Batato Barea Insert

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Línea de tiempo letra de canción

La Reina Batato Pag . 04

“Las tetas de Batato” de Las manos de Filippi

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Historietas Obvias

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La Poesía en Carne Viva Autobiografía B de Batato

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Influencias

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Sumario

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se dice de mĂ­... Pag .07/11

01.walter barea 02.Billy boedo 03.BATATO BAREA 04.sandra opaco Pag .07

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Pag .08

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03.


sandra

B i l ly b o clown / travesti / literario

La Reina Batato

BATATO 1961

1976

1983

1984

1985

∙Nace el 30 de Abril en Junín, Provincia de Buenos Aires, bajo el nombre de Salvador Walter Barea

∙A los 15 años se va de su casa hacia Capital Federal

∙Nacen Los peinados Yoli. Tino Tinto (Fernando Arroyo),Peter Pirello (Mario Filgueira-luego bailarín de Caviar), Doris Night (Patricia Gatti),Lucy Makup (Annie del Barrio) son convocados por Billy Boedo (Salvador W. Barea)

∙Los Peinados Yoli presentan “Latidos del corazón” en el pub Taxi Concert y “The ´50´s party”. Se incorporan el transformista Dany Panulo y Divina Gloria. “Latidos del corazón. Parte II: taquicardia”, actúan Tino Tinto, Dorys Night, Dany Panulo, y Billy Boedo. Más tarde se sumarán al grupo Ben Gala y Rony Arias.

∙Inauguración Cemento

1978

∙El hermano de Batato, Ariel, se suicida por saturación a la persecusión por su homosexualidad

∙“Calígula”, dir: Pepe Cibrián

∙Filma cortometraje de Rodolfo Corral

∙“Terapia intensiva” con Antonio Gasalla

1979 *Walter a los 5 años

∙“El sueño de Carla” de Marta Berretain. Teatro

∙Nace El Clú del Claun

∙“El Perro” en el Parakultural y Cemento ∙Comienza su serie de performances “La Cama, Acuéstese con Batato”, “El casamiento”, “La ensalada de frutas”, “El curador de sus focos apagados”, “El curandero”, “Sobre la niñez”, “Máscaras Japonesas”, “Comida francesa”, “El cable iluminado”, “Manzanas”, “El poema existió”, “el Bautismo” en Cemento

∙“Romeo y Julieta”, en Teatro Espacios

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los peinados yoli

EL CLÚ DEL CLAUN

Agrupación colectiva que debuta en 1984 con sus “no-shows”, collages musicales de scketches libertinos que desafiaban cualquier expectativa, un varieté punk desorbitado. Los peinados Yoli implicaba ser otro, por eso Walter Barea eligió ser Billy Boedo

Compañía de clown teatral que hizo descubrir y deleitar al público Iberoamericano con una nueva visión estética en el cual Walter Barea se asignó el nombre de Batato. El grupo realizo siete espectáculos y numerosas giras por Latino América y España.


opaco Homenajes

1988

“Batato” cuadro pintado por Marcia Schvartz

1991

1994

1995

1996

“14 pavos reales” de Peter Pank

“Un pacto impostergable”/ biografía escrita por la mamá de Batato

Fiesta tributo en disco Ave porco “Batato Barea y el Nuevo Teatro” libro de Jorge Dubatti

Batatópolis/ Museo en su nombre creado por Seedy Gaonzales Paz

2000

“Las tetas de Batato” canción dedicada a Batato por Las manos de fillipi

2006

2011

“Te lo juro por Batato” libro escrito por Fernando Noy

“La peli de Batato”/ Peter Pank

oedo El cuadro realizado por al artista Marcia Schvartz actualmente pertenece a la colección Constantini

∙“Veladas de horror” fotonovela erótica para la revista EROTICOM

∙ Batato decide ponerse tetas y las estrena en el espectaculo “Todo menos natural” ∙“Maria Julia, la carancha” se realiza en Festival de Teatro Off Montevideo, Uruguay ∙Encuentro con Marosa Di Girgio

BAREA

1986

∙El 17 de abril, El Clú del Claun estrena su primer espectáculo (en el C.C.R.Rojas) “Escuela de Payasos”, con la dirección de Juan Carlos Gené, la autoría de Fiedrich Karl Waechter y las actuaciones de: Miranda, Chamé Buendía, Pinco, Hernán Gené, Guillermo Angelelli, Cristina Martí y Batato Barea.

