Nueve ratas en busca de un cuento cap modelo

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Ilustraciones de Cristian Bernardini

Nueve ratas en busca de un cuento Verรณnica Sukaczer



Capítulo I

E

n cuanto Lapitas terminó de leer el cuento de aquella noche, el Bibliotecario se irguió apenas, miró a su alrededor y dijo: —Qué mara… maravillosa his… historia… Y ahí nomás se murió. Bien muerto. Gambuza no pudo disimular un enorme bostezo, que nada tenía que ver con la pena que sentía por la partida del amigo gato. —Siempre dije que algunos libros podían matarte del aburrimiento —opinó. —El libro no tuvo la culpa —dijo Lapitas—, estaba viejo.


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—El libro estaba viejo… —insistió Gambuza. —Bueno… lo eligió él —Lapitas señaló al gato que continuaba muerto. Tal vez sentía un poco de culpa. Tal vez no había leído con suficiente entusiasmo, o las voces de los personajes no habían sonado creíbles, pero qué podía hacer. Cada noche, ella le leía al Bibliotecario el relato que él elegía y, a cambio, él prometía no cazar ninguna rata de biblioteca. Ese trato se había mantenido desde siempre, desde que las ratas habían descubierto el sabor de los primeros pergaminos y papiros, y luego de los libros, mucho mejor condimentados, y desde que a los humanos se les había ocurrido llevar gatos para cazar ratas en las bibliotecas. Y tenía una razón de ser. El trato, claro. A los gatos no les gusta leer, pero adoran que les lean. Y a las ratas les viene bien que nadie se las coma. Todos ganan. Al amanecer las ratas se reunieron debajo de la estantería de los diccionarios para despedir al Bibliotecario. Las mayores recordaron el día en que lo conocieron, compartieron anécdotas y luego buscaron el Gran Diccionario y le dieron un nombre-rata, porque esa era su manera de homenajearlo.


Los diccionarios eran los únicos libros que las ratas nunca elegían como almuerzo ni como cena, ya que ellos guardaban todas las palabras. Y las palabras lo eran todo para ellas: desde alimento hasta nombre. Desde compañía hasta respuesta.

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Cuando una camada de ratas de biblioteca nacía, la rata más anciana buscaba el Gran Diccionario, lo abría al azar, e iba señalando las palabras de la página para dar nombre a cada recién llegada: alfiler, alfilerazo, alfilerillo, alfiletero, alfiz, alfolí, alfombra, alfombrilla, alfóncigo. Lapitas decía que le hubiera gustado llamarse Alfiz o Alfolí. Pero Alfombrilla no, y menos Alfiler. Al Bibliotecario lo llamaron Chacuaco, y enseguida todas opinaron que no le hubiera gustado nada.



A la biblioteca en la que vive tranquilo un grupo de ratas, llega un nuevo Bibliotecario. Es un gato, igual que su antecesor. La diferencia es que este ya escuchó todos los cuentos que existen, por lo que está decidido a comerse a las ratas… a no ser que ellas consigan inventar nuevas historias. Historias que no estén escritas en ningún libro. ¿Lo lograrán?

Verónica Sukaczer Nació en Buenos Aires en 1968. Es periodista y escritora. Ha publicado, en esta misma colección, Hay que ser animal, libro que obtuvo el Segundo Premio Nacional de Literatura Infantil en 2012. En 2014 recibió el Diploma al Mérito Konex en Literatura Juvenil.

CC: 61074554 ISBN: 978-987-545-702-7

www.kapelusznorma.com.ar

A partir de los 9 años

Nueve ratas en busca de un cuento


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