leeme un cuento

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“Léeme un Cuento”

Universidad Galileo Diseño Editorial Juan Jose Rodriguez Noyola 09000251


Introducción Este es un libro con diez cuentos para niños. Tratada de dar una moraleja en cada uno ya sea algo bueno como también lo que no se tiene que hacer. El fin de este libro es poder educar a los niños de una manera interactiva, e interesante. De esta manera puede tener interacción el padre con su hijo. De preferencia los cuentos son leídos de noche para que el niño al cual este es leído absorba la información y la procese durante sus sueños. Tratamos de enseñar cuentos breves, para que los niños que aún no saben leer los puedan aprender y de esta manera trasladar la información a sus amigos o compañeros de estudio. Si ellos ya saben leer es más fácil de captar, ya que se les agrego una imagen como referencia sobre la breve historia. Así que empieza a leer, aprender, y a gozar con “Léeme un cuento”.


La zorra y las uvas En un bosque muy lejano, al llegar el mediodía, una zorra muy hambrienta iba buscando su comida. Sin ningún inocente animalillo que llevarse a la boca, se encontró con una hermosa y frondosa parra, de la que colgaban unos hermosos y apetecibles racimos de uvas. Tanta era el hambre que tenía, dejo de pensar en otras presas y se concentró en dar con la forma de alcanzar este pequeño manjar. Primero intentó saltar todo lo alto que pudo para llegar a la primera uva del racimo y tirar de él hacia abajo, pero no consiguió rozar tan siquiera su objetivo. Después, se le ocurrió la gran idea de trepar por su tronco y comer todo lo que estuviera a su alcance, pero sus uñas no eran lo suficientemente fuertes para agarrarse a la parra. Tras muchos intentos, en los que únicamente conseguía un fracaso tras otro dijo en voz alta: -No pienso perder un minuto más para atrapar unas uvas que no están ni siquiera maduras. Si hay algo que no consigues tras muchos intentos, no debes impacientarte, pues tal y como hizo la zorra con las uvas, siempre podrás decir tan ricamente: ¡No está maduro! y pasar de ello olímpicamente.


El calcetín de la suerte Carlitos, era uno de esos niños que era incapaz de salir de casa sin llevar puestos unos calcetines que le había regalado su abuela. Eran tan bonitos y calentitos, que al pequeño le encantaba llevarlos a todas partes, para enseñárselos a sus amigos. Un buen día, cuando su mamá se los llevó para lavarlos en la lavadora, uno de los calcetines desapareció sin dejar rastro. Enterado de la noticia, el pobre Carlitos se puso tan triste, que se negaba a salir de casa, hasta que volviera a aparecer su calcetín perdido. A tal grado llegó su disgusto, que sus padres tuvieron que llamar a su abuela, para que intentara convencerle. Tras descansar de su largo viaje, la abuela Carmen entró en la habitación del pequeño y le dijo: -¿Por qué lloras mi chiquitín? -Ay abuela-dijo hecho un mar de lágrimas-no se como ha pasado, pero alguien me ha quitado uno de los calcetines que me regalaste. -Ya se que te gustaban mucho, pero seguro que ese calcetín está ahora en un lugar mucho mejor. -Pero abuela-dijo gimoteando- ¿Cómo puedes decir eso? -Porque esos calcetines que te regalé, son mágicos y llevan la buena suerte a aquel que le hace falta. Tu ahora solo tienes uno, porque en algún lugar del mundo, hay otro niño al que le hace falta tener más suerte que tú. -Entonces abuela, ¿este también se marchará? -Puede hacerlo, a menos que me prometas dejar de llorar y vuelvas al colegio con tus amigos. ¿Lo prometes? -Lo prometo abuela. Cuando un calcetín se pierda y no puedas dar con su paradero, recuerda que quizás esté ayudando a alguien a resolver sus problemas.


La zorra con el rabo cortado En una pradera de las que rodeaban el bosque, una preciosa zorra quedó atrapada en uno de los muchos cepos que había por los alrededores. Para salir ilesa de esa situación y poder seguir disfrutando de la vida, tuvo que dejarse medio rabo en la trampa. Un hecho, que le hizo perder gran parte de su atractivo y que la convirtió en un animal apático, al que le costaba mucho dejarse ver en público. Cansada de esconderse y tras dar muchas vueltas a la cabeza, se le ocurrió aconsejar a todos los zorros del bosque, que recortaran sus colas de la misma manera que la suya, para que su pequeño defecto no destacara tanto. Convencida de lo acertado de su plan, convoco a todos sus amigos, para hacerles partícipes de la idea. -Amigos zorros, tras muchas cavilaciones, he llegado a la conclusión de que tener una cola como la vuestra, tan solo puede traeros problemas. Es por eso que los invito a que todos nosotros tomemos mi ejemplo y los la contes de esta manera. Mientras un gran murmullo recorría todos los rincones de la reunión, una zorra más mayor dijo: -Sería una muy buena idea, si no la contaras ahora que te has quedado sin parte de tu rabo. Porque, si no te hubieras lastimado ¿nos darías esta recomendación? Moraleja: nunca hagas caso de aquellos que te dan consejos para poder beneficiarse.


