvCev\to- Irtilwearío- d e Arbíeto-’, qw^vólo-d^ita/lcílóm etro- y medio- d e e 4 ta p lo ja - cow

CARRUAJE QUE HACÍA EL TRANSPORTE ENTRE EL BALNEARiOY U CIUDAD DE URDUÑA.

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Ac€;ptí;uyiav eh ofrccímCcnto- deh Sr. £ ¡ic w ^ . tw cCnc<>' mtwutov nov tvot&lcwia/ un/ cam xafe/ cv deUcCoífO', cte^e^'ado >> poé/tXcO" iitto-, cU m d e'

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plomado- este/ vutevc" c-stoMecOm¿ekto-l>aln€a4^ú>-, o / o r'U la v c le l

Mer'vúóvvi cefco/ d e l cuoX/ vemcnm o ^ n ífx c a v y fr<>r\d<nc^alcimc^ tVbotlwewúo- ocupo/ tm/ c u a d r o de^ 78 pí/evpot* cad cu lad o ', cow plow^tsx/lrt^'cvy principal/, tv ^lo / p la n te l/ h a ¿a / K o iy uin/ e^pacCoio^

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io-, doce/ cu ortov de/ baño- bCen/ ventíladov, c o n íu í' co rre^ o n * dCentev l>añef*av de/ mórwiol/ y ducKo/, una/ pCicíno/ de/ re^u/la re ^ dCmeniíonev reveitúdo/ de/ vnórmx5l/ ’b lanco-, c o n ducKav y trapecio-, v a fta y ia la y de/Kí/droterapCcu contenCendo- una/ StíUo/ a r tic u la d a p a r a dAXchcn/ va^úoal/, co n iuv c á n u la s de/ in y ecció n correipondCentev, duchan K orí/jontdlev c o n vuv deferentes Ix^ju tllav o- remo/* tev, ducha/de/T>año-de/aiCentoc o n K ld rom e^clad or y colum ­ n a d«/ d istrU ju ció n cCrcular, d o ria l, e n co lu m n a, en/ corov\o/, e n cam p an a, de/ U uvta,

B a^to /fy W lo^ atevvcCóyv io b r e el/ rebultado' del/ a-nólí/iCv de/ e jta v a9d^a4' KecKo- poK el/ doctor* t).

M anuel/ Sóew j' D le^, cotedró/t í c o dc/ quím ico/ orgónCco/ de/ lo/ f o cu lta d / de- CtencCav de- la/ U niversidad/ C entral/ de/ Mo/dríd/, como- ew le v efectov que/ el/ U40 empírCco o ^ t e n e n lo v personov que/ de&de/ ttewipo úvm em oríol/ vCewew o/ b u ic a r O/ eUov uw rem edio- o/ suv dolewcCov, p a ra / QAyw^r2//\jdüeY que/ Koyv de/ je r ú tíle i' ew vmtchov afeccConeír' ew lo v que/ ieo/precí/i o em p lear lo/ m ed ico ció w e ^ poltotCva/, como- m e d io efúco/^ p a ra / lo w g o r de/ lo/ econom ia/ -ordenación adecuada de las funciones vitales- m iAchovpKí/Vvoípíovque/le/ K rtvp e f^ 'u d icto le v.

tstd n / colCfúcodov de/ jolCnov frCov, y pcn" ra ^ ó w de/ lo y iolev que/contienen/, de/‘clo ru rad o v vódicoV y ‘H d fotod av f e r r u ^ noiroV, cuyov com p on en tes ic/ en cu en tra n / entalevpv'OporcCo* nev com ln n od ov q u e/p ro d u cen el/ e fe cto e v a cu a n te / -sacar los hu­ de/ Ucu/e' a rtic u la d o / , e ico ce io /

y cow Kcdrovvve^cladm', de'pw lvet'újoctoncvy lo/fuewtre/ del/ o^uív vnúvet'dl/. t w el/ pCiOprtwctpol/ ic/ ewcuervtro/ eJ/ de&" p ach o -d ^ M éd U x r- D ú *ectt> K , lo v

boñov y ducKo/V de^ vopcrv* vecoy Húmedo-, la- estufo/, m o ^ so ^ (masaje), com ov de- de^co^vio- y demó^' dcpendencCo/V poro/ el/ b u e rv Ste+vCc¿<> dc/l(> vl> añcv. Lo/

calefTOcoíóyv dcl/ a^uo/ j€/ Kace^ por wtedto- del/ V í^or, m/edCopor el/ que/ v€/ con^í^-uc/ no-pCerd o ^ la ^ o-^uav iU/V prU^c^pCov

m¿taef*alÁ/5<:Cd<>r-ev. Y, fvwalmewtes loi/ elevootów de/ la*' vm^mov j€/coio4í^ue/par medCo-del/pul/M>mctv*0'C'h/. Kev\ry Halí/.

mores sobrantes o viciados del cuerpo humano- j i n d e te rm in a r tra^*

to rn o v e n la / econom io/. A este/ re s u lta d o co n trib u y e ta m ln é n lo/ g ra n / co n tíd o d / de/ m oterío/ or^ó/n/í/c/o/ C b a re ^ in o / )

y lov go^ev n itr ó g e n o y á c id o c a r ­ b ó n ic o que/ c o n trú e n e n , lov cuolev n/C/U/tr o/l/í/^on

adm ^A

LEG R A N IM PU LSO RA del Baln eario , Sab in a O lab arri falleció wn año an tes D E SU IN AUGURACIÓ N

ro b le m e n tc / lo / a c c í x ^ e x cita n te /d e /lo v mívmov. p o r l o dCcKo anteri>>rmen/tfe/, considerom xjv ú tilev estov

VISTA GENERAL DEL COMPLEJO DE LA MUERA.

ci^uO/V poLvou covnboctlr cC ertov

vCctov ^eioerotLei' d e lo / io n ^ e / , e w lo v c|U€/ ieo/ covwentevxtie/

c u -m b ii^ lo/mx^doltdod/v^utKi/ttvo/y p r o d u c e r im a /a ltiEra cC ó vv p r o f i m d i X / en/ leu c o m p o i r C c í ó w d e lo v t e f t d o v d eL c^rgoyvCirWia-.

Se^ÚYV o m v vnemm'lo/ fd cu lto /tivo/, cjoc/ otcobctm<>v de/ o je a r , e ic r ít a p o r * d o c to r O. 'R a f a e l Mo/TtCwe^ MolCruv, caüed/róti> C O - de/l a f a c u l t a d / d c/M ed X cin a d e / la y O/íY u licad aU v^ C versíd ad / Cervtral/, el/ 040- de/ e&tov a ^ u a v ev útil/ e w el/ vixxo- eic^'ofiiloio-enfermedad, prácticamente desapare­ cida con la irrupción de los antibióticos y, al parecer, asociada a la tuberculosis-, ieo/ cu al/ i e a l a v iscera/o - e l ó r ­ g a n o - e w q u e / ^ K a y a locolí/jOA do-, iCewipre/ que/ vv>- K a y o / p ro ­ d u c id o - yo/ le iú m e y m ateríx^dey iyrem edCdblev.

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■podráw ver to d avía móy efC/cacev ew lov afectov eyt¡er>^ov, y eipecCalmeyvte/ erv la v afeccto-aey de/lovKueiov, cowvo-cartev, aecrovív, osteo-m olacíav o- re/HayidecímCento-de/lov mí-^moy,

en/ lov tLunore^r' blancov, ew el/ raquitism o-, ya- de/ l a calfe^a, y a de/ l a c o lu m n a vertelrral/ y en/ el/ de/ lo y extrem ldadey, en/ la y d treccio n ey víxXoitay d e l evqi^eleto-y en /lo v ín fo rto v gon/9lo n arey , ta n / frecu entev en/ el/ cueUo- y en/ el/ mji/ifi/f<izeAf\xyy en/ la y ú lc e ra s otónCcav d e in d olev e icro fu lo ia , en/ loy eo jem av y dem óv e+'upcíonev dermótÍA ca v y m uco^ay del/ mlymo- c a ­ rá cte r. Y, p o r último-, en /to d av la v m a n ife íta c ío n e v en/ q u e e l vCcCo- eitru m oio' -hace referencia al bocio- femare como- elem entom ^ b o v í-p ro d u c to r -productor de enfermedades-.

T od ay la v afeccConey Ketpéti/coy que/ ielv o y an / reiC ^tdo-te­ n a z m e n te ol/ u&o- delo/V a ^ u a y su l^ A ro ia y , d e b e ría n / ie r tro/-

t a d a v con/ el/ a ^ u a d e L a Muier a , p orq u e u n a p r á c t ic a d e mucKov a ñ o v Vuv en^eñadoqtce la v m anífestacConev Kerp é tíca y obedecen/y ie/corrC^en con/ el/ UK»- d e la v alcalCnay.

Aiv ev q u e la v dermatovCv -en

general, enfermedades cutáneas6YV/owlw>vte^um evvt&v -piel-, yíe'Wípy’e' ¿luc/ woh r íle ^ , le v Im p é tí^ o v -enferme­ dad cutánea producida por un deter­ minado virus-, lo/V vcirí/ed cu iev a c n é ', e to ., Xa^ o^x^X/mÁXK^ cró-aCcov, oCdo, lo v io v o U ra s (iepeyuiCcw t& v cU/ lo / l^¿p^♦'Kem úv -hipere­ mia: aumento de sangre acumulada en un órgano como flebitis...- d e / le v wwLCdfO'o\vue/ re vi/ ite /la tro w ip a / de^ tuitrtqw Xo-, fb rU o ^ ittv y la rú v v ^ íttv clepe/v^dCcyvteit' delo / vntírma/ cU/&cra4ía/ -en la me­ dicina antigua, cualquier trastorno en la composición de los cuatro humores del organismo (sangre, flema, bilis y atrabilis) y de cuya equilibrada combi­ nación dependían las alteraciones de la salud-, lx>v í>vfdrtí>v om í^ d oU /vv(>vy to d í^ flu jc r mucxn<>cróm'-

c o p e rttn x x ^ y yeheXde/ cv o tro v wic^ÁxMt-, e n c c n tK 'o rd v v o w lu d d b í« / y p ro vech o v?- r e c u r iocvv U iv c^^uU/i'de/O rd u m v .

A d m m U tro d a ^ ' covw evú^nte^ mewte/, H v o c c íó v v e v p u r^ o y tte / kucwe/, kí/w p^cducú* d d o f e v v W cóiCccv, p o r lo- cjU€/ eitüi/W úwdC cad otv e^v m u c K o ^ e n ferm ed o d e v del/ o p o ra to ' d í^ ^ itívo y otfecctcm cv del/ "Kí^ado-, o rcv clependcm / ctcju eU o v de/ dolo-re v n e rv ta v íV , oi^ci/ pc^r lo/ prc/ie n cto / de/ m fcterC ov joburro/lei'-referente a las materias de la capa blanquecina que cubre el dorso de la lengua- m u c o io ^ o-btXú>iusA d e m ó v dc/lo/ m ^w o ríct/ wiédi/co/ y del/ o m ó ltiv y qoCm icc- d«/ O . M c m u e l/Sd e n ^ D ú e ^ , je/ocu/*

pó-de e4tU4-cx-^uov el/doctín't).

CíprlovicrUríbarrí/, cotedrótí/co- de/ lo/ f o c u lta d d e MedCcí/no/ de/ 'Barcelcma/, SecretorúoKonorúfLCC- d e Su/ Mc^'e^tad, etC/., e n o n o /b íe n escrito/ me/-

mx>ríx:^/ acerca/ d e la v mí^mov, pid ^lícad a e n e l/a ñ o -d e 1865.

Y, e n n o v iem b re d e 1 8 7 9 , es­ cribió- o t r a n o ta b le m/cmorCa a c e r c a d e estov ricov venerovmanantiales de agua-, el/reputadoy conocido- medico- d e l a cíua d a d d e Orduña/, t). 'Dómalode/"RíA/era. t n am bov trabc^'ov je/mevuxonavv d ife re n te s co4<^ p rócttco v o- curas- a lc a n z a d a s con/ el/ U4.0- d e e ita v on tL ^u ay a^ u av.

Este/ B a ln e a rio - je/ con&truyó el/ año- 1877 y l a f o n d a e n 1 8 8 2 . € n e i t a teYVCporada/ jeh a / í/nougurodo- uw nuevo- y bovvito-d ^artam en to -, e^nplaja d o - ewci/mo/ del/ m a n a n ttd l/ viAl^arm^4^\te conocido- cow el/ n o m b re d e P o ^ d e lov Cwa ras. Lo- consttituye a n a casCta d e c o n ^ u ccC ó n / iem e^an te a l a del/ b aln eario -, covwenCen/te m e n te p re p arad a/ con/ uyv dobleJue^o^ d ev ew to n o /y q o e e s tá d e s tin a d a a a n a / n u e v a form a/ d e a p lica c ió n / d e e^tos a ^ u o s , q o e es l a InK olación/.

“D a d a l a riqu eza/ d e ^ o s e s -y e n especial/ el/ nítró^^wo-- q u e del/ mavuwvttal/ se^ d espren­ d en , e s s e ^ u ro -p re s ta ró n /^ a w a t í l l d a d e n el/ tra ta m ie n to d e c ie r ta s eAxfewne4ÍcuÍei,' del/ a p a r a t o respiratorio-.

Y p a r a que/ n a d a / f a l t e a este Kermoso- b aln e ario -, cuyos al/r e d . e d o r e ^ so n ric o s ew c a jo / y p e sca y suspaseovy excu rsio n es deliciosos, a ñ a d ir e m o s que/ dentro-depoco-tlem po- s e r á uw KecKo- l a c o n s tru c c ió n d e u n a p e a d e ro ew l a l í n e a fé rre a , situado- ew fr e n te dela-|x>nda/ y a uwos novev\ta m^etros del/ establecimXewto-.

Cow ^usto- permxmecerUwnos m á s ttempo- e n e s ta mawslów

c o n íb tta b le ' y

d e lic io ^ ,

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beHecído/ f>or lov ioo'ífúcíxn' c\\Áñ' i€/Kcm / im p u e s to ev\/ e rto v

lUtímov cmov lov propCctox+'íov det balneario-, fiavovecCdxv p o r lo / n a tu r a le z a / que^lva/ de^

rr<MYioid<r a/ manov UenO/Vtodov lov eyico/ntov y otvactCvov dc' iU/ espléndúla/ rCcjue^a/, al/

pie/ de/ lo/ famcno/ í*eñxv, y en/

ju/ frondoio- valle/, form ando un/ púntor*e4co p araíso donde-

lov pacCentev encuentvorv un/ ^ a t o so la r p a r a suv q uebron/tov y un/ seg u ro lenítíA/o p a r a suv dolevuXav, d írtg id o v p or un/ m éd ico d ire c to r taw/ Onvtr u íd o y a f a b le c o m o ev el/ Sr. "D. SoturnMOoQóme/^StíAycíc/, sí/ notuvC éram ovquevolver en^eg^xida al/ cewtKO d e /la ctu d ad / p o r a d e sc rib irla , p a r a rcvCsar SU/ arcKíA/o, ví4ritar suv edifúciovpúbUcov, el/C olegio d e lov

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Pero- yo/ o/iomxx/ iu/ we^ro/ cKú* mev\eo/por* entre la/aita/Peño/ el/ mxjns.trao' del/ ví^lo- XIX. queba^'o/ velo^ por la/ vúo/, devo-* rondo- lo/ di&toncla/, itn/ qoe en/ lov veintitrés oñov que/ "Kace ie abrió- lo- ej4plotaoíx>n/, Kayo/ "Kobído- que lom entor

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el/ m/enor ví/wCeitro-, lo/ menor devgracto/, en/ e^e rápúdod eveew yo-.

