Magia en la ciudad

Page 1

Magia en la ciudad. La Instituci贸n.


1ª parte <<La magia se encuentra en todas partes>>. Anónimo

Prólogo

Hace dos mil años, el arcángel Sofried mezcló su sangre con la de un hombre humano llamado Raphael, que creó, antes de morir, a la Institución, una organización que, en secreto, trabaja para defendernos de los demonios, aunque estos monstruos solo son visibles para ciertas personas con poderes sobrenaturales.


I

En una mañana muy lluviosa, muy temprano, una niña en la ciudad neozelandesa de Wellington piensa en lo peor que le puede pasar: no tiene padres, tam poco casi amigas, y todas ellas son mayores. ¿Qué puede ser peor? << ¿Qué se siente cuándo estás enamorada? El corazón se te acelera cuando lo ves. Piensas en él y tu estómago se llena de mariposas que burbujean. Estás deseando que acabe el día para acostarte y soñar con él. Una sonrisa se dibuja en tu rostro cada vez que lo ves aparecer por el pasillo. Los celos despiertan en ti cuando quiere y ama a otra persona. He sido injusta, lo reconozco. Te quiero, soy joven, soy una niña, pero te quiero. Tus abrazos, los roces de tus manos en mis caderas, inolvidables. Estar contigo, entrelazar mis manos en las tuyas. Cuando me preguntaste ¿Luego puedo hablar contigo? quise reunirme contigo más tarde, pero esa reunión nunca llegó. Al día siguiente, el último abrazo llegó. Ya tenías a otra persona en mente>>. El programa matinal << La voz del amor>> me despierta. Hoy habla sobre cuando te enamoras y lo que sientes.


Miro la hora: las 7:30, ¡uf!, voy a llegar tarde. Apago el radio- despertador. Nunca me ha gustado ese programa, muy empalagoso. Amodorrada, me levanto y recojo las sábanas del suelo que sé que se han caído mientras dormía. Me muevo mucho y muy bruscamente cuando duermo. Sobre todo, cuando tengo pesadillas. Como la noche pasada: << Estoy corriendo y corriendo en un extraño bosque, dorado y reluciente, como si nunca hubiera pasado nadie por allí. Avanzo, asustada, entre los árboles, hasta que diviso a un muchacho sentado al cobijo de un frondoso roble. Esboza una bonita sonrisa. Su rostro, cansado, tiene adherido a la piel el color crema, cálido y terriblemente dulce. Sus ojos marrones, me atraen hacia la oscuridad. No me gusta su aspecto; es bellísimo, pero de una peligrosidad extrema. Retrocedo, pero es demasiado tarde. Se levanta, << Hola cielo, adentrémonos en el bosque, vamos, ven cariño >>. No quiero ir con él, por lo que el joven coge un cuchillo y me lo clava en el corazón; ni siquiera tengo tiempo de gritar >>. Llevo teniendo esta pesadilla desde hace 5 años. Siempre la misma, siempre el mismo efecto: gritar empapada en lágrimas y sudor. Vanesa viene a mi habitación, me da un vaso de agua, me recomienda que vuelva a dormirme, hasta que, al final, lo consigo. Luego, se va y hasta la mañana siguiente no vuelvo recordar ese terrible sueño. Esta vez no sucedió así, nadie vino a tranquilizarme. Me visto rápida y apresuradamente, cojo los vaqueros recién planchados del armario, mi camiseta amarilla, mi preferida, las deportivas, y bajo a desayunar. Corriendo y, a trompicones, desciendo por la larga escalera que lleva al comedor. Descanso delante de la puerta, estoy cansada y con el corazón palpitante. -¡Llegas tarde!- Me riñe Vanesa, la orientadora de planta. Vivo en un internado en Australia: << Ladies Mrs. Donaldson >>, desde hace 15 años. Mis padres


