HORIZONTE DE EXPECTATIVAS Un fanzine filosófico - número 0
NOTA DEL EDITOR
Tamara Feijoo, La cambiante duración de un minuto.
Para Diderot escribir no era una tarea solitaria, sino todo lo contrario. Escribir, pensaba el editor de la Encyclopédie, no era más que otra forma de conversar. Inspirados por esta idea, en la asignatura de Filosofía y Globalización decidimos que nuestra escritura no podía quedar encerrada entre las paredes del aula, sino que debía ser un objeto en circulación. Entre los miembros de la clase primero, pero también (o sobre todo) entre aquellos que estaban fuera de ella. Si la filosofía debe “tender puentes entre territorios incomunicados entre sí”, como nos propone Antonio Campillo en el texto que nos sirve para articular este número cero de nuestro fanzine, este es nuestro esfuerzo por, pensando en voz alta, articular mediaciones. Esperamos que la disfrutéis. Juan Manuel Zaragoza
© Imagen portada: Estefanía San Mateo & Roberto Llorens © De los textos e imágenes sus autor@s Murcia, 2019 Edición, diseño y maquetación JMZB
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CONTENIDOS
4 - 8 NUEVOS ESCENARIOS. Marian Bascuñana 9 TRACK LIST 10 - 13 LA RELACIÓN ENTRE LA FILOSOFÍA Y EL MUNDO. Roberto Llorens. 14 - 17 MUNDO, NOSOTROS, YO. Jose Ignacio Molina 18 - 19 ¿GLOBALIZACIÓN COMO SOLUCIÓN? Manuel Morales 20 - 27 FILOSOFÍA Y GLOBALIZACIÓN Agustín Cerezo 28 - 30 EL PAPEL DE LA FILOSOFÍA EN UN MUNDO GLOBALIZADO EstefaníaSan Mateo
Vicente García-Lázaro, Saalimiip Aqq.
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NUEVOS ESCENARIOS El presente trabajo reflexiona sobre un fragmento de la obra de A. Campillo, ‘Mundo, nosotros, yo. Ensayos cosmopoliéticos’. Campillo se hace eco de la tesis foucaultiana según la cual la filosofía occidental desde la cuna consiste en un intento de articulación de los tres grandes ámbitos vitales de la humanidad: el mundo (kósmos), la comunidad (pólis) y la subjetividad (éthos), para, a partir de ella, pensar críticamente la historia de Occidente y elaborar una propuesta para la filosofía de nuestro futuro inmediato. Ciertamente los seres humanos somos conscientes de la paradoja en que vivimos inmersos: por un lado formamos parte del mundo, éste constituye la totalidad que condiciona y posibilita nuestra existencia, pero al mismo tiempo, nos definimos en contraste con el resto de seres que componen ese mismo mundo, es decir, nos auto-constituimos como sujetos ético-políticos. Esto es lo crucial: construimos nuestra identidad en el marco de una comunidad con capacidad para incluir a unos –a quienes reconocemos solidariamente y que gozan de derechos- y excluir a otros. Hacernos cargo de lo irreductible de las dimensiones biológica y cultural constituye, según el autor, la clave para comprender las dos grandes concepciones del ser humano en nuestra historia filosófica: el dualismo espiritualista, para el que somos una mezcla de dos naturalezas, la biológica y la espiritual, y el monismo materialista, que invierte la jerarquía entre aquéllas y que niega la realidad espiritual más allá de una causalidad evolutiva. Sin embargo, ambas posturas, como señala Campillo, son
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esencialistas: omiten la dimensión histórica y biográfica, fundamentales en el desarrollo de la comunidad y la individualidad, porque sitúan la génesis de los seres humanos en la humanidad misma. Esta idea da cuenta de la contingencia Cartier Bresson, Tras la Estación de San Lázaro
de la definición de las fronteras entre nuestras dimensiones biológica y evolutiva y la cultural, por lo tanto pone de manifiesto que las diferentes culturas no son sino materializa-