∙“Clase de Clown” en el Parakultural

∙Performance con Los Peinados Yoli. Área Discoteca. ∙“Los perros comen huesos” de Alejandra Pizornik ∙Animación recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en el Parakultural

1987

∙“El puré de Alejandra” sobre textos de A. Pizarnik. Liberarte

∙En enero Batato presenta en Cecil Teatroteka el unipersonal “Memorias Performáticas”y luego en el Centro Cultural Ricardo Rojas.

1988

∙“Las Culinarias” junto con Tortonese y Urdapilleta. Shampoo

·”Tres mujeres descontroladas” junto a Umberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta

∙“Las poetisas” con Tortonese y Urdapilleta en el Parakultural

∙Gira latinoamericana de El Clú del Clown

∙Batato se despide definitivamente, se va a Brasil, vuelve al otro día.

∙En mayo, invitado por Osvaldo Dragún, El Clú del Claun se va de gira al Festival Internacional de la Habana.

∙“Los papeles heridos de tinta” de Noy y Marosa Di Giorgio. Centro Cultural Ricardo Rojas

∙“Batato” cuadro pintado por Marcia Schvartz. Colección Miriam Bendjuia ∙Gira con El Clú del Claun por España

1990

∙Reportaje público a Noy con Urdapilleta y Tortonese en el Parakultural

1991

∙6 de Diciembre, Batato muere de SIDA

∙Tapa cerdos y peces, “Violar la ley”

∙Grabación “Hazte fama” de Fito Paez

∙“El puré de Alejandra”, “Alfonsina y el mal” y “El método de Juana”, textos de Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni y la poetisa uruguaya Juana Ibarbourou. Centro Cultural Ricardo Rojas

∙En “Alfonsina y el mal” hizo su primera aparición en público la mamá de Batato, María Elvira Amichetti

∙“Esta me las vas a pagar”, con El Clú del Claun.

- ¡ M a r i q u i t a n o ! ¡ Tr a v e s t i ! 05.


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se

dice

de mÍ... Mito del under de los ’80, clown, performer, improvisador, cada una de sus interpretaciones es legendaria sin que nadie pueda explicar muy bien lo que hacía. Una serie de textos que reconstruyen como se forjó la leyenda de aquel chico de Junín que no le alcanzo con ser solamente Walter Barea

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Walter Barea

Vivió 30 años. Se fue de su casa a los quince. Pasó por colegios de curas, donde estuvo pupilo y luego por el servicio militar. Fue cadete, mozo, hasta taxi-boy. Estudió teatro, y desde 1984 trabajó de eso. “Esto es hacer lo mío, mostrarme como soy, reírme de mí mismo, de mi ridiculez.” Pasó por Los Peinados Yoli, El Clú del Claun, hizo de payaso animando recitales de Los Redonditos de Ricota, trabajó en las calles, plazas, centros culturales barriales, sótanos. Walter no era como los demás en la escuela. A los diez años ya detestaba toda la estupidez de pueblo de su Junín natal, eso de salir a dar una vuelta, tomar un helado y punto. Él adoraba el centro. Leía textos difíciles como por ejemplo La Naranja Mecánica. Era un libro complicado, nada sencillo, y Walter andaba por ahí, leyéndolo con carpetas donde escondía otros títulos. Era goloso aun de la lectura. Al principio quería ser prolijo, pero no le salía. Después con los años lo fue logrando al extremo de ser casi perfecto. El colegio al que fue era muy especial. En él se le enseñaba a disfrazar y tapar la personalidad, los uniformaban por dentro y por fuera. Walter no era un chico de estar a la moda solo los sábados. Se vestía todo de bordó o de blanco, y eso si que era un choque, una revolución. Nunca quiso ir a recibir su diploma al terminar el colegio. Estaba furioso contra las autoridades. Lo único que tenía ese colegio era fama. Los padres de esa época vivían en un nivel de desconocimiento y al revés querían rigor, cuanto más, menor. “Conducta”, lo llamaban… Probablemente Walter en una escuela más libre y abierta de pensamiento hubiera sido tomado en cuenta, se hubiese detectado

su inclinación con lo puramente artístico. Su padre, la escuela, el barrio, todo tenía un carácter violento, demasiado fuerte, en cambio Walter era bien manso. Al padre le tenía pánico, era como todos los terribles padres de aquella época y había que hacerles caso. Por ejemplo, cuando a veces Walter se iba al centro al Teatro San Martín, tenía que volver corriendo porque si llegaba tarde se armaba. Volvía transformado. Hablaba de Lorca, de Tennessee Williams, anotaba nombres de los actores, de los autores en sus inseparables cuadernos.

