Educar sin violencia

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JORGE LUIS FERRARI

EDUCAR SIN VIOLENCIA

LA LEY PROHIBE MALTRATAR A LOS HIJOS 驴C贸mo educarlos sin pegar, ni gritar?

BUBOK Mendoza - Argentina 2013

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Hecho el dep贸sito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina 2013 Jorge Luis Ferrari e-mail jorgeluisferrari@yahoo.es ISBN 978-987-02-6807-9

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Dedicatoria: A mis abuelos, Teresa y Rafael A mis padres, Nélida y Oward A mis hermanos, Carlos y Luis A mis hijos Brenda y Ramiro A mis sobrinos Clara, Evita y Semih A mi sobrina nieta Victoria A Gabriela, quien me dio a Ramiro, y como si esto fuera poco me corrigió una y otra vez los borradores de este libro. A mis cuñadas A mis compañeros y amigos A los niños que son golpeados y no tienen quién los defienda.

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PRÓLOGO

La idea de hacer un libro sobre este tema surge de considerar que estamos en momentos de cambios muy importantes en la educación familiar. Y como en todo proceso de cambio, la confusión suele ser grande. Desde hace ya unos años se han aprobado en nuestros países leyes que prohíben pegar y maltratar a los niños, niñas y adolescentes. Esto para mí está bien y considero que es un mensaje muy claro que se da desde nuestra estructura social, pero lo que no está nada bien es que los padres queden en una nebulosa acerca de cómo deben hacer para educar mejor a sus hijos. Por eso he considerado necesario explicar qué sucede con los niños cuando se les pega o se les maltrata, qué consecuencias tiene para su persona y qué efectos en su educación. De poco serviría lo anterior si no proponemos también herramientas y métodos para educar sin violencia. Muchos padres golpean a sus hijos porque creen que es así como se debe educar, que las palizas ayudan a que los hijos sean mejores y que éstas son una muestra de cariño. No es así, pegar es inútil a la hora de educar. No sólo es innecesario, sino que además es contraproducente, ya que nadie respeta a quién lo violenta. Por otro lado vemos cómo la violencia de género sigue haciendo estragos. Considero que una de las claves para terminar con este flagelo es erradicar la violencia en la educación familiar de niñas, niños y adolescentes. Del mismo modo, ayudaría también a disminuir todos los tipos de violencia que hoy sufre nuestra sociedad.

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He estudiado, investigado y trabajado desde hace más de 20 años los temas relacionados con la paternidad y la educación familiar. Me atrevo, entonces, a ofrecer este material para la REFLEXIÓN, en base a las ideas y experiencia que cada uno de ustedes tenga. No es un libro de consejos ni de conocimientos acabados, es un libro para tener otros puntos de vista que nos sirvan para enfrentar mejor las vicisitudes de la crianza y frente a las cuales, los padres, muchas veces nos encontramos solos. Considero que otra referencia importante debe ser nuestra propia infancia, si queremos tener un vínculo fuerte con nuestros hijos. Permitamos que el niño que fuimos opine sobre cada uno de estos temas y verán iluminarse vuestro camino de padres. Ya hoy nadie puede sostener científicamente que los golpes educan, si en cambio hay sobradas muestras de que destruyen ese vínculo, al que hacíamos referencia, entre padres e hijos. Es justamente desde esta conexión afectiva que se desenvuelve “la magia de la educación”. Por eso es contraproducente pegar cuando queremos educar. A nosotros ¿nos gustaba que nos pegaran? Al recibir golpes ¿sentíamos que nos estaban educando o sólo golpeando? Mientras más palizas y cachetones nos daban ¿acaso teníamos la sensación de estar acumulando conocimientos y valores? Creo que como todos los que han sido golpeados sólo sentíamos dolor, bronca, rencor. A mí, tal como se estilaba en la época, me dieron todas las palizas que correspondieron a las travesuras que me vieron hacer o de las que se enteraron. Mi generación pasó a ser famosa por haberse revelado primero contra sus padres y luego contra la sociedad. Los golpes recibidos en casa y el maltrato en la escuela no fueron ajenos a la levadura de las revueltas juveniles de los años ‘60 y ’70, y eran la razón por la que no nos importaran los bastonazos de policías y militares, quienes además disfrutaban siendo violentos. Tanto habíamos aprendido la lección que pintábamos en las paredes: “la violencia es la partera de la historia“, mientras los de la otra vereda pintaban: “haga patria mate a un comunista” adjetivando de esta manera a cualquiera que luchara por una

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sociedad más justa… y así nos fue. La violencia hizo abortar la joven democracia y el país quedó en un baño de sangre, horror y miseria. Las palizas recibidas de niño no me dejaron tarado ni delincuente (al menos en mi opinión) pero tampoco impidieron que dejara de hacer travesuras o tuviera resultados escolares adversos. Me llevó muchos años reparar el vínculo con mis padres y eso que pegaban bastante menos que lo que “se estilaba en la época” ¿Qué siento hoy cuando recuerdo esas experiencias? Que de ahí salió mi inquebrantable resolución de jamás pegarles a mis hijos. Me arrepiento de muchas cosas, de las que hice o que podría haber hecho mejor con ellos, pero estoy seguro de haber estado en lo correcto no habiéndoles puesto jamás una mano encima; como no fuera para jugar, para acariciarlos o llevarlos por el mundo. Si hay algo de lo que sí me arrepiento es de haberles gritado, y de haberme enojado con cosas que no merecían la pena, y mucho menos la pena de ellos. Al leer las páginas de este libro, a veces tendrán la sensación de que si uno es paciente y correcto con sus hijos todo irá sobre ruedas; perdón si trasmito esa idea equivocada. Siempre habrá sobresaltos y sorpresas, momentos amargos y decisiones dificilísimas, pero tener un vínculo fuerte con los hijos da por resultado el amor, la comprensión y la confianza, que nos sostiene para soportar y salir airosos de esos malos momentos. En cuanto a esta obra, he tratado de hacerla breve y con un vocabulario que no sea sólo entendido por expertos y académicos, aunque cada párrafo tiene fundamentos de muchos de ellos. Los especialistas no encontrarán aquí nada nuevo, como no sea una forma de divulgar sus últimas investigaciones, que intenta ser clara y simple. En pro de esta misma simplicidad expresiva es que cuando digo hijo o niño, estoy refiriéndome a ambos géneros y en algunos casos también a los y a las adolescentes. Cuando decimos padre o padres nos referimos al padre y la madre. Esperamos llegar particularmente a los nuevos padres, o a los que están por serlo o a los que siéndolo ya, desean tener más herramientas para educar a sus hijos. Pero también será de utilidad para todos

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aquellos docentes, terapeutas y profesionales varios que tienen contacto con niĂąos, jĂłvenes y padres. Desde ya, gracias por intentar hacer lo mejor por sus hijos, es todo lo que ellos necesitan. Vuestras opiniones y observaciones serĂĄn muy bien recibidas en jorgeluisferrari@yahoo.es

Jorge Luis Ferrari Potrerillos (Argentina) Febrero 2013 www.serpadre.org.ar

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CAPÍTULO I

OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR

¿Para qué estamos los padres? A diferencia de otras especies en donde los hijos nunca conocen a sus padres y sobreviven sin mayores inconvenientes, los humanos nacemos tan indefensos que si alguien no nos cuida y alimenta, morimos. Pero además esta situación de indefensión continúa por varios años. La principal función de los padres es cuidar a sus hijos hasta que estos puedan valerse por sí mismos.

Y aquí entra la segunda función: educar. Procurar que vayan aprendiendo todo lo necesario para poder ser autosuficientes. Si hicimos bien las cosas, eso se producirá cerca de los 18 años y si la hicimos mal, ni siquiera a los 38. A los 18, aunque no queramos verlo, es un adulto, que ya tiene todas sus funciones biológicas y sociales en marcha: puede trabajar, defenderse de las vicisitudes de la vida, protegerse de la intemperie y reproducirse. Debemos procurar que lleguen a esa edad siendo responsables de sus actos y de su vida.

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Vínculos afectivos entre padres e hijos Estas dos funciones (proteger y educar) se complementan con otra que es también fundamental en la especie humana: darle amor a los hijos. Crecer no es fácil y el cariño ayuda. Da la energía y la confianza necesarias para ir superando obstáculos y alcanzando metas. Para los padres tampoco es fácil la crianza de los hijos. Requiere mucho tiempo, esfuerzo, paciencia (y dinero). La energía para todo ello, la da el amor. Cuidar la relación de cariño, de confianza entre unos y otros, es una tarea de los padres; tan importante como la alimentación o la higiene. Los vínculos afectivos con los hijos son fundamentales para criarlos sanos y equilibrados. Que un niño sienta1 que no tiene el cariño o la dedicación de sus padres es peor que si le faltan vitaminas, calcio, hierro o si no tiene quien lo lave. La falta de vitaminas se soluciona mucho más fácil que la falta de cariño. El amor es el combustible para el crecimiento como persona, si éste escasea o al niño le parece que no llega, el crecimiento se frenará y los problemas arrancarán. Por eso contar con fuertes vínculos afectivos entre padres e hijos es tan importante. Son los llamados “vínculos primarios” o “apego”. Debemos cuidar que no se dañen, ni se debiliten.

Ambos padres presentes Antes se pensaba que era suficiente la madre para criar a los hijos, pero ya hace varias décadas que se ha visto que es mucho mejor cuando ambos padres participan de la crianza, tan cerca uno como el otro. Los grandes beneficiados son los hijos, que pueden contar con los 1

A veces el niño tiene la “sensación” de que no lo quieren. Porque lo retan o le pegan, porque los padres se van a divorciar o si ya están separados, porque no los ven mucho, han formado nueva pareja o viene un hermanito. Sea por lo que sea, hay que tranquilizarlo y asegurarle que vuestro cariño hacia él es incondicional. Que no tenga dudas de eso, le ayuda para todo.

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dos para cubrir sus necesidades más diversas, y apoyarse en uno u otro según lo vayan necesitando a lo largo de su vida. Porque los hijos necesitan a ambos para crecer sanos y equilibrados, cuando uno de los dos falta es fácil que descarrilen (tanto los padres como los hijos). Rotos los viejos esquemas del modelo patriarcal, las tareas de crianza no recaen con exclusividad en la mujer sino que son responsabilidad del padre y la madre. La mujer podrá entonces continuar con su vida y no interrumpir todo, cuando queda embarazada para dedicarse únicamente a ser madre. Los hombres hoy deben hacerse cargo de las tareas de crianza a la par de la mujer. Los que ya lo hacen, están muy felices de hacerlo. No sienten que eso merme su masculinidad, como antes se pensaba. Viven de manera más plena en la medida que pueden incorporar a la vida sus emociones. Criar hijos nunca es fácil, pero cuando la tarea se comparte las cargas se alivian. Cuando uno tiene un mal día, o no está en condiciones de hacerse cargo, el otro lo releva. Para los hijos, contar con los dos padres evita quedar a expensas de arbitrariedades, palizas y humores, de los que no hay escapatoria cuando falta un progenitor. Al estar ambos padres se duplica la riqueza que el niño recibe desde la cuna. Escuchando dos voces, siendo mecido y cuidado por dos personas diferentes va creciendo con todo lo que cada uno puede darle, para identificarse y diferenciarse, para jugar y para aprender. Ser criado por dos personas distintas e igualmente amadas, enseña a que lo diferente no es de temer sino que posibilita enriquecer la vida y disfrutar de muchas más cosas2.

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Pueden ver desarrollado “la crianza compartida por ambos padres” (viviendo juntos o separados), en los libros de N. Zicavo y J. Ferrari de la bibliografía.

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Obligaciones de los Padres con sus hijos3: Alimentarlos, Cuidarlos Jugar con ellos Acompañarlos en el crecimiento Trasmitirle valores Enviarlos a la escuela Socializarlos Prepararlos para defenderse en la vida Procurarle un oficio, una profesión con lo que puedan mantenerse económicamente Inculcarles el respeto a ellos y al resto Enseñarles a cuidar la naturaleza y el medioambiente Defender sus derechos y enseñarles sus obligaciones. Respetar siempre al otro progenitor

Las obligaciones de un niño son respetar y obedecer a sus padres, pero los niños no entienden de obligaciones, aunque suelen ser obedientes. A lo largo de este libro veremos cómo hacer para que esto sea posible. En cuanto a los derechos, los padres somos los responsables de que no se los vulneren. Ni nosotros, ni otros individuos, ni instituciones públicas o privadas, deben cercenarle o escamotearle ninguno de sus derechos.

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No es un listado definitivo, ni esta ordenado jerárquicamente

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Observarlo para conocerlo Desde Rousseau a Krishnamurti, pasando por todos los pedagogos modernos, lo primero que dicen es: observar a los niños para poder educarlos. Conocerlos, saber sus particularidades, estar al tanto de sus deseos y opiniones. La educación para ser efectiva se debe ajustar al educando, a su forma de ser, a su manera de encarar la vida. Lo que no se adapte, le resbalará y no tendrá ninguna trascendencia.

No ser pasivos, ni permisivos Nada más contrario a educar que ser pasivos. Enseñar es acción pura, es presencia, diálogo, ejemplo; escuchar y tener en cuenta al otro. El progenitor que tiene una actitud distante frente a sus hijos establecerá una relación vacía y poco significativa, por lo tanto nada educativa. Igualmente, cuando desde el comienzo dejan su crianza totalmente en manos de terceros o cuando por comodidad o indolencia no reaccionan frente a las acciones negativas o peligrosas de sus hijos. Que a lo largo de este libro planteemos que a los hijos no hay que pegarles, ni maltratarlos no significa que haya que ser permisivos. Significa que es innecesario pegar para educar. Tenemos que buscar otros métodos para sancionar y corregir que no sean agresivos. La violencia no tienen nada que ver con la educación y si con las deficiencias en el carácter del educador y en su capacidad de enseñanza.

Formarlos integralmente No sólo se trata de enseñarles las normas de convivencia y de preocuparnos porque en la escuela les vaya bien. Hay que esforzarse para que desarrollen todas sus potencialidades y germine su creatividad, su amor por la naturaleza, por las actividades artísticas y deportivas. Más allá de que se destaquen en algún aspecto no descuidemos los otros.

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Los humanos son seres grandiosos que pueden desarrollar diversas aptitudes en lo intelectual, en lo artístico, en lo deportivo y en el campo de los afectos, eso hace a la integralidad de la persona a cubrir todo el espectro de sus potencialidades y necesidades. Eso hace también al equilibrio y a la felicidad de la persona. Cuando uno tiene desarrolladas las diversas dimensiones de su persona puede enriquecer cada una de ellas con lo que le aportan las otras y además recuperar energías o despejar la mente, cuándo en uno en de estos campos las cosas no marchan bien. Fomentar el desarrollo de una sola faceta de la vida es de extrema fragilidad. Estaremos generando personas fuertes en algo (deporte, arte, resultados escolares) pero débil en general, y esto nunca es bueno. En las últimas décadas ha habido un sobredimensionamiento de los aspectos intelectuales sobre el resto. Están también los que ponen todas sus esperanzas en convertir a su hijo en una Maradona o un Messi, aún en contra de su voluntad. La formación debe ser lo más integral posible, esto hace también a la salud mental. No esperemos que la escuela se encargue de estas cosas ya que apenas si puede con la transmisión de conocimientos y en muchos casos con mediocres resultados. Por otro lado, es en la familia donde debe aprender a manejar sus sentimientos, en crecer también en lo emotivo. No descuidemos este aspecto, que se le ha dado en llamar la “inteligencia emocional”, si no queremos que vivan angustiados, ansiosos o que por no saber controlar sus emociones sean conflictivos o exploten a cada rato. Hoy se los denomina “analfabetos emocionales”.

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CAPÍTULO II

EDUCAR BIEN A NUESTROS HIJOS: MUCHO MÁS QUE PONER LÍMITES

“La violencia es el fracaso de la inteligencia” Luis Fonticella Padrón

Hablar de poner límites cuando nos referimos a la educación es limitar la tarea formativa, es restringirla sólo a un aspecto, que por sí solo no existe. Poner límites a un campo es un paso necesario, pero cultivarlo es lo importante. Para los padres la tarea es formar4 al niño y dentro de esa formación está la de establecer límites.

¿Qué es educar bien a nuestros hijos? Desarrollar todas sus potencialidades. Procurar que posean una buena imagen de sí mismos (autoestima).Trasmitirles nuestra herencia cultural. Que sean respetuosos, capaces de pensar y tomar decisiones. Que no se hagan daño, ni hagan daño a los demás. Que puedan valerse por sí mismos. Por ahora con eso basta, claro que hay mucho más para 4

Utilizaremos “formar” y “educar” como sinónimos, si bien en tanto que pedagogos somos conscientes de las grandes disquisiciones que puede haber en torno a un concepto y otro.

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decir. Por ejemplo: que nos hagan caso pero no porque si nomas, sino para que todo lo anterior pueda ser trasmitido y concretado. En el ámbito familiar, cuando son pequeños, los límites son para proteger, que no toquen lo que les puede lastimar o quemar, o lo que pueden romper o descomponer. A medida que el niño va creciendo ese tipo de límites desaparece y entran a jugar otros más sociales, como pueden ser ciertas normas de convivencia y de comportamiento.

Casa segura Cuando el niño empieza a gatear o a caminar, lo mejor es preparar la casa para que pueda moverse con toda libertad y seguridad. Así no tendremos que estar a cada rato diciendo: “NO, NO, NO”. El niño debe poder sin peligro gatear, caminar, mirar, tocar y hacer todo lo que necesita para poder desarrollarse y terminar de poner a punto sus funciones físicas, así como establecer las bases de su andamiaje intelectual. Que pueda moverse y actuar con cierta libertad es fundamental, en estas, sus primeras excursiones al mundo para tener una actitud positiva y segura. Totalmente distinto si por cada cosa que hace recibe un grito o si cuando toca algo le pegan. Cuando están fuera del hogar, hay que identificar los posibles peligros y generarles una zona segura, procurando también que no le falten elementos con los que entretenerse sanamente.

Claro que hay que decir NO Pero sin violencia, con firmeza pero con cariño. Lo importante es que sean más los SI que los NO. Si el pequeño niño vive rodeado de cosas que no puede tocar y a las que no puede acercarse sin recibir un grito, un golpe y un NO, sin duda que su crecimiento se verá acotado, limitado. Pasará el día de frustración en frustración y de reto en reto, porque quieto es difícil que se quede. Las posibilidades a corto plazo

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para ese niño son dos: o le da por la abulia, y no se interesa en nada ni en nadie, o le da por la agresividad, que será su manera de expresar su permanente frustración. Cuando se sienten frustrados (muy a menudo) ellos no pueden manejar eso que les ocurre. Usted debe ayudarlo, no empantanarlo más. Los pequeños tienen una cualidad sensacional que es la de olvidar rápido sus enojos, hay que permitirle llorar o hacer el berrinche con lo cual él se despoja de la energía negativa acumulada y luego ayudarle a ser el niño tierno y cooperador de antes. Contengámoslo en su enojo y se le pasará en pocos segundos. En cuanto a sus acciones indebidas, detengámoslas con firmeza pero con cariño. Impidamos que lo siga haciendo pero expliquémosle y acompañémoslo, tal vez no entienda mucho los por qué, pero le gustará que estemos con él y le hablemos. Eso será suficiente para ponerlo contento y olvidarse de hacer la travesura.

