Remedios martí llorca

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C. M. Z. Martí Llorca, Remedios Memorias y autobiografías en español, S. XIX Barcelona, 1997 Faltaban pocos días para ir al colegio de Zaragoza. Y yo soñaba con el momento. Había leído libros de aventuras que transcurrían en internados ingleses. Me imaginaba un caserón antiguo, con torres, en medio del campo, rodeado de árboles. Me veía ya en una habitación para cuatro niñas ( una sería mi hermana, y tendría dos nuevas amigas), una habitación acogedora, reducida, en la que entrarían los rayos del sol a través de las cortinas cuando nos levantásemos por la mañana. Iba a ser maravilloso. Ni siquiera me importaba ya pensar que mi madre se iba a Suiza. Iba a ser muy feliz en el colegio... Por fin llegó el día. Mi madre, mi hermana y yo tomamos e tren a Valencia y, de allí, el TER que nos llevaría a Zaragoza. Un taxi nos dejó en el colegio. Cuando lo vi, todas mis ilusiones se desvanecieron. El C.M.Z. era un lugar enorme, feo, frío; no estaba en el campo sino en la ciudad, al lado de la Casa Grande, en diagonal con el campo de fútbol, en una avenida muy ancha llena de coches; se veía algún árbol al otro lado de la verja de ladrillo y hierro que rodeaba el edificio... Al entrar al colegio, la sensación de pérdida que me había invadido al ver el exterior no desapareció. Entramos a un hall enorme, caminamos por unos pasillos enormes y subimos al primer piso, en donde estaba nuestra habitación. También era enorme. No había cuatro camas, había treinta. No me gustó. Desde el primer momento supe que no quería quedarme allí. Mi madre se quedó dos o tres días en Zaragoza, hasta que empezamos las clases, y nos llevaba a la plaza del Pilar a dar de comer a las palomas. Algún día vino también una niña que también era nueva, Lourdes. Cuando mi madre se marchó, me pasé días y


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