¿Qué es la Mitología Griega? La mitología griega está formada por un conjunto de leyendas que provienen de la religión de esta antigua civilización del Mediterráneo oriental. Los griegos, aunque no practicasen la religión, conocían estas historias, las cuales formaban parte de su acervo cultural. Los dioses del panteón griego adoptaban figuras humanas y personificaban las fuerzas del Universo; al igual que los hombres, los dioses helenos eran impredecibles, por eso unas veces tenían un estricto sentido de la justicia y otras eran crueles y vengativos; su favor se alcanzaba por medio de los sacrificios y de piedad, pero estos procedimientos no eran siempre efectivos puesto que los dioses eran muy volubles. La mitología griega es absolutamente compleja, llena de dioses, monstruos, guerras y dioses entrometidos. Algunos estudiosos afirman que llegó a haber hasta 30.000 divinidades en total. La familiaridad con los grandes mitos de la antigüedad clásica es tan esencial a la cultura de una persona moderna como pueda serlo el conocimiento de la historia o el de las ciencias físicas. ¿Puede creerse medianamente culta una persona que no conozca la leyenda de Prometeo, que no haya oído hablar de la culpa y expiación de Edipo, de la inmensa pasión de Fedra, de las heroicas hazañas de Hércules o de las interesantes aventuras de Ulises? Esta mitología comparte una estrecha similitud con la mitología romana, en cuanto a los nombres de varios dioses y personajes de importancia. También se relacionan en cuanto a la parte mitológica de la religión; creencias, tradiciones y todo lo ligado o referente a Mitología.
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Su origen La mitología griega, en su periodo más importante, se desarrolló en el siglo VIII a. C. Tiene varios rasgos distintivos, como por ejemplo, los dioses se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan, al igual que ellos, sentimientos. Los griegos creían que los dioses habían elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia, como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra. Fueron tres las colecciones clásicas de mitos: La Teogonía de Hesíodo y la Iliada y la Odisea de Homero. Este material se basa en la Teogonía de Hesíodo. La teogonía es una especie de sistematización de las confusas tradiciones anteriores, en ella el mito es el tema dominante. Pero, ¿qué es el mito? Mucho se ha escrito tratando de dar una exacta definición; lo único cierto es que el mito es una forma especial de pensamiento que permite al hombre interactuar con su espacio natural y de esta manera también reconocerse como parte de una comunidad específica. Es un grave error considerar que el mito es un modo de pensamiento reservado a las sociedades “primitivas”. El mito es y ha sido siempre la defensa espontánea del espíritu humano ante
un mundo ininteligible y hostil. La anterior reflexión nos llevaría a afirmar que en el mito se encuentra el origen de las religiones, sin embargo debe considerarse que los “espíritus” de los bosques, de la luz, de las aguas, no son divinidades, sino solamente presencias capaces de actuar en dominios sobre los que
el hombre no tiene ningún poder. El mito griego está en estrecha relación con la religión, pero no llega a confundirse con ella. A pesar de toda la confusión que preside la conformación de la mitología griega, esa inmersa materia llegó a clasificarse y a ordenarse. Según Hesíodo, al comienzo no hay nada más que espacio, nada orgánico, nada que pueda ser descrito. Luego, después de ese vacío, se dibuja la primera de las realidades, que limita y comienza a darle un sentido: la Tierra, Gea (Tellus) la base segura de todo lo que en el mundo ya se encontraba dividido, pues bajo la Tierra seguía existien-
do un espacio vacío donde todo era Caos (Chaos). Ese Caos engendra el Erebo, el vasto espacio subyacente, en que más tarde tendrán su lugar los infiernos. En el vacío ubicado por encima de la Tierra, instala esta a su primogénito, Urano (el Cielo), que emana de ella. Al mismo tiempo que se da esta división orgánica del universo, tiene lugar el nacimiento de Eros (Cupido), el Amor, que es aquí el principio abstracto del Deseo, y no todavía el pequeño dios maligno, perverso y alado. En los orígenes mismos de la creación del universo, era imprescindible crear el Amor, este es el motor universal; es quien provoca las uniones del principio cósmico, los engendramientos que ni la imaginación concibe. Erebo, hijo de Caos, tuvo un hermano llamado Noche. Sin embargo Gea, después de haber engendrado a Urano, dio a luz a las Montañas y las Ninfas (Driada o Nereida), que en ese momento son genios de las Montañas. A Gea también corresponde la maternidad de Pontos (el Mar, principio masculino, la Ola poderosa). La diosa Noche engendra dos hijos: Éter y Día. El primero es la clara y pura luz que se adivina en las más altas regiones de la atmósfera; la luz de los dioses. Por su parte el Día, ilumina a los mortales, y alterna con su madre la Noche.
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Dioses del Zeus
(Júpiter para los romanos) Zeus era hijo de los titanes Cronos y Rea, y fue el dios supremo de los griegos, que vivía en el monte Olimpo al noreste de Grecia. Allí moraba con su esposa Hera y los otros diez dioses mayores. Homero a menudo le llama «el que acumula nubes». Regía y explotaba todas las fuerzas de los cielos, la lluvia, la nieve, el granizo y la tormenta. A él se asocian criaturas como el águila, el ave de presa que reinaba en los cielos y con cuya forma raptó y forzó a Ganímede. Su árbol sagrado era el roble. Su arma favorita era el rayo, con el que destruía a todos sus enemigos. También llevaba el aegis o capa de piel de cabra sobre sus hombros, que le servía como escudo, al igual que a su hija Atenea (ver Atenea). Zeus anunciaba su llegada extendiendo la capa y oscureciendo los cielos. aba el gobierno de los nobles y protegía la vida de la familia, asegurándose de que hombres y dioses mantuvieran los valores no escritos de las leyes divinas que nadie podía romper.