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Billy Boedo

Walter cargaba pasados pesados, uno colectivo (la dictadura militar) y otro personal (el traumático suicidio de su hermano menor, Ariel), pero sin embargo logró convertir su vida en presentes efímeros, en capas instantáneas, como una respuesta política, como estrategia transformadora, no olvidando sino convidando desde una memoria que define lo que somos ahora, pero sobre todo lo que podemos ser. Su lenguaje fue el presente continuo hecho performance revelación-revolución. Así empezó con Los Peinados Yoli, una creación colectiva que debuta en 1984 con sus “no-shows”, collages musicales de sketches libertinos que desafiaban cualquier expectativa, un varieté punk desorbitado que se presentaba con el siguiente manifiesto: “El 32 de marzo de 1986 un cable publicado y diferido por todos los medios anunció esta notable conquista científica: pruebas corroboradas por el Institute for Infection Desease de la Tokyo University sostienen las excepcionales propiedades que … LOS PEINADOS YOLI … poseen contra la calvicie. .07 07.


02.Billy Boedo

01.Walter Barea

■ “Walter se volvó a todo lo femenino por su hermano fallecido, al que siguió buscando. Lo que él no pudo ºhacer en vida, Batato lo llevó al escenario”. ■ El retrato de Batato Barea, actor estrella del circuito underground, de Marcia Schvartz es una pieza clave de la exposición y un ícono de la década. Barea, rodeado de su ajuar y con fondo de flores empuña un arma, preludio de muerte. La parodia como antídoto de la tragedia, embriagaba el epílogo del horror. Tras los tiempos de silencios forzados y desapariciones humanas se evidenció la necesidad de poner en acto la palabra y tematizar el cuerpo, de hacer este último visible. ■ Muchos de los amigos de Batato recuerdan esta decisión (ponerse tetas) como un acto político, y uno no puede dejar de sacarse el sombrero ante su efectividad: una ratificación del derecho de cualquiera a hacer con su cuerpo lo que quiera.

■ Las tetas de Batato (Las Manos de Filipi)

Gusano pará! No te quieras comer las tetas de batato yo te voy a traer la verga del padre lombardero porque si alguien te privó de las manos de Perón ese tipo que me importa yo te voy a privar de las tetas, las tetas de batato Porque voy a entrar a la fosa, y el cuchillo bien afilado me las llevaré, me las llevaré, me las llevaré... Y si hay que seguir el ciclo les traigo a Quarraccino, que ese viejo hijo de puta les traiga las pelotas de cristo, Porque voy a entrar a la fosa y el cuchillo bien afilado me las llevaré, me las llevaré, me las llevaré!

■ Historietas obvias (Revista Medusa)

Esta droga ha sido llamada a desempeñar en su especialidad un papel tan preponderante como el que en el campo de la medicina desempeñó la penicilina. LOS PEINADOS YOLI contienen: Imaginación, droga de la planta stephanai in monacum cultivada en la isla de Formosa y de activa acción antidepresiva y antiaburreica, maleato de pirisamina, auténtico modelador de TU vello, vitamina A, 15.000 unidades en cada show, vitamina B12 ídem, y lauril fosfato encendido, que abarata los costos sin disminuir la calidad. Señora, Señor, péinese con Los Peinados Yoli. Y recuerde, vaudeville es cultura.” Ser de Los Peinados Yoli implicaba ser otro, por eso se requería un seudónimo. La elección de nombres de fantasía fue mucho más que un cambio de identidad, cosa que descubriría después muchas concienzudas y trasnochadas miradas al pasado. Más (mucho más) que un juego, el uso de seudónimos suprimía los honores individuales y planes personales para generar un sentido de pertenencia al grupo, que por otra parte tenía, quedó bien clarito, sus propios planes, ideales y rumbo. Por eso Walter Barea eligió “Billy Boedo”, el cual tenía una doble vida. Ya era un conocido taxi-boy que trotaba por Lavalle y Santa Fe llegando a posar para una propaganda de pantalones Oxford hechos en corderoy y pajo. En cambio Patricia Gatti, fundadora como él del grupo, fue “Doris Night”... “Billy estaba tan entregado a ser quien tenía que ser a cualquier costa, y esto era fundamentalmente ARTISTA y una mirada diferente sobre sí mismo, que lo ama gente que jamás lo vio y lo siguen quienes encontraron en él la alternativa de hacer un camino propio, leerse y contarse con las palabras que sean, aunque no esté nada bien, aunque suene raro, aunque signifique transformarte completamente y salir a caminar en camisón de seda al supermercado, o servir ensalada de frutas con helado de música en una disco. No pretendo ser poética ni literaria: Billy era puro corazón. Eso no se cuenta con palabras; es más, está completamente vedado a las palabras”, dice Night.