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ciones de distintas formas de articular las tres dimensiones ya señaladas: el mundo, la comunidad y el yo. Las tres son espacios que, con sus particularidades, contribuyen a definir al sujeto: en la dimensión subjetiva, a partir del cuerpo desarrollamos relaciones personales; el mundo, por su parte, se erige frente a nosotros como ‘todo lo que yo no soy’, fundando nuestra esencial relación sujeto/objeto, que, a su vez, no es un simple coexistir de dos entidades, sino que es el seno en que todo ser humano vive en compañía de otros. Asimismo, Campillo señala que la articulación entre las tres grandes dimensiones vitales señaladas se produce por medio de la puesta en juego de los afectos, los símbolos (como el lenguaje), y las habilidades técnicas, y al revés, el mundo, la comunidad y la subjetividad hacen posible aquéllas. En la encrucijada de estas dimensiones es donde tiene lugar la vida genuinamente humana, la que el autor denomina ‘cosmopoliética’. El segundo tema tratado en el texto que comentamos es una pertinente crítica a la hegemonía occidental. Efectivamente, el slogan con que tradicionalmente hemos caracterizado nuestra historia, el ‘paso del mito al logos’, venía a justificar de algún modo el dominio de un pueblo (el Occidente blanco y cristiano) sobre todos los demás bajo el argumento de la razón universal, representada, nada casualmente, por el mismo Occidente. Sin embargo, como sabemos, el siglo XX significó la emergencia de nuevas potencias y nuevas relaciones que culminan en la era global. Este nuevo escenario constituye el suelo sobre el que aventurar los nuevos derroteros por los que deba discurrir la filosofía. La postura del autor apunta a un abandono del eurocentris-
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mo que, no obstante, por sí mismo no constituye propuesta positiva: se trata de encontrar ‘vías de encuentro entre las diversas tradiciones filosóficas’ (Campillo, 2018 p. 36). La crítica del eurocentrismo se ha llevado a cabo desde hace tiempo por numerosos autores de todo el mundo: Karl Jaspers, Amartya Sen, Edward Said son algunos de los nombres aquí citados. La coincidencia es, como decimos, que todos apuntan a resituar la historia de Occidente en un discurso no eurocéntrico: aquél que ha asimilado la interculturalidad y el flujo constante de intercambios a lo largo y ancho del planeta. La filosofía se mantuvo, desde su nacimiento en Grecia hasta los tiempos de Hegel, identificada con el conocimiento. A partir del siglo XIX se produce una fragmentación en su seno, concretándose en tres tendencias bastante diferenciadas: la subordinada a la ciencia, la sometida a la política y la que se pliega ante la expresión subjetiva. Este proceso de diferenciación y autonomía de estas tendencias puede terminar significando su aislamiento, al punto de impedir la armonización de las dimensiones ‘cosmopoliéticas’. Precisamente los problemas de la sociedad global contemporánea, de alcance mundial, nos instan a repensar la necesidad de comprenderlas conjuntamente, en toda la complejidad de sus interrelaciones: el feminismo, el agotamiento del modelo del estado-nación y los problemas ecológicos no hacen sino interpelar a la sociedad en su conjunto. Campillo, como filósofo, se cuestiona cuál es el papel específico de la filosofía en este escenario y afirma que hay que partir por reconocer que no hay un suelo de verdad dado, sino que de las relaciones multidireccionales y de diverso ámbito que se dan
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en la sociedad global, no cabe apuntar sino a una especie de tarea traductora, donde la filosofía no ocupa un trono, sino que se ha convertido en una actividad ‘fronteriza, mestiza’.
La era global ha puesto de relieve más que nunca las grandes desigualdades entre los ciudadanos del mundo y el peligro de destrucción del planeta, forzándonos a abrir nuevos espacios de pensamiento en que los viejos marcos (el derecho, la identidad e incluso la propia categoría de sujeto) sean reformados para dar cabida a nuevos sujetos y nuevas formas de entender el mundo. Los retos ambientales y las promesas tecnológicas, las comunidades virtuales y los movimientos sociales de eco mundial son el escenario en que filósofos, científicos, médicos, activistas, políticos y ciudadanos de todo el mundo no podemos sino asumir responsabilidad: del dominio al diálogo, de la fe en el progreso a la lucha conjunta por el futuro. Marian Bascuñana
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TRACK LIST ¡Léenos con música!