fallecieron en un terrible accidente de tráfico, en la ciudad de Wellington, o eso fue lo que me contaron cuando tenía 12 años. Nadie de mi familia, ni tíos, ni abuelos, se preocuparon en venir a buscarme. Así acabé aquí. Vanesa trabaja en la 2ª planta, la nuestra, donde vivimos la chicas de entre 15 y 16 años. Sabe que siempre llego tarde por lo mismo: las sábanas y la ropa de cambio. Tengo que echarla a lavar cada mañana porque las horribles pesadillas hacen que el sudor y las lágrimas inunden cada prenda de ropa. Es espantoso. Hace 5 años, cuando descubrió mi secreto, Vanesa vino a mi habitación y me calmó. Le conté el sueño y ella me prometió que nunca revelaría el secreto. Y no lo ha hecho. Se ha convertido en mi mejor amiga. Ella tiene 25 años y yo, 16, pero aun así nos hemos convertido en íntimas. Vanesa me guiña el ojo derecho, yo el izquierdo, nuestro saludo secreto. -Lo siento.- Me disculpo cuando paso por su lado. -La próxima vez compórtate mejor, Clate. Si no, la profe te va a dar una bofetadita.Odio a María Ronald, la insoportable hija de Juan Ronald, el magnate petrolífero más grande de Inglaterra. Tiene mucho dinero, pero no tiempo para su hija, por lo tanto, ella se queda todo el curso en el internado y, en verano, al malcriada niña se marcha con su padre al Caribe. Siempre me ha caído mal esa niña, desde pequeñita, ha adorado fastidiarme, engañarme y estropearme el día. Estoy a punto de replicarle cuando Vanesa alza una mano y responde por mí: -Más te vale que mantengas la boca cerrada, María Isabela Teodora Ronald, o tendré que cerrártela yo misma con esparadrapo.- Es la primera vez que Vanesa recita de corrido el nombre completo de María. Algo va mal, muy mal, solo cuando se enfada de verdad utiliza ese tono. Se oyen las típicas risitas al fondo del comedor, pero Vanesa las ignora.- Rebeca Jennifer Clate, tienes a alguien esperándote fuera, en la recepción.- Cuando paso, de nuevo, por su lado, me susurra al oído:- Creo que es un familiar tuyo.- Me da un vuelco al corazón. Nunca he sabido nada de mis padres, y mucho menos de mis parientes. Nadie se ha molestado en venir a recogerme. Es muy triste.


Ahora, todo eso puede cambiar. Con paso decidido, y el corazón en la garganta, me encamino a la recepción. Detrás del mostrador, repleto de folletos publicitarios y papeles desperdigados, está Lorena, la recepcionista, una mujer esbelta, de anchas caderas, y fan incondicional de las minifaldas. Cada día trae una diferente, a juego con las horquillas que adornan su oscuro cabello, moreno como el carbón. Hoy lleva una verde minifalda, atrevida camiseta rosa y horquillas verde manzana. Junto al mostrador, dando largos paseos de un lado al otro del pasillo, se encuentra un joven de cabello rubio, idéntico al de mi pesadilla. Retrocedo asustada. Lorena, de espaldas, se gira y me saluda: -Aquí estás, ya era hora. Oye, ¿Estás bien?- Contempla mi pálido y lívido rostro y se preocupa.- ¿Quieres una taza de té?- Niego con la cabeza y ella asiente. Sabe que ahora mismo no quiero hablar del tema.- Este es el señor Clate.- Indica señalando al joven. Él interviene. -Señorito Clate, si no le importa, soy demasiado joven para llamarme señor. -Oh, claro, lo comprendo. Por favor, disculpadme, voy a avisar a Vanesa. - Sale corriendo y nos deja solos. -¿Eres Rebeca?- Pregunta el joven. -Sí, ¿Y tú eres...? -Jonathan, encantado. Soy tu primo segundo. -Encantada.- De pronto, mi humor cambia.- ¿A qué has venido?, A llevarme con tu familia, o a abandonarme aquí, como hicieron ellos hace 15 años, cuando murieron mis padres. ¿Eh?- Replico enfadada. Él retrocede, no esperaba esa reacción. -En realidad vengo para llevarte con mis padres, o sea... tus tíos... -¿Y sino quiero ir? - Por favor, solo quiero que te tranquilices y que vengas conmigo, por favor.Suplica, pero no me ablando. -Lo siento, no pienso ir.


