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Capítulo 1
CAPÍTULO 1.
China en pandemia: un culpable-inocente
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VÍCTOR DONOSO ROCÍO FONSECA FABIÁN GARRIDO TOMÁS THOMAS
“Yo he sufrido racismo y ataques desde que soy pequeño; para mí salir a la calle y que me griten ‘chino cochino’, ‘asesino’ u otras cosas es pan de cada día. Una gran parte de la población está mal informada o quizá tiene tanto miedo que culpa a gente que no tiene nada que ver, simplemente por su aspecto físico como el que tengo yo”, sostiene el estudiante descendiente de China, Weizhi Fang. El coronavirus tiene al planeta de rodillas y por lo mismo, las personas han debido cambiar radicalmente su estilo de vida para prevenir los contagios. Sin embargo, hay cosas que no varían, aunque el mundo se derrumbe. La enfermedad no discrimina entre sus víctimas, pero el ser humano sí y de eso bien saben aquellos que tienen rasgos físicos asiáticos, pues los prejuicios y estereotipos se acrecentaron brutalmente desde la aparición de la enfermedad y hay quienes rápidamente los señalan con el dedo por el origen y la propagación de la Covid-19. Para los propios involucrados es una realidad cruda, pero normalizada. Tan habitual como que el sol salga por las mañanas. De hecho, Fang –primera generación de su familia en Chile–, afirma ser objeto de discriminación y que es incómodo vivir este tipo de situaciones, aunque lo reconoce entre risas, pues ya es costumbre ser observado de manera distinta al resto. “Los asiáticos sufren algo que es igual de comparable con el racismo que sufren los negros y afroamericanos”, dice el joven descendiente chino al referirse a la situación de los asian-americans (estadounidenses de origen asiático) y de los que provienen de dos culturas, lo que refleja el nivel de acoso social y ataques personales que pueden llegar a recibir. Y esto ha ido in crescendo desde la aparición de una pandemia que, se presume, tiene su origen en el país oriental. De todas formas, el caso expuesto no es el único. Una encuesta de NextShark, medio informativo sobre la comunidad recién mencionada, expuso que el 84,5% de los asian-australians (australianos de origen asiático) sufrió de discriminación producto del coronavirus, o sea, de diez personas, más de ocho fueron el blanco de acusaciones en lugares públicos y privados, tales como tiendas, restaurantes, trabajos, departamentos gubernamentales y bancos. Sí, el virus nace en China, lo que faculta a algunos para responsabilizar a este país
justificadamente, pero también es la excusa perfecta para camuflar la sinofobia e inculpar a gente que, posiblemente, no guarda relación con el surgimiento de la crisis sanitaria.
¿Qué es la Covid-19?
El exministro de Salud, médico cirujano y anestesiólogo, Emilio Santelices, explica que “este es un virus de la familia de los coronavirus, que tuvo una mutación y que
dio origen a esta nueva versión que se le llamó finalmente la Covid-19 y que tiene características patógenas importantes; tiene una proteína (S), que es como una espina que se mete en las células y en los alvéolos pulmonares y que se replica
ahí, produciendo todos los daños inflamatorios que conocemos y que después tiene una expresión clínica con compromiso multiorgánico”.
Mucha culpa, pocas pruebas
No es ningún secreto que el primer caso reportado de Covid-19 fue en territorio chino, por lo que el lugar del origen de la enfermedad ya está prácticamente despejado, a tal punto que se señala a la ciudad de Wuhan como el epicentro del desastre. Pero lo que tiene al mundo de la ciencia de cabeza es la búsqueda de una respuesta a cómo se produjo y cuáles son los factores que le dieron vida a un germen que se instaló por un largo tiempo en el planeta, que no parece bajar la guardia y que sigue contagiando a millones de habitantes, en especial de los países más desarrollados, pese a que ellos debieran ser precisamente los más preparados y con mejor tecnología médica para afrontar un desafío como este. No obstante, el desconocimiento y desinformación sobre el potencial peligro del agente patógeno y sus consecuencias, le han jugado una mala pasada a los gobiernos. A todos. El foco de atención se centra en culpabilizar a la República Popular de China por el surgimiento y la propagación del coronavirus. Una de las razones que se esgrimen, es que supuestamente el país habría ocultado cifras y manipulado los datos que entregan a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero, además,
la censura a quienes iniciaron las alertas, no habla bien del gigante asiático. De hecho, pocas semanas antes del cierre de este reportaje, los medios internacionales daban cuenta de la condena a Zhang Zhan, una reportera ciudadana china, de 37 años, que cubrió el inicio del brote de coronavirus en Wuhan. Por su trabajo dando a conocer la realidad de los contagios en la ciudad de origen del virus, la mujer fue sentenciada a cumplir cuatro años en prisión, por “buscar altercados y provocar problemas”, lo que, según medios como la BBC, es un cargo que se utiliza habitualmente en ese país contra activistas. Aunque ese tipo de hechos no hace sino reafirmar la creencia de que China no manejó bien el surgimiento de la enfermedad y que ocultó información, lo cierto es que centrar la culpa completamente en el gigante asiático no parece del todo correcto para algunos. De hecho, el médico y exministro de Salud chileno, Emilio Santelices, afirma que “estos son fenómenos que se producen y uno tiene que buscar explicaciones, no culpables”.
