CAROHANA C AROHAN A io r a n e ro t e n r r e C ue Luis
án r t l e B
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Uno de los úl mos humanistas del siglo XX venezolano Foto Cortesía de William Villanueva.
Nro. 3 / Enero 2015
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Chanita Colombo, Cortesía de William Villanueva.
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EDITORIAL ltrán de Luis Be Centenario 14-2014) (19 Guerrero lución e la Revo El Tema d erra Gu s mo Jorge Ra
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).
REVISTA CULTURAL
EDITORIAL
GRÁFICO
DIRECTOR DE ADMINISTRACIÓN
Barquisimeto, Venezuela Todos los Derechos. Copyrigth c Septiembre año 2014
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Julio Ortega
El poeta encarcela do y Juan Pá ez Ávila José Pulido
Boris Past ernak so bre Maiakov ski
ReinaldoChaviel Chaviel Reinaldo
Andreina Rincón
EL LIDER AZGO Y LA INTELIGE NCIA EM OCIONA L Fausto Izcaray
El narrad o omnipre r sente
JEFE DE REDACCIÓN
DISEÑO
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Jorge Euclides Ramírez
Juan Páez Ávila
Gorquin Camacaro
LA REFLEXIÓ N PARA FUNDAR UN A CULTURA JUANDEMARO QUERALES
BENITO VO LVIO A SE R EL MISMO
DIRECTOR
Wilfredo Páez Gallardo Julio Bolívar Fausto Izcaray Jorge Euclídes Ramírez Rafael Montes de Oca Martínez
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Walt Whitman
Cátedra libre literaria: Juan Páez Ávila
José Pulido
Guillermo Morón
Hojas de h ierba, para el siglo XXI
Instituto Pedagógico “Luis Beltrán Prieto Figueroa”.
CONSEJO
EL HUMA NISTA LU ÍS BELTRÁN GUERRE RO
El amor se llamó, se lla ma Pablo Neru da Enrique Viloria Vera
AGOSTO.
11 12 13 16 18 21
Diario ajen o. Kafka: e scribir angustia Carolina Lozada Murakam i: "Japón no asume responsa su bilidad p or la Gue Fukushim rra y a"
ENTREVISTA
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DE HUMA
Juan de la Villa
! ¡Epa-poe ? e vienes tú d n ó d e ¿D Alejandro Sebastiani res: LA ones y Flo Entre Card A DE JESÚS IC ÉT OBRA PO HERRERA ANTONIO
Leonardo Pereira Melendez
ancha te de la M voces Don Quijo Las r: a in lim Estudio pre del Quijote Fernando L. Carreter
Relatos d Benavid e Álvaro es La Gre cca
Tres poe ma Gramcko s de Ida
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MISIÓN O
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MARÍA DUEÑAS
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Enrique Meléndez Luis, el m
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Héctor Saldivia Seijas
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CARLOS RUIZ ZAFÓN
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GÉNESIS Y DEBIDO PROCES O Yelena Cecilia M. Gonzále z Lectores,
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Pérez-Reverte
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libros y to
rpezas
JULIO BOLÍVAR
Primera Gu Mundial: erra Un siglo.
Luis Eduardo Cortés Riera.
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Reencue ntros con Samuel Pickwick
Julio Cortázar
VIAJE A L INCERTID A BUSCA D UMBE EN E ISA
ENIDO
Juan Páez Ávila
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EDITORIAL
LUIS
BELTRÁN
GUERRERO
El 11 de octubre de 2014 se cumplieron 100 años del nacimiento de Luis Beltrán Guerrero, uno de los grandes humanistas del siglo XX venezolano, caroreño forjado en su juventud en el aula abierta del cuarto-biblioteca de su primer y gran maestro de su tiempo, Cecilio (Chío) Zubillaga Perera, excepcional pensador universal que hizo de Carora un isla cultural, en plena hegemonía del tirano Juan Vicente Gómez. Inclinado desde muy joven por la lectura particularmente de los clásicos griegos y latinos que formaban parte de los pocos libros, porque la mayoría los regalaba, de la biblioteca de Chío Zubillaga, a los 14 años de edad dirige un periódico titulado ¨Él Pórtico¨ en Carora, y a los 16 años publicó su primer poema y una página titulada ¨Prosas de Ensueño y Realidad¨ en la revista ¨Qincena¨, que dirigía en El Tocuyo otro de esos extraños escritores y promotores de la cultura en tiempos de oscurantismo generalizado, Roberto Montesinos. Todavía muy joven, su maestro dice que adolescente, escribió en ¨El Diario de Carora¨ sobre diversos temas, fundamentalmente culturales. En la búsqueda de un escenario de mayor potencial para el ascenso social e intelectual se trasladó a Caracas con varias cartas de Chío Zubillaga, para conocidos periodistas y escritores radicados en la capital. Desde 1931 escribe en ¨Fantoches¨ el semanario humorístico que dirigía Leoncio Martínez, luego forma parte de los principales columnistas del diario ¨El Universal¨ en el que publicará la mayor parte de su obra en prosa, ¨Candideces¨, considerada una vital expresión de su pensamiento humanista y de una singular erudición, en las que se refiere a temas fundamentales que se proyectaban e influían en hombres y corrientes políticas y literarias de su tiempo. Ingresa a la Universidad Central de Venezuela a estudiar Derecho y continúa su trabajo literario, ya ganado para pensar en su carrera hacia la cumbre de las letras. No se incorpora a ningún grupo literario muy propios de esa época, pero sabe de su importancia. Muerto el Dictador Juan Vicente Gómez entra en contacto con prominentes personalidades del mundo intelectual, algunos ex –colaboradores del régimen que desaparece en 1935 y, según Mariano Picón Salas comienza el siglo XX venezolano. Comparte y discute con José Gil Fortoul, César Zumeta, Rufino Banco Fombona, Santiago Key Ayala, Pedro Emilio Coll, González Guinán y otros destacados personajes del momento. Persevera con acierto en el ensayo corto y en la poesía, y algo que posiblemente muchos no conocen, porque encontré la referencia en una carta que le envía su maestro Chío Zubillaga, en respuesta a una Guerrero, se trata de su intento de hacerse pintor. Con la correspondencia a su maestro le envía una Plaquette, sobre la cual le comenta: Da usted una sensación perfecta del ¨Caso¨ natural que le vino en deseos de pintar, haciéndolo con líneas exactas y toques netos. ¿La forma de expresión? Eso es asunto de relativa importancia. Watteau estilizaba sus paisajes, que son un hontanar de encantamiento. Claude Monet echaba al lienzo sus colores, como en una orgía de poniente, sin método ni reglas fijas, dominado solamente por su ¨impresión¨; y cuando lo contempla en sus cuadros inmensos, da la propia sensación de belleza extraordinaria que aquel otro detallista pulido fanático romántico. La correspondencia entre maestro alumno continuará por muchos años, Guerrero se destaca en sus estudios y en sus escritos, por lo que es seleccionado por el Ministro de Educación, Rafael Vegas. Conjuntamente con Ernesto Mayz Vallenilla, Horacio Cárdenas Becerra, Carlos César Rodríguez y otros relevantes profesionales para viajar a la Argentina a realizar estudios humanísticos. Permanece varios años en esa república, redacta poemas y ensayos cortos y escribe para El Universal. Cuando regresa a Venezuela publica varios libros de poesía y ensayos. Antes de viajar había publicado Secretos en Fuga. 1942. Tal vez su obra de mayor trascendencia, Candideces, fue publicada en 17 tomos o series como fueron denominadas, y constituye un acerbo histórico y literario de excepcional significación en la vida cultural de nuestro país. En ellas se encuentran sus inmensos conocimientos sobre la Lengua Española, la Poesía, la Historia, el Modernismo e Hispanoamérica y decenas de hispanoamericanos del mundo de la cultura. En 1997, año de su muerte, su Obra Poética completa fue publicada por La Fundación Guillermo Morón, quien escribió el prólogo y afirma que Luis Beltrán Guerrero ¨corrigió las pruebas de este volumen y leyó el prólogo de quien lo conocía de cerca y admira toda su obra en prosa y en verso. Un gran silencio, una sombra de tristeza cubrió las auténticas letras de la lengua Castellana en la Venezuela del siglo XX. Murió el último humanista, un gran humanista, de esta tierra áspera y dura¨.
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Jorge Ramos Guerra
Centenario de Luis Beltrán Guerrero (1914-2014) El Tema de la Revolución Con la llegada de Hugo Chávez Frías al poder el año 1999, fue abolida la historia en Venezuela y no es un decir oposicionista, sino una realidad palpable en el manejo inescrupuloso de la figura de Simón Bolívar y de textos escolares del oficialismo. Hay un desprecio hacia la historia que nos resulta ahora epidémico, a pesar de los esfuerzos bibliográficos de historiadores, periodistas y analistas por mostrar las realidades de la Venezuela del siglo XXI y no hay peor angustia para un pueblo que el olvido de sus antepasados y la cremación independientemente de sus bondades, es un olvido para no visitar tumbas, que al decir de Nehru, solo donde las hay, “hay resurrecciones”. Pues bien, el centenario del nacimiento del historiador, poeta, humanista y escritor de Luis Beltrán Guerrero, un 11 de octubre de 1914, ha pasado desapercibido hasta en su Carora natal. Solo en las bibliotecas, sus libros debieron suspirar satisfechos de contener sobre sus lomos, poemas, discursos, historias y sobre todo sus “Candideces” que expresara todo el conocimiento acumulado, que pudo en su vida, interpretando la historia como su gran pasión en ensayos periodísticos de fina prosa, afortunadamente reconocidos en vida y que son de obligatoria lectura para un político que se precie de ello y no, para lo de copia y pega de hoy que ni leen los titulares de la prensa escrita. En la vasta obra de Luis Beltrán Guerrero leímos su ensayo “El Tema de la Revolución”, (Monte Ávila, 1970) que nos no ha permitido releer a propósito de las dos revoluciones venezolanas del siglo XX, “La revolución del 18 de octubre de 1945” y “La Revolución del 4 de febrero de 1992,” la cabeza de Rómulo Betancourt y Hugo Chávez Frías. La historia en ensayos, tuvo en Luis Beltrán Guerrero su máximo exponente y es, junto al gran Andrés Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry el cuarteto de los mejores ensayistas venezolanos que tuvo como técnica… ”Ni personalismo, ni calumnia, ni dicterio, ver los asuntos nacionales con opinión sensata, prudente, patriota, realista, sin que ello obste a correr, con coraje, el riesgo necesario cuando la oportunidad y la necesidad lo requieran”… Sobre aquella disposición anduvo dese 1930 y hasta su muerte en 1996 escribiendo en el diario “El Universal” sus “Candideces” recogidas en volúmenes, llamadas para sí, “Diario de un “Espíritu” y de todas ellas el tema “La revolución” fue un tema tratado bajo aquella técnica, que en tiempo de la “Revolución Bolivariana” cobra vigencia analizar, con la otra revolución del siglo XX, la del octubre de 1945. Luis Beltrán Guerrero, hace suya la definición que de la revolución tiene el Diccionario de la Real Academia: ..”Cambio violento en las instituciones de una nación”. La palabra latina revolutum puede traducirse como “dar vueltas”. Para el historiador colombiano German Arciniegas en su libro “Bolívar y la revolución” sostiene que “el siglo XVIII es el de las revoluciones y se interroga ¿Dónde se abre el debate? En Inglaterra. Al haber hecho su revolución dentro de la Monarquía y pasar del “Rey soberano al Pueblo soberano”. El parlamentarismo, su Carta Magna, el Leviatán de Tomas Hobbes, Utopía de Tomas Moro o el Ensayo sobre el gobierno civil de John Locke, no en vano, atrajeron a Voltaire, Rousseau, Benjamín Franklin, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, de donde saldrían la revolución francesa, norteamericana y la americana. Para los marxistas una revolución es el enfrentamiento de clases con el objeto de transformar el orden político, económico y social, existente con “un cambio radical en relaciones sociales de producción”. En ese propósito los marxistas acuñaron la frase que, la “revolución es la partera de la historia” lo que a nuestro juicio, en política es muy relativo y para Luis Beltrán Guerrero, una revolución debía fundamentarse en tres elementos “Dios, Hombre y naturaleza” es decir, de profundo contenido humanístico para “Hacer del individuo una persona, pensante y consciente, no un habitante del “mundo feliz” de Aldous Huxley, autómata de la propaganda, sujeto unipartidismos o unipersonalismos despóticos”. Esa apreciación de Luis Beltrán Guerrero, sin duda tuvo influenciada por la revolución de los bolcheviques y su desarrollo después de la muerte de Lenin, Stalin y las denuncias contra este de Nikita Kruschev en la Rusia comunista, el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y España. No conocía todavía, el desarrollo de la revolución cubana de 1959, pero si retratada en su óptica. 04
héroe (aparte de los sabios, artistas y santos creadores de valores indisputables) se reduce a que cada quien cumpla con su trabajo y misión, contribuyendo al bienestar público. Papel del desadaptado social, sujeto al fracaso y al ridículo, sería el del anti-héroe, lo que en definitiva tuvo claro las revoluciones como mito, suficientemente analizado por Carlos Rangel: “Del Buen Salvaje al Buen revolucionario” (Monte Ávila Editores 1976) donde asienta que “Los latinoamericanos no estamos satisfechos con lo que somos, pero a la vez no hemos podido ponernos de acuerdo sobre lo qué somos ni sobre lo que queremos hacer” concluyendo que “somos a la vez los descendientes de los conquistadores y del pueblo conquistado, de los amos y de los esclavos, de los raptores y de las mujeres violadas. Para nosotros el mito del Buen Salvaje es una mezcla de orgullo y de vergüenza. En nuestra extremidad, no nos reconoceremos sino en él, y aun hijos o nietos de inmigrantes europeos recientes, seremos “Tupamaros” (de Túpac Amaru, descendiente de los Incas quien en el siglo XVIII sublevó a los indios contra el Virrey del Perú. De esta manera el Buen Salvaje se trasforma en el Buen revolucionario, el redentor, aquel por quien el Nuevo Mundo debe dar luz al “Hombre Nuevo” que esta tierra prometida llevan en su vientre: Che”
Por otra parte, Luis Beltrán Guerrero considera que toda revolución debe tener objetivos porque …“Los países han de vivir de los principios hechos carne del espíritu, por ejemplo, los tradicionales en occidente de libertad bajo la ley de gobierno por consentimiento de los gobernados y de independencia del individuo frente al Estado” y cita como interpretación armónica del objetivo de una revolución y sus objetivos a Don Augusto Mijares, que para tales efectos hablaba de la necesidad de “Proyecto de País” y a Don Simón Rodríguez, para quien “Alborotar a un pueblo por sorpresa, o seducirlo con promesas, es fácil, constituirlo es muy difícil, por un motivo cualquiera se puede emprender lo primero, en la medida que se tomen para lo segundo se descubre si en el alboroto o en seducción hubo proyecto, y el proyecto es el que honra a deshonra los procedimientos, donde no hay proyecto no hay merito”… En Venezuela, por nuestra parte las revoluciones han estado en el orden del días, las más, por interés personales y solo dos, han dejado obra percibida para el análisis, la del 18 de octubre de 1945 y la del 4 de febrero de 1992, porque a la Gesta de Independencia se le ha calificado como “Guerra de Independencia y “guerra civil,” esta última sustentada por Laureano Vallenilla Lanz, luego vendría la llamada “Guerra Federal” de cuyas consecuencias seria la historia, quien pariría revoluciones y revueltas.
Precisados algunos conceptos de “revolución” busquemos ahora al héroe o al líder” de aquella obra humana y en su ensayo “El tema de la revolución” de Luis Beltrán Guerrero, nos remite a un profesor de la Universidad de Columbia, quien distingue entre el “entre el héroe de acción histórica y el héroe de pensamiento, y aún más, entre el héroe como hombre-acontecimiento y el héroe como hombre que hace época”. Como se puede apreciar habría tres tipologías de héroe o líder que encuadran en la personalidad de Simón Bolívar, Francisco de Miranda y Antonio José de Sucre y Antonio Guzmán Blanco. Mientras José Antonio Páez, “como hombre acontecimiento y el héroe como hombre que hace época” ¿Dónde ubicar a Rómulo Betancourt y a Hugo Chávez Frías? Cada uno en su momento histórico, tuvieron acción y pensamiento, solo que uno fue “líder”, Rómulo Betancourt, liderazgo compartido, de una revolución identificada con la fecha de su triunfo: “18 de octubre de 1945” y cuya característica, única en el país “cívico-militar” para instaurar un sistema democrático que garantizar el rol de cada uno en el acontecer histórico de la nación para su desarrollo y a la que se llegó con un proyecto de país, porque Chávez Frías se centró en ser “héroe” . Al respecto señala Luis Beltrán Guerrero: … Cuando cada ciudadano participa de la determinación de la conducta colectiva, el ideal del héroe (aparte de los sabios, artistas y santos creadores de valores indisputables) se reduce a que cada quien cumpla con su trabajo y misión, contribuyendo al bienestar público. Papel del desadaptado social, sujeto al
“El Venezolano”, periódico dirigido por Antonio Leocadio Guzmán y Tomas Lander, jugaría un rol fundamental, porque según Gil Fortoul, "despertó la conciencia nacional... y abrió la era de las luchas democráticas"; o, según Zumeta, "enfrentó la masa a la clase" de donde surgen cinco años de guerra civil con su caudal de sangre y barbarie, tras la ilusión de libertades y derechos en lo legal, y de "adquisiciones de la lanza" en lo material, para lograr apenas reafirmar la igualdad social iniciada en la independencia y exaltada por el más antiguo folklor” a abriéndose un cauce de revoluciones desde 1830 a 1903 que al decir de Antonio Arráiz, en su libro “Los días de la ira”, “desde el 1° de enero de 2830 al 31 de diciembre de 1903, es decir, durante 74 años, Venezuela tuvo 39 revoluciones” con sus respectivos nombre: De las reformas, La revolución paecista, La revolución de marzo, La reconquistadora, La revolución de abril, la Legalista, la restauradora, La nacionalista y la Libertadora. Y agrega Arráiz: “A menudo esas violencia eran movidas por pasiones personales, ambiciones, rencillas, rivalidades, venganzas, es decir todo tipo de delitos comunes que en una sociedad en condiciones normales quedan al cuidado de la ajusticia ordinaria”… Al respecto señala Luis Beltrán Guerrero: …” Cuando cada ciudadano participa de la determinación de la conducta colectiva, el ideal del
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caso un utopista, que creyó en la revolución humanística, clamado por Justicia porque sin ella no habría libertad, convencido que “Aquí en Venezuela se quemaron etapas artificialmente, por qué el petróleo subvencionó a la democracia. Fue el maná que llegó a los israelitas desde arriba y a nosotros desde abajo. Pero hemos sido ostentosos, incapaces, derrochadores, peculadores y ladrones. Y peor que todo, los delincuentes no han recibido castigo alguno. Sin Justicia no hay libertad, y nuestra libertad fue más de las veces falsa por la coacciones y componendas”. Sobre esos particulares, el humanista mexicano Octavio Paz escribió: .. “que la mentira se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño ha sido incalculable…Nos movemos en la mentir con naturalidad”. Mientras la historiadora Ana Teresa Torres refiriéndose a las ilusiones propuestas en 1810 cita a la también historiadora Graciela Soriano de García Pelayo…los valores civiles a que se aspiraban se disolvían en la frustración y el desánimo, la soledad histórica y la indefensión”…
Precisemos ahora las características de la revolución del 18 de octubre de 1945 al mando de Rómulo Betancourt y sobre 5 aspectos puntuales. (1) la justificación de la unión cívico-militar, tuvo como propósito erradicar los resabios del gomecismo, convocando una Asamblea Nacional Constituyente, que aprobara la primera Constitución de la República, que reconoció derechos, políticos, como seria elecciones libres, el voto a la mujeres, analfabetas y en lo social, salud, educación y materia laboral. (2) La pulcritud en el manejo de los fondos público fue ejemplarizantes con los “Juicios de Responsabilidad Administrativa” que le confiscara los bienes a centenares de corruptos del gomecismo, lopecismo y medinismo. (3) Una política petrolera de avanzada conocida como el “fity-fity” en las ganancias, que permitiera una política asocial hacia una economía diversificada, salarios justos, abastecimiento y lucha contra los acaparadores. (4) Masificación de la educación, maestros, escuelas y lucha frontal contra el analfabetismo. Atención sanitaria ante las epidemias del paludismo y la malaria, agua potable, una política de riego y electrificación del país. (5) Independencia política y militar.
De allí la imperiosa necesidad de ver nuestra historia con el criterio de don José Ortega y Gasset: ..El mundo de la realidad y el mundo del ordenamiento son – según esto – dos cosmos que se corresponden, cada uno de ellos compacto y continuo, en que nada queda abrupto, aislado e insensible, sino que de cualquiera de sus puntos podemos, sin intermisión y sin brinco pasar a todos los demás y contemplar todo su conjunto. Puede pues el hombre con su razón hundirse tranquilamente en los fondos abismales del universo”…hurgando por supuesto, en todas las fuentes políticas, jurídicas, constitucionales, sociológicas y económicas dentro del esquema de cinco puntos expuestos para concluir en que momento Venezuela evoluciono más ¿si con la revolución del18 de octubre de 1945 o la revolución Bolivariana de Venezuela (1999-2014)? ¡Vamos al debate!
La llamada revolución Bolivariana, se inscribió como el típico golpe de Estado militar de vieja tradición en Venezuela, con el agravante que insurgió contra un gobierno legítimamente constituido y quienes una vez derrotados e indultados sus autores obtuvieran el poder democráticamente, para cuyos efectos se propusieron. (1) Convocar una Asamblea Nacional Constituyente, “con el fin de refundar la República”, profundizando en derechos políticos, sociales y humanos, creándose una Sala Constitucional como su único interprete y facultando al presidente de la República para otorgar los ascensos militares en todos sus grados. (2) Se militarizó la administración pública y la justicia administra la criminalidad selectivamente con miras a la impunidad y la intimidación(3) Los inmensos ingresos petroleros han estado al servicio de imponer un sistema político y económico antes fracasado, al exportarse la revolución Bolivariana a través de, ayudas y regalías dispuestos sin control por la empresa estatal PDVSA. (4) La corrupción está amparada por los órganos jurisdiccionales y el flagelo del narcotráfico detecta la presencia de altos oficiales de la Fuerza Armada. (5) Dependencia política y militar del régimen comunista de Cuba. Al recordar al doctor Luis Beltrán Guerrero en su Centenario y sobre su ensayo “El Tema de la Revolución” no encontramos la expresión “involución” que pensamos que de haber leído este análisis para el debate, coincidiría con nosotros que con la revolución de octubre de 1945, Venezuela evolucionó, evolución truncada por el golpe militar del 24 de noviembre de 1948, como Venezuela ha involucionado con la ideología “castrochavista” que guía a la revolución Bolivariana, entre otra cosas porque Luis Beltrán Guerrero, nunca fue marxista-leninista. Fue en todo
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EL HUMANISTA LUIS BELTRÁN GUERRERO
Guillermo Morón
obra en prosa y en verso. Un gran silencio, una sombra de tristeza, cubrió a las auténticas letras de la lengua castellana en la Venezuela del siglo XX. Murió el último humanista, gran humanista, de esta tierra áspera y dura”.
Están por aquí cerca dos retratos del pintor y escultor c a r o r e ñ o J . T. A r z e , c u y o n o m b r e n o fi g u r a inexplicablemente en el Diccionario de Historia de la Fundación Polar ni en ningún otro de los que conozco; un creyón de una bella señora de 36 años, caroreña de Curarigua, mi abuela materna Doña Rosario Giménez Zapata de Montero, y otro de un apuesto muchacho de diecisiete años, bien peinado, bien vestido, corbata de lacito, de anteojos, Luís Beltrán Guerrero: “En su mesa de estudio - Dibujo de J.T. Arze – Caracas abril 26 de 1931”. La obra de Arze se encuentra dispersa en casas caroreñas y, me parece, de caroreños en otras ciudades. Aquel gran médico y humanista llamado Pastor Oropeza (1901-1991), quien regresó a su ciudad del Morere para morir entre los suyos, tenía un Arze, retrato (me parece recordar) de Ildefonso Riera Aguinagalde (1834-1882) demócrata liberal del siglo XIX sobre quien escribió con mucho acierto el periodista Luís Oropeza Vásquez, todos caroreños.
La obra ensayista de Guerrero comenzó en su adolescencia, en El Diario de Carora, en El Impulso de Barquisimeto. Escribió, escribió, escribió. Sobre la Lengua, sobre la Poesía, sobre Historia, sobre el Modernismo, sobre Hispano-América, sobre novelas. En libros cortos y bien cortados. En 1962 comenzó a editar en volúmenes sus Candideces, Primera Serie, hasta la Décima séptima Serie de 1995 que le editó la Academia Nacional de la Historia. Todas fueron publicadas en El Universal, periódico al que se apegó como lo hiciera Pascual Venegas Filardo, poeta, crítico, geógrafo y hombre de ilimitada generosidad. Muchos críticos, gente de letras ellos y ellas, han dado testimonio sobre la obra de Luís Beltrán Guerrero. Pero la memoria venezolana es corta, sobre todo cuando la sombra política intenta cubrir a nuestros grandes en letras y en cualquiera de las otras tareas que marcan el destino del pueblo venezolano.
En 1931 Luís Beltrán Guerrero formaba parte activa, naturalmente, de la Redacción de Fantoches, el todavía famoso semanario de Leoncio Martínez, y también en El Universal. En este periódico que llegaba a Cuicas (Municipio del Distrito Carache, Estado Trujillo) con una semana de retraso desde cuando pasó por el caserío Casa de Zinc la carretera trasandina, al menos desde 1925 cuando se estableció en el pueblo la maestra de escuela para niñas Doña Rosario Montero de Morón, publicó Guerrero sus Candideces, la proficua, iluminada obra central de su humanismo, largos años, consecuente trabajo erudito, con prosa clásica.
Pudiera traer a cuento y a cuenta las numerosas referencias que en libros y folletos, en crónicas y comentarios, se hicieron, se publicaron, sobre nuestro humanista, venezolanos, hispanoamericanos, españoles. En el volumen de la Biblioteca Ayacucho (¿se ha extinguido ese aporte fundamental de Venezuela a las Letras Hispanoamericanas?) se mencionan desde Antonio Álamo (1873-1953) en su Libro Revuelto que publicara la Editorial Cecilio Acosta en 1945-1946, hasta Luís Villalba Villalba en su artículo Letras Venezolanas: Luís Beltrán Guerrero (El Universal, 2 junio 1976). José Ramón Medina, Juan Liscano, Pascual Venegas Filardo, Felipe Massiani, Alexis Márquez Rodríguez, tres generaciones de escritores supieron y admiraron al humanista Luís Beltrán Guerrero. Está su nombre en la historia.
Luís Beltrán Guerrero: “1914 – Nació en Carora, Estado Lara, el 11 de octubre. Hijo de Dolores Guerrero y de Alejandro Meléndez Doña Dolores Guerrero era nieta del General José Paulino Guerrero y pariente Cercano del General Ramón Urrieta, prócer de la federación” (Luís Beltrán Guerrero, Ensayos y Poesía, Biblioteca Ayacucho 192, Caracas 1994, 420 págs. Selección, prólogo y cronología Juandemaro Querales. Bibliografía: Juandemaro Querales y Horacio Jorge Becco. Cronología, pág. 397).