1. Daydreaming (Radiohead)
2. Ojos color sol (Calle 13)
3. Après moi (Regina Spektor)
4. Amazing Day (Coldplay)
5. Remember me as a time of day (Explosions in the Sky)
6. Santa Fe (Eva Ryjlen)
https://spoti.fi/2UH1Jyw Horizonte de Expectativas Nº 0
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LA RELACIÓN ENTRE LA FILOSOFÍA Y EL MUNDO La globalización ha conquistado al mundo, incluso dentro de la filosofía. Las relaciones entre mundo y filosofía son más cercanas de lo que nos pensamos. Así lo demuestra Antonio Campillo en su texto “Mundo, nosotros, yo”. La tesis que presenta el Dr. Campillo se basa en una reflexión que el mismo denomina “cosmo-poli-ética”. Esta reflexión consiste en defender que todas las ramas de la filosofía se basan en tres puntos distintos al igual que lo hace un triángulo o un trípode: uno de los puntos de este triángulo es la ciencia , es decir, la forma en la que la filosofía trata el conocimiento en el mundo y nuestra manera de ser en él, esto nos lleva al siguiente punto que es la forma en la que tratamos las relaciones entre nosotros, es lo que se conoce como política y el último punto de este triángulo es al que vamos a llamar ética, la encargada de nuestra subjetividad. Esta reflexión “cosmo-poli-ética” está basada en la idea de Focault de que “la filosofía occidental desde Grecia, es un intento de manejar: el conocimiento en el mundo (ciencia), la convivencia con otros (política) y la configuración de la propia subjetividad (ética)“. Partiendo de esta base, la filosofía tiene que jugar un papel diferente en cada uno de los puntos. El papel que la filosofía debería jugar dentro de la ciencia es el de establecer unos límites morales en algunas ocasiones como puede ser dentro del desarrollo de las armas por ejemplo, o dentro del dinero que se destina dentro de cada apartado del que
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la ciencia se encarga como por ejemplo aportar x millones de euros en armamento militar, en coches autónomos o en desarrollar mejores formas para tratar ciertas enfermedades dentro de la medicina, un poco como de establecer lo prioritario dentro del desarrollo tecnológico y científico. Si seguimos la idea del Dr. Campillo de que nacer es aparecer en el mundo, vivir es estar en el mundo y morir es dejar el mundo, tenemos que ver la manera en la que vivimos y las formas que la ciencia puede ayudar a mejorar nuestra existencia en vez de destruirla, es la ayuda por parte de la tecnología la que nos tiene que llevar a poder mejorar las condiciones de vida en ciertos territorios del mundo o en relación con la naturaleza, por lo tanto, es la filosofía la que debería poner esa tabla de prioridades dentro de la ciencia. Dentro de la política, la filosofía se tiene que encargar de que dentro de nuestros gobernantes o los que toman las decisiones por nosotros, reine el bien común, es decir, que cuando se llegue a una decisión esa decisión se elija por el bien de la mayoría de la población y no por los intereses propios. Esto es, siguiendo la idea que aparece en el texto “Mundo,
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nosotros, yo” de la “condición humana”. Esta idea consiste en que siempre estamos en una relación de identidad con otros seres naturales, ya sea un elemento como la luz o con una persona, somos objetos dentro de un mundo susceptibles de conocimiento. Con la toma de decisiones me refiero a los casos de corrupción por parte de los que supuestamente nos guían, ese momento de elegir entre robar dinero de un fondo de pensiones, o de edificar en un parque a cambio de unos intereses, lo que hace es destruir el mundo tanto las relaciones que se pueden dar entre los ciudadanos de diferentes ideologías como la destrucción del ecosistema en el que vivimos por ello, es la filosofía la que se tiene que encargar de dar conocimiento a aquellas personas que prefieren robar dinero y dejar a unos ancianos sin su sueldo, es decir, la filosofía tiene que restablecer o recalcar las leyes éticas y morales que existen para evitar que esto no ocurra y la convivencia entre nosotros con los otros y con el mundo sea la más adecuada, porque todos vivimos dentro de un lugar al que llamamos mundo. Por último, la manera en la que la filosofía se debería desarrollar dentro de la ética y la moral es un poco mencionado lo anteriormente, la ética es la que engloba tanto las relaciones de los unos con los otros y la moral lo que nos permite hacer el bien por así decirlo. Es lo que nos permite romper con esa diferenciación de haber nacido de un color u otro, o en un lugar o en otro, lo que permite ver a otro como igual, con las mismas posibilidades que todos. Es lo que el Dr. Campillo llama la “fractura ontológica entre la dimensión físico-biológica y la ético-política”, el no poner etiquetas por haber nacido en un lugar u otro de una valla. . Como conclusión, lo que pretendo demostrar en este texto es el papel que desde mi opinión debería jugar la filosofía