Yo/ 1 x0 / deycendXdo- al/ Uono- y je/

LOS V IA JER O S TIEN EN que ser fum igados, operación que ób]\ga a\ tren a d eten erse cerca D E M ED IA HORA

ap ro yX m o/ a/

lo/ estoclón/, mx5ye4tU040-, llardo-, con/ vu/ penocKo- de/ Kumo^ no- aov opreiurem ov, p o rq u e wov dtcen/ q u e tten en / q ue/ ie r fu m l^ a d o v lo v vtaj'eroy, operctcCóvv q u e obU^o/ ol/ t r e n O/ t^ n e r q u e d e te n e rle cerco/ d e me-dCo/ Korcu La/ ourúoyí/d a ^ ^^01F'tie n ta /y deSreomov ver testí^o v d e lo y fb rm x ^id aáev con/ q u e vo/ O/ cum plCrie e ^ m edcdo/ ionCtaríxx/, obU^uto-rúo/ y antícoLérCco/ o rd en o d a/ p o r eL Qobíerno-. A ju /j^ o r por lo y p ersonan q u e vemov e n eL and én/, cL a c t o debe/ rcvejtCr l a iolem nCdad/ y to d o /lo / Uw* p c ^ rto n d a q u e reclam o / eL ob­ jeto- o lto m e n te traStcendentaL -quí/jó/ d e vCda/ o- d e m u erte p a r a c e n te n a re s o- mÁLlarev d e í/ndívtdaov- quecon/éLvepro-p on e. L a prCmero/ autorCdod/ deL pueblo', el/ médico- títu lo r , cL otro- médCco- deL eitoblecLmLento- balneoríxD- y o lg u n o v p o r^'o v d e lo/ Q u ordLa CCvíL esperan/ e n / la e^taoCón/.

Lle^o/cLtren/y lovvC ojerovque c o n d u c e d escien d en /d elo v CO-cKevy ve/me^clorv o /y :ilu d a r y a co n v ersar con/ lo y p erion ov o- omC^ov q u e se/Kallcuv en/ eL andén/, o n tev d e ser fumL^u/dov. AL poco- roto- s o n llam a/* dov y se d lrl^ e n /p o r ^ u p o v a un/ d ep ortam ento- desttnodoO/lo/fumX/^ocCón/Lue^oe n tr a n /e n eL locoL fu m ig u d o r,

en/mecUx^-del/que/Kay im /KorvviHo- crw^ewdXdo', ioW c' cuyofuego- vCcrtew/ cdgunov p o ^ o v de^i/t^Ìectovvtiev, perm anecen/ a lg iin o v ùm tantev o ^ ir o n d o el/ K u m o quc^ eb "hovv^tUo devpCde^ y io l e n

E L BA LN EA RIO S E ab rid tre s m cscs ^1 ciño y disponici de C A SI D O SCIEN TAS PLA ZA S

volvef u/ iuv re/vpe'C'trí/vov

otiientov de/ co/rru/uje/y.

Lovc^uXa

pa^'ev, includo IdV widletcìvy iucov de/ nocKe/ q u e/U ev on lov vtc*jerov cvlo/ m on o, K o n que^d o d o e n lo v cocKev, povque/ iu/ fum CgocCón/ ie/ re^ erva/p aro/lo / eifyuión/d^e/'& ìX boxr ( ...).

P e ro Ixvitiv de/

á

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m icrolKov y de- fumCgo/cionev, que/ "Kcwto olcw*mcuiov e * tó n lov únúviov iín/ que/ ven* gctmov ta m b ié n rvoiotv'ov c o n eitO/V d í^ e ií o n e v entKí/itiecerlov m ú v d e/lo q u e'e^tiin . Demov, puev, unowitóvci/la/iXu4tr‘e/, u/lo/ noble/, cu lív Vumr*ada/, o /lo /lo /boríoio/, o/lo/ íncittu/, o/lo/bene^ m érC tU /y ú n C c ívC L u d o id / d e 'O r-

duñív, H a c ie n d o votov di/ Cuelo p a ra / q u e vuelva/ a/ lu c ir iobve^ eUo/ diO/V m óv feUcev y ventu/roírov que/lov actu alcv . OCav e n que-, u n a/v er re co b ra d o v “írvte/grcív wueitvovfuevov”, vuelva/a/ a b r ir iuv p u ertov e^o/ ontCguo/ AdAxavioii/ quc/, ju n tam en te^ c o n lov colegíx>v de/ e n ie ñ a n ^ o / di/KL^ídov p or lov vabíx>v >Ujov d ^ San/ I g n a c io de- Loyda/ y pov la * ' relcgiovo/v de^ la / C om pañía/ de/ Maruv, c o n ^ ítu y a n / lov tvev emporiov de/ iu/ rú q u e /^ y de/ iu/ p r o c e rid a d / .

Así finaliza la referencia queAzkarraga nos legó de aquella visita a La Muera orduñesa, al balneario que en cada temporada -se abría desde el 15 de junio hasta el 15 de septiembre- acogía infinidad de per­ sonas que acudían desde todo el Estado para ocupar sus casi doscientas plazas y así poder disfrutar de los bellos parques e instalaciones del lugar además, claro está, de sus beneficiosas aguas.

Fue el doctor Martínez Molina -cuyo trabajo cita Azkarraga- quien realizase un informe contundente sobre las mil maravillas que las aguas saladas de La Muera hacían sobre los enfermos. Pero también aludía a la importancia del lugar en sí, un paraje donde, decía, encuentra alegría el triste, descanso el fatigado..." y "...solaz el que anhela la vida y el aire puro del campo..."

Nada sino el recuerdo queda de aquellas otrora esplendorosas insta­ laciones. También las lujosas bañeras esculpidas en mármol y que se ven ahora usadas como abrevaderos en varios case­ ríos del municipio. Pero también queda para la eternidad el inestimable relato de aquel curioso viajero, Manuel Azkarraga, que con tanta perplejidad acudió a ver cómo era fumigados los viajeros que lle­ gaban a Urduña en un humeante tren.

FEUX MU6URUTZAMOKTALBAN

.Aiara

bere bost sentim enetan y sus cinco sentidos

Ayala

Alara e

TURISMO BULEGOA / OFICINA DC TURISMO • 94S 39 37 04 • MunsmoOtfleline.«« AIARAKO KUAORILIA/ CUAORItlA DE AYALA • 94S 39 91 22 ARfSPALDITZA / RESRWJXZA

'M undu berri bat bizi behar da, azaldua izan baino lehen' "Un mundo nuevo debe ser vivido antes de ser explicado"

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(i(0111(111vraino usos humanos del medio subterráneo en

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Gorbeia es una montaña caliza, que la hace propensa a la existencia de cuevas y simas

En ella la utilización de los recursos que ofrece el entorno ha dado lugar a un aprovechamiento de las distintas posibilidades que brinda el medio subterráneo; los humanos se han beneficiado desde tiempos ancestrales de las cuevas del macizo, bien como cobijo, como lugar de enterramiento, redil o con cualquier otro fin.

texto y fo to s « IÑAKI LATASA UNDAGOITIA

n este artículo nos centra­ remos en aquellos usos que han tenido lugar en tiempos históricos -algunos de los cuales se hán sucedido desde la prehisto­ ria en condiciones muy similares- y que han caído en desuso en épocas bastante recientes.

MARCO GEOGRAFCO Gorbeia se sitúa en los llamados Montes Vascos, en la parte oriental de la cordillera Cantábrica.

Su cúspide, a 1481 m de altitud, su­ pone la máxima cota de los territorios de

Araba y Bizkaia, a los que sirve de muga.

Sirve también como divisoria de las cuen­ cas hidrográficas atlántica y mediterrá­ nea.

Es una zona con grandes relieves di­ ferenciales, en donde los elementos más masivos están constituidos generalmente por rocas calizas, materiales que dan lu­ gar a atormentados relieves kársticos, que son muy propicios a la existencia de cue­ vas y simas.

EL MEDIO NATURAL Como vemos esta montaña supone un marco geográfico que por sus caracte­

rísticas dificulta la interacción entre el hombre y el medio físico: gracias a ello los elementos naturales son los que dominan en la construcción del paisaje, que presen­ ta un aspecto donde la impronta humana, aunque ha dejado profundas huellas, no ha llegado a provocar la alteración que han sufrido otros lugares. Así, unas tierras que a priori podrían tener poco valor por la dificultad de obtener de ellos un rendi­ miento económico, se han convertido en un tesoro natural.

En un entorno en donde su caracterís­ tica principal es la existencia de un subs­ trato calizo que determina fuertemente la orografía, la normal utilización de los recursos que nos ofrece el medio, ha su­ puesto el empleo de las cuevas y simas próximas con distintos fines. Eso ha sido así desde la prehistoria, cuando las cuevas

del macizo fueron utilizadas como refugio o como lugar de enterramiento.

USOS DEL MEDIO SUBTERRÁNEO Como refugio Más recientemente, ya en tiempos histó­ ricos las cuevas han seguido aprovechán­ dose como cobijo o como redil. Podemos señalar la utilización de la cueva de Lapurzulo, junto al río Padurabaso, como guarida de una partida de bandoleros o, más tarde, en plena Guerra Civil, la que tuvieron cuevas de Elorrea, Laxarrekoatxa o Urkunatxa, usadas como refugio por un batallón de ANV. Parece que la cueva de Urratxa I se empleó igualmente con este

CUEVA DE ELORREA.

fin, si tenemos en cuenta alguna de las inscripciones que se pueden leer en su in­ terior y que la definen como “refugio de aviación". Asimismo, durante la Guerra Civil, se usaron varias cuevas en Austegiarbin (VV.AA., 2004), tal y como ates­ tigua la aparición de restos de munición; entre ellas citaremos las marcadas como G-190 y G-132 (CAES, 2005), que se si­ túan en el oeste del enclave, juntas entre sí y separadas por la pista. En esa misma contienda la cueva de Elorrea sirvió como polvorín y hospital, hasta el punto de que esa utilización hizo que la cueva se cono­ ciese como “del Polvorín" o “del Hospital", nombres que durante un tiempo se han

I

simultaneado con su nombre toponímico (GEV, 1985). Hasta hace pocos años se podían ver en ella restos de literas en las galerías más próximas a la entrada.

Quizás podamos incluir entre los usos de refugio o guarida la cueva de Eguzkiola, en esa cueva, que se sitúa entre Barazar y Ubidea y que ya había sido habitada por hombres prehistóricos, se retuvo prisione­ ro a un secuestrado por ETA. Para ello se selló y oculto la boca con muros de piedra y tepes.

Las actividades económicas que han tenido lugar en esta montaña han sido principalmente las relacionadas con el mundo del pastoreo, habiendo sido co-

muñes también -a menudo de forma co­ lateral- el carboneo y el uso de las simas como neveras.

Muchas cuevas poseen muros y adap­ taciones que testimonian su uso humano, que puede remontarse a tiempos prehis­ tóricos. y que en algunas se ha mantenido hasta casi la actualidad. Los pastores, cuya presencia se remonta hasta el paleolítico en los majadales de Gorbeia, han aprove­ chado frecuentemente cuevas y abrigos naturales como extensión de sus txabolas, o bien como redil o pocilga. En la zona de Urratxa aun podemos ver restos de abrigos habilitados.

Un caso notable es el de la Cueva de Urratxa III. Esta cueva que sirvió como re­ fugio a grupos de cazadores-recolectores paleolíticos y como enterramiento en la edad de bronce (BERGANZA y MUÑOZ. 1997), ha tenido un aprovechamiento que se ha mantenido prácticamente hasta la actualidad. Hasta hace pocos años podía­ mos ver que estaba acondicionada como txabola, aprovechando la protección del terreno. Esas adaptaciones desaparecie­ ron al proceder al levantamiento del ya­ cimiento arqueológico, haciendo que la cueva recobrase un aspecto más natural.

LA NEVERA DE NEBERABALTZ CON NIEVE AL FONDO (OCTUBRE-05).

Lds neveras Como ya hemos dicho, otro de los empleos que han tenido las cavidades de la sierra, esta vez las simas, ha sido el de nevera o eturzuto. La altitud de esta montaña, con gran parte de su superficie por encima de los 1000 m, favorece las precipitaciones en forma de nieve, precipitaciones que se acumulan en las zonas deprimidas y ventisqueros, donde permanecen durante largo tiempo. Precisamente muchas de las simas del macizo deben su génesis a las acumulaciones de nieve que se producen en ellas durante el invierno, formando unos depósitos cuya disolución favorece el aporte de aguas altamente agresivas, con gran poder de disolución. Estas simas

suelen ser amplios pozos donde la nieve se conserva durante gran parte del año.

En el pasado, antes de que existiesen los medios para fabricar hielo de forma artificial (hasta comienzos del siglo XX), algunas de estas simas eran aprovechadas para producir hielo mediante acumulación y prensado de nieve; así. existen distintas simas a lo largo de la geografía de Gorbeia que han sido explotadas como nevera. Es­ tas simas, que pueden estar acondiciona­ das para ello o en las que sencillamente se aprovechaba su capacidad natural para la acumulación nival. se sitúan en zonas de gran altitud, protegidas de la insolación solar y en lugares que estuviesen relativa­ mente accesibles. La nieve, vertida sobre

i

NEVERA DEAREATZA.

i

una buena capa de ramas y hojas secas (IBABE, E. 2000), se separaba en tongadas con hojas que actuaban como aislante y que facilitaban su posterior manipulación en forma de bloques. A veces se echaba sal en las capas superiores para poten­ ciar el efecto aislante {ARRECI, GARCIA y MANTEROLA, 1994) disminuyendo la temperatura de fusión.

La más importante de las neveras de Gorbeia era la de Neberabarh, en la ladera NO del Gorosteta {municipio de Orozko), a 1145 m de altitud. Se trata de una sima de 26 m de desnivel fácilmente reconoci­ ble por el arco y plataforma construidos sobre ella, restos de la edificación que tubo durante su explotación; grabadas en sus paredes verticales todavía se pueden ver marcas y números que señalaban el nivel que alcanzaba la nieve. Esta nieve era distribuida por toda Bizkaia y usada para hacer refrescos y remedios medicinales {SALBIDEGOITlAy BARINAGA, 1974).

En la misma ladera se localiza la sima de Neberabaltz (marcada como ITX-108), que es una amplia sima que se ubica junto a la senda que lleva hasta Kargaleku des­ de la nevera anterior. En esta sima no se

aprecia ninguna adaptación que delate su uso; la única intervención consiste en el acondicionamiento de un sendero a tra­ vés del lapiaz, para facilitar la extracción de la nieve hacia las campas de Arraba.

Entre Arranbaltz y Egiriñao encontra­ mos la nevera de Neberakoatxa, que se sitúa a 1172 m de altitud a la sombra de Gorbeiagana -al SO de Egiriñao-. Es una amplia dolina donde vemos una rampa artificial que desciende en zigzag hasta un pozo interior, que es donde se acumulaba la nieve.

En Larreder existe una nevera a una cota por debajo de lo habitual en el ma­ cizo (a 697 m de altitud); sin embargo, hemos podido comprobar durante nues­ tra práctica espeleológica que la zona es extremadamente fría para su altitud. Esta nevera consiste en un pozo de 17 m de desnivel en la que se aprecian grandes muros de factura humana, que tenían la finalidad de evitar que la nieve se despa­ rramase por la galería que existe bajo el pozo {LATASA, 1.2000).

Es de suponer que algún otro de los muchos pozos naturales existentes en la zona se aprovechase con estos fines, sin

que hayan quedado signos ni constancia de ello.