03 Batato también llegó a dibujar sus “historietas obvias” para la revista Medusa de Seedy Gonzalez Paz. Sus personajes son CALA (la flor sin color), ARACA (alguien que está o no), JACA (el Jacarandá bonsái). “Éstas son historietas obvias, primitivas, planas como las actuaciones mías que de tan infantiles cualquier niño podría hacerlas mejor”....

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Batato Barea

Más tarde ingresó a “El Clú del Claun” (con el flamante nombre de “Batato”), banda liderada por Hernán Gené (Pitucón), de la cual participaban Guillermo Angerelli (Cucumelo), Gabriel Chame Buendía (ramón Buendía), Cristina Martí (Alcachofita Oetarda) y Daniel Miranda (Loreto). El grupo debutó en 1985 con “Arturo” y después vinieron “Escuela de Payasos” en 1986, “Esta me las vas a pagar” y “El servidor de Sevilla” en 1987. Las primeras puestas son recordadas por los habitúes del Centro Parakultural y el Centro Cultural Ricardo Rojas. En cinco años El Clú del Claun pasó de actuar

gratis en lo sótanos a presentarse gratis en el Teatro Nacional sintiéndose fuera del circuito comercial. Los camarines, con espejos mugrientos y bombinas de 25 watts, distan de las habitaciones que les asignaron en el paquete Teatro Nacional, La propuesta en cambio es la misma: jugar y, de yapa, mover y criticar desde adentro “ese pacato y moribundo arte llamado teatro” Un tiempo despúes partió porque quería encontrar un orden propio como Oscar Wilde y convertirse en el único exponente de una estética, romántica por cierto, en la que el arte y la vida son indivisibles. “La vaca no da la leche: se la sacan. Y el que quiera celeste, que mezcle azul y blanco”. Son dos de las inolvidables frases que nos regaló Batato, quien se rebautizó así porque no le gustaba que alguien haya elegido por él su nombre de pila. También se autodefinía como “clown travesti literario”, e integrante de un trío junto con Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese que revolucionó la escena teatral underground de los 80, primero desde el Centro Parakultural y luego desde el Centro Cultural Ricardo Rojas (su sala principal hoy lleva su nombre), de la mano de actuaciones extremas, recitales de poemas propios, de su amigo Fernando Noy, o de sus poetisas preferidas: Alejandra Pizarnik o Marosa Di Giorgio, y obras como “Tres mujeres descontroladas” y “María Julia La Carancha”, en la que se burlaban de la Alsogaray en pleno menemismo.