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Hera
Afrodita
(Juno para los romanos)
(Venus para los romanos)
Hera es la diosa con mayor rango en el Olimpo, pues es esposa y hermana de Zeus, el dios de los dioses en la mitología griega.
Afrodita es la diosa del amor y la belleza, y se identifica en Roma con la antigua divinidad itálica Venus. Según una tradición es hija de Urano y según otra de Zeus y Dione.
Esta diosa es la hija mayor de Cronos y Rea, y como todos sus hermanos fue tragada por su padre, hasta que Zeus fue salvado de las terribles fauces paternas y, luego, pudo entonces liberar a todos sus hermanos. Durante la lucha que hubo entre Zeus y los titanes, la diosa fue criada -según unas versionespor Océano y Tetis, con quienes ella quedó muy agradecida, por lo que cuando ellos riñeron, ella trató de reconciliarlos. Otros narran que fue criada por las Horas, por el héroe Témeno e incluso por las hijas de Asterión. Una vez que Zeus ganó la gran batalla y se estableció el poder olímpico, éste contrajo matrimonio con Hera. Se cuenta que ella era su tercera esposa, después de Metis y Tetis, no obstante el amor entre Hera y Zeus era anterior incluso a la batalla con los titanes. La boda fue más que suntuosa, y de acuerdo a la tradición, se indica como lugar de la celebración el jardín de las Hespérides (aunque a veces se dice que las manzanas de este jardín fueron sólo el regalo de Gea a Hera el día de su casamiento, y que la diosa las cembró en su jardín). En la Ilíada se cuenta que la boda se llevó a cabo en la cumbre del Ida de Frigia. También, se ha mencionado que se realizó más bien en el lugar místico de Eubea. La divina unión tuvo como frutos cuatro hijos: Hefesto, Ares, Ilitía y Hebe.
En el caso de la primera historia, el nacimiento ocurre en el momento que Cronos (dios del tiempo) corta los genitales de su padre Urano y los lanza al mar, de donde surge Afrodita. De ahí que se le conozca como “la diosa nacida de las olas” o “nacida del semen de dios”. Una vez que salió del mar, Afrodita fue llevada por los vientos Céfiros, primero a Citera y luego a Chipre, donde las Horas la vistieron y la guiaron a la morada de los Inmortales. Posteriormente, Platón imaginó que había una Afrodita Urania, la diosa del amor puro e hija de Urano; y Afrodita Pandemo, hija de Dione y diosa del amor vulgar. Sin embargo esta es una concepción filósofica tardía.
Olimpo Apolo
Ares
Artemisa
(Marte para los romanos)
(Diana para los romanos)
Apolo, también conocido como Phoebus Apollo (Febo Apolo), fue uno de los dioses griegos más importantes. Pertenecía al grupo de los 12 dioses que habitaban en el Olimpo junto a Zeus. Apolo, hijo de Este y de Leto, era entre otras cosas el dios del arte de la adivinación, de las artes -la música, sobre todo- y la arquería. También era el dios de la luz ligada al sol (Phoebus, Febo o foibos significa «brillante»). Con sus flechas era capaz de causar enfermedades infecciosas, aunque también era capaz de curar, por lo que se le conocía como «el que ataca de lejos». Esta naturaleza dual también se reflejaba en el hecho de que fuese la deidad de los pastores que guardaban el ganado y asimismo se le identificase con su gran enemigo el lobo.
Ares, hijo de Zeus y de su esposa Hera, fue el dios griego de la guerra. Era uno de los 12 dioses del Olimpo y, al contrario que la dotada e inteligente Atenea, que también dirigía los asuntos de la guerra, se trataba de un dios sin modales, violento y agresivo, sin ningún aspecto positivo para la humanidad. Incluso su padre le dijo que le odiaba más que al resto de los dioses y que la única razón para tolerarle era que fuese hijo suyo y de su esposa Hera.
Esta diosa equivale en Roma a Diana, la Cazadora. Según algunas tradiciones, es hija de Démeter (diosa de la fertilidad); sin embargo es más común que se considere hermana gemela de Apolo (dios del arte y de la adivinación), y por lo tanto hija de Leto y Zeus (dios de los dioses).
Apolo venía de Licia, en lo que hoy día es el suroeste de Turquía. Alrededor del año 1000 a.C. Febo Apolo ya era adorado como uno de los dioses griegos más importantes.
Ares no se casó, pero sí tuvo muchas relaciones extramatrimoniales. Su relación más famosa es la que mantuvo con Afrodita, la diosa del amor y de la belleza, a través de la cual concibió a Armonía, esposa de Cadmio, y a los gemelos Deimos (temor) y Fobos (miedo). La historia señala que Hefesto, marido de Afrodita, advertido sobre el engaño al que estaba sometido, fabricó una red casi invisible para ponerla sobre su lecho. Cuando Ares y Afrodita yacían sobre él, quedaron atrapados y fueron humillados ante todos los dioses.
Leto dio a luz a Apolo y a su hermana melliza Artemisa, diosa de la caza, en la isla de Delos, donde se había refugiado de la ira de Hera, la esposa de Zeus (ver Hera). Apolo se hizo adulto muy rápido y se trasladó a Delfos, en la península griega donde habitaba la serpiente gigante Pitón en una grieta de la superficie.