En general las neveras son simas na­ turales que pueden tener o no adaptacio­ nes artificiales para mejorar su capacidad y sus condiciones naturales para retener y preservar la nieve, pero existen algunas que son artificiales, como las neveras de Kakanebereta y Areatza, situadas ambas en la ladera del Igarrilintza o las de Igitaia, todas ellas están construidas con muros de mampostería, probablemente apro­ vechando alguna pequeña depresión o dolina.. Las neveras de Igitaia, a 1365 m de altitud, se sitúan en la umbría que se produce bajo la zona somital, a sotavento del collado del Aldamin; en ellas se apro­ vechaba la abundante innivación que se produce en ese lugar y que perdura en forma de blanca herradura hasta bien en­ trado el año. La bibliografía cita dos neve­ ras en ese lugar, pero nosotros hemos po­ dido distinguir restos apenas reconocibles de cuatro estructuras artificiales que, de no haber sido neveras todas ellas, si que parece que, al menos, habrían sido estruc­ turas auxiliares para el llenado de las que sí lo eran.

Vertederos Otra utilización que también se ha dado, esta mucho menos afortunada, es la usan­ za de simas y dolinas como vertedero de basuras, aprovechando la inmediatez de muchas de ellas. A este respecto es conve­ niente reparar en que las simas han sido formadas por la acción erosiva del agua y, aunque aparentemente secas, a menudo conservan su relación con las estructuras de drenaje, lo que facilita que lo que se vierte en un lugar pueda reaparecer en otro muy distante. Los ríos subterráneos tienen un escaso poder de filtrado y son por ello muy vulnerables, dándose la pa­ radoja de que un río pueda estar contami­ nado desde su propia fuente: por si fuera poco, en el interior de las cuevas existe fauna endémica muy sensible a la conta­ minación. Por fortuna el conocimiento de cómo se produce el drenaje en el karst y el aumento de la conciencia medio am­ biental ha hecho que estas costumbres se erradiquen prácticamente. También, en otros casos, la sensibilidad hacia este tema por parte de los espeleólogos y del Patronato del Parque Natural de Gorbeia,

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LA CUEVA DE LAPURZULO JUNTO AL RIO PADURABASO.

ha hecho que alguno de los vertederos haya sido limpiado.

AprovecHamientos actud\es Hoy en día ya no se dan los usos del medio subterráneo de los que venimos tratando, sin embargo se produce una explotación del medio kárstico de forma indirecta a través del aprovechamiento de los recur­ sos hídricos. Muchos de los manantiales de Gorbeia son captados para consumo humano.

El agua caída sobre la montaña ca­ liza se infiltra en et terreno, dando lugar a redes subterráneas de drenaje que ali­ mentan fuentes y nacederos como el de Aldabide -en las cabeceras del río Arnauri-, donde después de cnjzar Itxina surge una corriente de agua que procede de las Campas de Arraba. Sus aguas se beben en Orozko.

Más al este encontramos las surgencias de Ubegi y Lapurzulo, origen del río Baias-Padurabaso que son captadas por el sistema Urkabustaiz de la Diputación Foral de Araba.

En el sudeste encontramos los nace­ deros de Artzegi y "Sale el Agua" -en la

zona alavesa-, que drenan caudales que se infiltran en una zona que comprende des­ de el collado del Aldamin hasta las can­ teras de Murua. Sus aguas son reguladas en el Pantano de Gorbeia y trasvasadas después al embalse de Urrunaga, en la cuenca del río Zadorra.

También se da actualmente un uso lúdico de las cuevas que a nosotros nos resulta particularmente próximo, ya que las numerosas cavidades del macizo -mu­ chas de ellas con recorridos kilométricossuponen un marco extraordinario para la práctica de la espeleología -aunque esta actividad está regulada por tratarse de un Parque Natural-.

IHAKIUTASA UNDAGDtTIA GAESde Bilbao gaesSieusi(alnet.net

ACLARACIÓ N

En este trabajo se alude a distintas cavidades con las siglas ITX-y C-. que hacen referencia al lugar que ocupan respectivamente las cavidades de Itxina y del resto de Gorbeia en el Inventario general de cavidades del Corbeia vizcaíno (CAES. 2005).

•K’ .

Lo m ás v ie jo e n él e s lo p a la b r a n u e v o .

A lgún d (a e x is tirá u n a d je tiv o q u e le h a g a ju s t ic ia . M ás s u g e ie n te , m á s a co rd e c o n to d o lo q u e u n a u tom óv il ta n avanzado co m o el nuevo I’assat escon d e b a jo sus líneas. Como su fren o d e m ano electró n ico , el e n cen d id o “Press & D ríve" o la in fin id a d d e s o rp r e n d e n te s d e ta lle s q u e a lb e rg a e n su in te rio r. Tod o e n él e s n u evo para h a c e rte d isfru ta r c o m o n in gú n o tro autom óvil lo h a h e c h o n un ca.

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LA CASA DE GOMA. SiMBOLO DE LA SATURACIÓN DEL ESPACIO HABITABLE. SE DENOMINABA ASÍ PORQUE PARECÍA PODER ALBERGAR A UN NÚMERO lüMITADO DE HUÉSPEDES. ESTABA EN EL MUELLE DE MARZANA, EN EL SOLAR QUE QUEDA FRENTE AL MERCADO DE LA RIBERA.

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Decía Julio Alegría, compilador del cancionero y del tipismo bilbaíno, que Bilbao la Uieja era la capital de Bilbao

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vieia

LÁ U I E J A B I L B A O - ' Aunque ese rango era inventado, la expresión refleja, además de cariño a su barrio, algo de la im portancia que por su situación, dinamismo y tradicional ca rá c te r popular, ■ Bilbao la Vieja ha tenido en el desarrollo de la Villa.

texto « ARTURO IZARZELAIAIZAGIRRE fo to s « ARCHIVD FOTOGRÁFICO DE ARTURO IZARZELAIA

s lugar común entre los investigadores situar en la Margen Izquierda el origi­ nario núcleo de la población que luego ¿ería Bilbao. Manuel Basas se fijaba en la carta puebla para afirmarlo ("Fago en Bilbao de parte de Begoña nue­ vamente población e villa"...) y añadía que los señores de Vizcaya, para resaltar su pertenencia al Bilbao antiguo, al in­ fanzón. adoptaron el apellido de Bilbao la Vieja, en contraposición al Bilbao de rea­ lengo. a la villa.

Sea núcleo originario o no. lo que pa­ rece evidente es que de muy antiguo el espacio del actual puente, antes incluso de existir éste, era utilizado como paso natural entre sus dos orillas en bajamar.

Este punto sería además el último vado del Ibaizabal o Nervión en dirección a la costa, y ría abajo sólo sería posible su cmce en barca hasta que en 1735 el convento de San Francisco construye su puente a la Plaza Vieja.

No resulta extraño por ello que el ca­ mino a Santiago por la costa pasase por aquí y en consecuencia el lugar dedique su devoción al santo. Aún a día de hoy Bilbao la Vieja celebra sus fiestas patro­ nales el día de Santiago y guardaba al santo en una hornacina bien visible fren­ te al puente, hasta que las obras de re­ forma del barrio obligaron al realojo de su estatuilla.

También el hecho de que la catedral de Bilbao esté dedicada a Santiago po­ dría entenderse como un traslado de la advocación al santo desde su antigua er­ mita en Bilbao la Vieja al espacio urbano de Bilbao, que según Labairu sería uno de los primeros acuerdos adoptados por los moradores de la Villa.

CACHEOS EN SAN FRANCISCO, ESQUINA CON ITURRiZA. LOS GUARDIAS DE ASALTO SE DIRIGEN AL PUENTE DE CANTALOJAS.

Tenemos así un antiquísimo enclave anterior a la fundación de Bilbao por don Diego en 1300. al otro lado del agua, tér­ mino que equivaldría a Urazurrutia. si nos situamos en Atxuri, vinculado a la otra orílla por un vado primero y por un puen­ te después. Lugar de paso obligado para quien se dirigía hacia Balmaseda, Santia­ go o la Meseta castellana.

Era por otra parte territorio pertene­ ciente a la Anteiglesia de Abando, hasta que don Diego decide otorgárselo a la Vi­ lla que funda, rodeado posiblemente de explotaciones agrícolas con abundancia de txakolí y minas de hierro.

Durante más de cuatro siglos, las an­ teiglesias, representantes de la tierra lla­ na vizcaína, y Bilbao estuvieron enfren­ tadas, con pleitos y querellas legales, por los derechos de carga y descarga que Don Diego otorgó a la Villa en exclusiva a lo largo de toda la ría. En medio de estas tensiones, la posesión por parte de la Villa de un territorio en la margen izquierda, por pequeño que fuese, resultaría impor­ tante como cabeza de puente para una gradual ocupación “de facto" del territo­ rio de Abando.

Situada fuera de las murallas, Bilbao la Vieja iría ejerciendo como arrabal de la Villa en la medida en que ésta se de­ sarrollaba, asumiendo funcionas necesa­ rias pero no deseables dentro del recin­

to amurallado. La actividad extractora, transformadora y de almacenaje del mi­ neral de hierro, las mancebías declaradas, cuadras para los animales de arrastre o de venta, fábricas y almacenes de utillaje naviero y pensiones para el alojamiento de pastores y transportistas, serían activi­ dades ubicadas en este pequeño espacio extramuros, que con el tiempo admitiría también la Casa Galera, -institución de aislamiento temporal de dementes, de­ lincuentes y vagabundos-, o el matadero municipal El desarrollo de Bilbao la Vieja sería difícil, como el de la Villa, por estar cons­ treñido al espacio otorgado en la Carta Puebla y por la oposición de Abando a concesiones jurisdiccionales, y hasta el

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último tercio del XIX no experimentaría grandes transformaciones.

Tal vez la más reseñable fuese la gra­ dual edificación en dirección al cercano Convento Imperial de San Francisco, que daría nombre a la calle, y especialmente hacia el barrio abandotarra de Mena, si­ guiendo el camino real a Balmaseda, así como una precaria urbanización en de­ rredor del camino hacia Buia, Urduña y (a meseta.

El despegue económico de Bilbdo a pcirtir de 1870 Este paisaje no cambiaría mucho hasta 1870, fecha que simboliza el despegue económico-industrial, y en consecuencia poblacional, de la villa.

Desde mediados del XIX diversas leyes estatales promovieron la privatización de las minas y buscaron la concentración de la propiedad en aras de una mayor y más productiva explotación. Anteriormente todo vizcaíno tenía derecho por serlo a extraer y comercializar el hierro en una porción y condiciones estipuladas, lo que

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suponía un complemento a las econo­ mías de los trabajadores rurales.

Derogado este sistema, la mayoría de las minas bilbaínas se registraron en la 2* mitad del XIX y llegaron a su máxl-

SALÓN VIZCAYA, DONDE DICEN QUE SE ESCUCHÓ POR PRIMERA VEZ EL"ALIRÓN" DEL ATHLETIC.

ma explotación a finales del mismo. En el de Miribilla, las minas La Malaespera, Abandoriada, y San Luis reclamaban un ingente número de brazos, y Bilbao no estaba preparado para acogerlos y alojar­ los, dadas las condiciones de habitabili­ dad de sus Siete Calles y los precios de la vivienda, por lo que fueron los arrabales los lugares de acogida de esta recién lle­ gada mano de obra. Así en este periodo de despegue que podemos considerar entre 1870y 1915, los distritos de Bilbao la Vieja, Las Cortes y San Francisco pasan de tener 1.800 habitantes -censados en 1870- a 19.000 en tan sólo 20 años y 22.000 al final de este periodo.

Es en esta época cuando, rebasada la capacidad de ampliación del viejo arrabal de Bilbao la Vieja, surgen más o menos como hoy tos conocemos los suburbios de San Francisco y Las Cortes, llamados los "Barrios Altos” o barrios obreros aten­ diendo a su situación orográfica o com­ posición social.

El nacimiento de estos barrios popu­ lares no pasó desapercibido al resto de la

Villa. Una gacetilla del 5 de julio de 1883 hacía la siguiente descripción de este nuevo barrio en construcción: "El barrio de San Francisco progre­ sa de una manera notable, y dentro de poco tiempo será sin disputa uno de los mejores de Bilbao. En él hay ya hermo­ sas casas, dos boticas excelentes, algunas tiendas bien provistas y con lujosos es­ caparates, cuartel, teatro, satón de baile, muchos cafeses y cante flamenco por todo lo alto. Aquel barrio es una especie de arca de Noé lleno de cosas para to­ dos los gustos. Hasta tiene una fábrica de chorizos riquísimos".

La zona prometía y de hecho el comer­ cio y negocios relacionados con el arte y el ocio se instalaban en las nuevas edi­ ficaciones según éstas se levantaban. El antiguo barrio abandotarra de Mena, con las calles Bailén, Amparo, Aretxaga, Can­ tera. Concepción, Constitución, Convenio de Vergara, Cortes, Gimnasio, Hernani, Laguna, Marzana, San Francisco y Zabala había sido ya formalmente anexionado a Bilbao en 1870. Otra realidad se escon­ día, sin embargo, detrás de las fachadas de las nuevas edificaciones. La TODO ESPACIO carestía de estas A PRO VEC H A BLE nuevas viviendas estab a al servicio obligaba al alqui­ de la necesidad ler y realquiler de habitaciones, h ab itacio nal del de forma que CO N TIN G EN TE no había espacio TRABAIAD O R desaprovechaIN M IG RA N TE ble. El sistema de cama caliente, las pensiones, el apopilaje, los realquile­ res..., todo servía para realojar a una po­ blación recién llegada y sin más recursos que los de su esfuerzo laboral. A modo de ejemplo, en San Francisco n® 10, que dis­ ponía de 10 viviendas, vivían 27 familias; en Marzana 10, para las mismas viviendas

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ENTRADA A SAN FRANCISCO POR EL PUENTE DE CANTALOJAS. A LA IZQUIERDA EL SALÓN VIZCAYA Y EL CAFÉ HEREDIAA LA DERECHA.

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se censaron 29 cabezas de familia: en Las Cortes 15, con 11 viviendas había censa­ das 39 familias en 1920.

Los patios interiores, los camarotes, todo espacio aprovechable estaba al servicio de la necesidad habitacional del contingente trabajador inmigrante.

Los efectos de este hacinamiento fue­ ron devastadores. Si bien en 1905 Bilbao la Vieja triplicaba su número de habitan­ tes de 1869, este crecimiento se debió a la continua inmigración, ya que a causa de la altísima tasa de mortalidad el creci­ miento natural era, cuando no negativo, muy reducido. En el periodo 1897-1915, por ejemplo, mientras el promedio de ia natalidad era del 36,55 por mil, la morta­ lidad llegaba al 33,83 por miL La viruela, el sarampión, escarlatina, meningitis y difteria, tuberculosis y bronquitis tenían su caldo de cultivo en la insalubridad y hacinamiento de estos barrios segrega­ dos del resto de ta Villa.

Médicos higienistas como Alberto Palacio, junto a unos pocos concejales, clamaban ya desde finales del XIX por la "increíble" situación en que "viven cien­

tos y hasta miles de desgraciados que cruelmente oprimidos por ia usura, se ven hacinados en cuartos donde duermen 6, 8 y hasta 10 personas"en los barrios altos "foco y origen de la mayor parte de las enfermedades contagiosas ya endémicas en Bilbao", y reclamaban al ayuntamien­ to la adopción de medidas que paliaran el hacinamiento en aras de la salud pública.

Muy a pesar de las buenas intencio­ nes de diversos progresistas de la época, los barrios altos respondían a una confi­ guración urbanística de la ciudad basada en una diferenciación abismal entre sus distintas clases sociales, y sus habitantes fueron conscientes de la marginación de sus barrios, en contraste con la arquitec­ tura pretenciosa del nuevo ensanche bur­ gués.

