Una historia húmeda en el colegio de Magisterio Zaragoza en 1970:
Corría el año 1970. Era ya por primeros de junio y ya apretaba el calor. Existía una clara discriminación. Los chicos teníamos una piscina que le llamábamos “bañera”, que tenía forma de habichuela, muy pequeña y que solo nos cubría el agua a la altura del ombligo. Sin embargo, las chicas disponían de una piscina mejor, era rectangular y con buenas proporciones.
Nos sentíamos discriminados, todos los machitos. “Vaya mierda de piscina que teníamos los chicos”. Una noche de este Junio de 1970, Ramón Verdaguer, compañero de mi curso y de mi mesa de comidas y cenas, en cuarto de bachillerato, ideamos un plan para poder bañarnos en la piscina de las chicas. Para ello, cuando ya era la una de la madrugada, nos dirigimos a la parte posterior del Colegio y nos aventuramos a escalar y saltar el muro de contención que separaba las instalaciones de los chicos y de las chicas. Este muro era alto y difícil de escalar, pero esa dificultad era mínima comparada con las ganas que teníamos mi compañero Ramón Verdaguer y yo (Juan Antonio Ruiz Muñoz), de bañarnos en plena madrugada en la buena piscina de las chicas.