La educación debe tener más SI que NO Eduquemos positivamente. Hay tantas cosas para enseñar a un hijo, no nos pasemos el día prohibiendo lo que no puede, sino mostrándole lo que sí puede. El rol de los adultos con un niño pequeño consiste en brindarle material para alimentar su extraordinaria evolución5, hablarle, “conversar” con él, contarle cuentos, escucharlo y mirarlo mientras hace sus monerías. Mucho contacto visual, muchos abrazos, mucha interacción y muchos mimos. Aproveche cuando son chiquitos, luego ya no podrá. Poner a su alcance todo tipo de objetos que pueda manipular con seguridad, con diferentes texturas, pesos, colores, temperaturas. Que agarre y suelte, que haga fuerza con sus bracitos y piernas. Que escuche música, que él mismo pueda hacer sonidos, que traiga y lleve cosas, que nos escondamos y nos busque, etc. Poner límites es necesario, pero 5

Hasta los tres años el niño avanza en todos los aspectos a una velocidad que luego nunca más tendrá, tanto en lo motriz, como en lo psíquico, afectivo e intelectual. Esos años son fundacionales, es cuando se graba la matriz de lo que será esa persona.

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debe ser excepcional, no central. Seamos conscientes, además, que si no le damos nosotros algo para hacer, él se lo buscará y ahí vienen los problemas mayores. El límite principal a esa edad es el límite al aburrimiento, a que no tenga nada para hacer, para tocar, mirar o escuchar ya que es con todo eso que él avanza, aprende, crece.

Cómo decirle NO a los más chiquitos Con cariño y firmeza. No se permita pegarle a una criatura, ni gritarle, contrólese. A los bebés eso al principio los aterroriza y luego los encapsula6. Cuando le diga que NO, o le trasmita alguna restricción, póngase frente a él, mirándolo a los ojos y suavemente pero con toda seriedad dígale que no toque eso (o que deje de hacer lo que hacía), dígale brevemente por qué no, al tiempo ofrézcale otro objeto para que juegue o lo aleje del peligro o de la situación conflictiva. Si le pega o maltrata, ya antes de que empiece a caminar, impedirá el establecimiento normal de los “lazos de apego”, que son los que vinculan al recién nacido con sus padres (o con aquellos que le dan sus cuidados fundamentales). Póngase límites, contrólese. Si usted se excede y hace todo un escándalo, el niño primero se sorprenderá de verlo tan loco y luego se asustará. Por eso comienza a llorar a grito pelado, porque está ATERROSIZADO. Hasta que empiezan a caminar, mejor que estar diciéndoles a todo que no, es alejarlo de los peligros o sacar de su alcance lo que les puede perjudicar. Si usted le pega o le grita, además de asustarse quedará profundamente decepcionado de usted, que era su persona de confianza, el “apego” de que hablábamos. Si cada vez que el pequeñín 6

Cuando a los niños pequeños les pegan y gritan, para superarlo, se encapsulan, cortan su vínculo con la fuente de donde emanan esas agresiones, ignorándolas o lloran apenas se le acerca alguien; se retraen y viven para adentro, cualquier intercambio lo sentirán como una agresión.

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hace algo mal, usted tiene reacciones agresivas, la conexión entre ambos se deteriorará rápidamente. Entenderá que usted está ahí para amargarle la existencia y dará comienzo a una larga y ardua batalla por lograr crecer a pesar suyo: berrinches, enojos, gritos y travesuras de las más variadas. Todo, por no tener un poco más de paciencia. En realidad es mucha la paciencia que se necesita. Pero si quitamos del medio los golpes, sacudidas7, gritos y todo tipo de agresiones, la tarea es mucho más fácil ya que el niño será más obediente y lo acostumbraremos a solucionar los problemas hablando. Conservaremos intacta nuestra conexión – el vínculo - con él y la confianza que nos deposita. Así todo es más llevadero. Con los NO, ocurre lo mismo que con la moneda cuando hay inflación, mientras más hay, menos vale cada una.

Que sus potencialidades florezcan En los primeros años de vida, a los niños hay que darles permanentemente cosas para hacer, son como esas viejas locomotoras a vapor, debemos estar constantemente poniéndole carbón para que funcionen a pleno y no causen inconvenientes. Ellos trabajan en lo suyo, crecer rápido, las 24 horas del día. Sí, aún cuando duermen, que es cuando procesan la infinidad asombrosa de cosas que han vivido ese día. No pongamos límites imposibles, no pretendamos que se quede quieto más de un par de minutos. Nosotros, como padres somos responsables de que el niño cuente con una gama rica y variada de estímulos y experiencias para que sus potencialidades florezcan y se desplieguen.

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Muchas lesiones internas y muertes, de los que se ignoraba su origen hasta hace pocos años es causada por sacudir a los bebés, cuando estos lloran y uno se pone nervioso.

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Lo fundamental ocurre en los tres primeros años Ahí ellos requieren toda nuestra atención. Y al mismo tiempo necesitan toda la libertad que se les pueda dar, para que desarrollen a pleno su motricidad, su lenguaje y establezcan las bases de su personalidad y de sus estructuras intelectuales. Es muy importante para nuestra tarea educativa conocer en detalle las particularidades de las distintas etapas de crecimiento por que pasan los niños, en particular si somos primerizos. Para ello nada mejor que leer algunos de los libros que tratan sobre cómo es y qué hace el niño a cada edad, incluso ahora hasta por internet se puede consultar esto. Es de una utilidad asombrosa. Saber de antemano, año por año, qué van a necesitar, qué les va a gustar, cómo va a ser su carácter y qué cosas están pasando en su interior, facilita enormemente la tarea. Por ejemplo saber que si a los dos años, se pone muy fastidioso y negativo, no es porque se volvió loquito, sino que es normal a esa edad. Los especialistas la denominan, la primera adolescencia. Por supuesto que son consideraciones generales, pero que nos permiten entender mejor las particularidades de nuestro hijo, en cada etapa de su crecimiento.

Cuando ya son más grandecitos No sólo cambia el tipo de límites, sino también la forma de hacérselos conocer. Al pequeñín no le podíamos decir: “si vamos a lo de la tía no toques sus plantas”, ya que no entendía esas consignas a futuro, pero a uno más grande, y que ya razona, sí. Ya podemos decirle cuáles son las reglas en la casa o cuando salimos de paseo. Cuando no hace caso, uno le recuerda la norma establecida y le advierte de que la próxima vez habrá una sanción. En algunos caso no habrá que esperar la reiteración para sancionar, lo que sí es importante es que desde el vamos el mal

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comportamiento no sea gratuito, que no nos vayamos en amenazas y luego no cumplamos, porque rápidamente nos tomarán el tiempo. No seamos ridículos ni obsesivos con lo del “mal comportamiento”, no pretendamos que un niño de cuatro años se comporte en la mesa como un adulto. Si le pedimos que junte sus juguetes, no pretendamos que los ordene por tamaño u orden alfabético. No hagamos un escándalo por una tontera. Si la niña sale para ir a un cumpleaños, con el pelo suelto o con una trenza, no vale nuestra mala sangre ni que haga un berrinche y vaya enojada adonde debería haber ido feliz y despreocupada. No queramos que nos obedezca por el sólo hecho de obedecernos, demasiadas restricciones reales le tenemos que poner como para inventar otras. La sanción tiene que tener relación con la falta cometida y de ser posible que incluya su reparación o la indemnización del daño. Si le quitó algo a alguien que lo devuelva, si rompió algo, que con sus ahorros lo compre (si está a su alcance) si ensució el piso o desordenó que limpie u ordene (en la medida de su posibilidades) con la idea de que entienda las consecuencias de sus actos. Pero al igual que con los más chiquitos debemos evitar que el niño sienta que está en un campo de concentración y que es castigado por todo. Además, fijarnos que no haya sido sin querer o de que no lo hubiéramos advertido o enseñado. Hay algunos adultos para quienes los niños son culpables de todo hasta que se demuestre lo contrario. Que la severidad de la sanción no este dada por nuestro estado de ánimo sino por la gravedad o falta cometida. Si venimos muy enojados de afuera, o era mucho el cariño que le teníamos a lo que nuestro hijo rompió, tomémonos el tiempo necesario para calmarnos y luego hablemos con él acerca de lo que hizo. Cuidemos el vínculo, es único y frágil. Siempre debemos tener presentes que los niños necesitan correr, gritar, reír, subir, bajar, trepar, probar sus capacidades físicas, investigar, averiguar… y si no se lo permitimos, igual lo harán. No podemos castigar a los niños por jugar, ni aterrorizarlos cuando hagan alguna travesura de

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las que son propias de su edad. Si entre 4 y 10 años son más las restricciones que las posibilidades, lo llenaremos de frustración, de resentimiento y de bronca. Tendremos un chico agresivo, que cuando no estemos presentes hará desastres. Un niño infeliz que hará infelices a los que lo rodean. Por favor, recordemos nuestra infancia, es la mejor guía para educar a los hijos. No seamos hipócritas, si odiábamos bañarnos, por qué ahora le vamos a hacer un escándalo a nuestro hijo por lo mismo, o si fuimos pésimos estudiantes por qué lo vamos a tratar de tarado, cuando no trae buenas notas. Nuestra infancia nos debe ayudar a comprender a nuestros hijos y a mediatizar las situaciones.

Los límites son sólo la periferia Los límites son muy necesarios, deben existir para que el niño no se haga daño ni cause daños. Pero lo fundamental es que ellos sean la periferia de un gran espacio, en donde los chicos puedan hacer muchas cosas, en donde nosotros les procuramos actividades, les facilitamos estar con amiguitos, conocer lugares y vivir experiencias diferentes. El limite más importante que deben entender es el respeto a los demás, si entienden eso, muchos menos NO habrá que pronunciar. Respetar a los otros niños: no agredirlos, ni quitarle los juguetes. Respetar a los mayores. Que vayan internalizando aquello de que “sus derechos llegan hasta donde empiezan los del prójimo”. Pero esto no se aprende de un día para el otro, ni con una sola vez que lo mencionemos. Otro límite importante es el límite al egoísmo, los niños son naturalmente egocéntricos. No podemos enojarnos, ni pegarles porque lo sean, pero sí podemos ir tratando de que compartan, de que sean generosos (también lo son naturalmente) y solidarios. Esto además de importante como valor a adquirir, nos evitará grandes rabietas cada vez que un hermanito o amigo quiera un juguete de él y para que entienda que no todos estamos a su servicio las 24 horas, sino que tenemos otras cosas que hacer. Que su ego no lo angustie (por ser muy grande o muy pequeño).

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El sentido de los límites es también que se vayan autocontrolando, moderando sus ímpetus, sus pulsiones. Que poco a poco aprendan a manejar sus rabietas, sus frustraciones, su ansiedad. Las personas no pueden controlar lo que sienten, pero sí limitar lo que hacen. Deben aprender que se pueden enojar, pero no pueden romper todo o agarrar a patadas a los que están alrededor. El autocontrol se aprende y los límites que le ponemos son también para que los niños vayan siendo dueños de sus actos. Como siempre, nada mejor que predicar con el ejemplo. La doctora Laura Moreno Mercado me contaba que en alguna ocasión su querido maestro Lama Lahnang le decía que cuando te das cuenta que estás enojado, en cuanto te des cuenta, pregúntate: “me sirve de algo estar enojado? me hace bien? le hace bien a mi familia? ” y así dar posibilidad a que este enojo se pase. También daba el ejemplo de que el inicio del enojo es como si encendemos un cerillo. Un cerillo es fácil de apagar; pero que si no lo detenemos en ese momento y al contrario, si al fuego del cerillo lo alimentamos con más combustible y aire, va a crecer y después será incontrolable. Sucede lo mismo con el enojo, si ya que estamos enojados le damos vuelo a nuestras ideas de que “ya se lo habíamos advertido”, “que esto no está bien”, etc., etc. cuando nos demos cuenta ya nos habremos violentado y perdido el control, con la pareja, los hijos o quien tengamos enfrente. Y otro maravilloso ejemplo que da, es que cuando perdemos ese control decimos y hacemos cosas que después, aunque nos disculpemos, no quedan igual. Como sucede con un jarrón bellísimo y frágil de cristal; si lo rompemos, aunque después lo reparemos y peguemos con mucho cuidado, quedarán todas las marcas de la rotura, igual sucede con nuestras parejas e hijos.

Hay mucho escrito sobre los límites, están muy a la moda, pero recordemos que nuestra principal función es que nuestros hijos se desarrollen y logren la autosuficiencia, entonces preguntémonos siempre si lo que queremos imponer no va en contra de eso. Con los límites debemos frenar las acciones impropias y no las apropiadas para su edad y sus características personales, de lo contrario lo que limitamos es su desarrollo, su autoestima y sus ganas de vivir.

Hay padres insoportables Hay quienes sobreactúan su rol paterno, llenando de NO y de gritos restrictivos a sus hijos. Me llama la atención, en los consultorios o en alguna reunión social, ver padres que aplastan a sus hijos con los NO y con innecesarios llamados de atención. Padres que sobreactúan su rol,

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que les hacen pasar vergüenza, los humillan o se burlan de su impericia o de sus desaciertos. Todo esto deteriora su autoridad y el vínculo afectivo entre ambos. Buen padre no es el que más NO dice sino el que menos necesita decir. Haga valer su autoridad y su NO, utilícelo sólo en las cosas importantes. Para poder imponer límites, debemos nosotros primero encontrar el punto justo entre los comportamientos y actitudes que debemos alentar o desalentar. Si el niño puede hacer lo que le venga en ganas sin que nadie le diga nada, se lastimará o se hará daño de una u otra manera. Si todo se lo prohibimos, el niño no contará con las actividades y experiencias necesarias para su desarrollo. Los padres no estamos para limitar, estamos para formar, para educar. Entonces los NO tienen que ser los menos. No para hacer una educación permisiva, sino porque queremos una educación positiva: que al niño le enseñe cosas, le agrande sus perspectivas, le fomente la creatividad y la realización de nuevas experiencias. Esto, se lo tenemos que dar en la casa, no nos ilusionemos que se lo dé la escuela después, después ya será tarde. Si uno quiere saber poner límites debe “limitarse” a no decir más de dos NO seguidos, sin haber propuesto actividades para distraer y para entretener al niño.

Brutalizar al hijo Hay padres que todavía dicen a sus hijos, “si te pegan o te molestan, pega, aprende a defenderte”. Eso estaba bien en la “época de las cavernas” pero no en el “mundo civilizado”. Primero porque los chicos, en muchos casos, no son capaces de distinguir bien si el otro realmente lo agredió o simplemente no quiere jugar con él, segundo que no son capaces de medir sus actos y pueden que causen un daño muy grande en el otro niño y tercero que vivimos en una sociedad con sus reglas y autoridades. Por lo tanto, si alguien molesta a nuestro hijo no

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debe devolver trompadas, sino acudir al adulto que está a cargo para que tome las medidas correspondientes. Si este no lo hace, que nos lo diga a nosotros para que vayamos a quejarnos y lograr que respeten los derechos de nuestro hijo. Si le decimos “si te pegan, pegá” estamos brutalizando a nuestro hijo. Estamos haciendo de él una persona violenta, una persona con quien luego nadie querrá estar. Reitero, ellos no tienen el criterio formado para distinguir correctamente quién “merece” una golpiza, entonces sentirá que está autorizado a golpear a todo aquel que lo moleste o no haga lo que él quiere. Si queremos enseñarle a defenderse, enseñémosle a alejarse de los violentos y a recurrir a las autoridades para que tomen las medidas pertinentes. Tal como se hace en las comunidades civilizadas.

Niños aburridos o desatendidos Cuando hay un niño de menos de cuatro años presente hay que estar prestándole atención permanente, por eso la importancia de que estén ambos padres involucrados en la crianza. Si uno no se ocupa de que esté entretenido luego se deberá ocupar de los daños. Cuando ya es mayorcito y puede entender y seguir un razonamiento es importante que conversemos con él de qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, qué es lo que se puede hacer y qué no. Si él los entiende, lo internaliza: lo hace suyo. Hay veces que uno no puede ponerse a dar explicaciones. Pero si tiene bien sustentada su autoridad frente al niño y goza de su confianza, bastará que le diga: “NO, luego cuando lleguemos a casa te explico”. El niño, que lo respeta y sabe que luego se lo explicará, le hará caso aunque no sepa los porqués. La mayor parte de las travesuras más perjudiciales la hacen los niños cuando están aburridos y sin nada que hacer. Entonces

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procuremos que eso no ocurra demasiado a menudo. No es que siempre tengan que estar haciendo algo, a veces están cansados (crecer agota) y no tienen ganas de hacer nada. Pero cuidémonos cuando tienen ganas de hacer algo y no saben qué. Ahí vienen los líos. Procuremos que la solución para entretenerlos no siempre tenga forma de pantalla: televisor, computadora, Wii, PlayStation, XBOX, jueguitos del teléfono móvil y lo que inventen en los próximos meses y años. No soy de la idea de que todo eso es nocivo, al contrario creo que aprenden muchas cosas, desde la psicomotricidad fina y la coordinación visomotora espectacular que desarrollan con esos jueguitos, hasta algo de historia, ciencias naturales o geografía. Pero siempre estemos atentos a la clase de juegos con que se entretienen y fundamentalmente que no pasen todo el santo día (y la noche) pegados a una pantalla del tamaño y tipo que sea. Si juegan con amiguitos mejor, porque lo otro que debemos cuidar los padres es la socialización de nuestro hijo, es decir que sea capaz de relacionarse con otras personas de su edad y de otras edades. Este aspecto es sumamente importante para todo el proceso de su identidad, de la formación de su autoestima. Si su vida se limita a estar con su familia y frente a una pantalla, se está perdiendo toda una dimensión de su persona y del mundo que lo rodea, luego cuando vaya a la escuela e intente socializar sufrirá las consecuencias. Digamos que este es un límite al revés, hay que alentar que salga y que no se quede encerrado. Tengamos en claro que el problema de los límites no son los chicos somos los grandes, que no sabemos a veces cómo ponerlos, o no somos coherentes. Si yo para decirle “no le pegues a tu hermanito”, le doy un chirlo8 o una serie de coscorrones: ¿qué es lo que el niño debe aprender, a pegar o a no pegar?

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Chirlo, en Argentina se usa cuando se pega a los niños, generalmente con la palma de la mano ya sea en la cola, en la cabeza o donde se pueda. “Te voy a dar unos chirlos” debe ser la frase más escuchada por algunos de nuestros niños cuando son un tanto inquietos.

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CAPÍTULO III

¿QUÉ ENSEÑAMOS CUANDO PEGAMOS?

Cuando pegamos a un niño, así sea despacio, le enseñamos a pegar, mostramos que la violencia es una forma válida de relacionarnos con los otros. Los niños aprenden repitiendo lo que ven hacer a sus mayores: “si ellos pegan, yo pego”. Enseñamos a ser violentos con cualquier persona que diga o haga algo que no nos gusta. Aún se discute por qué algunos niños son agresivos, lo que sí se sabe seguro es que el comportamiento de los padres y del entorno inmediato, favorece esa agresividad infantil o la hace desaparecer.

Para educar, es inútil pegar Cuántas veces hemos escuchado, “a pesar de que uno le pega no entiende”. Y es lógico, porque la violencia es contraria a la razón, y entender es un mecanismo de la razón. La violencia no ayuda a entender, ayuda a ser agresivo. Lo que uno no entiende con palabras, es mentira que lo pueda entender con golpes. La violencia hace que uno haga cosas de manera obligada, apenas desaparece la presión y la vigilancia, la conducta vuelve a ser la anterior, sino peor.