El lobo y el perro En un monte muy lejano un pobre Lobo, iba arrastrando su pobre cuerpo en busca de algo con lo que poder alimentarse. Al llegar a un claro, se encontró con un precioso y orondo Perro, al que se acercó rápidamente para conocer su secreto. -Oye perro-dijo el Lobo- ¿Cómo has conseguido esa saludable apariencia? -Trabajando muy duro para mi dueño. -Vaya ¿y no tendrá tu amo un hueco en su casa para mí? -No creo que tenga nada para ti, pero sí que conozco un lugar en el que necesitan a alguien de tus características. Acompáñame de vuelta a casa y con gusto te llevaré a tu nuevo hogar,en el que no habrá de faltarte bocado si cumples con tu cometido. -Suena muy bien Perro. ¿Cuál será mi trabajo? -Depende de lo que tu dueño necesite, ya que en cada época del año suelen asignarte una nueva labor, pero fundamentalmente tendrás que defender la propiedad y evitar que entren en casa gentes extrañas. -Creo que podré hacerlo a la perfección. Contento con la certeza de poder volver a llenar su estómago de comida, marchó feliz junto al perro de vuelta a casa. Mientras continuaban su alegre conversación, el Lobo se dio cuenta de un extraño elemento. -Amigo Perro, te he estado observando y he visto que llevas algo en el cuello ¿podrías decirme que es? - ¿Esto?- dijo señalando su cuello- Tan solo es el collar con el que mi dueño me agarra a la cadena. -¿Una cadena? –preguntó el Lobo muy sorprendido- Acaso pretendes decir que no tienes libertad para moverte a donde gustes. - Hay algunas veces que sí y otras que no. ¿Por qué te interesa tanto saberlo? -Pues yo soy un animal que goza de la libertad y si para poder comer todos los días, he de renunciar a ella, prefiero morir de hambre antes de verme preso. Y tras decir esto, sacó las pocas fuerzas que le quedaban para volver a huir al bosque.


El burrito descontento Había una vez, en un frío día de invierno, un Burrito al que tanto la estación, como la comida que su dueño le daba, desagradaban profundamente. Cansado de comer insípida y seca paja, anhelaba con todas sus fuerzas, la llegada de la primavera para poder comer la hierba fresca que crecía en el prado. Entre suspiros y deseos, llegó la tan esperada primavera para el Burrito, en la que poco pudo disfrutar de la hierba, ya que su dueño comenzó a segarla y recolectarla para alimentar a sus animales. ¿Quién cargo con ella? El risueño burro, al que tanto trabajo hizo comenzar a odiar la primavera y esperar con ansia al verano. Pero, el verano tampoco mejoró su suerte, ya que le tocó cargar con las mieses y los frutos de la cosecha hasta casa, sudando terriblemente y abrasando su piel con el sol. Algo que le hizo volver a contar los días para la llegada del otoño, que esperaba que fuera más relajado. Llegó al fin el otoño y con él, mucho más trabajo para el Burrito, ya que en esta época del año, toca recolectar la uva y otros muchos frutos del huerto, que tuvo que cargar sin descanso hasta su hogar. Cuando por fin llegó el invierno, descubrió que era la mejor estación del año, puesto que no debía trabajar y podía comer y dormir tanto como quisieran, sin que nadie le molestara. Así fue, como recordando lo tonto que había sido, se dio cuenta de que para ser feliz, tan solo es necesario conformarse con lo que uno tiene.


El pirata Malapata El pirata Malapata, era uno de los bucaneros con más mala suerte que surcaba los mares. Todo lo que intentaba hacer, terminaba saliéndole al revés. Una vez, tuvo la genial idea de secuestrar a una princesa y pedir un gran rescate por ella, pero al hacerse de nuevo a la mar, uno de los cañones del castillo, hizo blanco en su barco, permitiendo que la princesa quedara libre de nuevo. En otra de sus aventuras, encontró un enorme tesoro, que amenazaba con hundir su nueva nave. Para evitar quedarse sin barco, decidió esconder su botín en una isla cercana. Ocultado el tesoro de ojos indiscretos, se alejaron de la isla y cual no fue su sorpresa, cuando al mirar por última vez el lugar, vieron como un gran volcán entraba en erupción y hacía desaparecer su preciado botín. Superado este trance, volvió a hacerse a la mar, en un día muy tormentoso. Mientras paseaba por la cubierta oteando el horizonte, una ola gigante lo arrastró fuera del barco. Aferrado al ancla, vio como un tiburón se acercaba peligrosamente hasta su posición, con muy malas intenciones. Aterrado ante la idea de acabar siendo su merienda, saltó con todas sus fuerzas al barco y arrancó la bandera del mástil. Cansado de tantas malas pasadas, se retiró de la vida pirata y creó en el puerto, un pequeño negocio, con el que todo le fue de maravilla.