Por cierto, Juandemaro Querales, escritor caroreño a quien llaman El Solitario, ha enviado un recado por diversos lugares (periódicos, correo electrónico, computadoras) a Simón Alberto Consalvi: incluya al humanista Luís Beltrán Guerrero en su Biblioteca Biográfica Venezolana. Y reta: yo escribo esa necesaria biografía: ¿Y las Obras Completas no corresponden a la Universidad Centro-occidental Lisandro Alvarado (UCLA) de Barquisimeto?. Porque la Alcaldía apagó su fuego editorial en Carora.
Toda la Obra Poética de Luís Beltrán Guerrero fue publicada en un volumen de 262 páginas, 19.5 cms., Caracas 1997 (Fundación Guillermo Morón, Italgráfica, S.A.). En la contraportada escribí: “En la madrugada del viernes 16 de mayo de 1997 murió el gran poeta Luís Beltrán Guerrero en su casa-museo, Biblioteca y Soledad de Caracas. Había nacido en la histórica ciudad de Carora el 11 de octubre de 1914. Corrigió las pruebas de este volumen y leyó el prólogo de quien lo conocía de cerca y admira toda su 07
Juandemaro Querales
LA REFLEXIÓN PARA FUNDAR UNA CULTURA toda aceptación de que su trabajo de ese modo cumple la urgencia de la expresión, nos toca a nosotros hacer algún corte caprichoso de su variada temática, selección obediente a momentos de emergencia social y política, o razones de decantación de su lenguaje.
Cuando el intelectual L.B Guerrero recurre a la literatura para decir algo, lo hace movido por la convicción de que el instrumento más acorde para dejar represada esa toma de posición personal, ante las cosas más simples y hasta las más profundas son el ensayo, la crónica, el artículo periodístico y la poesía. En todas esas estructuras están guardadas muchas de sus exquisitas recreaciones de esos orbes cerrados, que explican la apasionante aventura de la vida como seres humanos, llevados por ese medio a lo desconocido, y es también el único incentivo que nos sirve para conservarnos vivos.
La nutriente ideológica de los grandes valores de nuestras letras, la Filosofía de la Ilustración, las Ideas Liberales, los dos Positivismos, el Marxismo Estalinista y el Humanismo, ocupan a Guerrero en su larga vida de pensador. Vamos a adelantar el criterio de que Luis Beltrán Guerrero no es que se ha ido mudando de parcialidad en términos de escoger tal o cual paradigma en el campo científico, no nos olvidemos de lo que hemos mantenido a lo largo de estas líneas, el autor es un trabajador de las ideas, el cual va estando al tanto de los progresos en el campo de los análisis, creando en él una vastedad de formas por desmontar los fenómenos nuestros, vírgenes todavía y que reclaman un inmediato conocimiento. Con este arsenal teórico evita caer en lo que denomina sagazmente Oscar Rodríguez Ortiz, el Ensayo Impresionista o Imprecisionista.
El primer oficio (deber obligación, según el sentido latino) del escritor es ser hombre. Lo que implica vivir la vida intensamente, conocerse a sí mismo y conocer al semejante. Sin conocimientos y padecimientos de la vida, no hay escritor. En esta toma de posición por las cosas de la vida se va configurando un intelectual denso y profundo, quien de modo caleidoscópico abarca, de manera codiciosa, gran parte de los lenguajes que ahora damos en llamar Ciencias Humanas. Muy atrás quedó la preocupación central por el orfismo del idioma, para vaciar sobre la perfección idiomática de que hace gala, incorpora los temas domésticos, la historia de las cosas y de los hombres, más menudas, la penetración por los orígenes de este continente mestizo, su opinión sobre las corrientes y novedades en todos los lenguajes plásticos, musicales, literarios, políticos, económicos y sociales. Su lupa policial aísla, recorta y dibuja con su admirable capacidad de análisis, estos tiempos tan cambiantes y vertiginosos, todo con la tranquilidad que le da la sabiduría del cultivo por las buenas lecturas, la información y su inmensa cantidad de amigos, que lo nutren con la calidez y admiración con que reciben regularmente sus cortos ensayos.
LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS IDEAS Este interés por lo que pasa en el escenario de las ideas políticas y sociales, lo lleva mucho antes que cualquier venezolano especialista en la ideología a estudiar, y a escribir sobre los positivistas venezolanos; interés que se aviva en el presente al renovarse los criterios metodológicos en la Ciencias Sociales y visto la intención revisionista sobre momentos estelares venezolanos 1810-1830, 1.858-1863, 1.936-1.945.
(…) Mentalmente, cuando yo escribo una crónica estoy haciendo un friso, un arquitrabe algo para una arquitectura mayor, para un libro, digamos. Por eso defiendo la unidad mental y estilística de Las Candideces. No son miscelánea arbitraria y desarticulada, cada cuenta ha sido hecha para el rosario, cada perla escogida para el collar. Sí es que yo puedo ostentar alguna margariteña perla, no artificial japonesa, sino salida del hondón criollo por el sentimiento y la expresión. Estos mini-ensayos sobre el ensayo que el lector ha visto, si no leído, ¿Le parecen unitarios o piezas diferentes y extrañas? Siguiendo el curso de sus teorizaciones sobre su estilo literario, tenemos trazado gran parte del camino a seguir,
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EL LIDERAZGO Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Fausto Izcaray
Las dos formas del liderazgo se pueden representar gráficamente de acuerdo a Denton Roberts. Veamos un par de gráficos:
La emocionalidad y conductas del líder, a cualquier nivel de una organización, impactan y definen las emociones y conductas de los demás. Un jefe malhumorado, despiadado e inflexible crea una organización tóxica, llena de personas angustiadas, temerosas o resentidas, que sólo producen resultados mediocres y desperdician las oportunidades de mejorar en su desempeño y en su carrera, las cuales se presentan cada día. Como lo afirman Goleman, Boyatzis y Mackee, un líder que sabe alinearse con su gente y cuyas palabras resuenan positivamente en ellos, produce seguidores para quienes cualquier reto o desafío es superable. Al final, es una cadena que desemboca en dividendos o pérdidas. El nivel de inteligencia emocional del líder, si es alto, produce un clima laboral en donde el compartir información de trabajo, la confianza, la coordinación de tareas, una saludable toma de riesgos y el aprendizaje florecen.
Roberts explica que una persona maneja una cierta cantidad de energía vital para lograr sus metas en un día cualquiera. También para alcanzar sus metas en la vida. Y esa energía se puede usar para la espiral negativa siendo un líder disonante, causante de estrés y de temor o para la espiral positiva, actuando como líder que logra que sus subordinados resuenen con su visión y metas con entusiasmo y confianza. Ambas espirales o circuitos producen resultados diferentes, los cuales se puede ver en el siguiente gráfico 2.
Cuando los empleados y trabajadores viven tensos y temerosos pueden ser productivos a corto plazo, y sus organizaciones pueden lograr buenos resultados que, lamentablemente no duran en el tiempo. En la difusión o contagio del estado emocional positivo o negativo del líder, son importantes las neuronas espejo de nuestro cerebro. Se activan cuando una persona ejecuta una acción y otra la imita sin darse cuenta. El bostezo contagioso es un ejemplo de eso. Son llamadas las neuronas de la imitación que actúan como receptoras de gestos, tonos de voz, posición corporal y estados emocionales. Así, cuando un jefe lideriza negativamente o positivamente, produce una corriente emocional que, comenzando por las neuronas espejo, se difunde entre subordinados como la electricidad a través del cableado. Las neuronas espejo son “copionas”, de manera que el impacto del estado emocional del jefe contagia, cual epidemia neurológica a sus subordinados y seguidores. Si un líder quiere lograr una cadena de contagio motivadora, inspiradora y energizante necesita estar normalmente en un estado optimista, con entusiasmo, en un modo que transmite “vamos a lograrlo” y ante cualquier problema su actitud debe ser de “esto lo resolvemos” y “sí podemos”, lema usado por El presidente Barak Obama en su campaña electoral de 2008 que lo llevó a ser el primer Presidente negro en los Estados Unidos.
En la espiral negativa el líder disonante actúa amenazando, lo que produce conexiones negativas con su gente. Es el viejo paradigma de la psicología: acercarse a lo agradable o apartarse del dolor. Observe que la cadena al final del ejercicio del poder con el estilo disonante lleva al conflicto lo que hace peligrar las metas. Si tienes un jefe que te recrimina todo el tiempo no vas a sentir conexiones
“El líder convence, no con argumentos racionales sino con argumentos emocionales” positivos como afirma Boyatzis”. 09
agradables con él o ella. Si quieres darle una información, ya vas receloso de la reacción irritada y de la crítica que vas a recibir, probablemente descalificando tu labor. En un proceso de comunicación en el que esperas un regaño la comunicación tiende a ser confusa, no es abierta y clara. Quizás el siguiente paso es actividad destructiva o errática o deficiente. Denton describe el método de la espiral desempoderadora del líder disonante: 1) Culpar, 2) Ridiculizar, 3) Humillar, 4) Crear expectativas irreales, y 5) Excluir, es decir, no hacerte sentir partícipe de las decisiones sobre tu tarea. Este circuito produce estrés en los subordinados. Ya se sabe que en estrés el organismo produce altos niveles de adrenalina y cortisol que afectan la capacidad de razonamiento y cognición. Esto disminuye la habilidad para enfocarse en el problema y sus soluciones. Cuando el jefe regaña y descalifica la persona centra su atención en la amenaza del jefe y no en la solución del problema. La espiral positiva, por el contrario, tiene el siguiente método: 1) Aceptar (a la persona), 2) Comprender, 3) Elogiar, 4) Crear expectativas realistas, 5) Incluir a tu gente, hacerle sentir que participa en decisiones sobre su trabajo.
La Inteligencia Emocional (IE), de acuerdo numerosos estudios en diferentes países, es el factor que más impacta los resultados económicos en las organizaciones. Son los líderes con un alto nivel de IE los que generan el entusiasmo, que logran que florezcan en sus subordinados lo mejor de ellos y usan el método de la “espiral positiva” los que cosechan resultados positivos a corto, mediano y largo plazo. Es la Programación Neuro Lingüística (PNL) la disciplina con las mejores herramientas para entrar en estados emocionales positivos y hablar en lenguaje que llega al inconsciente y al corazón de los seguidores. Así lo explicamos en otro trabajo
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Walt Whitman LA PIEZA DE WALT WHITMAN ES CONSIDERADA EL LIBRO DE LOS LIBROS
Hojas de hierba, para el siglo XXI Un texto con el que pretendía transformar el objetivo de la literatura de EEUU, recibido con duras críticas El poeta trabajó toda su vida en esta obra, incorporando poemas que le llevaron a hacer hasta nueve ediciones Hojas de hierba, la gran epopeya americana de Walt Whitman, el poeta al que Borges consideró en un tiempo "el único poeta", aparece ahora en edición completa y bilingüe a cargo de Eduardo Moga y con una selección de su prosa y de sus diarios de guerra. Publicada por Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, el libro de los libros, la referencia de poetas y que no deja de leerse nunca, vuelve en una edición definitiva en español, 159 años después de que Whitman terminara este canto a la vida, a la naturaleza, a la Democracia, a la grandeza del hombre común, sin etiquetas ni género. Whitman fue el poeta total, considerado el único genio de la tradición americana por el "pope" de los críticos, Harold Bloom, es el fundador de la poesía moderna en el XIX. Whitman publicó en 1855 Hojas de hierba, un poema breve y casi anónimo, ya que su nombre no aparecía junto al título, sino solo en la página de créditos. Un libro con el que pretendía transformar el objetivo de la literatura estadounidense, que fue recibido con críticas feroces, salvo por el poeta y filósofo Emerson que lo recibe con simpatía y que incluía un poema titulado Poema de Walt Whitman, que luego sería el mítico y canónico Canto de mí mismo. El poeta trabajo toda su vida en este libro, incorporando poemas que le llevaron a hacer hasta nueve ediciones y solo lo dio por terminado en 1892. La última publicación llegó a las manos de Whitman en su lecho de muerte, circunstancia que da nombre a esta edición última llamada "la edición del lecho de muerte" y con un grandísimo volumen de páginas. Así, el volumen que llega ahora en España y América suma casi 1.400 páginas. Un gran trabajo al que Moga ha dedicado dos años y es la primera que se ha realizado en español de
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España, ya que las otras traducciones fueron hechas por autores latinoamericanos, entre ellas la de Borges. Esta edición de Hojas de hierba es un Whitman para el siglo XXI, un Whitman para las nuevas generaciones de lectores. Whitman cantó a la naturaleza, a los animales, a la solidaridad y compresión del otro, al gozo, al amor a hombres y mujeres, en una encendida y apasionada defensa de la bisexualidad. EFE
Jorge Euclides
Quiero que sea doctor, medico que vea gratis a toda la familia. Mejor que sea diputado refutó Douglas a Solange, así al mismo tiempo que ayuda al barrio se mete buena plata para que nos saque de abajo. Pero Benito no anda para doctor, ni diputado y ni siquiera culminó el bachillerato. Benito no pudo superar los 15 años de su madre, los 19 de su padre y la droga le inventó túneles violentos a la pobreza por eso aprendió a manejar la navaja y la pistola con más habilidad que el lápiz sobre el cuaderno. Hasta los siete años Benito fue pastor de cabras, piñero precoz y de pedirle la bendición de rodillas a su abuela Engracia en el Potrero de Ramirez, allí mismito un poco mas allá de Bobare. Pero Engracia enfermó de la columna de tanto andar agachada ordeñando chivas y recogiendo piñas y su familia se la llevò para El Paso de Baragua para poder atenderla. A Benito se lo trajeron otra vez para el rancho de La Tomatera, nada más con Solange y otros tres carajitos porque Douglas estaba en Uribana por intento de asesinato y robo a mano armada. Benito se hizo hombre muy rápido para evitar ser la novia de una pandilla que entre cobro de peajes, atracos y violaciones se adueño de las rutas circundantes de la escuela. Toma muchacho este hierro para que no te hagan perra mala allá afuera y con ese regalo de su tío Alejandro corto la torta de su cumpleaños y la barriga de José El Mapurite cuando este quiso bajarle los pantalones en el patio de Lola Pérez donde cerveza y droga eran de libre expendio sin límite de edad. A los trece se olvidó de los libros y de ser doctor y a su mama Solange le dijo que botara de su cama a Bracamonte porque ya estaba cansado de verla todos los fines de semana con la cara hinchada y a sus hermanitos estropeados de tanto recibir golpizas de borracho. No atendió Solange el pedido de su hijo mayor y un Domingo en la noche encontraron a Bracamonte desmayado y paralitico porque alguien le rompió las piernas a batazos. Así Solange se quedo sin hombre y sin pretendientes porque la violencia se le hizo costumbre de soledad. Engracia tenía varias semanas viniendo a Barquisimeto porque su primo José Piñero la puso en tratamiento de acupuntura con la doctora Pilar Romero y por eso los dolores se le fueron quitando, un cubano del CDI de Bararida le empujo la hernia con unos masajes y Engracia entonces se fue a la Tomatera a preguntar por sus nietos, su hijo Douglas no quería ni verla de visita porque ella estaba en buscarle abogado para sacarlo de la cárcel y él le mando a decir que ni se asomara, que en la cárcel tenia techo, comida , salario mínimo ,visita conyugal y además había
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BENITO VOLVIO A SER EL MISMO montado su propio negocio con unos amigos que planificaban todo vía celular. No, Engracia, ya Benito no es el muchacho que ustè crio, ahora es otra persona que hasta yo misma le tengo miedo. Figúrese que no le conozco trabajo y sin embargo aquí trae comida y ropa para todos nosotros. Se acuesta a las ocho de la mañana y sale como a las tres de la tarde. No le pregunto de dónde saca plata porque le tengo miedo a la respuesta y como el hambre tiene cara de perro lo que hago es rezar por él a la Divina Pastora. Pues seremos dos las que recemos y Engracia se puso de rodillas ante una foto de la Virgen que Solange había recortado de El Impulso y mandado a enmarcar para que fuera altar de sus ruegos y penurias. Pasaron algunos meses y ayer cada quien por su lado, Engracia desde casa de Alì en Los Crepúsculos y Solange desde La Tomatera caminaron hasta Santa Rosa. Entre la multitud no se vieron pero ambas rezaban por Benito para que la Virgen le enderezara el camino. A la altura de la avenida Moran Engracia y Solange se encontraron en un puesto de agua y mandarinas, se abrazaron y juntas parecían una procesión independiente. De pronto Solange se vino al piso producto del cansancio porque no era poco caminar desde la cuatro de la madrugada que salió de casa. Los bomberos la auxiliaron y como no salía del desmayo la llevaron al hospital con Engracia como familiar responsable. Despertó en emergencia y cuando la dieron de alta en mitad de la puerta estaba su hermano Alejandro. “Lo tienen en observación, ha perdido mucha sangre pero no lo operan porque no encuentran sangre de su tipo”, ¿A quién?A Benito. Allí estaba, demacrado pero con la cara de piñero y pastor de cabras. Engracia tenía su mismo tipo de sangre y lo operaron con éxito. Que bella esa señora que está aguardando que ese joven despierte, comentó Tamakun que pasó por recuperación por casualidad. ¿Cual señora doctor? le preguntó una enfermera, la abuela y la mamá están allí afuera en el pasillo. Enfermera y doctor regresaron con Benito y solamente vieron una luz que se desvanecía en el aire. Benito despertó a medianoche y le juro a Engracia y Solange que regresaría a los estudios y que jamás volvería a la ruta del diablo. Solange y Engracia le creyeron porque ese muchachito que lloraba y pedía perdón era el mismo Benito que soñaba con ser doctor o diputado jorgeeuclides@gmail.com
Julio Ortega
El narrador omnipresente La muerte de uno de los referentes del Boom conmocionó la escena literaria mundial. En estas páginas, el académico Julio Ortega analiza con lucidez el valor de su obra. joven sus obras más maduras, articuladas y fehacientes; y lo ha hecho para poder escribir, de mayor, su obra más joven y audaz. Se podría, en consecuencia, postular la hipótesis de que la temporalidad narrativa de su obra no sigue la lógica de la cronología, y por lo mismo no se debe a una arqueología de su lectura; sino que es una narrativa cuyo tiempo discurre hacia adelante, buscando su comienzo no en el pasado sino en el futuro. Paradoja, en efecto, de este tiempo revertido, gestado por la fuerza novelesca de la temporalidad, cuyo eje de lectura decide el recomienzo constante de su producción narrativa. Fuentes es nuestro mayor explorador del tiempo como sobrevida, como exceso de los límites naturales, y como simetría pulcra y pulida del barroco mexicano, formalista y agonista. Cristóbal Nonato (1988), por ejemplo, me pareció en más de un sentido su novela más joven, por más inventiva e irreverente. Incluso, es clara la ironía de que el hecho histórico fundador, el descubrimiento de América, fuese aquí reescrito desde el futuro, desde una suerte de ucronía o distopía, porque esta novela reescribe el pasado para demostrar su apocalíptica disolución futura. Si Joyce creyó que la Segunda Guerra Mundial se había declarado para interferir la lectura de su Finnegans Wake , se podría decir, en este humor paradójico, que el quinto centenario del descubrimiento de América sólo se podía celebrar como su desfundación radical. Así, en esta novela se trata del recomienzo de México como un des-cubrimiento, o develación futurística de su fragmentación, lo que ocurre en el lenguaje, y su desmontaje carnavalesco y a la vez trágico, de la pérdida del mundo conocido. Y no en vano su libro más temporal, tan urgido de presente que se rehúsa a concluir, El naranjo (1993), sugiere en varios momentos un diálogo con los primeros libros del autor, como si esos libros se miraran por un instante en los nuevos relatos, y comprobaran, gracias a estos destiempos y entretiempos, que acaban de ser escritos. No es sino revelador, por lo mismo, que Fuentes haya llamado “La edad del tiempo” a la serie de su narrativa relanzada por la editorial Alfaguara; reordenamiento de “tiempos” narrativos, donde se incluye los libros que su autor aún no había escrito, como si fuesen ya parte del mapa tangible de su obra. Una obra, por lo demás, que más que una geografía, es una tiempo-grafía, donde discurre la tinta de la actualidad permanente de la letra. Pero si esta obra no se ordena por la cronología de su escritura ni por la histórica que reescribe, es porque organiza otra temporalidad, hecha de anticipaciones y
Se me hace cuento que Fuentes ha muerto y estoy dispuesto a probar lo contrario. Así como Borges demostró que somos hechura de lo que hemos leído, y Cortázar probó que si no podemos cambiar el mundo debemos cambiar la función de la lectura, Fuentes ha establecido, sospecho yo, que nunca dejaremos de leer lo que hemos leído; esto es, que uno lee de nuevo cada vez, como si el tiempo fuese una invención de la lectura. Por eso confesó Fuentes que leía el Quijote cada año, porque en el calendario de la lectura el libro es siempre otro. De modo que leer es una forma de rehacer el tiempo y escribir es darle al tiempo otra oportunidad. Carlos Fuentes ha sido especialmente generoso con el tiempo: le ha dado varias vidas, míticas, apocalípticas, fantásticas, políticas, históricas y simétricas. En sus manos, el tiempo se hizo maleable, en proceso, transitivo, puro transcurso en la errancia de vivir. Hace ya varios años leí en la revista argentina Crisis un cuento de Carlos Fuentes en el que una pantera, que ha huido del zoológico, se oculta en el departamento de un hombre. Me impresionó el trazo dinámico, ligeramente irónico, de ese fresco relato, a la vez mundano y pesadillesco. Cuando me encontré con Fuentes le dije lo mucho que me había intrigado su último cuento, “Pantera en jazz”. “Pero si ese es uno de los primeros cuentos que he escrito”, protestó, divertido. “Pantera en jazz” es un cuento que no llegó a entrar en Los días enmascarados , que es de 1954. La revista había omitido el año de su publicación, pero, ¿por qué pude leerlo como un cuento reciente? En la Casa de América, en Madrid, en un foro de escritores, teniendo al lado a Carlos Fuentes como testigo de descargo, conté esta historia, pero añadí una variante. Escrito por el Fuentes joven, propuse, era evidente el estilo maduro, que maneja con sabiduría la dinámica cambiante de una prosa autoconsciente. En cambio, escrito por el Carlos Fuentes actual, qué audacia de relato surreal, qué libertad de juego, en una prosa que reproduce el ritmo del jazz. Fuentes, quise decir, acudiendo a la fábula de Pierre Menard, ha novelizado la lectura, porque es al leer que le damos sentido a un texto suyo; a tal punto, que adquiere la forma de nuestra lectura. Si Borges dramatiza la escritura como interpretación del lector que se apropia del texto, Fuentes convierte en ficción el acto mismo de leer, que ocurre como un desdoblamiento del tiempo, como la libertad de rehacerlo por placer. Por eso, concluí, todo indica que Fuentes ha escrito de
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conocimiento del pasado como medio de romper con él... La historicidad, de hecho, nos orienta precisamente hacia el futuro.” Es el caso extraordinario de La muerte de Artemio Cruz (1962), escrita en el albor de la revolución cubana pero exactamente como su revés: los comienzos de la promesa revolucionaria son vistos desde el fin de la experiencia revolucionaria mexicana, y así los tiempos del comienzo se leen, se descifran, en los tiempos del fin. Una estrategia propia Si los relatos y novelas de Carlos Fuentes ocurren como distintas versiones de la temporalidad, esa exploración es una ampliación de la naturaleza de la fábula. La calidad fabularia y fabulosa de estos libros se hace patente en la diversidad de sus fórmulas, en el cambiante registro de sus representaciones, en el diverso protocolo de su lectura. Pero esa exploración temporal es también una textualidad compleja. Cada libro proyecta una estrategia narrativa propia, que no se puede repetir en otro relato, y que se consuma como la forma misma de la fabulación. Podemos, por lo mismo, proponer la hipótesis de que estas obras se cumplen como una de las instancias paradigmáticas del cambio literario. Por ello, la innovación las distingue. Innovar implica renovar, recomenzar, reformular. Por eso, su primera obra maestra, Aura (1962) es una novela breve gótica que ocurre en el futuro; su obra más señera, La muerte de Artemio Cruz (insólitamente del mismo año), es una novela crítica y política que distribuye en cada persona narrativa (tú, yo, él) un tiempo complementario, que es espacio de asedio, acción y memoria; su obra mayor, Terra Nostra (1975), es una monumental construcción mitopoética, que suma los tiempos y los funde; y Cristóbal Nonato (1987), su novela más libérrima, hace del Apocalipsis una refundación humorística. Teóricamente, las poéticas del cambio se dan frente a y en contra de las poéticas de la normatividad, esto es, de los códigos y cánones que configuran, por un lado, el horizonte de la repetición como sistema de referencias letradas; y, por otro, la matriz discursiva, el archivo de modos del discurso, que definen un estilo, una productividad, una modulación generica. La repetición es necesariamente estructurante, porque corresponde a las normas, los rituales y protocolos de la continuidad. Mientras que el archivo discursivo corresponde a las formas de habla, a la dicción de un estilo, y es modélico. Por eso, luego de haberse privilegiado la noción de cambio y desautomatización bajo la influencia de las vanguardias y de los formalistas rusos, se pasó a favorecer las nociones estructurales que privilegiaron los levantamientos cartográficos del enunciado y el significante. Y, más recientemente, a la luz de los cambios suscitados por la crítica de los modos de producción tecnológica, y gracias a los nuevos movimientos sociales y políticos, que cuestionan el programa de la modernidad, se han privilegiado las articulaciones socio-culturales. Las opciones son hoy menos polares, más inclusivas, y también más independientes de aparatos que totalizan la lectura. De varios de esos modos asumidos por el proceso crítico de leer se ha beneficiado la obra de Fuentes en su contexto internacional. Y es así que ha sido leída como parte del realismo mágico, como adelantada del relato postmoderno,
anacronismos, donde el tiempo de la fábula circula en su propio registro, consumando y consumiendo los escenarios de su energía inquieta y traza barroca. Precisamente, el orden es aquí el recomienzo, el proyecto de una lectura donde los textos se leen mutuamente, y donde todo acontece de nuevo bajo una nueva atención. El “tú” al que se dirige el Narrador de Aura es el joven historiador, pero también es el lector para siempre joven en el lenguaje que le abre las puertas del tiempo narrativo. Pues bien, si leer a Fuentes es suspender la temporalidad (edad cíclica), es también recorrerla lúcidamente (edad histórica); y esto es así porque en la lectura pasamos de una orilla a otra, y desde un margen alcanzamos el siguiente. Es una obra, quiero decir, que adquiere imprevistas y renovadas resonancias en la relectura. Está hecha, se diría, para acrecentarse en la relectura. Y ya no es casual que releída hacia atrás nos revele sus anticipaciones como otro afincamiento en nuestra margen de presente. Fuentes escribe en el escenario de la lectura, del lenguaje procesado y transformado por el presente sin fondo de leer un texto dentro de otro, una conversación bajo otra: escenifica la letra y la voz de la cambiante verbalización del mundo, de su permanente invención. Por ello, hay una dimension única de lo real hablándonos desde estos libros suyos. Si García Márquez necesitó cien años para escribir, como si fuese leída en unas horas, su novela milagrosa; y si Joyce necesitó un día para probar la banalidad del bueno de Leopold Bloom, Carlos Fuentes ha necesitado, en cambio, los quinientos años (con la excepción de su novela, prehistórica, dedicada a Numancia, y un cuento, futurístico, sobre Adan y Eva, dos robots enamorados) de nuestra edad histórica para su espectacular temporalidad narrativa. Por eso, releemos sus libros no sólo como si fuesen todos recientes, sino como si estuviésemos leyendo el pasado en el futuro, y a nosotros mismos en un relato siempre por venir. Fuentes, quiero proponer, le ha dado actualidad a nuestra historia, al recobrar sus voces como si fuesen de mañana. El presente conquistado La historia deja de ser cronológica y gana otra edad discursiva, la de nuestra historicidad. En contra de las versiones traumáticas de la experiencia latinoamericana (que aseguran que nuestro ser histórico está por hacerse, que nuestra identidad “dependiente” ha sido incautada por los poderes dominantes, que nuestra hechura psicológica nos condena a la repetición del pesimismo, y que la colonia es el modelo que nos repite), la obra de Fuentes nos reafirma en el presente reconquistado por la lectura; revelando no las fáciles síntesis ni los meros pluralismos, sino la realización y el drama de la mezcla, la alegría y el riesgo de la diferencia, la apuesta por nuestro espacio, mapa y hábitat hecho en las afirmaciones plurales y su energía inquisitiva, su poder crítico que desmonta los programas de control hegemónico y diversifica radicalmente la representación de la historicidad del presente. De allí que el sentido de lo histórico se de como su actualización, que no es sino la política de la imaginación del cambio y la radicalidad de lo nuevo. Como bien dice Anthony Giddens: “La historicidad puede ser definida como el uso del pasado para ayudar a dar forma al presente... (Es) el
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como iniciadora de la nueva novela histórica... El propio Fuentes ha puesto en práctica una rearticulación de orillas remotas y contrarias, en ese tratado de sumas hispanoamericanas que es El espejo enterrado (1992), uno de los adelantos de la perspectiva crítica transatlántica. Por lo mismo, la idea de que las vanguardias habían terminado, y que vivíamos el fin de la experimentación (una idea favorecida por el escepticismo conservador y el pragmatismo del término medio liberal) ha sido contestada por las reapropiaciones formales del posmodernismo; especialmente por Jean-François Lyotard cuando afirma que “en las diversas invitaciones a suspender la experimentación artística, hay un mismo llamado al orden, al deseo de unidad, de identidad, de seguridad, o de popularidad... para esos escritores nada es más urgente que liquidar la herencia de las vanguardias”. Ese patrimonio de la novela contemporánea, consagrado por la obra de Carlos Fuentes, es hoy nuestra instrumentación narrativa, tan fresca como ayer, capaz de nutrir de vigor el proyecto de una nueva novela, ese permanente mito del presente en que esta obra nos ha educado a leer más de lo que leemos. Si la obra de Fuentes es un paradigma del cambio no es porque siga el dictamen modernista de la búsqueda de la originalidad a ultranza, sino porque sus formulaciones exploran las aperturas del texto y amplían las funciones representacionales. Es revelador el hecho de que sus novelas más innovadoras son aquellas que trabajan sobre espacios socio-históricos más codificados; como si la fractura de la sintaxis narrativa, de las atribuciones del lenguaje mismo, fuera el instrumento más seguro para desbasar y cuestionar lo que pasa por lo real; por ello, esas novelas no son gratuitamente experimentales sino aplicadamente exploratorias. Es el caso de La región más transparente (1958), que socava una sociedad convencional que reproduce el fracaso; de La muerte de Artemio Cruz , cuya fragmentación y diversificación busca subvertir el edificio del poder corrupto, las articulaciones de la política y la economía en el monopolio del estado; y de Cristóbal Nonato , que imagina un fin del mundo mexicano donde las formas del poder autoritario son puestas en entredicho por la libertad jocosa del lenguaje permutante. Esto no quiere decir que la innovación sea instrumental, sino que contradice la saturación de los lenguajes, la usurpación de los sentidos. Tiene, así, implicancia política, y fuerza emancipatoria. Se puede adelantar la conclusión de que estas novelas son poderosos aparatos contra la Retórica: descubren tras las representaciones su carácter construido, los lugares que sostienen a los discursos, el interés y la banalidad de los poderes en control, y también la fuerza de revelación y contradicción que hay en la búsqueda de una verdad no por improbable menos urgida de hacerse lugar en los discursos. Pero, aun si acontece fuera del orbe social, la innovación en sí misma posee la fuerza impugnadora del deseo. ¿Cómo se podría haber escrito Aura al mismo
tiempo que La muerte de Artemio Cruz sino fuese porque ambas responden con el deseo a la tiranía de la muerte? En una carta a Fuentes, Cortázar se mostró sorprendido por la coincidencia de ambas novelas en el mismo año, pues las encontró, como son, demasidado distintas, y prefirió el carácter fantástico de la primera. Pero son también íntimamente próximas, como si se hubiesen puesto de acuerdo para asaltar los límites, en un caso, de la subjetividad del amor más allá de la muerte; y en el otro, de la representación del poder desde su disolución. Cambiar, así, es desear; es proyectar en el espacio del deseo la estrategia de una celebración reafirmativa a través del simulacro, el espectáculo y el diálogo, para recuperar con el puro flujo del arte la mutualidad de la cultura, sus magias imparciales y alegrías filiales. Le debemos, a él y a su obra, esa lección de integridad creativa; su fidelidad a la promesa, tan nuestra, de cambiar este mundo a partir de la próxima lectura.