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Una persona de mi edad me decía: “de chico yo era bravísimo, mi viejo me tenía que estar pegando a cada rato”. Es al revés, era bravísimo porque le pegaban a cada rato. Es un mito que los golpes calman a los bravos, al contrario convierten en agresivos a los inquietos. Cuando al principio decíamos que cuando lo golpean, uno no ve ni escucha, (se encapsula) es porque responde a un mecanismo de defensa muy humano de aislarse de las situaciones que le provocan dolor. Se desconecta de la realidad hasta que los golpes cesan. Mientras usted le pega, su hijo con la mente, se va a otro lado: dirá todo que sí, pero no escuchará nada.

Perder el amor de sus padres Para los niños eso es lo más terrible que les pueda suceder, ya que sus padres son todo su mundo y su contacto con el universo. Los golpes y las constantes reprimendas, para él son una clara muestra de que no lo quieren o de que lo están dejando de querer por su mal comportamiento o por lo que sea. Aunque los padres le digan que “le pegan por su bien”, el niño no lo entenderá como una muestra de cariño; como no lo entendería usted si su conyugue le pegara y le gritara a cada rato, usted también pensaría que el cariño se acabó. El temor de perder el amor de sus padres, de decepcionarlos, de no poder cumplir con todos los requisitos de un excesivo rigor, puede ser el origen de numerosos desequilibrios en la psiquis del niño.

La violencia sólo engendra violencia Los seres humanos no aprendemos a los golpes, la violencia causa dolor, lastima, destruye, aleja, genera resentimiento y deseos de venganza. Al que le pegan, cierra los ojos y no ve ni escucha nada, como no sea su dolor y su humillación, por eso pegar no sirve para enseñar. Dicen que uno aprende de los golpes, efectivamente uno así sabe dónde

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están sus enemigos y de quién se tiene que cuidar. Por eso decimos que lo más sensible a los golpes son los vínculos, la relación entre el que golpea y el golpeado. Históricamente los golpes han servido para “quebrar voluntades” no para enseñar nada a nadie. La violencia no genera sabios pero si muchos sumisos a todo y rebeldes contra todos. “El que a hierro mata a hierro muere”. También podríamos decir que “el que siembra tormentas cosecha tempestades”. Y mil dichos más sobre como a la larga, uno es la primera víctima de sus propios actos. Quien educa a golpes a sus hijos, que no espere otra cosa de ellos cuando estos crezcan, sólo lo puede salvar que hayan quedado tan debiluchos de cuerpo o de espíritu que jamás se atrevan, pero vaya destino para uno y otro.

Diferencias abusivas Hasta en el boxeo se cuida que los que pelean tengan el mismo tamaño y peso. Es mucha la diferencia entre un adulto y un niño. Cómo no va a causar una impresión terrible en un chico de dos años cuando su padre o madre le pegan, lo empujan o lo tironean. Imaginémonos que nos agarre a nosotros un gigante de 500 kg, de cuatro o cinco metros de altura y nos sacuda de un lado para el otro o nos dé cachetadas. Piensen en la mente de esa criatura, cuando, cada dos por tres, se le acerca esa mole amenazante y le pega un sopapo. ¿Cómo no llorar a grito pelado? ¿Cómo no aterrorizarse? Si con el tiempo ya no se amedrentan es porque se terminan acostumbrando a los malos tratos y porque, a pesar de su pequeño tamaño, tienen una fuerza vital que les hace sobreponerse a todo. Es más factible que se acostumbren a los sopapos a que se queden quietos y tranquilos. En algunos casos, llega un momento en que los gritos y golpes son una victoria, que debajo del llanto festejan, ya que significan que sus padres - siempre ocupados en sus cosas - lo estaban mirando cuando hizo su proeza y se ocupan de él.

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Diferencias abusivas II Aun cuando esa diferencia abismal entre el tamaño del padre o la madre y del niñito de tres años vayan siendo mermada por el crecimiento del chico, igual seguirá habiendo una diferencia de poder y de status entre padre e hijo que hace que sea un abuso pegarle. Depender absolutamente de sus padres para sobrevivir, lo coloca en una situación de desventaja total. Y cuando se revele, será para ya no respetar nada ¿Cuántos cachetones necesita un niño para revelarlo? Averiguarlo cuesta caro.

Pegarles a los hijos es mal negocio Los hombres somos animales de costumbres, si para decir NO usted golpea, luego deberá golpear cada vez que dice NO, para que le crean o lo tomen en serio. Pero además, deberá golpear más fuerte, ya que el niño no sólo se acostumbra sino que va haciéndose más grande y más resistente Salvo que lo deje morado o sangrando, cada vez le hará menos daño físico y lo único que resultará dañado es el vínculo afectivo entre ustedes. A medida que pase el tiempo, lo respetará menos y luego, hasta se reirá de sus golpes. Más pronto que tarde, se los devolverá, no tal vez en la misma forma, pero sí en mayor desobediencia, en buscar en la calle la comprensión y el cariño que no encuentra en el hogar, en no importarle nada de lo que usted piense o diga, en hacer lo contrario de lo que usted quiere, en hacerle trastadas a propósito, sólo por hacerlo rabiar. Por eso decimos que pegar es un mal negocio, con un resultado eficiente en lo inmediato (deja de hacer lo que estaba haciendo) pero de consecuencias funestas a mediano y largo plazo.

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Sólo una cachetada de vez en cuando Esa es la mejor muestra de que no hace falta la violencia. La vez que ese padre cree que si debe dar una cachetada, tampoco es necesaria. Si siempre entiende con razones, ¿por qué ahora no? Tal vez no lo entienda a la primera vez ni a la segunda, pero la cachetada no hace entrar en razones a nadie, sólo hace que uno se cuide, se esconda o mienta.

“Si mis padres lo hacían, está bien” Nada enseña más que el ejemplo, son nuestras actitudes las que los hijos graban a fuego. Si cada vez que estamos nerviosos, contrariados o con bronca nos descargamos en ellos, hay serias posibilidades de que luego ellos hagan lo mismo y así perpetuamos la violencia familiar y social. Nuestros padres pueden habernos querido inmensamente y habernos dado mucho, eso no significa que si nos pegaban estaba bien. Sólo quiere decir que usaban un método que era costumbre en el pasado, como pegarle a la esposa, y que ahora debemos desterrar. Uno tiende a proteger la imagen de sus padres, ya que es una parte fundamental de nuestra propia identidad. Esto hace que nos inclinemos a olvidar, borrar los malos recuerdos y justificar sus acciones negativas. Es un mecanismo de defensa que prefiere no destapar ciertas cosas del pasado para no desequilibrar el presente.

Pegamos más por nuestras desventuras que por sus travesuras Muchas veces los padres pegan, no por lo que sus hijos han hecho sino por lo que a ellos le han hecho ese día en su trabajo. Por lo nerviosos que el tránsito lo puso, porque las cuentas no le salen, porque

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su conyugue no quiere sexo, porque sí lo quiere, porque se le quemó la comida, porque perdió el turno al médico o porque su nuevo novio/a no vino a la cita. Es decir, cuando uno anda cruzado los niños la ligan. Suelen ser la válvula de escape, el eslabón más débil en la cadena social. Son los únicos que nos aguantan que les gritemos, peguemos y sacudamos, sin que nos puedan ocasionar un daño inmediato. Los hijos suelen soportar estas agresiones estoicamente. Unos pocos logran comprender que, en realidad, le está pegando o gritando a otro. Pero muchos creen que los castigan por como son o por que no los quieren y los hacen sentir la peor de las personas. Aunque no queden marcas físicas de golpes, es mucho el daño que le están haciendo.

Permiso para ser violentas En las mujeres se puede dar también otra situación. Está mal visto que una niña o adolescente pegue, lo menos que dirán de ella es que es un marimacho. Los chicos la tratarán mal y las chicas no la querrán cerca. El repudio será unánime, porque la sociedad no ve bien que las mujeres sean violentas. Pero esta restricción, se levanta cuando se es madre. Ahí pueden dejar salir las presiones acumuladas a lo largo de su vida sobre la cabeza, las orejas, el pelo o las nalgas de sus pequeñines. Todas las ganas que fue acumulando de reaccionar violentamente, ahora las puede canalizar “educando” a sus hijos. No dejo de sorprenderme en la calle o en los supermercados cuando veo madres que atacan violentamente a sus hijos pequeños con una saña que sin duda no tiene nada que ver con lo que el niño hace o deja de hacer en ese momento.

Riesgos de mayor violencia Hay situaciones en las que crecen los riesgos de maltrato, todos conocemos lo que sucede en los casos de alcoholismo, o de otras adicciones en las que los chicos son muy golpeados o descuidados.

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También, cuando los padres son adolescentes, muchas veces no tienen la madurez suficiente para poder soportar la enorme presión que significa cuidar a un bebé o a un niño pequeño. Esto puede generar situaciones de descuido o de violencia. En estos casos se requiere que la familia o los organismos públicos específicos, los acompañen y ayuden. Hay situaciones sociales que hacen aumentar los maltratos, como son las crisis económicas, el desempleo, la inseguridad laboral. También las disputas conyugales, cuando sus protagonistas no son capaces de resguardar a los hijos de sus problemas de pareja. En nuestros libros anteriores (ver bibliografía) nos referimos a la necesidad de crear un “área protegida” alrededor del niño en la que los padres separados sólo entren con la camiseta de padres, dejando afuera y para otros momentos todas sus otras rencillas, de modo tal de salvaguardar a los hijos de todo aquello que sea ajeno y/o negativo para su crianza.

Mostrar que está enojado Esos dicen algunos padres: “yo le pego una buena cachetada de vez en cuando para que se dé cuenta de lo enojado que estoy o para que entienda claramente que eso, no lo voy a permitir”. Mi abuelo con la mirada ya me decía lo enojado que estaba, lo de agarrar la varilla y corretearme, para mí era más bien un juego, cuando me alcanzaba ganaba él y cuando no, yo. Él lo hacía por costumbre, pero sus palizas eran totalmente innecesarias, su educación me llegaba a raudales por otros medios: su ejemplo, su palabra y sus silencios. A mis abuelos les sobraba autoridad no sólo porque siempre que los necesitábamos estaban ahí, sino porque hacían realidad nuestros sueños y de la mano de ellos conocimos mundos increíbles. Porque cumplían su palabra y podíamos confiar mucho más en ellos que en nosotros mismos. Nacidos en los primeros años del siglo XX, mis abuelos fueron criados con toda la violencia de la época; con sus hijos disminuyeron un poco esta atroz costumbre y con los nietos ya se dieron cuenta que el amor enseña y los golpes ensañan.

Antes, se pegaba por costumbre y porque creían que eso hacia bien. Hoy está demostrado que esto afecta seriamente el desarrollo de los niños y sus vínculos afectivos y sociales. Si nos hace falta pegar, para expresar que algo no nos gusta, es que estamos muy mal, es que

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nos hemos gastado toda nuestra reserva de autoridad. No es a cachetadas que eso se soluciona.

Hoy una sonrisa, mañana un cachetón Es muy común que una misma acción por parte de un niño, hoy provoque una sonrisa del padre y hasta una exclamación de orgullo por las cosas pícaras que hace su retoño y que al otro día -como vino cruzado o mal de ánimo- por la misma “gracia” reciba un grito o un coscorrón. Es humano e imposible de evitar que reaccionemos diferente pero lo que si podemos evitar son los golpes y el maltrato. Pongámonos límites a nosotros, si luego queremos poder ponerle límites a nuestros hijos.

Ahora un cachetón, enseguida una caricia Hay otro problema con esto de golpear a los chicos, uno luego siente culpa. Porque se da cuenta que se le pasó la mano, porque ve que él no había hecho nada malo y no le creyó o porque ese día había venido cruzado del trabajo y descargó en él toda su furia. Sea por lo que sea usted siente que se excedió y como el niño ha quedado dolido, enojado u ofendido, usted hace lo posible por ganarse su perdón: lo abraza, lo acaricia, le da mil besos, le explica y le dice que nunca más lo volverá a hacer, le compra todo lo que quiere. Durante ese día y varios más, no se animará a decirle nada ni a ponerle límites, ya que demasiado tuvo con la golpiza propinada. Así crecerá ese niño entre golpizas y límites elásticos, pésimo pronóstico para cuando llegue a la adolescencia.

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Hoy una cachetada, mañana dos, pasado tres Otro de los problemas de educar con violencia, es que la dosis debe ir aumentando para obtener la misma efectividad. Cuando a uno lo tienen acostumbrado a los golpes, éstos ya no le duelen y si duelen, porque además de aumentar la cantidad aumentan la intensidad, ya no les importa. Uno aprende a despegarse de la situación, a no estar ahí. Por eso aparecen los chicos y las mujeres amoratadas y con huesos quebrados, porque ya no le dieron un golpe ni dos, sino que fue “necesaria” una tremenda paliza.

¿Y aprendieron? No, por eso los siguen golpeando, porque ya dijimos que con golpes no aprende nadie. Lo único que se puede lograr es que en ese momento dejen de hacer lo que hacían y sólo mientras esté cerca o se pueda enterar el golpeador. Los agresiones no cambian las ideas, sólo muestran, dónde y delante de quién no es conveniente expresarlas.

Cerca de la casa de mis abuelos había un gran canal de riego en el cual nos juntábamos todos los chicos de la zona para nadar y refrescarnos. Teníamos totalmente prohibido ir, ya que esos canales son muy peligrosos, entre otras cosas por sus variaciones en el caudal de agua. ¡Los chirlos que a mi hermano y a mí nos dieron por ir a bañarnos ahí en las calurosas tardes de verano! ¿Y dejamos de hacerlo? No, pero tratábamos de que nuestros abuelos no se enteraran.

Bart Simpson, ¿aprende algo con los golpes que le da su padre? No, siempre es igual de atorrante; y a Lisa, ¿ha hecho falta pegarle para que sea buena persona? No. Porque los golpes no enseñan, sólo rompen o deterioran los vínculos.

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“La letra con sangre entra” Mentira, lo único que entra con sangre son microbios y enfermedades. Domingo Faustino Sarmiento no inventó esa sangrienta pedagogía pero sí quedó en nuestra historia nacional como su promotor. Ni siquiera es autor de esa frase9, en la cual muchos aún creen y lamentan que ya no puedan pegar a los alumnos, como lamentan que tampoco puedan seguir matando indios y criollos para quedarse con sus tierras y sus mujeres como predicaba ese mismo prócer. Los curas Maristas a los que fui en la escuela primaria, expertos en golpes y torturas pedagógicas, agotaron conmigo sus violentos artificios, sin lograr que tuviera buena ortografía, ni aceptable caligrafía. Lo único que obtuvieron es alejarme de su dios, a fuerza de coscorrones y reglazos en manos y piernas.

“Somos hijos del rigor” Ya que estamos con frases célebres, no podemos dejar de tener en cuenta aquella que dice que “somos hijos del rigor”. Particularmente creo que es tan falsa como la anterior, pero digamos solamente de que rigor, no es lo mismo que violencia. Uno puede ser riguroso, en su vida, en su trabajo y esto no significa para nada que sea agresivo. La paradoja e hipocresía de estas frases es que siempre se usan para los demás.

¿Los más golpeados son los más educados? Evidentemente no, los que han tenido mejor ejemplo sí, los que tuvieron la dedicación y el cariño de sus padres o de otros mayores, sí. Sin duda que a veces un niño golpeado logra salir adelante, pero tengan la seguridad que no es gracias a los golpes sino a pesar de ellos.

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Esta frase ya la usaba Miguel de Cervantes en el Quijote, entre 1605 y 1615, bastantes años antes que naciera Sarmiento.

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De hijos golpeados a maridos golpeadores Esto de: golpear, pedir perdón, ponerse cariñoso, jurar que no lo hará nunca más y luego volver a repetir todo en ese mismo orden ¿no les recuerda el típico comportamiento del marido golpeador? Como ya dijimos, todo viene de la misma raíz, son comportamientos que se aprenden en la infancia.

Gritos y malos tratos A veces, los gritos tienen el mismo efecto nefasto que los golpes. Esto me lo enseñó la vida. A mi hijo, a quien nunca le pegué, en cierta oportunidad por algo que había roto estaba atemorizado y decía que lo iba a matar. A mí me extrañó, porque él no era de andar exagerando o mintiendo. Sin embargo, luego, charlando los dos tranquilos, me hizo saber que cuando yo me enojaba y gritaba para él eso resultaba tan violento que se aterrorizaba.

Que los hijos se sientan mal porque han hecho algo que mereció nuestro reto, está bien. Pero hasta cierto punto y nunca ese punto debe ser el de sentirse aterrorizado, ni mucho menos. Porque ellos no saben manejar esas situaciones de sentimientos tan extremos. Porque el miedo paraliza y así nadie crece. Levantar la voz puede que sea necesario para advertir un peligro o para asegurarnos que nos escuchen cuando no estamos cerca, puede que a veces se nos escape algún grito cuando estamos nerviosos o salidos de las casillas, pero una cosa es eso y otra que sea nuestra manera permanente de intentar corregirlos o de comunicarnos con ellos.

Padres que humillan Corregir no es agredir, si no, es peor el remedio que la enfermedad. Si para retarlo usamos la humillación o el insulto degradante y reiterado, somos nosotros los que nos estamos portando mal. Los padres estamos en una situación privilegiada para humillar a nuestros hijos, los conocemos como nadie, sabemos sus debilidades, sus

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intimidades, sus miedos. No debemos usar ese conocimiento y esa postura privilegiada para dañarlos.

Sin levantar la voz Algunos adultos, no son de pegar ni gritar, pero viven diciendo a los niños que no sirven para nada o que son tontos. Los tratan con displicencia o los menosprecian. Los adultos suelen ser más inteligentes (por poco tiempo) que los niños, entonces les gusta sobrarlos, les gusta hacerles notar su incapacidad, su torpeza. En algunos casos es a los únicos que les pueden mostrar su pretendida superioridad, entonces lo hacen a cada rato. Esto genera una dura situación para la autoestima (en plena construcción) de ese niño o adolescente Pensemos en nuestro jefe o en nuestro conyugue, si cada vez que llegamos nos dice: “Oh, ya llegó el tarado/a, ¿qué tal inútil?” Pero hay un agravante, en el caso de los hijos: esos insultos degradantes vienen de los seres más importantes, cuando no únicos en su mundo, lo escuchan de quienes deberían cuidarlos y protegerlos. El daño, a la percepción de sí mismos y del mundo que los rodea es inconmensurable. Hay hijos que se pasan la vida tratando de demostrar a su padre o madre de que no son tal o cual cosa, que ellos en algún momento le dijeron. Las palabras de un padre a un hijo no se las lleva el viento, quedan percutiendo en su mente de por vida, aunque a los padres nos parezca que no nos escucharon.

Violencia pasiva La violencia se ejerce de muchas maneras, no sólo con golpes, gritos o humillaciones. Uno está violentando a otra persona cuando la obliga a hacer algo sin interesarse por sus deseos o yendo en contra de sus intereses. Cuando aprovechando su mayor fuerza física, su posición

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privilegiada y/o su mayor capacidad intelectual lo manipula constantemente e intenta dirigirle la vida hasta en sus más mínimos detalles, sin darle importancia a lo que él diga o piense. Esto que todos hemos hecho a veces con nuestros hijos, se torna sumamente pernicioso para la vida y para la personalidad del chico cuando es una constante en la relación. Tarde o temprano ellos se dan cuenta y reaccionan, ya sea con agresividad (“y no sé por qué, si yo nunca le pegué”) o con la misma moneda, y si no pueden, ponen distancia. A nadie le gusta vivir siendo manipulado.