Fue en el Argo donde embarcaron los Argonautas hacia la lejana tierra de Colchis, al este del mar Negro. La embarcación podría haber sido muy similar a esta réplica moderna de un barco ateniense.
Ella es la primogénita, e inmediatamente ayudó a Apolo a venir al mundo. Luego, recién nacidos, Apolo y Ártemisa que tenían grandes habilidades de cazadores, mataron a un dragón que se disponía a atacarlos. Pero, una de sus más renombradas hazañas es la de asesinar, entre los dos, a los hijos de Níobe, quien había insultado a Leto. Apolo se enfrentó y acabó a los seis muchachos, mientras que Ártemisa se encargó de la seis doncellas. Famoso es también el hecho de que para salvar a su madre mataron al gigante Ticio que trataba de violarla. Ártemisa se mantuvo eternamente virgen y joven, por lo que siempre fue un emblema de las doncellas jovenes. Nunca conoció la dependencia a hombre. Su único placer era la caza, y debido a esto andaba siempre armada con una arco, con el que cazaba y perseguía a sus víctimas que iban desde veloces ciervos hasta humanos caídos en desgracia. Uno de sus castigos clásicos, es enviar la muerte a las mujeres que van a dar a luz. Las muertes repentinas e indoloras son también de su cosecha. Es muy propicia a la cólera y es en extremo vengativa.
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Dioses del Atenea Dioniso (Minerva para los romanos)
(Baco para los romanos)
Atenea o Palas Atenea formó parte de los habitantes del Olimpo junto al dios supremo Zeus. Era una de las diosas griegas más importantes y presentaba un gran número de rasgos característicos. Era la diosa de la guerra, de la sabiduría y de la ciencia, además de patrona de diversas actividades.
Dioniso, hijo de Zeus y Semele, es el famoso dios del vino, sobre todo si lo tomamos en la forma de Baco, aunque su significación en la cultura griega es mayor. Como dios de la vegetación y del éxtasis, Dioniso fue uno de los dioses más importantes del panteón durante el periodo Helenístico (325-30 a.C.)
Atenea también tenía una afinidad especial con las ciudades, sobre todo con Atenas, donde era adorada en muchos templos como la deidad tutelar principal. La sabiduría y la versatilidad de la virginal Atenea eran una consecuencia directa de su extraordinario nacimiento. En cierta ocasión Zeus había concebido un hijo con oceánide Metis («sabiduría» o la diosa de la tierra, Gaya, y el dios de los cielos, Urano, habían dicho que el dios que naciese del embarazo de Metis sería muy superior a él). El dios supremo montó en cólera y devoró al atemorizado Urano, lo que le provocó tiempo después que tuviese un intenso dolor de cabeza. Hefesto, el artesano de todos los dioses, tuvo que utilizar sus herramientas para abrir la cabeza de su padre, de donde salió Atenea completamente vestida y ya adulta. De este modo, podría decirse que era la favorita de su padre y que en cierto sentido se parecía a él.
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Dioniso era originalmente adorado en Tracia y en Frigia, donde cumpliría la misma función que Deméter. Hasta más tarde no empezó a introducirse su figura en la mitología griega. En la obra de Homero, que vivió sobre el 800 a.C, todavía se le trata como un dios menor, aunque posteriormente su culto es de los más exaltados. Sus principales discípulas, las Ménades («locas») o Bacantes, eran famosas por el fervor de su devoción. Con giros frenéticos alcanzaban el éxtasis vestidas con pieles de ciervo, mientras vagaban con antorchas y cayados llamados thyrus que estaban rematados con madera de pino y envueltos en hiedras y viñas. Incluso a veces devoraban animales vivos. Dioniso fue concebido por Zeus y Semele, hija de Cadmo, fundador de Tebas. Zeus le hizo el amor en forma humana, pero después de sufrir el engaño de la celosa Hera, la joven quiso ver al dios en su forma verdadera. Zeus sabía las terribles consecuencias que acceder a su deseo podía conllevar, pero no se negó a ello.
Hades Hades era el dios de la muerte, que regía el reino de los muertos. Este dios sombrío y oscuro era hijo de los titanes Cronos y Rea, y como sus hermanos Zeus y Poseidón, que tenían el poder sobre el cielo y los mares, él lo tenía en el mundo que no se veía y que recibió el nombre de Hades. El mundo de los muertos de los griegos se representaba como un reino bajo la tierra, aunque según algunas fuentes se encontraba en la zona más alejada de Occidente, en el confín del mundo. Tras la muerte, las almas de los muertos llevaban una existencia apesadumbrada e incómoda como espíritus o sombras no corpóreas. Primero llegaban hasta el límite de este reino con Hermes, el mensajero de los dioses, en su tarea de Hermes Psychopompos -«guía de las almas»-. Tras ello, Charon (Caronte) se encargaba de llevarlos en su bote a través de las aguas de la laguna Estigia, que separaba el mundo de los muertos del de los vivos. El barquero sólo hacía su trabajo si recibía a cambio una moneda llamada óbolo. Cualquier muerto que no hubiese sido enterrado con el óbolo en sus labios vagaría por la tierra sin descanso .