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El POETA ENCARCELADO
José Pulido
poemas son mensajes metidos en botellas que van por el océano del tiempo y está seguro de que un día llegarán a su destino. Piensa en cardones, en tunas, en queso de cabra. En nombres: Alirio Díaz, Chío Zubillaga, La Otra Banda. Piensa en Andrés Eloy Blanco, en Chejov y en Víctor Hugo. En Guillermo Morón, en Oscar Guaramato y en Miguel Otero Silva. Sabe que está soñando ahora con todo eso. Debe ser por la incomodidad que va generando el calor. El olor a libros viejos pasa de repente cortando el aire como un murciélago en la noche. Juan Páez Ávila es hechura de su tierra natal porque tiene la resistencia y la nobleza del cují; la capacidad de sobrevivencia del cardón; en cada casa donde estuvo encontró el oasis de la lectura. En Carora, la lectura es una sombra fresca y particular. Es normal que el ser humano se aferre a sus orígenes y que la tierra donde ha nacido y crecido se traduzca en voz, en sensibilidad, en ubicación espiritual. Por esa razón, él nunca dejó de comportarse de acuerdo con la influencia de su tierra: “Esto lo escribo, lo cuento, lo hablo, lo convierto en memoria porque tiene que ver con Carora”. Era de natural obligación escribir sobre la vida y la espiritualidad de un poeta de Carora, que estuvo encerrado siete años en una cárcel de Corea del Norte. Lo meditó, lo pensó, lo sintió tan profundamente, que escribió el libro como si él fuera Alí Lameda. Muchas veces se paseó por Carora tratando de conseguir los puntos de vista y los asuntos poéticos que atrapaba Lameda. Y también leyó los mismos libros que cautivaban al poeta. Inclusive, en uno de los enormes caserones de Carora, estuvo escribiendo Juan, analizando Juan, soñando Juan. Y dormitó un poco en el sopor del atardecer. Se quedó en el capullo de un limbo, sin ganas de moverse para acá o para allá. Y tuvo que despertarse premeditadamente, a propósito porque ser Alí Lameda no es fácil, no es cosa leve. El dolor arreció en forma tan desastrosa y desesperada, que se vio en la necesidad de pronunciar los nombres de Cecilio Zubillaga, Jorge Wolker, El Diablo Suelto y Alirio Díaz, hasta que le llegó la paz. Se había sentido conmovido al leer las palabras que Alí Lameda le dijo a su cuñado, el periodista y escritor Carlos Díaz Sosa: - Cuando en 1967 fui detenido en Corea, la dirección del Partido Comunista de Cuba, por boca de su Primer Secretario, había condenado y estigmatizado a la dirección
Trata de quedarse como encapullado en una especie de limbo que se consigue evitando dormir del lado izquierdo o del lado derecho, boca abajo o en posición fetal. Ese limbo es un instante de alivio que alcanza girando la cabeza como quien intenta darle cuerda a un reloj que se ha trancado. El nervio ciático sigue actuando como uno de sus torturadores. Es una verdadera puñalada trapera, un torero clavándole sus banderillas. La columna tampoco ayuda. Cruje y castiga. A veces se abstrae, vence el dolor y en sus ojos cerrados vuelve a ser un niño. Se observa destapando una lata de sardinas como si le diera cuerda a un reloj que se tranca. Toma una sardina descabezada, con su aceite oloroso. La abre en dos mitades perfectas, siguiendo las instrucciones naturales del filo del lomo y entonces descubre la columna fragilísima de la sardina. Ay, qué dolor tan intenso el que fabrican en Corea del Norte o en cualquier Corea. Los carceleros te miran con la crueldad de quienes no comparten idioma, costumbres, ni añoranzas. Ninguno de esos rostros se parece a una de las miles de caras que ha visto desde la infancia en su pueblo natal. Le gustaría reconocer a un compadre, a un primo, a un amigo, en uno de esos rasgos. Su cabeza toca una pared y sus pies sienten el frío de la otra. Ahora es cuando se da cuenta de la preciosa trascendencia que contenía aquella vida, cuando podía salir a la calle y echarse a caminar sin que ningún obstáculo detuviera su paso. Sentirse derretido por el sol, consolado por la brisa, y anhelado por las refrescantes sombras de algunos patios mozárabes. El dolor que se origina por problemas en la columna es en realidad una multiplicación del dolor; cientos de aguijones pinchan todo el cuerpo invisible: el cuello, la espalda, los muslos. Y el nervio ciático empeora el cuadro. Punza crudamente cuando él trata de enderezarse: ese espacio es tan estrecho que no puede abrir los brazos para llamar a Cristo. Los dolores se agudizan cada vez que comprueba la posibilidad de ahogarse en tanta estrechez. Además, el lugar es putrefacto, hiede, no sólo porque tardan en llevarse el tobo con los excrementos y la orina, sino porque también, de lado y lado hay otras celdas donde hombres y tobos conviven apretujados y hermanados, injusticia con injusticia, mierda con mierda, mientras el sol, el agua y el aire fresco se ausentan. Hasta el punto de no existir. Recordar a Carora y a sus rincones es como una medicina eficaz. Con todos los libros que ha leído y con toda la imaginación que tiene no puede ver el futuro, pero sus
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del PCV, acusándola de traidora, reformista y pusilánime, y de haber vendido suciamente a la revolución venezolana... Con esto se inició una soez y gigantesca balumba de insultos y anatemas contra los dirigentes comunistas de Venezuela, a quienes se les acusó, incluso, de haberse apropiado de no sé cuántos millones de dólares –obtenidos como ganga y limosna en varios países socialistas, entre ellos Cuba- y de haberse convertido en agentes a sueldo del imperialismo yanqui. Para algunos dirigentes de Cuba, Venezuela era una especie de provincia cubana donde había que repetir (a toda costa) la revolución que ya triunfara en la isla. Todo esto fue producto de un mal momento hoy completamente superado, por fortuna, donde no dejaron de jugar su espontáneo papel, la intemperancia, el eufórico verbalismo, el fácil apasionamiento y nuestra alma latinoamericana, dispuesta a inflamarse por cualquier cosa. Alí Lameda estuvo preso siete años por un tejemaneje. Y no pudo retornar a sus años de frescura, de optimismo, de amoríos. - Siendo yo miembro del Partido Comunista de Venezuela, venía a ser también la víctima de aquella confusión, hoy ya superada por la lógica, el buen sentido y la natural compresión de las cosas. El hecho de que todas las diligencias que hiciera el PCV ante el partido de gobierno de Corea, pidiendo que le diesen (al menos) alguna información sobre mí, y otras manifestaciones por el estilo, no tuvieron éxito alguno. Prueba esta actitud que la dirección del Partido del Trabajo de Corea se sumaba a la posición de los dirigentes comunistas de Cuba, condenando también lo que en aquel entonces, a los ojos de éstos, era una traición del Comité Central del PCV a la revolución venezolana e internacional. Cuando todo eso se convirtió en historia y no se habló demasiado de la incómoda cuestión, el poeta Alí Lameda comenzó a protagonizar el final de sus días, que también fue un gran peregrinaje hacia la poesía de su verdadera patria. Juan Páez Ávila quiso reconstruir aquella odisea, aquel drama. Y se metió en el alma y el cuerpo de Lameda. Conoció de sus lecturas, de sus pasiones, de sus intimidades. Y lo puso a dialogar con el futuro a través de un libro que contiene todo lo que fue y lo que será, bajo cualquier circunstancia, ese tenaz y amoroso creador caroreño. Mientras inventa y recrea la historia del poeta que estuvo encarcelado en el otro lado del mundo, trata de quedarse como encapullado en una especie de limbo que se consigue evitando las pesadillas interminables de las dictaduras. Cuando se siente a salvo se despierta sobresaltado porque la rudeza de alguien hace saltar un garrote por encima de las rejas. Y el grito se entiende, porque es el mismo en cualquier idioma: -¡Requisa! !requisa! ¡requisa!
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Boris Pasternak sobre Maiakovski astutos tejemanejes de la política, en el último instante antes del pistoletazo, pudo haberse despedido de sí mismo con palabras como estas: «¡Bah! Todo ha terminado. ¡Adiós, Sasha! » Pero todos sufrieron de una manera inenarrable, hasta el punto de que el sentido de la angustia era ya una psicopatía. Y por encima de sus ingenios y luminosas memorias, inclinémonos compasivamente también ante sus sufrimientos. En el verano de 1914, en un café del Arbat, había de tener efecto el encuentro de los dos grupos literarios. Por nuestra parte, éramos Bobrov y yo. Por parte de los demás, estarían Tretiakov y Shershenevich, quienes llevaron consigo a Maiakovski. Con gran sorpresa por mi parte, advertí que la fisonomía de aquel joven me era conocida de los pasillos del Gimnasio Quinto, que también él había frecuentado, dos clases detrás de la mía, y que también lo había visto durante los entreactos en las salas de concierto. Poco antes, quien había de ser uno de los fanáticos seguidores de Maiakovski, me había mostrado una de las primeras obras publicadas por éste. Entonces no comprendía aún a su futuro dios, y me mostró aquella novedad más bien con escarnio e indignación, como si se tratara de un absurdo sin valor alguno. En cambio, aquellos versos me gustaron a mí extraordinariamente. Eran sus primeras radiantes tentativas, que luego formaron parte del libro Sencillo como un mugido. Ahora, en el café, su autor no me gustaba menos. Ante mí estaba sentado un apuesto joven de aspecto sombrío, de voz grave de protodiácono y puños de boxeador, espíritu mortífero y una mezcla de héroe mítico de Alexandr Grin y torero español. Adivinábase en seguida, aun siendo bello, ingenioso y bien dotado, más bien, archidotado, que lo esencial no radicaba en esto, sino en cierto férreo dominio interior, en ciertos rasgos hereditarios o tradicionales de nobleza, en un sentido del deber que no se permitía a sí mismo ser otro, menos bello, menos ingenioso y menos dotado. Y su decisión, su misma alborotada cabellera que peinaba con los cinco dedos de la mano, me hicieron recordar inmediatamente la figura del joven conspirador terrorista, uno de esos personajes menores y provincianos de Dostoievski. No siempre la provincia se queda rezagada en detrimento suyo respecto de las capitales. A veces, en un período de decadencia de los grandes centros urbanos, los rincones remotos se salvan gracias a una beneficiosa y antigua tradición que conservan. Así, desde un lejano mundo de guardabosques, en su Transcaucasia natal, Maiakovski había llevado al reino del tango y losskatingrings la convicción, todavía indestructible en las provincias perdidas, de que la instrucción en Rusia solamente podía ser revolucionaria.
No describiré minuciosamente mis relaciones con Maiakovski, que nunca fueron íntimas. Todos exageran con respecto a la estimación en que me tenía. Sus juicios sobre mis obras han sido deformados. No le gustaban El año 1905 ni El teniente Schmidt, y consideraba que había sido un error escribir ambas obras. Le gustaban dos libros míos: Por encima de las barreras y Mi hermana la vida. No referiré la historia de nuestros choques y nuestras divergencias. Trataré de dar, en la medida de lo posible, una definición general de Maiakovski y de lo que Maiakovski significó. Una y otra, se entiende, tendrán el matiz y la parcialidad de un juicio subjetivo. Comencemos por lo esencial. Nosotros no tenemos ni idea de los sufrimientos del corazón antes de un suicidio. Las crueldades en el potro del tormento hacen perder el conocimiento a cada instante; los sufrimientos de la tortura son tan grandes que su misma insoportabilidad acelera su fin. Pero un hombre que está a punto de sucumbir en manos del verdugo no está todavía aniquilado, no se ha precipitado aún en la inconsciencia que ocasiona el dolor: asiste a su propio fin. Su pasado le pertenece, sus recuerdos lo acompañan; puede servirse de ellos si quiere, pueden ayudarlo en el instante de la muerte. Quien llega a la determinación del suicidio se pone sobre sí mismo una cruz, vuelve la espalda al pasado, se declara a sí mismo fracasado, anula los recuerdos. Los recuerdos no pueden alcanzarlo, salvarlo, socorrerlo. La continuidad de la existencia interior se hace trizas y la personalidad acaba. Acaso uno se mate, no por fidelidad a la decisión tomada, sino porque es insoportable esta angustia que no se sabe a quién pertenece, este sufrimiento que no tiene quien lo sufra, esta espera vacía, que no llena la vida que continúa. A mi entender, Maiakovski se mató por orgullo, por haber condenado algo en sí o en torno suyo, algo con lo que no podía conciliar su amor propio. Esenin se ahorcó sin haber reflexionado bien las consecuencias, pensando en el fondo del alma: «¡Quién sabe! Tal vez éste no sea todavía el fin, nada se sabe, la abuela pronunció dos presagios al mismo tiempo.» Marina Tsvetaeva se defendió con el trabajo, durante toda la vida, contra la cotidianidad, y, cuando le pareció que aquello era un lujo inadmisible, que por amor al hijo debía temporalmente sacrificar la pasión por la que se sentía atraída y mirar fríamente en torno suyo, advirtió el caos que jamás había dejado penetrar en su creación, un caos inmóvil, insólito, corrompido; se quedó horrorizada y, no sabiendo cómo escapar al horror, buscó refugio, al azar, en la muerte, metiendo la cabeza en un nudo corredizo como bajo una almohada. A mi entender, Paolo Iashvili no comprendía ya nada cuando, cogido como por brujería en la red del «chigalevismo» de 1937, miró una noche a su hija dormida y, no sintiéndose ya digno de mirarla, por la mañana se fue a ver a sus compañeros y se acribilló el cráneo de un escopetazo. Y creo que Fadeiev, con aquella sonrisa culpable que había sabido mantener a través de todos sus
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Aquel joven integraba estupendamente sus naturales dones exteriores con el desorden artístico al que se abandonaba, con la enormidad tosca y descuidada del alma y la figura, con los rasgos de la rebeldía bohémienne con la que con tanto gusto se envolvía y recitaba. Tan maduro, tan arraigado era su gusto, que parecía más viejo que él. Tenía veintidós años; su gusto, por decirlo así, tenía, en cambio, ciento veintidós. Me gustaban profundamente las primeras poesías de Maiakovski. En el fondo de las payasadas de la época, su seriedad grave, severa y doliente, ¡resultaba tan insólita! Era una poesía magistralmente esculpida, altiva, demoníaca y, al mismo tiempo, terriblemente condenada y agonizante, casi implorando socorro. Te lo suplico, Tiempo: aunque seas un ciego pintamonas, pintarrajea mi rostro en el iconostasio de este aborto de siglo. Estoy solo, como el único ojo de un hombre que avanza hacia los ciegos. El tiempo lo escuchó y cumplió su súplica. Su fisonomía ha sido pintada en el iconostasio del siglo. Pero ¡qué no era preciso poseer para verlo y adivinarlo! O bien, dice: ¿Comprenderán por qué yo, tranquilo, en una tormenta de ludibrio, llevo el alma sobre un plato al banquete de los años futuros?... No se pueden evitar los paralelos litúrgicos. «Cállese toda carne humana, esté con temblor y espanto, y no piense dentro de sí en nada terreno. El rey de reyes y señor de los señores viene para inmolarse y ofrecerse como alimento de los fieles.» A diferencia de los clásicos, para quienes era el sentido lo que importaba en los himnos y plegarias; a diferencia de Pushkin, que en los Padres del desierto parafraseó a Efrén de Siria, y de Alexis Tolstoi, que rimó las lamentaciones fúnebres del Damasceno, a Blok, a Maiakosvki y a Esenin les atraían los fragmentos de cánticos y escrituras eclesiásticas en su expresión literaria, como fragmentos de vida cotidiana, lo mismo que la calle, la casa y cualquier palabra del lenguaje corriente. Estos filones de antigüedades literarias sugerían a Maiakovski la construcción paródica de sus poemas. Hay en él una multitud de analogías, sobreentendidas y subrayadas, con imágenes canónicas, que invitan a la inmensidad, exigiendo brazos poderosos y solicitando la audacia del poeta. Fue bueno que Maiakovski y Esenin no rehuyeran cuanto sabían y recordaban desde la infancia, que volvieran a estas tierras familiares, utilizaran la belleza encerrada en ellas y no la dejaran escondida. Cuando conocí más de cerca de Maiakovski, descubrimos imprevistas coincidencias técnicas, afinidad en la construcción de imágenes, analogías en el modo de rimar. Me gustaba la belleza, la precisión de sus movimientos. No pedía nada más. Para no repetirlo, para no parecer un imitador suyo, comencé a reprimir en mí toda inclinación a recordarlo, todo tono heroico, que en mi caso habría sido falso, toda búsqueda de efecto. Esto
restringió mi estilo y lo purificó. Maiakovski tenía vecinos. En poesía no estaba solo, no era un desierto. Antes de la revolución, su rival en la escena era Igor Severianin y, en la arena de la revolución popular y en el corazón de la gente, Sergei Esenin. Severianin dominaba las salas de concierto y, diciéndolo en jerga teatral, «agotaba las localidades». Cantaba sus versos sobre cualquier motivo conocido de óperas francesas, y la cosa no resultaba vulgar ni ofensiva para el oído. Su incultura, su falta de gusto, sus toscos neologismos, unidos a una dicción poética envidiablemente pura y suelta, creaban un género particular y extraño, que era como un tardo ingreso del turguenievismo en la poesía, bajo una capa de trivialidad. Nunca, desde los tiempos de Koltsov, la tierra rusa había producido nada más connatural, más arraigado, más oportuno y congénito que Sergei Esenin, don ofrecido a su época con rara desenvoltura, sin gravámenes de celo populista. Además, Esenin era una partícula viva, palpitante, de esa condición artística que definimos, siguiendo el ejemplo de Pushkin, como principio superior mozartiano, elemento mozartiano. Esenin consideró su propia vida como un cuento. Como Iván, el hijo del zar, sobrevoló el océano montado en un lobo gris; como en el Pájaro de fuego, agarró por las plumas a Isadora Duncan. También sus versos los escribió a la manera de los cuentos, ya haciendo solitarios con las palabras, igual que si fuesen naipes, ya escribiéndolas con sangre del corazón. Lo más precioso en él era la imagen de la boscosa naturaleza de la tierra natal, de la Rusia central, de la zona de Riazan, transmitida con sorprendente frescura, como se le había dado en la infancia. En comparación con Esenin, el don de Maiakovski es más pesado y más tosco, pero acaso más profundo y más amplio. El lugar de la naturaleza eseniana está tomado del laberinto de la gran ciudad donde el alma solitaria de nuestros tiempos se ha extraviado y confundido. Maiakovski pinta su drama, su pasión y su falta de humanidad. Como he dicho, nuestra intimidad ha sido exagerada. Una vez, cuando nuestras divergencias se exacerbaron, estábamos discutiendo en casa de Aseiev. Maiakovski definió de este modo nuestra diferencia, con su habitual humorismo: « ¡Qué le vamos a hacer! Ciertamente somos distintos. Usted ama el rayo en el cielo y yo en la plancha eléctrica.» No comprendía su celo propagandístico, la integración forzada de sí mismo y de sus compañeros en la conciencia social, la manía asociativa y cooperativa, la sumisión a la voz de la actualidad. Menos aún comprendía la revista que dirigía, Lef, y sus colaboradores y el sistema de ideas que defendía en ella. La única persona coherente y honesta en aquel círculo de negadores era Sergei Tretiakov, que había llevado la negación hasta su natural consecuencia. Como Platón, Tretiakov consideraba que no hay lugar para el arte en un joven estado socialista, al menos, en el
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vida comenzaba a hacerse mejor, más alegre, y que Maiakovski había sido y seguía siendo el mejor y más genial poeta de la época. Con respecto a la segunda frase, envié una carta personal de gratitud al autor de esas palabras, con la cual se ponía fin a la exageración en cuanto a la importancia personal que se me había concedido a mediados de los años treinta durante el congreso de escritores. Amo mi vida y estoy satisfecho de ella. No necesito de oropeles. Una vida sin misterio, sin intimidad, mostrada en un escaparate, es inconcebible para mí. Empezaron a imponer por la fuerza a Maiakovski como las patatas en tiempos de Catalina. Ésta fue su segunda muerte. De ella no tuvo la culpa.
momento de su nacimiento. Pero ese arte falso que vegetaba en Lef, estropeado por rectificaciones conformistas, privado de inspiración, de carácter artesano, no valía las preocupaciones y trabajos que costaba, y podía ser sacrificado sin pena. Con excepción del documento A plena voz, escrito antes de morir y hecho inmortal, el último Maiakovski, a partir del Misterio bufo, fue inaccesible para mí. No logro comprender esas pequeñas frases temáticas de caligrafía toscamente rimadas, esa alambicada vacuidad, ese revoltijo tan chato y artificioso de lugares comunes y perogrulladas expuesto tan artificialmente. Este, a mi entender, es un Maiakovski nulo, inexistente. Y es extraño que se haya querido considerar revolucionario justamente a un Maiakovski inexistente. Pero, por error, se nos consideraba amigos, tanto que, por ejemplo, Esenin, durante el período de su descontento con el imaginismo, me pidió que lo reconciliara con Maiakovski y concertara una entrevista con él, creyendo que yo era la persona más indicada para esto. Aunque Maiakovski y yo nos hablábamos de usted y Esenin y yo nos tuteábamos, mis encuentros con éste fueron todavía más raros. Pueden contarse con los dedos, y siempre concluían con escenas frenéticas. O nos jurábamos fidelidad con lágrimas en los ojos, o disputábamos encarnizadamente, hasta el punto que habían de separarnos a la fuerza. En los últimos años de la vida de Maiakovski, cuando ya no había más poesía de nadie, ni suya ni de ningún otro; cuando Esenin se ahorcó; cuando, para decirlo más sencillamente, acabó la literatura –porque también había sido poesía la primera parte deEl Don apacible, e incluso la primera actividad de Pilniak y de Babel, de Fediny de Vsevolod Ivanov–, durante estos tres años, Aseiev, compañero magnífico, inteligente, dotado de una verdadera libertad interior, sin ningún velo ante los ojos, fue su amigo verdadero y más próximo y un apoyo seguro como ningún otro. Yo, en cambio, mientras tanto, me había alejado definitivamente de Maiakovski. He aquí el motivo por el cual rompí con él. Aunque hubiese declarado que no quería colaborar más en Lefni pertenecer a su grupo, mi nombre continuaba figurando en la lista de colaboradores. Escribí a Maiakovski una carta desagradable que debió enfurecerlo. En años anteriores, cuando yo experimentaba todavía la fascinación de su luz, de su fuerza interior, de sus inmensas posibilidades, de sus méritos de artista, y él me pagaba con su afecto, le había regalado un ejemplar de Mi hermana la vida, con una dedicatoria en la que se leían, entre otros, estos versos: Usted está ocupado con nuestro balance, con la tragedia del VSNJ ¡usted, que cantó como el Holandés errante en la orilla de cualquier verso! Sé que su camino es sincero, pero ¿qué pudo impulsarle bajo las bóvedas de estos hospicios de pobres ese camino sincero de usted?
