Separata La Tertulia 2013

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VIOLENCIAS CONTEMPORÁNEAS (Acerca de la degradación amorosa en los tiempos del “consumo luego existo”)

Ana Teitelbaum

“Por el amor de Dios” Obra de Damien Hirst 1


“La única solución posible es que lo imaginario de una civilización esté compuesto de un número dado de figuras que pueden organizarse en un gran número de modos pero no en otros, para los cuales una historia que funciona tendrá siempre muchos puntos en común con otra historia que funciona” (Metamorfosis de Pinocho.- Italo Calvino, para la Nación de Bs. As., Roma 1982, Publicado el 17/1/82)

…”Y la zona de negro. El ángulo de visión era, en cierto modo, difícil, y le obligó a torcer tanto la mirada que pronto sintió dolor en los ojos. Intentó imaginar todas las obscenidades que sabía, pero las palabras no lograban por sí mismas penetrar aquella espesura. Probablemente sus amigos tenían razón al decir que era una pequeña morada vacía y digna de lástima. Y se preguntó si ella tendría que ver con el vacío de su propio mundo…” (Fragmento del instante en que Noboru, de 13 años, espía a su madre desnuda al principio de la historia, que desembocará en la violencia homicida, desatada por los designios del grupo de adolescentes que integra.- Mishima Yukio, El marino que perdió la gracia del mar (Bruguera 1980)

Excedería nuestro propósito, aquí, recorrer minuciosamente los casi infinitos espacios donde la violencia actual se despliega, se esparce, nos envuelve y aún sin efectivizarse nos acecha como amenaza constante. Esta no es, obviamente, una novedad postmoderna, pero si lo es, el hecho de que hoy se intente -vanamente- aplicar el control donde antes funcionaba una Ley. Lo que advino a la caída de los ideales no es la “jauría hobbesiana”, despedazándose en pos de goces sin freno. Otra utopía más salvaje nos invadió: la de hacer de cada uno un amo, un nihilismo mortífero cabalgando en la ilusión omnipresente de ser dueños totales de nosotros mismos. Y así, la contracara feroz, de sociedades de más control y vigilancia, que acarrean “más violencia, y más contralor y aún mayor violencia”, y así siguiendo… Imposible, pues, enumerar todas las formas en que la violencia se manifiesta. En el hogar, en la calle, en el trabajo, entre los sexos, en todas las edades, en el sistema educativo, en la manera de alimentarnos, en los lugares y las formas de diversión, en el sistema médico, en la moda, en el cada vez mas inoperante engranaje judicial, en el deporte, en la política, en los medios de comunicación, en la criminalidad y en el intento de eludirla, en las cárceles, en la autoagresión, en la manera desesperada de pretender obturar la angustia con sustancias químicas (legales o no) en las guerras y sus secuelas, en los fanatismos religiosos, en la segregación a “los diferentes”, en el terrorismo, en las consecuencias ecológicas y sociales derivadas de la agresión a la naturaleza, en los accidentes nucleares, en la intrínseca al ejercicio del poder y sus instituciones, en el arte contemporáneo como reflejo descarnado de un mundo cada vez más obsesionado por el control y, paradójicamente, más fuera de control. 2


Tal vez la degradación del lenguaje, colonizado por coágulos metafóricos (*1), sea la manera más evidente de abarcar todo lo antedicho, ya que éste es manifestación del pensamiento. En éste sentido, la falta de discursos alternativos al dominante, basado únicamente en la realidad del mercado, produce masas de individuos cada vez más marginados de un orden simbólico y, entonces, lo no integrado, retorna en forma de violencia desde lo real. Pareciera difícil, encontrar palabras para articular el ahogo que sofoca a Occidente naufragando (entre otras cosas) en la antinomia libertad- seguridad. En suma: tensiones que explotan en forma de violencia y se viralizan por el espacio cada vez más indiferenciado entre lo público y lo privado. Abordar éstos temas en algunos ámbitos locales donde -frecuentemente- pudiese dar la impresión de haber libertad total…(para estar de acuerdo), pudiera ser un desafío temerario. Por un lado los –así llamados- medios de comunicación, saturados de opinionismo, y, por el otro la “Academia” con dificultades para acceder al público no especializado, por causa de la complejidad intrínseca del asunto, por la imposibilidad derivada de la ausencia de consenso en cuanto al enfoque del mismo o -lisa y llanamentepor la inexistencia de formación seria para encararlo, en muchos de sus integrantes. Sumado a esto, se agrega la multiplicidad de “nómadas de distintas disciplinas” que ejercen el oficio de divulgadores de textos leídos fuera de contexto, que aportan “novedades que se convierten en mismo perro con otro collar” (o “perro similar pero de raza mezclada”). Incluimos, en este sentido, a los difusores de “lo multidisciplinario compulsivo” (pretendientes a la “integración de todo” sin delimitar el objeto analizado, la metodología para abordarlo ni el campo de su práctica). Contrariamente a la sociedad que bastantes de nosotros conocimos- y valga la digresión hablando de violencias- y que a muchos también, nos hace sentir hoy, que no fuimos educados para el mundo en que nos toca vivir, debemos considerar cambios a una velocidad que no siempre podemos acompasar sin consecuencias. Nuestro propósito no es analizar la indiscutible violencia derivada de la pobreza e indigencia, o la intrínseca a la institucionalización del poder, sino pensar desde aquello de lo cual se ocupa el psicoanálisis: fenómenos inherentes al psiquismo humano, en tanto el sujeto se constituye a partir de una” falta”, y ésta -paradójicamente- posibilita su “goce.” En este sentido, podemos detectar lo catastrófico de lo actual, ahí donde “no falte el objeto que hace falta que falte.” No es, desde luego, ajeno a esto, el contexto de globalización donde los individuos se ven bombardeados con ofertas continuas que ofrecen “satisfacer necesidades” y que solo encuentran objetos cada vez más efímeros y menos apaciguantes de la angustia que pareciera gobernarlos. Un mundo donde el consumidor convertido en producto, y no teniendo valor de cambio, se va desdibujando hasta convertirse en lo que Julia Galemire aludió diciendo “no ser nada para nadie…”

*1- Feliz expresión de la escritora y crítica argentina María Moreno (Cristina Forero) para nominar los clichés.

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Lejos de intentar dar cuenta de las necesidades, nos centraremos en las peripecias del Deseo. Desde ésta perspectiva “la angustia es por la existencia y no por la sobrevivencia” En las últimas décadas se discute y polemiza sobre postmodernismo. Más allá de lo acertado o no de la denominación, podemos decir, de ciertos rasgos que lo definen, que nos involucran planetariamente, y que se plasman en incertidumbre, sensación de precariedad, indefensión, escepticismo, y/o refugio excluyente en ideas de salvación individual. Se insiste en que hay una reacción a las ideas de la modernidad. Se cuestiona que la historia tenga un sentido. ¿Hay una historia universal? ¿Cuál? Hay muchas, y no es posible dar una explicación totalizadora, una cosmovisión. Las convicciones que sustentó la época moderna- se dice- eran ilusiones. Todos los discursos están agotados –se afirma- así como también la ingenuidad de las soluciones que prometían las grandes corrientes políticas. En suma, que todo era una utopía, que no nos dirigíamos a un futuro prometedor y que incluso corremos el peligro de ser borrados como especie. Para algunos, el fin de la modernidad, se concreta con la crisis o caída del sueño comunista. Para otros el postmodernismo no es más que una estrategia neoconservadora que pretende extender la idea del fin de las ideologías, con la finalidad de neutralizar todo intento de cambio. Por fin hay quienes sostienen que la postmodernidad no es más que la culminación de un proceso iniciado hace mucho tiempo. Proceso marcado por autores como Nietzche (“Dios ha muerto,”) Freud (“el sujeto moderno es ilusorio”), la escuela de Frankfurt, el estructuralismo, Fukuyama (siguiendo a Kojéve y éste a Hegel con su “Fin de la historia”),etc. Llamémosle postmodernidad; pasaje de modernidad sólida a modernidad líquida; lógica cultural del capitalismo tardío; hipermodernidad; prisión global; época de vértigo civilizatorio; algo es evidente: la época sin aparentes precedentes en la que vivimos, produce fenómenos nunca antes transitados. La actualidad occidental está pautada por significantes culturales que conformando imaginarios sociales nuevos, derrumbaron lo que -hasta no hace mucho- ocupaba el temor a Dios en la estructura simbólica. Nos referimos al impacto de la tecnología que se constituye en parte fundamental del discurso científico actual, y, como tal, condicionante de modalidades nuevas de vínculo social. Los medios, como anticipó Mc Luhan, no son sólo canales informativos, sino que además de proporcionar material del pensamiento, “lo modelan.” En la “Era del Vacío” o del “Otro que no existe” (según la denominación de los psicoanalistas Miller y Laurent) (*2) no se avizoran para muchos, certidumbres sobre los cambios profundos que se están produciendo. A manera de ejemplo y en relación a la temática de la clonación, Jean Baudrillard en diálogo con Enrique Valiente Noailles, decía: … “Pero el verdadero problema es que ese mundo artificial ya es nuestro. No se necesitan clones genéticos; nosotros ya nos hemos convertido, hic et nunc, en clones. Ya hemos trocado la trascendencia por la ley del código y del ADN. La ley moral, la de Kant, la que está escrita en el cielo estrellado y en el mundo interior, ahora está escrita en el código genético. Ya no hay un lugar ideal de la conciencia. Y si bien antes podíamos intercambiar simbólicamente este mundo *2- Jacques-Alain Miller y Eric Laurent, El Otro que no existe y sus comités de ética (Paidós, 2005, Bs. As.)

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con Dios, bajo el signo de una ley moral que nosotros habíamos inventado, hoy ya no podemos intercambiarlo con nada, salvo por este universo espectral que nos aguarda. El intercambio imposible del mundo se consuma con la libre circulación de la nada (el intercambio de lo mismo con lo mismo es una de las formas del intercambio de la nada). Hasta en el ámbito económico, que es el campo por excelencia de los intercambios y del valor, están advirtiendo, con la especulación generalizada, que lo que circula es la nada). Es por eso, precisamente, que las cosas van cada vez más rápido, desligadas de toda ley moral o ley de valor. Evidentemente, hay una extraordinaria fragilidad que aflora en la crisis perpetua de lo económico y lo político. Lo que no se quiere ver es que estamos en presencia de algo que va mucho más allá de una crisis de funcionamiento o una crisis de la representación. Es una crisis definitiva de la trascendencia. Como decíamos antes, hemos pasado de la trascendencia hacia arriba a la trascendencia hacia abajo, cuyo estadio último es el intercambio de la nada. Pero hay una complicidad en este intercambio de la nada, una complicidad profunda que tiene su futuro asegurado, puesto que se trata de una complicidad de criminales (como se sabe es la más sólida), la de los cómplices en el crimen perfecto. Ya no quedará nadie para decir que el rey va desnudo, nadie para revelar que todo este intercambio generalizado no se sustenta en nada y que, precisamente, sólo puede generalizarse sobre la base de la nada. Si esto fuera descubierto, sería el Apocalipsis en el sentido literal y nos encontraríamos frente a la nada como un hecho consumado…” (*3) Sin minimizar las potencialidades indiscutibles de Internet como recurso, pensemos en lo que dice Nicholas Carr en su libro “Superficiales” dedicado a preguntarse que está produciendo en nuestras mentes: “… Durante los últimos cinco siglos desde que la imprenta de Gutenberg hiciese de la lectura un afán popular, la mente lineal y literaria ha estado en el centro del arte, la ciencia y la sociedad. Tan dúctil como sutil, ha sido la mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Ilustración, la mente inventora de la Revolución Industrial, incluso la mente subversiva de la Modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer…” (*4) Deleuze marca el fin de la etapa de la sociedad disciplinaria que Foucault analizaba en instituciones en las que el individuo se veía forzado a entrar e impedido de salir (escuela, trabajo, etc.) Por el contrario en las sociedades actuales de control, ya no se fomenta la entrada, más bien se la obstaculiza, ya que esto es funcional al sistema. Se trata de que la formación sea on- line, el trabajo en el hogar, sin horarios, sin aparente vigilancia. La supuesta libertad del tiempo abierto resulta una forma de control mucho más intensa que el encierro. Como es muy arduo acceder a puestos privilegiados, atención médica de calidad, estudios y postgrados de jerarquía internacional, el individuo debe superar muchos obstáculos de los cuales el económico suele ser el fundamental. Por consiguiente, el hombre ya no está encerrado sino endeudado. Asimismo, una vez que los “privilegiados” logran “ingresar”, deben luchar para mantenerse y la competencia es muy dura. Aunque no se les obligue a usar su tiempo libre para perfeccionarse, para estar a disposición de la empresa fuera de horario laboral, saben que si no lo hacen, otro les sacará el lugar. Por lo tanto millones de personas viven aterrorizadas de perder un empleo que odian… *3- Jean Baudrillard, Enrique Valiente Noailles, Los exiliados del diálogo (Sudamericana, 2000) *4- Nicholas Carr, Superficiales ( Taurus, 2011)

