Magia en la ciudad La Instituci贸n III Parte (Primer libro)
Sandra Gonz谩lez- Besada G贸mez
3ª Parte. << El amor muchas veces causa dolor >>. Anónimo. I << 3 meses más tarde >>. -De acuerdo, pues. Quedamos a las 18:00 en el Hard Rock, ¿Vale? Adiós.Cuelgo el teléfono. La voz de Jonathan me acaricia: << Nos vemos luego >> Cojo un par de toallas y una pastilla de jabón. Cierro la puerta del baño y me desnudo rápidamente. Me lavo el pelo suavemente, y me relajo. Termino de ducharme, enrollando una toalla pequeña alrededor de mi cabeza. Me seco despacio y vuelvo a mi cuarto a elegir la ropa. Un vestido de flores y unas sandalias doradas. Me recojo el pelo en una coleta, mientras cojo el bolsito y las llaves de casa. Cierro la puerta al salir y bajo las escaleras del edificio, quiero hacer ejercicio. Al salir, encuentro a un grupo de policías frente al “Chat Noir”, el bar que está enfrente de mi casa. Me acerco, preocupada a preguntar. -Buenos días.- Saludo educadamente.- ¿Qué ocurre?- Un hombre cuarentón, de ojos azules y cabello rubio, se presenta: -Buenos días. Agente Barret, a su servicio, señorita. Estábamos hablando con el señor Michaels, aquí presente.- Indica, señalando al hombre a su derecha, de gafas marrones. Lo reconozco: es mi vecino de arriba.- Dice haber encontrado un extraño individuo en su casa. -¿De qué se trata? -Un... ángel...- El caramelo para la tos se me atraganta en la garganta.- ¿Cómo un ángel? -Ya sabe, un tipo con alas, que vuela. Un ángel. Aunque este no tenía alas. -¿Sin alas?- Él asiente. Palidezco. El móvil me saca de mis ensoñaciones. -¿Me disculpan un minuto?- Me alejo, pulso el botón de contestación y susurro:- ¿Sí, quién es? -¿Dónde estás? ¡Son las 19:00! -Tenemos un grave problema. Mi vecino, un tal señor Michaels ha encontrado a un ángel muerto, sin alas. -¿QUÉ? Es imposible, los ángeles son invisibles al ojo humano, lo sabes perfectamente. ¿Dónde te encuentras? -Enfrente de mi casa. En el “Chat Noir”. Hay un grupo de policías, así que no trates de hacer ninguna locura. -Tienes que sacarlo de ahí, como sea. -Es imposible. Ha muchísimos polis, me descubrirían. ¿Qué vamos a hacer? -Tengo una idea. Escúchame...- Pego el oído al auricular. *********************************************************************** 1 hora más tarde, un joven encapuchado se acerca al café. Todos los policías, excepto Barret han entrado en la casa de Michaels. He pedido un zumo y el agente, sentado a mi lado, una cerveza. He tratado averiguar más sobre el ángel, pero no he conseguido nada.
La presencia se hace más fuerte: << Comienza el plan “Rescate angelical”. >> << Vale. >> Reprimo una sonrisa al verle entrar. Se ha puesto lentillas, sus ojos marrones ahora son verdes y su pelo rubio ahora es pelirrojo. Una tarjeta de identificación cuelga de su sudadera azul. Con paso decidido, se planta ante el agente: -Buenos días.- Barret gira el cuerpo, antes orientado hacia la barra. -Buenos días. ¿A quién tengo el placer de dirigirme?- Su tono burlón me irrita. -CNN, Christopher Reese. -¿Qué quiere?- Ahora se ha enfadado. -He oído que han encontrado un extraño individuo, un ángel, en casa del señor George Michaels. ¿Es eso cierto?- Inquiere Jonathan. -Aun no se ha hecho oficial. La policía no ha terminado la reexaminación del cadáver.- El oír hablar de un ángel como un simple cadáver, hace que se me revuelva el estómago. Christopher saca de su bolsillo izquierdo un documento impregnado de oficialidad. Con tono solemne, replica: -Tengo orden expresa del presidente de llevarme el cadáver. Así que no oponga resistencia.- La boca se me abre. ¿Cómo lo habrá conseguido? -Usted no tiene derecho a hablarme así. ¡Yo soy la ley! -Muy bien. Usted lo ha querido. Pronuncia en latín unas extrañas palabras, una niebla azul recubre todo el bar, y Barret, los clientes, el camarero, todos se paralizan en el acto. -Jonathan Robert Rorohim Clate, ¿Qué has hecho?- la furia se apodera de mí. -Nublarles la vista. Nada especial. No les hará daño. Tranquila. Vamos, salgamos de aquí. ¿En qué apartamento vive el señor Michaels? -Encima de mi casa. Está lleno de policías. -No importa. Usaremos la niebla. ***********************************************************************