Violar los derechos de las niñas, niños y adolescentes Una forma muy común de ejercer la violencia pasiva es cuando a un hijo le suprimen alguno de sus derechos, por ejemplo el de su identidad o el de ser criado por ambos padres. En general el ausente es el padre, ya sea porque irresponsablemente se fue o porque la madre (o la familia de la madre) se lo sacó de encima. El esclerosado sistema judicial y las leyes retrogradas, también colaboran mucho en alejar a los hijos de sus padres. Aquí también se suele escuchar, “yo no sé lo que le pasa a esta niña, si nunca le pegamos, si le damos todo y está siempre agresiva y de mal humor” Claro, le robaron al padre: la mitad de su identidad, de su historia y de su ser. ¡Y pretenden que la mitad que queda, ande sonriente!

Violencia emocional Hay padres, emocionalmente abusivos, que usan a sus hijos para tratar de compensar sus necesidades emocionales insatisfechas. Se

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sienten fracasados, solos o incomprendidos por el mundo y esperan que su hijo cubra o repare estos daños acumulados en toda su vida. Los hijos tienen sus propias necesidades y no pueden cubrir la de sus padres. Por más que lo intenten, no lo logran y el sufrimiento es enorme. Los hacen sentir culpables de sus infortunios, le echan en cara todo lo que han hecho por ellos y les viven demandando cosas que no está en ellos brindarles. Hay quienes encuentran en los “sentimientos de culpa” o “despertando lástima” la forma de manipular a quienes los rodean. Esto produce que los vínculos se vayan dañando y retorciendo. Terminan siendo relaciones enfermizas que hace sufrir mucho a ambas partes y a todo el grupo familiar presente y futuro. El denominado, “Síndrome de Alienación Parental” (SAP) es un caso típico de abuso emocional que causa enormes daños en los niños. Hablamos de ”alienación parental” cuando uno de los progenitores le llena la cabeza a su hijo en contra del otro progenitor. Suele suceder en los casos de divorcios o separaciones cuando hay mucho rencor de por medio y uno de los padres intenta poner a sus hijos de su lado y hacer que repudien al otro. Para nadie es bueno andar con odios ajenos, y menos cuando eso tiene como consecuencia para el niño, romper lazos con la mitad de su ser, de su historia y de su destino. Estos lavados de cabeza, a los que son propensos algunos adultos, desestructura y causa enormes sufrimientos en niños y adolescentes.

Las mil caras de la violencia Concluyamos que no se necesita la violencia física para atormentar a un niño y recordemos que con esas “actitudes” violentas no sólo no enseñamos nada positivo, sino que además dañamos la valoración que él hace de sí mismo y el vínculo que nos une. Sepamos que estamos generando un ser para quien la violencia será algo permitido y normal.

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Ya ni a los animales se les pega Cualquier adiestrador de perros o domador de caballos o de otros animales les dirá que ya no se les pega, que se les va enseñando con mucha paciencia y en base a premiar los comportamientos deseados. De lo contrario obtenemos un animal miedoso, a veces rencoroso y que a la primera de cambio nos devolverá los golpes y malos tratos recibidos. En varios escritos referidos a la violencia he encontrado lo siguiente:

Qué ironía: Pegarles a los animales es crueldad. Pegarle a un adulto es agresión. Pegarle a una mujer es una agresión agravada. Pegarle a un detenido es tortura. Pegarles a los niños es “educación”.

¿Por qué va a ser menos malo pegarle a un niño que a cualquier otro ser viviente? Al contrario, es peor porque están indefensos. Y por eso han tardado tanto las leyes en prohibirlo, porque no pueden defenderse: no hay sindicatos, ni organizaciones de niños, que expresen sus sentimientos ni defiendan sus derechos. Los organismos públicos o privados abocados a la infancia suelen tener otros interesas y preocupaciones. Los niños no votan, no tienen posibilidades de hacer lobby10, ni huelga. Por eso mismo, habiendo leyes que prohíben los malos tratos, salvo para los casos muy aberrantes11, ha sido letra muerta y los padres siguen golpeando a los niños.

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“hacer lobby” se le denomina a realizar algunas acciones para que se apruebe una ley o el gobierno tome alguna medida en favor de algún interés particular o colectivo. 11 Casos aberrantes en que la Justicia llega tarde, ya que el niño está muerto o sumamente afectado por los malos tratos.

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Aunque me golpeaban igual los quiero Hay quienes a pesar de haber sido golpeados por sus padres igual guardan una muy buena relación. Claro que sí, pero no los que han sido sistemáticamente golpeados y maltratados, ni tampoco en donde siempre andaba una cachetada volando. De todos modos es tan grande el amor de los hijos por sus padres que son capaces de perdonar todos los atropellos con tal de que también les den un poco de cariño y de protección. Es tanta la necesidad que tienen los hijos de sus padres, que aguantan todo, pero a costa de su salud mental y/o física.

Devolviendo atenciones Más pronto que tarde los hijos golpeados, pegarán a sus padres. No todos, muchos quedarán tan enclenques que sólo se limitarán a tenerles miedo y a tratar de poner distancia ya sea física, psíquica o afectiva. Otros, no hará falta que golpeen, sino que simplemente se pararan delante y los mirarán de tal manera que los padres se darán cuenta de que se ha dado vuelta la tortilla, de que ahora los fuertes son los hijos y los débiles ellos. Y otros, que habrán aprendido de manera cabal las múltiples lecciones de violencia y agresividad, no vacilarán en insultar a sus padres, denigrarlos e incluso empujarlos o pegarles. Como el mensaje social permite pegarles a los hijos pero no los hijos a los padres, muchos no les pegarán, pero les harán pasar las mil y una sin movérseles un pelo, ni tener el más mínimo remordimiento.

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“Entonces ¿no puedo hacerle nada?” “¡No puedo pegarle, no puedo gritarle, no puedo hacer nada!” En realidad sí, puede y mucho. Lo que no debe hacer es maltratarlos porque eso es contraproducente y se vuelve en contra. Puede educarlos, enseñarles todo lo que necesitan, mostrarle con su ejemplo cómo quiere que se comporten y puede, cuando sean necesario, retarlos o sancionarlos, pero sin pegarles ni humillarlos. No tenemos las manos atadas, pero no las debemos usar para agredir sino para guiar, acariciar, contener. Podemos hacernos respetar sin violencia, poner límites con afecto y firmeza, ser claros y consecuentes con lo que se puede y no se puede, podemos señalar lo que está bien y lo que está mal. En educación los golpes sobran y son claramente contraproducentes. Los padres hacemos lo que podemos, con nuestros errores y aciertos, nadie es perfecto. En general, tratamos de hacer lo mejor para nuestros hijos, y bien, sepamos que la violencia les hace mucho daño, se opone a la entendimiento y dificulta la educación.

Educar en la resolución pacífica de los conflictos En un mundo tan convulsionado, que al menos en nuestra familia haya paz y cordialidad. Les puedo asegurar que, salvo en situaciones excepcionales, en buena medida está en nosotros que así sea. Aprendamos y enseñemos a nuestros hijos a resolver sin violencia los conflictos que debamos enfrentar. Esto será la mejor fortuna que podamos dejar a nuestros hijos y el mejor aporte nuestro a la sociedad.

La violencia doméstica y social empieza en la infancia, quien golpea o maltrata a un niño, no sólo comete abuso, sino que además extiende y perpetúa la violencia.

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CAPĂ?TULO IV

HERRAMIENTAS PARA EDUCAR SIN VIOLENCIA

Si les dan la posibilidad de pedir algo para poder criar mejor a sus hijos pidan

PACIENCIA 45


También deberíamos pedir sabiduría, pero ésta ya está más lejos del común de los mortales, entonces veamos entre las herramientas que tenemos todos, cuáles necesitamos para poder educar a nuestros hijos con métodos no violentos ni agresivos. Las dos principales herramientas con que contamos son el cariño y la confianza de nuestros hijos. Estas dos herramientas debemos cuidarlas como oro, ya que harán todo más fácil para guiarlos y para que sean receptivos a nuestras enseñanzas. No perdamos lo que la naturaleza nos da, los hijos vienen al mundo predispuestos para querer y confiar en sus padres12. No hagamos cosas que agoten o desvirtúen estos dones. Los malos tratos, los golpes, las sacudidas o dejarlos llorar sin atender sus necesidades, va destruyendo esa confianza y va haciendo crecer malas hierbas en el campo del cariño. Ellos ponen el amor y la confianza, nosotros además de eso debemos sacar a relucir y desarrollar una serie de “virtudes” que necesitaremos durante buena parte del camino: ingenio, creatividad e imaginación. Un padre que desarrolle dichas virtudes no necesitará jamás alzar la voz y mucho menos la mano. Uno debe decidir si quiere criarlo con inteligencia o malcriarlo con métodos agresivos. Cuando hablamos de inteligencia estamos refiriéndonos a “buscarles la vuelta” con ingenio, creatividad e imaginación para que dejen de hacer lo incorrecto o peligroso, para que nos hagan caso, para que “se porten bien”.

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En realidad el bebé establece la relación de “apego” con quien o quienes le brindan los primeros cuidados, en particular si lo hacen con afecto, sean o no sus progenitores.

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Los hijos necesitan de nuestro tiempo En esto no hay salida, si nosotros queremos educar a nuestros hijos tenderemos que dedicarles tiempo, bastante tiempo. Podemos delegar muchas cosas, más o menos superfluas, pero estamos resignando vínculo. Las figuras del padre y la madre no son simbólicas, ni para ejercerse a la distancia. A los chicos se los cría en la cercanía, prestándoles atención recurriendo a sus llamados, llamándoles la atención cuando hacen algo incorrecto, respondiendo a sus millones de preguntas, enseñándoles el por qué de las cosas, acompañándoles en sus alegrías, tristezas y miedos. Todo eso se hace estando a su lado, si uno lo ve media hora por día o un ratito en la semana hay muchas posibilidades de que el vínculo filial sea una cáscara vacía. Está de moda, que lo que vale es el “tiempo de calidad”. Estar poquito tiempo pero intenso vale lo mismo o más que estar todo el día sin intercambiar palabra. De alguna manera es cierto, pero ojo, que en la vida de un niño cada momento es importante, a cada rato pueden sucederle cosas extraordinarias o trascendentes para su formación y para la gestación de su persona. Cuidémonos de no estar siempre lejos cuando le suceden esas cosas importantes para ellos, y que no siempre coinciden con las fiestas del jardín o de la escuela, en donde nos cuidamos de estar presentes, aunque el resto de los días estemos lejos. Si no tienen tiempo, porque tienen que trabajar mucho o por otras razones de fuerza mayor, de menos explicaciones, acompañe menos, pero nunca pegue, porque si encima que está poco, el clima es agresivo, su hijo agradecerá que esté lejos.

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Respetar la persona, su individualidad y su etapa El primer acto de inteligencia de un padre consiste en respetar a su hijo en tanto que persona, respetar su individualidad y la etapa de crecimiento que está atravesando. Tomemos la crianza como un desafío, tal vez el mayor de nuestra vida, y hagámoslo con alegría, con voluntad, aplicando toda nuestra inteligencia (ingenio, creatividad e imaginación)…y con mucha, mucha paciencia. Es curioso como hay personas que son pacientes con todos menos con sus hijos. Esto es cuando los niños y adolescentes, (por ser el eslabón más débil) son USADOS como válvula de escape de nuestra presión. No porque ellos nos aguanten todo, debemos descargarle todas nuestras broncas y frustraciones. Recodemos que nuestra misión es justamente protegerlos de las vicisitudes que la vida nos depara y defender sus derechos.

Pasados los primeros años Como ya hemos dicho, el objetivo de la educación familiar es lograr la autonomía de nuestro hijo, pues bien, desde que se pueda, vayamos delegando en él funciones, tareas. Esto no sólo lo educa y prepara para la vida adulta, sino que además fortalece su autoestima, en la medida que se siente integrado y valorado, y fortalecen su vínculo con el resto de la familia y de la sociedad. Claro está que la actividad y el tiempo se deben ajustar a su edad, ya que su capacidad de esfuerzo y dedicación a una misma cosa no es mucha en los primeros tiempos. Estamos hablando de ir incorporándolo a las tareas de la familia. Los chicos son naturalmente colaboradores y les encanta hacer las

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cosas que ven que hacen los adultos. Al menos al principio, y luego es cuestión de que encuentren normal ayudar. Entonces, permitamos que se vayan integrando a nuestras tareas de la casa, así se sentirán más unidos a nosotros y se sentirá parte de la familia, encontrarán su lugar en el mundo, y esto es importantísimo para no estar incómodo, intranquilo o mal consigo mismo. No los tratemos sólo como niños, sino como niños que serán adultos mañana (y les aseguro que el mañana llega rapidísimo). El método consiste en ayudarles a dejar atrás las etapas superadas o en vías de superación, no quedarnos anclados en que es bebé, niño o adolescente. Lo ayudamos mucho si le damos nuestra confianza, delegándole tareas, funciones, responsabilidades. Esto al niño y al adolescente lo hacen sentir bien, y con un bienestar muy profundo, le permite estar bien consigo mismo. Nadie que esté bien consigo mismo, se pone agresivo, desobediente, mata o se suicida.

Obedientes que toman decisiones Decidir por sí mismo es parte de ser adulto y es algo que se va aprendiendo. Pero además ya veremos cómo eso nos va permitir que nuestro hijo sea más obediente y haga lo que deba hacer. No puede elegir si se lava las manos o no, pero si hacerlo con agua fría o tibia o con un jabón u otro. Son pequeñas decisiones que para él pueden ser grandes y que hacen pasar a segundo plano la obligación de lavarse las manos. Centremos entonces la cuestión en lo que él debe decidir, eso le hará sentirse más grande, bien consigo mismo y que no es un esclavo al servicio de sus padres, sino que también tiene su porción de poder y decisión. Poder que no es ficticio y que se incrementará a medida que crezca. Porque así se llega a la autonomía.

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Cuando llega la hora de vestirse, él debe entender que desnudo no puede salir o sin abrigo en invierno, pero siempre que se pueda dele un margen para que él elija la ropa, el abrigo o las zapatillas que va a ponerse. Si no hay tiempo para mucha elección, al menos démosle la posibilidad entre dos prendas: “hace frío afuera ¿te quieres poner la campera roja o la azul?”. No entra en cuestión, si se abriga o no. Con que decida cuál campera elije, estamos distrayendo su atención de “si se abriga o no” y logramos que se dé el gusto eligiendo la campera. De este modo logramos que su autoestima no salga dañada y que nuestro hijo salga abrigado y contento.

Distraer es mucho mejor que pegar Nuestro hijo a veces se queda empantanado en alguna rabieta, en algún estado anímico negativo o en alguna acción no deseable. Lo mejor para sacarlo es distrayéndolo, cambiándole el foco de atención. Debemos convertirnos en unos profesionales de la “distracción”, al menos mientras son pequeños. Funciona mucho mejor que los NO, que los chirlos y los gritos. Si está jugando con algo que puede lastimarlo o que puede romper, démosle otra cosa que atraiga su atención y pronto se olvidará de lo que le sacamos. Si el bebé está en una habitación llorando o haciendo un berrinche, el simple hecho de cambiarlo de lugar o de posición, le dará una nueva visión de la situación y nuevas cosas en qué entretenerse o mirar. Lógicamente si lo que tiene es hambre, sueño o le duele algo, no es cuestión de cambiarlo de lugar sino de satisfacer su necesidad.

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Tareas desagradables Hay tareas que naturalmente a los chicos no les gustan: lavarse, peinarse, bañarse, o en algunos caso, comer o irse a dormir. ¿Cómo encarar esas tareas sin que sea una pelea campal que nos deje a todos enojados, nerviosos y agotados? También con mucho de distracción, tratando de centrar la atención del niño fuera del hecho en sí. El premio mayor lo lleva el padre que es capaz de convertir las tareas desagradables (para el niño) en algo entretenido y divertido. En hacer de esas tareas un juego que nuestro hijo las encare con alegría y no con rabietas y mal humor.

A mi hija, entre los cinco y 10 años le decía que jugáramos al restaurante, que consistía - entre otras cosas - en poner la mesa, mientras yo hacía la comida. Luego cuando se dio cuenta que era una treta para hacer que pusiera la mesa, lo seguimos haciendo, como un juego en el que ambos éramos cómplices. Igual que cuando jugábamos, a que ella tenía un vivero y que mientras lo atendía, regaba las múltiples plantas que tenemos en nuestra terraza.

Hay otras actividades o destinos que los niños detestan o no aprecian y que tenemos que apelar a todo nuestro ingenio para contar con su voluntad. Para ir al dentista o a alguna otra actividad que no ame especialmente, debemos alegrarles el camino, prometerles (y cumplirles) hacer algo lindo o interesante a la salida.

Con mi hijo menor, siempre he procurado que el camino a la escuela sea un divertido paseo, con múltiples juegos, que en algunos casos significa ir más rápido y que siempre hace que vaya con sonrisas, abrazos y besos.

Poner siempre el acento en las cosas que le gustan es la forma de hacerles pasar el mal trago. Por ejemplo con la escuela, preguntarle por

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los amiguitos que tiene, por alguna maestra que quiere de manera especial, por los recreos que son casi siempre bien amados, por alguna cosa que aprendió y le gustó; de modo tal de hacer sobresalir lo bueno y positivo por sobre lo menos agradable. Por supuesto, hay que averiguar si su desagrado no se debe a alguna causa más seria o en la que debamos intervenir: que en la escuela, haya chicos que le pegan o que lo hacen sufrir, que tenga algún problema en la vista o en su audición, o situaciones que de por si le hagan especialmente desagradable esa tarea o ese lugar.

Otro truco, que usaba para hacerles lavar las manos a mi hija, era quién llegaba primero al lavabo, y luego de lavarse, la venganza era enjabonar a quien ya se había enjuagado, total que no sólo se lavaba sino que además lo hacía con abundante jabón. Se imaginan lo genial que es, que corran a hacerlo, en vez de tener que repetir 10 veces: “ve a lavarte las manos”,. Claro, también debemos correr nosotros, pero no nos viene mal. Y si alguna vez no podíamos hacerlo, ella igual se lavaba las manos, ya que esto le generaba una sensación positiva en tanto que actividad divertida y compartida.

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Motivarlos e incentivarlos Démonos cuenta que a los niños mucho no les preocupa aprender “para ser unas personas con futuro”, o vacunarse para no contraer tal o cual enfermedad, escapa a su comprensión, ellos viven el presente y punto. Entonces debemos motivarlos con cosas del presente, debemos entusiasmarlos para que hagan lo que deben hacer, con cosas que lo entusiasmen ahora. Entenderá si le decimos que cuando termine vamos a tomar helado o que le adelantaremos su mensualidad o que lo llevaremos a la plaza o que jugaremos con él a tal juego.

Nos podrá parecer que esto de la motivación es igual que el chantaje, pero no tiene nada que ver, la diferencia es que son cosas que debe hacer por su propio bien y que no hay daño de por medio, ni malas intenciones.