-Pues aquí no te puedes quedar.- De pronto, la voz de Vanesa emerge del fondo del pasillo, en el otro extremo. Su rostro está serio, como si hubiera perdido la alegría.- Ahora que ya tienes familiares vivos, debes irte a vivir con ellos, es la ley. Así que recoge tus cosas y vete cuanto antes de aquí.- Pronuncia con tanto asco estas palabras que las lágrimas amenazan con emerger de las comisuras de mis ojos, pero el rechazo, no les voy a dar el gusto de verme llorar. Antes de subir a mi habitación, observo el rostro de Jonathan. Está tenso, como si hubiera algo en el pasillo que le hiciera perder los nervios. Su mano se desliza hacia el bolsillo derecho del pantalón, está sacando un cuchillo. No, no puede ser, debe ser un espejismo. Vanesa se encoge y Jonathan guarda el afilado y deslumbrante objeto. Sin que se den cuenta, subo corriendo las escaleras y entro en mi habitación. Cierro la puerta, echo el pestillo y me siento en la cama. Muy lentamente y con cuidado, recojo las cosas: mi ropa, mis libros preferidos, las fotos del viaje de fin de curso de 2º de ESO, todo, y las guardo en mi mochila favorita, la que me regaló Vanesa, cuando descubrió mi secreto. Al terminar, me tumbo en la cama que huele a sábanas limpias, frescas. Me concedo unos minutos para relajarme, dejo que las lágrimas corran por mis mejillas y las inunden de dolor y sufrimiento contenido. Pasados 5 minutos, me levanto, cuelgo la mochila al hombro y me despido de la habitación, no la volveré a ver. Bajo despacio las escaleras, deslizando la mano por el pasamano. Al llegar abajo encuentro a Lorena y Jonathan conversando amigablemente, alegres. Sin que se den cuenta, salgo corriendo del edificio. Dejo atrás los jardines de la residencia y muy lejos, metros más allá, detrás de mí, las voces agitadas de Lorena, Jonathan y Vanesa. No me importa la dirección que tome, lo único que quiero es escapar. Llego a un callejón sin salida, vació, lo único que encuentro son contenedores apestosos que rezuman porquería. Distingo de entre las sirenas y los cláxones de los coches policía, las voces asustadas y preocupadas de Lorena, Jonathan y Vanesa. Las ignoro. Me escondo detrás del contenedor más asqueroso que encuentro y espero. Cuanto más se acercan más se me acelera el corazón. A


través de una rendija, los observo, parecen inquietos, buscándome. Se detienen ante el callejón unos instantes, luego desaparecen en la niebla que lo envuelve todo. Salgo despacio de mi escondrijo y relajo las pulsaciones de mi acelerado corazón. Respiro aliviada. De pronto, oigo en un susurro: -Bssss... -¿Quién anda ahí? -Una persona que quiere ayudarte. Vamos, ven, anda.- La voz es aterciopelada, dulce. Sin importarme el riesgo, la sigo hasta dentro de un apartamento. Luego, ya no hay nada. El olor que rodea el piso es embriagador y me adormece. Cierro los ojos. Me dejo caer y caer, como en un interminable sueño. Duermo y duermo. II

La primera vez que le veo, la respiración se me acelera. Su rostro, perfecto, está inclinado sobre el mío. El odio me recubre por dentro. Pero su expresión es clara. Me observa, preocupado. A su lado, encima de una mesa pequeña, hay una bandeja de desayuno, con lo que parecen unas tostadas recubiertas de mantequilla. Él tiene un vaso de agua en la mano y me está extendiendo paños mojados sobre la frente. Cuando abro los ojos, se aleja. -¿Jonathan? -Estás despierta.- No lo dice como una pregunta, lo afirma.- ¿cómo te encuentras? -Bien, ¿Por qué estás aquí conmigo? Creí que... -Creíste mal. Muéstrame tu mano.- Extiendo la palma boca arriba: hay una marca extraña, en espiral que abarca toda la superficie de la mano. -¿Qué es eso? -Marcas. Lo sabía, eres diferente.- De improviso su rostro se endurece.- Eres especial, una narahim, una rastreadora.