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Claudio Magris refiriéndose a Alessandro Baricco a propósito de su libro “Los bárbaros” dirá: “…Los bárbaros lo son respecto a aquello que se considera la civilización (es decir, respecto a nosotros, que nos consideramos como tal), una civilización que se siente devastada en sus valores esenciales: la duración, la autenticidad, la profundidad, la continuidad, la búsqueda del sentido de la vida y del arte, la exigencia de absolutos, la verdad, la gran forma épica, la lógica habitual, toda jerarquía de importancia entre los fenómenos. En lugar de todo esto, triunfa lo superficial, lo efímero, el artificio, la espectacularidad, el éxito como única medida del valor, el hombre horizontal que busca la experiencia en un girar-girar continuamente mutable. Vivir se convierte en un surfing, una navegación veloz que salta de una cosa a otra como de una tecla a otra en la Internet; la experiencia es una trayectoria de sensaciones en la que la pulp fiction y Disneylandia valen tanto como Moby Dick y no dejan tiempo para leer Moby Dick. Nietzsche ha descrito con genialidad única el advenimiento de este hombre nuevo y de su sociedad nihilista, en la que todo es intercambiable con cualquier otra cosa, como el papel moneda…” (*5)

Detengámonos, en aquello de lo que si tenemos certeza. Sabemos que las realidades de los pueblos se hacen con mitologías, leyendas y poesías (además de organizaciones político-económicas y normas jurídicas). Cuando imaginamos la sociedad “feliz, armónica, ideal”, lo hacemos sobre la base “del amor.” Sin embargo el amor-pasión, lejos de constituir la base de comunidades cercanas a la perfección, es la más frágil arcilla para modelar organizaciones equilibradamente estables. Eros es un dios creador y destructor. Lo que llamamos civilización es a la vez represión y sublimación de su poder. Pensar las diferentes maneras en que se manifestaron los mitos del amor en Occidente (Eros griego, Ahav judío, Agápe cristiana) tal vez pueda acercarnos a una comprensión de lo que está ocurriendo, cuando uno de los fenómenos de la realidad contemporánea, es precisamente la pérdida de los códigos amorosos. Concepciones que marcaron siglos de historia, resumidas en personajes que hemos heredado y que han alimentado la vida sentimental de nuestro mundo (“Narciso, Don Juan, Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, la Virgen con su Hijo”, etc.). Si consideramos que el erotismo es una infinita recreación de metáforas el lenguaje del amor es... literatura. Y la literatura, matriz que genera otros productos con los que convivimos (cine, T.V., Internet, teatro, humor, divulgación científica, publicidad, etc.) es el lugar privilegiado para indagar las variaciones del concepto amoroso porque su materia prima, el lenguaje, es el organizador del psiquismo humano. El Amor, por tanto, custodiado antes por la teología, irrumpirá en la modernidad por medio de la literatura. Metáfora (la presencia de lo ausente) es lo que podemos escuchar en la rutina cotidiana acerca de las desventuras humanas: padecimientos por amor ausente, actual o pasado, real o imaginario.

*5- Claudio Magris, Alessandro Baricco, Corriere de la Sera (noviembre 2008)

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Ser psicoanalista -dice Julia Kristeva-(*6) es saber que todas las historias acaban hablando de amor. Y al hablar de amor solemos referirnos a una peculiaridad única del hombre, signado por la búsqueda de algo que nunca se termina de encontrar y que lo constituye: El Deseo (por definición insatisfacible). “La realidad es el sexo”. Aquí empezó Freud (poco comprendido por sus difusores masivos).Lo sexual, o bien se relaciona con la procreación, con el poder y con lo divino, o termina convertido en una caricatura (tal, la pornografía). Cuando decimos erotismo, pues, nos remitimos a un concepto muy amplio que tiene que ver con el placer, en el sentido más general del término, y que no se circunscribe a lo sexual en relación al cuerpo conceptualizado por la biología. Hablemos -entonces- de amor. Kristeva es tajante: estar vivo psíquicamente es estar enamorado, prisionero de la literatura o en análisis.(*7) Variaciones en torno a la relación con el lenguaje; “universo simbólico que hace de una criatura” un humano.” Las figuras que la Antigüedad nos legó, oscilando entre un extremo y otro, veladas o explícitas, con sus torturados ires y venires, ilustran los rasgos fundamentales que distinguen los amores occidentales: la transgresión y la idealización. Con Platón (*8), la primer exaltación del erotismo surge bajo la forma homosexual (amor al Bien, al discurso Verdadero, a los “Jóvenes”). Sócrates precisará que el objeto de amor, “es lo que no se posee, lo que no se es y aquello de lo que se carece”. Posteriormente con el mito de Narciso (*9) se desarrollará la idea del amor como “salvación”. Amor centrado en sí mismo pero impulsado hacía el Otro ideal. Lo importante es resaltar que el Mundo Helénico nos trasmitió lo esencial de nuestras ideas amorosas: la persona a la que amamos, es amada por su cuerpo y por su “alma” y al poseer un alma que es única, es un “ser libre y no un objeto.” Aunque hoy nos parezca obvio, ésta novedad hizo que los filósofos “descubrieran” el amor. A partir de la idea de libre albedrío cambia la idea de relación amorosa. Más tarde la influencia bíblica -con el judaísmo- impondrá el amor entre hombre y mujer, centrado en la familia, la reproducción y la palabra de Dios. El cristianismo consolidará frente al amor del Padre, el amor materno y la Imagen de la Virgen con su Hijo, se convertirá para Occidente, en el símbolo del tesoro más valioso que tiene el amor: servir de antídoto a la angustia de la muerte. Metáfora de las metáforas, “el Amor del Shir ha Shirim” inaugura un capítulo inédito en la experiencia espiritual occidental. Nunca antes se había concebido la relación con Dios, como la del amante con el Esposo. (*10) Lo singular de este amor es que se da en el contexto conyugal y destila la sensualidad más fuerte y a la vez consagra *6- Julia Kristeva, Historias de Amor (Siglo veintiuno, 1987, México) *7- Prisionero de la literatura, en tanto identificado con algunas de sus elaboraciones. En análisis (dado que Freud “inventó” una terapia basada en el amor. Amor transferencial que se desplegará en el contexto del proceso psicoanalítico) *8- Platón, El Banquete (385 A.C.) y Fedro (386 A.C.) *9- Ovidio (43 A. C.- 16 D.C.) Metamorfosis *10- Para el judaísmo la lectura “correcta” debe entenderse como el amor de Dios a su pueblo elegido. Los católicos lo leerán como el amor entre Cristo y la Iglesia, y los protestantes como el amor de Dios y el alma humana.

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a la pareja por “La Ley.” Legitima lo que parece imposible y hace del judaísmo la más erótica de las abstracciones: Todo un pueblo, el de la Ley, se sentirá como la Sulamita, elegida de Dios. El rabino Akiba dirá sobre el texto: “¡Dios nos guarde! Nunca nadie en Israel ha discutido el carácter sagrado del Cantar de los Cantares, pues el mundo entero no es digno del Día en que el Cantar de los Cantares fue dado a Israel. Si todas las escrituras son sagradas, el Cantar de los Cantares es más sagrado que las demás.” Alabanza al amor de la pareja, “el amor judío” se constituye en la superación del erotismo y la filosofía griega o mesopotámica. La Esposa Enamorada, (aunque sea una pastora) es la primera mujer Soberana ante su Amado. Asombrosa fusión entre acatamiento a la legalidad y la pasión más violenta. Aunque algunos autores señalan la Influencia India en el Cantar, lo que lo diferencia y lo hace original, es la aparición de sujetos autónomos y libres, “enamorados y hablantes”. La Sulamita, como encarnación del sujeto moderno, es también el paradigma de un nuevo status de la mujer en la historia. Vemos como la apoteosis del sentimiento religioso, desemboca en una regulación de la pasión erótica y artilugio metafórico, nunca antes puesto en funcionamiento. Inaugurando un capítulo en la historia de la subjetividad occidental, legitima lo imposible: “la pasión en la pareja heterosexual consagrada por la Ley.” Construye el basamento de donde luego, el cristianismo se nutrirá, reivindicando el amor del Padre, consolidando el Amor Materno y reinventando el Amor Narcisista (“amarás al prójimo como a ti mismo”) en una genial síntesis. Constatamos como las distintas configuraciones del amor acuñadas durante siglos, reelaboradas y teorizadas por religiones y sistemas de ideas no son más que recreaciones de complejos procesos psicológicos (individuales y colectivos). Las mismas están destinadas a reglar -entre otras cosas- la sexualidad humana, para hacer posible la convivencia. Así, el amor hacia ningún objeto exterior (o hacia uno ilusorio) se plasma en “Narciso.” El amor griego se inmortaliza hacia un objeto del mismo sexo. El amor judío se glorifica legalizado y heterosexual. El amor materno nos invadirá en la iconografía cristiana. El amor prohibido -que no se salva del odio- encontrará en Romeo y Julieta su inolvidable apología. Y los amores de Don Juan -que se desplaza laboriosamente de objeto en objeto- nos abrumarán y divertirán hasta hoy (al menos en la obra maestra de Mozart) Los amores místicos, corteses, libertinos y románticos no parecen continuarse en ninguna nueva figura que pueda encarnarse y presentar modelos identificatorios, para las generaciones sucesivas. ¿Encontrará el erotismo, en la actualidad, alguna voz para cantarse, elevarse, exaltarse y sostenerse en la inestabilidad de los espejos contemporáneos? Hace un tiempo, la ex “top model” Claudia Shiffer publicitaba una de esas cremas que prometen milagros, con su bello rostro “retocado” como el de casi todas las modelos sin arrugas que promocionan cosméticos para borrarlas. En la pantalla del televisor se 8


la veía decir alegremente: “para rellenar mis arrugas uso L´Oréal, para (re)llenar mi vida…” (aquí aparecía la imagen de un niño pequeño que corría hacia ella sonriente… ) Pareciera interesante la propuesta de una mujer madre e ícono de belleza. Un modelo femenino que parece “completarse” con la maternidad pero -que a diferencia del modelo mariano que reinó 2000 años en Occidente- es también una madre sin Padre y un SexSimbol… ¿Que se nos dice actualmente sobre el erotismo?, esta tendencia humana que, a diferencia del Amor, inventado en las cortes provenzales del siglo XIII, es universal e insoslayable. Liotard relaciona el acto de filosofar con la estructura propia del deseo (presenciaausencia). Badiou en su “Elogio del Amor” dice que el amor determina la filosofía. Es una de sus “condiciones” conjuntamente con la ciencia, la política y la metafísica. El objetivo del mismo sería la “elevación de una visión del mundo desde un plano solo privado, hacia una experiencia común basada en la diferencia” Zygmunt Bauman se explaya sobre “los amores líquidos” y señala que, el término “relación” parece haberse sustituido por el de “conexión”. Jean Luc Marion (*11) afirma que, hoy, la filosofía no dice nada sobre el amor y que es mejor ese silencio que hablar de él maltratándolo o traicionándolo. Dice que “… ya no disponemos de las palabras para decirlo, ni de los conceptos para pensarlo ni de las fuerzas para celebrarlo”… “Tras lo cual agrega:… que el recién llegado, es decir, todos aquellos que aman sin saber bien lo que quiere decir el amor, ni lo que éste les exige ni sobre todo, como sobrevivir a él – ustedes y yo primero-se cree condenado a los peores subterfugios: el sentimentalismo efectivamente desesperado de la prosa popular, la pornografía frustrada de la industria de los ídolos o la ideología informe de la plenitud individual, esa asfixia jactanciosa. Así la filosofía se calla y en ese silencio, el amor desaparece…” Eduardo Grüner le hará decir a los personajes de su trabajo de 1982 (“Entre el Deseo y el Miedo”): “… ¡Ajá! Y si es cierto, como afirma Klossowski, que el problema teológico por excelencia es el de la “identidad”, entonces, ¿el erotismo no sería el problema teológico por excelencia en nuestro siglo XX que ha buscado en él su identidad frente a la amenaza apocalíptica? ¿Y no vuelve a asociarse hoy el Goce al Horror? ¿No estaba todo ello ya prefigurado oscuramente en el pensamiento de la Edad Media? -A decir verdad, me parece un tanto traído de los pelos. Es cierto, sin embargo que nuestro siglo pugna por juntar (sin conseguirlo del todo) aquello que la Edad Media se empeñaba en mantener separado (sin conseguirlo en absoluto): el Erotismo y el Lenguaje. Y otra cosa más: son las dos épocas que de manera más aguda- y quizá por razones no tan diferentes- se han visto atormentadas, abismadas, por el mismo Gran Fantasma: el de la Mujer…” (*12)

*11- Jean -Luc Marion, El fenómeno erótico (Cuenco de Plata, 2008) *12- Revista El Porteño, (abril 1982- Bs. As.)