Olimpo hEfesto Hermes Poseidóon (Vulcano para los romanos)
Hefesto, el dios impedido y deformado de la artesanía, la herrería y el fuego según los griegos, era hijo de Zeus y Hera. Según el poeta Hesiodo, Hefesto era hijo de Hera únicamente, al igual que Atenea era hija de Zeus nada más. Hefesto era uno de los 12 dioses del Olimpo que convivían con Zeus. Era un trabajador muy diestro y sus hermosas creaciones para los otros dioses y para los más privilegiados mortales eran famosas. Su culto era especialmente intenso en la isla de Lemnos, donde se supone que tuvo su forja. Los romanos creyeron que ésta se encontraba en el corazón del monte Etna, en Sicilia. Hefesto trabajó sobre un yunque con la ayuda de los cíclopes. Su conexión con Lemnos se entiende debido a que Zeus le expulsó del Olimpo durante una pelea doméstica con Hera, en la que él había defendido a su madre. Después de un largo viaje por el aire llegó a esa isla. No era la primera vez que había sido expulsado del Olimpo, ya que antes Hera había hecho lo mismo, avergonzada de la deformidad de su hijo. Hefesto llegó entonces al Océano y allí le salvaron las diosas Tetis y Eurinome. A su cuidado, el joven se empezó a interesar por la artesanía y a hacer todo tipo de joyas.
(Mercurio para los romanos)
(Neptuno para los romanos)
Hermes era hijo de Zeus y de la ninfa Maia, hija de Atlas, uno de los 12 dioses del Olimpo. Tenía múltiples funciones, pues era mensajero de su padre, guía de las almas de los muertos en el Averno, símbolo de la prosperidad entre los humanos y protector de los viajeros, los mercaderes y los ladrones. Era ingenioso, diestro y astuto, como un joven sin problemas a la hora de gastar bromas o mentir sin que le descubriesen. Su aspecto era el de un joven atractivo con un sobrero alado y unas sandalias también aladas que le daban una extraordinaria movilidad. En su mano llevaba una vara que le servía para hacer magia o para hipnotizar a la gente.
Poseidón, el gran dios del mar que reinaba sobre los mares y todos los medios acuáticos, era hijo de Cronos y de Rea, y hermano mayor de Zeus. Era uno de los 12 dioses mayores que habitaban en el Olimpo, aunque casi siempre estaba en su palacio bajo las aguas y sólo visitaba el Olimpo cuando quería ver a los otros dioses.
Hermes llegó al mundo en Arcadia, donde Zeus visitó a su madre en la cueva del monte Cilene. Inmediatamente después de su nacimiento, el joven precoz inventó un instrumento musical, la lira, tensando cuerdas sobre el caparazón de una tortuga. Esa misma noche, en Macedonia, robó 15 de las vacas de Apolo y las llevó al Peloponeso borrando sus huellas. Sacrificó dos de ellas a los dioses y luego regresó a la cueva a descansar en su cuna. Apolo le buscó y le encontró gracias a Bato, el pastor locuaz que traicionó a Hermes y fue convertido en basalto por los dioses.
Cronos y los otros titanes (ver Cronos y Titanes, Los) habían reinado hasta que Zeus inició una guerra contra ellos. Pero tras la victoria de los jóvenes dioses Zeus, Hades y Poseidón, el mundo quedó dividido entre ellos. Zeus dominó el cielo y Poseidón el mar. Siendo el rey de todos los dioses, Zeus dominaba además la tierra, el territorio neutral en el que el dios del mar se hacía notar a través de los terremotos. El iracundo Poseidón era temido como «el que sacudía la tierra», según palabras de Homero, e instigaba las mareas más abruptas y las tormentas en alta mar. Poseidón no aceptó de buena gana que su hermano fuese el soberano de todos los dioses. En una ocasión llegó a conspirar contra él, con la ayuda de Hera y Atenea, para intentar derrocarle.
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s e s o i d i m Se Edipo Labdaco, de la familia de Carmo, tuvo un hijo llamado Laio, el cual, despu és de la muerte de Antión y de Zeto, usurpadores del trono cadmeio, fue rey de Tebas y se casó con Yocasta, hermana de Creón, hija de Meneceo. Como este matrimonio era estéril, los esposos se encaminaron a consultar el oráculo de Apolo, y les respondió la Pitia que, en caso de nacerles un hijo, éste mataría a su padre.
Jasoón La historia de Jasón está ligada a la de los Argonautas, pues él era su líder y con ellos fue hasta Colehis, en el mar Negro, abordo del Argo, superando grandes dificultades hasta conseguir el Vellocino de Oro. Jasón era hijo de Esón y Filira. Su padre era el rey de Jaleo, en Magnesia, pero tras la muerte de su padre, Creteo, su hermano Pelias se hizo con el poder aunque el heredero era Esón.
Belerofonte Belerofonte es hijo de Poseidón y Eurínome, hija del rey de Megara. Todo comienza cuando Belerefonte es acusado de asesinar (accidentalmente) a un hombre que según algunas versiones sería Belero, un tirano de Corinto (de aquí deriva su nombre Belerofonte que significa matador de Belero). A causa de ello Belerofonte fue expatriado y se dirigió a Tirintio.
Teseo Mientras Hércules es e! héroe dorio por excelencia, pero con un carácter más universal, ya que su padre fue Zeus y alcanzó la categoría de semidiós, Teseo, mucho más modesto, es el héroe ateniense por antonomasia, mucho más humano, aunque alguna versión lo crea hijo de Poseidón (cosa dentro de toda lógica).