Cvmci del asocicicionismo obrero en Bizkaici Consecuencia de esta marginación social en un espacio físico degradado, ei movi­ miento obrero vivía en los "Barrios Altos"

UNO DE LOS NUMEROSOS DÍAS DE LUCHA OBRERA QUE VIVIÓ SAN FRANCISCO A COMIENZOS DEL PASADO SIGLO XX. REPRESIÓN POLICIAL FRENTE AL BAR LA VIÑA.

ei ambiente adecuado para la organiza­ ción de las luchas sociales. Las décadas que van de 1890 a 1920 están regadas de conflictos laborales y explosiones de re­ vuelta social en las que estos barrios fue­ ron testigos, cuando no protagonistas.

En el liderazgo de esta agitación social estaban habitualmente las agrupaciones socialistas, y a la cabeza de ellas se des­ tacaron en diferentes periodos históricos dos personas ligadas muy íntimamente a San Francisco y Las Cortes. Se trata de Facundo Perezagua (Toledo 1860-Bilbao 1935) e Indalecio Prieto (Oviedo 1883México 1962).

En un Bilbao no habituado al ritmo de vida de la industrialización, donde hasta entonces banqueros y oficiales habían convivido prácticamente en los mismos edificios sietecalleros, la oleada migra­ toria generó, además de la consecuente segregación espacial, no pocos miedos. “ El tráfico minero de aquí, la miseria de las provincias de Castilla,... en resu­ men, el bienestar relativo ha traído sobre todo a Bilbao en este último cuar­ EN LAS to de siglo multi­ REVUELTAS tud de familias socidles de 1890 y de individuos a 1920 están aislados que en gran parte se ha estos b arrio s Ido aglomeran­ fueron testigos, do en los barrios CUANDO NO mas pobres de PROTAGONISTAS la Villa. Sin ne­ gar nosotros que la generalidad de esos inmigrantes se componga de gente honrada y de bue­ nos antecedentes, hay que reconocer que su aglomeración en aquellos barrios es ocasionada a que entre ellos y los demás habitantes miserables de los mismos ba­ rrios se oculten y encuentren poco me­ nos que seguro abrigo gentes de dudosa

lA BU R G U ESIA

honradez y de equívoco modo de vivir” -decían las gacetillas de 1880.

Y burguesía bilbaí­ na convivía con el miedo perma­ nente a que los mineros y traba­ jadores de los barrios altos y zona mine­ ra bajaran a Bilbao a tomarse la Justicia social por su mano, y no perdía ocasión de culpar a éstos de todos los males mo­ rales de una sociedad sumida en vertigi­ noso cambio. Para algunos nacionalistas primigenios ia inmigración era sinónimo de peste, como bien puede leerse en un texto propagandístico de 1903, muy su­ bido de tono: ‘ ¿Quiénes son los que al grito de ¡Viva la República Social! ¡Abajo los jesuitas!, pretenden acorralarnos y hacer suyo nuestro campo? Son los que vienen de otras regiones a proveerse del pan de cada día que no encuentran en su carita­ tivo y rico país... Es esa turba nauseabun­ da con entrañas de fiera que llena nuestra Patria de crímenes y hechos repugnan­ tes... Mercancía adulterada y podrida que

emigra a nuestro país para pervertirlo y emponzoñarlo".

El autor de aquellas duras palabras no fue otro que el director del semanario nacionalista “La Patria”, Santiago Meabe que lael cargo entre los Bilbao, quienesejerciera años 1901 y 1903. No lo publicó, sin em­ bargo, en dicho semanario, sino en una hoja suelta titulada “A los vascos", y de­ bió estar motivada por los enfrentamien­ tos armados que ocurrieron en el Arenal bilbaíno entre los católicos que acudían a Begoña y grupos de obreros anticlericales.

El suceso está recogido, además de por la prensa, por el escritor Blasco Ibañez en su novela "El Intruso”. Aquel septiembre de 1903 estaba prevista la proclamación de la Virgen de Begoña como Patrona de Bizkaid, y los concejales socialistas se negaban a que el ayuntamiento invirtie­ se dinero en festejos cuando había otras prioridades de gasto. Perezagua incluso solicitaba una manifestación de todos los elementos liberales y socialistas en con­ tra de los actos. Por 14 votos frente a 7 se aprobaba no dar ni un céntimo a los festejos. El 9 de septiembre era la Diputa­ ción de Bizkaia quien proclamaba en Cernika a la Virgen de Begoña como Patrona, a partir de lo cual se convocaron nume­ rosas peregrinaciones a la Amatxu desde

EN URAZURRUTIA, DONDE LOS BARRENDEROS DESCARGABAN SUS CARROS DELA"ZARAMH;A"A LAS GABARRAS SE LE LLAMABA "EL COMUNICIO”.

IGLESIA. CONVENTO Y FÁBRICA DE HIELO DE LA MERCEDY CONVENTO DE LA CONGREGACIÓN DE LAS SIERVAS DE JESÚS, EN [A NAJA 1.

BILBA ÍN A no perdía occisión de culpcir d m ineros y trdbdjciclores de los bdrrios ditos TODOS LOS M A LES

diversos municipios del territorio, comen­ zando por el Valle de Arratia. Socialistas, republicanos y liberales pretendían prohi­ birlas, alegando la molestia que suponían para el vecindario. José María de Urquijo esperó a los peregrinos a la cabeza de una comisión en la plazuela de los Santos Juanes. Subieron por Zabalbide rezando el rosario. Dos días después otra peregrina­ ción había salido de San Nicolás para diri­ girse a varias parroquias. En el Arenal otro grupo de opositores les recibió con gritos y silbidos. A las tres de la tarde se produjo un muerto y varias detenciones. Los gru­ pos anti-peregrinaciones recorrieron las Siete Calles apedreando las casas donde había colgaduras y sacando las imágenes de los santos de sus hornacinas. La Guar­ dia Civil persiguió a los revoltosos hasta San Francisco, donde fue recibida a tiros.

Ante la magnitud de los hechos, las auto­ ridades declararon el "estado de sitio" en la Villa aquella misma tarde.

Como hemos podido comprobar, en pleno auge de las ideologías y coetáneo al nacionalismo vasco, el germen socia­ lista arraigaba con fuerza en los barrios obreros bilbaínos. A estos llegó desde Madrid en 1885 el toledano Facundo Pe­ rezagua, el que sería durante años el líder indiscutible del movimiento obrero en

INTERIOR DE LAS COCINAS DE LA ASOCIACIÓN VIZCAÍNA DE LA CARIDAD, LIGADA A LA RESIDENCIA CONDE ARESTI O ASILO DE MENA.

Bizkaia. Un año después de su llegada a Bilbao se constituía en la calle La Laguna la primera agrupación socialista, en una pequeña lonja que utilizaron como cen­ tro de conferencias, discusión y reunión, y desde el que difundieron su propaganda.

Pronto arraigó la disciplina socialista en estos barrios y en ellos se abrieron el Cir­ culo Socialista, el Centro Obrero EN PLEN O A U G E y la redacción y de las ideologías ad m inistración y coetáneo cil del periódico "La Lucha de Clases", ndcionolism o en locales situa­ vasco, el germ en dos en Marzana, so cialista se Bailén y Tres Pi­ a rra ig a b a en lares respectiva­ mente.

LOS BA RRIO S Gracias a los O BRERO S votos consegui­ dos prácticamen­ te en exclusiva en los distritos obreros de Bilbao la Vieja, San Francisco y Las Cortes, Perezagua fue elegido concejal por Bilbao ya en 1891, junto a sus correligionarios Luciano Carretero, Dionisio Ibáñez y Ma­ nuel Orte, siendo los primeros concejales socialistas elegidos en lo que supuso “la entrada oficial del socialismo en España", en palabras de un diario locaL

IMAGEN DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE SAN RAFAEL (ZABALA).DESDE JUAN DE CARAY, CON EL ASILO DE MENA AL FONDO.

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ASILO DE ZABALA. LAS COMIDAS ELABORADAS EN LAS COCINAS DE LA ASOCIACIÓN VIZCAÍNA DE CARIDAD TAMBIÉN SE DISTRIBUÍAN A OTROS COMEDORES SOCIALES.

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Característica de Perezagua fue opo­ nerse siempre a la colaboración con los republicanos, y esto debió de ser una de las grandes diferencias que, en el seno del partido socialista, le llevó a enfren­ tarse con Prieto, quien por ello buscaba desplazarle del liderazgo obrero. En 19131915 rompe con la dirección del partido, año este último en que fue expulsado del comité local de la agrupación, reintegrán­ dose temporalmente en 1919 para enca­ bezar la escisión comunista en 1921 con medio millar de afiliados.

En cuanto a Indalecio Prieto, en sus memorias cuenta cómo llegó junto a su madre y su hermano Luis a Bilbao en enero de 1891. Afiliado al PSOE desde 1899, pronto destacó como orador, y ya en 1903 -junto a Tomás Meabe entre otros- fundaría las Juventudes Socialis­ tas. Posteriormente fue elegido concejal, diputado provincial y diputado a Cortes de f^adrid, esto último en 1918. Fue. asi­ mismo, ministro en varios gabinetes en­ tre 1931 y 1938, y prosiguió la actividad política en su exilio de México.

La talla de estos dos socialistas sobre­ pasa el apunte que este artículo preten­ de hacer. En todo caso, representan bien una época de luchas, conquistas y avan­ ces sociales truncados por la sublevación

franquista de 1936, que llevaría a miles de republicanos y socialistas a la muerte, el exilio o las diversas formas de repre­ sión, en el caso de los más afortunados.

El nuevo régimen actuaría con es­ pecial celo represor en estos bastiones republicano-socialistas. En 1937, mu­ chos de sus vecinos abandonaron Bilbao arrojando simbólicamente las llaves de sus casas a la Ría, y franquistas de di­ versos uniformes se adueñaron de ellas por la fuerza de sus pistolas. Aun así, a tan sólo diez años de aquella derrota, el 14 de abril de 1947, la calle de San Fran­ cisco volvía a ser escenario de rebeldía, congregando en silencio por sus calles a miles de personas para celebrar el "Día de la República". Respondían así a la convo­ catoria realizada desde la clandestinidad por la Junta de Resistencia Vasca, que componían los partidos democráticos.

Posiblemente se trató del primer desafío manifiesto al régimen en forma de con­ centración multitudinaria realizado tras la caída del Gobierno de la República. El carácter popular y rebelde de estos ba­ rrios se manifestaba incluso en las condi­ ciones más desfavorables.

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LADERA OESTE DEL MACIZO DE AIAKO HABRIA. EN SU LADERA OESTE SE UBICA EL ENCLAVE MINERO DE ARDITURBL

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I nombre que originalmente se menciona en los textos es Arrí^ co Iturría, tal y como se refleja en documentos promovidos por José An­ tonio Sein, quien recibió de Carlos IV una Real Cédula en 1790 para “explotar y be­ neficiar" varios minerales en éste y otros yacimientos de la zona. J. G.Thalacker, un personaje al que volveremos repetidas ocasiones en estas líneas, en su descrip­ ción del lugar realizada en 1804, se refiere igualmente a "Arrico Iturria”. Sin embar­ go, pocos años después, en 1830, aparece escrito el topónimo tal y como hoy se co­ noce. En una reunión de la Sociedad Guipuzcoana de Minas, al relatar los trabajos en curso se menciona entre las minas "la grande de Aya o Arditurri", confirmándo­ se, además, la evolución por la que el uso del topónimo pasa a abarcar una exten­ sión mayor que la que le correspondía en origen y así, convertirse en el nombre de referencia para todo el conjunto del enclave minero. Tal situación queda grá­ ficamente expresada en el nombre de la compañía que se encargó de la explota­ ción a principios del siglo XX, Compañía Francesa de Minas de Arditurri.

¿Qué es A rditurri? á

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Con el nombre de Arditurri conocemos un paraje, un enclave minero, situado al pie de la montaña llamada Aíako Harria y que engloba una superficie de unos cinco

kilómetros cuadrados. Ocupa el circo que se abre en la cabecera del río Oiartzun, in­ cluyendo los valles de Arditurriko erreka y Otsamantegiko erreka, con sus respectivos afluentes. Limita al este con los granitos de Aiako Harria y al sur con la falla de Aritxulegi. El borde oeste se asocia al collado que separa las aguas de los arroyos Otsamantegi y Tornola, y el norte a la línea de colinas por las que atraviesa la carretera' local 571. En este ámbito se mantienen cuatro caseríos: Gaztelugoikoa y Gaztelubekoa, ambos de sugerente nombre, Momotegi y Otsamantegi. Comparten espacio con el conjunto de ruinas, algunas de ellas habitadas en precario, que fueron abandonas en 1984 por la Real Compañía Asturiana de Minas, cuando se puso fin a un período de explotación que venía repi­ tiéndose, prácticamente de forma conti­ nuada, desde finales del siglo XVIIL

Accesos El acceso rodado se produce desde la carretera que une Oiartzun con Lesaka, pasado el barrio de Ergoien. A un kiló­ metro del polígono Pagoaldea se toma el cruce situado unos metros aguas abajo de la confluencia del arroyo Tornola con el cauce principal del Oiartzun. Luego se sigue remontando este último por la margen izquierda, siguiendo una pista de grava y hormigón, de kilómetro y medio de recorrido, hasta llegar al núcleo de la antigua explotación.

El acceso peatonal discurre porel traza­ do del Bidegorrí, la senda que ha sido habi­ litada para paseos en sucesivas etapas, si­ guiendo el trazado del antiguo ferrocarril minero y que en la actualidad cubre un itinerario que se inicia en Ugaldetxo y

alcanza las instalaciones de Arditurri, tras un recorrido de unos 7,5 km.

Los minerciles de Arditurri Entre los minerales metálicos, los más co­ munes son la galena, la blenda, la calcopi­ rita, la siderita, la hematites y la goethlta, mientras que, entre los no-metálicos, la obtención de espato flúor centró las ope­ raciones de los últimos 25 años de su ex­ plotación.

A la hora de hablar de las diferentes menas -minerales extraídos en las ga­ lerías- la más importante de ellas es la galena, de la cual se obtiene posterior­ mente el plomo. Es de una riqueza de un 86,6 % aunque presenta contenidos ele­ vados de plata. Otras de las menas son la blenda, con la cual se produce el zinc así como la calcopirita -sulfuro de cobre y hierro- y de la se extrae principalmente el cobre.

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De la hematites, de la goethita y de la siderita se obtiene hierro: la hematites (oligisto) es un óxido de hierro, la goethi­ ta un hidróxido y la siderita un carbo­ nato. La primera es la que mayor ley en hierro presenta (70 % ), mientras que la segunda ronda entre el 60/70% y la ter­ cera, aunque con contenidos cercanos al 60%, se considera un mineral de costoso tratamiento. Del espato flúor se obtiene la fluorita, usada como fundente para la obtención de acero.

ha envergadura de las explotaciones

Según refiere Alejandro Franco en su Guía de Mineiales dei País Vasco (1991) en el coto minero de Arditurri se describen las labores de las minas de Gaztelu, Truchas,

San Joaquín, Oportuna, Santa Bárbara, Olandieta e Inciensoro, explotándose en cada una de ellas uno o varios filones.

E N T R A D A A U N A DE LAS BO C A M IN A S .

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Por los datos que se han podido reco­ pilar se pueden considerar como filones principales tres de ellos. Los dos prime­ ros se disponen tan cercanos el uno del otro que han sido identificados -como sucediera con la primera descripción de estas minas realizada en 1804 por Juan Guillermo Thaiacker- como una sola veta.

