Mi querido 19: Cuando llega el mes de septiembre nuestros abuelos y padres siempre nos han relatado lo que sintieron en este fatídico mes pero del año 1985: miedo, desesperación, impotencia... Sin duda, escuchar esas historias siempre nos ponía a pensar que éramos afortunados de no haber estado presentes durante esos acontecimientos y que esas historias dignas de una película de Hollywood “nunca nos sucedería”. Dicen que para todo siempre hay una primera vez, y el 19 de septiembre de 2017 sin duda simepre será recordado como la “primera vez” más impactante de nuestra generación. Ese día, como todos los años, nos levantamos para rememorar a todas las víctimas de la tragedia vivida hace 35 años. Horas más tarde, tal como si fuera un “Deja Vu”, ciudades enteras se sacudieron y, por 1 minuto y 30 segundos, el caos reinó a lo largo de las calles donde miles de personas confundidas y asustadas corrían o llamaban por teléfono a sus familiares para asegurarse que estuvieran bien. En ese fatídico día no todos tuvimos la misma suerte: algunos se aliviaban de saber que su esposo, esposa, hijos o padres estaban a salvo y fuera de peligro. Otras personas no corrieron la misma suerte y tuvieron que buscar a su familia en diversos hospitales o, en casos más desafortunados, en las oficinas forenses de la ciudad. Ese día, el caos y el miedo se hicieron presentes en todos los ciudadanos (como seres humanos que somos), pero por otro ladom, la valentía, la lealtad y el trabajo en equipo se hicieron más fuertes en cada uno de los corazones de los mexicanos al expresar su solidaridad en apoyar a los diversos cuerpos de rescate, equipos de búsqueda y refugiados temporales que se repartían en la ciudad. Los supermecados y tiendas de convivencia reportaban que, horas después de lo ocurrido, muchas personas se acercaron a comprar diversos víveres para apoyar a los centros de acopio instalados en diversos puntos de la ciudad. Las tiendas de herramientas también se vieron vaciadas de cosas como palas y picos por personas que buscaban apoyar a los equipos de rescate y búsqueda con la herramienta que les hiciera falta. Incluso, personas que no tenían mucho que ofrecer, dieron su tiempo para apoyar en cosas como conseguir medicamentos, donar sangre, donar comida preparada para los voluntarios, apoyar en los refugios, e incluso, de servir como albergue temporal de las mascotas perdidas. Días después de lo sucedido, y aún año después, pudimos tener un amplio momento de reflexión para darnos cuenta de algo: a lo largo de muchos años países de Primer Mundo siempre nos han visto de forma negativa como personas “mentirosas”, “poco productivas”, “ladronas” e incluso “malas”. Sin embargo, ese día el mundo se dio cuenta de lo contrario al ver a un sinfín de personas ayudando a sus semejantes y dando todo lo que tenían sin buscar algo a cambio, e incluso, sin tener demasiado que ofrecer. Ese día la frase de nuestro himno nacional “un soldado en cada hijo te dio” se hizo realidad en cada una de las personas que se hizo presente en todas las tareas que podía apoyar. Nuestra patria, tal como un fénix renace de las cenizas, se levantó de las ruinas y renació más fuerte que nunca.