Llevo esperando a Jonathan desde hace 1 hora, y me estoy impacientando. Entro en mi habitación, cierro la puerta y me tumbo en la cama. Estoy muy cansada y quiero dormir durante horas. Un rato más tarde, el timbre me despierta. -¡Voy!- Exclamo somnolienta. Al abrir la puerta, el corazón se me acelera: ¡Es Jonathan! Está herido en el pecho y parece grave. Se apoya en mí, mientras, de una patada, cierro la puerta del piso. Lentamente, llegamos hasta mi cuarto. Lo tumbo en le lecho y deposito en la mesilla una bandeja con vendas, agua y alcohol para las heridas. -Quítate la camisa.- Le ruego. Al ver lo despacio que obedece, me acerco y se la saco despacio. Al contemplar la herida, el estómago se me revuelve.- Oh, dios mío.- Una gran mancha roja se extiende por sus perfectos abdominales. Cojo un par de vendas y las mojo en el cuenco de alcohol. Las coloco suavemente sobre su tembloroso cuerpo, que se estremece terriblemente. -¡AY!, Por favor no dejes que me muera...- Las palabras mueren en sus labios.
-No lo haré. Te lo prometo.- Cubro su inmaculado torso con innumerables vendas, empapadas en agua fría.- Tranquilo.- Cuando termino, lo tapo con las mantas calientes, abro las cortinas, dejando entrever la luz del sol. Abandono la habitación y voy a la cocina a cenar algo. Cojo una botella de zumo de naranja y abro el frigorífico: lo único que queda es mantequilla de cacahuete y 2 rebanadas de pan. Me hago un sándwich y voy al salón a ver la tele. En el canal CNN, un presentador anuncia la aparición de un extraño cadáver. La foto del ángel me pone los pelos de punta. En ese momento, una ronca y profunda voz se muestra en mi mente: << Hola Rebeca >>. << ¿Ann? >>. << Sí. ¿Has visto la noticia sobre el ángel? >> << Sí. ¿Quién era? >> << Rozied, un arcángel con descendencia directa de Sofried >>. << Lo siento mucho. >> << Tranquila. ¿Y Jonathan? << Está descansando en mi cuarto. Resultó herido de gravedad >>. << ¿LO HAS LLEVADO A TU CASA? La esencia de Jonathan, impregnada de sangre atraerá a monstruos y demonios a tu casa. Lleva a Jonathan a la Universidad. Yo te esperaré en la entrada. Adiós >>. << Adiós >>. Ann desaparece y la comunicación se corta. Tengo que encontrar una manera de sacar a Jonathan de aquí, sin que nadie se entere. II
Un cordón policial rodea el edificio. << Va a ser muy difícil >>. Escondidos bajo unos grandes arbustos, dentro del círculo de polis, observo la cúpula de la Universidad, que resplandece a 2 kilómetros de aquí. Contacto con Ann para contarle la idea que se me ha ocurrido: << ¿Ann? >> << ¿Qué ocurre, Rebeca? >> << ¿Podría teletransportar a Jonathan con la magia? >> << Sí, si puedes. De eso ya me encargo yo. Tú distrae a esos policías. >> Dejo a Jonathan tumbado en la hierba, oculto tras los arbustos, y me levanto. Todos se giran hacia mí, pero no me intimidan. << Vamos allá. >> Me cargo de valor: -¡Eh, tú, imbécil. Si tú, el de la gorra, eres un completo inútil, ven a por mí.Corren todos hacia mí, cojo carrerilla y salto por encima de ellos. Comienzo a correr en dirección a la Universidad. Esquivo a los ciudadanos, mientras llego a la Iglesia. Me meto dentro del confesionario y espero. En el taburete donde se sientan los curas, aparece una palanca. La empujo hacia atrás. Se abre una puerta en la pared que ilumina el pasillo. Me doy prisa en llegar al final, que desemboca en un gran jardín. Lagos, plantas y animales me dan la bienvenida a la Universidad de Wellington. En la entrada, nadie. Ann no está. Algo malo ha sucedido. Ann ha desaparecido.