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Roland Barthes desde sus “Fragmentos…” de 1977 decía: “El discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso tal vez hablado por miles de personas (¿quién lo sabe?) pero al que nadie sostiene (…) separado no solamente del poder, sino también de sus mecanismos (ciencias, conocimientos, artes).” Recientemente el libro del psicoanalista Jean Allouch, “El amor Lacan” - de 2012incluye como epígrafe a su prólogo esta cita de Baudelaire: “Si comienzo por el amor/ Es que por más que lo nieguen, / El amor es para todos / Lo más grande de la vida”. Pareciera, que a pesar de la banalización del tema, la reformulación del mismo es una reivindicación sostenida por muchos pensadores serios, pese a una suerte de resistencia de otros, que han adoptado un nihilismo militante, para no ser –quizá- sospechados de cursilería… Podríamos concluir en que una sociedad, que ha extraviado las leyes que la gobernaban, ya no permite espacio para el amor y sin embargo… el tema invita a la consideración del punto, ya que con el debilitamiento de los mandatos sociales, religiosos y con la autonomía económica creciente de las mujeres (al menos en ciertos sectores) pareciera que la razón única por la cual algunas parejas siguen juntas es… por amor. Podemos afirmar que es éste, el espacio natural y privilegiado de las ilusiones y las pasiones que justifican (y permiten gozar) irracionalidades consideradas inadmisibles en otras ámbitos. Es la constatación suprema de la debilidad de la razón frente a la certeza de la muerte y, por consiguiente, de la desesperada búsqueda de sentido… Entraremos a la concepción psicoanalítica de Sujeto, en tanto se concibe a éste como ”sujeto del inconsciente”, “sujeto escindido” (atravesado por la pulsión de muerte), alienado desde el momento en que, se constituye como tal, y por ésta razón, “Deseante”. Siendo muy complejo plantear sintéticamente desarrollos teóricos que remiten a multiplicidad de autores, será aquí propuesto, que vale la pena el recorrido, para tratar de entender la violencia (especialmente aquella que no puede encuadrarse en ningún marco ideológico, ni reivindicación de una causa colectiva) sin caer en un mera reducción sociológica. Así pués, el concepto de “Pulsión”, fundante del corpus freudiano, que deslindará definitivamente lo humano del reino animal. En definición estricta: “Proceso dinámico consistente en un impulso (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin. Según Freud una pulsión tiene su origen en una excitación corporal (estado de tensión) Su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto la pulsión puede alcanzar su fin. Resumiendo: tenemos una tendencia que presiona; un fin que es la satisfacción; un objeto que es con que o con quien se obtiene la satisfacción y una fuente de la que surge esta tendencia. A diferencia de la versión biologicista que señala al instinto, el psicoanálisis desarrolla una versión intersubjetiva. En el instinto el objeto es fijo, predeterminado por la herencia genética de la especie. Freud basándose especialmente en el estudio de las perversiones y de las modalidades de la sexualidad infantil refuta la concepción popular que atribuye a la pulsión sexual un fin y un objeto específico y lo localiza en las excitaciones y el funcionamiento del aparato genital. A diferencia de lo instintivo que cumple un ciclo (un animal excitado por el hambre, come y se 10


calma, se excita cuando entra en celo, se aparea y se distiende, y así hasta que se repite el proceso) la pulsión nacerá apoyada en el cuerpo y se independizará de él. No se ajustará a ningún ciclo heredado (pensemos en los casos de inhibición del deseo en las depresiones, en las renuncias gozosas de los místicos, dónde el cuerpo es “canibalizado por el alma” y en las erotomanías) Las zonas erógenas nacen apoyadas y delimitadas en el cuerpo, luego cualquier parte del mismo y/o todo será susceptible de ser erogeneizado. Si supusiéramos que la pulsión es innata tendríamos que afirmar que ya vienen en los genes representaciones, imágenes simbólicas, pero esto no es así. La fuente de la pulsión es exógena. Surge gestada por un estímulo (por ejemplo una caricia de la madre instaura una sensación placentera y ésta se deseará repetir) De modo tal, que para concluir diremos que: “La pulsión cuando emerge del sujeto, emerge del Sujeto” Recordemos que el creador del psicoanálisis, habla de libido, como la carga energética emanada de la pulsión y que ejerce presión. En este sentido podemos considerarla en términos de magnitud cuantitativa. La libido busca objetos, los inviste (se fija a ellos), se desplaza y puede abandonarlos y “adherirse” a otros. Puede tomar como objeto al propio yo (libido narcisista) o a un objeto exterior (libido objetal) Se menciona la plasticidad de la libido, por su capacidad de movimiento. El recorrido libidinal irá cincelando en cada individuo las experiencias eróticas, de acuerdo a su historia personal y a como se resignifiquen a posteriori. De ésta manera las llamadas pulsiones parciales ligadas a distintas zonas corporales (oral, anal, fálica) se consideran autoeróticas y narcisistas. Posteriormente (sin eliminarse) se irán organizando hasta quedar subsumidas - bajo el imperio de la genitalidad (“o no,” según los avatares de cada individuo) Para Freud la sexualidad adulta implica la primacía de la genitalidad, ligada a un objeto heterosexual. El criterio de normalidad, como se desprende de lo así entendido, es “normativo”. Esto no debe entenderse en sentido moral, sino en relación al lugar en que el sujeto se posicione frente a la ley, como veremos. El complejo de Edipo, que es inconsciente, permite el tránsito de una criatura a sujeto humano, al arrojarlo a una estructura de vínculo triangular y posibilitar el ingreso al universo simbólico. La eficacia de la función paterna que lo permitirá, se explica porque el Padre percibido como rival porta la amenaza de castración para el niño. Es por esto que decimos que la sexualidad humana se significa en torno a la carencia de objeto, y a la noción de Falo (para el registro inconsciente no hay mujer-hombre, sino castrado-no castrado). Tal nominación no se refiere al órgano masculino, el pene, como órgano anatómico, sino a su función simbólica, como significante del deseo. El complejo de Edipo, se comprende dentro de esta dialéctica. El lugar que ocupa en ella cada uno de sus protagonistas (“ser o no ser el falo”, “tenerlo o no tenerlo”). Entendemos por sexualidad en un niño pequeño aquello vinculado a la demanda perentoria de amar (o poseer) y ser amado (o poseído) en forma absolutista por su primer objeto amoroso. El poder compartir a la madre será, en el mejor de los casos, un arduo aprendizaje en el camino de la socialización. En un sentido más amplio, se habla de sexualidad y/o erotismo en todo aquello que remite a experiencias placenteras. Este 11


concepto se complejiza más cuando se introducen nociones tales como masoquismo, ya que – por ejemplo – pareciera contradictorio” sentir placer, sintiendo displacer.” El psicoanálisis explorará, entonces, los intricados caminos del goce humano. La consecuencia del llamado complejo de Edipo, (de acuerdo al planteo freudiano) será la creación del superyó como instancia de la conciencia moral (retomaremos esto para anudarlo con el síntoma contemporáneo). Transcurriendo a la llamada “Fase del Espejo” - que el psicoanalista Jacques Lacan propondrá, continuando la obra freudiana- acerca de la constitución narcisista del yo, en el infante (entre los seis y los dieciocho meses, aproximadamente) constataremos el surgimiento del registro de lo Imaginario, caracterizado por el predominio de la relación con la imagen del semejante. El niño, todavía en un estado de impotencia e incoordinación motriz, anticipa- imaginariamente- la aprehensión y dominio de su unidad corporal. Esto se produce por identificación con la imagen del semejante como forma total. Se ilustra y se actualiza por la experiencia concreta, en que el niño percibe su propia imagen en un espejo. Lacan dirá que el júbilo que provoca toma la forma de un relieve de estatua que lo coagula. Alude a algo que queda “fijado” y provoca la ilusión de completud. La criatura humana -de este modo- se completa imaginariamente en una imagen, aún, prematuramente desarrollada. Se completa en la mirada del otro, que es su reflejo, anticipando su propia unidad. La mirada es el organizador de la pulsión, que luego se articulará con la palabra. Es fundamental entender que, “la identificación con el otro le permitirá constituirse como sujeto, como unidad, pero, concomitantemente, implicará una alienación, ya que el otro” será un reflejo de sí mismo. Esto producirá un “acorralamiento”, porque la imagen especular está marcada por la agresividad ya que impone un sometimiento: que el otro sea el que ocupe el lugar del espejo, pero… el otro, es el mismo yo. Narciso se enamora de un reflejo de sí mismo y esto lo lleva a la muerte. Para salir de éste encierro letal, habrá que apelar a otro registro, que se teoriza como Simbólico, y se vincula con la adquisición del lenguaje. Hasta aquí, someramente, lo que llamamos “Imaginario”. Dentro de esta perspectiva, un golpe al enemigo, es un golpe al propio yo. Lacan toma de Hegel estas ideas y reconoce que ésto presagia una época, al anticipar el incremento de la agresividad humana (que no necesariamente se concretará en violencia, pero está relacionada en la medida que involucra mayor dominio de lo imaginario en desmedro de lo simbólico) debido a la declinación de la función paterna. Explora con la noción de agresividad narcisística ciertas propiedades de la Cultura Occidental contrapuesta a ciertos “artilugios” culturales de Oriente. Un ejemplo clásico podría ser el del entrenamiento en las artes marciales: si un maestro llegara a percibir en el discípulo, el más mínimo estado de identificación narcisística con quien se enfrentare, si golpeare enojado, lo habrá de apartar inmediatamente y le dirá que debe seguir trabajando para mejorar. Un aprendizaje que -sin duda –involucra más que la trasmisión de técnicas físicas. Aquí se trata (como dentro del contexto de la clínica psicoanalítica) de provocar el desprendimiento de las identificaciones imaginarias. Nada de esto tiene que ver con lo Real. Se puede matar, por ejemplo, con odio, con pasión narcisística, (viendo al propio yo 12


en el otro), o, (como cuando se golpea un clavo con un martillo) sintiendo un obstáculo a superar. Si al clavar el clavo se insultare a la pared es porque la pared es el propio yo. Se puede clarificar esto, pensando en situaciones muy frecuentes que aluden a este tipo de desprendimientos: alguien que dice asombrado “no lo puedo creer, vi a esa persona que amé tanto y, ahora, me es completamente indiferente” O bien, la situación contraria: alguien que lleve años-o incluso la vida entera- reflexionando, quejándose, dándole vueltas y vueltas a la relación con alguien, siempre atrapado entre el amor y el odio, sin que nunca se eclipse la pasión. Esta valoración del narcisismo en su fase agresiva es particularmente evidente en el área anglosajona donde la palabra agresividad es sinónimo de emprendedor. En los avisos clasificados era habitual leer: “se busca gerente agresivo” (hoy sustituido por el mas políticamente correcto “proactivo”). Lacan, con obvias resonancias hegelianas, aludirá a un vínculo amo- esclavo. En lo Imaginario se produce sentido por semejanzas, por continuidad. Es el registro que corresponde al moi (el yo de la existencia en contraposición al je, de la esencia) Será el lugar de todas las identificaciones futuras y siempre engañoso, fachada. Podríamos imaginar al je como el hilván que sostiene todas las imágenes del moi, que pueden ir variando a lo largo de la vida y serán el yo del espejo. Cuando en una típica comedia cinematográfica un sujeto mira embelesado a una mujer, diciéndole “Te amo”, y ella, también mirándolo embelesada, responde “Yo también te amo”, se “completan”, imaginariamente. A partir de ésta concepción, “el sujeto es efecto del significante, en relación al objeto causa del deseo, del cual está definitivamente desligado” Un tercer elemento que se sumará a ésta díada es lo que llamaremos función paterna y que posibilitará una salida. El padre- agente de la castración- introduce una interdicción (Al hijo: no cometerás incesto. A la madre: no reintegrarás el producto de tu cuerpo). La prohibición paterna (en Freud teorizada como amenaza de castración) introduce una ruptura en la ilusión de completud madre-hijo. Podemos pensar, el advenimiento del deseo a partir de aquí. Lacan tomará de Hegel, la idea del deseo, como deseo del otro. El padre (o quien ocupe ese lugar) separando al hijo de la madre y permitiéndole acceder a la Ley, a la socialización, al lenguaje. El niño “renunciando” a su primer objeto amoroso, e identificándose con el padre, al que tomará como modelo (“si mi madre desea a otro que no soy yo, yo quiero ser como el otro”) Así podemos comprender como la prohibición dispara el deseo –ad infinitum- en las vicisitudes de un goce de la madre, que solo podrá ser simbólico. Freud describió lo que en la literatura psicoanalítica pasó a ser conocido como la experiencia del “For-da” (en alemán: “allá-aquí”). Describió el juego de un niño pequeño, que cuando la madre salía (situación que angustia y suele provocar llanto hasta que se puede lograr dominar) jugaba con un carretel de hilo, lanzándolo y recogiéndolo” mientras gritaba alegremente ¡For- da! ( es típico en los chiquitos el regocijo que expresan cuando juegan ocultando y desocultando algún objeto) Comprendiendo al juego como una manera de recrear y elaborar situaciones traumáticas (en éste caso el alejamiento de la madre) queda claro como la pérdida y la imaginaria recuperación del objeto, queda ligada a la incorporación del lenguaje. En algún momento los niños, que comienzan hablando en tercera persona 13