El murciélago corre con ventaja
“La explicación que se puede recoger es que estos son virus que han vivido y que se transmiten desde los hombres a los animales y que, en algún momento, entre esta rotativa, se produce una mutación y ese virus es capaz de anidarse con un comportamiento patógeno que produce daño en los humanos”, asevera Santelices, refiriéndose a la teoría que más adeptos tiene respecto del surgimiento de la Covid-19: la del murciélago y el mercado animal de Wuhan. Hasta ahora, lo que se sabe en el mundo científico es que en los murciélagos abundan muchos tipos de coronavirus. De hecho, en el brote anterior de SARS, en 2002, se detectó que los animales a la venta en un mercado estaban infectados y aquello habría abierto el camino para que la enfermedad se traspasara hacia el ser humano a través del consumo de esas especies. El biólogo molecular, Gabriel León, así lo cree y, en esa línea, dice sin ambages que “muy probablemente el Covid-19 salió de los murciélagos”. No obstante, el comunicador científico sabe que puede no estar completamente en lo correcto, pues dentro de la investigación se han conocido personas
que enfermaron en diciembre –supuesta fecha de origen de la enfermedad en China– no tuvieron contacto alguno con el mercado de animales vivos ni con gente que acudió al lugar a consumir o comprar. Entonces, León se pregunta: “¿Dónde diablos se contagiaron?”. Y explica que esa duda es la que ha alimentado la teoría “alternativa” que circula, aunque él no la suscriba: el virus fue fabricado en un laboratorio y de alguna manera encontró su salida hacia el mundo. – Como narrativa conspirativa no tiene ningún asidero, aunque resulta mucho más interesante creer que alguien creó el virus a propósito con algún fin misterioso y oscuro, antes que pensar que esto es completamente natural, que es lo que los científicos que trabajan en esta área creen –asegura. De hecho, explica en detalle que “hoy en día, existe la tecnología para poder crear un virus, existe hace mucho tiempo, no es ningún misterio; uno puede tomar genes, cortar, pegar y armar un virus. El punto es que cuando uno hace eso en el laboratorio, quedan marcas, porque cuando uno modifica el ADN para pegar dos cosas juntas (especie de hebra) se genera una cicatriz –como cuando uno pega algo, se nota que está pegado– que uno puede reconocer. Eso está ausente en las secuencias de este coronavirus”. El testimonio de León es prácticamente idéntico al de Santelices con respecto a esta teoría conspirativa que circula. – Yo le consulté a algunos científicos que se dedican a la biología molecular y también a la microbiología. Cuando se produce una alteración genética y una manipulación, eso siempre queda con una cicatriz y eso se estudia y se puede identificar y se encuentra cuando se produce, pero aquí eso se hizo y no se encontró ninguna, de tal manera que no es sostenible de que este haya sido un virus creado artificialmente. A mi entender, esa evidencia disipa cualquier duda –plantea convencido el exministro. El mito del laboratorio, entonces, comienza a derrumbarse. Y el biólogo molecular agrega más datos, enfatizando que el recorrido genético de la Covid-19 “calza con la historia natural evolutiva de cualquier virus que ataca al ser humano”, por lo que pone sus fichas en que la pandemia tiene un origen más bien natural y que guarda relación con el mercado animal de Wuhan.