03.Batato Barea

Poco tiempo después de que en la ESMA los objetos de uso cotidiano se pervirtieran para el suplicio –las capuchas eran llevadas por las víctimas y no por los verdugos, los anteojos estaban pintados de negro–, los artistas del underground al que Fernando Noy llamaba “engrudo” hacían de un guante de goma, un plumero, una silla tijera, un objet d’art (Claudia Char hacía del guante un pene en erección mientras Batato levantaba el de los espectadores con un plumero y, poniendo la silla tijera en medio del escenario, permitía imaginar la playa del Lido de Venecia). Pero todo estaba al borde de fallar o fallaba: los equipos de sonido lanzaban un pitido de vigilante, la cortina se desmoronaba como la del baño (y a lo mejor era la del baño), se descosía una cola de rumbera, podía volar tanto una peluca como una nariz o alguien demoraba su número –que casi nunca tenía guión– y entonces, entre bambalinas, se escuchaban las puteadas del siguiente. Y encima la etiqueta de la época exigía contemplar todo empinado tras enormes columnas, sudando fernet y papas fritas, los pies encogidos ante el peligro de un stiletto travesti. La democracia no podía tener cuadrículas, ejercicios, entrenamiento. Era el match de improvisación antes de que Mosquito Sancinetto se probara el nombre. Sus presentaciones eran unas fiestas, y su salida de los teatros lo mostraban como en su intimidad: el tapadito largo marrón, sus largos collares coloridos, generalmente de plástico, su peinado revuelto, entre rubio y colorado, ajustado hacia atrás, y sus tacones. Pocos cuerpos pudieron contener y desbordar la alegría y el dolor de la primavera democrática de los ‘80, de esa salida de la dictadura militar argentina para buscar un camino nuevo sin anular la memoria. Batato Barea, fue un genio desde una radicalidad poética, pudo representar todos los matices de un país en cambio; de una manera tan única que fue imposible de suplantar. Fue actor, modelo publicitario, vendedor de fiambre, masajista, taxi boy, mozo, camarera, payaso, travesti, además de voraz lector y eficaz cocinero. Llenó de luz a la oscura ciudad de Buenos Aires. Supo hacer reír. Fue un valiente. En 1985 el actor empezó su carrera en forma independiente con sus propias producciones. “Los perros comen huesos” fue su primer espectáculo dentro de la corriente poético-humorística sobre textos de la escritora argentina Alejandra Pizarnik. Esta obra expuesta en el Centro Cultural San Martín fue prohibida por Javier Torres, no obstante ante la protesta de Batato y de las Madres de Plaza de Mayo, encabezadas por la misma Hebe de Bonafini, se tuvo que poner nuevamente en escena. El acto que llevó

“Me dejo influenciar sólo por

la emoción. La emoción es la alegría de estar diciendo algo.”

Como si el fin de una dictadura fuera menos un retorno de los derechos y juicio a los culpables que una tarantela colectiva de pulsiones chapuceras y liberadas por inocentes que lejos de aprovechar, una vez caída la censura, para ser ellos mismos, corren a ponerse cualquier careta para hacer sus gracias más entrañables, preferentemente bajo tierra o como si lo estuvieran –eso fueron el Parakultural, Cemento, la Sosa Pujato del Rojas–. Y como si en el mismo instante en que los taconeos de las botas comenzaban a ensordecerse, el taconeo de las locas –dos, tres, cien locas al igual que dos, tres, cien Vietnam– hiciera tronar el escarmiento. O como si a la búsqueda de los desaparecidos se le adelantara un énfasis de cuerpos subrayados o gritados, no para sustituirlos sino para guiarlos a esa materia capaz de desmentir el aforismo videlista: “Los desaparecidos no están ni vivos ni muertos”.


B de Batato

(autobiografía)