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en cada punto de este triángulo “cosmo-poli-ético”. Dentro de la ciencia; establecer la tabla de prioridades en las que destinar el dinero para ayudar a la existencia, dentro de la política; remarcar las leyes establecidas para que gobierne el bien común y dentro de la ética; romper las etiquetas impuestas por una sociedad con falta de de moralidad. Roberto Llorens Fernández
Lido Rico, Chimaera Horizonte de Expectativas Nº 0
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MUNDO, NOSOTROS, YO. LA FILOSOFÍA COMO COSMOPOLIÉTICA Partiendo del pensamiento de Foucault en el texto vemos que A. Campillo toma la filosofía como una cosmo-poli-ética. Es decir, como una relación entre: el mundo(ciencia), donde nos ubicamos todos los seres humanos o el medio que nos provee de lo necesario para desarrollar nuestra actividad vital, el nosotros(política), como las relaciones humanas donde nos identificamos con el otro o frente al otro, y el yo(ética), como la configuración de nuestro ser. A lo largo de la historia se han dado varias filosofías, todas ellas más o menos diferentes entre sí, cuya diferencia radica en la forma de interpretar y relacionar estas tres cualidades interdependientes de la filosofía. Estas tres cualidades de la filosofía nos llevan a una paradoja inevitable y es que el hombre, el ser humano, es al mismo tiempo un sujeto ético-político, y un objeto físico-biológico. Es sujeto, en la relación que tiene con las otras personas, entendido como un “nosotros” inclusivo y reciproco en una comunidad, los que participamos y creamos el mundo, los actores. Es objeto en el sentido exclusivo, el que no pertenece a nosotros, el que no queremos o utilizamos; los hombres vistos como parte del mundo, parte del escenario. Si tene-
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mos en cuenta esta paradoja, nos será más fácil entender la gran diferencia ente el dualismo espiritualista (concepción teológica) y el monismo materialista(concepción biológica). Ambos pensamientos no tienen en cuenta la dimensión ético-política del ser humano como hombre nacido de otro hombre, como heredero de una historia y poseedor de una inherente capacidad biográfica. La dimensión ético- política se abre a partir de las condiciones histórico- políticas y las condiciones biográfico-éticas. Estas dos condiciones se dan en las interrelaciones que convergen en el mundo, nosotros, yo. La relación entre el “yo” y el “eso”, la relación entre el ”yo” y el “tu” y la relación que se da en el ” nosotros”. El problema aparece con las nuevas corrientes filosóficas que nacen junto con el auge de la industria y la tecnología, los movimientos socio políticos y los movimientos artísticos literarios. La filosofía queda relegada a segundo plano en cada una de estas corrientes dejando de ser hegemónica. La filosofía ya estaba supeditada a cada una de las corrientes que solamente daban importancia a una de las tres cualidades que la conforman. La ciencia mira al mundo desde el positivismo; nos identificamos según determinados movimientos políticos y sociales; y pasamos a vernos desde el prisma romántico de hombre como demiurgo y razón de todo lo existente. A partir de aquí, la filosofía termina diluyéndose aún más de forma que parece desaparecer lo propiamente filosófico. Sin embargo, con los nuevos cambios surgidos en las fronteras, en la economía, en el medio ambiente, en la ciencia y la tecnología, se abren otra vez las puertas a una comunidad cosmopolita, donde todo es más cercano y todo de-
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pende de todo. Por lo que sería el momento de volver a la filosofía pensada como cosmo-poli-ética que podría interaccionar como mediadora en todos los campos sin necesidad de ser la primera disciplina. Al fin y al cabo, la ventaja de haberse difuminado en todas las demás disciplinas es que de alguna manera se relaciona con todas ellas. Y eso hace más fácil la intercomunicabilidad. Jose Ignacio Molina Zarca