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Hay que motivarlos para que no sólo lo hagan, sino que lo hagan con ganas, con alegría, que será la forma de sacarle el máximo provecho y la mayor enseñanza. También podemos premiarlos cuando hacen algo. Si, aunque sea su obligación hacerlo. No dejemos de halagarlo cuando lo hace y si lo hace bien, más aún, y de recompensarlos cuando tengan alguna buena acción. Esto no significa entregarle cosas materiales, aunque a veces también, sino el hecho de felicitarlos, de demostrarles nuestro reconocimiento y también hacerlo cuando están sus amigos u otras personas presentes (sin avergonzarlos). Mostrar lo orgullosos que estamos de ellos. Para los hijos es importantísima nuestra opinión. Aunque no lo parezca, son capaces de hacer cualquier cosa con tal de agradar a los padres, de reconquistarlos. Les aseguro que es mucho el temor y la angustia que les corre por dentro, por perdernos o perder nuestro cariño.

Somos el modelo Esto siempre tengámoslo en cuenta, seguro que harán todo y cada cosa que nosotros hacemos, por ejemplo insultar o pegar. Somos el modelo para lo bueno y para lo malo. Los niños aprenden todo por imitación, por imitarnos a nosotros que somos sus referentes principales, cuando no únicos. Así aprenden a sonreír, a hablar, a caminar. Si hay algo que les encanta es hacer eso mismo que nosotros hacemos, es su forma de identificarse con nosotros, de decirnos que nos quieren, es su forma de formar parte del “nosotros”.

La autoestima Para que vaya desarrollando su independencia, es bueno favorecer su autoestima, incentivar el desarrollo de su personalidad, de su existencia en tanto que individuo y que sienta que es hermoso ser él mismo.

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Una autoestima sana es la mayor fortaleza que una persona puede tener. Estar seguro de sí mismo, de sus opiniones y acciones. No sentirse más que nadie ni menos que ninguno. Tener la valentía de hablar y de callar, de pedir disculpas cuando corresponda y de hacerse cargo de sus responsabilidades. Darle la debida importancia a la opinión que los otros tienen de uno pero sin angustiarse por ello y sobre todo teniendo una actitud positiva para mejorar lo que sea pertinente. Sentirse dueños de su vida. Todo eso es la autoestima. La educación dentro de la familia es fundamental para la autoestima y esto desde sus primeros meses y todo a lo largo de su infancia y adolescencia. Unido lo anterior, al objetivo de hacer menos desagradables ciertas tareas, dejemos que tenga cosas y responsabilidades que sean exclusivamente de él. Su jabón para él solo (posiblemente con alguna forma o color especial) su propia toalla y toallón, con animalitos o motivos que le agraden. Que su cepillo de dientes no sea uno común y silvestre sino alguno muy especial. Que haya actividades de la casa que sean su responsabilidad, que sienta que tiene dominio y propiedad sobre sus cosas y su persona. Que “es” capaz y hábil para cada vez más actividades. Todo esto lo hace sentir importante, diferente a los demás y orgulloso de ser quién es. Esto lo hace feliz y le permite pasar con solvencia ciertas actividades de la vida que no son del todo agradables para él.

Esto debe ir de la mano de la solidaridad y de sentirse parte del conjunto, de la familia, de la comunidad que lo rodea y del mundo.

A medida que crezca debemos ir viendo como reforzamos en cada etapa el proceso de su autoestima. Particularmente al llegar a la adolescencia: se sienten torpes, flacos, gordos, estúpidos, vivos, raros, vulgares o comunes y todo eso el mismo día, salvo lo de flaco o gordo

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que es más permanente, sobre todo si lo es. Nosotros podemos ayudar y mucho a salir o empujarlo al abismo, en que a veces creen estar.

Dejémosle lugar para sus fantasías Qué sucede si cada vez que junta los juguetes de su habitación lo hace pensando en que vendrán alienígenas o dinosaurios, a llevárselos porque de eso se alimentan. Eso es mucho más divertido que juntarlos para que estén ordenados. Si fuera por los niños, todo lo harían jugando y poniendo en juego su fantasía. De hecho así es como mejor aprenden y como reúnen las energías suficientes para encarar nuevas tareas, algunas de ellas con una dosis de angustia, la cual superan gracias a sus fantasías y a sus personajes fantásticos. Dormirse pensando que iban a “soñar con los angelitos”, ha permitido a millones de niños dormirse en paz, aunque nunca hayan soñado con angelitos. Las fantasías son parte del mundo de los niños, no la dejemos afuera y no nos preocupemos, ellos llegado el momento, distinguen perfectamente entre la realidad y sus fantasías. (Si no lo hacen consultemos a un terapeuta).

La dignidad de los niños Sí, esa misma que se ve destruida si le gritamos o pegamos, se ve en cambio fortalecida, si cuando le ordenamos hacer algo, dejamos una parte para su libre albedrío. Por ejemplo: si hace mucho frio y no quiere ponerse bufanda, le ordenamos que lo haga antes de salir y le decimos que si quiere, apenas llega a la escuela se la puede sacar, él entenderá que no ha perdido todo sino que ha negociado una parte a su favor. Cosas por el estilo lo hacen salir abrigado y con la frente en alto.

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Procuremos entonces que aunque nos obedezca en contra de su voluntad su dignidad quede a salvo. Claro está, que a medida que vaya creciendo, ese poder de negociación dejará cada vez cosas más importantes en manos de los hijos. Tal vez para algunos sea una blasfemia negociar con sus hijos, pues seamos conscientes de que un buen método para evitar la violencia consiste en escuchar su posición y sus deseos, que escuchen los nuestros y lograr una salida que convenga a todos. Naturalmente, hay cosas que no son negociables y se las debemos dejar muy claras, seguramente ellos entenderán los por qué o nos darán crédito (si lo tenemos). “A la escuela hay que ir, que vayas con esta ropa o aquella lo podemos charlar”. Los chicos pronto aprenden a que hay cosas en las cuales su voluntad puede intervenir y otras que no, las primeras hacen menos desagradable las segundas. Cuando hay situaciones enojosas démosle siempre una salida con dignidad. No se trata de darle la razón cuando no la tiene, ni ceder a sus caprichos, pero tampoco hacerlo morder el polvo, como si fuera un enemigo. Los niños están recién aprendiendo a manejar sus emociones y sus picos emotivos, entonces actuemos con inteligencia. Si los humillamos, nosotros somos los que más perderemos, en la medida que estamos cortando hilos de los vínculos que nos unen. Si tiró un vaso en la mesa (cosa que a los adultos nos pasa y nadie hace un escándalo) no nos pongamos a gritarle y hacerlo sentir el último tarado. Digámosle de buenas maneras, pero con firmeza, que busque algo para secar la mesa y luego demos por terminado el asunto. Él no lo olvidará y sabrá que tiene que tener más cuidado. Evitemos sermonearlos por todas y cada una de sus acciones. A veces, con decirle: “no juegues en la mesa” y explicarle brevemente por qué, basta y sobra. No porque no lo vaya a hacer más (algún otro vaso caerá) sino para que entienda que eso no se hace. Por favor recordemos cuánto nos gustaban los sermones largos de nuestros mayores, con esos retos que nos parecían interminables y en los que repetían treinta veces la misma cosa. El agua caída del vaso se llegaba a evaporar y ahí

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estábamos nosotros escuchando las “terribles consecuencias que tendría para nuestro futuro” ese triste codazo que le dimos al vaso. No amarguemos los pequeños momentos familiares por tonteras.

Su tiempo, nuestro tiempo Los niños y adolescentes necesitan tiempos que no son los nuestros y a veces esto es fuente de problemas. Mejor que estar a los gritos y a los empujones, y que salgan enojados u olvidándose la mitad de las cosas, es tener en cuenta estos tiempos diferentes y tomar las precauciones del caso. Además de la dosis de ingenio y creatividad a que siempre apelamos. No pretendamos que ellos manejen los tiempos, en la guerra eso corresponde al mayor nivel de conducción. Organicémonos nosotros de modo tal, que media hora antes o una hora, según lo requiera la situación, les digamos que se preparen para salir, (para ir al médico, para ir a la escuela) o para dejar de hacer lo que está haciendo y comenzar a hacer otra cosa diferente: estudiar, irse a dormir, almorzar, cenar, etc. Tengamos en cuenta que de apuro sólo los sacamos malhumorados. Pero no basta con avisarles con tiempo suficiente, sino además controlar que efectivamente estén preparándose. Si no tenemos esa precaución nos encontraremos a la hora de salir con la misma situación en que avisamos. Avisar cuando hay cambio de actividades ayuda mucho, ya que a nadie le gusta que lo basculen. Además con palabras podemos ayudarles a que lo procesen: “bueno hijo ya jugaste demasiado, hace más de dos horas que estas con eso, ahora es tiempo de estudiar un poco, si lo haces bien, luego sigues jugando o ves un rato de TV”. Esa explicación, lógica y veraz, le ayudará a no sentirse tan mal por dejar de jugar y por tener que ponerse a estudiar o ir al médico. (Estas explicaciones son para niños pequeños).

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Que aprendan a expresar lo que les pasa Enseñémosle a expresarse. A decirnos qué es lo que le pasa o qué es lo que quieren. De bebé y mientras aprende a hablar podemos tener con él algunas señas que rápidamente aprenderá si nos ve hacerlas para que nos entendamos: tiene hambre, frío, le duele, quiero jugar, quiero agua o jugo, en fin lo básico que servirá para responder a sus necesidades más urgentes. Esto evitará que se exprese exclusivamente con llantos, berrinches y lloriqueos. Ver que lo entienden, le demostrará la importancia que tiene la comunicación y acelerará su aprendizaje del lenguaje. Claro siempre y cuando respondamos a sus requerimientos.

Empatía A estos pequeños trucos me refería cuando decía al principio que se necesita ingenio, creatividad e imaginación, además de cierta empatía, es decir, ponerse en el lugar del otro, tratar de ver cuáles son sus sentimientos y emociones en ese momento o ante esa situación. Cambiarle algo que puede dañarlo, por algo que es inofensivo pero igualmente vistoso, inventar un amiguito (totalmente imaginario o un títere) para que nos ayude a dormirlo o a hacerle hacer más liviana alguna tarea que no le gusta. De lo que se trata siempre es de acompañarlo y de seguirlo en lo que siente, en lo que experimenta, para que siga avanzando, para que no se retraiga por temor, para que se sienta comprendido y apoyado. Esta gimnasia “empática” cuando es pequeño, nos servirá luego para continuar acompañándolo cuando sea niño y adolescente.

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Títere o cachetada Alguno pensará que esto de las distracciones y los “trucos” es engañar a nuestros hijos. Al igual que cuando hacíamos referencia a las motivaciones, lo hacemos por su propio bien y no por el nuestro o por nuestra comodidad. Esto es lo mismo que dar órdenes, están bien cuando son en favor de su persona, pero si las órdenes son solamente para que nos deje tranquilos o para que nos haga favores, ya es otra cosa. Entre pegarle una cachetada para que se ponga las medias y que lo haga porque el “títere Juan” le pide que se las ponga, yo prefiero lo segundo; porque se irá con las medias puestas, de buen humor y pensando: ¡qué papá genial que tengo, inventa cada cosa! Y esto es maravilloso, porque significa que el vínculo, la conexión afectiva está al 100% y las baterías de la autoridad y de la confianza están a pleno y prestas para cuando se necesite recurrir a ellas.

Los chicos que “se portan mal” Los chicos se portan mal cuando se sienten mal: cuando están angustiados, confundidos o tienen miedo; pero no hay manera de arreglar eso con una cachetada. Por el bien de todos es mejor tratar de averiguar qué es lo que le está pasando y ayudarlo a salir o sobrellevar esa situación. ”Portarse mal” es mucho más una manera de expresarse que un forma de ser.

Si se conforma con pegarle Ya lo dijimos en el capítulo anterior, si cuando hace algo incorrecto le pega, seguramente el niño dejará de hacer eso que estaba haciendo pero a los dos minutos estará haciendo lo mismo u otra trastada, si ya no estamos presentes o mirándolo.

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Vayamos al fondo del problema, veamos qué es lo que le sucede. Estemos atentos a sus señales, no siempre se podrá, pero como norma tengamos nuestros centros de recepción siempre abiertos. Y cuando estemos muy atareados o muy preocupados, advirtámosle de buenas maneras que estamos ocupados en otra cosa y que en ese momento no podemos atenderlo, pero que luego jugarán o harán algo juntos. De modo tal que se quede tranquilo y entienda que hay una razón para que, por un rato, no sea el centro de nuestra atención.

El aburrimiento es fuente de infortunios No hay nada peor que un niño aburrido, cualquier cosa se puede esperar de ello. Pero el aburrimiento tampoco se va con unas cachetadas o unos chirlos. Mejor que pegarle o retarlo es ayudarle a encontrar algo para hacer. Procuremos que siempre tenga algo que lo entretenga, que lo ocupe, y por favor que no sea siempre la televisión, Play Station, Wii o similares.

Manteniendo a los chicos entretenidos uno se saca el 90 % de los problemas de mal comportamiento

Seamos previsores para no ser represores Una de las cosas que uno aprende cuando es padre es a ser previsor, llevar pañales por si nos demoramos más de lo previsto, llevar otro chupete o un biberón de repuesto, llevar abrigo. Pues bien también tenemos que prever para que no se aburran en la casa o cuando vayamos a algún lado: médico, parientes, trámites en los que hay que esperar mucho.

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Si cuando salimos, el niño busca en qué entretenerse, lo más posible es que no sea de nuestro agrado, ni del agrado del dueño de casa. Entonces usted llévele juguetes, hojas de papel para dibujar o colorear, su cuento favorito o algo que usted sepa que lo entretiene. Es maravillosa la cantidad de problemas, berrinches y retos que uno se ahorra con este eficaz método.

Sus necesidades son más fuertes que ellos La cuestión es que satisfagan sus necesidades de correr, gritar, experimentar nuevas sensaciones, investigar, probar sus fuerzas y habilidades, satisfacer su insaciable curiosidad, sin que rompan nada ni pongan en peligros su vida, su salud o la de los objetos de alrededor, incluida la paciencia nuestra y las de los vecinos. Que nosotros le demos actividades lícitas y controladas para hacerlo disminuye drásticamente las posibilidades de que se involucren en actividades “ilícitas”. Es así de claro y así de simple. No apaguemos su insaciable curiosidad, ni su deseo de nuevas sensaciones, de querer hacer todo él, de tener sus propias experiencias o de ser creativo. Es lo que lo empuja a salir de la cuna, a caminar, a hablar, es por lo que acepta de ir al jardín o a la escuela: es el espíritu humano. Si nuestra “educación” hace desaparecer eso, tendremos de hijo uno de esos tantos muertos en vida que encontramos a diario y que tanto amargan a sus otros congéneres.

El respeto ante todo Aún enojados debemos respetar a nuestro hijo. Porque el enojo pasa, la falta de respeto y la humillación, queda. Si todo esto que hemos dicho aquí lo dejamos a un lado “cuando nos enojamos” significa que no hemos hecho bien las tareas con nosotros mismos.

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Se puede entender que en un momento de contrariedad o furia a uno se le vayan un poco los papeles, pero no puede ser que en cada situación enojosa uno los insulte y los maltrate. Y aunque sea en ese “de vez en cuando”, que pierda sus límites, deberá luego pedir disculpas, por su mal comportamiento, así como usted espera que el pida disculpas cuando se porta mal. Esto no le quitará autoridad, al contrario. Equivocarse, propasarse y no enmendarlo, eso sí socaba su autoridad y hace que le pierdan el respeto.

Los adultos también “nos portamos mal” Aunque esta expresión se utiliza para los niños es muy común que nosotros también tengamos malos comportamientos. Que en algún momento descuidemos a nuestros hijos, que les hagamos escuchar cosas que no deberían haber escuchado o que dejamos de hacer cosas que deberíamos haber hecho ¿Qué pasaría si en esos casos nuestro hijo se sube a una silla y nos da algunos coscorrones o nos trata de estúpidos y de inservibles13. No hagamos lo que no queremos que nos hagan.

¿A partir de cuántas cachetadas es maltrato? En esto no hay una cantidad fija y varía de una persona a otra. Creo que un buen método para medir y medirse de cuánto podemos pegar a nuestros hijos es pensar en cuántas cachetadas soportaríamos de nuestro conyugue, o de nuestro jefe en el trabajo, para que nos sintamos maltratados. Claro, uno cree que a diferencia de los chicos uno “sí entiende cuando le hablan”, habría que preguntarle la opinión al conyugue o al jefe. 13

Y eso que pocas veces se enteran de todo lo “mal que los mayores nos comportamos” fuera del hogar

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Nunca es tarde para terminar con la violencia Uno podrá pensar que ya lo acostumbró a castigarlo y a “educarlo” así, y que ahora difícilmente entienda de otra manera. Yo le diría que se sienten y hablen de que nunca más le volverá a pegar o a humillar, que de ahora en más se entenderán de otra manera, conversando las cosas y respetándose mutuamente. Por supuesto que deberá dejar que él se exprese, que le diga qué piensa, qué le sucede, qué cosas le molestan, etc. Así sabrá el por qué de sus desobediencias y rebeldías. Habrá cosas, que aunque le molesten, tendrá que hacerlas y otras que se podrán evitar o cambiar. La idea es que hagan un pacto de respeto mutuo, que fijen ciertas reglas de juego y en el que se comprometan a ayudarse entre los dos para “portarse mejor”, uno como padre y el otro como hijo. Tal vez necesiten un tercero para que puedan dialogar y escuchar lo que el otro dice, tal vez las cosas que usted considera rebeldías o desobediencias en realidad no lo son. Si los chicos nos hicieran caso en todo, no saldrían jamás de la cuna y seguirían balbuceando en vez de hablar. Pero aún en los casos, en que la relación está muy “golpeada”, como los hijos siguen necesitando a sus padres, si ellos cambian su actitud y hacen prevalecer el amor, los hijos los abrazarán con fuerza y las palizas quedarán en el pasado.

Algunos trucos Cuando él bebé llora y pareciera que no hay forma de que deje de hacerlo, sacudirlos no es bueno, tomarlo con violencia tampoco, ya que en ambos casos sólo lograremos que llore más fuerte. A su problema inicial le sumaremos el susto, la angustia y ahí sí, que no parará por un buen rato. Las sacudidas que dan a los bebés cuando no dejan de llorar, preguntándoles ¿Por qué lloras, por qué? suelen tener consecuencias

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muy graves. No fue hace muchos años que los médicos descubrieron que esa era la causa de muertes de bebés que aparentemente estaban sanos, ahora se sabe. Un bebé es algo muy delicado, si uno lo sacude hay “cositas” adentro que se rompen. En esos casos lo mejor suele ser abrazarlos y darles tiempo a que se calmen, acariciándoles la espalda y la cabecita o meciéndolos o usando alguna otro “artilugio” que vemos funciona para él. Que sientan que uno está ahí para reconfortarlos y por supuesto tratar de “ver” si hay algo que les está perjudicando, salida de dientes, gases en el estómago, sueño, hambre.

A mí siempre me sorprendió, de mi hija mayor cuando era bebé, como podía pasar del llanto a gritos a quedar dormida como un angelito; pero siempre ocurría lo mismo cuando le venía el sueño, más o menos a la misma hora.

La comida Cuando son pequeños, el tema de la comida es uno de los factores de conflicto. Tomémosle la vuelta, actuemos con inteligencia…y mucha paciencia. Los gustos por tal o tal comida, para algunos niños, son ventanitas que se abren y se cierran, y que hay que aprovechar. Ahora le dio por comer manzanas, dele manzanas; la semana o el mes que viene, se le ocurren bananas, pues que coma bananas y salvo que no haya o sea muy caro, córralo para el lado que corre, lo importante es que se nutra, ya vendrá el tiempo en que coma de todo. Nunca se dé por vencido, en la lucha por que tengan una alimentación sana y variada. Hoy no quiere probar el tomate, mañana o pasado si lo hará, en casa o yendo de visitas y luego lo seguirá comiendo. Quédese tranquilo cuando sea adulto seguro que le gustará.