*Fragmento tomado de “Vida y poesía”, autobiografía de Boris Pasternak, publicada por la Editorial Noguer, España, 1963
Sobre aquel período se dijeron dos frases célebres: que la
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El amor se llamó, se llama Pablo Neruda
Enrique Viloria Vera
Enamorar y seducir con versos, poder decirle a la amada porqué, cuánto y cómo se la quiere, significa para muchos, entre los que me incluyo, echar mano a los libros del poeta del amor: Pablo Neruda, y, en especial, a aquellos versos donde el Capitán expresa su inconmovible amor. Opinan los foristas Los Versos del Capitán son un prodigio de poesía amatoria; no en vano su destinataria, Rosario de La Cerda, confirmó, años, besos, caricias después, que Neruda, su Capitán, no “sabía de sentimientos pequeños, ni tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida… Este amor me traía todo. La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra del río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita”. En la poesía de Neruda el amor trae todo y también se lo lleva todo, el poeta es capaz de echar la puerta abajo, prescindir de goznes, cerraduras y aldabas, para recuperar, como cortesano caballero, a su milady que reposa indiferente en una torre de silencio y de distancia. Puede incluso transmutarse el escritor en fiero tigre de primarios instintos para acechar a su amada, esperar que se desnude y de un zarpazo derribar sus caderas, beber su sangre y romper sus miembros uno a uno, para quedarse luego y por siempre en la selva, velando los huesos, cuidando las cenizas de su amada: centinela implacable de su amor asesino. Neruda no se transforma sólo en tigre excluyente y furibundo, puede ser a la vez vistoso y vigoroso cóndor que asalta y levanta del suelo a su amada en “un ciclón silbante / de huracanado frío” para llevarla “a volar sobre el mundo, / inmóvil, / en la altura”. También el poeta se transmuta en diminuto insecto erótico que disfruta, se solaza paso a paso del largo paseo que realiza de “tus caderas a tus pies”. Viene y va el poeta por colinas color de avena, se pierde al fin en el musgo gigante del cuerpo amado para descubrirdeslumbrado-el ansiado y deseado cráter, “una rosa de fuego humedecido”. Insecto gozoso, satisfecho, desciende por las piernas, por los pies, por las aberturas de “agudos, lentos, peninsulares” dedos para caer al vacío de la sábana blanca y proseguir ciego, hambriento de nuevo, “tu contorno de vasija quemante”. Pasión y ternura, tormenta y remanso, torbellino y calma, furias y reconciliaciones acompañan a todo amor, el del Capitán y Rosario no fue la excepción, Neruda en uno de sus sinceras cóleras reconoce: “nuestro amor es una cuerda dura que nos amarra hiriéndonos / y si queremos / salir de nuestra herida / separarnos / nos hace un nuevo nudo y nos condena / a desangrarnos y quemarnos juntos”. Amor de inevitables comparaciones y odiosas preguntas que llevan al poeta a emitir sentencias hipócritas y versos desmedidos: “antes de mí no tengo celos. / Ven con un 21
hombre / a la espalda / ven con cien hombres en tu cabellera” que se traducen en la condena de la amada al peor de los exilios: el del amor solitario y sin convocatoria, “seguirás muerta o sombra o andando sin mí por la tierra”. Furias pasajeras de un poeta que está decidido, a toda costa, a apoderarse del cuerpo y del alma de su amada; se sabe todopoderoso, invencible. Para que no existan dudas, el Capitán advierte que es, antes que nada y después de todo: “tu dueño, el que tú esperabas, / y ahora entro / en tu vida, / para no salir más… para quedarme… tú no puedes conmigo”. Pasión escrita e inscrita dentro de la furia, el mal humor, la cólera, el arrebato que, sin embargo, encuentra rápida y prontamente la placidez, el reposo, porque el poeta conoce también el valor de la humildad que lo lleva a pedir, con los ojos cerrados, sin exigencias: “Ámame, tú, sonríeme, / ayúdame a ser bueno. / No te hieras en mí, que será inútil, no me hieras a mí porque te hieres”. Nunca la mujer deseada, amada, ha sido tan ensalzada y repudiada a la vez; amor de Neruda, contradictorio, frenético y convulsivo que va del encuentro, furtivo y magnificado, al olvido anunciado y presentido: “si de pronto / me olvidas no me busques / que ya te habré olvidado”. Afortunadamente la sentencia no fue destino, la amenaza no se constituyó en futuro. Neruda nombra reina a su amada; súbdito sumiso reconoce, consiente en que: “Hay más altas que tú, más altas. / Hay más puras que tú, más puras. / Hay más bellas que tú, hay más bellas. / Pero tú eres la reina”. Majestad soberana por efecto de una emoción que todo lo engrandece y enaltece; se n ti mi e n to p ro p i c i a d o r d e e mo c i o n e s d i sp a r e s, contradictorias, en tensiones permanentes, capaz de promover, de auspiciar todas las renuncias, las negaciones posibles, menos la única, la fundamental: “niégame el pan, el aire, / la luz, la primavera, / pero tu risa nunca / porque me moriría”. Poesía premonitoria, cargada de futuro, destino en sí misma, que paradójicamente nació para extinguirse en espurios, efímeros papeles escritos entre verso y bala; versos de un capitán sin nombre ni rango que en la guerra civil española conoció el amor y le impuso para siempre su letra: Poemas que todos los días, en otros idiomas, en algún lugar del mundo, un amado apasionado leerá en susurros a su amada, porque sí en algo tuvo visión Pablo Neruda, fue cuando en el último de los poemas de Los Versos del Capitán, en La carta en el camino, sabio, intuitivo, hambriento de futuro, anticipó: Tal vez llegará un día en que un hombre y una mujer, iguales a nosotros, tocarán este amor y aún tendrá fuerza para quemar las manos que lo toquen.
Revis ta Cultural
“La lectura de las páginas íntimas del autor checo dejan entrever claramente que Franz Kafka era un hombre inseguro y nervioso, alguien acechado por los compromisos sociales y laborales con los que tenía que cumplir, a pesar de su incapacidad de hacerles frente”
CAROLINA LOZADA
En una de las páginas de su diario, Franz Kafka escribe: “Me resulta incomprensible que casi todos los que saben escribir puedan objetivar el dolor en medio del dolor; que yo, por ejemplo, en medio de la desdicha, y con la certeza ardiente de tanta infelicidad, pueda sentarme y comunicarle a alguien por escrito: soy un desgraciado”. Para Kafka, la escritura nunca dócil, frecuentemente esquiva, es parte de un proceso inseguro y tortuoso en el que cada movimiento parece un paso en falso sobre una ciénaga nebulosa: “Ayer, incapaz de escribir ni siquiera una sola palabra. Hoy no me ha ido mejor. ¿Quién me redimirá? Y en mi interior el caos, en las profundidades, apenas visible. Soy como rejas vivas, un enrejado que se mantiene en pie y quiere caerse”. La lectura de las páginas íntimas del autor checo dejan entrever claramente que Franz Kafka era un hombre inseguro y nervioso, alguien acechado por los compromisos sociales y laborales con los que tenía que cumplir, a pesar de su incapacidad de hacerles frente; todas estas circunstancias lo arrinconaban en el desasosiego: “Si fuera a matarme, es evidente que nadie tendría la culpa”. Pensando en un posible suicidio, imaginándose saltando por el balcón, Kafka se aseguraba a sí mismo: “Mi lugar está allá abajo, y no hay otra solución para mí”. Sin embargo, la radical solución es despejada, aunque de manera endeble y momentánea, porque los fantasmas que persiguen a Kafka nunca desalojarán completamente su cabeza: “pero yo me apego a mis imaginaciones, vivo completamente enmarañado en la vida, no lo haré, estoy totalmente frío (…) estoy condenado, me debato en medio de la niebla”. Las imaginaciones de las que habla el autor de La metamorfosis, la posibilidad de la ficción, tampoco le ofrecen un suelo firme donde pisar: Kafka solía desconfiar de su capacidad literaria. En su acto creativo siempre había un alto, una constante postergación, un insistente reproche; en sus anotaciones del 7 de octubre de 1914 apunta: “Me he tomado una semana de vacaciones para sacar adelante la novela: hasta hoy –estamos en la noche del miércoles y mi permiso acaba el lunes– ha sido un fracaso. He escrito poco y sin vigor”. Las cuitas amorosas, la difícil relación con su padre, el insomnio y los dolores de cabeza acentuaban su malestar. El sentimiento de imposibilidad y fracaso era su manifiesto casi cotidiano: “No puedo continuar escribiendo. Estoy en el límite definitivo, ante el cual quizá vuelva a tener que esperar años y años, para iniciar después una nueva historia, que volverá a quedar incompleta. Este destino me persigue”. Se daba en Kafka una derrota crónica que mortificaba al escritor hasta llevarlo a los linderos de una especie de dejadez vital: 22
Diario ajeno. Kafka: escribir angustia
“Completamente desvalido, apenas he escrito dos páginas. Hoy he perdido muchísimo, aunque he dormido bien. Pero sé que no debo cejar si, más allá de las penalidades iniciales de mi actividad literaria reprimida ya por mi restante manera de vivir, quiero llegar a la libertad superior que tal vez me espera. Sin embargo, me doy cuenta de que no me ha abandonado del todo mi antigua apatía, y la frialdad de mi corazón quizás no me abandone nunca”. Franz Kafka fue un hombre que no cedía espacio al optimismo; cualquier asomo de confianza y satisfacción, en vez de hacerlo sentir seguro, lo hostigaba como si detrás de esa sensación de confianza se escondiera un vacío que se lo tragaría más adelante: “En lugar de trabajar –he escrito sólo una página (Exégesis de la leyenda)– he leído capítulos acabados y me han parecidos buenos en parte. Siempre la conciencia de que todo sentimiento de satisfacción y de dicha, como el que tengo, por ejemplo, de manera especial frente a la leyenda, es algo que hay que pagar; hay que pagarlo en lo sucesivo para que nunca se me conceda una mejoría”. Los tormentos fantasmales del escritor checo nunca le permitieron el solaz necesario para vivir tranquilo. Asediado por estos, Franz Kafka siempre escribió desde la angustia. Papel Literario de El Nacional.
ENTREVISTA
Murakami: "Japón no asume su responsabilidad por la Guerra y Fukushima" En relación a la II Guerra Mundial, que acabó con la rendición de Japón tras los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, Murakami apuntó que "nadie se hizo responsable, nadie fue condenado y se utilizó la figura del emperador para engañar al pueblo". Tokio.- El escritor japonés Haruki Murakami considera que sus compatriotas no han asumido sus errores por sucesos como la II Guerra Mundial y Fukushima, según recoge hoy una entrevista con el diario Mainichi. "Siento que nadie ha asumido ninguna responsabilidad por el fin de la guerra de 1945 o el accidente nuclear de Fukushima", aseguró el eterno candidato al premio Nobel, que en muy raras ocasiones habla con los medios japoneses. La publicada hoy es la primera entrevista con un diario desde 2009 del autor de "Tokio Blues (Norwegian Wood)", cuyo ultimo trabajo "El descolorido Tsukuru Tazaki y sus años de peregrinación" ha sido un éxito de ventas tanto en Japón como en EE.UU. En relación a la II Guerra Mundial, que acabó con la rendición de Japón tras los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, Murakami apuntó que "nadie se hizo responsable, nadie fue condenado y se utilizó la figura del emperador para engañar al pueblo". En este sentido, el novelista y traductor sostiene que los japoneses simplemente se sienten víctimas, sin darse cuenta de que su país también fue "atacante". Murakami, de 65 años, se refirió en términos muy parecidos a la crisis nuclear de Fukushima causada por un terremoto y un tsunami en marzo de 2011. "Me preocupa que se vea todo como que el tsunami y el terremoto fueron los agresores y el resto de nosotros fuimos las víctimas. No se ha declarado ningún responsable", lamentó. El autor de "Después del terremoto" y "Kafka en la orilla" explica además en la entrevista que uno de los principales objetivos de su obra es transmitir optimismo a las generaciones más jóvenes, a las que considera "pesimistas frente al futuro". "Quiero transmitir a la juventud el optimismo de mi generación, la de los años 60, pero no de una manera directa. Lo hago a través de la ficción para hacer que sea más fácilmente asumible", explica el novelista. Murakami, que vio como este año el premio Nobel de Literatura recaía en el escritor francés Patrick Modiano a pesar de que casi todas las quinielas un año más le deban como favorito, desvela de manera peculiar las claves de su éxito. "Mis novelas son caóticas como el mundo actual. Cada vez 23
que hay un momento de caos, mi trabajo se hace popular. Una de las claves de mi obra es la pérdida de referencia", comenta el autor de la trilogía "1Q84", publicada entre 2009 y 2010. En ese sentido, relata como él se hizo muy conocido en Europa en los años 80 tras la caída del muro de Berlín, "cuando se acabó con el mundo de las dicotomías" y que su éxito en EE.UU. le llegó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Murakami, el más popular de los escritores contemporáneos japoneses, ha publicado doce novelas, además de numerosos relatos y ensayos, y en 2012 fue finalista al Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Papel Literario de El Nacional. EFE
Revis ta Cultural
DE HUMANOS y ANIMALES
Juan de la Villa
Esta recopilación de cuentos de Rafael Montes de Oca Martínez constituye un viaje inverso en el espacio y en el tiempo que ha frecuentado el autor, con la intensidad del escritor que regresa a la adolescencia y a la infancia, para plasmar en su obra literaria las vivencias de un pequeño mundo rural, desbordante de poesía y de imaginación que le permite introducir en su narrativa una realidad mágica. Mediante el empleo de una técnica cinematográfica pasa de una escena captada a través de un prisma familiar, a otra escena atraída a su memoria por el espejo de la madurez. Los relatos paralelos no sólo le abren un prolongado espacio para contrastar varias etapas de su mirada, en el horizonte de su transitar por el mundo de las letras y de lo cotidiano, sino que también le permiten el manejo de una frase corta seguida de otra en diferentes contextos, para obligar al lector a viajar con su imaginación y el dominio de su técnica cuentística. Las leyendas de un pueblo lejano, “Loma Parda”, que bien puede asimilarse a su aldea nativa, reviven en el adulto un viejo y pequeño mundo, no para experimentar los temores del niño de entonces, sino para combinar el reflejo de esas imágenes telúricas con el acontecer de un nuevo tiempo, que bien puede desarrollarse en un taller de pintura moderna o en la sala de redacción de un periódico del siglo XX. El manejo de un lenguaje poético no obstaculiza sino que por lo contrario eleva los niveles del dominio de la prosa narrativa del autor, para disfrute del lector más exigente de la literatura contemporánea. Conocedor de todas las culturas creadas por el ser humano a lo largo de la historia, Montes de Oca Martínez no se deja atrapar por el pasado, lo vive y lo utiliza para exaltar momentos inexcusables de la vida, y enrumbarse de inmediato, casi instantáneamente hacia a la comprensión y expresión del arte moderno en su cuentística. El enfoque de un hecho local, narrado con la propiedad de quien conoce la relatividad de las reglas que rigen la creación literaria, Rafael Montes de Oca ha forjado, como un orfebre de la palabra, su propio universo. Leer este libro de cuentos, desde el último que publicó en la revista de cultura “Principia” de la Universidad Centrooccidental “Lisandro Alvarado” con el título de UNA ACIAGA PRESENCIA, en junio de 2004, hasta el primero que escribió, CAMILO EDEN DE NUEVA YORK, publicado en la revista “Símbolo”del grupo literario del mismo nombre, en Caracas en 1959, es recorrer el itinerario narrativo de Rafael Montes de Oca Martínez a través de un espejo que va captando imágenes, a lo largo del camino, tal como concebía Stendhal la novela de su tiempo.
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Alejandro Sebastiani
¡Epa-poe! ¿De dónde vienes tú? alguien que aún no conozco duerme por mí. Daniel Arella Scardanelli, en una de mis últimas visitas a Mérida todavía no habíamos llegado a la grosera repartición de balas y porrazos que nos sacudió este año tuve la oportunidad de conocer a Arella en un recital. Eso fue en la ULA. Era la primera vez que oía su nombre. Apenas leyó su primer poema quedé impresionado ante el espesor verbal de su entonación, el ritmo envolvente de las imágenes que iban y venían como en una suerte de baile esquizofrénico y desafiante con el sinsentido. Ahí estaba, con su garbo infrarrealista, sacado de Los detectives salvajes o de un antipoema de Nicanor Parra. Le queda bien. Pero a su vez, hay que decirlo, él supera las fronteras del mero tremendismo. Su voz novísima también en prosa tiene lo suyo. El asunto, Scardanelli, es que tiempo más tarde, ya en Caracas, me tropecé con su primer libro, Al fondo de la transparencia. Lo he ido repasando con gusto y de entrada quiero decirte que a este poeta lo asedian al menos tres demonios: el del absurdo, el de la embriaguez y el de la elocuencia. Los dos primeros son fácilmente discernibles, a la luz del mundo cultural que perfilaron Ionesco, Artaud, Beckett, Cioran y el resto de los malditos. Pero el tercero, Scardanelli, quizá sea el más peligroso de todos. Digo esto porque Arella está dotado de algo que muchos codician: la facilidad de palabra, la elocuencia, la entrega a las corrientes verbales; aun sin sentarse a escribir, es capaz de ponerse en la sintonía de montarse en un poema, improvisarlo, como si la conexión entre cuerpo y palabra fuera casi directa. Y aquí podríamos hablar de un cuarto demonio, el de la Locura, porque una vez abiertas esas puertas de la percepción ¿recuerdas a Huxley? el más mediano de los sosiegos puede quedar disuelto. Los "demonios" son asedios, tropiezos, trampas. Cada poeta tiene los suyos, estos son los que percibo ahora en Arella. De pronto me equivoco y estas líneas terminan provocando un golpe de risa. Lo sabes, cuando escribimos sobre los que tenemos cerca, incursionamos en una suerte de malabarismo y muchas veces las bolas de fuego se escurren cuando menos lo esperamos. Sí puedo hablarte con alguna certeza de las tradiciones que circulan en este libro inicial, Scardanelli. Están en algún sentido conectadas con el primero de los demonios. Cuando el surrealismo se sale de las fronteras "europeas" pensando en la enorme heterogeneidad que encierra esta noción y toca estos suelos los efectos son en algunos casos impredecibles (ya hablaremos de esto, pero ahora no). Si hacemos un ejercicio de introspección, podremos discernir algo así: antes de
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"llegar", el surrealismo era ya, sí, un paisaje, un sentido voluptuoso ante las palabras y las cosas, un desaire muchas veces soterrado ante las más diversas formas de poder. La poesía antes del poema, lo que desborda la realidad y excede la posibilidad de los nombres. Arella se conecta con estas corrientes; son, digamos, parte de su filiación oscura. Algo de esto recoge la dedicatoria que le cuelga a su primer poemario: A la memoria del poeta Gelindo Callígaro Casasola,cuyo azul más absoluto también se apersonificó de mí, pero aún no me ha hecho aire, apenas una mancha lúcida sobre el vacío. Casasola nació en Udine (1956) y murió en Mérida (1980). Su nombre, para variar, no suele circular en nuestros saraos. Lo que importa ahora es destacar que Arella sabe hurgar en las zonas menos visitadas de la poesía. Nos trae de su poderoso subsuelo los más raros materiales es su proyecto, su deseo. Me temo que hace algo similar consigo mismo: mi destino es nutrir la cópula subterránea y retornar al furor de la inmovilidad dividida en múltiples chorros de luz Pd: Scardanelli, Arella, junto con Jesús Montoya, Jairo Rojas (¡!), Rois Abreu y Federico Vanegas, forma parte de una camada que viene de Mérida. Cuando pienso en lo que está pasando en el resto del país, al menos literariamente, noto lo impermeable que muchas veces está Caracas, su pobrísima relación con los otros estados. ¿Por qué? ¿A qué se debe esto? Lo anterior, sospecho, nos conduce inexorablemente a examinar las relaciones entre poesía y política. Esto, seguro, lo discutiremos en otro momento. EFE
Entre Cardones y Flores:
LA OBRA POÉTICA DE JESÚS ANTONIO HERRERA LEONARDO PEREIRA MELENDEZ El trabajo poético de Jesús Antonio Herrera (Carora, 1954) quien además de ser abogado (USM) es periodista (UCV), expresa en toda su extensión, la sinceridad de un hombre que ama los valores más representativos y espirituales de la vida. Poesía honda, realista, absorta, serena y excitable. De tono muy personal. Entre los libros de prosa publicados por el Dr. Herrera, es preciso citar: El Diario de Carora: Historia y Compromiso; Periodismo: Fuerza Social; Vida y Obra de Fermín Toro. Su obra poética esta dispersa en: Entre el Amor y la Muerte; Soledades; Homenaje a Carora. Su labor intelectual ha sido reconocida: Premio Municipal “Antonio Crespo Meléndez” Mención: Ensayos (1985); Mención Honorífica en Narrativa (1985); Premio Nacional de Literatura, Mención: Poesía, otorgado por el Ateneo de Carora “Guillermo Morón” (2008). En la década de los años 80 fue un articulista múltiple. Sus ensayos o artículos de opinión aparecían en los mejores diarios de la capital y de las mejores ciudades del país. Sin embargo, a mí hoy me interesa hablar solamente de su poesía. Su primer poemario: Entre el Amor y la Muerte, vislumbra el sentido clandestino de la vida de un hombre culto, sosegado, sin snobismos ni destemplanzas, como corresponde a un hombre que a la vez de jurista y comunicador social es un consagrado creador. Jesús Antonio Herrera se apasiona más por el arte de la literatura, cuando más por la poesía, que incluso por el ejercicio del derecho, más no por ello, la juventud del estado Lara deja de tener en él a un guía, en todo lo que constituye los Derechos Humanos. En Soledades el bardo ha madurado. Ya no esconde los sentimientos del corazón; expresa con palabras sinceras y simples lo que siente, logrando transmitir al lector el calor de lo humano y de lo divino, con toda fortuna, algo que no es común en todo hacedor de la palabra. Ha tiempo, por el año 1985 o quizás por el año 1987 Jesús Antonio Herrera publicó en El Diario de Carora un soneto dedicado al General Antonio José de Sucre. Me atrevo a decir que esa hermosa composición suya nada tiene que envidiarle a El Cardón de Luis Beltrán Guerrero. Por eso me ha extrañado que siendo él un sonetista consumado haya preferido el verso libre para articular sus emociones, algunas perfectamente logradas; otras sin sentido del ritmo. Obviamente, como narrador y como ensayista tiene muy nobles cualidades que le aseguran un lugar privilegiado en la historia de la literatura del país: empero, ese soneto será recordado por los más insignes maestros, porque está tallado en mármol y escrito en letras de oro; aunque, claro está, debo ser justo con el lector y con el autor de Soledades: la personalidad del poeta
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nos seduce; pero hay unos versos libres que no nos convence. Le faltan aplausos y aprobaciones de carácter literario. Su poema “Nuevamente Sombras” es un himno a la duda eterna. En “Esa otra Nostalgia” nos muestra un pensamiento complejo y hondo; es, a nuestro entender, uno de sus mejores poemas escrito en versos libres. Es una representación peculiar de los estragos de su vida. En Soledades el espíritu del autor busca la hermandad de las cosas unánimes—el río, el mar, el árbol, la piedra---y con ellos se funde, porque Jesús Antonio Herrera está seguro de que sólo en ellos hallará comprensión para sus castigos y alivio para sus aflicciones. La poesía de éste creador caroreño tiene de los auténticos aedas la generosidad, el desapego de las cosas materiales, la necesidad de entregar a los otros su tesoro interior, sin reservarse nada para sí mismo, y la fe inagotable en la bondad de los hombres. Difícil tarea resulta para un mero escribidor como yo, apenas un desempleado leguyelo que cree en la libertad como la mejor de las riquezas, plasmar en el papel un juicio sobre alguien que ha sido su amigo incondicional, su maestro de toda su adolescencia; más como escritor responsable no puedo incurrir en juicios laudatorios de compromisos, porque en verdad hay que poner las cosas en su lugar y ser justos, sobretodo cuando se tiene obligaciones solo con la almohada. Por eso, con auténtica pena, debo decir que me entusiasma más el poeta, el narrador y el ensayista de temas culturales, sociales y políticos, que el educador que se debate entre los derechos humanos; en todo caso, la escuela ganó un brillante profesor universitario; Carora perdió la honra de tenerlo como Alcalde, el estado Lara la oportunidad de tener en la Asamblea Legislativa un ilustrado legislador, porque sin dudad, hoy por hoy, el rapsoda Jesús Antonio Herrera, es una referencia nacional y posiblemente la única reserva moral con que cuenta el estado Lara, en lo que a política se refiere. leopermelcarora@yahoo.es
Revis ta Cultural
Fernando Lázaro Carreter
Don Quijote de la Mancha Estudio preliminar: Las voces del Quijote
La mutación fundamental que introduce el Renacimiento en la literatura de ficción consiste, esencialmente, en la independencia creciente de los personajes. Frente a su subordinación absoluta al autor en la edad anterior, tienden ahora a escapar de tal dominio, afirmándose, cada vez más, dueños de su albedrío. Quizá en La Celestina se observa ya este proceso autonómico; con la oposición inicial de Pármeno a la alcahueta, el autor primitivo parece dejar el triunfo de esta a merced de que a Calisto lo persuadan las fuertes razones del criado, lo cual habría desmantelado su plan, autorizado y vigente desde el Pamphilus, que implicaba la mediación victoriosa de la vieja. Más claramente ocurre en aquel momento de singular penetración psicológica en que Celestina, en camino hacia la casa de Melibea después de asegurar a Calisto y a Sempronio lo infalible de su tercería, duda de sí misma con el largo monólogo del acto V, se confiesa insegura de sus poderes y tiembla ante su compromiso. Otra vez el autor parece dejar a la libre decisión del personaje el curso que ha pensado para la acción facultándolo para desbaratar su proyecto. Hubiese bastado con que algún presagio hubiera confirmado los miedos de la ensalmadora —un perro ladrándole o un ave nocturna volando a deshora: ella lo dice— para que hubiese quedado en nada la tragedia prevista. En la narrativa, la emancipación renacentista de las criaturas de ficción es ya declaradamente visible en el Lazarillo, donde el anónimo autor se propone mostrar el hacerse de una vida que nace y cursa fuera de su mente, para lo cual se subroga en el pregonero de Toledo y le cede la palabra con el fin de que cuente a su modo sus fortunas y adversidades. Si en el tratado VII resulta perceptible que el autor se burla del maridillo cornudo y contento, ello prueba hasta qué punto lo ha dejado desbarrar por su cuenta, sin hacerse cómplice de su vergonzosa felicidad. El admirable, el áspero Mateo Alemán da un paso definitivo en esa concesión de autonomía cuando permite que Guzmán obre abiertamente en contra de su propio sentido del lícito obrar, dejándolo hacer libremente: pero, eso sí, manifestando su total desacuerdo con él y propinándole una tunda moral en las digresiones cada vez que lo solivianta la conducta del pícaro. Se diría que no es suyo. Algo importante ha ocurrido, sin duda. Algo tan aparentemente sencillo, sin embargo, como el descubrimiento por parte del narrador de que el mundo