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Mijo Miquel, Extraños presagios Horizonte de Expectativas Nº 0
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GLOBALIZACIÓN COMO SOLUCIÓN Son dos los problemas fundamentales del texto, por una parte nos encontramos en una sociedad que va en una direccion incorrecta en cuanto a injusticias sociales con nosotros mismos y con el planeta. Por otra parte la filosofía tradicional se encuentra en uno de sus peores momentos dado que ha perdido toda capacidad práctica, quedando al servicio de las ciencias o sin capacidad de abarcar el conocimiento del mundo como un todo, el cual era su objetivo inicial. Ante estos dos problemas A. Campillo realizara una síntesis de ambos por lo que el uno sera la solución del otro. A. Campillo realiza un gran resumen en cuanto a la historia de occidente. Desde Grecia hasta Wittgerstein cuestiona que la razón universal, ese concepto utilizado a favor de occidente para adueñarse de distintos territorios, es criticado debido a que no es algo que sea dado por si mismo, sino que responde a una tradicion sociopolítica que no ve más allá de si misma. Es por ello que expone distintas filosofias postcoloniales que tratan este tema y insiste en abandonar esa tradición filosófica. Muestra como, desde que llegamos al mundo, existe un yo, un nosotros y un mundo con el que nos relacionamos intersubjetivamente, en filosofía estas esferas forman un triangulo que se ha ido rompiendo de forma que en última instancia se han dividido, cada una de ellas comprende el mundo unicamente
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desde un punto de vista. Esto provoca que tras el siglo XIX se haya difuminado los límites de los propiamente filosófico. Es entonces cuando se nos plantean aqui dos problemas, la incertidumbre filosófica por un lado. Por otro lado, la sociedad actual contempla una de sus mayores crisis por la que puede ser erradicada, Los problemas que nos afectan a un nosotros cosmopolita, es decir, las desigualdades sociales, crisis economico-social y el calentamiento global, todo ello derivado de la revolución industrial y a su vez del capitalismo, crean una situacion en la que la filosofía, que se encuentra en un momento en el que no tiene un papel hegemónico como ha tenido anteriormente, debe volver a actuar como tal para tomar esa responsabilidad, la responsabilidad de mejorar el mundo, debe dejar a un lado los distintos conflictos internos para poder convertirse en la solución a los problemas cosmpoliéticos y recuperar así su importancia. Manuel Morales
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FILOSOFÍA Y GLOBALIZACIÓN Para Foucault y desde la Grecia antigua, dar un discurso debe ser entendido, también para el que quiere llevar una coexistencia filosófica, como un todo que incluya la verdad, la política y la ética. Estos tres dominios, para él, son irreducibles e inseparables entre sí, pero sin identificarse con ninguno de ellos, y de aquí (para A.Campillo) la palabra cosmo-poli-ética, como un conato de comprender sus diferencias a la vez que sus artejos. Dado lo cual se configuran las plurales filosofías de la existencia humana en el tiempo y el espacio. Las distintas filosofías aglutinan el mundo, el nosotros y el yo; siempre limitadas por el nacimiento y la muerte del sujeto que las experimentan como condición de posibilidad. Ese agente intersubjetivo capaz de actuar en el mundo configurándolo y transformándolo técnicamente a la medida de nuestros deseos, temores, creencias, leyes y conocimientos. Como desdoblamiento ontológico (sujeto/objeto) que nos permite encasillar a nuestros afines en diferentes categorías y darles una relación moral como lo radicalmente otro, lo inhumano, lo ajeno a nosotros. Estamos ante la gran dualidad antropológica prevalerte de la tradición del pensamiento filosófico occidental: • Dualismo espiritualista (cuerpo mortal/alma inmortal, necesidad/libertad, instinto/ razón, sujeto empírico/sujeto trascendental, etc.): “los humanos somos hijos caídos de los dioses”. • Monismo materialista en sus distintas versiones, realiza una inversión estudiada del dualismo (desde el atomismo antiguo al vitalismo nietzscheano, etc.) don-