El laboratorio sigue latente
De todas formas, siempre hay una excepción a la regla, así que a ratos se despejan las dudas y en tan solo minutos se vuelve a oscurecer el panorama. El ganador del premio Nobel de Medicina de 2008, Luc Montagnier, declaró en el medio francés Pourquoi Docteur que de ninguna manera el coronavirus proviene de los murciélagos, que “es una bella leyenda, pero no es posible”. El virólogo, reconocido mundialmente por descubrir el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), cree que el germen actual contiene secuencias del VIH y que fue manipulado en el laboratorio de Wuhan. Aquel centro “se ha especializado en estos coronavirus desde principios de la década de 2000, así que tienen experiencia en esta área. Es el trabajo de un aprendiz de brujo”, expresa el médico, quien está seguro de que mientras se buscaba una vacuna contra el SIDA, se produjo la pandemia. Eso sí, no culpa a China, al gobierno comunista ni a los habitantes de dicho país, simplemente apunta a una manipulación genética del patógeno. Dado su alto estatus en la comunidad científica, esas declaraciones han sido tomadas muy en serio. ¿Por qué es posible? Es sabido por declaraciones de la directora del Laboratorio de Virología de Wuhan, Wang Yanyi, que el recinto recolecta desde hace años tipos de coronavirus provenientes de murciélagos. León afirma que en su momento la autoridad “pensó que se les podría haber arrancado a ellos, pero verificaron la secuencia genética del virus y no calza con ninguno de su estudio”. En cierto punto, la misma viróloga confesó que “como todo el mundo, ni siquiera sabíamos que el virus existía. Por lo tanto, ¿cómo podría haberse escapado? Sí, aislamos y obtuvimos algunos coronavirus a partir de murciélagos. Tenemos tres cepas de virus vivos, pero la similitud con el Covid-19 es de solo 79,8%”, por consiguiente, se une al grupo de científicos que apuestan que la enfermedad nace del lugar en donde se venden animales silvestres vivos. Bajo esta lógica, hay quienes ponen el acento en la posibilidad de que en los experimentos haya ocurrido algún error o intervención humana. Pero Yanyi enfatiza: todo es “pura invención”. En un país con las comunicaciones
cercenadas y la censura a flor de piel, ¿es válido confiar en este diagnóstico? León respalda la dificultad en esta teoría de la manipulación del germen y argumenta que hay distintos niveles de seguridad en los laboratorios. El mayor del mundo implica el uso obligatorio de trajes para materiales peligrosos, donde sacan el aire y las puertas dobles abundan. Por ejemplo, no se puede ingresar si el acceso del pasillo no está cerrado. El de Wuhan está en este grupo de máxima seguridad y cuenta con medidas de control y prevención extremas, por lo que es poco probable que se haya escapado o habido algún tipo de error en aquel departamento de virología. Además, quien desecha por completo esta idea es el director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas y principal epidemiólogo del gobierno de Estados Unidos, Anthony Fauci, médico que expone el tema de la evolución y afirma que la Covid-19 tuvo un origen natural y que saltó entre especies. Las voces expertas, en su mayoría, indican que es la convivencia entre los animales y el ser humano lo que permitió la llegada de la crisis sanitaria al planeta. De todas formas, no se descarta la teoría del laboratorio de Wuhan, pues Estados Unidos ha sido enfático en reiterar –sobre todo mientras Donald Trump estuvo al mando del país– que la culpa es del gobierno comunista chino.
Más allá de la cultura alimenticia
El gran plato sobre la mesa en el último tiempo ha sido la discusión sobre el consumo de animales en cualquiera de sus formas o de todo tipo de comida que derive de tal especie. Que es poco ético, genera cáncer y otras enfermedades al corazón, contamina y hace daño al ecosistema, entre tantos otros planteamientos. Por lo mismo, bajo esta perspectiva, la culpa de la llegada del temido virus puede estar precisamente allí: en lo que comen las personas. Esta teoría plantes que, entonces, el lugar de origen de la enfermedad sería China, pero de manera circunstancial. Es decir, en cualquier otro país donde sus ciudadanos tuvieran los hábitos alimenticios del gigante asiático, se habría desarrollado el virus, tal vez con menos fuerza, pues también hay que considerar la densidad poblacional y el número de habitantes (1.393 millones) en el Estado gobernado por el Partido Comunista.