-¿Narahim? -Sí. Nos dedicamos a buscar monstruos para avisar a los reftirim, los perseguidores, los encargados de capturarlos para la Institución. -¿La Institución?, ¿Qué es eso? -La Institución es la encargada de proteger a los humanos de monstruos asesinos. Los rastreadores los buscamos y los perseguidores los atrapan. -Ah, vale, entendido.- Aclaro no del todo convencida. -Oye, siento lo de ayer, necesitaba una excusa para traerte aquí. -¿Mentiste? -No exactamente, tenemos la misma tía, eso es todo. -Vale. -Llegaste agotada y apestando a basura, ¿Por qué no me dijiste que te habías escondido en un contenedor? -No quería verte, quería huir, solo eso. -Estás aquí porque Jack, el líder de la Institución, quiere verte. -¿Qué quiere de mí? -Solo hacerte unas preguntas.- Una voz emerge de la puerta. Entra un joven de piel morena y grandes ojos castaños. Veo a Jonathan reverenciarse ante él y lo imito. -Jack, señor. -Jonathan, ¿Cómo tú por aquí? Creí que después de haberla encontrado te irías.Jack se sienta en un sofá enfrente de una mesa de oficina. Me quedo donde estoy y Jonathan se sienta a mi lado, mientras le hago sitio. -He cambiado de opinión. Es una narahim, lo he visto, no es humana. Sus Marcas... -Déjame ver.- Repite la operación. Los ojos de Jack se agrandan.- Jonathan, llevas razón, no es humana, es la hija de Rorohim.


III

-¿Rorohim? No puede ser...- Reacciona Jonathan enfadado. -¿Quién es Rorohim? -<<Rorohim era un hombre fornido, de unos 40 años, de anchos hombros y dura columna vertebral. Hace ya 20 años, junto con un grupo de muchachos de su edad, decidió asaltar la sede de la Institución. Tenía una ideología un tanto violenta y extremista. Él opinaba que los rastreadores, los narahim, no debían existir, solo entorpecían la labor de los perseguidores. Él era un perseguidor magnífico, hasta que un día, un monstruo lontern enorme, de nombre Waraborn, asesinó a su amigo perseguidor, con el que había establecido un vínculo muy íntimo y personal. Este vínculo solo aparece en muy raras ocasiones y que las personas se vuelvan más defensivas, algo que a los monstruos no les conviene, pues lo único que pretenden es destruirnos. Rorohim tenía un vínculo especial, demasiado con su amigo rastreador, Roger, por lo que no pudo soportar ver como lo asesinaban. >>- Narra Jack. -¿Murió?- Pregunto, asustada por la increíble historia. -Peor. -¿Qué puede haber peor que la muerte? -Nada. Solo que antes de morir, asesinó a toda su familia, arrojándolos a una hoguera. Luego, él se suicidó de la misma y espantosa manera. Dicen que antes de morir, pronunció estas terribles palabras: <<Nadie volverá a establecer un vínculo con nadie. Nadie, haré todo lo posible por impedirlo. >> Desde entonces, ningún vínculo especial se ha creado. Es una maldición. -Es horrendo.- Comenta Jonathan, con semblante serio. -¿Cómo puedo yo ser hija de alguien tan monstruoso y espeluznante?- Exclamo enfurecida.


-Tranquila, las Marcas halladas en tu piel demuestran tu origen y procedencia. Aunque no te asustes, tú no eres como él.- Intenta apaciguarme Jack. -¿Qué no me altere?, ¡Esto no es un juego!, ¡Soy hija de un asesino!- Replico furiosa y enfadada. -¡Yo también soy hijo suyo y no me pasa nada!- Exclama enfurecido Jonathan. -¿Eres...s...u...h...i...j...o?, ¿Mi...her...ma...no...? -Sí.- Responde el joven, visiblemente más calmado.

IV

-¿Mi hermano?, ¿Eres mi hermano?- Estoy sorprendida. -Sí, no te lo dije, lo siento...- Agacha la cabeza y distingo sus mejillas, ruborizadas. Un sentimiento se despierta en mi interior: odio. Siento que me ha mentido, que me ha engañado. -Jonathan Rorohim... ¿Por qué no nos lo contaste? Somos tu familia, la Institución ha sido siempre tu familia, te hemos acogido y te hemos criado. ¿Qué ha sido de nuestra confianza?- La cara de Jonathan enrojece por momentos. -Lo siento Jack, sé que no está bien lo que hice, lo siento, perdonadme, por favor...- Sus ojos resplandecen, 2 diminutas lágrimas emergen de las comisuras de sus ojos marrones. Él se las enjuga rápidamente. Jack se alza de su asiento y pronuncia solemne: -Como castigo por tus mentiras, quedas condenado a regresar a Aldrish, no podrás quedarte aquí, como tenías previsto. Y tú, Rebeca.- Continúa Jack, dirigiéndose a mí.- Irás con él. Jonathan, la adiestrarás y cuando llegue el momento, dentro de 2 meses, regresaréis los dos aquí. ¿Entendido?