04.Sandra Opaco

a tal controversia era el final del espectáculo teatral: Batato intentaba tragar una ostia del tamaño de una pizza en cuyo revés versaba la frase “Enemigos del pueblo: Monseñor Plaza, Zaffaroni y Aramburu”. Sus inconvenientes con “la sagrada iglesia argentina” continuaron a medida que sé hacia más conocido y su presencia molestaba a los altos cargos. En julio de 1991, el sacerdote José Lombardero escribió en una revista de la farándula que “lo que prohíbe Dios es que se asesine, matar injustamente. Hay casos en los que uno tiene que matar. El de los homosexuales es uno de ellos”. Ante semejante ignorancia Batato respondió con inteligencia al afirmar que “habitualmente asisto a misa con mi atuendo de mujer y hasta ahora, Dios nunca me echó de su casa. Los travestis y prostitutas existimos porque tenemos demanda”. Batato, Humberto y Alejandro eran guerrilleros del panfleto. Se columpiaban locas de alegría por la trasnoche de Corrientes. “Pasan los putos”, decían algunos, pero esta vez con simpatía, sin la indiferencia asesina y delatora a la que hubieran estado expuestos apenas diez años antes. Como los hippies del sesenta o los punki del ochenta, se atrevían a entrar en el bar La Plaza vestidas o, mejor dicho desgarradas de mujer, protegidas por la impunidad que da el coraje. Una marcha de divas divertidas para atraer el público hacia Mediomundo Varieté. El fenómeno del Parakultural de los años 80’s fue un emergente de esos años; desde el retorno de la democracia se sintió el ritmo frenético de centenares de jóvenes que quisieron expresar su arte, con sus nuevas formas, sus estéticas personales. Se le dio un nombre: “Underground”, por aquello que surge desde abajo de la tierra. Era algo que estaba escondido, que pedía a gritos lugares donde expresarse; diversidad, modernidad y prueba. Por ahí desfilaron, en una misma noche, “Las gambas al ajillo”, “Las hermanas Nervio”, Alfredo Casero tocando la armónica; y ahí: Batato, con su sus compañeros y el mítico “Tres mujeres descontroladas”. Desnudos ensayados, y de los otros: los que salían de un impulso muy interno, lo mostraban sin ropa alguna; puteadas e inocencias surgidas del ensayo y error. Una época para experimentar. Experimentos y experiencias que hablaban por sí solas. Batato era un mutante que dinamitaba a su paso toda exigencia de pertenecer tanto a los géneros tradicionales –femenino y masculino- como a los sociabilizados arquetipos marginales, ubicándose más allá de toda clasificación preconcebida. Batato dice como autodefinición: “yo soy una estética. Nunca me gustó la palabra gay (aunque nunca la utilicé) porque exuda un falso optimismo. Esta no es mi palabra. Yo estoy en la fiesta de los disconformes”. Para que Batato fuera posible había un contexto, porque el under era una forma

ción mutua con mucho de teatro de comedor y fiesta de egresados; también en clave cristiano social Omar Chabán (dueño de Cmento) actuaba en bolas pasándose una afeitadora por el cuerpo que sonaba como una picana eléctrica, Emeterio Cerro hacía teatro francolusitano que sonaba como “plúrimo bolo tose, pérgola colo sose, pámpano cojo rose”, Roberto Jacoby llamaba a un concurso de body art con la consigna “sea famoso durante quince minutos” y Jorge Gumier Maier, para recitar con las piernas al aire un texto del general Mansilla, se travestía como Brunilda Bayer proclamándose la hija de Osvaldo.

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Sandra Opaco

En otro insólito pasquín tipo afiche Batato se promocionaba incluso como “Batatola”. Por primera vez el payaso, el clown asumía su condición travesti que después desarrolló en escena con el suntuoso y tanguero nombre de Sandra Opaco. “El Sandra se lo saqué a una loca de la murga. Ya sé, es demasiado común, pero a los hombres les encantan esos nombres de nada. Batato no excita, no es erótico ni me sirve. Sandra, Mary o Marisa, tampoco, prefiero Sandra Opaco. Y Opaco como la superficie de tu ombligo”. Sin temor al peligro, se inyectó siliconas que después se comprobó que eran para máquinas industriales. Prefería esos senos a morir sin sentirse deseado, sin pasión,

Además la condición novedosa de ser mujer lo distraía un poco y daba otro sentido a su búsqueda. Ser mujer incluso lograba divertirlo, a pesar de todo. No sería descabellado pensar que después de este fatal injerto en su coraza de Valquiria Made in San Miguel, haya contraído lo que detectaron los últimos exámenes: ya estaba enfermo, con sus primeros síntomas, anemia, leucemia, después el gran globo final, llamado SIDA. Su madre sostiene que con esa operación clandestina, Batato se acabó por suicidar. Una frase de Alejandra Pizarnik estaba escrita a mano en los panfletos que su otro yo, Sandra Opaco, seguía repartiendo por todas partes como si nada: “Vendré, aun muerta volveré, si es que al final llama el amor”. Nadie lo recuerda como taxi boy o se calla, pero muchos se acostaron con Sandra Opaco, esa pelirroja del Once que usaba bolsas hippies para comprar las verduras en el mercado y recoger desechos textiles en los containers (una vez un ciruja lo encaró y le dijo, cómplice: “Viste, loco, ya nadie tira nada”). Jorge Gumier Maier, otro artista cartonero exiliado en las islas del Delta, a quien el río lo exime de revolver containers, fue su couturier en el concurso de body art de Jacoby. Batato le había llevado a su casa de la calle Mansilla metros y metros de papel plisado sacado de la basura. El lo hizo “ponible”; el diseño era de Batato, que se lo armó encima sin esperar el caminito de alfileres (se llamó El papelón). Batato y Gumier fueron amigos y vecinos. En las mil caras de Batato se lee la voluntad hacendosa de una profesora de