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circundante puede ser ámbito de la ficción y de que los vecinos del lector pueden ocuparlo con peripecias interesantes. El Lazarillo ha revelado que cuanto pasa o puede pasar al lado es capaz de subyugar con más fuerza que las cuitas de azarosos peregrinos, pastores refinados o caballeros andantes por la utopía y la ucronía. Ha sido obra de aquel genial desconocido que ha afrontado el riesgo de introducir la vecindad del lector en el relato e instalar en ella su propia visión de un mundo ya no remoto e improbable, sino abiertamente comprobable. Autor, personajes y público habitan un mismo tiempo y una misma tierra, comparten un mismo censo y han de ser otras sus mutuas relaciones. El riesgo estriba en que la visión personal del escritor no tiene por qué coincidir con la particular del lector; sus respectivos puntos de vista pueden ser discordantes y hasta hostiles, por cuanto ya no los aúna lo consabido y lo coaceptado. De ahí que Lázaro se vele, hable con segundas intenciones, pero que, osadamente, avise de ellas: quiere que sus cosas se aireen, «pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le ayude, y a los que no ahondaren en tanto, los deleite». Tal propuesta de dos lecturas es el signo de la nueva edad, porque el escritor ya no repite siempre enseñanzas inmutables, sino que aventura con riesgo su propio pensamiento. Cervantes va a proclamarlo en las primeras palabras del prólogo del Quijote,declarando su libro «hijo del entendimiento». Esta nueva actitud del narrador impone un nuevo tipo de lector. Podrá buscar mera recreación en la lectura, pero, inevitablemente, al toparse con cosas que ocurren en sus cercanías, se convierte en coloquiante activo con el relato y con el autor, dotado de facultades para disentir: «Libertad tienes, desenfrenado eres, materia se te ofrece; corre, destroza, rompe, despedaza como mejor te parezca», dice Mateo Alemán al vulgo que le lea. Cervantes le brinda el libro que llama hijo suyo, aceptando que, pues tiene libre albedrío, puede decir de la historia todo lo bien o lo mal que le parezca. Y una cosa fundamental que tiene que someter a su aprobación es el idioma, el cual ha de ser tan reconocible como el mundo que se le muestra. A partir de los estudios de Bajtin, se ha caído en la cuenta de la íntima relación que existe entre el descubrimiento de lo cotidiano como objeto del relato y la irrupción de lo que él llamó polifonía lingüística. En efecto, la narración mundial, que se había movido en ámbitos y tiempos indefinidos o inaccesiblemente lejanos, podía y hasta debía emplear un
idioma muy distante del común y ordinario, fuertemente retorizado, abismalmente remoto. Pero el Lazarillo se propone contar peripecias muy poco maravillosas, que ocurren entre Salamanca y Toledo, en años precisos del reinado de Carlos I, acaecidas a un muchacho menesteroso que sirve a amos ruines. No es posible narrar sus cuitas y reproducir las palabras con los primores y ornamentos que se aprendían en las escuelas de latinidad. Al introducir la verdad de la calle y de los caminos, penetra en el relato la verdad del idioma. Tímidamente aún en el Lazarillo; con decisión en elGuzmán; plena y extensamente con el Quijote. Cuando se asegura que este funda la novela moderna, esto es esencialmente lo que quiere afirmarse: que Cervantes ha enseñado a acomodar el lenguaje a la realidad del mundo cotidiano. Y algo muy importante: que ensancha el camino abierto por el autor anónimo y por las primeras novelas picarescas; ha respetado, se diría que exhibitoriamente, la libertad de sus criaturas de ficción. Esto último es bien evidente desde el principio, cuando el narrador confiesa ignorar el nombre del hidalgo manchego, aunque ha acudido a informantes que tampoco lo conocen. Solo por sospechas colige que debe llamarse Quijana, lo cual quizá resulte falso al final de la novela, cuando sea el propio hidalgo quien declare ser Alonso Quijano (II, 74, I2I7). No cabe mayor alejamiento del personaje. Cuando las exigencias de la narración le obliguen a inventar a Sancho Panza —hablaremos luego de ello—, le atribuirá sin vacilación tal nombre; pero, en el original de Benengeli hallado en el Alcaná toledano, el rótulo que figura junto al retrato del escudero llama a este Sancho Zancas. Y Cervantes ignoraba el apodo, conjeturando, «a lo que mostraba la pintura» (nótese: él no sabía antes cómo era Sancho), que el mote se debía a que tenía «la barriga grande, el talle corto y las zancas largas» (I, 9, 109). El hecho de que ambos, el hidalgo y el criado, se salgan de la novela en la Segunda parte, para enterarse de la primera y juzgarla, es muestra preclara de su independencia. Resulta ostensible el afán de Cervantes por desarraigar de sí los entes de ficción. Hace nacer a su Quijada o Quesada o Quijana, para embarcarlo en seguida en una acción por el mundo de la literatura y del lenguaje. Enloquece leyendo. Y no solo las aventuras de los caballeros lo vuelven orate, sino, tanto como ellas, el modo de contarlas, con la mención expresa de Feliciano de Silva, «porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas» (I, I, 3738). Don Quijote deviene así un héroe novelesco enteramente insólito, inimaginable en época anterior: un enfermo por la mala calidad del idioma consumido. Antes, fue posible la enajenación mediante contagio por el desvarío de los disparates narrados, y no por la prosa que los narraba. La Iglesia, desde la difusión impresa de los libros, no había cesado de prevenir contra el efecto letal de ciertas lecturas, protegiendo a los fieles contra ellas mediante condenas y censuras previas. No era difícil atribuir festivamente ese poder infeccioso a ciertas lecturas autorizadas, y un desconocido escribe el Entremés de los romances, cuyo influjo decisivo en la invención del Quijote probó irrefutablemente don Ramón Menéndez Pidal en 1920. Es bien conocido su asunto: el labrador Bartolo pierde la razón leyendo el Romancero, abandona su hogar
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imaginándose héroe de aquellos poemas y habla con fragmentos de ellos acomodados a su demencia; confunde a una pareja campesina con Tarfe y Daraja, desafía al imaginario moro y este le rompe la lanza en las costillas. Los trozos de romance que declama coinciden en gran parte con los de don Quijote en su primera salida. Hallado Bartolo por quienes han ido en su busca, lo devuelven a casa y lo acuestan; pero, al momento, sufre otro ataque de locura y prorrumpe en nuevos versos que dan fin a la breve pieza, la cual, por su insignificancia, no parecía destinada a tan importante consecuencia. INSTITUTO CERVANTES
Según el historiador Giovanni Meza Dorta: Película el “Libertador” es una truculencia. El historiador Giovanni Meza Dorta califica de truculento el guión de la película “Libertador”, que actualmente se encuentra nuestras carteleras cinematográficas, ya que el mismo se basa en una fábula, que construyó un seudohistoriador colombiano, a partir de una supuesta carta que le envió Simón Bolívar a una exnovia suya francesa, y en la que le decía que lo habían secuestrado, y lo pensaban asesinar. “Todo ello se comprobó que no era verdad, no sólo por las referencias históricas, que existen al respecto, sino también por la misma gente del gobierno de entonces, cuando les tocó exhumar los restos del Libertador. Ellos determinaron y lo dieron a conocer mediante informe que, efectivamente, su muerte se produjo por causas naturales”, indica Meza Dorta. Nuestro entrevistado ha publicado dos libros; uno relativo a la relación entre Bolívar y Miranda, y otro titulado “El Olvido de los Próceres”. En este segundo libro trata de rescatar la memoria de los héroes civiles de nuestro procesos de democratización, y que quedaron sepultados en nuestros anales por el peso de las figuras militaristas. ¿Cuál es la primera impresión que le queda a un espectador, que ha salido de ver la película “El Libertador”? -Lo primero a establecer son algunos conceptos: se dice que el director, el productor, o el guionista tienen licencia para hacer un rodaje de acuerdo a sus interpretaciones. -Constituye una verdad a medias; porque todos sabemos que la narrativa en la película demuestra que sus realizadores poseen ciertas licencias, pero no al punto de deformar el propio relato; en este caso de una biografía, la de Simón Bolívar; pues allí se produce una modificación sustancial sobre el hecho histórico que se estudia. -En tal sentido, en los narradores y por extensión en el cine se ha dado eso que se conoce como el manejo de las figuras retóricas o las figuras literarias; que son las hipérboles, las metáforas, las metonimias para exagerar, para darle brillo y sustancia a lo que ellos narran. Esa es una cosa y otra cosa distinta es la deformación del hecho histórico, como tal. -Dicho esto, lo que nos tocaría hablar, es con relación al contenido de esta película; que consideramos deformantes, en ese sentido; que no contribuyen, por supuesto a resaltar la figura del Libertador, sino que, por el contrario, contribuye a desfigurarla, y eso, a mi juicio, es un defecto, sumamente, grueso. El Bolívar que muere en este film no es, propiamente, aquel tuberculoso, que nos ha pintado la historia; sino
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Enrique Meléndez
que parece que va a ser fusilado, y vendido por su sobrino. ¿Por ahí se podrían comenzar a abordar esas deformaciones de las que usted habla? -En efecto, hay un conjunto de aspectos en la película; que pudiéramos ver, que hacen referencia a esa hipótesis, que es la parte final de la película. Cuando está en el apostadero en Barranquilla el Libertador, ellos mismos titulan en pantalla que es el 1 de diciembre de 1830, se hace ver que va a ser ajusticiado, ¿quién sabe cómo?, y la verdad es que existen referencias, a ese respecto, y, en especial, en un libro llamado La Carta; escrito por José Mier Hoffman; quien fabuló esa idea tan truculenta, de que el Libertador había sido apresado, y que no había muerto, como se había dicho siempre, de tuberculosis, sino secuestrado y asesinado. -Mier se basa en una supuesta carta que escribió el Libertador a Fanny Du Villars (quien la mencionó primero fue el Dr. Luciano Mendible a principios del siglo pasado). El Dr. Mendible le puso fecha en primera instancia de 16 de diciembre, luego para hacerla creíble, le colocó 06 de diciembre, a partir de allí la carta fue objeto de sorna. -Todo ello se comprobó que no era verdad, no sólo por las referencias históricas, que existen al respecto, sino también por la misma gente del gobierno de entonces, cuando les tocó exhumar los restos del Libertador. Ellos determinaron y lo dieron a conocer mediante informe que, efectivamente, su muerte se produjo por causas naturales, y no como lo había señalado este señor del libro de La Carta. -Pero lo peor de todo que el autor de dicho libro no conoció una referencia que le hace el Dr. Mendible a Vicente Lecuna, y en la que le confiesa que, en verdad, él fue el autor de dicha carta; de modo que nunca pudo haber salido de las manos del Libertador. También hay una tergiversación en cuanto a la presencia de algunos personajes, que formaron parte del entorno del Libertador, hasta la hora de su muerte. ¿No le parece? -Sí, efectivamente. Uno de esos casos es el de Simón Rodríguez, y con quien se trata de hacer ver que se encontraba en la primera década del 1800 en Caracas; luego del regreso de Bolívar de Europa, una vez casado, y la verdad es que a raíz de la conjuración de Gual y España en 1797, aparte de los 90 presos, que caen prisioneros, uno de los perseguidos fue Simón Rodríguez, quien tuvo que abandonar el país. Lo que se sabe es que Rodríguez nunca más volvió a Venezuela. -Por lo menos, esa es una imprecisión. No sé si pudiera admitirse como una licencia, que se permite el guionista, para tratar de enmarcar la figura del maestro del Libertador
en algunos momentos de su vida; pero lo cierto es que para esa época ya éste no se encontraba en el país; tal y como aparece en la película. -Otro aspecto fundamental también es el que tiene que ver con el caso de Miranda y Bolívar; como en la batalla de Valencia donde, ciertamente, Bolívar participó; igual que Miranda. Fue la primera gran batalla que gana el Ejército patriota, el 13 de agosto de 1811, como, efectivamente, en la película se plantea; pero a continuación vienen un conjunto de imprecisiones; que están reseñadas y debidamente documentadas, como es el caso de la prisión de Miranda. -La verdad es que Miranda fue hecho prisionero por un grupo de patriotas venezolanos, entre los que se encontraba Bolívar, y entregado al gobierno español, a través de una de las personas, que lo somete, como es José Landaeta. Yo por cierto cito este episodio en mi libro sobre Bolívar y Miranda. No obstante, aquí se da la intención de maltratar el punto de vista de lo que era y de lo que significaba Miranda; disminuyéndole con propósitos verdaderamente perversos; que ya conocemos, como es la de degradar su figura, con el objeto casi de justificar su prisión. También la presencia de Sucre aparece como prematura en la vida del Libertador, cuando, al parecer, ambos no se comienzan a tratar sino a partir de 1817. ¿Qué piensa usted? -Hay algunos autores que admiten que Sucre participó en las batallas del Centro, que fue las que dirigió Miranda; pero la verdad es que para aquella época Sucre estaba culminando sus estudios de ingeniería, y unos de sus profesores era José Mires; que sí era un militar activo. Sucre era un alférez; de modo que eso hace pensar que no participó en estas batallas ni mucho menos, y una vez caída la primera República en julio de 1812, él se traslada inmediatamente a Cumaná. -En todo caso, él era un estudiante en el momento del conflicto; que es como aparece allí en la Batalla de Valencia, y no era bajo ningún respecto un oficial de graduación, que decidía con relación a los combates, y que tuviese un ejército bajo su mando. La figura de Monteverde también aparece desubicada, si tomamos en cuenta que hay una escena, en la cual él se presenta en un ágape, que ofrece Bolívar a unos amigos, estando viva todavía María Teresa del Toro, es decir, a comienzos de la década de 1800, y Monteverde no ingresa a Venezuela, sino en 1812. ¿O no? -Sí, lamentablemente, porque Monteverde aparece para los guionistas de la película mucho antes. Aparece en 1802 ó 1803. Resulta que todos sabemos que entra por Coro en 1812; de modo que no sabemos por qué aparece mucho antes en un ágape que hace el Libertador; según parece en San Mateo, y donde él se presenta, por lo demás, allí buscando a Simón Rodríguez. Esa es otra licencia; que se permite el guionista o el productor que, evidentemente, resulta inexacto, desde el punto de vista histórico. ¿Qué juicio le merece la forma como está planteada la figura de Santander? -Me parece que hay una situación, sumamente, maniquea; primero, porque las relaciones entre Santander y Bolívar siempre fueron excelentes hasta finales del año 1825; que
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es cuando Bolívar comienza a diseñar su Constitución de Bolivia y a finales de 1826, realmente, es cuando comienzan los conflictos entre Bolívar y Santander. -A través de la correspondencia entre ambos uno puede ver que la relación es, incluso, sumamente afectuosa, y donde coinciden en un conjunto de planteamientos ambos. Allí se observa una manipulación, a través de la cual pretenden hacer ver que hay un conflicto desde el primer momento entre los dos, lo cual es totalmente incierto. Se trata de una gruesa patraña histórica. -Bolívar y Santander desde el principio y casi hasta el final mantuvieron una excelente relación; incluso, más aún cuando está Santander en los Llanos, en el Apure el mismo Bolívar toma partido a favor de Santander por evidente maltrato; que Páez le propina. Por si eso fuera poco, después del Congreso de Angostura, y después de la Batalla de Boyacá, Bolívar no tiene dudas en proponerlo y en sugerirlo como vicepresidente de Colombia. -Por el contrario, en la película observamos que hay una aparente confrontación; casi una guerra a muerte entre Santander y Bolívar, lo cual es falso. ¿Pero no queda reseñada esa escena, que se observa a la orilla del río, que separa a Colombia de Venezuela, en casi todas las biografías de Bolívar, y donde Santander se niega a adentrarse con éste hacia territorio venezolano? -Lo que pasa es que Santander en ese momento estaba adscrito al batallón, que dirigía Manuel Castillo; que era una persona que sí confrontaba, directamente, a Bolívar; de modo que perteneciendo a las tropas de Castillo, por supuesto, que no iba a participar del Ejército de Bolívar. Porque cuando arranca la Campaña Admirable arranca el conflicto entre Castillo y el Libertador. Pero no entre Santander y el Libertador. ¿Cómo vio usted el tratamiento que se le hace a Manuela Sáenz en el filme? -En este aspecto me parece que también hay una inexactitud; pues el filme sugiere que las decisiones políticas no las tomaba el Libertador, sino Manuela Sáenz, lo cual no es correcto. Deja entrever que Manuela Sáenz asesora a Bolívar en un conjunto de propuestas. Es verdad que Manuela Sáenz no fue sólo amante del Libertador, sino que además estaba muy enterada de lo que se manejaba en el cotarro político de entonces; pero no tenía ninguna injerencia en las cuestiones políticas fundamentales del Libertador. -Bolívar tuvo la suerte de tener a su lado un conjunto de asesores, además del mismo Consejo de Estado; donde habían personas de rutilante brillo y de mucha capacidad; que fue con quien él se reunió, y tomó las decisiones políticas más importantes. Fueran estas atinadas o no. Si nos dejamos llevar por la versión de la famosa carta, ¿se pudiera decir entonces que todo lo que escribió Daniel Florencio O´Leary, quien acompañó a Bolívar hasta el final de sus días, fue falso? -Claro, y es aquí donde me gustaría comentar lo referido a la supuesta prisión o asesinato del Libertador de 1830, y comienzo por decir que a mi me parece muy truculento, y por una sencilla razón: una de las personas que tuvo, permanentemente, al lado de Bolívar fue este Daniel
Florencio O´Leary. -Pero, no sólo estuvo al lado de él, sino que además fue una persona que le demostró un afecto muy especial; sumamente entrañable hacia el Libertador; de tal manera que él logró, inmediatamente después de su muerte, hacer una recopilación documental de todos los escritos del Libertador, realmente, titánica. Esa labor la continuó casi hasta su muerte; que, afortunadamente, después publicó su hijo. -Esa recopilación lo llevó a tener a la mano toda la documentación, tanto la que recibió Bolívar, como la que él escribió, y lo más curioso de esto es que un individuo de la confianza del Libertador, logra que los otros amigos le cedan toda su documentación; como es el caso de Soublette, el caso del mismo Páez. Se la cedieron para que hiciera esta obra fundamental; que lleva por título Memorias de Daniel Florencio O´Leary; que no es sólo un resumen biográfico de él, sino que además está la documentación completa del Libertador. -Lo que quiero decir es que por allí no aparece por ningún respecto esa narración; según la cual Bolívar fue secuestrado o que pudiera estar por secuestrarse; absolutamente nada de eso que aparece en la película, y mucho menos la referencia de una supuesta carta, de la que habla ese señor Mier, en un código masónico; a que se le podía dar cabida a ese especie de secuestro y luego asesinato; lo cual, repito, me parece absolutamente truculento. -Más aún, Bolívar después del 1 de diciembre le escribe unas cartas a Rafael Urdaneta que, como lo dice la misma película, era uno de sus lugartenientes más leales, y allí no aparece, absolutamente, nada. Le escribe una carta el 7 y otra el 8 de diciembre, y donde le explica que se está reponiendo de su estado de salud; aunque le admite que se encuentra muy enfermo. ¿Qué opinión le merece el hecho de la traición de uno de los sobrinos del Libertador, Fernando Bolívar; quien aparece a última hora, y en estas condiciones? -Eso es lo intenta hacer ver el filme: que Fernando Bolívar participa en el complot, para que se lleve a cabo dicho secuestro, y lo más grave de todo es que me parece tan exagerada y tan estrambótica esta tesis; que todos sabemos que en el séquito del Libertador andaba Mariano Montilla, José Laurencio Silva, Carreño; personajes que sentían un gran afecto por el Libertador, y que demostraron su lealtad hacia Bolívar exponiendo el pellejo en las batallas, sobre todo, en el último período de una manera muy pronunciada. -Otro de los que andaba con el Libertador en una comunicación permanente fue Rafael Urdaneta, es decir, había un séquito, sumamente, importante de personajes que luego fueron reconocidos, y sobrevivieron algunos años después, y en ellos no hay ninguna queja, no hay ninguna evidencia o intención, donde se asome ese acto de traición de Fernando Bolívar. De modo que esto demuestra por sí solo que esta parte es una farsa, y que tiene un propósito, a mi juicio,
totalmente, descabellado. Porque, al final, no tiene ninguna oportunidad de balance cierto, y cualquier persona que se encargue de buscar o de investigar esta parte se dará cuenta de que estamos ante una mentira estrambótica. ¿Se puede considerar que esta película se hizo por encargo, y esto para complacer esa versión que Hugo Chávez manejó durante un tiempo de que Bolívar no había muerto por causas naturales, sino que había sido asesinado? -Yo no me atrevería a decir que se trata de un encargo; porque no tengo pruebas, para decirlo. Me parece un error, sobre todo, la parte final; cuando trata de suponer un hecho que no está validado, históricamente; y no es sólo que no tienen pruebas, sino que es, sumamente, truculento, y no tiene ningún soporte. -Ahora, si fue por encargo, fue un mal encargo. Porque tiene dos defectos; primero, es un despropósito con respecto al Libertador, y es un despropósito porque cualquier persona, más o menos diligente; que tenga la intención de investigar sobre el Libertador, se va a dar cuenta de que es una mentira. Segundo, si fue por aclarar una parte fundamental de la vida del Libertador, lo que hace es oscurecerla, y no la aclara. INSTITUTO CERVANTES.
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EL JUEGO DEL ÁNGEL CARLOS RUIZ ZAFÓN El misterio que plantea un libro no se limita a las páginas donde se narra la historia. Las palabras son un misterio, son a veces cárceles y otras veces las puertas que se abren, las ventanas que golpeadas por el viento de las posibilidades nos develan misterios y nos proponen alternativas para que la imaginación pueda galopar más allá incluso de la última palabra de un libro. Así se sienten las novelas de Carlos Ruiz Zafón, un escritor cuya imaginación contagia, un artífice de la palabra escrita y un artesano de historias. “Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio” Estas son las palabras iniciales de El juego del ángel que resumen de una manera perfecta el contenido de la historia. Claro que el lector a esa altura todavía no lo sabe pero cuando llega a las palabras finales… “Estas páginas serán nuestra memoria hasta que su último aliento se apague en mis brazos y la acompañe mar adentro, donde rompe la corriente, para sumergirme con ella para siempre y poder al fin huir a un lugar donde ni el infierno ni el celo nos puedan encontrar jamás.” …habrá sido participe de un pacto de honor y horror no deseado ni buscado pero inevitable y habrá sucumbido como el protagonista de El juego del ángel a la necesidad de desentrañar misterios ocultos. Esas palabras finales cierran magistralmente un círculo de luchas, de intentos vanos, de amores resucitados, que son ni más ni menos el alma de todo el que escribe y dedica una vida a poner en palabras la vida que se vive fuera y dentro de uno mismo. El juego del ángel es la segunda entrega de la Trilogía "El cementerio de los libros olvidados", que cierra con El prisionero del cielo. La historia se desarrolla en la turbulenta Barcelona de los años 20 cuando un joven escritor, David Martin, obsesionado con un amor imposible recibe la oferta de un misterioso editor, Andreas Corelli, para escribir un libro como no ha existido nunca. “Querido David, la vida está hecha de grandes esperanzas. Cuando esté listo para hacer las suyas realidad, póngase en contacto conmigo. Estaré esperando. Su amigo y lector A.C” A la propuesta por demás misteriosa de Correlli se suma el hecho de que David decide alquilar una casa que está deshabitada desde hace décadas y que encierra entre sus paredes un enigma aún más insondable que la escritura de un libro extraño y que de 32
alguna manera abre, complica y cierra finalmente la trama de la historia. Poco a poco David se va enredando en una red de intrigas y amores, de malicia y pactos extraños que lo arrastran sin remedio hacia un final impensado. Muchos han tachado a Carlos Ruiz Zafón de autoplagiarse con esta segunda entrega. No diría lo mismo, si bien se retoman muchos puntos en común con el anterior y primer libro de la trilogía, no son similitudes sino más bien puntos de contacto. Esta historia completa de alguna forma la vida de los protagonistas de la primera y es un trabajo que sin duda sorprende. Normalmente el lector busca en un segundo tomo la continuación de la vida de los personajes del primero y sin embargo, en El juego del ángel, descubre otra cosa. A mí no me ha desencantado, por el contrario. Aunque también fui en busca de ver como continuaba la vida de Daniel Sempere hallé un guiño del autor que me pareció fabuloso, fuera de lo común y que por supuesto no develaré, si bien no forma parte de la trama, dejaré al lector el placer de descubrirlo. Es cierto que Carlos Ruiz Zafón empalaga por momentos con lo que considero una superabundancia de imágenes y metáforas, no obstante, hay que reconocer que el 70 % de ellas son de calidad absoluta aunque muchas prescindibles para quienes buscan una lectura más ágil y simple. El estilo del autor es casualmente metafórico y, mal que les pese a los que no disfrutan con eso, nadie podrá negar que es un estilo absolutamente atrapante toda vez que las historias nos van arrastrando en una especie de torbellino o fuerza centrípeta que parece fagocitarse a sus personajes para luego vomitarlos y seguir adelante hasta el punto final. De más está decir que voy en busca de la tercera entrega de la trilogía El prisionero del cielo. Los espero en la inevitable reseña que ya llega…
CENTROS DE CREACIÓN LITERARIA (CASA CHÍO) S/T Tu voz enluta la ausencia En un camino dormido Perdido, Corazón herido… Persigo las líneas del romance Lúcido, Una brisa… La tarde morena del cielo Regresa Descanso mis ojos Para llorarle a la nada A lo intangible, Círculo… Se alimenta un cuervo… Solo el retumbar de las palabras Me llevan Aun no lo sé… Si dejamos morir el insólito verso en la raíz De aquel muro No sabré dudar En el recuerdo De tus pasos.
ERA MAYO Las noches de mama dolores Tenían un ritmo que amasaba las horas De todas las infancias Su voz deshojaba las ideas enanas Entre tanto, desde el techo podíamos Conjugar las estrellas Tiritan los recuerdos y me como la luna Las imágenes persisten desde mi encuentro Relámpago Agiganto la noche Me como la luna en un arrecife y vuelves Y volvemos a pensar Bajo el techo agrietado.