(nene no come, etc.) objetivan el yo, y pasan a la primera persona. Es importante recalcar, que el objeto se pierde y se “recupera” imaginariamente, por la posibilidad de nombrarlo (Siguiendo esta lógica podrá entenderse -luego- la idea lacaniana de plus de goce, obtenido previa pérdida de “algo”). En la actualidad, cuando casi todas las formas de poder simbólico parecen deslegitimarse, es interesante pensar en uno de los síntomas más crecientes en las nuevas generaciones, vinculado a la pérdida de la filiación. Porque, ¿qué es el nombre del Padre, más que la introducción en la cadena del linaje? Recordemos ahora, el hallazgo fundamental en la obra de Claude Levì-Strauss vinculado al tabú del incesto, para mostrar la relación en lo social como proyección de lo individual, en la constitución de la normativa, siempre girando alrededor del Deseo, de su prohibición, y –por lo tanto- de cómo aquello que se constituye en obstáculo, es también, condición de lo que posibilita la existencia humana. El conocimiento científico –como debiera ser sabido-no avanza por el descubrimiento continuo de más cosas, sino por el replanteo metódico de sus supuestos. A partir de este Maestro, la idea que se tenía del universal horror al incesto, cambia, y lo hace radicalmente. Si bien los investigadores no dejaban de constatar siempre, la reprobación de lo que Freud llamó “la aspiración inconsciente de toda la humanidad”, el punto de vista de éste filósofo (como gustaba llamarse a sí mismo) produce el “giro de tuerca” La interdicción del incesto- condición para el advenimiento de cualquier sociedad- puesta en práctica en todo tiempo y lugar, levantada en casos excepcionales como cuando los protagonistas no tienen rango de mortales comunes (ej. el Faraón o el Inca); o derogada provisionalmente en el caso de rituales iniciáticos (ej. el padre o un sucedáneo “desflorando” a la hija) asume muy diversas modalidades. Los antropólogos durante infinidad de tiempo coleccionaron datos, exponiendo costumbres de pueblos y tribus a cada cual más exótica, para la óptica del “blanco civilizado”, sin encontrar el porque de una prohibición que terminó revelándose de índole psicológica. El aporte de Strauss consistió en demostrar que la finalidad del tabú no es prohibir el incesto sino “ordenar el intercambio de mujeres” Dicho de otra manera: la exogamia funda la cultura. Al excluir el orden determinado por el instinto- la animalidad- el hombre deja de ser “natural” y entra en el universo simbólico.” El tabú del incesto” es la regla primaria que resume todas las demás normativas sociales: la base de todo intercambio (del lenguaje, la economía o el mito)“¿Para qué me habría de casar con mi hermana? argumentaba un Arapesh de Nueva Guinea; así no tendría cuñado. ¿Con quién cazaría? ¿A quién invitaría a pescar? Hablar de sociedades humanas equivale a hablar de conjuntos de lenguajes, de estructuras de valoraciones y de interacción conflictiva entre personas y/o grupos que pugnan por dominar. Así entendemos la infinidad de matices en culturas disímiles que, en el fondo, recrean las mismas peculiaridades de lo específicamente humano. Salimos de esta manera, de la cándida concepción, del “sujeto armonizado con la naturaleza, en un hábitat no contaminado por la cultura enajenante” Entonces comprendemos que la prohibición del incesto, es constitutiva del psiquismo individual, en tanto desencadena en el infante, el conflicto que terminará en darle una identidad. Nos referimos al entramado de estructuras reales, simbólicas e imaginarias que el 14


psicoanálisis dió en nominar “complejo de Edipo”. Vale recordar, que ésta denominación fue bien deliberada y cuidadosamente elegida por Freud- que se inspiró en la literatura griega- para marcar una ruptura con la concepción médica (que entendía los procesos psicológicos basándose en la creencia del instinto en los humanos). Todo lo cual, en relación a la violencia, nos lleva al “problema” de la adolescencia… Las psicologías, sociologías y demás especialidades de la conducta humana, insisten recurrentemente en la idea de “crisis en la adolescencia”, la contextualizan como una “etapa evolutiva” con características típicas. Suele confundirse la pubertad, que es una etapa biológica, con la adolescencia, que (además de ser un síntoma occidental bastante nuevo en la historia) es efecto de un discurso cultural. El adolescente “existe” en tanto el contexto cultural lo “crea” No hay relación más que de lenguaje entre la pubertad (biológica) y la sexualidad que parece irrumpir en este momento Desde el concepto de los “angelitos asexuados” del pasado, que al llegar a la pubertad se podían transformar en seres exacerbados por los “bajos instintos” (debiendo ser refrenados férreamente) hasta la versión actual de jovencitos,” prisioneros de” feromonas infatigables”, la historia ilustra sobre la inútil batalla contra las pulsiones. En tiempos pasados el niño de la tribu “salvaje” pasaba a la “adultez” cuando estaba apto, por ejemplo, para la caza. La niña cuando podía ser madre. Se hacía una ceremonia y – como en todas las religiones- se sancionaba el pasaje de niño a adulto, pasando así a ser miembro de una comunidad con derechos y obligaciones (mutilaciones, tatuajes, la Bar o Bat Mitzvá, la Comunión, el Cumpleaños de Quince, para dar ejemplos más cercanos) Lo novedoso hoy es –además de que antes era menos angustiante tener que “elegir” porque casi todo venía ya elegido (oficio, matrimonio, proyectos)– el que la “adolescencia actual” parece alargarse cada vez más y en algunos casos parece hacerse interminable. Pero, ¿a que “crisis” nos referimos en la etapa en que el sujeto “dirime” su deseo? y que no es, por cierto, “evolutiva” Freud posiciona la constitución sexual en dos tiempos, ubicando al segundo en la pubertad. Es en ésta instancia de corte, a partir de la cual “se resignifica la historia de los sujetos.” Se actualiza, después de la época de latencia, la amenaza de castración y la madre vuelve a caer como garantía de objeto. Ahora que el incesto es posible, se renueva la prohibición, que es condición del deseo. Aquí se “historiza” la sexualidad, aparece la posición subjetiva (la posición en un discurso del sujeto frente a su sexualidad) Freud decía que la constitución en dos tiempos de la sexualidad, tiene relación con el origen de las enfermedades “nerviosas” (como se las llamaba en su época) y que esto, parecía ser uno de los determinantes del privilegio humano de enfermar de neurosis. Decía, además, que los recuerdos de la infancia, solo posteriormente - casi siempre en la pubertad- quedan precisamente determinados, siendo sometidos a un proceso complejo de elaboración análogo al que genera las leyendas de los pueblos sobre su historia… actuando así como un verdadero historiador que mira el pasado a la luz del presente (*13) *13- Freud, tomo II de las obras completas (Biblioteca Nueva, Madrid 1974) Análisis de un caso de neurosis obsesiva.

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Lo sexual se ordena alrededor de “la carencia de objeto” (cobrando todo su sentido aquello de que “todos los paraísos son paraísos perdidos)”. La historia que da cuenta de esto, se constituye en dos tiempos retroactivamente. Hay una anticipación en el tiempo de la evolución del yo a la evolución de la libido. El yo se unifica antes de que las pulsiones parciales sean subsumidas por la genitalidad. Esta historia que se constituye para cada sujeto, es mito, y por lo tanto permite afirmar la escisión entre el cuerpo biológico y el cuerpo sexuado. Este momento de corte, ubicado en la pubertad, se desencadena porque la aparición de los llamados caracteres sexuales secundarios y el crecimiento aparecen en el campo de la imagen, “como fuera del cuadro,” poniendo en peligro la integridad del cuerpo y reactivando -como decíamos- la amenaza. A diferencia del mito, el rito inscribe una marca de “aquello que no se puede simbolizar.” El neurótico articulará el mito en la historia, mientras que el perverso no podrá lograrlo. El rito se repite porque hay algo que insiste, que no se puede inscribir: la diferencia de los sexos. Entramos, entonces, al ámbito del lenguaje, al reino de las pulsiones. La pulsión es el modo que asume la demanda del Otro, en tanto conjunto de significantes. Hay una relación imposible del sujeto con el objeto de deseo. La necesidad busca satisfacerse con un objeto específico en la medida que la demanda se formula y se encamina a otro. El Deseo surge al separarse la necesidad de la demanda. Es la búsqueda de lo que en la demanda no puede ser satisfecho. En el registro de lo imaginario si la pulsión alcanza un objeto, alcanza una imagen. Cuando la pulsión queda fijada al objeto aparece la psicosis. Se desintrinca la pulsión por una falla en la metáfora paterna, que es la que posibilita la sustitución entre dos significantes de los que queda un rasgo para la identificación. La metáfora paterna es el Falo en tanto la madre lo presenta como ausencia de ella (*14) Mencionamos esto –conscientes de la complejidad para lectores no especialistasporque remite directamente a la célebre (y aparentemente oscura) frase lacaniana: “no hay relación sexual”, a la conceptualización del goce, y a la del llamado “objeto a”, que Lacan -cuidadoso lector de Marx- tomará de la noción de plusvalía (*15) Esta idea, de algo así como un “nihilismo absoluto”,una pura negatividad, algo que podría no existir y –por ello- permite percibir su contingencia, daría sentido a toda la estructura. Guy Le Gaufey (*16) la compara con el cero en la aritmética, el punto de fuga en la perspectiva y la invención del papel moneda al comienzo del siglo XVIII (que sustituirá al oro). Siempre un elemento dentro de un sistema y a la vez, el organizador del mismo. Dichos conceptos intentan dar cuenta de lo ya señalado por Freud (en “Mas allá del principio del placer”) y aluden a algo de la sexualidad humana que no puede

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*14- Bazaga, Martínez y Olivares, Algunas consecuencias del circuito pulsional: La constitución del sujeto. Revista Actualidad Psicológica (Bs. As. Julio 1989) *15- La plusvalía implica una ganancia en la medida en que –previamente- hay una “pérdida”. Supone un “plus”, luego de una inversión, devenido de la apropiación del valor de uso del obrero. Seguir la lógica de esta secuencia permite entender como “la exclusión de algo” posibilita un goce. La potencia del goce sexual inconsciente en un niño, por ejemplo, se da por estar excluido del goce de la cópula. Así puede entenderse también la obra freudiana referida al chiste y su relación con el inconsciente. En términos lacanianos: el significante que opera la castración y la labor producida por ello; el discurso que hace renunciar al goce y que –a su vez- produce un plus del mismo. *16- Guy Le Gaufey, El objeto a de Lacan. (Cuenco de Plata, 2013)


pasar por la palabra (no se puede especularizar) y queda confinado al goce de lo que no puede ser dicho. Tal vez, la referencia al goce místico, ligado predominantemente a las mujeres, permita clarificar este asunto. Dicho “goce” interpretado como un “amor que une a Dios”, y que cobrará importancia a partir del siglo XIII, en nuestra era, será “tolerado” en una época donde el erotismo femenino no podía expresarse libremente. Lacan dirá del oscuro e inquietante éxtasis místico: “Es claro que el testimonio esencial de los místicos es justamente decir que ellos lo experimentan, pero nada saben de ello”. Y dicha ignorancia -según el testimonio de los que lo experimentan- es lo más preciado. San Juan de la Cruz escribe: “Ni siquiera el Demonio puede penetrar en esta morada misteriosa, ni saber en qué consiste esta iluminación divina.” El psicoanalista Gérard Pommier (*17) dice:..” El impulso místico es indecible porque se apoya sobre un Nombre que pretende escapar a las reglas del lenguaje. Todas las palabras se definen por otras palabras, salvo la de la divinidad, que se supone responde por el vacío de todas…”…“Así, el nombre de Dios es un puro significante no sólo por único –pretende no definirse sino en relación a sí mismo- sino también porque no remite a nada vivo, a nada animado, ni siquiera a nada que pueda imaginarse…” La proximidad de la mística y del goce femenino es resultado de la inaccesibilidad del “Padre”. Para acceder a la femineidad, una mujer abandonará su amor por la madre y amará a un padre. Sin embargo, porque este último significa la castración, es decir la prohibición del goce, amarlo plantea un dilema insuperable. El deseo sexual que le es dirigido lo anula en su función de padre, que es prohibir el deseo. Este nuevo amor puede ser deseado, pero ese deseo mismo lo destruye. El goce es asesinato del padre. En efecto, si el deseo es sexual, anula al significante de la paternidad. La unión sexual con el padre, o con el hombre que ocupa su lugar, le sustrae su función paterna de la prohibición. El padre en tanto tal permanece distante, se desvanece cuando uno se aproxima a él. Esta inaccesibilidad permite precisar la articulación del goce femenino y del impulso místico…” Y luego agrega, aludiendo a la Gaya Ciencia donde Nietzche pone en boca de un loco la enunciación de la muerte de Dios, que no es la de un ateo, sino la de un hombre que busca a Dios. Lo encuentra aún dándose cuenta de su muerte. Dice Pommier, “que el deseo que descubre el asesinato de Dios devela esa forma de nihilismo que trama en secreto el cristianismo: muerte de un padre dos veces ausente, una primera vez en la virginidad materna, una segunda en la tortura de su hijo. Es necesaria la palabra de un loco o de una histérica para revelar lo que los creyentes desconocen: no la existencia de Dios sino una novedad menos tranquilizadora aún: el lugar de un Dios ausente es aquel en el que se sostiene la causa eficiente del deseo. Y volviendo a los adolescentes: Una vez que la amenaza de castración se instaura, cada cual deberá tomar algún camino. Para decirlo -en términos de identificaciones- deberá erigirse en un sexo y tomar *17- Gérard Pommier, La excepción femenina, Ensayo sobre los impases del goce (Alianza Estudio- 1993)