En esta línea, Camila Bianchetti, periodista chilena que vivió en China durante el 2018, específicamente en Shanghái, cuenta su visión sobre el origen del virus y pone énfasis en un tema que se pasa por alto y que, a la vez, de tenerse en cuenta puede evitar futuras enfermedades: – Hay tanta teoría conspirativa. No sé, creo que más que China, hay que cambiar la cultura de la alimentación que tenemos en general. Yo siento que casi todos los virus que nos han tocado eran de animales. Tal como plantea la comunicadora, en China eso es tema. Según un estudio de la BBC publicado en febrero de 2019, el gigante asiático fue el país que más aumentó su consumo de carne en los últimos 60 años. Si en la década de 1960 las personas en promedio comían cinco kilos al año, hoy ingieren más de 60, un incremento que llama la atención. Quien adhiere a esta postura, hasta cierto punto, es el biólogo molecular Gabriel León, pues realiza una analogía con una enfermedad en Chile que proviene de un animal, pero va más allá de la alimentación y pone en la palestra una visión que le da un giro a la historia. – Lo de la cultura alimenticia es súper importante. En Chile también tenemos una enfermedad zoonótica (que se transmite entre animales y seres humanos) emergente: el Hanta. Este es un virus que vive en los ratones y después pasa a los humanos y –alza la voz– ¡nadie come sopa de ratones! No es necesario –asegura. En ese sentido, explica que “nosotros nos vamos a meter donde los ratones viven. Entonces, más que esta costumbre de comer animales exóticos, la verdadera causa de estos brotes de enfermedades tiene que ver con nosotros, yéndonos a meter a todos los ecosistemas sin el más mínimo cuidado por lo que hay ahí. Esto tiene que ver con la destrucción y depredación de la naturaleza, es mucho más profundo que solo comer animales”. Con tan solo arrasar con un bosque y sus árboles, los animales que habitan en ese lugar se ven en la necesidad de desplazarse para encontrar un nuevo hogar y comida, lo que como consecuencia trae el hecho de que cada vez estén más aledaños al hombre. Por ende, en palabras del comunicador científico, no es necesario comer alguna especie para contraer la enfermedad, pues el solo
hecho de que al construir una ciudad se destruya el ecosistema, acarrea una mayor cercanía con criaturas silvestres que portan virus peligrosos. – Hay una relación que tiene que ver con esta costumbre de comer animales vivos. Además, en China existe la creencia cultural de que comer animales que han sacrificado recientemente, de alguna forma permite obtener la fuerza vital de ese animal, razón por la que es tan común que vendan tales criaturas vivas en los mercados y ya el solo hecho de tenerlos cerca del humano contribuye a las enfermedades zoonóticas emergentes –continúa explicando el biólogo. Y reitera: “No hay que quedarse con la idea de que la culpa es de alguien que se comió una sopa de murciélago. Si bien está relacionado, la causa es mucho más profunda y tiene que ver con nuestro espíritu depredador. Al final la naturaleza recupera lo que perdió”.
La teoría bíblica
Las explicaciones no solo corren por el carril científico. Hay también quienes se inclinan por una explicación más religiosa. El descendiente chino, Óscar Chiu, postula que el SARS-CoV-2 “es algo maligno, que está escrito en la Biblia y en el apocalipsis y que tiene que pasar”. El chileno ve con buenos ojos que la nación de la que proviene su padre haya impuesto el virus, pues “las mentes son muy malas. Los chinos dominan el mundo. En mi familia siempre decían que ‘cuando despierte China, ahí vamos a ver’ y ya abarcó al mundo entero. Lo que ellos dicen, tiene que acatarse en todos los países”. En la otra vereda, unos más aventurados, como el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, sospechan de Estados Unidos. Sí, de Estados Unidos. Aunque suene extraño, la autoridad señala que “puede que haya sido un militar de las Fuerzas Armadas estadounidenses quien llevó la epidemia a Wuhan”, sin embargo, no agrega más antecedentes ni respaldos a su acusación. Una explicación así parece tener más que ver con la pugna entre potencias que con la realidad. O al menos así lo dice la ciencia. Finalmente, las investigaciones han llegado a algunos consensos: el virus nace en Wuhan y la postura que más adeptos suma es la del mercado animal, aunque
tampoco se descarta por completo la de la fabricación o manipulación en un laboratorio de virología. Aquello exculpa, en cierta medida, al gigante de Asia respecto del origen de la enfermedad. ¿Por qué? Prácticamente, todos los países tienen enfermedades que provienen de las especies de las que se alimentan o conviven, la diferencia está en que el coronavirus es altamente contagioso –como se verá algunas líneas más abajo–, de muy baja tasa de letalidad, y que se propagó rápidamente por las naciones más desarrolladas, entonces, es posible que la República Popular sea tan solo un lugar circunstancial. Esto podría haber pasado sin ningún problema en Estados Unidos y con el fenómeno aperturista que existe en la mayoría de los países habría sido imposible contener la amenaza. Otro tema es la forma en que se trató la enfermedad una vez que se hizo patente. Allí, el manejo de la información, la censura y la forma autoritaria en que el gigante asiático funciona, hace que la nube de culpabilidad vuelva a centrarse en él. Quizás el problema no estuvo en el origen, sino en su expansión.