Llamaremos al más importante Oportuna-Santa Bárbara-Olaundieta, por discu­ rrir entre las concesiones de ese nombre a lo largo de 1,5 km. Oportuna arranca al pie de la colina de Caztelu, cruzando el río por la zona de las instalaciones mineras, donde se encuentra una de las entradas al complejo de galerías que surcan este sec­ tor, concretamente tras el edificio que sir­ vió de sede al laboratorio de la compañía minera antes del cierre. La otra margen del río, la izquierda, fue objeto de explotación a cielo abierto, tal y como se comprueba de las dimensiones de la cantera resultan­ te. Mantenía la dirección NNE-SSO del primer tramo, continuando las galerías de explotación hacia el valle de Otsamantegi hasta enlazar con la concesión de Santa Bárbara, en la que también se realizaron importantes excavaciones a cielo abierto.

El tramo final es el de Olaundieta -llamada Olandieta en los planos de la Compañía Asturiana de Minas-, lindando con la carre­ tera que pasa por Aritxulegi hacia Lesaka.

El filón asociado será el conocido como Otsamantegi, respetando los tér­ minos que aparecen recogidos en el plano minero que manejamos -realmente apa­ rece registrado como 'Otsamantegui'- y que coinciden con el topónimo recogido por Sein. Discurre por ambas laderas del valle del mismo nombre, entre Araintxipi y las inmediaciones del caserío Otsa­ mantegi -a unos seiscientos metros-, resultando este punto el más cercano al filón antes descrito, con apenas doscien­ tos metros de separación.

En estos filones se han dado impor­ tantes acumulaciones de sulfures de plo­ mo y de zinc, galena y blenda, junto con carbonatos, siderita, y espato flúor. Cuan-

do se decidió el cierre de la instalación en 1984, estaban en activo las canteras a cielo abierto de Santa Bárbara, Olaun­ dieta y Araintxipi y desde hacía ya

tiempo, los trabajos estaban

E N T R E LO S M IN E R A L E S

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centrados principalmente en el espato flúor, aun-

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puchinos, en la G O ETH 1TA bahía de Pasaia (Cipuzkoa), per­ mitió fundir esos minerales hasta que fue clausurada en el año 1983.

El tercer filón es el de Caztelu-San Joaquín, situado al este de los anteriores, más cercano al macizo de Aiako Harria.

Tiene 750 m de recorrido y se extiende a ambos lados del río. Por la margen iz­ quierda asciende en dirección N W hasta las inmediaciones del caserío Momotegi, concesión de Caztelu, mientras que por la margen opuesta sigue una dirección SW, manteniendo el eje del valle y ascendien­ do paulatinamente hacia el collado que separa la entrega del tributario arroyo de Otsamantegi: se trata de la concesión San Joaquín, recogida en la toponimia de la zona con el nombre de Meatzegorrieta, en alusión al color rojizo de los escom­ bros amontonados en superficie. Efectiva­ mente, los trabajos mineros vinculados a la siderita o carbonato de hierro han sido protagonistas en este filón. En la zona de San Joaquín la única minería reconocida hasta la fecha es la relacionada con ese mineral mientras que en la de Caztelu, aún constatándose el protagonismo de los carbonatos, se sabe de mineralizaciones de galena y blenda asociadas.

Puede hablarse de un cuarto nivel de filón, más al este y a mayor cota que el

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anterior. Se trata mayoritariamente de bolsas de óxidos de hierro que afloran en la zona de contacto con los granitos de Aiako Harria. Se han reconocido en la cabecera del Belerreka, en Basategla y su entorno, observándose un modelo de ex­ plotación precario por las facilidades que ofrece el laboreo, limitándose al vaciado de las bolsas visibles en superficie.

Historia de Ids explotaciones Se pueden establecer varios períodos en la trayectoria del enclave. Los comien­ zos, ligados a la obtención de plata, los consideraríamos en el apartado de la mi­ nería romana. La extracción de óxidos e hidróxidos de hierro, hematites y goethita, se vincularían a la industria del hierro medieval y postmedieval, incluyendo las fases de haizeolas -primitivas ferrerías de m ontaña-y ferrerías. La minería con­ temporánea comenzaría con la iniciativa de Sein, en 1790, orientada a la plata, que daría paso a las grandes explotacio­ nes de carbonatos de hierro, de blenda y de espato flúor.

LOS C O M IEN ZO S I

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mana contamos con una serie de restos significativos que permiten plantear ciertas líneas argu­ méntales, que luego desarrollaremos. Se refieren, de momento, a los siglos I y II. De esas fechas se pasa a tiempos bajomedievales en los que en el entorno crece una importante Industria siderúrgica, regula­

da por ordenanzas desde 1328. Aunque en el coto minero las evidencias de la minería de hierro liga­ da a las ferrerías apenas han sido atestiguadas, hay datos suficien­ tes para considerar que el suministro de mineral para las ferrerías procedía de Arditurri y que este suministro se com­ paginó, en la última etapa de actividad, con el de la vena de Somorrostro hasta bien entrado el siglo XIX. La etapa mejor representada es la que corresponde a la minería contempo­ ránea: los accesos, las instalaciones con­ servadas, las escombreras, las canteras a cielo abierto y las grandes galerías de ex­ plotación pertenecen a esta fase a la que se puede considerar, sin género de dudas, la responsable del paisaje minero actuaL

La m inería protohistórica o prerromana El análisis de la minería prerromana en Arditurri, con los hallazgos arqueológicos registrados durante los sondeos efectua­ dos en la campaña del 2002, deja de ser una mera hipótesis para convertirse en un planteamiento de trabajo serio para próximas investigaciones. La aparición de ajuares arqueológicos prerromanos en las cercanías de estas minas -área de Unaileku- parece ser un argumento de peso para la atribución de ciertas prácticas mineras a grupos humanos prerromanos.

Así mismo, durante las labores de pros­ pección se han constatado modelos de galería de reducidas dimensiones y factu­ ra irregular que podrían relacionarse con labores más antiguas a las romanas; sin embargo, hasta el momento no se ha po-

dido confirmar la adscripción de estos re­ gistros mineros al período de explotación prerromano, aunque está previsto realizar en fechas próximas las correspondientes catas arqueológicas de comprobación.

Si tenemos en cuenta el contexto his­ tórico general que rodea a las actividades mineras, se comprueba que las grandes áreas mineras del Imperio venían traba­ jándose con anterioridad a la llegada de los romanos. Esta dinámica podría apli­ carse, también, a la minería de Arditurrí y de Aiako Harria

Ld minería romarxa Afortunadamente, las labores de minería romana presentan una serie de caracte­ rísticas comunes que referimos a conti­ nuación y que facilitan su identificación frente a otros trabajos de extracción más recientes. Por una parte, los traba­ jos están rematados con una fina labor de martillo que regulariza las excavacio­

LAS LUCERNAS o LAMPARILLAS

DEACE1^&£#^ EL SISTEMA i

ILUMINAC^

EMPLEADO EN EL INTERIOR DE LAS CUEVAS EN LA ÉPOCA DE LA ROMANIZACtÓN. SU DURACIÓN. ADEMÁS, SERVÍA PARA ESTABLECER LOS

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nes. Sus galerías presentan bóveda, ob­ servándose variedades que oscilan entre la modalidad arquitrabada y la de medio cañón. Además, las secciones son estan­ darizadas, con alturas en torno a 1,80 metros y anchuras de 0,90 metros. Otra característica reveladora es que cada po­ cos metros hay intercalados en las pare­ des pequeños huecos que servían para depositar las lucernas -lamparillas- de iluminación. También, siguiendo la meto­ dología de la época, aparecen en el suelo escalones tallados, practicados en aque­ llos corredores de plano inclinado, es de­ cir, con pendiente. Los pozos, con saltos de decenas de metros, son circulares o cuadrangulares, con diámetros y lados de 1,10 metros aproximadamente. Hay también otro tipo de labores, pequeñas estancias, entabladuras, chimeneas, etc. características de la época.

La coincidencia en los ejemplos ca­ talogados se explica por la existencia de una tecnología propia, que se aplica de forma más o menos estandarizada en los

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territorios dependientes de la adminis­ tración romana. De hecho hay grandes similitudes entre las explotaciones del macizo de Aiako Harria, las de Cartagena, Río Tinto o Banka.

Por iniciativa de'Félix Ugarte Elkartea, lurpeko eremuen ikerketa eta zaintza - Es­ tudio y defensa del mundo subterráneo’, se han reiniciado las exploraciones en este coto minero. El departamento de Medio Humano en los meses que lleva de trabajo de campo ha reconocido varias decenas de nuevas galerías romanas: la mayoría se si­ túan en la zona de Danborre, entre Gazteluerreka y Momotegi, en el filón Gazte­ lu. por tanto. Se han catalogado galerías de desarrollo horizontal, pozos verticales y galerías en rampa, estimándose que el conjunto recientemente descubierto su­ pera, sumando el desarrollo de todos los trabajos, los dos mil metros de longitud.

A día de hoy, los ejemplos más repre­ sentativos siguen siendo los de las minas Arditurri 3 y 10; en esta última, además, las investigaciones arqueológicas en cur­ so han obtenido una serie de evidencias de interés para el conocimiento de las técnicas mineras y de las condiciones de uso de las galerías. En el primer grupo se inscriben las diferentes modalidades de trabajos reconocidos, destacando las pruebas acerca del uso del fuego; en el se­ gundo, los restos materiales depositados entre los sedimentos, siendo de un inte­ rés especial los fragmentos de lámparas de iluminación y de otros utensilios ce­

rámicos de uso básico. Si los resultados de los trabajos de investigación realizados en Arditurri 10 son objeto de comentario, también lo son las perspectivas que se manejan para Arditurri 3. La existencia de sedimentos acumulados en el suelo de las galerías invita a repetir la iniciativa más arriba comentada, presentándose además factores de análisis de interés añadido.

Principalmente se centran en la existencia de un pequeño canal de desagüe en la ga­ lería principal y en el encuentro entre ésta y la galería descendente, punto en el que se manifiestan aspectos significativos de la planificación de los trabajos.

El socavón El socavón que describió Juan Guillermo Thalackeren 1802 y que los espeleólogos de ‘Félix Ugarte Taldea’ han redescubierto en el verano de 2004, viene a ser la gale­ ría de drenaje romana del foco principal de las explotaciones de Arditurri. Tiene una longitud de 425 metros y discurre 14 metros por debajo del río, lo que permi­ tiría a los mineros antiguos trabajar en la parte más rica del filón de plata sin temor a inundaciones. La construcción de esta singular galería de drenaje se basa en el sistema de los llamados cuniculi que fue diseñado y desarrollado por los etruscos para desecar marismas y zonas pantano­ sas con destino a la agricultura, pero que por su funcionalidad acabó aplicándose

ESQUEMA DE UNA MINA SEGÚN LA ENCICLOPEDIA DE ALEMBERT.

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LAS ÚLTIMAS EXPLOTACIONES MINERAS DE ARDITURRI FUERON REAUZADAS A CIELO ABIERTO.

en las obras hidráulicas en general y, en particular, para la evacuación de aguas en las minas.

Consiste en perforar varios pozos ver­ ticales alineados y. a una determinada altura, excavar entre ellos unos conduc­ tos horizontales para facilitar el desagüe entre ellos. Por supuesto, su orientación y pendiente deben estar perfecta­ mente planifica­ E L SOCAVÓN S E trata de urya obra das para permi­ tir los diferentes h id ráu lica de encuentros y que gran envergadura el agua fluya ha­ que ha requerido cia el exterior: en el cuniculus de de au tén ticos Arditurri se han ingenieros PARA conservado siete SU D ISEÑ O pozos, aunque se sabe que hubo once, si tenemos en cuenta las descrip­ ciones originales.

Se trata de una obra hidráulica de gran envergadura que ha requerido de autén­ ticos ingenieros para su diseño; además, el mantenimiento de la instalación y los objetivos para los que fue construida de­

I 106

muestran la existencia de una autoridad responsable de la gestión y administra­ ción de los trabajos mineros que, por lo que se sabe, dependería directamente del emperador. Hace 2.000 años, los co­ lonizadores romanos planificaron con­ cienzudamente la explotación de la plata de Aiako Harria y, en el foco de Arditurri, además de las galerías de extracción, se ha conservado una de las manifestacio­ nes principales de esa planificación. Su existencia, por otra parte, implica la pre­ sencia de funcionarios especializados en la gestión de las explotaciones mineras y, como venimos comentado en otros tra­ bajos, explica la importancia del asenta­ miento urbano de Oiasso -actual Irun- y de su activo puerto.

Sin lugar a dudas, las actuales y fu­ turas investigaciones arqueológicas tanto en este último como en las minas de Ar­ diturri que nos han ocupado en estas lí­ neas, aportarán, sin duda, más elementos que nos ayuden a comprender un poco mejor nuestra historia pasada.

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Y G ESTIÓ N CULTURAL

Francisco de Gainza, 4 Villa-Lore Alai 20300 IRUN (Gipuzkoa) Tel. 943 63 82 18 Fax. 943 63 82 09 e-mail: arkeolan@arkeolan.com

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Arabako Foru Aldundia

Diputaciรณn Farai de Alava

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Tan sólo l¿^ solemnes ruinas que podemos apreciar en el hoy humilde pueblo de Cebara (Barrundia) podrán darnos ur\a idea de lo glorioso de su pasado.

En lo alto de una montaña y al norte de nuestra población podemos distinguir^aún los restos del excelente castillo de Cebara, fortaleza prácticamente inexpugnable hasta ser destruido en 1839 tras la derrota del ejército ¿arlista allí guarecido.

La nriisma suerte corrió el impresionante edificio del palacio fuerte del mismo

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Corgnado por el escudo detesGebara, uno\le los linajes másfuertíjfce influyentes de '

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uno d€4Q&^g^res más efnbtem áticQs del p atrim o n ío ^ lavés.

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VISTA AÉREA DEL BATOLITO DE PEÑAS DE AIA. AL FONDO. LA BAHÍA DE HONDARRIBIA

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orno si de un mojón gigantesco se tratase, irrumpe en y el horizonte para desequilibrarlo. Interfiere con rudeza en un paisaje que parecía ansiar desde atrás un descenso más relajado, más ho­ mogéneo... un declinar suave que lo en­ tregase al mar para unirse en un eterno estado de horizontalidad.

Pero no... no hay lugar para la finura y ia gracilidad. Aquí el horizonte es brus­ quedad, displicencia y fuerza en estado puro, unas características que dotan de una personalidad más especial si cabe, a estas montañas formadas por unas rocas graníticas que nunca antes habíamos vis­ to.

La culpa de que esa entelequia de suavidad paisajística se quede en eso, en una quimera frustrada, lo tiene el origen o génesis geológica de nuestro país.

Viajando a través de nuestras eras geológicas hemos de situarnos en la más antigua de ellas, en la que conocemos como Era Primaria o Paleozoico. Euskal Herria era entonces un territorio sumer­ gido bajo un mar, no demasiado profun­ do si tenemos en cuenta que sus mayo­ res depresiones apenas se sumergían cien metros por debajo del nivel del agua.

En un período de esa era geológica, tan inmensa que parece que los mile­ nios no avanzan en ella, y justo al final de lo que se conoce como el Carbonífero, se produce la primera de las dos gran­ des convulsiones geológicas conocidas en nuestro planeta y que produjeron las principales modificaciones en el paisa­ je que hoy vemos. Se trata de la oroge­ nia hercínica. Con ella emergerán de las aguas los macizos de Aldude y Bortziri, las primeras tierras vascas en ser acariciadas por el soL justo después, una vez finalizada esa gran convulsión, cuando todas las capas de sedimentos ya parecían haber encon-

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trado un sosegado estado de quietud, va a suceder un fenómeno que no podemos calificar sino de espectacular y que dará lugar al macizo de Aiako harria.