Heracles (Hércules para los romanos) Hijo de Zeus y de Alcmena, esposa de Anfitrión, fue concebido en una triple noche, sin que por ello se alterase el orden de los tiempos, ya que las noches siguientes fueron mas cortas.
mellizos, Heracles e Ificles. Anfitrión deseando saber cuál de los dos era su hijo, envió dos serpientes que se aproximaron a la cuna de los mellizos. El terror se apoderó de Ificles, quien quiso huir, pero Heracles despedazó a las serpientes y mostró ya entonces, que era digno hijo de Zeus.
Se dice que el día de su nacimiento resonó el trueno en Tebas con furioso estrépito, y otros muchos presagios anunciaron la gloria del hijo del dueño y señor del Olimpo. Alcmena dio a luz dos
Odiseo Odiseo, rey de Ítaca, es hijo de Leartes y Anticlea. La intervención de éste héroe en la Guerra de Troya fue decisiva ya que fue suya la idea del Caballo de Troya. Sus aventuras durante el viaje de regreso y su arribo al país natal forman La Odisea, la segunda de las dos obras inmortales de Homero.
Perseo y Andróomeda El Oráculo de Delfos había predicho que Acrisio, rey de Argos, moriría a manos de su nieto. Para evitar el cumplimiento de esta revelación encerró a su única hija, Dánae, en una cámara subterránea de bronce y prohibió el acceso a ella a los varones, incluso a los que tuvieran la honrada intención de pedir su mano. Zeus, que como dios omnipotente de poco servían habitaciones acorazadas, vio a la joven -que por cierto era bellísima- y naturalmente se enamoró de ella. Para no levantar sospechas, el padre de los dioses se transformó en finísima lluvia dorada y, filtrándose sobre un rayo de sol por la ventana de la celda, fecundó de esta manera a la pobre.
s e n a t i T s o l e d Generación
Urano y Gea adquieren preeminencia, de ellos nacen doce hijos, los Titanes y las Titánidas. Los Titanes son seis: Océano, el mayor, luego Ceo, Críos, Hiperión, Iapeto y, finalmente, Cronos (Saturno). Seis hermanas, las Titánidas: Tía, Rea (Cíbiles), Temis, Mnemosine, Febe y Tetis. Algunos de estos nombres responden a funciones particulares dentro del mundo, así, Temis, por ejemplo es la Justicia, Mnemosine es la memoria, quien garantiza la duración del mundo, no gracias al tiempo sino a la alternancia entre el día y la noche. Tetis es una divinidad marina; parece personificar la fecundidad femenina del Mar. Se casó con Océano, y le dio más de tres mil hijos (los ríos del mundo), su morada está situada lejos en el Oeste, en el país del Atardecer, todo rojo, que el Sol visita a diario al bajar del cielo. Hiperión (el que viaja a lo alto) casado con su hermana Tía, engendra a Helios y Selene (el Sol y la Luna). La mayor parte de los Titanes no existe más que en su descendencia: Ceo, unido a su hermana Febe (la Brillante), engendra a Leto, que más tarde será la madre de Artemisa y de Febo. Críos, con Euribia, una de las hijas de Gea y del Pontos, engendró a Astreo que fue uno de los esposos de la Aurora (Eos), al gigante Palas, y finalmente Perses, que fue el padre de la diosa Hécate -la señora de la noche-, diosa de la Abundancia, de la Elocuencia, pero también temible maga, hábil para metamorfosearse en perra, en loba, en asna, y cuya estatua de tres cabezas se erguía frecuentemente en las encrucijadas. Iapeto se casó con Climena, hija de Océano y de Tetis, que le dio cuatro hijos: Atlante (Atlas), el gigante que más tarde fue condenado a llevar sobre sus hombros la bóveda del cielo, Menoetio, quien también participó en la rebelión contra Zeus, y que por esa razón fue fulminado y sumergido en el Tártaro. El Titán cuya descendencia reviste mayor importancia es Cronos. A partir de él se desarrollan los destinos que llevan al poder a la generación divina de los Olímpicos. Los Cíclopes eran también hijos de Urano y Gea, tres genios de la tempestad: Arges (el fulgor del relámpago), Asteropes (las nubes de la tempestad) y Brontes (el estruendo del trueno), luego los Hecatonquiros (los Ciembrazos), tres gigantes: Coto, Briareo y Gies. Urano detestaba haber sido
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padre tan prolífico y por ello prohibía a sus hijos el ver la luz; les obligaba a permanecer encerrados en las profundidades de la Tierra. Ya que Urano imponía una continua fecundidad a su compañera, ésta planeó junto con sus hijos mayores, la venganza. Ninguno de ellos aceptó, excepto el más joven de ellos, Cronos, quien odiaba a su padre –no se sabe bien por qué-. Entonces Gea le confió una serpiente de acero muy dura y aguzada, y cuando una noche Urano se acercó a ella para fecundarla una vez más, Cronos que se encontraba expectante, le cortó con la serpiente los testículos a su padre y los lanzó al espacio. La sangre del dios herido cayó en forma de lluvia sobre la tierra y el mar, donde engendró aun otras divinidades. De esta sangre que cayó en la tierra salieron las Erinias –Eumenides-: Alecto, Tisífone y Megera, las tres Furias, genios crueles que viven en las profundidades del Infierno, donde torturan a los criminales, los Gigantes y una nueva generación de Ninfas, las Melíadas, o Ninfas de los fresnos. Titán Atlas De la sangre mezclada con semen, que cayó sobre el mar, nació la diosa Afrodita (Espuma). Amor y el hermoso Deseo, la cortejaron en cuanto nació.