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al otro como señuelo. El púber queda arrojado a la búsqueda de un objeto imposible y a la búsqueda de garantías. Freud hablaba de “überchzung” (el encanto de las idealizaciones románticas del objeto) moneda que dada vuelta, revela el deseo aterrorizante y establece el momento privilegiado para la entrada en la psicosis y/o cualquier tipo de ficciones tranquilizadoras (la militancia en alguna “causa”, las adicciones, etc.) La sexualidad -en palabras de Lacan- hace “agujero” en lo real y hay que “pagar” –de cualquier forma posible- para que se garantice un encuentro, un Ser. Es en esta etapa- especialmente- cuando suelen aparecer fantasías (o consumación) de suicidio. Esto debe entenderse como un encuentro con lo real. Atravesar el marco de la ventana, por ejemplo. Atravesar la escena. Los relatos de los adolescentes abundan en ideas tales como, ser vistos muertos por los padres, por los profesores, los compañeros. Lo que subyace es verse, mirarse a sí mismo, encontrar una mirada. Argumento espléndidamente recreado en la obra de teatro “Despertar de la primavera”, comentada por Freud en 1907 y -luego- retomada por Lacan (*18) En el diálogo final de la misma, el fantasma de Mauricio (uno de los jovencitos protagonistas, que se suicida) junto con el Enmascarado, (otro personaje), le propone a uno de sus amigos revelarle “todo lo interesante que el mundo encierra”. Lo que el suicida no tolera, no poder verse, no soportar la castración. La propuesta que se le hace a Melchor tiene que ver con un encuentro logrado: la muerte. El otro personaje promete ampliarle el horizonte, algo que solo logrará con las palabras. Un nombre del Padre, ocupando el vacío en el lugar materno, “nombrando.” Quizás dentro de la literatura universal, el ejemplo de Sherezade, sea el más bello y paradigmático, acerca de cómo las palabras pueden salvar de la muerte… Es pertinente recordar la reflexión freudiana: “allí donde era ello, yo debo advenir”. En tal sentido, dirá en respuesta a una carta de Einstein, refiriéndose a la desilusión que había traído la guerra: que todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra. No se refiere a reprimir las pulsiones ni a promover su desborde, sino a estimular la creatividad de los individuos, para acrecentar la posibilidad de sublimar. (*19) Podríamos detenernos, en el hoy desvaído concepto, de la llamada sociedad “democrática”. Tomémoslo como un cierto espacio simbólico, donde las personas puedan dar cuenta de sus conflictos con las otras personas. Pensémoslo, teniendo en cuenta la actualidad global, donde el poder consiste en los mecanismos de los que se vale un discurso para la exclusión de otros. A este respecto podemos mencionar, como paradoja, la reivindicación obsesiva (y a menudo hipócrita) de los denominados “derechos humanos” o de las minorías sociales (ya consagrados en los derechos universales) que pareciera tener como consecuencia, reforzar el descrédito de la representatividad de quienes debieran asumir el interés colectivo. Desde esta perspectiva podría considerarse *18- Frank Wedekind, Despertar de Primavera (Xanadú) *19- En sentido amplio, se entiende la sublimación de la pulsión como el desplazamiento hacia un nuevo fin (no sexual) que apunta hacia objetos socialmente valorados. Así, podemos entender la actividad intelectual, artística, deportiva, etc.

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la proliferación de “recordatorios de la memoria” sobre los que Régine Robin (*20) se plantea la posibilidad de entrar a un mundo sin memoria, en el cual la exagerada tendencia a presentarla en exceso, logre transformarla en otra “figura del olvido”. Una obsesión por conservarlo todo, que por saturación, invierta los signos y “ponga entre paréntesis el pasado cercano, sin pensarlo, criticarlo, ni decantarlo” Entendiendo que la mayoría de los museos y memoriales, en el marco de la globalización de la memoria provocan una cacofonía- desligada de una política- donde … “el ruido sobre el pasado, no es de ningún modo el conocimiento del pasado y no es de ningún modo la trasmisión del pasado, lo que Walter Benjamín llamaba la rememoración…” Silvia Ons escribe… “Freud plantea que la masa se funda en lazos homosexuales y toma como ejemplo de masas artificiales la iglesia y el ejército, lugares de exclusión de lo femenino. La guerra- como dice Jorge Yunis- se apoya siempre en certidumbres: la de la raza (es decir la sangre), la nacionalidad (es decir la madre tierra) y la religión (es decir la creencia, como certezas apoyadas en la exclusión de lo diferente) La guerra va dirigida a lo semejante en lo que tiene de diferente y a lo que de semejante -ignorado en el sujeto- tiene el diferente. Dice Freud: “El amor a la mujer rompe los lazos colectivos de la raza, la nacionalidad y la clase social, y lleva así una importante labor de civilización” Ruptura pues, de las razones que han motivado toda guerra. Tal amor representa la posibilidad de alojar lo diverso en lugar de segregarlo como hostil y como enemigo. Se podría decir que la mujer encarna no solo lo heterogéneo del otro, sino lo otro del sujeto que le es ajeno. Son los preceptos universalizantes, las prescripciones válidas para todos, lo monoteísta de la religión –según una feliz expresión acuñada por Nietzsche-, los que siempre rechazan lo diverso. Lo diverso que es el otro y lo diverso en uno mismo. Ser pacifista es poder atravesar las lógicas binarias que siempre dibujan la cartografía del amigo- enemigo. Lacan apeló a la topología con el afán de superar ese pensamiento dicotómico, vecino de la guerra y del conflicto… (*21) Josefina Ludmer (*22) comentaba en el año 2007 que…. “en los años 90 ingresamos en otra etapa histórica de las naciones, de los imperios y del capitalismo y por eso necesitamos categorías nuevas para pensar el presente. Ya no es posible o necesario, distinguir entre realidad histórica y ficción en la literatura. En muchos casos no se sabe si los personajes son reales o no, si la historia ocurrió o es inventada, si son ensayos, novelas, biografías, grabaciones, o diarios. No se puede afirmar que sean ficción o realidad: oscilan entre ambas o desdiferencian las categorías…” Propone el término “posautonomía” porque cada vez es menos posible y pertinente marcar fronteras y tensiones entre lo cultural, lo político y lo económico. Hoy muchas escrituras tienen el formato libro y el nombre de un autor pero no se los puede leer con criterios literarios (autor, obra, estilo, texto, sentido) porque todo queda sin densidad, sin metáfora. No son una reflexión sobre la realidad, ni su “afuera”. Son y no son literatura, son ficción y realidad, son “realidificación”. El futuro parece haber desaparecido, solo hay pasados conviviendo con el presente y el futuro sería un presente extendido. Ludmer *20- Régine Robin (originariamente llamada Rivka Ajzersztejn), La memoria saturada (Waldhuter Editores 2013) *21- Silvia Ons, Violencia/s (Paidós, 2009) *22- Josefina Ludmer, Revista Ñ 218 (1/12/07, Bs. As.)

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plantea que se cancela el futuro y – por medio de la tecnología- el presente se densifica y absorbe los pasados (propone como ejemplo “Juego de los mundos” de César Aira, o “El árbol” de Saussure, o “Una utopía” de Héctor Libertella). Y continúa, Vivimos en una utopía realizada: la del liberalismo de circulación mundial de la mercancía. Se podría afirmar que “el futuro cae cuando las utopías se realizan” por eso se piensa en presente. Es indispensable analizar cómo funciona ésta máquina de producir presente. En esta maquinaria los que trabajan en toda la red que fabrica presente son explotados. Nos parece que ilustra bien el momento histórico actual, en el que podemos constatar como las nuevas formas de segregación a escala planetaria, implementan dispositivos que crean subjetividad para minimizar la violencia destituyente de lo humano, reduciendo a los individuos a lo meramente biológico. Pasamos a habitar un mundo donde los objetos organizados por las creencias o por la razón se pierden en la hiperealidad de los objetos que nos sofocan. Baudrillard insiste en que el precepto que conforma el “sistema mundo” de los últimos siglos “exige” que todo se vuelva real, transparente y visible. Entonces pareciera que la sociedad ha entrado en la lucidez total. Como lo “visible” –según la presunción colectiva sobre la esencia del mundo- es una construcción ficcional, todo lo aparentemente verdadero, no es más que un simulacro. Esto da lugar a la posibilidad de entender su afirmación acerca de la imposibilidad de alcanzar la verdad en este mundo. Afirma, también, que el principio de representación se ha eclipsado porque la base de todo universo simbólico es la distancia que existe entre lo real y lo representado. Cuando la distancia desaparece porque el signo remite a sí mismo en vez de hacerlo a otro signo o hacia algún objeto exterior, no hay posibilidad de representación. Usa, así, el ejemplo del sistema financiero, pero esto se evidencia en otros múltiples aspectos de la vida (en la publicidad las imágenes son más “reales” de lo que son debido a las posibilidades tecnológicas. La interactividad en los nuevos medios simula un espacio común inexistente). De éste modo el mundo deviene tan real, “hiperreal”, programado operativo que” ya no es necesario que sea verdadero” (*23) Así como el amor inventó al sujeto moderno, la actualidad lo disuelve, lo indiscrimina, lo desdibuja. El arte contemporáneo es un espacio privilegiado para recorrer ejemplos. Hay quienes sostienen que es lo único que persiste por ser una creación mental que produce sentidos inestables cuestionando que haya un único sentido de las cosas. Podríamos afirmar –remitiéndonos a Kant- que el ojo al darle un orden al mundo, lo crea. Así los límites entre lo real y lo virtual parecieran desdibujarse, la música es remixada, la vestimenta deviene rétro pero vacía de contenido, la pintura cede el protagonismo a las instalaciones y montajes en el espacio público, que ya no se diferencia del privado. Las perfomances apelan cada vez más a la puesta en escena del cuerpo que cada vez más “intervenido” (por ejemplo con piercings, tatuajes, cortes, quemaduras, inserciones) pareciera erigirse en último bastión para inscribir una marca –como los ritos perdidos- donde el símbolo no parece hacerse carne, porque no se integra en ninguna historia en un mundo donde todo se vuelve velozmente descartable. Desde esta situación que deshumaniza lo humano, podemos entender la invisibilidad de la *23- Jean Baudrillard, El pacto de lucidez o la inteligencia del mal (Amorrortu, 2008)

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vejez y de la muerte como intento de escamotear la realidad finita de la vida. A éste respecto y – sin entrar en justificadas polémicas sobre su valor- recordamos el título de la, tal vez, más emblemática obra de Damien Hirst: “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo”. Ese tiburón muerto conservado en formol y vendido en 10 millones de dólares en 2004 (que luego se pudrió y debió ser reemplazado por otro) podría considerarse un síntoma paradigmático de los tiempos... Lacan (anticipándose como sus maestros) dijo: “La plusvalía es la causa del deseo de la cual una economía hace su principio: el de la producción extensiva, por consiguiente insaciable, de la falta de gozar. Por una parte se acumula para acrecentar los medios de esta producción a título de capital. Por otra, extiende el consumo sin el cual ésta producción sería vana, justamente por su inepcia a procurar un goce con que ella pueda retardarse.” (*24) De lo cual: donde rige la perentoriedad consumista actual, la ilusión cristaliza en: “tener al objeto, es tener al ser, por lo tanto si no se tiene hay que arrebatarlo a cualquier costo.” Piénsese en las nuevas formas de la delincuencia en niños y adolescentes, verificables cotidianamente en el medio local (y mundial). La mayor parte de arrebatos, hurtos y rapiñas perpetrados por jóvenes hoy, no se justifica con el argumento de satisfacer necesidades básicas de subsistencia física. Por otra parte, la pobreza material (casi norma en las generaciones inmigrantes que conformaron los países del Río de la Plata) nunca produjo situaciones de violencia como las actuales. A modo de ejemplo, dos conclusiones de una investigación realizada por la cátedra libre de psicología jurídica de la UDELAR en el año 2006. Una se refiere a la imposibilidad de los adolescentes de lograr asociar la idea de la ley a la idea de justicia. La otra se relaciona con la percepción de los otros (los no allegados) como enemigos (*25). Es posible que si se debatiesen seriamente estas cuestiones, para implementar estrategias tendientes a cambiar algo, salieran a la luz, datos más chocantes. Suele repetirse que “nunca hubo -como ahora- tantos padres que no saben qué hacer con sus hijos” Se plantea un problema para especialistas. Y los especialistas concluyen en que “educar hoy -entre otras cosas- es educar para soportar la incertidumbre”. Ahora bien, ¿cómo se concilia esto, con generaciones que parecen haber perdido toda capacidad de tolerancia a la frustración? ¿O cómo se los integra aunque más no sea, a la maquinaria del sistema de explotación? Toni Negri dice: “…lo que produce valor ahora es la producción común de las subjetividades. Cuando decimos que la producción se ha vuelto “común”, no pretendemos negar que aún existen fábricas, cuerpos masacrados y cadenas de trabajo. Afirmamos solamente que el principio mismo de la producción, su centro de gravedad se ha desplazado; que crear valor hoy en día es conectar en red las subjetividades y captar, desviar, apropiarse de lo que ellas hacen con ese común que inauguran. Hoy el capitalismo necesita subjetividades, depende de ellas. Se encuentra pues encadenado a lo que, paradójicamente, lo socava, porque la libertad intransitiva de los hombres es hacer valer el potencial de invención subjetiva, su multiplicidad singular, su capacidad para producir, a partir de las diferencias, lo común. De la carne de cañón de la producción *24- J. Lacan, Radiofonía y televisión (Anagrama, 1977) *25- Seminario sobre Menores Infractores. Centro Cultural de España (Montevideo, 2008)

