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Escrito de la Secretaria
Todo llega… y llegó en el año más importante de mi vida. Sin buscarlo, sin esperarlo, pero sin dudarlo.
Una carrera de fondo, llevando uno de los cargos más duros de una Hermandad, pero con una ilusión que puede superar todas las expectativas.
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Soy una persona joven y soy hija, una hija que nació siendo sus padres los Hermanos Mayores de aquel mismo Rocío. Una familia de seno y sangre rociera, sangre que se volvió eterna hace ya 26 años, cuando él, mi padre, D.Bernardo Sánchez Ruiz voló hasta sus plantas, a encontrarse con Ella en las marismas eternas de su gloria. Sangre de la que ha sido padre y madre a la vez, sangre de la voz que con tanto amor te ha cantado durante muchos años y que, en silencio tanto te quiere y te pide. No hace falta hacer el camino y dar golpes de pecho, no hace falta llevar el mejor traje de flamenca para demostrar el sentimiento rociero.
El Rocío es sacrificio por los tuyos, amor por tu familia y el recuerdo de los que nos precedieron. Mi Rocío eres tú, mamá.
Soy hermana, de Bernardo y Noelia, dos extensiones de mi cuerpo que laten al mismo compás de mi corazón.
Soy nieta, de Antoñita la Dulce, el mayor orgullo de mi vida. Ella, mi abuela, la misma que voló un 19 de agosto, cuando la Santísima Virgen del Rocío salía de su ermita para un nuevo traslado. Durante mucho tiempo me enfadé, no entendía el por qué, pero con el paso de los días comprendí que fue una bendición que Ella la recogiese en sus manos. Esta es la manera que tengo de agradecerle su protección, dedicando mi tiempo a mi Hermandad; días, muchos días y, horas, muchas horas.
Y soy mujer, porque así lo quiso Ella, que perteneciendo a esta Junta de Gobierno, un 18 de diciembre nuestro sueño se cumpliera.