Surgiendo desde las capas más pro­ fundas del globo terráqueo, una masa de magma granítico que se encontraba a una temperatura de más de medio millar de grados centígrados se inyecta con gran fuerza entre las antiguas capas rocosas superiores, rompiéndolas y ha­ ciendo que la candente masa surgiese a la superficie. Actuando como si de un troquel se tratase, cortó todo lo que se interponía en su paso hasta conseguir sacar a la superficie esa especie de ta­ pón rocoso que se conoce como batolito granítico de Aiako harria. Emergido como un islote en medio del mar. habrían de pasar aún muchos milenios más hasta que la totalidad del territorio de la ac­ tual Euskal Herria aflorase a la superficie y abandonase definitivamente el mundo submarino.

Las altas presiones a las que se encon­ traban las masas magmáticas hicieron que penetrasen entre las rocas primitivas todo tipo de minerales metálicos como la galena, blenda, etc. Ellas serán las que originen los posteriores filones que serían explotados por una minería, como en el caso de Arditurri. constatada desde las más antiguas épocas de nuestra civiliza­ ción.

Montdñd de íeyendci Dejando a un margen los vericuetos de su origen geológico, lo que sí parece in­ discutible es que el macizo y las cumbres que lo coronan son radicalmente diferen­ tes al resto de los montes del país. Quizá se reparara en ello, en su aspecto mágico, ya desde las épocas prehistóricas. Ello nos ayudaría a dar una explicación a la mul­ titud de cromlechs -monumentos megalíticos compuestos por varias piedras colocadas normalmente en disposición

circular- ubicados en sus laderas y cer­ canías.

También las creencias populares pa­ recer dar sustento al carácter fascinan­ te y extraordinario de estos arrogantes parajes. Como sucede en la mayoría de las grandes montañas, el macizo ha sido tenido por morada temporal de la diosa l^ari, conocida en estas latitudes como Aiako harriko Dama o Puiakoa Dama. Tam­ bién se dice que las muchas cavidades de la formación rocosa sirvieron como refu­ gio para los traviesos intxisu, especie de geniecillos que habitaban en la zona de Arditurri, en la ladera occidental del con­ junto montañoso. Según se relataba en Oiartzun, aquellos geniecillos desapare­ cieron al ser sepultados en los cromlechs -conocidos aquí con el nombre de mairubaratzak- y que, como hemos referido, se encuentran en abundancia en las cer­ canías.

Sin salir del mundo de las creencias, se habla además de la presencia de la­ mias -personajes mitológicos similares a las ninfas o hadas centroeuropeas y que habitaban cerca de los cursos de agua- o de la existencia de fabulosos tesoros en­ terrados en las laderas de Erroilbide.

Más cercanas a la realidad parecen las constataciones de que las entrañas de nuestra montaña escondían un gran tesoro aunque, en esta ocasión, en una versión menos fabulosa y más tangible.

Se trata de la abundancia de ricos mi­ nerales que fueron explotados por una minería practicada, además de en épocas más cercanas a nuestros días, durante la romanización y probablemente anterior a élla.

Y por si todo ello fuera poco, las Peñas de Aia han servido a los habitantes de las cercanías para vaticinar los derroteros de la climatología. Así, cuando en San Antón (Lesaka) era notable el olor de las minas se sabía con seguridad que el día siguien­ te sería lluvioso.

Por otra parte, las oscilaciones de los amaneceres y ocasos a lo largo de las

CAMINO HACIA ERROILBIDE. AL FONDO. LA ESPECTACULAR CIMA DE TXURRUMURRU.

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Restdta extraño que un madzo tan relevante y no excesivamente ampHo acoja tantas fluctuaciones en sus nombres. Actualmente parece aceptado que su nombre en euskara es e! de Aiako harria, siempre en singular, mientras que d paralelo del castellano es Peñas de Aia, hadéndose siempre en plural.

Pero la documentación relativamente antigua dice que era conocida como '...Peña de Aya...', en singular y contraponiendo lo antes expuesto, o la más interesante y recuperable '..Ayamendi...' ambas referendadas por Lope Martínez de Isasti en su obra Compendio Historial de Guipúzcoa de 1625.

Para los franceses ha sido y es conocido como Les Trois Couronnes -Las Tres Coronasprobablemente haciendo referencia a sus tres cimas. Hasta aquí las diferentes denominadones dd madzo. Veamos el galimatías al que nos enfrentamos al referir los nombres de sus tres cumbres.

Los cercanos hondarribitarras, con una visión del aesteno somital prácticamente redudda a la cima de (H)lrumugarrieta. conocen a ésta con el nombre de Batallau.

Este pico, el más bajo y cercano al mar, se conoce como hemos didio como (H)lmmugarrieta.

Evidentemente, su nombre hace referencia a fres límites jurisdicdonales y que a priori con-esponden a tos munidpios de Oiartzun, Lesaka e Irun, que comparten un mojón en la dma de este monte.

Pero autores como Manuel Lekuona van más allá y sugieren que dicha denominadón quizá surja no sólo como referenda a la división de los tres munidpios atados sino de, en algunos momentos históricos, de los reinos de Inglatenra, Castilla y Navan-a. Encaja perfectamente con sus pretensiones é nombre francés de Las Tres Coronas. A pesar de ello, es mejor actuar con cautela en este tipo de asuntos.

Sabemos además que durante el período comprendido entre los sigtos XVI y XVIII el pico antes citado -y que ahora denominamos (H)lrumugarrieta- era conoddo como Zamanxrfagaina. Hay quien dice que didio nombre procede del término eusquérico zamarra, 'escoria', hipótesis nada desdeñable si tenemos en cuenta la actividad metalúrgica de la zona.

De este pico, el más bajo de k» tres que componen la cresta de Aiako hania, dicen los relatos orales locales que en tiwnpos lejanos y sin mayor predsión histórica, se encendían grandes fogatas en su cumbre para servir de guía a k¿ navegantes. Leyenda o no, lo que sí constatamos es la presenda de escorias procedentes de una fweria de montaña o haize-ola en al menos un colíadito de su ladera norte y por donde nos veremos obligados a pasar si seguimos la ruta detallada en este artículo. Pero sigamos desentrañando los puntos oscuros de las denominadones existentes para este madzo.

En un plano de Irun elaborado en 1896 se denomina Ayaco Anlya al pico intermedio y, al meridional y más alto, Txurrumurru. En la actualidad con el nombre Txurrumurru se conoce el intermedio y no el que se refería en el atado plano y, sin embargo, para denominar al más alto y significativo se usa Erroilbide. Sorprendentemente, para colmo de colmos y desesperadón de cartógrafos, en las encuestas toponímicas realizadas en el temtorio navan-o nadie reconoce la atada dma con el nombre de Enx)ilbide sino con el de Lizan^tako gaina.

La Federación Vasca de Montaña, acuciada por la necesidad de ofrecer a los miles de practicantes del deporte del montañismo unos catálogos de dmas cada vez más con-ectos, ha adoptado el nombre de Aiako hania para definir el madzo. Para la montaña en sí se vale de la denominadón del punto más alto, aplicando los criterios habituales. Así se adoptó el de Erroilbide aunque, como hemos visto anteriormente, no sería extraño que fuese sustituido o complementado en breve, dedsión que, por el bien de nuestro patrimonio, siempre será plausible a pesar de los trastornos que pudiera ocasionar

I

dentadas crestas de Aiako harria según trascurría el año sirvieron como calen­ dario solar tanto pára los habitantes de Oiartzun, por donde ven que nace el sol cada mañana, como para los de Lesaka, a la hora de ocultarse. Su sombra también ha sido la referencia horaria habitual has­ ta no hace mucho tiempo.

Ld cstelci de Andrearriaga Igual que la primera época de explota­ ción de las minas, también se atribuye al período de la romanización la estela co­ nocida actualmente como Andrearriaga.

Decimos actualmente porque a través de la historia también la encontramos docu­ mentada como Andrerregia o Anderregi.

Una réplica sustituye a la original -a sal­ vo en el Museo de San Telmo- en su pri­ mitiva ubicación al borde de la carretera que nos lleva desde Oiartzun hasta Irun.

En ella se representa, sobre una inscrip­ ción de difícil lectura, una figura femenina montada a caballo. De ahí probablemen­ te se haya construido la etimología po­ pular al hacer derivar su nombre de andre ‘mujer + harri 'piedra' +aga, literalmente 'lugar de la piedra de la mujer'.

En efecto, es popular en el valle una bella leyenda que publicara Manuel Lekuona (1924) y que recogió así: "...cierta mujer francesa que por allí pasaba a ca­ ballo, se paró en la ermita y arrebató a la Virgen el rosario que pendía de sus ma­ nos. Ya se alejaba sobre su cabalgadura cuando, a un tiro de piedra del lugar, en el lugar donde se hallaba la lápida romana, se le apareció una persona que le intimó la devolución de la prenda que llevaba ro­ bada, a lo cual, como replicase negando el hecho y perjurando y diciendo «arríbiyur! ‘¡así me convierta en piedra!' si no es verdad lo que digo...». Dios la castigó, petrificándola montada como iba".

Sin embargo, una referencia más an­ tigua y que localizamos en el Diccionario Geográfico Histórico de 1802 nos habla

ESTELA DE ANDREARRIAGA.

de otra explicación que hoy nadie parece recordar. Textualmente, dice así: ‘'Cerca de la ermita deAndrerreguia hay una pie­ dra con letras antiguas, gastada y [con] la figura de una mujer. El pueblo cree ser el sepulcro de la esposa de Julio César, fundado en que la voz de Andrerregula significa señora reina...". Continúa la ex­ posición a renglón seguido, intentando aportar un poco de raciocinio sobre el asunto: "...pero esta idea no tiene ni si­ quiera verosimilitud, y el cuento se forjó sobre el nombre del sitio que debió darse a la Virgen venerada en él. La lápida cubrió la cenizas de alguna mujer principal".

El recorrido Como ya se ha comentado, la geología impuso en este macizo unas líneas brus­ cas y violentas. Por ello, el recorrido circu­ lar que proponemos aquí para ascender a todas sus cumbres siguiendo la cresta cimera, se convertirá en algo impresio­

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nante y espectacular y nos aportará sen­ saciones que, a pesar de la baja altitud de sus cotas, parecen más propias de unos paisajes de alta montaña.

Habrá que avisar por tanto que, aun­ que su cresta posea ningún paso de di­ ficultad real como para imposibilitar el avance, sí atravesaremos por unos luga­ res que nos obligarán a hacer uso de las manos. Se encuentran además con cierta

minos nos sirve. El de la derecha -seña­ lizado en verde y blanco- asciende más directamente, mientras que el segundo, hacia nuestra izquierda y señalizado en rojo y blanco, busca la suavidad de unos antiguos caminos empedrados. Nosotros optamos por esta última y más cómoda opción. Éste tramo coincidirá, además, con el retorno del trayecto, al final de nuestra excursión.

exposición al vacío, por lo que exige un mínimo de conocimiento del mundo de la montaña.

Pero los tramos más delicados apare­ cerán con posterioridad a la cumbre prin­ cipal cuyo ascenso no plantea problema alguno.

Para comenzar el recorrido partiremos del puerto de Aritxulegi (466 m) entre las localidades de Oiartzun y Lesaka. Por la parte superior del túnel que lo atravie­ sa, seguiremos la ruta indicada por las marcas de pintura, en dirección a la gran mole pétrea. Pronto nos encontraremos frente al primer espolón, el cual divide nuestra ruta en dos. Cualquiera de los ca-

Una vez superado el collado del es­ polón de Enarri avanzaremos por terreno llano y herboso. Pronto abandonamos la cómoda ruta para ascender decidida­ mente a la montaña siguiendo marcas verdes y blancas primero y que luego se transformarán en otros colores. Con ello no podemos dejar pasar la ocasión para invitar a la reflexión sobre cómo y para qué se hace la señalización de recorridos, con grandes inversiones económicas y, sin embargo, tanto aquí como en el cruce inferior, dejando desamparado al cami­ nante sin más referencias que un montón de marcas de pintura que no sabe hacia dónde le conducirán.

A partir de aquí se acomete la as­ censión a la montaña sin miramientos, primero prácticamente sin desniveles y atravesando un bello bosque de alerces y posteriormente ascendiendo bruscas pendientes que salen a nuestro encuentro en un recorrido desarrollado entre rocas y cuya traza de sendero sólo adivinaremos orientados por las abundantes marcas de pintura.

rar alguna pequeña elevación antes de afrontar el ascenso a Txurrumurru. Aquí se encuentra el punto más delicado de la travesía y para el que, sin duda, se requie­ re cierto hábito con los precipicios. La di­ ficultad del paso la superamos ayudados por unos escalones y agarraderos tallados en la roca y una anilla de acero a la que podremos asirnos para facilitar la esca­ lada. Llegamos así a la cumbre central o

Delante aparece la descomunal mole granítica de Txurrumurru, cortada a pico frente a nuestros ojos. A pesar de lo fuer­ te y escabroso del paisaje la senda va sorteando las dificultades dando un pe­ queño rodeo a la peña cimera para ha­ cernos llegar a la misma por un pequeño corredor que no presenta dificultad algu­ na. Estamos ya en el punto culminante del macizo, Erroilbide (837 m), desde donde podemos regresar sobre lo andado o completar la travesía siguiendo la ruta que a continuación se detalla.

A partir de aquí la línea del cresterío será nuestra referencia. Ésta nos obliga a bajar a un pequeño collado y a supe-

Txurrumurru. El paisaje es fuerte, impac­ tante y radicalmente diferente a todo lo conocido en otras de nuestras montañas.

Después de descender a un peque­ ño collado y tras remontar una breve pendiente alcanzamos la cumbre de (H)lrumugarrieta, con una espectacular visión sobre el litoral vasco y, en especial, sobre la bahía y población de Hondarribia.

Continuamos ya sin pérdida y en deci­ dido descenso entre diferentes picachos primero y bosque después hasta el co­ llado de Elurretxe (502 m) hasta donde accede una carretera que parte del vial que une Oiartzun con Irun.

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El recorrido de todo el cresterío desde Aritxulegi nos habrá obligado a invertir unas tres horas de camino. A ellas habre­ mos de añadirle otra hora y media más para retornar al punto de partida.

TUBACEX

En el mismo Elurretxe surge una ruta -bien señalizada con pinturas blancas y rojas- que atraviesa las laderas occiden­ tales de Aiako harria, por la falda que albergó la práctica totalidad de explota­ ciones mineras. Exceptuando un tramo intermedio levemente ascendente, el res­ to es llano o incluso descendente, por lo que su tránsito es cómodo y agradable.

Pronto saldremos del bosque que nos ha acompañado desde el principio y nos to­ paremos con el trozo de recorrido que ya conocemos del ascenso.

Una vez de nuevo en Aritxulegi damos por finalizada nuestra travesía. Sin duda nos acompañará durante largo tiempo la sensación eufórica de haber recorrido una de las, sin duda, más espectaculares rutas de montaña que podamos hacer en nuestro país.

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La nueva cultura del aaua EI agua, tradicíonalmente ha sido entendida como un bien "caído de! cielo", que se consumía y gestionaba de un modo irracional. Sin embargo, ha llegado el momento de cambiar esta concepción.

El desarrollo sostenible Estamos viviendo una época en la que es necesario cobrar conciencia de la importancia del cuidado de los recursos naturales. Para ello es necesario fomentar un cambio cultural, que favorezca un nuevo modelo en el que el desarrollo de los pueblos se lleve a cabo tenien­ do en cuenta que el patrimonio natural, sodai y cultural no es un legado de nuestros antepasados sino una herencia para las generaciones venideras, Es en este punto donde cobra importancia la toma de conclenda de un consumo y una gestión responsable del agua. Para ello es vital que entendamos los ríos no como un depósito de agua, sino como un ente vivo fundamental para nuestra vida y comprender que disponer de agua de calidad pasa por respetar y cuidar los ecosistemas hídricos.