-Sí.- Las lágrimas inundan sus mejillas. He sido injusta, me he portado de manera muy brusca con él. Pero ahora estoy enfadada con Jack, ¿Por qué tengo que ir yo con él? En vez de quejarme, pregunto: -¿Qué es Aldrish?- El tono de Jack vuelve a ser serio: -<< Aldrish es la ciudad en la que está establecida la sede oficial de la Institución. Naturalmente, en muchos lugares del mundo, hay establecidas sedes improvisadas, parlamentos y congresos, no meramente políticos. Pues hay que cazar monstruos continuamente. No aparece en los mapas humanos, pero se localiza entre Irlanda y Escocia, en un territorio de verdes praderas, cascadas de agua cristalina y torres de diamante. >> -¿Torres de diamante?- Interrumpo, sin pensar. -Torres de diamante, son un elemento imprescindible en Aldrish, porque así nos protegemos de los demonios. La tecnología ha permitido crear una sustancia que los repele. Y ahora, si me permites, continuemos con la historia. -<< Pero en Aldrish está la sede oficial, donde se almacenan y se investigan todas las alertas de avistamientos de monstruos. Cuando los rehikim, los localizadores, encuentran a una persona con una esencia diferente a la humana, nos avisan. Nosotros, los portavoces y oficiales de la Institución, enviamos a un narahim, un rastreador, con el que, en determinadas circunstancias, se establece el vínculo, como Jonathan y tú. Luego recogemos a la persona y la traemos aquí, donde se le examinan sus Marcas. Así determinamos a donde pertenece cada persona, En pocas ocasiones encontramos rastreadores, y aun en menos perseguidores, normalmente encontramos portavoces y oficiales de la Institución. Eres especial, la sangre que corre por tus venas lo demuestra, pero hay algo más. >> Jonathan, eres hijo de Rorohim y eres un rastreador. Rebeca, tú también eres hija de Rorohim, pero tú eres diferente. ¿Qué eres: una rastreadora o una perseguidora? -Jonathan me dijo que era una rastreadora, pero mis Marcas, usted mismo lo dijo, no lo...


-¡CRASH!- La ventana se hace añicos, el cristal estalla y alcanza todos los rincones de la habitación. Mi respuesta flota en el aire. Con un gran esfuerzo, me levanto. Me escondo detrás del sillón, que milagrosamente se ha mantenido en pie. Respiro, aliviada, pero un grito me detiene en seco: -¡Rebeca!- Grita Jonathan. Está arrodillado delante de Jack, en el otro extremo de la habitación. Se ha movido tan rápido que ni lo he visto. El líder tiene clavado un pedazo de cristal, tan largo como mi antebrazo en su pierna, lo que le impide avanzar.- ¡Ayúdanos, por favor!- Ya no es una petición, es un ruego desesperado. Avanzo despacio, agachada, intentando esquivar los fragmentos de cristal que caen al suelo, como proyectiles. Llego hasta donde está Jonathan, con Jack tumbado en el suelo. La lluvia de cristales continúa y su cara se ha vuelto muy pálida y demacrada. Agarro a Jack de un brazo con cuidado, mientras Jonathan hace lo mismo con el otro. Lo llevamos al sillón, tumbamos a Jack detrás, mientras susurrando, le aconsejo: -Tranquilo, yo te cuidaré, tú no te muevas, ¿Vale?- Emite un pequeño quejido.- Lo tomaré como un sí.- Me voy a girar, pero Jonathan me detiene: -Espera, gírate despacio. Hay un...- Está temblando, pero no puedo perder el tiempo, tengo que buscar un escondrijo para mí. Jack es tan grande que ocupa todo el sillón. -¿Hay un qué?, ¿Qué ocurre? -¡UN MONSTRUO!- Me giro despacio y lo que veo me deja sin palabras. Una montaña babeante entra destrozándolo todo a su paso por al ventana. Tiene ojos viscosos, boca y nariz muy pequeñas, del tamaño de un diente, todo babeante, y unas manos enormes que están cogiendo el sillón en el que estábamos sentados Jonathan y yo, hace unos minutos. Observo como se lo traga, mientras reconozco al bicho que tengo delante: un dalmont. El bicho descubre a Jack, y lo agarra con sus manazas. El hombre emite pequeños quejidos, mientras lo estiran como una muñeca de juguete. Veo sus miembros desmembrarse, y sin pensar en lo que hago, me levanto, me coloco delante del monstruo y grito, desafiante:


-¡EH, DALMONT, VEN A POR MÍ!- Deja a Jack en el suelo y se acerca a por mí. Jonathan, escondido detrás de un armario, cercano al desaparecido sillón, grita intentando hacerme retroceder: -¡QUIETA REBECA, TE MATARÁ, QUIETA!- Lo ignoro, a sabiendas del peligro que conlleva no hacerle caso. Agarro una barra afilada de metal, zapateada en el suelo y la utilizo como espada. El dalmont lanza babeantes muebles, que evito con rapidez. Agarro uno de ellos y me deslizo por el suelo, escondiéndome. El monstruo no me ve llegar y le lanzo una estocada al corazón. La improvisada espada se clava en su enorme y baboseado cuerpo. Una mancha de sangre plateada emerge de la zona herida, se lleva la mano allí, y en ese instante, se convierte en polvo. Contemplo asombrada los restos cenicientos de la bestia. Un instante más tarde, el cansancio acumulado vence y me dejo caer. Noto unos brazos que me sujetan. Oigo que Jonathan que susurra: -Es una throrohim.- No entiendo que quiere decir. Me desvanezco y mis ojos se cierran.

V

-Mira, respira.- Distingo la voz de Jonathan. Abro los ojos y le veo. Hay 3 personas junto a él. No las conozco. -Sí, tened cuidado, venga dejadla respirar.- Quien habla es un muchacho de cabello claro y grandes e inocentes ojos azules. -¿Estás bien?- Jonathan me tiende un vaso de agua. Le dedico una sonrisa de agradecimiento. -Sí.- Mi voz sale ronca.- ¿Qué me ocurrió?, ¿Qué es una throrohim?- Pregunto inquieta.


-Tras la batalla contra el dalmont, perdiste el conocimiento. Mis amigos, John, Miranda y Jessica me han ayudado para que te recuperaras. De eso hace ya 3 días.- Responde Jonathan, con brillo en los ojos. Parece que está ocultándome algo. En ese momento, Miranda la joven pelirroja de enormes ojos violetas y pecas castañas continúa con tono solemne: -<< Hace 30 años, cuando Rorohim era muy pequeño, mientras se le investigaban las Marcas, un nuevo tipo de trabajador de la Institución fue creado: los throrohim. En la lengua angelical quiere decir gran cazador. Vuestro padre, Rorohim tenía grabado en la sangre su destino. Tras examinarle las Marcas, la Institución creó una nueva raza: los throrohim, liderados por Rorohim. -¿Y soy una throrohim?- Recordando las palabras pronunciadas por Jonathan antes de desmayarme. -Sí, cuando luchaste contra el dalmont, esa técnica, emitiste un aura superior. Eres la primera en utilizarla desde hace 30 años. -¿Quién fue el último...? -Rorohim, nuestro padre.

VI

-Entonces si Rorohim fue le primer y último throrohim de la historia, ¿no ha habido más como él? -No, no ha habido nadie más.- El silencio, solamente interrumpido por nuestras respiraciones pesa como una gran losa. -Soy la última en mi especie.- Declaro con apesadumbrada convicción. -Sí.- Lo confirma Jonathan. La tristeza se adueña de mi corazón. Soy la última persona en el mundo que tiene el poder que yo tengo, nadie, dentro de 20 años podrá tener este poder.