III
Domino el pánico que se acumula en mis venas, mezclado con la adrenalina y, con paso tranquilo, comienzo a andar hacia la puerta. En el umbral hay un reguero de sangre que conduce hasta la biblioteca. Abro la puerta y encuentro a un hombre sentado en un butacón, junto a la chimenea. Sus pequeños ojos observan mis movimientos fijamente. -Bienvenida Rebeca. ¿Qué tal?- Su voz muestra cansancio, agotamiento y dolor. Su rostro está extrañamente salpicado de sangre. -¿Quién eres y qué has hecho con Ann?- De pronto, una oscura y bajita voz surge de la sombra. -Rebeca, obedécele, hazle caso, yo estoy bien...- La sombra se hace luz y Ann maniatada y gravemente herida, se retuerce débilmente en el suelo. -Tranquila Ann, yo te liberaré, no pienso permitir que ese imbécil te ponga la mano encima otra vez.- Coloco la mano sobre mi bota derecha. Ahí tengo mi cuchillo especial, el que me regaló Jonathan hace 3 meses. Sé que no tengo las de ganar, pero pienso emplear todas mis armas contra él. -Querida, piensa un poco, ¿De verdad piensas que voy a dejar que lo hagas? Estás muy equivocada. -¿Quién demonios eres tú?, ¿Por qué haces esto?- Estoy fuera de si, voy a perder los nervios. -Soy Rozied. El ángel caído.
IV
Caigo de rodillas sobre el suelo. Imposible no evitarlo. Ya no es un ángel, sus alas han desaparecido. Ahora le rodea una gran aura negra, repleta de maldad. -Có...mo? Es imposible...- Tiemblo y me estremezco debido a la fuerte impresión. -Las alas desaparecieron, obtuve de ellas la energía que necesitaba para sobrevivir. Ahora soy diferente, he renacido.- Tras pronunciar estas palabras, los ojos desaparecen de sus cuencas, y en su lugar, unas grandes bolas negras, con forma ocular, resplandecen. Todo su cuerpo comienza a cambiar: los brazos y piernas engordan hasta tener el tamaño de todo mi c uerpo; su cara se hunde, mostrando el tamaño de una calavera. Su cuerpo se vuelve oscuro, totalmente negro y sus manos se juntan hasta formar una gran bola de fuego. Antes de que la dispare contra mí, yo replico: -Eres un demonio, un monstruo.- Afirmo con auténtico horror. -Un Demonio Mayor, para ser exactos. Y ahora, vas a morir en mis manos, será un honor. Siéntete agradecida.- Se relame.
- Uy, sí. Prefiero ahogarme en el mar a que me mates tú. Un asco.- Escupo al suelo, con el asco grabado en mi frente. -Es una pena.- Abre las manos y la bola sale disparada hacia mí. Me aparto antes de que me alcance, aunque me provoca un rasguño en el brazo derecho. La quemazón es fuerte, pero la rechazo y aprieto los dientes para superarlo.Ríndete ya, sabes que no me puedes ganarme.- Suelta una pérfida risa, lo que me da fuerzas para seguir. La sangre escapa a raudales por mi brazo. Con un último esfuerzo, evoco el recuerdo de los buenos tiempos, de la alegría que sentía al estar con mis amigos. Una bola azul pura sale disparada de mis manos en dirección a su pecho. Lo empujo hacia atrás, golpeando su cabeza contra el butacón en el que, minutos antes, estaba sentado. Se desploma, segundos antes de que lo haga yo también. Caigo a un vacío sin fin, no hay luz al final del túnel... V
Al abrir los ojos, un fuerte dolor me invade por dentro. Me duele muchísimo la espalda, siento como si un gran tanque me aplastara la columna. No puedo mover ni manos ni pies, porque están sujetos, con cadenas de acero, a ambos lados de la mesa a la que estoy sujeta. He intentado sacar las manos de la prisión que me mantiene sujeta, pero es imposible. Me he dejado la mitad de la piel dentro de las cadenas, en vano. Oigo una voz, que me hace girar la cabeza: -Tranquila, cuanto más te muevas, más daño te harás.- Es gutural, y muy seca, sin matices.