LAS PRINCIPALES DIVINIDADES Luego de cumplir su venganza, Cronos se quedó solo para reinar en el mundo que apenas se formaba. Alrededor de él se formaron nuevas generaciones. Noche engendró a la Suerte, Kere (el Destino) y Thánatos (el Fallecimiento); también engendró el Sueño y toda la raza de los Ensueños, así como a Momo, el dios del sarcasmo, y al Dolor, y a Némesis, que es la venganza de los dioses, y castiga en los hombres todo acto. Por su propia fecundidad, Noche engendró a las Hespérides, que son las Ninfas del Ocaso. Hay tres: Aegle, Eritia y Hesperaretusa: Habitan en el Extremo Occidente, en las orillas del Océano, no lejos de las islas Afortunadas, donde residen las Almas Felices. Diversos demonios crueles también son hijos de la Noche, Apaté (Engaño), Filotes (Ternura), Geras (Vejez), Eris (Discordia), que a su vez engendró otras calamidades: Olvido, Hambre, Los Dolores, los Combates, los Crímenes, las Querellas, los Discursos embusteros, Anarquía, Desastre, y Juramento (Horco). De esta manera el mundo se preparaba para recibir a los Hombres disponiéndoles mil causas de sufrimientos.
MUSAS Y SU ESPECIALIZACIÓN Calíope La poesía épica. Clío La historia. Polimnia la pantomima. Euterpe La flauta. Talía la comedia. Erato la lírica coral. Tepsícore la poesía ligera y la danza. Melpómene la tragedia. Uranía la astronomía. Después de Mnemosine, Zeus se unió con Leto, la hija del Titán Ceo y de la Titánida Febe. De ella tuvo dos hijos, Artemisa y Febo. Maia, hija del Titan Atlas, concibió al dios Hermes por obra de Zeus. Hera fue la última de
las esposas divinas de Zeus, que le dio un hijo. Ares, el dios de la Guerra, y dos hijas: Hebe, personificación de la juventud (esposa de Heracles), e Ilitia, el genio femenino que protege los partos. Zeus amó también mortales, sobre todo a Alemena, que le dio a Hércules, y Semele, de la que tuvo a Dionisio, el dios del Vino. Hera, furiosa de verse así abandonada, hizo nacer por sí misma, sin la intervención de Zeus, a un hijo divino, Hefestos, que preside el trabajo de los herreros y de las artes del fuego. Se completa de esta manera, el grupo de las grandes divinidades. En la época clásica se considera que existen doce “Olímpicos”: Zeus, Poseidón, Hefestos, Hermes, Ares, Febo, Hera, Atenea, Artemisa, Hestia, Afrodita y Deméter.
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Los Demonios del Mar Pontos (la Ola) tuvo como primogénito a Nereo, a quien se llama el Viejo del Mar, porque es leal y benigno a la vez, sin olvidar jamás la equidad. También Pontos engendró con Gea, a Taumas, que más tarde fue el padre de la diosa Iris, encarnación del arco iris y mensajera de los inmortales; luego a Forcis. Por su parte Nereo se unió con Doris, una de las hijas de Océano, que le dio las Nereidas, cuyo número varía según las tradiciones: más frecuentemente, se cuentan cincuenta, pero a veces son el doble. Entre las Nereidas sólo algunas han recibido una leyenda en particular: Tetis, la madre de Aquiles, y Anfitrite, la esposa del Olímpico Poseidón, dios del mar, y la siciliana Galatea. Las Nereidas jóvenes y bellas, pasan su tiempo eterno, hilando y cantando en el palacio de oro de su padre. Taumas hijo de Pontos, ha engendrado a la Arpías, Aelo y Ocipete (la borrasca y la vueladeprisa) a las que a veces se añade una tercera hermana, Cileno (la Oscura). Estas Arpías son genios malhechores, cuando caen sobre el mar, con toda la velocidad de sus alas, nada les aguanta: Lo arrancan todo a su paso. Se las representa semejantes a pájaros de presa, con garras agudas, y se asegura que viven en las islas Estrofadas, en el centro del mar Jónico. Las tres viejas del mar son: Las Greas (Enio, Pefredon y Dino: Viven en el Extremo Oriente, en un país cubierto de brumas, donde nunca sale el sol. Sólo tenían un ojo y un diente las tres, sirviéndose de ellos por turno). Las tres Greas eran hermanas de otros tres monstruos, las Gorgonas, llamadas Esteno, Euríala y Medusa. Medusa era la única mortal entre las tres. Las gorgonas eran horribles, estaban armadas con grandes defensas semejantes a las de los jabalíes: Sus ojos chispeaban y su mirada era capaz de convertir en piedra a quien tuviera la osadía de mirarlas fijamente. Su cabellera era hecha de serpientes, y alas de oro les permitían volar, vivían en los confines del mundo. Perseo da muerte a Medusa quien había sido fecundada por Poseidón. De su cuerpo al morir, surgen dos seres: Pegaso, el caballo alado, y Crisaor, el héroe de la espada de oro, que a su vez, engendró al gigante Gerión el de los tres cuerpos, víctima de Heracles y también a Equidna (la Víbora), un monstruo aterrador que se unió a Tifón y le dio hijos: El monstruo perro Ortros, compañero de Gerión, Cerbero, el perro que guardaba los Infiernos, la Hidra de Lerna, que había de ser muerta por Heracles, y la Quimera, a la que más tarde combatiría Belerofonte.