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de afirma que no hay otra realidad que la de los cuerpos y fenómenos materiales donde no cabe el nosotros político y el yo ético, donde conlleva la paradoja constitutiva de la condición humana, ya que no reconoce la peculiar realidad intersubjetiva del mundo ético-político y nos reduce a una definición exclusivamente biológica del ser humano: “los humanos somos hijos evolucionados de los animales”. Ambas posturas coinciden en su pretensión de emanar con carácter necesario el estado ético-político del ser humano como sujeto de derechos y deberes a partir de su categoría físico-biológica ignorando que son siempre una impar comunidad histórico-política. En definitiva los contrastes culturales entre distintas sociedades y épocas históricas son, ante todo, diferencias en el modo de articular la relación entre el mundo, el nosotros y el yo. Cuestión esta, o fruto de la intersubjetividad humana y sus condiciones de vida: el cuerpo vivido, la biosfera terrestre y la compañía de los otros humanos, es decir, un mundo simbolizado y habitado en común donde dentro de la relación yo/tú, yo/ eso y nosotros/los otros. La crítica de la razón euro céntrica conlleva la comprensión de la institución de una frontera entre nosotros y los otros; y en último término entre los humanos y el resto de los seres vivos. Se exhorta la articu-
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lación inseparable de estos tres polos de la experiencia: la subjetividad ética, la convivencia política y el conocimiento del mundo; tanto en el desarrollo biográfico u ontogenético como en el desarrollo histórico o filogenético de cada sociedad humana. Rochat cuestiona el “mito de la conciencia autónoma” defendido por la filosofía idealista moderna desde Descartes hasta Husserl, e incluso por teorías psicológicas influyentes. Propone invertir la lógica de estas teorías psicológicas hegemónicas para dar cuenta de manera adecuada de la realidad de la co-conciencia de sí en relación con los otros. El teórico del paradigma de la complejidad Edgar Morin, ha descrito el desarrollo filogenético de la humanidad como una interacción recursiva entre individuo, sociedad y naturaleza. La hominización físico-biológica y la humanización ético-política tienen una relación de causalidad recursiva o espiral creativa donde se combinan la constitución del nosotros, la figura del yo y el conocimiento del mundo. Cuanto mas extraños se hacían los otros por su aspecto físico, su hab-
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la y sus costumbres, con mas fuerza se imponía la prohibición ético-política del intercambio matrimonial con ellos produciendo una ley de la endogamia que reforzaba la dispersión geográfica y la diversidad cultural. Según A. Campillo los tres grandes conectores de la experiencia humana son los vínculos afectivos, los hábitos aprendidos y los códigos simbólicos. La conexión entre el lado subjetivo y el lado objetivo de dicha experiencia se lleva a cabo a través de la pasión, la técnica y el lenguaje. Hacen posible la interacción entre mundo, nosotros y yo. La conclusión es que somos como criaturas inseparablemente cosmo-poli-éticas pendientes del reconocimiento de otras criaturas humanas. Hay muchos sistemas simbólicos que dan cuenta de la interconexión: mitos, religiones, filosofías, ciencias, artes, literaturas, etc. Ya Cassirer ha definido a los humanos como animales simbólicos. J.Derrida definió como “mitología blanca al milagro griego,” donde se supera la metáfora por el concepto, la narración por la argumentación y del mito por la ciencia. Siendo últimamente cuestionado este milenario relato fundacional, donde se menosprecia las otras tradiciones de pensamiento. El proceso de racionalización del surgimiento del Occidente moderno en la Historia Universal fue abogado por Max Weber en su estudio comparado de las grandes religiones del planeta, incluidas excolonias y nuevas potencias emergentes. Vivimos en una sociedad cada vez más interdependiente, injusta e insostenible, y contamos ya con los recursos suficientes para destruirnos como especie viviente. Desde 1945 hemos entrado en una aldea global sobre la que pesan amenazas de dimensiones planetarias, procedentes de los Estados más civilizados de la Tierra: las ar-