ROSSANA DÍAZ
INALCANZABLE En la nieve de tu piel soleada muero y renazco húmeda desnuda eterna cual crisálida raptada Tú eres mi sueño dentro de un sueño invasivo sin el cual nada podría ser soñado Mis manos modelan el vértigo de tu cuerpo después de la ausencia y el grito Mi lengua te presiente inalcanzable en tu cercanía naciendo de mi deseo ¿A dónde vas cuando rozas mi abismo convulso? Soy araña que teje el silencio de la espera infinita sobre tus pasos de escarabajo Te quiero absoluto atrapado en esta red insaciable como cuando solo importaba ser cuerpo y gemido Al devorarte la muerte se convierte en nacimiento y somos tempestad vertical desde tu centro Se ha hecho la luz te acercas te veo te rozo… tu gloriosa lumbre me convoca a amortajarte con mis besos Te invado…
CECILIO GONZÁLEZ PIGMALIÓN Aquella noche con forma de laberinto fui inmigrante perdida en las calles de tu cuerpo Soñabas con alegorías de corales y yo, te regalé una luciérnaga tatuada en llamas Vendí mi alma a los dioses del milagro a cambio de engranarme en el regazo de tu embrujo y besar tu desnudez de adonis fugitivo Dijiste: soy el tiempo ¿Y acaso yo soy solo ceniza, extendida a la orilla de tu abismo? Ven y fecunda en mí todos los recuerdos de mil amaneceres sin sosiego y sueños que no fueron para no estar tan sola en esta ciudad antigua y transparente que huele a destierro Y aquella noche con forma de laberinto jugué con el sol enlazada a tus piernas El tiempo mis caricias y mis lágrimas conjuran tus rodillas a los pies de tu escultura pero tú silencio y alabastro te invoco…¿No respondes?... ya no hay nada ni tu presencia ni el olvido ni siquiera la ausencia… Cerceno un grito con ésta nostalgia autista porque te has hecho inerte a mis deseos te beso y te destruyo cual si fuera Pigmalión
Olympa Bracho
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La RAE reivindica la vuelta del "Quijote" a los planes de enseñanza Madrid.- El escritor Arturo Pérez-Reverte ha leído el "Quijote" con la mirada de un joven de quince años antes de adaptar la gran obra cervantina para la edición escolar que ha publicado la Real Academia Española, que considera esta novela "fundamental para todos los estudiantes de habla hispana". La Academia "reivindica la vuelta del 'Quijote' a los planes de enseñanza" y lo hace desde la autoridad que le dan sus trescientos años de existencia, afirmaba hoy el secretario de la RAE, Darío Villanueva, al presentar en la sede de esta institución la edición popular y escolar de esta obra, publicada por Santillana en todo el ámbito hispanohablante. El "Quijote", decía Pérez-Reverte, "es un factor de unidad a ambas orillas del Atlántico, y, por desgracia, su lectura sólo es obligatoria en seis de los países de habla hispana". Esta edición popular del "Quijote" puede ser "una magnífica herramienta de trabajo en la enseñanza", aseguró Pérez-Reverte, que ha respetado "al máximo" el texto de Cervantes, si bien, para facilitar su lectura, ha eliminado "todo aquello que no fuese estrictamente narrativo y que rompiera la línea argumental principal". "Un maestro lúcido y competente puede pasarse un año entero hablando del 'Quijote'", siempre que cuente con una edición adecuada para jóvenes. Y hablar del 'Quijote' es "hablar de ética, de moral, de solidaridad, de compasión, de dignidad en el fracaso, de historia, de memoria", añadía el autor de "El club Dumas" o "El tango de la Guardia Vieja". Pérez-Reverte dejó muy claro que la edición popular del "Quijote" "no sustituye" a la versión íntegra de esta obra, pero sí "es una puerta para posteriores lecturas, facilita el tránsito". Como recordó Villanueva, la Academia recibió en 1920 el encargo del Gobierno de hacer una edición escolar del "Quijote", cuya lectura era obligatoria en las escuelas españolas de entonces. Ha pasado casi un siglo desde aquel encargo, y es ahora cuando la Academia ha podido realizarlo. La RAE publicó también en 2004 una edición erudita y crítica de esta obra, dirigida por Francisco Rico, y será este gran cervantista quien saque en 2015 otra nueva edición del "Quijote" dentro de la Colección de Obras Clásicas de la Academia. La edición escolar incorpora los bocetos originales e inéditos que se hicieron para los grabados del "Quijote" académico de 1780, entre ellos, una ilustración de un joven Francisco de Goya que -"paradojas de la vida"- no llegó a incluirse en aquel libro. Pérez-Reverte ha procurado que "la poda" que ha
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realizado para la edición popular "no se notara" y que el lector no percibiera en qué momentos se había cortado el texto. Y ha utilizado "siempre lenguaje de la época cervantina" cuando ha tenido que sustituir algunas palabras, "nunca lenguaje moderno". La edición del "Quijote" de la RAE ha contado con la supervisión del filólogo Carlos Domínguez Cintas, que ha colaborado también en la dirigida por Francisco Rico. "La Academia considera fundamental el 'Quijote'. Hay una patria, la de la lengua española, que comparten 500 millones de personas, y la bandera de esa patria vieja, nobilísima, es el 'Quijote'", subrayaba hoy Pérez-Reverte. El novelista cree que la lectura de esta obra puede ser importante "en un momento en el cual asistimos a una pérdida de valores éticos, morales y de todo tipo, que también afecta a los planes de enseñanza, y en una época en la que desde la Unión Europea se están desmantelando tres mil años de memoria y de cultura europeas". Por eso, considera "un crimen que esta obra se vaya alejando del horizonte escolar español, porque es el libro que más posibilidades educativas tiene. El 'Quijote' crea buenos ciudadanos, hombres decentes", aseguró PérezReverte. Para Darío Villanueva, "es un error" que en los planes educativos prime "la urgencia de lo pragmático" y que la educación se conciba para formar personas "en función de las necesidades productivas y más inmediatas". Él, como profesor, sabe que con esos criterios la literatura "sale siempre perdiendo", pero en la batalla de reivindicar la lectura de los clásicos, la Academia "no se da por derrotada".
POESÍA Hay muertos que tienen almas parecidas a los vivos que golpean madrugadas como quien toca la vieja puerta de la casa de un amigo olvidado. Los pájaros cantan para disimular la suciedad de cada instante. Y no sé porque tu muerte de madrugada debió haber sido en tarde de toros. Bajo la verde hoja gravitan tus ojos y mi alma que te persigue. No sé porque, y creo que no lo sabré nunca que tus versos de granada herida se parecen tanto a los muertos que se parecen a los vivos. Ideas transitorias de guerras y horas malas encima de tu muerte como postales usadas. La tuya debió haber sido en tarde de toros, y no como la mía, galápago de madrugada.
Alessandra Coronel
Relatos de Álvaro Benavides La Grecca Abandono Vestía de un azul imprudente y caminó hacia el poniente. La devoró el contraluz. Así se fue de mi vida. Laurel Comenzó a sentir la elevación por la que oró siempre. Estaba frente al pelotón. Desde muy alto vio su cuerpo desplomarse. Lujuria Vivía sola cuatro casas más arriba. A media mañana, casi siempre en sábado, la visitaba el mismo sujeto misterioso escoltado por varios hombretones. Entraba solo. La espiábamos. Su contoneo y sus descotes despertaban cada vez más nuestra lujuria adolescente. Un domingo la sacaron en una camilla. Le vimos al fin el pecho desnudo, marcado por un balazo. Delirio Tuve la sensación de que al texto le fastidiaba que lo leyeran tanto. Glosofobia Leyó sus declaraciones públicas y sus voluminosas biografías. Escribió y reescribió. Se sentía confiado. Tres días antes lo invadió una angustia que no lo dejó dormir. Se le enrojeció el cuello. Se pobló de canas. Se le engarrotó la mano derecha. Se le brotaron los ojos. Su hijo leyó el discurso. Suplicio Después de la operación murmuró con una voz gutural casi inaudible: ¿Cómo podía saber que había una hojilla en el lápiz labial? Perfidia Se va a dar cuenta. Vamos a esperar que esté borracho. Belleza Rechoncha, paciente. Pesado andar, sensible. Vestir desordenado, amable. Cabello opaco, expresión precisa. Brazos muy cortos, suaves modales. Uñas descuidadas, mirada compasiva. La más bella de las maestras. Desquite Me odiabas cuando me ponía este corpiño y estas sandalias. Cuando me pintaba el pelo de este color. Cuando usaba este perfume y esta pintura de labios. Pareces una puta, me decías.Susurraba inclinada sobre la urna y se tragaba la risa. Advertencia Es más seguro que lo agarres así, fueron sus últimas palabras.
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Álvaro Benavides
POESÍA Tres poemas de Ida Gramcko nadie nos distingue, que nadie nos señala, pero entregarnos, como una antigua herida imprescindible, como si nos llamaran, ya no desde la muerte sino desde la súplica, ya no desde el instinto sino desde el amor.
Plegaria No te puedo nombrar. No tienes nombre. Eres lo que se siente. Nunca lo que se explica. ¡Oh mi Absoluto Amado, a quien descubro ahora sin que ninguna forma lo limite! Perdóname la antigua reflexión.
Lo único que hacemos es socorrer lo estricto para que se humanice la indigencia. He allí nuestra modestia maliciosa. Porque existe un vacío que se exalta, y hay una muerte que se cree legítima y hasta un prurito honrado en la intemperie. Y allí es donde pesamos. Allí donde hay andrajos sin hechizo, allí donde hay cadáver sin acción ni agonía, allí es donde pesamos y estorbamos como residuos plenos de reserva.
No eres lo que se piensa. Eres lo que se ama. No eres conocimiento sino sólo estupor. No eres el perfil sino el asombro. No eres la piedra sino lo inaudito. No eres la razón sino el amor. De la mano del Ángel yo he ascendido a tu hallazgo que nunca es un concreto tesoro sino continuamente un descubrimiento inenarrable. El Ángel, a mi lado, sintió también intensa, más intensa que nunca, más intensa que con algo o con alguien, esa visión de inmensidad. Como con nadie, no porque cada caso es singular, sino porque aquel acto fue más hondo que todos los suyos, como si recibiéramos de pronto un advenimiento de infinito.
Los Héroes El polvo es nuestro fijo patrimonio. Una herida, una edad son las señales de quien resiste a solas, aparte y en un sitio, su abolengo. Y porque estamos dibujados, como un hosco relieve sobre el polvo, éste se nos olvida... Y ese olvido se imparte, prodigando. Allí un jardín, allí los pétalos que se abren y que sólo sostienen un polvo que se estrella.
Y es inútil pensar en encarnarte. Eres lo que nunca se puede encarnar ni nombrar porque sólo nos juntas las manos y nos haces doblar las rodillas. Déjame sentirte, ¡oh infinitud, oh zona inmensa, dimensión sobrehumana, oh mi Dios, siempre con la piel deslumbrada tanto que el cuerpo se me vuelva luz! Déjame estupefacta, arrebatada y déjame que vibre para siempre con la palpitación mía e íntima.
Y porque reflejamos lo legado, pero en medalla mesurada y pulcra, el polvo se revela y se retrata, curtiendo ese semblante que lo bruñe, con el cambio, la duda y la experiencia. Pero la herrumbre tiene quien la limpie. Y entonces el olvido es un mandato.
Quisiera ser aquella que permanece, atónita, ante ti. La que no sabe de tu nombre, la que no sabe de tu forma, una ignorante estremecida. Y que así sea.
Alguien que se descubre inexorable atisba un ancla oculta en el suceso. Los Estetas Lo único que hacemos es aceptar la ráfaga, pero esa aceptación ya mide el ritmo y hasta lo desorienta. Porque somos las víctimas creadoras, una fragilidad que se ensimisma, una ceniza infiel que se retrae, un polvo que, al erguirse, lleva su esclavitud a la proeza.
Libro POEMAS y Papel Literario de El Nacional.
Quizás cuando el gran soplo nos arrastra, tiene que descartarnos un segundo. Quizás entonces percibe que hay algo que le cansa como un ala más densa. Somos entonces como un aire erguido. Pues lo único que hacemos es comprender que nadie nos pregunta y, sin embargo, dar el cúmulo como si fuera una respuesta. Porque lo único que hacemos es comprender que
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MISIÓN OLVIDO
MARÍA DUEÑAS
El acto de olvidar es una misión ímproba. Cuando uno intenta olvidar lo que realmente logra es recordar a cada paso que tiene que olvidar y eso nos remite solo a recordar el objeto del olvido. Sin embargo, cuando uno entierra en la memoria situaciones dolorosas o cuando el olvido llega como una acción involuntaria, sin que lo forcemos, la mayoría de las veces conseguiremos realmente borrar de la evocación inmediata una situación, una persona, un dolor. Recordar por el contrario es un acto tan voluntario como inconsciente porque a veces, aunque la voluntad se niegue: recordamos. Podemos recordar hechos dolorosos, traiciones, abandonos, incluso sin que nos propongamos recordar. El recuerdo llega, no se anuncia y a veces hasta es necesario recordar. Recordar nombres y hombres, recordar que la vida vale la pena y motivarnos a seguir andando. Misión olvido nos propone una doble misión, la de olvidar y a la vez la de recordar. Ésta es la segunda novela de María Dueñas que poco o nada tiene que ver con su opera prima El tiempo entre costuras, salvo que su protagonista es nuevamente una mujer con la cual la mujer lectora se sentirá inmediatamente identificada. A pesar de haber sucumbido al embeleso de la prosa de Dueñas, debo admitir que su primera novela me atrapó en más de un sentido y desde las primeras páginas, ésta solo se fue haciendo interesante a medida que la prosa avanzaba y de alguna manera la trama se complicaba en algo más allá de la simple misión de olvidar el dolor y la angustia de ser engañados. Vale acotar que ese interés comenzó a gestarse después de las primeras 100 páginas que para un libro de casi 500 es mucho. En resumen cuando se da vuelta la última página, es innegable sentir que Blanca Perea es una mujer contemporánea como cualquiera de ustedes mujeres lectoras y que desde ese lugar logrará atrapar al público femenino, no tengo las mismas certezas con el masculino. Blanca es una española y además de profesora universitaria es madre de dos hijos independientes e independizados y sobre todas las cosas mujer. Esta mujer en menos de dos meses se entera de que su marido la abandona por una mujer que podría ser su hija con la cual piensa casarse y que además será la madre de su futuro hijo. Blanca, apresada por la tristeza, la bronca, la frustración y un mar de soledad decide poner distancia. Acepta entonces un trabajo en una Universidad de EE.UU. y cruza el Atlántico para olvidar. Allende el mar, Daniel Carter sigue intentando enterrar en su memoria, tengamos en cuenta que olvidar es una tarea ímproba, un pasado doloroso. Carter es profesor de literatura universitario y un hombre de letras reconocido que a la par de enterrar quiere exhumar de la memoria, rescatar del olvido la obra de su mentor Andrés Fontana muerto treinta años atrás en un accidente automovilístico. Las vidas de Blanca y de Daniel 37
se entrecruzan y de una forma simple y cotidiana la historia se convierte para ambos en una misión la de olvidar y la de rescatar del olvido. Debo admitir como dije más arriba que a partir de las 100 primeras páginas, me he dejado subyugar por la prosa de María Dueñas. Y esta vez me he dejado hamacar por dos narradores que me apresaron para contarme una historia, con la simpleza de las cosas de todos los días, una historia donde el pasado, de manera casi involuntaria convive y rearma un presente de forma casi imperceptible aunque necesaria y vital para afianzar el lazo que une a los dos personajes centrales de la novela. Trazando ese paralelismo casi utópico entre pasado y presente, dos voces: la de un narrador en tercera persona que nos acerca un ayer indispensable para entrar y entender un hoy, que Blanca Perea nos explica con su propia palabra. Ambos planos temporales terminan ensamblándose con la precisión de un rompecabezas armado desde una trama que cautiva y entretiene. Desde un coloquial accesible, creíble y por momentos divertido y siempre verosímil, María Dueñas entra en nuestra cotidianeidad con la simpleza del aire, del sol, entrando por una ventana. El acto de olvidar es una misión ímproba. Y como si fuera poco para el lector desentrañar si olvidar es recordar o no, aparece la palabra misión (RAE: Poder, facultad que se da a alguien de ir a desempeñar algún cometido) que tiene, en esta historia un doble sentido: el cometido o trabajo o labor de olvidar y desempolvar del olvido y misión como otra acepción de la RAE: Casa o iglesia de los misioneros. En este caso una misión franciscana en el Norte de México o Sur de los EE.UU. conocida como Baja California, que hace más de cien años quedó enterrada en el olvido y que es vital para el presente de la historia que nos convoca. “La última misión franciscana del legendario Camino Real. La nunca catalogada, la más frágil y efímera, esa que Andrés Fontana, con fundamento o sin él, dio en llamar: Misión Olvido.” Una trama, por momentos rayana en el policial que dará sentido y reacomodará el presente en muchos aspectos. EFE
Héctor Saldivia Seijas
Luis, el mecánico... De pequeño, Luis, siempre les tuvo pánico a las serpientes. Era común que los amigos le jugaran bromas, desde los primeros grados, con tales animales y él decía que la única culebra buena, era la culebra muerta. En esas cavilaciones venía conversando con su hermano, quien le expresaba que ya estaba muy mayor para andar todavía con esas mariconerías: -Hermano, usted está muy crecidito y ya es un hombre para que ande por ahí chorreado cuando le hablan de las víboras, le decía. Y se aprestaban a atravesar la quebrada que parecía apacible…pero un poco hondo en ese vado y en aquella estación del año. Para la cabecera de Quebrada Seca se notaban unos fuertes relámpagos y ellos estaban pasando en la zona de Agua Linda, que así se llamaba el sitio por donde siempre cruzaban. Ojalá que no vaya a crecer mucho con esa lluvia que parece está ocurriendo río arriba, sentenció Rafael, que era el nombre de quien manejaba, el hermano mayor de Luis, pero agregó no sea que se atolle el jeep que anda medio flojo con la mocha, como suele decírsele a la doble tracción en nuestros campos. Hacía un calor húmedo y pegajoso que mantenía a ambos de mal humor del que intentaban deslastrarse, recordando cosas de cuando niños y situaciones de su hogar o de la escuela, que habían dejado a mediados del bachillerato. Los dos se enrostraban novias feas y situaciones difíciles acontecidas en su corto paso por las aulas. Y así iniciaron su ingreso al río, entre carcajadas y recuerdos de castigos impuestos por las maestras y los profesores que les habían disciplinado. Nojoda!... este río como que quiere dárselas de macho hoy, expresó Luis al momento en que la máquina pareció toser, apenas comenzando el cruce. Ni que fuera la primera vez… jajaja, agregó Rafael, antier se pegó el la curva del zamuro, mi compadre Antonio y hubo que traer un tractor para que lo sacaran del barrial tan arrecho que había, estuvieron casi toda la noche en esa vaina, figúrese compa!!! El jeep de nuevo tosió y comenzó a deslizarse roncando y con una falla como de carburador, dijo Luis, que era quien sabía de mecánica. Pantera, que así le decían a Rafael por su imponente físico, le dijo a Luis: mano, la cosa como que está jodida hoy, este perol se lo está llevando la corriente que parece que está creciendo muy rápido. Ay! Dios, ojalá no sea una crecida pues esta quebrada se pone muy fea cuando crece por lluvias en la cabecera. Continuó el vehículo su recorrido pero parecía llevado por el agua… Luis se aferró al asiento y Rafael al volante. De repente el jeep empezó a girar sin control y a tropezarse con cuanta basura bajaba en la bendita quebrada. Ya casi en medio del cauce, el perol (como le decía Rafael) dio un 38
vuelco inesperado y ya no se vieron más, los hermanos. Luis sintió el agua helada y cargada de mil proyectiles que lo golpearon por todo el cuerpo, manoteaba e intentaba agarrarse a cualquier cosa que le rozara el organismo. En una de las mil vueltas se enganchó a un trozo de árbol, una enorme horqueta que pudo atrapar con gran dificultad. Esa noche, renovó su fe y rezó todo lo que se sabía, recordó a toda su familia… su mamá, su papá, su abuela y el resto de toda la parentela pasó por su memoria. Era la noche más larga y oscura que había vivido desde que nació y no muy lejos escuchaba el rugir del río Motatán, que estaba como a cinco minutos, según calculaba y mantenía su anclaje al trozo de árbol en el que se agarró. No sentía, debía ser por entumecido, algunas partes del cuerpo. Tenía un intenso dolor de cabeza, le molestaban los golpes en todo el organismo y poco dolor percibía en una de sus piernas. La otra le generaba una molestia como de adormecimiento. Ahí seguía, prendido al árbol y de pronto notó que una enorme mapanare se había enroscado a la otra rama de la horqueta: Que vaina, señor, ojalá que no le vaya a dar por morderme y cerró los ojos, para luego mirar hacia el cielo clamando ayuda. La serpiente lo miraba, tal vez con la misma solicitud de clemencia que el pedía en sus oraciones. De repente y cuando el nivel del agua parecía disminuir se devanó en la quebrada y ya no la vio más, gracias virgencita, expresó por lo bajo Luis. Pero le parecía escuchar voces que venían de lo oscuro y aguzó el oído. Caramba! como que es verdad y arrancó a gritar... -auxilio, coño! aquí estoy y una voz que nunca más olvidará dijo en tono fuerte: aquí está alguien, vengan a ayudarme a sacarlo y empezaron a verse los primeros rayos de sol. Luis perdió una pierna y el hermano, que era su compañía para todos los menesteres de a diario. Hoy, tiempo después, solo le queda el triste recuerdo de una larga noche y las pérdidas. A vaina triste... pero le parece que, a veces cuando cierra los ojos, ve la culebra mirándolo a la cara con la solicitud de un pacto de no agresión. Vainas de la vida...
GÉNESIS Y DEBIDO PROCESO Abog. Yelena Cecilia Martínez González En el capítulo 4 versículo 8 al 16 del libro del Génesis, Antiguo Testamento de la Biblia, encontramos el fratricidio cometido por Caín contra su hermano Abel. Haciendo un análisis desde el punto de vista procesal penal y a la luz del principio que otorga las más consagradas garantías procesales cual es “El debido Proceso” tenemos: Ocurre que Caín celoso del agrado que causaba su hermano a Dios, lo invita (bajo engaño) a pasear por el campo, estando allí con una piedra se arroja contra él y le quita la vida. Y se hace el juicio: Dios todopoderoso, ser omnisciente, sabe perfectamente lo que pasó; sin embargo le da la oportunidad a Caín para que hable, esto es la oportunidad para ser oído, y dice Dios:¿Caín dónde está Abel, tu hermano?...Caín responde: -No sé, soy acaso su guardián?...y Dios vuelve a preguntar ¿Qué has hecho con él? , otra vez le da la oportunidad para ser escuchado, no obstante, Caín nada dice. Riposta Dios, la sangre de tu hermano grita en el campo y yace también la piedra con su sangre, estas son las pruebas… e impone entonces Dios su sentencia: De ahora en adelante serás maldito, andarás errante y extranjero de esta tierra fértil que se abrió para recibir la sangre de tu hermano, que tu mano ha derramado, labrarás la tierra y ella no dará fruto, vivirás fugitivo. Caín dice a Dios, mi castigo es más grande de lo que puedo soportar, tú me arrojas hoy de esta tierra y me privas de tu presencia. Andaré vagando y errante sobre la tierra, cualquiera que me encuentre me matará, aquí ejerce Caín su defensa y apela de la sentencia que le fue impuesta. Y Dios escucha y modifica lo que había decretado y dice: Ciertamente, pondré una señal en Caín para que cualquiera que lo halle no lo mate y cualquiera que lo mate siete veces será castigado. En este proceso se observa que Dios, aunque actúa como acusador y Juez y a pesar que conoce los hechos y hasta los pensamientos le da la oportunidad a Caín para que se defienda al permitirle ser escuchado, el derecho a ser oído es una garantía magnífica y se debe dar al sub judice, aun cuando nada tenga que decir en su propia defensa. Antes de imponer la sentencia se le permite no sólo ser escuchado sino que se le muestran las pruebas. Y habiéndole impuesto la sentencia, Caín vuelve a ser escuchado y ejerce una especie de apelación y Dios la acuerda y la modifica. Tenemos entonces, pues como en tiempos tan remotos, aquellos en los cuales fue escrito el Génesis, cuando nada
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había avanzado la Ciencia Jurídica, ya se concebía que para imponer un castigo había que escuchar al encausado, que definitivamente había que probarse su incriminación y que además cualquier castigo podría ser injusto en su proporción y podía ser modificado.
JULIO BOLÍVAR
Lectores, libros y torpezas I La lectura puede llevarnos a diferentes lugares, nos puede salvar y también perder. Tampoco es verdad que leer es una obligación colectiva. Leer es una acción voluntaria. Puede que después quieras contarle a otro de tus lecturas, o convertirte en cuentacuentos, esto también es una elección particular. Pero cuando lees se nota. Todo el mundo lee, pero de diferentes maneras. Unos leen las gacetas de los caballos o la prensa deportiva solamente, a veces sólo se va a los hipódromos, otros leen las estadísticas deportivas o las del hambre o la transparencia en la administración pública, otros a Coelho y su literatura de sabiduría mediática y fácil de digerir, frases de solución instantánea como la sopa en sobre o de pasta china saborizada con cualquier recuerdo, otros a filósofos tramados como Hegel, hay lectores de cuentos y novelas, lectores de Corín Tellado, lectores de García Márquez, o de Coetzee, o esas sutiles tramas de Javier Marías, lectores de cuentos donde aparentemente no pasa nada y todo sucede, como en los cuentos del ruso Chejov o el norteamericano Raymond Carver, lectores de novelas proteicas , pienso en Fernando del Paso, o en las primeras de Vargas llosa; lectores de Tolstoi, o de los cuentos casi perfectos de Hemingway, Cortázar o Ribeyro. También hay lectores de poemas buscando la poesía como si fuera oxígeno y un día quedamos deslumbrados ante un poema de R. Cadenas, o de Juan Gelman. Pensativos al dejar a Montejo sobre la mesa, extenuado con Lezama Lima. Hay, como pueden ver, muchos tipos de lectores, todos leemos, así sea el periódico, hoy menos el impreso que el digital, lectores del instante como el Twitter 140 caracteres que pueden contener frases geniales o tonterías personales que a nadie le interesan. En estos están miles de páginas asociadas que al abrirlas lees un poco más. Es divertido y además te regala la ilusión de estar informados primero que los demás. En el periodismo los que tienen las primicias dan el “tubazo” a los otros medios, ahora es más difícil, creo que ya eso no existe. Es una carrera donde todos competimos y todos somos invisibles. Sólo repito viejos argumentos, pero que pienso, es bueno recordar. II Ahora, dicen, que hay más lectores por Internet, no sé cómo se miden los lectores por Internet, y sobre todo que lea una novela entera, leer un memorándum o una carta por esta vía no significa que es un lector. Eso lo hacemos todos los días, como tomar café. He visto contadores de visitas. Hasta ahí sé. Existen los blogs y páginas donde se publican entrevistas, ensayos breves y crónicas magníficas, leer estos textos breves, que se refieren a las noticias diarias es como acercarse a la orilla del río y solo mojarse los pies, digo, muy distinto a leer una novela completa de Federico Vegas o un libro de cuentos de José Pulido, menos uno de
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esa libros de Sandor Marais, o del escritor de Danubio, el italiano Claudio Magris, o el estudio de cómo comemos y como somos de Miro Popic, o el ensayo sobre la Fábula de una riquezade Luis José Oropeza, no conozco a nadie que se haya metido a fondo en una novela por Internet, puede que los hayan, muy bien, han entrado en el mar de una novela, pero ¿lo hacen como rutina diaria de lector?, o es solo por mostrar que tienen una tablet. ¿Alguien ha leído 2666 de Bolaños en un kindle? O Los pilares de la tierra de Ken Follet? Por ahí me encuentro a viejos escritores que me dicen que si lo han hecho, pero les pregunto por el título y no lo recuerdan. Algo falta y seguro estoy que es esa relación física y afectiva con un libro de papel. III El lector sigue decidiendo que lee, o dicho en palabras de un lector voraz y profesional como Alberto Manguel en reciente entrevista “El lector sigue decidiendo que es un texto”. Entiendo un texto como algo que vale la pena, esos que de algún modo te cambian sin que nos percatemos. También nos podemos percatar. Veamos que decimos con esto. Si desde hace más o menos seis mil años leemos en una forma que ha ido cambiando en la medida de que no leemos en tablas de arcilla, sino en papel en forma de libros, incluso la forma electrónica que para seducirnos copia el hojeo del libro, incluso se pueden subrayar, con una luz más tenue para no cansar nuestros ojos. Los lectores de hoy, desde hace un tiempo tenemos la espada de Damocles sobre nuestros ojos y nuestra memoria, de que el libro desaparecerá (desde hace tiempo está desapareciendo) todavía somos en verdad, los que decidimos que es bueno y qué es malo y también el formato en el que leemos. El autor, paciente, espera siempre el veredicto del lector, incluso, antes, en las editoriales, existían, no sé si aun alguna practica este sano método, deciden, los editores, que libro es valioso publicar. Ahora ese trabajo, el del lector especializado, lo hacen los editores y cada vez con más premura, convertidos en correctores. Puede que eso haya percolado la calidad. También ese criterio, el de calidad es relativo. Todo depende de la educación que hayas tenido y sus exigencias críticas. Cada día más, gobierna el mercado y sus necesidades manipuladas por los medios y los administradores o contables, que en la mayoría de los casos no leen, pero saben que personaje mediático se vendería como “pan caliente”. Los editores, aquellos que editaban libros que creían fundamentales editan libros que no leerán jamás. Esta es la tragedia, solo tiene un trabajo. De hecho , esa figura está desapareciendo, los libros vienen como una formula, textos que ayudan a pensar menos y consejos de cómo tal o cual figura llegó a ser lo que en su carrera por llegar más lejos que la otra estrella fugaz, que pudo haber sido cualquiera , que atrevido, llegó a los medios, a través de cualquier método. Ahora dan consejos. Creo que en la
clasificación de los libros hay esa; libros estrellas, pero fugaces, libros que se agotan en varias ediciones en menos de un año, al año siguiente vendrá otro lobo y se comerá a este que ya no tiene nada que decir. Lo trágico y lo real es que este tipo de libro son los que dan de comer a las editoriales. IV Entonces la pregunta que nos queda de nuevo es: qué es leer. Siempre pensamos que apenas somos lectores; Borges se enorgullecía por lo que había leído, (siempre repetimos la frase del argentino, como un mantra que nos lleve sólo a releer). Obviamente lo que uno lee es lo que hace que escribas o reescribas, tal vez, lo más que podemos llegar, creo yo, a ser es ser mejores lectores, en el sentido de ser consistentes con la lectura diaria. No es tan sencillo crear el espacio para la lectura sosegada que te ayude a pensar sobre algún tema o preocupación, leemos a salto e' mata, como se dice, algo salteado, terminamos algunos libros, es verdad, pero escoger un libro importante, un libro que nos ayudará a pensar es lo complicado. De hecho algunos autores a los que queremos por los que nos ha dado, al final de sus vidas literarias nos decepcionan. Para que leemos entonces, si no sabemos todavía qué es la lectura, como concluye Manguel en su entrevista, no sé, pero en algunos casos, algunos personajes no enseñan que la lectura te salva o te enloquece, como en el Quijote, o en el casos de los libros o la lectura de ellos, dependen siempre del entorno donde se lea, de allí una interpretación. Un poema erótico es diferente leído en un prostíbulo que en la clase de literatura, allí el ejemplo claro del sentido de la lectura, puede que sirva para eso, solo para diferenciar el efecto de la misma dependiendo del entorno. V Leemos y acumulamos imágenes. Ellas nos hacen más serenos ante la vida o más estoicos. Al final la lectura sigue siendo un misterio. Puede que por ello hay ferias y festivales de libros, no ferias de blogs, o de lectores por Internet. Más concursos literarios, en los que Internet solo es un canal que sirve para el envío de originales y divulgación. El poder que nos da, también nos puede excluir. Pienso en la escena confusa del último domingo de noviembre pasado en el Festival de lectura de Chacao. El intento de tomar la calle se convirtió en una amenaza contra los que visitaban la plaza para buscar libros o contactos con autores. La amenaza diluyó esa posibilidad, qué habrán pensado al leer la noticia en sus teléfonos y en la prensa al día siguiente; ¡logramos el objetivo! ¿Cuál objetivo? Seguir siendo pichones de héroes que nadie admirará ni siquiera en un cómic o tontos útiles del deseo oculto de algún político que
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quiere ser alcalde. Precisamente cuando es más difícil hacer más libros en el país. Nadie ha olvidado lo que pasó en febrero del 2014; pero seguir insistiendo con la misma forma de lucha parece torpe.