¿Qué hay del sistema político-social chino?
La cantidad de muertes, el avance del virus y los esfuerzos por detenerlo, por parte de las autoridades orientales, se deben entender en un contexto delimitado. Cuando se trata de investigar cualquier suceso que provenga de China, hay que tener cuidado. Según el organismo encargado de velar por la defensa de la libertad de prensa a nivel mundial, Reporters Without Borders, el país se posiciona en el lugar 177 de 180 en aquel punto. Uno de los factores que lo colocan en los peldaños inferiores son las constantes violaciones a los derechos humanos, fruto de que en este país no exista una democracia. Su política se define como un gobierno autoritario y unipartidista, en otras palabras, la concentración del poder recae en el Partido Comunista de China (PCCh). De una manera un poco más cercana y medio en tono de broma, aunque no por ello menos serio, el doctor en historia y experto en relaciones internacionales, Fernando Wilson, comenta que “es una dictadura asiática colectivista de partido
único, que usa la chiva de que es comunista, o sea, a estos gallos no les creo ni el pronóstico del clima”. Más en serio, plantea que cuando de China se trata, la confianza debe estar guardada bajo llave. Y cómo no. Diez meses vivió en aquel territorio Alejandro Valenzuela, periodista que, frente a la interrogante sobre el control por parte del gobierno, hace referencia a la herramienta que provee el sistema, la aplicación de WeChat: – El control viene muy asemejado, a mi entender, con lo que es la tecnología y los chinos están muy avanzados. Tienen grandes empresas como WeChat, que lo ocupan para todo. Con eso el gobierno sabe todos tus movimientos, o sea, saben qué estás haciendo, dónde estuviste, dónde fuiste, cuánto pagaste, todo –cuenta. WeChat es una aplicación multipropósito de este país que funciona como una red social donde se realizan transacciones comerciales. Una cosa es el control sobre la población, que evidentemente existe en la República Popular y otra, aunque va muy de la mano, es la censura (muestra de ella es el encarcelamiento de la periodista ciudadana Zhang Zhan por reportear la evolución de la enfermedad en Wuhan), pero ambas ya están insertas en la cultura de China. En esa misma línea, Camila Bianchetti explica que “los chinos repiten lo que les dicen. Están acostumbrados a que les digan qué tienen que hacer. Son muy literales”, lo que facilita en cierta medida que el gobierno central esté siempre encima de sus ciudadanos y observando cada movimiento, idea y acción de los habitantes, ya que solo así el modelo se torna estable y evita todo tipo de revelaciones en contra del poder. Como exautoridad de la salud, Santelices dice que la censura de la información en este tipo de emergencias sanitarias mundiales no es la respuesta. Así, asegura que se debe informar “de manera mesurada, pero clara y con un mensaje cercano, que genere confianza, entendiendo que es un fenómeno que nos sobrepasa a todos, como cualquier desastre natural, así que creo que es el único camino que puede dar resultado”. Eso es precisamente parte de lo que se le critica al gigante asiático: la forma como dio a conocer la información, el tiempo que se demoró en informar, por ejemplo, a la OMS y cómo operó la censura en un tema que podría haber
salvado millones de vidas. Para el analista internacional, Libardo Buitrago, el gobierno de Estados Unidos utiliza la imagen de China como el responsable de manejar incorrectamente el virus y le refriega frente a la comunidad internacional haber alertado al mundo mucho tiempo después del que correspondía hacerlo. “El tema origen del Covid-19 se usó en la campaña presidencial norteamericana y no se referían a la enfermedad como el coronavirus, sino que como el ‘virus chino’ o ‘virus de Wuhan’, lo que refleja el uso político”, expresa el experto. Entonces, ¿cómo el planeta no culparía al gigante asiático si la potencia número uno lo hace cada vez que puede?