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mas de destrucción masiva, la concentración de la riqueza mundial en unas pocas manos y la crisis ecológica global. Max Horkheimer, T. W. Adormo, Kart Jaspers, Gunther Anders, Hannah Arendt, Elias Caetti, Rachel Carson, Barry Commoner, Maria Mies, Hans Jonas, Ulrich Beck, Vandana Shiva, Harald Welzer, etc. son algunos de los filósofos, activistas sociales, científicos y escritores que desde la mitad del siglo XX han venido señalándolo. Se busca la razón común de la experiencia humana y un gran explorador fue K. Jaspers, conocedor de alguna de las derivas del racionalismo occidental. Su teoría contribuyo a problematizar la tesis eurocéntrica de la excepcionalidad y la superioridad del pensamiento filosófico occidental. Se han identificado cuatro grandes sistemas ontológicos: el totemismo, el animismo, el analogismo y el naturalismo. Siendo la dualidad ontológica entre lo natural y lo cultural, el sistema de pensamiento que ha caracterizado, según Descola, al Occidente moderno. Es cierto que la antigua filosofía griega inauguró una nueva modalidad del pensamiento humano, pero no superó evolutivamente al anterior pensamiento mítico-religioso conforme al relato de Hegel, Comte y Burnet, sino que más bien lo transformó y se hibridó con él. Cuando la UNESCO reivindica la filosofía como una escuela de libertad , no se refiere solo a la tradición filosófica europea sino a la pluralidad de filosofías que se cultivan hoy en las mas heterogéneas lenguas, países y tradiciones. Es igualmente cierto que el pensamiento filosófico no sustituyó por completo ni superó evolutivamente al anterior pensamiento mítico-religioso. En Occidente la filosofía ha sido concebida como una cien-
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cia e incluso como la ciencia de las ciencias. La relación de conocimiento entre sujeto y objeto, ha sido considerada como la actividad mas sublime del ser humano, por encima de la convivencia política y de la subjetividad ética. Con A. Comte se inicia la obediencia de la filosofía a la comprensión efectiva del mundo, o lo que es lo mismo, a la investigación científica y al dominio técnico de todos los seres y fenómenos empíricos, tanto naturales como sociales, haciendo de este saber/poder tecnocientífico la nueva religión universal de la humanidad. Estamos ante el cambio de sierva del credo imperante a sierva de la ciencia o de la mera epistemología; y como ejemplo el positivismo lógico de Wittgenstein y su Tractatus donde el objeto de la filosofía es la aclaración lógica del pensamiento.
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Con K. Marx se subordina la filosofía a la crítica de la economía política capitalista y a la transformación revolucionaria de la sociedad:“los filósofos a parte de interpretar los modos del mundo deben contribuir a transformarlo”. Para Foucault la filosofía es como una caja de herramientas al servicio de las luchas sociopolíticas. Finalmente las filosofías de la subjetividad esclavizan la filosofía a la experiencia subjetiva de cada ser humano extraño y a su diferente expresión ética, religiosa, artística, erótica, etc. irreducible a cualquier identidad colectiva determinable por los saberes científicos o por los regímenes políticos. Por lo que el arte y no la moral es presentado como la actividad propiamente metafísica del hombre demiurgo. La existencia del mundo está solo justificada como fenómeno artístico. A partir del siglo XIX la filosofía experimenta una crisis irreparable: subordinación a la ciencia, a la política, a la legalidad y a la experiencia subjetiva. De las filosofías poshegelianas que adoptan una actitud unidimensional: o el mundo, o el nosotros, o el yo. Por lo que ya no hay un saber filosófico totalizador sino que cada perspectiva pretende dar cuenta de la totalidad de lo real como si de un gran angular se tratara. Crisis de la metafísica o su destrucción y reconstrucción posmetafísica: ¿es posible que toda la filosofía occidental haya alcanzado su finito o expiración? Prácticamente todos los grandes se han planteado el contrariedad de los confines de la filosofía. Se produjo una fractura intelectual entre los dos magnos bloques filosóficos del Occidente euroatlántico: los analíticos angloamericanos y los continentales europeos. En cuanto a España la transición fue también una transición filosófica donde las redes alternativas se hicieron con el pod-