- A ver, espera te liberaré, pero no te provoques más daño. ¿Vale?Paro de moverme, indicando así que lo entiendo. Él se acerca y, con una llave, abre las cadenas. Con las manos y pies libres, observo mis muñecas. Regueros de sangre resbalan por mi cuerpo. De una mesilla saca toallas empapadas en agua fría, las tiende sobre mis muñecas y el dolor retoma. Escuece muchísimo. Intento retirarlas, pero él insiste, pretende curarme, ignorando mi dolor. Me tiende, con la mano izquierda, pues la derecha sigue sujetándome las vendas, un vaso de agua y un pedazo de pan con chocolate. Devoro la comida, a pesar de los fuertes dolores.- ¿Ya estás mejor? -Sí.- Me sorprende lo ronca que suena mi voz. Carraspeo débilmente, hasta conseguir que mi voz natural vuelva.- ¿Quién eres? -Me llamo Marcus.- Ese nombre me es tan familiar... -Marcus, Marcus... ¿Trabajas para Rorohim?- Al oír ese nombre, Marcus gira la cabeza y sus ojos verdes comienzan a emitir destellos. -Sí, trabajé para Rorohim. Fui yo el que te hirió y lo siento muchísimo. No debí haberlo hecho. -No importa. Hacías tu trabajo, aunque fuera hacerme daño. Nunca he sido rencorosa. -Ese es el problema, no era mi trabajo hacerte daño. Me dejé llevar, estabas tan indefensa...- Tenía que desahogarme con alguien.- Agacha la cabeza y yo distingo una larga cicatriz que le atraviesa toda la nuca. -¿Cómo...?- Recorro suavemente con los dedos la herida ya cicatrizada. Él levanta la cabeza. Con pesar, contesta.
--Rorohim. Tenía prohibido hacerte daño y él me castigó golpeándome con un cuchillo. -Lo siento muchísimo...- Enfila sus pasos hacia la puerta y, antes de irse, pronuncia con voz ronca: -No lo sientas, fue culpa mía.- Tras cerrar la puerta, la sala se queda en un sepulcral silencio. Siento muchísima pena por Marcus, deseo salvarlo. Aunque antes debo averiguar que es lo que le carcome. VI
Ya me he acostumbrado a su presencia. Que me traiga la comida es ya un ritual. No lo presionaré. Por eso no he vuelto a preguntarle nada desde hace 1 semana. Entra en la sala, se sienta en la mesa, a mi lado, y espera a que yo termine de comer. -Gracias.- Agradezco, en referencia a la comida. -No hay de qué.- Gira la cabeza hacia otro lado, para evitar mirarme a los ojos. -Marcus, ¿Por qué elegiste esta vida?, ¿Para quién trabajas?- Se levanta y comienza a caminar, antes de contestar con voz temblorosa. -<< Hace 20 años, mi familia y yo vivíamos en las afueras de Aldrish, en un pueblecito llamado Rohm. >> - Un escalofrío me recorre el espinazo al recordar la terrible aventura contra Rorohim.- << Mi mujer, Mara y mis dos hijos, Jonathan y Sofía tenían los dos un añito de edad >> - En ese momento exclamo. -¡Jonathan!, ¿Tu hijo se llamaba Jonathan?- La mirada de enfado que me dirige me calma al instante. - << Sí, era un bebé precioso, de grandes ojos marrones y sedoso cabello rubio. Tenía 3 años cuando todo sucedió: Una tarde de marzo, Rorohim irrumpió en nuestra casa, alegando que era un mago venido de lejos y que quería quedarse a descansar en nuestra casa. A nosotros nos pareció un tanto grosero, pero no nos importó. Si alguien necesitaba ayuda, ahí estábamos nosotros. Por eso, cuando exigió ver la casa, Mara no se negó y lo guió por la planta de arriba. Los niños estaban jugando en sus habitaciones. Nunca más volví a verlos. Él se los llevó. Antes de irse, dijo que aquello “no era algo personal”. A pesar de aquello, desde donde estuvieran, siempre lograban mandarme cartas para informarme. Así me enteré de que Mara estaba embarazada otra vez. Al cabo de 9 meses, nació una niña preciosa a la que llamó Jennifer. Sofía y Jonathan se hicieron mayores y en cuanto pudieron, los cuatro se escaparon. Antes de que amaneciera al nuevo día, ya habían sido devoradas por los lobos. >>- Marcus termina la historia con alivio, al haberlo soltado todo. Yo en cambio, estoy muy sorprendida, los nombres, los sucesos se asimilan a los de una historia que una vez Ann nos contara a Jonathan y a mí:- ¿Y bien?, ¿Alguna pregunta? -Una afirmación. Me llamo Rebeca Jennifer Rorohim Clate. Mara era mi madre.