Me llamo Salvador Walter Barea. Fui mozo, cadete, bañero depiletas en la Salada, vendedor de salames, taxiboy y masajista. Hice desfiles de moda, cortos publicitarios (de marinero para “Echo en el balde”, “Galletitas Vocación”, “Turrón Namur”), también fotonovelas eróticas. Creo en todas las expresiones. Todo debe ser desechable, descartable como esta época. Me fui de casa a los 15 años y nunca más volví. Antes de terminar el secundario comercial, me negué a recibir el título de Perito Mercantil y me escapé. A partir de allí y con sólo diecisiete años me fui a dedo a Brasil. Luego hice el servicio militar y fui convocado a la guerra de Malvinas y me negué a luchar, además no sé la letra del Himno. Estudié teatro y expresión corporal y me cansé. Fui asistente de Pepito Cibrián en “Calígula”, trabajé en “Romeo y Julieta”, “La señorita Julia” y me cansé. La técnica de clown me atrapó, ahí descubrí mi vocación, fue como entrar a una catedral y ver una revelación. Pero después me cansé luego de reprocesarla. Vinieron los “Peinados Yoli” y me cansé. Ahí empecé a aplicar el clown, en ese momento fue un ¡bum!, ahora lo hago y nadie se ríe. Después vino Antonio Gasalla, aprendí mucho con él, trabajé en las calles y a partir de ahí se formó el Clú del Cláun. Luego descubrí la poesía marginal y desconocida de poetas marginales como Alejandra Pizarnik, Marosa Di Giorgio, Copi. Armé dibujitos a los que llamé “Historietas obvias”. Comencé con mis performances en discotecas, mi convicción es que no hay que esconderse, no trabajar en lugares gays, andar en la calle y en los colectivos como yo quiera, para algunos soy un marciano, para otros, un esperpento. Me defino como el primer y único “Cláun Travesti Literario”. Cada persona tiene un ritmo, yo trato de no apartarme del ritmo personal, pongo un disco y en vez de seguir el ritmo de la música sigo el mío. Me dejo influenciar sólo por la emoción. La emoción es la alegría de estar diciendo algo.

Juana Ibarbourou

La Poesía en carne viva Batato fue el primero en acercar la poesía a las discotecas pero no en forma melancólica sino para divertir, tenía una filosofía de vida independiente y alejada de los cánones habituales que trasladó a sus producciones como “Las Cope-

Alfonsina Storni

ras”, “Los Yolanda López”, “Tres mujeres descontroladas”, con sus compañeros Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta, “Los papeles heridos de tinta”, “Escándalo”, entre otros. Pero su éxito, especialmente entre los jóvenes asistentes al mundo underground de este ex camarero y taxi boy fueron los homenajes sobre la vida y obra de las escritoras Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni y la poetisa uruguaya Juana Ibarbourou, “El puré de Alejandra”, “Alfonsina y el mal” y “El método de Juana”, respectivamente.

Alejandra Pizarnik

En “Alfonsina y el mal”, estrenada en 1990 hizo su primera aparición en público la mamá de Batato, María Elvira Amichetti, con el nombre artístico de Nené Bache. Decía mucho en pocas palabras y no lo entendía. Pero él insistía en que no era cierto, que cada persona entiende a su manera”.

09.


“Yo ya conozco mi camino, y quiero estar en el lugar que estoy, bien abajo. Estar arriba es el hastío total, y yo quiero divertirme, en una sociedad en guerra, Divertirme más allá de todo”