La estrella diminuta Había una vez en una galaxia muy lejana, una pequeña y simpática estrellita, a la que encantaba descubrir el mundo que la rodeaba. Un buen día, a pesar de las advertencias de sus padres, decidió salir a explorar por su cuenta, ese precioso planeta de color azul que veía desde su morada. Tan emocionada estaba por su visión, que no tomó ninguna referencia para volver a casa. Resignada a su suerte, decidió inspeccionar detenidamente el planeta e intentar disfrutar todo lo posible de su aventura. Allí, dado su gran brillo, todos la tomaron por una extraña luciérnaga, a la que deseaban atrapar. Volando todo lo rápido que pudo, se encontró con una gran sábana, tras la que se ocultó. Al ver que la sábana se movía sola, la gente creyó que se trataba de un fantasma, huyendo del lugar. Tan divertida escena, sirvió a la estrella para olvidarse que estaba perdida y divertirse de lo lindo. Una diversión, que se terminó, cuando fue a visitar al dragón de la montaña e intento asustarle con su disfraz. Lo que no sabía, es que el dragón no le tenía miedo a nada y que su osadía, la iba a llevar a las llamas que salían de la boca del animal. Pasado este mal trago, dio con la solución para conseguir encontrar el camino de vuelta: cuando llego la noche, se subió en una gran piedra y comenzó a lanzar señales luminosas al cielo. Tras un rato intentándolo, sus padres descubrieron su familiar brillo y la ayudaron a volver a casa.


El viajero extraviado Hace muchos, muchísimos años ,había en Suiza un campesino con un carácter tan desagradable, que ninguno de sus vecinos se atrevían a hablar con él, ni dejaban a sus animales, cerca de sus tierras, por temor a que los maltratase de igual manera que a los perros callejeros que se acercaban por su casa. Un buen día, con él en invierno en todo su esplendor, se vio obligado a dejar la comodidad de su hogar y atravesar las montañas, para descubrir qué tipo de herencia le había dejado uno de sus parientes. Como no estaba acostumbrado a salir de su casa, al poco tiempo de ponerse en el camino, se perdió en el bosque. Tras mucho tiempo caminando por un terreno desconocido, se cayó a un agujero. Allí, solo y desamparado, comenzó a gritar en busca de socorro, pero nadie parecía escucharlo. Cuando ya lo daba todo por perdido, sintió una presencia que respiraba muy cerca de su cara. Al girarse, descubrió a un enorme perro, con un barril colgado de su cuello y una manta de cuadros en el lomo. Tras beber un poco del barril y recuperar el calor perdido con la manta, se subió en su espalda y le dejo que le llevara hasta un lugar seguro. Fue así, como el malvado campesino, descubrió lo equivocado que había estado toda su vida y como el San Bernardo, gracias a su herencia, tuvieron su propio refugio en la montaña.


La rana saltaventanas Hace mucho tiempo, había una rana muy curiosa, a la que su estaque le parecía tan aburrido, que decidió salir a explorar el palacio que junto a su hogar se levantaba. Así fue como dando unos cuantos saltitos, se coló dentro del edificio por una ventana, que tenía por cristales una gran pompa de jabón. Lo que no sabía la ranita, es que la pompa, no era de jabón, sino de un componente mágico que la llevó muy lejos de su hogar. En primer lugar, la pompa mágica la llevó hasta una casa llena de lujos, en la que a punto estuvo de perecer en las mandíbulas de un perro. Afortunadamente, pudo escapar de allí saltando una vez más hacia la mágica ventana. Su nuevo destino, fue una increíble charca en la que todos sus habitantes eran tan hermosos, que no podían soportar la normalidad de su nueva inquilina, echándola de allí mientras dormía. Cuando la rana abrió los ojillos, se dio cuenta de que estaba en un sitio totalmente diferente, en el que la pobreza estaba patente en cada lugar en el que posara su vista. Allí, se convirtió en la mejor amiga de un pobre niño, que se desvivía porque nada le faltara. A pesar de sus esfuerzos, el desagradecido animal, al sentir el frío del invierno, volvió a escaparse por la ventana en busca de un sitio más propicio. Pero, no pudo encontrar un lugar mejor, ya que su mala actitud, la llevó a quedarse encerrada para siempre, entre un ardiente desierto y los fríos hielos del Polo.


El viejo perro cazador Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que lo adornaban en su juventud. Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño, consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal consiguió escaparse. Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente. El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo: -Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso. Moraleja: respeta siempre a las personas mayores, que aunque ya no puedan realizar grandes proezas, dieron sus mejores años para darte a ti y a tu familia, una vida mejor.


FIN


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