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er institucionalizando las nuevas áreas del conocimiento. Sabemos, afirma A. Campillo, que se están produciendo cambios en la naciente sociedad global que afectan a todas nuestras relaciones así también la economía capitalista no es universalizable ni sostenible a largo plazo sino un regimen de expolio protervamente antieconómico porque genera desigualdades socioeconómicas cada vez mas extremas y pone en riesgo las bases naturales de sustentación de la vida humana sobre la Tierra. Necesitamos un pensamiento filosófico que se haga cargo de estas transformaciones y sea capaz de repensar la conexión cosmopoliética de la experiencia humana en el nuevo contexto histórico-político de la sociedad global. La filosofía como vertebradora de las tres grandes dimensiones de la práctica humana( cosmos-polis-ética). Modestamente los humanos de siglo XXI tenemos que pensar que la racionalidad universal no está dada de antemano y que por ello debe ser tejida con razones heterogéneas e incluso conflictivas entre sí; sin ningún método seguro ni garantía de éxito. La filosofía tiene ante sí un gran porvenir y una gran responsabilidad conectando territorios y uniendo la cultura tecnocientífica y la humanístico-artística, Oriente y Occidente, Norte-Sur; mundo, política y subjetividad. Agustín Cerezo Hernández
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EL PAPEL DE LA FILOSOFÍA EN UN MUNDO GLOBALIZADO En el cabaret de la globalización, el Estado realiza un strip-tease y al final de la función sólo le queda lo mínimo: el poder de la represión. Subcomandante Marcos En nuestros días, el mundo se puede considerar desde diversas perspectivas: como sociedad post-industrial, capitalista, posmoderna, sociedad del conocimiento o sociedad globalizada. Pero lo que es una constante es el cambio, y la desigualdad; y lo que es innegable es que las fronteras entre naciones se desvanecen mientras las empresas transnacionales tienen cada vez más poder. De hecho, tenemos amenazas colectivas a nivel planetario que, precisamente, proceden de los Estados más civilizados de la tierra, portando armas de destrucción masiva, acumulando el capital mundial en pocas manos y generando un impacto de crisis medioambiental. Así, este momento histórico plantea nuevos problemas que involucran a toda la sociedad, tenemos un destino común que depende de nuestras acciones colectivas. Somos interdependientes. El problema es que las grandes movilizaciones sociales se han convertido en luchas parciales que, en vez de sumar, fragmentan las fuerzas. El individualismo se posiciona por encima de la acción colectiva y solo se busca el beneficio propio en lugar de un mundo más habitable y justo para todos, y no combatimos las estructuras, sino que no aco-
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modamos a ellas. Por eso tenemos una infinidad de partidos que dicen las mismas cosas bajo distintas etiquetas. Por ello, hay que buscar una razón común de la experiencia humana, más allá del provincialismo europeo, lo que requiere de esfuerzo filosófico para aunar los pensamientos diferentes, unificando la experiencia humana global dentro de un mundo interconectado, que traiga la voz de los distintos territorios para construir un mundo en común, del que todos nos sintamos parte. Así, el filósofo, que estudia el control técnico del kosmos, debería gobernar o al menos orientar en el gobierno de la actividad humana, en las interacciones ético políticas. Para ello, hay que superar la crisis de la filosofía postindustrial, donde el positivismo subordina la filosofía a la ciencia, el materialismo a la política y el romanticismo a la subjetividad, perdiendo la unificación entre nosotros, mundo y yo. Pero si después de la “guerra civil europea” tenemos instituciones que abarcan toda la tierra e intentan superar el fin de la autocomplacencia europea sobre el mundo, necesitamos un pensamiento filosófico que abarque estos cambios y la nueva situación global, acabando con la filosofía unidimensional, tornando a una filosofía mediadora, híbrida e intercultural. La ciencia nos ha enseñado que, por encima del sustrato biológico, se alza la voluntad, y sobre ésta la racionalidad, para justificar nuestros actos. Para la construcción de un nosotros, necesitamos, pues, la subjetividad ética, el conocimiento del mundo y la convivencia política, por lo que la globalización requiere de vínculos entre ethos, polis y cosmos, que posibiliten el triángulo yo, nosotros, mundo. Estefanía San Mateo Hernández
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Algo así tiene que ser el hogar: Oír fandangos mientras las ovejas van tras sus corderos Rebuscar con los dedos las raíces
Tatiana Abellán, Fuísteis yo, memoria líquida
Ofrecer a los tubérculos los tobillos Convertir la voz en ternura y en presa Prometerme una y otra vez que nunca escribiré en vano un libro con las mismas manchas María Sánchez Cuaderno de campo
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Filosofía y Globalización, Curso 2018-2019 Facultad de Filosofía Murcia