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que eran, los cuerpos y las mentes se transformaron en la cruz del capitalismo. Sin lo común, el capitalismo no puede existir. Con lo común, las posibilidades de conflicto, resistencia y reapropiación se acrecentaron infinitamente. Llamativa paradoja de una época que finalmente logró desembarazarse de la fascinación de la modernidad…” (*26) Y a propósito de violencias, y entrando en el vastísimo espectro de las consecuencias de las nuevas tecnologías, Michela Marzano (*27) refiriéndose a lo que llama “nueva barbarie” (la proliferación de videos en Internet, donde torturas, ejecuciones y homicidios reales, son difundidos con gran éxito de audiencia) dice: “Los espectadores no distinguen más entre ficción y realidad y terminan por considerar que todo es ficción. No se dan cuenta cuando el sufrimiento filmado y mostrado es verdadero, aunque haya una persona que en verdad es torturada hasta morir”. Luego agrega, (citando a Freud en “Tres ensayos sobre la teoría sexual:) “…él habla de tres diques de contención psíquicos: el pudor, la repugnancia y la compasión. Para poder hacer que la civilización combata la barbarie se deben poder estructurar estos tres diques. Pero la sensación es que poco a poco se están destruyendo, no hay más necesidad de pudor, de disgusto y sobre todo de compasión. La compasión parece un buen sentimiento del que ya no hay que hablar más…” Aquí es pertinente preguntarse si la facilidad para consumar fantasmas de todo tipo - por ejemplo- mediante Internet, ¿no induce a consumarlos? Silvia Ons, (*28) estudiando acepciones de la palabra griega “aidós”, la vincula a “pudor y vergüenza.” Dos ausencias cada vez más notorias y que se asocian con la desaparición de la mirada de Dios. Comentando la proliferación de crímenes mediatizados por Internet (entre los cuales se incluye a un caníbal en Rotenburgo que solicitó y obtuvo varios candidatos para ser comidos, decidiéndose por un ingeniero de Berlín con el que antes de pasar a devorarlo, compartió el plato de sus partes castradas) postula que muchos sujetos se identifican entre sí, no ya por tener un ideal en común, sino ciertas inclinaciones que se fortalecen al ser confesadas y colectivizadas. “Los sujetos (agrega) ya no están representados por significantes rectores que los nominan en el espacio público, y que clásicamente señalaban su lugar en lo social, sino por “maneras de gozar” que, inusitadamente, se confiesan. Ahora son “los caníbales”, “los sádicos”, “los masoquistas”, “los fetichistas”, “los bisexuales”, “las bulímicas”, “las anoréxicas”, “los drogadictos”, “los homosexuales”, etc. El material que circula por Internet, proporcionaría reflexiones que ameritarían bibliotecas enteras. Solo agregaremos que esta autora sostiene que la supresión del rostro, y con esto la falta de la mirada, testimonian la no presencia del Otro. Citando a Sartre dirá: “una mirada que lejos de perturbar incite al goce sería aquella que ha perdido su dimensión de alteridad” Lo público devaluado abre paso a la exhibición “descarada “–valga aquí nuevamente la remisión a la cara y a la mirada- al “rostro de piedra”, “al caradura”, al que “no tiene cara”. Si pensamos en el descrédito de la política podemos encontrar alguna resonancia… Los discursos disociados de lo real, las palabras correlativas al poder devaluado se corresponden a la separación de la ética. La política

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*26- Extractado de un trabajo de Toni Negri y Judith Revel, publicado en revista Ñ (28/6/2008, Bs. As.) *27-Michela Marzano, La muerte como espectáculo (Tusquet, 2008) *28- Silvia Ons, Ibid.


como un mero ejercicio administrativo, donde la burocracia y la propaganda parecen ser su principal actividad. En una conferencia sobre la Gobernabilidad y la Metrópolis, Giorgio Agamben (*29) siguiendo ideas de Foucault, refiriéndose a los dispositivos de los cuales es resultado el sujeto, en interacción con lo humano, dijo: que “los dispositivos actuales son cada vez más desubjetivantes, de modo que es difícil identificar los procesos de subjetivación que ellos crean…” Pero la metrópolis es también un espacio en el que un tremendo proceso de creación de subjetividad tiene lugar. Sobre esto no sabemos mucho. Cuando digo que necesitamos conocer estos procesos, no solo me refiero al análisis, muy importante por cierto, sobre la naturaleza sociológica o económica o social de estos procesos de subjetivación; me refiero al nivel ontológico, a la cuestión spinoziana de la capacidad para actuar de los sujetos; es decir, lo que en el proceso a través del cual el sujeto de alguna forma queda atado a una identidad subjetiva, lleva a un cambio, un aumento o disminución de su capacidad para actuar. Carecemos de este conocimiento y quizás esto haga que los conflictos metropolitanos de los que hoy somos testigos sean más bien opacos…” Los psicoanalistas, hace mucho tiempo, que vienen señalando cambios cruciales en el síntoma social predominante. En 1929 Freud (en el Malestar en la cultura) -refiriéndose a la condición civil de los EE.UU.- dijo: “…nos amenaza el peligro de un estado que podríamos denominar miseria psicológica de la masa. Ese peligro amenaza sobre todo donde la ligazón social se establece principalmente por identificación recíproca entre los participantes, a la par que individualidades conductoras no alcanzan la significación que les correspondería en la formación de masa…” Dicho en términos lacanianos estaría atribuyendo este cambio a una transformación en la función paterna. Lacan relacionó la universalización del discurso de la ciencia y un destino humano sacrificial universalizado. Se refirió a la Universidad como el maestro moderno (como el discurso Amo). Se podría pensar, pues, la declinación de la función paterna en la cual el saber sustituiría el lugar del significante uno. Una mutación en la cual la metáfora paterna fuese sustituida por una versión del padre. “Una père-versión.” Una perversión, en tanto, el goce en esta estructuración del psiquismo, se instaura a partir de una aparente supresión de las consecuencias del superyó. (El goce perverso se produce por la transgresión de la ley). Graciela Brodsky (*30) entiende que la declinación paterna se puede relacionar-en un primer momento de la enseñanza lacaniana, con el desfallecimiento de la autoridad; y posteriormente, equiparándola con la degradación del amor. Silvia Ons agrega: “…La declinación del Nombre del padre sería, en este caso, no merecer ni amor ni respeto por no consentir a una mujer en tanto ella está fuera del goce fálico. El Padre, entonces, instaura un universo masculino que no se cierra en sí mismo, ya que la existencia de la excepción, que niega la esencia fálica, abre en ese universo la apertura hacia una mujer. Tanto Freud como Lacan pensaron la posición masculina en términos de una cesión; por ello en el saber popular “caballero” es quien cede un lugar a una mujer. ..” Y luego agrega: “…La declinación paterna puede entonces pensarse como desaparición de *29- Giorgio Agamben, Tomado de http://www.generation-online.org *30- Silvia Ons, Ibid. (cita de Graciela Brodsky)

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la excepción, en un mundo en el que se suprimen las diferencias y se borran las singularidades. ¿Cuál es su consecuencia en el plano de la masculinidad? Si no hay universo masculino sin un padre que, al constituirse como excepción, lo afirme al negarlo como conjunto cerrado, ¿es posible pensar una virilidad sin padre?” Ella adoptaría distintas formas en las que leeríamos las consecuencias de la ausencia de “al menos uno que dice que no”. Podríamos localizar sus efecto en esa “virilidad” de la que habla Kojève la del cuerpo que se muestra cual oropel en el exhibicionismo “macho”, el hombre que no porta emblemas de un ideal que lo trasciende sino que gusta ofrecerse como objeto en la pasarela de las vanidades musculosas, o que quiere mostrar su poder en el ejercicio de la violencia. Notemos aquí la ineficacia de un padre para negar la esencia fálica, así la ostentación de dicha esencia termina siendo- como lo afirma Lacan- femenina…” En este recorrido que empieza en el amor, pretende entender su degradación, y preguntarse sobre su conexión con la violencia, cabe añadir, que “muerto Dios”, los placeres están más prohibidos que nunca y el mandato perentorio de gozarlos, se constituye en asesino de los mismos. Que así como “antes el hombre sentía culpa por gozar, hoy la siente por no hacerlo.” Dentro de esta lógica que “obliga a infligirse placer, desaparece lo erótico, la seducción, el misterio y “lo femenino” El amor se convierte en genitalidad y ésta deviene mero placer. Debemos recordar que Lacan afirmó que la realidad psíquica es religiosa. Para entender esto, mencionaremos el tema de la angustia (hoy al parecer, omnipresente y –fallidamente- abortada por la estrategia del antidepresivo químico y el despliegue de ofertas terapéuticas conductuales y mágicas) El concepto de la angustia es tributario de los filósofos existencialistas, pero Nietzsche se adelantará al negar esencias a priori que pudieren dar cuenta del bien. “Si Dios ha muerto,” el hombre es arrojado, desamparado, abandonado, librado a sí mismo. Lacan privilegiará a Kierkegaard, que concibe la angustia como el vértigo de la libertad (como posibilidad ante la posibilidad). La angustia expresa que el sujeto no es un Uno unificado. Heidegger al hablar de la nada, como aquello ante lo que aparece la angustia, dirá que la nada no es un mero vacío. Esto emparenta con la angustia “freudiana” ante la ausencia de objeto y con el postulado del objeto “a” en Lacan. Se alude a la angustia en tanto “algo” que es constitutivo del ser. Kierkegaard piensa la angustia vinculada a la sexualidad. Sara Vasallo (*31) lo retoma analizando el mito adánico en el que se centra, analizando el tema del pecado en San Agustín. El concepto de pecado es fundamental porque como se deduce de San Pablo (Epístola a los Romanos): La Ley crea el pecado al prohibir el deseo. El filósofo danés plantea que en el Paraíso no hay nada que transgredir, no hay palabra que organice el mundo. Todas las manzanas (o más bien dátiles) son iguales e indiferentes. Dice: Adán y Eva se angustiaban de “nada”. Con el advenimiento de la palabra y la prohibición, se abre el campo de la libertad y aparece la angustia ante “algo”. Freud también discriminó dos tipos de angustia (ante la pérdida del objeto y ante algo) La teorización lacaniana dará cuenta del problema de la angustia, concluyendo en algo análogo y planteando que la angustia de castración es 24

*31- Sara Vasallo, Jornadas de “Psicoanálisis y Filosofía” organizadas por el Grupo Zêtêsis , mentado por el Prof. Dr. Milton Mazza Bruno (Montevideo, setiembre, 2011


secundaria, porque la angustia no es ante la falta, sino “ante la falta de la falta”. Así tenemos que en el planteo freudiano, se relaciona la angustia masculina con la amenaza de castración y en la mujer con el temor a la pérdida del amor (o la pérdida de amor de parte del objeto). Lacan agregará que la angustia sobreviene ante la sospecha de “quedar reducidos a nuestro cuerpo” Falta la falta, ante la inminencia de lo real… Y finalizaremos volviendo a la posibilidad del amor con Carlos Bruck : “…En tal dirección puede afirmarse que la enunciación pornográfica desnudará- valga el juego de palabras- una pretensión que otros discursos pretenden encubrir pudorosamente. En su escritura intentará decirlo todo sobre el cuerpo, planteándose quitarle cualquier velo que lo recubra- aún el más transparente- hasta ubicarlo como un objeto rotundo e inequívoco que aparecería sin ningún resto. Se produce entonces con esta pretensión, una operación de despojamiento que no dejará lugar para que se inscriba la otra escritura de la pulsión. Aquella que recubriendo ese cuerpo, lo haría a la vez que fugazmente posible, también incesante lugar de la insatisfacción. Ya no habrá espacio de palabras (y no me refiero solamente a las del amor cortesano tan mordientes y furiosas en su pretendida pureza), sino que se intentará expulsar lo que toda investidura grafica en el cuerpo en tanto que cuerpo del deseo…” Luego dirá “… En las Mil y Una Noches, ese texto que ha sobrevivido a tantas intenciones y transcripciones se plantea un relato que podemos confrontar con toda su vitalidad con el discurso que auspicia la pornografía. Es aquel tan conocido en que la princesa Sherezade le cuenta al Sultán una cadena de relatos enhebrados unos a otros y que se alternan con la danza de los siete velos. Estas dos operaciones confluyen para una resolución feliz: a diferencia de quienes la precedieron, ejecutadas al terminar la noche, la doncella seguirá viva junto al monarca. Seguramente que esto es el resultado de un opacamiento- y también entonces de una poética- en la que ha quedado sujeto el Sultán. Él sabe (aunque lo desconozca) que la princesa para aplazar un desenlace, coloca velos que nunca termina de quitar y relata historias que nunca termina de contar. Intuye entonces (aunque no lo sepa) que el recurso frente a la muerte, será interponer a Eros como complicación y embrollo. Y en definitiva, será por eso y por ninguna otra cosa que pacta con Sherezade, ya que como mortal también necesita de esta coartada, de algún velamiento que permita la imprecisión. Aquello que circula del deseo, del signo a la palabra y de la exhibición mortífera a la posibilidad de una investidura erótica…” (*32)

*32- Carlos Bruck, El Ruiseñor Mecánico, Revista PSICHE número 29 (3/1989, Bs.As.)