actividades prácticas, el pudor del chongo piel roja (“Ah, esas pecas que cuando uno las veía te inyectaban un clima de Van Gogh”, dice Noy), el cansancio del que se muere en arte, la tristeza por las tetas que no se reconocen porque a veces un deseo cumplido se vuelve un cuerpo extraño. Daniel Molina dice que las vio, las tocó, se pronunció: —¿Qué te parecen, eh?, me preguntó. — La verdad, Batato, es como si el Ancho Peuchele se pusiera tetas, le contesté. —Mirá que sos bestia. —Sí, pero qué querías que te dijera. ¿Qué estaba igual a Cochinelle? Lo mismo. ¡Qué bestia! Un poco me di cuenta y le dije: “No importa, Batato, los gustos hay que dárselos en vida”. Y él me contestó: —“Sí, los gustos hay que dárselos en vida”, como subrayando, porque ya estaba cerca de la muerte. Cuando no actuaba, Batato eligió llamarse Sandra. Después de cada función corría a su casa a atender los llamados. Había que ganar plata de alguna forma. Ponía avisos en el rubro de acompañantes. Sandra era una vikinga del deseo, bárbara como un mongoll, muerta de risa por el insólito destino que la había traído a Buenos Aires, esta ciudad con los hombres más deliciosos del mundo. Ser prostituta, para ella, era según decía: “Unir lo útil con lo agradable”. “Lo mío traspasa al travestismo. Yo no hago fonomímica, ni me visto como odalisca o como Marilyn Monroe. Esas son mariconadas. Lo que hace Jean François Casanovas es una hermosa mariconada, por ejemplo. Yo hago de mí. Y eso es lo que más molesta. Yo soy una estética...no transé con las mariconadas que piden los productores, que me quieren llenar de lentejuelas como a un travesti cualquiera. Yo ya conozco mi camino, y quiero estar en el lugar que estoy, bien abajo. Estar arriba es el hastío total, y yo quiero divertirme, en una sociedad en guerra, Divertirme más allá de todo”. En sus días finales, jaqueado por el SIDA en diciembre de 1991, a sólo diez meses de ponerse tetas, a poco más de siete años de convertirse en performer, Batato le hizo prometer a su madre que iba a escribir un libro con su vida. Lo publicó cuatro años después, con el título “Batato. Un pacto impostergable”. Allí cuenta la versión más emotiva de ese momento clave, de esa inyección de libertad que Batato decidió darse delante del corazón. Escribe Nené Bache (su madre): “Una tarde me dijo Batato: ‘Mamá, yo tengo que dejar algo. Mi vida tiene que servir para los demás. Tengo que dar algún mensaje’. Entonces se puso las tetas, para demostrar que se podía ser libre. El se puso las tetas y sacó,

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para siempre, el frío de mi alma.” Nada más increíble, más perfecto, como acto de devoción total, definitiva, que un hijo devolviéndole a su madre lo que ella le dio al nacer: la teta. Los ’90 terminaron con la esperanza de muchos, pero todavía esas tetas sobrevivieron intactas como símbolo de resistencia. Por lo menos, así lo confirma Las Manos de Filippi y su canción “Las tetas de Batato”, editada en el disco Las manos santas van a misa. Como grito primario, la letra empieza con “¡Gusano, pará! No te quieras comer las tetas de Batato”, y sigue hasta profanar la tumba del performer trans y llevarse como tesoro ese par de pechos, para que nada, nadie, nunca los pueda corromper. Muchos de los amigos de Batato recuerdan esta decisión (ponerse tetas) como un acto político, y uno no puede dejar de sacarse el sombrero ante su efectividad: una ratificación del derecho de cualquiera a hacer con su cuerpo lo que quiera. Su última función fue un orgullo para él: “La Carancha” o “María Julia, la carancha, una dama sin límites”, una sátira referida a la olvidable María Julia Alzogaray, que presentó en un Festival de Teatro Off en Montevideo, junto a Urdapilleta y Tortonese. Batato lucía siempre un vestuario colorinche (usaba mucho el amarillo para quitarle la fama de fatídico que para la gente del teatro tiene ese color) propio de un ama de casa en trámite de limpieza, aros enormes de colores llamativos. Era una obra de arte pop caminante, con su voz ronca, sus pechos relucientes y ninguna mariconería en sus ademanes, que supo ser propulsor del movimiento under de los 80, inventó el público, los espacios y los códigos. Una leyenda. Sincero, profundo y burlón. Quería vivir la vida que eligió y luchó constantemente para hacer su deseo realidad. Se enfrentó a una sociedad conservadora, en guerra. Nunca quiso estar arriba, lo cansaba, ya había encontrado su camino y era abajo, bien abajo.■ Fuentes: “Te lo juro por Batato”, Fernando Noy / Suplemento RADAR, Página 12 / Seedy Gonzales Paz


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“...y el que quiera celeste, que mezcle azul y blanco”

BATATO BAREA


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