VOCES DE PAISAJE FotografĂa:
Juan Martinez
Texto:
Lola M. Sobreviela
Niebla, leve silencio del cielo, mensajera profunda de paso lento, exhala al vacío su azar volátil, gris en humo denso, donde brota puro el misterio de los colores inciertos. Piel de montaña, verde sustancia ingrávida que en cada curva pronuncia un gesto recién nacido de sus manos vegetales.
Mundos que la tibia luz perfuma rastreando la tierra en calma. Con dedos de bruma avanza por los oscuros pliegues de su vientre. Residuos de un sol lejano se deslizan entre cumbres que arquean su cordillera vertebral a un cielo errante, y el abrazo de las nubes nos convierte en invisibles fragmentos del paisaje.
Cuando enrojece el helecho, canta en el aire un eco mineral de tambor hundido, sumergido donde los cuerpos mĂĄs arcanos se disuelven. Niebla de madre monte, diosa del norte ceĂąida a las mil caderas de esta tierra,bajo tu velo de bruma frĂĄgil sombra transparentas.
Hoy es el ahora que se siembra y se cosecha, la primera maĂąana de hĂşmedos matices donde la luz enciende los versos de la tierra y el bosque toca el cielo con verdes pasos musicales. De difuntas escarchas surge esta vida que hace bailar a los muertos desde la otra cara de la lluvia.
Roca de luz frente a su espejo en sombra ciĂąendo en la alta frente clara diadema de nube, y en el hueco entre ambas madres un diminuto refugio tĂmido ofrece al viajero su tejadillo encendido. Sendas de paz hasta la boca del monte donde un hogar respira y cubre.
Prendido al cielo avanza el lento oleaje de la tierra bendecida por vientos luminosos. Mi vagabunda maĂąana ebria de verdor florece, en sus hombros de montaĂąa porta el frĂo, lucero herido, que a la muda oscuridad aliento ofrece salpicando un rastro de rocĂo.
Haz monte estallar tus nubes en danza de cordillera, abre camino blanco, perfil de hierba en cielo agreste. Un joven bosque navega por el hĂşmedo lienzo de la pradera, nos da alimento a elegir su luz oscura, aleteando en enigma: Âżvereda o espesura?
De todos los bosques que has leído, de todos los libros caminados, ¿Cuál llevas en tu sangre como sístole y diástole, libertad de carne y hueso, vida radiante de espina y pluma? La savia de la selva emana el mágico fluir que nos deriva, el agua de luz que hace florecer nuestro silencio.
La brisa nos conjuga en sintaxis caprichosa a ti y a mí y al bosque para fecundar los mundos. ¿Quién no ha sorbido una chispa de luz en el cuenco de sus manos? Somos la especie sedienta que alza el rostro de su raíz en rama.
Incubemos nuestra memoria de nidos a pie de árbol, pues quizá no haya lenguaje más sencillo que la pura percepción de origen: Bosque. Silba la selva, a orillas de la vida canta bajo los pies un río, de nuevo la tierra nos da a luz en su seno de piedra y hojas, en un líquido prodigio de raíces que alzan al cielo un alma subterránea, cuando la madre asoma de improviso sus glaucos ojos de sirena y parpadea verde la luz de sus escamas.
Cuerpo a tierra, sumergida ya en su limo el alba, bebamos el licor azul entre las hojas persiguiendo el galope blanco de las nubes. Un haya hace cantar sus ramas aferrando el cielo al paso, voz de roca que trina en rojo hojas ca铆das, madera animal que revive el cuento del drag贸n dormido bajo los huesos del bosque, templando eternamente el fondo de la oscura tierra virgen.
Trance del bosque es el río, rito de paso sin puente, surca los caminos de raíces reptando en ávidos brazos. Brilla frondoso el aire, instante en que somos intangibles entrando a un nuevo mundo sin salir de éste.
Los rĂos surcan las arrugas de tu frente y en la memoria el cielo se desvanece, por los cauces soĂąados de una tierra sin noche deja que tu pie ligero la sombra del agua roce.
¿Quién besó tu corteza seca despertando entre tus nudos tal sonrisa? La muerte te hizo cuerpo entre hermanos de verbo verde. Mano de musgo es tu trono que implacable espera al caminante.
Criaturas fugaces migran de cielo en cielo sobre cimas abruptas y mansas lomas un relincho azul el valle explora. Tendido a la luz el pueblo aguarda la fresca sinfonĂa de los vientos. Somos la mano que vuela en torno a un pĂĄjaro quieto. Vestimos la luz de sombras, tejiendo en historias tiempos.
La tierra acuna nuestros hogares mostrĂĄndonos senderos navegables hacia el ĂŠter. Suave promesa de luz entre las nubes, y en cualquier rincĂłn sorpresa inhabitada para perder el tiempo en el placer itinerante.
Espejo de futuros, horizonte en vuelo de los sueños, en el eco de la luz la tierra se sumerge. Aguardan más allá nuevas retinas, huesos de poetas cuentavientos, pescadores de prodigios, tallando el puente invisible de aquí a mañana. Libertad, mano que me cubre de paisaje y me corona con un beso de inocencia, mi pie resbala en tu infinito, abran mis ojos tus puertas.
AGRADECIMIENTOS
Hay muchas personas a las que agradecer y quiero nombrar a algunas: A Pura Maria, que me ha convencido y ayudado a crear este blog, y que sin sus consejos y apoyo no habría visto la luz este proyecto. Y de forma muy especial a Lola M. Sobreviela, autora de los versos que enriquecen las imágenes, por haber aceptado a colaborar de una forma tan activa y decisiva en este proyecto y que cuando la fantasía se enfrenta a la realidad, la fantasía ha ganado siempre.