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CULTURA DE LA VIOLENCIA. Daniel Vidart

La directiva del Grupo Cultural “La Tertulia” saluda al ilustre antropólogo Daniel Vidart que fuera declarado Doctor Honoris Causa por el Consejo Directivo Central de la Universidad de la República. 26


I – Los tambores de la guerra “Que Dios nos libre de la inercia de los pueblos europeos y nos haga el regalo de una buena guerra, nueva y alegre, que atraviese Europa con furia, pase a la población por la criba y nos libre de la canalla escrofulosa que colma el espacio y lo hace demasiado estrecho para los otros, a fin de que pueda vivirse una vida conveniente en la atmósfera metafísica que nos rodea…Experimentamos la mas amarga necesidad de tener una buena y alegre guerra para proteger la cultura”. Heinrich Leo, jurista alemán. Filosofía del Derecho, 1835. El Eje del Mal Quiero dar inicio a estas reflexiones acerca de la guerra recordando una expresión del ex presidente de los EE.UU. George.W.Bush cuando, al dar cuenta sobre El Estado de la Unión, se refirió en su discurso del 29 de enero del año 2002 al “Eje del Mal”. Dicho eje -que subrepticiamente evocaba al Eje nazi fascista de la Segunda Guerra Mundialestaba constituido, como se recordará, por Irak, Irán y Corea del Norte, países a los que más tarde se les sumaron Siria, Libia y Cuba. Esta alusión al mal, en tanto que enemigo del bien, según lo postula un viejo dualismo religioso y filosófico, que hoy subsiste en las concepciones del mundo, las visiones de la vida y las motivaciones y efectos de las conductas humanas, resonaba como un eco de aquel Imperio del Mal así llamado, algunos años atrás, por el presidente Ronald Reagan, refiriéndose a la Unión Soviética. Y bien, todo “discurso sobre la guerra” –sin que procure remedar o glosar el de Max Glucksmann– (1) se articula a partir de una mirada que abarque a la vez el ejercicio de la violencia y los trabajos del mal. Vamos a referirnos por separado a estos hermanos siameses. Acerca del Mal La presencia del mal en el mundo ha sido, es, y será un obstáculo para el desarrollo y la prevalencia de las fuerzas del bien. Reducimos este enfrentamiento a su expresión absolutamente maniquea, a su perogrullesco enunciado. Dicha alusión a lo bueno y a lo malo como contendientes de una puja milenaria, tantas veces repetida en el trascurrir de la vida cotidiana, en los discursos de los gobernantes, en los manuales de filosofía moral, en la letra de los mitos y en los credos de las religiones, no tiene más valor que el de una frase hecha. Es un comodín verboideológico que nada explica. Pero tiene una tremenda carga emotiva y simbólica: se trata de la pugna entre Dios y Satán, entre la luz y la sombra, entre la verdad y la mentira, entre la tierra cultivada y el desierto. En consecuencia, para que prevalezca el bien hay que borrar el mal de la faz de la tierra. Pero el mal no es una abstracción: se encarna en las acciones de los hombres que se agrupan en pueblos, en naciones, en Estados. Y puede ser también provocado por el azar, por las fuerzas 27


ciegas de la Naturaleza o por las acciones no intencionales de nuestros semejantes. Según las calificaciones etnocéntricas de Reagan y Bush, los que encarnaban los desvalores del mal, eran los Otros, es decir, quienes amenazaban las vidas y haciendas de los habitantes de los EE.UU y países amigos, representantes de los excelsos valores del Bien. Los ciudadanos de New York, que acababan de padecer el terrible atentado de las Torres Gemelas el 11 de setiembre del año 2001, hecho que conmovió a la humanidad entera y humilló a la potencia cuya capacidad destructiva estaba avalada por un armamento sin parangón en el mundo, sufrieron en carne propia el avasallamiento de la violencia y la destrucción genocida desencadenadas por el aludido Eje del Mal. Esa catástrofe no fue provocada por una acción de guerra de una potencia extranjera sino por un feroz atentado terrorista que apuntaba a los símbolos de la economía, la defensa y el gobierno de los EE.UU. El golpe planeado por Ben Laden, hijo tecnológico y, por momentos, ideológico de la CIA, y entrenado por esta agencia en el conflicto soviético-afgano, solo pudo destruir dos rascacielos, emblemas representativos de los business de un imperio industrial-comercial planetario, y quizá –nunca se mostraron los restos de la aeronave secuestrada- un ala del Pentágono, santuario del poder militar, mientras que el avión que explotaría sobre la Casa Blanca fue abatido o cayó antes de alcanzar su objetivo. Y vamos ya a una caracterización del mal. Según Leibniz este “puede ser metafísico, físico o moral. El mal metafísico consiste en la simple imperfección, el mal físico en el padecimiento y el mal moral en el pecado” (2). Lo expresado por el filósofo significa que el mal moral es el que el hombre practica mediante una acción o una omisión contra un semejante, que el mal físico es el que sufre todo ser viviente y la Naturaleza misma como entidad cósmica, y que el mal metafísico es aquel que niega al Ser, que lo recorta, que lo contradice. En definitiva, y considerándolo desde los puntos de vista ontológico y teológico, el Mal es el No Ser. Los males, como antes dije, no provienen solamente del hemisferio humano. Un tsunami, un terremoto, un huracán, una inundación, ejemplifican los males que provienen de los elementos constitutivos de la geosfera. Por su lado, una enfermedad orgánica o mental y epidemias como la peste bubónica, el cólera, la malaria o la influenza, entre muchas otras dolencias, afectan tanto el cuerpo como la psiquis de la persona enferma. Entre los males morales y físicos provocados por la violencia desatada del ser humano figura, en primer término, la guerra. Pero no nos adelantemos. Ya que mentamos la violencia corresponde que, previamente, aclaremos su sentido, sus alcances, sus variedades, sus efectos.

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Taxonomía de la violencia En la base etimológica de la voz violencia subyace el wi indoeuropeo, que significa fuerza, tal como lo muestran el sánscrito váyah, fuerza vital, el griego arcaico wi-s, transformado luego en is, fuerza, y el latín vis, que significa lo mismo. Del latín violentia, deriva la voz española violencia, cuya denotación es polisémica, como comprobaremos de inmediato. Para ciertos especialistas en el tema la violencia consiste en el uso de métodos extremos, apartados de la vida normal y pacífica de las comunidades humanas, que se aplican con vigor extraordinario para quebrar la resistencia de los seres agredidos o agraviados, imponiendo así la voluntad del agresor o el ofensor. De acuerdo con otra opinión, que simplifica y a la vez complementa la anterior, se entiende por violencia el ejercicio de una conducta voluntaria tendiente a provocar daños corporales o perturbaciones psíquicas en otras personas. No configura, necesariamente, un atropello físico, puesto que, orientada hacia el hemisferio psíquico, puede ser de tipo afectivo, emocional, ejercida mediante insultos, intimidaciones y agravios de toda índole. Según algunos tratadistas la violencia es inherente al hombre mientras que otros no la consideran natural sino como potencialidad cultural. No surge porque si. Hay circunstancias externas o íntimas que provocan su aparición. Debe separarse la violencia personal de la colectiva, la armada de la verbal, la que hiere el cuerpo del castigado de la que perturba el espíritu del ofendido. Existe un tipo masivo de violencia que no es hija de la ira o producto de la desmesura, presentes en la agresión llevada a cabo por una o más personas, ya de hecho, ya simbólicamente, sobre el Otro. Esta, cuando es orgánica, se refiere a la máxima imposición del poder de los Estados o, cuando es anómica, esto es sin normas, a la acción de bandas armadas, en el caso de las mafias criminales, o al levantamiento de los pueblos oprimidos en el caso de las revoluciones libertadoras. Empero, lo casuístico no impide la inducción hacia lo genérico; al contrario, nos guía hacia la teoría despojada del ejemplo concreto. De tal modo aparecería la violencia como un común denominador universal, inherente a la especie humana. Si analizamos la expresión extrema de la violencia orgánica advertiremos que quien la padece está presionado por el uso letal de las armas para que acepte las pautas impuestas por el agresor, en caso de que éste resulte triunfante. El militar y “filósofo” –como algunos también lo consideran- von Clausewitz decía al respecto que “la guerra es un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario”. (3).

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En todos los casos en que se da rienda suelta a la violencia está presente el ejercicio del poder. Según el grado de gravedad y el tipo de daño somático o moral que provoque, dicho poder puede ejercerse en varios planos. En primer lugar existe una violencia inmediata, visible, audible, tangible, de tipo material u oral. Abundan los ejemplos: un asesinato, una guerra, un campo de exterminio, una persona que castiga a otra o la insulta. Si se practica la violencia oral en el plano económico, es archiconocida la fórmula al uso: “haz lo que te ordeno pues en caso contario te privo del trabajo y el correspondiente sueldo”. Existe además una violencia verbal que se orienta hacia el plano simbólico: compórtate bien con tus padres, obedécelos, sé respetuoso, o Dios te castigará con las llamas del infierno. Esta frase fue dicha y archirepetida en los hogares cristianos de antaño. En el caso de que la violencia se aplique en el plano físico, quien tiene más fuerza puede propinarle una golpiza al contendiente o a la víctima inerme, y aún matarlos a raíz de las heridas provocadas por la agresión. Y ni que decir del caso de un bombardeo en una guerra, o de una celada contra el ejército regular llevada a cabo por la insurgencia revolucionaria (en Colombia son frecuentes y mortales) o de un atentado terrorista, sea en el Cercano Oriente, sea en Europa, como fuera el realizado en la madrileña estación ferroviaria de Atocha. Hay violencia de tipo instrumental cuando un atracador apunta a su víctima con una pistola, o abre una caja fuerte utilizando ganzúas adecuadas, o un grupo de artilleros descarga una andanada de grueso calibre contra el enemigo. En este caso median un objeto intimidatorio, un instrumento apto o proyectiles mortíferos para lograr el objetivo propuesto: desvalijar al rapiñado, robar dinero y joyas, o acallar toda resistencia mediante los daños en vidas y haciendas provocados por la metralla. Algunos psicólogos denominan táctica o depredadora a este tipo de violencia. Las acciones se planifican de antemano, quienes las ejecutan lo hacen con frialdad y las emprenden para obtener un beneficio material. El que desvalija una casa, valga el ejemplo, procede con cautela, sin emoción, con profesionalidad. No tiene sentimientos de culpa sino de halago, en caso de alcanzar el objetivo que se ha propuesto. Otra violencia es de carácter expresivo. Quienes la ejercen están impelidos por una fuerte emoción, por la ira, por el deseo de venganza, y no premeditan sus actos. Estallan. Dan rienda suelta a reacciones de intensa hostilidad, ya en el ataque, ya en la defensa. Pero el agresor, una vez en calma, a veces se arrepiente y generalmente trata de justificarse, pues comprende que su rabiosa explosión fue el fruto de circunstancias que activaron una respuesta fuera de control. Finalmente existe una violencia de tipo comunicativo. La televisión, el Internet, la radiodifusión, los diarios y periódicos, toda ese inmenso bombardeo cotidiano de los mass media son los trasmisores de la violencia en las calles, en los campos, en los frentes de 30


batalla. Se proyectan películas que hacen la apología del odio, la agresión y la sexualidad perversa. Abundan cada vez más los noticieros rebosantes de sadismo, los artículos periodísticos que rezuman insidia o mala fe, los programas televisivos colmados de pornografía rampante. Se trata de toda una colección de monstruosidades, desviaciones y fantasías grotescas cuando no criminales, que malean el espíritu de niños y jóvenes, que les hacen creer que la muerte es algo trivial, que el asesinato es un deporte, que los deportes son una batalla entre frenéticos espectadores, que la furia vengativa camina en este mundo con pasos más fuertes que las buenas acciones y los actos de fraterna solidaridad. Estos esquemas clasificatorios no agotan el manantial de la violencia. Gérard Imbert, por ejemplo, distingue entre violencia real, representada y formal. La real, expresa, es polimorfa: puede ser física o simbólica, de índole comportamental, política, social, económica y ecológica. Debió decir ambiental, pues la ecología en tanto que ciencia no puede ser agredida, y sí el entorno natural y/o humano. Agrega luego los “grados variables de gravedad”, representados por la violencia corporal, la sexual y la mortal. La violencia representada, que puede ser tan real como la anterior, tiene que ver con los medios de comunicación con sus discursos de información o referenciales y sus roles creativos, es decir, “las obras de ficción, cine, televisión, e incluso publicidad”. Advierte que este tipo de violencia “puede, incluso en casos límite, inducir a su vez a la violencia”, amén de “fenómenos miméticos” y “conductas anómicas”. Se refiere, finalmente, a una violencia formal cuya naturaleza es planteada “en términos de competencia semiótica, como poder ver y hacer ver (lo mismo que en términos cognoscitivos, hay un saber y un hacer saber manifiestos en el hacer periodístico) y que puede producir efectos ´perversos` no totalmente controlados por el emisor (ni a veces conscientes), dentro de unos procesos de visibilización que puede producir saturación e incluso llegar a una cierta obscenidad”. (4) Johan Galtung, un conocido especialista noruego en los temas de la guerra y la paz, ha distinguido tres tipos de violencia: la directa, la estructural y la cultural. La directa es la tangible, la que se ve o se escucha, la física y la oral. En ella figuran las guerras, los ataques a mano armada, la violencia doméstica materialmente expresada, los ataques verbales de todo tipo, el terrorismo de Estado y aún la simple coacción de la fuerza policial. La violencia estructural se manifiesta, entre otras modalidades, en aquellos regímenes políticos donde las clases dirigentes y los dueños de la riqueza y el poder explotan y hambrean al pueblo; en los abusos de las autoridades públicas o las compañías privadas, 31