Un cambio cultural Hoy en día resultan impresdndibles nuevos plantea­ mientos de gestión y cuidado del agua, tanto por parte de los gestores como de la dudadania.

Es fundamental que el agua no sea vista únicamente desde el lado de la oferta, como ha venido siendo lo habitual, sino de gestionar una demanda de calidad y equitativa, siempre teniendo como objetivo que es un recurso al que todos y todas tenemos derecho de igual manera. El papel de los gestores también es importante en la toma de conciencia de la dudadania.

Desde el punto de vista de la población, es necesario fomentar un cambio cultural que conceda la importan­ cia que verdaderamente tiene el agua para así ser capaces de fomentar medidas de ahorro, respeto y cuidado de este recurso.

En definitiva esta Nueva Cultura del Agua plantea el consumo y la gestión del agua de una manera más ética y responsable, tomando conciencia de su cuidado del agua y de que es un bien que en el presente deben poder disfrutar todas las sodedades y en el futuro las próximas generadones.

El com prom iso de Kantauriko Urkidetza con la Nueva Cultura del A gu a Kantauriko Urkidetza, Consordo de Aguas de Ayala, como ente gestor del agua en la comarca, impulsa esta Nueva Cultura del Agua.

En el ámbito de la mejora de la Gestión de la Demanda las actuadones promovidas por el Consorcio, en colaboración con los Municipios que forman la comar­ ca, tienen tres objetivos principales: 1. La reducción del consumo de agua, 2. La mejora de la efidencia en el uso 3. Evitar el deterioro de los recursos hidrológicos.

Como una acdón más de las que despliega desde hace ya varios años, cada curso desarrolla una importante labor de sensibilización orientada a la población en general, pero centrada sobre todo, en las y los más pequeños de la comarca.

El objetivo es promover una nueva cultura de gestión radonal del agua, concienciarnos sobre el consumo responsable del agua, creando hábitos más respetuosos con el medio ambiente y los recursos naturales, limitados e impresdndibles.

Para ello un equipo pedagógico ha elaborado un programa para Ayala. Donde una de las vertientes está enfocada al trabajo dentro del aula y la otra se desarro­ lla en el Consorcio de Aguas de Ayala. Aquí, de la mano de las y los técnicos del Kantauriko Urkidetza los niños y las niñas conocen el ciclo natural del agua y el tratamiento que redbe el mismo hasta llegar a nuestras casas.

Desde Kantauriko Urkidetza, los más jóvenes son considerados como un segmento imprescindible si se pretende asentar una Nueva Cultura del Agua, ya que el futuro está en sus manos.

Publirreportaje "Helburuak honako hauek # ra ; ura * kudeatzeko arrazoizko kultura berrM sustatzea, araren kontsugno a r d c ^ ^ u a z kontzientziatzeè'eta ingurumenarekijco eta haliabide naturai, m ugatu età ezinbestel^ e^iko errespetu tìandiagoko ohiturak sortzea. i-iorretarako, p edagogia falde batek Aiararako program a bat egin du. Programa horrek bi aiderdi ditu; tiorietako bat ikasgela barruan garatuko da, eta bestea, Aiarako ur partzuergoan (Kantauriko Urkidetzaf.

Bertan, Kantauriko Urkidetzako teknikariek uraren zikio naturala azaiduko diete haurrei, bai eta, gure etxeetara iritsi aurretik, urari zer-nolako tratamendua em aten zaiQfí eré.

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Kantauriko Urkidetzan, gazteenak ezinbesteko segm entua direla uste dugu Uraren Kultura Berria finkatuko bada; I ere, haien eskuetan dago etorkizun

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Hoy te proponemos salir con nosotros de cazUy pero de una caza muy especial; no necesitaremos ningún tipo de arma^ ya que nuestra pieza será la trufa.

Con la colaboración imprescindible de nuestra perra trufera **Derzu*\ intentaremos dar con ella, desenterrarla y descubrir bajo el manto de tierra del bosque ese tesoro negroy ese hongo exquisito y caro. Posteriormente, ya en casa, prepararemos unas recetas sencillas aromatizadas con oloresy fragancias internas de la tierra de nuestros bosques. acompañas?

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texto y fo to s « F É U X M. AGUILERA

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sta mañana de finales de no­ viembre ha salido fría. No en ^ vano hemos contado ya con un par de heladas en las jornadas previas. La tierra, por tanto, está en las condiciones idóneas para ser hoyada.

Nuestra perra protagonista sabe per­ fectamente que hoy saldremos a “cazar trufas”. Mis habituales movimientos, el hecho de colocarme la mochila a la es­ palda, la forma de cortar en pedazos el queso que recibe como premio cada vez que encuentra una trufa o la manera de limpiar el puntero con el que se desentie­ rra el preciado manjar, todos estos gestos, le indican que hoy vamos a buscar esas bolas negras que tienen un aroma tan es­

BUSQUEDA DE TRUFAS CON "DERZU", LA PERRA TRUFERA.

pecial Contenta, dando vueltas alrededor de sí misma, espera impaciente que dirija mis pasos hacia la dirección que ella co­ noce ya perfectamente.

Una vez en el encinar, es allí donde empieza el verdadero ritual de la caza de la trufa...

Al oír la palabra boHurra - ’trufa’ en euskera- coloca su morro en tierra y em­ pieza a moverse nerviosamente. Mientras tanto, nuestra labor consiste en detectar ciertos indicios entre la hojarasca del bos­ que, señales inequívocas de la presencia del hongo. Es la propia naturaleza la que va dirigiendo nuestros pasos. No hay más que dejarse enseñar por ella: unas huellas de jabalí aquí, unos excrementos de corzo un poco más allá... hasta llegar a un lugar carente de vegetación bajo los árboles, lo que se conoce como un 'quemado'. De hecho, se dice que el hongo trufa tiene un efecto herbicida, es decir, que elimina la mayor parte de la flora de su alrededor.

Otras veces es una mosca especial la que nos indica nuestro camino.

Es en el ‘quemado’ donde la perra no deja de dar vueltas con el morro pegado casi en el suelo. Evidentemente hay algo, pero... hay que encontrarlo. ¡Qué casua­ lidad, por otra parte, que la nariz de los perros se denomine también ‘trufa’! En efecto, si nos fijamos bien, las dos son muy parecidas.

Por fin, junto a una encina y un ene­ bro casi seco, la perra se para y olisquea el suelo más detenidamente. Un segundo después ras­ ca y escarba, S E D IC E Q UE señal inequí­ el hongo trufa voca que nos indica que tiene un efecto ahí debajo herbicida, es hay algo en­ decir, c|ue elim ino terrado. Va­ Id m ayor p arte mos a ver de qué se trata. de la flo ra D E SU Con la A LRED ED O R perra quie­ ta a nuestro lado, tomamos un puñado de tierra con la mano y lo olfateamos. Efectivamente, hemos tenido suerte: el aroma de la trufa es inconfundible. Está ahí debajo, seguro... tan sólo tenemos que desenterrarla. Para ello utilizamos el puntero y. poco a poco, vamos retirando la tierra, con la suavidad necesaria para no romper nuestro tesoro subterráneo. Al fin aparece. La cogemos.

Es buena, redonda y no está blanda, es decir, no está agusanada. Tiene además un olor intenso. “ ¡Muy bien, muy bien! Te has ganado tu premio: un trozo de que­ so". Una vez extraída cubrimos de nuevo el agujero con la tierra removida.

“Otra, Derzu, ¡busca otra!" “BoHurra, boilurra. topabestebat!" ¡Busca otra!

El mismo ritual se repite varias veces, hasta hacernos con unos ejemplares que puedan servirnos para preparar, luego en casa, unas estupendas recetas.

Esta vez hemos recolectado este hon­ go en un encinar, en una trufera natural aunque existen también fincas donde la trufa se cultiva artificialmente. En Araba, por ejemplo, existen actualmente, dos zonas donde la truficultura -el cultivo de la trufa- va poco a poco consolidán­ dose: en la Montaña Alavesa, cercana a Navarra, y en los Valles Occidenta­ les, lindando con tierras de Burgos.

Allí, a principios de los años 90, se plantaron encinas, ave­ llanos y robles micorrizados, es decir, con el hongo de la trufa inocula­ do en sus raíces.

Hoy en día son ya a p ro x im a d a m e n te unas 40 hectáreas las cul­ tivadas en Araba y muchas de ellas están ya en plena producción.

Pero sigamos con nuestro ‘especial día de caza'. Una vez llegados a casa em-

TUBER MELANOSPORUM

TUBER BORCHII.

TUBER BRUMALE.

pezaremos por limpiar las trufas concien­ zudamente: es necesario cepillarlas bien para eliminar todo rastro de tierra que pudieran tener adherido. Una vez per­ fectamente limpias, nos percatamos de su color y de su forma externa, especial­ mente de su peridio o corteza negra, con tintes rojizos y rugosa: una de las princi­ pales características para su clasificación.

Cortando una fina loncha con un cuchillo bien afilado podremos observar su carne interior o gleba. Así comprobamos que, en nuestro caso, ha habido suerte. He­ mos localizado la joya, el diamante negro de la gastronomía, la Tuber melanosporum, la ‘trufa negra de invierno', la trufa negra por excelencia. Su carne negra con venillas blancas o grisáceas y con aspecto que pudiera asimilarse al de un cerebro, así nos lo indica. Unos meses antes, en los mismos o parecidos lugares, hubiéra­ mos encontrado otra especie diferente: la Tuber aestivum o 'trufa de verano', menos valorada que la anterior, con una corteza mucho más rugosa y con la carne interior de un color blanco marronáceo. Existen además otras especies de trufas negras como pudieran ser la Tuber brummale y otra que se ha comenzado a importar desde la zona del Himalaya: la Tuber in-

dicum.

- . - L'tlf t.

MOSCA EN TRUFA.

La trufa r\egra,

wn ser diabólico Estamos ya ante un producto que vamos a degustar. Un producto que hemos obtenido debajo de la tierra, en una zona carente de vegetación, en un 'quemado'. Se trata de un alimento, como ya hemos dicho, en forma de tu­ bérculo de color negro y rugoso y con el interior como un ce­ rebro: esto no puede ser bueno, tiene que ser algo diabólico.

Pues sí. Era eso lo que antigua­ mente se creía en algunas culturas: se pensaba que era un alimento ma léfico, que era hija de las tormentas del verano acompañadas de rayos. Podemos suponer que todos estos argumentos po­ drían haber sido utilizados -sobre todo los ricos y poderosos- para que la mayor parte de los mortales no sucumbieran al encanto gustativo de este manjar.

Mil y urya recetas Retomando el proceso de preparación de las trufas, podemos pelar algún ejemplar y utilizar sus peladuras de la corteza para hacer un aceite aromatizado a la trufa. Únicamente necesitamos un aceite sua­ ve donde introduciremos las peladuras.

Lo dejaremos posteriormente en repo­ so, macerando, para que el aroma pene­ trante de la trufa impregne ei aceite que luego utilizaremos como parte del aliño de cualquier ensalada. Lo mismo pode­ mos hacer utilizando algún vino blanco o coñac y que, una vez aromatizados con los trocitos de trufa, los utilizaremos para preparar cualquier tipo de salsa.

Otro de los usos habituales consiste en, una vez limpias, dejar algunas trufas tal cual, sin tocarlas, en un recipiente con unos huevos. Éstos los utilizaremos poste­ riormente para preparar una tortilla o un revuelto. Otro ejemplar lo dejaremos en

tarro con arroz, con el que, luego, prepararemos un riquísimo rísotto trufa­ do: el aroma de las trufas penetrará por la cáscara de los huevos y en el arroz im­ pregnándolos por completo.

Si tenemos la oportunidad de AN TIG UA M EN TE poder utilizar un S E PEN SA BA que horno o cocina era un alim ento de leña, también podremos pre­ m aléfico, que parar la trufa a la era bija de las ceniza de encina. to rm en tas Únicamente ne­ del veran o cesitamos unas buenas brasas ACOM PAÑADAS de esta leña y la D E RAYOS tmfa la cual, una vez salpimenta­ da al gusto, la envolveremos en un poco de tocino y todo ello, a su vez, en papel aluminio.Así, bajo la ceniza caliente, poco a poco se irán asando. Una vez hechas a su punto las serviremos envueltas en una servilleta: no hay aroma tan intenso y es­ pecial.

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Otra opción es la de tomar una re­ banada de pan de pueblo tostada y acompañarla con unas lonchas de jamón serrano y una lámina de trufa al horno.

O, en vez de jamón, con un poco de que­ so de cabra que queda fundido sobre la lámina de trufa: abrir el horno, oler y... ¡Guauuu!

Podemos seguir haciendo una sencilla ensalada de patata cocida y trufa picada con su aceite. ¡Qué bien se llevan estos dos tubér­ culos: la patata, tu­ bérculo traído de las Américas, y nuestro hon­ go taifa!

Podem os suponer que, an­ tes de aparecer ia patata por estos lugares, la tmfa ha­ bría sido ya habitualmente consumida por nuestros ancestros.

Sobre este tema sería in­ teresante conocer los resultados de los estudios de polinología -estudio del polen- de los restos de esporas en los yacimientos arqueológicos.

Otra receta facilísima sería la de utili­ zar unos espárragos trigueros, jamón se­ rrano, un sofrito de ajos y pedacitos y lá­ minas de trufa, metiendo todo al horno.

Hay gran cantidad de ejemplos de recetas con trufas, desde entrantes fríos y calientes a primeros platos, con pasta, con arroz, con otros hongos o a segun­ dos platos de carne, caza, pescado. Inclu­ so, ¡quién lo diría! hasta en el mundo de los postres: helado de trufas negras, arroz con leche y trufa negra, trufas negras y manzanas reinetas horneadas, trozos de queso de bríe y mascarpone con la trufa

negra de invierno, y así hasta lo que po­ damos imaginar.

Desde estas preparaciones hasta las recetas con el título más largo y rimbom­ bante, nos podemos valer de la trufa. Es tan versátil y aromática que es habitual incluso en la alta gastronomía, en la que elaboran los grandes restauradores y

gourmets.

El precio Siempre que se habla de la trufa se men­ ciona inevitablemente el tema de su elevado precio. En su defensa, podemos afirmar que, consumidas en 'dosis ho­ meopáticas', es decir, con muy poca can­ tidad de trufa. A pesar de ello, podremos conseguir maravillosas preparaciones, tanto desde el punto de vista olfativo -su aroma lo inunda todo-, como gustativo.

Nunca debemos olvidar que son suficien­ tes 10 gr por persona.

Poderes afrodisíacos ¡Ah!, antes de finalizar un consejo... ¡cui­ dado con los poderes afrodisíacos de la trufa! ya que, según asevera el célebre gastrónomo y filósofo francés Jean An­ thelme Brillat-Savarin "...quien dice 'trufa' pronuncia una gran palabra, que evoca re­ cuerdos eróticos y glotones en el sexo que usa faldas y recuerdos glotones y eróticos en el sexo que lleva barba..." Por ello, os animamos a todas y todos a que probéis la trufa siempre en compañía y que com­ probéis. así también, sus efectos. ¡Que algo entrañablemente terrestre y de nuestros bosques penetre en nues­ tros sentidos y nos acerque un poco más a los interiores de la misma naturaleza! ¡Buen provecho! On egin!