Primera Guerra Mundial: Un siglo.
Luis Eduardo Cortés Riera.
Las famélicas manos de Gavrilo Princip no podían imaginar que al disparar su pistola Browning sobre la humanidad del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona del Imperio Austro Húngaro, se iba a desatar la más larga, pavorosa y destructiva guerra que la humanidad hubo de conocer hasta entonces, pues se inició con tal atentado en Sarajevo, BosniaHerzegovina, el 28 de junio de 1914, y habría de terminar el 9 de agosto de 1945 con el bombardeo atómico de dos indefensas ciudades japonesas por los Estados Unidos: Hiroshima y Nagasaki. Como habrán notado, he realizado un cambio decisivo en el análisis del conflicto, pues se considera desde ahora que tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial constituyen un único enfrentamiento que duró 31 años. Este enfoque se lo debemos al más eminente historiador del siglo XX: el británico Eric Hobsbawm (1917-2012), de quien tomo las ideas más importantes para escribir esta nota. Habla este historiador marxista, fundador de la revista Pasado y Presente, del “corto siglo XX”, pues según sostiene, se inicia en 1914 y finaliza con el colapso de la Unión Soviética en 1991. ¡Un siglo de apenas 77 años! Estas ideas tan lúcidas como audaces están contenidas en su libro Historia del siglo XX. 1914-1991, Crítica, 1994, 616 páginas. Allí habla de la época de la guerra total, un conflicto en el cual el gran edificio de la civilización del siglo XIX se derrumba. 1914 inaugura la era de las matanzas y de la barbarie a gran escala, estimuladas hasta el horror por la ciencia moderna: gases venenosos, tanques de guerra, aviones, submarinos. A diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas por motivos limitados y concretos, la Primera Guerra Mundial perseguía objetivos ilimitados. Solo se podía contemplar la victoria o la derrota total. Ello se entiende porque el conflicto se desarrolla en la era imperialista, en donde por vez primera en la historia se produce la fusión de la política y de la economía, lo que hoy no nos sorprende. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites. Alemania aspiraba a desplazar a Gran Bretaña como potencia política y económica y este enfrentamiento cobró dimensión planetaria. Era el todo o nada, sentencia Hobsbawm. Era pues un objetivo absurdo y destructivo que arruinó tanto a los vencedores como a los vencidos. Precipitó a los derrotados en la revolución, como la Rusia bolchevique en 1917, proceso liderado por Lenin, y a los
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vencedores en la bancarrota y en el agotamiento material: la Gran Depresión de 1929, que sumió al mundo capitalista en un desempleo aterrador y una hiperinflación pavorosa, sobre todo en la Alemania de la República de Weimar. Todo lo cual provocó el ascenso de los regímenes autoritarios en España, Italia y Alemania. El fascismo, y sobre todo el nazismo, buscaban la venganza tras la imposición del que consideraban el odioso Tratado de Versalles en 1918. Pronto se agregaría Japón y estaba montada la continuación de la guerra en la era de los imperialismos. Este conflicto unió a liberales y comunistas para derrotar la alianza nazi-fascista, que tenía objetivos políticos, como en la guerra de 19141918, ilimitados. Cualquier alianza antifascista, comprendieron las democracias occidentales, Inglaterra y Francia, debía incluir a la Unión Soviética. El año 1941 es clave para entender la guerra, pues Estados Unidos entra al conflicto empujado por el ataque a Pearl Harbor, y Hitler invade a la Unión Soviética, lo cual inclinará la balanza a favor de los aliados: se desmorona el Tercer Reich en 1945. Es el triunfo de los valores de la Ilustración y de la era de las revoluciones. La Unión Soviética obtiene un inmenso logro al derrotar a Hitler y, paradójicamente, salvar a las democracias capitalistas de Europa occidental, su enemigo jurado, cuestión que se olvida con demasiada frecuencia. De las ruinas de la guerra emerge otro conflicto, la Guerra Fría, la cual enfrenta económica, social e ideológicamente al capitalismo con el llamado Socialismo Real, rudo, brutal y dominante, conflagración que finalmente gana ampliamente EEUU y sus aliados, Alemania y Japón, económica y tecnológicamente muy en 2012 para hablar del “siglo corto”. Genial, señor Hobsbawm.superiores, pues la Unión Soviética “implosionará” tras la caída del Muro de Berlín en 1989, con la consecuente disolución del Socialismo Real en 1991, dejando en el escenario mundial un único superpoder: los Estados Unidos. El siglo XX, un siglo de apenas 71 años que pone en evidencia que el tiempo histórico es diferente al tiempo cronológico, base teórica en la que se fundamenta este historiador recién fallecido. l
Julio Cortázar
Reencuentros con Samuel Pickwick Un humorista cuyo nombre se me olvida, por razones que acaso Freud conoce, dijo que un prólogo es algo que se escribe después se pone antes y no se lee ni antes ni después. A riesgo de correr tan amarga suerte, me abandono al placer de una presentación que sé esencialmente inútil frente a una de esas obras que vuelven el mundo más soportable y divertido, cualidades cada día más necesarias pero que una parte capital de la literatura contemporánea deja de lado por razones no menos capitales Si el humor es esa ilógica y admirable capacidad humana de hacer frente a la sombra con la luz no para negarla sino para asumirla y a la vez mostrarle que no nos dejaremos envolver por ella. Los papeles póstumos del Club Pickwick valen como uno de esos raros reductos donde el humor se concentra hasta lograr una máxima tensión y una jubilosa eficacia. Traducido a todas las lenguas imaginables forma parte de esa literatura que no se menciona casi nunca en las discusiones trascendentales pero que ocupa un lugar inamovible en la biblioteca del recuerdo en ese sedimento de la infancia y la adolescencia que los críticos suelen dejar de lado para ocuparse de influencias y corrientes más grávidas. Como los personajes de Mark Twain y Lewis Carroll, las imágenes y las aventuras de Samuel Pickwick y sus amigos son el trasfondo inicial de muchas vocaciones literarias valen como intercesores entre la áspera vida que espera en el umbral de la adolescencia y la certeza interior de que el reino de lo imaginario no se detiene ahí y puede seguir llenando de gracia y de ternura nuestro paso por las cosas y los años. Por todo eso quisiera mostrar a una generación más joven que la mía por qué y cómo siento a Pickwick tan cerca de mí lo más probable es que mi especial relación con su mundo se haya dado o se dará en casi todos sus lectores y por eso no vacilo en entrar en lo autobiográfico allí donde resulta imposible hablar de una obra literaria sin esa, temprana participación personal que domina en la infancia y en la primera juventud cuando leer es vivir los sueños ajenos con la misma fuerza y la misma fascinación que los sueños propios. No escribo esto como crítico sino como un fiel enamorado participante del mundo pickwickiano, como alguien que a lo largo de su vida ha tornado y retornado a esas páginas que tienen la misma magia de tantas ciudades o paisajes a los que se regresa por nostalgia, por un irresistible llamado a volver a ver a volver a ser eso que se fue en otro tiempo y otra edad. Quienes me conocen no se extrañarán de que el azar haya tenido alguna intervención en lo que estoy escribiendo. Hace unos meses entré en esa recurrente
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nostalgia de Pickwick que me asalta cada tantos años pero no tenía tiempo para leerlo con calma y dejé irse los días sin decidirme a empezar algo que sería interrumpido a cada momento. Justamente entonces vi en una librería una nueva edición anotada que no conocía y comprendí que el signo estaba dado y que la hora había sonado. Lo que sonó además fue el teléfono casi al día siguiente con una invitación de los amigos del Círculo de Lectores para que les prologara esta nueva edición española. Como tantas veces en mi vida la casualidad se volvió causalidad y aquí está el efecto. Mi relectura de Pickwick (y van…) se hizo dentro de condiciones privilegiadas pues además de seguir el texto en una edición que tiene el encanto adicional de explicaciones y aclaraciones a veces necesarias y siempre divertidas lo leí con una participación más profunda que nunca ahora que debía precederlo con estas páginas en su versión española Y la próxima vez ojalá el tiempo me alcance todavía, ojalá una vez más pueda yo entrar con los alegres caballeros pickwickianos en cualquiera de las posadas donde esperan la risa el ron y las chisporroteantes chimeneas donde todo puede suceder y todo va a volverse cuento, sueño y bien ganado fin de capítulo. Apenas abrí el libro fue el vertiginoso salto atrás de siempre, mi regreso a la primera lectura de Pickwick en español en una época que ya no alcanzo a situar. Pienso que debía tener once o doce años cuando me cayó en las manos la edición de Sáenz de Jubera que desgraciadamente se quedó en alguna biblioteca de Bánfield o de Buenos Aires ya para siempre fuera de mi alcance. En esa colección de gran formato y textos a doble columna con horrendas tapas ilustradas a todo color figuraba la mayoría de los autores que devoré en esos años y cuyos méritos variaban vertiginosamente aunque mi hambre de lectura no estableciera mayores diferencias entre Victor Hugo y Eugenio Sue o entre Walter Scott y Xavier de Montepin. Si aun tuviera a mano ese Pickwick podría dar detalles sobre la traducción que supongo tan desenvuelta e inescrupulosa como muchas otras en la misma serie. Si por ejemplo Dostoievski producía la penetrante impresión de haber pasado del ruso al francés y de ahí a Sáenz de Jubera con las consecuencias imaginables, la novela de Dickens había sufrido interesantes transformaciones empezando por la supresión del primer capítulo que el traductor debió estimar poco divertido y siguiendo por el título que se metamorfoseó en Aventuras de Pickwick. En esa época vi cosas todavía peores, por ejemplo una t r a d u c c i ó n d e M a r k Tw a i n q u e s e l l a m a b a jacarandosamente Las aventuras de Masín Sawyer. Si traducir es en cierto sentido recrear, aquello era una recreación en el sentido más jocoso de la palabra. ¿Pero qué importaba? Doce años por un lado y por el
otro el genio de un escritor capaz de atravesar todas las barreras idiomáticas: el encuentro fue tan fulminante como maravilloso y el mundo de mi familia y mis amigos entró de inmediato en una penumbra sin el menor interés a tiempo que Samuel Pickwick y Sam Weller, Jingle y Winkle, Snodgrass y Tupman, Arabella Allen y Bob Sawyer irrumpían en mi presente con una alegría y un deslumbramiento que más de un siglo de vida no ha podido empañar. Miro distraídamente tres líneas arriba y releo mi enumeración de varios personajes masculinos y de una sola mujer, enumeración reveladora porque así me llegaron a los doce años cuando entre la nutrida cohorte de los pickwickianos y sus amigos la imagen apenas esbozada de Arabella Allen me enamoró profundamente y asumió una importancia que como acabo de verificarlo en estos días no merece en absoluto. Interesante desde luego como verificación de las diferentes lecturas de un texto y de los muchos lectores que se suceden en un mismo lector ¿Cómo vería yo a lady Rowena si volviera a recorrer las páginas de Ivanhoe, a Cosette si me animara a meterle ojo a Los Miserables? Cuando fui capaz de leer en inglés busque Pickwick inmediatamente después de los cuentos de Edgar Allan Poe. Sentía como una deuda moral, una necesidad de conocer cara a cara lo que sólo se me había dado desde un espejo no siempre bien azogado. Comprendí entonces los problemas prácticamente insolubles que planteaba la traducción de un lenguaje como el de los Weller padre e hijo y de los espasmódicos discursos de Alfred Jingle, entre millares de otras dificultades. Pero a la vez me di cuenta de que la enorme y constante ebullición vital que emana de los personajes dickensianos era capaz de saltar cualquier barrera idiomática y llegar al lector con una fuerza apenas disminuida. Confieso que me cuesta hablar de literatura con amigos que no leen el inglés porque me abruma lo que han perdido en ese ámbito de las letras, por suerte Pickwick es una de las excepciones más consoladoras así como en el otro extremo Alice in Wonderland sigue desafiando con su suave insolencia a los traductores más avezados. Casi da miedo pensar que Pickwick pudo ser un fracaso pues las condiciones en que fue imaginado y escrito distaban de ser favorables. El autor, que sólo tenía veinticuatro años y muy poca experiencia literaria, aceptó el peligroso desafío de iniciar un libro de aventuras cómicas para el que un célebre ilustrador de la época había preparado ya una serie de grabados en los que aparecían personajes que Dickens debería hacer vivir en la palabra; por si fuera poco era preciso entregar una cuota fija de capítulos para su publicación en forma de fascículos como se estilaba en la época. Contra estas circunstancias que eran otros tantos chalecos de fuerza, Pickwick nació como si Dickens hubiera tenido todo el tiempo y la veteranía necesarios para hacer lo que le daba la gana y la irresistible fuerza de su invención y su humor dominó el terreno desde el principio; a las pocas páginas el autor era el único dueño 44
de la situación y la alegría de su libertad se tradujo en un torrente de personajes entregados a las aventuras más extravagantes. Si algo fascina al lector desde el comienzo es que también él se ve convertido de inmediato en un miembro del club Pickwick y su lectura es una constante y agitada participación visual y auditiva en los acontecimientos. Contrariamente a la mediatización tan frecuente en las novelas del siglo XIX en las que cuidadosos preámbulos y minuciosas descripciones parecen decirnos “no olvide que yo soy el autor y usted el lector”, Pickwick nos lanza casi de inmediato a las calles de Londres y sin explicaciones paternalistas nos invita a subir al mismo coche en el que está trepando Samuel Pickwick para regocijarnos de entrada con el diálogo entre el pasajero y el cochero a propósito del caballo. Este ritmo sólo se romperá de cuando en cuando por la intercalación de relatos independientes casi siempre dramáticos o trágicos pero precisamente por eso la reanudación de las aventuras pickwickianas se vuelve aún más dinámica. Dickens fue siempre un maestro en el arte de ritmar sus novelas como un músico gradúa y alterna los ritmos de una sonata para exaltarnos por contraposición. Sin duda esta rápida entrada en materia, esta invitación tácita a mirar lo que pasa en el escenario como si estuviéramos en él y no en la platea tradicional del lector es lo que hace de Pickwick un favorito de la infancia y la adolescencia. A esta participación nada ceremonial se suman otros encantos; paradójicamente, la obligación peligrosa de entregar un capítulo tras otro al editor le da a Pickwick un desarrollo temporal muy parecido al de la infancia poco atenta a un futuro que no forma parte de sus preocupaciones y sólo interesada en que el presente se despliegue en toda su riqueza y variedad. En ese sentido el joven lector y el ya anciano Pickwick son una misma persona pues ambos viven un ahora permanente, por eso el final de cada aventura tragicómica es como el cierre de un día y el preludio del siguiente sin la menor responsabilidad ni cuidado por todo aquello que tanto pesa en la conciencia del pasado y del futuro de un adulto normal. La crítica ha querido ver en Samuel Pickwick y su criado Samuel Weller una versión -quizá una derogación- de don Quijote y Sancho Panza. Como el hidalgo manchego, Pickwick tiende a lanzarse a aventuras perfetamente descabelladas como su escudero Samuel Weller hace lo que puede por traerlo del lado del sentido común ¿Por qué no si esos acercamientos y similitudes son uno de los grandes encantos de la literatura? Incluso se ha hecho notar cómo Pickwick, al igual que Alonso Quijano, comienza como un extravagante inofensivo para terminar iluminado por una madurez y una sapiencia que reflejan casi míticamente el itinerario iniciático y el arribo a la cima de toda vida humana bien vivida. Pero desde luego las semejanzas no van más allá de las grandes líneas generales en las que también podríamos hacer entrar a otros personajes análogos como Parsifal o Frodo. Y además, franqueza obliga, las aventuras de Pickwick que más se fijan en nuestra memoria agradecida son
y no es necesario que busquemos demasiado lo que los contemporáneos de Dickens entendían perfectamente. La mejor prueba la da el mismo Pickwick, cuya edad y condición social lo colocan al margen de toda preocupación galante, pero que en varias ocasiones (al lector le encantará verificarlo durante la lectura) aprovecha circunstancias favorables para mirar de una manera muy especial a alguna tímida doncella o besar con más intensidad de la necesaria a una joven desposada. Se ha dicho asimismo que la fidelidad de Samuel Weller hacia su amo, que lo lleva a posponer su matrimonio para cuidar de él, refleja demasiado la visión de la clase dominante sobre su servidumbre. ¿Por qué en ese caso conozco yo a más de una persona que en pleno siglo veinte ha preferido renunciar a su vida personal por los mismos motivos? Si Dickens mira oficialmente el mundo con una mirada de señor, otro Dickens lleno de humor e ironía pone en sus personajes más sencillos una notable capacidad de crítica; basta escuchar lo que el mismo Sam Weller dice más de una vez sobre Winkle, e incluso sobre su propio amo, a quien tiene que proteger contra su irrevocable tendencia a la tontería. Lo convencional no es tan hipócrita en Pickwick, y si hoy nos duele una visión social en la que ricos y pobres parecen destinados a serlo eternamente por un decreto divino, ¿cómo no admirar que Dickens dedique más de un centenar de páginas a describir, con detalles de un realismo digno de un Oliver Twist o de un David Copperfield, el infierno de la prisión por deudas que innumerables veces denunciará como una de las peores lacras del sistema social de su tiempo? En su clásica historia de la literatura inglesa, George Sampson dice de Pickwick que “su vasto y vigoroso mundo con sus trescientos personajes y sus veintidós posadas creado por un joven de veinticuatro años es uno de los milagros del arte literario”. ¡Vaya si es cierto!Y cuánto humor dickensiano tiene esa caracterización global a base de un recuento de figuras y de albergues. Por cosas así Pickwick nos incorpora a su territorio de la misma manera que lo hace la vida rodeándonos de una infinidad de contactos personales en los más diversos lugares imaginables y también como la vida se esfuma en un sentido mientras se ahínca en otro en ese extraño teatro de la memoria que archiva determinadas imágenes mientras abandona las demás al olvido. Apenas pasamos dos o tres páginas sin que aparezcan nuevos personajes que además proceden casi de inmediato a trepar a coches y diligencias para trasladarse de un lugar a otro y conocer, junto con nosotros, a nuevos amigos o adversarios. Un diluvio de abogados, policías, cocheros, políticos, jueces, propietarios rurales dotados de abundante familia, carceleros, truhanes, criados y viejísimas aunque majestuosas abuelas y tías entran y salen de la escena con una misma truculenta animación desbordante, como si el mero paso del señor Pickwick y sus tres amigos provocara un casi instantáneo pandemonio. Y sin embargo, puesto que el mundo de Dickens es aquí la vida misma, no tardamos en elegir a nuestros amigos o adversarios personales mientras el resto entra muy pronto en la penumbra.
