Estéticas Urbanas Populares de Medellín

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Presentación Las imágenes y las metáforas, tanto como la estructura de la urbe, conforman la experiencia urbana; es perogrullada. Y es en este contexto donde los valores estéticos locales de la urbe participan activamente en la configuración de lo que Juan Acha (1993) llamaría ecoestética, donde se alegoriza la identidad de un pueblo en la fusión de espacio urbano, iconografía y sensibilidad. La ecoestética entonces se define como la percepción sensorial del hábitat, urbano, para el caso, ligada a la sensibilidad como facultad humana. La ecoestética de una ciudad estaría compuesta, entre otras cosas, por la experiencia urbana en relación a los objetos simbólicos, como los artísticos, los artesanales o los publicitarios. Las diversas maneras de comunicarse, conducirse o vestirse de la gente, el trazado de los edificios, la disposición de las casas, calles y plazas. De esta forma, la ecoestética va configurando, moldeando y modulando la sensibilidad de sus ciudadanos. (Acha, 1993)

En este escenario, la cultura popular en la ciudad de Medellín —para algunos más cercana al folclor que a complejas valoraciones sociológicas o incluso estéticas— se ha debilitado ante el avance de la cultura transnacional, como efecto de la acción económico-semiótica de las industrias culturales que finalmente se sobrepone a los valores locales crean-

do un nuevo escenario de significación que, muchas veces, estigmatiza la producción y la sensibilidad popular. Pero a fin de cuentas, la ductilidad y la capacidad mimética de los valores estéticos populares, permiten la pervivencia de lo funcional, que le es propio, con lo simbólico en la cultura material y el mercado popular. Este contexto de fusión es en el que Nestor García Canclini (1989) define la hibridación cultural como una estrategia popular ad hoc que equilibra la carga simbólica de lo culto, lo popular, y lo masivo2, en la posmodernidad globalizante. Para el autor, la estética popular está conformada por tres elementos: en primer lugar la estética internacional asimilada o impuesta, y se refiere a la tradición del arte occidental y académico más allá de su uso funcional; la estética popular, como legado de la tradición, e involucra el acervo expresivo local; y finalmente la estética de la confrontación, como choque o simbiosis de las dos primeras y se refiere a la estética de masas o comercial. Es finalmente esta estética de la confrontación, en el marco del mercado y el comercio informal y popular de la ciudad, la que define los rasgos mayores de las estrategias y contenidos visuales que se registran ejercicio investigativo.

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Acha, Juan (1993) Las culturas estéticas de América Latina. Reflexiones. UNAM, México

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García canclini, Nestor (1989) Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad. Grijalbo, México

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el tragadero Pueden encontrarse decoraciones mal llamadas “mañés”: mucho colorido, elementos hechos a mano y objetos alusivos o tradicionales regionalistas, especialmente paisas. Generalmente se diría que es baja la calidad decorativa, pero no; hay bastantes negocios que han ido mejorando la calidad estética (se habla no de teoría visual sino de elementos que dan mejor imagen y nivel salubre como paredes y pisos enchapados, mejores implementos de cocina, etc.) Al principio, desde el punto de vista personal se tacharon los establecimientos como algo falto de estética, de fundamentos visuales o de diseño y hasta poco elaborados. Pero eso fue una errada concepción que

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poco a poco se fue descubriendo y era erróneo sostenerla, debido a que no todas las veces pasa igual, o no necesariamente sin un propósito. Funcionalidad: es ese el término clave para describir lo que se observa en todos estos lugares, citando a Nelson García Canclini en el capítulo introductorio de Culturas Híbridas, donde expone que “[... la principal característica de las estéticas populares latinoamericanas es la funcionalidad ... ]”. Se permite concluir con base en eso que no es que están mal hechos por no tener fundamentos teóricos, ni mucho menos que no sean planeados, pues existen desde una tradición, una estética y un estilo que es práctico.


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Pueden observarse grandes diferencias entre las personas y los establecimientos, pero a pesar de la disimilitud por cualquier motivo, se generan nuevas formas de comunicar, soluciones de cómo utilizar lo que ya existía para no desperdiciar, pero también de mezclar lo nuevo y generar algo diferente; aparte de esto, lo visual y gráfico no es lo único que puede desarrollarse híbridamente, también las actitudes y las personas.

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¡Sí Hay Show! Es un zoom especialmente a la estética de los bares, de la que se puede decir que está alimentada y contaminada por varios ambientes, culturas y estéticas. Más allá del punto de vista del diseñador, asumimos el papel de antropólogo, descubriendo un poco más de lo simple, de lo que está por encima y tratando de entrar en la piel de consumidor. Lo que antes vulgarmente llamábamos “mañé” empezó a convertirse en algo totalmente funcional. Punto en donde también empezamos a ver que se debilitan las tradiciones, la

forma de ser, lo que viene del hogar típico, lo que llamariamos de una tradición inicial. Después de entrar al detalle de las luces, puede unirse con la oscuridad, con lo oculto, que aunque son conceptos contrarios, se encuentran en el mismo sitio. Extrañamente, y debemos retomar lo que veniamos hablando, es la tradición del medellinense, conservadora por definición es es muy diferente a lo que se observa en estos ambientes.

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Para algunos es el escape de la rutina, para otros más timoratos es asunto criticable, pero finalmente es un espacio válido y necesario sociológicamente. Quedan algunas preguntas frente a una estética que parece anquilisada ¿hasta dónde puede avanzar esta estética o quedarse estancada?, ¿esta será la muestra de lo que realmente somos y por eso hay tanta relación

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y nos quedamos sumergidos en ello?, ¿qué necesitamos para darnos cuenta que nosotros también tenemos riquezas y podemos disfrutarlas de igual o mejor manera? Somos una ciudad, donde más que unos trozos de edificaciones, expresamos todo lo que somos bajo la luz tenue del neón en las cantinas.