El joven situado al lado de Miranda y Jessica, sentadas en un sillón color canela, se levanta y se presenta: Sus ojos color avellana refulgen en la sombra: -Hola, me llamo John, tengo 17 años y soy un rehikim. Vengo de Aldrish y me gustaría contarte una valiosa historia: << Hace dos mil años, el arcángel Sofried mezcló su sangre con la de un hombre humano llamado Raphael, que creó, antes de morir, a la Institución, una organización que, en secreto, trabaja para defendernos de los demonios, aunque estos monstruos solo son visibles para ciertas personas con poderes sobrenaturales. >> Con esto quiero decirte que Raphael también estuvo solo, y no le pasó nada. -Murió.- Le contradigo. -No de eso. Un demonio mayor lo asesinó. No pudieron hacer nada por salvarlo. -Vaya, es terrible.- Al ver mi pálida cara, Jessica la niña de ojos castaños y pelo moreno como el ébano, se preocupa: -Tranquila, no pasa nada.- De pronto, la figura de Jack, hecho un ovillo y lleno de sangre me atraviesa el corazón. Visiblemente alterada, pregunto: -¿Qué le ocurrió... a... Jack...? , ¿Está bien? -Rebeca, lo siento, no pudimos hacer nada, Jack ha muerto.- Jonathan pronuncia con solemnidad esta frase, que me da la impresión de que me está recriminando su muerte. -Pero..., sus heridas..., no eran muy graves.... -Los cristales y los zarpazos del dalmont eran venenosos. Lo siento Rebeca.- La voz cálida de Jessica no logra calmarme. -No, ¡NO!- Salgo corriendo de la habitación en la que me encuentro, llevada por la tristeza y la desesperación. Con las mejillas empapadas de lágrimas, impregnadas de dolor y sufrimiento, llego a un largo pasillo, adornado con pintorescas imágenes de ángeles descendiendo a la Tierra. Mis pisadas me conducen a la primera puerta que encuentro, a la derecha. La abro con un sonoro crujido. La oscuridad me ciega


por completo y avanzo a tientas. Cuando me tropiezo con una silla y emito un quejido, una luz se enciende. -¿Qué haces aquí?- Es Jonathan. Su respiración es agitada, parece que me ha seguido corriendo. -Necesitaba pensar.- Estoy mirándolo a los ojos. Me giro y me siento, agarrándome de las rodillas. Tengo muchísimas ganas de empezar a llorar de nuevo. Los sollozos desconsolados resuenan en la habitación. -Oye, ¿Estás bien?- Se acerca despacio peor yo no me aparto. Su voz, aterciopelada, me envuelve como un dulce abrazo.- Tranquila, ¿Qué te ocurre?Da la vuelta y me aparta un mechón rebelde que se me ha escapado de la coleta. Su mano es como una suave caricia. Deslizo mi mano por su mejilla, él recoge las lágrimas que se escapan de mis ojos. Suavemente, sus dedos cierran mis párpados. Sus manos agarran mi cara y, despacio, sus labios se posan en los míos. Saben a naranja y a menta poleo. De pronto, le detengo con suavidad. -Espera, esto no está bien, no podemos...- Trato de encontrar las palabras adecuadas, pero no lo consigo.- Somos hermanos.- Aclaro, zanjando el tema. -No importa el que seamos hermanos, podemos besarnos igual... -¡NO!, No podemos.- No quiero seguir hablando sobre el tema, por lo que cambio de cuestión.- ¿En que habitación nos encontramos?- Jonathan, triste, aclara: -Esto es el archivero oficial de la Institución. Los casos, archivos y documentos que hay guardados en Aldrish no son totalmente verdaderos. Son una copia. Aquí tienes nuestra procedencia y nuestra familia.- Me tiende un grupo de folios. Me detengo donde pone << madre >>. Estoy a punto de leerlo cuando... -¡Cuidado!- Jonathan se balanza sobre mí, justo antes en el momento en el que un destello hace que la habitación se quede sin luz. Los rayos entrecruzados iluminan la sala. -¿Qué es eso?- Pregunto asustada. -Un Portal.- Responde Jonathan con la voz entrecortada. -¿Adónde conduce?- Pregunto con los ojos fijos en la puerta.


-A Aldrish. A través de ella podemos ver lo que hacen las personas allí. -Eh, mira Jonathan, ¿Quién es esa persona que está de espaldas?- En ese preciso instante, el hombre se gira: un hombre fornido, de unos 40 años, de anchos hombros y dura columna vertebral. Jonathan retrocede hacia atrás, su pálido rostro está lívido. -¿Qué ocurre? -Rorohim. Ese hombre es Rorohim. -¿R...oro...him...?


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.