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Rebuscárselas con ingenio, con humor, con juegos, con elementos sustitutos. No conformarse nunca con que sólo le gusta esto y esto, sobre todos si “los estos” son pura comida chatarra. Lo ideal es acostumbrarlos a que prueben de todo, que aunque sea, prueben. Pero no siempre da resultado, hay veces que si uno los fuerza a probar es seguro que lo rechazan. En el tema de la comida obligar suele ser inútil, sólo sirve para que le tomen más bronca a esa comida, para que lo vomiten o lo tiren apenas nos damos vuelta. Es terriblemente desagradable que le pongan en la boca cosas que uno no quiere.

Las tazas de leche que con mi hermano habremos tirado en la pileta de la cocina apenas nos dejaban solos, y todo ese sacrílego desperdicio por no querer entendernos de que no nos gustaba la leche. Y sigue sin gustarme hasta el día de hoy. Cada vez que huelo su olor, me da arcadas y me trae inmediatamente a la memoria aquellos malos recuerdos de mi infancia. A otros les gusta la leche ¡aleluya! a mí no.

A veces, el tema de la comida y su rechazo (como su abuso) es reflejo de otras cosas que están pasando, consulte con un terapeuta si se les va de las manos o si le causa problemas de salud a su hijo.

El momento de las comidas solían ser un drama con mi hijo más chico, pero está creciendo normalmente, no se enferma y goza de muy buena salud a pesar de lo estrecho que es su abanico de comidas. Con ingenio y corriéndolo para donde corre, uno trata de que vaya teniendo una dieta más variada y equilibrada.

Uno intenta adaptarlo a la comida familiar y si no lo logra, no hay que hacer un drama cada día, ni hacerse demasiada mala sangre; en la medida que pueda, adáptese usted a las comidas que le gustan y trate de que éstas sean cada vez más. Limitémonos a desalentar las malas costumbres, como pueden ser las golosinas o gaseosas antes de comer o picotear a deshora o vivir en base a comida chatarra. Pero además lo importante es no convertir cada almuerzo o cena, que debe ser un

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momento de feliz encuentro familiar, en una tragedia en que todos la pasan mal.

Vestirse Otro de los focos de conflicto suele ser con la ropa. En esto debemos decir que hay padres que son más caprichosos que los hijos. Dentro de las posibilidades respeten la voluntad y el gusto de sus hijos. La ropa es nuestra segunda piel, y por lo tanto es algo muy personal. No sólo que cada uno sabe lo que le queda cómodo o le molesta llevar puesto sino que además tiene es cómo nos presentamos al mundo. Entonces tal vez a mí no me guste ir vestido como papá o mamá quieren. El niño y el adolescente están formando su personalidad, déjenle ese medio de expresión tan elocuente como es la ropa. Dije recién dentro de las posibilidades, porque no se trata de que en pleno invierno salga sin abrigo o de que vaya a la playa con ropa de esquiar o si está muy pero muy sucia o rota. Pero, en este último caso, deben los padres tomar las precauciones de las que ya hablamos, y si hay un pantalón o un pulóver que es su favorito y con el que le gusta salir, o le compra –con su venia- otro igual, o se lo tiene listo para cuando salgan. A todos nos gusta salir con la ropa que más nos agrada. Por qué esa manía de querer imponer nuestro gusto a otro, así sea nuestro hijo, en cosas tan personales e íntimas. ¡Qué horrible es ir vestido de una manera que uno no quiere, o que está incomodo o que será objeto de burlas por los otros chicos! No obliguen a sus hijos a vestirse de una manera que no quieren y lo mismo va para el peinado o el largo de pelo. No se hagan odiar por tan poca cosa. No deterioren sus vínculos, por asuntos que para el adulto no deben tener mayor trascendencia y para el niño sí, porque se trata de su persona a la que quieren vestir o peinar contra su agrado. Para el niño sí es trascendente, porque está construyendo su personalidad, su forma de ser, su imagen ante el mundo, no le podemos quitar ese derecho a ser.

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Así evitarán peleas terribles y salidas con humor de perros Ya vendrán tiempos en que para ir a la escuela o al trabajo lo obliguen a vestirse y a arreglarse de una determinada manera, o acaso queremos imponerle un “uniforme de hijo nuestro”.

Sin violencia ni agresiones Sin duda que los niños a veces, o muy seguido, hacen tonterías, pero no significa que sean tontos, al contrario los más despiertos suelen ser los más traviesos y los que más meten la pata. Hay que decirles: ”hiciste una tontería” y explicarles por qué y qué consecuencias eso tiene o puede tener (en caso de que dicha consecuencia no esté a la vista). Pero no les digamos tontos (o similar), porque eso además de no enseñarles nada, es mentira. No los insultemos, esos agravios venidos de parte nuestra calan muy hondo y van moldeando la imagen que tiene de sí mismo. Una autoestima sana es la base de la salud mental y para no ser luego una persona intolerante o intratable. Estos “detalles” debemos trabajarlos con nosotros mismos, ya que mellarán nuestra autoridad, la confianza y el respeto que nuestros hijos nos tengan. No traslademos nuestros resentimientos ni prejuicios a nuestros hijos, no les hagamos pagar por culpas ajenas, estamos para defenderlos y cuidar que crezcan lo mejor posible. Corrijámoslos sin pegar y sin insultar. Y cuando sintamos que nos sacan de nuestras casillas o venimos mal por otras razones, tomemos las precauciones del caso para no descargar nuestra furia contra el niño. Pongamos distancia, advirtámosle que en ese momento o día no estamos para problemas, pidamos ayuda al otro padre, a los abuelos o a alguna amistad, para que se encargue del niño hasta que hayamos pasado el mal momento.

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Escuchémoslos, ellos tienen mucho para decirnos, averigüemos qué les pasa, qué sienten. Pongámonos en su lugar. Seamos partes y cómplices de su crecimiento y no meros obstáculos. Todos seremos más felices.

Insistir con la paciencia Sí, esta es la herramienta fundamental y al alcance de todos. Insistimos tanto, porque requeriremos de ella para: tener el tiempo que nuestros hijos necesitan, repetir la cantidad de veces la misma cosa, aligerar nuestros enojos y el dolor que nos cause la rotura de alguna cosa de valor. Pero hablando de valor, la paciencia que pongamos es la mejor inversión que podemos hacer en nuestro hijo, por su bien y por el nuestro. Todo lo que pongamos de más en paciencia lo ahorraremos luego en mala sangre, en angustia y en desazón. Armados de paciencia deberemos estar cuando lo dejemos que coma solo, sabiendo que sería mucho más rápido efectivo y limpio darle nosotros. Bien provistos de paciencia deberemos estar cuando le ordenemos que arregle su habitación sabiendo que luego deberemos ordenarla nosotros. Tener paciencia, no hacer dramas por cosas sin importancia real, respetar los tiempos y características de nuestro hijo, son las herramientas para educar sin violencia. Paciencia, mucha paciencia. Como siempre cuando se está enseñando. Hay que dar tiempo a que el otro aprenda y eso es todo un proceso. No podemos pensar que con sólo decir algo una vez ya está, ya lo aprendió. Ni podemos pretender que por el sólo hecho de decirlo nosotros, él lo tomará como palabra santa y ejecutará al pie de la letra. Recordemos nuestra niñez, cuántas veces nos tenían que repetir las cosas.

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CAPÍTULO V AUTORIDAD Y AUTORITARISMO

Los padres más que mandar deben guiar Para ejercer nuestro rol de padres debemos tener autoridad sobre nuestros hijos, dentro de la familia la autoridad va de la mano del cariño y del respeto. Es un tipo de autoridad absolutamente diferente al que puede existir en otro tipo de organizaciones, ya sea de tipo militar o empresarial. Los objetivos y formas de ejecutar son diferentes. Nada que ver tampoco con el autoritarismo que significa imponerse sin respetar y que suele despertar rencor, cuando no odio. El objetivo de la autoridad familiar es el de guiar a los hijos, en su crecimiento hasta su autosuficiencia. Evitarle peligros, imponerle conductas personales y sociales que es necesario incorporar, encaminarlos en su formación. A medida que los chicos crecen, esta autoridad va cambiando, en la medida que los padres deben ir dejando mayor poder de decisión a sus hijos, esto en vez de debilitar fortalecerá su autoridad.

El autoritarismo Nadie quiere ser un autoritario, pero sin embargo muchos cuando ejercemos nuestra autoridad somos arbitrarios, no respetamos al otro, privilegiamos nuestros intereses sobre los de los demás, no aceptamos críticas u observaciones a nuestra persona o a nuestro accionar, no nos interesa qué piensan o quieren los demás. Eso es ser autoritario, aunque lo hagamos de buenas maneras y sin gritar.

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Cuando usted no respeta a la otra persona ni sus intereses y deseos, cuando es arbitrario, despótico y piensa en usted antes que en los que manda, se convierte en una persona autoritaria. Esto genera hijos muy sumisos o que se rebelan apenas pueden y ponen distancia. Los niños, como todos, sólo respetan a quienes los respetan, sólo consideran a quienes los consideran, sólo escuchan a quienes los escuchan. Para que nos respeten y nos consideren una autoridad, no basta con haberlos traído al mundo, ni con ser más grandes, gritar más fuerte, tener la cachetada fácil o ser quien pone el dinero. La autoridad en la familia se gana. De poco sirve dentro del hogar que esa obediencia este legislada desde el principio de los tiempos; si un padre no se ha ganado la autoridad frente a su hijos, estos no lo respetaran y será un hijo que “no tendrá límites”, porque cuando faltan los padres no es fácil encontrar otra autoridad cariñosa.

Cómo se construye la autoridad Partimos con un crédito ya que los hijos en sus primeros años nos obedecen sin cuestionar nuestra autoridad, pero ésta dura muy poco ya que pronto si no hacemos las cosas bien, no la cuestionarán aún pero no harán caso. Si hay algo que a los niños les importa nada son las jerarquías. La autoridad entonces hay que ganársela. Se precisa, amor, presencia, respeto por el niño, conocimiento de sus necesidades (en cada etapa de su crecimiento), coherencia. Tenemos que ganarnos la confianza de nuestros hijos, en esto también corremos con crédito inicial pero lo podemos perder. Que siempre sienta que estamos de su lado y que lo que le decimos es por su bien. Para tener autoridad y su confianza debemos tener sano el vínculo, la conexión con nuestros hijos. Por eso los golpes y el maltrato socaban la autoridad, porque deterioran o destruyen ese vínculo de confianza y respeto del hijo hacia los padres.

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La coherencia es otra necesidad para poder construir nuestra autoridad. No ser arbitrario, ni injusto, es lo que la fortalecerá. Pensar en nuestros hijos antes que en nosotros es la garantía y el sustento de nuestra autoridad. La autoridad que no escucha no puede mandar, tampoco aquellos a los que no les importa lo que piensan o sienten quienes están a su cargo. Es muy difícil recuperar la confianza perdida. No mintamos demasiado a nuestros hijos, después no nos creerán nada, ni siquiera lo que hacemos o decimos por su bien. A eso se suma, que en muchos casos los chicos toman una posición contraria por su misma necesidad de diferenciarse, esto hay que tomarlo en cuenta, para no tener efectos contrarios a los buscados, actuar con inteligencia Y hablando de inteligencia, los niños son chicos pero no tontos, no los tratemos como si lo fueran. Son muy lógicos, muy observadores y dicen mucho menos de lo que entienden. Entonces, cuando los tomamos por idiotas, en realidad quienes estamos comportándonos como tales somos nosotros y ellos en su interior se dan cuenta. Eso erosiona de manera vertiginosa nuestra autoridad, nuestra ascendencia sobre ellos. A veces, cuando llegan a la adolescencia ya están cansados de que no se los tome enserio, de que los traten como discapacitados mentales, todo eso nos aleja de ellos, primero en su interior y luego en la vida real.

De súper héroes a buenos padres En principio, los hijos nos admiran y respetan porque les parecemos geniales: hacemos cosas que ellos no pueden hacer, le conseguimos cosas que ellos quieren, sabemos cuidarlos, sabemos protegerlos, les damos SEGURIDAD. Luego cuando ya no les parecemos tan geniales, entre otras cosas, porque empiezan a ver que

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hay otros que hacen lo mismo que nosotros y mucho mejor. Cuando ya pueden notar que muchas veces nos equivocamos, que no siempre estamos en lo cierto, que no todo lo sabemos, ahí se empiezan a caer los ídolos. Esto suele suceder a comienzos de la pubertad y de la adolescencia. Pero si hemos establecido lazos sólidos, si no hemos deteriorado nuestro vínculo afectivo a fuerza de golpes, gritos y maltratos, ese vínculo resistirá el cimbronazo de darse cuenta de que papá no es “Superman”, ni mamá la “Mujer Maravilla”. Mucho ayuda si fuimos capaces de adaptar nuestra “autoridad” a cada etapa, y comprendimos que los jóvenes, no deben ser tratados como niños, sino “casi” como adultos. Otorgándoles cada día más poder de decisión sobre sus vidas y procurando que vayan siendo responsables de sus actos. De este modo, los ídolos no caerán y a falta de “súper-poderes” habrá “súper-cariño”, que es mucho más. Claro si a los 17 años le queremos elegir la ropa que se van a poner, no nos harán caso… El que gasta su autoridad en tonteras no la tendrá para las cosas importantes,

Que nos hagan caso ¿para qué? No es una cuestión de que nos obedezcan porque sí. Que nuestros hijos nos obedezcan es para que podamos protegerlos, guiarlos y enseñarles las cosas que deben saber para sobrevivir, para crecer sanos y coexistir en una sociedad que tiene sus reglas y sus costumbres. Nos deben hacer caso porque se supone que sabemos lo que es mejor para ellos, que tenemos más experiencia y conocimientos, que somos más responsables y con un mayor equilibrio emocional. Porque ponemos sus intereses antes que los nuestros y por lo tanto usamos esa autoridad en su beneficio y no en el nuestro. Tampoco hay que hacer creer a los padres que serán obedecidos al pie de la letra. No sólo es imposible sino que no sería un buen objetivo.

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Debemos dejar siempre lugar para el “libre albedrío”, para que vaya ejerciendo su capacidad de decidir, de pensar cómo y qué hacer. Alentemos que use su creatividad, que le dé un toque personal a las cosas que haga, que haga trabajar su cabecita y no se limite a obedecer ciegamente. Que aprenda a distinguir cuándo se puede recrear una orden y cuándo hay que cumplirla estrictamente. A veces, en mí interior y cuando no hay daños colaterales, me pongo contento de que mis hijos me desobedezcan. Porque ratifica que tienen vida propia: que piensan, que son creativos, que son capaces de tener intereses propios y de procurar conseguirlos. Y yo, quiero hijos con vida propia.

Quien no sabe obedecer, no sabe mandar Si queremos que nuestros hijos nos hagan caso, debemos obedecerles primero a ellos. No se trata de satisfacer sus caprichos u ocurrencias del momento, significa satisfacer sus necesidades básicas, estar atentos y solucionar sus distintos requerimientos a medida que van creciendo. Eso nos dará un inconmensurable capital de autoridad. Si sienten nuestro cariño y si son conscientes de que uno trata de responder a sus necesidades, nuestra autoridad no sufrirá mella. Hay un tercer elemento, y es el buen trato. Aunque lo estemos retando e incluso si estamos enojados, no debemos dejar de tratarlos con el respeto que toda persona merece.

Tratar con respeto nos da autoridad Cosecharemos lo que hemos sembrado. Si hemos inculcado en los hechos que cuando se quiere no se hace daño (opuesto al “te aporreo porque te quiero” de otras épocas) los hijos se cuidaran de

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hacernos sufrir o hacernos enojar. Esto no quiere decir que no vayan a hacer travesuras, pero sí que no las harán con el objeto de hacernos montar en cólera, como ocurre con muchos chicos que están en franca batalla contra sus padres, por los reiterados malos tratos que estos les propinan.

Ser justos nos da autoridad Si por cualquier tontera hacemos un escándalo, si lo retamos sin saber si fue culpa suya, o sin asegurarnos que entendió lo que tenía que hacer, él sentirá que somos injustos, sentirá que está pagando por algo que no hizo y dejará de creer en nosotros, como personas capaces de actuar con justicia. A los reos en juicio se les da el beneficio de la duda, a los niños, pocas veces.

Cumplir con lo prometido Pocas cosas deterioran más la relación entre las personas que cuando uno no cumple la palabra empeñada. Se destruye la confianza y se pierde el respeto hacia el padre que no cumple lo que dice. Evidentemente a veces esto está más allá de nuestra voluntad, en esos casos hay que explicarles a los chicos por qué no pudimos cumplir con lo que les prometimos. Si el incumplimiento es excepcional ellos comprenderán.

Padres caprichosos Hablamos siempre de los hijos caprichosos y no se hace mucha mención a “los padres caprichosos”. Esos que prohíben por prohibir, que creen que ese es su rol y no el mostrar las cosas infinitas que se pueden

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hacer, ver o saber. Creen que mandar es prohibir y que tienen que dar permanentemente “señales de autoridad” para recordar quién manda. Padres con egos muy pisoteados y que necesitan alguno más débil para sentirse fuerte y poderoso. Tal vez porque en la vida todo les sale mal, nadie los respeta, entonces en su casa toman revancha. Hay muchos que quieren imponer autoridad pero no saben ni qué mandar. Si no tienen idea de qué hacer o para dónde ir, es muy difícil mandar. Muchos no saben mandarse a sí mismo cómo vamos a pretender que manden a otros. En ese caso veamos cómo resolvemos nuestro problema y luego aboquémonos a la relación con nuestros hijos. Otros, que sólo quieren que sus hijos no lo molesten, ni interfieran sus planes o actividades, por lo tanto su autoridad la ejerce con ese fin, que se mantengan lejos o al menos callados. Ya hemos mencionado a los que les gusta hacerse ver, aparentar que son excelentes y dedicados padres; tienen un vocabulario tan breve como reiterado: “quédense quietos, no salgan, no corran, no jueguen, no vayan, no vengan”.

Tomarse en serio lo de “educar con alegría” Guiar a nuestros hijos hacia su adultez es un camino maravilloso, sin duda con sus escollos, dificultades e incluso momentos terribles. Pero debemos poner todo nuestro ser para que la mayor parte del tiempo sea un camino agradable, lleno de risas, de cariños y en donde lo mejor de cada uno pueda aflorar y fructificar, esta es la diferencia entre guiar y mandar. Con amargura se enseña a ser amargo, a ver todo con pesimismo y a no encontrarle gusto a nada de lo que se haga. En este mundo hay cosas maravillosas y otras terriblemente dolorosas, enseñémosles a apreciar las primeras, a vivir rodeado de ellas y a no desconocer ni dar la espalda a las segundas y en particular a no ser su causante.

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CAPÍTULO VI ¿QUÉ HACER PARA QUE NUESTROS HIJOS NOS OBEDEZCAN?