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Primera Generación En unión con su hermano la Titánida Rea, Cronos tuvo tres hijas: Hestia, Deméter y Hera, y tres hijos: Hades, Poseidón y, finalmente, Zeus, el último. Una maldición pesada sobre Cronos, luego de destronar a su padre, había rehusado dar satisfacción a Gea. Por no haber liberado a sus hermanos, condenados a no ver la luz. Gea le prometió que también él sufriría la suerte que había infligido a su padre, y que sería destronado por sus hijos. Para prevenirse contra esa amenaza. Cronos devoraba los hijos que le daba Rea. Los primeros cinco, se los comió. Pero cuando estuvo a punto de nacer el pequeño Zeus, Rea decidió salvar a ese niño. Con la complicidad de Gea, encontró un asilo en una caverna de Creta, donde dio a luz. Luego tomó una piedra y la envolvió en pañales, llevándosela a Cronos y diciéndole que era su hijo. Sin enterarse de la verdad, Cronos, tomó la piedra y se la comió. Zeus se había salvado al mismo tiempo que Cronos estaba condenado. Zeus creció en el antro de Creta, confiado a la custodia de una nodriza, la ninfa Almatea, y de jóvenes guerreros armados de lanza y escudo, los Curetas. Los Curetas (los jóvenes) danzaban sin descando una danza
guerrera en torno a la gruta donde reposaba el niño: hacían el mayor ruido posible, entrechocando las armas y lanzando gritos de guerra. Todo ello con el fin de cubrir el llanto de Zeus, impidiendo que Cronos lo descubriera y se apresurase a devorarlo. Protegido, Zeus creció y adquirió toda su fuerza divina. Llegó el momento en que había de cumplirse la promesa de Gea. Zeus tenía entonces por compañera a una hija de Océano, Metis (Perfidia), que le dio una droga gracias a la cual Zeus pudo hacer vomitar a su padre los hijos que había devorado anteriormente. Todos volvieron a ver la luz. Con estos aliados, Zeus atacó a Cronos y a los Titanes, que fueron en auxilio de éste. La lucha duró diez años. Finalmente un oráculo de Gea prometió a Zeus la victoria si tomaba a los seres monstruosos precipitados antaño en el Tártaro por Cronos. Obedeciendo, y realizando así el voto de Gea, a la que Cronos había engañado, Zeus liberó a los monstruos, que se convirtieron en sus guardianes. Aquellos monstruos dieron a los jóvenes dioses poderosas armas que figura
rían entre sus atributos futuros. Así es como los tres Cíclopes, forjaron para Zeus el trueno y el rayo, lo mismo que el relámpago: y Zeus será, eternamente, el dios del cielo tempestuoso. También dieron a Hades un casco que volvía invisible a quien lo llevara, por ello fue el dios del reino invisible, y reinaba sobre las almas de los difuntos. Poseidón recibió un tridente mágico, cuyo golpe es capaz de trastornar la tierra y el mar. Los Olímpicos se distribuyeron en el universo. Zeus obtuvo preeminencia, y reinó sobre el cielo, Hades se contentó con la parte del mundo situada debajo de la tierra, es decir, el mundo infernal. Poseidón fue el señor del mar.
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Segunda Generación Zeus tomó una esposa divina, Hesíodo le atribuye a Metis como primera compañera, Gea y Urano, depositarios de los secretos divinos, revelaron a Zeus un oráculo del Destino: De los hijos que nacieran de Metis y de él, el primero sería muy sabio y valiente, pero el segundo sería un hijo de ánimo violento llamado para destronar a su padre. Previniendo el peligro, Zeus se comió a Metis cuando ésta esperaba a su primer hijo. Zeus convocó al dios forjador, Hefestos, y le ordenó que le hendiera la cabeza de un hachazo. Y así es como, de la cabeza de Zeus, surgió una muchacha enteramente armada: era la diosa Atenea, toda sabiduría y valentía. Temis, la Titánida, fue la segunda esposa de Zeus, era ella la encarnación de la ley o la Equidad. De esa unión nacieron las divinidades que llaman las Horas, y que son las estaciones, Eran tres, Hesíodo, las llama: Eunomía, Diké e Irene, es decir, Disciplina, Justicia y Paz, pero los atenienses las conocían bajo los nombres de Thalo, Auxo y Carpo, que evocan los tres principales momentos de la vegetación: el nacimiento de la planta, su crecimiento y su fructificación. Zeus tuvo otras tres hijas con Temis, Moiras (las Parcas): Cloto, Laquesis y Átropos, que rigen el destino de todo ser humano. Aquel destino estaba simbolizado por un hilo, que la primera de las Parcas sacaba de su rueca, que la segunda enrollaba y que la tercera cortaba cuando llegaba al término de la vida que representaba. La tercera esposa de Zeus fue la Oceánida Eurinome, que le dio también tres hijas, Kharites (las gracias), Aglae, Eufrosine y Talía. Como las Horas, las Gracias son genios de la vegetación: Son ellas quienes transmiten la alegría en la Naturaleza y en el corazón de los hombres. Viven en el Olimpo en compañía de las Musas, presiden toda labor femenina. Deméter que era su hermana, dio a Zeus una hija, Perséfone. Luego se unió a la Titánida Mnemosine, y tuvo de ella nueve hijas, las Musas, “que se complacen en las fiestas y en la alegría del canto”. Las Musas también patrocinan todas las actividades intelectuales, hasta las más altas, todo lo que libera al hombre de la materia y le da acceso a las verdades eternas. Elocuencia, persuasión, sabiduría, conocimiento del pasado y de las leyes del mundo, matemáticas, astronomía, poesía, música y la danza son su dominio. Las Musas eran: Calíope, Clío, Polimnia, Euterpe, Terpsícore, Erato, Melpómene, Talía y Urania.