-¿CÓMO? VII
-Rebeca Jennifer Rorohim Clate, ese es mi nombre. A mí me dijeron que Carolina Clate era mi madre. -Carolina Clate era hermana de Mara... Tú eres hija de Mara y Rorohim.- El desconcierto inunda el rostro de Marcus. -Sí, pero... Aunque Rorohim secuestrara a tu familia y les hiciera daño, no es razón para herir a los demás. ¿No crees? -Él me aseguró que Mara, Sofía, Jonathan y tú estabais vivos. Y que si no hacía lo que me ordenara, os mataría. Más tarde me enteré de que habíais muerto. Y ahora estás aquí, viva. Me mintió. Maté por mi estupidez. -Lo siento, de verdad.- Marcus no responde y le silencio inunda la habitación. -¡REBECA!- Una voz aterciopelada que creía haber perdido para siempre, abre la puerta. Un joven de maravillosos ojos marrones corre hacia mí y me abraza dulcemente. Su olor a jabón me recuerda al muchacho del que me enamoré. -¡Jonathan!- Comienza a besarme la cara: la frente, las mejillas, los labios. Unos mis labios con los suyos y nos fundimos en un apasionado beso.- Estás vivo... Tu herida era muy grave, creí que...- Meto mis manos bajo su camiseta y recorro su pecho con los dedos. Una larga cicatriz le atraviesa el torso. La herida ha sanado. -Cariño, creí que nunca volvería a verte...- Sus ojos brillan muchísimo.- Estaba tan asustado, ¿Estás bien? Oh, por Sofried, estás herida.- Me sienta en la mesa y comienza a examinarme, cuando Marcus lo detiene. -Espera... ¿Eres Jonathan?, ¿Me reconoces?- Sus ojos verdes contrastan con los marrones de Jonathan. Lo agarro de la mano y él reprime un escalofrío. -Jonathan, ¿Estás bien? -He visto a una niña con un vestido rosa, en una casa verde... sangre, dolor, ufff....- Sus ojos recuperan su brillo. Con el rabillo del ojo, observo a Marcus. -Sofía, en nuestra casa de Rohm... ¡Eres tú!- Se acerca a Jonathan y lo abraza. El rastreador tiene el desconcierto pintado en la cara. -¿Quién es?- Pregunta, señalando a Marcus. -Es Marcus, tu padre. -¿Mi padre? -Sí.- Contesta el aludido con lágrimas en los ojos.
VIII
Antes de que pueda impedirlo, Marcus abandona la habitación y Jonathan y yo nos quedamos solos. Jonathan tiene la mirada fija en el suelo y está a punto de llorar. Le coloco la mano suavemente en el hombro. -Oye, ¿Estás bien? -NO, no lo estoy. En menos de 3 horas te he encontrado y he averiguado quién es mi padre biológico. -Tranquilo, yo llevo 1 semana aquí y he descubierto infinidad de cosas... -¿Qué te ocurrió?- Con toda tranquilidad, le relato lo sucedido desde que en mi casa lo tumbara herido en la cama. Un rato más tarde, cuando llego a la parte donde me despierto, encerrada en esta misma habitación, Jonathan me detiene:- ¿Y dices que te dolía muchísimo la espalda? -Sí.- Levanto la camiseta y las yemas de los dedos de Jonathan me recorren suavemente la espalda. -Por Sofried...- Hay un tono preocupado en la voz, y eso me asusta. - Jonathan, ¿Qué ocurre?- Él baja la camiseta y me coge de las manos. -Rebeca. La espalda te duele tanto porque tienes una gran Marca allí grabada. Un lobo corriendo bajo la Luna. -¿Qué quiere decir eso? -Compruébalo tú misma, mira tu cuerpo.- Hago lo que me dice y lo observo: está empezando a crecerme pelo oscuro por todos los brazos y piernas. -Es imposible... -Lo siento Rebeca. Eres una mujer loba.- cuando pronuncia << mujer loba >>, mi cuerpo aumenta de tamaño. La ropa se rompe en pedazos y el techo del cuarto abre, mostrando la luna llena. Dejo escapar un aullido, antes de pensar: << Soy un monstruo, una mujer loba. Debo irme. >> Subo al tejado, salto al suelo y comienzo a correr por las calles de la ciudad. Ya no soy la cazadora, ahora soy la presa.