Acumular abrazos Abracemos y besemos a nuestro hijo todo lo que podamos, démosle nuestro cariño, no temamos mimosearlo. Que sienta que es querido, que nos importa y que lo valoramos. Es preferible que piense que somos medio pegotes y no que somos indiferentes14. Cuando tengamos que poner un gesto grave por un comportamiento indeseado o peligroso, no dejemos de hacerlo para que se dé cuenta de que lo desaprobamos. Pero si tiene abrazos suficientes guardados no tendrá problemas en pasar el mal rato y procurará portarse bien para que volvamos a abrazarlo. Debemos lograr que con los gestos de desaprobación y con la mirada baste para que sienta que no estamos de acuerdo con lo que ha hecho y dicho. Si hay conexión afectiva, si hay empatía no hará falta más. Cuando nos desafía la mirada, no rehuyamos digámosle el porqué de nuestro enojo o desagrado. Dejémosle que nos de sus razones y convenzámoslo de las nuestras, y si no podemos pero estamos seguros de nuestra posición, ahí si recurramos a nuestra “autoridad”, diciéndole que “esta vez, estés o no de acuerdo igual me vas a hacer caso”. Pero 14

Claro, no lo llenemos de besos cuando hace algo mal, eso más que mimosearlo, lo confundiría.

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siempre con amor, siempre dejando en claro (con actos y con palabras) que el cariño está.

Los conflictos bajarán un 80 por ciento Con solo tener en cuenta sus necesidades, la cantidad y virulencia de los conflictos con nuestros hijos bajarán considerablemente en cantidad y en calidad. Ya que los chicos no suelen enojarse o hacer berrinches porque sí, sino porque tienen alguna necesidad que no están satisfaciendo, y ello es más fuerte que nada, por eso están intranquilos, molestos y no hacen caso a nada salvo a esa “necesidad” que los aprieta. No siempre lo que necesitan es lo que expresan. Muchas veces lo que están pidiendo no es lo que piden a gritos sino que es su manera de solicitar más atención, que juguemos con ellos, que los aseguremos, que los reconfortemos. Estas necesidades no siempre son fáciles de distinguir ni de expresar para un niño (y a veces para los adultos tampoco).

Enseñarles a dominar sus impulsos Esto vendrá muy lentamente, pero debemos tener siempre presente, que éste es uno de los pilares de lo que debemos enseñarles. A ser dueños de sí mismos. A dominar sus impulsos y sus ímpetus, a pensar las cosas antes de decirlas o hacerlas. Largar lo primero que a uno se le ocurre no es ser sincero sino ser necio, imprudente. Que aprendan y se acostumbren a usar la cabeza antes de actuar. Esto no significa dejar de ser espontáneo y natural, sino ser nosotros dueños de esa espontaneidad y no que quedemos presos de nuestra irreflexión. A los efectos de la obediencia, ésta se realiza sin drama si el niño sabe manejar sus impulsos y es capaz de reflexionar

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Aprender a dominar nuestros impulsos Creo necesario repetir lo que ya dijimos: si uno quiere poder poner límites a sus hijos, primero debe ponérselos a sí mismo y en este caso nos referimos específicamente a dominar nuestros propios impulsos agresivos.

No abusar, nos da autoridad Si queremos mantener un buen nivel de autoridad no abusemos de que somos más grandes, sabemos más, tenemos más fuerza, manejamos el dinero o de que somos quien tomamos las decisiones. Siempre el abuso llama a la desobediencia y a la rebeldía. Que sienta y sepa que no es lo mismo obedecernos que no hacerlo, apliquemos sanciones a la medida de la falta y consideremos lo que haya que considerar antes de aplicar la sanción, pero no dejemos de hacerlo. Siempre demos la posibilidad de reivindicarse, de reparar el daño, de hacerse perdonar y de reintegrarse a pleno habiendo pagado su error o falta.

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CAPÍTULO VII CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA “PEDAGOGICA” Vínculos destruidos a golpes La principal consecuencia de la violencia es el daño que ésta produce al vínculo entre el padre y su hijo, vínculo que si bien para los padres puede ser secundario o superfluo, para el hijo es fundamental y único. La agresión transforma la relación de respeto y admiración en una de miedo y rencor. El vínculo con sus padres es su nuevo cordón umbilical, si este se afina o retuerce, todo comienza a andar mal. Las enseñanzas y exigencias que los padres trasmiten tienen importancia y fuerza, mientras existe una buena relación, cuando esta se deteriora automáticamente caen también en desgracia todas esas enseñanzas y exigencias. “…el niño va aún más lejos que el adulto, pues sólo cree en las personas amadas y sólo es capaz de hacer algo cuando lo hace por amor a alguien.” Ana Freud, 1927.

Adiós confianza Las palizas y los bofetones rompen la confianza entre el padre y su hijo. La relación con alguien que a uno le pegó y le hizo daño ya no será la misma que antes. En quien uno no confía, difícilmente crea y tampoco le obedecerá.

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Coro: ¿Cómo nos sentiríamos si nuestro conyugue, jefe o vecino nos pega por algo que hicimos mal?

“Yo te hago lo que me hicieron” Lo que puede resultar inexplicable es por qué ese niño que “ha sufrido” por los golpes, golpee a sus compañeritos de escuela, y luego a sus hijos y a su esposa. El padre y la madre son los que enseñan lo que está bien y lo que está mal. Si alguno de ellos o ambos le pegan, le está diciendo que está bien pegar. Si con los golpes lo hacen sufrir es porque no es malo hacer sufrir a los demás. Por supuesto que no en todos tiene el mismo efecto, ya que algunos cuestionarán las enseñanzas de sus padres, tendrá sus propios pensamientos y elaborará su propia escalada de valores sobre lo que está bien y lo que está mal También interviene otra cuestión que hace que los golpeados golpeen. Cuando se violenta a un niño, éste queda enojado, ofendido, resentido. Una de las formas en que los humanos actuamos es devolviendo a otros lo que a nosotros nos han hecho, algunas veces para bien y otras para mal. En este caso el niño que recibió golpes, sentirá que se los saca de encima pegándole a sus amigos más chicos y luego a sus hijos y esposa. El maltrato infantil es uno de los factores ambientales de riesgo más potentes relacionados con los problemas de salud mental a futuro, como los trastornos de ansiedad y la depresión.

Dejan de tener preocupaciones de niño El desarrollo del niño se ve alterado por los malos tratos. Un niño constantemente reprimido y golpeado pasa a tener la violencia como lo central en su vida.

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Sus pensamientos, sus fantasías y todo su accionar se verán obnubiladas por esa situación dejando de lado las habituales preocupaciones y ocupaciones de todo niño. Comenzará a tener una actitud de desconfianza hacia todos, en todos lados verá potenciales maltratadores, de ahí sus reacciones desafiantes y violentas con todos y en todo lugar.

La inseguridad lo invade Aún no se tiene clara conciencia de la importancia que tiene la sensación de seguridad para los niños, cuando pierden esa sensación, todo cambia para ellos. La ausencia del padre o la posibilidad (real o imaginaria) de que lo abandonen o que dejen de contar con el cariño y protección es una de las circunstancias que más desequilibra a un niño. Es terrible que aún hoy en muchos juzgados de familia de aquí y de otros países, cuando la pareja se separa, la “justicia” sólo se preocupa de que el niño quede con su madre para que lo cuide y que el padre pase dinero suficiente para mantenerlos. Si el niño queda destrozado por la separación, o por perder a su padre, pareciera no importarle a nadie. Si la inseguridad y el miedo, pasa a ser lo central en su vida, no parece ser el problema de muchos jueces ni de los profesionales que los asisten. No tienen en cuenta que en los conflictos familiares el eslabón más débil, y al cual hay que proteger primordialmente es a los niños. Cuando los padres golpean y maltratan a sus hijos, en vez de sentirse protegidos, les toman miedo. No hay nada más terrible que temerles a quienes “nos cuidan”. La sensación de indefensión es total y absoluta. El daño que esto produce en una persona en pleno crecimiento, cuyas estructuras afectivas e intelectuales se están armando, es catastrófico.

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Su autoestima se deteriora La autoestima se ve tan o más lastimada que la piel con las golpizas o con los cachetones. Ésta es una de las consecuencias más graves de la violencia “pedagógica”, el niño o adolescente siente que no vale nada, que es una mala persona, que sólo sirve para que le peguen y para hacer rabiar a sus padres. Sentimientos de culpa y menosprecio por sí mismo es el resultado de palizas y gritos por parte de sus progenitores. Para tomar la dimensión de esto pensemos en nosotros, y en que cómo nos sentiríamos si tenemos que aguantar que alguien nos dé cachetadas sin poder revelarnos. Pero con los chicos es más grave ya que están construyendo su autoestima. Coro: ¿Cómo nos sentiríamos si nuestro conyugue, jefe o vecino nos pega por algo que hicimos mal?

“Tus palizas son mis caricias” Una consecuencia muy común de intentar educar con violencia es que los chicos se acostumbran a ella y la pueden convertir en un modo de relacionarse con sus padres. De tanto escuchar que le pegan por su bien y por lo mucho que lo aman, cada vez que se siente mal o que no se siente querido, hará algo para merecer una paliza. Pronto les toma el tiempo a sus padres y aprenderá cómo hacerlos enojar y así obtener su atención. Los golpes ya no le duelen y los gritos son música para sus oídos. Ha recuperado el centro del universo familiar.

El aprendizaje se estanca El sufrimiento es una manera muy retorcida de enseñar y con resultados inciertos, ya que lo que se aprende no tiene nada que ver con lo que se pretendió enseñar. Un chico infeliz, atemorizado y resentido, no

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está en condiciones de aprovechar lo que la vida puede ofrecerle para aprender, para desarrollar todas sus potencialidades; toda su preocupación está centrada en evitar las futuras golpizas. Sin duda que hay genios que pasaron infancias terribles, pero su genialidad no vino de los golpes sino de cómo logró sobrevivirlos.

Agresivos y/o antisociales En cuanto al comportamiento social del niño maltratado, no creo que haga falta extendernos. El chico que es corregido a golpes, golpeará en su escuela a los otros chicos y tendrá un comportamiento agresivo con todos los que lo rodean. Puede que resulte todo lo contrario y sea sumamente introvertido, huidizo, apocado, sin querer participar en nada, desconfiando de todos y aguantando lo que sea, para no generar situaciones que puedan provocar otras golpizas. Las anomalías mentales, se ven agravadas si hay malos tratos, en esto son muy claros los especialistas.

Los malos tratos pueden gestar delincuentes En cualquier informe judicial encontrarán que la inmensa mayoría de los delincuentes y asesinos han sido niños golpeados o maltratados y encuentran allí la principal causa de su accionar antisocial y violento. Esto es lógico y esperable. Un niño o adolescente criado a golpes, poco le importa lo que les suceda a esos padres golpeadores. Si sus vínculos primarios están destruidos, no le resulta fácil establecer otros, al menos de manera sana, ni tendrá demasiadas ganas de establecer otros vínculos. Tampoco tendrá buenos sentimientos hacia esa sociedad que no lo supo proteger de los abusos de su familia. Así como sentía miedo y desconfianza de sus padres, sentirá lo mismo por el resto de las personas que se le acerquen. La forma de relacionarse será siendo agresivo de manera preventiva, para que no lo vuelvan a dañar. Por qué va a tener piedad por los otros, si nadie la tuvo con él, lo mismo con otros sentimientos altruistas como pueden ser la solidaridad. No tenemos

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derecho a esperar milagros de quien recibió sólo violencia y abusos en su familia e indiferencia y marginación por parte de la sociedad que lo rodea. Por eso tampoco debe sorprendernos que salgan violentos delincuentes (de los de guante blanco nadie se sorprende) de familias muy acaudaladas ya que en los hogares acomodados también hay niños que son criados dentro de la violencia, y que cuentan además con un entorno que desprecia a la sociedad y abusa sistemáticamente de sus congéneres15.

Padres perjudicados por pegar a sus hijos La violencia también hace mal a los padres, algunos tienen luego sentimientos de culpa que hacen que sea permisivo y laxo con sus hijos, o que entre en una dinámica de golpes y cariños que generará una relación enfermiza entre ellos. También es cierto que los padres que golpean por estar saturados de otras situaciones, no logran solucionarlas sacándose la bronca en las orejas o espaldas de sus hijos y esto genera ambientes hogareños sumamente agresivos, poco contenedores y nada favorables al desarrollo del niño o adolescente. Hay padres golpeadores, que luego se transforman en padres golpeados por sus hijos, apenas estos llegan a la adolescencia y superan en fuerza a sus progenitores. Ni hablar de cuando se hacen ancianos, ahí suelen reciben de vuelta toda la violencia que descargaron sobre sus hijos pequeños. Los golpes en educación son inconducentes, no sirven para nada útil, sólo deterioran las relaciones sin enseñar nada positivo. La violencia sólo genera violencia.

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Como decía nuestra querida Mafalda (de Quino) “nadie amasa una fortuna sin hacer harina de los demás”

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CAPÍTULO VIII LOS AZOTES DE DIOS

Algunos creen encontrar la justificación para golpear a sus hijos en distintos pasajes de la Biblia u otros libros religiosos, en los cuales hacen aparecer a Dios autorizando y mandando “azotar a los hijos” cuando se portan mal. Estos textos sagrados, si bien pueden haber sido inspirados por Dios, han sido escritos por hombres que pertenecían a una determinada cultura, con cierta escala de valores. Por lo tanto respondían también a los intereses de su grupo y a los valores que estos querían promover en la sociedad. Eran épocas en que regía la “ley del más fuerte”, del “ojo por ojo” y en donde los niños y las mujeres eran considerados de menor valor que una vaca o un caballo; por lo tanto su vida y su integridad física no valían nada y se los corregía de la misma manera que lo hacían con los animales. Debían obedecer al padre, que era el representante del rey y de Dios, o podían ser castigados hasta morir. Épocas en donde matar a un hijo o a una esposa, hablaba bien de los grandes valores morales y disciplinarios del padre y marido. En la Biblia también se mandaba a exterminar a los pueblos “que no cumplieran sus mandatos”, o matar “a los hijos primogénitos“ de tales otros pueblos. Ahí también encontramos que se debía apedrear hasta morir a la mujer infiel y a las jóvenes que se casaran sin ser vírgenes; allí la esclavitud estaba bien y los amos eran dueños de la vida de sus siervos. Tomar al pie de la letra esos pasajes bíblicos es aberrante y en algunos casos criminal. ¡Dios, las atrocidades que se han hecho y se siguen haciendo en tu nombre!

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Hoy, la Iglesia en palabras del Santo Padre Francisco pide encarecidamente16: "Cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes, no se hagan daño. Cuídense la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, a los niños, a los viejos".

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Palabras del Papa Francisco el día de su coronación a los fieles que hacían vigilia en Plaza de Mayo, Buenos Aires y en las distintas ciudades del país.

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CAPÍTULO IX LA LEY PROHIBE PEGARLE A LOS NIÑOS

Promover la paternidad desde el Estado Desde el Estado y desde todos los estamentos de nuestra sociedad hay que promover que los varones ejerzan su paternidad a pleno. Es decir que cuando nazca un hijo, éste cuente con sus dos padres para atenderlo, criarlo y satisfacer sus necesidades. Los organismos públicos deben difundir que desde el embarazo el hombre debe estar cuidando que la mujer tenga todo lo que se requiere para que la gestación trascurra normalmente y luego que la pareja distribuya equitativamente las tareas de la crianza. Durante mucho tiempo se hizo al revés, se enseñaba que no era de hombres atender a los niños y que esa era una tarea exclusiva de mujeres. Aun hoy hay profesionales que formados hace cuarenta años y con libros de hace cien, siguen inculcando que las mujeres deben dedicarse sólo a cuidar hijos y que el varón no tiene nada que hacer allí, como no sea poner plata y pegar unos gritos, de vez en cuando, para ratificar su autoridad. Hay Jueces, abogados, médicos, psicólogos y psiquiatras , que siguen funcionando con el viejo esquema de la sociedad patriarcal y ven con malos ojos a los colegas que plantean la equidad y solidaridad entre papá y mamá. Es un derecho de los hijos, ser criados por ambos padres, estén estos casados o no, juntos o separados. La historia de la pareja puede terminarse o no haber comenzado nunca, pero como

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padres siempre deberán ejercer la paternidad de manera conjunta, equitativa y solidaria. La cantidad de hijos sin padre aumenta cada vez más, en esto contribuyen distintos factores a los que el Estado debe abocarse para contra restarlos y hacer que esa tendencia se quiebre. Solo así lograremos que cada vez haya menos medios huérfanos, que además de sufrir la ausencia paterna deban estar mendigando la ayuda del Estado. Madres solas, que tienen que cargar con toda la responsabilidad de criar a sus hijos y de mantener el hogar, padres que quieren participar en la crianza y se encuentran con puros obstáculos, desde los preconceptos sociales, a que recién hacíamos referencia, hasta los impedimentos en el mundo laboral y llegado el caso un sistema judicial en el cual el hombre tiene que entrar arrodillado para que le permitan ver a sus hijos. Fomentar la paternidad para que los hijos tengan todo lo que necesitan. Para que las mujeres puedan seguir con su vida y no deban abandonarlo todo por la maternidad. Para que los padres puedan vivir su vida afectiva a pleno y disfrutar de sus hijos. El estado debe decididamente tomar esto en serio, y hacer de ello una política de estado, en la cual haya todo un programa a desarrollar, con objetivos claros y con metas precisas a llevar a cabo en distintos campos que tengan que ver con la familia.

Actualización de la legislación Licencia por paternidad, hace tiempo que están en tratamiento proyectos para dar a los trabajadores varones, que son padres, licencia suficiente que le permitan tomar contacto con su hijo y hacerse cargo de sus cuidados, desde los primeros días. Puntos de encuentro familiar: también están en tratamiento proyectos para la creación de lugares aptos y con personal especializado para que los hijos de parejas con separaciones conflictivas no pierdan el

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contacto con alguno de sus padres mientras dura la pelea judicial. Estos lugares sirven también para las re vinculaciones cuando la relación se ha perdido o ha habido situaciones de alienación parental (cuando uno de los padres pone su hijo en contra del otro). Registro de obstaculizadores del vínculo filial: esta medida ya está legislada pero no pasó de ser una expresión de deseos, por eso ahora el Poder Ejecutivo de Mendoza ha enviado a la legislatura un nuevo proyecto para que funcione efectivamente. En ese registro los jueces colocarán los nombres de las personas que obstaculicen el vínculo de un niño con sus padres o familiares y tendrán una serie de consecuencias similares a los que figuran en el registro de deudores de la cuota alimentaria. Todo esto tiene por objeto que no haya impunidad para quienes atenten contra los derechos del niño, niña y adolescente. Hay que promover también lo que en otros países han denominado “Ley de paternidad responsable” para acabar con esa afrenta a la dignidad humana que son los certificados de nacimiento con padre desconocido. De los cuales el Estado ha sido el principal cómplice ya que una madre no puede decir quién es el padre, si este no está presente para confirmarlo. Esa normativa que se inventó hace siglos para proteger el buen nombre de los “señores” que gustaban de abusar de cuanta niña o señora anduviera cerca, en el registro civil sigue tan vigente como en el siglo XIX. Es una vergüenza humana. A nivel nacional, con las modificaciones al código civil que están siendo tratadas, se avanzará considerablemente en muchos aspectos en beneficio de los hijos y sus derechos.