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Generaciones Humanas Los primeros hombres que los dioses crearon formaron la llamada edad de oro. Mientras Cronos (Saturno) reinó en el Cielo, vivieron exentos de todo cuidado, semejantes a los propios dioses, libres de trabajos y penalidades. Desconocían todos los achaques, hasta los de la vejez. Siempre vigorosos las manos, los pies y todos los miembros, se deleitaban, libres de todo mal, en alegres festines. Los dioses bienaventurados los amaban y les enviaban magníficos rebaños en campos feraces. Cuando tenían que morir los sumían en dulce sueño, y mientras vivían disponían de todos los bienes posibles: la tierra les daba, espontánea, toda clase de frutos en abundancia, y ellos, colmados de tantas riquezas, realizaban sus labores cotidianas. Cuando cada generación, cediendo al mandato del Destino, desaparecía de la Tierra, convertíase en piadosas divinidades protectoras que, envueltas en’ densa niebla, vagaban en torno al planeta, dispensadores de todo bien, celadores del derecho y vengadores de todo delito. Entonces crearon los dioses inmortales una segunda generación humana, de plata, distinta ya de la primera, así en la conformación del cuerpo como en la inteligencia. Cien años bien cumplidos tardaba el niño en crecer, con su espíritu aún inmaturo, en la casa paterna bajo los mimos y cuidados maternales, y cuando, finalmente, había alcanzado la madurez del adolescente, poco plazo le restaba de vida. Acciones irrazonables sumían a esos nuevos humanos en la aflicción, pues ya no eran capaces de dominar sus pasiones y, en su petulancia, se desmandaban unos contra otros. Tampoco querían ya honrar los altares de los dioses con los sacrificios que les eran debidos, por todo lo cual Zeus expulsó de la Tierra a esta
raza, dolido de su falta de veneración hacia los inmortales. Con todo, esos hombres no estaban tan desprovistos de méritos que, una vez perdida la existencia terrena, no se les otorgase una distinción: podían seguir vagando por la Tierra convertidos en genios inferiores. Luego, el padre Zeus creó una tercera generación de hombres; esta vez, sólo de bronce. Era en todo distinta de la de plata, cruel, violenta, entregada exclusivamente a los negocios de la guerra, pensando siempre en ofenderse unos a otros. Desdeñaban los frutos del campo, y se nutrían de la carne de los animales. Eran de una dureza diamantina, la contextura de sus miembros monstruosa ; nadie osaba ponerse al alcance de sus brazos. Sus armas eran de bronce, de bronce su vivienda y con bronce trabajaban sus campos, pues no se conocía aún el hierro. Volvían sus manos unos contra otros, pero, pese a su corpulencia y a su condición terrible, nada podían contra la tenebrosa muerte y, al cerrarse para ellos la clara luz del sol, iban cayendo en la noche escalofriante del Hades. Cuando ya la tierra hubo cubierto esta generación, Zeus, hijo de Cronos, engendró una cuarta destinada a habitar sobre el suelo nutricio. Era ésta más noble y justa que la anterior; era la generación de los divinos héroes, a quienes la Antigüedad llamó también semidioses. Finalmente, también ésta sucumbió bajo la discordia y la guerra; los unos cayeron ante las siete puertas de Tebas, luchando por el reino del rey Edipo, los otros en los campos de Troya, donde acudieran innúmeros en sus barcos a la palestra por la bella Helena. Al terminar su vida terrena, víctimas de la lucha y la miseria, el padre Zeus les asignó un lugar al borde del Uni-
verso, en el Océano, en las islas de los bienaventurados. Allí, después de la muerte, gozan de una existencia feliz y libre de cuidados; allí, el suelo feraz les da, tres veces al año, para su alimento, frutos dulces como la miel. —«¡Ah! —suspira el viejo poeta Hesíodo, que narra esta leyenda de las generaciones—, ojalá no fuese yo miembro de la quinta generación que ha aparecido ahora. ¡ Ojalá hubiese muerto antes o nacido más tarde! Pues la actual familia humana es de hierro. En su miseria, estos hombres de hoy no reposan ni de día ni de noche, acosados por angustias y penalidades. Los dioses no cesan de enviarles nuevos cuidados que los consumen. Pero su plaga mayor son ellos mismos. El padre no respeta al hijo; ni el hijo al padre; el huésped odia al amigo que le cobija, el compañero al compañero, y tampoco, como antaño, reina entre hermanos el amor cordial y sincero. Incluso se niega la veneración a las canas de los padres, quienes se ven forzados a escuchar dicterios afrentosos y a soportar malos tratos. ¡Oh, hombres crueles! ¿No pensáis en la justicia de los dioses, pues os negáis a tributar a vuestros ancianos progenitores la gratitud que les debéis por sus cuidados? Por doquier impera sólo el derecho del más fuerte y no se piens sino en devastarse mutuamente las ciudades. No es respetado el que proclama la verdad, el justo y virtuoso, sino que se honra únicamente al malhechor, al despreciable criminal. El derecho y la moderación no cuentan ya; el malo puede herir al noble, pronunciar palabras engañosas y falaces, jurar en falso. Por eso son estas humanas criaturas tan desgraciadas. La envidia maliciosa e irascible los persigue y atormenta con su rencoroso rostro.
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Juan Pablo Madrigal Ă lvarez Jueves 9 Oct 2014