Donde todo comenzó: 31 de diciembre de 2019
Fueron 19 los días que las autoridades de la salud de China tardaron en percatarse que lidiaban con una enfermedad nunca vista y con una propagación extremadamente alta. De igual forma que los historiadores llegan a un consenso al establecer el punto inicial de la ‘Gran Guerra’, se define el 31 de diciembre de 2019 como la fecha en la que todo comenzó. En ese momento China avisó a la OMS que existían diversos casos de neumonía en Wuhan, la ciudad capital de la provincia de Hubei, ubicada en el centro sur de China. Hoy se conoce como el epicentro de una pandemia, de la que aún se desconocen su origen real. Hay diferentes estudios que buscan determinar el inicio de esta enfermedad, aunque la verdad es que los coronavirus provienen de la ingesta de animales y en el caso de la Covid-19, se especula que podría venir directamente de murciélagos. El 31 de diciembre es solo una referencia a la advertencia a la OMS de que no saben con qué están tratando. Lo seguro es que, según investigaciones posteriores, se rastreó al primer paciente de esta enfermedad incluso hasta el 17 de noviembre, más de un mes antes del aviso a la organización internacional. – Hay un dato súper interesante y es que hay un periódico chino que tuvo acceso, según ellos, a datos que demuestran que esta enfermedad no comenzó en diciembre, porque cuando nace un virus no se detecta de inmediato y al ver el historial médico de los últimos enfermos y muertes antes de diciembre con
síntomas compatibles, se dice que el 17 de noviembre fue la primera persona –dice el biólogo molecular Gabriel León. Hubo otros llamados de atención mucho antes del último día del año pasado. El médico residente, Zhang Jixian, advirtió el 27 del mismo mes que esta enfermedad era un nuevo tipo de coronavirus. De la misma manera, el doctor Li Wenliang, dijo 72 horas después, que lo que estaba sucediendo era bajo condiciones muy similares a las del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), fuerte brote en China que entre 2002 y 2003 dejó 916 muertes. Solo el tiempo le dio la razón a este médico de 33 años, que falleció 39 días luego de pronunciar esas palabras, víctima del mismo virus.
Tomando otra ruta, el economista Francisco Quiero, que estuvo en China durante los brotes iniciales y por temas de seguridad debió retornar a Chile, pone énfasis en que la globalización es un pilar que se está dejando de lado. – Esto es un problema de la globalización, un problema de un lugar es un problema para todos, porque el mercado se ha globalizado. La globalización aumenta las interacciones. Abrir las fronteras te vuelve más vulnerable. Los responsables somos todos aquellos que en un nuevo contexto estamos actuando como actuábamos en la Guerra Fría, con medidas obsoletas. O sea, en seis meses destruyes lo que construiste en 30 años y, ¿eso es culpa de China o es culpa tuya? Buscar un culpable por una pandemia global no sé si sea el
Li Wenliang
El médico del hospital central de Wuhan, Li Wenliang, informó a varios colegas
por WeChat el 30 de diciembre de 2019, sobre un misterioso brote de SARS y fue amonestado por el gobierno, bajo acusaciones de propagar información falsa. En febrero de 2020, Li Wenliang enfermó del virus y perdió la vida. Su fallecimiento lo convirtió en un ícono de la censura a la información en China y generó tal revuelo que, después, las autoridades pidieron disculpas y limpiaron su nombre. Li Wenliang, que falleció a los 33 años, era de profesión oftalmólogo. Contrajo la infección atendiendo a un paciente. Tras su fallecimiento, el 7 de febrero de 2020, la OMS declaró estar “profundamente entristecida”.
camino correcto –advierte.