Las obligaciones del Estado El objetivo del accionar del Estado en este aspecto deber ser que haya cada vez menos hijos sin padre y que esos padres se hagan responsables de manera equitativa y solidaria de las tareas de la crianza. Campañas de concientización permanentes: en centros de salud, maternidades, centros comunitarios y delegaciones municipales a

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fin de hacer llegar cursos, información, afiches, trípticos y todo lo que sea necesario para el logro del objetivo mencionado. Escuela de Padres, promover su creación en distintos localidades y apoyar las que ya existen. Lugares donde personal especializado y padres con experiencia enseñen como realizar las distintas tareas que un niño requiere. Para que ambos padres sean capaces de bañar al bebé o de cambiarle los pañales, sepan cómo calmarlo o cuándo recurrir al médico; luego cómo prepararle la comida y más tarde cómo ayudarle en las tareas de la escuela. Cuidar a un hijo no es tarea fácil, pero con un poco de ayuda se sale adelante y hoy que muchas parejas no tiene familia alrededor para apoyarlas, estas Escuelas de Padres son un gran recurso. Igualmente para los padres adolescentes, con toda una problemática específica que si no la atendemos causa estragos, en ellos y en sus hijos. En fin, hay muchísimas cosas que el Estado puede y debe hacer para promover la paternidad y lograr que cada vez haya menos hijos sin padre. Estos niños sufren carencias de todo tipo, afectivas, psicológicas y en muchos casos también padecen carencias a nivel nutritivo, educativo y de salud. El Estado procura cubrir como puede pero cada vez le será más difícil en la medida que se aboque a las consecuencias y no a las causas. Ya desde el siglo XIX hay antecedentes de advertencias sobre las consecuencias negativas que los golpes tenían para la educación de los hijos, durante el siglo XX estas voces aumentaron en cantidad y fundamento. A mediados de este último siglo se prohibió en la escuela cualquier tipo de castigo físico, también se prohibió que cualquier adulto pegara a las menores de 18 años, sólo quedaban los padres con autorización para castigar físicamente. Pero a partir de la Convención de los Derechos del Niño esto comenzó rápidamente a cambiar y ya en casi todos los países han incorporado en su legislación la prohibición de dar malos tratos a los hijos. Hay quienes adjudican buena parte de los males que ocurren en el mundo a la supresión de los golpes en las escuelas y en las familias, pero quienes siguen de cerca los procesos de formación de los jóvenes tienen absolutamente en claro que la necesidad de

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educar bien a las personas pasa muy lejos de los golpes y de la violencia. En Argentina tenemos la ley 26061 de protección de la niña, niño y adolescente, luego la Ley 24417, contra la violencia familiar y la ley 26.485, para la prevención de violencia contra la mujer, esta última no hace referencia específica a las niñas, pero las comprende en tanto que mujeres. Para que la “prohibición de malos tratos a los hijos” quede también en la legislación de fondo, está expresamente planteada en la reforma integral del Código Civil propuesto por la Comisión creada a tal efecto y que está en pleno tratamiento en el Congreso de la Nación. En otros países de América Latina y el mundo, en particular en aquellos que han firmado la Convención de los Derechos del Niño, que son casi todos, han ido incorporando esta prohibición en sus respectivas leyes de protección a la infancia o de prevención de la violencia familiar. Más allá de lo específica o general, que sea la legislación en los distintos lugares, en cuanto a prohibir los castigos físicos, educar bien a los hijos requiere erradicar la violencia y los malos tratos de su educación. A veces los adultos somos duros para entender que con golpes nadie se educa para bien, al contrario, se acostumbran a la violencia, a la intolerancia y al abuso sobre los más débiles. A continuación adjuntamos el artículo del Código Civil que se plantea modificar (entre muchos otros) y las leyes vigentes que hemos mencionado.

Proyecto de modificación del Código Civil Argentino (en tratamiento en el Congreso de la Nación)

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Código vigente: Artículo 278. - Los padres tienen la facultad de corregir o hacer corregir la conducta de sus hijos menores. El poder de corrección debe ejercerse moderadamente, debiendo quedar excluidos los malos tratos, castigos o actos que lesionen o menoscaben física o psíquicamente a los menores. Los jueces deberán resguardar a los menores de las correcciones excesivas de los padres, disponiendo su cesación y las sanciones pertinentes si correspondieren. Propuesta de modificación: Artículo 647.- Prohibición de malos tratos. Auxilio del Estado. Se prohíbe el castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes. Los progenitores pueden solicitar el auxilio de los servicios de orientación a cargo de los organismos del Estado.

Convención sobre los derechos del niño 20 de noviembre de 1989 Artículo 19 1. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo. 2. Esas medidas de protección deberían comprender, según corresponda, procedimientos eficaces para el establecimiento de programas sociales con objeto de proporcionar la asistencia necesaria al niño y a quienes cuidan de él, así como para otras formas de prevención

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y para la identificación, notificación, remisión a una institución, investigación, tratamiento y observación ulterior de los casos antes descritos de malos tratos al niño y, según corresponda, la intervención judicial.

Ley 24.417 De protección contra la violencia familiar Artículo 1º.- Toda persona que sufriese lesiones o maltrato físico o psíquico por parte de alguno de los integrantes del grupo familiar podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita ante el juez con competencia en asuntos de familia y solicitar medidas cautelares conexas. A los efectos de esta Ley se entiende por grupo familiar el originado en el matrimonio o en las uniones de hecho. Artículo 2º.- Cuando los damnificados fuesen menores o incapaces, ancianos o discapacitados, los hechos deberán ser denunciados por sus representantes legales y/o el Ministerio Público. También estarán obligados a efectuar la denuncia los servicios asistenciales sociales y educativos, públicos o privados; los profesionales de la salud y todo funcionario público en razón de su labor. El menor o incapaz puede directamente poner en conocimiento de los hechos al Ministerio Público. … Artículo 5º.- El juez, dentro de las 48 horas de adoptadas las medidas precautorias, convocará a las partes y al Ministerio Público a una audiencia de mediación instando a las mismas y a su grupo familiar a asistir a programas educativos o terapéuticos, teniendo en cuenta el informe del artículo 3º. Artículo 6º.- La reglamentación de esta ley preverá las medidas conducentes a fin de brindar al imputado y su grupo familiar asistencia médica psicológica gratuita.… (Decreto reglamentario) Artículo 5º.- Asistencia letrada. No se requiere asistencia letrada para formular las denuncias. Se garantiza la asistencia jurídica gratuita a las personas que la requieran y no cuente con recursos suficientes a través de los Defensores de Pobres, Incapaces y Ausentes en lo Civil y

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Comercial, de los CENTROS de ATENCION JURIDICA COMUNITARIA dependientes de la SECRETARIA DE ASUNTOS LEGISLATIVOS del MINISTERIO DE JUSTICIA y de los consultorios jurídicos dependientes de la MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES y de otros organismos públicos.

Ley 26.061 De protección de los derechos de las niñas, niños y adolescentes Artículo 7° - RESPONSABILIDAD FAMILIAR. La familia es responsable en forma prioritaria de asegurar a las niñas, niños y adolescentes el disfrute pleno y el efectivo ejercicio de sus derechos y garantías. El padre y la madre tienen responsabilidades y obligaciones comunes e iguales en lo que respecta al cuidado, desarrollo y educación integral de sus hijos. Los Organismos del Estado deben asegurar políticas, programas y asistencia apropiados para que la familia pueda asumir adecuadamente esta responsabilidad, y para que los padres asuman, en igualdad de condiciones, sus responsabilidades y obligaciones. TITULO II PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTIAS Artículo 8° - DERECHO A LA VIDA. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la vida, a su disfrute, protección y a la obtención de una buena calidad de vida. Artículo 9° - DERECHO A LA DIGNIDAD Y A LA INTEGRIDAD PERSONAL. Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la dignidad como sujetos de derechos y de personas en desarrollo; a no ser sometidos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante,

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intimidatorio; a no ser sometidos a ninguna forma de explotación económica, torturas, abusos o negligencias, explotación sexual, secuestros o tráfico para cualquier fin o en cualquier forma o condición cruel o degradante.

Ley 26485 De protección de la mujer contra la violencia Artículo 4º — Definición. Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón. Artículo 5º — Tipos. Quedan especialmente comprendidos en la definición del artículo precedente, los siguientes tipos de violencia contra la mujer: 1.- Física: La que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato agresión que afecte su integridad física. 2.- Psicológica: La que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación aislamiento. Incluye también la culpabilización, vigilancia constante, exigencia de obediencia sumisión, coerción verbal, persecución, insulto, indiferencia, abandono, celos excesivos, chantaje, ridiculización, explotación y limitación del

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derecho de circulación o cualquier otro medio que cause perjuicio a su salud psicológica y a la autodeterminación…

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CONCLUSIÓN FINAL Es mi deseo que este libro sirva a los nuevos padres para encarar mejor la crianza de sus hijos sin necesidad de recurrir a golpes y otros tipos de violencia. Aquí no sólo he volcado mis conocimientos y mi experiencia, sino también la de muchos otros que se han dedicado con mucha seriedad y rigurosidad científica a la problemática de los niños y adolescentes. Enseñar con el ejemplo es la mejor pedagogía, hacerlo a los golpes es la peor. Que nuestros hijos aprendan a razonar, que sepan superar los conflictos sin recurrir a la violencia, que tengan confianza en sí mismos y que respeten al prójimo, deben ser nuestros objetivos. Si todo esto transcurre en un ambiente de cariño, de comprensión y de solidaridad, siempre tendrán fortaleza y recursos para encarar las situaciones que la vida les depare, por duras que sean. Los hijos no son mascotas que traemos a casa para entretenernos o paliar nuestra soledad. Ellos tienen derecho a su propia vida. No dejemos de tener presente nunca, que nuestra principal misión es convertir a nuestros pequeños en adultos independientes. Que sepan ganarse la vida, que estén formados para encarar el mundo en el que ellos deberán moverse. Como pueden ver a lo largo de estas páginas, educar a los hijos es mucho más que ponerle límites, es justamente prepararlos para que sus sueños y realizaciones sean ilimitados. No sé si así serán felices, pero así vale la pena vivir. Levantarse todas las mañanas con un sueño y acostarse a la noche con alguna realización, es decir habiendo dado uno o más pasos para concretar nuestros sueños. Criar hijos no es fácil pero es hermoso, tal vez lo más hermoso que uno pueda hacer en la vida. Si hay algo que arruina la fiesta, son los golpes, los malos tratos, los gritos. Pensemos que el vínculo con cada uno de nuestros hijos es un grueso cable de acero, constituido por múltiples filamentos, o una gruesa soga conformada por muchos hilos trenzados. Sepamos que cada golpe, cada humillación es un filamento o un hilo que se corta, o varios, si la paliza es grande. En nosotros está que esos vínculos sean fuertes, débiles o inexistentes. En la dedicación, el cariño y el respeto con que lo tratemos.

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Cuando digo, preparemos a nuestro hijo para el futuro, también estoy diciendo que no lo carguemos con nuestros odios. Ya la vida le traerá sus propias amarguras; por favor, no seamos tan egoístas de alivianar nuestra carga transfiriéndole los rencores y frustraciones que en la vida supimos conseguir. Hagamos lo posible (y lo imposible) para que ambos padres nos ayudemos en las tareas de la crianza. Dejemos atrás los prejuicios de que sólo la mujer debe hacerse cargo. Tanto uno como otro puede y debe hacer todas y cada una de las tareas que implica criar a un hijo. Lo que no se sabe se aprende y lo que no sale bien, se practica. De a dos, las cosas son mucho más fáciles y los hijos infinitamente más felices. Tener a sus dos padres cerca y atentos a sus necesidades, y que no le peguen ni lo maltraten, es todo lo que le hace falta a un niño para ser feliz y crecer sano.

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BIBLIOGRAFÍA Aconsejamos vivamente todos aquellos libros sobre la evolución del niño y su paso por diferentes etapas a lo largo de su crecimiento hasta la vida adulta. En la actualidad hay además numerosos sitios en Internet, donde se pueden encontrar los patrones de conducta en las diferentes edades. Esto permitirá comprender mejor a nuestros hijos y satisfacer sus necesidades básicas a efectos de ayudarles a pasar cada etapa sin mayores inconvenientes, tanto ellos como nosotros.

ADLER, Alfred, Cuidando al niño, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1957. ALONSO, Norma, Educación emocional para la familia, PeA, México, 2011. ANTIER, Edwige - NAOURI, Aldo, Faut-il être sévère avec nos enfants, Mordicus, Francia, 2008. BAKULE, Francisco, Une pédagogie de la vie par la vie. Ed Fleurs, París, 1975. BETTELHEIM Bruno, Pour être de parents aceptables. Robert Laffont, París. 1988. BORGENICHT, David - GRACE James, Cómo hacer pato a tu hijo, ¡Pequeños trucos para la hora de comer, de dormir, del baño…para cualquier momento!,

PeA, México, 2008.

BOURCIER, Silvia, L’agresivité chez l’enfant de 0 a 5 ans, CHU Saint Justine, Quebec, 2008. FAURE Jean-Philippe, Educar sin castigos ni recompensas, ED. Lumen, México, Bs As, 2010. FERRARI, Jorge Luis. Ser padres en el tercer milenio, Ed. del Canto Rodado, Mendoza, 1999. En Google libros, de manera íntegra y gratuita. FERRARI, Jorge Luis. Padres separados, criando juntos a sus hijos, Trillas, México, 2011.

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FERRARI, Jorge Luis. Padre amado o deseado, Trillas, México, 2011. FINC. Fundamentos de la psiquiatría infantil, Ed. Psique, Buenos Aires, 1962. FREUD, Anna. Psicoanálisis del niño, Imán, Buenos Aires, 1951. GAUTHIER, YVON. L’attachement, un départ pour la vie, CHU Saint Justine, Quebec, 2009. KRISHNAMURTI. De l’education, Ed.Delachaux et Niestle, Suiza, 1976. MONTAGNER, Hubert. L’attachement, les debuts de la tendresse, Odile Jacobs. París, 1988. OLIVIER, Maurel. La Fessée, questions sur la violence éducativa, Ed. La Plage, Francia. 2007. PIAGET, Jean. La naissance de la inttelligence chez l’enfant. Ed. Delachaux et Niestlé, Yverdon, 1997. RAMIREZ ACUÑA, David. Yo también amo a mi hijo (a). Del proceso de violencia en la desparentalización a la crianza compartida. Disertación Doctoral, Ed. Universitaria, Universidad Autónoma de Centroamérica, San José, Costa Rica, 2011. ROBIN, Gilbert, La educación de los niños difíciles, Ed. Salvat, España, 1950. ROCHA, Hugo. Fijar límites sin golpes ni castigos, Padres Cariñosos, CD interactivo, Cuernavaca, Morelos, México (cariñosos@msn.com) SINAY, Sergio. La sociedad de los hijos huérfanos, cuando padres y madres abandonan sus responsabilidades y funciones, B de bolsillo, Argentina, 2012. STERN, Daniel. Journal d’un bebe, Odile Jacob, Francia , 2012. ZICAVO Nelson, Para qué sirven los padres, Ed. de la Universidad del Biobío, Chile, 2005. ZICAVO, Nelson. Crianza compartida, Ed. Trillas, México, 2011.

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INDICE Prólogo

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Capítulo I OBJETIVOS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR

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Para qué estamos los padres. Vínculos afectivos entre padres e hijos. Ambos padres presentes. Obligaciones de los padres con sus hijos. Observarlo para conocerlo. No ser pasivos ni permisivos. Formarlos integralmente.

Capítulo II EDUCAR BIEN A NUESTROS HIJOS: MUCHO MÁS QUE PONER LÍMITES 15 Qué es educar bien a nuestros hijos. Casa segura. Claro que hay que decirles que NO. La educación debe tener más SI que NO. Cómo decirle NO a los más chiquitos. Que sus potencialidades florezcan. Lo fundamental ocurre en los tres primeros años. Cuando ya son más grandecitos. Los límites son sólo la periferia. Hay padres insoportables. Brutalizar al hijo. Niños aburridos o desatendidos.

Capítulo III QUÉ ENSEÑAMOS CUANDO PEGAMOS

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Para educar es inútil pegar. Perder el amor de sus padres. La violencia sólo engendra violencia. Diferencias abusivas. Diferencias abusivas II. Pagarles a los hijos es mal negocio. Sólo una cachetada de vez en cuando. “Si mis padres lo hacían, está bien”. Pegamos más por nuestras desventuras que por sus travesuras. Permiso para ser violentas. Riesgos de mayor violencia. Mostrar que está enojado. Hoy una sonrisa, mañana un cachetón. Ahora un cachetón, enseguida una caricia. Hoy una

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cachetada, mañana dos, pasado tres ¿Y aprendieron? “La letra con sangre entra”. “Somos hijos del rigor”. Los más golpeados ¿son los más educados? De hijos golpeados, a maridos golpeadores. Gritos y otros malos tratos. Padres que humillan. Sin levantar la voz. Violencia pasiva. Violar los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Violencia emocional. Las mil caras de la violencia. Ya ni a los animales se les pega. Aunque me golpeaban igual los quiero. Devolviendo atenciones. “Entonces, ¡no puedo hacer nada!”. Educar en la resolución pacífica de conflictos.

Capitulo IV HERRAMIENTAS PARA EDUCAR SIN VIOLENCIA

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Paciencia. Los hijos necesitan nuestro tiempo. Respetar la persona, su individualidad y su etapa. Pasados los primeros años. Obedientes que toman decisiones. Distraer es mucho mejor que pegar. Tareas desagradables. Motivarlos e incentivarlos. Somos el modelo. La autoestima. Dejémosle lugar para las fantasías. La dignidad de los niños. Su tiempo, nuestro tiempo. Que aprendan a expresar lo que les pasa. Empatía. Títere o cachetada. Los chicos que se “portan mal”. Si se conforma con pegarle. El aburrimiento es fuente de infortunios. Seamos previsores para no ser represores. Sus necesidades son más fuertes que ellos. El respeto ante todo. Los adultos también “nos aportamos mal”. A partir de cuántas cachetadas es maltrato. Nunca es tarde para terminar con la violencia. Algunos trucos. Cuando son bebés. La comida. Vestirse. Sin violencia ni agresiones. Insistir con la paciencia.

Capítulo V AUTORIDAD Y AUTORITARISMO

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Los padres más que mandar deben guiar. El autoritarismo. Cómo se construye la autoridad. De Súper Héroes a buenos padres. Que nos hagan caso… ¿para qué? Quien no sabe obedecer, no sabe mandar. Tratar con respeto nos da autoridad. Ser justos nos da autoridad. Cumplir

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con lo prometido. Padres caprichosos. Tomarse en serio lo de “educar con alegría”.

Capítulo VI QUÉ HACER PARA QUE NUESTROS HIJOS OBEDEZCAN

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Acumular abrazos. Los conflictos bajarán un 80 por ciento. Enseñarles a dominar sus impulsos. Aprender a dominar nuestros impulsos. No abusar, nos da autoridad.

Capítulo VII CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA “PEDAGOGICA”

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Vínculos destruidos a golpes. Adiós confianza. “Yo te hago lo que me hicieron”. Dejan de tener preocupaciones de niño. La inseguridad lo invade. Su autoestima se deteriora. Tus palizas son mis caricias. El aprendizaje se estanca. Agresivos y/o antisociales. Los malos tratos pueden gestar delincuentes. Padres perjudicados por pegar a sus hijos.

Capítulo VIII LOS AZOTES DE DIOS

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Capítulo IX LA LEY PROHIBE PEGARLE A LOS NIÑOS

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Proyecto de modificación del Código Civil Argentino. Convención sobre los Derechos del Niño. Ley 24417, protección contra la violencia familiar. Ley 26.061, protección de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Ley 26.485, protección de la mujer contra la violencia. CONCLUSIÓN FINAL

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BIBLIOGRAFIA

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