FELIX M. AGUILERA ANGULO M iem bro de lo aso c iac ió n de tru ficu ltu ra TfiUNEl y a u to r del libro "L a Trufa: d escu b ierta b ajo tie rra la llevam o s a la m e sa '

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ZIGOITiA 'Tk.

LEGUTIANO

lontramos con este pequeño árbol Jsto, muy abundante en nuestros b o 9 É s y ribazos, que nos ofrece en js frutos ricos en grasas, aceites, minerales y vitaminas. Tradicionalmente utilizados por nuestro pue­ blo, han constituido un gran recurso alimen­ tario y un inapreciable ingrediente de cocina para la preparación de postres, salsas y acompa­ ñamientos. Su aceite, con propie­ dades culinarias, es muy nutritivo y antiguamente se utilizaba para expulsar las lombrices de los niños. También a los pequeños se les daba de comer avellanas por la noche para evitar durante el sueño que mojaran la cama. Así pues, además de servir de alimento, han sido y son utili­ zadas para numerosas aplicaciones, entre otras para combatir la debilidad, la ane­ mia y la impotencia.

Con sus hojas y corteza podemos hacer un cocimiento para cortar las dia­ rreas y las hemorragias. Asimismo, son interesantes sus propiedades diuréticas y circulatorias para mejorar las varices y la circulación en general. Y no podemos desechar sus utilidades en la cosméti­ ca, como tratamiento para la mejora de nuestro cutis, contra los granos, rojeces...., al modo del agua de rosas o bien del fa­ moso agua de hamamelis, con similares propiedades.

Este árbol, símbolo de conocimiento y sabiduría para los antiguos pueblos, era frecuentado y muy utilizado por curan­ deros y brujas, razón por la cual, se llegó a denominar “árbol de las brujas" en mu­ chos lugares.

Sus ramas en forma de horquilla son la herramienta básica de los antiguos zahoríes o expertos en el arte de buscar aguas subterráneas y otros objetos. Para este fin las recogían en luna llena y a ser posible por San Juan. Estas ramas eran frecuentemente utilizadas en los rituales de magia, sanación y fertilidad, atrayen-

do buenas energías, protección y suerte.

Para ello se colgaban en las puertas de las casas de nuestros pueblos.

En flores de Bach las utilizaremos para hacer a las personas más flexibles, perse-

verantes y alegres.

Nos ayuda a canalizar nuestras energías internas de forma más natural y constante.

GABRIEL VAZm iEZ M erbolario d e ip in aburu (Zeanuri)

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U LU fiC

LOCIÓN ASTRINGENTE: Mezclar tres cucharadas de alcohol, una cucharada de glicerina, ocho cucharadas de infusión concentrada de avellano, siete cucharadas de agua de rosas y seis cudiaradas de infusión de milenrama.

Mezclar todos los ingredientes y guardar en sitio fresco. Aplicar en uso externo para granos y piel irritada. « TISANA DE AVELLANO: Cocer a fuego lento 30 grs. de hojas en un litro de agua durante dos minutos. Dejarlo reposar cinco minutos y tomar varias tazas al día. Aplicar en caso de vanees, mala circulación, hemorroides.... « POMADA DE AVELLANO Y AGRIMONIA: Calentar a fuego lento un puñado de hojas de avellano y otro de agrimonia en 300 gramos de manteca o sebo. Apagar el fuego y dejarlo reposar durante doce horas.

Volver a calentar y filtrar Guardar en frascos pequeños. Aplicar en casos de flebitis, hemorroides, varices, heridas...

E D

LOS ÁNGELES ESTÁN EN ORDUÑA

CRÓNICA DE UGAO

A U T O R « Antonio

AUTOR

Molina Medina EDITORIAL « Ediciones Beta / 60 pág / 9 € CONTACTO « pedidos@edlcionesbeta.com En este libro, Antonio Molina realiza un senti­ do homenaje a Avelino y Basilia, un matrimo­ nio de "ángeles" que dieron una oportunidad a una familia emigrante que llegó a Orduña hace 55 años buscando una vida mejor, sin hambre ni odios.

El relato recoge testimonios de los )rotagonistas, vivencias de la época, fotos del ugar y poesías del propio autor sobre personas e historias que le resultan “muy cercanas y familiares". A través de los ojos inocentes de un niño, Molina logra situar al lector en una época de posguerra y auténtica necesidad en la que es imposible olvidar a los "ángeles buenos" que ayudaron a éste y a muchos otros niños a no perder la inocencia ni la esperanza. Un magní­ fico documento también sobre los trabajos y quehaceres diarios en un caserío de Orduña en los años 50.

« Javier García Rodrigo

CONTACTO

« udiarraga@euskalnet.net

Javi "El del Estanco" es, sin duda, una de esas personas que forman parte del paisaje de un pueblo, tal y como pue­ de serlo el edificio del ayuntamiento, la fuen­ te de los Tres Caños o la calle Udiarraga. Su carácter sociable le ha llevado a participar en numerosas actividades de manera muy comprometida, pero sobre to­ das ella destaca una: la montañera. Este animal social, comprometido con los valores solidarios, ha ejercido, además, de cronista de toda una generación con los artículos que ha venido publicando en la revista local de la Asociación de Donantes de Sangre: "Ecos de Ugao", y cuya recopilación ha sido la base para este libro que ahora presentamos.

Más de 60 crónicas, hechas con el corazón y el sentimiento, sobre diferentes aconteceres, rincones, edificios, personajes, instituciones y aspectos destacables de esta villa vizcaína llamada Ugao-Miraballes. Libro de fácil lectura y de interés, incluso para los que no somos de ía citada villa.

MUNICIPIO DE IRUÑA DE OCA. IRUÑA OKAKO UDALERRIA TEXTOS EDITA «

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« Carlos Ortiz de Urbina, José Luis Saenz de Ugarte y Natur C.B. Ayuntamiento de Iruña de Oca (Tel 945 371 064) Muchos ayuntamientos de nuestro entorno publican libros para dar a conocer su municipio, con sus peculiaridades históricas, patrimoniales y naturales, y atraer con ello un cierto turismo. Sin embargo, aunque son publicaciones bien encuadernadas y de elevado coste, suelen tocar los temas muy por encima, dejando escapar la oportunidad de profundizar en el conocimiento de su propio territorio. Es por ello que destacamos la labor y el esfuerzo realizados en esta edición, en la que aparecen artículos de ca­ lidad, bien estructurados y redactados, más allá del conocimiento que exige una publicación de índole turística. Así, aparecen amplias notas sobre sus pueblos y huellas históricas tales como el incomparable "oppidum" romano deVeleía, las ruinas impresionantes

URDUNA: MUCA ETA BIDEA ORDUÑA: CAMINO Y FRONTERA TEXTOS

« José Ignacio Salazar Aretxalde José Miguel Llano Hernaiz / 25 €

SIERRAS DE URBIÓN. NEILA Y CEBOLLERA Rufo Ganuza y Alicia Sanz El Senderista CONTACTO « wwv^/.edicioneselsenderista.com AU TO R «

FOTOS «

ED ITA«

Estructurado en siete capítulos a los que hay que sumar sus no menos intere­ santes prólogo y epílogo, este vo­ lumen bilingüe ilKDUNA: nos acerca, casi m uga eta bidea de una manera imperceptible y siempre de la mano de una fotografía de vanguardia, a la rica historia de la que fuera y es única ciudad de Bizkaia.

Su naturaleza fronteriza hizo que el potencial mercantil y el carácter estratégico a canzasen auténticas cotas de esplendor. Y ello ha queda­ do reflejado en la evolución que han sufrido a través de la historia tanto su imponente adua­ na como el camino de acceso a la Meseta.

Con una exquisita presentación y con textos de lectura ligera, alberga por el contrario abun­ dante documentación histórica, en muchas ocasiones inédita, lo que la convierte en una obra aún más interesante.

Rufo y Alicia, dos navarros de Tierra Estella, especialistas en itinerarios de montaña, 5lfRRA3 Ua^lÓN, nos invitan en este HEILA T CEBOLLERA nuevo libro a entrar en algunos de los espacios más conocidosy a la vez menos frecuen­ tados del universo montañero: el Sistema Ibérico.

Son 25 las rutas propuestas, bien documenta­ das e indicadas "para no perderse" (si uno no quiere), acompañadas, además, con mapas a color dotados de iconos informativos, barra altimétrica y escala gráfica. Algunas fotografías ilustran los espacios a recorrer, perfectamente presentados en los primeros capítulos, dedica­ dos al medio físico y a los aspectos faunistico y de vegetación. En definitiva, un libro recomen­ dable e imprescindible en la mochila o, cuanto menos, en la biblioteca de casa.

ONDIINA;

cam ino y írontera

EL IMPERIO DE LAS SOMBRAS. ROSA NEGRA AU TO R«

Paulorena (Joseba Arconada Beasain de Paulorena)

EDITORIAL « Ediciones CONTACTO

Beta / 304 pág / 9 € « pedidos@edicionesbeta.com Una novela propia de la literatura fantástica, en la que sumergirse para degustar con plenitud la riqueza de personajes, formas de vida, entidades, espacios geográficos, situaciones y realidades mágicas que aparecen entre sus páginas. No es una novela que pueda leerse desde fuera, sin tomar )arte en ella, y tiene mucho que ver con los mundos de la serie "El Señor de os Anillos".

Ancestros, enanos, orcos y hombres viven el juego del destino en tierras y continentes de otra era terrestre. El Bosque de Elssindor, la Gran Muralla, el Viejo Continente, las Tierras Oscuras o Maquom Hadtha son algunos de estos escenarios increíbles. Los incondicionales del género están de enhora­ buena.

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AHITUTA AGOTADA

Estelas: las piedras que hablan

El retom o del lob o

Rappel en el Salto del Nervión I La cueva de Maríazulo I Castañas y enceras I Perderika Belaustegigoitia I Urdui^: la ciudad y la memoria

La sierra de Atrola i Lato^e de Maríaka I Santxotena I La Petronila I RobertLaxaIt I EIrobledeAtxondo I Sta. M* del Yermo

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La meteorologia en el Alto Nervión La ciudad romana de Irui^-Veleia

I El bacalao I Los barrios de Orozko I El empedrado de St° Tomás de Zeberio I Ara de Cordeliz

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AHITUTA AGOTADA

«y?

Cum bres del A lto Nervión

Hes» yJuntas:tufns traiciónales d( miníón

Bolatokl: e l Juego de lo s b o lo s

Geología de Gort>eia I Minas de Baranbio i MadresAgustinas deArtziniega I Arqueología medieval en LervJoño I La gota frfa I La patata

Centenario del monumento delTxarlazo I José Paulo Ulibani I Avestruces I Contaminación lumínica i Menhires en Corbeia I El pintor Joaquín Barbara

I Cuevas artificiales en Alava I Graffiti romanos en Sálvada I El curandero deKatuxa I La tone deArtziniega

Etnografía de las raquetas de nieve

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AHITUTA <1lG0TADA

Lobcns: vestigios d« una luclu milenaria Pico del fraile y Naranjo de Bulnes I Neandertales en Axior I Et chocolate I Cofradía de San Roque de Laudio I El castillo de Orduña

Etimolofias:los twnibm en versión oripnat Jesús de Calindez I Batalla romana en Kuartango i Barrenadores I Ferreria deEIPobal I Trashumancia en la Tierra de Ayala I El bonito

Tierra deAyala; paso lucía Gxnpostela L¿ judería de Vitoria I Nombres de pila I El barrio de Aldama I Aralarlanjta de los gentiles I Los puentes de Bilbao I Intxauf-saltsa

El santuario rupestre d« Arenata

V ik in go s en Euskal H e n ia

Tram pas de caza

Brujas y lamias en Laudio I Túnel de San Adrián I Historia del lince en Gorbeia I Arbitrios y fielatos I LacercadeVillaOO I Los caracoles

El árbol Malato I El Hospital de San Antón I Las murallas de Orduña I La Pistia deDomaiUa I Anboto, mtaporAtxondo I Pastelerías y confiterías en Bilbao

Ayala:laAlta Edad Media I Garrastatxu,de paseo por Gorbeia I LasagadetosArt>ide I FerreríadeTorrelarKÍa I Pastor centenario I Las casas de la sidra I La garrafa de Orozko

T am b ién puedes leer A V N IA en las bibliotecas de: ARABA. Aguraín, Alegría-Dulantzi, Amurrio.

Aramaio-lbarra, Arraia-M aeztu, Artziniega, Asparrena, Bastida, Eltziego, Foru Artzíbategia, Cobiaran, Guardia, Iruña Oka, Kampezu, Lantaron, Lantziego, Laudio. Legutiano, Lezo, Moreta, Oíon, Okondo, Puentelarra, Urizaharra, Urkabustaiz, Villar, Zalduondo, Zula. Sancho el Sabio, UPV-Castelz.

BIZKAIA. Arantzazu, Astarabudua

Erandio, Barakaldo. Aldundia-Bilbao. Begoña-Bilbao, Bidebarrieta-Bilbao, Elorrío. Erandio. Gorliz. lurreta, Leíoa. Mungía, Muskiz. Ondarroa, Karrantza. Sodupe, Gueñes. Urduña.

CIPUZKOA. Azkoitia, Azpeitia. Elgoibar, Errentería, Eskorlatza, Hondarribla. Oñati. Ordizia.

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CUENTOS VASCOS. PINCELADAS LLODIANAS AU T O R « Gorka Urquijo (1895-1966) PRÓLOGO « David Río Raigadas

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im e r a ed ic ió n

« Junio 2005 / 80 págs. / 3 €

Un total de 15 cuentos componen la obra original de Gorka, circuns­ critos casi exclusivamente al medio rural del Llodio de mediados del siglo XX. resultando una imagen literaria muy romántica del llamado mito rural vasco, en et que se idealizan las formas de vida tradiciona­ les del País Vasco de entonces, a la vez que se rechazan los modelos urbanos que iban surgiendo en cada uno de nuestros valles. El cariño hacia su pueblo y el humor hacen acto de presencia en cada una de los relatos, perfectamente analizados y comentados en la introducción que David Río nos presenta a modo de necesaria explicación para compren­ der mejor las lecturas que más tarde nos esperan.

LEYEN D A S DE l A C A M K M A IU A K A Y O n t M POEM AS iN to n o s

LEYENDAS DE LA CASA DE MARIAKA Y OTROS POEMAS INÉDITOS AUTOR « Luis de Lezama y Urquijo (1826-1899).

PRÓLOGO Y c o m e n t a r i o s A LOS TEXTOS « juanjo Hidalgo PRIMERA EDICIÓN « junio 2003 / 60 págs. / 2 €

Son nueve poemas breves, más el épico dedicado al Fuerte Mariaka y otros dos relatos en los que el protagonista es Fabián de Mariaka, perso­ najes de leyenda adscritos a la casa-torre del mismo nombre.

JOSE P&ULO ULI &RRI

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JOSÉ PAULO UUBARRI (OKONDO, 1755 - ABANDO, 1847) EUSKAL HIZTEGIA - DICCIONARIO VASCO AUTOR « Patxi Caté PRIMERA EDICIÓN « Diciembre 2003 / 144 págs. / 3 €

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Con esta obra se pretende acercar al investigador y al público en general una parte de la obra de Ulibarri, aquel euskaltzale nacido en el Okondo del siglo XVIII. El trabajo de Patxi Calé ha consistido en transcribiry pre­ sentar de manera ordenada el pequeño diccionario recogido en la obra epistolar de Ulibarri. el Gutunliburua, acercándonos un total de 3274 palabras en un euskara del s. X IX , procedentes de sus lecturas y conver­ saciones. lo que supone un testimonio lexicográfico nada desdeñable.

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El encuentro con nuestros antepasados en la Catedral de Santa María se ha O f V ih / *ié í-é j'4 jh iz . H o ia

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