aquellas en las que el amable caballero brilla por su tontería, su ingenuidad y su buena fe, así como ciertos molinos de viento giran incansablemente en nuestro recuerdo que en cambio guarda muy poco de los sabios discursos del caballero de la Triste Figura al término de su vida. Somos lo que somos: si el Pickwick del final aparece como más noble y más digno, el que vivirá más en nuestra memoria es aquél que después de franquear insensatamente los muros de un pudoroso pensionado de jovencitas se ve enredado en una situación tan equívoca como hilarante, es aquel que se ingeniará para quedar entre dos regimientos de caballería en maniobras que se aprestan a lanzarse a rienda suelta el uno contra el otro. En el fondo la verdadera razón de la persistencia de Pickwick está en que nos devuelve a la alegre inocencia de la infancia sin ética y sin maldad al mismo tiempo Y el deseo periódico de releerlo viene, creo, del inconsciente deseo de beber en él como en la fuente de Juvencia; lo que esperamos y deseamos es el absurdo delicioso de tantas aventuras pueriles en un mundo de adultos, su final no es más que el resignado reencuentro con nosotros mismos y cerrar el libro vale como el gesto melancólico de ponernos una vez más la corbata antes de volver a nuestro trabajo cotidiano. Mirándolo con seriedad, Pickwick condensa, como todos los libros de Charles Dickens y de sus contemporáneos, la moral considerablemente estrecha de su tiempo. El recato, el pudor, la ausencia de fisiología y de sexualidad, las buenas costumbres y los valores burgueses condicionan rigurosamente las conductas y los discursos de los personajes, incluso de los malvados que terminan casi siempre arrepintiéndose o son castigados como corresponde, con la sorprendente y casi gratificante excepción de Dodson y Fogg, los abogados por cuya culpa el señor Pickwick conocerá la prisión por deudas y el sufrimiento. Una parte de la crítica moderna ha insisitido en denunciar este universo novelesco convencional que poco corresponde en realidad a las conductas y valores privados de los ingleses y de Dickens en persona a principios de la era victoriana. Sin embargo, este tipo de crítica, que de alguna manera consiste en pedirle peras al olmo de la literatura, siempre me ha parecido inconsistente. Lo que considera hipocresía es en el fondo un hábil acuerdo tácito y táctico entre autor y lector en el que ninguno de los dos se engaña ni es engañado; la hipocresía es sólo relativa puesto que deja abiertas las entrelíneas de la literatura para aquellos que sepan leer. En el terreno de los sentimientos amorosos, por ejemplo, Dickens aplica todas las convenciones de su tiempo -como nosotros las del nuestro, dicho sea de paso-. Así las jovencitas se sonrojan apenas un caballero las mira y proceden a desmayarse tan pronto escuchan una alusión matrimonial; calidad de lenguaje aparte, los púdicos galanteos de alguien tan refinado como Snodgrass o Winkle no se diferencian en nada de los de un individuo tan rústico y directo como Samuel Weller. Madres, esposos, hijos y tías cumplen estrictamente el papel que la sociedad espera de ellos. Y sin embargo, el pacto secreto está muy claro entre el autor y el lector
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motivo de fascinación en mi primera lectura. Después de sostener que las mujeres españolas son más bellas que las inglesas, afirma que conquistó a miles de ellas superando como se ve el famoso record de “mil y tres” del Don Juan de Mozart, tras de lo cual pasa a narrar su idilio con doña Cristina y el drama provocado por la intransigencia de su padre, un grande de España que responde al increíble nombre de don Belaro Fizzgig. Con cosas así era fácil que Jingle no solamente embaucara a los inocentes pickwickianos, sino a los lectores como yo jugando la carta de la imaginación pura frente a los que tienden a no ver más allá de sus narices. En Pickwick sólo un personaje podía hacer frente a Jingle e incluso vencerlo en el terreno de lo imaginario, pero curiosamente Dickens impidió ese combate mental entre Samuel Weller y su digno rival. Esto lleva a pensar cómo la fuerza y la presencia vital de los personajes invitan a cualquier lector a concebir encuentros y combinaciones que no figuran en el libro. Bob Sawyer, por ejemplo, es otro que hubiera provocado admirables enredos si en vez de ser desplazado inmerecidamente por Winkle en el corazón de Arabella Allen (también me desplazó a mí, dicho sea de paso), el novelista lo hubiese metido impetuosamente en cualquiera de las innumerables situaciones en las que medio mundo salía más tonto o más incorregible que antes. ¿Qué decir sobre Sam Weller que él no haya dicho mejor? A su manera indirecta y metafórica, de todos los personajes de Pickwick es el que más se refiere a sí mismo, no por pura vanidad, sino por riqueza interior, fantasía desbordante y esa joie de vivre que nos lo vuelve irresistible. Claro que cuando se conoce a su padre se da uno cuenta de donde le vienen esas cualidades; en la inmensa farándula de personajes a cuál más exuberante, los Weller padre e hijo sobrepasan a todos porque nadie es capaz de mayor naturalidad en la truculencia, de mayor fuerza en la expresión de los sentimientos y las conductas. Pickwick no hubiera llegado muy lejos en sus aventuras sin el providencial ingreso de Sam en su vida, mientras que éste hubiera encontrado su camino en cualquier circunstancia sin perder su manera de ser y su libertad profunda. Precisamente ahí está su grandeza, porque cuando renuncia a la independencia para dedicarse a cuidar a su amo envejecido y ya un poco chocho (que no nos oiga ninguno de los dos), Sam nos da la mejor lección de libertad personal imaginable. Se queda porque le da la gana, como dijo el viejo cuando le preguntaron cómo era que le faltaban todos los dientes menos uno; es el tipo de respuesta que Sam hubiera dado a cualquier preguntón, aunque con mucha más gracia. Se habrá visto que estas impresiones más subjetivas que críticas se fundan en una temprana lectura de Pickwick que las condiciona con una fuerza a la que no puedo ni quiero resistir. Por eso me resulta difícil imaginar la relación de un lector adulto en años y en lecturas y nada me extrañaría que sea muy diferente de la mía. A esta altura de la historia contemporánea todos
Cada lector tendrá como siempre sus favoritos y en mi caso he dudado entre las dos maravillosas figuras de Samuel Weller padre e hijo para finalmente escoger otra de la que hablaré después. El genio dickensiano logra con los Weller un milagro de presencia física y espiritual que no creo tenga ningún otro personaje del libro aunque enfrenten rivales tan peligrosos y admirables como Alfred Jingle, Bob Sawyer y José, el muchacho gordo, extraña y casi misteriosa criatura esta última que nos hace reír a la vez que nos inquieta. Pero además hay que pensar en las veintidós posadas de que habla Sampson, porque otro de los milagros del libro es la fuerza y la intensidad de los lugares y los escenarios, algo así como super personajes silenciosos envolviendo la locuacidad de los otros. Cada albergue, cada casa de campo, cada celda de la prisión por deudas, alcanza inmediatemente una presencia para lo cual Dickens no necesitó dar demasiados detalles. Su rápida precisa y diferente visión de los salones de cualquier posada, de los patios del relevo de las diligencias, de la finca de los Wardle o del estudio de los abogados Dodson y Fogg hace pensar en los grabados de Daumier o de Hogarth esbozando ambientes parecidos. Para lograrlo, Dickens integra casi simultáneamente la vida en cada escenario como en esas piezas de teatro en las que al alzarse el telón hay ya personajes en pleno movimiento. Los lugares asumen así una personalidad especial, una atmósfera que no tiene nada del decorado frecuente en las novelas de la época con sus amos y criados, sus viajeros rodeando el fuego del salón o bebiendo junto a la chimenea de los albergues, sus parejas enamoradas en los bailes y las glorietas, sus excursionistas saliendo a cazar o a batirse en duelo, sus hoteleros, sus abogados y sus gendarmes, cada lugar está vivo y habitado como la sala o el café donde ahora estamos leyendo el libro y es por eso que con tanta facilidad pasamos imaginariamente de los unos a los otros. Cada vez que a lo largo de la vida empecé a sentir la necesidad de releer Pickwick, me interrogué sobre cuál de los personajes me estaba llamando con más fuerza a esa nueva cita. La respuesta fue instantánea: Jingle. Curiosamente, Jingle está lejos de llenar páginas con la misma abundancia que los Weller o la pequeña familia pickwickiana. Entra impetuosamente en el segundo capítulo, reaparece un par de veces y sólo hacia el final su espectro -pues poco queda ya del verdadero Jinglesurge ante Pickwick mientras este explora el melancólico infierno de la prisión por deudas. Pero así como en mi infancia me atrajo amorosamente la figura más que diluida de Arabella Allen, la encantadora desvergüenza de Jingle debió marcarme para siempre (mal ejemplo, hubiera dicho mi tía de saberlo) y es a su conjuro que siempre he vuelto a abrir el libro y a esperar impacientemente el momento en que se precipita en plena refriega y salva a Pickwick y a sus amigos de la paliza que se disponen a darles los cocheros enfurecidos. Se me ocurre también que quiero a Jingle porque nos da la única referencia a España en un libro tan irremediablemente británico y que eso pudo ser otro 46
nos sentimos como el Viejo Marinero de Coleridge, más tristes y más sapientes, y libros como Pickwick, Los tres mosqueteros o Huckleberry Finn, pueden tropezar hoy con la impaciencia y hasta el desdén. Me parece triste que tanto la crítica como el lector tiendan muchas veces -sin darse clara cuenta- a jerarquizar la literatura a base de parámetros exclusivamente modernos y a establecer sus opciones por motivos que en el fondo tocan más a la ética que a la estética. Como ejemplo deliberadamente exagerado, nadie duda de que un Dostoievski nos propone un mundo harto más complejo y trascendental que un Dickens, pero el error empieza cuando una lectura de Dickens puede malograrse total o parcialemente por el peso que ejerza en la memoria cultural la lectura del novelista ruso. Es un hecho que la búsqueda de verdad y de profundidad en la novela moderna parece alejarnos cada vez más del puro placer narrativo; casi nada se cuenta hoy por el encanto de contarlo, pero tal vez por eso cuando en nuestros días surge nuevamente un gran narrador hay como un inconsciente reconocimiento agradecido de ese arte esencialmente hedónico y libros como Cien años de soledad encuentran millones de lectores apasionados exactamente como los encontraron Charles Dickens y Alejandro Dumas en su tiempo. Voluntaria o no, esa admisión por parte del lector moderno me parece no sólo saludable, sino prueba de que la balanza literaria actual está excesivamente desequilibrada. ¿Cuántas veces me habrán reprochado que en vez de insisitir en los aspectos más dramáticos de mi mundo novelesco me haya dejado llevar por la alegría y el desenfado? Nunca me he sentido culpable de hacerlo porque Dimitri Karamazov no puede matar en mí a Samuel Pickwick, de la misma manera que Pickwick no podrá hacerme olvidar jamásla presencia apocalíptica de los Karamazov en nuestra vida y nuestra historia. Simplemente me gustaría contribuir a una especie de liberación moral de esos lectores que creen de su responsabilidad consagrarse a la literatura profunda, rellénese esta palabra como se prefiera. Apunto a una dialéctica de la lectura que debería ser también una dialéctica de vida, una pulsación más isócrona de la búsqueda y el gusto del conocimiento y el placer mejor ajustada a todo eso que tenemos tan al alcance de la mano que casi no lo vemos: el gran latido cósmico, el diástole y el sístole del día y de la noche, del flujo y el reflujo del océano. Querido señor Picwick: ¿Qué hubiera pensado usted de lo que acabo de escribir? ¿Su proverbial cultura y su gran cortesía no se hubieran opuesto a recibir estas páginas de mi mano como tantas veces y en tantas posadas o salones recibió manuscritos que luego leyó a la luz de un candil, después de haberse puesto su camisón y su gorro de dormir? Incluso le diría, para facilitarle la tarea en caso necesario, que su generosidad en esa materia no siempre se vio recompensada con una buena lectura, pues los relatos intercalados en los distintos momentos de sus viajes están casi siempre por debajo de todo lo que usted y sus amigos me han dado a lo largo de sus admirables aventuras (con la excepción del Manuscrito de un loco,que debió influir nada menos que en Edgar Allan Poe). Por eso si el sueño le llega antes de la última palabra, ni usted ni yo nos
preocuparemos demasiado; sabido es que la buena literatura no le está dada a todo el mundo. Quiero creer, con un optimismo que muchos amigos me reprochan, que algunas de las cosas que he dicho merecerán su aprobación. Usted es todavía más optimista que yo al punto que también sus amigos han debido reprochárselo y pienso que en el fondo lo que buscan decirnos es que somos tontos. Pero a mí no me pareció nunca una tontería que usted dicidiera servir a los altos intereses culturales del club Pickwick lanzándose a los perceptibles riesgos que entrañaban los coches y sus cocheros, las posadas (donde nunca estaba excluida la horrible posibilidad de meterse por error en la habitación de una señora sola) y el encuentro con personas que, como tantas veces ocurre, eran truhanes bajo la apariencia de caballeros o abogados. Su perfecta autodefinición, la de observador de la naturaleza humana, no solamente le valió al club Pickwick uno de los más ricos archivos en la materia, sino que millones de seres humanos de todos los países del mundo han mirado junto con usted y gracias a usted esa comedia humana cómica que sigue bullendo infatigable en nuestra memoria. Como todos los personajes de los grandes libros, usted tiene el don milagroso de atravesar el tiempo y estar presente entre nosotros; lo que cada lector piensa de usted traduce de alguna manera lo que usted hubiera pensado de él. Quienes lo encuentran absurdo e inconsistente se desnudan ante usted como carentes por competo de humor y de generosidad vital; los que lo estudian lupa en mano para ahondar en sus circunstancias históricas o sociológicas, hubieran sido inmediatamente designados miembros correspondientes del club Pickwick. Por mi parte, yo lo veo como un alto ejemplo de humanidad, en el sentido de quien reduce lo más posible su natural egoísmo para entregarse a la contemplación multiforme y generosa de sus semejantes; y si muchos de los más grandes autores literarios riqueza de sus novelas mayores; usted anuncia David Copperfield y Oliver Twist, muestra alegre e inocentemente el camino de Grandes esperanzas y de Dombey e hijo. Por cosas así quisiera decirle que usted ha sido uno de mis mejores maestros imaginarios y que, en esa época en que las normas sociales buscaban hacer de mí un ente satisfactoriamente racional y utilitario para mayor provecho del orden estatuido y los principios vigentes, usted entró en la gran sala de clase de mi vida tropezándose contra una pared, equivocándose de puerta, tomando gato por liebre y ocasionando las peores confusiones para usted mismo diversas señoras y la gran mayoría de sus amigos y admiradores. Sin esperar más salí en su seguimiento y no he cesado de hacerlo desde entonces porque usted, para quien la poesía no parece existir, me la mostró con su conducta; usted, la seriedad personificada, me introdujo para siempre en el mundo del humor; usted, que nada tiene de soñador puesto que es una mente científica capaz de descubrir misteriosas piedras con jeroglíficos y otros enigmas científicos, me mostró el camino de la luna y el encanto de ir de un lugar a otro sin la menor finalidad razonable. Por todo eso, querido señor Pickwick, le estoy dando hoy las gracias (Reuters). 47
Capítulo No 1 de la novela de Juan Páez Ávila, a solicitud de profesores y alumnos de la UPEL
VIAJE A LA INCERTIDUMBE EN BUSCA DE ISA Noches prolongadas de insomnio. La sombra de Isa caminando entre fusiles, sostenidos firmemente por las manos de sus compañeros de armas, hacia un improvisado patíbulo en el piedemonte de la Cordillera Andina. ¿Por qué? Una luz brillante comenzó a penetrar por la ventana, llegaba otro día, y antes de que volviera la noche pensé que su muerte podría ser un rumor de la montaña, y comencé a dudar acerca de la veracidad de su desaparición de un mundo que nos había deparado los mejores momentos del amanecer. Decidí ir a buscarla en las montañas de El Fraile, lugar desde donde fechaba las cartas que me había enviado y al que yo le contestaba, sin saber si existía o si era una clave para despistar ante una posible intercepción de nuestra correspondencia. No sabía quién la traía ni quién la llevaba, yo recogía la suya y depositaba la mía en una estafeta privada, cuyos habitantes se mudaron una vez que se enteraron de la detención del mensajero. Tenía que encontrar un contacto o un guía. No sabía cómo lograrlo, resolví emprender un viaje hacia su encuentro entre la niebla en la cúspide de la montaña, entre los árboles de la selva, en las profundidades de la tierra. Primero entre sus ex compañeros de aventura. Releí sus cartas tratando de encontrar alguna pista, todo fue inútil. Hacía varios años que nadie hablaba de la guerra de guerrillas, ni de sus muertos y desaparecidos. En la última carta por revisar leí que la mayoría de sus compañeros se había acogido a la política de paz y descendido de la Cordillera Andina, pero ella seguiría al frente de su fusil. Me pedía que atendiera con especial esmero a un joven de nombre Levy, cuyo apellido no conocía, sufría de intensos dolores de cabeza, posiblemente producidos por la alta tensión arterial o el silbido de las balas, que lo obligaba a abandonar el frente rural. Era uno de los jóvenes que formaba parte de la célula que se reunía en su casa antes de que abandonaran la ciudad y pasaran a formar parte de algún frente guerrillero. Nadie me daba referencias de su paradero, hasta que leí una información publicada en “El Diario de Carohana” acerca de la necesidad de construir un puente sobre el río Kwa. En una página interior del periódico aparecía una foto de un hombre joven, de rostro aindiado, ceño marcado entre ceja y ceja y recia contextura física, de nombre Levy Rondón, solicitaba la construcción del puente para que los campesinos pudieran sacar sus cosechas de café, única forma de vida que encontraban en las alturas andinas. Declaraba a nombre de una Organización no Gubernamental (ONG) denominada “Luchadores por la Vida”, lo relacioné con la persona de quien me habló Isa en su última correspondencia y me presenté en sus oficinas. -Yo soy Juan Cecilio Manovuelta, abogado de algunos militares que estuvieron presos, recuperaron la libertad y hoy forman parte de la Administración Pública, amigo de una estudiante de Letras que supuestamente murió, fue fusilada, 48
vive en la montaña o hace vida clandestina en la ciudad. Le molesto porque ella misma me informó en la última carta que me envió desde la montaña, que usted estuvo en la guerrilla y después de la muerte del Ché decidió acogerse a la política de paz democrática, e incluso me pedía que lo atendiera, que usted sufría de fuertes dolores de cabeza. Llegué hasta aquí después de leer en “El Diario de Carohana” una declaraciones suyas que lo identifican como luchador social -le expresé una vez que me atendió en una pequeña oficina en la que había sólo un escritorio de madera, varias sillas de plástico al frente y un retrato de Mahatma Ghandi colgado de la pared. Mucho gusto, Levy Rondón. Aquí atendemos a todas las personas que buscan alguna solidaridad para superar los traumas que la vida les tiene reservados a quienes creen en un mundo mejor -me respondió. Levy me hizo recordar mi doble trauma, abandonado primero por mi amante y luego por mi esposa, en Carohana, una ciudad-nación sin fronteras confiables. -Yo busco a Isa Montes. ¿La conoció? ¿Es cierto lo que ella me dice en su carta? Si, es cierto, yo la conocí desde muy joven, en la montaña no la vi con mucha frecuencia, ella operaba en otro frente guerrillero, oí hablar mucho de su coraje personal e incluso de su severidad e intransigencia en las tareas y en el mando que le asignaban. Pero hace tantos años que dejamos de vernos que tendría que buscar otras fuentes para rastrear sus huellas. Pensé que Levy conocía más de lo que me había dicho y que tal vez no confiaba en mí, a quien acababa de conocer y no le había dado sino la referencia de abogado de algunos militares que habían estado presos y de la última carta de Isa, me adelanté a decirle que estaba dispuesto a formar parte de su organización no gubernamental, que era profesor jubilado de la Universidad de Carohana y que podía indagar sobre mi actuación profesional y en defensa de los derechos humanos. -Yo sé quién eres, Juan Cecilio. Tú ibas a la casa de Isa a estudiar, yo y un grupo de jóvenes revolucionarios nos reuníamos con ella unas horas antes de que tú llegaras. En este pequeño mundo nos conocemos todos, y aunque nuestro movimiento “Luchadores por la Vida” está dirigido por ex - guerrilleros, tú eres bien venido. Muchas gracias. Te voy a presentar a algunos, no todos son de mucho confiar. Unos viven de fantasías, afirmando que volverán a las guerrillas y hasta seguramente te invitarán a que los acompañes. Otros son más pragmáticos y están en altos cargos del gobierno y sólo entre palos, cuando la bebida comienza a hacer sus efectos, recuerdan sus hazañas o inventan sus propias mentiras. Otros se han ido al exterior, pero mantenemos contacto con ellos por Internet. Por esa vía también puedes obtener alguna información. Muy pocos, pero los hay, cultivan la violencia como su forma de vida. Mientras oía hablar a Levy reafirmé mi convicción de que
entre sus ex - camaradas podría encontrar las pistas para llegar hasta Isa, viva o muerta. La prefería viva, si es verdad que la mataron la desenterraré y le rendiré los honores que se merece una amante imposible, un amor arrancado por la violencia. -Si los primeros intentan formalizar sus fantasías y me prometen llevarme al campamento donde operaba Isa, me iré con ellos, consciente del riesgo que ello significa. Ese viaje puede estar muy lejano, Juan Cecilio. Lo más probable es que ninguno de esos fantasiosos, aunque traten de hacerlo, tengan fuerzas físicas para emprenderlo. Algunos están cerca del alcoholismo. Ya los conocerás y te convencerás por tus propios medios. Trataré de convencer a alguno para que me acompañe, no a reiniciar la guerra de guerrillas sino a buscar a Isa, a preguntar por ella, a investigar si vive o no, en fin, qué pasó con su vida de combatiente en la Cordillera Andina. Gran parte de esa Cordillera donde operó la guerrilla, yo la tengo que recorrer organizando a los campesinos en asociaciones de vecinos, para luchar por sus legítimas reivindicaciones. Es posible que algunos de esos pequeños o medianos productores te puedan informar sobre el paradero de Isa. Te ayudaré a buscarla, también yo la aprecié con especial deferencia. Era una gran muchacha, una gran mujer. Reiteré mis sospechas de que Levy podría saber más de lo que me había comunicado y me dispuse a acompañarlo en su nuevo apostolado social, sin saber yo mucho de lo que se trataba, ni qué fines perseguía. Me pareció prudente preguntarle si antes podíamos conversar con alguien que la hubiese conocido y acompañado en la montaña. -Mañana podemos hablar con Aníbal Correa, muy temprano, antes de que abran el botiquín “El Estanciero”. Fue uno de los comandantes más arrojados y creo que estuvo con Isa en el Frente “Simón Bolívar”. Te puedo pasar buscando por tu casa a las 6 de la mañana para que le caigamos bien tempranito, por la suya. Yo sé que se levanta a primera hora porque hace de periodista, redactor de mesa y locutor en radio “Melodía” desde las 8 hasta las 12 de la mañana. Después de esta hora se va a “El Estanciero” hasta que el cuerpo le aguante o algún amigo lo regrese a su vivienda. Yo me había alojado provisionalmente en el hotel “Yacambú”, pensando en mudarme a los pocos días para algún pequeño apartamento que pudiera pagar con parte de mis ingresos de profesor jubilado. Se lo comuniqué a Levy, y cuando me disponía a retirarme me dijo que me esperara 5 minutos mientras él despachaba a un viejo campesino que le acompañaba en algunos de sus viajes al corazón de los Andes, como baquiano de la zona y conocedor de los graves problemas sociales que atravesaban los habitantes de esa zona montañosa. A los pocos minutos me dejó frente al hotel. Una mujer indígena con una niña casi desnuda en los brazos pedía alguna ayuda para alimentarla. Le di algunas monedas y subí apresurado a mi habitación. La desesperanza no dejaba de acompañarme, y aunque un mínimo de optimismo empezaba a vislumbrarse, el insomnio comenzaba a apoderarse de la noche. Mientras cavilaba en torno al destino de Isa, sonó el teléfono.
-¡Hola Juan Cecilio! Era la voz inconfundible de Edwin Querales, un viejo amigo que me había recomendado el hotel. -Estoy en el restaurant. Esto está lleno de chicas bellas. Olvídate de los muertos y baja para que nos tomemos un trago. No estaba muy animado como para olvidarme de Isa, pero uno o dos tragos de whisky podrían contribuir a relajarme un poco, según recomendación del propio Edwin médico internista y amante de la buena vida. Alto y elegante en el vestir, compartía el ejercicio de la medicina social en barrios populares de Carohana con la compañía nocturna de bellas mujeres de la clase media. -En unos minutos bajo -le contesté. El restaurant a esa hora ya no era tal o por lo menos había pasado a un segundo plano. Pocos comensales ocupaban las mesas y la mayor actividad giraba en torno a una pequeña pista de baile bombardeada por luces intermitentes e invadida por parejas de hombres maduros y mujeres jóvenes. Edwin estaba sentado frente a una mesa con dos amigas que lucían escotes provocadores. Me acerqué pensando que la escena la había preparado mi amigo como para que me olvidara de todo, incluso de Isa. -Este es Juan Cecilio de quien les he hablado y he invitado a pasar un rato en la grata compañía que ustedes nos proporcionarán, sin obligación de enamorarse -les dijo al presentarme. El ruido ensordecedor de la música no me dejó oír los nombres de las dos damas, quienes me extendieron las manos y una encantadora sonrisa. -En este momento no tienes oportunidad de escoger, Elsa es mi novia. Así que bailarás con Maritza sólo con el compromiso de pasarla bien. Aunque podemos cambiar de pareja de vez en cuando. Ambas celebraron las palabras de Edwin con una gran naturalidad y evidente satisfacción. -Te agradezco la aclaratoria, Edwin, porque si me pones a escoger, no sabría cómo hacerlo -le respondí como con un cumplido, pero Maritza se dio por aludida y expresó: Déjalo así, como lo planteó Edwin -y largó una prudente y deslumbrante carcajada, que dejó al descubierto toda una dentadura de artista seleccionada para reír. Después de un segundo whisky, Edwin miró su reloj y se levantó de la silla, -Ya es hora de bailar -expresó y le extendió la mano a Elsa. Maritza me miró y comprendí que yo había entrado en otro mundo y era inevitable invitarla a bailar. Nos levantamos al unísono y caminamos hacia la pista. En el corto trayecto sentí que su mano rozaba la mía. La estreché con delicadeza y en un pequeño espacio al empezar la pista la atraje hacia mi cuerpo y comenzamos a desplazarnos lentamente al ritmo de un bolero. -¿Eres abogado y luchador social? -fueron sus primeras palabras. Lo de abogado era cierto, pero lo de luchador social no. Pensé que Edwin se lo había planteado de esa manera y contesté que sí. Cuando iba a informarle que estaba jubilado y por qué pensaba dedicarme a la lucha 49
social, sentí que su cuerpo se pegaba al mío, sus senos exuberantes rozaban mi pecho y su muslo derecho, tenso y estimulante, penetraba levemente entre mis piernas y se retiraba como para yo lo persiguiera. No hablamos más y comenzamos a disfrutar de un contacto cada vez más estrecho y excitante de su pubis y mi pene, aunque conservamos la prudencia de separarnos por breves instantes para luego volver al choque divino, obnubilado de los sexos. Al finalizar la música nos dirigimos a nuestra mesa tomados de las manos, Maritza las separó sólo cuando antes de sentarnos me dijo: -Permiso que voy al baño. ¿Me acompañas Elsa? Sí, vamos. Una vez solos, Edwin me expresó: -No te puedes quejar, Maritza es arquitecto y una tiradora insigne, yo no me he acostado con ella, no obstante sus insinuaciones de mujer liberada, porque Elsa me tiene atrapado con sus exquisiteces en la cama. Sin duda que es una mujer insinuante y atrevida. Durante el baile casi no hablamos, se pegaba a mi cuerpo y solo nos separábamos cuando yo le sugería con las manos que diera una media vuelta. Esa se queda contigo esta noche y no tienes que pagar absolutamente nada. Tira por placer y gana buen dinero por el prestigio que le da haber estudiado un postgrado en los Estados Unidos. ¿Toda una veterana? ¡Internacional! Se da el lujo de escoger sus tipos. Que yo sepa estuvo empatada con Aníbal Correa, lo abandonó por borracho. ¡Aníbal Correa! Recordé al hombre a quien yo vería en pocas horas. Se lo iba a comunicar a Edwin pero en ese momento se presentaron las dos amigas, como recién salidas de un salón de belleza. Una vez sentada a mi lado, Maritza colocó su mano sobre la mía. -¿Se puede saber de qué hablaban? -preguntó Elsa. Siempre y cuando no sea de política -intervino Maritza. Hablábamos de ustedes, de la liberación sexual, de la igualdad de la mujer tanto en el trabajo como en la cama, de tus estudios en los Estados Unidos. Solamente de ustedes respondió Edwin. Maritza me apretó un poco más la mano, me miró fijamente como quien ejerce o pretende ejercer un dominio total sobre el entorno. -Mi mejor escuela fue el postgrado que hice en decoración interior -me dijo. Y luego agregó -¿Conoces Estados Unidos? Sí. Mi esposa vive en Miami. ¿Están separados? Por la distancia y por circunstancias muy complejas de explicar ahora. Regresaré muy pronto a reunirme con ella y nuestros dos hijos -le respondí. No retiró su mano, pero redujo la presión. La percibí como dispuesta a aferrarse a su voluntad. Pensé que por su capacidad de amar sin amor podría haber contraído Sida en los Estados Unidos o en Carohana. Todo el estímulo sexual provocado por sus primeros contactos se me derrumbó. Verdad o mentira, la sociedad que yo había conocido hasta entonces amenazaba los extremos de la liberación sexual con un cáncer, que por lo incurable convertía la inhibición en su antídoto. No era cierto que yo regresaría a Miami, pero sentí que las dudas frente a la incertidumbre generada por una mujer inteligente expuesta a contraer una enfermedad mortal de nuestro tiempo, me obligaba a mentir, por temor al pánico que podría provocarme su sola insinuación de quedarse esa noche conmigo en el hotel. 50
-¿En qué piensas? -me preguntó al observar mi ensimismamiento. Perdona, Maritza, soy muy sentimental. ¿No te importa que cambiemos de conversación? ¿Podríamos hablar, aunque sea sólo por esta noche, de tu trabajo como decoradora? Claro que sí. Lamento haber tocado tus debilidades humanas -me expresó en tono burlón. Pensé que tal vez trataba que yo volviera a ser objeto de sus liberalidades, a lo cual estaba dispuesto a resistirme, hasta llegar a declararme impotente si fuere necesario. Le pregunté cómo le iba en su trabajo. Sin inmutarse y como complacida me respondió: -No me quejo, aunque me podría ir mejor si los nuevos ricos de Carohana tuviesen un mínimo de cultura estética y decoraran sus grandes mansiones de acuerdo con las más elementales normas urbanísticas del momento. ¿Crees que resulta incompatible la cultura con el dinero? No siempre, sobre todo cuando el dinero es utilizado para estudiar, viajar y adquirir los insumos para el cultivo de la inteligencia, y eso forma parte de una tradición familiar. Pero cuando logras una fortuna estudiando cómo robarte el dinero del Erario Público, viajando para esconderlo o depositarlo en bancos extranjeros y adquiriendo residencias fastuosas que nunca has habitado, no sabes dónde poner una cortina que no distorsione la obra maestra del constructor, el dinero sí resulta incompatible con la cultura. Me volvió a mirar fijamente, esta vez con aires de superioridad intelectual, se levantó y me extendió la mano y me dijo: -Vamos a bailar y después continuamos hablando de arte o del Estado de Derecho, en lo que debes ser un experto. Caminamos preservando una moderada distancia entre nosotros hasta que pisamos la pista de baile y yo la tomé por la mano y la cintura, con deliberada prudencia, ella se acercó a mi cuerpo y seguramente notó que el clima de excitación no era recíproco. Asumió una posición más erecta de lo normal y me expresó: -Pareces dispuesto a sólo conversar de generalidades, para lo cual no está construido este lugar. La oí perfectamente, pero le respondí que no la escuché bien. -Mi voz no puede superar los decibeles de la música, mejor vamos a sentarnos -lo dijo casi como un mandato, me tomó por el antebrazo y avanzamos hacia la mesa. En el trayecto me soltó y caminó hacia el baño. Edwin y Elsa se besaban con profusión, pero al darse cuenta de mi llegada se separaron y aproveché para decirles que Maritza estaba en el baño y que yo me tenía que retirar porque a las 6 de la mañana debería estar listo para una reunión muy importante, para mí, ineludible. -¿Te llevas a Maritza? Por ahora no. Acordamos que nos veríamos después en un lugar en el que se pueda conversar sin el alto sonido de la música. Me despedí y subí a la habitación. Llamé al recepcionista y le pedí que me repicara a las 5 de la mañana. Dormiría 3 ó 4 horas. Para leerla completa y bajarla gratis, ingrese a la página WEB juanpaezavila.net