Cuenta la historia que en un lugar muy especial de la tierra gobernaba el rey "Salomón primero" hombre sabio y justo adorado por todos; este vivía con su bella esposa; "la reina Nina", su angelical hija; “la princesa Ángel” y “Nieves” un jaguar albino al que amaban como a un hijo, principalmente la reina quién lo consideraba el más bello de los regalos que le otorgó el rey al momento de hacerla su esposa. La reina era una mujer maravillosa, de encantadora nobleza y sencillez a quien le encantaban las celebraciones y en especial la de su cumpleaños, tanto; que pasaba todo el año pensando de qué manera la sorprendería su rey ese día. El rey le profesaba un amor tan grande que la consideraba "luz de sus ojos". Para ese momento se acercaba el día del cumpleaños de la reina lo cual era motivo de júbilo ya que ese se celebraba un año más de vida de alguien quién era muy especial; el rey al saber lo importante que era ese día para su esposa acostumbraba realizar un gran banquete con muchos invitados.
En una cueva oscura a las afueras del reino habitaba el hechicero del mal que se alimentaba de la desdicha de los demás, planeando siempre una estrategia para robar la felicidad y esta vez el turno era para la reina en su anhelado día. La estrategia esta vez era entrar al palacio real y con un hechizo malévolo hipnotizar a la guardia y llevar consigo a “Nieves” para así arruinar tan esperado momento; lo cual logró conseguir. Al despertar del hechizo el reino se conmocionó, el rey sintió una tristeza enorme y sabiendo cuanto lo conocía la reina decidió contarle la desastrosa noticia a sabiendas que esto la pondría muy triste pues tenía claro que así no lo hiciera ella al conocerlo tanto; aún más de lo que se conocía el mismo, notaría en sus ojos que algo muy malo había sucedido
El rey ofreció cien monedas de oro a la persona que encontrara o diera noticias de su adorado jaguar y dispuso su ejército para que dieran con el paradero de nieves Pasaban las horas y era cada vez menor la posibilidad de encontrarlo. Al caer la noche y con su objetivo realizado el hechicero malvado decide regresar a nieves pues ya no le servía para nada tenerlo con él y de la misma manera cobrar las cien monedas de oro ofrecidas por el rey. De esta manera volvió Nieves al palacio real. Después de tan mal momento la reina se encontraba muy feliz de recuperar su jaguar pero al mismo tiempo y como era de esperarse triste por no haber tenido su anhelado día especial. El rey que también la conocía aún más que lo que se conocía ella misma notó tal tristeza y no pudo evitar sentirse impotente y en el fondo responsable de no haber podido llenar de felicidad como todos los días y más ese día a su esposa para lo cual con la ayuda del hada madrina organizó fuera del palacio la más bella de las fiestas como a ella le gustaban, con muchos invitados, un pastel con vela para apagar pidiendo un deseo, con globos y serpentina y lo más importante la satisfacción de hacer "el amor demostrado" el cual es el único y verdadero.