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felicidad express “Divino espíritu de Guacaipuro, cuya alma brilla en el corte celestial, en nombre de Dios todopoderoso, del hijo nuestro salvador y del espíritu santo, te invoco en esta hora y momento para que intercedas ante el creador para poner bajo tu protección y en nombre de Jesucristo y el espíritu santo rompas todo mal y todo hechizo, visible e invisible, contra mí hecho o en proceso. Y así, gran Guacaipuro, limpies mi camino de todo obstáculo, que con fe y humildad caminaré, con generosidad y comprensión, amén”1. Todos queremos felicidad y bienestar, ¿qué tal si en un sólo lugar encontramos la solución materializada para cada una de nuestras carencias? Baños de la suerte, poner lirios para amores puros y sinceros; usar plata para atraer la riqueza; o un amuleto de circón para la buena salud. Las tiendas esotéricas son lugares que buscan ofrecer y vender productos no convencionales los cuales tienen un gran público que

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Oración del baño de la suerte al cacique Guacaipuro

se alimenta del conocimiento popular y la tradición oral para hacer uso de ellos. Al igual que su público, estos lugares se caracterizan por la variedad, resultante de un proceso de hibridación que comenzó en nuestras tierras desde la colonización, caracterizándonos como una cultura mestiza que ha permitido así el ingreso de otros credos a través de procesos de intercambio mercantil. Las tiendas esotéricas, son ese lugar donde todas estas culturas convergen como la máxima muestra del sincretismo, mezclándose objetos y creencias, chinas, hinduistas, budistas, católicas, indígenas, santería y astrología, todas en favor de ofrecer soluciones espirituales. Estas se conjugan entre sí y nos llevan a cuestionar y entender la intención estética que surge a través de sus más notorias características, que son la variedad y la abundancia, concepto esencial que se refleja en cada una de las piezas que conforman su grafía.


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Del encuentro de todas estas creencias y del concepto de abundancia surgió una grafía particular basada en el exceso, la saturación y la cantidad, para hacer muestra de su principal estrategia de venta que es mostrarse como una fuente de abundancia y de bienestar. Gráficamente se podría cuestionar la aplicación de este concepto, pues podría decirse que se usa de una manera desmedida: los colores no son los adecuados, las imágenes están pixeladas, la tipografía no es legible, la saturación cansa al ojo del comprador y no compra más de lo que debería, pero esa es la magia de

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la estética popular, pues es la muestra más clara de nuestra esencia mestiza. No todo alrededor del mercado debe ser más vendible, generar más ingresos y tener grandes estrategias de marketing, lo popular, desde su distancia académica, es hermoso y cumple efectivamente su función, donde la intuición en cierta medida es correcta pues satisface y acoge su público, dándoles lo que necesitan para alcanzar su bienestar a través de un objeto que, cargado de simbolismo y fe, hace a un cliente feliz que ahora se siente más sano o tiene un nuevo amor.


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¡aguacate maduro, uva chilena! “La platica hay que buscarla”, es lo que diariamente impulsa a los personajes de la tan notoria economía móvil en el centro urbano de Medellín. La mayoría son fruteros y verduleros, quienes ordenan sus productos en grandes carretas, soportes de madera, coches de bebé, carritos de supermercados, otros carros cerrados como para proteger el producto, en baldes y en múltiples maneras en las que podamos pensar y dejar volar la imaginación siempre y cuando el soporte sea dinámico y práctico para poder ser un útil medio de transporte de mercancía. Diariamente estos personajes, escondidos detrás de sus productos, los ordenan estética y dedicádamente en

múltiples formatos de acuerdo a sus formas piramidales, circulares, lineales, por colores o un simple desorden estético donde solamente el vendedor encuentra la mercancía. La mayoría de estas carretas no tienen publicidad y las que la tienen son hechas a mano y con irregular ortografía usando cartulinas o papeles reciclados. Es en este contexto en donde las paredes, fachadas y calles de Medellín se transforman en un enorme lienzo de múltiples gráficas, queriendo transmitir mensajes a diversos públicos y a su vez dando a conocer el aspecto característico de las diversas culturas y clases sociales que hay en esta ciudad.

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El propósito de estos elementos visuales es acercarse a un público numeroso, es por ello que la gran mayoría de estas gráficas son emulativas, copias de otros modelos ya existentes en el diseño gráfico que mezclan un elemento con otro, ya sea imágenes, tipografías, formas, tamaños, colores, texturas, estilos, materiales

de soporte, alterando finalmente su simbología, que transforma y llenan de matices su presentación final, para generar nuevos elementos visuales. Esta estética, de estilo kitsch, que cada vendedor le quiere dar a su carrito de frutas para captar la atención del cliente, la hace mucho más llamativa y pintoresca.

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créditos Contenido y fotografía Profesor Pablo Santamaría Alzate El tragadero Daniel Felipe Gómez Mejía - Julián Jaramillo Balbín ¡Sí hay show! Emilio Gómez Gómez - Sergio Andrés Villa Restrepo Felicidad express Andrés Felipe Chanci Rojas - Sebastián Restrepo Quintero - Nataly Elena Villegas Zuluaga ¡Aguacate maduro, uva chilena! Sara Gaviria Jaramillo - Sandra Yamile Osorio Patiño - Rocío Caceres Flores Diseño y diagramación Daniel Felipe Gómez Mejía - Julián Jaramillo Balbín - Emilio Gómez Gómez - Sergio Andrés Villa Restrepo

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