ejemplificados por la institucionalización de los mecanismos coactivos –ejército, policía, servicios de seguridad- pertenecientes al Estado o a las instituciones particulares; en el despotismo del paterfamilias contemporáneo que impone sus abusivas normas de conducta en el hogar, etc. Finalmente la violencia cultural tiene que ver con la presión que ejercen los usos y costumbres, las autoridades religiosas, las exigencias del lenguaje y todos aquellos rasgos de las subculturas que se imponen hacia adentro y se procuran difundir hacia afuera del cerco clasista. Por ejemplo, las clases medias y altas de las ciudades rioplatenses de principios del siglo XX consideraban al tango como una danza pecaminosa, de burdel, y a su música como una desnaturalización grotesca del estro armónico del vals vienés, de las sinfonías y conciertos clásicos, de las óperas y aún las populares zarzuelas. Pero también en este apartado debe considerarse la violencia ínsita en el etnocentrismo, el racismo y el machismo imperantes en ciertos sectores de la sociedad que han llegado a constituirse en uno de los fines del Estado: el antisemitismo nazi, producto de una violencia cultural, desembocó en la violencia física de los campos de concentración y la Shoá, el holocausto de seis millones de judíos, y no se sabe cuántos de gitanos y homosexuales. Esta terrible y moderna inquisición ha sido negada, entre otros, por Ahmedinejad, el presidente de Irán. Se sumó a esta opinión Richard Williamson, obispo inglés del ala ultraconservadora, lefebvrista, de la Iglesia Católica, que fue expulsado por el gobierno argentino a raíz de sus agraviantes y falaces declaraciones en tal sentido. El Vaticano, empero, no lo privó de su condición eclesial. Alcanzó con que, de labios afuera, confesara su arrepentimiento. Existen muchas clasificaciones más de los tipos de violencia. Algunas son vagas e incompletas a fuerza de sintéticas y en más de un sentido reduccionistas, como las que figura en un diccionario de sociología publicado en Francia. Los autores del artículo reconocen tres modalidades: 1- la violencia dirigida contra las personas y la que se endereza hacia sus propiedades; 2- la que ejerce una persona [los autores escriben individuo, un ser in-diviso en tanto que ente somático, físico, corpóreo, término que debe ser sustituido por el de persona, esto es, un ser humano portador de valores] y la que pone en práctica un conjunto de individuos aislados que actúan cada uno por su cuenta 3- las que se ejecuta de modo colectivo, es decir, disciplinado, y que comprende a todos los integrantes del grupo. (6) Una acción punible que la ley condena y castiga, como sucede con un crimen de lesa patria, no configura, necesariamente, ningún atentado contra persona alguna –un intento de magnicidio, por ejemplo- sino una grave contravención moral, un delito repudiable. En este caso, por ejemplo, están incluidas una traición a las instituciones o, mediante 32


la práctica del espionaje, la trasmisión de secretos de Estado a una potencia extranjera. Chesnais propone la siguiente taxonomía: I. La violencia privada 1. La violencia criminal A) Mortal: crímenes, asesinatos, envenenamientos (incluyendo ejecuciones capitales, parricidios e infanticidios B)

Corporal: golpes y heridas voluntarias C)

Sexual: violaciones

2. La violencia no criminal A) Suicida (suicidio y tentativas de suicidio) B) Accidental (entre otros, accidentes de tráfico) II. La violencia colectiva La violencia del poder contra los ciudadanos A) El terrorismo de Estado B) la violencia industrial

2. La violencia paroxística: la guerra. (7) Como habrá podido comprobarse no hay ninguna clasificación que abarque, siquiera sumariamente, a toda la tipología de las acciones humanas impulsadas por la violencia. Y tampoco impera el rigor lógico en muchas de ellas. Se señala, con razón, el terrorismo de Estado, que es el terrorismo de los fuertes. Recordemos, -sin remitirnos a las torturas infligidas por la CIA en Guantánamo, Irak y otros países adonde van a parar, secretamente, los prisioneros de los EE.UU.- las siniestras maquinaciones del Plan Cóndor en nuestra América de venas abiertas y libertades cercenadas durante los años de plomo, cuando los ejércitos se habían adueñado del gobierno y el poder en Brasil, Argentina, 33


Paraguay, Chile y Uruguay. Pero se comete una grave omisión o se recurre a un cómplice silencio al hablar del terrorismo de los débiles, aquellos fundamentalistas que, en vez de atacar en masa, formando ejércitos, se inmolan de a uno en los mercados, bares y terminales de transportes. En efecto, en los medios que responden a las deformaciones de las noticias, o a su silenciamiento, impuestos por ideologías de diverso cuño, es soslayado u omitido -en el caso de los “mártires” islámicos- el papel de los fuertes países petroleros que financian y estimulan con promesas de un venturoso Mas Allá –Corán de por medio- a quienes realizan los atentados. Estos gobiernos fuertes, autocráticos, y sobre todo millonarios, inspirados en principios religiosos y promesas paradisíacas, desde las sombras, sin manifiestos altisonantes, sin publicidad reveladora, sacan las castañas del fuego con manos ajenas y anónimas. En este caso, para aliviar el peso del horror, quiero remitirme a la conocida fábula del mono que saca las castañas del fuego con la pata del gato, que inevitablemente se quema. El gato, en este caso, es el “mártir”, hombre, mujer o niño adoctrinados en la madrasa, a la que sostienen, financian y amparan las citadas plutocracias con turbante, esas que no dan la cara y sí proporcionan el dinero para que el terrorismo se propague con celeridad alarmante e intensidad creciente. Esta cita no agota el catálogo de explosiones homicidas. También la ETA y, el IRA, cuando funcionaba a pleno, han recurrido al atentado por motivos políticos, si bien su financiación no provenía de fuentes exógenas tan poderosas como las citadas. En resumen, y retornando a los fundamentalismos religiosos, los monos de la fábula que incitan a los gatos a sacar las castañas calientes, obligándolos a que se quemen -y que también revienten con las cargas mortales disimuladas en sus cuerpos- son, como vimos, unos muy conocidos Estados petroleros. Dicha especie de terrorismo, cuyos promotores prodigan melifluas zalemas a los representantes de las superpotencias, utiliza la bomba como represalia, como publicidad, como acto simbólico, como martirologio religioso del que lleva a cabo el atentado y como castigo político y moral al país que se quiere castigar. Me estoy refiriendo, implícitamente, al conflicto entre los palestinos que detonan la bomba en el mercado o lanzan misiles desde Gaza, y los israelíes que ejecutan desde los aviones, con fuego certero, a los líderes del Hamas, hacen polvo a las poblaciones palestinas y despanzurran a sus habitantes sin distinguir a los inocentes de los culpables. Por otra parte existen violencias ocultas, disimuladas, invisibles, no explícitas, o como se las quiera llamar. Están representadas por las desigualdades humanas que se fundan en la explotación del hombre por el hombre, por el crecimiento de la riqueza de las naciones centrales a costa de la pobreza de los países dependientes, y un sin fin de etcéteras por todos conocidos aunque no reconocidos por quienes lo aplican, como productos de un ejercicio perverso del poder. En al sentido existe una minoría que los aplaude, ya que 34


esa irracional ferocidad favorece su prevalencia política y económica. Y en vías de agregar nuevas tipologías a las antes expuestas por reconocidos académicos, si bien se comprueba la existencia de una violencia industrial antes señalada, no es menos notoria la violencia deportiva, ejercitada fuera y dentro de las canchas por los partidarios de los clubes rivales de fútbol y basketball, entre otras lamentables manifestaciones. Se trata de una lacra contemporánea en vías de globalización, cuyo estudio ya ha sido emprendido por las ciencias sociales. Sobre la condición humana El hombre es un ser incompleto, falible y contingente. Sometido a la coacción de los valores que cada cultura reconoce como positivos o negativos, acata o viola los fundamentos morales de lo que se considera como buen o mal proceder, como correcto o incorrecto modo de entablar relaciones con sus semejantes. De tal modo, desde muy antiguo, los mitos primero y los pensadores del campo religioso o filosófico después, acuñaron metáforas y símbolos, parábolas y doctrinas, acerca de las luces y sombras que dignifican o envilecen la condición humana. Y en todas estas fábulas, leyendas, consejas o sazonados pensamientos cobra relieve protagónico la querella entre el Bien y el Mal. La entrada del Mal en el mundo es narrada en el libro segundo del Génesis bíblico, el Bereshit hebreo, cuya valoración difiere si son cristianos o judíos quienes lo interpretan. Los cristianos reconocen en la desobediencia de Eva, provocada por la tentación de la serpiente, el nacimiento del Pecado Original. Yahvé es el Bien supremo, el Creador del mundo y de la vida, la gracia de la luz La serpiente es identificada con el Mal, o sea con Satán, nombre que designa al Adversario, al Enemigo, a la Sombra. Los judíos, y particularmente los rabinos, consideraron este episodio de distinto modo. No existe una dicotómica oposición entre un Dios que personifica el Bien y un Satán que representa el Mal: solo se debe creer en un Dios que contempla y trata con cariño a su Creación. “El mal es el resultado del estado imperfecto del mundo creado, o bien del mal empleo del libre albedrío por los seres humanos y no de las maquinaciones de un enemigo cósmico de Dios. Por lo general, los rabinos rechazaban la noción de un ser personificado que dirige las fuerzas del mal, y preferían hablar del Diablo [esta voz no es hebrea, sino griega –diabolos- y significa el que desune y calumnia, el que siembra discordia, el embaucador] como un símbolo de la tendencia al mal de a humanidad. Según las enseñanzas rabínicas en cada individuo habitan dos espíritus antagónicos: una tendencia al bien (yetser ha-tob) y una tendencia al mal (yetser ha-ra). Los rabinos solían argumentar que el Señor creó ambas tendencias, pero dio el Torá a la humanidad para que pudiéramos superar el yetser maligno, siguiendo la ley” (8) No es este el sitio para ahondar en las raíces teológicas del dualismo, una de cuyas 35


expresiones mas acabada fue el combate entre Ahura Mazda (Ormuz) principio del Bien y Angra Manyu, (Ahrimán), principio del Mal, que caracteriza a la vieja religión irania, el mazdeismo, convertido luego en zoroastrismo. Interesa si, reproducir lo que dice Giovanni Pico Della Mirándola (1463- 1494) en un imaginario discurso de Yahvé dirigido a Adán: “En el centro del mundo te he colocado para que observes, con comodidad, cuánto en él existe. Así, no te he creado ni celeste ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el propósito de que tú mismo, como juez y supremo artífice de ti mismo, te dieses la forma y te plasmases en la obra que eligieras. Tanto podrás degenerar en esas bestias inferiores como regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que, por cierto, son divinas” (9) Esta traducción del bajo latín no concuerda con la ofrecida por un erudito profesor de la Universidad de Columbia, que es aún más incisiva: “Constreñido por ningunos límites, de acuerdo con tu propio albedrío, en cuyas manos te hemos puesto, ordenarás por ti mismo los límites de tu naturaleza. Tendrás el poder de degenerar en las formas más bajas de la vida, que son bestiales. Tendrás el poder, que surge del juicio de tu alma, de volver a nacer en las formas más altas, que son divinas” (10) Saltemos ahora desde la fantasía de un joven humanista del Renacimiento a la descripción de un ingenio de guerra, para que los lectores ubiquen en una de las alternativas morales propuestas por Pico de la Mirandola a ciertos representantes de la especie humana, en este caso los señores del Pentágono. Las cluster bombs, bombas de fragmentación, “son como muñecas rusas que contienen otras más pequeñas en su interior. Cada B-52 suelta una treintena de gruesas bombas (CBU-87), cada una de estas desparrama más de doscientas pequeñas bombas (LU-97), y cada una de ellas, a su vez, libera trescientas granadas de color amarillo y grandes como una lata de cerveza. Por consiguiente, cada bomba de fragmentación disemina más de sesenta mil ingenios explosivos, y un único avión B-52 puede soltar, de una sola vez, ¡más de un millón de ochocientas mil bombas! Y pensemos que estos aviones estuvieron bombardeando, en algunas zonas, sin descanso, durante semanas enteras. Cada bomba CBU-87 lo destruye todo, personas y material, en una superficie que equivale a una docena de campos de fútbol. Una media del 10% de las pequeñas bombas amarillas no estalla al tocar tierra. De manera que, disimuladas en la arena, en los matorrales, funcionan como minas antipersona o antivehículo, y siguen sembrando la muerte entre los campesinos inocentes mucho después de haber sido lanzadas” (11) Un solo comentario: ninguna de las bestias o formas bestiales imaginadas por Pico de la Mirándola, en caso de tener una inteligencia semejante a la humana, serían capaces de construir tan mortíferas armas de guerra. Los animales matan para comer y no como lo hace el Homo sapiens que, en nombre de falsas consignas, por afán de conquista e inconfesables motivos económicos, invade países lejanos, se enfrenta con ejércitos enemigos y, dueño del armamento proporcionado por una tecnología sofisticada de tremendo 36


poder destructivo, acaba con todo cuanto encuentra a su paso, incluyendo a los pobladores indefensos, víctimas de los capciosamente denominados “efectos colaterales”. Nota de redacción : Al momento de transcribir este capítulo introductorio de un extenso trabajo de Daniel Vidart sobre violencia, tenemos presente la actual polémica generada por los “Drones”, ya que sabemos que la tecnología destructiva se renueva permanentemente y cada novedad va quedando superada, más rápido de lo que podemos incluir al momento.

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