En la búsqueda del culpable
“Al principio la culpa sí o sí fue de China, porque de allá salió el virus. Pero en cualquier parte del mundo donde hubiera partido, se habría expandido, porque todos viajan por todos lados”, expresa el joven descendiente Chi Hou Yu, quien apunta a que la propagación de la enfermedad va de la mano con la globalización y con cada país. A su juicio –y respaldando la teoría que apunta al consumo de animales del mercado de Wuhan–, “el ámbito alimenticio es un tema de Asia, no solo de China, solo que en esta se dio el virus”, lo que iría en línea con la teoría de que este sería un país circunstancial en la pandemia, puesto a que el evento sanitario se pudo haber dado en cualquier rincón del planeta. La ciudadana china en Chile, Lijuan Wang, adhiere a tal postura, pero con más fuerza y convicción en su relato, advirtiendo que –en realidad– el hecho de que se apunte con el dedo al gigante asiático tiene más que ver con un trasfondo político que con otra cosa. “Sinceramente, todos sabemos, esto es producto de una campaña sucia encabezada por EE.UU. en contra de China”, dice. Agrega que “la fuerza, la eficiencia y la velocidad de China para contener el virus ha ganado elogios de la comunidad internacional. Asimismo, líderes de 170 países y 40 organizaciones internacionales expresaron su apoyo y elogiaron el enorme sacrificio que está haciendo China para contener la propagación del virus desde el comienzo”. Lo anterior, a su juicio, sería una muestra de que el trabajo en esa nación se ha hecho bien, pese a que el surgimiento del virus se localice allí. Así como también hay dardos que van desde los norteamericanos hacia el gigante asiático, existe una férrea defensa al modelo chino y sus políticas sanitarias, sobre todo considerando el contexto y la cultura oriental. “Mi experiencia personal puede probar que el control de China sobre el Covid-19 es definitivamente el más rápido del mundo. Podemos ayudar a detectar el virus en millones de personas en tan solo tres días”, comenta la ciudadana china que habita en su nación, Kun Xu Fang, reforzando la idea
de que la república liderada por Xi Jinping ha combatido adecuadamente la enfermedad. A modo de complemento, el abogado de derecho internacional, Cristián Pradenas, manifiesta que “ningún gobierno estaba preparado para una pandemia, pero lo que sí puedo decir, es que los demás estados tuvieron la ventaja de no ser el primer país donde se gestó el virus”. La rigurosidad y estrictez del gobierno chino es efectivamente un elemento a considerar. Casos como el de un joven australiano que salió a trotar como todas las mañanas, en contra de la normativa sanitaria, y terminó siendo deportado a su país de origen, dan muestra de ello. Esta anécdota la revela la académica mexicana de relaciones internacionales, Diana Castillo, quien no cree que “sea responsable atribuirle toda la culpa a China, porque finalmente el manejo de la pandemia o del virus que llega a cada uno de los países, ya entra en la soberanía que tiene cada uno en cómo maneja la situación. China decidió cerrar las ciudades”. Eso sí, en el otro lado de la cancha se encuentra el analista internacional, Fernando Wilson, quien patea la pelota directamente hacia la potencia oriental. El académico asevera que todo lo que se conoce del virus en aquel país es sobre Wuhan y fuera de tal ciudad, el desconocimiento mundial es total, lo que se complejiza aún más considerando la censura presente en el régimen. – ¿Alguien puede creer que en China hay 4.400 muertos, un país de 1.800 millones de habitantes? Le creo más a Maduro que tiene controlado el virus que a los chinos. No publican ni una información de trazabilidad –asegura el experto. “Lo que China está haciendo –agrega– es proyectar una sensación de normalidad, van a la zona cero y arman una pool party para mostrar que lo pasan ‘chancho’. El punto es, dime de qué presumes y te diré de qué careces. ¿Por qué China está tan desesperada de emitir esa imagen de normalidad? Necesitan proyectar la imagen de un socio confiable. China no puede ser vista como un país que no puede manejar una pandemia porque un tipo se comió un murciélago”. La escritora inglesa Margaret Drabble, decía; “Cuando nada es seguro, todo es posible”. Solo el tiempo será el encargado de que esta suciedad en el agua
decante y que el origen de este virus no esté rodeado de la incertidumbre actual. ¿Cómo? La ciencia lo determinará. Quizá algún día se sepa través de archivos clasificados que luego se filtran, como en las historias de Snowden o WikiLeaks. Camino a la meta, los principales competidores son el murciélago y el mercado de animales de Wuhan y la tesis de la creación, manipulación o accidente en el laboratorio. La carrera sigue en pie, las apuestas están abiertas y las fichas se mantienen intactas, pero en algún momento deben jugarse.